GA323 Stuttgart, 9 de enero de 1921 Astronomía

Rudolf Steiner


Conferencia IX

Stuttgart, 9 de enero de 1921

¡Mis queridos amigos!

Hemos llegado a un punto en nuestros estudios a partir del cual debemos proceder con extrema precaución, para ver dónde existe el peligro de permitir que nuestro pensamiento se aparte de la realidad y ver también cuándo estamos evitando este peligro, manteniéndonos dentro de los límites de lo real.

La última vez, sugerimos la comparación de dos hechos: La aparición dentro del sistema planetario de los fenómenos cometarios y, por desgracia, dentro del sistema planetario, aunque tal vez no tenga la misma relación con él, todo lo que observamos en los fenómenos de fecundación. Sin embargo, para llegar a ideas sobre esto que estén justificadas, debemos ver primero si es posible encontrar conexiones entre dos cosas tan separadas, con las que nos enfrentamos en el mundo exterior de los hechos. No habrá progreso real en el método científico si no se puede pasar de un ámbito de hechos a otro, manifestando algo de naturaleza similar y, por lo tanto, conduciéndonos hacia adelante.

Hemos visto cómo, por un lado, tenemos que utilizar lo figurativo y lo formal, lo matemático, y luego cómo nos vemos impulsados una y otra vez a aceptar de una forma u otra el aspecto cualitativo, de alguna manera para encontrar un enfoque cualitativo. Así pues, hoy traeremos algo que surge con respecto al hombre si se estudia realmente a este hombre, que después de todo es, de alguna manera, una imagen de los fenómenos celestes, - tal como nos permiten deducir las numerosas afirmaciones de estas conferencias. Sin embargo, todavía tenemos que establecer de qué manera es esta imagen. Si esto es lo que es, debemos en primer lugar obtener una clara comprensión del hombre mismo. Debemos entender la imagen de la que pretendemos partir, - entender su perspectiva interior. Al igual que al mirar un cuadro hay que saber lo que significa un escorzo, y así sucesivamente, para pasar del cuadro a las relaciones espaciales reales y relacionar el cuadro con lo que representa en la realidad, así, si nos acercamos a la realidad en el universo, interpretándola a través del hombre, primero debemos tener claro al hombre. Ahora bien, es extraordinariamente difícil, como ser humano, acercarse al ser humano con ideas palpables. Por lo tanto, quisiera hoy traer ante vuestras almas lo que podría llamar "palpablemente impalpable", imágenes-pensamiento que surgen de fundamentos bastante simples, ideas con las que la mayoría de vosotros probablemente ya estáis bien familiarizados, pero que sin embargo debemos traer ante nuestras mentes en cierta conexión. Estas ideas, que parecen en parte fáciles de comprender y una vez más, más allá de ciertos límites, de eludir nuestra comprensión, nos proporcionarán un medio de orientación en el esfuerzo por apoderarse del mundo exterior a través de las ideas.

Puede parecer algo forzado el seguir insistiendo en la necesidad de remitirse a la vida en imágenes pictóricas del hombre, para comprender los fenómenos de los cielos. Pero después de todo es obvio que por muy cuidadosamente que describamos los fenómenos celestes, no tenemos, para empezar, nada más que una forma de imagen óptica, impregnada de pensamientos matemáticos. Lo que la Astronomía nos da tiene fundamentalmente el carácter de una imagen. Para escoger el buen camino, debemos por lo tanto preocuparnos por el surgir de la imagen en el hombre, de lo contrario no obtendremos ninguna relación verdadera con lo que la Astronomía puede decirnos. Por eso hoy quisiera proceder a partir de unas matemáticas bastante sencillas, mostrarles cómo aparece, (en un ámbito diferente al que nos llevó a través de las relaciones de los períodos de revolución de los planetas), dentro de las propias matemáticas este elemento de lo incomprensible, de lo impalpable. Nos encontramos con él cuando en cierta conexión estudiamos curvas bastante familiares. (Como dije, muchos de ustedes ya saben lo que voy a describir, hoy sólo quiero dilucidar el tema desde un aspecto particular).

Consideremos la Elipse, con sus dos focos A y B, y sabemos que una definición de la elipse es que para cualquier punto M de la curva, la suma de sus distancias (a + b) de los dos focos permanece constante. Es característico de la elipse que la suma de las distancias de cualquiera de sus puntos a partir de dos puntos fijos, los dos focos, se mantenga constante (Fig. 1).




Luego tenemos una segunda curva, la Hipérbola (Fig. 2). Sabes que tiene dos ramas. Se define en que la diferencia de las distancias de cualquier punto de la curva de los dos focos, (b - a) es una magnitud constante. En la elipse, entonces, tenemos la curva de la suma constante, en la hipérbola, la curva de la diferencia constante, y ahora debemos preguntarnos: ¿Cuál es la curva del producto constante?

A menudo he llamado la atención sobre esto: La curva de producto constante es la llamada Curva de Cassini (Fig. 2). La encontramos cuando, teniendo dos puntos, A y B, consideramos el punto M con respecto a sus distancias de A y B, y establecemos la condición de que las dos distancias AM y BM multiplicadas juntas deben ser iguales a una magnitud constante. Para simplificar el cálculo, llamaré a la magnitud constante b2 y a la distancia AB, 2a. Si tomamos el punto medio entre a y b como centro de los ejes de un sistema de coordenadas y calculamos las ordenadas para cada punto que cumpla estas condiciones, - tomamos C como centro del sistema de coordenadas y dejamos que el punto cuya ordenada llamaremos -y- se mueva alrededor de modo que para cada punto de la curva AM x BM = b2 , obtenemos la siguiente ecuación. (Sólo os daré el resultado, por la sencilla razón de que cada uno puede hacer fácilmente el cálculo por sí mismo; se encuentra en cualquier libro de texto de matemáticas relacionado con el tema). Encontramos el valor para y:

Teniendo en cuenta que no podemos utilizar el signo negativo porque entonces tendríamos una "y" imaginaria, y considerando por lo tanto tomar sólo el signo positivo, tenemos:

Si entonces dibujamos la curva correspondiente, tenemos una curva, bastante parecida pero no idéntica a una elipse, llamada la curva de Cassini (Fig. 4). Es simétrica a la izquierda y a la derecha del eje de las ordenadas y alrededor y debajo del eje de las abscisas.








Pero ahora, esta curva tiene varias formas, y para nosotros en cualquier caso esto es lo importante. La curva tiene diferentes formas, según si b, como la he tomado aquí, es mayor que a, igual a a, o menor que a. La curva que acabo de dibujar surge cuando b > a, y además cuando se cumple otra condición, a saber, que b es también mayor o igual que a √2. Además, cuando b > a√2, hay una curvatura distinta por encima y por debajo, Si b = a√2, entonces en este punto por encima y por debajo, la línea de la curva se endereza, se aplana tanto que casi se convierte en una línea recta (Fig. 4). Sin embargo, si b < a√2, entonces todo el curso de la curva se cambia y toma esta forma (Fig. 5). Y si b = a, la curva pasa a una forma bastante especial, cambia a esta forma (Fig. 6). Vuelve a entrar en sí misma, se corta y sale por el otro lado, y obtenemos la forma especial del Lemniscate. El lemniscate, entonces, es una forma especial de la Curva de Cassini - estas curvas se llaman así por su descubridor. La forma especial que asume la curva está determinada por la relación entre las magnitudes constantes que aparecen en la ecuación que caracteriza la curva. En la ecuación, sólo tenemos estas dos magnitudes constantes, b y a, y la forma de la curva depende de la relación entre ellas.

También es posible el tercer caso, que b < a. Si b < a, todavía podemos encontrar valores para la curva. Siempre podemos resolver la ecuación y obtener valores para la curva, ordenadas y abscisas, incluso cuando b es menor que a, sólo que entonces la curva sufre otra metamorfosis. Porque cuando b < a, encontramos dos ramas de la curva, que se ven más o menos así (Fig. 7). Tenemos una curva discontinua. Y aquí llegamos al punto en que las matemáticas mismas nos confrontan con lo que llamé "palpablemente impalpable", algo que es difícil de comprender en el espacio. Porque en el sentido de la ecuación matemática, no se trata de dos curvas, sino de una sola; se trata de una sola curva exactamente de la misma manera que todas estas son curvas simples (Figs. 3 a 5). En ésta (la lemniscata) ya hay una transición. El punto que describe la curva toma este camino, da la vuelta por debajo, corta su camino anterior aquí y continúa aquí (Fig. 7). Aquí, debemos imaginar lo siguiente: Si dejamos que el punto M se mueva a lo largo de esta línea, no cruza simplemente de un lado a otro, - no lo hace. Corre a lo largo del camino como en las otras curvas, describe una curva aquí, pero luego se las arregla para volver a subir aquí (Fig. 7) Como ven, lo que lleva al punto a lo largo de la línea desaparece aquí en el medio. Si quieres entender la curva sólo puedes imaginar que desaparece en el medio. Si intentas formar una imagen mental continua de esta curva, ¿qué debes hacer?


Es bastante fácil, ¿no es así?, imaginar curvas como estas. (¡Sólo lo digo entre paréntesis para el profano común!) Puedes seguir imaginando puntos a lo largo de la curva y no encuentras que la imagen se rompa. Aquí (en la lemniscata) hay que modificar la forma cómoda de dar vueltas y vueltas, pero aún así sigue continuamente. Puedes mantener la imagen mental. Pero ahora, cuando lleguemos a esta curva (Fig. 7), que no es tan común, y queramos imaginarla, entonces, para mantener la continuidad de la idea tendremos que decir: El espacio ya no me da un punto de apoyo. Al pasar a la otra rama en mi imaginación, a menos que rompa la continuidad y considere que una rama es independiente de la otra, debo salir del espacio; no puedo permanecer en el espacio. Como ven, la matemática misma nos proporciona hechos que nos obligan a salir del espacio, si queremos preservar la continuidad de la idea. La realidad misma nos exige que en nuestras ideas salgamos del espacio. Incluso en las matemáticas nos enfrentamos a algo que nos muestra que de alguna manera debemos dejar el espacio atrás, si la idea pura es seguir su camino correcto. Teniendo nosotros mismos y yendo la idea está empezando a pensar el proceso, debemos seguir pensando de tal manera que el espacio ya no sea de ninguna ayuda para nosotros. Si no fuera así, no podríamos calcular todas las posibilidades de la ecuación.

Siguiendo una línea de pensamiento similar, nos encontramos con otros casos de este tipo. Sólo llamaré su atención sobre el siguiente paso, que se confirma si uno piensa de la siguiente manera. La elipse es el lugar de la suma constante, - se define por el hecho de que es la curva de la suma constante. La hipérbola es la curva de la diferencia constante. La curva de Cassini en sus diversas formas es la curva del producto constante. Debe haber también una curva de cociente constante, si tenemos aquí A, aquí B, aquí un punto M, y luego un cociente constante que se forma a través de la división de BM por AM. Debemos ser capaces de encontrar diferentes puntos, M 1, M 2, etc., para los cuales

BM1 = BM2

AM1 AM2

etc. son iguales entre sí y siempre son iguales a un número constante. Esta curva es, de hecho, el Círculo. Si buscamos los puntos M1, M2, etc., encontramos un círculo que tiene esta relación particular con los puntos A y B (Fig. 8). De modo que podemos decir: Además de la habitual y simple definición de un círculo, - a saber, que es el lugar de un punto cuya distancia a un punto fijo permanece constante, - hay otra definición. El círculo es esa curva, cuyo punto mismo cumple la condición de que sus distancias a dos puntos fijos mantengan un cociente constante.

Ahora, al considerar el círculo de esta manera hay algo más que debe ser observado. Como ven, si expresamos esto



BM = m

AM    n  


(podría por supuesto expresarse de otra manera), siempre obtenemos los valores correspondientes en la ecuación, y podemos encontrar el círculo. Al hacerlo encontramos diferentes formas del círculo (es decir, diferentes proporciones entre el radio del círculo y la longitud de la recta AB), según la proporción de m a n. Estas diferentes formas del círculo se comportan de tal manera que su curvatura se hace cada vez menor. Cuando n es mucho mayor que m, encontramos un círculo con una curvatura muy fuerte; cuando n no es tanto mayor, la curvatura es menor. El círculo se hace cada vez más grande cuanto menor es la diferencia entre n y m. Y si seguimos esta proporción de m a n aún más, el círculo pasa gradualmente a una línea recta. Puedes seguir esto en la ecuación. Pasa al propio eje de ordenadas. El círculo se convierte en el eje de ordenadas cuando m = n, es decir, cuando el cociente m/n = 1. De esta manera el círculo se convierte gradualmente en el eje de las ordenadas, en una línea recta.

No es necesario que te sorprendas especialmente por esto. Es muy posible imaginarlo. Pero sucede algo muy diferente si queremos seguir el proceso aún más lejos. El círculo se ha aplanado más y más, y al hacerse más plano desde el interior, por así decirlo, se convierte en una línea recta. Lo hace porque la proporción constante de la ecuación sufre un cambio. A través de esto el círculo se convierte en una línea recta. Pero esta proporción constante puede, por supuesto, crecer más allá de 1, de modo que los arcos de los círculos aparecen aquí (a la izquierda del eje y). Sin embargo, ¿qué debemos hacer si tratamos de seguirlo en nuestra imaginación? Tenemos que hacer algo bastante peculiar. Tenemos, de hecho, que pensar en un círculo que no está curvado hacia el interior, sino que está curvado hacia el exterior. Por supuesto, no puedo dibujar este círculo, pero es posible pensar en un círculo que se curva hacia el exterior.1 En un círculo ordinario la curvatura es hacia el interior, ¿no? Si seguimos la línea alrededor, regresa a sí mismo. Pero definiendo el círculo de esta otra manera, si usamos la constante necesaria, obtenemos una línea recta. La curvatura sigue estando en este lado (a la derecha del eje y). Pero ahora hace que las cosas no sean tan cómodas para nosotros como antes. Anteriormente, la curvatura siempre giraba hacia el centro del círculo, mientras que ahora (en el caso de la línea recta), se nos muestra que el centro está en algún lugar de la distancia infinita, como se dice. A partir de esto, surge para nosotros la idea de un círculo que se curva hacia el exterior. Su curvatura ya no es como la de aquí (
Fig. 9a) - que sería el círculo filisteo ordinario y corriente - sino que su curvatura está aquí (Fig. 9b). Por lo tanto, el interior de este círculo no está aquí; éste es el exterior; el interior de este círculo (Fig. 9c) está a la derecha.

Ahora comparen lo que acabo de poner ante ustedes. He descrito la curva de Cassini, con sus diversas formas, la lemniscata y la forma en la que hay dos ramas. Y ahora hemos dibujado el círculo de tal manera que en un momento dado está curvado de la manera conocida, con el interior aquí y el exterior aquí; mientras que en una segunda forma de círculo (al dibujarlo sólo estamos indicando lo que se quiere decir) encontramos que la curvatura es así, con un interior aquí y un exterior aquí. Comparándola con la curva de Cassini, la primera forma del círculo correspondería a las formas cerradas, hasta la lemniscata. Después de esto tenemos otro tipo de círculo, que debe ser pensado en la otra dirección, siendo curvado de esta manera, con el interior aquí y el exterior aquí. Cuando nos ocupamos del producto constante encontramos formas de la curva de Cassini donde, es cierto, somos expulsados del espacio, pero aún podemos dibujar la otra rama del otro lado. La otra rama está una vez más en el espacio, aunque para pasar de la una a la otra somos arrojados del espacio. Aquí, en el caso del círculo, sin embargo, la cuestión se hace aún más difícil. En la transición del círculo a la línea recta somos, en efecto, expulsados del espacio, y además, ya no podemos dibujar una forma autónoma en absoluto. Esto es algo que no podemos hacer. Al pasar de la curva de producto constante a la curva de cociente constante, sólo somos capaces de indicar el pensamiento espacialmente.

Es extraordinariamente importante que nos preocupemos por la creación de ideas que, por así decirlo, todavía se deslizarán en tales formas curvas. Estoy convencido de que la mayoría de las personas que se preocupan por las matemáticas toman nota de tales discontinuidades, pero luego hacen el pensamiento más cómodo simplemente aferrándose a la fórmula y no pasando a lo que debería acompañar a la fórmula matemática en la verdadera continuidad del pensamiento. Tampoco he visto nunca que en el tratamiento de las matemáticas como materia de educación se dé un gran valor a la formación de tales pensamientos en la imaginación. - No sé. - Pregunto a los matemáticos presentes, Herr Blümel, Herr Baravalle, si es así; si en la educación universitaria moderna se le da alguna importancia a esto. (El Dr. Unger mencionó aquí el uso del cine.) Sí, pero eso es una pretensión. Sólo es posible representar tales cosas en el espacio empírico por medio del cine o de formas similares, si se introduce algún tipo de engaño. No se puede representar completamente en el espacio real sin que se consiga el efecto a través de algún tipo de engaño. El punto es, si hay en alguna parte de la esfera de la realidad algo que nos obligue a pensar de manera realista en términos de tales curvas. Esta es la pregunta que estoy haciendo ahora. Antes de pasar a describir lo que tal vez podría corresponder a estas cosas en el ámbito de la realidad, me gustaría añadir algo que tal vez pueda facilitar el paso de estas ideas abstractas a la realidad. Es lo siguiente.

Se puede establecer otro problema en la esfera de la Astronomía teórica, la Física teórica. Supongamos que el punto A, es una fuente de luz, y que esta fuente de luz en A ilumina un punto M (Fig. 10). Supongamos que aquí como A, es una fuente de luz, y esta fuente de luz en un ilumina un punto M (Fig. 10). La fuerza de la luz que brilla desde M se observa desde B. Es decir, con los instrumentos ópticos necesarios, se observa desde B la fuerza de la luz que brilla desde el punto M, que es iluminado desde A. Y por supuesto, la fuerza de la luz variaría, según la distancia entre B y M. Pero hay un camino que podría ser descrito por el punto M, de tal manera que, siendo iluminado desde A, siempre vuelve a brillar hacia B con la misma intensidad.Existe tal camino; y por lo tanto podemos preguntarnos: ¿Cuál debe ser el foco de un punto, iluminado desde un punto fijo A, de tal manera que, visto desde otro punto fijo B, su luz sea siempre de la misma intensidad? Esta curva - la curva en la que tal punto tendría que moverse - es la curva de Cassini! A partir de esto se ve que algo que toma una naturaleza cualitativa se establece en la conexión espacial, encajando en una curva complicada. La cualidad que debemos ver en el rayo de luz - ya que la intensidad de la luz es una cualidad - depende en este caso del elemento de la forma en las relaciones espaciales.

Sólo quería adelantar esto para que vieran que hay al menos alguna forma de pasar de lo que se puede captar en forma geométrica a lo que es cualitativo. Este camino es largo, y lo que ahora discutiremos es algo sobre lo que quiero llamar su atención, aunque llevaría meses presentarlo con todo detalle. Deben ser conscientes de que sólo pretendo darles unas líneas directrices; les corresponde a ustedes desarrollarlas más y entrar en todos los detalles que testimoniarían la verdad de lo que se dice. Como pueden ver, la conexión que debe formarse entre la ciencia espiritual y las ciencias empíricas de hoy en día exige un trabajo de gran alcance y extensivo. Pero cuando se dan las líneas de dirección, este trabajo puede ser emprendido y llevado a cabo hasta cierto punto. Es en todo caso posible. Sólo hay que ser capaz de penetrar de forma bastante definitiva en los fenómenos empíricos.

Si ahora abordamos el problema desde otro ángulo, -hemos intentado hasta cierto punto comprenderlo desde el aspecto matemático, entonces, para cualquiera que estudie el organismo humano, hay algo que no puede pasar desapercibido, algo que a menudo se ha planteado en nuestro círculo, especialmente en las charlas que acompañaron al curso de conferencias sobre Medicina en Dornach en la primavera de 1920. No hay que olvidar que existen ciertas relaciones entre la organización de la cabeza y el resto de la organización humana, por ejemplo el metabolismo. Existe en efecto una conexión, indefinible para empezar, entre lo que ocurre en el tercer sistema del ser humano - en todos los órganos del metabolismo - y lo que ocurre en la cabeza. La relación está ahí, pero es difícil de formular. Es evidente que, tal como se manifiesta en diversos fenómenos -por ejemplo, es evidente que ciertas enfermedades están relacionadas con deformaciones del cráneo o de la cabeza y similares, y estas cosas pueden ser fácilmente rastreadas por quien trata de seguirlas con el razonamiento biológico, - sin embargo, es difícil captar esta relación en la imaginación. La gente no suele ir más allá del punto de decir que debe haber algún tipo de conexión entre lo que ocurre en la cabeza, por ejemplo, y en el resto del organismo humano. Es una imagen difícil de formar, sólo porque es muy difícil para la gente hacer la transición del aspecto cuantitativo al cualitativo. Si no se nos educa a través de métodos científico-espirituales para encontrar esta transición, independientemente de lo que ofrece la experiencia exterior, - para extender a lo cualitativo el tipo de pensamiento que usamos para lo cuantitativo, si no nos entrenamos metódicamente para hacerlo, entonces, mis queridos amigos, siempre habrá un límite aparente para nuestra comprensión de los fenómenos externos.

Déjenme indicarles una manera de entrenarse metodológicamente para pensar lo cualitativo de manera similar a como piensan lo cuantitativo. Todos ustedes están familiarizados con el fenómeno del espectro solar, el espectro continuo habitual. Saben que consiste en la transición del color del rojo al violeta. Saben también que Goethe lidió con el problema de cómo este espectro es, en cierto sentido, lo contrario de lo que debe surgir si se permite que la oscuridad pase a través del prisma de la misma manera que se hace habitualmente con la luz. El resultado es una especie de espectro invertido, y como saben, Goethe también organizó este experimento. En el espectro ordinario, el verde pasa por un lado hacia el violeta y por el otro hacia el rojo; mientras que en el espectro obtenido por Goethe al aplicar una franja de oscuridad al prisma hay un color de flor de melocotón en el centro y luego de nuevo rojo por un lado y violeta por el otro. Se obtienen las dos bandas de color cuyos centros son opuestos entre sí, cualitativamente opuestos, y ambas bandas parecen extenderse como en el infinito. Pero ahora, uno puede imaginar que este eje, el eje longitudinal del espectro ordinario, no es simplemente una línea recta, sino un círculo, ya que de hecho cada línea recta es un círculo. Si esta línea recta es un círculo, regresa a sí misma, y podemos considerar el punto en el que la flor del melocotón parece ser el mismo punto en el que el violeta, que se extiende a la derecha, se encuentra con el rojo, que se extiende a la izquierda. Se encuentran en la infinita distancia a la derecha y a la izquierda. Si tuviéramos éxito - tal vez usted sabe que uno de los primeros experimentos que se harán en nuestro recién establecido laboratorio de física es ir en esta dirección - si tuviéramos éxito en doblar el espectro de cierta manera en sí mismo, entonces incluso aquellos que no están dispuestos a comprender la materia para empezar en el pensamiento puro serán capaces de ver que estamos aquí preocupados por algo real y de naturaleza cualitativa.

Llegamos a ciertas ideas límite en Matemáticas, donde - como en la Geometría Sintética - estamos obligados a considerar la línea recta como un círculo en un sentido bastante real aunque interior; donde estamos obligados a admitir el punto infinitamente distante de una línea recta como un solo punto; o entender como delimitación de un plano, no una línea superior y otra inferior, sino una sola línea recta; o pensar en el límite del espacio infinito, no en la naturaleza de algo esférico, sino como un plano. Sin embargo, tales ideas también se convierten, en cierto modo, en ideas limitadoras de la realidad empírica perceptible para los sentidos, y estamos obligados a realizarlas si insistimos en limitarnos a la realidad perceptible para los sentidos.

Esto nos lleva a algo que de otra mmodo siempre permanecería perpetuamente en la oscuridad. Ya lo he mencionado. Nos invita realmente a pensar a través de las imágenes-pensamiento a las que llegamos cuando permitimos que la forma lemniscata de la curva de Cassini pase a la forma de doble ramificación, - la forma con las dos ramas por las que debemos salir del espacio, - y lo comparan con lo que nos enfrentamos en la realidad empírica.

De hecho, ya lo están haciendo, mis queridos amigos, cuando aplican las matemáticas de una manera u otra a la realidad empírica. Llaman triángulo, a un triángulo, porque primero lo han construido matemáticamente. Aplican a la forma externa lo que ha evolucionado de una manera constructiva interna dentro de ustedes. Sólo que el proceso que acabo de describir es más complicado, pero es el mismo proceso cuando se piensa en las dos ramas de esa forma particular de la curva de Cassini como una sola. Apliquen este pensamiento a la correspondencia entre la cabeza humana y el resto del organismo humano y tendrá que darse cuenta de que en la cabeza hay una conexión con el resto del organismo de un carácter precisamente tal como se expresa en la ecuación que requiere, no una curva continua, sino una discontinua. Esto no puede seguirse anatómicamente; hay que ir más allá de lo que el cuerpo comprende físicamente, si se quiere encontrar la conexión de lo que se expresa en la cabeza con lo que se expresa en el sistema metabólico. Es esencial acercarse al organismo humano con pensamientos que son bastante inalcanzables si para cada elemento del pensamiento se insiste en una correspondencia entera dentro del ámbito empírico perceptible por los sentidos. Debemos llegar a otra cosa, más allá del ámbito empírico perceptible por los sentidos, si queremos encontrar lo que esta relación es realmente dentro del ser humano.

Semejante estudio, si uno se entrega realmente a él y lo realiza metódicamente, es extraordinariamente rico en sus resultados. La organización humana es de tal naturaleza que no puede ser abrazada sólo por el enfoque anatómico. Así como somos expulsados del espacio en la curva de Cassini, de la misma manera en el estudio del hombre somos expulsados del cuerpo, por el método de estudio en sí mismo. Es muy posible entender en primer lugar en el pensamiento, que en el estudio del hombre entero somos expulsados del reino de lo que puede ser captado en un sentido físico-empírico. Presentar tales cosas no es una ofensa contra los principios científicos. Tales ideas están muy alejadas de las fantasías puramente hipotéticas que a menudo se tienen en cuenta en relación con los fenómenos naturales, ya que se refieren a la forma en que el hombre está integrado en el universo. No se busca algo que de otro modo no existe, sino algo que es exactamente lo mismo que lo que se expresa en la relación entre un hombre que piensa matemáticamente y la realidad empírica.

No se trata de buscar hipótesis que al final son injustificables; se trata, ya que la realidad es evidentemente complicada, de buscar otras relaciones cognitivas con la realidad interior, además de la simple relación del hombre matemático con la realidad empírica. Una vez aceptados estos pensamientos, se preguntará también si lo que ocurre fuera del hombre en otros dominios además del astronómico, -por ejemplo, en los fenómenos que llamamos químicos y físicos-, si esos mismos fenómenos, que consideramos como fenómenos químicos fuera del hombre, toman el mismo curso en el interior del hombre, cuando está vivo, que en el exterior, o si también aquí es necesaria una transición que conduzca de alguna manera fuera del espacio.

Ahora consideren la importante cuestión que surge de esto. Supongamos que tenemos aquí algún tipo de fenómeno químico y aquí el límite que conduce al interior del ser humano (Fig. 13). Supongamos que este fenómeno químico fuera capaz de provocar otro, de modo que el ser humano reaccionara aquí (en el interior); entonces, si permanecemos en el campo de lo empírico, el espacio sería, por supuesto, el mediador. Pero si la continuación de este fenómeno en el interior del ser humano se produce en virtud del hecho, digamos, de que el ser humano se nutre de alimentos, y los procesos que ya tienen lugar fuera de él continúan dentro de él, entonces surge la pregunta: ¿La fuerza que actúa en el proceso químico permanece en el mismo espacio cuando se produce en el hombre que cuando se desarrolla fuera de él? ¿O debemos quizás salir del espacio?

Y ahí está lo que es análogo al círculo que se convierte en una línea recta. Si buscan su otra forma, donde lo que normalmente se gira hacia afuera ahora se gira hacia adentro, están completamente fuera del espacio.

La cuestión es si no necesitamos ideas como estas, imágenes-pensamiento que, aunque continuas, salen del espacio, - cuando seguimos el curso de lo que sucede en el exterior, fuera del hombre, en el interior del ser humano. Lo único que hay que decir en contra de tales cosas, mis queridos amigos, es que ciertamente imponen mayores exigencias a la capacidad humana de comprensión que las ideas con las que se abordan los fenómenos hoy en día. Por lo tanto, podrían ser bastante incómodas en la educación universitaria. Son, sin duda, muy incómodas, pues implican que antes de abordar los fenómenos debemos despertar en nosotros mismos lo que nos permitirá comprenderlos. Nada de esto existe hoy en nuestro sistema educativo; pero debe llegar, debe ciertamente llegar, pues de lo contrario al hablar simplemente de un fenómeno nos metemos en las mayores disparidades, sin ver en absoluto la realidad. Basta pensar en lo que sucede cuando alguien observa el círculo mientras se curva hacia este lado (Fig. 9a), y luego ve cómo se curva hacia este lado (Fig. 9b), pero entonces sigue siendo un profano y simplemente no concibe que el círculo se curve ahora hacia el otro lado. Él dice: Esto es imposible, el círculo no puede curvarse de esta manera; debo poner la curvatura de esta manera, simplemente debo colocarme en el otro lado. Lo que dice parece ser una misma cosa, pero ha cambiado su punto de vista.

De esta manera hoy en día hacemos las cosas simples, al describir lo que está dentro del ser humano en comparación con lo que ocurre en la naturaleza fuera de él. Decimos: Lo que está dentro del hombre no existe en absoluto; simplemente debo colocarme dentro del hombre y decir que la curvatura está orientada de esta manera (Fig. 9c). Entonces consideraré lo que está dentro, sin tener en cuenta que he invertido la curvatura. Convertiré el interior del ser humano en una naturaleza exterior. Simplemente imagino que la naturaleza exterior continuará a través de la piel hacia el interior. Me doy la vuelta, porque no estoy dispuesto a admitir la otra forma de curvatura, y entonces teorizo. Ese es el truco que se realiza hoy en día, sólo para adherirse a movimientos más cómodos. No hay ningún deseo de acentuar lo que es real; para no tener que hacerlo, simplemente nos damos la vuelta, y - esto es ahora una comparación - en lugar de mirar al humano de frente, miramos a la Naturaleza por detrás y así llegamos de esta manera a todas las diversas teorías sobre el hombre.

Continuaremos, entonces, mañana.

1Si se dibujara se vería como un círculo ordinario, sólo que habría que tener en cuenta que "fuera" y "dentro" habrían intercambiado la posición.


Traducido por J.Luelmo abr.2014

GA323 Stuttgart 8 de enero de 1921 Astronomía

Rudolf Steiner


Conferencia VIII

Stuttgart, 8 de enero de 1921


¡Mis queridos amigos!

Para llevar nuestros estudios actuales a una conclusión provechosa debemos seguir el curso bastante sutil que he estado adoptando, reuniendo una gran variedad de ideas de diferentes campos. Por esta razón tendremos que continuar con este curso también mientras el otro curso1 está en marcha -entre el 11 y el 15 de enero. Debemos arreglar los tiempos de acuerdo con la Escuela Waldorf. Hay tanto que aportar que también necesitaremos estos días. Ahora soy consciente de la cantidad de preguntas, dudas y problemas que pueden surgir en relación con este tema. Por favor, preparen las preguntas que quieran hacer, si necesitan más aclaraciones. Intentaré incorporar las respuestas en una de las conferencias de la próxima semana, para que el panorama sea más completo. Trabajando de esta manera podremos continuar como hasta ahora, añadiendo lo que yo llamaría los aspectos más sutiles de nuestro tema.

Imaginemos una vez más el curso que hemos estado siguiendo. Nuestro objetivo es obtener una comprensión más profunda de la Astronomía -la ciencia de los Cielos- en relación con los fenómenos en la Tierra. Para empezar, señalamos que por regla general la Astronomía de nuestro tiempo sólo tiene en cuenta lo que se observa directamente con los sentidos externos ayudado, sin duda, por instrumentos ópticos y similares. Tales eran, en general, todos los datos que hasta ahora se habían aportado para explicar y comprender los fenómenos de los Cielos. Tomaron como punto de partida los "movimientos aparentes", como se les llamaría ahora, o los cuerpos celestes. Primero consideraron el movimiento aparente de los cielos estrellados como un todo alrededor de la Tierra y el movimiento aparente del Sol.

Luego observaron los muy extraños caminos descritos por los planetas. Tal es, en efecto, la apariencia visual inmediata; algunos de los caminos planetarios se ven como bucles (Fig. 1) el planeta se mueve a lo largo de aquí, se invierte y va hacia atrás, y luego hacia adelante de nuevo, aquí ... Y ahora razonaron; si la propia Tierra se está moviendo y no tenemos una percepción directa de este movimiento, los movimientos reales de los cuerpos celestes no pueden sino ser diferentes de la apariencia visual. Interpretando a lo largo de estas líneas -aplicando leyes matemáticas y geométricas- llegaron a una idea de cómo podrían ser los movimientos "reales". Así que llegaron al sistema de Copérnico y a sus posteriores modificaciones. Tales fueron, en su mayoría, los métodos de cognición utilizados; primero, lo que nuestros sentidos perciben cuando miran al cielo, y luego la asimilación intelectual, la interpretación razonada de estas impresiones sensoriales.

Señalamos pues, que este procedimiento no puede nunca conducir a una penetración adecuada de los fenómenos celestes, aunque sólo sea por la razón de que el método matemático en sí mismo es insuficiente. Comenzamos nuestros cálculos a lo largo de ciertas líneas y luego nos detenemos. Como les recordaba, las relaciones entre los períodos de revolución de los diversos planetas son números inconmensurables, -magnitudes inconmensurables. Por lo tanto, con el cálculo no llegamos a la estructura más profunda de los fenómenos celestiales. Tarde o temprano tenemos que salir.

De ello se deduce que debemos adoptar un método diferente. Debemos partir no sólo de lo que el hombre observa cuando mira al Universo con sus sentidos; debemos tomar al hombre en su conjunto en su conexión con el Universo, y quizás no sólo al hombre, sino también a otras criaturas, -los reinos de la Naturaleza sobre la Tierra. Todas estas cosas que señalamos, y luego mostré cómo toda la organización del hombre puede ser vista en relación con ciertos fenómenos en la evolución de la Tierra, a saber, las glaciaciones en su recurrencia rítmica. También tienen que ver con la evolución interna del hombre y de la humanidad. Esto también, dije, nos dará indicaciones de lo que pueden ser los movimientos reales en el espacio celeste. Este es el tipo de cosas que debemos perseguir.

Antes de continuar con las líneas de pensamiento más formales con las que terminamos la conferencia de ayer, consideremos una vez más esta conexión de la evolución del hombre con la evolución de la Tierra a través de las glaciaciones. Vimos que el tipo especial de conocimiento o de vida cognitiva que el hombre de la actualidad llama suyo, sólo ha surgido desde la última Era Glacial. Además, todas las épocas de la civilización, de las que he hablado tan a menudo, han tenido lugar desde entonces, a saber, la antigua India, la persa, la egipcia, la caldea, la grecolatina y la época en la que vivimos ahora. Antes de la última Era Glacial, dijimos, debe haberse desarrollado en la naturaleza humana lo que en el hombre de hoy está más retraído, menos en la superficie de su naturaleza, a saber, su poder de ideación -la formación de representaciones mentales. Dijimos que la calidad interior de esta parte de nuestra vida interior sólo se puede entender si la comparamos con nuestra vida de ensueño. A través de la percepción sensorial es cuando nuestras representaciones mentales reciben una configuración clara y firme y, por así decirlo, un contenido completamente saturado. Las representaciones mentales se están formando en una región más interna de nuestra vida orgánica corporal, más atrás, por así decirlo, detrás de las percepciones de los sentidos, y esta actividad es tenue y nebulosa como nuestra vida de ensueño. La formación de nuestras representaciones mentales sería tan tenue como en los sueños, si las experiencias de los sentidos no nos alcanzaran cada vez que despertamos. (Podemos permitir que la suposición, ayude a explicar lo que se quiere decir.)

Más tenue y nebulosa que nuestra vida en la percepción de los sentidos, esta vida interior de ideación, de representaciones mentales, está relacionada con aquellas fases anteriores en la evolución de la naturaleza del hombre que precedieron a la última época glacial, o que -por hablar en términos antroposóficos- pertenecieron a la antigua Atlántida.

¿Cómo debió ser entonces para el hombre? En primer lugar, debe haber tenido una conexión interna mucho más íntima con el mundo que lo rodea que la que tiene hoy en día a través de la percepción de los sentidos. Podemos controlar nuestra percepción sensorial con la voluntad. Es con nuestra voluntad en todo caso como dirigimos la visión de nuestros ojos, y por la atención deliberada podemos ir aún más lejos en el gobierno de nuestra percepción sensorial mediante nuestra propia voluntad. En todo caso, nuestra voluntad está muy presente en nuestras percepciones sensoriales, lo que nos hace en gran medida independientes del mundo exterior. Nos orientamos por nuestra propia elección arbitraria. Esto sólo es posible porque como seres humanos nos hemos emancipado en cierto modo del Universo. Antes de la última Era Glacial no pudimos habernos emancipado así. (Digo "no pudimos" porque ahora quiero hablar desde el aspecto empírico de la ciencia externa). Durante aquel tiempo, como hemos visto, el poder de formar representaciones mentales, fue especialmente desarrollado, y en sus condiciones internas el hombre debe haber sido mucho más dependiente de todo lo que sucedía a su alrededor. Hoy en día vemos el mundo que nos rodea brillando a la luz del sol, pero la forma en que lo vemos está considerablemente sujeta a la cultura interna y al control de nuestra propia vida de voluntad. En la época atlante, la forma en que el hombre se entregaba al mundo exterior debía depender de alguna manera de la Tierra iluminada y sus objetos iluminados, y luego a su vez -en la noche cuando el Sol no brillaba- dependía de la oscuridad, el crepúsculo. En otras palabras, debe haber experimentado alternancias periódicas a este respecto. Su vida interior de representaciones mentales, que como vimos estaba entonces en proceso de desarrollo, debe haber estado alternativamente encendiéndose y apagándose de nuevo. Esta periodicidad interna, provocada por la relación del hombre con el Universo circundante, no era en efecto diferente de la peculiar periodicidad de las funciones orgánicas de la mujer de la que hablamos antes, que está relacionada con las fases lunares aunque sólo en lo que respecta a la duración. Este funcionamiento interno de la naturaleza de la mujer (dije, recordaréis, que también está ahí en el hombre pero de una manera más interna y por lo tanto menos fácil de percibir) estuvo en un momento dado realmente relacionado con los acontecimientos correspondientes en el Universo exterior. Luego se emancipó -una propiedad de la naturaleza humana por sí misma-, de modo que lo que ahora ocurre en el ser humano a este respecto no tiene por qué coincidir con los acontecimientos exteriores. Sin embargo, la periodicidad -la secuencia de fases- sigue siendo la misma que cuando una coincidió con la otra.

Algo muy similar ocurre con la alternancia rítmica en nuestra vida interior, en nuestra ideación, nuestra formación de imágenes mentales. Toda la forma en que estamos organizados a este respecto, implantada en nosotros en un pasado lejano, es hasta el día de hoy más o menos independiente de la vida de los sentidos externos. Día a día experimentamos un ritmo interno, nuestros poderes de imágenes mentales se iluminan y se oscurecen alternativamente; es un flujo y reflujo diario. Simplemente no lo notamos, porque es mucho menos intenso que esa otra periodicidad que corre paralela a las fases lunares. Sin embargo, en nuestra organización mental hasta el día de hoy tenemos una alternancia entre una vida más brillante y una más tenue. Llevamos en nuestra cabeza una vida rítmica. Estamos en un momento más y en otro menos inclinados a satisfacer nuestras percepciones sensoriales activamente desde el interior. Es una alteración rítmica de 24 horas. Sería interesante observar -incluso podría registrarse gráficamente- cómo varía el ser humano en lo que respecta a este período interno de la cabeza, las fuerzas de la ideación y la imaginería mental alternando entre tiempos más brillantes y más vivaces y luego otra vez más tenues y más soñolientos. Los tiempos oscuros y soñolientos representan, por así decirlo, la noche interna de la cabeza, los más brillantes el día interno, pero no coincide con la alternancia externa del día y la noche. Es una alternancia interna de luz y oscuridad, o condiciones relativamente brillantes y oscuras. Y las personas varían en este aspecto. Un ser humano tiene esta alternancia interna de luz y oscuridad de tal manera que tiende más bien a conectar el período más claro de su poder de formarse representaciones mentales con sus percepciones sensoriales. Otro tiende a ello con el más oscuro. Los individuos están organizados de una manera u otra, y difieren en consecuencia en cuanto a su poder de observación del mundo exterior. Un ser humano se inclinará bruscamente a enfocar los fenómenos del mundo exterior; otro tiende a hacerlo menos, -está más inclinado a una reflexión interior. Todo esto se debe a las condiciones alternas que he estado describiendo. Notablemente como educadores, mis queridos amigos, deberíamos cultivar el hábito de observar cosas como esta. Serán valiosas señales que nos indicarán cómo debemos tratar a cada niño tanto en nuestra enseñanza como en la educación en general.

Sin embargo, lo que nos interesa aquí y ahora es el hecho de que el hombreinterioriza, por así decirlo, lo que una vez experimentó en relación mutua directa con el mundo exterior; de modo que ahora funciona en él como un ritmo interno, las fases que ya no coinciden con el exterior pero que aún conservan la periodicidad Antes de la Era Glacial, los períodos del hombre de participación más brillante e íntima en el Universo circundante, y luego de un tenue repliegue en sí mismo, habrán coincidido regularmente con los procesos del mundo exterior. Todavía conserva un eco de este ritmo, que en aquellos tiempos tan lejanos procede de su convivencia con el Universo que le rodea, donde en un momento su conciencia se iluminaba y se llenaba de imágenes mientras que en otro se retiraba en sí mismo, meditando sobre las imágenes. Es un eco de este último estado cada vez que hoy nos inclinamos a meditar más o menos melancólicamente en nuestra propia vida interior. Por lo tanto, una vez más, lo que el hombre experimentó en y con el mundo en aquellos tiempos antiguos ha sido devuelto a su naturaleza corporal interna, mientras que en la periferia externa se ha producido un nuevo desarrollo en sus facultades de percepción sensorial. Tenía estas facultades, por supuesto en épocas anteriores también, pero no se desarrollaron de la manera en que lo hacen ahora.

Al mirar así lo que ha ocurrido en el hombre a través de su conexión con los fenómenos del mundo que le rodea, estamos de hecho mirando al propio Universo. El hombre se convierte entonces en el reactivo para un verdadero juicio de los fenómenos del Universo. Pero para completar esto necesitamos los otros reinos de la naturaleza también. Aquí me gustaría llamar su atención sobre algo conocido y evidente para todos, cuyo significado esencial, sin embargo, sigue sin ser reconocido.

Consideremos la planta anual, -el ciclo característico de su desarrollo. Vemos en ella lo que mencioné ayer, las influencias directas e indirectas del Sol. Donde el Sol trabaja directamente, la flor nace; donde el Sol trabaja de tal manera que la Tierra se interpone, obtenemos la raíz. La planta también pone de manifiesto lo que estábamos hablando ayer en relación con el animal y que luego se aplica de otra manera al hombre.

Sin embargo, sólo veremos el significado completo de esto si lo relacionamos con otro hecho. También hay plantas perennes. ¿Cuál es la relación de la planta perenne con la anual, en lo que respecta a la forma en que el crecimiento de la planta pertenece a la Tierra en su conjunto? La perenne conserva su tallo o tronco, y la verdad es que: Año tras año un nuevo mundo de plantas surge, por así decirlo, del propio tronco. Por supuesto que se modifica y se metamorfosea, pero es una vegetación que crece en el tronco, que a su vez crece en la Tierra (Fig. 3). Si tienen percepción morfológica lo verán tan claramente como puede ser, - casi no hace falta decirlo. Aquí a la izquierda tengo la superficie de la Tierra, y la planta anual que brota de ella. Aquí a la derecha está el tallo o tronco de la perenne, de la cual surge nueva vegetación, nuevo crecimiento de la planta en cada año sucesivo.



Debo imaginar que algo u otro (para dejarlo vago, por el momento) continuó desde la Tierra hasta el tronco. Debo decirme a mí mismo - lo que esta planta aquí (Fig. 3 a la izquierda) está creciendo, debe de alguna manera estar allí en el tronco también (a la derecha). En otras palabras, debe haber algún elemento de la Tierra, cualquiera que sea, entrando en el tronco. No tengo derecho a considerar el tronco de la planta perenne como una cosa aparte, que no pertenece a la Tierra; más bien debo considerarlo como una porción modificada de la propia Tierra. Sólo entonces lo veré correctamente; sólo entonces discerniré las relaciones internas, tal como son realmente. Algo está ahí en la planta perenne, que de otra manera sólo está en la Tierra. A través de esto es como la planta se vuelve perenne. En efecto, precisamente tomando algo de la Tierra en sí misma se libera de la dependencia del curso anual del Sol. Porque realmente podemos decir: La perenne se libera de su dependencia del curso anual del Sol. Se emancipa del curso anual del Sol, ya que forma el tronco, recibiendo en su propia naturaleza, siendo capaz, por así decirlo, de hacer por sí misma lo que de otra manera sólo podría ocurrir a través del funcionamiento de todo el entorno cósmico.

¿No vemos aquí prefigurado en el mundo vegetal, lo mismo que acabo de describir con respecto al hombre en tiempos previos a la era glacial? Porque tal y como estaba mostrando, en aquellos tiempos, el ritmo interno de la formación de ideas del hombre, su vida en representaciones mentales, se desarrollaba en relación con el mundo que le rodeaba. Lo que entonces vivía en la relación mutua entre el hombre y el mundo circundante, desde entonces se ha convertido en un rasgo de su propia vida interior. En el reino vegetal se observa el mismo tipo de cambio, en que lo anual se convierte en perenne. Esta es, en efecto, una tendencia universal en la evolución; las entidades vivas están en camino de emanciparse de sus conexiones originales con el mundo circundante.

Viendo a las perennes surgiendo, tenemos que decir: Es como si la planta, cuando se convierte en perenne, hubiera aprendido algo, si me permiten la expresión, del tiempo en que dependía del medio ambiente cósmico, algo que ahora puede hacer por sí misma. Ahora es capaz por sí misma de producir nuevos brotes de plantas año tras año. No llegamos a comprender los fenómenos del mundo con sólo mirar las cosas que suceden una al lado de otra, o que están amontonadas en el campo de visión del microscopio. Tenemos que ver el conjunto más grande y reconocer los fenómenos individuales en su conexión con él.

Mirarlo todo por completo una vez más. La planta anual se entrega al ciclo del año, con todas las relaciones cambiantes con el Cosmos que ello implica. Esta influencia de los seres del Cosmos se desvanece en la planta perenne. En la planta perenne, se preserva lo que de otra manera se desvanecería en el curso del año. En el tronco vemos brotar del suelo el trabajo del año, hecho permanente y duradero. Esta transición de lo que en un principio estaba conectado con el Universo exterior a una forma de trabajo más interna, la vemos en toda la gama de fenómenos de la naturaleza, en la medida en que son cósmicos. Por lo tanto, también hay fenómenos en los que podemos encontrar más rápidamente las conexiones vivas entre nuestra Tierra y el amplio Cosmos, mientras que hay otros en los que las influencias cósmicas están más ocultas. Tenemos que averiguar cuáles de ellos son reactivos sensibles, que hablan de las influencias cósmicas. La planta anual nos dirá la conexión de la Tierra con el Cosmos, la perenne no podrá decirnos mucho.

De nuevo, la relación del animal con el hombre puede darnos una pista importante. Miren el desarrollo del animal. (Aunque también podríamos incluirla), por el momento no tendremos en cuenta la vida embrionaria. El animal nace y crece hasta cierto límite. Llega a la pubertad. Miren toda la vida del animal, hasta la pubertad y más allá. Sin ninguna hipótesis añadida -tomando los hechos sencillos- deben admitir que es extraño, lo que le ocurre al animal una vez alcanzada la pubertad. Porque en cierto modo el animal está acabado entonces, en lo que respecta al mundo terrenal. Cualquier afirmación de este tipo es, por supuesto, una aproximación a la verdad, no hace falta decirlo; pero en general debemos admitir que en el animal no se ve ninguna otra progresión, no después de la pubertad. La pubertad es el objetivo importante del desarrollo animal. La consecuencia inmediata de la pubertad -todo lo que sucede como resultado de ella- está ahí, por supuesto, pero no podemos afirmar que de ahí en adelante ocurra nada, que merezca ser llamada una verdadera progresión.

Con el hombre es diferente. El hombre sigue siendo capaz de desarrollarse mucho más allá de la pubertad; pero el desarrollo se vuelve más interno. De hecho, sería muy triste para el hombre si en su naturaleza humana terminara su desarrollo en la pubertad como lo hacen los animales. El hombre va más allá de esto. Tiene algo en reserva por medio del cual puede ir más allá, -puede emprender otras andaduras, no relacionadas con la madurez sexual o la pubertad. Esto tampoco es muy diferente de la "entrada" del ciclo del año en la planta perenne en comparación con la planta anual. Lo que se evidencia en el animal cuando se alcanza la pubertad, lo vemos transmutarse en un proceso más interno en el hombre, desde la pubertad en adelante. Por lo tanto, hay algo que actúa en el hombre, que está relacionado con un proceso cósmico en su desarrollo desde el nacimiento hasta la pubertad, y que luego se emancipa del Cosmos -al igual que en la planta perenne- cuando la pubertad ha sido superada.

He ahí pues, una forma más sutil de estimar los fenómenos entre los reinos de la Naturaleza; así pues, encontrarán actualmente señales que indican las conexiones entre las criaturas de la Tierra y el Cosmos. Ahí se ve cómo, cuando las influencias cósmicas cesan como tales, se trasplantan a la naturaleza interior de las diversas criaturas. Tomaremos nota de esto y lo dejaremos de lado por el momento; más tarde encontraremos la síntesis entre este y otro aspecto.

Retomemos ahora lo que he mencionado con frecuencia: Las inconmensurables proporciones entre los períodos de revolución de los planetas del sistema solar. Podemos preguntarnos, ¿cuál sería el resultado si fueran conmensurables? Surgirían perturbaciones acumulativas, por las que el sistema planetario se paralizaría. Esto se puede probar mediante el cálculo, aunque llevaría demasiado lejos el hacerlo ahora. Sólo la inconmensurabilidad entre los períodos de revolución permite al sistema planetario, por así decirlo, mantenerse vivo. En otras palabras, el sistema solar contiene, entre otras cosas, una condición que incluso tiende a la paralización. Es precisamente esta condición la que estamos calculando. Cuando en nuestros cálculos llegamos al final de nuestro recorrido, está lo inconmensurable - ¡y también está la vida misma del sistema planetario! Cuando calculamos el sistema planetario, nos encontramos en un extraño aprieto. Si fuera tal que pudiéramos calcularlo completamente, moriría, -no, como dije antes, habría muerto hace mucho tiempo. Vive en virtud del hecho que no podemos calcularlo completamente. Lo que está vivo en el sistema planetario es precisamente lo que no podemos calcular.

Ahora bien, ¿en qué basamos estos cálculos, de los que una vez más, si pudiéramos seguirlos hasta el final, debemos deducir la inevitable muerte de todo el sistema? Los basamos en la fuerza de la gravitación, la gravitación universal. Supongamos que partimos de la gravitación y nada más, y lo pensamos de forma consistente. Obtenemos la imagen de un sistema planetario sujeto a la fuerza de la gravitación. Entonces sí que llegamos a proporciones conmensurables. Pero el sistema planetario moriría inevitablemente. Calculamos, en otras palabras, hasta qué punto la muerte prevalece en el sistema planetario, basando nuestros cálculos en la fuerza de gravedad. En otras palabras, debe haber algo en el sistema planetario, diferente de la gravitación, a la cual debe su inconmensurabilidad.

Las órbitas de los planetas pueden adaptarse muy bien a la fuerza de gravedad, incluso en lo que respecta a su génesis, pero sus períodos de revolución tendrían que ser entonces conmensurables. Ahora bien, hay algo que no puede ser adaptado a la fuerza de gravedad, y que además no encaja tan ordenadamente en nuestro sistema planetario. Me refiero a lo que se revela en los cuerpos cometarios. Los cometas juegan una parte muy extraña en el sistema, y recientemente han llevado a los científicos a algunas ideas inusuales.

Dejo de lado el tipo de explicaciones que suelen surgir, en las cuales se aprovecha cualquier cosa que se haya descubierto más recientemente para explicar los fenómenos en otros campos. En fisiología, por ejemplo, hubo un tiempo en que gustaba comparar los llamados nervios sensoriales con los cables de telégrafo que llegaban desde la periferia. A través de algún interruptor central o conmutador, se suponía que el impulso se transmitía, dando lugar a impulsos y actos de voluntad. Desde los nervios centrípetos se suponía que debía ser cambiado a los centrífugos; lo comparaban todo con un sistema telegráfico. Tal vez un día se invente algo muy diferente de los cables telegráficos y por esta forma de pensar se aplique otra imagen a la misma cosa. Así que las modas científicas cambian. Lo que sea que se haya descubierto es rápidamente aprovechado como una forma práctica de explicar los fenómenos en otros campos. ¡Igual que en la medicina! Apenas se encuentra algo nuevo, -se "descubre" que es un remedio valioso, aunque se piensa poco en las razones internas. Ahora que tenemos los rayos X, los rayos X son el remedio a utilizar; sólo los utilizamos porque los hemos encontrado. Es como si los hombres se dejaran arrastrar caóticamente, a voluntad o no, por lo que ocurre de vez en cuando.

En el caso de los cometas, mediante la investigación espectroscópica y la comparación con los resultados correspondientes a los planetas, surgió la idea de que los fenómenos podrían ser explicados electromagnéticamente. Tales ideas conducirán a lo sumo a analogías, que sin duda pueden tener alguna conexión con la realidad, pero que sin duda no nos satisfarán si investigamos más profundamente.

Sin embargo, como dije, dejando esto de lado, hubo una cosa que surgió inevitablemente cuando se estudiaron los fenómenos de los cometas con más detalle. Mientras que en el resto del sistema planetario siempre se habla de fuerzas gravitacionales, la peculiar posición de la cola del cometa en relación con el Sol llevó inevitablemente a los científicos a hablar de fuerzas de repulsión del Sol - fuerzas, por así decirlo, de retroceso. La terminología no es el punto principal; por supuesto, variará con la moda imperante. La cuestión es que la ciencia se vio obligada a buscar algo adicional y opuesto a la gravedad.

En efecto, con los cometas entra en nuestro sistema planetario algo diferente, algo que en su naturaleza es en cierto modo opuesto a la estructura interna del sistema planetario como tal. Por lo tanto, es comprensible que durante mucho tiempo el enigma de los cometas diese lugar a múltiples supersticiones. Los hombres tenían la sensación de que en las trayectorias de los planetas, se expresaban las leyes de la naturaleza, inherentes a nuestro sistema planetario, mientras que en los cometas se producía algo contrario. En este caso, algo dispar y diverso se abre paso en nuestro sistema planetario. Por consiguiente, se inclinaron a ver los fenómenos planetarios como una encarnación de las leyes normales de la Naturaleza, y a considerar las apariciones cometarias como algo contrario a estas leyes normales. Hubo tiempos -aunque no los más antiguos- en que los cometas estaban asociados, por así decirlo, con las fuerzas morales que volaban por el Universo, flagelos para el hombre pecador.

Hoy en día vemos eso como una superstición. Sin embargo, ni siquiera Hegel pudo evitar asociar los cometas con algo no del todo explicable o sólo a medias por medios ordinarios. En el siglo XIX, por supuesto, ya no se creía que los cometas parecieran jueces para castigar a la humanidad. Sin embargo, a principios del siglo XIX tenían estadísticas que pretendían conectarlos con buenos y malos años de cosecha. Estos también ocurren de manera irregular; su secuencia no parece seguir las leyes regulares de la naturaleza. Y ni siquiera Hegel escapó a esta conclusión. Creía que era plausible que la aparición o no de los cometas tuviera que ver con los buenos y malos años de cosecha.

El punto de vista de la gente de hoy -al menos, de aquellos que comparten el punto de vista científico normal- es que nuestro sistema planetario no tiene nada que temer de los cometas. Sin embargo, los fenómenos que evocan dentro de este sistema planetario de alguna manera tienen poca conexión interna con él. Como los vagabundos cósmicos parecen venir de regiones muy distantes en la vecindad cercana de nuestro Sol. Aquí evocan ciertos fenómenos, indicando las fuerzas de repulsión del Sol. Los fenómenos aparecen, desaparecen y se desvanecen.

Hubo un hombre que aún tenía un cierto fondo de sabiduría mediante el cual contemplaba el Universo no sólo con su intelecto sino con todo el ser humano. Aún tenía cierta percepción intuitiva de los fenómenos de los Cielos. Me refiero a Kepler. Fue el autor de un extraño dicho sobre los cometas, un dicho que da que pensar a cualquiera que sea sensible a la forma de pensar y al estado de ánimo de Kepler. Hablamos de sus tres leyes, una obra de genio, si se consideran las ideas y los datos accesibles en su época. Kepler llegó a sus Leyes por un sentimiento de armonía interna del sistema planetario. Para él no era un mero cálculo seco; era un sentimiento de armonía. Sentía que tenía tres Leyes planetarias como una última expresión cuantitativa de algo cualitativo -la armonía que impregnaba todo el sistema planetario. Y a partir de este mismo sentimiento hizo una aseveración sobre los cometas, cuyo profundo significado se siente cuando uno es capaz de entrar en tales cosas plenamente. Kepler dijo: En el gran Universo, incluso en el que miramos de noche, hay tantos cometas como peces en el océano. Sólo vemos muy, muy pocos entre ellos, mientras que todos los demás permanecen invisibles, ya sea porque son demasiado pequeños o por alguna otra razón. Incluso la investigación externa ha tendido a confirmar el dicho de Kepler. Los cometas vistos fueron registrados incluso en tiempos antiguos y es posible comparar el número. Desde la invención del telescopio se han visto muchos más que antes. También cuando se mira hacia los cielos estrellados bajo diferentes condiciones de iluminación, es decir, previendo la oscuridad extrema, se registra un mayor número de cometas que de otra manera. Incluso la investigación empírica se acerca a lo que Kepler proclamaba, inspirado como estaba por un profundo sentimiento por la Naturaleza.

Ahora bien, si se habla de una conexión entre el Cosmos y lo que sucede en la Tierra, seguramente no es correcto detenerse unilateralmente en la relación de los otros planetas de nuestro sistema con nuestra Tierra y omitir los cuerpos celestes que van y vienen como los cometas. Es especialmente unilateral, ya que ahora debemos admitir que los cometas dan lugar a fenómenos que indican la presencia de fuerzas muy distintas, fuerzas de tipo opuesto a las que solemos atribuir la coherencia de nuestro sistema planetario. Los cometas traen de hecho algo opuesto a nuestro sistema, y si lo seguimos debemos admitir que esto también es de gran importancia. Algo de alguna manera opuesto en la naturaleza a la fuerza que lo mantiene unido, viene con los cometas a nuestro sistema planetario.

En un anterior curso de conferencias sobre fenómenos naturales llamé la atención sobre algo que debo recordarles. Aquellos que estuvieron presentes -el curso fue principalmente sobre Calor o Calidez- sin duda lo recordarán. Allí dije que cuando miramos los fenómenos de calor en su relación con otros fenómenos del Universo estamos obligados a formarnos una idea mucho más concreta del Éter, del que los físicos hablan generalmente en términos más bien hipotéticos. He dicho que en las fórmulas de la Física, dondequiera que se produzca la fuerza de presión con respecto a la materia ponderable, tenemos que sustituirla por una fuerza de succión con respecto al éter. En otras palabras, si introducimos un signo más para la intensidad de una fuerza en el ámbito de la materia ponderable, debemos dar un signo menos a la intensidad correspondiente en el éter. Sugerí que las fórmulas bien conocidas se examinaran con este fin; pues se vería cuán notablemente, cuando se hace esto, se armonizan con los fenómenos de la Naturaleza.

Tomemos por ejemplo todo ese juego de pensamiento, si se me permite llamarlo así, la Teoría Cinética de los Gases, del propio Calor, -las moléculas que inciden unas en otras y en las paredes del recipiente que las contiene. Tomemos todo este juego brutal de impacto y retroceso mutuo que se supone que representa la condición térmica del gas. En lugar de este fenómeno se hará claro y penetrable en el momento en que percibamos que dentro del calor mismo hay dos condiciones. Una es similar a las condiciones que prevalecen en la materia ponderable; la otra debe ser pensada como similar al éter. El calor es en este aspecto diferente del aire o la luz. Para la luz, si estamos calculando verdaderamente, debemos usar el signo negativo en todo. Cualquier cosa que represente en nuestras fórmulas los efectos de la luz, debe llevar un signo negativo. Para el aire o el gas el signo debe ser positivo. Para el calor, por otro lado, el positivo y el negativo tendrán que alternarse. Lo que solemos distinguir como calor conducido, calor radiante, etc., sólo entonces resultará claro y transparente.

Dentro del ámbito de la materia misma, estas cosas revelan la necesidad de una transición cualitativa de lo positivo a lo negativo en la caracterización de los diferentes tipos de fuerza. Y ahora vemos, de manera muy significativa, cómo para el sistema planetario también tenemos que pasar de lo positivo -es decir, la gravitación- a lo negativo correspondiente, la fuerza de repulsión.

Una cosa más que diré hoy, aunque sólo sea para formular el problema. Por el momento no lo llevaré más lejos, sino que sólo plantearé el problema; tendremos tiempo para entrar en estas cosas en conferencias posteriores. Ahora que hemos comprobado todo esto sobre los cuerpos cometarios, permítanme comparar la relación entre nuestro sistema planetario y los cometas con lo que hay en el óvulo, la célula germinal femenina, en su relación con el elemento masculino, el esperma fecundante. Traten de imaginar, traten de visualizar los dos procesos, como podrían verlos en realidad. Está el sistema planetario; recibe algo nuevo en sí mismo, a saber, los efectos de un cometa. Está el óvulo; recibe en sí mismo el efecto fertilizante de la célula masculina, el espermatozoide.

Miren los dos fenómenos uno al lado del otro sin prejuicios, como podrían hacer en la vida ordinaria cuando ven dos cosas obviamente comparables, una al lado de la otra. ¿No encuentra muchas características comparables cuando contempla estas dos? No pretendo establecer ninguna teoría o hipótesis, sólo quiero indicar lo que verán por ustedes mismos si una vez miran estas cosas en su verdadera conexión.

Partiendo de esto, mañana podemos esperar entrar en aspectos más concretos y más detallados.

1 Ejemplos de la relación de la Ciencia Espiritual con las diferentes ramas de la Ciencia. Cuatro conferencias a estudiantes, Stuttgart, del 11 al 15 de enero de 1921. Publicado (en el original alemán) en la revista suiza "Gegenwart", Vol. 14, nos. 2 a 8, Berna, 1952.

Traducido por J.Luelmo abr.2014

GA323 Stuttgart, 10 de enero de 1921Astronomía

 

Rudolf Steiner

Conferencia X

Stuttgart, 10 de enero de 1921

Mis queridos amigos,

Tomando como punto de partida ayer sobre ciertas consideraciones en el ámbito de la forma, les mostré cómo deben entenderse las interconexiones entre los procesos del sistema metabólico humano y los procesos de la cabeza, el sistema nervioso, o como quieran llamarlo en el sentido de las indicaciones dadas en mi libro " Enigmas del alma" ("Von Seelenratseln").

Sería considerado algo bastante imposible, el estudiar los movimientos de una aguja magnética en la superficie de la Tierra de tal manera que se intente explicar estos movimientos únicamente partiendo de lo que se puede observar dentro del espacio ocupado por la aguja. Los movimientos de la aguja magnética están, como saben, conectados con el magnetismo de la Tierra. Conectamos la dirección momentánea de la aguja con la dirección del magnetismo de la Tierra, es decir, con la línea de dirección que puede trazarse entre los polos magnéticos norte y sur de la Tierra. Cuando se trata de explicar los fenómenos que presenta la aguja magnética, salimos de la región de la propia aguja y tratamos de entrar, con los hechos que se han recogido hacia una explicación, en la totalidad que es la única que permite explicar los fenómenos cuyas manifestaciones pertenecen a esta totalidad. Esta regla de método se observa ciertamente con respecto a algunos fenómenos, - a aquellos, debo decir, cuya significación es bastante obvia. Pero no se observa cuando se trata de explicar y comprender fenómenos más complicados.

Así como es imposible explicar los fenómenos de la aguja magnética partiendo de la propia aguja, es igualmente imposible en lo fundamental, explicar los fenómenos relativos al organismo partiendo del propio organismo, o a partir de conexiones que no pertenecen a una totalidad, a un todo. Y por esta razón, a causa de la poca inclinación que hay de llegar al terreno de las totalidades para encontrar explicaciones, llegamos a los resultados propuestos por el método científico moderno donde las conexiones más amplias quedan casi totalmente fuera de consideración. Este método limita los fenómenos, cualesquiera que sean, al campo de visión del microscopio, o en el caso de los fenómenos celestes se limitan a lo que se puede observar en el exterior, con la ayuda de instrumentos. Al buscar explicaciones, no se intenta considerar la necesidad de llegar a la totalidad circundante dentro de la cual se localiza un fenómeno. Sólo cuando nos familiarizamos con este principio de método indispensable, estamos en condiciones de emitir un juicio sobre las cosas que os describí ayer. Sólo así podremos estimar cómo aparecerán los fenómenos que se encuentran en el organismo humano, cuando se reconozcan realmente en la totalidad a la que pertenecen.

Recordad lo que describí al principio de este curso de conferencias. Llamé vuestra atención sobre el hecho de que el principio de la metamorfosis, tal y como aparecía en la obra de Goethe y Oken, debe ser modificado si se quiere aplicar realmente al hombre. Se intentó - y se hizo con genialidad por parte de Goethe - derivar la formación de los huesos del cráneo de la de las vértebras. Estas investigaciones fueron continuadas por otros de una manera más parecida al método del siglo XIX, y el progreso del método de investigación (no decidiré ahora si fue un paso adelante o no) puede ser estudiado comparando cómo este problema de la metamorfosis de una forma de hueso en otra fue concebido por una parte por Goethe y Oken y por otra, por ejemplo, por el anatomista Gegenbauer.

Estas cosas sólo deben establecerse sobre una base real, cuando se sabe (como dije, ya he mencionado esto en el curso de estas conferencias, pero ahora vamos a enlazar de nuevo con ello) cómo se relacionan entre sí dos tipos de huesos del organismo humano (no el animal, sino el organismo humano), tan separados desde el punto de vista de su morfología. Huesos muy alejados uno del otro en el aspecto de su forma serían un hueso tubular o largo - fémur o húmero, por ejemplo, - y un hueso del cráneo. Hacer una comparación superficial, sin entrar realmente en la naturaleza interna de la forma y poniendo en relación con ella toda una serie de fenómenos, no basta para revelar la relación morfológica entre dos huesos polares opuestos - polares opuestos, repito, en lo que respecta a su forma. Sólo empezamos a percibirlo cuando comparamos la superficie interna de un hueso tubular con la superficie externa de un hueso del cráneo. Sólo así se obtiene la verdadera correspondencia (Fig. 4 y 5) 

 que debemos tener para establecer la relación morfológica. La superficie interna del hueso tubular corresponde morfológicamente a la superficie externa del hueso del cráneo. El hueso craneal puede derivarse del hueso tubular si nos imaginamos que está invertido, para empezar, según el principio del giro hacia adentro y hacia afuera de un guante. En el guante, sin embargo, cuando giro la superficie exterior hacia el interior y la interior hacia el exterior, obtengo una forma similar a la original. Pero si en el momento de girar el interior del hueso tubular hacia el exterior, entran en juego ciertas fuerzas de tensión y las relaciones mutuas de las fuerzas cambian de tal manera que la forma que estaba en el interior y ahora ha sido girada hacia el exterior altera la forma y la distribución de su superficie, entonces obtenemos, mediante la inversión sobre el principio del giro hacia adentro y hacia afuera de un guante, la superficie exterior del hueso del cráneo tal como se deriva de la superficie interior del hueso tubular. De esto se puede concluir lo siguiente. El espacio interior del hueso tubular, este espacio interior comprimido, corresponde respecto al cráneo humano a todo el mundo exterior. Debe considerarse como relacionado en su influencia sobre el ser humano: El universo exterior, formando el exterior de su cabeza, y lo que funciona en el interior, tendiendo desde el interior hacia la superficie interna del hueso tubular. Ambos deben verse en conjunto. Hay que considerar el mundo en el interior del hueso tubular como una especie de inversión del mundo que nos rodea en el exterior.

Ahí tenéis en primer lugar, el verdadero principio de la metamorfosis para los huesos! Los otros huesos son formas intermedias; morfológicamente, median entre los dos extremos opuestos, que representan una inversión completa, acompañada de un cambio en las fuerzas que determinan la superficie. Sin embargo, la idea debe ser extensible a todo el organismo humano. En cierto modo, se expresa más claramente en los huesos; pero en todos los órganos humanos hay que distinguir entre dos factores opuestos: el que trabaja hacia fuera desde un interior desconocido, como lo llamaremos por el momento, y el que trabaja hacia dentro desde fuera. Este último corresponde a todo lo que nos rodea a los seres humanos en el planeta Tierra. 

El hueso tubular y el hueso craneal representan de hecho una polaridad notable. Tomad el hueso tubular y pensad en esta línea central (Fig. 1). Esta línea es en cierto modo el lugar de origen de lo que actúa hacia fuera, en una dirección perpendicular a la superficie interior del hueso (Fig. 2). Si ahora pensáis en lo que envuelve el cráneo humano, tendréis lo que equivale a la línea central del hueso tubular. ¿Pero cómo hay que dibujar la contraparte de esta línea? Debéis dibujarla de alguna manera como un círculo, o más exactamente, como una superficie esférica, ubicada a una distancia indeterminada (Fig. 3). Todas las líneas que pueden trazarse partiendo de la línea central del hueso tubular hacia su superficie interior (Fig. 2) corresponden, con respecto al cráneo-hueso, a todas las líneas que pueden trazarse desde una superficie esférica como si se encontraran en el centro de la Tierra (Fig. 3). De esta manera se encuentra una conexión - aproximada, no hace falta decirlo - entre una línea recta, o un sistema de líneas rectas, que pasa por un hueso tubular y que guarda cierta relación con el eje vertical del cuerpo, cuya dirección coincide, de hecho, con la del radio de la Tierra y una esfera que rodea la Tierra a una distancia indeterminada. En otras palabras, la conexión es la siguiente. El radio de la Tierra tiene el mismo valor cósmico con respecto a la postura vertical del organismo humano, perpendicular a la superficie de la Tierra, que el que tiene una superficie esférica, una superficie esférica cósmica con respecto a la organización del cráneo. Sin embargo, es el mismo contraste que se experimenta en el interior de uno mismo si se hace consciente de la sensación de estar dentro del propio organismo y de experimentar el mundo exterior al mismo tiempo. Esta es la polaridad a la que llegas si comparas tu sentimiento de ser - ese sentimiento de ser que está realmente basado en el hecho de que en la vida normal puedes depender de tu organización corporal, que no te mareas, sino que mantienes una relación correcta con la fuerza de gravedad - con todo lo que está presente en tu conciencia en conexión con lo que ves a tu alrededor a través de los sentidos, incluso tan lejos como las estrellas. 
Juntándolo todo, podréis decir: Existe la misma relación entre esta sensación de estar en ti mismo y la sensación de conciencia que tenéis al percibir el mundo exterior, que la que existe entre la estructura de vuestro cuerpo y la de vuestro cráneo. Por lo tanto, nos lleva a la relación entre lo que podríamos llamar: la influencia terrestre sobre el hombre, de tal índole que actúa en la dirección del radio de la Tierra, y lo que podríamos llamar: La influencia que se hace sentir en toda la circunferencia de nuestra vida consciente, y que debemos buscar en la esfera, en lo que realmente es para nosotros la pared interior, la superficie interior, de una esfera hueca. Esta polaridad prevalece en nuestra vida consciente normal de día. Es esta polaridad la que, a grandes rasgos - si dejamos de lado lo que está en nuestra conciencia como resultado de la observación de nuestro entorno terrestre - podemos considerar como el contraste entre la esfera estrellada y la conciencia terrestre, el sentimiento terrestre de nosotros mismos, - el impulso terrestre que vive en nosotros. Si comparamos este impulso de la Tierra, este impulso radial de la Tierra, con nuestra conciencia de la vasta esfera, - si observamos cómo predomina esta polaridad, en la conciencia normal de la vigilia, percibiremos que siempre está ahí, viviendo en nosotros, desempeñando su papel en nuestra vida consciente. Vivimos mucho más en esta polaridad de lo que solemos creer. Siempre está presente y vivimos dentro de ella. La conexión entre la formación de imágenes mentales y la vida de la voluntad no puede estudiarse realmente de otra manera que considerando el contraste entre "esfera" y "radio". En psicología, también, deberíamos llegar a resultados más verdaderos en lo que respecta a la conexión de nuestro mundo de ideas e imágenes mentales, tan múltiple y extenso como es, con el mundo más unificado de nuestra voluntad, si se buscara una relación similar entre ellos como se simboliza en la relación de la superficie-área de una esfera con el radio correspondiente.

Ahora, mis queridos amigos, miremos todo esto que está trabajando en nuestra conciencia despierta, formando el contenido de nuestra vida del alma, y consideremos ahora cómo sigue su curso cuando estamos en una situación bastante diferente. En efecto, ¿cómo funciona en nosotros durante el tiempo de la vida embrionaria? Podemos imaginar, de hecho debemos imaginar que la misma polaridad estará trabajando aquí también, sólo que de otra manera. Durante el período embrionario, no dirigimos hacia el mundo exterior la misma actividad que después atenúa esta polaridad a una pictórica; en este momento, la polaridad afecta a todo lo que es formativo en nuestro organismo, de una manera mucho más real que cuando, en forma de imagen, se activa en nuestra vida de mente y alma. Por lo tanto, si proyectamos la actividad de la conciencia hacia atrás en el tiempo hasta el período embrionario, entonces se podría decir que en la vida embrionaria tenemos lo que por otra parte tenemos en la actividad de la conciencia, pero lo tenemos en una etapa más intensiva, más realista. Así como vemos claramente la relación de la esfera y el radio en nuestra conciencia, para alcanzar cualquier resultado real, debemos buscar esta misma polaridad de la esfera celeste y la actividad terrestre en lo que sucede en la vida embrionaria. En otras palabras, debemos buscar la génesis de la vida embrionaria humana encontrando un resultado entre lo que ocurre en el mundo estelar - una actividad en la "esfera" - y lo que ocurre en el hombre como resultado de la actividad terrestre radial.

Lo que acabo de describir debe ser tenido en cuenta con la misma necesidad interna de método que el magnetismo de la Tierra en relación con la aguja magnética. Puede haber mucha parte hipotética incluso en esto, pero no voy a entrar en ello ahora. Sólo quiero señalar: Que no tenemos derecho a restringir nuestras consideraciones al embrión solamente, - para explicar los procesos que tienen lugar dentro de él simplemente a partir del propio embrión. De la misma manera que no tenemos derecho a explicar el fenómeno del imán sólo a partir del propio imán, tampoco tenemos derecho a explicar la forma y el desarrollo del embrión sólo a partir del propio embrión. Al intentar explicar el embrión debemos tener en cuenta estos dos opuestos. Al igual que tenemos en cuenta el magnetismo de la Tierra en relación con el imán, debemos observar la polaridad de la actividad de la esfera y del radio, para comprender lo que se está desarrollando en el embrión, - que, cuando nace el embrión, se desvanece en la calidad pictórica de la experiencia de la conciencia. El punto es que debemos aprender a ver la relación que existe en el hombre entre el hueso tubular o largo y el hueso craneal en los otros sistemas también - en el músculo y el nervio, y así sucesivamente; - y cuando estudiamos esta polaridad, somos llevados a la vida del Cosmos. Considerad cuán estrechamente relacionado (como se describe en mi libro " Enigmas del Alma") está toda la esencia y el contenido del sistema metabólico humano con lo que ahora he caracterizado como estando bajo la influencia del elemento "radial", y cuán estrechamente relacionado está el sistema de la cabeza con lo que acabo de describir como estando bajo la influencia de la "esfera". Entonces diréis: Debemos distinguir en el ser humano lo que condiciona su naturaleza sensorial y lo que condiciona su vida metabólica; además, estos dos elementos están relacionados entre sí como esfera celeste y actividad terrenal.

Por lo tanto, debemos buscar el resultado de la actividad celeste en lo que llevamos en nuestra organización de la cabeza, por lo cual se une a un resultado con esto, la actividad perteneciente a la Tierra - tendiendo, por así decirlo, hacia el centro de la Tierra - en nuestro metabolismo. Estos dos campos de actividad e influencia se separan en el hombre; es como si representaran dos Edades de Hielo, y el campo intermedio, el campo rítmico, mediase entre ellos. En el sistema rítmico tenemos en realidad algo, - si me permite expresarme así, - que es un reino de interacción mutua entre la Tierra y el Cielo.

Y ahora, si queremos ir más allá, debemos considerar otras relaciones que se nos revelan en el reino de la realidad. Ahora llamaré su atención sobre algo muy íntimamente relacionado con lo que acabo de describir.

Existe la familiar pertenencia al mundo exterior que nos rodea y al cual pertenecemos como seres físicos; lo dividimos en reino mineral, reino vegetal, reino animal, y consideramos al hombre como la culminación de este mundo exterior de la Naturaleza. Ahora bien, si queremos tener una visión más clara de lo que hemos descrito en relación con el funcionamiento de los fenómenos celestes, debemos dirigir nuestra atención a otra cosa.

No se puede negar - de hecho es bastante obvio para cualquier observador con prejuicios - que con nuestra organización humana tal como está ahora, en la fase actual de la evolución cósmica de la humanidad, estamos, en lo que respecta a nuestras capacidades de conocimiento, totalmente adaptados al reino mineral. Tomemos el tipo de leyes que buscamos en la Naturaleza; y estarán de acuerdo en que ciertamente no estamos adaptados a todos los aspectos de nuestro medio ambiente. Para decirlo en pocas palabras, todo lo que realmente entendemos es el reino mineral. De ahí todos los esfuerzos para referir a los otros reinos de la Naturaleza a las leyes del dominio mineral. Después de todo, a eso se debe la confusión que ha surgido con respecto al mecanismo y el vitalismo. Para la visión ordinaria que es nuestra costumbre, la vida sigue siendo una vaga hipótesis, como lo fue en tiempos anteriores, o bien sus manifestaciones se explican en términos de la mecánica, de lo mineral. Lo ideal, para llegar a la comprensión de la vida, no va acompañado de ningún reconocimiento del hecho de que la vida debe ser entendida como vida; por el contrario, el objetivo fundamental es remitir la vida a las leyes del reino mineral. Precisamente esto traiciona una vaga conciencia del hecho de que las facultades de conocimiento del hombre sólo están adaptadas para comprender el reino mineral y no el vegetal ni el animal.

Ahora bien, cuando estudiamos por un lado el reino mineral propiamente dicho y por otro su contraparte, es decir, nuestro propio conocimiento del reino mineral, en cuanto a que ambos se corresponden entre sí, nos veremos obligados, -ya que como se acaba de explicar debemos relacionar toda nuestra vida de conocimiento con la esfera celeste, también a poner en relación con la esfera celeste, de alguna manera, aquello con lo que nuestro conocimiento se relaciona, es decir, el reino mineral. Debemos admitir: En cuanto a nuestra organización de la cabeza, que estamos organizados desde la esfera celeste; por lo tanto, lo que subyace a las fuerzas del reino mineral también debe ser organizado desde la esfera celeste de alguna manera. Comparad entonces lo que tenéis a vuestra esfera de comprensión - todo el compendio de vuestro conocimiento del reino mineral - con lo que realmente hay en el reino mineral en el mundo exterior, y seréis llevados a decir: Lo que está dentro de ti se relaciona con lo que está en el reino mineral fuera de ti, como imagen de la realidad.

Ahora bien, debemos pensar en esta relación con mayor concreción que en forma de imagen y realidad, y nos sirve de ayuda lo que he dicho antes. Nuestra atención se centra en lo que subyace en el sistema metabólico humano y en las fuerzas allí activas, fuerzas que están conectadas con el polo de actividad terrestre, tipificado por el radio. Al buscar el polo opuesto, dentro de nosotros mismos, a esa parte de nuestra organización que forma la base de nuestra vida de conocimiento, nos dirigimos desde la Esfera que abarca a la Tierra. Los radios convergen hacia el punto medio de la Tierra. En el elemento radial tenemos algo por lo que nos sentimos nosotros mismos, que nos da la sensación de ser reales. Esto no es lo que nos llena de imágenes en las que somos meramente conscientes; esto es lo que nos da la experiencia de nosotros mismos como una realidad. Cuando realmente experimentamos este contraste, entramos en la esfera del reino mineral. Somos llevados de lo que está organizado sólo para la imagen a lo que está organizado para la realidad. En otras palabras: En relación con la causa y el origen de nuestra vida de conocimiento, somos conducidos a la amplia y abarcadora esfera, - la concavamos en primer lugar como una esfera, - mientras que, al seguir los radios de la esfera hacia la mitad de la Tierra, somos conducidos al punto medio de la Tierra como el otro polo.

Pensando esto con más detalle, podríamos decir: Bien, según la concepción Ptolemaica por ejemplo, ahí fuera está la esfera azul, sobre ella un punto (Fig. 5) - deberíamos pensar en un punto polar en el centro de la Tierra. Cada punto de la esfera tendría su punto reflejado en el centro de la Tierra. Pero, por supuesto, no debe entenderse así. (Hablaré más detalladamente más tarde; hasta qué punto estas cosas se corresponden exactamente no es la cuestión por el momento). Las estrellas, en efecto, estarían aquí (Fig. 6). De modo que al pensar en la esfera concentrada en el centro de la Tierra, deberíamos pensar en ella de la siguiente manera: El polo de esta estrella está aquí, el de ésta aquí, y así sucesivamente (Fig. 6). Llegamos, entonces, a un completo reflejo de lo que hay afuera en el interior de la Tierra.

Imaginando esto con respecto a cada planeta individual, tenemos, digamos, Júpiter y luego un "Júpiter polar" dentro de la Tierra. Llegamos a algo que actúa hacia afuera desde el interior de la Tierra de la manera en que Júpiter actúa en el entorno de la Tierra. Llegamos a un espejo (en realidad es al revés, pero ahora lo describiré así), un espejo de lo que está fuera de la Tierra hacia el interior de la Tierra. Y si vemos el efecto de este reflejo en las formas de los minerales, entonces también debemos ver el efecto de lo que actúa en la propia esfera cósmica en la formación de nuestra facultad de entender los minerales. En otras palabras: Podemos pensar que toda la esfera celeste se refleja en la Tierra: Concebimos el reino mineral de la Tierra como un resultado de este reflejo, y concebimos que lo que vive dentro de nosotros, permitiéndonos entender el reino mineral, viene de lo que nos rodea en el espacio celeste. Mientras que las realidades que captamos por medio de esta facultad de comprensión vienen del interior de la Tierra.

Basta con seguir esta idea y echar una mirada al hombre, al semblante humano, y, si realmente se mira este semblante humano, difícilmente se podrá dudar de que en él se expresa algo de la esfera celeste, y que también aparece en él lo que está presente como experiencia pictórica en el alma, a saber, las fuerzas que se elevan hacia el reino de la actividad del alma desde el reino de la actividad corporal, después de haber trabajado más intensamente en este reino corporal durante la vida embrionaria. Así encontramos una conexión entre lo que está fuera de nosotros en la realidad exterior, y nuestra propia organización para la comprensión de esta realidad exterior. Podemos decir: El cosmos produce la realidad exterior, y nuestro poder para comprender esta realidad exterior está organizado físicamente en virtud del hecho de que la esfera cósmica sólo está activa en nosotros ahora por nuestra facultad de conocimiento. Por lo tanto, debemos distinguir, también en la génesis de la Tierra, entre dos fases: Una en la que las fuerzas activas trabajan de tal manera que la propia Tierra real es creada, y luego una fase posterior de la evolución, en la que las fuerzas trabajan para crear la facultad humana de comprender las realidades de la Tierra.

Sólo de esta manera, mis queridos amigos, nos acercamos realmente a una comprensión del Universo.

Podríais decir: Bien, pero este método de comprensión es menos seguro que el método utilizado hoy en día con la ayuda del microscopio y el telescopio. Puede ser que para algunas personas parezca menos seguro. Pero si las cosas están constituidas de tal manera que no podemos llegar a las realidades con los métodos que hoy en día son más favorables, entonces nos enfrentamos a la necesidad absoluta de comprender la realidad con otros modos de comprensión y tendremos que acostumbrarnos a desarrollar esos otros métodos. De nada sirve decir que no tendrá nada que ver con tales líneas de pensamiento, ya que parecen demasiado inciertas. ¿Y si sólo este grado de certeza fuera posible? Sin embargo, si  realmente seguís esta línea de pensamiento, veréis que el grado de certeza es tan grande como en vuestra concepción de un triángulo real en el mundo exterior cuando os apoderáis de él en pensamiento con la idea interior de la construcción de un triángulo. Es el mismo principio, la misma manera de comprender la realidad exterior en un caso como en el otro. Esto debe tenerse en cuenta.

Ciertamente, surge la pregunta: Tomando estos pensamientos, tal como los he desarrollado aquí, es posible aclarar de manera general acerca de tales conexiones, pero ¿cómo se puede llegar a una comprensión más definida de estas cosas? Porque sólo de una forma mucho más definida pueden ser útiles para ayudarnos a comprender el reino de la realidad. Para poder entrar en esto, debo llamar su atención sobre algo más.

Volvamos a lo que mostré ayer, por ejemplo, con respecto a la curva de Cassini. Sabemos que esta curva tiene tres, o, si lo prefieren, cuatro formas. Recuerden que la curva de Cassini se determina de la siguiente manera. Dados dos puntos A y B, llamaré a la distancia entre ellos 2a; entonces cualquier punto de la curva será tal que AM - MB = b2, es decir, una constante. Y obtengo las distintas formas de la Curva de Cassini según si a, es decir, la mitad de la distancia entre los focos, es mayor, igual o menor que b. Obtengo el lemnisado cuando a = b, y la curva discontinua cuando a es mayor que b.

Imaginen ahora que yo quisiera no sólo resolver este problema geométrico, suponiendo dos magnitudes constantes a y b y luego estableciendo ecuaciones para determinar las distancias de M desde A y B. Supongan que quisiera hacer más que esto, es decir, pasar en el plano de una forma de línea o curva a otra tratando como magnitudes variables aquellas magnitudes que permanecen constantes para una curva en particular. En la imagen (Conferencia IX, Fig. 1), después de todo, sólo hemos previsto ciertas posiciones límite con un mayor o menor que b. Entre éstas hay un número infinito de posibilidades. Puedo pasar continuamente a la construcción de una forma de la curva de Cassini tras otra. Y obtendré estas diferentes formas si, digamos, a la variabilidad del primer orden, digamos entre y y x. Añado una variabilidad del segundo orden; es decir, si permito que mi construcción de las curvas al pasar de una a otra continuamente, siga su curso de tal manera que a siga siendo una función de b.

¿Qué estoy haciendo cuando hago esto? Estoy construyendo curvas de tal manera que creo un sistema continuo y en movimiento de curvas de Cassini que pasan a través del lemnisado a las formas discontinuas, no al azar, sino basándolo en una variabilidad de segundo orden, en el que pongo en relación las constantes de las propias curvas entre sí, de manera que a es una función de b, a = φ(b). Matemáticamente, es por supuesto perfectamente factible. Pero, ¿qué obtenemos con ello? Sólo piense, por medio de ella obtengo la condición para el carácter de una superficie tal que hay una diferencia cualitativa incluso matemáticamente hablando, en todos sus puntos. En cada punto hay otra cualidad presente. No puedo comprender la superficie obtenida de la misma manera que comprendo un plano euclidiano abstracto. Debo verlo como una superficie diferenciada en sí misma. Y si por rotación creo formas tridimensionales, entonces debo obtener cuerpos diferenciados dentro de sí mismos.

Si pensáis en lo que dije ayer, a saber, que la Curva de Cassini es también la curva en la que un punto debe moverse en el espacio si, iluminado desde un punto B, refleja la luz a un punto A con una intensidad constante; y si tenéis en cuenta también que la constancia que subyace a la curva aquí produce una relación entre los efectos de la luz en diferentes puntos; entonces, al igual que en este caso ciertos efectos de la luz resultan de la relación de las constantes, también se puede imaginar que un sistema de efectos de la luz seguiría si a la variabilidad del primero se le añadiera una variabilidad del segundo orden. De esta manera se puede crear, incluso en la propia matemática, un proceso de transición del aspecto cuantitativo al cualitativo.

Estos intentos deben hacerse, en efecto, para encontrar un camino de transición de la cantidad a la calidad, - y este esfuerzo no debemos abandonarlo. Porque se puede empezar por lo que realmente estamos haciendo cuando formamos una conexión interna entre la función dentro de la variabilidad del segundo orden y la función dentro de la variabilidad del primer orden. (No tiene nada que ver con la expresión "orden", tal como se usa familiarmente; pero me entenderán, ya que he explicado todo el asunto desde el principio). Al dirigir nuestra atención a esta relación entre lo que he llamado primer y segundo orden, llegaremos gradualmente a ver que nuestras ecuaciones deben formarse de manera diferente, según si tenemos en cuenta, por ejemplo, lo que en una superficie corporal ordinaria se encuentra entre la superficie y nuestro ojo, o lo que se encuentra detrás de la superficie del cuerpo. Porque existe una relación no muy diferente entre las variabilidades de primer orden y de segundo orden, entre lo que debo considerar que está entre yo y la superficie de un cuerpo bastante ordinario y lo que está detrás de la superficie del cuerpo. Por ejemplo, supongamos que estamos tratando de entender el llamado reflejo de los rayos de luz, - lo que observamos cuando hay una superficie reflectante. Es un proceso que tiene lugar, para empezar, entre el observador y la superficie del cuerpo. Supongamos que concibo esto como una confluencia de ecuaciones que siguen su curso entre yo y la superficie del cuerpo en una variabilidad de primer orden, y luego, en este sentido, considerar lo que está en juego detrás de la superficie a fin de lograr la reflexión como una ecuación en la variabilidad de segundo orden. Llegaré a otras fórmulas que se aplican ahora según leyes puramente mecánicas, - omitiendo las fases de vibración y así sucesivamente - cuando se trata de la reflexión y la refracción.

De esta manera se alcanzaría la posibilidad de crear una forma de matemática capaz de tratar con las realidades; y es esencial para que esto suceda, si encontramos explicaciones particularmente en el ámbito de los fenómenos astronómicos. En lo que respecta al mundo exterior, tenemos ante nosotros lo que ocurre entre la superficie del cuerpo de la Tierra y nosotros mismos. Sin embargo, cuando contemplamos los fenómenos celestes - digamos, un bucle de Venus - trivialmente hablando, también tenemos ante nosotros algo que tiene lugar entre nosotros y alguna otra cosa; sin embargo, la realidad a la que nos enfrentamos en este caso es de hecho como el reino más allá de la esfera en su relación con lo que está dentro del punto central. No importa cómo miremos los fenómenos de los cielos, debemos reconocer que no podemos estudiarlos simplemente según las leyes de las fuerzas céntricas, sino que debemos considerarlos a la luz de las leyes que están relacionadas con las leyes de las fuerzas céntricas como lo está la esfera con el radio.

Si, entonces, llegamos a una interpretación de todos los fenómenos celestes, no debemos organizar los cálculos de tal manera que sean una imagen del tipo de cálculos utilizados en la mecánica en el desarrollo de las leyes de las fuerzas céntricas; sino que debemos formular los cálculos, y también las formas geométricas involucradas, de manera que se relacionen con la mecánica como la esfera se relaciona con el radio. Entonces se hará evidente (y hablaremos de esto la próxima vez) lo que necesitamos: En primer lugar, la forma de pensar de la mecánica y la foronomía, que tiene que ver esencialmente con las fuerzas céntricas, y en segundo lugar, además de este sistema, otro, que tiene que ver con los movimientos de rotación, con los movimientos de cizallamiento y con los movimientos de deformación. Sólo entonces, cuando apliquemos el sistema meta-mecánico, meta-forónico para los movimientos de rotación, cizallamiento y deformación, así como ahora aplicamos el conocido sistema de la mecánica y la foronomía a las fuerzas céntricas y a los fenómenos céntricos del movimiento, sólo entonces llegaremos a una explicación de los fenómenos celestes, partiendo de lo que tenemos empíricamente delante de nosotros.


Traducido por J.Luelmo abr.2014

El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919