GA239 Paris, 24 de mayo de 1924 - Relaciones Kármicas vol. V-

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Rudolf Steiner

Conferencia VI

Paris, 24 de mayo de 1924

En la conferencia de ayer hablé de cómo el hombre, después de la muerte, asciende al mundo suprasensible y vive las experiencias relacionadas con las primeras décadas de su existencia postmortem. Dije que pasa cierto número de años en la esfera de la Luna, entrando allí en contacto con Seres que una vez vivieron en la Tierra, no en cuerpos físicos sino etéricos. Estos Seres fueron los Maestros de la humanidad primigenia, inspirando a los hombres con la profunda sabiduría que una vez existió en la Tierra y que gradualmente se desvaneció. Cuando la Luna física se separó de la Tierra, estos Seres se fueron con ella; su existencia ha continuado en la Luna y el hombre los encuentra allí después de su muerte, cuando está recordando su vida terrestre y viviendo sus experiencias.

Ya he dicho que cuando un hombre ha vivido lo suficiente en la región de la Luna, pasa a la región de Mercurio. Allí se encuentra con Seres que le conducen a una parte del Universo donde los Seres son completamente diferentes de los de la Tierra. A esta región, sin embargo, el hombre pertenece entre la muerte y un nuevo nacimiento con tanta seguridad como durante su vida terrestre perteneció a la Tierra.

Permítanme ahora añadir algo al breve esbozo dado ayer: - Cuando un hombre pasa por la muerte, -esto en realidad lleva muy poco tiempo-, comienza su existencia en los elementos de tierra, agua, fuego y aire. Las sustancias que se diferencian en la Tierra, - los metales y todas las demás sustancias-, ya no se diferencian cuando se ha producido realmente la muerte. Todas las sustancias sólidas son "tierra", todos los fluidos son "agua", todas las sustancias gaseosas son "aire" y todo lo que irradia calor es "fuego" (o "calor"). En el momento de la muerte, el hombre vive en esta cuádruple diferenciación de sustancias. Pasa entonces a la región de la Inteligencia cósmica. Los pensamientos cósmicos viven y se entretejen en esta región en la que permanece durante algunos días. Luego llega a la región de la Luna, que ya he descrito, y de allí pasa a la región de Mercurio.

Permítanme repetir la secuencia: el hombre pasa primero a la región de los Elementos, luego a la región de la Inteligencia cósmica, después a la región de las Estrellas, -primero la región de la Luna, luego la región de Mercurio.

Consideraremos ahora cómo la vida de un hombre en la región lunar puede tener un efecto determinante sobre su karma. Antes de su muerte ha seguido tal o cual conducta en su vida terrenal, ha hecho el bien o el mal. Y con todo esto a sus espaldas se presenta ante los Seres de la Luna. Estos Seres de la Luna pronuncian un juicio severo, un veredicto cósmico, sobre el valor o el revés de las acciones buenas o malas para el Universo. El hombre debe entonces dejar tras de sí, en la región lunar, los resultados de sus malas acciones, todo aquello por lo que ha hecho daño al Universo. Al hacerlo, deja atrás una parte de sí mismo. Debemos darnos cuenta con más fuerza de lo habitual de que el hombre y sus actos y logros forman una unidad, que todo su ser está ligado a un acto bueno o malo. De modo que si tenemos que dejar atrás el mal que hemos hecho, tenemos que dejar atrás una parte de nosotros mismos. De hecho, pasamos de esta región lunar sólo con el bien que hemos logrado para el Universo y, por lo tanto, estamos mutilados en cierto sentido, dependiendo la extensión o el grado de mutilación de hasta qué punto hemos permitido que los malos pensamientos se conviertan en parte de nuestro propio ser. Todo aquello con lo que hemos herido al Cosmos debe ser dejado atrás en la región lunar.

Si queremos estudiar el progreso ulterior del hombre entre la muerte y un nuevo nacimiento, hay que recordar los siguientes hechos. El hombre en la Tierra es un ser cuyos miembros se distinguen claramente unos de otros. La cabeza toma forma en el embrión y es el miembro más desarrollado; el resto de la constitución corporal del hombre estaba aún inacabada durante la vida embrionaria. En cierto sentido, esto sigue siendo así durante toda la vida. La cabeza es la parte más elaborada del hombre. Después de la muerte, sin embargo, es precisamente la parte espiritual de la cabeza la que pasa más rápidamente al mundo espiritual; desaparece casi por completo durante el paso por la región lunar. Por supuesto, deben entenderme correctamente: la sustancia física desaparece con el cadáver, pero en la cabeza no sólo hay sustancia física, hay fuerzas, -fuerzas suprasensibles-, que forman e impregnan de vida el cuerpo físico del hombre. Estas fuerzas atraviesan la puerta de la muerte y son reconocidas por la cognición imaginativa como la forma espiritual del hombre; la cabeza de esta forma espiritual, sin embargo, se ve que desaparece constantemente. Lo que realmente permanece, y puede ser mutilado, es el resto del cuerpo, aparte de la cabeza. Si un hombre ha sido en lo esencial un buen hombre, esta parte de él puede entrar en la esfera de Mercurio más o menos completa, mientras que si ha tenido un mal carácter entrará en esa esfera muy mutilada. Con estas fuerzas envolviendo el alma pasamos a nuestra vida ulterior entre la muerte y un nuevo nacimiento, y es a partir de estas fuerzas que tenemos que construir el conjunto de nuestra vida durante ese período.

Los Seres espirituales de la Esfera de Mercurio, que nunca han asumido forma humana y en cuyo entorno nos encontramos ahora, tienen una tarea importante. Del ser que ahora aparece como un hombre sin cabeza, -si se me permite la expresión-, se ha eliminado toda mancha moral en la Esfera de la Luna, pero no el resultado de la salud o enfermedad sufrida durante la vida terrena. Esto es importante, pues es significativo y sorprendente que, aunque un hombre elimine sus manchas morales en la región de la Luna, los efectos espirituales de lo que le haya ocurrido en forma de enfermedad sólo puedan ser eliminados en la región de Mercurio, por aquellos Seres que nunca han sido humanos.

Es muy importante prestar atención al hecho de que en la región de Mercurio las consecuencias espirituales de las enfermedades se alejan de los hombres. De ello se desprende que en el mundo de las estrellas, -que en realidad es el mundo de los Dioses-, lo físico y lo moral se entrelazan. Una mancha moral no puede entrar en el mundo espiritual; se queda atrás en la región de la Luna, cuyos habitantes son Seres especialmente preocupados por los hombres, porque en un tiempo vivieron entre ellos. Los Seres que habitan Mercurio nunca fueron habitantes de la Tierra. Son estos Seres los que quitan al hombre las consecuencias de las enfermedades. Las enfermedades salen al espacio cósmico; sus consecuencias espirituales son absorbidas por el cosmos espiritual y el proceso está lleno de una especie de satisfacción. Para el hombre que experimenta esto entre la muerte y un nuevo nacimiento, será la primera impresión, una impresión puramente espiritual, y sin embargo tan real para él como cualquier cosa en la existencia terrenal. Así como aquí en la Tierra experimentamos el viento, el relámpago, el flujo del agua, así, cuando hemos atravesado la puerta de la muerte y entrado en la región de Mercurio, experimentamos la salida de los efectos espirituales de las enfermedades. Vemos cómo son absorbidos por los Seres espirituales y nos quedamos con la impresión: ¡Sed reconciliados, oh dioses! -Hoy apenas puedo tocar este tema; mañana podremos profundizar más en esta experiencia de cómo los Dioses son reconciliados por el mal hecho en la Tierra, -reconciliados como resultado de los efectos de las enfermedades que fluyen hacia el amplio Universo.

Estos importantes hechos de la vida entre la muerte y un nuevo nacimiento fueron conocidos una vez por los hombres, en los días en que los Seres que más tarde se convirtieron en habitantes de la Luna, -los grandes Maestros primigenios-, estaban a su disposición para instruirlos. Entonces, también, los hombres reconocieron que la verdad relativa a la naturaleza de las enfermedades sólo puede conocerse cuando la verdad proviene de los Seres de Mercurio; de ahí que todo el conocimiento médico, todo el conocimiento de la curación, fuera el secreto de los Misterios de Mercurio. En tales Misterios el hombre no estaba en la misma posición que en las universidades de hoy. Seres superiores de las regiones de las estrellas trabajaban realmente a través de los ritos promulgados en estos Misterios. En la antigüedad, los mismos Dioses eran los maestros de los hombres, y la medicina era la sabiduría que les transmitían directamente los Seres de Mercurio en los Misterios; de ahí que esta medicina antigua fuera considerada por los hombres como un don de los Dioses. 

Fundamentalmente hablando, todo lo que es eficaz en medicina hoy en día, o bien se origina en los tiempos antiguos, como una secuela de lo que los hombres aprendieron de los Dioses de Mercurio, o debe ser redescubierto a través de aquellos métodos que permiten a los hombres, finalmente, tener conversaciones con los Dioses, para aprender de ellos. La fuente de la antigua sabiduría se ha secado, ha desaparecido; hay que encontrar una nueva sabiduría, basada de nuevo en el trato con los Dioses. Esta es la misión de la Antroposofía en todos los ámbitos.

Desde la región de Mercurio el hombre llega a la región de la existencia de Venus. Los Seres que habitan en Venus y que están mucho más alejados de los seres terrestres que los habitantes de Mercurio, cambiarán lo que él trae consigo a esta región de tal manera que pueda avanzar a etapas ulteriores en el mundo espiritual. Esto, sin embargo, sólo es posible porque al pasar a la región de Venus, el hombre entra en un nuevo elemento. Mientras vivimos aquí en la Tierra, mucho depende de que tengamos pensamientos, conceptos, ideas. ¿Qué sería del hombre en la Tierra sin ellos? Los pensamientos son útiles, y nosotros, como seres humanos, somos inteligentes porque tenemos pensamientos que tienen algún valor. Especialmente en la actualidad es muy importante que el hombre sea inteligente. Hoy en día, casi todo el mundo es inteligente; no siempre ha sido así, pero hoy sin duda lo es. Al fin y al cabo, toda la vida terrenal depende de que los hombres tengan pensamientos. Todos los espléndidos logros de la tecnología han surgido de los pensamientos humanos; todo lo bueno o malo que el hombre produce en la Tierra ha surgido, en última instancia, de sus pensamientos. Y en la región de la Luna los pensamientos siguen siendo un factor importante, pues el juicio de los Seres de esa región se basa en que las buenas o malas acciones han surgido de los pensamientos. También los Seres de la región de Mercurio siguen juzgando las enfermedades de las que deben liberar a los hombres, según los pensamientos. Pero aquí, en cierto sentido, está el límite hasta el cual el pensamiento, -cualquier cosa que recuerde la inteligencia humana-, tiene importancia, porque la región de Venus a la que el hombre pasa ahora, está regida por lo que conocemos en la Tierra, en su reflejo, como amor. Aquí, el amor ocupa el lugar de la sabiduría; entramos en la región del amor. El hombre sólo puede pasar a la existencia solar cuando el amor le conduce a ella desde la esfera de la sabiduría.

Tal vez le sugiera la siguiente pregunta: ¿Cómo experimenta realmente un hombre estas cosas de las que se da cuenta a través de la percepción espiritual? - Sin duda habrán leído ustedes lo que escribí sobre los ejercicios para el alma en el libro ¿Cómo se alcanza el conocimiento de los mundos superiores? y sabrán que un hombre puede desarrollar gradualmente esta percepción mediante tales ejercicios. Cuando logra desarrollar la conciencia imaginativa, primero experimenta toda su vida desde su nacimiento, presentada en un gran cuadro espiritual. Lo que se experimenta de forma natural después de la muerte, también se experimenta a través de la Iniciación en cualquier momento de la vida. Sin embargo, cuando esta experiencia alcanza la etapa de la Inspiración, revela algo que brilla a través de este cuadro de la vida humana. Ahora bien, éste es el punto significativo: no podemos hablar verdaderamente de la concatenación de los secretos que subyacen a estas cosas hasta que hayamos alcanzado cierta edad. Esto siempre ha sido así. Un hombre puede ser iniciado en cualquier momento de su vida, pero sólo a cierta edad, a través de su propia percepción de estas cosas, es capaz de tener una visión global de los secretos cósmicos.

La razón es que cuando un hombre repasa el cuadro de su vida, éste se presenta en secciones o fases de siete años: una primera sección desde el nacimiento hasta aproximadamente el séptimo año, una segunda desde el séptimo hasta el decimocuarto año, otra desde el decimocuarto hasta el vigésimo primer año, luego una sección que incluye los años del vigésimo primero al cuadragésimo segundo, luego una sección del cuadragésimo segundo al cuadragésimo noveno año, otra del cuadragésimo noveno al quincuagésimo sexto año y del quincuagésimo sexto al sexagésimo tercer año. Estas secciones de la vida se examinan una tras otra. En la primera sección de la retrospectiva, se ve simultáneamente todo hasta el cambio de dientes. Los secretos del Cosmos aparecen como a través de la niebla. En la primera sección, desde el nacimiento hasta el séptimo año, los misterios de la Luna se revelan como si el Sol brillara a través de una niebla; el hombre los está observando a través de su propio cuerpo etérico. Lo que les he dicho hoy acerca de sus faltas y malas acciones que se dejan atrás, y lo que les he dicho acerca de los Seres Lunares, todo esto está escrito en la primera sección de este libro de la vida.

Al repasar su vida con la Imaginación, la Inspiración y la Intuición, se hace evidente para un hombre que esta vida tiene uno, dos, tres, hasta siete, capítulos. En el primer capítulo, que comprende la primera infancia, están los misterios de la Luna. En el segundo capítulo, que comprende el período entre el cambio de dientes y la pubertad, están los misterios de Mercurio. Los médicos saben bien que ésta es la edad en que prevalecen las dolencias infantiles, pero por todo ello, es la edad más sana de la vida humana; tomando en consideración a la humanidad en su conjunto, el índice de moralidad es relativamente más bajo en este período. Los misterios de Mercurio se revelan detrás de esta edad de la vida, de modo que en el improbable caso de que alguien se inicie ya a la edad, digamos, de dieciocho años, podría examinar los misterios de la Luna y los misterios de Mercurio. Si en la vida posterior un hombre mira hacia atrás en la siguiente sección, del decimocuarto al vigésimo primer año, se revela todo lo que hay en el Universo relacionado con los misterios de Venus. En este período, cuando el amor físico surge en la vida humana, los misterios de la existencia de Venus en el Universo se inscriben espiritualmente en el libro de la vida. El período comprendido entre el vigésimo primer y el cuadragésimo segundo año necesita un estudio tres veces más exhaustivo que el anterior, porque aquí se revelan todos los Seres de los misterios del Sol. Para poder mirar hacia atrás, debemos tener más de cuarenta y dos años y entonces, en esta sección de la vida, vemos en retrospectiva los misterios del Sol. Y cuando tenemos edad suficiente para mirar retrospectivamente la sección de la vida comprendida entre los cuarenta y dos y los cuarenta y nueve años, se revelan los misterios de Marte. Pero para penetrar en los misterios de Marte debemos haber superado la edad de cuarenta y nueve años. Un hombre puede ser iniciado, pero para penetrar en los misterios de Marte a través de su propio poder de visión, debe ser capaz de mirar hacia atrás en la sección de la vida entre los cuarenta y dos y los cuarenta y nueve años. Después de los cuarenta y nueve años puede volver la vista atrás a los misterios de Júpiter; y, -yo mismo puedo hablar ahora de esto-, después de los sesenta y tres años se le permite, por decreto de los Dioses, hablar también de los misterios de Saturno.



En esta vida entre la muerte y el renacimiento, el hombre se aleja cada vez más de las condiciones que le rodean en la Tierra y entra en otras muy diferentes. Habiendo atravesado la región de Venus, experimenta las realidades de la esfera solar. Y ahora, habiendo descrito cómo se revelan estas verdades a través de la Iniciación, puedo continuar el estudio de la existencia del hombre entre la muerte y un nuevo nacimiento.

A medida que nos abrimos camino en el mundo espiritual, nos acercamos cada vez más a Seres de rango superior al del hombre. En la región de la Luna estamos todavía entre Seres que, en su mayoría, han vivido con los hombres en la Tierra, pero aquí percibimos ya a aquellos Seres que nos conducen en la Tierra de una vida a otra. Estos son los Seres que he llamado en mis libros - de acuerdo con el antiguo uso cristiano - la Jerarquía de los Ángeles. Mirando hacia atrás, a la primera infancia, con el conocimiento Iniciático del que he hablado, vemos al mismo tiempo lo que ha sido forjado en el hombre por el mundo de los Ángeles. Piensen en la maravillosa belleza de algunas de las concepciones que existen en los simples corazones de los hombres y que son realmente confirmadas por la sabiduría superior de la Iniciación. Hablamos de cómo las actividades de los Ángeles se entretejen a través de los primeros años de vida de un niño; y cuando miramos hacia atrás para estudiar la región lunar, vemos realmente nuestra infancia y con ella el trabajo de tejido de los Ángeles. Luego, cuando fuerzas más fuertes comienzan a operar en el ser humano, cuando llega a la edad escolar, percibimos el trabajo de los Arcángeles. Son importantes para nosotros cuando estudiamos la existencia de Mercurio, pues entonces estamos en el mundo de los Arcángeles. - Sigue la edad de la pubertad y el período comprendido aproximadamente entre los catorce y los veintiún años. Los misterios de Venus se ven ahora en retrospectiva, brillando a través del cuadro del curso de la vida. Al mismo tiempo aprendemos que la Jerarquía de los Arcai, las Fuerzas Primordiales, son los Seres especialmente asociados con la existencia de Venus. Y aquí nos damos cuenta de una verdad significativa, -de nuevo algo que es particularmente sorprendente-, a saber, que los Seres asociados con la existencia de Venus después de la edad de la pubertad son aquellos que, como Fuerzas Primordiales, se ocuparon de la génesis del mundo mismo, y en su reflexión están de nuevo activos en la formación del hombre físico en la secuencia de las generaciones. De este modo se nos revela la relación entre el Cosmos y la vida humana.

A continuación, nos adentramos en los misterios de la existencia del Sol. ¿Cuál es la naturaleza del Sol según los físicos modernos? Un globo incandescente de gas, donde los gases ardientes difunden luz y calor. Para la mirada del espíritu, ¡ésta es una concepción completamente infantil! La verdad es que si los físicos pudieran organizar una expedición al Sol, se asombrarían de encontrar todo completamente distinto de lo que imaginaban. Allí no hay gases cósmicos; los seres humanos no serían consumidos por las llamas si pudieran viajar al Sol. Pero si llegaran a la región del Sol serían despedazados, destruidos de esa manera. Entonces, ¿Qué es el Sol en realidad?

Cuando se mueven por una habitación puede haber gente en ella, o sillas contra las que tropezamos. Hay objetos, y entre ellos hay un espacio vacío por entre el que nos movemos. En la zona en la que estamos ahora, algunas partes del espacio están ocupadas por sillas o por ustedes mismos; otras partes están vacías. Si quito las sillas y ustedes entran, sólo encontrarán un espacio vacío. El espacio vacío es mucho más frecuente en el Cosmos. Aquí en la Tierra no sabemos lo que hay que saber en el Cosmos. En el Cosmos, el espacio puede incluso estar vacío de sí mismo, de modo que en algunos puntos no hay espacio. En el agua de soda hay pequeñas burbujas, menos densas que el agua; éstas las pueden ver; son las burbujas las que ven, no el agua. De la misma manera, cuando miran al espacio, puede que no vean nada; pero donde está el Sol, hay incluso menos que espacio. Supongamos que aquí está el espacio vacío del Universo, y que en este espacio vacío no hay nada, ni siquiera espacio, de modo que si fueran allí serían absorbidos y desaparecerían. Allí no hay nada en absoluto, nada físico, ni siquiera espacio. Es el lugar de todo lo espiritual. Esta es la naturaleza de la existencia solar de la que los físicos estarían tan asombrados. Sólo en el borde de este espacio vacío hay algo que empieza a ser semejante a lo que suponen los físicos. En la corona solar hay gases incandescentes, pero dentro de este espacio vacío no hay nada físico, ¡ni siquiera espacio! Todo es puramente espiritual. Dentro de esta esfera hay Seres de tres rangos: Exusiai, Dynamis y Kyriotetes. En esta región entramos cuando hemos pasado a través de la existencia de Venus durante el período posterior entre la muerte y un nuevo nacimiento. Entonces, cuando miramos hacia atrás, -sólo que debemos haber cumplido más de cuarenta y dos años-, vemos el reflejo, por así decirlo, de la naturaleza solar. La mayor parte de la vida del hombre entre la muerte y el nuevo nacimiento transcurre entre Exusiai, Dynamis y Kyriotetes.

Ahora bien, cuando, durante este período entre la muerte y un nuevo nacimiento, el hombre penetra realmente en la región del Sol, no hay similitud alguna con nada a lo que estemos acostumbrados en el mundo físico, terrenal. En este último mundo podemos tener buenas intenciones; pero puede haber alguien cerca de nosotros cuyas intenciones sean exactamente las contrarias. Nosotros intentamos realizar buenas acciones, pero sólo tenemos éxito hasta cierto punto; en el caso de la otra persona, sin embargo, todo tiene éxito. Cuando repasamos nuestra vida después de que hayan pasado años o décadas, llegamos fácilmente a la conclusión de que, en el curso físico y terrenal de las cosas, las buenas intenciones o las buenas acciones no tienen también buenas consecuencias. Por ejemplo, en la Tierra vemos a los buenos castigados y a los malos recompensados, pues los buenos pueden ser desafortunados y los malos afortunados. No parece haber conexión entre la vida moral y la realidad física. Por otra parte, todo lo físico tiene sus consecuencias necesarias; la fuerza magnética debe atraer al hierro, por ejemplo. Sólo las relaciones físicas se realizan en la Tierra en nuestra vida entre el nacimiento y la muerte. En la existencia solar no existen tales relaciones; sólo hay relaciones morales. Todo lo moral en esa esfera tiene el poder de perpetrarse de manera adecuada. La bondad produce fenómenos que traen bendición a los hombres, mientras que el mal trae lo contrario. Aquí en la Tierra, la relación moral es sólo ideal, y sólo puede establecerse como ideal de forma externa e inadecuada, en la medida en que la jurisprudencia se encarga de castigar el mal. En la región Solar, las relaciones morales se hacen realidad. En esta región toda buena intención del hombre, por débil que sea el pensamiento, comienza a ser realidad - una realidad percibida por los Exusiai, Dynamis y Kyriotetes. El hombre es considerado por los Seres de la región Solar según la bondad que hay en él, según la forma en que fue capaz de pensar, sentir y experimentar. Por lo tanto, no puedo describirles la región del Sol teóricamente, sino sólo de una manera viva. No es fácil dar una definición del efecto de tal o cual bondad en la región del Sol; sólo se puede intentar aclararlo a los oyentes diciendo: Si como hombre en la región de la Tierra has tenido un buen pensamiento, en la región del Sol entre la muerte y un nuevo nacimiento podrás conversar con Exusiai, Dynamis y Kyriotetes. Podrás llevar una vida espiritual en comunidad con estos Seres. Sin embargo, si has tenido malos pensamientos, aunque los hayas dejado atrás en la región de la Luna, serás un alma solitaria, abandonada por Exusiai, Dynamis y Kyriotetes. Así, en la región del Sol, mediante nuestra comunidad con estos Seres, es como la bondad se hace realidad. Si nuestros pensamientos no han sido buenos, no entendemos su lenguaje; si no hemos realizado nada bueno no podemos presentarnos ante ellos. El efecto de nuestra bondad es toda la realidad en la región del Sol.

Este estudio continuará en la conferencia de mañana.

Traducido por J.Luelmo dic.2023

GA109 Viena, 15 de junio de 1909 Teosofía y Ocultismo Rosa- Cruz- Inauguración de la rama de Breslau - Wroclaw

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Inauguración de la rama de Breslau - Wroclaw

RUDOLF STEINER

 
Viena, 15 de junio de 1909 

Cuando hay que pronunciar palabras con motivo de la inauguración de una rama, es más importante explicar la finalidad y el objetivo del trabajo científico-espiritual que aportar revelaciones significativas sobre los secretos de los mundos superiores. Si queremos visualizar el significado de la visión espiritual-científica del mundo para el alma humana, debemos dirigir nuestra mirada hacia y a través de diversas áreas.

Imaginen ustedes a una persona de los siglos XIII-XIV. Su vida transcurría en una época en la que aún no se había inventado el arte de la imprenta, que en los tiempos modernos ha ejercido una influencia tan poderosa en el alma humana. Imagínense a una persona de aquella época y pregúntense qué pasaba en su alma cuando, por ejemplo, volvía su mirada al cielo. Tal persona, cuyos puntos de vista aún no estaban influidos por el conocimiento acumulado y la erudición material, como los de una persona que vive hoy en día, veía el espacio resplandeciente con el sol durante el día e iluminado por el brillo de las estrellas por la noche, y su alma sentía que el espacio del universo estaba impregnado de fuerzas y seres espirituales. Él los sentía. A través de los medios de la cultura de aquel tiempo, surgieron en él ideas de hechos divino-espirituales, y los sentía directamente. Y así fue cuando veía las plantas que crecían de la tierra en primavera: su alma sentía esta naturaleza iluminada y llena de fuerzas de seres divino-espirituales.

Este sentimiento, esta percepción directa de las fuerzas espirituales de la naturaleza, retrocede cada vez más a medida que nos vamos acercando a la época actual. Esto no pretende ser una crítica despectiva de esta última, pues la retirada de este sentimiento va acompañada de la aparición de una forma diferente de reconocer la naturaleza, de una visión más intelectual y externa del mundo, y es muy correcto que la gente haya aprendido así a dominar las fuerzas de la naturaleza, a explorar el mundo en miniatura con microscopios y a seguir el curso de las estrellas por el espacio con telescopios. Es cierto que la gente se siente orgullosa hasta cierto punto de poder seguir aumentando su dominio de las fuerzas de la naturaleza, pero al mismo tiempo debemos darnos cuenta de que como consecuencia de ello han cambiado todos los impulsos humanos.

Cuando la gente solía mirar las estrellas, se decía a sí misma: siento lo divino-espiritual en las estrellas. Hoy, sin embargo, sólo ve los cuerpos físicos, y es difícil para la gente de hoy imaginar lo divino-espiritual. La humanidad ha perdido realmente la comprensión de esta visión divino-espiritual. Sin embargo, es cierto que incluso hoy en día hay muchas almas que están maravillosamente conmovidas por la comprensión de lo divino-espiritual. El alma tiene sed de imaginar que el espacio está lleno de lo divino-espiritual, lleno de un poder espiritual, y tiene necesidad de comprender lo divino.

Ahora bien, el desarrollo material descrito ha progresado tanto que precisamente los más serios y ávidos investigadores de la verdad han ido asumiendo poco a poco que sentir algo divino en el mundo sólo puede tratarse de una idea infantil, y que la humanidad ha entrado ya en una edad más madura en la que hay que dejar de lado los puntos de vista superados. Incluso el niño en la escuela está expuesto a una dicotomía que conlleva las más profundas consecuencias para la vida. Por un lado, a los niños se les enseña ciencia de forma puramente materialista, por otro lado se les enseña religión. Sin que exista un puente, un nexo de unión entre ambas. ¿En qué se convertirá esto más adelante en la vida? Se podría decir que toda la humanidad está dividida en dos bandos, según las consecuencias que se deriven de esta dicotomía. Por un lado, están los que se han vuelto indiferentes y ya no se preocupan por nada, y por otro, los que adoptan una visión trágica, cavilan y sin embargo no se aclaran, desesperando finalmente de la solucionabilidad de los enigmas de la vida. La humanidad pensante realmente se divide en estos dos bandos. Tal vez sean sólo las mentes más sencillas las que han conservado cierto sentimiento por lo espiritual. Aquellos que no se limitan a observarlo todo externamente saben que fue precisamente a mediados del siglo XIX cuando el peligro de que la humanidad se sumergiera por completo en la vida materialista fue mayor. Todo el ánimo y el estado de ánimo del hombre se convirtieron en un sentimiento y una sensibilidad materialistas. Hubo un terrible peligro para la humanidad. ¿Saben lo que habría sucedido si la ciencia espiritual no hubiera intervenido? El modo de pensar se habría hundido cada vez más en aguas materialistas. Las formas de pensamiento se habrían endurecido cada vez más y se habrían osificado cada vez más, sus delimitaciones se habrían vuelto cada vez más nítidas e inmutables en lugar de adaptarse en un flujo vivaz. Nadie habría sido capaz de sentir por los demás o con los demás, y sólo cada uno se habría sentido bien sólo para consigo mismo y habría despreciado y odiado a cualquiera que pensara y sintiera de otra manera. El pensar habría recibido formas completamente rígidas, desprovistas de todo amor, y el espíritu habría quedado finalmente tan relegado a un segundo plano que se habría hecho imposible para siempre una relación, y se habría perdido el camino hacia el mundo espiritual. La Tierra se habría convertido en una luna. Por esta razón, aquellos que tienen una visión de los mundos espirituales superiores han traído la ciencia espiritual a la humanidad. ¿De qué fuentes fluyen estas enseñanzas destinadas a salvar a la humanidad de este gran peligro?

Es oportuno decir algo sobre esto en un día en el que se va a inaugurar un grupo de trabajo recién formado. Estas fuentes todavía están ocultas para la mayoría de la gente, pero gradualmente se irán revelando cada vez más. Pero la ciencia espiritual se fundó a partir de estas fuentes. Pues bien, ¿Qué sostiene la ciencia espiritual? Dice muchas cosas que la gente común no percibe con sus sentidos ordinarios. Por ejemplo, dice que el hombre no consiste meramente en el cuerpo exteriormente visible, sino que tiene cuatro miembros; que además del cuerpo visible posee también un cuerpo vital o etérico invisible para la gente corriente, además un cuerpo sensorial o astral, y en cuarto lugar el yo, que va de encarnación en encarnación para completar un desarrollo progresivo en mucho tiempo. La ciencia espiritual nos dice aún más. Nos dice, por ejemplo, que la Tierra misma también experimenta un desarrollo de encarnación en encarnación, un desarrollo de naturaleza cósmica. Nos muestra además que el sol y los planetas desempeñan los papeles más importantes en este proceso de desarrollo, y que la existencia de todos estos cuerpos del mundo y sus procesos está relacionada con la existencia de seres espirituales.

¿Qué es todo esto? ¿Dónde se encuentran las fuentes de estas verdades? Éstas provienen de los iniciados. ¿Y quiénes son los iniciados? Son aquellos cuyos ojos espirituales están abiertos y que, por lo tanto, hablan del mundo espiritual porque conocen este mundo espiritual. Son los que ven entre los ciegos. Fichte ya aludió a esta relación y, en efecto, para el vidente, las cosas espirituales son tan reales como las físicas, es más, mucho más reales, pues para él estas últimas no son más que la expresión de las primeras. Por supuesto, mucha gente opinará, cuando un vidente habla de cuerpos etéricos, cuerpos sensoriales, etc., y de otras manifestaciones de naturaleza espiritual, que es un soñador y un fantasioso que toma teorías e hipótesis por realidades. El vidente comprende perfectamente que aquellos que no ven pueden hacer tales objeciones. En una sociedad de ciegos físicos, no importa cuánto y con qué precisión se hable de los colores y la luz, para los ciegos sigue siendo teoría, pero el vidente físico no podrá abrir el concepto, la realidad real del color y la luz a los ciegos físicos. Para ello, el ciego tendría que ser capaz de ver por sí mismo, y el mundo de la luz sólo puede abrirse al ciego operado con éxito.

Intentemos visualizar esta relación con otra imagen. Imaginemos que tenemos ante nosotros un gran recipiente con agua, y supongamos que hay una persona que no puede ver el agua con sus sentidos, no puede sentirla, no puede percibirla en absoluto. Para esta persona, el recipiente estaría vacío. Ahora supongamos además que pudiera haber alguna forma de hacer que las corrientes frías actuaran sobre el agua, provocando su congelación. Al principio, se formarían agujas de hielo aquí y allá, que luego podrían agruparse hasta formar grumos. Pero como el hielo es un cuerpo sólido, una persona que no tenga sensibilidad para el agua podría percibir las partículas de hielo que se forman. ¿Qué percibe? Percibe que se está formando hielo. ¿Pero de qué se forma? De la nada. Así es como el iniciado se relaciona con los demás. Donde ellos no ven nada, él ve. Pero ahora los hombres dicen: ¿Cómo puedo creer lo que no puedo verificar? Y puesto que no puedo hacerlo, ¿Qué sentido tendría ocuparse de tales cosas a priori, involucrarse en tales cosas? Los dogmáticos filosófico-monistas en particular exigen lo siguiente: que a priori se admita todo lo que ellos mismos afirman y, en segundo lugar, que nadie sepa más de lo que ellos mismos saben.

Ellos se presentan como los infalibles que pueden determinar los límites del conocimiento. El verdadero iniciado nunca negará los hechos investigados científicamente, sino que reconocerá favorablemente las verdades y los méritos de la ciencia. Sin embargo, debe negarse a admitir que el dogmático científico sea capaz de determinar los límites del conocimiento. El científico está orgulloso del conocimiento, en contraste con la fe. Pero cuando se habla de creer y no creer y el científico opina que los resultados de sus investigaciones están libres de creencias, se equivoca. Es sencillamente imposible investigar y enseñar algo sin creer. Por ejemplo, la teoría de las células. Tenemos en los libros las hermosas ilustraciones de las células, las divisiones celulares, la vida celular y demás, clara y distintamente, con todos los detalles. ¿Pero cuántos de nosotros hemos visto esto por nosotros mismos con tanta claridad? Todos creemos que es así. Incluso los profesores universitarios que enseñan esto rara vez lo han visto todo por sí mismos, y sin embargo lo enseñan. Ellos no han podido verlo por sí mismos porque es tan difícil y raro de observar que sólo unos pocos individuos logran verlo, y además porque en la realidad no es tan claro y nítido como parecen las ilustraciones. Piensen en la embriología. Partiendo de cada momento del embarazo se cree saber exactamente cómo es el embrión. Pero cuán extremadamente raro es que un investigador pueda llegar a saberlo, por ejemplo, a través de una muerte súbita que se produce en un momento determinado del embarazo. Cuántos investigadores no han visto nunca lo que enseñan. Hasta que él mismo no lo vea, tiene que creer, y los demás con él. Y sin embargo exige de la ciencia espiritual que no se crea, y que nadie sepa más que él mismo. La esencia del iniciado es que puede ver en el mundo espiritual. Con los iniciados, las fuentes son el conocimiento científico espiritual.

Sí, pero ¿De qué les sirve esto a quienes no poseen este conocimiento? Permitan que una parábola les enseñe esto. Observen esta estufa. Ahora imaginen que alguien se para frente a esta estufa y le dice: ¡Tú estufa, fuiste hecha para calentar, recuerda tu misión y calienta la sala! - ¿Lo hará? ¿Servirá de algo el discurso? No, la estufa no se moverá. Pero no le hables, trae leña y carbón y enciéndela, entonces cumplirá su misión.

Así ocurre con la comunicación de las verdades científico-espirituales. Son el combustible del alma humana. Durante miles de años, a la gente se le ha predicado moralidad y se le ha dicho: ¡Sed buenos, amaos los unos a los otros! ¿Pero lo hacen? ¿Acaso no se ve muy mal a pesar de todas las enseñanzas de la iglesia cristiana? En una ciudad del sur de Alemania, un pastor me dijo una vez: Lo que usted dice sobre los Evangelios, no puedo objetarlo en absoluto, pero ¿Qué sentido tiene formar pequeños reductos espirituales-científicos aquí y allá, cuando la iglesia lleva a cabo una educación práctica a la mayor escala? Sí, si este pastor tuviera razón, entonces no tendría sentido. Pero no tiene razón, porque si la iglesia cumpliera su tarea en toda su extensión, ¿Por qué siguen existiendo tantas maldades? ¿Acaso la gente va a la iglesia? La iglesia no predica moral práctica, predica moral de estufa. Hoy en día, no hay mucha gente que mejore con la mera persuasión. Y ahora incluso las personas más capaces han dado la espalda a la iglesia. Y si esto siguiera así, los seguidores de la iglesia serían cada vez más escasos y el materialismo se extendería cada vez más, hasta que un día no quedaría gran cosa de la iglesia. Para eso ha venido la ciencia espiritual, para proporcionar el combustible. Es material de calefacción, pues la mera comunicación de hechos de los mundos espirituales tiene un efecto atractivo y favorable sobre el desarrollo espiritual del individuo, favorable no sólo en relación con la moralidad, sino también en relación con la visión espiritual.
También hay entre los científicos espirituales quienes opinan que uno sólo debe ser bueno y noble y esforzarse por la perfección, entonces los ojos espirituales eventualmente se abrirían por sí mismos. Al mismo tiempo, creen que se debe hacer caso omiso de la comunicación de las verdades superiores y que sólo se debe esperar a poder ver por uno mismo hasta que el velo se levante por sí mismo. Los que piensan así se equivocan. Juzgan mal el carácter de tales mensajes en su efecto como material de calentamiento. Se trata de suscitar en el alma vibraciones que no le llegarían de otro modo ni por sí mismas.

Pero, ¿Qué es lo que puede y debe encenderse en el hombre si comprende y promueve su correcto desarrollo, tal como la ciencia espiritual se propone hacer? Para ello debemos remontarnos muy atrás. Debemos remontarnos a la antigua civilización india, que llamamos la época de los siete Rishis. Estos fueron los iniciados de la época que guiaron el desarrollo de la humanidad. Cuando, desde su visión espiritual, hablaban a la gente de lo Más Alto, decían: Por encima de todo ser, irreconocible, inescrutable, yace una causa, un ser que llamamos Vishva-Karman, pero que sólo podemos adivinar. Está, por así decirlo, demasiado lejos para que podamos reconocerlo. Sin embargo, después de nosotros, mucho más tarde, se acercará a la humanidad. Luego, en una época cultural muy posterior, otro iniciado habló de este ser. Era Zaratustra, no el histórico, sino un predecesor suyo. Cuando se dirigía al pueblo en su antigua lengua sagrada persa, cuyo esplendor apenas puede describirse hoy, decía: "Veo al ser más elevado en el sol, alrededor del sol. ¡Él está en la atmósfera del sol! - Y por eso lo llamó: Ahura Mazdao, la gran aura, en contraste con el hombre, la pequeña aura. Reconoció en la gran aura una imagen o modelo para la pequeña aura, el ser humano. Ahura Mazdao es igual a Ormuzd. Y predicó que Ahura Mazdao se revelaría un día en el hombre. Él previó eso. Pero también vio que hay fuerzas en el hombre que obstaculizan y lo alejan de la revelación del ser supremo dentro de él. A estas las llamó Ahriman, el maligno.

Más tarde, en otra época cultural, tenemos a otro gran iniciado. La comprensión le había llegado aún más cerca. Con los Rishis el ser supremo estaba, por así decirlo, oculto en el espacio a una inmensa distancia, con Zaratustra había avanzado hasta el sol, pero con Moisés la comprensión estaba ya al alcance de la mano. En la zarza ardiente que habló a Moisés tenemos el aura como componente de los elementos terrestres. Moisés reconoció que el ser más elevado está presente en la tierra. Para el iniciado, el ser había descendido a la tierra a través del sol. Ahora vivía en los elementos. Y cuando Moisés preguntó al ser qué debía decir al pueblo, éste le dijo: "Yo soy el Yo-soy, Yahvé". Así tenemos la explicación de que el ser había venido a desplegarse en el yo del hombre. En aquella época todavía no era así. En aquella época el hombre aún no había hecho que la conciencia del Altísimo se desplegara en su interior. Moisés, sin embargo, sabía que esto iba a suceder.

Y aún más tarde, llegó otra persona que se convirtió en clarividente: Pablo. Él sabía que ese ser supremo estaba encarnado en Jesucristo. Pero no podía creer, no podía entender que ese ser tuviera que morir en la cruz. Entonces fue iniciado. El hecho de que pudiera ser iniciado se debió a la peculiar circunstancia de haber nacido prematuramente. Un nacimiento prematuro, una persona que no ha nacido durante nueve meses completos, es una persona que no ha descendido tan profundamente en la materia, por lo que la visión del mundo espiritual le resulta más fácil. Y cuando Pablo se hizo clarividente, reconoció que el ser supremo vivía en Cristo. Ahora había cobrado vida realmente en el hombre. Por eso Cristo dice en la Última Cena: "El pan es mi cuerpo, el vino es mi sangre". Pan: tierra; vino, savia: espíritu.

Aquí es donde quería llegar hoy, para que ustedes sientan lo que significa que un ser así se haya acercado a la tierra, haya descendido a la tierra. Y esto sucedió en el Gólgota. ¿Realmente ese ser fluyó sobre la tierra en el Gólgota? Consideremos y comparemos el tiempo, digamos seiscientos años antes del nacimiento de Cristo con el tiempo seiscientos años después del nacimiento de Cristo. ¿Qué sucedió allí, cuál es la diferencia?

Seiscientos años antes de Cristo, vivía Buda. Vivía en un palacio real. Luego salió al campo y aprendió sobre la vejez, la enfermedad, la pobreza, la muerte y los cadáveres. Vio que toda la vida humana es sufrimiento: la vejez es sufrimiento, la enfermedad es sufrimiento, la pobreza es sufrimiento, la muerte es sufrimiento, el nacimiento es sufrimiento, vivir separados de los que amamos es sufrimiento, en resumen, toda la existencia es sufrimiento. Por eso se dijo a sí mismo, y así se lo enseñó a la gente: debéis desaprender vuestra sed de existencia.  Aquí tenemos la desesperada renuncia a la creación.

Pero seiscientos años más tarde llegó el Gólgota. Allí vemos una cruz erigida como símbolo y un cadáver humano en la cruz. Y la gente mira al cadáver y se da cuenta de que existe la curación de todo sufrimiento. Esa es la diferencia. La gente ya no ve en la muerte el signo del sufrimiento, sino el signo de la curación del sufrimiento. Pueden salir victoriosos de lo que hay aquí en la vida. Y eso significa: un fruto es llevado a la otra vida.

Si el hombre comprende ahora que el nacimiento y la vida no son sufrimiento, sino que conceden la posibilidad de salir del sufrimiento, porque la vida da la oportunidad de desarrollar lo espiritual, que conduce más allá de todo sufrimiento, entonces la vejez ya no es sufrimiento, sino un acercamiento al fruto de la vida; la muerte ya no es sufrimiento, sino redención; la no unión con los que amamos ya no es sufrimiento, si uno se ha unido al Ser-Cristo de Todo Amor y envuelve en su amor a todos los seres de todos los mundos.

Todo esto se sintió seiscientos años después de Cristo, y desde entonces el hombre ha podido sentirse conectado con el Cristo, el Espíritu del Sol, que es también el espíritu de la tierra, que, al impregnar la tierra, impregna también a cada uno de nosotros, y que despierta la dulzura, el calor, el amor en nuestras almas, que despierta el Todo-Amor y transforma la tierra.

Y como la ciencia espiritual no enseña moralidad comunicando verdades espirituales, sino que establece una moralidad práctica, construirá para el hombre más moderno el puente que conduce al mundo espiritual. Puede ser que los que están a la cabeza de la cultura actual, las principales figuras de la industria y la erudición, los que marcan la pauta, sonrían ante estos pequeños reductos de la ciencia espiritual y ante lo que allí se investiga. ¡Que piensen lo que quieran! Hubo una vez una poderosa civilización romana, aquella antigua Roma imperial, que aún hoy admiramos en sus ruinas. El enorme y antiguo Coliseo era el lugar donde se quemaba incienso para cubrir el vapor ascendente de la carne de los cristianos despedazados por las fieras. Eso era la antigua Roma, a la luz del día. ¿Y abajo? Descendamos a las catacumbas. Allí encontramos a los primeros creyentes del Cristianismo, del Misterio del Gólgota, perseguidos y despreciados. Allí abajo, escondidos, adoraban a Cristo, allí realizaban sus actos simbólicos, allí abajo se fundaron las primeras comunidades cristianas. Aunque pequeños en número y despreciados, no dudaron. Abajo hay una pequeña multitud, despreciada y rechazada, arriba hay una gran multitud que marca la pauta: unos siglos más tarde, la antigua Roma ya no está allí, pero los que estaban abajo, el mundo inferior, han ascendido. Dentro de unos siglos, la ciencia espiritual también ascenderá por encima de la industria, la erudición y las comunicaciones humanas modernas. Sin embargo, no sientan esto con orgullo, sino con humildad, cuando se comparen en sus pequeños reductos con la Roma subterránea. Y si imaginan que la gloriosa ciencia actual será aplastada ante la ciencia espiritual, imagínenlo sólo con humildad. Si llevan este sentimiento con ustedes a partir de esta hora, para que siempre permanezca vivo en ustedes, entonces cooperarán en la difusión del amor humano universal, y entonces se sumergirán en una nueva cultura.

Invoco a todas las fuerzas espirituales buenas para que velen por la rama recién fundada y les ayuden a alcanzar el objetivo y a facilitar su trabajo.

Traducido por J.Luelmo dic.2023


GA109 Viena, 14 de junio de 1909 -Teosofía y Ocultismo Rosa-Cruz - Buda y Cristo

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Buda y Cristo

RUDOLF STEINER

 
Viena, 14 de junio de 1909 

Hoy en día, surgen a menudo preguntas en la Asociación Teosófica, y especialmente entre sus miembros jóvenes, que merece la pena examinar con más detalle. Una de estas preguntas, que se plantea muy a menudo, es la siguiente: ¿Por qué debemos dedicar tanto tiempo al estudio profundo de la Teosofía? ¿Por qué agobiarnos con todo el lastre de las teorías sobre el origen del cosmos, desde el principio primordial hasta la construcción del hombre con sus diversos cuerpos y principios? -Además: la doctrina de las múltiples encarnaciones que el hombre tiene que vivir y la doctrina de la ley de causas y efectos, ¿Para qué necesitamos todo esto? ¿No llegaremos mucho más lejos si absorbemos el lado ético de la enseñanza teosófica para desarrollarnos mejor y convertirnos en buenos seres humanos? Después de todo, ¿No es esto lo principal? Entonces, ¿Para qué tanto estudio?

Efectivamente, eso es también lo principal, ¡que nuestra alma se desarrolle! Pero para llegar a esto, primero es necesario abrazar las altas enseñanzas de la Teosofía. Podremos desarrollarnos y trabajar sobre nosotros mismos más rápido y mejor si sabemos cómo está compuesto el ser humano, cómo está conectado con el cosmos, si aprendemos que toda la evolución del mundo, al igual que la nuestra, está influenciada y guiada por seres superiores. Pero ahora podemos preguntar a su vez: ¿De dónde proceden todas estas ciencias y teorías? ¿No es la Teosofía una visión del mundo, una filosofía tan buena como cualquier otra, digamos la de Haeckel, Kant y Schopenhauer? - No, la Teosofía no lo es. Aquéllas están incorporadas, moldeadas en ciertas formas, digamos dogmas; visualizan un cierto sistema. Pero con la cosmovisión teosófica es muy diferente: se trata de la vida fluyente que penetra en la humanidad desde los mundos superiores, y Su sabiduría nos es anunciada por seres iluminados, iniciados, que por su poder clarividente ven el mundo espiritual tan claramente, incluso mucho más claramente, de lo que nosotros vemos el mundo de los objetos que nos rodea. Los iniciados tienen el deber de enseñar a la humanidad; durante los últimos treinta años ellos han recibido a su vez este mensaje de los seres superiores que ya se han elevado por encima del desarrollo del hombre, de los maestros de la armonía de las sensaciones, de estos seres sublimes que influyen realmente en todas las corrientes espirituales de nuestra tierra y permiten gradualmente que fluya más y más de su sabiduría en el mundo a medida que el hombre se eleva más y más en su desarrollo. Ahora la pregunta podría hacerse de nuevo: ¿Es suficiente para nosotros, la gente corriente, que sólo aprendamos a comprender estas enseñanzas? ¿No tendríamos que convertirnos todos en iniciados para comprender la Teosofía?

En efecto, todas las personas que se encuentran en una cierta etapa de desarrollo deben esforzarse por convertirse en iniciados a través de los métodos proporcionados, los cuales, sin embargo, sólo pueden favorecer un desarrollo exitoso de los poderes latentes en el alma, a través de la fuerza moral. Pero incluso aquellos que aún no están preparados para desarrollar estos poderes, que sólo pueden absorber y aprender a comprender las sublimes enseñanzas de la Teosofía mediante el estudio y la ayuda de su maestro, también ellos gozan ya de un gran privilegio. Cuando se encuentran en el reino astral después de la muerte, están en el mismo nivel que su maestro; él no tiene nada por adelantado, ha devuelto a sus discípulos todo lo que había ganado para sí mismo, no ve más que sus discípulos, no ha dado por egoísmo para elevarse más alto él mismo. No hay egoísmo en los mundos superiores ni entre los verdaderos iniciados; sólo dan para ayudar a la humanidad.

Probablemente también surge otra pregunta en los teósofos cuando se dicen a sí mismos: "Si después de todo tengo que pasar por tantas encarnaciones, entonces puedo esperar con mis estudios hasta la próxima encarnación; ahora tengo tantas otras cosas que hacer, que también estoy demasiado acomodado para ello". Esto sería como si el lirio del valle dijera: Soy demasiado perezoso para florecer ahora, quiero refugiarme en la tierra por un tiempo, prefiero esperar hasta octubre. Pero en octubre ya no encontraría las condiciones para florecer. Y lo mismo sucederá con el hombre: si en esta vida rechaza la oportunidad de recibir las verdades espirituales que se le ofrecen, por razones de conveniencia o de otro tipo, puede estar seguro de que en esta vida ya está creando las condiciones que le impedirán poder aceptarlas en absoluto en la vida siguiente.

El acontecimiento del Gólgota proporcionó el impulso para que el hombre pudiera asimilar estas verdades. En él reside la semilla de que pueda llevarse a cabo la realización espiritual de la evolución humana.

Echemos un vistazo a las fases de desarrollo de la humanidad retrocediendo seiscientos años antes de la aparición de Cristo Jesús en nuestra tierra y hasta seiscientos años después de este acontecimiento. Seiscientos años antes de Cristo, el elevado ser de Buda se encarnó en la personalidad de Siddharta Gautama, que aportó una maravillosa enseñanza a millones de personas a través de su sabiduría. Era hijo de un rey, protegido y resguardado desde una edad temprana de toda miseria, vicio y sufrimiento que el mundo comporta. Cuando maduró y logró cruzar los límites del jardín de su palacio, se enfrentó por primera vez a la vida en toda su realidad. Se encontró con un mendigo envuelto en harapos y con un enfermo, y finalmente vio un cadáver; de ello aprendió que todo en la tierra no es más que sufrimiento. El nacimiento es sufrimiento, la muerte es sufrimiento, estar separado de los seres queridos es sufrimiento, no recibir lo que uno desea es sufrimiento, estar unido a los que uno no ama es sufrimiento, no recibir lo que uno desea es sufrimiento, y recibir lo que uno no desea es sufrimiento. Por eso dice: Todo lo terrenal es vano, por eso el hombre debe negar la vida, desprenderse de todo lo terrenal; la sed de existencia debe extinguirse, pues todo es maya. Él ya no regresó a su palacio real, sino que se internó en el desierto.

¿Cómo había progresado el desarrollo humano seiscientos años después del suceso de Palestina? Buda había dicho: Todo es sufrimiento, la vida es sufrimiento, la muerte es sufrimiento, por lo tanto suprime tu afán de existir. Cristo, en cambio, nos mostró que podemos superar todo sufrimiento a través del amor precisamente profundizando en la vida, que al superar el materialismo a través del espíritu, también salvamos el espíritu en un mundo superior y así también superamos la muerte. Seiscientos años antes de Cristo Jesús, Buda había alcanzado la certeza de que la muerte es sufrimiento a través de la visión del cadáver y así enseñó al mundo; Cristo mostró al mundo seiscientos años después, a través de su propio cadáver en la cruz, que la muerte no es sufrimiento sino vencedora del sufrimiento del mundo, que no trae destrucción sino nueva vida. Tras su muerte, Cristo trajo la luz al mundo astral. Y desde que la sangre fluyó en el Gólgota, el aura de la Tierra también ha cambiado, y es este nuevo principio en el aura de la Tierra el que infundió el impulso Crístico en la humanidad. Veamos más de cerca la afluencia de esta elevada individualidad que trajo el impulso Crístico a la tierra.

oAl remontarnos a tiempos lejanos, cuando los santos rishis proclamaban la alta sabiduría de Vishva-Karman, el gran dios sol, descubrimos que hablan de la misma individualidad que más tarde proclama Zaratustra, a la cual denomina Ormuzd y cuya forma física ve en Ahura Mazdao, la gran aura solar. Y esta gran entidad es también la misma que se le aparece a Moisés en la zarza ardiente del monte Sinaí, la misma individualidad solar espiritual que se inclinaba cada vez más hacia abajo desde el sol, que se acercaba cada vez más a la tierra, y que, cuando Moisés preguntó:  ¿Qué le diré al pueblo cuando me pregunte quién eres? Aquel ser respondió: "¡Yo soy el yo soy, el que era y el que seré!" y que le anunció que cuando llegara el tiempo de que la tierra lo recibiera, moraría entre nosotros en carne y hueso. ¿Cuándo se produjo ese momento? Este momento se produjo cuando nació un cuerpo puro que podía servir de portador de aquel elevado ser. Y este portador fue el cuerpo de Jesús de Nazaret, en el que habitó durante tres años. Este gran misterio: la vida del ser divino en un cuerpo terrenal, su muerte en el Gólgota, subyace al desarrollo que ahora sigue como sustancia e impulso de poder.

No fueron sólo las enseñanzas de Cristo las que propiciaron la difusión del cristianismo; otros fundadores religiosos ya habían proclamado las mismas enseñanzas. Durante la vida de Cristo, el pequeño grupo de cristianos era tan poco conocido que incluso había muchos países en los que la gente no sabía nada de la existencia de Cristo. Entonces, ¿Qué fue lo que más tarde hizo que se extendiera el cristianismo?  Fue la gesta de Cristo Jesús la que se materializó en la tierra. Sólo a través de él se depositó en nosotros el impulso cristiano. Pablo se convirtió en el verdadero propagador y fundador del cristianismo sólo después del suceso de Damasco. Incluso él, que había recibido y asimilado las enseñanzas de Cristo Jesús, no podía llegar a creer y confesar a Cristo Jesús, porque no podía creer que una deidad tuviera que tomar sobre sí la ignominia de la muerte en la cruz. ¿Qué fue lo que le llevó a creer en él? No fue otra cosa que de repente se volvió clarividente y que vio la imagen del Cristo vivo en el mundo astral, en el aura terrestre. Entonces se dio cuenta de que el Cristo Jesús no había muerto, sino que seguía conectado con el mundo. La humanidad sólo se dará cuenta de lo que es el Cristo en un futuro lejano. El Cristo es el espíritu planetario de nuestra tierra, el espíritu que descendió a nosotros desde el sol desde el principio, que, abandonando las altas regiones, descendió cada vez más profundamente en las esferas hasta materializarse en Jesús de Nazaret, para despertar en nosotros el impulso Crístico mediante este gran sacrificio, cuyo más alto despliegue es la meta de nuestro desarrollo terrestre, que sólo habrá cumplido su propósito cuando todos los hombres hayan llegado a ser como era el maestro.

Las palabras pronunciadas por Cristo: "Quien come mi pan me pisa" deben tomarse literalmente, pues Cristo es el espíritu de nuestra tierra, la tierra es su cuerpo físico. A través del acontecimiento del Gólgota, cuando el espíritu de la gran individualidad solar divina abandonó el cuerpo de Jesús de Nazaret, y en el momento en que la sangre brotó de las heridas, sucedió algo significativo para la humanidad. Supongamos que un clarividente hubiera observado el aura de nuestra Tierra desde otro planeta en este formidable momento, habría percibido un gran cambio en ella: habría descubierto en el aura un nuevo color, algo así como otro elemento que antes no había estado en ella, y que a partir de ese momento fertilizó a la humanidad para que pudiera absorber en sí misma el principio cristiano del amor y la abnegación.  Si ahora tratamos de hacer nuestras estas verdades mediante el estudio profundo de las enseñanzas teosóficas, aprendiendo a comprender que toda la evolución cósmica y humana en todos sus detalles está enlazada con la intervención de poderes superiores, con el trabajo de las jerarquías espirituales, y que todo nuestro desarrollo espiritual está guiado por ellas, Sólo cuando esto se haya convertido en una certeza para nosotros, sólo entonces la alta sabiduría sublime obrará en nosotros de tal manera que la ética de las enseñanzas teosóficas reciba su verdadera consagración, que calienta nuestra alma desde dentro a través de su propia constatación de las verdades, de modo que también sea capaz de llevar los verdaderos frutos de la teosofía o ciencia espiritual a la vida práctica. Sólo cuando aprendamos a comprender al Cristo y con ello todo su significado para nuestro desarrollo en la tierra, como nos enseña la antigua sabiduría de la Teosofía, que nos conduce a los secretos de la idea de la creación y nos revela el propósito de nuestra existencia, sólo entonces podremos captar la maravillosa ética de la enseñanza teosófica con toda nuestra alma, tal como debe ser captada.

Los más bellos sermones morales y consideraciones éticas ayudan muy poco al hombre. A menudo veremos en el mundo que sólo se convierten en un hábito piadoso, pero sirven de muy poco. Es como si uno le dijera a esa estufa: Querida estufa, cumple con tu deber moral de buena estufa y calienta mi habitación. Esperará un rato, pero no se calentará. Sin embargo, si le das a esta estufa material de calefacción, extenderá un calor acogedor al cabo de poco tiempo. Lo mismo ocurre con las personas. Predícale moral y ética todo lo que quieras, que de poco te servirá. Pero si le das material de calefacción para su espíritu, éste se calentará en su interior y cumplirá con su deber en el mundo desde su alma, no porque tenga que hacerlo como persona moral, sino porque no puede hacer otra cosa según su naturaleza interior. Si llevamos la ciencia espiritual a la vida, sea cual sea la profesión que emprendamos, se producirá un cambio en todas partes. Piensen: ¡qué manera diferente de pensar produciría en la profesión jurídica, por ejemplo, especialmente en la era del derecho, donde el abogado a menudo no sabe cómo ayudarse a sí mismo frente a una masa de párrafos y artículos legales! Cada caso se trata y se considera sólo como un número, categorizado de una determinada manera. Si el abogado creyera en la ciencia espiritual, miraría a toda la naturaleza que le rodea, a toda la humanidad, a cada persona con ojos completamente diferentes, aprendería a comprender mejor a su cliente porque se sentiría uno con él. Su pensamiento, que, como todo pensamiento forzado a ciertas formas, esquemas y dogmas sin ciencia espiritual, se volvería rígido, en cambio se volvería más flexible, más fluido, se expandiría, y por lo tanto, si tuviera un pensamiento espiritual, contribuiría a la salvación de la humanidad. Y tomemos al médico: se le abriría un campo completamente diferente, mucho más amplio. Aquí ya estamos bien encaminados, pues ya hay muchos médicos que, gracias a la iluminación de la ciencia espiritual, trabajan en esta dirección. Por todas estas razones, una vez que hayamos estudiado y comprendido diligentemente las enseñanzas de la ciencia espiritual, debemos llevar sus frutos a la vida práctica para beneficio y salvación de la humanidad.

Traducido por J.Luelmo dic,2023

GA109 Budapest, 12 de junio de 1909 Teosofía y Ocultismo Rosa-Cruz -Algunas cosas sobre el karma, la reencarnación y la iniciación

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Teosofía y Ocultismo Rosa-Cruz

RUDOLF STEINER

ACERCA DEL KARMA, LA REENCARNACIÓN Y LA INICIACIÓN

Budapest, 12 de junio de 1909

Hemos oído que los atlantes todavía sentían conscientemente el mundo espiritual como su hogar, cuando experimentaban la consciencia diurna. En el mundo físico experimentaban la llamada conciencia nocturna. Posteriormente hemos seguido el descenso de la humanidad durante la era post-atlante a través de las diferentes épocas culturales hasta la greco-latina cuando Cristo Jesús apareció en la tierra.

Ahora estudiaremos una vez más nuestra propia época, la quinta época cultural. Debido a que la inteligencia de los hombres se dirige hoy únicamente al plano físico, la humanidad ha descendido mucho más profundamente en el mundo físico de lo que estaba en las otras épocas principales de la cultura. El materialismo ha conducido a un tremendo auge del poder y la actividad intelectuales, con la mera satisfacción de las necesidades físicas en mente. El sello típico de nuestra época se ha hecho patente, por ejemplo, en los grandes almacenes. La cultura de la época actual trabaja sólo para las necesidades del plano físico, pero lo hace con una sutileza hasta ahora inalcanzada. Para el ocultismo está claro, pues, por qué el contraste entre religión y ciencia, expresado como está en los muchos movimientos diferentes, es tan grande y la hendidura entre ellos tan amplia. El conflicto entre religión y ciencia, bajo el cual sufre también el arte, se manifiesta siempre cuando desciende el nivel de la cultura. Esto puede detectarse en la ciencia actual, que se ha enredado irrevocablemente en un modo de pensamiento materialista y abstracto. 

La filosofía no es algo absoluto, sino un modo de pensamiento que ha surgido en el curso de la evolución; tiene ciertos antecedentes y debe ser susceptible de cambio. Antes de que existiera el pensamiento filosófico, (que se originó en el siglo VI a.C. entre los griegos), el tipo de conocimiento entonces vigente era un extracto de la sabiduría contenida en los Misterios. La fuente de esta sabiduría era la experiencia interior del alma, experiencia en la que se revelaban los secretos de los acontecimientos del mundo. Cuando el alma humana perdió la antigua facultad de la visión intuitiva, comenzó el análisis intelectual de las percepciones sensoriales y anímicas. Pero en los primeros tiempos, a través de la visión interior que aún era posible para los filósofos, o a través de la tradición, aún conocían la existencia de la antigua sabiduría de los Misterios y aplicaban a ella la facultad intelectual que entonces se estaba desarrollando. 

La videncia seguía siendo la fuente de la sabiduría de Pitágoras y Platón; Aristóteles, fundador de la lógica, fue el primero en aplicar la técnica del pensar puro. El aristotelismo dominó el modo de pensar durante toda la Edad Media y vivió su apogeo en la Escolástica. Pero poco a poco se abrió un abismo entre el conocimiento y la fe. Entre la razón y su técnica mental, por un lado, y la verdad suprasensible, por otro, surgió una escisión que encontró su máxima expresión en Kant. En él y en su filosofía se encuentra uno de los callejones sin salida a los que había conducido el pensar materialista, y Kant, desgraciadamente, fue quien fecundó toda la filosofía moderna.

Pero que el investigador espiritual llame la atención sobre tales hechos no tiene por objeto criticar a la ciencia moderna. Los revela para arrojar luz sobre el camino que puede alejarnos de la fosilización de los pensamientos. Sólo hay una solución, y es que la ciencia, el arte y la religión, las tres ramas de la cultura, deben volver a unirse y enriquecerse mutuamente; la vida espiritual debe manar de ellas. Lograr esta unión es la tarea de la ciencia espiritual occidental. Debe establecer la armonía entre la fe y el conocimiento, los dos aspectos que el alma ya no puede unir en sí misma. Incluso en nuestro mundo material no ocurre nada en lo que lo espiritual no sea un factor activo. Lo espiritual es siempre el creador de lo físico. El tan cacareado pragmatismo filosófico de James sólo puede designarse como pseudo espiritualidad, al tener una concepción materialista de lo espiritual. Sin embargo, a pesar de todo, también ha hecho cierto bien.

Nuestra época destaca la enorme importancia de la herencia genética. En referencia a esto hay que decir, desde el punto de vista de la ciencia del espíritu, que considera lo físico como un producto de lo espiritual, que en las manifestaciones patológicas atribuidas a la herencia genética, lo espiritual está siendo obstruido por lo físico y no puede surtir efecto. Pero, al fin y al cabo, el espíritu sólo ha descendido a la materia física y volverá a ascender cuando haya recogido sus experiencias en lo físico. Todo en el mundo está en proceso de evolución, así también el hombre físico y sus órganos. Sabemos que el cuerpo físico del hombre contiene órganos que hoy ya no funcionan. Son órganos del pasado, cuyos restos aún llevamos dentro. También tenemos dentro de nosotros los cimientos de los órganos del futuro, órganos que hoy están en proceso de transición o transformación. El primero y más importante de estos órganos es el corazón humano, que contiene un músculo estriado. El corazón es una verdadera pesadilla para la anatomía materialista porque es un órgano involuntario que consta de músculo liso y estriado, que se encuentra en todos los órganos voluntarios del hombre. De hecho, insospechado por la ciencia, es un órgano del futuro y está en camino de convertirse en un órgano voluntario en el ser humano. En el iniciado de hoy ya se ha desarrollado. La laringe también es un órgano del futuro, relacionado con el profundo misterio de la procreación. Hay un indicio de ello en la actualidad en la ruptura de la voz en la pubertad. En un futuro lejano, el hombre "pronunciará" a su descendencia, ya que la laringe se convertirá en un órgano creador. El futuro de la humanidad estriba en dar forma a lo anímico y espiritual en formas materiales. El hombre está en vías de espiritualización, para trabajar cada vez más conscientemente en la transformación de sus cuerpos. Nos corresponde suscitar la fuerza para esta tarea futura adoptando una concepción espiritual del mundo. Además, el sentimiento de convertirnos en colaboradores de esta gloriosa evolución debe llenarnos de felicidad y vigor.

Permítanme ahora decir unas palabras sobre las grandes leyes cósmicas del karma y la reencarnación. En la Antigua Luna estas leyes aún no existían. Se puede hablar por primera vez del comienzo de un proceso de reencarnación como el que existe actualmente cuando el yo se está incorporando a la tierra, es decir, desde mediados de la época Lemúrica hasta mediados de la Atlante. Para el animal, cuyo yo es el alma grupal, aún hoy no hay reencarnación. La conexión entre una especie animal y el yo que le pertenece se encuentra en el mundo astral. Para el alma grupal de los leones, por ejemplo, la muerte de un león aquí en el plano físico significa tanto como para ti cortarte una uña. Un león es al principio una estructura astral, que desciende como un ramal desde el alma grupal; desciende al plano físico, se densifica, y a la muerte del león individual esta astralidad pasa de nuevo al plano astral. El alma grupal la atrae de nuevo como un miembro. En la Antigua Luna el alma humana sufrió el mismo proceso. El alma humana era entonces miembro de su alma grupal y volvía a ella. El alma, como dice la Biblia, se cobija en el seno del Padre Abraham.

La reencarnación y el karma empezaron a tener significado durante la época Lemúrica y con el tiempo dejarán de tenerlo. El hombre entrará entonces de forma permanente en un mundo espiritual en el que continuará siendo activo. Cuando, por ejemplo, el hombre haya desarrollado en sí mismo el impulso de la fraternidad, el crecimiento de las razas cesará, será superado. En la sexta época cultural, el ser humano comprenderá ya mejor cómo ordenar su vida; los conceptos de raza dejarán de tener validez. Los hombres ya no ordenarán sus vidas según consideraciones externas, físicas, sino sobre una base espiritual. En la séptima época cultural, que reflejará la de la antigua India, volverá a haber distribución en castas, pero una distribución voluntaria. Los cambios en el proceso de evolución son constantes, pero el progreso continuo es seguro. En la época atlante, la época intermedia de la evolución de nuestra Tierra, se produjo el punto significativo designado por la penetración ya completa del yo en el cuerpo físico del hombre. El proceso comenzó a mediados de la época Lemúrica después de la salida de la luna de la tierra. La humanidad ha seguido evolucionando y cuando el concepto de fraternidad encuentre su realización práctica en la tierra, las razas serán superadas. También entonces se superará el karma.

¿Qué es la ley del karma? El principio de hacer bueno en una encarnación posterior lo que era reprobable en una precedente. Hay que distinguir entre el karma que tiene efecto en el interior y el que tiene resultados más externos. El karma que tiene efecto interiormente está relacionado con la formación del carácter, los talentos y los hábitos. El karma que se manifiesta de manera más externa toma la forma de las condiciones de vida en las que se encuentra un hombre, tales como la familia, la nacionalidad, etcétera. Ahora consideraremos más de cerca cómo funciona el karma en la vida física. Por ejemplo, lo que aparece en una vida como urgencia o impulso, deseo e ideación, surge en la vida siguiente, o en una de las siguientes, como hábito. De los buenos hábitos surgirá en la siguiente encarnación un cuerpo físico fino, bien tejido y sano. Un mal hábito serpentea su aparición en otra vida en forma de enfermedad o como tendencia a la enfermedad. Así pues, las causas de las enfermedades hay que buscarlas en las inclinaciones y hábitos de una vida anterior. El destino real de un individuo es, por el contrario, el resultado de sus actos anteriores. Una persona que irradia mucho amor en una vida podrá, en otra, mantenerse joven, tanto interior como exteriormente, durante mucho tiempo. Una persona que alberga muchos sentimientos de odio en una vida, envejecerá prematuramente en otra. Las personas que se abandonan a una vida ordinaria e indolente, que evita toda forma de espiritualidad, se privan de algo para su vida posterior que les será difícil recuperar.

Ahora permítanme añadir unas palabras sobre el tema de la iniciación. En todas las épocas, los líderes de la humanidad han bebido de su manantial. Las grandes individualidades que presidieron los Misterios y a quienes llamamos los Maestros han guiado y conducido a la humanidad. Para comprenderlo mejor consideraremos el principio de la iniciación. A decir verdad, sólo es posible hablar de una iniciación a disposición de los seres humanos desde la época de la catástrofe atlante, porque el proceso de iniciación también ha estado sujeto al desarrollo y al cambio de acuerdo con las necesidades de los seres humanos. Esto es válido no sólo en sus formas externas.

¿Por qué el hombre dormido no es consciente de las impresiones sensoriales aunque esté rodeado de un mundo material? Es porque durante la noche su intelecto no funciona. Los cuerpos físico y etérico del hombre dormido permanecen en la cama; su cuerpo astral y su yo emergen y se encuentran en el mundo espiritual. Pero, ¿por qué no percibe nada del mundo espiritual que le rodea y en el que su cuerpo astral y su yo entran durante la noche? Porque el cuerpo astral del ser humano medio que abandona el cuerpo físico durante el sueño nocturno carece de órganos sensoriales astrales. Por lo tanto, le es imposible percibir nada en el mundo astral. A través de la iniciación o entrenamiento espiritual, la masa astral caótica, que el cuerpo astral del individuo promedio revela ser, se organiza de tal manera que gradualmente comienza a desarrollar órganos y puede entonces tener percepciones durante la noche. En la vida normal, el hombre aún no es capaz de formar órganos en su cuerpo astral. Para ser capaz de esto, el poder en su vida interior debe ser esencialmente fortalecido. Esto se logra mediante ejercicios definidos de meditación, concentración y otras indicaciones. En sus sentimientos y en su vida pensante, el alumno debe entregarse a ciertas representaciones mentales, eligiendo temas que sólo concuerden ligeramente o no concuerden en absoluto con la realidad. Las representaciones mentales de objetos del mundo exterior no son adecuadas para el desarrollo de los órganos del cuerpo astral. Sin embargo, puede visualizar una figura, por ejemplo, como la de la Rosa Cruz, la cruz negra con las siete rosas rojas, y si practica el ejercicio con el vigor y la paciencia necesarios, experimentará algo a través de él de acuerdo con su grado de desarrollo. Con ello transformarán su cuerpo astral, generando órganos en él. Estas representaciones mentales no deben ser abstracciones; en ellas deben intervenir los sentimientos y las experiencias perceptivas correctas. Sólo así se obtendrán los resultados deseados.

Hay tres tipos diferentes de iniciación, todos los cuales conducen a la misma meta. Hay tres caminos, la elección de uno de los cuales depende de la individualidad del hombre. Una iniciación es la de la sabiduría; es la meta adecuada para la instrucción india y oriental. Este camino está plagado de grandes peligros para los cuerpos europeos y occidentales y, por lo tanto, no es el correcto. La segunda iniciación se basa en la vida del sentimiento; es el camino fundamentalmente cristiano. Sólo unos pocos individuos pueden seguir esta vía porque exige un gran poder de devoción y piedad. La tercera vía de iniciación es la formación rosacruz, la vía de la iniciación del pensamiento y de la voluntad. Conduce a la unión con las fuerzas de las otras vías de iniciación. La meta final está definida en el caso de cada iniciación, pero en el curso de la evolución debe ajustarse de acuerdo con las necesidades actuales de las almas y las posibilidades que ofrece el cuerpo humano.

El alumno de la antigua iniciación debía ser sepultado en una tumba durante tres días y medio y estaba como muerto. Sus cuerpos etérico y astral estaban fuera de su cuerpo físico y en el mundo espiritual. El hierofante vigilaba el proceso y llamaba al neófito para que volviera a la vida. Tras su despertar, era testimonio del mundo espiritual. Tal era la forma de la antigua iniciación; hoy ese proceso ya no es necesario. Las iniciaciones cristiana y rosacruz tienen efectos tan poderosos que el ser humano implicado puede lograr lo que, a través de la antigua iniciación, se pretendía que se produjera mediante la aparición de los miembros superiores del cuerpo físico. Las impresiones del mundo espiritual se imprimen ahora en los cuerpos astral y etérico sin que se induzca letargo durante tres días y medio. La iniciación moderna, si queremos llamarla así, una vez lograda la purificación o catarsis del cuerpo astral, produce efectos que conducen a una auténtica visión espiritual y al conocimiento del mundo espiritual basado en la experiencia real; las impresiones recibidas por el alma en el mundo espiritual se imprimen entonces en los cuerpos astral y etérico. Esto es lo que se denomina iluminación en el curso del desarrollo oculto.

Traducido por J.Luelmo dic.2023

GA109 Budapest, 11 de junio de 1909 Teosofía y Ocultismo Rosa-Cruz - Experiencias del ser humano tras su muerte

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Teosofía y Ocultismo Rosa-Cruz

RUDOLF STEINER

EXPERIENCIAS DEL SER HUMANO TRAS SU MUERTE

Budapest, 11 de junio de 1909

A menudo se ha insistido en que el presente puede comprenderse mejor a la luz del pasado y de sus acontecimientos, y que descubriremos y comprenderemos más fácilmente las características de nuestros ideales espirituales para el futuro si miramos hacia atrás, hacia épocas de la remota antigüedad. Hoy, por lo tanto, consideraremos los desarrollos que tuvieron lugar después de la destrucción de la antigua Atlántida y, relacionado con esos desarrollos, la experiencia del hombre durante la vida después de la muerte.

Las condiciones experimentadas por el alma entre la muerte y el nuevo nacimiento no siempre han sido las mismas. También han cambiado en el curso de la evolución. Durante las grandes épocas culturales, -la antigua India, la época de los Santos Rishis; la antigua Persia, época de la cultura Zaratustriana; la egipcio-caldea, la greco-latina y nuestra época actual-, el ser humano se ha relacionado cada vez más estrechamente con el plano físico, al que ha llegado a amar cada vez más intensamente. En cada una de estas épocas, el alma humana ha ido hundiéndose cada vez más en el mundo material. Cuanto mayor era la comprensión adquirida por el hombre hacia este mundo, más extraño le resultaba el mundo espiritual después de la muerte. Este fue el caso con más fuerza en la época grecolatina. Los griegos amaban el mundo físico porque en su glorioso arte, en ese espléndido adorno de la existencia física, toda su alma podía vivir gozosamente. El mundo físico era querido por el romano porque en su descubrimiento del ego, del "yo", podía desarrollarse plenamente el sentimiento de su propia personalidad.

Los conceptos de ciudadanía romana y derechos romanos son señas de identidad de esta época cultural. El romano se sentía cómodamente en este mundo físico y material. El concepto del derecho sólo existe desde esa época, por lo que es bastante correcto afirmar que la jurisprudencia comenzó en el Imperio Romano; es el signo de la reverencia a la personalidad individual. La muerte era la gran desconocida y evocaba temor. La frase de Aquiles: "Es mejor ser un mendigo en el mundo superior que un rey en el reino de las sombras", indica acertadamente la concepción que prevalecía en aquella época sobre la experiencia del alma durante la vida después de la muerte en el mundo espiritual. Cuanto más plenamente estas almas habían dado expresión en el reino de la tierra a todas sus facultades, tanto más se alejaba de ellas la capacidad de orientarse en el mundo espiritual después de la muerte. El alma se sentía aislada en las esferas en las que ahora había entrado. Incluso en el mundo de los espíritus (Devacán), el alma sentía que todo a su alrededor era oscuro, vacío y frío.

El alma ya no era capaz de experimentar la espiritualidad de aquel mundo. Ni siquiera los grandes líderes de la humanidad, -los iniciados-, podían cambiar esta condición, y sin embargo ellos son los maestros de los hombres, no sólo aquí en la tierra, sino también en los mundos de ultratumba. Cuando contaban a los muertos algo sobre el mundo de este lado del umbral, estas almas sentían un dolor aún mayor por haberse visto obligadas a abandonar el mundo físico que les había llegado a ser tan querido. Los maestros no podían traer consigo nada que pudiera ayudar o ser de valor para los muertos, todos los cuales anhelaban la reencarnación. El ser humano se sentía como apartado de sus hermanos, abandonado incluso en el reino del espíritu. Si estas condiciones hubieran permanecido, el amor y la fraternidad también habrían desaparecido gradualmente de la tierra. Porque esta estancia en el reino del espíritu habría significado que estas almas llevarían consigo el egoísmo al mundo físico y a una vida totalmente centrada en el yo individual.

En el período de la antigua india el hombre seguía considerando el mundo terrenal como maya, pero las cosas cambiaron en el curso de la evolución. Zaratustra ya proclamó que el hombre también puede encontrar lo espiritual en el mundo físico. Él reveló el camino por el cual la gente debía finalmente darse cuenta de que el sol con su luz no es más que el cuerpo externo de un ser espiritual sublime al que él denominó Ahura Mazdao, la Gran Aura, en contraste con la pequeña aura humana. Su objetivo era proclamar que este ser, aún distante, descendería un día a la tierra para unirse a la sustancia propia de ésta y seguir trabajando en la evolución de la humanidad. Para el pueblo de Zaratustra esto anunciaba al mismo ser que en la historia posterior vivió en la tierra como Cristo. Zaratustra proclamaba a sus alumnos: "Si aprendéis a comprender que lo espiritual está presente en todo lo físico y material, que lo físico está impregnado por la gran Aura del Sol, por Ahura Mazdao, entonces Ahrimán ya no os confundirá".

En otras ocasiones Zaratustra decía: "Tan grande, tan poderoso es Aquel que se me ha revelado en el sol, que todo lo sacrifico a Él. Con alegría le ofrezco la vida de mi cuerpo, la existencia etérica de mis sentidos, la expresión de mis actos, el cuerpo astral".

Esta fue la promesa que una vez hizo el gran Zaratustra. Él anunció a sus alumnos que el gran Espíritu del Sol se revelaría directamente en la tierra misma, en las realidades de la existencia terrena. Así inauguró Zaratustra la enseñanza de que lo material es sólo la fisonomía, la expresión de lo espiritual.

Después vino el tiempo en que el ser que había sido anunciado por Zaratustra se reveló a Moisés en la zarza ardiente y en el Sinaí. Moisés enseñó que este Ser del Sol es también el Ser del Yo, el principio más elevado que puede ser incorporado al hombre. Pero no sólo en el hombre ha descendido una partícula del Espíritu del Sol; también ha descendido en todo lo que hay en la naturaleza externa, en los elementos, en todas partes. La misma divinidad que, en nombre del "Yo soy el Yo soy", el principio revelado una vez a Zaratustra como Ahura Mazdao, como el núcleo más íntimo, el fundamento primordial de toda existencia, fue proclamada por Moisés a todo un pueblo como el ser supremo cuyo nombre era inexpresable y sólo podía ser pronunciado en el santuario más íntimo por el sacerdote oficiante. La Divinidad que habita en el hombre, que no se revela sólo en los elementos, en el fuego ardiente, es Aquel que aquí se proclama.

Así pues, podemos considerar a Zaratustra como el heraldo de Jehová, de aquel mismo ser que, al principio de nuestra era, habitó durante tres años en el cuerpo de Jesús de Nazaret. Este es el mismo Dios que había sido proclamado por Moisés y Zaratustra.

Cristo dice: "¿Cómo me creeréis a mí, si no habéis creído a Moisés ni a los profetas?". Con esto Cristo confirma que el Antiguo Testamento había anunciado de antemano, (sólo que con nombres diferentes), al mismo Dios que Él, Cristo, también anunciaba. Todos los acontecimientos del mundo necesitan un cierto tiempo para surtir efecto. En el Sinaí, en la zarza ardiente, este Ser del Sol, descendiendo de las alturas del mundo espiritual, había llegado al punto en que podía anunciarse al hombre a través de los elementos. Ahora se acercó más y más a la tierra, a las envolturas de Jesús de Nazaret en el Bautismo en el Jordán, y cuando el Misterio del Gólgota tuvo lugar en la tierra y la sangre brotó de las heridas del Redentor, esto no sólo fue la expresión de un gran acontecimiento cósmico, sino también del más grande de todos los acontecimientos terrenales: el Cristo pasó al aura de la tierra como el Espíritu de la tierra.

Se había dado un nuevo impulso que podía percibirse mediante la clarividencia, pues en aquel preciso instante el aura de la tierra cambió, revelando colores particulares. Se revelaron nuevos colores y se incorporaron nuevos poderes al aura de la tierra. En el momento en que la sangre que es la expresión física del Yo fluyó de las heridas del Redentor en el Gólgota, en ese momento el Yo de Cristo se unió con la tierra. Pero también había llegado el momento en que las condiciones en el mundo espiritual podían empezar a cambiar para las almas después de la muerte. Este fue el significado del descenso de Cristo a los infiernos.

Un clarividente, que viviera antes del acontecimiento del Gólgota, no habría visto en el aura de la tierra lo que podría verse allí más tarde, cuando Cristo Jesús hubo pasado por la muerte en el Gólgota. Pensemos ahora en el acontecimiento de Damasco. Saulo que, como iniciado de los Misterios judíos, sabía muy bien que la "Gran Aura", Ahura Mazdao, se uniría un día con la tierra, se rebeló contra la creencia de que este ser hubiera podido morir en la vergonzosa cruz. Aunque había participado en los acontecimientos de Palestina, no creía que este gran espíritu hubiera morado en la tierra en Jesús de Nazaret. Fue cuando se volvió clarividente cerca de las puertas de Damasco que en el aura de la tierra contempló al espíritu Crístico, al Cristo vivo, que antes no había podido ser visto allí. Entonces se dijo a sí mismo: "Sí, se predijo que el aura de la tierra cambiaría, y eso se ha cumplido". Entonces Saulo se convirtió en Pablo. Pablo hablaba de sí mismo como de alguien que había nacido prematuramente, alguien que se había vuelto clarividente a través de la gracia; el suyo fue un nacimiento prematuro porque aún no se había alcanzado plenamente la madurez; no había descendido tan profundamente en la materia y estaba menos firmemente conectado con el cuerpo físico. Los que siguen el curso del cristianismo saben que la personalidad en él de suprema importancia es Pablo. Él consiguió más que nadie su propagación.

Fue un hecho oculto, un acontecimiento oculto, por el cual Pablo se convirtió, y puede decirse con justicia que a través de esa experiencia clarividente la humanidad fue conducida a Cristo. En aquel momento se produjo un cambio en el aura terrestre, y desde entonces ha cambiado. Se cumplieron así las palabras del Evangelio de San Juan: "El que come mi pan me pisa con sus pies". Desde entonces Cristo es el Espíritu de la tierra, el Espíritu planetario. La tierra es el cuerpo de Cristo; su morada está dentro de la tierra. Esta profunda expresión del Evangelio de San Juan no debe entenderse en un sentido adverso o como una alusión a Judas, que traicionó a Cristo. Se refiere más bien a la Divinidad Cristo-Jehová y a su relación con la tierra.

Cuando el investigador ocultista compara el efecto del arte de los griegos y del arte post cristiano sobre el mundo en el que el hombre entra después de la muerte, todavía encuentra que cuando un clarividente contempla con sus ojos físicos un templo griego con sus pilares dóricos, -por ejemplo, las ruinas de Paestum-, bien puede quedarse embelesado por las formas armoniosas que siguen las líneas espirituales de dirección y que, por lo tanto, hacen de este templo una morada real del dios. Del mismo modo que el alma se siente atraída por el cuerpo que le corresponde, el dios desciende a esas formas que armonizan tan perfectamente con su naturaleza y su ser. Pero cuando un vidente vuelve sus ojos a la contraparte espiritual de su templo, no encuentra nada en el mundo espiritual. El templo parece haber sido borrado de ese mundo y dejado allí un espacio vacío: no se ve nada del templo. Si, por el contrario, un vidente contempla obras de arte de la era post cristiana o, por ejemplo, contempla el Evangelio de San Juan o los pasajes del Antiguo y Nuevo Testamento que tienen que ver con Cristo-Jehová o las Madonas de Rafael - si el vidente contempla estas creaciones primero con ojos físicos y luego con visión clarividente, no son en absoluto invisibles en el mundo espiritual, sino que irradian allí con un esplendor aún mayor. Esto es especialmente cierto en el caso del Evangelio de San Juan. Es en el mundo espiritual donde se realiza por primera vez la grandeza de esa creación. Es en el mundo espiritual donde todo lo que está relacionado con el Misterio del Gólgota se vuelve radiante y claro en el sentido más pleno.

Simultáneamente al acontecimiento histórico en el plano físico, tuvo lugar un acontecimiento espiritual, que fue también un acontecimiento simbólico, cuando la sangre brotó de las heridas del Redentor. Cuando Cristo ya no vivía en el cuerpo físico de Jesús de Nazaret, en el momento en que murió en el Gólgota, se apareció en el mundo espiritual a las almas que vivían entre la muerte y el renacimiento, y las tinieblas se disiparon. El mundo espiritual de repente se llenó de luz. Al igual que los objetos en una habitación oscura de repente se hacen visibles cuando un rayo de luz brilla en la habitación y ves los objetos que siempre estuvieron allí aunque antes no podías detectarlos, así la luz se derramó en el mundo de los muertos. Las almas volvieron a percibir lo que les rodeaba, se sintieron unidas a sus hermanos en el reino de los espíritus y pudieron traer al mundo físico las cualidades del amor y la fraternidad. Así llegó una nueva luz a este mundo de los muertos, pues el Misterio del Gólgota tiene significado no sólo para el mundo en el que tuvo lugar físicamente, sino para todos los mundos con los que el hombre está conectado en el curso de su evolución. Si el mundo espiritual hubiera permanecido tal como lo vivían los muertos durante la época grecolatina, si el alma humana hubiera permanecido en la gélida frialdad y soledad entonces imperantes, la fraternidad y el amor habrían desaparecido gradualmente del mundo. El hombre habría traído consigo del Devacán el anhelo de reclusión. Porque la luz que entonces irrumpió en el mundo terrenal y también en el mundo de los muertos tenía por objeto establecer el reino de la fraternidad y el amor en la tierra. Esa es la misión del impulso Crístico.

Consideraremos ahora desde otro punto de vista el Misterio del Gólgota y el secreto de la sangre que mana de las heridas del Redentor.

Sabemos que el hombre terrestre recibió una herencia de la Antigua Luna. Los tres cuerpos inferiores, cuerpo físico, cuerpo etérico y cuerpo astral habían sido preparados para él y fue en la tierra donde se añadió por primera vez el yo, -el yo como expresión de la libertad e independencia humanas. En la antigüedad era importante establecer la homogeneidad de la humanidad. Al principio, las condiciones eran tales que las relaciones de un ser humano con otro sólo se salvaban si se les daba una base física. La sangre es la expresión del yo. El parentesco y los lazos de sangre eran los principios rectores. La sangre física era el medio que operaba de hombre a hombre. Así eran las cosas en tiempos de la antigüedad. Pero a través de Cristo Jesús el amor se convirtió en un vínculo no material. La actividad del yo grupal humano decayó. En épocas anteriores, el ser humano pertenecía a un yo tribal comunitario y se sentía a salvo y seguro dentro de él, en el seno del Padre Abraham. Este parentesco era mucho más importante para él que su identidad personal. Su yo superior seguía existiendo en los lazos del parentesco consanguíneo. En el Antiguo Testamento oímos de Noé y otros padres de tribus que vivieron durante cientos de años. Nos remontamos a tiempos en los que el ser humano no sólo tenía memoria de lo que él mismo había experimentado, sino también a una época en la que esta memoria se extendía mucho más atrás en las generaciones. No decía "yo" de sí mismo, sino que vivía en su "yo" hasta remotos antepasados. Su vida no comenzaba con su nacimiento; no era entonces cuando empezaba a decir "yo" de sí mismo, sino que decía "yo" de todo lo que habían vivido sus antepasados.

Los seres luciféricos dirigieron en todo momento sus ataques más agudos contra el amor basado en la sangre. Su objetivo era hacer que cada ser humano dependiera únicamente de sí mismo, inculcar en el hombre la conciencia de sí mismo incluso entre la muerte y un nuevo nacimiento. Pero los seres divinos, portadores de amor, se esforzaron por unir a los individuos mediante vínculos distintos de los basados en la sangre, que no tienen en cuenta la libertad. El principio crístico une a la plena expresión del "yo" la fuerza que brota del espíritu de amor y la hace dominar de individuo a individuo. De ahí que se diga que Cristo es el verdadero Lucifer (Christus verus Luciferus) o portador de la Luz, y finalmente el adversario del Lucifer caído. El amor basado en la sangre fue transformado por Cristo en amor espiritual, en el amor fraternal que fluye de alma a alma. La frase de Cristo: "Quien no abandona a su padre y a su madre no puede ser mi discípulo", debe entenderse en el sentido de que el amor basado en la sangre debe transformarse en el amor fraternal que abraza a todos los seres humanos con la misma fuerza.

La ciencia espiritual no resta nada a ninguna de estas afirmaciones bíblicas, sino que, bien entendida, sólo puede enriquecerlas con una comprensión más profunda de la gracia cristiana. El poder del amor espiritual fue traído a las almas de los hombres por primera vez por Cristo cuando apareció en la tierra; y con la sangre que fluyó en el Gólgota de las heridas del Redentor la sangre superflua de la humanidad fue como sacrificada. Con este acto se confirmó la enseñanza de que el individuo debe enfrentarse al individuo como hermanos humanos. En el mundo de hoy todavía hay poca comprensión de Cristo. La humanidad tiene que aprender primero a darse cuenta de la grandeza de este poderosísimo acontecimiento cósmico. Unos pocos individuos han tenido siempre una adivinación de todo el significado del Ser Cristo y de Su aparición en la tierra. ¿Cómo han pensado en ese acontecimiento? Pensemos en los seres humanos y en los pueblos que conservaron durante un tiempo considerable la conexión con el mundo espiritual. El antiguo indio daba poca importancia a su conexión con el mundo físico. Estaba empeñado en la adquisición de verdades suprasensibles y de una vida espiritual elevada en el mundo espiritual, pero no tenía ningún deseo de amar la existencia física. Permítanme contarles acerca de una saga oriental, que indica de una manera espléndida cómo el principio Crístico fue captado tentativamente allí.

En el transcurso del tiempo, según cuenta esta saga, apareció el poder que guía nuestra tierra. Una leyenda oriental, que da cuenta de ello, fue narrada en los templos del norte del Tíbet al alumno de la sabiduría de Buda, y se ha conservado desde entonces. Esta leyenda oriental narra que Kashyapa, el más digno alumno del Buda, vivió en una época en la que, incluso en Oriente, se encontraba poca comprensión de la sabiduría. Cuando sintió que se acercaba su fin, se retiró a una cueva donde vivió durante largos siglos; su cadáver debía ser conservado allí para esperar la aparición del Buda Maitreya, a fin de ascender entonces al cielo.

Lo esencial de esta leyenda es lo siguiente. Si no hubiera habido ningún acontecimiento especial, es decir, si Cristo no hubiera aparecido en la tierra, ni Oriente ni Occidente habrían podido encontrar el camino hacia el mundo espiritual. El cuerpo de Kashyapa se preserva hasta que el Buda Maitreya libere el cadáver de la tierra. Esto significa que en el futuro el hombre volverá a tener poderes por medio de los cuales podrá espiritualizar lo terrenal. El ser sublime que conduzca el cuerpo de Kashyapa al mundo espiritual habrá descendido más profundamente de lo que ningún ser lo haya hecho jamás. Cristo mismo libera el cuerpo de Kashyapa. En el período que sigue a este acontecimiento, el cuerpo ya no existe. ¿Qué significa esto? Significa que el cuerpo fue transportado inmediatamente al mundo espiritual. El cuerpo de Kashyapa puede ser liberado en el elemento del fuego. ¿Dónde está este fuego? Cuando fue visto por Pablo ante Damasco estaba espiritualizado. Así pues, la aparición de Cristo en la tierra es el gran punto de inflexión cuando el hombre puede ascender de nuevo del mundo físico al espiritual.

Piensen ahora en las enseñanzas de Buda. A través de la observación de la vejez, la enfermedad, la muerte, etc., surgió en él la gran verdad sobre el sufrimiento. Él enseñó ahora la cesación del sufrimiento, la liberación del sufrimiento a través de la eliminación del deseo de nacer, de la encarnación física.

Ahora piensen en la humanidad seiscientos años después. ¿Qué es lo que encuentran? La humanidad venera un cadáver. Los hombres contemplan a Cristo en la cruz, a Cristo que muere y que con su muerte trajo la vida. La vida ha vencido a la muerte.

Uno: ¿Nacer es sufrir? No, porque Cristo entró en nuestra tierra y en adelante para mí, que soy cristiano, nacer ya no es sufrir.

Dos: ¿La enfermedad es sufrimiento? Pero existirá la gran medicina, es decir, la fuerza del alma que ha sido encendida por el impulso Crístico. Al unirse con el impulso Crístico, el hombre espiritualiza su vida.

Tres: ¿La vejez es sufrimiento? Pero mientras que el cuerpo del hombre se vuelve frágil y enfermizo, en su verdadero ser se hace cada vez más fuerte y poderoso.

Cuatro: ¿Es la muerte sufrimiento? Pero a través de Cristo el cadáver se ha convertido en el símbolo de que la muerte, la muerte física, ha sido vencida por la vida, por el espíritu; la muerte ha sido finalmente vencida por la vida.

Quinto: ¿Estar separado del ser que uno ama es sufrimiento? Pero el hombre que ha comprendido a Cristo nunca está separado de la persona que ama, porque Cristo ha traído la luz al mundo que se extiende entre la muerte y un nuevo nacimiento; así, el hombre permanece unido al objeto de su amor.

Sexto: ¿No es sufrimiento recibir aquello que uno anhela? Quien vive con Cristo ya no ansiará lo que no le llega o no le es dado.

Siete: ¿Estar unido a lo que no se ama es sufrimiento? Pero el hombre que ha reconocido a Cristo enciende en sí mismo ese amor universal que envuelve a todo ser, a todo objeto según su valor.

Octavo: Estar separado de lo que se ama ya no es sufrimiento, pues en Cristo ya no hay separación.

Así, para la condición de sufrimiento, que Buda proclamó y reconoció, Cristo nos ha dotado del remedio.

Este volverse de la humanidad a Cristo y al cuerpo muerto en la cruz es la mayor transformación que se ha producido en la evolución.

Traducido por J.Luelmo dic,2023

El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919