GA100 Kassel, 23 de junio de 1907 - Reflexiones complementarias a la Ley de la Reencarnación y el Karma

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Evolución humana y conocimiento de Cristo
RUDOLF STEINER

Reflexiones complementarias a la Ley de la Reencarnación y el Karma

Kassel, 23 de junio de 1907


8 conferencia, 

Hoy quiero añadir algunas cosas más sobre la cuestión de la reencarnación y el karma. Y luego me gustaría pasar a hablar del desarrollo de nuestra Tierra, porque solo a través de tal consideración podremos comprender con exactitud la verdadera naturaleza del ser humano, tal y como se nos presenta en relación con las condiciones del mundo. Para concluir este ciclo de conferencias, vamos a considerar juntos cómo se desarrolla el ser humano cuando el objetivo de su esfuerzo es la contemplación de los mundos superiores. Para penetrar en los mundos espirituales, tendremos que considerar: en primer lugar, la formación precristiana; en segundo lugar, la formación cristiana; y en tercer lugar, la formación rosacruz.

Lo que queda por decir sobre la reencarnación debería reservarse para un capítulo especial, ya que es lo más difícil de comprender para los principiantes. Lo que tenemos que discutir se refiere, en primer lugar, al tiempo que transcurre entre dos encarnaciones. Se trata, en sí mismo, de un tema que escandaliza al pensamiento materialista de nuestra época.

La única fuente de conocimiento a disposición del investigador espiritual no puede ser verificada por quien aún no tiene la visión espiritual: se trata de la experiencia. Pero quien aplique el entrenamiento que aún tenemos que discutir será capaz de investigar cuándo la mayoría de los seres humanos que viven actualmente estuvieron aquí en la Tierra por última vez en su encarnación anterior. Luego tendré que hablar de los medios que se utilizaban en las escuelas caldeas, pitagóricas y en todas las escuelas secretas de la época precristiana para permitir a los seres humanos entrar en el mundo espiritual.

Todos aquellos que pueden ver las condiciones de los mundos espirituales, es decir, que son capaces de rastrear al ser humano en sus encarnaciones anteriores, descubrirán que la mayoría de las almas humanas que viven actualmente se encarnaron por primera vez en el periodo comprendido entre el nacimiento de Cristo y los siglos VIII y IX. Pero se trata de condiciones medias; el tiempo entre dos encarnaciones también puede ser más corto o más largo.

El hecho que acabo de mencionar está relacionado con otro que ha cobrado especial relevancia en nuestra época. Se trata del hecho de que, precisamente en nuestro tiempo, viven pensadores tan radicales que reclaman la igualdad. Esto no es más que la expresión, trasladada al ámbito material, de la exigencia de igualdad de los primeros siglos del cristianismo, que decía: igualdad ante Dios e igualdad ante los poderes mundanos.

Ahora bien, muchas de las personas que en los primeros siglos del cristianismo plantearon estas exigencias de igualdad y que entonces, con estas exigencias insatisfechas, atravesaron la puerta de la muerte, es decir, que se llevaron consigo al mundo espiritual todos estos anhelos de igualdad ante Dios y los poderes mundanos, se han reencarnado precisamente ahora y, como es natural, vuelven a aportar su actitud hacia estas exigencias , pero ahora de forma metamorfoseada, acorde con la cosmovisión materialista actual. Los que ahora se han reencarnado pasan por alto el impacto totalmente materialista que esta exigencia ha adquirido en nuestra época. No es correcto creer o afirmar que el sentido actual de la libertad proviene del cristianismo.

Esta aplicación de la exigencia de igualdad ante Dios y los poderes mundanos a la exigencia actual de igualdad en todas las relaciones terrenales solo puede encauzarse correctamente si se comprende el verdadero contexto, tal y como nos lo permite la cosmovisión teosófica. Pero quien comprenda la verdadera relación y, al mismo tiempo, observe lo que hoy domina a los seres humanos como cosmovisión materialista, comprenderá sin dificultad que la exigencia de igualdad, tal y como la plantean hoy los pensadores radicales de la actualidad, es algo que, naturalmente, tenía que surgir en algún momento. Pero es igualmente cierto que, a partir de ahora, los seres humanos deben elevarse de nuevo del materialismo al espiritualismo. Solo entonces podrá producirse una recuperación de las condiciones sociales. No hay otro remedio para ello que la propia ciencia espiritual.

En los números 30, 32 y 34 de la revista «Lucifer-Gnosis» se aborda esta cuestión con mayor detalle. En ellos se muestra cómo todos los demás medios que se proponen desde las esferas más elevadas para resolver la cuestión social adolecen de diletantismo, precisamente porque los seres humanos de hoy en día no saben nada de los mundos superiores. Si los pensadores sociales actuales se dejaran inspirar un poco por la teosofía, encontrarían medios realmente eficaces para abordar esta cuestión. Tan cierto como que la humanidad tuvo que descender de un pasado espiritual al materialismo, es cierto que debe volver a ascender a lo espiritual. Solo de esta cosmovisión espiritual surgirá lo que da armonía, paz y amor. Así, también aquí la teosofía volverá a ser práctica en el sentido más eminente.

Ahora voy a mostrar cómo la visión del proceso evolutivo de la humanidad, obtenida mediante la observación clarividente, nos lleva de vuelta a los acontecimientos que tienen lugar entre la muerte y el renacimiento.

Ya he dicho que el ser humano no aparece una y otra vez en esta Tierra física sin motivo. Hemos encontrado la razón en que en cada nueva encarnación se encuentra con circunstancias completamente nuevas en la Tierra, y que de cada nueva vida física se obtienen siempre nuevos frutos para el futuro, porque la Tierra ha cambiado cada vez tanto en relación cultural como en relación con la naturaleza puramente exterior. Cada vez que el ser humano entra en una nueva encarnación, el rostro de la Tierra se ha vuelto completamente diferente.

Según la concepción caldea, la transformación de nuestra Tierra está relacionada con la relación del Sol con los demás astros. Encontrarán más detalles al respecto en algunos ciclos de conferencias. Ahora solo puedo hacer una breve referencia al respecto.

Si prestaran atención al aspecto del cielo cuando sale el sol al comienzo de la primavera, si observaran el lugar por donde sale y las demás condiciones que se dan en el mundo celeste, verían que la relación del sol con los demás astros es diferente cada primavera. El punto vernal se desplaza cada año, de modo que en aproximadamente 26 000-25 920 años este punto vernal vuelve al mismo lugar donde estaba hace 26 000 años: un ciclo. Pero esto solo es aparente: en realidad, lo que describe el sol no es un círculo, sino una espiral. Este punto vernal se determina ahora según la constelación que coincide con él. Así pues, el sol describe un círculo alrededor del cielo, que está marcado por las doce constelaciones. Cada año se desplaza un poco más y, de este modo, atraviesa las doce constelaciones en un periodo de 26 000 años.

Así, alrededor del año 800 a. C., el sol salió por primera vez en la constelación de Aries; y dado que el sol tarda aproximadamente 26 000 años en recorrer todos los signos del zodíaco, necesita una doceava parte, es decir, 2200 años, para atravesar un signo. Y este avance del punto vernal está realmente relacionado con el cambio en el aspecto de nuestra Tierra. Así, tras un período de unos 2200 años, el aspecto de la Tierra ha cambiado tanto que se han producido condiciones completamente diferentes; por eso, este es también el período en el que el ser humano pasa, por término medio, a una nueva encarnación. Y así es también según las observaciones de la ciencia oculta. Los pueblos antiguos siempre asociaron la salida del sol en el punto primaveral de Aries con un sentimiento claro que se puede describir así: desde la constelación de Aries, el sol nos envía por primera vez los rayos que hacen brotar las plantas de la tierra. 

Para ellos, es como si la constelación de Aries trajera estos rayos, y por eso se le rendía culto a esta constelación. Ciertos sentimientos sagrados están relacionados con el nombre de estas constelaciones. El carnero transmite las fuerzas del sol primaveral; por eso, los pueblos de aquella época veían en el cordero un símbolo de estas fuerzas de renacimiento de la naturaleza y del alma humana. A ello se vinculan algunas leyendas, como la de Jasón, que va en busca del vellocino de oro, algo tremendamente valioso para la humanidad. Esta veneración del carnero, o del cordero, predominó durante muchos siglos y fue adoptada por el cristianismo. Por eso, originalmente, en el crucifijo se veía un cordero en lugar de Cristo en la cruz. Y por eso se llamaba a Cristo «el cordero de Dios».

Si esto es así, entonces, dado que el sol primaveral no ha salido en el signo de Aries hasta el siglo VIII a. C., antes debía de existir otro culto; anteriormente, el sol primaveral salía en la constelación de Tauro. Y, de hecho, antes del siglo VIII a. C. se veneraba al toro en lugar del cordero. Esta veneración es la base del culto a Apis en Egipto y del culto persa a Mitra. Unos 2200 años antes, el sol atravesaba la constelación de Géminis, y este símbolo también desempeñó un papel en las antiguas culturas que le precedieron. La antigua religión persa se remonta a este culto en Ormuzd y Ahriman.

Así vemos cómo los pueblos antiguos relacionaban ideas importantes con este paso del sol por las distintas constelaciones. Y esto, a su vez, está relacionado con la reencarnación del ser humano en una época determinada, tras un periodo medio de unos 2200 años. Sin embargo, dado que hay una gran diferencia entre encarnarse en la Tierra como hombre o como mujer en una época así, el cálculo de las encarnaciones individuales se complica un poco. Las experiencias que tiene el ser humano en una encarnación como hombre o como mujer son tan diferentes que debe encarnarse dos veces durante una época así, una vez como hombre y otra como mujer.  De modo que, en un período aproximado de dos milenios, se producen dos encarnaciones, lo que en realidad significa que solo transcurren entre 1100 y 1200 años entre dos encarnaciones. Por eso, en promedio, es correcto que se alternen una encarnación masculina y una femenina. Sin embargo, excepcionalmente, pueden producirse varias encarnaciones consecutivas del mismo sexo, —el mayor número observado fue siete—; pero después cambia el sexo. No obstante, se trata de excepciones; por regla general, los sexos se alternan en las encarnaciones sucesivas.

Esto es lo que se puede decir sobre el tiempo que transcurre entre dos encarnaciones. Sin embargo, depende también de muchos otros factores, y no solo del ser humano. Por ejemplo, puede darse el caso de que una determinada individualidad se adapte perfectamente a las circunstancias de la Tierra en un momento concreto para cumplir una tarea determinada. En este caso, las fuerzas superiores pueden atraerla a la encarnación antes de que termine el tiempo normal; es traída aquí porque, por su disposición general, es idónea para cumplir una misión determinada. Aquí se incluyen, en particular, los grandes líderes de la humanidad. Sin embargo, esto se compensa a lo largo de toda la vida del ser humano, de modo que más tarde le sigue una vida más larga en el devachán.

Lo otro que habría que decir es que existe una especie de contrapartida a esa experiencia que, según he dicho, tiene lugar inmediatamente después de la muerte, en la que el ser humano contempla su vida pasada como si fuera un cuadro. Esta contrapartida es una especie de avance de la siguiente vida terrenal.

Recordemos primero cómo se produce la retrospectiva en el momento de la muerte. Como saben, el cuerpo etérico tiene dos funciones principales: por un lado, estimular todas las funciones vitales del cuerpo físico, es decir, proteger constantemente la sustancia del cuerpo físico contra la descomposición y regular la estructura de esta sustancia; por otro lado, el cuerpo etérico es la sede de la memoria. Cuando el cuerpo etérico abandona el cuerpo físico en el momento de la muerte, queda liberado de esta primera tarea principal y, en ese mismo instante, destaca con especial fuerza su segunda propiedad, a saber, la memoria de todo lo que el ser humano ha experimentado en su vida pasada. Y eso es precisamente el cuadro de la vida. En ese momento, la esencia del ser humano consiste únicamente en el cuerpo etérico, el cuerpo astral y el yo.

 Al entrar en una nueva encarnación, ocurre lo siguiente: el yo desciende del mundo espiritual con todos los extractos imperecederos adquiridos hasta entonces, tanto del plano etérico como del astral. En primer lugar, atrae naturalmente hacia su nuevo cuerpo astral todas las cualidades astrales que corresponden a su desarrollo anterior y, solo después, hace lo mismo con las cualidades etéricas. Todo esto tiene lugar en los primeros días después de la concepción, y solo entre el decimoctavo y el vigésimo día después de la concepción, el nuevo cuerpo etérico trabaja de forma independiente en el desarrollo del germen físico humano, mientras que antes el cuerpo etérico de la madre realiza lo que más tarde debe hacer el cuerpo etérico. Solo entre el decimoctavo y el vigésimo día después de la concepción, la individualidad que quiere encarnarse y que hasta entonces ha revestido su yo con un nuevo cuerpo astral y un nuevo cuerpo etérico, toma posesión del cuerpo físico formado hasta entonces por la madre.

En el momento anterior a esta toma de posesión, el ser humano está compuesto exactamente por los mismos elementos que en el momento de la muerte; en este último caso, acaba de desprenderse del cuerpo físico en ese instante, mientras que en el primero aún no lo ha adquirido. A partir de esto, les resultará fácil comprender cómo, en el momento en que el ser humano entra en su nuevo cuerpo físico, se produce algo análogo al momento en que lo abandona. En ese momento, el ser humano tiene una especie de visión previa de su vida futura, al igual que en el momento de la muerte tuvo una visión retrospectiva de su vida pasada. Sin embargo, el ser humano olvida esta visión previa porque la constitución de su cuerpo físico aún no es adecuada para conservarla en la memoria.

En ese momento, el ser humano puede ver: así son las circunstancias familiares, nacionales, locales y del destino en las que voy a nacer. Y a veces ocurre que, cuando el ser humano, en ese momento de previsión, se da cuenta de que le espera algo malo, sufre un shock, un susto ante la vida que le espera, y entonces el cuerpo etérico no se une correctamente con el cuerpo físico, no quiere entrar en él. Y entonces, en la vida, las consecuencias de ese susto, —esa renuencia del cuerpo etérico a entrar correctamente en el físico—, se manifiestan en forma de idiotez. El que tiene visión espiritual puede ver en estas personas cómo el cuerpo etérico sobresale por encima de la cabeza física. Y debido a esta falta de integración del cuerpo etérico, el cerebro se retrasa en su desarrollo, porque el cuerpo etérico no trabaja correctamente en el cerebro. Muchos casos de idiotez actuales son casos provocados de esta manera.

Y que precisamente la época actual propicie especialmente casos de este tipo es muy comprensible si se tiene en cuenta que la mayoría de las personas reencarnadas hoy en día vivieron su anterior encarnación entre los siglos IX y XI después de Cristo. Ahora bien, si se aplica un tipo de tratamiento físico, se puede influir en el cuerpo etérico de tal manera que se introduzca gradualmente en el cuerpo físico, mejorando así la situación. Pero esto solo es posible para una persona que pueda comprender la causa espiritual del problema y actuar de la manera adecuada.

De las consideraciones anteriores sabemos ahora que el ser humano, en su totalidad, está compuesto por el cuerpo físico, el cuerpo etérico, el cuerpo astral y el yo. Todos estos miembros no solo están entrelazados, sino que se interpenetran y se influyen mutuamente. Así, todos ellos influyen también en el cuerpo físico y colaboran con él para que pueda desarrollarse de la manera en que debe desarrollarse. Cuando tienen a una persona delante, si aún no han desarrollado sus órganos de percepción superiores, solo ven el cuerpo físico. Pero este cuerpo físico solo les parece tal y como es porque en él están integrados el cuerpo etérico, el cuerpo astral y el yo, y porque todos ellos han colaborado a su manera en la formación de ese cuerpo físico. Sin embargo, los órganos físicos de este cuerpo humano no han sido construidos de forma caótica por los tres miembros superiores, sino que podemos distinguir con toda precisión cómo participan estos tres miembros superiores en la construcción del cuerpo físico. Intentemos hacernos una idea de ello.

En primer lugar, tenemos en este cuerpo físico lo que, en cierta relación, son órganos puramente físicos. Son aquellos que se basan en leyes puramente físicas, es decir, los ojos, los oídos, la laringe, etc. El ojo es sin duda un órgano vivo y recibe su vida del cuerpo etérico que lo impregna y nutre; pero desde un punto de vista puramente físico, es un aparato físico en el que actúan las mismas fuerzas que en la naturaleza inorgánica, por ejemplo, en el cristal. Por lo tanto, podemos considerar los efectos del ojo según leyes puramente físicas. Estos aparatos sensoriales deben desarrollarse primero a partir del cuerpo físico.  Son precisamente aquellos órganos que, en sentido estricto, reconocemos como construidos por fuerzas físicas según leyes físicas. Luego tenemos un segundo grupo de órganos: son los órganos de la nutrición, el crecimiento y la reproducción, que culminan en la actividad glandular. En la formación de estos órganos participa esencialmente el cuerpo etérico. Luego tenemos, como tercer grupo, el sistema nervioso, que está construido especialmente por el cuerpo astral. En cuarto lugar, tenemos lo que es en particular la sangre roja de los animales superiores y del ser humano: la sangre roja y caliente está construida por el yo.

Así pues, en primer lugar tenemos: las partes propiamente físicas, los órganos sensoriales, aunque más tarde también el sistema óseo puramente mineral, que es construido por el propio cuerpo físico; en segundo lugar: el sistema glandular, los órganos reproductores, etc., que es construido por el cuerpo etérico; en tercer lugar: el sistema nervioso, que es construido por el cuerpo astral; en cuarto lugar: el sistema sanguíneo, que es construido por el yo. Lo comprenderemos con mucha más precisión cuando observemos más detenidamente la evolución de la Tierra.

Deben tener claro que la ley de la reencarnación se aplica a todo el mundo y no solo a los seres humanos. Ahora estoy aquí y vivo; soy la reencarnación de mi estado anterior. Pero no solo yo como ser humano, sino que, en cierto modo, lo mismo ocurre con todo lo demás que llena el espacio cósmico, entre otras cosas, con el propio planeta. Al igual que nosotros somos la reencarnación de individualidades anteriores, nuestra Tierra es, entre otras cosas, la reencarnación de un estado planetario anterior.

No es posible seguir estas reencarnaciones de nuestra Tierra hacia adelante y hacia atrás hasta el infinito; ni siquiera el mejor clarividente puede ver más allá de una determinada encarnación hacia adelante y hacia atrás, ya que también para él existen límites al conocimiento. El clarividente puede mirar hacia atrás hasta tres encarnaciones de nuestra Tierra, y también puede ver las tres siguientes, de modo que, contando el estado actual de la Tierra, ve siete encarnaciones.

A algunas personas que escuchan esto por primera vez les puede parecer un poco supersticioso que el que ve espiritualmente sitúe, por así decirlo, la Tierra justo en el centro de este desarrollo, y se podría decir que eso es algo extraño. Pero solo se puede hablar así desde una perspectiva superficial, porque esto no es más extraño que el hecho de que yo vea a la misma distancia en todas direcciones en un campo abierto y me encuentre en el centro del horizonte. En la división del ser humano en siete partes que hemos indicado, también nos encontramos en el centro con el yo: cuerpo físico, cuerpo etérico, cuerpo astral, yo, yo espiritual, espíritu vital, hombre-espíritu. Esto se basa en el mismo punto de vista.

También lo que tengo que decir sobre la evolución planetaria de nuestra Tierra sorprenderá a algunos y les parecerá extraño.

Por lo tanto, nuestra Tierra se desarrolló a partir de un planeta anterior. Este planeta, del que surgió nuestra Tierra, ya no se encuentra en el cielo. Pero una parte de lo que una vez fue es la Luna actual; representa una parte del predecesor de nuestra Tierra. Así pues, si comparamos la Tierra actual y la Luna actual con lo que una vez fue, la Luna actual es un pedazo de lo que una vez fue; representa una parte del predecesor de nuestra Tierra. Pero una parte de lo que una vez fue es la Luna actual; representa una parte del predecesor de nuestra Tierra. Por lo tanto, si mezclaran la Tierra actual y la Luna actual y todos los seres espirituales que viven en ellas, obtendrían aproximadamente una imagen de la encarnación anterior de la Tierra, que los ocultistas llaman Luna. Ahora bien, debe tenerse en cuenta que esta hipótesis se plantea únicamente para que se comprenda el proceso de una manera más fácil, pero que, como todas las hipótesis, no es del todo cierta, como es lógico. Si alguien mezclara la Tierra y la Luna actuales, como se mezclan dos sustancias en un matraz en un laboratorio químico, en realidad no se obtendría la Luna de entonces. Porque hay que tener en cuenta que, desde el momento en que la Tierra y la Luna se separaron, ambos cuerpos celestes han seguido evolucionando, cada uno a su manera. Así, por ejemplo, en este cuerpo terrestre, desde el comienzo de nuestra evolución terrestre actual, se ha formado lo que llamamos la sustancia sólida, el reino mineral. Los minerales, tal y como los entendemos hoy en día, no existían antes del comienzo de nuestra evolución terrestre.

Al mezclar la Tierra y la Luna, habría que descartar todo lo que se desarrolló posteriormente. La antigua masa lunar aún no contenía ninguna sustancia mineral. Su consistencia era similar a la de una papilla líquida. Como ya se ha dicho, esta hipótesis se ha planteado para que las personas que nunca han oído hablar de la evolución planetaria de nuestra Tierra y de todo nuestro cosmos puedan comprender el tema de alguna manera. Para comprender más profundamente esta evolución hay mucho más que añadir, pero no se puede abordar en un ciclo introductorio como este, sino que se irá tratando poco a poco. Entonces, una y otra vez, esta evolución se completará y se iluminará desde un nuevo punto de vista.

Antes de que la Tierra pasara por este antiguo estado lunar, se encontraba en uno que los ocultistas denominan «sol». Nuestra Tierra pasó por estados similares a los que aún hoy existen en el sol. Y si quisiéramos hacer la misma suposición, entonces sería aún más complicado. Si quisieran ilustrar este estado, tendrían que mezclar la Tierra, la Luna y el Sol, y entonces obtendrían un único cuerpo celeste como el antiguo estado solar, pero también con la misma restricción que antes con la Luna. Así pues, en el transcurso de su evolución, el sol de entonces expulsó de sí mismo todas las partes esenciales, fuerzas y sustancias de la Tierra y la Luna actuales, convirtiéndose así de un planeta en una estrella fija. Nuestra Tierra también se convertirá en sol cuando haya transformado todos sus seres en seres de luz.

Así pues, nuestra Tierra fue antes la Luna, y esta fue antes el Sol. Y luego el ser humano puede remontarse a otro estado evolutivo, que en el ocultismo se denomina Saturno. De modo que debemos distinguir entre los estados evolutivos anteriores de nuestra Tierra: el estado de Saturno, el estado del Sol, el estado de la Luna, así como el estado de la Tierra, y en el futuro seguirán: el estado de Júpiter, el estado de Venus y el estado de Vulcano.

Ahora bien, alguien podría decir: «Nos estás contando que la Tierra fue antes Saturno, pero acaso ¿no sigue estando Saturno en el cielo hoy en día?». Pero el Saturno que antes era nuestra Tierra no tiene nada que ver con el cuerpo celeste que hoy se encuentra en el cielo como Saturno. Con esto no se quiere decir que los seres que hoy están aquí en la Tierra estuvieran antes en el Saturno que se encuentra allá arriba en el cielo. El Saturno actual solo tiene que ver con el estado de Saturno en aquel entonces en la medida en que se ha indicado en el caso de la Luna y su estado lunar. Lo que se muestra hoy como Saturno ha vuelto a experimentar su propia evolución después de ese tiempo primigenio, y el Saturno anterior se relaciona con el Saturno actual más o menos como un bebé con un anciano. El Saturno actual también estuvo una vez en un estado similar al del Saturno anterior, al igual que el anciano también fue una vez un bebé. Lo mismo ocurre con el Sol y los demás cuerpos celestes. Y cuando hoy el investigador espiritual observa Júpiter, encuentra en él estados y entidades que la Tierra tendrá algún día, cuando se haya convertido ella misma en Júpiter.

Esta enseñanza proviene de los iniciados más antiguos, y una y otra vez los iniciados han inculcado esta evolución a sus discípulos.

Ahora bien, nuestra lengua, en aquellas partes en las que se remonta a los tiempos más antiguos, fue creada por iniciados. No puedo explicarlo en detalle en un ciclo introductorio como este, porque nos alejaría demasiado del tema. Pero en la antigüedad, cuando los iniciados aún determinaban la formación del lenguaje, la lengua era algo diferente. Hoy en día, por ejemplo, se busca un nombre que quizá aún no se haya asignado, pero que carece de cualquier significado profundo. Antes, en cambio, los nombres se daban con un significado profundo basado en las circunstancias internas. Se quería construir una especie de monumento en memoria del proceso de evolución de la Tierra a lo largo de todos estos períodos y estados planetarios. Se creó, por así decirlo, una tabla cronológica para que la humanidad recordara siempre las fases temporales. Pero para comprender esta tabla, necesitamos saber algo más.

En el esquema anterior se puede ver que, antes de su existencia terrenal, esta Tierra pasó por la existencia de Saturno, el Sol y la Luna. Pero antes de que la Tierra se convirtiera en la Tierra actual, es decir, en la transición de la existencia lunar a la actual existencia terrestre, esta Tierra estaba bajo la fuerte influencia de otro cuerpo celeste, concretamente bajo la influencia de Marte. Justo al comienzo de nuestra evolución terrestre tuvo lugar esta influencia muy importante y enormemente significativa para el desarrollo posterior de la Tierra por parte de Marte. Por cierto, en esta ocasión la Tierra recibió de Marte el hierro, que antes no estaba presente en su sustancia. Así, en su primera etapa de desarrollo, la Tierra recibió la influencia de Marte, y en la segunda mitad, es decir, ahora, pasó a estar bajo la influencia más fuerte de Mercurio. Por eso el ocultismo omite el término «Tierra» y divide los estados de la Tierra en dos mitades: la primera, la mitad de Marte, y la segunda, la mitad de Mercurio. De este modo, el esquema anterior cambia de la siguiente manera: estado de Saturno, estado del Sol, estado de la Luna, estado de Marte-Mercurio, estado de Júpiter, estado de Venus y estado de Vulcano.

Así, el estado de vulcano sería el octavo y desempeñaría en la evolución el mismo papel que la octava en la música. Al igual que la octava es, por así decirlo, una repetición del primer tono, solo que en un registro más alto, el estado de vulcano es una repetición del estado de Saturno, solo que en un desarrollo superior. Todo el cosmos se ha desarrollado a partir de lo espiritual, y con el estado de Vulcano todo se ha vuelto a desarrollar hacia lo espiritual, solo que en un desarrollo más elevado y variado. De la espiritualidad única han surgido infinitos seres espirituales, al igual que de la semilla que el labrador siembra en la tierra, en otoño se desarrollan los mismos granos en la espiga madura en toda su diversidad. Todo lo efímero es solo una parábola.

Los antiguos iniciados incorporaron estos siete nombres en recuerdo del proceso evolutivo de la Tierra en el monumental símbolo del que acabo de hablar y que se nos ha transmitido en los nombres de los siete días de la semana:

Sábado: Saturday, Samstag
Domingo: Sonntag
Lunes: Montag
Martes: Mardi, Mars, Ziu, Dius
Miércoles: Mercredi, Merkur, Wodan
Jueves: Giovedi, Donar, Donnerstag
Viernes: Vendredi, Venus, Freia, Freitag

De hecho, en los nombres de los días de la semana se conserva un monumento a las siete etapas de la evolución de nuestra Tierra. Así, encontramos en las aparentes trivialidades de la vida cotidiana indicios de profundas conexiones espirituales.

Y ahora deben tener en cuenta que toda la evolución humana está íntimamente relacionada con la evolución planetaria. Sí, toda la evolución del ser humano solo puede entenderse sobre la base de la evolución planetaria. Cada miembro del ser humano está íntimamente relacionado con una de estas fases de evolución planetaria de la Tierra, en la medida en que durante cada una de estas fases se ha predisponido uno de los miembros del ser humano. Así, el cuerpo físico se formó durante la etapa de Saturno, el cuerpo etérico durante la etapa del Sol, el cuerpo astral durante la etapa lunar, y el yo se integró en el ser humano solo durante la etapa terrestre. Por eso, este cuerpo físico es también el miembro más perfectamente desarrollado hasta la fecha, mientras que el cuerpo etérico se encuentra solo en la tercera etapa de desarrollo, ya que se formó en el antiguo sol, el cuerpo astral solo en la segunda etapa, ya que se formó durante la fase lunar, y el yo es el bebé entre los miembros del ser humano, ya que se encuentra solo en el comienzo de su desarrollo durante el estado actual de la Tierra.

Hay una clara indicación de lo que acabamos de decir si observamos los cuatro miembros del ser humano en su desarrollo. 

En los primeros años de la Sociedad Teosófica se trabajó mucho con los términos «miembros superiores» e «inferiores», designándose al cuerpo físico como el miembro inferior; y a ello se asociaba muy a menudo el concepto de valor. Y con demasiada frecuencia se tendía a considerar al cuerpo físico como el más inferior, incluso a despreciarlo. Pero eso es totalmente erróneo. 

Consideren detenidamente esta maravillosa construcción que es el cuerpo físico; entonces comprenderán sin dificultad que se encuentra en un nivel de perfección enormemente elevado, mientras que, por ejemplo, en el cuerpo etérico no es en absoluto así. Si observan el cuerpo físico con los ojos de la sabiduría, verán en cada órgano de este cuerpo físico una construcción maravillosa, en el corazón, en los huesos, etc. Observen la sabia construcción del corazón y piensen en el trabajo que realiza este órgano, relativamente pequeño, cada día y cada hora. Compárenlo con la formación aún relativamente deficiente del cuerpo astral:  cómo en este cuerpo astral aún se agitan diariamente pasiones sin refinar, cómo el ser humano, entre otras cosas, aún siente diariamente en su interior el anhelo de placeres cuya satisfacción maltrata directamente esta maravillosa estructura del corazón, y sin embargo, el corazón es capaz de paralizar todos estos daños astrales sin romperse en dos, a menudo sin sufrir ningún daño. Hoy en día, el cuerpo astral aún no está tan desarrollado como el cuerpo físico; hoy en día, el cuerpo físico es el miembro más perfecto. Sin embargo, en el futuro, el cuerpo astral estará tan desarrollado que superará al cuerpo físico. Menos desarrollado que el cuerpo físico está hoy el cuerpo etérico, y en tercer lugar se encuentra el cuerpo astral. Y el más joven de los miembros de la entidad humana es el yo; por lo tanto, será el último en alcanzar su perfección.

Así pues, todo lo que tienen en el cuerpo físico como físico propiamente dicho es lo más antiguo. Nuestro cuerpo físico ya había pasado por una evolución antes de que se integrara un cuerpo etérico. Y esta evolución, que el cuerpo físico solo ha pasado como cuerpo físico, es la etapa de Saturno. En ella, la primera predisposición de este cuerpo físico era solo un aparato físico. Luego se desarrolló más, y solo en el sol se integró el cuerpo etérico en este cuerpo físico. Este cuerpo etérico, por así decirlo, llenó este cuerpo físico y lo transformó en cierta medida. Durante el estado lunar se integra el cuerpo astral, y el yo no se añadió hasta el comienzo de nuestro estado terrestre actual. Hoy en día, el ser humano se presenta como un ser de cuatro miembros.  Durante la etapa lunar, estaba compuesto por el cuerpo físico, el cuerpo etérico y el cuerpo astral; durante la etapa solar, por el cuerpo físico y el cuerpo etérico; y durante la etapa de Saturno, solo por el cuerpo físico. Así pues, el cuerpo físico tiene cuatro fases de desarrollo, el cuerpo etérico tres, el cuerpo astral dos y el yo una. Por eso, el cuerpo físico es el miembro más perfecto, porque es en él en el que más tiempo se ha trabajado.

Así pueden ver cómo los distintos miembros del ser humano están relacionados con el desarrollo de todo el sistema planetario. Y por eso también encontrarán en los antiguos libros ocultistas la denominación

Para el cuerpo físico: cuerpo de Saturno.
Para el cuerpo etérico: cuerpo del Sol.
Para el cuerpo astral: cuerpo de la Luna.
Para el yo: cuerpo terrestre, como el verdadero
miembro terrenal del ser humano.

Mañana seguiremos la configuración y toda la vida de Saturno, y luego pasaremos al Sol y a la Luna. Entonces veremos cómo los seres humanos se perfeccionan cada vez más, hasta llegar al estado actual.

Traducido por J.Luelmo dic,2025

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