El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919

GA015 6 de junio de 1911 La guía espiritual del hombre y de la humanidad

LA GUÍA ESPIRITUAL DEL HOMBRE Y LA HUMANIDAD

RUDOLF STEINER




1ª CONFERENCIA , 6 de junio de 1911


Un hombre que reflexiona sobre su propia naturaleza pronto se vuelve consciente de que en su interior hay un segundo yo más poderoso que sobrepasa el limite de sus pensamientos, sus sentimientos y los impulsos plenamente conscientes de su voluntad. Se da cuenta de que está sujeto a ese segundo yo como un poder superior. Es cierto que al principio sentirá que es una entidad inferior en comparación con lo que abarca su alma inteligente y plenamente consciente con sus tendencias hacia el Bien y la Verdad. Y al principio se esforzará por superar esa entidad inferior.
Pero un auto examen más minucioso, puede revelar algo más sobre este segundo yo. Si en el curso de nuestras vidas revisamos con frecuencia nuestros actos y experiencias retrospectivamente, descubriremos algo singular sobre nosotros mismos. Y cuanto más viejos nos hacemos, más significativos consideramos ese descubrimiento. Si nos preguntamos qué hicimos o dijimos en un período particular de nuestra vida, resulta que hemos hecho muchas cosas que solo entendemos realmente en los años posteriores. Hace siete u ocho, o quizás hace veinte años, hicimos ciertas cosas, y sabemos muy bien que solo ahora, mucho después, nuestro intelecto está lo suficientemente maduro como para comprender lo que hicimos o dijimos en ese período anterior.
Muchas personas no descubren tales cosas sobre sí mismos, porque no las buscan. Pero es extremadamente provechoso mantener frecuentemente esa comunión con la propia alma. Porque así, un hombre se da cuenta directamente, de que en años anteriores ha hecho cosas que está empezando a comprender justo ahora, porque anteriormente su intelecto no estaba lo suficientemente maduro como para comprenderlas, en ese momento surge en el alma, algo parecido al siguiente sentimiento: El hombre se siente protegido por una fuerza buena, que rige en lo más profundo de su propio ser; comienza a tener cada vez más confianza en el hecho de que realmente, en el verdadero sentido de la palabra, no está solo en el mundo, y que todo lo que puede comprender, y puede hacer conscientemente, es, después de todo, una pequeña parte de lo que realmente ha logrado en el mundo.
Si se hace a menudo esta observación, es posible poner en práctica en la vida algo que teóricamente es muy fácil de ver. Es fácil ver que no progresaríamos mucho en la vida, si tuviéramos que lograr todo lo que tenemos que hacer, en plena conciencia, y con nuestra inteligencia tomando nota de todas las circunstancias que nos afectan. Para ver esto teóricamente, solo tenemos que reflexionar del modo siguiente: ¿En qué período de su vida realiza un ser humano los actos que son realmente más importantes en lo que respecta a su propia existencia? ¿Cuándo actúa más sabiamente para sí mismo? Lo hace, aproximadamente desde el momento en que nace, hasta el período al que su memoria puede remontarse, cuando en su vida posterior hace examen de su existencia. Si recuerda lo que hizo hace tres, cuatro o cinco años, y luego retrocede más y más hacia atrás, llega por fin a un cierto momento de la infancia, más allá del cual la memoria no puede llegar. Lo que está más allá de ahí, se lo pueden decir los padres u otros, pero el recuerdo de un hombre solo se extiende hasta ese punto en el pasado. Ese punto coincide con el momento en el que el individuo se sintió a sí mismo como un yo. En las vidas de las personas cuya memoria se limita a lo normal, siempre debe haber un punto así. Pero antes de ese momento, el alma humana ya trabajaba de la manera más sabia posible en el individuo, cosa que después, cuando el ser humano ya ha adquirido la conciencia del yo, nunca va a poder realizar un trabajo tan vasto y magnífico sobre sí mismo como lo hace cuando es impulsado por motivos subconscientes durante Los primeros años de la infancia.
Porque sabemos que al nacer, el hombre trae al mundo físico lo que ha reunido como resultado de sus vidas terrenales anteriores. Cuando nace, su cerebro físico, por ejemplo, es más bien un instrumento muy imperfecto. El alma tiene que procurar afinar mas ese instrumento, para que sea válido para todo lo que el alma es capaz de realizar. De hecho, el alma humana, antes de ser plenamente consciente, trabaja sobre el cerebro para convertirlo en un instrumento capaz de ejercer todas las habilidades, aptitudes y cualidades que pertenecen al alma como resultado de sus vidas terrenales anteriores. Este trabajo sobre el propio cuerpo de un hombre, es dirigido desde puntos de vista, que son más sabios que cualquier otra cosa que el hombre pueda hacer por sí mismo, cuando alcance la plena posesión de la conciencia.
Además, el hombre durante este período no solo elabora plásticamente su cerebro, sino que tiene que aprender las tres cosas más importantes para su existencia terrenal. La primera es el equilibrio propio en el espacio. El hombre de hoy en día ignora por completo el significado de esta afirmación que toca una de las diferencias más esenciales entre el hombre y los animales. Un animal está destinado desde el principio a desarrollar su equilibrio en el espacio de cierta manera; Un animal está destinado a ser un trepador, otro, un nadador. Un animal se organiza desde el principio de tal manera que pueda situarse correctamente en el espacio, y este es el caso de todos los animales, incluso de los mamíferos que se asemejan más al hombre. Si los zoólogos reflexionaran sobre este hecho, pondrían menos énfasis en el número de huesos y músculos similares entre hombres y animales, porque esto es mucho menos importante que el hecho de que el ser humano no está dotado al nacer de las capacidades necesarias para las condiciones de equilibrio. Primero tiene que formarlas de la suma total de su ser. Es significativo que el hombre deba trabajar sobre sí mismo para poder pasar de un ser incapaz de caminar, a uno que pueda caminar erguido. Es el hombre mismo quien se da a sí mismo su posición vertical, su equilibrio en el espacio. Se relaciona con la fuerza de la gravedad. Obviamente, será fácil para cualquiera que tenga una visión superficial del asunto cuestionar esta afirmación, con una razón aparentemente buena. Se puede decir que el ser humano está tan organizado para su caminar erecto como, por ejemplo, un animal trepador está para trepar. Pero una observación más precisa mostrará que es la peculiar organización del animal la que provoca su posición en el espacio. En el hombre, es el alma la que se relaciona con el espacio y controla la organización.
La segunda cosa que el ser humano construye por sí mismo es el órgano del habla. Esto lo hace por medio del mismo ser que pasa de una encarnación a otra. A través del habla entra en relación con sus semejantes. Esta relación convierte el habla en el vehículo de esa entidad espiritual que interpenetra el mundo físico principalmente a través del hombre. A menudo se ha puesto énfasis, con razón, sobre el hecho de que si un ser humano, antes de saber hablar, fuese retirado a una isla desierta y separado de sus iguales, no aprendería a hablar. Pero por otro lado, lo que recibimos por herencia, lo que se implanta en nosotros para ser usado en años posteriores y que está sujeto a los principios de la herencia, no dependen de que un hombre conviva con sus iguales. Por ejemplo, sus condiciones hereditarias le obligaran a cambiar los dientes en el séptimo año. Si le fuera posible crecer en una isla desierta, aún así le cambiarían los dientes. En cambio, solo aprende a hablar cuando es estimulado el ser del interior de su alma, que lleva consigo de una vida a otra. El germen para que se desarrolle la laringe, no obstante, debe formarse durante el período en que el ser humano aún no ha adquirido conciencia de su yo. En el tiempo comprendido desde el nacimiento hasta ese punto del tiempo al que su memoria es capaz de retroceder, debe plantar el germen para desarrollar su laringe, a fin de que este pueda convertirse en el órgano del habla.
Y luego hay una tercera cosa, la vida dentro del mundo del pensamiento. No es tan conocido que el ser humano adquiera esto por sí solo, por esa parte de su naturaleza interna que se transmite de una encarnación a otra. La elaboración del cerebro se realiza porque el cerebro es el instrumento del pensamiento. Al comienzo de la vida, este órgano todavía es plástico, porque la individualidad tiene que formarlo por sí mismo como instrumento de pensamiento, de acuerdo con el propósito de la entidad que pasa de una encarnación a otra. El cerebro inmediatamente después del nacimiento es, tal como estaba destinado a ser, de conformidad con las leyes de la herencia de los padres y demás ancestros. Pero la individualidad tiene que expresar en su pensamiento lo que él es como ser individual conforme a sus vidas terrenales anteriores. Por lo tanto, debe remodelar las peculiaridades heredadas de su cerebro, después del nacimiento, cuando se ha vuelto físicamente independiente de sus padres y demás antepasados.
Vemos pues, que el hombre logra cosas trascendentales durante los primeros años de su vida. Trabaja sobre sí mismo con suprema sabiduría. De hecho, si se tratara de su propia inteligencia, no sería capaz de lograr lo que debe lograr sin esa sabiduría durante el primer período de su vida. ¿Cómo logra todo esto desde esas profundidades del alma que se encuentran fuera de la conciencia? Esto sucede porque el alma humana y todo su ser, están, durante los primeros años de la vida terrenal, en una más estrecha conexión con los mundos espirituales de las jerarquías superiores de lo que estará más tarde. Un clarividente que haya pasado por un desarrollo espiritual suficiente para permitirle presenciar eventos espirituales reales, ve algo sumamente significativo en el momento en que el yo adquiere conciencia, es decir, el punto más alejado al que puede remontarse la memoria ordinaria. Mientras que lo que llamamos el aura del niño flota a su alrededor durante sus primeros años como un maravilloso poder humano y sobrehumano, formando realmente la parte superior del niño, que se adentra en el mundo espiritual, en el tiempo hasta el que la memoria puede remontarse, entonces, este aura se hunde más en el ser interior del niño. Un ser humano es capaz de sentirse un yo a partir de ese punto del tiempo, porque lo que anteriormente estaba en estrecha conexión con los mundos superiores, ha pasado luego a su yo. De ahí en adelante, la conciencia se conecta en cada punto con el mundo externo. No es así para un niño muy pequeño, para quien las cosas aparecen solo como un mundo circundante de sueños.
El hombre trabaja sobre sí mismo por medio de una sabiduría que no está dentro de él. Esa sabiduría es más poderosa y más completa que cualquier sabiduría consciente de los años venideros. La sabiduría superior se oscurece en el alma humana que, a cambio, recibe la conciencia.
La sabiduría superior procedente del mundo espiritual, actúa en lo profundo de la parte corporal del hombre, de modo que el hombre puede, por sus mediación, dar forma a su cerebro a partir del espíritu. Se dice con razón que incluso los más sabios pueden aprender de un niño, porque en el niño está obrando la sabiduría que no pasa más tarde a la conciencia. A través de esa sabiduría, el hombre tiene algo así como una conexión directa con los seres espirituales en cuyo mundo vive entre la muerte y el nuevo nacimiento. Desde ese mundo hay algo que todavía fluye en el aura del niño, que está, como ser individual, inmediatamente bajo la guía de todo el mundo espiritual al que pertenece. Las fuerzas espirituales de ese mundo continúan fluyendo hacia el niño. Dejan de fluir en el momento en que el yo hace acto de presencia. Son estas fuerzas las que le permiten al niño ponerse en una relación definida con la gravitación. Forman la laringe y moldean el cerebro de modo que se convierta en un instrumento vivo para la expresión de pensamientos, sentimientos y voluntad.
Lo que está presente en la infancia en un grado supremo, de modo que después se desenvuelva la individualidad, a partir de un yo que todavía está en conexión directa con los mundos superiores, continúa hasta cierto punto incluso en años posteriores, aunque las condiciones cambian de la manera indicada anteriormente. Si en una etapa de la vida sentimos que hicimos algo años antes, que solo ahora podemos entender, es solo porque previamente nos dejamos guiar por la sabiduría superior, y solo después de un lapso de años hemos alcanzado un Comprensión de los motivos de nuestra conducta.
Partiendo de todo esto podemos sentir que, inmediatamente después del nacimiento, no nos habíamos alejado tanto del mundo en el que estábamos antes de entrar en la existencia física, y que realmente nunca escapamos de él por completo. Nuestra participación en la espiritualidad superior entra en nuestra vida física y nos acompaña en todo momento. A menudo sentimos que lo que está dentro de nosotros no es solo un ser superior que está evolucionando gradualmente, sino que es algo superior que ya está ahí, y que es la causa principal de nuestro desarrollo a menudo incluso más allá de nosotros mismos.
Todos los ideales y creaciones artísticas que el hombre puede producir, así como todas las fuerzas curativas naturales de su propio cuerpo, por medio de las cuales es capaz de ajustar continuamente las lesiones que le suceden en la vida, todos estos poderes no proceden de intelecto ordinario, sino de aquellas fuerzas más profundas, que en nuestros primeros años están trabajando para mantenernos en equilibrio cuando nos erguimos, o en la formación de nuestra laringe y del cerebro. Porque estas mismas fuerzas todavía siguen trabajando en el hombre en los años siguientes. Cuando la enfermedad nos ataca, a menudo se dice que las fuerzas externas no pueden ayudarnos, sino que nuestro organismo debe desarrollar los poderes curativos latentes en su interior; por esto se sobreentiende que hay una actividad profundamente sabia presente en nosotros. Además, es de esta misma fuente de donde proceden las mejores fuerzas mediante las cuales, se alcanza el conocimiento del mundo espiritual, la verdadera clarividencia.
Esto sugiere ahora una pregunta: ¿por qué tales fuerzas superiores descritas, trabajan sobre la naturaleza humana solo durante la primera infancia? Una parte de la respuesta se puede dar fácilmente de la siguiente manera: si esas fuerzas superiores siguieran trabajando de la misma manera, el hombre siempre sería un niño. No alcanzaría la plena conciencia del yo. Desde dentro de su propio ser debe proceder la fuerza motriz que previamente trabajó en él desde afuera. Pero hay una razón más importante que explica aún más claramente los misterios de la vida humana, y que es la siguiente:
A través de la ciencia oculta, es posible aprender que el cuerpo humano, tal como existe en su etapa actual de evolución, debe considerarse que ha llegado a su forma actual bajo diferentes condiciones. El ocultista sabe que esta evolución se ha efectuado mediante el trabajo de varias fuerzas que componen la suma total del ser del hombre; ciertas fuerzas han trabajado sobre el cuerpo físico, otras sobre el etérico, otras sobre el cuerpo astral. La naturaleza humana ha llegado a su forma actual a través de la acción de aquellos seres a los que llamamos luciféricos y ahrimánicos. Por su mediación, de alguna manera se ha vuelto más imperfecto de lo que necesitaba haber sido, si tan solo hubieran estado activas en él las fuerzas que proceden de los regentes espirituales del cosmos que desean hacer evolucionar al hombre siguiendo líneas rectas. Las causas del dolor, la enfermedad e incluso la muerte deben atribuirse al hecho de que, junto a los seres que están dirigiendo la evolucionando del hombre en línea recta, también están los espíritus luciféricos y ahrimánicos, que están continuamente cruzando la línea del desarrollo progresivo.
El hombre trae consigo al nacer algo, que más adelante en la vida no puede mejorar. Esto es así, porque las fuerzas luciféricas y ahrimánicas tienen poca influencia sobre el hombre durante la primera infancia; solo son virtualmente operativos, en lo que el hombre hace a partir de sí mismo mediante su vida consciente. Si, con toda su fuerza, tuviera que alargar más allá de la primera infancia esa parte más perfecta de su ser, sería incapaz de soportar la influencia de Lucifer y Ahriman, que ejercen sobre su ser fuerzas opuestas debilitándolo. El organismo del hombre en el mundo físico está constituido de tal manera que es solo como un niño suave y flexible que puede soportar dentro de él aquellas fuerzas directas del mundo espiritual. Sería destrozado, si durante su vida posterior todavía estuvieran trabajando directamente en él aquellas mismas fuerzas que contribuyeron a la creación de la facultad del equilibrio en el espacio, y a la formación de la laringe y el cerebro. Esas fuerzas son tan tremendas que, si continuaran trabajando, nuestro organismo se desvanecería bajo la influencia de su santidad. El hombre solo debe recurrir a tales fuerzas con el propósito de desarrollar el poder para establecer una conexión consciente con el mundo suprasensible.
Pero a partir de esto surge un pensamiento que es de gran importancia, si se entiende correctamente. Está expresado en el Nuevo Testamento con las palabras siguientes: 'Excepto que os volváis como niños pequeños, no entrareis en el Reino de los Cielos'. Si es entendido correctamente lo que se acaba de decir, entonces ¿Qué queda manifiesto como el ideal más elevado del hombre?, Seguramente esto: representa el cada vez mayor acercamiento, a lo que podríamos llamar una relación consciente con las fuerzas que trabajan en el hombre, desconocidas para él durante la primera infancia, debe tenerse en cuenta que el hombre se derrumbaría bajo el poder de esas fuerzas, si tuvieran que operar a la vez en su vida consciente. Por esta razón, es necesaria una preparación cuidadosa para obtener aquellas facultades que inducen la percepción de los mundos suprasensibles. El objeto de tal preparación es cualificar al hombre para que soporte lo que es incapaz de soportar en la vida ordinaria.
El paso del individuo a través de sucesivas encarnaciones es importante para la evolución colectiva de la raza humana. Esta última ha avanzado a través de vidas sucesivas en el pasado, y sigue avanzando, y paralelamente a ella, la Tierra también avanza en su evolución. Llegará el momento en que la tierra habrá llegado al final de su meta. Entonces, el planeta terrestre desaparecerá como entidad física de la suma total de las almas humanas, al igual que el cuerpo humano es alejado del espíritu con la muerte, cuando, para continuar viviendo, el alma entra en el reino espiritual que está adaptado a ella entre la muerte y el nuevo nacimiento. Una vez realizado esto, debe aparecer como el ideal más alto del hombre para haber progresado lo suficiente hasta la muerte terrenal, para poder cosechar todos los beneficios posibles que pueden obtenerse de la vida terrenal.
Pues bien, aquellas fuerzas que impiden al hombre poder soportar los poderes que trabajan sobre él durante la primera infancia, provienen de la tierra. Cuando estos se han alejado de un ser humano, este último, si ha alcanzado el objetivo de su vida, debe haber avanzado lo suficiente como para poder entregarse, con todo su ser, a esos poderes que en el presente estaban únicamente activos en el hombre durante la infancia. Así pues, el objeto de la evolución a través de sucesivas vidas terrenales es, hacer que todo el individuo, incluida por lo tanto la parte consciente, se convierta en una expresión de los poderes que rigen en él bajo la influencia del mundo espiritual, aunque él no lo sepa, durante Los primeros años de su vida. El pensamiento que toma posesión del alma después de tales reflexiones, debe llenarla de humildad, pero también de la debida conciencia de la dignidad del hombre. El pensamiento es que este hombre no está solo; hay algo que vive dentro de él que le está proporcionando constantemente la prueba de que puede elevarse por encima de sí mismo hacia algo que ya está creciendo más allá de él, y que seguirá creciendo de una vida a otra. Este pensamiento puede asumir una forma cada vez más definida; y en ese caso proporciona algo sumamente confortante y elevado, al mismo tiempo que llena el alma con la humildad y la modestia correspondientes. ¿Qué es lo que el hombre tiene dentro de sí y que se comporta de esta manera? Seguramente un ser humano divino y superior, gracias al cual puede sentirse interpenetrado, diciéndose a sí mismo: "Él es mi guía dentro de mí".
Desde tal punto de vista, no ha de pasar mucho tiempo sin que lleguemos a la idea de que, por todos los medios a nuestro alcance, debemos esforzarnos por estar en armonía con eso que está dentro de nuestro ser, y que es más sabio que la inteligencia consciente. Al hacerlo así nos veremos remitidos del ser consciente, directamente a un ser ampliado, en presencia del cual todo falso orgullo y presuntuosidad se extinguirá y se someterá. Este sentimiento se convierte en otro que abre el camino hacia una comprensión precisa de cuál es la naturaleza de la imperfección humana presente; y la conciencia de esto lleva al conocimiento de que el hombre puede llegar a ser perfecto, si antes permitimos que la espiritualidad más grande que gobierna dentro, tenga la misma relación con nuestra conciencia que la que tuvo con la vida inconsciente del alma en la primera infancia.
Si como suele suceder, la memoria no van mas allá del cuarto año de la vida de un niño, se puede decir que la influencia de la esfera espiritual superior, dura hasta los primeros tres años. Al final de ese lapso de tiempo, un niño se vuelve capaz de vincular sus impresiones del mundo exterior con los conceptos de su yo. Es cierto que esta concepción del yo coherente solo se puede considerar como existente hasta donde se extiende la memoria. Sin embargo, debemos decir que virtualmente la memoria se extiende al comienzo del cuarto año, solo que al comienzo es demasiado débil distinguir la conciencia del yo para ser perceptible. Se puede decir que los poderes superiores que determinan a un ser humano en los primeros años de la infancia pueden estar operativos durante tres años; por lo tanto, durante el presente período medio de la tierra, el hombre está tan organizado que puede recibir estas fuerzas solo por tres años.
Supongamos ahora, que tenemos ante nosotros un hombre, y que unos poderes cósmicos hiciesen que su yo ordinario fuese retirado. Para este propósito, hemos de suponer que fuese posible retirar de los cuerpos físico, etérico y astral el yo ordinario que ha pasado por sucesivas encarnaciones con el ser humano. Supongamos también, que en los tres cuerpos se pudiera introducir un yo que colaborase en conexión con los mundos espirituales, ¿qué pasaría con una persona así? Al final de los tres años, su cuerpo necesariamente se destruiría, A través del karma cósmico ocurriría algo, que evitaría que el ser espiritual que estuviera en conexión con los mundos superiores, viviera más de tres años en ese cuerpo. [La vitalidad del organismo humano se mantiene en la transición desde la infancia a la vida posterior, porque el organismo es capaz de cambiar en ese período. Más adelante en la vida, ya no es susceptible de cambio, y por esta razón no puede continuar existiendo con ese otro Ser.] Solo al final de todas sus vidas terrenales el hombre tendrá ese yo dentro de él que le permitirá vivir más de tres Años con ese ser espiritual. Pero entonces, es cierto, el hombre podrá decirse a sí mismo: "No yo, sino ese Ser Superior dentro de mí, que siempre estuvo allí, ahora está trabajando en mí". Hasta que llegue ese momento, no está en condiciones de decirlo. Lo más que puede decir es, que siente ese ser superior, pero aún no ha progresado lo suficiente con su verdadero yo humano real, para poder llevar a ese ser superior a la vida plena dentro de él.
Suponiendo entonces que, en algún momento durante el período medio de la Tierra, un organismo humano viniese al mundo, y más tarde en la vida se librase de su yo por la acción de ciertos poderes cósmicos, recibiendo a cambio el yo que generalmente solo actúa en el hombre durante los primeros tres años de vida, y que estuviera en relación con los mundos espirituales en los que el hombre existe entre la muerte y el nuevo nacimiento: ¿por cuánto tiempo una persona así podría vivir en un cuerpo terrenal? Alrededor de tres años. Porque al final de ese tiempo, algo surgiría a través del karma cósmico, que destruiría ese organismo humano.
En el fondo, lo que aquí se supone es un hecho histórico. El organismo humano que se encontraba en el río Jordán en el bautismo de Juan cuando el yo de Jesús de Nazaret dejó los tres cuerpos, después del bautismo pasó a contener, en completo desarrollo consciente, ese Yo superior de la humanidad que generalmente trabaja con sabiduría cósmica en un niño sin su conocimiento. Al mismo tiempo, surgió la necesidad de que este Yo, que estaba en relación con el mundo espiritual superior, solo pudiera vivir durante tres años en el organismo humano apropiado. Despues tuvieron que desencadenarse ciertos eventos que llevaron a su fin la vida terrenal de ese ser. Los eventos externos en la vida de Cristo Jesús deben interpretarse como absolutamente condicionados por las causas internas que se acaban de exponer, y se presentan como la expresión exterior de esas causas.
Ahora estamos en disposición de ver la conexión tan profunda, que existe entre lo que es la guía del hombre en la vida, que fluye como el amanecer en su infancia y siempre está trabajando debajo de la superficie de la conciencia como la mejor parte de él, y lo que una vez entró en la totalidad de la evolución humana y fue capaz de vivir durante tres años en un marco humano.
Lo que entonces se manifiesta en ese yo "superior", que está conectado con las jerarquías espirituales, y que a su debido tiempo entró en el cuerpo de Jesús de Nazaret, simbólicamente está representado por el signo del Espíritu que desciende en forma de paloma, y por las palabras; "Este es mi Hijo bien amado, hoy lo he engendrado" (porque así estaban las palabras originalmente) Si fijamos nuestros ojos en esta imagen, estamos contemplando el ideal humano más elevado. Porque significa que la historia de Jesús de Nazaret es una afirmación de este hecho; El Cristo puede ser reconocido en cada ser humano. E incluso aunque no hubiera Evangelios ni una tradición que nos dijera que una vez Cristo vivió en la tierra, deberíamos aprender a través del conocimiento de la naturaleza humana que Cristo está viviendo en el hombre.
El reconocimiento de las fuerzas que trabajan en la naturaleza humana durante la infancia es el reconocimiento de Cristo en el hombre. Ahora surge la pregunta: ¿este reconocimiento conduce a una mayor percepción del hecho de que este Cristo vivió realmente alguna vez en la tierra en un cuerpo humano? Sin presentar ningún documento, esta pregunta puede ser respondida afirmativamente. Porque el verdadero conocimiento clarividente del yo, lleva al hombre de hoy en día a ver en el alma humana, que deben ser descubiertos los poderes que emanan de Cristo. Estos poderes están en actuando durante los primeros tres años de la infancia sin ninguna acción por parte del ser humano. En la vida posterior pueden ser llamados a la acción, si se busca al Cristo dentro del alma mediante la meditación interna. El hombre no siempre fue capaz, como lo está ahora, de encontrar al Cristo dentro de sí mismo. Hubo tiempos en que ninguna meditación interna podía guiarle hasta Cristo. Esto por otra parte, lo aprendemos de la percepción clarividente. En el intervalo entre ese tiempo pasado en que el hombre no podía encontrar al Cristo en sí mismo, y el tiempo presente en que puede encontrarlo, la vida terrenal de Cristo tuvo lugar. Y esa vida en sí misma es la fuente del poder del hombre para encontrar al Cristo en sí mismo de la forma que he señalado. Así pues, para la percepción clarividente, la vida terrenal de Cristo se prueba sin ningún registro histórico.
Es como si el Cristo hubiera dicho; "Seré un ideal para ustedes, seres humanos, pues cuando se eleven a un nivel espiritual, les será mostrado lo que se cumple en cada cuerpo humano". En su primera infancia, el hombre aprende del espíritu a caminar; Es enseñado por el espíritu en su camino a través de la vida terrenal. Del espíritu aprende a hablar, a formar la verdad; en otras palabras, se desarrolla la esencia de la verdad sin sonido durante los primeros tres años de su vida. Y también la vida, que el hombre vive en la tierra como un yo, obtiene su órgano vital a través de lo que se forma en los primeros tres años de la infancia. Así, el hombre aprende a caminar, a encontrar "el camino"; aprende a presentar la "verdad" a través de su organismo físico; y aprende a llevar a la expresión la "vida" del espíritu en su cuerpo. No parece posible una interpretación más significativa de las palabras "Excepto que lleguen a ser como niños pequeños, no puedan entrar en el reino de los cielos". Y es trascendental el dicho en el que el YO de Cristo se expresa así: "Yo soy el Camino" , la Verdad y la Vida. 'Así como las fuerzas espirituales superiores, (desconocidas para un niño), están configurando su organismo para que se convierta en la expresión corporal del camino, la verdad y la vida, así el espíritu del hombre, por medio de ser Interpenetrado con el Cristo, gradualmente se convierte en el vehículo consciente del camino, la verdad y la vida. De este modo, se está convirtiendo, en el curso de su desarrollo terrenal, en esa fuerza que influye dentro de él como un niño, cuando no es conscientemente su vehículo.
Este dicho sobre el camino, la verdad y la vida, es capaz de abrir las puertas de la eternidad. Si su auto conocimiento es verdadero y real al hombre le suena desde lo más profundo de su alma.
Reflexiones como éstas abren, en un doble sentido, la visión de la guía espiritual del individuo y de la humanidad colectiva. Como seres humanos podemos, a través del auto conocimiento, encontrar al Cristo dentro de nosotros como el Guía a quien, desde Su vida en la tierra, siempre podemos alcanzar, porque Él siempre está en el hombre. Además, si aplicamos a los registros históricos lo que hemos percibido sin recurrir a ellos, descubrimos su verdadera naturaleza. Expresan algo que se revela por sí mismo en las profundidades del alma. Por lo tanto, deben considerarse como una guía de la humanidad en la misma dirección en la que el alma está avanzando.
Si entendemos así la sugerencia de la eternidad en las palabras "Yo soy el camino, la verdad y la vida", no está justificado preguntar: "¿Por qué una persona que ha pasado por muchas encarnaciones siempre vuelve a entrar en la vida como un niño?" 'Porque se hace evidente que esta aparente imperfección es un recordatorio siempre recurrente de lo más elevado que hay en el hombre. Y no podemos recordarnos con la suficiente frecuencia; -al menos, cada vez que entramos en la vida terrenal, no es tan frecuente que nos recuerden-, la enorme importancia de la conexión del hombre con ese Ser que subyace en toda la existencia terrenal, sin ser tocado por sus imperfecciones (terrenales).
No es bueno hacer muchas definiciones o resúmenes en la ciencia espiritual o la teosofía, incluso en el ocultismo en general. Es mejor dar una descripción e intentar generar un sentimiento de lo que realmente existe. En este sentido, hemos intentado inducir un sentimiento de lo que distingue los primeros tres años de la vida humana, y de la forma en que esto se relaciona con la luz que fluye de la cruz en el Gólgota. El significado de este sentimiento es que un impulso está atravesando la evolución humana, y que a través de este impulso el mensaje de San Pablo, "No yo, sino el Cristo en mí", se convertirá en un hecho. Solo tenemos que saber qué es el hombre en realidad, para poder pasar de tal conocimiento a la comprensión de la naturaleza de Cristo. Sin embargo, una vez que hayamos llegado a la idea de Cristo, a través de la verdadera observación de la humanidad, sabemos que descubrimos a Cristo de la mejor manera si primero lo buscamos en nosotros mismos; y luego regresamos a los registros bíblicos, los valoramos correctamente por primera vez. Y nadie valora la Biblia mejor, o más conscientemente, que quien ha encontrado a Cristo de esta manera. Es posible imaginar un ser, digamos, un habitante de Marte, descendiendo a la tierra, sin haber oído nunca hablar del Cristo y su obra. Mucho de lo que ha ocurrido en la tierra sería incomprensible para los marcianos; Mucho que interesa a la gente hoy en día no le interesaría. Pero le interesaría descubrir el impulso central de la evolución terrenal, la idea de Cristo tal como se expresa en la naturaleza humana misma.
Habiendo captado esto, un hombre es capaz, por primera vez, de entender correctamente la Biblia, ya que encuentra expresado allí de una manera maravillosa lo que ha observado previamente en sí mismo, y dice: No es necesario haber sido educado con ninguna reverencia especial por los evangelios; por medio de lo que he aprendido a través de la ciencia espiritual, solo necesitan ser presentados ante mí, un ser humano plenamente consciente, para que se revelen ante mi en toda su grandeza.
En el fondo, si no es demasiado decir que, en el transcurso del tiempo, las personas que han aprendido a través de la ciencia espiritual a apreciar correctamente los contenidos de los Evangelios, los valorarán como guías de la raza humana más justamente que hasta ahora. Solo a través del conocimiento de la naturaleza humana en sí, la humanidad aprenderá a ver lo que está latente en esos registros profundos. Luego podrá decirse: si se encuentra en los Evangelios lo que forma parte integrante de la naturaleza humana, debe provenir de las personas que escribieron estos documentos en la tierra, Por lo tanto, lo que nos trae a la reflexión genuina acerca de nuestras propias vidas, -tanto más cuanto más crecemos-, debe ser especialmente bueno con respecto a esos escritores. Nosotros mismos hemos hecho muchas cosas que solo entendemos años después, y en los escritores de los Evangelios se pueden ver personas que escribieron desde el yo superior que actúa en el hombre durante la infancia, de modo que los Evangelios son escritos que emanan de la sabiduría que moldea la naturaleza humana. El hombre es una manifestación del espíritu a través de su cuerpo, y los Evangelios son una manifestación de ese mismo espíritu en la escritura.
En este supuesto, la idea de inspiración recupera su significado verdadero y más elevado. Así como las fuerzas superiores están trabajando en el cerebro durante los primeros tres años de la infancia, también hubo fuerzas superiores de los mundos espirituales impresas en las almas de los evangelistas, bajo la influencia de las cuales se escribieron los Evangelios. La guía espiritual de la humanidad se expresa en un hecho como este. Porque la raza humana seguramente debe ser guiada, si dentro de ella la gente está escribiendo registros bajo la influencia de esos mismos poderes que están trabajando en el moldeado del hombre con profunda sabiduría. Y así como el individuo dice o hace cosas que solo entiende en un período posterior de la vida, así también la humanidad colectiva ha producido en los evangelistas medios de revelación que solo pueden entenderse gradualmente. Cuanto más progrese la humanidad, mayor será la comprensión de estos registros. El ser humano puede sentir esta guía espiritual dentro de sí mismo; y la humanidad colectiva puede sentirla en aquellos de sus miembros que trabajan como lo hicieron los escritores de los Evangelios.
La idea así obtenida de la guía de la humanidad puede extenderse en muchas direcciones. Supongamos que un hombre encuentra discípulos, -algunas personas que lo siguen-. Tal persona pronto se dará cuenta, a través del auto conocimiento genuino, de que el hecho mismo de encontrar discípulos le da la sensación de que lo que él tiene que decir no se origina consigo mismo. El caso es más bien este: que los poderes espirituales en los mundos superiores desean comunicarse con los discípulos y encuentran en el maestro el instrumento adecuado para su manifestación.
A dicho hombre le sugerirá el pensamiento siguiente: cuando era niño trabajaba en mí mismo con la ayuda de fuerzas provenientes del mundo espiritual, y lo que ahora puedo dar, lo mejor de mi, también debe proceder de los mundos superiores; Puede que no lo vea como algo que pertenece a mi conciencia ordinaria. De hecho, un hombre así puede decir: algo demoníaco, algo así como un "daimon" (usando la palabra en el sentido de un buen poder espiritual) está actuando desde el mundo espiritual a través de mí en mis discípulos.
Sócrates sintió algo de este tipo. Platón nos dice que hablaba de su "daimon" como del que lo guiaba y conducía. Se han hecho muchos intentos por explicar este "daimon" de Sócrates, pero solo puede explicarse suponiendo que Sócrates pudiese ser capaz de sentir algo parecido a lo que resulta de las reflexiones anteriores. Entonces podemos comprender que a lo largo de los tres o cuatro siglos en que el principio socrático estuvo activo en Grecia, un estado de sentimiento impregnaba al mundo griego, preparando el camino para otro gran evento. La sensación de que el hombre, tal como es ahora, no es la totalidad de lo que viene de los mundos superiores, este sentimiento siguió actuando. Los mejores de entre los que este sentimiento estaba presente, fueron aquellos que luego entendieron mejor las palabras: "No yo, sino el Cristo en mí". Porque podían decirse a sí mismos: Sócrates solía hablar de un ser que trabajaba como un "daimon" desde mundos superiores el ideal de Cristo deja claro lo que Sócrates quiso decir. Sócrates todavía no podía hablar de Cristo, porque en su tiempo nadie pudo encontrar la naturaleza de Cristo dentro de sí mismo.
Aquí nuevamente sentimos algo de la guía espiritual del hombre, porque nada se puede establecer en el mundo sin preparación. ¿Por qué Pablo encontró a sus mejores discípulos en Grecia? Porque el terreno había sido preparado allí por la enseñanza de Sócrates y el estado del sentimiento que se ha descrito. Es decir, lo que sucede en la evolución humana puede rastrearse hasta los eventos que operaron anteriormente, y que hizo que las personas estuvieran preparadas para lo que luego se aplicaría sobre ellos. ¿No sentimos aquí hasta qué punto se extiende el impulso guía que atraviesa la evolución humana y cómo, en el momento adecuado, coloca a las personas en el mejor lugar para utilizarlas para promover esa evolución? En tales hechos se manifiesta la guía de la humanidad.