GA015 8 de junio de 1911 La guía espiritual del hombre y de la humanidad

 LA GUÍA ESPIRITUAL DEL HOMBRE Y LA HUMANIDAD

RUDOLF STEINER

conf. anterior

3ª CONFERENCIA , 8 de junio de 1911



De acuerdo con lo que se ha dicho en las conferencias anteriores, se puede buscar la guía espiritual del curso de la evolución humana, entre aquellos seres que pasaron por su etapa humana, durante la anterior encarnación planetaria de la Tierra, osea, durante el período de la antigua Luna. Esta guía contrastaba con otra que se le oponía y, sin embargo, en cierto sentido la fomentaba, y que era llevada a cabo por aquellos seres que no habían completado su propia evolución durante el período lunar. En ambos casos se hace referencia a aquellos seres guía que están inmediatamente por encima del hombre; a aquellos que impulsan a la humanidad hacia adelante, y a aquellos otros que oponen resistencia, fortaleciendo y confirmando así las fuerzas que surgen mediante los seres que promueven la evolución, otorgándoles equilibrio e individualidad. En el esoterismo cristiano, estas dos clases de seres sobrehumanos se llaman Ángeles (Angeloi). Por encima de estos seres en orden ascendente, están los de las jerarquías superiores, los Arcángeles, los Arcai, etc., que también participan en la guía de la humanidad.
Dentro del rango de estos diferentes seres hay todas las graduaciones posibles en cuanto a la perfección. Al comienzo de la presente evolución de la Tierra, algunos en la categoría de los Ángeles son elevados, mientras que otros están menos desarrollados. Los primeros han progresado mucho más allá del mínimo de su desarrollo lunar. Entre estos y aquellos que acababan de alcanzar este mínimo cuando finalizó la evolución de la Luna, y comenzaba la evolución de la Tierra, están todas las graduaciones posibles. De conformidad con esta gradación de rango, los seres en cuestión durante el período de la Tierra, encabezaron el liderazgo de la evolución humana. De modo que, la evolución de la civilización egipcia se efectuó bajo la guía de seres que se habían perfeccionado en la Luna más, que aquellos que fueron los líderes del período grecorromano, y estos a su vez estaban más perfeccionados que los que ostentan el liderazgo en el presente. En el periodo egipcio, así como en el período griego, los que más tarde asumieron la dirección, se estaban, mientras tanto, desarrollando y preparando para guiar la civilización de los períodos posteriores.
Desde los tiempos de la gran catástrofe atlante, se deben diferenciar siete épocas consecutivas de civilización; La primera es la época llamada de la antigua india, seguida por la antigua persia. [Por antigua "persia" no se entiende "persia" en el sentido histórico usual, sino una civilización asiática (iraní) prehistórica, que se desarrolló en esa tierra sobre la cual, se extendió más adelante, el Reino de Persia.] La tercera es la Egipcio-Caldea, la cuarta es la grecorromana, y la quinta, la nuestra, que desde aproximadamente el siglo XII se ha ido desarrollando y en la que aún vivimos. Y puesto que los períodos separados se superponen, ya en nuestros tiempos vemos los primeros eventos que se están preparando y que conducirán a la sexta época post-Atlante. Y una séptima época sucederá a la sexta a su debido tiempo. En una observación más cercana, encontramos la siguiente evidencia con respecto a la guía de la humanidad. Fue durante la tercera época de la civilización, la Egipcio-Caldea, cuando los Ángeles (o seres dhyanic inferiores según el misticismo oriental) fueron, en cierta medida, líderes máximos de la humanidad. No fue así durante la civilización de la antigua persa. Para entonces, estaban sujetos a una dirección más alta en un grado mucho mayor que en los tiempos egipcios, y tenían que regular todo de conformidad con los impulsos de las jerarquías inmediatamente superiores a ellos. De esta manera, todo estaba bajo la guía inmediata de los Ángeles, quienes se sometían al gobierno de los Arcángeles. Y en la época de la antigua India, cuando la vida post-atlante había alcanzado un nivel tan alto, como nunca se había alcanzado en asuntos espirituales hasta entonces, -bajo la dirección de grandes maestros humanos-, los propios Arcángeles estaban sujetos en un sentido similar a la guía de los Arcai o Principados. Así, si rastreamos la evolución de la humanidad desde la época de la India a través de las antiguas civilizaciones persa y egipcio-caldea, podemos decir que ciertos seres de las jerarquías superiores se retiraban cada vez más de la guía directa de la humanidad. En el cuarto período post-atlante, el grecorromano, el hombre se había vuelto bastante independiente. Los guías sobrehumanos ciertamente estaban interviniendo para desarrollar a la humanidad, pero solo de tal manera que las riendas se notaran lo menos posible, y también que los propios líderes espirituales pudieran beneficiarse tanto de las acciones de los hombres como los hombres se beneficiaban de ellos. De ahí surgió esa peculiar y bastante “humana” civilización en la época grecorromana en la que el hombre dependía completamente de sí mismo. Porque todas las características distintivas del arte y la vida política en los tiempos griegos y romanos se deben al hecho de que el hombre tuvo que vivir su propia vida a su manera.
Así pues, cuando miramos hacia atrás a los tiempos más antiguos de la civilización, encontramos una evolución guiada por seres que, en condiciones planetarias anteriores, habían llevado su desarrollo hasta la etapa humana. Pero el cuarto período de la civilización post-Atlante fue pensado como un tiempo en que el hombre debía ser puesto a prueba tanto como fuera posible. En consecuencia, toda la guía espiritual de la humanidad tuvo que ser reorganizada. Ahora estamos viviendo en el quinto período post-atlante de la civilización. Los espíritus guías de este período pertenecen a la misma jerarquía que gobernaba a los antiguos egipcios y caldeos. De hecho, aquellos seres que luego tomaron la iniciativa, han comenzado nuevamente a estar activos en nuestros tiempos. Como se ha dicho, algunos de estos seres se quedaron rezagados durante la civilización egipcio-caldea, y se nota su actividad en los sentimientos y percepciones materialistas de nuestro propio período.
Ahora bien, el progreso realizado por las dos clases de Ángeles, -la clase que lleva a la humanidad hacia adelante y la que la obstaculiza-, consistía en su capacidad de ser líderes entre los egipcios y los caldeos. Eso lo lograron por medio de aquellas cualidades que habían adquirido en tiempos primordiales, y que habían desarrollado aún más mediante su trabajo como guías. Los ángeles progresistas están interviniendo para guiar la quinta civilización post-atlante por medio de las capacidades que ellos mismos habían obtenido durante la tercera civilización osea la egipcia-caldea. A través del progreso que promueven, van adquiriendo capacidades muy especiales, que les cualifica para recibir el influjo de fuerzas que emanan del Ser más importante de toda la evolución de la Tierra. El poder de Cristo está actuando en ellos; porque ese poder actúa no solo en el mundo físico a través de Jesús de Nazaret, sino también en los mundos espirituales sobre los seres sobrehumanos. El Cristo existe no solo para la tierra sino también para estos seres. Los seres que guiaron la antigua civilización egipcio-caldea no estaban bajo la dirección de Cristo. Es a partir de ese período cuando se han puesto bajo Su guía. Su progreso consiste en seguirlo a Él en los mundos superiores, de modo que puedan guiar nuestro quinto período de la civilización post-Atlante, de acuerdo con Su influencia. Aquellos seres que operan como poderes obstaculizadores se quedan rezagados porque no se pusieron bajo el liderazgo de Cristo. Por tanto continúan actuando independientemente de él. En la evolución humana se hará cada vez más evidente un movimiento materialista bajo la guía de estos espíritus Egipcio-Caldeos rezagados. Este movimiento tendrá un carácter materialista y la mayor parte de la ciencia contemporánea está bajo su influencia. Hay, por ejemplo, personas hoy en día que dicen que nuestra tierra en su composición esencial consiste en átomos. ¿Quién inculca, este pensamiento en las mentes de los hombres? Son los seres angélicos sobrehumanos que se quedaron rezagados durante el período Egipcio-Caldeo. Pero, al lado de este movimiento, hay otro que se hace sentir, que tiene como objetivo el descubrimiento final del principio de Cristo por parte del hombre en todo lo que hace.
¿Qué podrán enseñar esos seres los cuales lograron su meta en la vieja esfera de civilización egipcio-caldea, y por consiguiente habían aprendido a conocer a Cristo? Ellos podrán inculcar en el hombre otros pensamientos distintos de los que afirman que la materia solo son átomos; podrán enseñar que, incluso la sustancia de la partícula más diminuta del mundo, está impregnada del Espíritu de Cristo. Y, por extraño que parezca, habrá en el futuro químicos y físicos que no enseñarán química y física como se enseña ahora bajo la influencia de los espíritus egipcio-caldeos rezagados; sino que enseñarán que "la materia se origina de la manera en que el Cristo la ordenó gradualmente", el Cristo será encontrado actuando incluso en las propias leyes de la química y la física. Las ciencias que vendrán en el futuro serán una química y una física espirituales. Hoy tal declaración puede parecer a muchas personas como fantasiosa o algo peor. Pero a menudo el sentido del futuro, le parecía una locura al pasado. Los factores que entran en la evolución de la civilización humana están ahí para el observador atento. Pero conoceremos bastante bien las objeciones que, con aparente justicia, pueden presentarse contra tal supuesta locura desde el punto de vista científico o filosófico moderno.
A partir de tales hipótesis, somos capaces de comprender la ventaja que tienen sobre el hombre los seres guías sobrehumanos. La humanidad aprendió a conocer a Cristo en el cuarto período de civilización de los tiempos post-atlantes, la época Greco-Romana, porque fue durante el trascurso de esta civilización, cuando tuvo lugar el evento de Cristo en la evolución, y fue entonces cuando el hombre aprendió a conocer a Cristo. Sin embargo, los seres sobrehumanos que lo guiaban, aprendieron a conocerlo durante los tiempos Egipcio-Caldeos, y se dedicaron a él. Luego, durante la civilización Greco-Romana, tuvieron que dejar al hombre a su propio destino para que, más adelante, pudieran volver a entrar en la esfera de la evolución humana. Y si hoy en día se cultiva la antroposofía, esto constituye un reconocimiento del hecho de que los seres sobrehumanos que anteriormente guiaban a la humanidad continúan su tarea como líderes de tal manera que se encuentren bajo la guía directa de Cristo. Así es también con otros seres.
En la época de la antigua Persia, el liderazgo de la humanidad fue asignado a los Arcángeles. Ellos se pusieron bajo la dirección de Cristo, antes que los seres de rango inmediatamente inferior. De Zarathustra se puede decir que, señalando al sol, hablaba a sus seguidores y a su pueblo en palabras como éstas: "En el sol vive el gran Espíritu Ahura Mazdao, que un día bajará a la tierra". Porque los seres que guiaban a Zarathustra, a partir de la región de los Arcángeles, señalaban al gran líder solar que en aquél tiempo no había descendido sobre la tierra, sino que había comenzado su viaje hacia ella, para más tarde, entrar directamente en la evolución de la tierra. Y los seres guías que dirigían a los grandes maestros de los indios, también señalaban al Cristo del futuro; porque es un error pensar que estos maestros no tenían conocimiento previo de Cristo. Ellos decían que estaba "más allá de su esfera" y que ellos "no podían alcanzar" hasta él.
Así como ahora, en nuestro quinto período de civilización, son los Ángeles quienes hacen llegar al Cristo a nuestra evolución espiritual, en el sexto período de civilización será dirigido por seres que pertenecen al rango de los Arcángeles que eran quienes guiaban a la antigua civilización persa. Y los espíritus de la Personalidad, los Poderes Primordiales, o Archai, que guiaron a la humanidad durante la antigua época india, tendrán que guiar a la humanidad en el séptimo período de la civilización. En el período grecorromano, Cristo descendió de las alturas del mundo espiritual y se reveló en el cuerpo físico de Jesús de Nazaret. Luego bajó hasta el mundo físico. Cuando la humanidad haya madurado lo suficiente, volverá a ser posible encontrarlo en el mundo inmediatamente superior al nuestro. En el futuro no será posible encontrarlo en el mundo físico, sino solo en el mundo inmediatamente superior, puesto que los seres humanos no seguirán siendo los mismos. Al haber madurado, encontrarán al Cristo en el mundo espiritual, tal como Pablo lo encontró en su experiencia a las puertas de Damasco, un evento que proféticamente anunciaba los medios futuros para encontrar al Cristo. Y dado que en nuestros tiempos están trabajando los mismos grandes maestros que ya han guiado a la humanidad a través de la civilización egipcia, así también en el siglo veinte serán estos mismos maestros quienes guiarán a los hombres a contemplar a Cristo como lo contempló Pablo. Mostrarán a la humanidad, cómo el Cristo, no solo trabaja en la tierra, sino también, cómo espiritualiza, todo el sistema solar. Y aquellos que serán los maestros santos reencarnados de la India en el séptimo período de la civilización proclamarán el Espíritu que fue presagiado por el indiviso Brahma. Cuya enseñanza, sin embargo, su contenido y su significado correctos solo se pueden dar a través de Cristo, como el gran, el inmenso Espíritu, de quien estos maestros dijeron anteriormente que Él flotaba sobre su esfera. De este modo, la humanidad será conducida hacia arriba de un escenario a otro en el mundo espiritual.
Hablar de esta manera, acerca de cómo Cristo es el líder de las jerarquías superiores también en los mundos sucesivos, es enseñar la ciencia que, bajo el signo de la Rosa Cruz, ha perdurado en nuestra civilización desde los siglos doce y trece. Si, desde este aspecto, observamos más de cerca al Ser que vivió en Palestina y Que consumó el Misterio de Gólgota, encontraremos lo siguiente: hasta el presente, muchas ideas relacionadas con Cristo han encontrado expresión. Se tenía, por ejemplo, la idea de que ciertos gnósticos cristianos en los primeros siglos, decían que el Cristo que vivía en Palestina no estuvo presente en ningún cuerpo físico de carne; que Él solo tuvo un cuerpo aparente, un cuerpo etérico que se había vuelto físicamente visible; de modo que Su muerte en la Cruz no fue una muerte real sino solo aparente. Luego encontramos diversas disputas entre quienes profesaban el cristianismo, como por ejemplo, la conocida controversia entre los arrianos y los atanasios, y las explicaciones más variadas sobre lo que realmente era el Cristo. De hecho, hasta nuestros días las personas expresan y han expresado las más diversas ideas respecto a Cristo.
Concretamente, la ciencia espiritual debe reconocer en Cristo no solo un ser terrenal sino también un ser cósmico. En cierto sentido, el hombre es, en conjunto, un ser cósmico. Vive una doble vida: una en un cuerpo físico desde que nace hasta que muere, y otra en los mundos espirituales desde que muer,e hasta que vuelve a nacer. Cuando se encarna en un cuerpo físico, vive en dependencia de la tierra, porque el cuerpo físico está restringido por las fuerzas y condiciones de existencia que corresponden a la tierra. El ser humano, sin embargo, no solo asimila las sustancias y fuerzas de la tierra dentro de sí, sino que está unido a todo el organismo de la tierra. Cuando ha pasado por la puerta de la muerte, ya no pertenece a las fuerzas de la tierra; pero sería incorrecto imaginar que no pertenece a ninguna fuerza en absoluto, porque entonces se conecta con las fuerzas del sistema solar y los sistemas estelares más distantes. De esta manera, entre la muerte y un nuevo nacimiento, vive en el dominio de lo cósmico, al igual que en el período entre el nacimiento y la muerte, vivía en el dominio de lo terrenal. Desde la muerte hasta un nuevo nacimiento, pertenece al cosmos, como en la tierra, pertenece a los elementos: aire, agua y tierra. En consecuencia, mientras pasa por una vida entre la muerte y un nuevo nacimiento, entra en la región de las influencias cósmicas. Porque los planetas envían no solo las fuerzas físicas de lo que enseña la astronomía, como la gravitación y otras, sino también las fuerzas espirituales. El hombre está conectado con estos poderes espirituales del cosmos, cada persona de una manera especial, de acuerdo con su propia individualidad. Si nace en Europa, vive en una relación diferente con las condiciones de calor, etc., que si hubiera nacido, digamos, en Australia. De manera similar, durante su vida entre la muerte y un nuevo nacimiento, una persona puede estar más estrechamente relacionada con los poderes espirituales de Marte, otra con los de Júpiter, otra más con los de todo el sistema planetario en general, etc. También son estas fuerzas las que traen al hombre de nuevo a la tierra. Así, antes de que nazca, está viviendo en conexión con la totalidad colectiva del espacio estelar.
De acuerdo con la forma en que un hombre se relaciona individualmente con el sistema cósmico, también lo están las fuerzas motrices que lo llevan a este o aquel grupo de padres y a esta o aquella localidad. El ímpetu, la inclinación a encarnar aquí o allá, en esta o aquella familia, en este o aquél pueblo, en este o aquel tiempo, depende de cómo la persona estaba conectada orgánicamente con el cosmos antes de nacer. Antaño, en ese territorio donde se hablaba la lengua alemana, se utilizaba una expresión especialmente adecuada para indicar la entrada de una persona en el mundo a través del nacimiento. Cuando una persona nacía, la gente decía que en tal o cual sitio se había "vuelto joven" (junggeworden). Ahí radica una referencia inconsciente al hecho de que el hombre en el tiempo transcurrido entre la muerte y un nuevo nacimiento continúa estando sujeto a los poderes que lo habían envejecido en una encarnación anterior, pero que antes del nacimiento se sustituyen sus fuerzas que lo vuelven de nuevo "joven". Por lo tanto, Goethe en "El Fausto" todavía usa la expresión "para volverse joven en Nebelland". - Nebelland es el nombre antiguo que tenía la Alemania medieval.
La verdad subyacente en el pronóstico de un horóscopo es, que quienes conocen estas cosas pueden leer las fuerzas que determinan la existencia física de una persona. Un determinado horóscopo se asigna a una persona porque, dentro de ella, encuentran expresión esas fuerzas que lo han llevado a la existencia. Si, por ejemplo, en el horóscopo, Marte se coloca sobre Aries (el Carnero), esto significa que ciertas fuerzas de Aries no pueden pasar a través de Marte y éstas se debilitan. Así es como un hombre se ha de situar dentro de la existencia física, y de acuerdo con su horóscopo va guiándose antes de entrar en la existencia terrenal. Este tema, que en nuestros tiempos parece ser una casualidad, no debería abordarse sin que prestemos atención sobre el hecho de que casi todo lo que se practica al respecto hoy en día es simplemente diletantismo. Es pura superstición, y para el mundo externo, la verdadera ciencia de estos asuntos se ha perdido completamente en su mayor parte. En consecuencia, los principios expresados aquí no deben juzgarse de acuerdo con lo que hoy en día se etiqueta bajo el nombre de Astrología.
Son las fuerzas activas del mundo estelar las que impulsan a un hombre a la encarnación física; y cuando la conciencia clarividente observa a una persona, puede percibir, cómo su constitución es el resultado de la cooperación de las fuerzas cósmicas. Trataremos ahora de ilustrar esto hipotéticamente, pero en una forma que se corresponda completamente con la observación clarividente. Si se extrajera el cerebro físico de una persona y se examinara de forma clarividente, cómo está formado, para poder ver cómo se ubican ciertas partes en ciertos lugares y cómo se forman ciertas protuberancias, se encontrará que el cerebro de cada individuo es diferente del de los demás. No hay dos personas que tengan un cerebro igual. Imaginemos además que tal cerebro pudiera fotografiarse en su estructura completa de modo que obtuviéramos una especie de hemisferio donde cada detalle fuera visible. Realizando una serie de imágenes de este tipo, cada una sería diferente según los cerebros de los diferentes individuos. Y si se fotografiara el cerebro de una persona en el momento de nacer y luego se fotografiasen también los cielos que aparecen exactamente sobre el lugar donde nace esa persona, esta última imagen tendría exactamente la misma apariencia que la del cerebro humano. Según la disposición de ciertos detalles del cerebro, así se conformarían las estrellas en la fotografía de los cielos. El hombre lleva consígo una imagen de los cielos, y cada hombre tiene una diferente, según haya nacido en este o aquél lugar, y en este o aquel momento. Esta es una indicación de que el hombre nace de todo el cosmos.
Cuando tenemos esto claramente presente, podemos hacernos una idea de cómo, en cada individuo por separado, se manifiesta el macrocosmos, y partiendo de ese punto, entonces, podemos obtener un concepto de cómo se mostraba en el Cristo. Pero no debemos imaginarnos al Cristo después del bautismo de Juan, como si el macrocosmos hubiera estado viviendo en Él de la misma manera que en otras personas, porque nos equivocaríamos.
Empecemos considerando a Jesús de Nazaret. Sus condiciones de existencia eran bastante excepcionales. Al comienzo de nuestra era, nacieron dos niños que se llamaron Jesús. Uno procedente de la línea dinástica de Natán de la casa de David, [Lucas III, 23–38.] El otro procedente de la línea dinástica de Salomón de la misma casa. [Mateo 1, 1–17.] Estos dos niños no nacieron bien bien al mismo tiempo, aunque casi. En el Jesús que descendía de Salomón, descrito en el Evangelio de San Mateo, se encarnaba la misma individualidad que antes había vivido en la tierra como Zarathustra, de modo que en este Niño Jesús aparece Zarathustra o Zoroastro reencarnado. La individualidad de Zarathustra creció en este Niño hasta que, como dice San Mateo, cumple doce años. En ese año, Zarathustra dejó el cuerpo de este Niño y pasó al del Niño Jesús que se describe en el Evangelio de San Lucas. Como consecuencia de ello, este último Niño, se volvió repentinamente bastante diferente. Los padres se sorprendieron cuando lo encontraron en Jerusalén en el templo después de que el espíritu de Zarathustra hubiera entrado en él. Esto se insinúa cuando se dice que el Niño, después de haberse perdido y encontrado nuevamente en el templo, hablaba tan bien que sus padres no lo reconocieron. Solo conocían al Niño que descendía de Natán, como lo había estado siendo hasta este momento. Pero cuando comenzó a razonar con los médicos en el templo, fue posible que hablara como lo hizo porque el espíritu de Zarathustra había entrado en Él. Hasta el año treinta, el espíritu de Zarathustra vivió en el Jesús que descendía de la línea de Natán de la casa de David. En este cuerpo alcanzó una perfección aún mayor. Aquí hay que agregar el siguiente comentario: con respecto a esta personalidad en la que vivía el espíritu de Zarathustra, una característica extraordinaria fue que, desde los mundos espirituales el Buda irradó sus impulsos en el cuerpo astral del jesus nathanico.
La tradición oriental que dice que el Buda nació como un "Bodhisattva" es correcta y solo durante su tiempo en la tierra, en su vigésimo noveno año, se elevó a la dignidad de Buda. Cuando el Buda Gautama era un niño pequeño, el sabio indio Asita entró llorando en el palacio real de su padre, Suddhodana. Lloraba porque, como vidente, sabía que el hijo de este Rey se convertiría en el Buda, y porque, siendo ya tan anciano, sentía que ya no viviría para ver ese evento. Pues bien, este sabio volvió a nacer de nuevo en el tiempo de Jesús de Nazaret. Él es quien, en el Evangelio de San Lucas aparece como el sacerdote del templo que puede ver la revelación de Buda en el Niño Jesús Natánico. Y al ver esto, pudo decir: "Oh Señor, deja ahora que tu siervo se vaya en paz, porque he visto a mi Maestro". Lo que no había podido ver anteriormente en la India, lo vio a través del cuerpo astral del Niño Jesús. Quien viene antes que nosotros en el Evangelio de San Lucas: el Bodhisattva convertido en Buda.
Todo esto fue necesario para que se produjera ese cuerpo que recibió el bautismo de San Juan en el Jordán. En ese momento, la individualidad de Zarathustra dejó el triple cuerpo, el físico, el etérico y el cuerpo astral de aquél Jesús que había crecido de una manera tan complicada, para que el espíritu de Zarathustra pudiera habitar en él. El Zarathustra reencarnado tuvo que pasar por dos posibilidades de desarrollo que se dieron en los dos niños Jesús. Ante el bautista pues, estaba ahora aquél cuerpo de Jesús de Nazaret y desde ese momento en adelante actuó la individualidad cósmica de Cristo. Ahora bien, como hemos demostrado, en el caso de cualquier otro ser humano, las leyes espirituales cósmicas trabajan sobre él solo en la medida en que le brindan un comienzo en la vida terrenal. Luego aparecen otras leyes en oposición a estas, que surgen de las condiciones de la evolución de la tierra. En el caso de Cristo-Jesús, después del bautismo de Juan, las fuerzas cósmico-espirituales, por sí solas, se mantuvieron efectivas sin verse influenciadas de ninguna manera por las leyes de la evolución de la tierra.
Por lo que, en Palestina, durante el tiempo que Jesús de Nazaret caminó sobre la tierra como Cristo-Jesús, durante los últimos tres años de su vida, desde los treinta a los treinta y tres, todo el Ser del Cristo cósmico permaneció en su cuerpo e iba trabajando sobre él. El Cristo estuvo siempre bajo la influencia de todo el cosmos: no daba un paso sin que este obrar de las fuerzas cósmicas actuara en Él. Lo que aquí sucedió con Jesús de Nazaret, fue una realización continua del horóscopo, para que en cada momento ocurriese lo que de otra manera, solo ocurre en el nacimiento de una persona. Esto solo pudo ser así para que todo el cuerpo del Jesús descendiente de Natán permaneciese abierto a la influencia de la totalidad de las fuerzas de las jerarquías espirituales cósmicas que dirigen nuestra tierra. Si todo el espíritu del cosmos actuaba en el Cristo Jesús, entonces ¿Quién fue el que, por ejemplo, fue a Capernaum? Aquél ser que andaba sobre la tierra se parecía mucho a cualquier otro hombre. Las fuerzas activas dentro de Él, sin embargo, eran las fuerzas cósmicas, provenientes del sol y las estrellas; y eran estas las que dirigían su cuerpo. Y todo lo que hizo el Cristo Jesús, tuvo lugar siempre de acuerdo con el Ser colectivo de todo el Universo con el que la tierra está en armonía. Es debido a esto que en el caso de los actos de Cristo-Jesús, a menudo, en los Evangelios, se da un ligero indicio sobre la constelación relativa de las estrellas en ese momento. Si leemos en el Evangelio de San Juan, cómo encuentra el Cristo a sus primeros discípulos. Allí se nos dice: "Fue alrededor de la décima hora", porque el espíritu de todo el cosmos se hacía efectivo en este hecho en conformidad con el momento señalado del tiempo. Tales sugerencias son menos claras en los otros pasajes del Evangelio, pero el que realmente puede leer los Evangelios las encuentra en todas partes. También los milagros deben ser juzgados desde este punto de vista. Tomemos un pasaje, que dice así: “Cuando se puso el sol, le trajeron a los enfermos y Él los sanó”. ¿Qué significa eso? El evangelista está llamando la atención sobre el hecho de que esta curación estaba conectada con toda la posición de las constelaciones y que, en el momento en cuestión, las constelaciones a lo largo de los cielos se mostraban como solo podía hacerse cuando el sol se había puesto. Lo que significa es, que en ese momento las fuerzas de curación requeridas, podían hacerse sentir después de la puesta del sol, y el Cristo Jesús es presentado como el intermediario que pone a los enfermos en conexión con las fuerzas del cosmos que, justo en ese momento, podían actuar curativamente. Estas fuerzas eran las mismas que aquellas que actuaban como Cristo en Jesús. Era mediante la presencia de Cristo, que tenía lugar la curación. Solo así la persona enferma podía estar expuesta a las fuerzas curativas del cosmos, y que solo podían actuar como lo hacían cuando estaban en la debida relación con el tiempo y el espacio. Así estas fuerzas trabajaban en la persona enferma a través de su representante, el Cristo. Pero solo pudieron trabajar así durante el tiempo en que Cristo estuvo la tierra. Fue solo entonces cuando existía tal conexión entre las constelaciones cósmicas y los poderes del organismo humano, cuando podía producirse la curación para ciertas enfermedades, por la mediación del Cristo Jesús, la constelación cósmica de las mismas fuerzas podía trabajar sobre los hombres. Una repetición de esta relación en la evolución del cosmos y la tierra es tan imposible como lo es una segunda encarnación de Cristo en un cuerpo humano. Considerada de esta manera, la vida de Cristo Jesús aparece como la expresión terrenal de una conexión definida entre el cosmos y las fuerzas del hombre. El acercamiento de una persona enferma al lado de Cristo significa que a través de la proximidad de Cristo, esta persona enferma se situaba en una relación tal con el macrocosmos que éste último podría actuar sobre ella de manera curativa.
Hasta aquí, hemos recalcado algunos puntos de vista que nos permiten discernir cómo, la guía de la humanidad ha estado bajo la influencia de Cristo. Las otras fuerzas, que sin embargo, se habían quedado rezagadas en los tiempos egipcio-caldeos, trabajaban lado a lado con las que estaban impregnadas por el Cristo. Esto es evidente incluso en la actitud frecuentemente adoptada hoy hacia los evangelios. Aparecen obras literarias en las que se hacen grandes esfuerzos para demostrar que los evangelios pueden entenderse a través de una interpretación astrológica. Los más grandes opositores de los Evangelios emplean esta interpretación astrológica para probar, por ejemplo, que el camino tomado por el Arcángel Gabriel desde Isabel a María simplemente describe el trayecto del sol desde la constelación de Virgo a otra. Esto, en cierto sentido, es correcto, salvo que estos pensamientos fueron vertidos de esta manera en nuestra era por los seres que se habían quedado rezagados durante el período Egipcio-Caldeo. Bajo tal influencia, las personas son inducidas a creer que los Evangelios presentan solo alegorías en lugar de relaciones cósmicas definidas. La verdad es que todo el cosmos encuentra expresión en el Cristo. Por lo tanto, se puede expresar la vida de Cristo conectando sus eventos separados con las relaciones cósmicas que actúan en la existencia de la tierra a través de Cristo. Una comprensión correcta de este asunto llevará a un reconocimiento completo de que Cristo ha vivido en la tierra. Mientras que si se interpreta la vida de Cristo, tal como se expresa en los Evangelios, como una cuestión solo de constelaciones tratadas alegóricamente, deberíamos concluir que no hubo un verdadero Cristo terrenal.
Si tuviéramos que utilizar una comparación, podríamos pensar que cada ser humano está representado por un espejo esférico que, si se configurara, daría imágenes de todo lo que lo rodea. Supongamos que trazamos en ese espejo con un lápiz, el contorno de todo lo que se muestra en los alrededores. Luego podríamos tomar el espejo y llevar la imagen con nosotros a donde quiera que vayamos. Permitan que esto simbolice el hecho de que cuando una persona nace, trae consigo una copia del cosmos en sí mismo, y después durante toda su vida lleva consigo el efecto de esta imagen. Sin embargo, el espejo puede dejarse sin tocar con el lápiz, de modo que donde sea que la persona lo lleve, represente el entorno inmediato. Entonces siempre estaría dando una imagen del entorno colectivo. Este sería un símbolo del Cristo desde el bautismo de San Juan hasta el Misterio de Gólgota. Lo que, en el caso de cualquier otra persona, pasa a su existencia terrenal solo al nacer, en el Cristo-Jesús fluyó en todo momento. Y cuando se consumó el Misterio de Gólgota, lo que había estado irradiando desde el cosmos pasó a la sustancia espiritual de la tierra, y desde ese momento en adelante se unió con el espíritu de la tierra.
Cuando en el camino a Damasco San Pablo se convirtió en clarividente, pudo reconocer que lo que anteriormente estaba en el cosmos había pasado al espíritu de la tierra. Quien pueda llevar el alma a tal condición, puede estar convencido que podrá tener la misma experiencia que tuvo San Pablo. En el siglo veinte aparecerán por primera vez esas personas que tendrán la experiencia de San Pablo del evento de Cristo de una manera espiritual.
Mientras que hasta nuestros días, este evento solo podía ser experimentado por aquellas personas que habían adquirido poderes clarividentes por medio de un entrenamiento esotérico; En lo sucesivo, contemplar al Cristo en la esfera espiritual que rodea la tierra será posible para las fuerzas avanzadas del alma en el curso de la evolución natural de la humanidad. Esto, como una repetición de la experiencia del evento de Damasco, será posible para algunas personas a partir de cierto momento en el siglo veinte. El número de tales personas aumentará después, hasta que en un futuro lejano, será una facultad natural del alma humana.
Con la entrada de Cristo en la evolución de la tierra, se dio un nuevo impulso o dirección a esta evolución. Los hechos externos de la historia también expresan esto. En los primeros tiempos de la evolución posterior a la Atlántida, los hombres sabían muy bien que, por encima de ellos, no existía simplemente un Marte físico, sino que lo que veían como Marte, Júpiter o Saturno era la expresión de un ser espiritual. En tiempos posteriores esta percepción fue completamente olvidada. Los cuerpos celestes se convirtieron, según las ideas humanas, en meros cuerpos que deben valorarse de acuerdo con su condición física. En la Edad Media, las personas veían en relación con las estrellas lo que solo los ojos pueden ver: la esfera de Venus, la esfera del Sol, la esfera de Marte y los otros planetas, hasta la esfera de las estrellas fijas. Luego llegaba la octava esfera como un sólido muro azul detrás. Más tarde, Copérnico apareció y rompió la idea de que solo lo perceptible para los sentidos puede ser autentico. Los científicos físicos modernos pueden decir: "Es una locura declarar que el mundo es Maya, o ilusión, y que deben mirar hacia un mundo espiritual para ver la verdad, porque a pesar de todo lo que dicen, la verdadera ciencia es eso que se basa en los sentidos y registra lo que estos sentidos dicen ”. ¿Pero desde cuándo confiaron los astrónomos solo en los sentidos? ¡Seguramente en el mismo momento en que esa ciencia astronómica era dominante, fue atacada por la ciencia de hoy! Fue en ese momento cuando Copérnico comenzó a pensar qué existe en el espacio cósmico más allá de la evidencia de los sentidos, cuando comenzó nuestra astronomía moderna como ciencia. Y así es en todos los dominios de la ciencia. Dondequiera que haya surgido la ciencia, en el sentido más moderno de la palabra, lo ha hecho en oposición a lo que había sido evidente para los sentidos. Cuando Copérnico declaró "lo que ves es Maya o engaño; confía en lo que no puedes ver ”, ese fue el momento en que surgió la ciencia que hoy se reconoce como tal. Por lo tanto, se podría decir al representante de la ciencia moderna "su ciencia en sí misma solo se convirtió en" ciencia "cuando ya no estaba dispuesta a depender únicamente de los sentidos".
Giordano Bruno llegó como intérprete filosófico de las enseñanzas de Copérnico. Dirigió la mirada del hombre al espacio cósmico y anunció que lo que la gente había considerado el límite del espacio, lo que habían colocado allí como la octava esfera que limita todo en el espacio, en realidad no era una limitación; era maya, o ilusión; porque un número infinito de mundos estaban esparcidos por el espacio cósmico. Se demostró que aquello que antes se consideraba el límite del espacio era solo el límite del mundo sensorial del hombre, y si dirigimos nuestra mirada más allá del mundo sensorial, ya no veremos el mundo solo como lo conoce el mundo de los sentidos, sino que también reconoceremos el infinito.
A partir de esto, es evidente que en el curso de la evolución humana, el hombre comenzó originalmente desde una visión espiritual del cosmos y en el tiempo la perdió. En su lugar vino una mera percepción sensorial del mundo. Después entró en la evolución el Impulso Crístico. A través de el, la humanidad fue guiada a plasmar la visión espiritual una vez más sobre lo material. En aqél tiempo, cuando Giordano Bruno rompió las cadenas de la ilusión de los sentidos, la evolución de Cristo estaba tan avanzada que el poder del alma que había sido encendido por el Impulso de Cristo pudo activarse en él. De este modo, se proporciona un indicio de la total significación de la manera en que la vida de Cristo penetra en toda la evolución humana, en el mero comienzo de la humanidad actual.
¿A qué aspira entonces ahora la ciencia espiritual? Completa el trabajo iniciado por Giordano Bruno y otros para la ciencia externa en el sentido de que: lo que la ciencia externa es capaz de percibir es Maya, o ilusión. Del mismo modo que antes uno miraba hacia la "octava esfera" y pensaba que el espacio estaba limitado, el pensamiento humano contemporáneo cree que el hombre está encerrado o confinado entre el nacimiento y la muerte. Sin embargo, la ciencia espiritual expande la visión del hombre al dirigir su atención más allá de los límites del nacimiento y la muerte.
Hay una cadena continua en la evolución humana que ideas como estas nos hacen reconocer. Y en el verdadero sentido de las palabras, el resultado de la conquista de la ilusión de los sentidos a través de Copérnico y Giordano Bruno, procedía de la inspiración que surge de esa corriente espiritual que ahora actúa en la ciencia espiritual moderna, de la antroposofía. Lo que podríamos llamar el esoterismo más nuevo actuó de manera misteriosa en Copérnico, Bruno, Kepler y otros. Por lo tanto, aquellos que ahora basan su pensamiento en los fundamentos establecidos por Giordano Bruno y Copérnico y no quieren aceptar la antroposofía, son infieles a sus propias tradiciones en el deseo de aferrarse a la ilusión de los sentidos. Así como Giordano Bruno forzó un camino a través del firmamento azul del cielo, la ciencia espiritual rompe las barreras del nacimiento y la muerte para el hombre al mostrar cómo se origina fuera del macrocosmos, vive en una existencia física, pasa por la muerte y vuelve a entrar en la vida macrocósmica. Y lo que vemos en un grado limitado en cada individuo viene a nuestro encuentro sin restricciones y en un sentido más amplio en el representante del espíritu del cosmos, en el Cristo-Jesús. Solo una única vez se podía dar ese impulso que el Cristo dio. Solo una única vez se pudo reflejar así todo el cosmos, ya que la conjunción de las estrellas que entonces tuvo lugar nunca podrá repetirse. Para dar un impulso a la tierra, esta conjunción estaba obligada a actuar a través de un cuerpo humano. Así como es cierto que esta misma constelación no puede producirse una segunda vez, también es cierto que el Cristo solo se encarnó una vez. Solo si no se supiera que Cristo es el representante de todo el universo, y solo si fuera imposible ganarse el camino hacia esta Idea de Cristo, cuyos elementos se dan a través de la ciencia espiritual, solo entonces sería posible mantener que Cristo podría aparecer más de una vez sobre la tierra.
Vemos cómo surge una idea de Cristo a partir de la nueva ciencia espiritual, que revela al hombre en una nueva forma, su conexión con todo el macrocosmos. Ciertamente, para obtener un verdadero conocimiento de Cristo, son absolutamente necesarias esas fuerzas inspiradoras, que ahora están siendo inspiradas por los mismos seres sobrehumanos, que anteriormente guiaban la época Egipcio-Caldea y que ahora se han puesto bajo el Cristo. Se necesita una nueva inspiración de este tipo, una inspiración que los grandes maestros esotéricos de la Edad Media habían preparado desde el siglo trece en adelante, y que desde este momento en adelante deba llegar cada vez más al público. Cuando el hombre, de acuerdo con el significado de esta ciencia, prepara su alma para el conocimiento del mundo espiritual, entonces puede escuchar y puede ver con la clarividencia, lo que revelan los antiguos seres angélicos caldeos y egipcios que ahora están actuando nuevamente como líderes espirituales bajo la guía de Cristo. Lo que la humanidad realmente ganará algún tiempo después, solo pudo ser preparado en los primeros siglos del cristianismo y hasta nuestros tiempos.
Por consiguiente, podemos decir que en el futuro vivirá en los corazones de los hombres una idea de Cristo incomparable en grandeza con cualquier cosa que la humanidad haya reconocido hasta ahora. Aquello que surgió como un primer impulso a través de Cristo, y ha vivido como idea de Él hasta el momento presente, -incluso en el caso de los mejores representantes del principio de Cristo-, es solo una preparación para la verdadera comprensión de Cristo. Sería realmente extraño que, contra los que en Occidente expresaban de esta manera la idea de Cristo, se presentara como un reproche de que no están en los fundamentos de la tradición cristiana occidental. Pero es muy posible, porque esta tradición occidental no es suficiente de ninguna manera para ayudarnos a comprender al Cristo del futuro cercano.
Desde la hipótesis del esoterismo occidental podemos ver cómo, la dirección espiritual de la humanidad fluye gradualmente hacia lo que puede ser llamado, en un sentido real, la guía que viene del impulso de Cristo. Lo que está apareciendo como el nuevo esoterismo fluirá lentamente en los corazones de los hombres, y la guía espiritual de los hombres y de la humanidad se verá cada vez más conscientemente de esta manera. Nos damos cuenta dentro de nosotros mismos, cómo a lo primero, el principio de Cristo fluía en los corazones de los hombres, porque el Cristo había recorrido Palestina en el cuerpo físico de Jesús de Nazaret. Puesto que los hombres en aquél tiempo, se estaban rindiendo gradualmente a confiar en el mundo de los sentidos, pudieron recibir el impulso que correspondía a su percepción. Posteriormente, ese mismo impulso actuó a través de la inspiración del nuevo esoterismo que inspiraban a espíritus como Nicolás de Cusa, Copérnico y Galileo, en el caso de Copérnico, por ejemplo, pudo hacer esta afirmación: "Lo que es evidente para los sentidos no puede enseñar la verdad sobre los sistemas solares; Si queremos encontrar la verdad, debemos investigar detras de las apariencias de los sentidos ”. En aquél tiempo, los hombres, incluso los espíritus como Giordano Bruno, todavía no estaban lo suficientemente maduros para unirse conscientemente a la nueva corriente esotérica. El espíritu del movimiento tuvo que trabajar en ellos inconscientemente. Sin embargo, poderoso y magnífico fue el anuncio de Giordano Bruno: “Cuando un ser humano comienza a existir por medio del nacimiento, entonces es algo macrocósmico que se concentra como una mónada; y cuando un ser humano pasa por la muerte, la mónada se vuelve a extender; lo que estaba encerrado dentro del cuerpo se extiende en el cosmos para unirse de nuevo en otras etapas de la existencia, y para nuevamente expandirse ”. Allí, Bruno dio expresión a concepciones poderosas que, aun cuando se expresan en lenguaje tartamudo, Estaban en total acuerdo con el sentido del nuevo esoterismo.
Las influencias espirituales que guían a la humanidad no tienen por qué afectar de tal manera que el hombre siempre sea consciente de ellas. Por ejemplo, hicieron que Galileo entrara en la catedral de Pisa. Antes de él, miles de personas habían visto allí la vieja lámpara de la iglesia, pero no la habían mirado, como lo hizo Galileo. Él vio que la lámpara de la iglesia se balanceaba; comparó el tiempo de la oscilación con el latido de su propio pulso; descubrió que la lámpara de la iglesia giraba a un ritmo regular similar al de su pulso; y de ahí extrajo las leyes del péndulo según la física moderna. Cualquiera que conozca la física contemporánea sabe que esta ciencia no habría sido posible sin el principio de Galileo. De ese modo, actuó la influencia espiritual, para que ahora apareciese como ciencia espiritual; Galileo se colocó en la catedral de Pisa ante la oscilante lámpara de la iglesia, y la física moderna extrajo sus principios. Las fuerzas espirituales guías de la humanidad, realizan su actividad de una manera muy misteriosa.
Ahora nos acercamos al tiempo, en que las personas deben tomar conciencia de estos poderes de guía. Llegaremos siempre a una mejor y mayor comprensión de lo que tiene que suceder en el futuro, si entendemos correctamente lo que está actuando, de manera inspiradora, como el nuevo esoterismo. Debemos reconocer que esos mismos seres espirituales, que los antiguos egipcios indicaron como sus dioses, cuando los griegos les preguntaron acerca de sus maestros, ahora están asumiendo nuevamente el control colocándose bajo el liderazgo de Cristo. Los hombres sentirán cada vez más, cómo los seres espirituales, pueden hacer que reaparezca con un mayor brillo, en un estilo más noble y en un nivel más alto, lo que era pre-cristiano. La conciencia necesaria para el tiempo presente, que debe ser una conciencia intensificada, debe evocarnos la sensación de nuestro alto deber y gran responsabilidad en lo referente al reconocimiento del mundo espiritual. Esto solo puede penetrar nuestras almas cuando hemos reconocido, en el sentido indicado, la tarea de la ciencia espiritual.

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