GA194 Dornach, 22 de noviembre de 1919 la misión del Arcángel Mikael -El mundo se hace carne y la carne se hace espíritu

Rudolf Steiner

       
EL MUNDO SE HACE CARNE Y LA CARNE SE HACE ESPÍRITU

Dornach, 22 de noviembre de 1919 Segunda conferencia


En la conferencia anterior les hablaba del error que ha entrado en nuestra vida espiritual moderna y que es muy poco notado hoy. Se habrán dado cuenta a partir de nuestras discusiones que al señalar este error hemos llegado a un punto muy importante de nuestras consideraciones científico-espirituales.
Para un sólido desarrollo de la vida espiritual de la humanidad es imperativo que haya claridad en este asunto. He atraído su atención hacia tales productos de la cultura como el Paraíso Perdido de Milton o el Mesías de Klopstock, que han surgido del pensamiento popular general de los últimos siglos. Pero también he atraído su atención hacia el hecho de que justo a través de esos excepcionales productos de la cultura, tanto artísticamente como espiritualmente podemos ver los peligros a los que se enfrenta la
vida anímica del hombre si fracasa en darse cuenta de que es imposible llegar a un verdadero y adecuado concepto del espíritu, un verdadero concepto del Cristo, siempre y cuando crea que la estructura del mundo y del espíritu puede ser aprehendida a través del símbolo de la díada o dualidad. Distinguiéndolos sólo de acuerdo con la díada – por una parte el bien, por la otra el mal – la gente cometió el error de incluir en el lado del mal todo lo que designamos como elemento Luciférico y Ahrimánico. Pero no se dieron cuenta que habían embrollado dos elementos cósmicos. Esto ha dado como resultado que el elemento Luciférico fuese desplazado al lado del Bien; en otras palabras, la gente era de la opinión de que reverenciaba lo Divino, reconocía lo Divino, hablaba en nombre de lo Divino, mientras que, en realidad, ellos entremezclaban el elemento Luciférico con lo Divino. De ahí la dificultad en nuestro tiempo de llegar a un concepto puro de lo Divino y a un concepto puro del impulso Crístico en la evolución humana y mundial. A través de la cultura de los siglos nos hemos acostumbrado, a causa del reconocimiento de esta díada, a hablar, por un lado, del elemento alma, y por otro lado, del elemento cuerpo o corpóreo, y hemos perdido la conexión entre los pensamientos que nos relacionan con el elemento anímico-espiritual y los pensamientos que nos relacionan con el elemento corporal.
El pensar, la voluntad, y el sentir, son poco más que sonoras palabras para la gente del presente; y esto es particularmente cierto en la moderna psicología que se enseña en nuestras universidades. No llega a conceptos internos reales del elemento alma, repletos de contenido. Por otro lado, la gente habla del elemento material des espiritualizado, vacío de alma, y golpean, por así decirlo, en este elemento material externo, rígido, duro como una piedra y sin alma y son incapaces de construir un puente desde este hasta el alma.
El todo-dominante espiritual y el corpóreo que es al mismo tiempo espiritual se han desbaratado en dos elementos. Meras teorías no construirán un puente entre lo corporal y lo espiritual. Y como esto no es posible, todo el pensamiento científico ha asumido el carácter de un cisma entre el elemento corpóreo y el espiritual o del alma.
Podríamos expresarlo así: por un lado, las varias creencias han recurrido a señalar el elemento espiritual sin estar en condiciones de mostrar cómo este elemento espiritual toma el control del elemento corporal-corpóreo, por otro lado, un conocimiento carente de alma, una observación del cuerpo sin el alma, es incapaz de mirar a través de los procesos corporales y percibir el elemento anímico-espiritual que los gobierna. Cualquiera que contemple desde este punto de vista el concepto del mundo natural-científico tal como se desarrolló en el transcurso de los siglos XIX y  XX, tendrá que decirse a sí mismo:
todo lo que pertenece a este concepto del mundo es el resultado de aquellos que acaba de ser caracterizado. Para poder comprender totalmente la ilusión que hoy en día encubre la realidad, debemos primero establecer esta realidad. Seremos capaces de hacer esto como resultado de mucho de lo que ha sido discutido aquí con profusión.
Hoy el ser humano es considerado un ser indivisible uniforme, sin tener en cuenta si estamos hablando del alma o del cuerpo. Desde el aspecto alma él es considerado un ser uniforme; desde el aspecto corporal él es considerado un ser uniforme. Aún así a partir de nuestras conferencias habrán ustedes comprendido que en el hombre existe, por encima de todo, el gran contraste entre la formación de la cabeza y el resto del organismo humano. Esta última parte del cuerpo humano podría ser dividida, pero por el momento considerémosla como una unidad. Si hacemos investigaciones de la evolución del hombre, la investigación referente a la formación de la cabeza debe ser diferente de aquella en relación con el resto del cuerpo.
Si enfocamos nuestra atención sobre la formación de la cabeza, desde un aspecto puramente corporal, ya que esta formación de la cabeza contiene el organismo para la percepción sensorial o para el pensar, tenemos que mirar lejos hacia atrás en la evolución cósmica del hombre. Lo que encuentra su expresión hoy en la formación humana de la cabeza ha sido gradualmente desarrollado con el resto del cuerpo humano.
Sería completamente incorrecto buscar una historia evolutiva uniforme del ser humano completo. Podemos decir (El doctor Steiner dibuja un diagrama): La formación de la cabeza apunta de vuelta a las fases previas planetarias de nuestra tierra: la evolución de la Luna, del Sol y de Saturno; el desarrollo que ha encontrado su conclusión en la cabeza humana alcanza mucho hacia atrás. Pero si añadimos a esto todo lo que pertenece al resto del hombre, no necesitamos volver tanto hacia atrás como
para ir a la evolución de Saturno. La formación del pecho puede ser rastreada hacia atrás hasta la evolución Lunar; los miembros han sido añadidos el ser humano sólo durante la evolución Terrestre.
Consideramos al ser humano de la manera correcta sólo si hacemos la siguiente observación comparativa. Pero por favor, tómenlo sólo como una comparación.
Pueden fácilmente imaginar, hipotéticamente, que a través de alguna clase de condiciones orgánicas en el cosmos, a través de algunas condiciones de adaptación conectadas con condiciones de crecimiento interno, el ser humano podría desarrollar nuevos miembros. Ustedes entonces no buscarían retrospectivamente la forma humana completa a una evolución previa, sino que ustedes dirían; el Hombre, como un ser en evolución, tiene que ser buscado   retrospectivamente pero este o aquel miembro ha sido únicamente añadido en un cierto punto del tiempo. La razón para ser tentados a no pensar de esta manera en lo que respecta a la cabeza y al resto del organismo humano es que en relación con la forma espacial externa del hombre el resto del organismo humano es mayor que la cabeza. La verdad, sin embargo, es que la formación de la cabeza se remonta mucho más atrás en la evolución, mientras que el resto de la forma humana fue añadida posteriormente. Si deseamos hablar de una conexión del hombre con el mundo animal
en lo que respecta a la evolución, sólo podemos decir: Se puede determinar el origen de la cabeza humana hasta una temprana formación animal. La cabeza humana es una forma animal transformada, una muy transformada forma animal.
En un tiempo en el cual los animales aún no existían, el ser humano, bajo condiciones físicas completamente diferentes, tuvo una forma animal. Los animales se han desarrollado posteriormente. Esa parte del ser humano, sin embargo, que tuvo una forma animal que se ha convertido en lo que hoy es la cabeza, y que ha sido añadida a la cabeza como el resto del organismo humano fue añadida en una época en que se produjo el desarrollo simultáneo de los animales. Por tanto no tiene nada que ver con un ascendente verdadero del animal. Debemos realmente afirmar lo siguiente: la parte aparentemente más noble del ser humano, su cabeza, señala de vuelta al animal; en lo que respecta a la cabeza el propio ser humano tuvo anteriormente una cierta forma animal. Pero el resto de nuestro organismo lo recibimos como un agregado orgánico a la cabeza, en la época de la evolución cósmica en la que tuvo lugar el desarrollo paralelo de los animales.
En cierto sentido nuestra cabeza se ha convertido en nuestro órgano del pensar. Nuestro órgano del pensar es aquella parte de nosotros que, si podemos usar la expresión, tiene un ascendente animal; un extraño ascendiente animal, para ser exactos. Si observan ustedes una cabeza humana hoy, no descubrirían anatómicamente ningún rasgo que señale a la forma animal inmediatamente. Aún así bajo más estrecha investigación y con la interpretación adecuada de las formas de los órganos de la cabeza los reconocerán como órganos transformados de animales.
Considerando todo esto, debemos al mismo tiempo mencionar que la transformación de la cabeza de la forma animal a la humana sucedió debido al hecho de que la cabeza humana ya había entrado en una evolución regresiva. Aquello que en anteriores etapas de la evolución estuvo lleno de vitalidad y vida está, en la cabeza humana, en el proceso de morir. Una vez afirmé lo siguiente: Si nosotros los seres
humanos fuéramos sólo cabeza, nunca podríamos vivir, estaríamos continuamente muriendo, ya que los procesos orgánicos que tienen lugar en la cabeza a través de las fuerzas de la cabeza misma no son procesos vitales sino procesos de muerte. La cabeza humana está continuamente sostenida hacia la vida por el resto del organismo. La cabeza debe al resto del organismo su participación en la vida general del organismo. Si la cabeza fuera simplemente a confiar en esas fuerzas por las cuales está organizada, a
saber, las fuerzas de la percepción sensorial y el pensar, estaría continuamente muriendo. Su tendencia continua es morir; tiene que ser constantemente revitalizada. Si pensamos, si percibimos con nuestros sentidos, allí tiene lugar en nuestra cabeza, en nuestro sistema nervioso y su conexión con los órganos sensoriales, un proceso que es lo opuesto a un proceso ascendente de vida y crecimiento. Si no fuera porque tal proceso vital tuvo lugar caeríamos en sueño profundo, nunca seríamos capaces de
pensar claramente. Es únicamente gracias al hecho de que la muerte constantemente domina nuestra cabeza, hace que allí está teniendo lugar una continua evolución regresiva y que los procesos orgánicos sean constantemente cancelados, haciendo que el pensar y la percepción sensorial tengan lugar en nuestra cabeza.
Quienquiera que de una manera materialista trate de explicar el pensar y la percepción sensorial por medio de procesos cerebrales no sabe en absoluto qué procesos suceden en la cabeza; se imagina que los procesos que suceden allí pueden ser comparados con los procesos de crecimiento orgánico. Este no es el caso. Los procesos que corren paralelos con la percepción sensorial y el pensar son procesos colapsantes, procesos de deterioro. Lo orgánico, lo material, debe ser primero colapsado, destruido; y entonces por encima de los procesos orgánicos de destrucción surge el proceso del pensar.
Ya ven, estos asuntos son concebidos por la humanidad hoy de tal forma que se intenta explicar su naturaleza externamente. El ser humano piensa, percibe con sus sentidos; pero no sabe nada sobre lo que tiene lugar simultáneamente en su organismo; esto queda completamente en el subconsciente. Sólo a través de los procesos que he descrito en mi libro, ¿Cómo se alcanza el conocimiento de los mundos superiores? es posible que surja gradualmente un conocimiento que no vive meramente en lo que hoy es llamado, en el mero sentido de la palabra, el elemento alma, a saber percepción y pensamiento. Si un alma experimenta el desarrollo descrito en mi libro, puede dar resultado por un lado al pensamiento, a la percepción sensorial, y simultáneamente percibir lo que sucede en el cerebro; no percibe un proceso de crecimiento sino un proceso de colapso que tiene que ser continuamente compensado por el resto del organismo.
Ya ven, este es el trágico fenómeno que acompaña a un conocimiento real de la actividad de la cabeza, no hay desdoblamiento de procesos orgánicos en la cabeza para ser disfrutados por el clarividente cuando piensa, cuando percibe con sus sentidos; por el contrario, tiene que familiarizarse con un proceso de destrucción. Debe también familiarizarse con el hecho de que la persona con inclinaciones materialistas supone que tales procesos que tienen lugar en la cabeza humana no pueden posiblemente tener lugar cuando el hombre piensa o percibe con sus sentidos.
De esta manera, en la cabeza humana no se trata de una evolución a partir del animal, sino con una evolución ya regresiva; con un proceso de colapso. El resto de nuestro organismo humano está en una evolución progresiva, y no debemos creer que no tiene parte en el elemento anímico-espiritual y su experiencia en el hombre. No sólo nuestra sangre es enviada a la cabeza desde el resto del organismo, sino que también surgen continuamente en la cabeza aquellas formas de pensamiento anímico-espirituales de las que el mundo y nuestro organismo están entretejidas. Estas formas de pensamiento anímico-espirituales no son aún percibidas por el ser humano en su estado normal, pero ha llegado el momento en el que el hombre tiene que empezar a percibir lo que surge fuera de su propio ser como formas de pensamiento. Como saben, no dormimos únicamente desde el momento en que nos dormimos hasta el momento de levantarnos, sino que con una parte de nuestro ser dormimos todo el día. Estamos despiertos sólo en lo que respecta a nuestro pensamiento, imaginación y percepción sensorial, pero en lo que respecta a nuestra vida de sentimientos soñamos, y en cuanto a lo que respecta a nuestra vida de la voluntad, estamos profundamente dormidos. Porque de lo que queremos sólo conocemos los pensamientos e ideas de nuestra voluntad, pero no sabemos nada del proceso de la voluntad. La actividad de nuestra voluntad tiene lugar tan inconscientemente como nuestra vida en sueño desde el momento de caer dormidos hasta el momento de despertarnos. Pero si preguntamos: ¿Por qué único sendero puede el conocimiento de lo Divino alcanzar al ser humano? no podemos señalar al sendero a través de la cabeza, a través de la percepción sensorial ni del pensar, sino sólo al sendero que conduce a través del resto de nuestro organismo. Tenemos que tratar aquí con el gran y poderoso misterio de que la cabeza del hombre se ha desarrollado en el transcurso de largas etapas de evolución y que gradualmente el resto del organismo se fue añadiendo; que la cabeza ya ha comenzado una evolución regresiva y que el hombre sólo puede experimentar lo divino a través del resto de su organismo, no a través de la cabeza. Ya ven, es importante darse cuenta de que a través de la cabeza sólo los seres Luciféricos hablaban al hombre.
Podemos decir que el hombre recibió el resto de su organismo en adición a la cabeza para que los Dioses pudieran hablarle. Al comienzo de la Biblia no leemos: Dios envió un rayo de luz al hombre y él se convirtió en un alma viva, sino que leemos: Dios exhaló el aliento viviente en el hombre y él se convirtió en un alma viva. Aquí está reconocido que el impulso divino alcanzó al ser humano a través de una actividad que no es de la cabeza.
A partir de esto se hará evidente para ustedes que este impulso divino pudo en un principio venir al hombre sólo en un tipo de clarividencia inconsciente o, mejor, a través de la comprensión de que fue dado a través de clarividencia inconsciente. Si consideran el Antiguo Testamento encontrarán que es el resultado de la clarividencia inconsciente (sabemos esto de anteriores discusiones). Aquellos que ayudaron a ocasionar el Antiguo Testamento eran conscientes de este hecho. No puedo describirles hoy cómo vino el Antiguo Testamento a la existencia, pero me gustaría señalarles lo que hemos tratado repetidamente con estos asuntos, y que los maestros del antiguo pueblo Hebreo eran conscientes del hecho de que su Dios les había hablado no a través de percepciones sensoriales directas, ni a través de pensamiento ordinario, ni tampoco a través de aquello de lo que la cabeza es el mediador, sino que su Dios les había hablado a través de sueños, no sueños ordinarios, sino sueños impregnados de realidad. Dios les habló en momentos de clarividencia, como cuando habló a Moisés desde la zarza ardiente. Y cuando los iniciados de este antiguo tiempo fueron preguntados sobre la manera en la que recibían las llamadas divinas ellos respondieron: el Señor cuyo nombre es inefable nos habla, pero nos habla a través de su rostro. Y al rostro de su Dios lo llamaron Miguel, aquel poder espiritual que pertenece a la jerarquía de los Arcángeles. Sintieron a su Dios permaneciendo desconocido incluso detrás de las experiencias de los clarividentes; pero cuando el clarividente, a través de la fuerza interior de su alma, se alzó hasta su Dios, entonces Miguel le habló. Pero este Miguel sólo hablaba a los hombres si eran capaces de transportarse a un estado de consciencia diferente del ordinario, si eran capaces de transportarse en el estado de una cierta clarividencia en la que se hacían conscientes de lo que actúa y vive en el ser humano durante el período entre irse a dormir y despertarse, o a través de la voluntad que permanece subconsciente y está en el estado de sueño durante la conciencia despierta de día.
Así en el antiguo ocultismo Hebreo, la revelación de Yahve fue llamada la revelación de la noche; la revelación de Yahve, a través de la revelación de Miguel, era sentida como la revelación de la noche. Así, por un lado, el hombre miraba el mundo y veía lo que podía recibir a través de la percepción sensorial y a través del pensar inteligente humano, y se decía a sí mismo: el conocimiento que viene al ser humano por este camino no contiene lo Divino. Si el hombre, sin embargo, desarrolla otro estado de conciencia, entonces el rostro de Dios, Miguel, le habla y le revela los secretos que se relacionan con el ser humano; su revelación construye un puente entre el ser humano y aquellos poderes que no pueden ser percibidos en el mundo sensorial externo, que no pueden ser pensados por el intelecto vinculado al cerebro.
De esta manera debemos decir: Los seres humanos de la era pre-Cristiana dirigieron su mirada, por un lado, hacia el conocimiento del sentido que era su guía en sus empresas terrenales y, por otro lado, hacia aquel conocimiento que el ser humano sólo poseería en conciencia ordinaria – que no poseía – si esta consciencia permanecía despierta también durante el período de sueño. Durante estos tiempos antiguos del Antiguo Testamento la gente sabía que el ser humano está en el entorno de seres espirituales durante sus horas de vigilia, pero que estos seres espirituales no son sus seres creadores, sino los seres Luciféricos. Los seres que la humanidad siente que son los seres divinos creadores estaban activos en el hombre desde el momento de dormirse hasta que se despertaban y también en aquella parte de su naturaleza que duerme durante el día. En el tiempo en que el Antiguo Testamento se originó, Yahve fue
llamado el Regente de la Noche, y Miguel, el rostro de Yahve, fue llamado el Servidor de la Ley de la Noche. Y la gente de aquel tiempo se refería a Miguel cuando se referían a las inspiraciones proféticas a través de las cuales recibían conocimiento que era mayor que el del mundo sensorial.
¿Qué consciencia se esconde detrás de todo esto? Esa consciencia que ha crecido fuera de la esfera de la existencia en la que aquellos poderes que incluyen a Yahve tienen su ser, en tanto que la formación de la cabeza humana está rodeada de seres Luciféricos. El hecho de que el ser humano a través de su cabeza, al extenderse por encima del organismo, se ha vuelto hacia los seres Luciféricos era un secreto conocido en todos los templos antiguos y era un secreto con el que el hombre se acercó mucho a la verdad. Se sabía que, como la cabeza se alza por encima del organismo humano, Lucifer también se alza sobre él. El poder que sacó la cabeza de la forma animal a su forma actual es un poder Luciférico; y el poder que el hombre debe sentir como Divino debe manar a su cabeza desde la cercana condición del resto de su organismo. Esta era la situación en lo que respecta al conocimiento del hombre en épocas pre-Cristianas.
Entonces el Misterio del Gólgota entró en la evolución Terrestre, y sabemos que significa la unión de un Ser supraterrenal con la evolución del hombre en la Tierra a través del cuerpo de Jesús de Nazareth. A través de la Muerte en el Gólgota el Ser Que llamamos el Cristo se ha unido Él mismo con el ser humano de la tierra. ¿Qué significó esto para la evolución de la Tierra? A través de este suceso, la evolución Terrestre recibió por primera vez su significado real. La tierra no tendría su significado si el
hombre se desarrollara en esta tierra con sus sentidos y el intelecto vinculados a la cabeza que son de origen Luciférico, si él tuviera que percibir el mundo de la luz surgiendo del sol y las estrellas sobre la tierra, sino que fuera obligado a permanecer en su estado de ensueño para percibir lo divino. Bajo estas condiciones la tierra nunca hubiera obtenido su sentido, ya que el ser humano despierto y la tierra tienen su sitio juntos. El ser humano durmiente no es consciente de su conexión con la existencia terrestre. A través del hecho de que el Cristo ha vivido en un cuerpo humano que ha pasado a través de la muerte, la evolución en la Tierra ha tenido un vínculo adelantado.
La completa evolución de la Tierra ha adquirido un nuevo significado. Para el ser humano  surgió la posibilidad de ser gradualmente capaz de conocer los poderes de su divino creador también durante el día, durante la ordinaria vida despierta, es decir, en su estado normal de consciencia. Que la gente esté aún en un error hoy en lo que concierne a este asunto está provocado por el hecho de que el tiempo que ha transcurrido desde el Misterio del Gólgota no ha bastado para conducir al hombre a una percepción, durante la vida despierta, de ese mundo que los profetas del Antiguo Testamento eran capaces de contemplar en aquellos tiempos que experimentaban como impregnados por las revelaciones de Yahve, su señor de la Noche, y su rostro, Miguel. Un período de transición era necesario. Pero con el fin del siglo XIX – toda la sabiduría oriental apunta a la importancia de este fin del siglo XIX, aunque desde un punto de vista completamente diferente – con el final del siglo XIX ha llegado el tiempo en que los seres humanos deben reconocer que dentro de ellos la facultad latente está dispuesta a ser despertada, que es capaz de contemplar, a través de la revelación diurna, lo que en tiempos anteriores era transmitido en revelaciones nocturnas a través de Miguel.
Un tiempo de gran error, sin embargo, tuvo que preceder a este, una noche de cognición, como si dijéramos. A menudo he dicho que no estoy de acuerdo con aquellos que mantienen constantemente que nuestro tiempo es un período de transición. Sé demasiado bien que todo tiempo es un período de transición, pero no quiero pararme en definiciones tan formales y abstractas, ya que la cuestión es que uno debería indicar claramente en qué consiste la transición de un tiempo en particular. La transición en
nuestro tiempo consiste en la necesidad del hombre de reconocer que lo que primeramente se obtuvo en conocimiento nocturno debemos ahora obtenerlo a través del conocimiento diurno. En otras palabras: Miguel era el revelador a través de la noche y en nuestra época debe convertirse en el revelador durante el día. De ser un espíritu nocturno Miguel debe convertirse en un espíritu diurno. Para él el Misterio del Gólgota significa la transformación de un espíritu nocturno en uno diurno.
Este conocimiento que debería hallar su camino entre los seres humanos mucho más rápido de lo que creemos hoy tenía que ser precedido por un gran error, de hecho, por el mayor error imaginable en la evolución de la humanidad, a pesar de ser aún considerada una verdad importante y esencial por mucha gente hoy. El origen de la cabeza humana se ha tornado completamente oculto a la humanidad moderna; la espiritualidad Luciférica conectada con la cabeza humana se ha tornado completamente velada. El ser humano, como dije, era considerado una unidad, también en el aspecto corporal. Surgió La cuestión de su ascendencia, y se dio la respuesta de que el hombre descendía del animal; mientras que, en realidad, solo aquello que es Luciférico en el hombre proviene de lo animal. La parte del hombre, no obstante, a través de la cual sus divinos creadores le hablaban en edades anteriores durante su estado de sueño sólo vino a la existencia como un apéndice de la cabeza humana, mientras que el animal vino a la
existencia separada de ella.
Todo estaba entremezclado, como si dijéramos, y el hombre se dijo haber descendido del animal. Esto es algo como un “castigo” de conocimiento que surgió para la humanidad. Uno debe dar a la palabra “castigo” una interpretación un tanto cambiada, para estar seguro.
La teoría de que el hombre desciende del animal es una inspiración Ahrimánica; es de carácter puramente Ahrimánico. Para la ocultación de la sabiduría que apunta a la cabeza humana como una formación Luciférica, debemos el delirio de que el hombre desciende del animal. Al fracasar en comprender el descenso de la cabeza humana de la manera correcta el hombre también fracasó en aprehender los demás hechos de la manera apropiada. Así en el pensar humano se deslizó la creencia, de que el hombre, como un todo, está relacionado con el animal. El concepto mundial de nuestra moderna civilización se impregnó de la idea errónea de que la cabeza humana es la parte más noble del hombre, y fue contrastada con el resto de su organismo, exactamente como el bien en el mundo es contrastado con el mal – cielo e infierno – una díada en vez de una tríada. Lo cierto es que lo que el hombre consigue en el mundo por medio de su cabeza lo debe a la sabiduría del universo, pero a la sabiduría Luciférica, y que esta sabiduría Luciférica debe gradualmente ser impregnada por otros elementos.
Después de que la evolución de la humanidad hubo pasado a través de las etapas de Saturno, el Sol y la Luna y la evolución en la Tierra hubo empezado, aquel poder espiritual que llamamos el poder de Miguel organizó la naturaleza Luciférica en la formación de la cabeza humana. “Y él arrojó a sus espíritus oponentes abajo sobre la tierra,” es decir, a través de arrojar abajo los espíritus Luciféricos, que se oponían a Miguel, el hombre se impregnó por esta razón, por aquello que surge de su cabeza.
Así fue Miguel quien envió a sus oponentes al hombre para que, al recibir este elemento Luciférico opuesto, el hombre pudiera recibir su razón. Entonces el Misterio del Gólgota entró en la evolución humana. El Cristo pasó a través de la muerte de Jesús de Nazareth y se unió Él mismo con la evolución de la humanidad.
El tiempo de preparación había pasado. Miguel mismo, en los mundos suprasensibles, ha participado en los resultados del Misterio del Gólgota. Desde el último tercio del siglo XIX Miguel ocupa una posición única en la evolución de la humanidad. Lo primero que debe suceder a través de la correcta comprensión de la relación del hombre con Miguel es la comprensión de secretos tales como el que nos
hemos esforzado en presentar hoy concerniente a la cabeza humana y el resto del organismo humano.
El asunto esencial para los seres humanos es ver que como no reconocían el verdadero origen de la cabeza estaban condenados a caer en la ilusión sobre el origen del ser humano completo. Porque rechazaron concebir la actividad formativa Luciférica que tuvo lugar en la cabeza humana, cayeron bastante en la ilusión de que la cabeza humana tenía el mismo origen que el resto del ser humano. La humanidad debe penetrar estos misterios. Debe, audaz y valientemente, enfrentarse al conocimiento de que a través de asir nuevos misterios divinos debe en su vida interior mejorar todo lo que le es dado a través del mero entendimiento de la cabeza, a través de la sabiduría o inteligencia meramente humana, terrenal. Y lo primero de todo, el gran error debe ser corregido, que ha precedido el punto decisivo, el error que yace en la interpretación materialista de la teoría de la evolución del descenso del ser humano completo del animal.
Esta será la única manera de llegar a una percepción del hombre que no ve, por un lado, meramente el elemento alma-espíritu, viviendo en un cuerpo, como si dijéramos, y un cuerpo sin alma, por otro lado; sino que contempla lo concreto espiritual que actúa, aunque de una manera Luciférica, en la cabeza humana, lo concreto-espiritual que trabaja en el ser humano completo, sin embargo, por la naturaleza Ahrimánica en el organismo aparte de la cabeza.
Hablando en imaginaciones, podemos señalar el hecho de que el elemento Luciférico fue incorporado en el hombre a través del impulso de Miguel. A través del cual Miguel se ha convertido, el elemento Ahrimánico debe ahora, a su vez, ser retirado del hombre. Visto desde el aspecto de la ciencia exterior, la verdad sobre el hombre parece consistir de conocimiento anatómico y fisiológico, o aquello que se nos presenta como observación sensorial externa. Debemos hacernos capaces de mirar al ser humano
de tal manera que podamos ver en cada fibra el ser concreto-espiritual junto con el elemento corporal. Debemos ser conscientes de que la sangre que fluye en el ser humano vivo no es la misma sangre que la sangre que extraemos, sino que la sangre que fluyo en el ser humano vivo está impregnada por el espíritu de una manera especial.
Debemos aprender a conocer el espíritu que late a través de la sangre. Debemos aprender a conocer el espíritu que late a través del sistema nervioso justo cuando este pasa a través de una fase de colapso, y así sucesivamente. Debemos hacernos capaces de ver el elemento espiritual en cada simple expresión de vida. Miguel es el espíritu de la fuerza. Cuando entra en la evolución humana debe ocasionar que no consideremos por un lado la espiritualidad abstracta y por el otro el materialismo que escuchamos con el estetoscopio, lo que cortamos, y de lo que no tenemos la más remota idea que es solo, una forma manifestándose externamente de lo espiritual; Miguel debe impregnarnos con el poderoso poder que puede ver a través de lo material y ver el espíritu en la materia. El Evangelista señaló una antigua etapa de la consciencia humana y dijo: en este antiguo tiempo la Palabra vivía de una manera espiritual; pero la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. La Palabra se unió con la carne y la revelación de Miguel precedió a este evento. Son los procesos de la consciencia humana lo que se indican aquí. El proceso contrario debe ahora comenzar que consiste en añadir otra palabra a la palabra del Evangelista. Debemos adquirir el poder en nuestra consciencia de ver cómo el ser humano recibe aquello que fuera de las palabras espirituales se ha unido con la tierra a través del impulso Crístico y que debe unirse con la humanidad para que la humanidad no perezca con la tierra. Debemos asegurarnos de que el hombre toma lo espiritual no solo en su cabeza sino en su ser completo, que se impregna con lo espiritual. Sólo el impulso Crístico puede ayudarnos en esto, el impulso Crístico en la interpretación del impulso de Miguel. Entonces a las palabras del Evangelista podrían añadirse estas: “Y el tiempo debe llegar en que la carne se haga de nuevo Palabra y aprenda a habitar en el reino de la Palabra.” No es una invención de un escritor posterior cuando, añadido a la conclusión del Evangelio, leemos que tanto ha sido dejado sin decir. Por este medio la atención es dirigida a aquello que sólo puede ser gradualmente revelado a la humanidad. Aquellos que mantienen que los Evangelios deben permanecer como están y no deben ser tocados los comprenden muy poco. Deben ser interpretados de acuerdo con las palabras del Cristo Jesús – he mencionado esto repetidamente -: “Estoy con vosotros cada día incluso hasta el fin de los ciclos de la Tierra.” Lo que significa: “Me he revelado a vosotros no sólo durante los días en que los Evangelios fueron escritos, os hablaré siempre a través de mi espíritu diario, Miguel, si buscáis el camino a Mí. A través de la continua revelación Crística podéis añadir a los Evangelios aquello que no era conocido
en el Evangelio del primer milenio pero que puede ser conocido en el Evangelio del segundo: y nuevas cosas pueden ser añadidas en el milenio por venir.” Lo que está escrito en el Evangelio es cierto: “En el principio fue la Palabra, y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”. Es, sin embargo, tan cierto que debemos añadir la revelación: “Y la carne del hombre debe de nuevo espiritualizarse para que pueda
habitar el reino de la Palabra para contemplar los misterios divinos”. La Palabra haciéndose carne es la primera revelación de Miguel; la carne haciéndose Espíritu debe ser la segunda revelación de Miguel.

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919