GA231 La Haya 15 de noviembre de 1923 -La antroposofía como desafío del tiempo- La naturaleza del sueño--los límites del conocimiento.

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El hombre suprasensible


RUDOLF STEINER


conferencia pública

La Haya 15 de noviembre de 1923

La Antroposofía como desafío del tiempo El cruce vital de las fronteras del conocimiento. El verdadero autoconocimiento a través de la potenciación de la vida del alma se convierte en conocimiento del espíritu. Las tres etapas del auto-empoderamiento, a partir de la captación de la vida onírica y su intiución consciente. Ciencia espiritual y seguridad de la vida.


En la actualidad existe la opinión generalizada de que existen ciertos límites al conocimiento humano, no sólo un conocimiento temporal debido a que no se ha conseguido todo en el tiempo transcurrido, y habría que dejar algunas cosas para el futuro, sino que en un sentido bastante general se habla hoy en día de límites de percepción, de límites del conocimiento para la humanidad. Se piensa que el hombre está constituido de tal manera que sólo puede conocer ciertas cosas, mientras que otras están por encima de su capacidad de conocimiento; y que los hechos del llamado mundo suprasensible principalmente, son los que se supone que el hombre no puede percibir y para los que tiene que conformarse con lo que se llama una creencia, una suposición que surge de sentimientos oscuros y cosas por el estilo. En particular, los esfuerzos de los siglos pasados y de la época actual, que han producido los mayores éxitos en el campo de las ciencias naturales y que también han aportado los mayores resultados prácticos, son considerados por la humanidad contemporánea como una prueba de que hay que detenerse en aquello que puede ser observado por los sentidos, que puede ser probado mediante experimentos y demás, es decir, el mundo real perceptible por los sentidos. Esto es, cuando se habla del hombre, sólo ese mundo que el hombre atraviesa entre el nacimiento y la muerte, o la concepción y la muerte.

Ahora bien, no se puede negar que la ciencia natural debe sus grandes éxitos al hecho de que se ha limitado a la exploración de todos los aspectos del mundo de los sentidos y que partiendo de este mundo de los sentidos no extrae ninguna conclusión del mundo suprasensible. Pero, por otra parte, relacionado con esta, supuestamente, totalmente probada aceptación de los límites del conocimiento,  hay algo interiormente inconmensurablemente trágico para el ser humano sensible, algo trágico que hoy todavía no llega a la conciencia de muchas personas, pero que vive en muchas almas humanas en sentimientos vagos, en toda clase de sensaciones subconscientes, haciéndolas inseguras en la vida, incluso inseguras e incapaces en las acciones exteriores, en las relaciones con sus semejantes, etc. Porque poco a poco se van sintiendo cada vez más, que los límites en los que se quiere detener de esta manera no son sólo los de un mundo exterior suprasensible, sino que con estos límites del conocimiento, si se perciben correctamente, hay todavía algo muy diferente. El hombre siente gradualmente que su propio y verdadero ser debe ser de naturaleza suprasensible, que su verdadero ser que como hombre le da su valor y dignidad debe encontrarse en lo espiritual, en lo no sensible. Si uno pone fin a todo conocimiento ante lo suprasensible, entonces pone fin al autoconocimiento humano. Entonces se renuncia a conocer lo más precioso, lo más valioso del propio ser humano.

Pero con ello también se socava la verdadera confianza interior en uno mismo. ¿Por qué el hombre  se siente parte del mundo natural que hoy se ha explorado con tanto éxito? Sólo porque lleva este mundo de la naturaleza dentro de sí mismo en su cuerpo físico exterior. Todo lo que existe en nuestro entorno como sustancias naturales y leyes naturales lo llevamos dentro de nosotros, al menos la mayor parte. A través de esto podemos sentirnos conectados con la naturaleza física. Si no formáramos parte de ella con nuestro propio cuerpo, no sentiríamos que existimos en esta naturaleza física, o si no pudiéramos explorarnos como seres físicos. Pero con lo suprasensible, con el ser espiritual interior del hombre, tan verdaderamente sentido, aunque los hombres no lo lleven todavía a la plena conciencia, ocurre lo mismo. Si no podemos sentirnos como pertenecientes a un mundo espiritual, como seres que asumen en interiormente y llevan en sí las fuerzas y sustancias de lo espiritual, entonces no podemos aceptarnos en absoluto como seres humanos espirituales. Pero entonces careceremos de la confianza en nosotros mismos hacia aquello que, después de todo, sentimos como lo más valioso, lo más digno, aquello por lo que realmente somos seres humanos, de hecho queremos ser seres humanos. Esto tiene otra cara. Sentimos que lo que llamamos nuestros impulsos morales, lo que llamamos el contenido de nuestras fuerzas morales-espirituales, no fluye de la vida natural, ciertamente ni de lo que ocurre en los músculos y los huesos. Sentimos que provienen de un mundo espiritual, pero experimentamos incertidumbre sobre todo este mundo espiritual si hemos de detenernos ante lo suprasensible con nuestra percepción.

Y de este modo la humanidad actual no puede realmente tender un puente entre lo que en la naturaleza exterior es para ella un hecho brutal -como me gustaría llamarlo- y lo que fluye hacia ella desde la vida interior espiritual más íntima como contenido del orden moral del mundo. No se tiene el valor de llevar a la plena claridad lo que el alma humana tiene que afrontar aquí. La ciencia natural ha trabajado a fondo para poder decir algo, aunque sea hipotéticamente, sobre las criaturas actuales a partir de las cuales se supone que se ha desarrollado el hombre. Se describe, al menos hipotéticamente, cómo se supone que se desarrolló nuestro mundo actual a partir del mundo de la nebulosa. También se hacen hipótesis sobre el fin de nuestro sistema planetario o del sistema en su conjunto al que pertenecemos. Se imagina que todo este sistema que existe en el tiempo se contrae de alguna manera, constituyéndose a partir de sustancias y fuerzas naturales. Uno se imagina al hombre físico surgiendo entonces de una parte de estas fuerzas en un momento determinado. La electricidad, el magnetismo, el calor, etc., pueden ser observados exteriormente, allí el ser humano pensante se siente seguro con el contenido de su conciencia. Pero cuando surge en él la necesidad de pensar en lo que no procede de su naturaleza física, es decir en los impulsos espirituales morales que actúan en el mundo, cuando debe pensar en que lo que él produce actúa en el mundo a partir de una fuerza elemental espiritual, aquello que ahora también debe estar en el mundo, cuando debe tener experiencias en el mundo que no deben desaparecer junto con lo que desaparece con lo físico, entonces el hombre no puede decirse a sí mismo a partir de lo que aceptan los límites del conocimiento: estas fuerzas morales son tan válidas como lo que procede de las fuerzas brutas de la naturaleza física.

De ahí le vienen al hombre de hoy no sólo dudas teóricas, sino inseguridad de toda la vida anímica, inseguridad que se manifiesta en todas partes, aunque la gente se engañe a sí misma al respecto. Porque este es el carácter propio de la civilización actual, que se engaña a sí misma sobre las cuestiones más profundas de la civilización. Pero en el subconsciente estas cuestiones están activas, se expresan -aunque no en teorías, sino en todo el tenor del alma, en la confianza y capacidad de la vida anímica. Esa es la tragedia interior que realmente se puede notar en el fondo de cada alma, incluso de la más superficial. Y es aquí donde surge lo que puede parecer paradójico en la época actual, ¡en muchas personas surge el anhelo justo por el conocimiento suprasensible! Se podría decir que en el ámbito espiritual ocurre lo mismo que con el hambre y la sed. Cuando uno está satisfecho no anhela la comida y la bebida, sino que las anhela cuando tiene hambre. Y desde una necesidad íntima la humanidad actual anhela lo suprasensible porque no lo tiene. Mientras que, por un lado, los filósofos y los científicos naturales de hoy en día quieren demostrar cada vez más que hay límites y fronteras insuperables ante lo suprasensible, vemos, por otro lado, una sed insaciable de muchas almas humanas por el conocimiento suprasensible, y el número de estas personas será cada vez mayor.

Para llegar a esta percepción suprasensible hay un punto de vista, o más bien podría decir un método de investigación del que me gustaría hablarles hoy. Pero no quiero hablarles de un método de investigación de lo suprasensible que hoy en día a menudo se quiere alcanzar de una manera muy fácil, sino que les hablaré de un método de percepción que, aunque es un asunto absolutamente íntimo del alma humana, es en esto tan científico, de hecho tan exacto, no sólo como un resultado científico exterior, sino como los resultados matemáticos o geométricos de la propia ciencia .

Pero mientras uno se esfuerza por alcanzar tal conocimiento y acaba de llegar a un conocimiento de lo que es lo suprasensible en el hombre, entra inmediatamente en algo que desde el principio provoca toda clase de dudas.

Cuando miramos al exterior, pronto nos damos cuenta de que los científicos naturales y los filósofos que hablan de los límites del conocimiento tienen razón en lo que respecta a la percepción exterior inmediata. Por lo que debemos mirar hacia adentro. Pero cuando miramos hacia dentro y nos quedamos con la conciencia ordinaria, con la que tenemos en la vida ordinaria y también en la ciencia habitual, entonces al principio tampoco nos enfrentamos a nada más que a una especie de imagen mental del mundo exterior. Cuando uno es completamente honesto en su lucha por el autoconocimiento y se pregunta: ¿Qué hay, cuando en lugar de mirar hacia fuera en el mundo se mira uno hacia dentro de si mismo, qué hay realmente dentro de uno? - Entonces uno tendrá que darse cuenta de que vuelve a encontrar el mundo dentro, aunque sea en una imagen. Lo que uno ha experimentado se ha plasmado en nuestra vida conceptual, de sentimientos. Experimentamos, por así decirlo, una imagen de pensamiento y de sentimiento de lo que está fuera también. Sólo hemos dirigido nuestra mirada hacia atrás. Esto no nos proporciona al principio nada nuevo, sino únicamente una imagen atenuada de lo que también está fuera. El hombre siente sólo como un sentimiento general, que está presente en estos pensamientos ideas y sensaciones que se entretejen como un yo, como un ser. Pero eso es tan general e indefinido, que inicialmente no puede hacer mucho con ello.

Por eso en la Edad Media, en los tiempos en que se abordaba el autoconocimiento, el conocimiento del alma humana, de un modo más intensivo, no se prestaba inicialmente mucha atención a lo que se puede obtener mediante una autoobservación meramente dirigida hacia atrás durante la conciencia ordinaria, sino que se intentaba alcanzar el conocimiento del alma de un modo diferente. Esta forma diferente es realmente interesante, y debo partir de esta forma diferente, a menudo muy deseada, de conocimiento del alma, para que podamos entendernos sobre el conocimiento del alma al que realmente me refiero. Pero menciono de antemano que sólo parto de este otro conocimiento del alma para explicar lo que quiero aportar, pero que no quiero atribuirle un valor especial. Por lo tanto que nadie crea que porque parto del sueño ya le doy valor de conocimiento. Sin embargo, esta vida onírica es inmensamente significativa.

Aquellos que en algún momento han buscado el conocimiento del alma a través de la vida onírica, habrán notado que en cierto sentido la vida anímica aparece de manera mucho más característica en un sueño que cuando uno simplemente se mira a sí mismo y, como se suele decir, quiere observarse. Ustedes han observado los sueños y han encontrado inicialmente dos tipos de sueño. Como saben, el sueño evoca imágenes tejidas de una realidad fantástica que inicialmente no es tan abstracta como los pensamientos que tenemos en nuestra conciencia diurna.

Pero el sueño crea inicialmente algo que parece enigmático, por un lado por su composición, por otro lado por su contenido.

Hay dos cosas que el hombre experimenta como imágenes en un sueño. En primer lugar, imágenes de experiencias que hemos vivido durante nuestra vida en la tierra, reminiscencias de la vida. Esto surge y nos muestra una u otra cosa que experimentamos hace muchos años. Pero lo que allí se afirma se levanta junto a otras cosas en una relación que no nos ha proporcionado la vida. Sucesos que tuvieron lugar hace diez años se unen a otros que tuvieron lugar el otro día. Lo más alejado entre sí se une. Uniendo fragmentos de la vida, los sueños crean imágenes imposibles, imágenes caóticas. Todo lo que la vida exterior nos ha dado a través de los acontecimientos que hemos vivido se nos presenta en el sueño de forma caótica. Este es un tipo de sueño. El otro tipo es aquel en el que nuestra propia condición corporal se evoca ante nosotros en una especie de imagen simbólica. ¿Quién no ha soñado con sufrir el calor de una estufa hirviendo? Ha visto las llamas parpadeantes; se despierta y tiene fuertes palpitaciones del corazón. O soñamos que pasamos por delante de una valla. Vemos cómo uno o dos postes están dañados y nos despertamos con dolor de muelas. En un caso, cuando soñamos con la estufa hirviendo con su calor, era una imagen de nuestro corazón que palpitaba fuertemente. En el otro caso, cuando soñamos con la valla, era una imagen de nuestra hilera de dientes que, de alguna manera, nos producía dolor. Y aquel que puede penetrar más profundamente en estas cosas sabe que una determinada área de los sueños se caracteriza porque los órganos internos se nos muestran simbólicamente en el sueño. Sin embargo, hay que ser bastante conocedor de todos los hechos que entran en juego, si se quiere reconocer en los símbolos lo que realmente se expresa del ser interior del hombre en ellos. Entonces uno encontrará que apenas hay un órgano o un proceso interior que no pueda ser evocado para nosotros interiormente por medio de los sueños.

Ahora bien, los antiguos psicólogos que trabajaron con los sueños desarrollaron un punto de vista muy válido sobre la relación del hombre con los sueños. Se decían a sí mismos: lo que llevamos dentro, sólo podemos sentirlo, pero no lo vemos, no lo tenemos delante como un objeto exterior. Pero cuando tenemos el latido de nuestro propio corazón frente a nosotros en la imagen de una estufa hirviendo, entonces tenemos al menos una imagen en nuestra conciencia que nos hacemos, que se parece a la imagen de un objeto exterior. Tenemos que separarnos del objeto exterior para que surja en nosotros una imagen de él. Lo que es uno mismo, aunque sea su propio cuerpo, lo siente, lo siente a veces dolorosamente cuando algo orgánico no está en orden, pero no lo mira. Cuando se mira algo en forma de imagen hay que estar fuera de él. Y así argumentaban los antiguos psicólogos, que todavía existían en el siglo XIX: Si estoy soñando en símbolos sobre mi propio cuerpo y sus procesos, no puedo estar en mi cuerpo, porque entonces no lo experimentaría. Por tanto, en ese caso debo estar fuera de mi cuerpo. La imagen, en cualquier caso, me muestra algo de una vida anímico-espiritual independiente frente al cuerpo. Y además argumentaban: Cuando sueño de alguna manera, aunque sea oculta, con reminiscencias de la vida, entonces la existencia natural exterior, tal como es, tendría que presentarse ante mí. Pero allí hay algo que cambia constantemente; allí el sueño me evoca las relaciones más fantásticas. Allí también debo estar dentro, pues la naturaleza tal como me rodea habitualmente no podría mostrarme los sucesos que he vivido con ella, ni los sucesos de la vida humana que he experimentado, en un orden muy diferente.

De esta manera se reunía algo de lo que se podía decir: Era una convicción válida para estos antiguos psicólogos, que ellos captaban algo del alma en una condición en la que está separada del cuerpo físico. Pues, en primer lugar, el hombre no puede estar unido a su cuerpo si los sucesos del cuerpo, aunque sólo sea en símbolos, en el sueño aparecen separados. Debe por tanto estar fuera de su cuerpo. Pero también debemos estar dentro de las reminiscencias de nuestras experiencias, estar junto a ellas, cuando tenemos el segundo tipo de sueño, pues la naturaleza no altera la conexión en la que han ocurrido las experiencias. Que debemos alterar nosotros mismos. Por lo tanto, debemos estar fuera, fuera de nuestro cuerpo, cuando tenemos el primer tipo de sueños, y de la misma manera debemos estar dentro de nuestras experiencias en el segundo tipo. Eso significa que debemos estar realmente fuera de nuestro cuerpo físico con nuestras experiencias del alma cuando soñamos. En la medida en que lo que los antiguos psicólogos se decían a sí mismos es absolutamente indiscutible, no se puede decir nada en contra. Pero hay que añadir algo más. El sueño no puede darme ningún conocimiento seguro sobre el yo. Él puede llevarnos al camino de cómo se puede llegar a tal certeza. Porque lo que somos en el interior durante el tiempo entre ir a dormir y despertar cuando estamos fuera del cuerpo: eso, que el sueño nos está mostrando allí, que ciertamente no somos; pues ésos son por un lado cuadros de nuestro interior corporal, incluso símbolos de este interior corporal, así que eso de nuevo es tomado de nuestro interior corporal. ¿Cómo podemos ser los mismos que somos en el interior de nuestro cuerpo físico cuando dormimos fuera de nuestro cuerpo? De modo que algo más debe ocurrir. Debemos ser algo fuera de nuestro cuerpo, pero eso no se afirma. En un principio no somos capaces de captar la naturaleza real del alma en el estado de sueño. Ésta se oculta y se enmascara al principio; se rodea de imágenes de su propia naturaleza corporal y se muestra en relación con su propia vida en composiciones arbitrarias de sus experiencias. Los antiguos psicólogos deducían con razón que estamos fuera de nuestro cuerpo cuando soñamos, pero que el sueño nos muestra algo sobre este ser que está fuera de nuestro cuerpo, eso no es así, aunque ellos lo creían. Porque no nos muestra nada más que lo que hemos experimentado anteriormente dentro del cuerpo, y nuestro propio cuerpo en símbolos. Por lo tanto, si somos algo fuera de nuestro cuerpo, entonces esto está enmascarado en el sueño, entonces el sueño está usando una máscara con respecto a esto. Si queremos descubrir nuestro propio ser, entonces debemos ser capaces de quitar esta máscara del sueño, es decir, del alma, porque el sueño es esta máscara. -Hasta aquí una visión más íntima del sueño nos lleva a un camino. Como los antiguos psicólogos se dieron cuenta de que el sueño, en última instancia, no muestra nada más que lo que saca del mundo de los sentidos, naturalmente también tuvieron sus dudas. Y del mismo modo que uno no podía creer tener certeza por medio de una autoobservación ordinaria hacia atrás, tampoco estaba satisfecho con lo que la observación del mundo onírico podía darle. Frente a esto aparece ahora lo que siempre llamo la cosmovisión antroposófica o el modo de investigación antroposófico. Esta sostiene inicialmente lo siguiente: Si el sueño nos muestra que somos algo fuera de nuestro cuerpo, entonces se muestra demasiado débil por sí mismo para mostrar, para revelar su propio ser. Para revelarse a sí mismo utiliza trozos de reminiscencias de la vida, de símbolos de su propia naturaleza corporal. Por lo tanto, tenemos que fortalecer la vida anímica para que lleguemos a lo que en la vida anímica está enmascarado ante nosotros en el sueño. Esto se puede hacer. Se puede hacer reproduciendo el sueño en plena conciencia mediante la llamada vida meditativa sistemáticamente exacta, tal como la he descrito en mi libro "El conocimiento de los mundos superiores" y en otros escritos. Pero no reproduciendo los sueños artificialmente, sino despertando en el alma en plena conciencia lo que en el sueño surge espontáneamente del subconsciente. Uno llega a esto acostumbrándose a proceder de la misma manera que el sueño procede espontáneamente, -a proceder imaginando cosas que uno conoce bien simbólicamente en la meditación interior. El sueño evoca simbólicamente para nosotros nuestra propia naturaleza corporal.

Ahora se practica -ya que ni nuestro propio ser interior ni la naturaleza exterior nos dan símbolos- de forma estrictamente sistemática para imaginar simbólicamente. De este modo, los conceptos son llevados por la fuerza de la voluntad a un símbolo por nosotros, al igual que el sueño lo evoca o nosotros espontáneamente. Debe ser creado por la actividad interior, pero eso significa, que el sueño debe ser fortalecido.

En la vida exterior nos entregamos a las observaciones y percepciones pasivas. Entonces la actividad interior es sombría. Todo el mundo percibe realmente lo sombríos que son los conceptos abstractos, la forma en que los pensamientos se entregan al mundo exterior y luego proceden de forma sombría. Todo el mundo habla del pensamiento sombrío en comparación con la realidad concreta. Pero cuando uno se eleva ahora para imaginar cosas simbólicas, tiene que crear estos símbolos.

Y cuando uno es un ser humano plenamente consciente y no un tonto, entonces sabe que los hace uno mismo. Entonces uno no es en absoluto un soñador, sino una persona despierta normal, incluso más que una persona despierta normal. Para el soñador los símbolos vienen espontáneamente, para la persona despierta las imágenes conceptuales vienen a través de la estimulación externa. La persona despierta que hace vivo dentro de sí mismo lo que los sueños le proporcionan, que pone ante el alma los símbolos con toda la fuerza interior e imita el sueño en plena conciencia, se despierta por así decirlo a una actividad superior de pensar e imaginar y con ello a una actividad del alma totalmente superior a la que se tiene en la conciencia ordinaria. Sin embargo, esto debe ser realmente practicado de manera sistemática.

Y del mismo modo se puede imitar la otra cara del sueño. Tomamos experiencias de nuestra vida que pueden estar separadas entre sí por años. Podemos combinarlas de tal manera que una esté al lado de la otra, pero ahora no de forma caótica como en el sueño, sino desde un punto de vista que puede ser de la fantasía, pero que determinamos conscientemente, que no nos es impuesto por nuestro ser interior, sino que nosotros mismos creamos interiormente. Y de esta manera nos educamos gradualmente para permanecer en una vida interior del alma; para permanecer fuertemente en una vida del alma que procede totalmente de la actividad interior.

Hoy en día se suele subestimar lo que realmente sucede allí con el ser humano cuando hace tales ejercicios, porque no se ama la actividad interior del pensar, porque ya se encuentra muy activa cuando se vive en pensamientos inducidos por la observación exterior. Pero quien con toda seriedad se convierte en un verdadero imitador del sueño en plena conciencia, experimenta que intensifica fuertemente la movilidad interior de su alma, que la fortalece definitivamente. Pero si no es un tonto, sino un ser humano sensato, es plenamente consciente de que él mismo está haciendo todas estas imágenes y asociaciones de vida, es decir, que está viviendo en la ilusión. Con un sueño uno tiene que despertar primero para darse cuenta de la ilusión del sueño desde el punto de vista de la vida de vigilia. El sueño sólo puede ser desenmascarado desde el punto de vista de la vigilia; el soñador imagina que el contenido del sueño es la realidad, aunque su sentimiento de realidad no es tan ficticio. El que se convierte en imitador del sueño se da cuenta de cómo se despierta en él un ser interior vivo, algo activo, vivificante, pero que tiene un contenido que es absolutamente autoimagen, ilusión. Por lo tanto, llega al punto de no preocuparse por lo que está presente en él como contenido, sino de concentrarse en lo que trabaja en él, está activo en él. En resumen, aquello que normalmente sólo tenemos como un sentimiento general del ego o del yo se convierte en una actividad interior fuertemente sentida. Si uno quiere convertirse en un científico espiritual y no en un místico vago, debe permanecer consciente y preciso. Pero si uno persiste en esto también llegará a experimentar cada vez más la naturaleza de lo ilusorio. Uno sabe: no imagina nada, pero tiene una imaginación. A través de esto uno tendrá también la posibilidad un día de desarrollar la capacidad del alma con la que uno verdaderamente no imagina nada y es todavía tan activo como uno lo ha aprendido en la imitación del sueño.

Les señalo aquí una actividad del alma que debe ser absolutamente cultivada por el investigador del espíritu. Se suele creer, y los que juzgan las cosas superficialmente lo dicen a menudo: la investigación espiritual es algo en lo que el hombre se entrega a sus pensamientos y fantasías, eso es fácil, mientras que investigar en el laboratorio, la clínica y el observatorio es difícil, algo en lo que hay que renunciar a las cosas. - Pero esto no es así. Porque lo que hay que adquirir como tal capacidad interior del alma requiere al menos tanto tiempo, incluso a veces mucho más tiempo de trabajo interior que cualquier capacidad científica adquirida exteriormente como es común en la ciencia natural de hoy. Aquellos que quieran adquirir conocimientos sobre lo que aquí se llama investigación espiritual no deben plantear la objeción: En la ciencia natural no hay que ser un aficionado si se quiere opinar, allí hay que entender realmente algo. -Lo que el investigador espiritual alega se suele considerar como si se obtuviera sin esfuerzo, en comparación con lo que en la ciencia natural se alcanza con muchos problemas. Pero lo único que es diferente es el camino. En la ciencia natural se utilizan observaciones y hechos externos para llegar a una conclusión, mientras que el científico espiritual debe desarrollar primero su propia capacidad interna de observación. La desarrolla como un imitador de los sueños, pero de tal manera que en la actividad meditativa lo que en el sueño se evoca es superado por él. En el sueño no nos hacemos conscientes de una actividad, las imágenes del sueño nos la evocan; pero en el primer paso del conocimiento suprasensible se percibe totalmente la ilusión. Se sabe: no se imagina nada -pero se nota la actividad interior fortalecida, potenciada y al final se aprende por mucha práctica cómo se puede invocar esta actividad sin necesitar primero una actividad ilusoria para ello, sin tener que imitar primero el sueño. Así que es en la imitación donde se desarrolla esta capacidad del alma. 

Una vez que la capacidad está ahí, uno sabe lo que puede hacer con ella. Porque entonces uno se encuentra en un estado en el que tiene una conciencia vacía pero muy despierta, pero también actividad interior. Una vez que uno ha desechado la ilusión de esta actividad, uno no tiene inicialmente ningún contenido. Pero el estado en el que uno vive justo cuando llega al punto de desarrollar la capacidad de actividad interior sin tener inicialmente también un contenido, este estado exige una fuerte lucha interior. Y en realidad esta lucha que uno necesita es la piedra de toque y la prueba de si esta investigación espiritual es honesta y verdadera. Porque en el momento en que uno se dispone a vivir con la conciencia vacía, durante la conciencia de vigilia normal sin que esta conciencia de vigilia tenga un contenido, en este momento se extiende sobre toda la vida anímica un dolor indecible, una privación ilimitada. Todo lo que uno puede experimentar como dolor en el mundo es realmente insignificante comparado con este dolor espiritual del alma que se experimenta en este momento de cognición. Y este dolor hay que superarlo. Porque este dolor es la expresión de una fuerza que tiene su contraimagen física en toda clase de privaciones: en el hambre, que nos manda comer, en la sed, que nos obliga a beber, etc. Ahora sentimos algo en el alma que tiene que venir hacia nosotros y lo sentimos como un dolor indecible. Pero cuando vivimos por un tiempo en este dolor, cuando sentimos nuestro ser interior mismo como uno lleno de dolor, es decir, cuando somos por un tiempo dolor, cuando nuestro propio ser humano no es para nuestra conciencia por un tiempo nada más que un conglomerado de dolor, entonces esta conciencia ya no permanece vacía, entonces esta conciencia se llena a sí misma, y ahora se llena no con el contenido de los sentidos que recibimos a través de los ojos, los oídos y demás, sino que ahora se llena de contenido espiritual. Y recibimos como lo primero que nos llega como contenido espiritual de esta manera, nuestro propio ser espiritual como una organización espiritual unificada - pero que vive en el tiempo, no en el espacio - ya que se extiende desde el nacimiento o la concepción hasta el momento presente en que hemos vivido la vida terrenal. Al igual que podemos mirar en una perspectiva espacial y ver objetos que están lejos de nuevo en perspectiva, así podemos aprender a mirar desde el momento presente de nuestra vida hacia nuestro propio pasado. No vemos lo corporal en ese momento, sólo lo recordamos, pero debemos recordarlo, de lo contrario nos destruye la conciencia. Pero el que quiere ser investigador del espíritu no puede convertirse en una persona inclinada a la fantasía ni en un místico confuso, debe utilizar su conciencia y su buen sentido como lo haría un matemático para un problema matemático. Pero así como normalmente vemos los objetos del espacio en perspectiva, ahora miramos en perspectiva del tiempo.

Todo lo que hemos vivido en nuestra existencia está ahora ante nosotros en un cuadro de tiempo, pero en un cuadro de tiempo vivo. Pero no sólo lo que hemos vivido nosotros mismos está ahora ante nosotros, sino también lo que nos muestra cómo hemos llegado a ser, cómo las fuerzas espirituales internas del alma han construido nuestro cuerpo desde el nacimiento o la concepción, cómo son las fuerzas plásticas que han trabajado en nuestro cuerpo. Nos vemos exteriormente. Pero lo que vemos ahí, a través de lo que nuestra propia vida anímica se presenta ante nuestra alma, eso ahora también difiere cualitativamente de la experiencia de este retablo del tiempo.

Cuando uno mira hacia atrás en su vida de la manera habitual, experimenta los acontecimientos tal y como vienen hacia uno: experimenta, por ejemplo, cómo una persona ha venido hacia uno, cómo se ha acercado a uno, con amor o con odio, cómo ha hecho esto o aquello mientras venía hacia uno. Uno se experimenta a sí mismo en esta imagen de la memoria en la forma en que el mundo exterior ha venido hacia uno.

Sin embargo, en este otro cuadro de la memoria, que ahora está ahí en imágenes reales de las que uno sabe que reflejan la propia naturaleza espiritual del ser humano al igual que las imágenes habituales de la memoria reflejan la naturaleza exterior, en esta otra imagen de la memoria se nos refleja cómo nos hemos acercado al mundo exterior. Allí se muestra cómo era uno mismo cuando, por ejemplo, se acercaba a otra personalidad. Cómo en nuestra alma se desplegaban fuerzas que encontraban su satisfacción, su deleite, su felicidad sólo a través de esa personalidad. Uno realmente se mira a sí mismo cómo era como ser humano terrenal. Y entonces uno ve cómo ahora en la realidad fluyen juntos los dos lados en los que el sueño estaba enmascarado.

Ahora el sueño se convierte en una realidad plenamente consciente. Incluso se convierte en algo más de lo que la conciencia ordinaria ve. Uno ve inicialmente la entidad espiritual que vive dentro del cuerpo, que durante el sueño es independiente de él, de hecho que es el creador del cuerpo. Esto se ve. Y entonces uno se da cuenta, esta entidad espiritual también contiene, pero de manera espiritual, metamorfoseada, algo así como las leyes de la naturaleza pero -ya están protestando contra ello- en una existencia espiritual. En lo que aquí se experimenta ya entra el mundo moral. En esto las leyes morales ya están presentes de tal manera que uno sabe ahora: de la misma manera en que funciona la propia espiritualidad, las leyes morales están actuando. Allí las leyes morales comienzan a tener la misma validez que las leyes de la naturaleza.

Pero con esto sólo se llega hasta la experiencia de la propia existencia espiritual del hombre en el ser terrenal. Si uno quiere ir más allá tiene que desarrollar aún otras capacidades en el alma. -Los detalles sobre esto se pueden leer en los libros mencionados anteriormente, ya que esto sólo se puede lograr mediante la práctica de muchos detalles. Aquí sólo se describirá el principio. -Supongan que en un momento determinado del día ustedes recuerdan la mañana en que se levantaron, o se despertaron. Si ustedes se esfuerzan, el transcurso del día hasta este momento puede presentarse ante sus almas. Ahora bien, si ustedes no colocan el transcurso del día de tal manera ante su alma que comiencen con la mañana, luego pasen a las experiencias del mediodía y así sucesivamente, sino que si colocan el transcurso del día hacia atrás ante su alma, de modo que comiencen en el momento determinado y ahora lo rastreen hacia atrás, entonces también pueden decir que llegan hasta la noche cuando han dormido. Pero ahí no añaden nada, ahí queda algo vacío, y lo que conecta de nuevo con los sucesos imaginados hacia atrás es la última experiencia antes de ir a dormir, y entonces pueden colocar de nuevo el curso del día anterior ante su alma.

En resumen, cuando en la vida ordinaria el ser humano recuerda de esta manera, siempre quedan lagunas entre la vivencia consciente -las lagunas que vivimos inconscientemente durante el sueño. Ahora bien, para ir más allá con los ejercicios que pueden enlazar con esta vivencia retrospectiva, es necesario desarrollar un sentido muy fuerte de la realidad. Tal sentido de la realidad no predomina inicialmente entre la gente de hoy en día. Incluso es algo que no es tan fácil de conseguir, porque en relación con el recuerdo la gente suele quedarse con aquello que de alguna manera está estrechamente relacionado con su personalidad. En sus pensamientos no conectan los hilos hacia el mundo exterior con tal fuerza, que estos hilos hacia el mundo exterior se conecten con sus recuerdos. El ser humano no suele tener ninguna inclinación a vivir en el mundo exterior, en realidad en el mundo exterior, con sus recuerdos. Hasta qué punto esto es así, de esto se puede convencer uno mismo en la vida diaria. He conocido personas que, por ejemplo, han visto por la mañana a una señora que les había interesado mucho, y cuando uno les pregunta ¿De qué color era el vestido de la señora? -no lo saben. Por lo tanto, es como si no hubieran visto a la dama, porque si la hubieran visto, seguramente también habrían visto el color de su vestido. ¡Qué tenuemente está uno conectado con el mundo exterior, si por la tarde ni siquiera sabe de qué color era el vestido de una persona a la que ha visto por la mañana! De hecho, he conocido incluso a personas que habían estado en una habitación y que después no sabían si había cuadros en la habitación o no.

Uno puede tener las experiencias más increíbles en este sentido. Por lo tanto, el que quiera adquirir el sentido de la realidad debe entrenarse primero para vivir plenamente también en la realidad sensorial exterior, de modo que lo que pasa por delante de él sea tal como está ahí fuera, en el mundo real. En verdad, el investigador del espíritu no se convierte en un hombre de fantasía; debe adquirir el sentido de la realidad hasta el punto de que no pueda ocurrirle que no sepa por la tarde qué vestido llevaba la señora con la que hablaba por la mañana. Debe ser capaz de vivir con un sentido de la realidad ya en el mundo de los sentidos.

Sólo cuando uno se entrena para conectar lo que recuerda de las cosas con el mundo exterior de la realidad, entonces desarrolla el sentido que puede lograr un recuerdo provechoso para tal conocimiento del espíritu. Porque para los seres humanos la capacidad habitual de recordar la imagen de la memoria antes de la última ida a dormir puede ser muy fácilmente unida a la de después del último despertar. Sin ninguna dificultad la gente simplemente deja fuera lo que está entre estas dos imágenes como un abismo nocturno, ellos atan la imagen del primer suceso después de despertar directamente al último suceso antes de ir a dormir. Por lo general, ni siquiera notan con una conciencia viva que hay algo entre ambas. Pero si uno quiere adquirir una conciencia de tal índole que conecte lo que ha experimentado en su interior con la imagen que está ahí del mundo exterior, entonces debe darse cuenta de que lo que uno experimenta por la mañana después de despertarse está conectado con toda la naturaleza que nos impresiona, está conectado con el sol naciente, con todas las impresiones que uno tiene a través del sol naciente y así sucesivamente -y lo que uno tiene como último suceso antes de irse a dormir está conectado con algo que en la naturaleza no se corresponde, a saber, con lo que uno experimentó después del último despertar. Allí uno notará con las imágenes que están al lado: ¡hay algo que falta! - Pero practicando esto, despertando de nuevo capacidades del alma que no existen en la vida ordinaria, uno adquiere la fuerza de que al mirar hacia atrás, donde uno tiene ahora la primera imagen después del último despertar y quiere proceder a la última imagen antes de la última dormida, uno ahora no ve un tramo de oscuridad en medio, sino que ve que esta oscuridad empieza a iluminarse espiritualmente, que algo se coloca en esta oscuridad.

Al igual que en los estados de vigilia diurnos sólo se sigue lo que se ha experimentado, de repente surge algo entre la primera experiencia después del último despertar y la última experiencia antes de dormir, de la cual se dice ahora: recuerdas algo, sólo que algo que no habías conocido antes. Es lo mismo que en el recuerdo normal, excepto que uno no había sabido nada antes de lo que ahora aflora. Ahora, a través de ello, uno comienza a recordar lo que antes se había perdido al dormir, incluso mientras duerme a través de ello en el sueño sin sueños. El tiempo vacío del que uno es consciente entre la última experiencia antes de dormir y la primera después de despertar, esto se está llenando ahora. Y así como nuestra conciencia ordinaria se llena de las experiencias de la existencia natural, nuestra conciencia se llena ahora de lo que aflora como un recuerdo, pero de un recuerdo del que uno sabe ahora que lo ha experimentado en el inconsciente.

Nuestra conciencia está ahora llena del contenido anímico que no ha participado en las experiencias externas, sino que se ha retirado de las experiencias externas, se ha dormido. Ahora uno aprende a reconocer cómo es en realidad el alma dormida cuando no tiene la fuerza para traer a la conciencia sus experiencias que tiene durante el sueño en el mundo espiritual de tal manera como el hombre en la vida diurna de vigilia trae a la conciencia los sucesos de la vida física. Ahora uno llega a conocer realmente el ser interior del hombre como espíritu y alma, y en este momento uno ve más allá de la vida terrenal. Y sólo ahora se podrá relacionar eso, que se ve de la manera descrita como un gran pero concreto retablo de recuerdos de la propia vida terrenal hasta este momento, con lo que uno era como ser humano anímico-espiritual en un mundo puramente espiritual antes de descender a este mundo físico a través del nacimiento o la concepción.
Y de la misma manera otra experiencia se une a ésta. Si uno desarrolla otra capacidad junto con todo esto durante su práctica, una capacidad que normalmente no se ve como una capacidad de conocimiento, pero que también lo es, si uno desarrolla lo que es el amor del alma, la plena devoción a lo que viene a su encuentro, tan fuertemente que este amor permanece con uno incluso cuando uno mira su propio ser, que uno puede amar lo que aparece como algo nuevo en el alma con un amor verdaderamente devoto -entonces se desarrolla la posibilidad de liberarse, en el estado de vigilia, en plena conciencia en su experiencia interna, de lo corporal. Pero en este momento en que uno se ha liberado de lo corporal en su experiencia interior, uno sabe cómo es el ser humano cuando vive su vida sin su cuerpo. Y el hecho de atravesar la puerta de la muerte, de morir, se presenta en la imagen ante el alma. Una vez que uno ha reconocido lo que significa aferrarse a sus poderes espirituales independientemente del cuerpo, entonces uno también sabe lo que es en la existencia espiritual cuando ha dejado de lado el cuerpo y ha atravesado la puerta de la muerte. Y también se llega a conocer el entorno que entonces está presente para el ser humano. Uno aprende a reconocer cómo lo que nos conecta con el mundo de los sentidos se desprende con el cuerpo cuando se desecha. Sin embargo, lo que queda es lo que nos formó primero como seres humanos, el alma-espíritu del ser humano. Pero lo que ha sido en estas experiencias sensoriales, cómo se ha encontrado alma con alma, lo que se ha vivido en las relaciones con otras personas, con las más cercanas y con las más lejanas, lo que ha tenido lugar en el espacio y en el tiempo, se aprende a reconocer lo eterno-espiritual al despojarse de la forma terrenal de la experiencia. Y entonces el alma experimenta aún más lo que estaba espiritualmente en ella en sus relaciones con otras personas. Y lo que de otro modo es sólo objeto de fe se convierte en una certeza de conocimiento.

Esto es lo que la gente experimenta cuando ellos mismos han pasado por la puerta de la muerte. Lo que el alma humana suele anhelar como inmortalidad sólo entra en el conocimiento humano real de esta manera. Pero sólo reconociendo lo que es realmente eterno en el hombre, esforzándonos hasta el punto de reconocer este eterno en nuestra existencia en la existencia preterrenal, anímico-espiritual, alcanzamos también lo que hace que nuestra supervivencia después de la muerte sea una certeza. Lo [preterrenal] mismo, como lo eterno en el alma humana, ya no tiene palabra en la civilización actual, pues sólo conocemos una mitad de la eternidad, hablamos de inmortalidad. Las lenguas más antiguas tenían la otra cara, el no nacimiento, es decir, nuestra existencia antes de entrar en la vida terrenal. Pero son sólo los dos lados -la falta de nacimiento y la inmortalidad- los que conforman la eternidad. Y es así como el hombre debe pagar su anhelo de inmortalidad convirtiéndolo en una mera creencia si quiere renunciar a lo no nacido en el conocimiento, pues la eternidad sólo se le aclara cuando reconoce las dos caras de la eternidad, la no nacida así como la inmortalidad de su ser en una unidad. Con ello, el ser humano ha avanzado hacia una verdadera comprensión de lo que es, hacia un verdadero autoconocimiento.

Una y otra vez tengo que subrayar en estas ocasiones que, ciertamente, tal investigación espiritual sólo puede ser practicada por aquellos que han adquirido las correspondientes habilidades a través de la práctica o de otra manera por el destino, pero cuando los resultados de tal investigación se pronuncian, entonces pueden ser encontrados realmente tan plausibles por todos como, por ejemplo, los resultados de la astronomía. Y al igual que uno no necesita ser pintor para experimentar la belleza de un cuadro, pues si eso fuera necesario, sólo los pintores podrían hacerlo, tampoco es necesario que uno mismo se convierta en un investigador espiritual para absorber las percepciones de la investigación espiritual, aunque puede llegar a serlo hasta cierto punto, pues el hombre está concebido para la verdad y no para la confusión y el error.

Al igual que uno puede enfrentarse a un cuadro con su sana experiencia y admirar sus bellezas, también puede, si no pone obstáculos en su propio camino como prejuicios y similares, experimentar lo que presenta la investigación espiritual. Si uno se dedica realmente al asunto con su sentido de la verdad, puede comprenderlo, y el reproche de los que dicen de los profesores de ciencia espiritual que sólo rinden homenaje a una fe ciega es bastante injustificado.  Precisamente en el momento actual, la Antroposofía, si los hombres llegan a un autoconocimiento del ser humano mediante la aplicación de su sentido de la verdad o mediante la investigación de la manera descrita, podrá llevar al alma de los hombres aquello que, como dije en la introducción de la conferencia de hoy, estas almas están hambrientas en la actualidad. Aunque muchos no sean todavía conscientes de esta exigencia de los tiempos, aunque sólo sea vaga o sólo se manifieste en una falta de eficacia en la vida, sigue estando presente en el alma de los hombres en la vida -está ahí en lo que se expresa tan claramente en la civilización del presente. 

La ciencia natural y muchas cosmovisiones filosóficas hablan de límites insuperables del conocimiento. Para ellos, esto significa que el límite que lleva al propio hombre es insuperable. Pero el hombre no puede prescindir del verdadero autoconocimiento a largo plazo.

En la conferencia de mañana retomaré lo que he dejado hoy y describiré la vida moral-religiosa tal y como se enriquece e interioriza en el ser humano. Mañana tendré que aplicar esto a la vida práctica inmediata. En la conferencia de hoy he querido mostrar, en primer lugar, cómo esta exigencia del tiempo, que surge como una demanda de la mente y del alma en cada vez más personas en relación con la civilización actual con sus límites de conocimiento, puede ser satisfecha por un verdadero conocimiento espiritual; por un conocimiento de lo que el hombre quiere saber, sí, debe saber, sobre su propia inmortalidad y lo que está conectado con ella, porque sólo así se puede alcanzar un verdadero autoconocimiento y sólo con este verdadero autoconocimiento se puede conectar un auto-sentimiento. Porque sólo así el ser humano podrá estar ante su propia alma con su naturaleza eterna, que obtenga un conocimiento de cómo él, como ser anímico espiritual, está entretejido en la esfera anímica-espiritual del mundo, así como él, como ser corpóreo, tiene su existencia en el mundo de lo corpóreo. Sólo entonces, cuando obtenga el conocimiento de sí mismo como espíritu entre los espíritus, podrá obtener también una verdadera seguridad interior. Si el hombre sabe lo que vale y merece en el mundo, sólo entonces estará en el mundo con la conciencia de sí mismo como ser humano, que puede reconocer a partir de un sentimiento indefinido como la única conciencia humana correcta. Y sólo a través de esto los seres humanos buscarán a su vez tal luz de autoconocimiento y conocimiento espiritual del mundo, sólo a través de esto se satisfará el hambre del presente por una verdadera penetración de su propia naturaleza humana. Porque la humanidad no podrá hacer frente a todas las exigencias del avance de la civilización más que comprendiendo que el autoconocimiento del hombre no puede ser otro que el conocimiento del espíritu, pues el hombre sólo puede sentirse como un verdadero ser humano cuando se reconoce como un espíritu entre los espíritus, así como sólo puede sentirse en su existencia terrenal pasajera como un ser físico entre seres físicos. 

Traducido por J.Luelmo sep2022







GA231-2 La Haya 14 de noviembre de 1923 -El viaje del hombre a través de los mundos espirituales después de la muerte. Toda su forma se convierte en una fisonomía que expresa su carácter moral y espiritual.

  Índice

El hombre suprasensible


RUDOLF STEINER

La Haya 14 de noviembre de 1923



2 conferencia


Mis queridos amigos,

En nuestra conferencia de ayer, intentamos relacionar al hombre con el Cosmos. Nuestro objetivo era crear una base para una comprensión profunda y completa del ser suprasensible del hombre. Hoy quiero llevar un poco más allá lo que se dijo en esa conferencia, ya que también tenemos que considerar la naturaleza suprasensible del hombre cuando sus cuerpos físico y etérico han sido abandonados, es decir, cuando ha atravesado la puerta de la muerte y está recorriendo el camino que se extiende entre la muerte y un nuevo nacimiento.

Me propongo pues, dar hoy una especie de descripción, -tratando más externamente, por así decirlo, de lo suprasensible- de lo que se revela a la percepción imaginativa respecto a esta existencia entre la muerte y el renacimiento. Esto proporcionará una base para comprender al hombre en su alma y su espíritu.

Sin embargo, desde el principio debemos tener claro que es realmente incorrecto, hablar del ser físico del hombre como algo separado del alma y del espíritu, pues esa parte física del hombre, el cuerpo físico que percibimos en el mundo de los sentidos, también está impregnado de alma y espíritu. La forma de la frente, la forma de los rasgos y del semblante, todo lo que pertenece a la forma humana, el hombre la posee sólo en la medida en que le ha sido dado por las fuerzas espirituales. Por lo tanto, no hay que sorprenderse de que los poseedores de la facultad de la clarividencia espiritual, sigan hablando de la "forma" o "figura" del ser humano incluso después de haber atravesado la puerta de la muerte. Pues así es en realidad; para la cognición imaginativa un hombre que ha pasado por la muerte revela una forma. Si comparamos esta figura con algo observado físicamente no es, por supuesto, más que una especie de sombra-imagen; sin embargo, es clara y muy impresionante. Lo primero que nos llama la atención de esta forma o figura es que es "externa". Nuestra idea del hombre en su alma y en su espíritu debe ser, naturalmente, moral y espiritual; sin embargo, comprobaremos que no podemos desplegar un concepto genuino y sólido del hombre suprasensible si no hablamos, para empezar, de estas imaginaciones, de estas formas-imagen, que el hombre sigue "llevando", por así decirlo, incluso después de haber atravesado la puerta de la muerte.

En el momento de la muerte, el cuerpo físico es abandonado. No es necesario que nos detengamos a considerar lo que ocurre con él, ya que la forma concreta en que se produce la disolución tiene mucha menos importancia de lo que la gente cree. La disolución del cuerpo físico, ya sea por combustión o por descomposición, sólo concierne a los demás seres humanos. Para la vida después de la muerte no tiene gran importancia; por lo tanto, aquí sólo hacemos mención de que el cuerpo físico se disuelve en la naturaleza exterior, en las fuerzas de la naturaleza exterior. El cuerpo etérico también se disuelve, muy poco después de la muerte. Una vez que las dos manifestaciones exteriores del ser humano han sido desechadas, algo se libera de estas dos envolturas, (la palabra "envoltura" no es realmente exacta). Aquellos que están suficientemente dotados de cognición imaginativa, están capacitados para percibir qué es lo que se libera de dichas envolturas después de la muerte. Esta consiste en una figura o forma, una forma que, para empezar, tiene cierta semejanza con la forma física del ser humano. Pero esta forma espiritual, como la llamaré, está envuelta en un proceso constante de transformación. En muchas ocasiones he hablado de la vida entre la muerte y el nuevo nacimiento y desde muchos puntos de vista diferentes, porque sólo así es posible desarrollar una idea adecuada de ella. Hoy me propongo hablar desde otro punto de vista. Reuniendo lo que se ha dado en diferentes momentos, podrán ustedes construir gradualmente un cuadro completo.

Esta forma espiritual del ser humano está sujeta, como hemos dicho, a un proceso constante de cambio. Se acerca cada vez más a lo que sólo se puede describir con un decir: La forma-espíritu se convierte en una gran "fisonomía". Para la visión imaginativa que posee el Iniciado y también para quien ha atravesado la puerta de la muerte, hace su aparición una especie de fisonomía. Pero esta fisonomía comprende al ser humano completo, no sólo una parte de él. Todo el ser humano, en su forma espiritual, presenta una fisonomía que es la expresión de su ser en su interioridad moral y espiritual. Después de la muerte, un hombre malo no tendrá la misma apariencia que un hombre bueno. Un hombre que se ha esforzado mucho durante su vida en la Tierra no tendrá el mismo aspecto que uno que haya vivido irreflexivamente o sin sentido. Pero esto no lo encontramos expresado simplemente en el "semblante". En efecto, el semblante real pierde gran parte de la expresión fisonómica que se le imprimió en la vida física, y lo que se conserva tiende a volverse cada vez más indefinido. En cambio, las otras partes del cuerpo se vuelven singularmente expresivas, en particular la región donde se encuentran los órganos internos de la respiración. La forma fisionómica que asume esta región revela las cualidades permanentes del carácter del hombre. Después de la muerte todo el sistema del pecho, adquiere una apariencia fisonómica definida dentro de la forma espiritual, revelándonos si el hombre estaba dotado de coraje o si era tímido, si abordaba la vida con cierta audacia y valentía o si invariablemente se retraía de los obstáculos de la vida, etc.

Los brazos y las manos también se vuelven peculiarmente expresivos después de la muerte. En los brazos y las manos se puede leer la biografía del ser humano entre el nacimiento y la muerte, sobre todo en las manos, que incluso en la vida física están llenas de significado y revelan mucho a un observador inteligente. La forma en que un hombre mueve sus dedos, cómo nos tiende la mano, si sólo ofrece las puntas de los dedos o si da un cálido apretón de manos, todo esto puede decirnos mucho. También se puede aprender mucho estudiando las formas que adoptan las manos cuando un hombre está sentado tranquilamente, o cuando está trabajando. Estas cosas pasan desapercibidas, por lo general; pero los seres humanos se vuelven mucho más interesantes cuando observamos lo que hacen con sus manos y dedos, porque aquí divulgan lo que realmente son. Después de la muerte, esto es aplicable en un grado aun mucho mayor; la historia de la vida puede leerse a partir de la apariencia asumida por los brazos y las manos. Lo mismo ocurre con otros órganos. Todo se vuelve expresivo, todo se convierte en fisonomía. Después de la muerte, el ser humano lleva su fisonomía moral-espiritual.

La conferencia de ayer nos mostró cómo el ser humano es construido y "formado" por el Cosmos y cómo la piel y los órganos de los sentidos son una expresión de la forma que se inscribe en el éter cósmico. Después de la muerte, la forma que da al hombre la piel que lo envuelve se convierte en una expresión fisionómica de su ser moral y espiritual; y permanece así durante un tiempo considerable.

Cuando el ser humano empieza a encontrar su camino en este nuevo tipo de vida, allí se encuentra con otros seres humanos con los que, en la vida terrenal, ha tenido un compañerismo de espíritu, mente y corazón. Y ya no es posible fingir entre ellos. Porque lo que cada hombre es, y lo que su sentimiento es hacia sus semejantes, se expresa fielmente en la fisonomía que he descrito. Durante este período de la vida después de la muerte, -que sigue al período de "prueba", del que no me propongo hablar hoy-, los hombres viven juntos con aquellos con los que de alguna manera el destino los ha relacionado en la última vida terrenal, o en cualquier otra vida terrenal. Aprenden a conocerse a fondo, pues contemplan las formas fisonómicas de las que hemos hablado. En este período, la vida consiste en aprender a conocer a aquellos con los que uno está conectado por el destino. Hay que tratar de imaginar lo que es un estrecho e íntimo escrutinio mutuo. La palabra suena quizás un poco vulgar, pero expresa la realidad. Cada ser humano se revela plenamente ante el otro, con todo el sentido de sus destinos comunes al descubierto. De este modo, pasan continuamente por delante del otro, se encuentran.

Durante este período de existencia es cuando el ser humano que se ha convertido en la mencionada "fisonomía", aprende a conocer a los Seres de la Tercera Jerarquía -los Ángeles, Arcángeles y Arcai. Porque estos Seres son siempre, debido a su naturaleza inherente, fisonomías. Ellos han surgido de los Seres de las Jerarquías superiores y han dejado que toda su naturaleza de espíritu y alma se imprima en su forma espiritual, haciéndola así perceptible a la visión Imaginativa. Este contacto con los Seres de la Tercera Jerarquía es, pues, una experiencia que se añade a la de la asociación con nuestros semejantes con los que estamos conectados por el destino. El espectáculo de todos los demás seres humanos con los que estamos conectados por el destino está, por supuesto, lleno de variedad. Entre ellos hay, por ejemplo, algunos que en la Tierra habrían preferido tenernos al otro lado del mundo, pero que, sin embargo, están unidos a nosotros por el destino. Sabemos exactamente los sentimientos que han albergado hacia nosotros y lo que nos han hecho. El espectáculo es realmente muy variado. Y entre estas formas errantes se mueven los Seres de la Tercera Jerarquía, figuras radiantes y brillantes como el Sol. Las palabras que utilizo son, por supuesto, comparativas; después de todo, uno no tiene otra posibilidad que emplear el lenguaje terrenal. Pero estamos hablando aquí de la realidad absoluta, cuando contamos cómo durante este período después de la muerte el hombre se encuentra con los otros seres humanos que están ligados a él por el destino. Por extraño que parezca, el hombre sólo puede percibir y comprender a aquellos con los que está unido por el destino. Las almas humanas con las que no está vinculado por el destino permanecen, a todos los efectos, invisibles para él. No tiene medios para leer su fisonomía moral-espiritual. No las percibe, ni puede hacerlo, pues es precisamente el vínculo del destino el que le concede a uno el poder de ver. Si el destino de los seres humanos aquí en la Tierra fuera ver con sus ojos físicos de la misma forma que ven en este período después de la muerte, no verían mucho; porque aquí en la Tierra a los hombres les gusta ser pasivos en su visión y dejar que los objetos se alcen ante ellos. En nuestra época actual de civilización la gente está poco inclinada a esforzarse para estar despierta a su entorno. Muchos de los que hoy se ven devorados por la pasión del cine, muchos de los que ansían impresiones a las que poder entregarse pasivamente, si estuvieran equipados aquí en la Tierra con el mismo tipo de visión que después de la muerte, no verían a sus semejantes en absoluto. En efecto, después de la muerte, la visión de otras almas humanas depende enteramente de nuestra atención, que entonces, naturalmente, ha sido implantada en nosotros por la forma en que el destino nos une a ellas. El primer período de la vida después de la muerte es, pues, un tiempo en el que aprendemos a conocernos; y durante este tiempo aprendemos también a saber cómo son recibidas las almas en el mundo espiritual por los Seres de la Tercera Jerarquía. Contemplamos la alegría con la que los Ángeles, Arcángeles y Arcai reciben las formas espirituales de los seres humanos, -o bien, percibimos la poca alegría que experimentan al encontrarse con ellos. Observamos qué impresión causan las almas humanas en los Seres de las Jerarquías que están más cerca de ellas en el mundo invisible.

Luego viene otro período. Las almas que han estado aprendiendo a conocerse, que se han estado mirando continuamente, comienzan ahora, de una manera que pertenece a la vida después de la muerte, a tener comprensión la una con la otra. Comienzan a comprender espiritualmente las fisonomías morales-espirituales.

El primer período después de la muerte es realmente una vida de recuerdos pura y dura. Cada ser humano vive junto a aquellos a los que pertenece. Es, por supuesto, una existencia que es del "presente", en el sentido de que vivimos y nos movemos y actuamos en medio de todo lo que ocurre entre las almas de los hombres y los Seres de la Tercera Jerarquía; sin embargo, estamos viviendo todo el tiempo en una especie de recuerdo de la vida terrenal. Pero ahora llega un momento en el que empezamos a tener comprensión espiritual, en el que empezamos a comprender, -a la manera del mundo espiritual, por supuesto-, lo que significan estas fisonomías morales y espirituales de nuestros semejantes. Aprendemos a comprender a nuestros semejantes de tal manera que podemos decirnos a nosotros mismos: Esta fisonomía que veo ante mí revela tal o cual cosa, apunta a ciertas fases del destino que él y yo compartimos, y así sucesivamente. Por supuesto, esto ya lo hemos experimentado en el primer período después de la muerte, cuando contemplamos nuestros destinos comunes. Pero ahora, en el segundo período, la experiencia es del tipo que nos lleva a decir: Habiendo vivido nuestra vida juntos de una manera que ahora se nos revela a través de la comprensión mutua de nuestras fisonomías, nuestra vida futura juntos debe tomar tal y cual curso. Empezamos a comprender la posibilidad de un futuro para nuestro destino común; empezamos a tener un sentimiento de cómo las relaciones que se han iniciado en la vida terrenal pueden desarrollarse más. Vemos, por así decirlo, en perspectiva, cómo se entretejen los hilos del destino en el futuro, los hilos del destino común que se revelan en las formas espirituales fisonómicas de las que he hablado. Esta experiencia se vuelve cada vez más íntima, tan íntima que se produce un "crecimiento conjunto", un verdadero "crecimiento conjunto" en alma y espíritu.

A medida que el alma avanza en esta fase de la existencia, lo que en la Tierra era la parte más expresiva del ser del hombre se va desvaneciendo. La cabeza desaparece, disolviéndose en una especie de niebla espiritual. A medida que la cabeza desaparece de la vista, se produce un cambio en los rasgos de la forma espiritual fisionómica. Los rasgos se modifican: ahora se ve algo que apunta, por así decirlo, desde el pasado hacia el futuro. En este momento el ser humano es llevado hacia el Espíritu que mora en los movimientos planetarios, el Espíritu que mora en las fuerzas de las esferas planetarias; hasta que llega el momento en que los seres humanos que pertenecen juntos se acercan al Sol espiritual, Las fuerzas planetarias los llevan al Sol espiritual; y ahora todas las experiencias que han atravesado juntos en el pasado, y las semillas también de la experiencia futura, son llevadas con ellos al Sol espiritual. Es realmente infantil pensar que el Sol es un globo de gas en el universo. Este es sólo el aspecto del Sol que se revela a la Tierra. Cuando lo contemplamos con los ojos del espíritu, con los ojos del alma, que tenemos después de la muerte, mirándolo desde fuera en el gran Universo, el Sol se muestra como un Ser espiritual, o más bien como una colonia de Seres espirituales. Y allí, entre los Seres espirituales, se mueven las almas humanas que han pasado al Sol espiritual, no sólo cada una con su propio contenido espiritual, sino todas ellas llevando allí también sus destinos relacionados. Y todo este "sistema" de almas humanas, junto con los juicios emitidos sobre ellas por los Seres de la Segunda y Tercera Jerarquías, brilla en el universo, en el Cosmos.

Para formarnos una verdadera concepción del Sol, debemos pensar de la siguiente manera. Si miramos el Sol desde la superficie de la Tierra, nos parece un orbe brillante y radiante. Podríamos hacer un dibujo de él. Se suele creer que, si ascendiéramos por el espacio e inspeccionáramos el Sol desde por encima de la Tierra, tendría exactamente el mismo aspecto que tiene cuando lo miramos desde la Tierra. Sin embargo, esto es bastante erróneo. Si quisiéramos hacer una imagen, una imagen perceptible por los sentidos de cómo se ve el Sol para la visión espiritual, tendríamos que mostrar las radiaciones espirituales que salen del Sol hacia los amplios espacios del Cosmos. Desde la Tierra sólo vemos el aspecto del Sol que brilla hacia la Tierra. Pero ahora aparece algo a la mirada espiritual que cambia gradualmente hasta hacerse audible al oído espiritual, se convierte en una nota, un motivo, -a menudo grandioso e imponente-, en la Música Cósmica. Esta nota proviene de lo que las almas de los seres humanos han experimentado en la Tierra y experimentan ahora después de la muerte. Todo esto se lleva a la existencia del Sol y se irradia desde allí al Cosmos. Cuando esto sucede, el ser humano, -en su forma espiritual, por supuesto,- ya ha asumido la forma del Sol. Las palabras suenan extrañas, pero los hechos deben ser descritos tal como son, pues estamos hablando de realidades. Todo lo que era, tras el paso por la puerta de la muerte, fisonomía, forma-espíritu, está ahora como "redondeado", y cuando el ser humano ha llegado, -hablando espiritualmente,- al Sol, él mismo se ha convertido en una "esfera-espíritu". En esta esfera espiritual se refleja el Cosmos. Todo nuestro ser se convierte en un órgano sensorial espiritual. Pero las impresiones que recibimos ya no son impresiones de la Tierra. Nos hemos convertido, por así decirlo, en todo un ojo, -ojo del espíritu,- y en el ojo del espíritu recibimos la impresión de todo el Cosmos. Nos sentimos uno con todo el amplio Universo. Y lo que éramos antes, en la Tierra, lo sentimos como algo fuera de nosotros. El Universo entero se refleja en nosotros como en un ojo del espíritu, y nos sentimos uno con los destinos que hemos experimentado, tanto en nosotros mismos como en conexión con otras almas humanas.

Habiendo vivido durante un tiempo en esta fase de la existencia, pasamos gradualmente a la esfera de la Primera Jerarquía - la esfera de los Serafines, Querubines y Tronos; y nos unimos a ellos. De manera que nos unimos primero a la Tercera Jerarquía, cuando nos movemos entre aquellas almas que están ligadas a nosotros por el destino, recorriendo entre ellas nuestra fisonomía moral y espiritual. Luego somos llevados por las fuerzas planetarias a la existencia espiritual del Sol, donde nos unimos con la Segunda Jerarquía, i pero todavía estamos fuera de la Primera. Finalmente, cuando nuestra propia existencia solar nos ha hecho sentir uno con todo el Cosmos, nos unimos con la Primera Jerarquía, con Serafines, Querubines y Tronos. Y entonces comienza a despertarse nuestro interés por otras almas distintas de aquellas con las que el destino ya nos ha unido, almas que sólo ahora, en la vida entre la muerte y el nuevo nacimiento, entran por primera vez en nuestra esfera de destino. Llegamos a ser capaces de percibir almas humanas que en vidas futuras estarán conectadas con nosotros.

Mientras tanto, bajo la influencia de los Serafines, Querubines y Tronos, comenzamos a ver cómo se producen poderosos cambios en aquellos con los que ya estábamos conectados por el destino. Cuanto más estrecha es la conexión, más perceptibles son los cambios. Para empezar, los describiré más desde su aspecto exterior.

Cuando miramos con ojos físicos a alguien que camina, vemos cómo pone primero un pie delante, luego el otro y así avanza. Al observarlo, vemos lo que podríamos llamar una serie de "exposiciones momentáneas". Pero para aquellos que con percepción imaginativa miran a un ser humano en esta esfera de existencia después de la muerte, es como si con cada paso, estuviera contenido todo el destino del hombre en la forma que las piernas adopten, un destino que él mismo está experimentando y que ha moldeado en su vida terrenal. Tampoco el destino se lleva sólo en las piernas; también en los brazos llevamos el contenido de nuestro destino, es decir, las acciones buenas y malas que hemos hecho a nuestros semejantes. La forma en que el ser humano se mueve revela algo que exige un juicio en el Universo, y el juicio se convierte entonces en una parte de su destino. Y en la corriente sanguínea, vista con el ojo del espíritu en esta esfera de la existencia, se revela el destino interior que ha sido creado por la actitud del ser humano ante la vida, por la forma en que reaccionó interiormente a sus experiencias. Estas revelaciones del destino pueden verse durante mucho tiempo después de haber entrado en esta esfera de existencia; se contemplan continuamente en las formas y la estructura de los miembros, de hecho en todas las formas del hombre, con excepción de la cabeza y el pecho. En la Tierra, la visión de un ser humano que pasa por delante de uno sin cabeza ni pecho sería difícilmente agradable, pero en la esfera entre la muerte y el nuevo nacimiento es muy diferente, allí todo es moral y espiritual. El espectáculo es, en efecto, infinitamente más grandioso de lo que puede ser el espectáculo de una cabeza humana en la Tierra. Esto es lo que experimentan las almas humanas unidas por el destino durante su existencia espiritual en el Sol, en el período que he llamado en mis Obras de Misterio la "Hora de la Medianoche de la Existencia." Aquí, de acuerdo con el grado de pertenencia, las almas se unen para trabajar en la transformación de lo que fueron en la vida terrenal precedente. El ojo del espíritu puede percibir lo que sucede en detalle. Por ejemplo, lo que está contenido en las piernas es cambiado y reelaborado, para que pueda formar las mandíbulas inferiores para la próxima vida terrenal. Los brazos y las manos se transforman para convertirse en las mandíbulas superiores con los nervios pertenecientes a esta región. Por supuesto, deben ustedes comprender que todo esto se percibe espiritualmente. Para la percepción espiritual, todo el hombre inferior se transforma en el hombre superior.

Este cambio no lo provoca el ser humano individualmente, sino todos los seres humanos que pertenecen a él. El grado en que están unidos por el destino determina la medida en la que trabajan unos sobre otros. Y mediante este trabajo conjunto, se forman parentescos espirituales que más tarde llevan a los seres humanos a encontrarse en la vida terrenal, a reunirse en la vida. Por tanto, los parentescos espirituales que nos unen a otros seres humanos de manera más o menos íntima, se originan en la vida entre la muerte y el nacimiento. En realidad, la forma espiritual de la cabeza, tal como será en la próxima encarnación, surge como resultado del trabajo conjunto de los seres humanos que se unen por el destino. Este es un trabajo que se hace en la tierra de los espíritus, y es mucho más grande en contenido y en significado que cualquier trabajo que se haga en la Tierra.

Como ven, al igual que podemos describir en imágenes lo que le sucede al hombre entre el nacimiento y la muerte, de la misma manera que podemos dibujar imágenes de la vida física terrestre, también podemos describir con toda definición y detalle lo que le sucede entre la muerte y un nuevo nacimiento. El proceso de transformación que tiene lugar en el sistema de las extremidades y en el sistema del metabolismo de la sangre es un proceso maravilloso y asombroso. Sin embargo, es necesario recordar siempre que esta transformación, que tiene lugar en la fase de la existencia espiritual que se encuentra a medio camino entre la muerte y el nuevo nacimiento, es una transformación de las cualidades morales y espirituales del hombre. De lo que surge del proceso, -debemos decir ahora que resuena como Música Cósmica. Esta forma del hombre que está modelada a semejanza del Sol, y que es un espejo en el que se refleja todo el Universo, expresa en tono cósmico la forma y figura exterior del hombre. Ahora no es -para usar una comparación- como si se tuviera una idea visual del hombre; recibimos en el sonido cósmico la idea del ser transformado del organismo inferior del hombre.

A medida que pasa el tiempo, el hombre se convierte en una parte del propio Verbo Cósmico. Lo que al principio era una mezcla de melodías, de armonías, se convierte ahora en partes articuladas del Verbo Cósmico. El hombre "habla" su propio ser, lo habla desde el Cosmos. Hay, pues, un período entre la muerte y el siguiente nacimiento en el que el ser del hombre es verdaderamente una "palabra" espiritual, no una palabra insignificante de pocas sílabas, sino una palabra infinitamente expresiva, que en su enunciado abarca todo el ser del hombre como hombre, así como el ser individual del hombre en cuestión. Cuando se ha alcanzado este punto de tiempo entre la muerte y el nuevo nacimiento, el hombre entra en posesión de un conocimiento profundamente misterioso, y envía al Cosmos la revelación -perceptible para los Seres divinos y espirituales- de lo que él mismo es.

Cuando un ser humano trabaja de esta manera sobre otro, ayudando a que el hombre inferior se transforme en lo que será el hombre superior, (pues lo que antes era el hombre superior ya se ha desvanecido), cuando hay este trabajo conjunto, que depende siempre del grado en que un ser humano ya estaba conectado con el otro y que determina la conexión que habrá entre ellos en el futuro, entonces este trabajo de metamorfosis es realmente una especie de moldeado y esculpido en el espíritu. El hombre entonces, por así decirlo, plasma en formas lo que está moldeado espiritualmente y trabaja sobre ello, hasta que se transforma en música sonora y finalmente en palabra.

De manera que en la primera etapa después de la muerte, el ser humano se mueve entre las fisonomías espirituales de aquellos que están conectados con él por el destino: contempla estas fisonomías. Los seres humanos aprenden a conocerse en la forma espiritual, aprenden a conocer las cualidades morales y espirituales de los demás. Pero en esta primera etapa consiste sólo en un contemplar, un ver; aunque significa que las almas entran en íntima conexión, no es más que un contemplar. Después comienza el período que he descrito como el del crecimiento de la comprensión mutua. El uno comienza a comprender al otro; lo mira profundamente y observa su naturaleza interior, sabiendo al mismo tiempo que el trabajo seguro del destino unirá el futuro con el pasado. Es entonces cuando comienza el gran proceso de transformación, en el que el uno es capaz de trabajar sobre el otro a partir de un profundo conocimiento y comprensión, y el moldeado plástico del espíritu es tomado y cambiado a música y a palabra. Y aquí llegamos a algo más que la mera comprensión; el ser humano es capaz de decirle al otro su propia palabra creadora y llena de calor. En la Tierra hablamos con nuestros órganos del habla; por medio de ellos nos contamos lo que sabemos. Nuestras palabras viven en el cuerpo físico como algo fugaz y transitorio; y cuando expresamos lo que queremos decir por medio de nuestros órganos del habla, en ese momento apagamos completamente lo que vive detrás de lo meramente material. Pero ahora imagínense que lo que un hombre pronuncia así, lo que pasa a la palabra fugaz, fuera una expresión de sí mismo, no fuera sólo una manifestación suya, sino que fuera al mismo tiempo su propio ser. Tal es la relación de los seres humanos en el período intermedio del tiempo entre la muerte y el nuevo nacimiento, -diferenciando cada uno su propio ser y revelándose el uno al otro. La palabra se encuentra con la palabra; la palabra articulada se encuentra con la palabra articulada; la palabra interiormente viva se encuentra con la palabra interiormente viva. Las almas humanas son ellas mismas palabras; su sinfonía es la sinfonía de la Palabra Cósmica hablada en su propio ser. Allí, los hombres viven en y con los demás; no existe la impenetrabilidad. La palabra que es un ser humano se funde con la palabra que es el otro ser humano. Y es allí donde se forman esos lazos de destino que se prolongan en la siguiente encarnación, y se expresan en la simpatía o antipatía que un ser humano siente cuando se encuentra con otro. El sentimiento de simpatía o antipatía es un reflejo de la relación que tuvo lugar en la tierra de los espíritus en la fase media de la vida entre la muerte y el nuevo nacimiento. Allí hablábamos unos con otros, nosotros mismos éramos el discurso; aquí en la Tierra tenemos el sombrío reflejo de ello en el sentimiento que experimentamos cuando nos encontramos de nuevo. Porque así es como tenemos que entender nuestra vida. Lo que experimentamos en la Tierra junto con otros seres humanos, debemos escuchar en ello un eco, en la vida del sentimiento, de lo que nosotros mismos fuimos una vez en la Palabra creadora, cuando, -entre la muerte y un nuevo nacimiento,- hablamos de nuestro ser. Ese es un tiempo en el que, en verdad, los hombres viven los unos para los otros. Y cuando vivimos en la Tierra volcándonos con los otros, es, por así decirlo, una proyección desde lo espiritual a la Tierra de una unión real y verdadera.

Después de haber vivido este período de tiempo, el hombre entra en otro, donde comienza a apartarse gradualmente de los Seres de la Primera Jerarquía, -los Serafines, Querubines y Tronos,- y a entrar de nuevo en el reino de la Segunda Jerarquía, -las Dominaciones, Virtudes y Potestades,- en el reino de las fuerzas que los planetas ejercen entre sí. Ahora le llegan percepciones del Universo, percepciones que antes no existían en el mismo grado, pues antes sólo podía seguirlas en los otros seres que le rodeaban. El Universo comienza ahora a surgir ante él como un Universo exterior. También aprende su relación con los seres cuyo destino no está ligado al suyo; llega a conocer su conexión con las almas humanas que aparecieron por primera vez dentro de su órbita de experiencia durante el período de tiempo medio entre la muerte y el renacimiento. Esto sucede en el viaje de regreso, cuando el hombre desciende de nuevo a las esferas planetarias y con ello entra en conexión con los Seres de la Segunda Jerarquía. Por supuesto, ya ha estado con ellos antes, pero la conexión es ahora de un tipo diferente. La Primera Jerarquía se ha desvanecido gradualmente de la vista, hasta que finalmente no está allí en absoluto. Empiezan a aparecer las semillas - semillas espirituales, para empezar - para la nueva formación plástica del ser humano, para el nuevo sistema del pecho y el nuevo sistema de los miembros. Poco a poco, el hombre forma y construye de nuevo su prototipo espiritual. La expresión de su propio ser que pronunció en el Verbo Cósmico se convierte de nuevo en la Música de las Esferas, y de la Música de las Esferas nace la imagen plástica de su ser. Así se acerca al momento en que está preparado para entrar en conexión con un germen embrionario que le han proporcionado un padre y una madre. Porque es una forma espiritual, una entidad espiritual, que desciende del mundo espiritual a la existencia física en la Tierra, que es la verdadera esencia y el ser del ser humano. El embrión físico que, por así decirlo, sale a su encuentro sólo está ahí para permitirle establecer una conexión con las sustancias terrestres e impregnarse de ellas.

La vida entre la muerte y el nuevo nacimiento es plena y rica en contenido. El trabajo en el que están empeñadas las almas de los seres humanos no es otro que un trabajo conjunto entre ellas y los seres de los mundos superiores. Pero toda la naturaleza de la vida entre la muerte y el nuevo nacimiento es totalmente diferente de la manera y el carácter de la vida aquí en la Tierra. Y si queremos progresar en nuestro estudio y llegar a una comprensión cada vez más clara del ser suprasensible del hombre, debemos comprender lo siguiente.

Vivimos en el mundo físico de la Tierra. Percibimos el mundo exterior a través de nuestros sentidos. De lo que percibimos debemos decir: Es perceptible y es físico, -porque lo físico es todo lo que podemos percibir en esta vida terrenal. Por encima de este mundo se encuentra otro, al que pertenece nuestro cuerpo etérico, que impregna y penetra el cuerpo físico. Este segundo mundo es imperceptible para la facultad física de percepción del hombre. Tampoco es físicosino suprafísico. Limitando, pues, con nuestro mundo físico perceptible, existe otro imperceptible y suprafísico. Es el mundo siguiente al nuestro, y es la morada de los Seres de la Tercera Jerarquía - los Ángeles, Arcángeles y Arcai. Para un hombre que vive una encarnación física en la Tierra y que no desarrolla la visión espiritual, este mundo es imperceptible; tampoco es físico. Es cierto que manifiesta su funcionamiento en el mundo físico, pero no es físico.

Luego hay un tercer mundo. Este tercer mundo tampoco es físico; en este sentido es similar al mundo etérico. También es suprafísico. Pero lo extraño es que este tercer mundo sin embargo, es perceptible. Es perceptible desde nuestro mundo terrenal. Así, hemos llegado a un mundo que llega a nuestro mundo y es perceptible; pero como es suprafísico, los hombres no son capaces de explicarlo en su verdadera naturaleza. A este mundo que es suprafísico pero perceptible, pertenece, por ejemplo, todo lo que fluye hacia nosotros en la luz del Sol. Los Seres Espirituales que pueblan el Sol son suprafísicos y, sin embargo, perceptibles para nosotros en la Tierra. Porque es una tontería pensar que la luz del Sol es simplemente lo que los físicos creen que es. La luz del Sol es la manifestación de los Seres Solares. Los Seres Solares son perceptibles, pero se presentan al hombre en una forma que no puede interpretar. La luz de las estrellas, la luz de la Luna y otras luces además de la del Sol y la Luna y las Estrellas es perceptible, pero lo que está detrás de ella como Ser no es comprendido correctamente por el hombre. Tenemos, pues, un mundo perceptible, pero suprafísico, que linda con el mundo físicamente perceptible. Es muy importante captar las características de los diferentes mundos:

Nuestro propio mundo, perceptible y físico.

El segundo mundo, limítrofe con el primero. En este mundo viven los Ángeles, Arcángeles y Archai. Es imperceptible y suprafísico, es la morada de la Tercera Jerarquía y también de los seres humanos mientras viven en comunidad con la Tercera Jerarquía durante la vida entre la muerte y un nuevo nacimiento.

El tercer mundo es perceptible y suprafísico. Es la morada de la Segunda Jerarquía, (Dominaciones, Virtudes y Potestades).

Y aún hay otro:

Un mundo imperceptible y físico.

Tenemos entonces, cuando se añade el cuarto, una lista completa de todos los mundos posibles: 

  • Perceptible y físico. Humanos, Animales, Vegetales y Minerales.
  • Imperceptible y suprafísico, Tercera Jerarquía -Ángeles, Arcángeles y Arcais
  • Perceptible y suprafísico, Segunda Jerarquía -Dominaciones, Virtudes y Potestades.
  • Imperceptible y físico. Primera Jerarquía -Serafines, Querubines y Tronos.

Pues este cuarto mundo es imperceptible y, sin embargo, físico. ¿Cómo podemos imaginarlo? Este mundo está entre nosotros, está presente en un sentido físico, pero es imperceptible. Piensen por un momento. Si levantan la pierna del suelo, es pesada, la fuerza de la gravedad actúa sobre ella. La fuerza de gravedad actúa físicamente, pero es imperceptible para la percepción sensorial ordinaria. Ustedes tienen una experiencia interna de esta fuerza de gravedad, pero es físicamente imperceptible. Lo mismo ocurre con otras cosas. Ustedes experimentan en su interior, aunque con sentimientos que no pueden explicar, lo que la Ciencia Espiritual del pasado, más instintiva, conocía como la tendencia "mercurial". Tienen continuamente dentro de ustedes esta tendencia a la forma de gota, -en los constituyentes de albúmina, que están perpetuamente tratando de formarse en ustedes; una vez más, algo físico, pero imperceptible en su configuración esencial. Por tanto, hay un proceso vivo de combustión, de quema, que tiene lugar dentro de ustedes. Actúa físicamente y vive en su voluntad, pero ustedes no son conscientes de ello. Es imperceptible y físico. Dentro de este mundo, el mundo de lo imperceptible y físico, habitan los Seres de la Primera Jerarquía - los Serafines, Querubines y Tronos.

Esto abre un nuevo aspecto de nuestro estudio. Cuando atravesamos la puerta de la muerte, salimos, en primer lugar, a lo imperceptible y suprafísico. Desaparecemos, por así decirlo, del mundo. En la segunda etapa entramos en la esfera de la Segunda Jerarquía; entramos en lo perceptible y suprafísico. Durante esta fase de la existencia, aprendemos a comprender nuestros destinos, aprendemos a leerlos en la luz fluyente e inundante del Sol y las Estrellas. El que ha aprendido a mirar la esencia de esta luz no mira al Sol de forma vacía, ni a las esferas de las estrellas en las distancias lejanas; sabe que en esta luz fluida y en movimiento se tejen los hilos del destino humano. Es el mundo perceptible, pero suprafísico, y en él viven los muertos, los aparentemente muertos.

Y mientras el hombre realiza a su vez esta metamorfosis para lo terrenal, está en la Tierra. Sólo que el mundo en el que se encuentra entre la muerte y el nuevo nacimiento es ahora el mundo imperceptible y físico; vive en la fuerza de la gravedad, en las tendencias mercuriales y fosfóricas. (Cómo se desarrollan estas fuerzas y tendencias, aprenderemos gradualmente a comprenderlo). Así pues, primero nos retiramos de la vida en lo invisible, y luego volvemos de nuevo de manera imperceptible, para ser retirados una vez más, a fin de prepararnos para la vida futura -perceptible y física- en la Tierra. El camino entre la muerte y el nuevo nacimiento conduce de la vida perceptible y física en la Tierra, a través de las otras condiciones, a la vida imperceptible y física en la Tierra. Esta es la Hora de la Medianoche de la Existencia. Entonces hacemos el camino de vuelta, y entramos de nuevo en la existencia física en la Tierra.

Hasta ahora sólo hemos podido dar un esbozo, pero en las próximas conferencias el esbozo se ampliará en todos sus detalles. En cualquier caso, habrán visto que no debemos contentarnos con pensamientos generales y abstractos sobre la vida del hombre entre la muerte y el nuevo nacimiento. Podemos mostrar, por ejemplo, cómo para preparar su vida futura en un mundo visible, el hombre viene a la Tierra entre la muerte y un nuevo nacimiento de manera invisible. Cuánto más profunda sea nuestra comprensión de la vida terrestre, cuando sepamos que los espíritus humanos que están en la Hora de la Medianoche de la Existencia viven dentro de la existencia física de la Tierra; que a nuestro alrededor aquí en la Tierra, tenemos no sólo a los que están encarnados en cuerpos físicos, sino también, como parte integrante y espiritual de la existencia terrestre, a los que están viviendo la Hora de la Medianoche -¡es decir, a la mitad de su vida entre la muerte y un nuevo nacimiento! La razón por la que no somos conscientes de ellos, es porque están viviendo la existencia terrestre no en el Mediodía, sino en la Hora de Medianoche.

En las siguientes conferencias profundizaremos en todas estas cosas.

Traducido por J.Luelmo sep.2022


i  El segundo nivel de jerarquía incluye las siguientes entidades espirituales:

Kyriotetes (Espíritus de la Sabiduría), Dominaciones.

Dynamis (espíritus del movimiento), Virtudes.

Exusiai (Elohim (hebreo), espíritus de la forma), Potestades. 


GA231-5 La Haya 18 de noviembre de 1923 -La percepción imaginativa lleva al hombre a una nueva relación con los minerales; contemplando los cristales de cuarzo en la ladera de la montaña, se siente uno con la Tierra y con todo el Cosmos.

 Índice

El hombre suprasensible


RUDOLF STEINER

La Haya 18 de noviembre de 1923

V conferencia


Mis queridos amigos,

Hemos tratado, en la medida de lo posible en unas pocas horas, de describir el viaje del hombre a través del mundo suprasensible. Porque ese es el mundo en el que el hombre vive verdaderamente su vida entre la muerte y un nuevo nacimiento. Pero también en el mundo físico, donde el hombre vive en su naturaleza corporal física y etérica, - aquí también sus fuerzas se extienden al mundo suprasensible. En el mundo físico siente su existencia suprasensible más o menos como un enigma; y a menos que su alma sea capaz de encontrar al menos una solución parcial al enigma, no alcanzará la armonía interior, el equilibrio interior, la seguridad interior. Más aún, su vida carecerá de energía y vigor; y el amor humano que realmente es digno de ese nombre estará fuera de su alcance.

El estudio del hombre tal como lo vemos en la Tierra presenta un aspecto en relación con su ser suprasensible que puede darnos una idea de la razón por la cual los mundos divino-espirituales lo han enviado a este mundo de los sentidos físicos. Al fin y al cabo, en el mundo físico es donde hay que apelar al hombre para que se interese por el conocimiento del mundo suprasensible. Los enigmas del mundo suprasensible tendríamos que tratarlos de manera muy diferente si fuéramos a hablar de ellos a los muertos, a los que están pasando por su existencia entre la muerte y un nuevo nacimiento. Por consiguiente, al concluir nuestro estudio hoy, será bueno tomar las indicaciones que se han dado en los últimos días sobre los misterios del mundo suprasensible, y dejar que se iluminen de nuevo en nuestros corazones en relación con la estancia del hombre en la Tierra.

Reflexionemos, para empezar, sobre el hombre tal como es aquí en la vida terrenal, es decir, sobre nosotros mismos. Tenemos en primer lugar nuestros sentidos. Ellos nos proporcionan información sobre todo lo que nos rodea; constituyen la ocasión de nuestra alegría y felicidad terrenales y también de nuestro sufrimiento y dolor terrenales. Solemos olvidar lo mucho que significan en la vida las impresiones y experiencias de los sentidos. Estudios como los que hemos seguido en este curso de conferencias nos llevan más allá de la vida de los sentidos a las regiones espirituales, y bien podría parecer que la tendencia de la Ciencia Espiritual sería llevar a una subestimación de la vida de los sentidos, haciéndonos sentir que, después de todo, es de importancia secundaria y que deberíamos huir de ella incluso mientras todavía estamos en la vida terrenal. Tal sentimiento nunca puede ser el resultado final de la Ciencia Espiritual. Sólo puede servir para hacernos comprender que hay una manera inferior de tomar la vida de los sentidos, incompatible con la dignidad y la nobleza de la existencia humana, pero que para el hombre es posible desprenderse de la vida de los sentidos en sus aspectos menos dignos, y reencontrarla en su sentido más profundo desde un ángulo de visión más elevado y suprasensible. Naturalmente, rehuiríamos el estudio de las cosas en su aspecto espiritual si nos viéramos obligados a decirnos que toda la belleza y maravilla del mundo de la naturaleza, que causa una impresión tan profunda en nuestras almas, toda la belleza de las plantas, de las flores que florecen, de los frutos que maduran, toda la majestuosidad de los cielos estrellados, significan tan poco en la vida humana que deben ser considerados como inferiores a nuestra atención en comparación con el conocimiento espiritual-científico. Esto no es así en absoluto. Si se repasan los impulsos dados por los Iniciados y los Maestros en diferentes épocas para elevar la dignidad de la vida humana, se encontrará que las palabras pronunciadas por los Iniciados nunca subestiman la belleza, el esplendor, la majestad de la vida terrenal de los sentidos. Las palabras utilizadas por los Iniciados para expresar las más elevadas verdades suprasensibles son a menudo maravillosas, llenas de poesía y de imaginación artística. Piensen sólo en la imagen de la flor de loto -por poner un ejemplo entre muchos- y se darán cuenta de que los Iniciados nunca consideraron indigno hablar del desarrollo de la vida espiritual con imágenes extraídas del mundo de los sentidos. Ellos siempre han sostenido que en la contemplación del mundo de los sentidos hay algo inmediatamente presente, o que en todo caso puede ser descubierto, que conduce al hombre a lo más alto.

Sin embargo, el mundo de los sentidos, tal como el hombre lo percibe en la conciencia ordinaria, no puede proporcionarle satisfacción por sí mismo. Y por esta razón. Las impresiones que llegan al hombre a través de sus ojos, oídos y otros sentidos, están ciertamente conectadas con su YO, con toda su vida y desarrollo, pero no pueden hacer nada para promover la estabilidad interna del YO. Allí no pueden ayudar al hombre. Dirigimos nuestra mirada hacia el exterior, hacia la belleza y el esplendor de las flores; tenemos ante nosotros un mundo de infinita variedad. Volvemos nuestra mirada hacia adentro, hacia nuestro Yo; y para la conciencia ordinaria, inicialmente, parece como si este Yo se desvaneciera de nosotros. Parece ser sólo un punto dentro de nosotros, un punto espiritual, capaz de decir poco más que la mera palabra "yo". Tampoco podemos asombrarnos de esto. Basta con considerar cómo los sentidos del hombre tienen que estar totalmente entregados al mundo si han de mediar entre él y el mundo. El ojo, para poder ver, debe renunciar a verse a sí mismo. Debe ser completamente transparente si el esplendor y la belleza del mundo exterior de los sentidos han de brillar a través de él con todo el lustre y el brillo del color. Lo mismo ocurre con los demás sentidos. En realidad, no sabemos nada de nuestros sentidos. ¿Existe, pues, algún medio por el que podamos empezar a conocer y comprender lo que son en su verdadera naturaleza? En efecto, lo hay, pero también en este caso debemos recorrer el camino que conduce al mundo suprasensible. Incluso el conocimiento de los sentidos tiene que buscarse en el mundo suprasensible.

Ustedes están familiarizados con las descripciones que he dado de los caminos que conducen a los mundos superiores. Traten de imaginarse vivamente la conciencia que puede desarrollarse en la cognición imaginativa. En cierto sentido, cuando entramos en la cognición imaginativa nos retiramos de la percepción física del mundo exterior. Pero lo más interesante de todo lo que ocurre en este camino es lo siguiente. Lo describiré para ustedes en una imagen.

Cuando, en la meditación - de acuerdo con los ejercicios dados en el libro Cómo se alcanza el conocimiento de los mundos superiores - se acercan al mundo de la Imaginación, es decir, cuando, como resultado de sus esfuerzos, su ser etérico comienza a emerger de su ser físico y este primer miembro suprasensible comienza a poseer una especie de conciencia, pueden, por así decirlo, "atraparse" en una etapa que se encuentra entre la percepción sensorial ordinaria y la visión Imaginativa. Todavía no han avanzado a una visión imaginativa completamente desarrollada, pero están en camino de ello. Supongamos ahora que un hombre que ya está en el camino de la visión imaginativa va a alguna región montañosa alta que es particularmente rica en roca silícea. Las fuerzas anímicas se acelerarán fácilmente en él cuando haya abundancia de roca silícea que contenga cuarzo. Ciertas facultades internas del alma pueden, por así decirlo, surgir repentinamente como resultado de una impresión vívida causada por la roca silícea en las altas montañas. Normalmente, este tipo de roca es ligeramente transparente, ligeramente translúcida. Pero cuando nuestras facultades anímicas han avanzado hasta el estadio del que les he hablado, en ese momento la roca silícea se vuelve totalmente transparente. Subimos a una montaña alta, y he aquí que la roca silícea se nos presenta con la transparencia del cristal. Además, sentimos que de nuestro propio ser sale algo que se une a él. Aquí, en la superficie más externa de la Tierra, por una especie de entrega natural de nuestra conciencia nos hacemos uno con toda la superficie de la Tierra. Es como si nuestros ojos enviaran rayos que entran justo en la roca silícea; y en ese momento empezamos a sentirnos uno con toda la Tierra. Cuando tenemos esta experiencia, comenzando al mismo tiempo a sentirnos uno con todo el Mundo, con el Cosmos, entonces, si queremos llegar, no a un sueño, ni a ningún pensamiento abstracto, sino a una primera apreciación real de la unidad con el Cosmos, debemos llevar la experiencia más allá. Una conciencia interior puede encenderse dentro de nosotros, que quizás pueda expresar con las siguientes palabras. "¡Tú, oh Tierra, no estás sola en el Universo! Tú, oh Tierra, junto conmigo y con todos los demás seres sobre ti, eres verdaderamente uno con el gran Universo". Viviendo en esta experiencia de unidad con la roca silícea, ya no vemos a la Tierra separada del resto del Universo. Vemos la Tierra como una esfera de éter, que emerge de la esfera del éter cósmico.

Este es un primer sentimiento que puede invadirnos. A través de los tiempos, nos llegan muchas canciones antiguas, muchos mitos antiguos, llenos de maravillosas revelaciones, de una literatura nacida en la época en que la humanidad poseía una clarividencia instintiva. La gente lee hoy en día estas canciones y mitos, y les gusta persuadirse de que lo que leen les eleva el corazón y el alma. Pero se les escapa la verdad que contienen. Es absolutamente imposible experimentar o tener alguna percepción del verdadero estado de ánimo y sentimiento del Bhagavad Gita, por ejemplo, o de otra literatura india y oriental, sin antes haber comenzado a aprender, a través del conocimiento espiritual, en qué sentido real el hombre puede llegar a ser uno con la Tierra y, por lo tanto, uno con el Cosmos. Muchas veces el estado de ánimo de tal canción habrá nacido de una identificación de unión con el Cosmos, una especie de "entrar en conciencia" con la luz - incluso con la luz que penetra en la dura roca silícea, de modo que ahora la luz la llena e impregna con la propia alma humana, convirtiendo esta dura sustancia rocosa en un ojo cósmico a través del cual el hombre mira hacia las amplias extensiones del Cosmos.

En efecto, cuando a partir del conocimiento real comenzamos a describir al hombre suprasensible, nos encontramos con que nos alejamos naturalmente de las expresiones abstractas y teóricas. No podemos evitar hablar un lenguaje en el que todo el contenido de los sentimientos del alma humana esté unido a las ideas. En todo nuestro estudio del hombre suprasensible debemos comprender en el fondo de nuestro corazón que el conocimiento de lo suprasensible no puede revestirse de palabras sin hacer que la voluntad y el sentir se unan con el pensar y las ideas, sin dejar que todo nuestro ser se derrame en las palabras. Todos sabemos que hay que soportar la vida, y que muchas cosas de la vida son difíciles de soportar. Pero para quien es consciente de la cualidad profundamente humana del conocimiento suprasensible, lo más duro de todo es escuchar cómo se expresa ese conocimiento suprasensible en teorías y abstracciones. El dolor que le causa escuchar a la gente hablar del mundo suprasensible de forma teórica, es como el dolor físico que se produce en un dedo al ponerlo en una llama.

Cuando se ha avanzado más en el conocimiento suprasensible, cuando, por medio de la Imaginación, comprendemos el funcionamiento de las fuerzas suprasensibles en el ser humano durante la vida terrenal, entonces podemos pasar a alcanzar el conocimiento que pertenece a la Inspiración. Por medio de la Inspiración podemos contemplar lo que el hombre era antes de nacer, antes de descender a la existencia terrenal, y también lo que será cuando haya atravesado la puerta de la muerte. Podemos contemplar todo lo que os he descrito en estas conferencias, el viaje a través de las diferentes regiones planetarias, donde tiene lugar la formación de la "fisonomía", y luego el proceso de metamorfosis de una vida terrenal anterior a una posterior. En la etapa de la Inspiración podemos seguir al ser humano en todo su recorrido por los diversos mundos estelares.

Ahora bien, este conocimiento, por medio del cual podemos penetrar en las profundidades de nuestro ser interior, recibe una nueva cualidad, un nuevo colorido cuando nos damos cuenta de que lo que se ha descrito en relación con la vida que se extiende entre la muerte y un nuevo nacimiento vive dentro de nosotros incluso durante nuestra vida en esta Tierra física. Todo está ahí dentro del hombre cuando está en la Tierra - diminuto e insignificante como parece desde un punto de vista espacial, de pie allí en su cuerpo físico, encerrado por su piel. Dentro de él viven todos los esplendores del Cosmos, y no debemos omitir hablar de ellos cuando describimos el verdadero y esencial ser del hombre. 

El hombre pertenece a los mundos de las estrellas y a mundos aún más elevados: los mundos de las Jerarquías. Y en la medida en que nuestro conocimiento sea capaz de penetrar en lo que así vive en nosotros - esta herencia terrenal de lo que fuimos en nuestro verdadero ser, entre la muerte y un nuevo nacimiento - podemos al mismo tiempo hacer algo más. Podemos penetrar hasta las profundidades de nuestro planeta Tierra, hasta las vetas de los metales - mineral de plomo, mineral de plata, mineral de cobre - podemos aprender a percibir lo que vive en las rocas a través de la presencia allí de los metales y sus minerales. Vistas con los ojos de los sentidos, las sustancias metálicas son poco más que indicaciones de diferentes tipos de tierra. Pero si somos capaces de contemplar la Tierra con esa percepción espiritualmente aguda que debemos a la parte suprasensible de nuestro ser, las sustancias metálicas de la Tierra pueden dar lugar a experiencias maravillosas. El cobre, la plata y el oro de la Tierra comienzan a hablar un lenguaje lleno de riqueza y misterio. Entonces ocurre algo que nos lleva a nosotros, los hombres que vivimos en la Tierra, a un estrecho parentesco con el alma viva de la propia Tierra. Los minerales metálicos nos dicen algo; se convierten para nosotros en recuerdos cósmicos.

Piensen por un momento en cómo se sienten cuando en la quietud del alma -la quietud interiormente activa del alma- dejan surgir dentro de ustedes viejos recuerdos, recuerdos que llevan en sus alas muchos acontecimientos de hace mucho tiempo. Se sienten como si estuvieran viviendo experiencias pasadas, como si estuvieran de nuevo junto a muchos de los que les han sido queridos en el curso de su vida, tal vez con muchos de los que se han ido hace tiempo. Sienten que se alejan del momento presente, que viven las penas y las alegrías de los días pasados.

Una experiencia exactamente similar surge -pero a una escala majestuosa- cuando, imbuido de un conocimiento espiritual que también se siente, nos hacemos uno con las venas de metal de la Tierra. Ahora no es como en el caso de la roca silícea que les llevó a ver los espacios cósmicos; en esta nueva experiencia es como si se hicieran uno con el cuerpo mismo de la Tierra. Y mientras escuchan interiormente la maravillosa historia contada por los metales, se dicen a sí mismos: "Ahora soy uno con el latido más íntimo del alma y del corazón de la propia Tierra. Tengo recuerdos que no son mis propios recuerdos personales; en mi ser están sonando recuerdos de la propia Tierra, recuerdos de tiempos anteriores, de épocas en las que aún no era la Tierra que conocemos, cuando no había animales, ni plantas en su superficie, y menos aún minerales en el seno de la Tierra. Recuerdo, junto con la Tierra, aquellos antiguos días en que la Tierra era una con los demás planetas de nuestro sistema planetario. Recuerdo las épocas en las que no había una Tierra separada, porque la Tierra aún no era densa, aún no era firme en sí misma como lo es hoy. Recuerdo la época en que todo el sistema planetario era un organismo anímico viviente, y los seres humanos habitaban en este organismo viviente, en una forma muy diferente." De esta manera, las vetas de los metales de la Tierra nos conducen a los propios recuerdos de la Tierra.

Ahora es cuando vemos claramente por qué hemos sido enviados a la Tierra por los Seres Divinos que gobiernan el Orden Mundial.

Viviendo así en los recuerdos de la Tierra, sentimos por primera vez el verdadero alcance de nuestro pensar. Una vez que nos apoderamos de esta manera de los recuerdos de la Tierra, sentimos cómo nuestro pensar está ligado a la Tierra. Y en el momento en que hacemos nuestros los recuerdos de la Tierra, tenemos a nuestro alrededor a los Seres de la Segunda Jerarquía, los Exusiai, Dynamis, Kyriotetes. Esta es, pues, la forma en que podemos tener a nuestro alrededor, incluso en la vida terrenal, a esos Seres que, como hemos oído, vuelven a estar a nuestro alrededor durante un determinado período de nuestra vida entre la muerte y un nuevo nacimiento. Ahora estamos plenamente convencidos de que mientras estamos encarnados en la Tierra, entre el nacimiento y la muerte, entramos en contacto con estos Seres de la Segunda Jerarquía. La tarea de estos Seres no es sólo la de trabajar junto a nosotros entre la muerte y el renacimiento en la metamorfosis de nuestro ser; también tienen su parte en toda la formación y conformación del Cosmos. Ahora podemos ver cómo a estos Seres de la Segunda Jerarquía el Orden Mundial espiritual les confía la tarea de realizar en la Tierra lo que allí se forja en virtud de los minerales metálicos.

Volvamos a la experiencia que tuvimos con la roca silícea. Entonces no pudimos comprender el hecho del que voy a hablarles ahora, porque en aquella etapa no estaba suficientemente claro. Sólo ahora, por fin, la maravillosa experiencia de percibir las memorias de la Tierra en las venas de los metales nos aporta una claridad total. Una vez alcanzada esta etapa posterior, podemos volver atrás y comprender algo que quizás, al principio, no comprendíamos. Cuando nuestra conciencia es llevada hacia el universo en las alas de la luz que llena e impregna la roca silícea, los Seres de la Tercera Jerarquía -Ángeles, Arcángeles y Archai- están a nuestro alrededor. Ahora sabemos que lo que los ojos ordinarios de los sentidos nos dicen cuando subimos a una montaña alta no es realmente cierto. Tampoco nuestros ojos nos dicen la verdad cuando descendemos a los lugares profundos de la Tierra y contemplamos las vetas de los metales. En una alta montaña, entre la roca silícea, alrededor y sobre los picos rocosos tejen los Ángeles, Arcángeles y Archai; y cuando bajamos a la Tierra encontramos a los Seres de la Segunda Jerarquía moviéndose en los caminos de las vetas de los metales. Por lo tanto, una vez más podemos decirnos que incluso durante la vida terrenal estamos en compañía de Seres espirituales que están conectados con nuestro propio ser más íntimo en la vida que se extiende desde la muerte hasta un nuevo nacimiento.

En nuestra vida después de la muerte pasamos conscientemente, después de un tiempo, al mundo de los Ángeles, Arcángeles y Archai. En el estado desencarnado desplegamos una conciencia en la que sabemos que estos Seres de la Tercera Jerarquía están a nuestro alrededor, así como en la Tierra los tres o cuatro reinos de la Naturaleza están a nuestro alrededor. Cuando, en este estado superior de conciencia, contemplamos a los Ángeles, Arcángeles y Archai, todo lo que los sentidos en la Tierra pueden percibir se ha desvanecido, pues evidentemente nuestros sentidos han sido entregados, con nuestro cuerpo, a los elementos. Entre la muerte y el nuevo nacimiento no podemos ver nada de lo que los sentidos perciben en la vida terrenal. Pero los Ángeles, Arcángeles y Archai nos cuentan -puedo usar esta expresión, porque concuerda exactamente con la realidad- los Ángeles, Arcángeles y Archai nos relatan la historia de lo que están haciendo abajo en la Tierra. Nos dicen que no sólo están activos en la vida que nosotros mismos compartimos ahora con ellos. Susurran suavemente a nuestras almas: "Nosotros también participamos en la obra creadora del Cosmos, somos Seres creadores en el Cosmos y miramos en lo más profundo de la Tierra y contemplamos en qué formas terrestres se modelan la roca silícea y las sustancias afines". Y entonces el hombre se da cuenta, cuando está entre los Ángeles, Arcángeles y Archai, que debe bajar de nuevo a la Tierra. Aprende a conocer a estos Seres de la Tercera Jerarquía entre la muerte y un nuevo nacimiento, y los oye hablar de manera maravillosa de sus actos en la Tierra. Sabe entonces que sólo puede contemplar sus actos, descendiendo a la Tierra, vistiéndose con un cuerpo físico, humano, y participando en el mundo de la percepción de los sentidos.

Los misterios más profundos de la percepción de los sentidos - no sólo de las percepciones relacionadas con la roca silícea de las altas montañas, sino los misterios más profundos de toda la percepción de los sentidos - nos son revelados en palabras maravillosas por los Seres entre los que vivimos entre la muerte y un nuevo nacimiento. Las bellezas de la Naturaleza material en la Tierra están tan llenas de grandeza y misterio que los recuerdos que nos llevamos a través de la puerta de la muerte sólo se ven en su plena y verdadera luz cuando oímos a los Ángeles, Arcángeles y Archai describirnos todo lo que nuestros ojos han podido ver, nuestros oídos oír y nuestros otros sentidos percibir aquí abajo en la vida terrenal.

Tal es la conexión entre lo físico y lo suprafísico; tal también la conexión de la vida física del hombre con su vida suprafísica. El universo está lleno de esplendor, y es justo que lo que vemos en la existencia material nos deleite y nos eleve. Sus verdaderos misterios los aprendemos a conocer cuando hemos atravesado la puerta de la muerte. Cuanto más hayamos aprendido a regocijarnos en el mundo físico, cuanto más profundamente hayamos entrado en todas las alegrías que el mundo de los sentidos tiene que conceder, mayor será la medida de comprensión que llevaremos al mundo de los Ángeles, que están esperando para hablarnos de estos misterios que aquí en la Tierra todavía no comprendemos y que sólo aprenderemos a comprender cuando hayamos pasado al mundo suprafísico. Lo mismo ocurre con nuestra relación con la Segunda Jerarquía, los Exusiai, Kyriotetes, Dynamis, entre los que también vivimos durante un cierto período entre la muerte y un nuevo nacimiento. En la Tierra podemos entrar en una relación especial con estos Seres cuando, siguiendo el camino de la luz en las vetas de los metales de la Tierra, despertamos en nosotros los recuerdos de la Tierra. Pero también en este caso, sólo cuando hayamos llegado a la región de los Seres de la Segunda Jerarquía podremos comprender todas las experiencias que hemos tenido en la Tierra en relación con los metales.

Una de las experiencias más maravillosas que puede tener el hombre es poder investigar y comprobar las múltiples conexiones que existen entre los metales y la salud del hombre, y tengo la esperanza de que el Movimiento Antroposófico hará mucho por abrir el aspecto verdaderamente hermoso de este campo del conocimiento. Cada metal y cada compuesto metálico tiene su relación con la salud del hombre. A lo largo de su vida, ya sea en la salud o en la enfermedad, el hombre está en conexión todo el tiempo con aquello que le da a la Tierra sus recuerdos, es decir, los metales y sus diversos compuestos. Debemos ir más allá de las meras teorías sobre las influencias curativas del plomo y sus compuestos, del cobre y sus compuestos, etc. Todas estas sustancias son remedios extremadamente significativos e importantes, si sabemos prepararlos de la manera correcta, y no debemos conformarnos con hablar de manera abstracta de las maravillosas conexiones entre los metales y el ser del hombre. En efecto, dentro de nosotros surge un sentimiento de santo asombro cuando contemplamos las vetas de metal en las profundidades de la Tierra, pero debemos ir un paso más allá y desarrollar también una visión profunda de la maravillosa conexión de los metales con el ser del hombre, una conexión que se nos revela sólo cuando hemos estudiado primero al ser humano en la salud y en la enfermedad. Como ya he indicado, es de esperar que el Movimiento Antroposófico sea capaz de difundir este conocimiento en los corazones y las mentes de los hombres, pues es de la mayor importancia. En tiempos pasados no era tan importante, porque los hombres conocían instintivamente las conexiones, por ejemplo, entre el proceso del plomo o el proceso de la plata con algún proceso en la cabeza humana. Antiguamente se hablaba mucho de estas conexiones. Hoy en día la gente lee lo que se escribió hace tiempo sin entender ni una sola palabra. Al abordarlo desde el punto de vista de la ciencia moderna, hablan de él como si no fuera más que abstracciones vacías. Cuando a través del conocimiento antroposófico el hombre alcance el sentimiento y la visión profundos que pueden llegarle en la contemplación de la maravillosa conexión entre los metales de la Tierra y la enfermedad y la salud del ser humano, entonces sí que subirá al mundo espiritual a través de la puerta de la muerte algo que le ayudará a comprender el discurso de la Segunda Jerarquía. Los misterios más grandes del mundo podrán revelarse a él, precisamente porque se ha preparado de esta manera en la Tierra y trae consigo la comprensión necesaria. Porque realmente es así, mis queridos amigos. Aprendemos lo que la Antroposofía tiene que enseñarnos no sólo para satisfacer la curiosidad humana, sino para que el conocimiento pueda dar frutos después de haber atravesado la puerta de la muerte. Pues sólo lo que aprendemos y recibimos a través de la ciencia espiritual puede llevarnos a una relación correcta, entre la muerte y un nuevo nacimiento, con aquellos Seres Espirituales con los que debemos estar en contacto con todo nuestro ser, ya que son ellos los que constituyen entonces nuestro entorno cósmico.

Por consiguiente, es posible dar una imagen detallada de cómo entramos en relación con los Seres de las Jerarquías entre la muerte y el nuevo nacimiento. Pero todavía hay una experiencia más que puede ocurrirnos al pasar por esas regiones, y debe ser descrita ahora.

Cuando podemos captar la conexión entre los metales de la Tierra y el ser del hombre en la salud y la enfermedad, se nos revelan secretos de la Naturaleza. Dentro de estos secretos se esconde algo más. Oímos a los Seres de la Segunda Jerarquía hablar de la naturaleza del oro, la plata, el plomo, el cobre y los demás metales. Pero en nuestra relación con el gran mundo espiritual, es con nosotros ahora como aquí en la Tierra cuando estamos empezando a aprender a leer y nos damos cuenta de que aprender a leer nos permitirá desentrañar muchos misterios del mundo que de otra manera permanecerían para siempre más allá de nuestro conocimiento. Digo esto sólo a modo de comparación, porque el discurso a través del cual aprendemos a comprender a los Seres de la Segunda Jerarquía en una determinada esfera de existencia entre la muerte y un nuevo nacimiento -el discurso que habla de los metales y su relación con el hombre en la salud y la enfermedad- sólo será verdadero cuando, en el mundo espiritual, podamos escucharlo, no como prosa, sino como poesía cósmica, -permítanme decir, cuando nosotros mismos nos elevemos al nivel de la poesía cósmica. Al principio escuchamos de la misma manera que alguien que no aprecia la poesía puede escuchar la recitación de un poema. Pero así como podemos, en la Tierra, aprender -a menos que estemos totalmente desprovistos de sentimiento poético- a apreciar lo que contiene el giro del verso, el ritmo, toda la forma artística del poema, así es posible para nosotros, después de la muerte, elevarnos de la prosa a la poesía de ese mundo más allá del Umbral, del discurso de la Segunda Jerarquía que nos habla de la relación de los metales con el hombre en la salud y en la enfermedad, a una etapa superior, donde comprendemos los misterios de la existencia moral en el Universo, - esa vida moral en la que están implicadas no sólo las almas humanas, sino las almas divinas de todos los Seres de las Jerarquías. Hemos llegado a una región donde los misterios de la vida del alma comienzan a abrirse ante nosotros.

Entonces podemos ir un paso más allá. Les he descrito las experiencias que podemos tener cuando subimos a una montaña, y también cuando bajamos a una mina profunda. Todo estaba quieto y tranquilo; contemplamos los cristales en reposo en las crestas de la roca, y las vetas de los metales en reposo en el seno de la Tierra. Ahora podemos ir más allá y contemplar algo más que habitualmente sólo se contempla desde el aspecto prosaico de las consideraciones utilitarias. No es que tales consideraciones deban ser despreciadas; debemos tener siempre los pies firmemente plantados en la Tierra si queremos penetrar en el mundo espiritual sanos en alma y cuerpo. Pero supongamos que observamos un metal que pasa, bajo la influencia de un calor intenso, de la condición sólida a la líquida. Entonces, si podemos superar el punto de vista utilitario, se nos concederán maravillosas revelaciones. Si paseamos por las fundiciones y observamos cómo el hierro se vuelve incandescente y fluido en los hornos, sobre todo si podemos observar cómo minerales metálicos como el mineral de antimonio son conducidos del sólido al líquido y, poco a poco, a otras condiciones, si podemos recibir en el fondo de nuestra alma la impresión de este destino de la sustancia metálica en el fuego, entonces nacerá un elemento totalmente nuevo en el conocimiento espiritual que se ha despertado en nosotros; recibiremos una fuerte y profunda impresión de los misterios de nuestra propia existencia.

Piensen ustedes en el ser humano en relación con el animal. (Las comparaciones anatómicas, como las que se hacen hoy en día, comparando los huesos, los músculos y hasta la sangre del hombre y del animal, revelan la existencia de ciertas afinidades. Pero el secreto de lo que sitúa al hombre por encima del animal no puede descubrirse hasta que no prestemos atención a algunos hechos que tienen más importancia de la que generalmente se percibe. La columna vertebral del animal se encuentra en dirección horizontal, paralela a la superficie de la Tierra, mientras que el hombre se mantiene erguido. La facultad del habla está negada al animal, mientras que el hombre no sólo habla, sino que a partir del habla desarrolla el pensar. Cuando observamos cómo las facultades del habla y del pensar comienzan a desplegarse en un niño pequeño y cómo su cuerpo se eleva a la posición vertical para tener la orientación correcta para la vida humana en la Tierra, estamos entonces contemplando las maravillosas fuerzas por medio de las cuales el niño encuentra su orientación en la dinámica del universo. Y entonces vemos cómo las fuerzas de orientación que viven en los miembros de un niño pequeño se expresan también en la melodía, en la articulación del habla. Vemos al ser humano construirse y formarse en el mundo de los sentidos. Vemos las fuerzas formativas trabajando calmada y silenciosamente dentro de él. Es maravilloso observar, mes a mes, cómo el niño deja de gatear y comienza a ponerse de pie, cómo sus miembros y su cuerpo se orientan a la dinámica del universo. Entonces las facultades de hablar y pensar comienzan a surgir, por así decirlo, de la naturaleza corporal. No hay espectáculo más hermoso que ver a un niño pequeño aprendiendo a caminar, a hablar y a pensar. Pero ahora, si por un lado podemos contemplar este proceso en toda su maravilla y serena majestuosidad, contemplándolo con la mente en reposo, sensible a su sobrecogedora belleza, y si por otro lado somos capaces de mirar con un poder de visión superior los metales que se funden en el fuego, entonces podemos percibir allí, en su forma espiritual, la fuerza por medio de la cual el niño puede aprender a caminar y a hablar. El arquetipo de esta fuerza se nos revela cuando las llamas se apoderan del metal, lo funden y lo hacen fluido. Cuanto más fluido, más volátil se vuelve el metal, más claramente podemos percibir la semejanza interna entre este proceso - que constituye realmente el destino del metal - y el proceso que, fundido y volatilizado en los fuegos del Cosmos, permite al niño pequeño caminar, hablar y pensar.

Ahora sabemos que la actividad de los Seres de la Primera Jerarquía - los Serafines, Querubines y Tronos - es una actividad doble. Nos hablan desde ese mundo espiritual al que pasamos durante el período intermedio de nuestra vida, entre la muerte y el nuevo nacimiento, y allí nos revelan los misterios de la vida planetaria; y actúan también en el mundo visible. Aquí, en el mundo visible, las influencias de los Serafines, Querubines y Tronos están activas en el niño pequeño cuando aprende a caminar, a hablar y a pensar, y contemplamos también su trabajo allí donde el fuego tiene parte en el proceso de la Tierra, donde los metales se funden y se fusionan en el fuego. Nuestra Tierra ha sido construida por la fundición y la fusión de los metales en el fuego cósmico. Las acciones de los Serafines, Querubines y Tronos se hacen perceptibles en la fusión de los metales por medio de los fuegos cósmicos. Nos remontamos a épocas remotas del pasado, cuando los metales, todos incandescentes por el poder del fuego, desempeñaron un papel esencial en la formación del cuerpo de la Tierra. Los Tronos, sobre todo, estuvieron activos en este proceso, aunque colaboraron con ellos siempre los Serafines y los Querubines. Los Querubines son los que desempeñan el papel principal en el desarrollo de las facultades del niño para caminar, hablar y pensar. Pero en todas partes los Seres de la Primera Jerarquía trabajan y se entretejen al unísono.

Con este tipo de conocimiento, la muerte en la vida terrenal está vinculada a la resurrección en la vida más allá del Umbral. Porque cuando tal conocimiento revela el parentesco de los fuegos cósmicos por los que se funden los metales, con los poderes que hacen al hombre verdaderamente hombre, entonces el mundo entero se vuelve uno y nos damos cuenta de que no hay diferencia entre la vida terrenal que se extiende desde el nacimiento hasta la muerte y la vida en el mundo espiritual más allá del Umbral. La vida entre la muerte y el nuevo nacimiento es una metamorfosis de la vida terrenal. Al conocer cómo la una pasa a la otra, nos damos cuenta de que la una no es más que una forma diferente de la otra. Cuando el alma se profundiza en este conocimiento, entonces se puede añadir la comprensión de otros misterios. Esta comprensión adicional también puede alcanzarse por otro camino.

Si ustedes reflexionan sobre lo que les he dicho acerca de la conexión de la fusión y disolución de los metales en el fuego con el desarrollo de las facultades de caminar, hablar y pensar en el niño pequeño, si colocan estas imágenes ante su imaginación, meditando sobre ellas y profundizando así su comprensión, entonces un poder acelerará y fortalecerá su alma y les permitirá encontrar la solución de un gran enigma - el enigma del funcionamiento del karma, o del destino humano. Entre lo que sucede cuando un niño aprende a caminar, a hablar y a pensar y lo que sucede cuando los metales se vuelven fluidos y volátiles bajo la influencia de un gran calor, - en medio de todo el brillo sulfuroso y fosfórico y el resplandor del color en el metal ardiente, en medio del trabajo de la transición correcta y verdadera del animal al hombre que tiene lugar en el niño pequeño cuando aprende a caminar, a hablar y a pensar, se revela el karma. Ahí está el camino hacia la verdadera comprensión del karma. El karma es una realidad suprasensible que actúa directamente en los propios hechos y acciones de la vida del hombre.

Elevándonos de este modo en la meditación, aprendemos a conocer los misterios del destino que se entretejen en nuestra vida. Por un lado tenemos la imagen del destino del metal en el fuego, por otro lado la imagen del destino esencial y primordial del hombre cuando desciende a la Tierra, expresado en el aprendizaje de caminar, hablar y pensar. En estas imágenes, el hombre puede encontrar revelado todo el enigma del destino que necesita para su vida.

Así es, que para el enigma también del destino humano el hombre suprasensible habla en el mundo en el que vive el hombre "sensible". De esto también quería hablarles, pues pertenece esencialmente a nuestro estudio del hombre suprasensible. Tal estudio no puede ser nunca una mera cuestión de asimilación de teorías. Para comprender el ser del hombre debemos llegar por todos lados a los misterios del universo: misterios de la Naturaleza y misterios del Espíritu. Porque el hombre está íntima y estrechamente ligado a todos los misterios del universo natural y espiritual. El hombre es en verdad un universo en miniatura. Sólo que no hay que imaginarse que lo que ocurre en las grandes extensiones del Cosmos tiene lugar exactamente de la misma manera en el microcosmos. Las majestuosas llamas de fuego cósmico que se elevan desde los metales fundidos se extienden hasta los límites del espacio cósmico, ¡pues límites hay! Traten, mis queridos amigos, de imaginarse estos fuegos cósmicos en los que los metales se funden y se volatilizan. Lo que así se volatiliza sale al espacio cósmico, para volver de nuevo en poderes de luz, radiaciones de calor y luz. Y lo que regresa del espacio cósmico permite que el pequeño niño que aún no puede hablar o caminar, sino sólo gatear, se convierta en un niño que se pone de pie y camina. Hacia arriba y hacia afuera irradian las fuerzas de los metales fundidos, y cuando han ido lo suficientemente lejos en el cosmos, vuelven y regresan de nuevo y son entonces las fuerzas que permiten al niño ponerse de pie. Aquí tienen una imagen de las fuerzas cósmicas ascendentes y descendentes, tal como actúan en el universo, y de sus muchas metamorfosis y variaciones.

Ahora también podrán comprender el verdadero significado de algo que en los días de antaño estaba relacionado con la ciencia de aquellos tiempos, a saber, el sacrificio sacerdotal. La llama del sacrificio, junto con lo que ardía en ella, era enviada a los espacios cósmicos a los dioses para que volviera a descender desde allí para actuar en el mundo de los hombres. Mientras estaba ante el fuego del altar, el sacerdote decía: "A ti, oh Llama, encomiendo lo que es mío en la Tierra, para que los Dioses lo reciban cuando el humo suba hacia arriba. Que lo que es llevado hacia arriba por la Llama se transforme en Bendición divina y se derrame de nuevo sobre la Tierra como poder creativo y fructífero".

Así, al escuchar las palabras del sacerdote de antaño, que habla de los mundos suprasensibles, podemos oír cómo él también da expresión a los misterios cósmicos en medio de los cuales se encuentra el hombre.

Esto, mis queridos amigos, es lo que quería decirles sobre la naturaleza suprasensible del hombre, percibida y comprendida antroposóficamente.

Traducida por J.Luelmo sep.2022







El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919