GA218 Stuttgart, 4 de diciembre de 1922- Relación que existe entre la vida del ser humano en la tierra, con la vida entre la muerte y el nuevo nacimiento.

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Nexos espirituales en la formación del organismo humano

RUDOLF STEINER

Stuttgart, 4 de diciembre de 1922

Es para mí una gran satisfacción poder dirigirme a ustedes hoy, a mi paso por Stuttgart, y quisiera aprovechar la ocasión para hablar de varias cosas relacionadas con las dos últimas conferencias que se me ha permitido dar aquí. En aquel entonces hablé de la relación del hombre con el mundo espiritual, en la medida en que el conocimiento de éste puede avanzar sacando a la luz los procesos que tienen lugar durante el sueño sin que seamos conscientes de ellos, y por la iluminación que la ciencia espiritual puede arrojar sobre las experiencias que adquiere el hombre en el mundo espiritual entre la muerte y el nuevo nacimiento.

Hoy me gustaría hablar de cómo la vida del hombre en la tierra es, en cierto sentido, una imagen inversa de esas experiencias. La vida del hombre en la tierra sólo se entiende cuando se pueden relacionar determinadas expresiones de la misma con sus equivalentes en el mundo espiritual, donde el hombre pasa la mayor parte de su existencia.

En primer lugar, me gustaría hablar de algunas de las formas en las que el alma humana se expresa durante la vida terrenal, en la medida en que pueden relacionarse con las experiencias en el mundo espiritual. De mis dos últimas conferencias aquí habrán deducido que las experiencias del alma humana entre la muerte y el nuevo nacimiento difieren esencialmente de aquellas entre el nacimiento y la muerte. Aquí, en la tierra, las experiencias de un hombre pasan todas por la mediación de su cuerpo, ya sea el cuerpo físico o el cuerpo etérico. Nada de lo que experimenta en la tierra puede ser experimentado sin el apoyo de la naturaleza corporal. Podríamos imaginar fácilmente, por ejemplo, que el pensar es un acto puramente espiritual, y que en la forma en que se produce en la tierra en el alma humana no tiene nada que ver con la existencia en un cuerpo. En cierto sentido es así. Pero, por muy independiente que sea el pensar humano desde el punto de vista espiritual, no podría seguir su curso aquí en la existencia terrestre si no pudiera contar con el apoyo del cuerpo y sus procesos. Puedo valerme de una comparación que he utilizado a menudo aquí en ocasiones similares. Cuando un hombre camina, el suelo que pisa no es ciertamente la parte esencial de su actividad; la parte esencial está dentro de su piel; pero sin el apoyo del suelo no podría seguir adelante.

Lo mismo ocurre con el pensar. En esencia, el pensar no es ciertamente un proceso cerebral, pero sin el apoyo del cerebro no podría seguir su curso terrenal. A la luz de esta comparación se obtiene un concepto correcto de la espiritualidad, así como de las limitaciones físicas del pensar humano. En resumen, mis queridos amigos, aquí en la vida terrenal no hay nada en el hombre que no dependa del cuerpo para su apoyo. Dentro del cuerpo llevamos nuestros órganos - pulmón, corazón, cerebro, etc. En condiciones normales de salud no tenemos ninguna percepción consciente de nuestros órganos internos. Sólo los percibimos cuando están enfermos, e incluso entonces de forma muy imperfecta. Nunca podemos decir que tenemos conocimiento de un órgano por el mero hecho de mirarlo directamente, a menos que estemos estudiando anatomía, y en ese caso no estamos estudiando un órgano vivo. Nunca podemos decir que tenemos la misma visión de un órgano interno que de un objeto externo. Es característico de la vida terrenal que no conozcamos el interior de nuestro cuerpo por medio de la conciencia ordinaria. Menos aún conoce el hombre lo que generalmente considera de mayor valor para su existencia corporal: el interior de su cabeza. Porque cuando empieza a conocer algo de ella, por regla general el conocimiento resulta de lo más desagradable: el dolor de cabeza y todo lo que conlleva.

En la vida espiritual, entre la muerte y el nuevo nacimiento, ocurre exactamente lo contrario. Allí conocemos realmente lo que hay dentro de nosotros. Es como si aquí en la tierra no viéramos los árboles y las nubes en el exterior, sino que miráramos en lo esencial dentro de nosotros mismos, diciendo: Aquí está el pulmón, aquí el corazón, aquí el estómago. En el mundo espiritual contemplamos nuestro propio interior. Pero lo que vemos es el mundo de los seres espirituales, el mundo que conocemos en nuestra literatura antroposófica como el mundo de las Jerarquías superiores. Ese es nuestro mundo interior. Y entre la muerte y el nuevo nacimiento nos sentimos realmente como el mundo entero -cuando hablo de la totalidad es sólo en sentido figurado, pero es totalmente cierto-, a veces cada uno de nosotros nos sentimos como el mundo entero. Y en los momentos más importantes de nuestra existencia espiritual, entre la muerte y el nuevo nacimiento, dentro de nosotros sentimos y experimentamos el mundo de los seres espirituales y somos conscientes de ellos. Es tan cierto que allí tenemos conciencia de los espíritus del mundo superior dentro de nosotros como que aquí en la tierra no tenemos conciencia de nuestro interior, del hígado, los pulmones, etc. Lo más característico es que en la experiencia espiritual toda nuestra experiencia física se invierte. Poco a poco, a través del conocimiento iniciático, aprendemos cómo debe entenderse esto.

Ahora, sin embargo, relacionado con esta convivencia interior con los seres de las Jerarquías superiores existe un proceso esencial, -o un grupo de procesos-. Si en el mundo espiritual percibiéramos interiormente sólo el mundo de las Jerarquías superiores, nunca nos encontraríamos a nosotros mismos. En efecto, sabríamos que varios seres viven en nosotros, pero nunca llegaríamos a ser plenamente conscientes de nosotros mismos. De ahí que en nuestra experiencia entre la muerte y el nuevo nacimiento haya un ritmo. Dicho ritmo consiste en una alternancia entre nuestra contemplación interior en la cual se experimenta el mundo de los seres espirituales descritos en la literatura antroposófica, y una atenuación de esta conciencia. Lo mismo hacemos con lo espiritual dentro de nosotros cuando en la vida física cerramos los ojos y los oídos y nos vamos a dormir. Si se me permite decirlo así, desviamos nuestra atención del mundo de los seres espirituales dentro de nosotros y empezamos a percibirnos a nosotros mismos. Ciertamente es como si estuviéramos fuera de nosotros mismos, pero sabemos que este ser fuera de nosotros es lo que somos. Del mismo modo, en el mundo espiritual nos percibimos alternativamente a nosotros mismos y al mundo de los seres espirituales.

Este proceso rítmico que se repite constantemente puede compararse aquí en la existencia física en la tierra con dos cosas diferentes. Se puede comparar con la inhalación y la exhalación, y también con el sueño y la vigilia. En la existencia física en la tierra, ambos son procesos rítmicos; ambos pueden ser comparados con lo que he estado describiendo. Pero con los procesos que tienen lugar en el mundo espiritual entre la muerte y el nuevo nacimiento, no se trata de conocer algo de forma puramente abstracta, o -podría añadir- para satisfacer la curiosidad espiritual; se trata de reconocer la vida en la tierra como una imagen de lo supraterrenal. Y la pregunta surge necesariamente: ¿Qué ocurre en la vida terrestre que sea como una facultad de memoria como la que el hombre no tiene en la conciencia ordinaria, una facultad que podrían poseer los seres de las Jerarquías, los Arcángeles? ¿Qué hay en la vida física que sea como un recuerdo de vivir uno mismo en el mundo de los seres espirituales, o como un recuerdo de auto-experimentarse allí?

Ahora bien, mis queridos amigos, si entre la muerte y el nuevo nacimiento, no tuviéramos la experiencia de mirar dentro de nosotros mismos y encontrar allí el mundo del espíritu, aquí abajo en la tierra no existiría la moral. De esta experiencia de lo seres en el mundo espiritual, lo que conservamos cuando entramos en la vida terrestre es una inclinación hacia la vida moral. Esta inclinación es fuerte en proporción a la claridad con la que entre la muerte y el nuevo nacimiento el hombre ha experimentado su convivencia con los espíritus del mundo superior. Y cualquiera que en un sentido espiritualmente correcto vea en estas cosas, sabe que los hombres inmorales, como resultado de su vida precedente en la tierra, tuvieron una experiencia demasiado borrosa de esta existencia espiritual. Pero si entre la muerte y el nuevo nacimiento sólo pudiéramos experimentar lo que nos hace uno con los seres del mundo superior, y nunca pudiéramos experimentarnos a nosotros mismos, después en la tierra nos sería imposible alcanzar nunca la libertad, la conciencia de la libertad, la conciencia de nuestra personalidad, que es fundamentalmente idéntica a la conciencia de la libertad. Así, cuando en la tierra desarrollamos la moral y la libertad, son recuerdos del ritmo que experimentamos en el mundo espiritual entre la muerte y un nuevo nacimiento. 

Pero al dirigir nuestra mirada al alma podemos hablar con más exactitud de lo que resuena en el alma:  por un lado, el llegar a ser uno con los seres espirituales, y por el otro nuestra experiencia de la conciencia espiritual del yo. Eso que durante la vida terrenal permanece en nuestra alma como un eco del acercamiento a los seres del mundo espiritual, es la capacidad de amar. Esta capacidad de amar está más profundamente relacionada con la vida moral de lo que la gente cree. Porque sin esa capacidad de amar no habría vida moral aquí en la tierra; todo surge de la comprensión con la que nos encontramos con el alma de otro, y de esforzarnos por llevar a cabo lo que hacemos a partir de esta comprensión. El hecho de que nos comportemos con los demás con altruismo, o de que podamos actuar moralmente en el amor, son esencialmente ecos de nuestra vida entre la muerte y el nuevo nacimiento en común con los seres espirituales; y esto permanece con nosotros después de nuestra experiencia de lo que podríamos llamar soledad, -así es como se siente- la experiencia solitaria de nuestro yo en el mundo espiritual. Porque entonces nos sentimos solos cuando, por así decirlo, expiramos. 

La inhalación es como una experiencia de los seres espirituales. 

La exhalación es como una experiencia de nuestro yo. 

Pero el sentimiento de soledad, bueno, este sentimiento de soledad tiene su eco aquí en la tierra como nuestra capacidad de recordar, como nuestra memoria. Como seres humanos no tendríamos memoria si no fuera un eco de lo que hemos descrito como sentimiento de soledad. Somos verdaderos individuos en el mundo espiritual porque, -no puedo decir porque nos retraemos en nosotros mismos- sino porque podemos liberarnos de los espíritus superiores que hay en nosotros. Eso nos hace independientes en el mundo espiritual. Aquí en la tierra somos independientes porque somos capaces de recordar nuestras experiencias. Imaginen qué sería de su independencia si en sus pensamientos tuvieran que vivir siempre en el presente. Sus pensamientos recordados son los que hacen posible que ustedes tengan algo de vida interior. El recuerdo nos convierte en personalidades aquí en la tierra. Y recordar es el eco de lo que he descrito como la experiencia de la soledad en el mundo espiritual.

Ahora bien, ¿por qué descendemos del mundo espiritual al físico? De lo que dije aquí la última vez se deduce que las fuerzas que nos mantienen unidos a los seres espirituales superiores se van debilitando. Aquí, en la vida física, envejecemos porque las fuerzas que nos mantienen en conexión con la tierra física se debilitan; en cambio, en el mundo espiritual las fuerzas que se debilitan son las que nos mantienen en conexión con los seres espirituales. Sobre todo, se debilitan las fuerzas que nos permiten agarrarnos a los seres espirituales para así ser independientes. Un tiempo considerable antes de descender del mundo espiritual a la tierra, perdemos esa capacidad de convivir con los seres espirituales. No obstante con la ayuda de ellos formamos la semilla espiritual de nuestro cuerpo físico: ésta semilla la enviamos primero hacia abajo; luego tomamos nuestro cuerpo etérico y lo seguimos. En mi última conferencia les ilustré sobre esto. Nuestra capacidad de vivir con los seres espirituales en el mundo espiritual se desvanece, y sentimos cómo nos vamos acercando a la tierra cada vez más gracias a las fuerzas de la luna. Nos sentimos como un yo, pero continuamente nos volvemos menos capaces de comprender, de mantenernos dentro de los reinos espirituales; esta capacidad se vuelve cada vez más débil. Tenemos la sensación creciente de que el desvanecimiento puede vencernos en el mundo espiritual. Esto crea en nosotros la necesidad de que lo que ya no podemos llevar dentro de nosotros, ese sentirnos un yo, haya de ser apoyado por algo exterior, es decir, nuestro cuerpo, -una necesidad de ser apoyado por un cuerpo. Podría decir que poco a poco tenemos que desaprender a volar y aprender a caminar. Comprenderán que estoy hablando en sentido figurado, pero la imagen está en absoluta consonancia con la verdad, con la realidad. Así es como encontramos el camino hacia nuestro cuerpo. El sentimiento de soledad encuentra un refugio en el cuerpo y se convierte en la facultad de recordar, y tenemos que ganarnos un nuevo sentimiento de comunidad en la tierra. Esto resulta muy significativo cuando estudiamos, con la ayuda de la ciencia espiritual, el estado del sueño.

La última vez que estuve aquí describí este estado de sueño desde cierto aspecto. Ahora quiero añadir algo sobre los procesos mencionados entonces. Sé que estas cosas son fácilmente malinterpretadas. Una y otra vez se oye decir a la gente: "La última vez usted describió la experiencia del hombre entre el sueño y la vigilia, y ahora nos dice algo diferente al respecto". Mis queridos amigos, si les cuento lo que experimenta un funcionario en su despacho, no se contradice con lo que luego les cuento de él en el seno de su familia. Las dos cosas van juntas. Por tanto, deben ustedes tener claro que cuando les hablo de las experiencias entre el momento de ir a dormir y el de despertar, esto no es toda la historia, así como un funcionario puede seguir teniendo una vida familiar fuera de su oficina.

Así pues, el hombre, entre el sueño y la vigilia, experimenta en realidad una especie de repetición retrospectiva de lo que ha realizado en el transcurso del día. No se trata simplemente de que entre el sueño y la vigilia -el sueño puede ser bastante corto, y entonces las cosas se juntan de forma telescópica-, no se trata simplemente de que entre el sueño y la vigilia el hombre tenga una visión retrospectiva de sus experiencias durante el día, una visión inconsciente, no, cuando el alma durante el sueño se vuelve realmente clarividente, o cuando el alma clarividente mira hacia atrás en la memoria sobre las experiencias entre el sueño y la vigilia, se ve que el hombre experimenta realmente el retroceso de lo que experimentó desde la última vez que se despertó. Si duerme durante la noche de forma ordinaria, retrocede en lo que ha hecho durante el día. El último acontecimiento tiene lugar inmediatamente después de dormirse, y así sucesivamente. Todo su sueño actúa de una manera maravillosamente reguladora. Sólo puedo decir lo que puede ser investigado por la ciencia espiritual. Cuando se duerme un cuarto de hora, el principio del sueño sabe cuándo va a terminar, y en este cuarto de hora se experimenta en orden inverso lo que se ha producido desde la última vez que se despertó. Todo recibe su justa proporción, por maravilloso que parezca. Y esta experiencia retrospectiva puede decirse que se encuentra en algún lugar entre la realidad y la apariencia.

Si se tiene un recuerdo-imagen de algo experimentado en la vida física veinte años antes, una persona sana y reflexiva no lo tomará por una experiencia presente; está en la naturaleza del propio recuerdo-imagen que lo relacionemos con una experiencia pasada. Quien observa clarividentemente lo que el alma experimenta durante el sueño en orden inverso, no lo relaciona con el presente; lo relaciona con el futuro después de la muerte. De la misma manera que cualquier persona se da cuenta de que su recuerdo de algo vivido veinte años antes se refiere a ese tiempo pasado, también quien ve clarividentemente en el estado de sueño sabe que lo que ve no tiene ningún significado para el presente, sino que presagia lo que se va a vivir después de la muerte, cuando tengamos que retroceder por todo lo que hemos hecho en la tierra. Por eso, esta imagen del sueño es mitad realidad y mitad apariencia: está relacionada con el futuro. Por lo tanto, para la conciencia ordinaria es una experiencia inconsciente de lo que el hombre tiene que vivir en lo que llamé en mi libro, Teosofía, el mundo del alma. Y la conciencia intuitiva e inspirada descrita en mi libro, Conocimiento de los mundos superiores, recoge de la observación del sueño lo que el hombre tiene que vivir durante la primera etapa después de la muerte. Estas cosas no son meras invenciones; se observan claramente una vez que se ha adquirido el don de la observación. Así, desde que se duerme hasta que se despierta, el hombre vive sin su cuerpo a través de lo que ha hecho con su cuerpo cuando está despierto.

Llegamos ahora a un concepto extraordinariamente sutil. Piensen que desde el exterior tenemos que volver a vivir a través de nuestros actos con nuestro yo y nuestro cuerpo astral. La capacidad de hacerlo se adquiere en proporción al grado de amor que desplegamos. Ese es el secreto de la vida en lo que respecta al amor. Si un hombre es capaz de salir realmente de sí mismo en el amor, amando a su prójimo como a sí mismo, aprende lo que necesita en el sueño para experimentar a la inversa, plenamente y sin dolor, lo que tiene que ser experimentado de esta manera. Porque entonces debe estar totalmente fuera de sí mismo. Si un hombre es un ser sin amor, surge un sentimiento cuando, fuera de sí mismo, tiene que experimentar las acciones que realizó sin amor. Esto lo acorrala. Las personas sin amor duermen como si, -para usar una metáfora,- tuvieran poco tiempo. Así es que lo que hemos podido implantar en nosotros mismos a través del amor se vuelve verdaderamente fructífero mientras dormimos. Y en lo que se desarrolla así entre el sueño y la vigilia, tenemos algo que atraviesa la puerta de la muerte y luego sigue viviendo en el mundo espiritual. Se pierde entre la muerte y el nuevo nacimiento cuando convivimos con los seres espirituales de los mundos superiores y lo recuperamos como semilla durante la vida terrenal a través del amor. Porque el amor revela su significado cuando con su yo y su cuerpo astral, un hombre en el sueño está fuera de su cuerpo físico y de su cuerpo etérico. Entre el sueño y el despertar su ser esencial se ensancha si está lleno de amor y se prepara bien para lo que le sucederá después de la muerte. Si no tiene amor y se prepara mal para lo que le sucederá después de la muerte, su ser se estrecha. La semilla de lo que sucede después de la muerte se encuentra principalmente en el desarrollo del amor.

Durante nuestra vida en la tierra, entre el nacimiento y la muerte, nuestros recuerdos son extraordinariamente fugaces; sólo quedan imágenes. Piensen en lo poco que ustedes mismos conservan de estas imágenes de los acontecimientos vividos. Recuerden el indescriptible dolor experimentado por la muerte de alguien muy cercano a ustedes, e imaginen vívidamente la condición interior del alma que lo acompaña, y luego observen cómo aparece esto como una experiencia interior cuando después de diez años lo invocan. Se ha convertido en una sombra pálida, casi abstracta. Así es nuestra capacidad de recuerdo: pálida y abstracta comparada con el pleno vigor de la vida inmediata. ¿Por qué es tan débil y sombrío nuestro recuerdo? En efecto, es la sombra de nuestra experiencia del yo entre la muerte y el nuevo nacimiento. En él está la facultad de recordar, de modo que nos da realmente nuestra existencia. Lo que nos da carne y sangre aquí en la tierra, entre la muerte y el nuevo nacimiento nos da la facultad de la memoria. Allí la memoria es robusta y sanguínea -si se me permite usar tales expresiones para lo que es espiritual-, luego toma carne y se debilita. Cuando morimos, durante unos días, - lo he descrito a menudo, - el último resto de memoria está todavía presente en el cuerpo etérico. Si cuando atravesamos la puerta de la muerte miramos hacia atrás, hacia nuestra vida pasada en la tierra, el recuerdo se desvanece. Y de esta memoria se desprende lo que la fuerza del amor en la tierra nos ha dado como fuerza para la vida después de la muerte. De modo que la fuerza de la memoria es la herencia que recibimos de nuestra vida preterrenal, y la fuerza del amor es la semilla de lo que tenemos después de la muerte. Esa es la relación entre la vida terrenal y el mundo espiritual.

Pues bien, mis queridos amigos, he comparado lo que el hombre experimenta en relación con los seres superiores en el mundo espiritual, alternando con su experiencia del yo, con la respiración - inhalación, exhalación. En nuestro proceso de respiración, y en los procesos relacionados con el habla y el canto, podemos reconocer una imagen de "respiración" en el mundo espiritual. Como he dicho, nuestra vida en el mundo espiritual, entre la muerte y un nuevo nacimiento, alterna entre la contemplación del ser interior y la unión con los seres de las Jerarquías superiores; mirando desde dentro, llegando a ser uno con nosotros mismos. Esto sucede como la inhalación y la exhalación. Respiramos dentro de nosotros mismos y luego nos exhalamos, y esto es, por supuesto, una respiración espiritual. Aquí en la tierra este proceso de respiración se convierte en memoria y amor. Y de hecho la memoria y el amor también actúan juntos aquí en la vida física terrestre como una especie de respiración. Y si se es capaz de mirar con los ojos del alma esta vida física correctamente, se podrá observar en una importante manifestación de la respiración -hablar y cantar- el trabajo fisiológico conjunto de la memoria y el amor.

Estudien ustedes al niño hasta el cambio de dientes. Observarán cómo se desarrolla gradualmente el poder del recuerdo, de la memoria. Al principio es bastante elemental. El niño tiene una cierta memoria, pero se convierte en una fuerza independiente sólo hacia el momento en que cambian los dientes, y se completa en su desarrollo cuando el niño está maduro para la escuela. Sólo entonces podemos empezar a construir sobre la memoria. Antes de eso, al construir demasiado sobre la memoria, hacemos que el niño sea rígido y creamos una condición de alma esclerótica para su vida posterior. Cuando se trata de niños antes del cambio de dientes, se trata de que reciban las impresiones del presente de manera correcta. Es entre el cambio de dientes y la pubertad cuando podemos aventurarnos a construir sobre la memoria.

Hoy en día, la ciencia de la fisiología no ha llegado al punto de poder describir en detalle el proceso que acabamos de imaginar. La ciencia espiritual es capaz de hacerlo y la ciencia fisiológica ciertamente seguirá su ejemplo, pues estas cosas pueden ser descubiertas por una estrecha observación de la naturaleza humana. Se puede decir: Cuando emitimos un sonido o una nota, para empezar la cabeza está comprometida. Pero de la cabeza sale la misma facultad que interiormente, en el alma, da la memoria, que interviene en el sonido y en el tono: esto viene de arriba. Es inconcebible que alguien pueda hablar sin tener una facultad de memoria. Si olvidáramos siempre lo que contiene el sonido o el tono, nunca podríamos hablar o cantar. Es precisamente la memoria encarnada la que vive en el tono o en el sonido, por una parte; por otra parte, en cuanto al papel que desempeña el amor, incluso en su sentido fisiológico, en el proceso de respiración que da lugar al habla y al canto, tienen ustedes un claro testimonio de ello en el pleno volumen interior del tono que llega al varón con la pubertad, cuando el amor encuentra su expresión fisiológica durante el segundo período importante de la vida: esto viene de abajo. Aquí tenemos los dos elementos juntos - desde arriba lo que está en la base fisiológica de la memoria - desde abajo lo que está en la base fisiológica del amor: juntos forman el tono en el habla y en el canto. Ahí tenemos su interacción recíproca. En cierto modo, también es un proceso de respiración que atraviesa toda la vida. Así como inhalamos oxígeno y exhalamos dióxido de carbono, tenemos unidas en nosotros la fuerza de la memoria y la fuerza del amor, que se encuentran en el habla y en el tono. Se puede decir que el habla y el canto en el hombre son un intercambio alternativo de impregnación por la fuerza de la memoria y por la fuerza del amor.

Aquí hay algo extraordinariamente significativo para revelar el verdadero secreto del tono y del sonido.

Por lo tanto, hay una verdad real en lo que se expresa en las lenguas más antiguas al llamar Logos a la suma de las fuerzas del mundo y los pensamientos del mundo. Ese es el otro lado, el lado suprafísico de lo que se expresa físicamente en el habla. No sólo inhalamos y exhalamos seres superiores entre la muerte y el nuevo nacimiento, sino que también hablamos, aunque este hablar es al mismo tiempo un cantar. En la alternancia entre la salida hacia los seres espirituales y el regreso a nosotros mismos, hablamos un habla espiritual - con los seres de las Jerarquías superiores. Cuando estamos en el estado de hacernos uno con los seres del mundo espiritual, los miramos aunque estén dentro de nosotros mismos. Cuando nos liberamos de ellos y volvemos a nosotros mismos, entonces tenemos el efecto posterior, entonces somos nosotros mismos. Allí expresan su propio ser en nosotros: nos dicen lo que son: el Logos vive en nosotros. En la tierra esto se invierte; en el habla y el canto se expresa nuestro propio ser. Expresamos todo nuestro ser en el proceso de exhalación; mientras que cuando entre la muerte y el renacimiento liberamos a los seres espirituales, hemos recibido en el Logos todo el ser del mundo.

Pero, mis queridos amigos, el hecho es que cuando pasamos del mundo espiritual al físico atravesamos el gran olvido. ¿Quién, con la conciencia ordinaria, ve aquí, en la débil y sombría fuerza de la memoria, el eco de lo que fuimos como yo en el mundo espiritual? ¿Quién reconoce todavía en el habla, en la parte que proviene de la memoria, la vibración posterior del yo? ¿Quién reconoce en la formación plástica del habla, en el canto y en el discurso, un eco de los seres de las Jerarquías superiores? Sin embargo, ¿no es cierto que quien comprende cómo escuchar el habla sin tener en cuenta el significado, quien puede prestar oído a lo que los tonos expresan por su propia naturaleza, tiene la sensación -sobre todo si tiene inclinación artística- de que en el habla y el canto se revela más de lo que recibe la conciencia ordinaria? ¿Por qué entonces transformamos el habla ordinaria que tenemos aquí en la tierra como una facultad utilitaria - por qué la transformamos en canto despojándola de su función utilitaria y haciendo que exprese nuestro propio ser en la declamación, en el canto? ¿Por qué la transformamos? ¿Qué hacemos entonces?

Ahora nos hacemos una idea correcta de esto si decimos: Antes de descender a la tierra estaban en el mundo espiritual y vivían allí de la manera descrita. Llegó el gran olvido. En lo que su boca pronuncia, en lo que su alma recuerda, en cómo su alma ama, no reconoce el eco de lo que fue en el mundo espiritual. En el arte, sin embargo, nos retiramos unos pasos de la vida, por así decirlo, y nos acercamos unos pasos a lo que fuimos en nuestra vida prenatal y a lo que seremos en nuestra vida después de la muerte. Y si somos capaces de reconocer cómo la memoria es un eco de lo que tuvimos en la vida preterrenal, y cómo el despliegue del amor es la semilla de lo que tendremos después de la muerte, si a través del conocimiento del espíritu nos imaginamos el pasado y el futuro de la existencia humana, en el arte llamamos al presente -en la medida en que esto es posible para el hombre dentro de su organización física- llamamos al presente lo que nos une al espíritu.

Esa es la gloria esencial del arte: nos lleva por medios sencillos al mundo espiritual en el presente inmediato. Cualquiera que sea capaz de mirar en la vida interior del hombre dirá: Por lo general, un hombre sólo recuerda las cosas que ha experimentado en el curso de su vida terrenal actual. Pero la fuerza mediante la cual recuerda estas experiencias terrenales es la fuerza debilitada de su existencia como ser en la vida preterrenal. Y el amor que puede desplegar aquí como amor universal a la humanidad es la fuerza debilitada de la semilla que fructificará después de la muerte. Y así como en el canto y en el discurso declamatorio debe unirse lo que un hombre es, por medio de la memoria, con lo que puede dar al mundo, por medio del amor, así es en todo arte. Un hombre puede experimentar una armonía del yo con lo que está fuera, pero a menos que sea capaz de mostrar exteriormente lo que está dentro de él -ya sea en el tono, en la pintura o en cualquier otra rama del arte- de mostrar en la superficie lo que es, lo que la vida ha hecho de él, cuál es el contenido esencial de su memoria, no puede ser un artista. Tampoco es un verdadero artista aquel que de manera pronunciada se ve impelido a ser un egoísta en su arte. Sólo quien está dispuesto a abrirse al mundo, a hacerse uno con sus semejantes, a desplegar el amor, puede unir estrechamente este despliegue de amor con su propio ser. El altruismo y el egoísmo se unen en una sola corriente. Fluyen juntos de forma natural y más íntima en las artes sonoras, pero también fluyen juntos en las artes plásticas. Y cuando a través de una cierta profundización de nuestras fuerzas de conocimiento se nos revela cómo el hombre está conectado con un mundo suprasensible en lo que respecta al pasado y al futuro, también podemos decir que el hombre tiene un anticipo presente de esta conexión en su creación y disfrute del arte. En realidad, el arte nunca adquiere todo su valor si no está en cierta medida de acuerdo con la religión. No es que tenga que ser santurrón; incluso el arte en un estado de ánimo jovial puede tener esta concordancia.

Una amplia prueba de ello es la evolución del arte. En un principio estaba unido a la vida religiosa. En las épocas primitivas de la humanidad estaba entretejido con los cultos religiosos. Las imágenes que los hombres se formaban de sus dioses eran la fuente del arte plástico. Como ejemplo de ello, recordemos los Misterios de Samotracia a los que alude Goethe en la segunda parte de su Fausto, donde habla de los Kabiri.* En mi estudio de Dornach intenté hacer un cuadro de estos Kabiri. ¿Y qué resultó de ello? Fue algo muy interesante. Simplemente me propuse la tarea de descifrar intuitivamente cómo debían aparecer los Kabiri en los Misterios de Samotracia. E imagina esto: Llegué a tres cántaros, pero cántaros, es cierto, moldeados plásticamente y de acuerdo con el arte. Al principio me asombré, aunque Goethe hablaba realmente de cántaros. El asunto sólo se me aclaró cuando descubrí que esos cántaros estaban sobre un altar: entonces se ponía en ellos algo de la naturaleza del incienso, se cantaban las palabras del sacrificio, y a partir del poder de las palabras del sacrificio -que en los tiempos más antiguos de la humanidad tenían una fuerza de estímulo vibratorio muy diferente de todo lo posible hoy en día- el humo del incienso se convertía en la imagen deseada de la divinidad. Así, en el ritual, el canto acompañante se expresaba inmediatamente de forma plástica en el humo del incienso.

La humanidad había extraído verdaderamente el arte de la vida religiosa. Y Schiller tiene razón al decir: "Sólo a través del amanecer de la belleza se avanza hacia la tierra del conocimiento", que generalmente se encuentra citado en los libros como "Sólo a través de la puerta de la belleza se avanza hacia la tierra del conocimiento". Si un artista comete un desliz, pasa a la posteridad. La lectura correcta, por supuesto, es: "Sólo a través del amanecer de la belleza se entra en la tierra del conocimiento". En otras palabras, todo conocimiento llega a través del arte. Fundamentalmente, no hay conocimiento que no esté íntimamente relacionado con el arte. Sólo el conocimiento relacionado con lo externo, con la utilidad, parece no tener relación con el arte. Pero este conocimiento sólo puede extenderse a lo que en el mundo un simple moledor de colores sabría de la pintura. En cuanto en la química o en la física se va más allá -hablo en sentido figurado, pero se entiende lo que quiero decir- de lo que implica el mero triturado de colores, la ciencia se convierte en arte. Y cuando lo artístico es captado en su naturaleza espiritual de manera correcta, pasa gradualmente a lo religioso. El arte, la religión y la ciencia eran antes una sola cosa, y deberíamos seguir teniendo el sentido de su origen común. Esto sólo lo podremos tener cuando haya un retorno al espíritu en la civilización y el desarrollo humanos; cuando tomemos en serio la relación existente entre el hombre aquí en su existencia física en la tierra y el mundo espiritual. Este conocimiento debemos hacerlo nuestro desde los más variados puntos de vista.

Hoy he querido tratar uno de estos puntos de vista, mis queridos amigos, para que desde un cierto aspecto puedan tener una imagen de cómo el hombre está conectado con el mundo espiritual. Espero que podamos seguir ampliando estos estudios en un futuro no muy lejano.


Kabiri, Cabeiri , enigmáticas deidades ctónicas de la mitología griega


Traducido por J.Luelmo oct.2022



GA089- Berlín, 17 de octubre de 1904 -El ser humano como ser físico y como ser espiritual. Alma y cuerpo como envolturas del espíritu en desarrollo. 1ª conf.

 RUDOLF STEINER



EVOLUCIÓN PLANETARIA


ciclo de doce conferencias impartidas en Berlín,

17 de octubre de 1904 primera conferencia.
Hay que tener en cuenta que el microcosmos está en cierta relación con el macrocosmos. Tal como lo vemos en la actualidad, el hombre es una especie de ser doble, cuerpo y alma en el exterior, y a partir de la mitad del período lemúrico se ha ido formando el espíritu en el interior. El alma y el cuerpo son envolturas del espíritu, que está en proceso de desarrollo. Poco a poco, el hombre será cada vez más espíritu. El alma es la mediadora entre lo físico y lo espiritual. Debido a que el hombre espiritual actual no pudo ayudar a construirlo, multitudes de seres sublimes han construido este organismo cuerpo-alma. El cual está construido de forma inteligente. El aparato fotográfico más perfecto sería un juego de niños comparado con la sabiduría del ojo, o la construcción de un piano comparada con la sabiduría del oído. El sistema óseo está construido de la forma más sabia. Cada hueso está formado por un número ingente de pequeñas vigas que se sostienen entre sí. Tal sabiduría es mucho más profunda que toda la sabiduría a la que el hombre ha llegado en su actividad exterior. ¿Cómo se nos presenta el hombre en su dualidad? Según sus envolturas como una construcción acabada, según su espíritu como el comienzo de un desarrollo gradual.
Dos huestes de sublimes constructores de mundos trabajan sobre el ser humano. Uno tras otro, se turnan en su trabajo. La característica básica de estas dos huestes es la sabiduría. Un grupo de sabios constructores de mundos cedió realmente su cargo a los que ahora ayudan al hombre a guiar su espíritu a través de las encarnaciones, en plena época lemúrica, cuando el hombre comenzó a desarrollar su espíritu. Estos sabios constructores del mundo, que construyeron al hombre como un microcosmos, también se han desarrollado a su vez, pues todo está en desarrollo. Aprendieron su tarea en la [antigua] Luna y han pasado por el grado más elevado de desarrollo que era posible alcanzar en la Luna y, por tanto, eran competentes para emprender la construcción del cuerpo humano sobre la Tierra.  En ellos, a mediados del período Lemúrico, se desarrolló la siguiente cualidad más elevada: el amor. Su manas era perfecto en la luna; a continuación ascendieron a Budhi. El amor es la forma externa y macrocósmica de Budhi. Habían aprendido todo lo que había que aprender allí en la Luna, por lo que eran aptos para construir los maravillosos edificios del microcosmos, es decir el cuerpo humano. A mediados del período Lemúrico, desarrollaron su Budhi, al igual que habían desarrollado su Manas en la Luna. A partir de ese momento, el género humano ya no se construye desde el exterior mediante la sabiduría, sino que se guía aún más por el amor.  El refinamiento a través del amor es la nueva tarea que han asumido las entidades macrocósmicas. Sin embargo, todo desarrollo superior sólo puede lograrse si otras entidades se quedan rezagadas. Durante su desarrollo en la Luna, numerosas entidades se habían quedado rezagadas. Éstas entraron en la fase de desarrollo terrenal en estado latente y sólo ahora pudieron seguir desarrollándose en el maná individual. Sólo muy gradualmente pudieron emerger. Estos seres son los que, como seres sabios, se denominan esotéricamente el principio luciférico.  Cada vez intervienen más estos seres. Como líder del intelecto humano, Lucifer interviene ahora, mientras que las otras huestes son los guías del amor (serafines).
Pensemos en la futura etapa planetaria de evolución, Júpiter. Para entonces, todo lo mineral habrá desaparecido, habrá sido absorbido. La sabiduría se habrá transformado completamente en amor. La consecuencia será, que puesto que el macrocosmos es amor, el cuerpo astral podrá entonces alcanzar su máximo desarrollo. El reino vegetal será entonces el inferior, y el hombre tendrá un cuerpo astral tan flexible que esa astralidad será modeladora, será ley natural. Entonces se acabará el karma y el amor cobrará existencia real. El resultado será que todo lo que sienta el ser humano se expresará directamente en el mundo plásticamente. El hombre será una huella de su cuenta kármica. Uno reconocerá entonces qué karma trae consigo. El amor tendrá una existencia directa como la tiene ahora la ley natural. En esta quinta etapa Budhi se expresa.
En la sexta etapa, se expresará el Atma macrocósmico. El Ser divino estará allí directamente, expresándose en la materia manásica.... [hueco en la anotación].
Hoy la palabra sólo es físicamente posible, en la forma hablada. En la sexta etapa la palabra fluirá directamente a través del mundo, será un ser sonoro. Entonces el hombre se habrá vuelto Tonalidad. Esto es también lo que el autor del Evangelio de Juan entiende por logos. Y en cuanto a todo lo que ha de ser en el futuro, una cosa se está desarrollando de antemano para tomar protagonismo, de modo que ahora en Cristo el Verbo se hizo carne. Pero en la sexta etapa la humanidad será Verbo hecho sonido.
Si deseamos comprender la posición del principio espiritual de la evolución, debemos tomar nota de un acontecimiento significativo en la época de la raza raíz atlante. Los que al principio eran seres espirituales [todo sabiduría], ahora aparecían como los rebeldes, como los agitadores, que ahora querían conquistar su independencia. Los Suras se convirtieron ahora en asuras; hasta ese momento estaban latentes en la tierra. Son aquellas fuerzas que representan el lado intelectual y espiritual de la humanidad justo en la época actual.
Existen dos documentos, uno en el Vaticano y una copia en poder del cristiano más iniciado de Occidente: el conde de St. Germain.
Esta naturaleza de Lucifer es la que también representaba el cristianismo en los primeros siglos. Sólo gradualmente Lucifer se transformó en una especie de enemigo en la tradición cristiana. Originalmente, era amigo del hombre.
La evolución consiste, pues, en que las corrientes del universo no se desarrollan a la misma velocidad.
Algunas cosas deben ir antes, otras deben intentar ir después. Este retraso de las corrientes evolutivas da lugar a intereses contrapuestos en el mundo. Esta es una ley oculta importante. Los escritos teosóficos han mostrado ciertas evoluciones descendentes y ascendentes. Tenemos siete planetas, cada uno con siete rondas de siete estados de forma, lo que hace un total de 343 estados. Estos dan, en el punto medio, aproximadamente lo que corresponde a la mitad del período atlante. La ascensión comienza, pues, con la intervención del principio luciférico. Durante el descenso, el desarrollo se retrasa; durante el ascenso, se acelera cada vez más. Este desarrollo acelerado, sin embargo, no depende de todo el plano físico, sino de los seres individuales. Los Señores de la Sabiduría habían tenido un desarrollo ascendente al principio. A mediados del desarrollo de la Atlántida alcanzaron su clímax. Con respecto al amor, están en un principio; cincelan el amor en el macrocosmos, pero están en una línea descendente y en retraso. Los señores del principio luciférico están en su desarrollo ascendente, de ahí que la intelectualidad aumente muy rápidamente, pero el ennoblecimiento a través del amor muy lentamente. Ejemplo: El fabricante de pianos que construye un piano con el mayor amor está fuera de lugar en la sala de conciertos; el virtuoso del piano perfecto debe entrar en la sala de conciertos. Si el primero siguiera queriendo martillear con el mismo amor en la sala de conciertos, se produciría desarmonía.
Por tanto, siempre deben entrecruzarse dos corrientes. La interacción de dos corrientes que son perfectas en sí mismas da lugar al mal relativo. Jesús dice: ¿Por qué me llamáis bueno? Nadie es bueno excepto el Padre. - Nada de lo que hay en el mundo es bueno, sólo el principio inicial, el Padre. Así es como se forman macrocósmicamente las cualidades de dios atma-búdhicas en las huestes (serafines) guías del mundo.
Traducido por J.Luelmo dic.2022


GA093 Berlín. 23 de diciembre de 1904 -La leyenda del templo 10ª conf.

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Conferencia 10ª

EVOLUCIÓN E INVOLUCIÓN TAL COMO SON INTERPRETADAS POR LAS SOCIEDADES OCULTAS [EL ÁTOMO COMO ELECTRICIDAD CONGELADA]


Berlín. 23 de diciembre de 1904


En mi anterior serie de conferencias he estado hablando de escuelas ocultas y sociedades secretas, y creo que es correcto hoy en día poner fin a todo este curso de conferencias antes de pasar a un tema diferente la próxima vez. Dentro de una semana hablaré del significado de los días relacionados en el calendario de la Iglesia con la Festividad de Navidad, (nota 1) especialmente sobre la Epifanía, que sigue a la menos importante Festividad de Año Nuevo. (Nota 1) La conferencia de hoy, por lo tanto, será más bien una conclusión.


La pregunta que se podría hacer es: ¿Cuál es el significado más profundo de tales sociedades secretas, y cuál es su propósito en la evolución del mundo? A tal pregunta, mi respuesta sería que tienen una conexión real con la forma en que los seres de este mundo evolucionan y progresan. Si desean desarrollarse, saben que se necesitan diferentes tipos de ejercicios para este fin y que están disponibles. Han oído hablar del Hatha Yoga, Rajah Yoga y otros ejercicios de diferentes tipos por medio de los cuales las sociedades y fraternidades conectadas con la ciencia oculta han iniciado a sus miembros.

Alguien podría decir: Todo esto, seguramente, podría lograrse sin estas sociedades secretas. Pero puedo decirles - y en el curso de la conferencia se darán cuenta - que el mundo no puede prescindir de tales sociedades. Para decirlo sin rodeos, es bastante injustificable hablar en público al estilo del Manifiesto de los Masones que les leí hace quince días. (Nota 2)

No se puede alcanzar lo que se conoce como inmortalidad a menos que se esté familiarizado con las ciencias ocultas. Los frutos de la ciencia oculta, por supuesto, encuentran su camino hacia el mundo a través de muchos canales diferentes. Existe una gran cantidad de conocimiento oculto en las diversas religiones, y todos aquellos que participan profunda y sinceramente en la vida de una comunidad religiosa tienen alguna participación en este conocimiento y se preparan para el logro de la inmortalidad en el sentido real. Pero sigue siendo algo diferente, subsistir en el conocimiento de esta inmortalidad y el sentimiento de pertenencia al mundo espiritual en la experiencia concreta y con plena conciencia.

GA088 Berlín 11 de febrero de 1904 2ª parte 3ª conf. El camino del alma humana trás la muerte

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RUDOLF STEINER

El camino del alma humana tras la muerte 

Tarea del hombre durante su encarnación terrenal


Berlín 11 de febrero de 1904

En las conferencias sobre el mundo astral traté de mostrarles el camino que debe recorrer el alma humana después de atravesar la puerta de la muerte. Este camino a través del mundo del alma -o del mundo astral como se le denomina en la literatura teosófica-, es relativamente corto. La mayor parte del tiempo que el alma humana necesita para pasar de una encarnación a la siguiente, transcurre en el mundo espiritual, en lo que en Teosofía se denomina Devacán, la tierra de los dioses. Para utilizar una expresión en nuestra lengua, emplearé la expresión "tierra de los espíritus" o "mundo de los espíritus" para referirme al "Devacán". Debemos procurar introducir gradualmente expresiones en nuestra lengua. Y si sabemos que por lo que en Teosofía conocemos como "Devacán" no entendemos otra cosa que es la tierra de los espíritus, podremos entendernos.
En el mundo astral el alma tendrá que purificarse de lo que la tuvo encadenada a lo terrenal, de los impulsos, pasiones e instintos que son necesarios para la vida terrenal, pero que no pueden aferrarse al alma humana en su ulterior viaje. Una vez que se ha desprendido de todo esto, vaga por la verdadera tierra espiritual. Si se quiere entender lo que significa atravesar la tierra espiritual, uno debe aclarárselo a sí mismo. A menudo he subrayado que la Teosofía en modo alguno se aparta de la actividad terrena, en modo alguno apunta a un más allá; por el contrario, aclara que la tarea principal del hombre en el curso de su encarnación aquí, radica en lo terrenal, ya que es tarea del hombre llevar esta existencia terrena a una perfección cada vez mayor. El ser humano tiene que traer a la esfera terrenal como fruto lo que puede experimentar en el mundo superior, tiene que aplicar en la encarnación física lo que observa en el ínterin entre dos encarnaciones. Para esta encarnación física, la tarea de la tierra y del hombre es perfeccionarse tanto, que lo que se haya perfeccionado pueda ser llevado a reinos superiores. Nuestra tarea es cooperar en el perfeccionamiento terrestre, pues esta tierra, según el plan terrestre cósmico, no ha de permanecer tal como es, sino que ha de convertirse en un mundo superior. Y aquello que le permitirá ser aceptado en un mundo superior, eso es lo que las personas deben llevar a cabo en él; por lo tanto, deben regresar a la tierra de los espíritus de vez en cuando. El hombre debe trabajar en la tierra para conducirla hacia su meta, que es una meta espiritual. Para ello debe capacitarse espiritualmente. Debe volver una y otra vez a este estado, a vivir puramente espiritual en el mundo espiritual, para ocuparse desde allí de las intenciones y objetivos para la vida terrenal. Lo que experimentamos en el mundo espiritual lo trasladamos a la vida terrenal. Del mismo modo que lo primero y más importante en la construcción de una casa no está en la propia obra que consiste en poner los ladrillos, sino en el despacho del arquitecto, donde se elabora el plano de construcción, y así como los obreros sólo ponen en práctica lo que el arquitecto ha elaborado, lo primero y más importante es lo que traemos del mundo suprasensible: los objetivos, las intenciones, los planes, para aplicarlos en el mundo físico.
Lo más importante se hace durante la encarnación terrenal. El espíritu se retira de vez en cuando para conocer la base misma de la existencia terrenal. Ese es el propósito de la estancia en el Devacán o tierra de los espíritus. Cuando el hombre abandona su cuerpo al morir, pasa primero por un estado de inconsciencia; atraviesa el mundo astral y finalmente despierta en la tierra de los espíritus. Allí tiene que desarrollar todo lo que ha practicado en el mundo terrenal. Tenemos que imaginar, -por poner el mismo ejemplo,- que el hombre trabaja como un arquitecto que diseña el proyecto de una casa. Una vez que el arquitecto ha hecho el proyecto, durante la puesta en práctica del proyecto también aprende sobre las imperfecciones, los errores del mismo; es un aprendiz, de igual manera el hombre también aprende durante su encarnación. Al igual que el arquitecto reconoce y utiliza las experiencias y observaciones que ha hecho en un primer edificio, y las aprovecha para otro posterior, así también el hombre transforma sus experiencias y observaciones en conocimientos más perfectos y luego, enriquecido con este conocimiento, entra en la nueva encarnación. Ese es el significado.
El hombre despierta de una especie de inconsciencia, [entre la muerte y el nuevo nacimiento] en el Devacán. A continuación, tiene que pasar por las distintas etapas. En cada una de estas etapas se forma un tipo muy específico de habilidad. Hemos aprendido sobre siete etapas. Las volveré a repasar ante nuestros espíritus y, al mismo tiempo, indicaré lo que el espíritu debe realizar en cada etapa. He explicado que la región inferior es el reino de los arquetipos. Pero esto debe entenderse en sentido figurado; es un estado. En este mundo encontramos los arquetipos de todo lo que se nos presenta en el mundo sensorial. He dicho que vivimos en el mundo espiritual igual que vivimos en el mundo sensorial con los sentidos, y sentimos el mundo espiritual lo mismo que sentimos el mundo sensorial con los sentidos, mientras oímos y vemos este mundo sensorial, y así sucesivamente. Lo que es un pensamiento en este mundo terrenal es una entidad viva en el mundo espiritual. Lo que pasa por nuestra mente como un pensamiento es sólo la sombra de una entidad espiritual. Esta entidad espiritual se nos aparece como un pensamiento porque debe penetrar a través del velo de la corporeidad física. El hombre imprime sus pensamientos e ideas en el mundo, y a través de ellos perfecciona la tierra. En el mundo espiritual estos pensamientos son cosas entre las cuales se mueve el ser humano. Y así como aquí caminamos entre las cosas físicas, al chocar con ellas y tocarlas, en el mundo espiritual caminamos entre los pensamientos. Los arquetipos del mundo sensorial se encuentran en la región más inferior del mundo espiritual. Allí nos encontramos en el "taller" en el que se "fabrican" los objetos sensoriales. Allí vemos los arquetipos de las formas físicas vegetales, animales y humanas. Tenemos que pensar en lo que vemos. Estos pensamientos permanecen en el fondo como una sombra oscura, y el hombre no cree en la realidad de los pensamientos por el hecho de que tienen una existencia tan oscura. Del mismo modo que el reloj se crea según el pensamiento de su inventor, cada cosa se crea según el pensamiento, y éste ser-pensamiento se nos aparece en la tierra de los espíritus.
Por ello, en el mundo espiritual, todo el mundo sensorial que vemos aquí se nos presenta en sus arquetipos. Allí vemos todo tal como está hecho, vemos cómo la planta, o el animal brotan del poder creador animal y vegetal. Aprendemos a ver lo que hay aquí desde otro lado; vemos, por así decirlo, el negativo espiritual en relación con el positivo físico. Entramos en el mundo cuya descripción debe parecer fantástica a quien no siente nada por él, pero que es infinitamente más real que el mundo físico para aquel cuyos sentidos están despiertos a este mundo. Es el mundo arquetípico, el mundo de las causas. Se produce en nosotros una transformación espiritual, que se intensifica más y más cuanto más nos sentimos en casa en este mundo.
Me gustaría describirles el paseo por este mundo. Tiene un significado porque arroja una luz sobre este mundo, una luz de indescriptible trascendencia. Nuestra propia corporeidad, el cuerpo que llamamos nuestro, se nos aparece como una cosa mas entre las demás; se nos aparece como perteneciente a la realidad exterior. Vemos cómo nace y cómo muere. Así, el arquetipo de nuestro cuerpo se nos aparece como un miembro dentro de la realidad exterior; nos sentimos opuestos a él. Ya no decimos al cuerpo "Éste soy yo", sino que sabemos que pertenece a la realidad objetiva. Y nos familiarizamos con una frase de la más alta sabiduría vedanta india, la frase: Debes reconocer que tú mismo eres un miembro de todo lo grande - "Eso eres tú".
Vemos lo que construye nuestro cuerpo como si pisáramos una roca. Es algo completamente extraño. De la experiencia aprendemos a entender la frase: "Este eres tú". Y cuando practicamos esta frase, no es más que el recuerdo de lo que experimentamos antes en la tierra de los espíritus. Traemos este recuerdo a la conciencia y experimentamos un tenue reflejo del mundo espiritual en el mundo físico. Pero esto nos aleja del mundo de los sentidos, nos eleva a esferas superiores. Nos sentimos seres espirituales; sabemos que somos un miembro del espíritu original, como si fuéramos un rayo que emana de él. Lo sabemos por conocimiento directo.
La segunda frase principal de la sabiduría Vedanta también se cumple directamente en la primera región del Devacán: "Yo soy Brahman". Con el término "Brahman" se designa al espíritu primordial. Cuando el hombre ha llegado a sentirse miembro de este espíritu primordial, dice: El espíritu original vive en mí, él mismo es mi ser. Yo soy el espíritu original" es una experiencia inmediata que el alma ya hace en la región más baja de la tierra de los espíritus. Este es el sentido de la vida en la primera región del Devacán.
Describí la segunda región como aquella en la que se encuentran los arquetipos de toda la vida en nuestra Tierra. Cuando observamos la vida en nuestro mundo terrenal, la encontramos plasmada en seres concretos, en plantas, animales y seres humanos. Pero la vida de estas plantas, animales y seres humanos es una gran unidad viviente. Procede de la fuente común de la vida. El arquetipo de esa vida que vive aquí en la tierra como su reflejo, allí fluye como un océano a través de todos los seres del reino espiritual. El ocultista sabe que esta vida fluyente tiene un color rosa-rojo, como si fuera un océano rosa-rojizo; fluye como un elemento líquido a través de todos los seres de la tierra de los espíritus. Esta vida fluida, rosa-rojiza, líquida impregna y pulsa a través de toda la vida de la tierra de los espíritus. Cuando el hombre ha atravesado la primera región de la tierra espiritual, se identifica con esta vida que fluye en la segunda etapa. Entonces es cuando llega a reconocer la vida que fluye como su propio ser. 
Para comprenderlo plenamente, volvamos a concienciarnos del sentido que tiene vivir en estas regiones [en el tiempo que media entre la muerte y el nuevo nacimiento]. En la primera región del Devacán se vive durante un tiempo especialmente largo. En el mundo físico, nacemos en circunstancias muy concretas determinadas por la naturaleza física del entorno terrestre. Nacemos en un país, en una familia, de modo que por vínculo físico adquirimos tal o cual amigo. Nos apegamos, impulsados por las condiciones físicas, a algo que conforma el contenido de la vida cotidiana: la vida en la familia, la vida en la tribu, en la nación... eso es el karma. Todo eso que proviene de las condiciones físicas aprendemos a conocerlo y juzgarlo en sus arquetipos en la primera región del mundo espiritual. Y las habilidades que adquirimos mediante la práctica en la vida familiar, en la vida de amigos, etc., experimentan su desarrollo completo en la primera región del Devacán. Son aumentadas y entrenadas para que podamos volver a esta tierra con estas habilidades aumentadas y entrenadas para una nueva encarnación.
Por eso experimentamos que aquellas personas que basan toda su tarea en las circunstancias de la vida cotidiana, que no van más allá del entorno próximo, más allá de sus negocios y demás, tienen una larga vida en esta primera región del Devacán. 
En la segunda región del Devacán están aquellos que ya tienen una cierta preparación. Esto se crea mediante una educación superior dentro de la propia vida terrenal. El hombre aprende a reconocer que las cosas de la vida terrenal son pasajeras y no son más que expresiones de causas primordiales eternas. Aprende a reconocer la unidad en toda la vida y a mirar a la unidad con reverencia. Cuando el simple salvaje ve cualidades divinas en los objetos y los considera un símbolo de lo divino, esto ya va más allá de las circunstancias cotidianas. En esta región el hombre aprende a reconocer la creación y la obra de la divinidad. Allí vemos a los devotos de las distintas religiones desarrollar sentimientos de devoción acercándose humildemente a sus dioses, adorándolos. Con un grado más elevado de piedad, el hombre alcanza su encarnación después de pasar por esta segunda región. Vemos a personas que tienen un sentido de la unidad subyacente de todo morando durante mucho tiempo en esta segunda región. Los vemos asentarse en la unidad de todo ser, y vemos cómo estos espíritus, cuando regresan a la tierra, se convierten en personalidades religiosas de primer orden. Estas personas ven que los intereses del individuo ya no pueden separarse de los intereses de la comunidad. Este sentido de la vida comunitaria se forma en la segunda región del Devacán.
Ascendamos a la tercera región. Aquí ya no encontramos los arquetipos de lo que vive en la existencia terrenal, sino que encontramos los arquetipos de la propia existencia del alma. Aquí están los arquetipos de todos los deseos e instintos, de todas las sensaciones y sentimientos y de todas las pasiones, desde la pasión más baja hasta el patetismo más elevado. Para todo ello existen arquetipos puramente espirituales, y éstos se encuentran en la tercera región del Devacán. Así como toda vida está en la segunda región, toda sensación, sentimiento, sufrimiento y demás forman una gran unidad en la tercera región. Allí los instintos de un ser no están separados de los instintos que tiene otro ser. Allí ya se ha llevado a cabo el "Esto eres tú". Ya no podemos distinguir, -como ocurre en las condiciones limitadas de la existencia de los sentidos,- entre mi sentimiento y tu sentimiento. El dolor del otro es como el nuestro. Oímos el "gemido de la criatura". Percibimos todos los placeres y disgustos, sean nuestros o ajenos. Decimos a todo: Eso eres tú. - Sentimos con todo. He descrito esta región como la atmósfera, como el aire circundante de la tierra de los espíritus. Así como nuestra tierra está envuelta por el círculo físico del aire, el continente espiritual está envuelto por este otro aire circundante, por las esferas del infortunio y de la desgracia, por los arquetipos de las pasiones humanas, que se descargan como tempestades y tormentas. Si vivimos en la tercera región del Devacán, aprendemos a comprender la frase de un inspirado y nos damos cuenta de lo que significa unirse al "suspiro de las criaturas que esperan ser adoptadas como hijos". Esto forma en nosotros otro aspecto del sentimiento, llegamos a conocer el sentimiento terrenal desde otro lado, no como un sentimiento individual egoísta, sino de tal manera que hemos desarrollado el sentido, la compasión por todos los seres en esta tercera región. Lo que en nuestra encarnación desarrollamos en altruismo, en benevolencia hacia nuestros semejantes, eso es el recuerdo de esta tercera región del Devacán; eso es lo que traemos con nosotros de esta tercera región. Los filántropos, los genios de la beneficencia humana, entrenan allí sus habilidades; esos viven una larga vida en la tercera región del Devacán.
¿Cómo se relacionan estas tres regiones del Devacán con nuestro mundo terrenal? En la primera región encontramos los arquetipos de las cosas físicas, en la segunda los arquetipos de la vida, en la tercera los arquetipos del mundo anímico, los impulsos, los instintos y las pasiones. Encontramos lo que necesitamos para trabajar dentro de la vida terrenal, en el ámbito espiritual. La cuarta región es una especie de tierra espiritual pura, pero no en el pleno sentido de la palabra. Si queremos comprender la diferencia entre la cuarta región y las tres regiones inferiores, debemos tener claro que, a pesar de todo el poder creativo que el hombre trae consigo al mundo físico, depende de lo que ya está presente en la tierra. Somos como un alfarero que imprime sus pensamientos en la arcilla. Cuando queremos darnos cuenta aquí de los mensajes del mundo espiritual, dependemos de la arcilla del mundo terrenal. Debemos someternos a lo que ya ha sido creado. Debemos estudiar lo que ya existe en el mundo como fuerza física y materia física. Tenemos que atenernos a lo que sienten nuestros semejantes en términos de sufrimiento, placer y disgusto. Debemos orientarnos con lo que traemos del mundo espiritual en función de lo que encontramos aquí. Nosotros sólo creamos en la tierra una imagen de lo que hay en el mundo de los espíritus.
En la cuarta región están los arquetipos de lo que el hombre crea como una especie de obra original dentro del mundo, lo que crea más allá de lo existente. Todo lo que el arte y la ciencia han producido, todo lo que conocemos como inventos técnicos, todo lo que nunca existiría sin la influencia del espíritu humano, se encuentra como arquetipo en la cuarta región del Devacán. Quien participa en el progreso cultural de su tiempo, en el esfuerzo científico, en el desarrollo de las instituciones estatales, en el perfeccionamiento de lo que nace libremente del espíritu, que no está ligado al alma: todos ellos están fecundados por lo que experimentaron en la cuarta región del Devacán. Lo que allí experimentamos lo imprimimos en la realidad sensorial y así la transformamos. Si nos preguntamos si esta cuarta región es independiente de la región terrenal, debemos decir: en cierto sentido, porque el ser humano que viene de ella trae consigo algo que aún no está allí. Sin embargo, vuelve a depender, pues el hombre sólo puede situarse en un determinado estadio de perfección, y sólo puede dar cuerpo a aquello para lo que la humanidad está madura. La cuarta región del Devacán está conectada con la existencia terrenal de tal manera que, por un lado, es libre, pero, por otro, depende de un cierto [estado de existencia terrenal].
Cuando ascendemos a la quinta región de la tierra espiritual, nos liberamos completamente de las cadenas de la existencia terrenal. Entonces somos libres en todas las direcciones y capaces de desarrollarnos. Entonces tenemos el elemento de nuestro entorno en el que está nuestro hogar verdaderamente real. En esta región superior experimentamos las intenciones reales que el Espíritu Universal tiene con respecto al desarrollo terrenal. Participamos en las intenciones del espíritu universal. Todas las cosas se vuelven entonces parlantes. Aprendemos cuál es el objetivo del espíritu divino del mundo para las plantas, los animales y los seres humanos; llegamos a conocer en forma perfecta aquello de lo que lo creado no es más que una imagen imperfecta. Lo que experimentamos son las intenciones, los objetivos - los objetivos que fluyen de lo eterno, que aquí aprendemos a conocer. Y cuando, fortalecidos y vigorizados por ello, regresamos al mundo físico, entonces somos emisarios de las intenciones divinas, entonces se lleva a cabo aquello que ha de insertarse como verdaderamente espiritual, como espiritual independiente de este mundo.
Ahora bien, es fácil imaginar que lo que pueda extraerse de esta región dependerá de cuánto se haya desarrollado el yo durante su encarnación en la vida física. Si el hombre no muestra inclinación a elevarse a las intenciones superiores, si se aferra a lo mundano y no puede captar lo que es eterno, entonces sólo tendrá un breve destello en la quinta región del Devacán.
Y aquel que dentro de la vida terrenal está poco apegado a las cosas terrenales, que reflexiona en libre pensamiento sobre la existencia terrenal, que practica obras de compasión y caridad sin interés egoísta, habrá adquirido en esta existencia la cualificación para morar por más tiempo en las regiones superiores del Devacán. Esto le permite desarrollar en un sentido más elevado lo que es la libre actividad espiritual. Aquí lo que fluye de lo Eterno, lo Divino, fluye hacia él. Aquí el yo absorbe el mundo del pensamiento, no limitado por la imperfección terrenal. 
Cada encarnación no es más que un reflejo imperfecto de lo que es el ser humano en realidad. El yo espiritual está en el mundo espiritual, y al trasladarse al cuerpo humano, al alma humana, sólo puede plasmar una débil imagen de lo que realmente es en esencia. Cuando el hombre vuelve a su verdadero ser, a su originalidad, cuando conoce la quinta región, su visión de sus propias encarnaciones se amplía, es capaz de examinar su pasado y su futuro. Experimenta un destello de memoria sobre sus encarnaciones pasadas y puede relacionarlas con lo que puede lograr en el futuro. Él contempla el pasado y el futuro con una mirada profética. Todo lo que realiza le parece que fluye del Ser eterno. Esto es lo que el ser adquiere en la quinta región del mundo espiritual.
Por eso llamamos a este yo, en la medida en que se vive a sí mismo en la quinta región y se hace consciente de su propio ser, el portador de la causa del ser humano, que transfiere todos los resultados de la vida pasada al futuro. Lo que reaparece en las diversas encarnaciones, eso es el cuerpo causal, y esto hasta que el ser humano pasa a estados superiores, donde se aplican leyes más elevadas que las de la reencarnación. Desde el comienzo de la vida planetaria estamos sometidos a la ley de la reencarnación. El cuerpo causal es el que transporta el resultado de una vida anterior a las vidas venideras, el que disfruta como fruto de lo que se elaboró en las vidas anteriores. Cuando, a través de una serie de tales peregrinajes terrenales, el yo espiritual real o el portador de la causa se ha encarnado en el cuerpo físico y ahora vive en el mundo espiritual de tal manera que es capaz de moverse en el mundo espiritual tan libremente como el hombre sensorial se mueve entre las cosas sensoriales, porque esa es una experiencia que estamos teniendo. Luego ascendemos a la sexta región del Devacán, entonces adquirimos el derecho a pasar ciertos períodos entre dos vidas en la sexta región. En la sexta región, el yo humano vive ya la esencia más profunda de su propio ser interior; allí vive lo que llamamos vida en lo espiritual, en el yo eterno.
Allí vive lo que extrae directamente del Nacer del Ser divino. Allí el ser humano aprende a sentirse tan a gusto en el mundo espiritual lo mismo que el ser humano físico se siente a gusto en el mundo físico. Las leyes del mundo espiritual le resultan tan familiares que se considera parte de ellas. En esta sexta región el hombre aprende que viene a este mundo físico como mensajero de lo puramente divino; ya no toma del propio mundo físico las intenciones de lo que necesita para trabajar en el mundo físico; él mismo lleva a cabo los planes del orden divino del mundo: crea desde lo espiritual, trabaja desde lo espiritual. Pero, por tanto, no es un extraño en la tierra, ni trabaja como un extraño; ha adquirido la libre imparcialidad en esta sexta región. Si aparece en el mundo físico como mensajero del mundo espiritual, su trabajo es tanto más fructífero cuanto que no está apegado a las cosas de este mundo; y como las juzga con perfecta objetividad, hará lo que es justo. Su acto será un acto del propio orden divino del mundo, una expresión, una revelación del propio orden divino del mundo. 
En esta sexta región del mundo espiritual, el ser humano también disfruta del contacto con esos seres sublimes de los que hablé la última vez, que colaboran en el plan del orden mundial divino. Su mirada está abierta y sin velo sobre la sabiduría divina. El hombre que se ha desarrollado hasta la sexta región puede comprender lo que le dicen sobre el plan divino del mundo. Si vuelve al plano terrenal, podrá determinar por sí mismo la dirección y los objetivos de su vida. Entonces actúa fuera de sí mismo, puede trabajar conscientemente en el futuro; entonces es capaz de convertirse en un iniciado aquí en esta tierra. Aquel que es capaz de convertirse en un iniciado ha ganado primero la calificación para vivir en la presencia de los espíritus en el estado intermedio entre dos encarnaciones y para familiarizarse con los poderes y tesoros del mundo de los espíritus a través de actos que no están conectados con lo terrenal por medio del egoísmo, sino que los ha hecho en sacrificio desinteresado. Si luego vuelve a la encarnación, su memoria está abierta a las encarnaciones anteriores, entonces ve que ya ha vivido aquí y allá, y determina el futuro de su próxima encarnación, -aunque no en todos los detalles, pues eso no se puede determinar. Aquellos que han experimentado tales cosas en el estado intermedio entre sus encarnaciones en el mundo de los espíritus son los aspirantes a la iniciación en los Misterios; son los que son admitidos en las escuelas secretas y allí aprenden la sabiduría que tienen que proclamar al mundo para que siga el camino del progreso. 
Son aquellos que pueden afirmar por experiencia personal que las enseñanzas de la Teosofía son verdades y hechos. Pero son también ellos quienes tienen el deber, tan a menudo y tan bien como puedan, de proclamar a los demás lo que ha llegado a ellos como verdades irrefutables, y de encender en ellos el sentimiento elevado y el poder que lleva al hombre más arriba en la escala del conocimiento. Quien es capaz de creer en la reencarnación, quien sabe que es algo posible, ya ha dado el primer paso. El que cree -aunque sólo sea débilmente- que la reencarnación es posible, puede esperar que este pensamiento se convierta en un cumplimiento de la realidad en él, pues la fe, que actúa como una fuerza viva en el alma humana, produce milagros en el alma humana.
Quienes no saben cómo actúa lo que surge de las profundidades espirituales llaman a esas personas entusiastas y soñadores, porque no son conscientes de que crean a partir de una conciencia mucho más profunda que ellos mismos. Pero el curso del mundo es una perpetua encarnación de lo que han pensado los soñadores y los idealistas.
El séptimo grado sólo puede ser alcanzado por aquel que ha sido un iniciado en esta vida, que ha comprendido el significado de los misterios, que puede participar en la construcción y el plan del orden mundial divino. Después de haber realizado su tarea en las regiones inferiores, entra directamente en la región superior, de donde procede la fuente de la existencia, donde fluyen todos los impulsos de la vida y las corrientes de la existencia. Sólo el iniciado tiene acceso al séptimo nivel del Devacán o Mundo de los Espíritus.
Hemos visto que la tarea del hombre está en este mundo terrenal, que no debemos retirarnos de él. Pero lo que hay en este mundo debe ser fecundado por las experiencias que tenemos en el mundo del espíritu y que reconocemos como mensajes que hay que llevar a cabo en la vida terrenal. Para que podamos trabajar con mayor seguridad, debemos considerar la vida como una escuela; debemos hacer de la vida una lección para nosotros. Debemos observar con discernimiento cómo, por así decirlo, los rayos de la vida superior fluyen hacia el mundo terrenal. Hablaremos de ello la próxima vez.
Traducido por J.Luelmo dic.2022







GA089 Berlín, 29 de octubre de 1904 -El paso del ser humano por los distintos estados de conciencia, vida y forma. conferencia 5

    RUDOLF STEINER



El paso del ser humano por los distintos estados de conciencia, vida y forma



ciclo de doce conferencias impartidas en Berlín,

29 de octubre de 1904 quinta conferencia.
La conciencia del primer planeta era una conciencia de trance profundo; tenía el horizonte más amplio, pero también era la conciencia más apagada. Con ella, el ser humano pasaba por alto todo el sistema planetario. En el segundo planeta le siguió la conciencia algo más brillante, pero también más estrecha, del dormir sin sueños, y en el tercer planeta, la conciencia mucho más brillante y estrecha del dormir soñando. En la conciencia del dormir sin sueños, el hombre podía percibir la vida, y en el dormir con sueños también podía percibir las sensaciones. La conciencia del cuarto planeta es la conciencia diurna; es la más limitada, pero está llamada a percibir el yo consciente en el otro. Es la conciencia más clara. La etapa psíquica de la conciencia en el quinto planeta será mucho más brillante que la actual; entonces la conciencia se extenderá por todo el astral. En el sexto planeta sigue la etapa hiperpsíquica de conciencia; en él, el mundo inferior del pensamiento se presentará manifiestamente ante el hombre. En el séptimo planeta el hombre alcanza entonces la etapa espiritual de la conciencia; con ella el mundo mental superior se abre ante el hombre. Cada fase de desarrollo dentro de dicha etapa de conciencia se denomina "planeta" o desarrollo planetario. Esta división abarca el desarrollo de la conciencia.
Ahora sigue una visión general del desarrollo de la vida: cada etapa de conciencia debe pasar por siete etapas de vida, que se describen a continuación, a través del primer, segundo y tercer reinos elementales, los reinos mineral, vegetal, animal y humano. Cada fase de la etapa de vida se denomina "ronda". Así que en cada planeta tenemos siete rondas, o en conjunto en los siete planetas 49 metamorfosis de vida.
Los estadios de forma: Cada estadio de vida tiene que pasar por siete estadios de forma, a saber:

      1. Arupa
      2. Rupa
      3. Astral
      4. Físico
      5. Plástico (físicamente móvil: la vida domina la forma)
      6. Intelectual (no sólo móvil, sino penetrable por el pensamiento)
      7. Arquetípico (todo el yo se encuentra desnudo frente al mundo exterior).
Estas etapas se denominan globos. Cada etapa tiene una tarea especial. Queremos estudiar estas tareas para los humanos.

las 4 primeras etapas de evolución planetaria

El hombre pasa primero, en profunda conciencia de trance, por los siete reinos en las siete etapas de la forma. El estado más denso es el del medio en cada planeta (véase diagrama). 

Así pues, tenemos el primer reino elemental en los estadios arupico, rupico, físico astral, plástico, intelectual y arquetípico; luego el segundo reino elemental en los mismos siete estadios, del mismo modo también el tercer reino elemental. Además, tenemos el reino mineral en los mismos estados. Pero estos reinos sólo existían como gérmenes; en realidad sólo existía un reino. El número 49 es el reino humano en la etapa arquetípica, como el último globo de la última ronda: la forma, la vida, la conciencia espiritual.
El aspecto físico característico se experimenta en la mitad de las 49 etapas. El hombre ha entrado en el desarrollo como un ser completo. Se convierte entonces en un ser especial. En un principio se separó como una esfera única de una esfera general. Estas esferas humanas individuales pasaron por las diversas transformaciones. De una de las transformaciones posteriores surgió el llamado doble cuerpo de éter. Esta etapa de la primera separación del Ser Total se denomina "hundimiento de la conciencia en el abismo". Esto se alcanza en la etapa física del primer planeta. Está precedida y seguida de 24 etapas. La etapa intermedia, la 25, es la más densa. La planta física surgió como una tosca esfera física. La tierra de entonces se parecía a nuestro éter o a la materia ligera de nuestra tierra actual y después de la caída de la conciencia en el abismo tenía la forma de una especie de mora.
En el segundo planeta, en la conciencia del sueño profundo ( dormir sin sueños), el hombre se sumergió en el número. Las esferas creadas en el primer planeta funcionan con cierta armonía regular. Lo que queda de este segundo estado es que los elementos químicos no están conectados de forma arbitraria; los colores y las vibraciones sonoras están ordenados según su número de onda. Así pues, en el segundo planeta encontramos el ordenamiento según la medida, el número y el peso. 
En el primer planeta (Saturno) sólo había un reino, en el segundo planeta (Sol), cuando el hombre se había sumergido en el número, existía la posibilidad de una separación en dos reinos. En primer lugar, existía un reino que permaneció ininterrumpidamente hasta la aparición del hombre; en segundo lugar, existía un reino de todo lo que no era apto para desarrollarse en el hombre; éste se separó como un segundo reino especial (anexo a los reinos animal y vegetal, a los seres vivos inferiores). Ley: no se puede alcanzar un desarrollo superior sin que se separe algo que queda atrás en un nivel inferior. La medida del desarrollo es definitiva y se indica en este anexo del primer planeta. De ahí se deriva la ley de la vida. Esta es la ley del desarrollo desigual pero pleno: no se puede tomar sin dar. El primer deber del esoterista es: devolver.
En el tercer planeta se desarrolló, además del número, una tercera cosa: la ley de la afinidad electiva. Ésta consiste en el hecho de que las personas desarrollan simpatías y antipatías entre sí. Esta ley se encuentra en todos los ámbitos, por ejemplo en la química, en el reino mineral. Al mismo tiempo, esto hizo posible la formación de un nuevo reino. Se formaron el reino animal, el reino vegetal y el reino mineral. El hombre, tal como lo vemos hoy, no existía en aquella época. Seguía siendo una especie de animal, en la etapa kámica. El espíritu aún no había entrado en el cuerpo.
En el cuarto planeta, en la conciencia diurna, también existe la posibilidad de que ciertos seres no estén sujetos a la ley de afinidad electiva. Debe surgir una forma de vida global. Esto es el nacimiento y la muerte, que antes no existían. Esto sólo podía producirse por el hecho de que los seres ya no existían aislados, sino que estaban unidos por un hilo de vida suprasensible. 
Las encarnaciones individuales están ensartadas como en un hilo. Ahora el ser se multiplica en el tiempo a través del nacimiento y la muerte. Antes, los seres humanos sólo se desplegaban en el espacio. La multiplicación en el tercer planeta (la Luna) se producía por escisión, división, y todo vivía en simpatía y antipatía entre sí. Todo lo que se reproduce por escisión es materialmente inmortal. Por lo tanto, los seres vivos animales más inferiores, las mónadas (según Weismann) son inmortales. La muerte sólo es posible cuando a la escisión se añade la fecundación. El nacimiento y la muerte sólo pueden producirse si se sigue separando a los seres y si el hombre se desarrolla a expensas de otros seres. Por eso el nacimiento y la muerte también se imponen a todos los demás seres que no tienen karma individual. El hombre tuvo que empujar hacia abajo los reinos por debajo de él.
Lo que está relacionado con el nacimiento y la muerte es el karma del hombre. En el quinto planeta, con la conciencia aumentada, el hombre ya no será consciente sólo de los efectos del karma, sino que será consciente en el propio karma. Su fuerza interior habrá crecido de tal manera que tendrá la voluntad de representar este karma. Lo llevará en su forma, en su fisonomía. Entonces su fisonomía mostrará lo que hay en el cuerpo astral y mental. Entonces ocurrirá que el hombre bueno será realmente bueno y el hombre malo será realmente malo. Tal maldad entonces sólo existe entre aquellos que se han entrenado como magos negros. Ahí es donde se produce la gran decisión, la separación entre el bien y el mal. Eso ocurre en el quinto planeta. A partir del quinto planeta, sólo se puede hablar de evolución del bien.
En el sexto planeta, todo lo que carece de sentido, lo que se muestra en el plano mental inferior como insensato, ilógico, se elimina en el desarrollo ulterior. Este sexto planeta es el planeta del Logos, de la Palabra, porque la Palabra da sentido.
En el séptimo planeta hay un estado completamente purificado, donde se cumplirán las tareas de los planetas anteriores, donde se extraerán los frutos de ellos - ese es el estado de santidad.
Durante el desarrollo del cuerpo del ser humano, que pasa por todas estas etapas, el espíritu también estuvo presente todo el tiempo. Pero al principio flotaba sobre el cuerpo, luego, a mediados de la época lemúrica, se unió al cuerpo. Es de suponer que el espíritu se pone al día con las experiencias en los planos inferiores a través del cuerpo. En esoterismo, el alma de un ser humano se llama abeja, que recoge la miel de los desarrollos planetarios, desde la caída en el abismo en el primer planeta hasta la piedad en el séptimo planeta. Así se producen continuamente redenciones, una liberación y una redención de lo que ha sido encantado en la materia. El hombre adquiere experiencia sólo a partir del momento en que habita el cuerpo, pero antes es el maestro de obras que construye el conjunto para habitarlo él mismo después.
El ser humano experimenta así el siguiente desarrollo:
Primer planeta (conciencia de trance):
 
I. Reino Elemental
Forma:
      1. arúpico
      2. rupico
      3. astral
      4. físico
      5. plástico
      6. intelectual
      7. arquetípico
Pralaya
 
II. reino elemental
Forma: de la 8 arúpica a la 14 arquetípica 
 Pralaya
 
III. reino elemental
Forma: de la 15 arúpica a la 21 arquetípica 
Pralaya
 
IV. reino elemental
Forma: de la 22 arúpica a la 28 arquetípica 
 
Pralaya
  
V. reino elemental
Forma: de la 29 arúpica a la 35 arquetípica 

Pralaya

VI. reino elemental

Forma: de la 36 arúpica a la 42 arquetípica 

Pralaya

 VII. reino elemental
Forma: de la 43 arúpica a la 49 arquetípica 

Gran Pralaya

Segundo Planeta (Conciencia del dormir sin sueños):

I. Reino Elemental

Todo igual que con el primer planeta.

El nivel 25, el de la mitad, es siempre el más profundo, el más denso. Ahora estamos en el cuarto planeta, en la etapa 25, es decir, en el estado más denso. En el séptimo planeta, en el séptimo reino, el reino humano, y en la séptima forma, la forma arquetípica, se alcanzará la más alta perfección del desarrollo humano. El hombre poseerá entonces la forma arquetípica, será verdaderamente semejante a Dios y tendrá una conciencia espiritual que lo abarcará todo.

Traducido por J.Luelmo dic. 2022

El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919