GA194 Dornach 30 de noviembre de 1919 - la misión del Arcángel Mikael - La futura cultura de Mikael

La antigua cultura del yoga y la nueva voluntad del yoga.

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Rudolf Steiner

La futura cultura de Micael

 sesta conferencia, 30 de noviembre de 1919


En mis conferencias de los últimos días, han visto ustedes que para una comprensión completa del ser humano, es necesario, diferenciar los diversos miembros del organismo humano y darse cuenta de la diferencia incisiva entre lo que podemos llamar la organización de la cabeza humana y lo que constituye el resto del organismo humano. Como saben, el resto del organismo humano está formado por dos miembros mas, de modo que en conjunto obtenemos una composición triple, pero para la comprensión de los significativos impulsos en la evolución de la humanidad a los que nos enfrentamos en el presente y en el futuro inmediato, la diferenciación entre la organización de la cabeza y el resto del hombre es prioritariamente importante.
Ahora bien, si hablamos espiritual y científicamente sobre el ser humano diferenciando entre la cabeza y el resto del hombre, entonces estas dos organizaciones son, para empezar, soportes para nosotros, soportes creados por la naturaleza misma para el elemento anímico, para el elemento espiritual, del cual son expresión y manifestación. El hombre está situado de una manera en la evolución total de la humanidad de la tierra, que se hace comprensible solo si se considera cuán diferente es la posición que ocupa la organización de la cabeza en esta evolución en relación con el resto de la organización humana. Todo lo relacionado con la organización de la cabeza, que se manifiesta principalmente como la vida del pensar del hombre, es algo que se remonta a la evolución post-atlantica de la humanidad. Cuando centramos nuestra atención en el tiempo inmediato posterior que siguió a la gran catástrofe atlante, es decir, el tiempo del sexto, séptimo, octavo milenio antes de la era cristiana, encontraremos un estado de ánimo del alma dominando las regiones del mundo civilizado de ese período que difícilmente se puede comparar con el estado de ánimo de nuestra alma. La conciencia y la plena concepción del mundo del ser humano de aquél tiempo apenas pueden compararse con lo que caracteriza nuestra visión sensorial y la percepción conceptual del mundo. En mi Ciencia Oculta, un esbozo (Anthroposophic Press, Nueva York) llamé a esta cultura que se remonta a tiempos tan antiguos, la cultura india primigenia. Podemos decir: el organismo de la cabeza humana de aquella época era muy diferente de nuestro organismo de la cabeza actual y el reconocimiento del espacio y el tiempo no era característico de aquél antiguo pueblo como lo es de nosotros. Al contemplar el mundo, experimentaban la sensación de distancias espaciales inconmensurables, y tenían una experiencia de los diversos momentos del tiempo simultánea. El fuerte significado del espacio y el tiempo en la concepción del mundo que hoy se tiene, no estaba presente en aquél antiguo período.
Los primeros indicios de esto se encuentran hacia el quinto y cuarto milenio, en el período que designamos el período persa primigenio. Pero incluso entonces el estado de ánimo de la vida anímica era tal que difícilmente puede compararse con el alma y el estado anímico del ser humano de nuestra era. En aquél tiempo antiguo, la principal preocupación del ser humano era interpretar las cosas del mundo como diferentes grados de luz, brillo y oscuridad, sombra. Las abstracciones en las que vivimos hoy eran completamente extrañas para aquella antigua población de la Tierra. Todavía existía una omniabarcante percepción universal, la conciencia de verse impregnado de todo lo perceptible con la luz y su sombra, con varios grados de oscuridad. Así fue como se concibió el orden mundial moral. Un ser humano que era benevolente y amable era experimentado como un ser humano luminoso y brillante, uno desconfiado y egoísta se experimentaba como un hombre oscuro. La individualidad moral del hombre era, por así decirlo, percibida alrededor de su aura. Y si hubiésemos hablado con un hombre de aquél antiguo tiempo persa primitivo sobre lo que hoy llamamos el orden de la naturaleza, no habría entendido una sola palabra. Un orden de la naturaleza en nuestro sentido no existía en su mundo de luces y sombras. Para él, el mundo era un mundo de luces y sombras; y en el mundo de los tonos, ciertos timbres de sonido que él designaba como luz, brillante, y ciertos otros timbres de sonido que él designaba como sombría oscuridad. Y lo que así se expresaba a través de este elemento de luz y oscuridad constituían para él los poderes espirituales y naturales. Para él, no existía diferencia entre poderes espirituales y naturales. Nuestra distinción actual entre la necesidad natural y la libertad humana le habría parecido una simple locura, porque esta dualidad de voluntad humana arbitraria y la necesidad de la naturaleza no existían para él. Todo debía ser incluido para él en una unidad físico-espiritual. Si tuviera que darles una interpretación pictórica del carácter de este concepto del mundo primigenio-persa, tendría que dibujar una forma ovalada. (Recibirá su significado completo solo a través de lo que seguirá).
Luego, después de que aquél estado anímico del hombre hubiera permanecido en el alma durante algo más de dos mil años, apareció un estado anímico, cuyos ecos aún podemos percibir en la concepción del mundo que tenían los caldeos y egipcios y en una forma especial en la concepción del mundo cuyo reflejo se conserva para nosotros en el Antiguo Testamento. Allí aparece algo que está más cerca de nuestra propia concepción del mundo. Allí el primer indicio de una cierta necesidad de la naturaleza entra en los pensamientos humanos. Pero esta necesidad de la naturaleza está aún muy alejada de lo que hoy llamamos el orden mecánico o incluso vital de la naturaleza; en aquél tiempo, los eventos naturales se concebían como idénticos a la voluntad divina, con la Providencia. La Providencia y los eventos de la naturaleza eran todavía uno. El hombre sabía que si movía su mano, era lo Divino dentro de él, impregnándolo, lo que movía su mano, lo que movía su brazo. Cuando un árbol era sacudido por el viento, la percepción del árbol tembloroso no era diferente para él de la percepción del brazo en movimiento. Veía el mismo poder divino, como la Providencia, en sus propios movimientos y en los movimientos del árbol. Pero hacía una distinción entre el Dios externo y el Dios interno; Sin embargo, era concebido como una unidad, el Dios en la naturaleza, el Dios en el hombre; eran el mismo Y para los seres humanos de esa época estaba claro que hay algo en el hombre por el cual la Providencia que está afuera en la naturaleza y la Providencia que está dentro del hombre se encuentran entre sí.
En aquél tiempo, el proceso de respiración del hombre era percibido de esta manera. La gente decía: Si un árbol se está agitando, este es el Dios que está afuera, y si muevo mi brazo, es el Dios que está adentro; Si inhalo el aire, actúa dentro de mí, y cuando lo exhalo, entonces es el Dios de fuera quien entra en mí y me abandona de nuevo. Así que, se percibía el mismo elemento divino por fuera y por dentro, pero simultáneamente, en un punto, fuera y dentro; la gente se decía a sí misma: al ser un ser que respira, soy un ser de la naturaleza de afuera y al mismo tiempo soy yo mismo.
Si he de caracterizar la concepción del mundo del tercer período cultural por medio de una línea, como lo he hecho para la concepción del mundo persa primigenio por la línea del dibujo anterior, tendré que caracterizarlo a través de la siguiente línea:
El circulo ahora, se retuerce formando una figura semejante a un ocho. Esta figura representa, por un lado, la existencia de la naturaleza externa, por el otro, la existencia humana, que pasa de uno a otro en un punto, en el proceso de respiración.
Las cosas se vuelven diferentes en la cuarta época, en la época greco-latina. Aquí el ser humano se enfrenta repentinamente con el contraste exterior-interior, de la existencia de la naturaleza y la existencia humana. El hombre comienza a sentir el contraste entre él y la naturaleza. Y si vuelvo a dibujar característicamente cómo el hombre comienza a sentirse en la época griega, tendré que dibujarlo de esta manera: por un lado, percibe lo externo y, por otro, lo interno; entre los dos ya no queda el punto de cruce. La figura del ocho desaparece y en su lugar quedan dos figuras ovaladas separadas.
Lo que el hombre tiene en común con la naturaleza permanece fuera de su conciencia. Se aleja de la conciencia. En el yoga indio se hace el intento de traerlo a la conciencia de nuevo. Por lo tanto, la cultura del yoga indio es un retroceso atávico a las etapas evolutivas previas de la humanidad, porque se intenta traer de nuevo a la conciencia el proceso de la respiración, que en la tercera época se sentía de manera natural como aquella en que existía por fuera y por dentro simultáneamente. La cuarta época comienza en el octavo siglo pre-cristiano. En aquél tiempo se desarrollaron los ejercicios de yoga de la India en la etapa tardía, que intentaban recuperar, de forma atávica, lo que la humanidad había poseído en épocas anteriores, muy particularmente en la cultura india, pero que se había perdido.
Así, se perdió esta conciencia del proceso respiratorio. Y si uno se pregunta: ¿Por qué la cultura del yoga indio intentó recuperarla? ¿Qué creía que ganaría con ello? se tiene que responder: lo que se pretendía obtener de ese modo era una comprensión real del mundo exterior. Porque a través del hecho de que en la tercera época cultural el proceso de respiración era entendido, se entendió ademas algo dentro del hombre que al mismo tiempo era algo externo.
Esto sin embargo, debe alcanzarse nuevamente; por otro camino. Vivimos aún bajo los efectos secundarios de la cultura en la que un elemento doble está presente en el estado de ánimo del alma humana, porque el cuarto período finaliza justo alrededor del año 1413, en realidad solo a mediados del siglo XV. Tenemos, a través de nuestra organización de la cabeza, una concepción incompleta de la naturaleza, lo que llamamos el mundo exterior; y tenemos a través de nuestra organización interna, a través de la organización del resto del hombre, un conocimiento incompleto de nosotros mismos.
Aquello en lo que pudimos percibir un proceso del mundo y al mismo tiempo es eliminado un proceso de nosotros mismos; no existe para nosotros.
Ahora se trata de recuperar conscientemente lo que se ha perdido. Eso significa que tenemos que adquirir la capacidad de tomar algo que está en nuestro ser interior, que pertenece al mundo exterior e interior simultáneamente, y que llega a ambos.
Este debe ser el esfuerzo del quinto período post-Atlante; a saber, el esfuerzo por encontrar algo en la vida interior humana en el que tiene lugar un proceso externo al mismo tiempo.
Recordarán ustedes que ya señalé este importante hecho; Lo señalé en mi último artículo en Soziale Zukunft (El futuro social) {Soziale Zukunft, vol. III: Geistesleben, Rechtsordnung, Wirtschaft (Vida espiritual, Orden jurídico, Economía), vol. IV: Dreigliederung und soziales Vertrauen (El triple orden social y la confianza Social) (no traducido al inglés) donde al parecer traté de estas cosas en su importancia para la vida social, pero donde claramente señalé a la misma necesidad de encontrar algo que el ser humano alcance dentro de sí mismo y que, al mismo tiempo, reconozca como un proceso del mundo. Nosotros como seres humanos modernos no podemos lograr esto regresando a la cultura del Yoga; que ya ha pasado. Porque el proceso de respiración en sí mismo ha cambiado. Esto, por supuesto, no podemos demostrarlo clínicamente; pero el proceso de respirar se ha hecho diferente desde el tercer período cultural post-Atlante. Hablando toscamente, podríamos decir: En la tercera post-alma; hoy él respira aire. No solo nuestros pensamientos se han hecho materialistas; la
realidad en sí misma ha perdido su alma.
Les suplico, mis queridos amigos, que no veán algo insignificante en lo que estoy diciendo ahora. Simplemente consideren lo que significa que la realidad misma, en la que la humanidad vive, ha sido transformada de tal forma que el aire que respiramos es algo diferente de lo que era hace cuatro milenios. No solo la consciencia de la humanidad ha cambiado, ¡oh no! había alma en la atmósfera de la tierra. El aire era el alma. Esto ya no es así hoy, o mejor dicho, es alma de una manera distinta. Los seres espirituales de la naturaleza elemental de los que os hablé ayer, penetran en vosotros, pueden ser respirados si uno practica Yoga de la respiración hoy. Pero aquello que se podía obtener en la respiración normal hace tres milenios no puede ser obtenido
ahora artificialmente. Creer que puede obtenerse es la gran ilusión de los Orientales. Lo que estoy afirmando aquí describe una realidad. El alma en el aire que pertenece al ser humano ya no existe. Y por tanto los seres de los que hablé ayer –me gustaría llamarlos los seres anti-Micaélicos– son capaces de penetrar en el aire y, mediante el aire, en el ser humano, y de esta manera entran en la humanidad, como lo describí ayer. Sólo somos capaces de expulsarlos si ponemos en el lugar del Yoga aquello que es la cosa correcta para el momento actual. Debemos esforzarnos por esto. Sólo podemos esforzarnos por aquello que es lo correcto para el momento actual si nos hacemos conscientes de una relación mucho más sutil del hombre con el mundo externo, de tal
forma que en lo que respecta a nuestro cuerpo etérico algo tiene lugar que debe entrar en nuestra consciencia cada vez más, similar al proceso respiratorio. En el proceso respiratorio, inhalamos oxígeno fresco y exhalamos carbono inútil. Un proceso similar tiene lugar en todas nuestras percepciones sensoriales. Simplemente piensen mis queridos amigos, que ven algo -tomemos un caso radical– supongan que ven una llama. Ahí tiene lugar un proceso que puede ser comparado con la inhalación, sólo que es mucho mejor. Si después cierran los ojos –y pueden hacer experimentos similares con cada uno de sus sentidos– tienen la impresión de la llama en la retina que gradualmente cambia –se apaga, como dijo Goethe. Aparte del aspecto puramente físico, el cuerpo etérico humano está esencialmente involucrado en este proceso de recepción de la impresión de la luz y su eventual apagado. Algo muy significativo está contenido en este proceso: contiene el elemento alma que, hace tres milenios, era respirado con el aire. Y debemos aprender a darnos cuenta del proceso sensorial, impregnado por el elemento alma de una manera similar a la que nos hemos dado cuenta del proceso respiratorio hace tres milenios.
Ya veis, mis queridos amigos, esto está conectado con el hecho de que el hombre, hace tres milenios, vivía en una cultura de la noche. Yahve se rebelaba por medio de sus profetas en los sueños nocturnos. Pero debemos procurar recibir en nuestras relaciones íntimas con el mundo no sentir meramente percepciones, sino también el elemento espiritual. Debe convertirse en una certeza para nosotros que con cada rayo de luz, con cada tono, con cada sensación de calor y su apagamiento entramos
en una relación del alma con el mundo, y esta relación del alma debe hacerse significativa para nosotros. Podemos ayudarnos a nosotros mismos a provocar esto.
Os he descrito el acontecimiento del Misterio del Gólgota en el cuarto período post-Atlante que, si deseamos ser precisos, comienza con el año 747 A.C. y acaba con el año 1413 D.C. El Misterio del Gólgota sucedió en el primer tercio de este período, y fue
comprendido al principio, con los remanentes del antiguo modo de pensamiento y cultura. Esta antigua manera de comprender el Misterio del Gólgota está agotada y una nueva manera de comprensión debe tomar su lugar. La antigua manera ya no basta, y se han hecho muchos intentos inadecuados para permitir que el pensamiento humano pueda entender el Misterio del Gólgota.
Ya veis, mis queridos amigos, todas las cosas externas materiales tienen su aspecto espiritual-anímico, y todas las cosas que aparecen en la esfera espiritual-anímica tienen su aspecto externo material. El hecho de que el aire de la tierra esté vacío de
alma, haciendo imposible al hombre respirar el aire anteriormente dotado de alma, tuvo un efecto espiritual significativo en la evolución de la humanidad. Ya que al ser capaz de respirar en el alma con la cual estaba originalmente relacionado, como se afirma en el comienzo del Nuevo Testamento; “Y Dios sopló en el hombre el aliento como alma viva”, el hombre tenía la posibilidad de hacerse consciente de la pre-existencia del alma, de la existencia del alma antes de que esta hubiera descendido en el cuerpo físico por medio del nacimiento o de la concepción. En cuanto el proceso de respiración cesó de estar dotado de alma el ser humano perdió la consciencia de la pre-existencia del alma.
Incluso en la época de Aristóteles en el cuarto período post-Atlante ya no era posible entender, con el poder humano de la comprensión, la pre-existencia del alma. Era completamente imposible.
Estamos enfrentados al extraño hecho histórico de que el más importante suceso, el suceso Crístico, aparece sobre la evolución de la tierra, aunque la humanidad debe primero madurar para poder comprenderlo. Al principio, es aún capaz de captar los
rayos del Misterio del Gólgota con los remanentes del poder de comprensión originado en la cultura primitiva. Pero este poder de comprensión se ha perdido gradualmente y el dogmatismo nos aleja cada vez más del entendimiento del Misterio del Gólgota. La
Iglesia prohibe la creencia en la pre-existencia del alma – no porque la pre-existencia sea compatible con el Misterio del Gólgota, sino porque el poder humano de comprensión dejó de experimentar la consciencia de la pre-existencia como una fuerza, al estar el aire vacío de alma. La pre-existencia se desvanece de la consciencia de la cabeza. Cuando nuestros procesos sensoriales estén dotados de alma nuevamente, habremos establecido un hito, y en este hito tomaremos el control de la voluntad humana que surge, desde el tercer estrato de la consciencia, como os he descrito recientemente. Entonces tendremos, al mismo tiempo, el elemento subjetivo-objetivo que tanto deseó Goethe. Tendremos la posibilidad de entender, de una manera sensitiva, la naturaleza peculiar del proceso sensorial del hombre en su relación con el mundo exterior. Los conceptos del hombre son muy bastos y toscos, que mantienen que el mundo exterior simplemente actúa sobre nosotros y nosotros, a su vez, simplemente
reaccionamos. En realidad, tiene lugar un proceso del alma desde el exterior hacia el interior, que es controlado por el proceso profundamente subconsciente e interno del alma, de tal modo que los dos procesos se solapan. Desde el exterior, los pensamientos cósmicos trabajan dentro de nosotros, desde el interior, la voluntad de la humanidad trabaja hacia afuera. La voluntad de la humanidad y el pensamiento cósmico se cruzan en este hito, igual que el elemento objetivo y subjetivo se cruzaron una vez en la respiración. Debemos aprender a sentir cómo nuestra voluntad trabaja por medio de nuestros ojos y cómo la actividad de los sentidos se mezcla delicadamente con la pasividad, provocando el cruce de los pensamientos cósmicos y la voluntad de la humanidad. Debemos desarrollar este nuevo Yoga de la voluntad. Entonces algo nos será revelado que será similar a aquello que fue revelado a los seres humanos en el proceso respiratorio hace tres milenios. Nuestra comprensión debe ser más anímica, mucho más espiritual.
La concepción del mundo de Goethe se esforzó en esta dirección. Goethe procuró reconocer el fenómeno puro, que llamaba el fenómeno fundamental, ordenando los fenómenos que influyen sobre el hombre en el mundo externo, sin la interferencia del pensamiento Luciférico que proviene de la cabeza del hombre mismo; este pensamiento sólo iba a servir para el ordenamiento de los fenómenos. Goethe no se esforzó por la ley de la naturaleza, sino por el fenómeno fundamental; esto es lo que era
significativo para él. Si, no obstante, llegamos a este fenómeno puro, a este fenómeno fundamental, hay algo en el mundo exterior que nos hace posible sentir el desdoblamiento de nuestra voluntad en la percepción del mundo exterior, y entonces
nos elevaremos a algo objetivo-subjetivo, como aún estaba contenido, por ejemplo, en la antigua doctrina Hebrea. Debemos aprender a no hablar simplemente del contraste entre lo material y lo espiritual, sino que debemos reconocer la interacción de lo
material y lo espiritual en una unidad precisamente en la percepción sensorial. Si dejamos de mirar a la naturaleza de una forma meramente material y, es más, si no pensamos en un elemento alma, como Gustave Theodore Fechner hizo, entonces surgirá
algo que significará para nosotros lo que la cultura de Yahve significó para la humanidad hace tres milenios. Si aprendemos, en la naturaleza, a recibir el elemento alma junto con la percepción sensorial, entonces tendremos la relación Crística con la
naturaleza exterior. Esta relación Crística con la naturaleza exterior será como una especie de proceso respiratorio espiritual.
Seremos ayudados si nos damos cuenta gradualmente, con nuestro sólido sentido común, que la pre-existencia yace en la base de la existencia de nuestra alma. Debemos complementar el concepto puramente egoísta de la post-existencia, que surge
simplemente de nuestro deseo de existir tras la muerte, con el conocimiento de la preexistencia del alma. Debemos elevarnos de nuevo hasta el concepto de la verdadera eternidad del alma. Esto es lo que podemos llamar cultura de Micael. Si nos movemos
por el mundo con la consciencia de que con cada mirada que dirigimos al exterior, con cada tono que oímos, algo espiritual, algo de la misma naturaleza del elemento alma fluye al mundo, hemos ganado la consciencia que la humanidad necesita para el futuro.
Vuelvo una vez más a la imagen: veis una llama. Cerráis los ojos y tenéis la imagen impresa en la retina que se desvanece. ¿Es eso meramente un proceso subjetivo? Sí, dice el fisiólogo moderno. Pero eso no es cierto. En el eter cósmico esto significa un
proceso objetivo, igual que la presencia en el aire del ácido carbónico que exhaláis es un proceso objetivo. Estáis tratando aquí con el elemento objetivo; tenéis la posibilidad de saber que algo que tiene lugar dentro de vosotros es al mismo tiempo un delicado proceso cósmico, si os hacéis conscientes de ello. Si miro una llama, cierro mis ojos, y dejo que se desvanezca –se desvanecerá incluso aunque deje mis ojos abiertos, sólo que entonces no lo notaré– luego experimento un proceso que no tiene lugar simplemente dentro de mí, sino que tiene lugar en el mundo. Pero este no es el caso solo con respecto a la llama, si me enfrento a un ser humano y digo: este hombre ha dicho esto o aquello, que puede ser verdadero o falso, esto constituye un juicio, un acto moral o intelectual de mi naturaleza interior. Esto se desvanece como una llama. Es un proceso del mundo objetivo. Si piensan algo bueno acerca de su prójimo: se desvanece y es un proceso objetivo en el éter cósmico; Si piensan algo malo: se desvanece como un proceso objetivo. No pueden ocultar sus percepciones y juicios sobre el mundo. Aparentemente, los continúas en tu propio ser, pero al mismo tiempo son un proceso mundial objetivo. Así como las personas de la tercera época eran conscientes del hecho de que el proceso de respiración es un proceso que tiene lugar simultáneamente dentro del hombre y en el mundo objetivo, así la humanidad debe tomar conciencia en el futuro de que el elemento del alma del que he hablado es al mismo tiempo un proceso del mundo objetivo.
Esta transformación de la conciencia requiere una mayor fortaleza del alma de la que normalmente desarrolla el ser humano hoy. Impregnarse con esta conciencia significa permitir que entre la cultura de Micael. Del mismo modo que era evidente para el hombre del segundo y tercer milenio pre-cristianos pensar en el aire como dotado de alma, así debe ser evidente para nosotros pensar en la luz como dotada de alma; debemos despertar esta habilidad en nosotros cuando consideramos a la luz la representante general de la percepción sensorial. Debemos eliminar completamente el hábito de ver en la luz lo que nuestra era materialista está acostumbrada a ver en ella. Debemos dejar de creer por completo que esas vibraciones meramente emanan del sol, del cual, desde la conciencia moderna, hablan los físicos y la gente en general. Debemos aclarar el hecho de que el elemento del alma penetra a través del espacio cósmico sobre los piñones de la luz; y debemos darnos cuenta, al mismo tiempo, de que esto no era así en el período anterior a nuestra era. Lo que hoy se acerca a la humanidad a través de la luz se acercaba a la humanidad de ese período anterior a través del aire. Aquí pueden ustedes ver una diferencia objetiva en el proceso de la tierra. Expresando esto en un concepto integral, podemos decir, proceso de Aire-alma, Proceso de Luz-alma. Esto es lo que se puede observar en la evolución de la tierra. El Misterio de Gólgota significa la transición de un período a otro.
Mis queridos amigos, no basta, para la época actual ni para épocas futuras de la humanidad, hablar abstractamente sobre lo espiritual, caer en una especie de panteísmo nebuloso; por el contrario, debemos comenzar a reconocer que lo que hoy se percibe como un proceso meramente material está permeado por el alma.
Se trata de aprender a decir lo siguiente: hubo un tiempo antes del Misterio de Gólgota en que la Tierra tenía una atmósfera que contenía el elemento del alma que pertenece al alma del hombre. Hoy en día, la tierra tiene una atmósfera que carece de este elemento del alma. El mismo elemento del alma que antes estaba en el aire ahora ha entrado en la luz que nos abraza desde la mañana hasta la tarde. Esto fue posible gracias al hecho de que Cristo se ha unido a sí mismo con la tierra. Así, también desde el aspecto espiritual del alma, el aire y la luz sufrieron un cambio en el curso de la evolución de la Tierra.
Mis queridos amigos, es una presentación infantil describir el aire y la luz de la misma manera, de una manera puramente material, a lo largo de los milenios de desarrollo de la evolución de la Tierra. El aire y la luz han cambiado interiormente. Vivimos en una atmósfera y en una esfera de luz que son diferentes de aquellas en las que nuestras almas vivieron en encarnaciones terrenales anteriores. Aprender a reconocer lo material externo como un elemento del alma: esto es lo que importa. Si describimos la existencia puramente material de la manera habitual y luego agregamos, a modo de decoración: ¡esta existencia material contiene en todas partes lo espiritual! Esto no producirá una verdadera ciencia espiritual. Mis queridos amigos, la gente es muy extraña a este respecto; tratan de refugiarse en lo abstracto. Pero lo que es necesario es lo siguiente: en el futuro, debemos dejar de diferenciarnos de manera abstracta entre lo material y lo espiritual, sino buscando lo espiritual en lo material mismo y describiéndolo como tal; y debemos reconocer en lo espiritual la transición a lo material y su manera de actuar en lo material. Solo si hemos logrado esto podremos obtener un verdadero conocimiento del hombre mismo. "La sangre es un fluido bastante especial", pero la fisiología de los fluidos habla de ella hoy, negando que sea un "fluido especial", es simplemente un fluido cuya composición química se intenta analizar de la misma manera que se analiza cualquier otra sustancia; No es nada especial. Pero si hemos alcanzado el punto de partida para poder comprender la metamorfosis del aire y la luz desde el aspecto del alma, avanzaremos gradualmente hacia la comprensión espiritual del alma del propio ser humano, en todos los aspectos; entonces no tendremos materia abstracta ni espíritu abstracto, sino espíritu, alma y cuerpo trabajando uno en el otro. Esta será la cultura de Michael.
Esto es lo que nuestros tiempos demandan. Esto es lo que debería ser entendido con todas las fibras de la vida del alma por aquellos seres humanos que desean comprender el momento actual. Siempre que algo fuera de lo normal tuvo que ser introducido en la concepción del mundo humano encontró resistencia. He citado a menudo este ejemplo sencillo: en 1837 (no hace ni un siglo), a la erudita Universidad de Medicina de Baviera se le preguntó, cuando se propuso la construcción del primer
ferrocarril de Fuerth a Nuremberg, si era higiénicamente seguro construir tal ferrocarril.
La Universidad de Medicina respondió (no estoy contando un cuento de hadas, los documentos concernientes existen): tal ferrocarril no debería ser construido, ya que la gente que usara tal medio de transporte sufriría enfermedades nerviosas. Y añadieron: Si hubiera gente que insistiera en tales ferrocarriles, entonces, es absolutamente necesario levantar, al lado derecho e izquierdo de las vías, altos muros de tablones para evitar que la gente cuando pase el tren sufra conmoción cerebral. Aquí veis, mis queridos amigos, tal juicio es una cosa; otra muy distinta es el curso que la evolución de la humanidad toma. Hoy sonreímos ante tal documento como el de la Universidad de Medicina de Baviera de 1837; pero no estamos en absoluto justificados al sonreír, ya que, si algo similar sucede hoy, nos comportamos de la misma forma. Y, después de todo, la Universidad de Medicina de Baviera no estaba equivocada del todo. Si comparamos el estado nervioso de la humanidad moderna con el de la humanidad de hace dos siglos, debemos decir que la gente se ha vuelto nerviosa. Quizás la Universidad de Medicina ha exagerado el asunto un poco, pero la gente se volvió nerviosa. Ahora, respecto a la evolución de la humanidad es imperativo que ciertos impulsos que tratan de entrar en la evolución de la Tierra entraran realmente y no fueran rechazados. Aquello que de vez en cuando desea entrar en el desarrollo cultural humano es a menudo muy inconveniente para la gente, no coincide con su indolencia, y lo que es un deber en relación con el desarrollo cultural humano debe ser reconocido aprendiendo a leer los hechos objetivos, y no deben ser derivados de la indolencia humana, ni siquiera de un tipo refinado de indolencia. Estoy concluyendo la conferencia de hoy con estas palabras porque no hay duda de que una batalla que crece violentamente tendrá lugar entre la cognición antroposófica y las diversas creencias. Podemos ver las señales de esto por todas partes. Las creencias que desean permanecer en los caminos ya trazados, que no desean despertar a un nuevo conocimiento del Misterio del Gólgota, reforzarán su sólida posición de lucha que ya han tomado, y sería muy frívolo, mis queridos amigos, si permaneciéramos inconscientes del hecho de que esta batalla ha comenzado.
Yo mismo, podéis estar seguros, no estoy deseoso en absoluto de tal batalla, particularmente no en una batalla con la Iglesia Católica Romana que, parece, nos ataca desde el otro lado con tanta violencia. Aquel que, después de todo, conoce profundamente los impulsos históricos más profundos de las creencias de nuestro tiempo estará muy poco deseoso de luchar contra instituciones ancestrales. ¡Pero si la batalla es provocada, no debe ser evitada! Y el clero de nuestros días no está en lo más mínimo inclinada a abrir sus puertas a aquello que tiene que entrar: el concepto espiritual científico del mundo. Recordad las grotescas citas que os leí recientemente donde decía que la gente debería informarse sobre la ciencia espiritual antroposóficamente orientada a través de los escritos de mis oponentes, ya que los Católicos Romanos tienen prohibido por el Papa leer mis propios escritos. Esto no es un asunto ligero, mis queridos amigos; ¡es un asunto muy serio! Una batalla que surge de tal forma, que es capaz de diseminar tal juicio en el mundo, tal batalla no debe ser tomada a la ligera. Y lo que es más; no debe ser tomada a la ligera ya que no entramos en ella voluntariamente. Tomemos el ejemplo de la Iglesia Católica Romana, mis
queridos amigos; los asuntos no son distintos en lo que respecta a la Iglesia Protestante, pero la Iglesia Católica Romana es más poderosa – y tenemos que considerar las instituciones ancestrales: si uno entiende el significado de las  vestimentas del cura cuando lee la Santa Misa, el significado de cada simple pieza de sus vestiduras sacerdotales, si uno comprende cada simple acto de la Sagrada Misa, entonces sabe que son ritos sagrados y ancestrales; son ritos más antiguos que el Cristianismo ya que la Sagrada Misa es un ritual de la antigua cultura de los Misterios, transformada en el sentido Cristiano. ¡Y el clero moderno que usa tales armas como las descritas anteriormente vive en esos rituales! Así, si uno tiene, por una parte, la veneración más profunda por los rituales y el simbolismo existentes, y ve, por otra parte, cuán insuficiente es la defensa y qué serios son los ataques contra aquello que desea entrar en la evolución de la humanidad, entonces uno se hace consciente de la seriedad con la que es necesaria tomar partido en estos asuntos. Es verdaderamente algo digno de profundo estudio y consideración. Lo que es así proclamado desde aquel lado está solo en sus comienzos; y no es correcto echarse a dormir en lo que respecta a esto; por el contrario, tenemos que agudizar nuestra percepción de ello. Durante las dos décadas en las que el Movimiento Antroposófico ha estado acogido en Centro Europa, podíamos relajarnos en somnolencia sectaria que era tan difícil de combatir en nuestras propias filas y que aún se sienta tan profundamente embebida en las almas de los seres humanos que han entrado en el Movimiento Antroposófico. Pero ha pasado el tiempo en que se nos podría haber permitido ser indolentes en somnolencia sectaria. Aquello que ha menudo he enfatizado aquí es profundamente cierto, es decir, que es necesario que podamos entender el significado histórico mundial del Movimiento Antroposófico y pasar por alto las nimiedades, pero que deberíamos también considerar los pequeños impulsos tan seriamente como los grandes.

Traducido por Julio Luelmo nov. 2015

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919