la
formación del destino
16
de noviembre de 1915, ciclo de 5 conferencias pronunciadas en
Berlín.
primera
conferencia
La vida espiritual en el mundo físico y la vida entre la muerte y un nuevo nacimiento
Mis
queridos amigos, esta tarde, cuando, para mi profunda satisfacción,
puedo estar con ustedes nuevamente después de una larga ausencia,
dejemos que nuestros primeros pensamientos se dirijan una vez más al
ámbito donde se suceden los grandes acontecimientos de nuestro
tiempo, donde muchos de nuestros seres queridos y hermanos en
humanidad tienen que entrar con su propia vida y alma para el
desempeño de las tareas que se requiere de ellos en este tiempo.
Y
para aquellos que como consecuencia de estos eventos ya han pasado
por la puerta de la muerte:
¡Espíritus
siempre vigilantes, guardianes de sus almas!
Que
vuestras vibraciones fluyan
Hacia
los hombres de la tierra comprometidos con vuestro cometido.
Nuestras
almas pidiendo amor:
Que,
unido a vuestro poder,
Nuestra
oración pueda irradiar servicialmente
Hacia
las almas en amorosa búsqueda.
Y
ese Espíritu que estamos buscando mediante la profundización de la
Ciencia Espiritual, (Espíritu con el que deseamos unirnos, que
descendió a la Tierra y pasó por la Muerte terrenal para la
salvación de la humanidad, para la curación, el progreso y la
libertad de La Tierra): que Él esté a vuestro lado en todos
vuestros difíciles cometidos.
Después
de una larga ausencia, puedo estar nuevamente entre ustedes, y me
gustaría dedicar especialmente las tres conferencias de esta semana
a dirigir nuestra mirada a un conocimiento del mundo espiritual, que
está más o menos en estrecha relación con aquellos importantes y
profundamente incisivos acontecimientos de nuestro tiempo que tan
profundamente nos conmueven. Nuestra atención no debe dirigirse
inmediatamente a los eventos en sí mismos, sino a lo que quizás en
cada uno, en el sentimiento de todos nosotros, está relacionado con
estos eventos, como enigmas, como preguntas incómodas concernientes
al destino del hombre y el Cosmos. A esto debe dirigirse nuestra
atención: a ese destino más amplio del alma humana, al cual está
sujeta en esa región de la existencia cósmica a la que también se
dirige la mirada de la Ciencia Espiritual, y que no está limitada a
la existencia material terrenal. En este momento estamos muy tentados
de llamar a la puerta por la que pasa el ser humano cuando abandona
este cuerpo terrenal. Se nos insta a que el ser humano pueda mirar
hacia arriba cuando necesite un mayor consuelo, una fuente de fuerza
más profunda que la que se puede obtener de la vida material. De
cuántas maneras clama la voz del mundo espiritual, en estos tiempos
a nuestros corazones, incluso a aquellos que no desean penetrar en el
mundo espiritual, pero cuyos corazones son sin embargo ventanas al
mundo espiritual. Cuán claramente y de qué manera el mundo
espiritual golpea estas ventanas en nuestros días. Por lo tanto, es
apropiado que volvamos a reunir, desde un punto de vista especial,
muchas cosas que podemos saber acerca de este mundo espiritual.
Cualquiera
que trascienda los estrechos prejuicios del materialismo, (prejuicios
que niegan por completo la existencia de un mundo espiritual), debe
admitir una cosa. La visión de aquellos que no niegan la existencia
de un mundo espiritual sino que simplemente mantienen que el hombre
no puede aprender nada de él por medios humanos, va un poco más
allá. Si uno no se encuentra en el punto de vista del materialista
absoluto, sino que ha madurado tanto como para admitir al menos, la
existencia de un mundo espiritual, y esta etapa puede alcanzarse
pronto, aunque tal persona niegue la posibilidad de saber nada de
ello, no está lejos de la idea de que el conocimiento que se puede
asimilar y los resultados que se pueden adquirir a través del mundo
material ordinario, deben ser triviales en comparación con el que se
extiende como un reino más amplio en el mundo espiritual que subyace
detrás de lo físico-sensible. Ciertamente, en nuestros días hay
almas materialistas de mente estrecha que encerrarían a todo el ser
humano en límites tan estrechos que el hombre tendría que ser
considerado poco más elevado que el animal, y como perteneciente por
entero a la evolución animal. Ciertamente, hay tales hombres. Pero
serán cada vez menos; y, como hemos visto a menudo, incluso la
Ciencia Natural ahora no admite estos prejuicios. Y aunque solo
comienza admitiendo que en el ser humano hay algo que trasciende la
naturaleza externa, muy pronto surgirá el conocimiento de cuán
trivial y limitado es aquello que el mundo físico-sensible abarca,
en comparación con la grandeza y la fuerza de todo el universo. Y si
luego estudiamos al hombre mismo y nos damos cuenta de lo que vive y
puede vivir en él, no podemos hacer otra cosa que decir: "No
importa cuán lejos pueda extenderse el mundo espiritual, por grande
que sea su reino, el hombre es una especie de microcosmos". en
sí mismo. ”Por mucho que se empeñen en sostener eso como
improbable; él ser del hombre, sin embargo, se extiende a todo el
reino del mundo espiritual. Aunque para la percepción sensorial, las
profundidades del alma en las que se extienden las partes más
profundas del mundo espiritual pueden ocultarse, se extienden al ser
humano. El hombre no solo consiste en cuerpo físico, en una
combinación de fuerzas físicas externas y sustancias, sino que
también es producto de todo el Cosmos, un verdadero microcosmos. Y
mucho de lo que nos esforzábamos antes en buscar, era con la
intención de mostrar, en detalle, hasta qué punto el hombre es
producto del mundo espiritual y cuán lejos deben buscarse realmente
en él, no solo las fuerzas de esta tierra, sino también Podríamos
decir también los de todos los cielos. Cuando se capta este
pensamiento, se verá claramente que mediante el conocimiento
ordinario, realmente podemos saber muy poco del hombre. A través de
la ciencia ordinaria, sabemos ciertas cosas concernientes a las leyes
naturales, (conocimiento que adquirimos entre el nacimiento y la
muerte). Pero incluso una muy pequeña penetración en la ciencia
espiritual, (no la suficiente como para llamarse conocimiento sino
para verter luz sobre los enigmas de la vida), nos hará darnos
cuenta de que, si hemos de entender al ser humano, debemos aplicarnos
a algo muy diferente que a la poca ciencia externa que podemos
adquirir entre el nacimiento y la muerte a través de los medios
externos del cuerpo, a través de los sentidos externos y de la
comprensión ligada al cerebro.
Ahora,
unamos este pensamiento con otro, con el pensamiento que hace de hilo
conductor de todas nuestras consideraciones: el pensamiento de las
vidas terrenales sucesivas. Lo que más asombra probablemente a
aquellos que no se han ocupado mucho de nuestras opiniones, es este
pensamiento de vidas sucesivas, y que el tiempo que pasamos aquí
entre el nacimiento y la muerte es relativamente tan corto, en
comparación con el tiempo que pasamos en el mundo espiritual entre
la muerte y el nacimiento. Desde muchos puntos de vista diferentes,
hemos afirmado que, como norma general, el tiempo que el hombre tiene
que pasar entre la muerte y el nacimiento es mucho más largo que el
tiempo relativamente corto entre el nacimiento y la muerte aquí en
la vida física. Hay una conexión entre los dos pensamientos que
acabo de expresar: que lo poco que adquirimos aquí entre el
nacimiento y la muerte, en forma de conocimiento y de frutos de la
vida, representan la riqueza espiritual del cosmos con el que el
hombre está conectado, aproximadamente, en la misma proporción que
representan el corto tiempo entre el nacimiento y la muerte y el
mayor tiempo entre la muerte y el nuevo nacimiento. Porque a partir
de las muchas consideraciones que hemos desarrollado, se desprende,
que en realidad la tarea del alma humana entre la muerte y el nuevo
nacimiento es asimilar otros conocimientos y fuerzas aparte de los
que adquirimos aquí en nuestra vida física.
Realmente,
se puede decir, mis queridos amigos, que cuando entramos en la vida
física terrestre, cuando descendemos del mundo espiritual y nos
encarnamos en el cuerpo que nos dieron nuestros ancestros a través
de la herencia, nuestro deber es tener preparadas todas las fuerzas y
todas las finas ramificaciones de aquellas fuerzas que precisamos con
el propósito de organizar este cuerpo nuestro. Saben que nuestro
cuerpo, tal como lo recibimos, nace de nuestros padres. Pero a este
cuerpo, se le une nuestro ser psíquico-espiritual, y este ser ha
pasado mucho tiempo en el mundo espiritual entre la muerte y el nuevo
nacimiento. Podríamos ver, (si fuera necesario por un momento,
plantear tal hipótesis), en qué puede convertirse este ser humano
externo simplemente mediante las fuerzas de la herencia, mediante las
propias fuerzas de la sustancia que nos otorgan nuestros padres,
veríamos que con solo estas fuerzas, el hombre no puede convertirse
en lo que él es. A través de estas fuerzas que representan nuestra
existencia física externa, y dentro de estas sustancias y grupos de
órganos, debemos verter lo que nosotros como almas traemos, dentro
de la forma que recibimos de nuestros padres; y a partir de la
sustancia abstracta del alma, formamos la persona individual que
somos.
Como he
dicho: es una hipótesis absurda, pero podemos usarla para aclarar
las cosas: pensemos por una vez, qué podría haber ocurrido, si
todos ustedes simplemente hubieran nacido de sus padres. Dejemos el
Karma fuera de consideración, y dejemos de tener en cuenta el hecho
de que, por supuesto, nacemos en familias definidas; Y consideremos
tan solo la herencia física. Entonces todos ustedes serían iguales
como seres humanos. Solo tendrían el carácter físico humano
general. Que ustedes sean individuos bien definidos, que tantos seres
individuales estén aquí ante nosotros, está basado en el hecho de
que la forma humana general, incluso en sus mínimos detalles, está
formada por la individualidad espiritual que desciende del mundo
espiritual y entra en lo que es dado por el padre y la madre.
A tal
fin, así como debemos tener dedos para agarrar un objeto en el mundo
físico, así como debemos percibir un objeto para poder agarrarlo,
así como debemos tener los órganos necesarios y también debemos
haber aprendido a agarrar una cosa, así debemos haber aprendido a
unir todos los diferentes órganos que forman nuestro cuerpo
físicamente. Todos tenemos oídos, pero cada uno oímos a nuestra
manera. Todos tenemos ojos, pero vemos individualmente. Para los
órganos externos esto es menos perceptible; En el comportamiento
interno del hombre es más acusado. Por lo tanto, debemos insertar
nuestra esencia psíquico-espiritual en todos estos órganos
generalizados, y moldearlos individualmente. Debemos aprender a
conocer las fuerzas, las formaciones psíquico-espirituales internas,
para que lo que recibamos a través de la herencia como oídos,
nariz, ojos, cerebro, etc., podamos modelarlo individualmente. Eso
significa que cuando nacemos en el mundo físico debemos tener
conocimiento, y no solo conocimiento, sino también posibilidades
prácticas de usarlo. Esta maravillosa estructura del hombre, ¿cuán
poco sabemos realmente de ella a través de la ciencia externa?
Debemos aprender internamente toda la estructura sutil del cerebro,
porque tenemos que organizarlo interiormente. Y todos estos procesos
psíquicos y espirituales, todo lo que hace posible que seamos
hombres en un cuerpo humano entre el nacimiento y la muerte, todo lo
tenemos que adquirir por nosotros mismos. Así como tenemos que
adquirir habilidades por nosotros mismos en la vida, también debemos
adquirir entre la muerte y el nuevo nacimiento el poder de ser
hombres en la vida física. Debemos tener esto presente. Esto debe
quedar muy claro para nosotros, y entonces podremos formarnos una
idea de lo que no sabemos del hombre mediante el conocimiento
meramente físico, sino que debemos comprender a través de ese otro
conocimiento que tenemos que asimilar en una forma práctica entre
Muerte y nuevo nacimiento. Pero sabemos que lo que asimilaremos entre
la muerte y el nuevo nacimiento se basa en todo lo que hemos
asimilado en vidas anteriores de la Tierra. Y así, al igual que en
cierto sentido nuestra vida física aquí está regulada entre el
nacimiento y la muerte, también lo está nuestra vida entre la
muerte y el nuevo nacimiento. Entramos en la vida física como niños
pequeños, podríamos decir, como medio dormidos, soñando. No
podemos desarrollar la memoria de inmediato, primero tenemos que
aprender a desarrollarlo. Sin embargo, si examinamos las cosas más
detenidamente, encontramos que durante el tiempo antes de desarrollar
la memoria, se adquieren ciertas relaciones con el mundo exterior. El
niño primero busca a tientas y luego aprende a agarrar. Así se
adquieren sistemáticamente ciertas cosas. El niño aprende mucho
durante este tiempo, mucho más de lo que normalmente se supone.
Entonces, nuevamente, cada época de la vida sigue su curso, de modo
que las épocas posteriores se basan en las anteriores. No solo la
formación estructural del hombre se construye aquí entre el
nacimiento y la muerte, sino también su vida. Y su vida entre la
muerte y el nuevo nacimiento se rige y regula de manera similar. En
este sentido, para tomar conciencia de cuán regulada está nuestra
vida, solo tenemos que recordar algo que hemos sabido desde hace
mucho tiempo.
A
menudo hemos hecho énfasis en el hecho de que, para nuestra vida
anímica aquí en la existencia física, necesitamos una concepto de
nuestro Ego, que una vez adquirido, (en el segundo, tercer y cuarto
año de vida, tiempo hasta el que podemos retroceder con la memoria),
ya nunca debe dejarnos. En un hombre en quien se rompe, hasta cierto
punto, este hilo del ego, se produce una perturbación del equilibrio
del alma. Tales personas existen, como he mencionado a menudo, pero
realmente sufren de una enfermedad psíquica grave. Puede suceder que
un hombre se separe repentinamente de la conexión con su Ego. Es
incapaz de recordar su vida anterior. Puede, por ejemplo, ir a la
estación y comprar un billete para ir de un lugar a otro. Su razón
funciona bastante normalmente. En las estaciones intermedias hace
todo lo necesario, de una manera bastante razonable. Pero no recuerda
nada de lo que antes tuvo lugar. Su vida interior solo abarca hasta
el punto en que resolvió comprar el billete y hacer el viaje. Viaja
por todo el mundo con la mente y la razón en orden. Luego llega un
momento en el que sabe: quién es. Hasta entonces, su vida del alma
se había extinguido con respecto al recuerdo. La comprensión puede
estar en orden, aunque el recuerdo se apague. El ego se retira y el
hombre sufre una enfermedad psíquica grave. Yo mismo conocí a
alguien que, mientras ocupaba un puesto relativamente alto, de
repente se vio afectado por una enfermedad así. De repente tuvo el
impulso de viajar, después de haber olvidado todo sobre sí mismo y
quién era él. Viajó, como se podría decir, a través del mundo a
ciegas de un lugar a otro, y se encontró nuevamente en su ciudad
natal, en un asilo para personas sin hogar. Entonces de repente
volvió a ser quien era. El intervalo lo pasó de manera bastante
racional, pero sin conectarse con el resto de su vida. La enfermedad
le sobrevino por segunda vez, pero esta vez se suicidó cuando aún
estaba en ese estado de conciencia en el que la memoria se disociaba
del Ego.
Vemos
pues, que al igual que en la vida entre el nacimiento y la muerte, el
Ego debe ser un hilo continuo, que en ningún momento de la vida
cotidiana puede romperse, perdiendo así la posibilidad de recordar
lo que ha sucedido desde aquél momento de nuestra infancia, hasta el
que se puede retroceder con el recuerdo, así debe ser también en la
vida entre la muerte y el nuevo nacimiento. Allá, también, debemos
tener siempre la posibilidad de conservar nuestro Ego. Esta
posibilidad nos la proporciona el hecho de que en los primeros días
después de la muerte transcurren de la manera que a menudo hemos
descrito. Inmediatamente después de la muerte, el hombre tiene ante
sí, como en un poderoso panorama, la vida que acaba de llegar a su
fin. Durante varios días recorre toda su vida pasada, pero siempre
de manera que toda la vida se muestra ante él. Se encuentra ante él
como en un gran panorama. Ahora bien, por supuesto, si se observa más
de cerca, en su revisión de la vida pasada, resulta que estos días
están como si dijéramos, dotados de cierto poder de observación.
En cierto sentido, consideramos la vida durante estos días desde el
punto de vista del Ego. Vemos en particular todo lo que le interesaba
a nuestro Ego. Vemos las relaciones que tenemos con una persona, pero
las vemos en relación con los resultados que nosotros mismos
obtuvimos de ellas. Por lo tanto, no consideramos las cosas muy
objetivamente, sino que vemos todo lo que ha sido provechoso para
nosotros mismos. El hombre se ve en todas partes como el centro. Y
eso es extremadamente necesario. Porque a partir de estos días,
cuando ve todo lo que ha sido fructífero para él, surge la fuerza
interior y la fuerza que necesitará a partir de ahora en su vida
entre la muerte y el nuevo nacimiento, de poder retener firmemente el
pensamiento del Ego. Porque la capacidad de poder retener el Ego
entre la muerte y el nuevo nacimiento se la debemos a esta visión de
la vida pasada; el poder para hacerlo realmente procede de eso. Y
nuevamente debo poner énfasis especialmente en ello, aunque lo he
dicho antes, el momento de la muerte es de extraordinario
significado. La muerte es algo con dos aspectos marcadamente
diferentes. Considerado desde aquí, desde el mundo físico,
ciertamente tiene muchos aspectos tristes, muchos aspectos dolorosos.
Pero realmente aquí solo vemos la muerte desde un lado; Después de
nuestra muerte la veremos desde el otro. Entonces se vuelve el
acontecimiento más satisfactorio y más perfecto que posiblemente
podamos experimentar, porque allí es un hecho vivo. Mientras que
aquí la muerte es una prueba de lo frágil y transitoria que es la
vida física del hombre, vista desde el mundo espiritual, en realidad
es la prueba de que el espíritu triunfa siempre sobre todo lo que no
es espiritual, que el espíritu es siempre la vida. La vida eterna,
siempre inconquistable.
La
muerte es precisamente la prueba de que en realidad no hay muerte,
que la muerte es un maya, una ilusión. Aquí radica la gran
diferencia entre la vida desde la muerte hasta el nuevo renacer y
nuestra vida aquí desde el nacimiento hasta la muerte. Porque como
ustedes saben, nadie puede con las facultades comunes del
conocimiento, recordar su propio nacimiento. Nadie puede probar su
propio nacimiento por experiencia personal, porque ni él mismo lo ha
visto. El propio nacimiento es algo que el ojo humano no puede ver
aquí en la vida física. Este hecho se encuentra fuera del límite
de tiempo que podemos recordar. El nacimiento nunca está incluido en
nuestro recuerdo. Sin embargo, la muerte, (y en esto se distingue del
nacimiento por su importancia después de la muerte), se presenta
ante nuestra visión espiritual como el evento más grande,
significativo, vivo y perfecto de nuestra vida entre la muerte y el
nuevo nacimiento. Porque la muerte es precisamente el medio por el
cual retenemos nuestra conciencia del ego después de la muerte. Y
así como en la vida física es imposible recordar nuestro
nacimiento, en la vida entre la muerte y el nuevo nacimiento es
necesario y evidente, en el gran momento, en que el espíritu se
separa del cuerpo, durante todo el tiempo que pasamos en el mundo
espiritual, estar siempre ante nuestra mirada psíquico-espiritual.
Porque desde esa muerte fluye hacia nosotros, en conexión con lo que
hemos experimentado aquí, la fuerza que necesitamos para sentirnos
como "Yo". Podríamos decir: "Si no pudiéramos morir,
nunca podríamos experimentar un Ego espiritual". La
posibilidad de experimentar un Ego espiritual, se la debemos al hecho
de que podemos morir físicamente ”. Ahí radican los hechos para
nuestro Ego. El Ego se reafirma y se fortalece al experimentar esos
primeros días después de la muerte, en los que todavía estamos
dentro de nuestro cuerpo etérico. Después, el cuerpo etérico se
deja a un lado y experimentamos, retrospectivamente, la vida
anterior; a esto le llamamos el paso del alma humana a través del
mundo del alma; una vida que dura más que esa vida más corta que
dura solo unos pocos días y que sigue inmediatamente a la muerte
física.
Ahora,
prevalece la opinión de que una persona que puede ver el mundo
espiritual de inmediato lo ve todo. A menudo he corregido esto.
Nada
produce tanta humildad como la verdadera visión del mundo
espiritual. Porque se puede estar buscando durante mucho tiempo, y la
investigación de los hechos singulares del mundo espiritual es
realmente un trabajo largo, largo, y se lleva a cabo por medio de las
fuerzas del mundo espiritual. Es un mero prejuicio creer que
cualquiera que busque en el mundo espiritual, pueda dar información
de inmediato sobre todo. Así como aquí, en el mundo físico, las
cosas se investigan gradualmente, en el transcurso del tiempo, así
es también en la vida espiritual; Las cosas tienen que ser
investigadas poco a poco. Y ahora me gustaría tocar un punto que
debe parecer importante para algunos de los presentes: que es, la
concordancia absoluta de los diferentes hechos espirituales a medida
que salen a la luz, a medida que surgen continuamente en nuevas
formas. Incluso para quienes aún no ven dentro del mundo espiritual,
esto puede ser una prueba de la verdad de aquello por lo que se está
esforzando una investigación verdadera y genuina. En mi Ciencia
Oculta he dado, desde diferentes puntos de vista, un tiempo definido
para los períodos de la vida entre la muerte y el nuevo nacimiento.
Ahora quisiera presentar otro punto de vista que no mencioné en mi
Ciencia Oculta por una simple razón, que no les ocultaré, para que
puedan ver que la Ciencia Espiritual se esfuerza aquí de una manera
honesta y correcta: la sencilla razón fue que en ese momento yo
todavía no conocía estos hechos, sino que solo más tarde pude
descubrirlos. Hay una cierta conexión entre la vida espiritual que
puede desarrollarse aquí en el plano físico y la vida espiritual
entre la muerte y el nuevo nacimiento. Ya saben que pasamos nuestra
vida física aquí entre el despertar y el dormir. Por un lado,
tenemos plena conciencia en el estado de vigilia, y luego, para el
hombre normal, se presenta una condición inconsciente, en el tiempo
entre dormir y despertar.
También
es de todos conocido, (si han leído el libro, "Cómo se obtiene
el Conocimiento de los mundos superiores"), que esta vida del
sueño puede iluminarse con la conciencia, que es posible investigar
lo que ocurre entre quedarse dormido y despertarse. Si podemos lograr
esto y aprender más y más de la vida que el hombre pasa aquí
mientras duerme, realmente aprendemos a conocer un asombroso reino de
la Vida. En esta condición inconsciente entre el dormir y despertar,
un inmenso y asombroso reino de la vida humana fluye, que no es
percibido por la existencia humana normal. Pasan muchas cosas
entonces. Y lo que mas nos sorprende, en esta vida del sueño, es que
es mucho más activa que la vida entre estar despierto y dormir.
Mientras dormimos, estamos con nuestro Ego y nuestro cuerpo astral, y
dejamos nuestros cuerpos físico y etérico fuera de nosotros. Ahora
bien, incluso esta vida externa es activa, con muchas personas una
vida muy activa. Aparece muy activa porque no tenemos en cuenta todas
las inactividades que existen en esta vida exterior. Realmente, si
todo en esta vida externa tuviera que proceder de nuestra propia
iniciativa, deberíamos sorprendernos enormemente de lo diferente que
sería todo.
Piensen
tan solo: se levantan todas las mañanas, apenas toman la decisión
de levantarse, lo hacen por costumbre; y realmente no se llega a
tener un conocimiento más exacto de lo que significa estar tan
conectado con todo el orden cósmico, que pasan su vida en momentos
definidos en una u otra de estas dos condiciones de vigilia y sueño,
y regulan su vida en consecuencia. ¿Cuánta gente piensa en esto?
Todo esto transcurre de una forma rutinaria. Pero ahora, traten por
una vez, de considerar cuánto de nuestra vida transcurre de esta
manera, para que, en cierto sentido, pasemos por la vida como
autómatas. Entonces llegarán a reconocer que hay mucha menos
actividad en la vida entre el despertarse y quedarse dormido, pero
una gran actividad en la vida entre el dormir y el despertar. Allí
tiene lugar una actividad tremenda y completa. Es un hecho
interesante que las personas que son relativamente indolentes en la
vida externa entre despertarse y dormir son las más ocupadas entre
dormir y despertar. Entonces el hombre es extremadamente activo, solo
que no es consciente de esto en la vida ordinaria. Si examinamos más
detenidamente lo que impulsa el alma, es decir, el Ego y el cuerpo
astral, encontramos que esta actividad está en realidad íntimamente
conectada con toda la existencia del hombre, aunque en nuestro viaje
a través de la vida tomamos de ella conscientemente muy poco con
nosotros. No procesamos el total de nuestra vida según nos viene
externamente. Me gustaría dar un buen ejemplo de esto. Consideren
esto, ahora está escuchando esta conferencia, que dura quizás una
hora. Realmente puedo decir, sin querer ofender a ninguno de los
queridos amigos sentados aquí: que sería posible escuchar
infinitamente más cosas, en las palabras de esta conferencia que los
diferentes amigos sentados aquí, están escuchando. De hecho, sería
posible reunir mucho más de todo lo que estoy diciendo, de lo que yo
sé. Pero lo que quiero decir es esto, (y lo digo solo para ilustrar
lo anterior), se irán a casa en seguida, se meterán en la cama y se
dormirán, y mañana por la mañana se despertarán. Y en el tiempo
transcurrido entre su sueño y su vigilia, (de manera bastante
inconsciente, con respecto a la conciencia normal, por supuesto),
reelaborarán sobre gran parte de lo que ahora están en condiciones
de escuchar. Trabajarán mucho en ello cuando se duerman esta noche y
quizás también durante las noches siguientes. Uno ve almas
reelaborando lo que han absorbido entre dormir y despertarse, de una
manera muy diferente. Y aunque ocurriera que alguien hubiera estado
poco atento, y simplemente había sido algo receptivo, a través de
esa receptividad atraería a su alma los poderes espirituales y el
impulso en la conferencia. Y sobre eso elaborarían durante el sueño
y lo transformarían en lo que necesitamos no solo para el resto de
la vida hasta la muerte, sino más allá de la muerte. Así
elaboramos a lo largo de toda nuestra vida, a medida que transcurre
durante el día entre nuestro despertar y dormir. Todo lo que
experimentamos durante el día, es reelaborado durante la noche. De
este modo, aprendemos las lecciones que necesitamos para el resto de
nuestra vida aquí, y más allá de la muerte en la próxima
encarnación. Cuando estamos dormidos, somos nuestros propios
reelaboradores proféticos de nuestra vida. Esta vida del sueño está
llena de enigmas tremendamente profundos, porque está mucho más
profundamente conectada con lo que experimentamos, que la conciencia
externa, y trabajamos en ello desde el punto de vista de su validez
para la vida siguiente. Lo que podemos hacer de nosotros mismos a
través de lo que hemos experimentado, es el objeto de nuestro
trabajo en el tiempo entre dormir y despertar. Ya sea que seamos más
fuertes y más poderosos anímicamente, o tal vez tengamos algo que
reprocharnos, trabajamos en todas nuestras experiencias para que se
conviertan en fruto de la vida. En ello se ve, que la vida entre
dormir y despertar es realmente enormemente significativa, y que se
adentra profundamente en todo el enigma del hombre.
Quizás
un día, el investigador espiritual tenga la intención, podemos
decir incluso el propósito, de comparar esta vida del sueño con
otra, con una vida suprasensible, y decide compararla con aquellos
días que transcurren durante la vida en el Kamaloka. Y observe aquí,
(aunque esto solo se puede ver con la clarividencia), que si bien
aquí en la vida podemos recordar todo lo que hemos experimentado en
nuestra vida cotidiana, después de la muerte, una vez que ha pasado
el cuadro de la vida, obtenemos un recuerdo de todas nuestras noches.
Este es un secreto importante que se nos revela. Recordamos toda
nuestra vida nocturna. Esta revisión se presenta de tal manera que
realmente vivimos al revés empezando desde la última noche pasada
aquí en la vida, después pasando a la anterior, y así
sucesivamente. De esta manera, experimentamos toda la vida nuevamente
al revés, pero tal como se ve desde el aspecto nocturno. En este
recuerdo retrospectivo, vuelve a experimentarse lo que se ha pensado
e investigado inconscientemente. Se retrocede realmente en la vida,
pero no desde el aspecto diurno. ¿Cuánto tiempo dura
aproximadamente? Hay que recordar, que dormimos cerca de un tercio de
nuestra vida. Como saben, hay personas que naturalmente duermen mucho
más. Pero en término medio dormimos un tercio de nuestra vida. Por
lo tanto, esta retrospectiva también dura aproximadamente un tercio
de nuestra vida terrenal, porque hemos de experimentar las noches.
Piensen cuán maravillosamente concuerda eso con los otros puntos de
vista que se han aclarado. Siempre hemos dicho que la vida en el
Kamaloka dura aproximadamente un tercio de la vida de cada uno. Y
cuando tenemos eso en cuenta, nuevamente vemos que debe ser un
tercio. Así se armonizan estas cosas. Los detalles siempre encajan.
Eso es lo maravilloso de la investigación espiritual: se aprende a
conocer un hecho y, cuando eso se resuelve, lo aprende nuevamente
desde otro aspecto.
Se
asemeja al caso de un hombre que sube una colina desde la que ve algo
primero desde un lado y luego desde otro lado, pero los puntos
esenciales son siempre los mismos. De modo que se puede decir: aquí,
en la vida terrestre entre el nacimiento y la muerte, nuestra vida se
experimenta de manera que siempre se interrumpe, siempre se rompe con
la vida nocturna; y solo recordamos la vida cotidiana, las cosas que
hemos experimentado durante el día. Pero en la vida nocturna hacemos
algo más que recordar; trabajamos sobre lo experimentado y lo
transformamos, como se dijo anteriormente. Y lo que no podemos
recordar ahora, lo recordaremos durante la vida en el Kamaloka. Esa
es una conexión importante, y a partir de eso captarán muchas cosas
que quizás no podrían entenderse de otra manera. Solo tienen que
fijarse, especialmente en nuestro tiempo presente, cuántos hombres
relativamente jóvenes pasan por las puertas de la muerte. Ya he
dicho desde muchos puntos de vista el significado que esto tiene para
la vida colectiva de la humanidad. Pero veamos primero las dos
divisiones que acabamos de caracterizar. (Pasaremos a otras cosas en
el curso de estas conferencias). Consideremos primero la vida en el
cuerpo etérico que dura solo unos pocos días, durante los cuales un
hombre tiene el panorama de su vida ante él, y luego consideraremos
la La vida del alma en el mundo del alma. Al pasar por la vida
anterior desde el lado de la noche, podremos ver fácilmente por qué
el investigador espiritual debe decir que incluso estos dos períodos
de la vida entre la muerte y el nuevo nacimiento, son diferentes para
un hombre que haya pasado relativamente temprano por las puertas de
la muerte; Si muriese a una edad posterior tendrá experiencias
diferentes. Esto nos afecta muy de cerca porque ahora están muriendo
muchos a una edad relativamente temprana. Han podido ver que las
divisiones que he distinguido son de gran importancia para nuestra
vida aquí en el mundo físico, que es así realmente. Estas
divisiones de la vida son así: la primera se extiende hasta el
séptimo año, hasta el cambio en la dentición; la siguiente a los
catorce años, la época de la pubertad; la otra abarca hasta los
veintiuno y así sucesivamente; En ciclos de siete años. Y si
consideran seriamente lo que se encuentra en estas fases de la vida,
verán que el trigésimo quinto año se convierte en una época
importante. Hasta entonces estamos, por así decirlo, en un estado de
preparación, mientras que más tarde hemos terminado la etapa
preparatoria y hemos construido nuestra vida sobre la base de lo que
se ha preparado hasta el año treinta y cinco. Este trigésimo quinto
año de vida es de gran importancia. Hasta entonces, no solo continúa
el crecimiento corporal, sino también el crecimiento del alma;
porque el alma de un hombre realmente crece.
Hay
que poner mucho énfasis, en que gran parte de la condición madura
de la vida, solo puede alcanzarse después del trigésimo quinto año.
Y si consideramos este trigésimo quinto año de vida desde otro
punto de vista, nos parecerá aún más significativo. Si colocamos
estos ciclos de siete años ante el alma, verán que, primero tenemos
la constitución del cuerpo físico a la edad de siete años, y la
edificación del cuerpo etérico a la edad de catorce años. Del
decimocuarto hasta el vigésimo primer año se forma y organiza lo
que llamamos el cuerpo astral; luego el alma sensible a la edad de
veintiocho años, el alma racional o intelectual a la edad de treinta
y cinco, y el alma consciente o espiritual a la edad de cuarenta y
dos. Y entonces llegamos al yo espiritual, que es una especie de
evolución posterior del cuerpo astral, y así sucesivamente. Las
épocas posteriores de la vida no progresan en períodos de siete
años, sino de manera irregular, ya que solo evolucionarán hacia la
regularidad en el futuro. Por lo tanto, a menos que se vea frustrado
por los errores de la educación, se sigue una cierta regularidad
hasta el año treinta y cinco. Ahora, podemos sentirnos especialmente
sorprendidos por el significado más profundo de todo el desarrollo
de la vida, cuando observamos personas que mueren en estas diferentes
épocas de la vida. Supongamos, meramente como ejemplo, que seguimos
el alma de un niño o niña de once, doce o trece años, que pasa por
la puerta de la muerte a esa edad tan temprana. De acuerdo con lo que
ya he descrito, en un caso tal, el cuerpo etérico, que teóricamente
habría podido cuidar la vida completa del niño, tales fuerzas no
utilizadas aún las lleva consigo. En general, sucede que el hombre
durante toda la vida entre el nacimiento y la muerte realmente se
prepara para la muerte. En realidad, toda nuestra vida es una
preparación para la muerte, en la medida en que trabajamos
continuamente en la destrucción del cuerpo. Si no pudiéramos
destruirlo, nunca podríamos alcanzar la perfección. Porque
alcanzamos la perfección, por así decirlo, con la destrucción del
cuerpo físico externo. Ahora bien, cuando un niño de trece años
atraviesa la puerta de la muerte, no logra el largo trabajo de
destrucción que podía haber realizado. No cumple todo lo que pudo
haber hecho. Esto se expresa de una manera notable. Si hacemos
seguimiento de un alma así, después de un cierto tiempo, la
encontramos en el mundo espiritual, un tiempo relativamente corto,
entre la muerte y el nuevo nacimiento, en lo que podríamos llamar
una asociación muy notable. La encontramos entre aquellas almas que
se están preparando para su próxima vida, que pronto tendrán que
descender nuevamente a la tierra. Es decir de almas que pronto se
encarnarán. Entre ellas, además, viven almas que pasan por la
puerta de la muerte a la edad de once, doce o trece años. Ella, se
coloca entre ellas. Y si observamos más de cerca estas conexiones,
resulta extraño decir que estas almas que pronto van a entrar en su
vida terrenal, requieren lo que estas otras almas puedan brindarles
de la tierra para darles la fuerza que por su parte requieren, para
entrar en un cuerpo físico. Así pues, las almas de los jóvenes son
una gran ayuda para aquellas otras que pronto deben descender a la
tierra. Los niños pequeños que son bastante normales, que no tienen
una vida espiritual prominente, pero que son meramente inteligentes,
normalmente pueden brindar cierta asistencia, que ya no puede
proporcionarles alguien que muere en los años posteriores. Ellos
también tiene su tarea, cada uno debe adaptarse a su propio Karma, y
no debemos, por este motivo, querer morir a esta o aquella edad, ya
que todos morimos a la edad que tenemos asignada por nuestro Karma.
Por lo tanto, la ayuda que un alma puede ofrecer a las otras almas
que esperan encarnarse, no puede ser dada por quienes mueren en años
posteriores. En un sentido, esto se basa en el hecho de que durante
la primera mitad de la vida, un alma está más cerca del mundo
espiritual, que en la segunda mitad de la vida. Sin embargo, en otro
sentido, este no es el caso. Pero, en cierto sentido, estamos más
cerca del mundo espiritual en la primera mitad de nuestra vida. De
hecho, cuando toda la vida sigue su curso, cuanto más tiempo vivimos
en el cuerpo físico, más nos alejamos del mundo espiritual. Un niño
de un año todavía está muy cerca del mundo espiritual. Cuando
abandona el plano físico, pronto se encuentra en el mundo
espiritual. Este es el caso hasta el decimocuarto año; hasta
entonces, un niño vive de tal manera en el cuerpo físico, que puede
entrar fácilmente en el mundo de las almas que buscan encarnarse
pronto. Esto se relaciona con el hecho de que incluso, el que muere
muy joven tiene experiencias diferentes a las de quien muere
posteriormente.
Por
lo tanto, el trigésimo quinto año de vida es un límite importante.
Si un hombre muere antes de los treinta y cinco años, primero
experimenta el panorama de la vida, y luego retrocede a través de la
vida nocturna. Pero durante toda esta experiencia del mundo
espiritual, ve, como si dijéramos "a través de un cristal
oscuro", como si estuviera viendo a través de las imágenes de
la vida, aquél mundo espiritual que abandonó al nacer. Su
perspectiva aún abarca al mundo espiritual. Pero si ya ha
sobrepasado los treinta y cinco años, entonces es muy diferente. Ya
no contempla aquello donde él mismo estaba antes de nacer. Esa es
una de esas cosas que particularmente nos golpean ahora, cuando
muchos mueren jóvenes.(hay que recordar que en la fecha, en que se
celebró esta conferencia, estaba en pleno apogeo la primera guerra
mundial, aproximadamente 20 millones de personas). Porque esta mirada
retrospectiva, hacia el mundo espiritual aún conserva un cierto
significado hasta los treinta y cinco años. Por supuesto, después
del decimocuarto, decimoquinto o decimosexto año, ya no hay una
visión tan directa, pero incluso desde entonces hasta el trigésimo
quinto año, si se produce la muerte, es como si la vida espiritual
se reflejara en todas partes en la panorámica retrospectiva de la
vida. Si uno muere bastante en la infancia, naturalmente no hay mucha
experiencia de la vida por la que retroceder, casi inmediatamente se
puede mirar al mundo espiritual. Si un niño muere a la edad de trece
años, tiene un panorama retrospectivo, pero inmediatamente detrás
está el mundo espiritual. Todavía puede ver claramente el mundo
espiritual. Si la muerte tiene lugar más tarde, el mundo espiritual
ya no se percibe tan claramente, pero está contenido en lo que uno
ve como la propia vida. Hasta el año treinta y cinco seguimos
conectados con ese mundo espiritual del que descendimos. Quien muere
antes de los treinta y cinco años, experimenta incluso en el primer
período de la vida en el que ve la panorámica de la vida, y luego
en el viaje retrospectivo a través del mundo del alma, que él
realmente está en una especie de patria que abandonó al nacer.
Tiene el sentimiento directo de volver a casa, al mundo del que
descendió. Esto es de tremenda importancia. Porque, en un sentido,
el que muere así como pueden ver, es colocado inmediatamente más
fácilmente en el mundo espiritual que el que muere más tarde. A
partir de su retrospectiva post mortem, él lleva mucha más
espiritualidad a su próxima vida entre el nacimiento y la muerte. Y
aquellos jóvenes que están muriendo en gran número en la
actualidad, desde este punto de vista se convertirán en portadores
importantes de verdades espirituales y conocimiento espiritual cuando
desciendan nuevamente a la tierra en su próxima encarnación. Vemos
pues, que el terrible sufrimiento que se abate sobre el mundo, es en
su conjunto, necesario para el curso de la existencia. Porque la
sangre que ahora fluye será el símbolo de una cierta renovación de
la vida espiritual en un momento particular del futuro, y esto es
necesario para toda la evolución de la humanidad. Entonces esas
almas, que ahora pasan por la puerta de la muerte tan temprano,
volverán a descender; pero la mayoría de ellos descenderán de
manera distinta a como lo habrían hecho, si hubieran alcanzado los
límites de la vida en la existencia material y luego hubieran
muerto. Es la Sabiduría Cósmica la que ahora llama a varias almas,
para que se les permita percibir incluso en su panorámica y
experiencias retrospectivas, profundos secretos espirituales
relacionados con la tierra. Esa también es la Sabiduría Cósmica,
porque de ese modo estas almas se llenan de aquello que contemplarán
en forma más fuerte cuando miren de nuevo; se habrán fortalecido
por la vida terrestre más corta que han sufrido. Esa es la verdadera
Sabiduría del Cosmos. Por consiguiente, debemos decir que mucho de
lo que con razón nos causa dolor cuando solo somos capaces de verlo
desde el punto de vista de la existencia terrenal, nos muestra su
lado redentor cuando lo observamos desde el punto de vista de la
visión espiritual. Pues así es con toda la vida. Es cierto que el
dolor terrenal, mis queridos amigos, no se puede evitar en la
actualidad mediante tales consideraciones. Debe experimentarse.
Porque esa es la verdadera condición para su compensación. Si no lo
experimentáramos en el mundo físico, nunca podría compensarse.
Pero aunque debamos sufrir muchas cosas en el mundo físico, hay
momentos en los que podemos situarnos en el punto de vista de lo
espiritual. Entonces reconoceremos que gran parte de lo que nos debe
parecer doloroso desde un punto de vista inferior es un tributo que
debe ofrecerse a los mundos espirituales superiores y a los sabios
seres que en él habitan, para que la evolución de todo el Cosmos y
de toda la existencia humana, puede avanzar no de manera unilateral,
sino en todas direcciones. La expiación por tanto sufrimiento debe
alcanzarse, y para este fin, el sufrimiento mismo debe primero
soportarse. La ciencia espiritual no nos puede ahorrar eso, pero
puede enseñarnos a ponerlo en el altar de la existencia, a buscar la
compensación y a reconocer la Sabiduría del Cosmos, a pesar de todo
el dolor que por fines elevados pueda causarnos. Esto es lo que la
ciencia espiritual puede darnos como una preciosa unción para toda
la existencia humana.
Del
coraje de los luchadores.
De
la sangre de las batallas,
Del
sufrimiento de los dolientes.
Del
sacrificio del pueblo,
De
allí madurarán los frutos del espíritu.
Si
conscientemente el alma
Vuelve
su pensamiento a los Reinos Espirituales.
Traducido por Julio Luelmo enero 2017