Evolución humana y conocimiento de Cristo
RUDOLF STEINER
El árbol genealógico de los humanos y las ramificaciones animales
Basilea, 22 de noviembre de 1907
7 conferencia,
En un documento como el Evangelio de Juan, todo tiene significado e importancia, y nada podría decirse de otra manera que como está escrito allí. ¿Por ejemplo, por qué aparece el Espíritu Santo en forma de paloma? Se necesitaría una serie de conferencias para explicarlo. Pero al menos se puede tener una idea al respecto si se considera el desarrollo de la humanidad desde un punto de vista diferente al que se ha utilizado hasta ahora. En conferencias anteriores ya se planteó la afirmación, inconcebible para una mente científica, de que el ser humano ya existía al comienzo del desarrollo y que ha participado en el desarrollo de la Tierra como si fuera su propio desarrollo. Pero, por supuesto, no hay que olvidar que los seres humanos primitivos estaban organizados y constituidos de manera muy diferente a los actuales. Ya el ser humano atlante era muy diferente en su aspecto al actual. Esta diferencia es aún mayor en el ser humano de la época lemúrica y aún mayor en el ser humano de la época en la que la Luna y el Sol aún estaban unidos a nuestro planeta.
Para familiarizarnos con la forma en que la ciencia espiritual concibe la evolución, debemos partir de lo más obvio. No todos los seres humanos que viven hoy en la Tierra se encuentran en el mismo nivel de desarrollo. Junto a los pueblos que se encuentran en un alto nivel cultural, hay pueblos primitivos que están muy atrasados en cuanto a cultura. En la ciencia natural actual se ha desarrollado la idea, —y se mantiene con gran tenacidad, aunque los hechos más recientes la contradicen—, de que los pueblos más desarrollados descienden de los pueblos menos desarrollados. Esta idea no se corresponde con los resultados de la investigación espiritual. Mencionemos aquí, por ejemplo, a los pueblos que se dieron a conocer con el descubrimiento de América, y describamos brevemente un episodio que nos permite conocer la vida espiritual de estos pueblos. Como es sabido, los blancos habían empujado a la población indígena cada vez más hacia el interior del país incumpliendo su promesa de darles tierras. Un jefe de estos indios le dijo una vez al líder de una expedición conquistadora europea: «Vosotros, los rostros pálidos, nos habéis quitado nuestras tierras y nos habéis prometido otras a cambio. Pero el hombre blanco no ha cumplido su palabra al hombre piel roja, y sabemos por qué. El hombre pálido tiene pequeños símbolos, (las letras del alfabeto), en los que habitan seres mágicos y a través de los cuales descubre la verdad. Pero lo que descubre no es la verdad, porque no es bueno. El hombre piel roja no busca la verdad en esos pequeños signos mágicos. Él escucha al «Gran Espíritu» en el susurro del bosque, en el murmullo del arroyo. En los relámpagos y los truenos, es allí donde el «Gran Espíritu» le revela lo que está bien y lo que está mal.
En la raza americana nos encontramos ante un pueblo primitivo que se ha quedado muy, muy atrás, también en lo que respecta a la cosmovisión religiosa. Pero ha conservado la fe en un espíritu monoteísta que le habla a través de todos los sonidos de la naturaleza. El indio tiene una relación tan íntima con la naturaleza que aún oye la voz del alto espíritu creador en todas sus manifestaciones, mientras que el europeo está tan inmerso en la cultura materialista que ya no puede percibir la voz de la naturaleza. Ambos pueblos tienen el mismo origen, ambos descienden de la población de la Atlántida, que tenía una fe monoteísta surgida de una clarividencia espiritual. Pero los europeos han ascendido a un nivel cultural superior, mientras que los indios se han estancado y, por ello, han caído en la decadencia. Siempre hay que tener en cuenta este proceso Evolutivo. Se puede representar de la siguiente manera. A lo largo de los milenios, nuestro planeta cambia, y este cambio también condiciona la Evolución humana. Las ramas laterales que ya no encajan en las circunstancias se vuelven decadentes. Así pues, tenemos un tronco de desarrollo recto y ramas laterales que se desprenden y se deterioran (véase el dibujo).
Retrocediendo desde el punto de la era atlante, en la que los europeos y los indios aún estaban unidos, llegamos a una época en la que el cuerpo humano aún era relativamente blando, de densidad gelatinosa. Allí vemos nuevamente cómo algunos seres se separan y se quedan atrás. Estos seres continúan desarrollándose, pero en línea descendente, y de ellos surge la especie simia.
No debemos decir que el ser humano desciende del mono, sino que tanto los seres humanos como los monos descienden de una forma que, sin embargo, tenía una apariencia muy diferente a la de los monos y los seres humanos actuales. La bifurcación se produjo en un punto en el que esta forma primigenia tenía la posibilidad, por un lado, de ascender al ser humano y, por otro, de caer y convertirse en una caricatura del ser humano. Solo queremos seguir la doctrina de la descendencia en la medida en que sea necesario para encontrar la conexión con lo que se ha dicho en conferencias anteriores. En los antiguos seres humanos atlantes, el cuerpo etérico aún estaba fuera del cuerpo físico. Hoy en día, solo el cuerpo astral del ser humano está fuera del cuerpo físico, y eso mientras duerme. Por lo tanto, hoy en día el ser humano solo es capaz de superar el cansancio del cuerpo físico mientras duerme, porque entonces su cuerpo astral se encuentra fuera del cuerpo físico y tiene así la posibilidad de actuar sobre él. Ahora ya no es posible ejercer más influencias sobre el cuerpo físico. Solo quedan los restos de tales influencias en manifestaciones como el rubor ante la vergüenza, el palidecer ante el miedo y el susto, etc. Sin embargo, cuanto más nos remontamos a la época atlante y cuanto más se encontraba el cuerpo etérico fuera del cuerpo físico, más capaz era de transformar el cuerpo físico. El dominio del cuerpo etérico sobre el cuerpo físico era tan grande en épocas anteriores porque el cuerpo físico era mucho más flexible y ágil que ahora. En una época de la evolución humana en la que el cuerpo físico solo tenía una estructura ósea delicada, el poder del cuerpo etérico sobre el cuerpo físico era tan grande que el ser humano tenía la capacidad de alargar un brazo o una mano a voluntad, así como de extender los dedos a voluntad, etc. Esto al ser humano actual le parece absurdo.
Sería totalmente erróneo imaginar al ser humano de la Lemuria como al ser humano actual. El ser humano de la Lemuria no caminaba sobre sus extremidades como el ser humano actual; era más bien un ser aéreo. Todos los órganos del ser humano actual solo estaban presentes de forma rudimentaria; él era capaz de metamorfosearse. Es totalmente incorrecto imaginar que los seres de Lemuria se parecían a los actuales, aunque fueran grotescos. También en la época de la Atlántida, el cuerpo humano aún era moldeable y podía transformarse desde dentro por voluntad propia. Esto se debía a que, como se ha dicho anteriormente, el cuerpo etérico aún se encontraba en parte fuera del cuerpo físico. Por lo tanto, el cuerpo etérico trabajaba en la forma exterior, y los seres que no trabajaban en su cuerpo de la manera correcta se convirtieron en lo que hoy llamamos monos. Así es como surgieron estas caricaturas de los seres humanos actuales. Ellos descienden de nosotros, no nosotros de ellos. Aquí cabe plantearse la siguiente pregunta: ¿por qué se separaron precisamente los simios, por qué una parte permaneció en un nivel inferior como seres sin alma —nos referimos aquí al alma superior, no al cuerpo astral? Simplemente se dieron otras circunstancias. El ser humano se adaptó a ellas, pero ellos no fueron capaces de hacerlo. Su cuerpo físico se endureció, mientras que el ser humano pudo mantener su cuerpo físico blando y maleable.
| Evolución de la humanidad |
Al comienzo de la evolución de la Tierra, debemos imaginarnos al ser humano con un cuerpo etérico sutil. Este se ha ido transformando cada vez más. Un clarividente habría percibido entonces al ser humano en forma de esfera. El dibujo de la evolución humana, pretende explicar el árbol genealógico de la evolución.
Hacia el final del período atlante, la especie se ramificó y más tarde se convirtió en los monos actuales. Anteriormente, en el período atlante, se ramificaron ciertos mamíferos superiores; ciertos mamíferos inferiores se ramificaron en el período atlante más antiguo. El ser humano físico tenía entonces el valor evolutivo de un mamífero; solo que los mamíferos se quedaron en ese nivel, mientras que el ser humano siguió evolucionando. En una época aún más temprana, el ser humano tenía el valor evolutivo de un reptil. El cuerpo era muy diferente al de un reptil actual, pero el reptil se desarrolló al caer en decadencia su evolución física. El ser humano ha desarrollado sus miembros internos, mientras que el reptil se ha quedado atrás. Es un hermano atrasado del ser humano. Aún antes se separó lo que se convirtió en la especie de las aves. Y aún más atrás, el ser humano se encontraba en el nivel que hoy conserva la especie de los peces. En aquel entonces, no había nada más elevado en la Tierra que formas complejas de peces. En tiempos remotos, el ser humano se encontraba en el nivel de un animal invertebrado. Y en la época más antigua se bifurcó, y así llegó a nuestra época, el ser unicelular que Haeckel llama Monere, que representa a un hermano del ser humano que se bifurcó en la época más antigua. Si formamos el árbol genealógico del ser humano a partir de esta serie evolutiva, este coincidirá exactamente con el árbol genealógico que Haeckel ha establecido en sus escritos:
2. Unicelulares
3. Multicelulares
4. Esferas huecas
5. Animales con intestino primitivo
6. Platelmintos
7. Gusanos cordados
8. Gusanos con intestino branquial
9. Protocordados
10. Ancefales
11. Cirrínidos
12. Peces primitivos
13. Peces óseos
14. Peces anfibios
15. Anfibios branquiales
16. Anfibios con escamas
17. Proreptiles
18. Reptiles mamiferoides
19. Proto-mamíferos
20. Marsupiales
21. Semi-simios
22. Simios
23. Grandes simios
24. Hombres simios
25. Humanos parlantes
Podríamos adoptar sin más el árbol genealógico de Haeckel, con la única diferencia de que Haeckel primero deja que surjan las formas animales y que estas evolucionen hasta llegar al ser humano, mientras que nosotros vemos al ser humano ya en la forma primigenia y consideramos al mundo animal solo como una ramificación, como seres humanos degenerados. De hecho, el ser humano es el primogénito de la Tierra; se ha desarrollado en línea recta, dejando atrás a los demás seres en las diferentes etapas.
Si observamos el momento en que los pájaros y los reptiles se separaron, vemos que en aquel entonces existían formas humanas físicas similares a las especies de pájaros posteriores y otras similares a los reptiles posteriores. El vidente mira hacia atrás, a aquella época lejana en la que la entidad espiritual del ser humano aún no se había apoderado de su cuerpo. Ve el alma genérica del ser humano que flota alrededor del cuerpo parecido al de un pájaro. Aquí se quedaron aquellas entidades espirituales que no tenían necesidad de descender al plano físico. Después de haber descendido hasta este nivel del mundo físico, volvieron a evolucionar hacia lo espiritual. Son entidades del plano astral, el mundo del Espíritu Santo, que han conservado el círculo del aire como su reino, del mismo modo que el ser humano toma posesión de la Tierra física, el círculo de la Tierra, como su reino. Hay que imaginarse a estos seres con forma de pájaro si queremos que se nos hagan físicamente visibles. Por eso, el autor del Evangelio de Juan tiene que representar al Espíritu Santo, que desciende al alma consciente de Jesús y la llena como espíritu mismo, bajo el símbolo de una paloma. Este símbolo nos parece de una profundidad maravillosa cuando lo contemplamos en relación con la evolución de la humanidad.
Queremos relacionar lo que está escrito en el Evangelio de Juan con el desarrollo humano en la Tierra desde otro punto de vista. Para ello, queremos repetir brevemente una idea de la escuela rosacruz. A un determinado nivel de desarrollo, se le dice al alumno lo siguiente: observemos la relación de la planta con el ser humano. La planta dirige sus raíces hacia abajo, hacia el centro de la Tierra, la sede de su yo. Sus órganos de fecundación se vuelven castamente hacia el sol, hacia la luz. A la luz del sol, abre su flor y deja que madure el fruto. En la ciencia oculta, este efecto fecundador de la luz se denomina el contacto con la sagrada lanza del amor del sol. Atrae la flor y provoca la fertilidad de la tierra. Lo que la planta hunde en la tierra, la raíz, corresponde a la cabeza del ser humano. El ser humano dirige su cabeza hacia el sol, hacia la luz. Y lo que la planta dirige hacia la luz, los órganos de fecundación, él lo inclina pudorosamente hacia la tierra. El ser humano es la imagen invertida de la planta. El animal se encuentra en medio de ambos. La planta se dibuja verticalmente orientada hacia la tierra, el ser humano igualmente verticalmente alejado de la tierra, el animal horizontalmente. Así se obtiene la forma de la cruz. Platón expresa esto diciendo: El alma del mundo está crucificada en la antigua cruz del mundo. La cruz es un símbolo cósmico, colocado en el desarrollo del mundo. Un profundo estremecimiento recorría el pecho del discípulo cuando podía contemplar así el devenir del desarrollo del mundo. Así vemos también en la planta a un ser hermano de un pasado remoto. Originalmente, el ser humano era también un ser etéreo de sustancia vegetal. En aquel entonces, el ser humano tenía la misma naturaleza material que hoy en día tienen las plantas. Si el ser humano no hubiera transformado la sustancia vegetal en carne, habría permanecido casto y puro como las plantas. No habría conocido el deseo ni la pasión. Pero este estado no podía mantenerse, porque entonces el ser humano tampoco habría
Algunos órganos del cuerpo humano están en proceso de descomposición, otros han alcanzado el máximo de su capacidad de desarrollo y otros se encuentran en las primeras fases de su desarrollo. Entre los primeros se encuentran los órganos reproductores, entre los segundos, el cerebro; entre los que se encuentran en fase embrionaria, el corazón y la laringe y todo lo relacionado con la formación de la palabra. A partir de ellos se desarrollarán órganos que sustituirán a los órganos reproductores en sus funciones y los superarán con creces. Se convertirán en órganos voluntarios en el sentido más elevado. Cuando el ser humano cree formas en el aire mediante el habla y, en el futuro, la palabra tenga un efecto creador, entonces el ser humano habrá vuelto a la castidad que ha conservado la planta; pero será una castidad consciente. Para el investigador de lo oculto, el corazón también se encuentra en los inicios de su desarrollo. No es esa bomba que los pensadores materialistas describen. La creencia de que el corazón es la causa de la circulación sanguínea es errónea. Por horrible que pueda parecer, el movimiento del corazón es consecuencia de la circulación sanguínea. En el futuro, cuando el ser humano haya alcanzado un nivel de desarrollo superior, el corazón también estará sometido a su voluntad consciente. La predisposición para ello ya existe, a saber, las estrías transversales que presenta el corazón, al igual que todos los músculos voluntarios. Entonces el ser humano creará conscientemente a sus semejantes mediante la palabra, y la sustancia humana será casta y purificada. Lo que en un nivel inferior se extendía hacia el sol como el cáliz de una planta, lo que recibía el rayo solar como una flecha de amor, en el nivel superior de la humanidad futura se volverá hacia el cosmos como un cáliz que es fecundado por lo espiritual. Esto se representa en el Santo Grial, el cáliz resplandeciente, cuya consecución era el objetivo sublime que se proponían los caballeros de la Edad Media.
Consideremos ahora la planta y su relación con la Tierra. La planta solo tiene un cuerpo físico y un cuerpo etérico, por lo que solo es posible en ella un tipo de conciencia similar al que tiene el ser humano cuando duerme. Mientras que el animal tiene una conciencia grupal, la conciencia de la planta se concentra en el centro de la Tierra. Las plantas están tan conectadas con la Tierra que pueden considerarse miembros de la misma. Las plantas individuales no tienen un cuerpo astral, sino que están integradas en el cuerpo astral de la Tierra. El cuerpo astral de la Tierra está en interrelación con el del Sol. En el organismo superior de la Tierra encontramos un proceso similar al cambio entre la conciencia dormida y la conciencia despierta en los seres humanos. Como consecuencia, en verano las plantas brotan, germinan, crecen y florecen hacia el sol. En invierno, el cuerpo astral del sol se retira de la Tierra. El cuerpo astral de la Tierra depende de sí mismo; se retira al centro de la Tierra; la vegetación de la Tierra descansa. El vidente puede observar con gran precisión esta relación entre los dos cuerpos astrales. Debido a que este retraimiento del cuerpo astral provoca una paralización de la vegetación y de la actividad vital y, con ello, también una interrupción de la conciencia, el ser humano tuvo que adquirir un cuerpo astral propio en el curso de su evolución, ya que solo así pudo alcanzar una conciencia continua. Hasta ahora hemos considerado la importancia de Cristo para la evolución de la humanidad, pero ahora queremos pasar a considerar la importancia de este espíritu para la evolución cósmica. Los seres que ya en los albores de la evolución terrestre habían alcanzado ese estado de perfección que la humanidad solo alcanzará al final de la evolución terrestre, tienen su sede en el sol. Entre estos seres se encuentra Cristo como fuerza cósmica. Así, al comienzo de nuestro actual desarrollo terrestre, su cuerpo astral estaba conectado con el cuerpo astral del sol. Tenía su sede en el sol. Con la aparición de Cristo en la Tierra, el cuerpo astral de esta fuerza cósmica del espíritu de Cristo descendió al mismo tiempo a la Tierra y, desde entonces, su cuerpo astral ha permanecido en constante conexión con el cuerpo astral de la Tierra. Con la aparición de Cristo en la Tierra, el cuerpo astral de la Tierra recibió una sustancia completamente nueva del Sol. Si en la época de Cristo alguien hubiera mirado hacia la Tierra desde otro planeta, habría visto la incorporación de esta nueva sustancia al cuerpo astral de la Tierra, debido al cambio en la radiación de colores de este cuerpo astral. Mediante la unión de su cuerpo astral con el de la Tierra, el espíritu solar Cristo se convirtió al mismo tiempo en espíritu terrestre. El espíritu de Cristo es espíritu solar y, al mismo tiempo, espíritu terrestre. Desde el momento en que Cristo caminó sobre la Tierra, permanece en constante conexión con ella. Se ha convertido en el espíritu planetario de la Tierra; la Tierra es su cuerpo, él dirige el desarrollo terrestre. Esta conexión se llevó a cabo en el Gólgota y el misterio del Gólgota es el símbolo de lo que sucedió entonces para el desarrollo terrestre.
Cuatro razas principales se reparten la superficie terrestre: la raza blanca, la amarilla, la roja y la negra. Sin embargo, el círculo de aire que rodea la Tierra por todos lados es uno solo. Esto se indica en el capítulo 19,23: «Pero los soldados, después de crucificar a Jesús, tomaron sus vestiduras y las dividieron en cuatro partes, una para cada soldado, y también el manto. Pero el manto era sin costuras, tejido de arriba abajo». Las vestiduras de Cristo son el símbolo de la superficie de la Tierra, mientras que la túnica tejida de una sola pieza simboliza el círculo de aire que rodea la Tierra por todos lados, indiviso e indivisible. Pero hay que subrayar una vez más que este símbolo es al mismo tiempo un hecho histórico. Según esto, también se entiende la siguiente frase del Maestro. Él dice: «El que come mi pan, me pisotea» (13,18). Si Cristo es el espíritu del planeta, si la Tierra es su cuerpo, ¿no es lógico decir que los seres humanos comen su carne, beben su sangre y lo pisotean? Si este espíritu se refiere a los frutos que se obtienen de la Tierra, ¿no puede decir: «Este es mi cuerpo», y señalando los jugos puros de las plantas: «Esta es mi sangre»? (6, 56). ¿Y no caminan los hombres sobre el cuerpo de este espíritu planetario, pisoteándolo? No lo dijo en sentido peyorativo, sino para señalar el hecho de que la Tierra es el verdadero cuerpo de Cristo. Este pasaje del Evangelio también debe tomarse al pie de la letra. Y el recuerdo de esta gran verdad debe mantenerse vivo en la posteridad a través del misterio de la Última Cena. Solo aquel que es capaz de sentir el valor de este acontecimiento trascendental para todo el desarrollo cósmico puede apreciar el profundo significado de la Cena del Señor. Él ve brotar la fuerza de Cristo en las plantas que la tierra envía hacia la luz del sol en primavera; él sabe que la encarnación de Cristo no es solo un acontecimiento humano, sino un acontecimiento cósmico.
Traducido por J.Luelmo dic, 2025
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