GA233 Dornach, 29 de diciembre de 1923 Entre la revelación de Asia y la historia actual del aristotelismo

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RUDOLF STEINER

 HISTORIA DEL MUNDO A LA LUZ DE LA ANTROPOSOFÍA

Dornach, 29 de diciembre de 1923

VI conferencia

El período de tres a cuatro siglos antes del Misterio del Gólgota, y de tres a cuatro siglos después, suma un período de seis a ocho siglos, este período es particularmente importante para la comprensión de la historia de Occidente en relación con Oriente. La esencia de los acontecimientos de los cuales he hablado en los últimos días, y que culminaron en la aparición del aristotelismo y en las campañas de Alejandro de Macedonia llevadas a cabo en Asia, la esencia de estos acontecimientos es que forman una especie de conclusión para esa civilización de Oriente que todavía estaba completamente inmersa en los impulsos de los Misterios.

La conclusión final, por así decirlo, de estos impulsos mistéricos aún genuinos y puros de Oriente fue el sacrílego incendio de Éfeso. Y a continuación tenemos que ocuparnos de lo que queda para Europa, para Grecia, por así decirlo, de la tradición mistérica, de imágenes en la sombra, diría yo, de la antigua civilización infundida por Dios. Y cuatro siglos después del Misterio del Gólgota podemos ver, por así decirlo, a través de otro acontecimiento, lo que aún quedaba de las ruinas del sistema de los misterios. Lo podemos ver en Juliano Apóstata. Juliano Apóstata, el emperador romano, es iniciado en el siglo IV, en aquello que podía ser iniciado, dadas las circunstancias, por uno de los últimos hierofantes de los Misterios Eleusinos. Esto significa que Juliano Apóstata aprendió tanto de lo que eran los antiguos misterios de los dioses de Oriente, tanto como era todavía posible aprender en los misterios eleusinos en el siglo IV d.C.

Esto nos señala un punto, el punto de partida de cierta época, el incendio de Éfeso. El día del incendio de Éfeso es el cumpleaños de Alejandro Magno, 356 a.C. La muerte violenta de Juliano el Apóstata, 363 d.C. allá en Asia nos sitúa al final de esta época, el aniversario de su muerte. Se podría decir: en medio de esta época, - 356 a.C. y 363 d.C.- se encuentra el Misterio del Gólgota. Y ahora veamos cómo este período, que acabo de limitar, se destaca realmente en toda la historia del desarrollo humano. Ahora tenemos ante nosotros el curioso hecho de que si queremos mirar hacia atrás, más allá de este período, en el desarrollo de la humanidad, debemos hacer algo que, desde nuestro punto de vista, es muy similar a otro. Pero a menudo no unimos ambas cosas.

Recuerden cómo me vi obligado a describir en mi escrito "Teosofía" los mundos que para nosotros entran en consideración, que son: el mundo físico, lindando con él un mundo transitorio, el mundo anímico, y luego aquel otro mundo en el cual sólo puede entrar la parte más elevada del hombre, el país de los espíritus. Y si se prescinde de las peculiaridades particulares de este país de los espíritus, que el hombre experimenta actualmente entre la muerte y un nuevo nacimiento, entonces tiene lugar algo que, -de un modo muy parecido a como tenemos que reorientar nuestra constitución anímica para comprender este país de los espíritus-, tenemos que reorientar nuestra constitución anímica para comprender lo que se encuentra más allá de este punto del tiempo. El trasfondo del incendio de Éfeso no puede entenderse con los conceptos e ideas aplicables al mundo actual. Aquí hay que desarrollar otras ideas y conceptos que permitan mirar a la gente que todavía sabía que, al igual que el hombre en el proceso de respiración está conectado con el aire exterior, así también ellos a través de su alma está continuamente conectado con los dioses.

Y ahora, veamos este mundo, que es en cierto sentido un Devacán terrenal, una tierra espiritual terrenal, pues el mundo físico no sirve para este mundo. Luego tenemos ese período intermedio desde mi punto de vista, 356 antes de Cristo hasta el 363 después de Cristo. ¿Y qué hay más allá? Más allá, hacia Asia, más allá hacia Europa, se encuentra el mundo del que la raza humana actual está a punto de emerger, al igual que la raza humana antigua emergió del mundo oriental a través del griego hacia el Imperio Romano (véase el dibujo panel 1). 

panel 1
Porque lo que se desarrolló como civilización a lo largo de los siglos desde la Edad Media hasta nuestros días, es una civilización que se ha formado y desplegado, al margen del interior real del ser de los misterios, que se ha desarrollado sobre la base de lo que el hombre puede formar con sus conceptos e ideas. En Grecia ya se había preparado desde Heródoto, que describió los hechos de la historia de un modo externo y ya no se acercó a lo espiritual, o al menos sólo muy someramente. Después esto se desarrolla cada vez más. Pero en Grecia aún queda algo del aliento de esas imágenes sombras que deberían recordarnos la vida espiritual. En Roma, en cambio, comienza esa época con la que la humanidad del presente está todavía emparentada, esa edad que tiene una constitución anímica de un modo completamente distinto incluso a la de Grecia. Sólo una personalidad como Juliano el Apóstata siente algo así como una invencible añoranza del viejo mundo, y se deja iniciar en los misterios eleusinos con cierta honestidad. Pero lo que consigue allí ya no tiene ningún poder cognitivo. Y, sobre todo, procede de un mundo que ya no puede captar plenamente las tradiciones de los misterios de Oriente con el interior del alma.

La humanidad actual nunca habría llegado a existir si a Asia no le hubieran seguido Grecia y Roma. La humanidad de hoy es aquella que se asienta sobre la personalidad, sobre la personalidad individual del individuo. La personalidad oriental, la humanidad oriental no se asentaba sobre la personalidad individual del individuo. El individuo se sentía miembro del proceso divino en curso. Los dioses tenían sus planes con respecto a la evolución de la tierra, los dioses querían esto o aquello; por lo tanto esto era lo que ocurría aquí abajo en la tierra. Los dioses inspiraban la voluntad del hombre. Todo lo que hicieron las poderosas personalidades que les he señalado en Oriente, estaba inspirado por los dioses. Los dioses lo querían, y el pueblo lo hacía. Y los Misterios eran utilizados en los tiempos antiguos precisamente para llevar esta voluntad de los dioses y las acciones de los hombres a los cauces correctos.

Sólo en Éfeso cambiaron las cosas. Allí, como ya les dije, los discípulos de los misterios dependían de su propia madurez, no tanto ya del curso de las estaciones. Fue allí donde apareció el primer vestigio de personalidad. Aristóteles y Alejandro Magno también habían recibido el impulso de la personalidad en encarnaciones anteriores. Pero ahora llegaba el tiempo, que tiene allí su aurora, en que Juliano Apóstata recibe el último anhelo de ser un hombre del ser de los misterios de Oriente. Ahora llega el tiempo en que el alma humana se vuelve muy diferente de lo que era incluso en Grecia.

Imagínense una vez más a un hombre que ha recibido algún entrenamiento en los Misterios Efesios. Su constitución anímica no se deriva de estos Misterios: la debe al simple hecho de que vive en esa época. Cuando hoy un hombre rememora, cuando, como decimos, piensa en sí mismo, ¿Qué puede recordar? Puede recordar algo que él mismo experimentó en persona durante su vida actual, tal vez algo que experimentó hace 20 o 30 años. Este recuerdo interior en el pensamiento no se remonta, por supuesto, más allá de su propia vida personal. Por contra el hombre que pertenecía, por ejemplo, a la civilización efesia era diferente. Si había recibido, aunque fuera en un grado mínimo, la formación que se podía tener en Éfeso, entonces le sucedía que cuando se ponía a recordar, surgían en su alma, en lugar de los recuerdos que se limitan a la vida personal, acontecimientos de la existencia preterrenal, acontecimientos que precedieron al período terrestre de la evolución. Él contemplaba la evolución de la Luna, la evolución del Sol, contemplándolos en los diversos reinos de la Naturaleza. Podía también mirar en su interior y ver la unión del hombre con el Todo Cósmico; veía cómo el hombre depende del Cosmos y está ligado a él. Y todo esto que vivía en su alma era memoria verdadera, "propia", era la memoria cósmica del hombre.

Así que podemos decir que tenemos una época, la época en la que los misterios del mundo podían ser experimentados en Éfeso. Existía un recuerdo del alma humana de los tiempos prehistóricos en el cosmos. Este recuerdo iba precedido de una verdadera vida interior en el pasado. Lo que quedaba de ella era simplemente mirar al pasado. En la época de la que nos habla la Epopeya de Gilgamesh, no podemos decir que el alma humana recuerde el pasado en el cosmos; debemos decir que experimenta el pasado en el presente. - A continuación viene el período que va de Alejandro a Juliano Apóstata. Dejémoslo de lado por el momento. Y luego llegamos a la época de la que surgió la civilización occidental de la Edad Media y los tiempos modernos. Ya no había memoria del alma humana del pasado en el cosmos, ya no había experiencia del pasado en el presente, sino sólo tradición.

Primero: Experimentar el pasado en el presente.
Segundo: Recuerdo del pasado del alma humana en el cosmos.
Tercero: tradición.

Se hizo posible escribir los sucesos. Surgió la Historia. Esta historia comienza con la época romana. ¡¡Imagínense la enorme diferencia!! Piensen en la época que vivieron los alumnos mayores de Éfeso. 

Ellos no necesitaban libros de historia. Escribir lo sucedido les hubiera parecido ridículo. Pues había que pensar, bastaba pensar con suficiente profundidad, entonces lo sucedido surgía de las profundidades de la conciencia. Y no había ningún médico moderno que presentara esto como psicoanálisis, sino que era precisamente el deleite del alma humana hacer surgir de este modo de una memoria viva lo que una vez estuvo allí.

Entonces llegó el tiempo en que la humanidad como tal había olvidado y tuvo que hacer un registro improvisado de lo que había sucedido. Pero al mismo tiempo que la humanidad tenía que dejar que se atrofiara lo que antes era el poder cósmico de la memoria en el alma humana, al tiempo que la humanidad tenía que empezar torpemente a escribir los acontecimientos mundiales, a escribir la historia, etc., entretanto se desarrolló en el ser humano la memoria personal, el recuerdo personal. Cada época tiene su misión especial, su tarea especial. He aquí la otra cara de lo que ya he explicado en las primeras conferencias, el surgimiento de la memoria temporal. Esta memoria en el tiempo, o memoria temporal, tuvo, por así decirlo, su cuna en Grecia, se acrecentó a través de la cultura romana en la Edad Media y en los tiempos modernos. En tiempos de Juliano el Apóstata ya estaba sembrada la semilla de la civilización basada en la personalidad, como atestigua el hecho de que a Juliano el Apóstata no le sirviera de nada dejarse iniciar en los Misterios de Eleusinos.

Así pues, ahora llega la época en que el hombre occidental, desde los siglos III y IV d.C. hasta nuestros días, vive durante su vida terrenal completamente fuera del mundo espiritual, la época en que vive en meros conceptos e ideas, en abstracciones. En Roma incluso los dioses se convierten en abstracciones. Llega un momento en que la humanidad ya no sabe nada de la convivencia con el mundo espiritual. La tierra ya no es Asia, la región más baja de los cielos, la tierra es un mundo propio, y los cielos están distantes, oscurecidos en la visión humana. De modo que se puede decir: El hombre desarrolla su personalidad bajo la influencia de lo que llegó a Occidente como cultura romana.

Del mismo modo que el mundo espiritual, la tierra de los espíritus, que está arriba, limita abajo con un mundo de almas, así también, con el tiempo, este mundo espiritual oriental limita con lo que es la civilización de Occidente: una especie de mundo de almas. Y este mundo de almas se manifiesta realmente hasta nuestros días. Pero la mayor parte de la humanidad actual aún no se da cuenta de que en realidad se está produciendo un poderoso cambio. Algunos de mis amigos que me escuchan a menudo sabrán que no me gusta decir que una época es una época de transición, porque toda época es una época de transición, es decir, que va de lo anterior a lo posterior. Sólo depende desde dónde y hacia donde se produzca la transición. Pero precisamente lo que les he dicho indica que esta transición es como venir de la tierra de los espíritus al mundo de las almas y sólo de allí al mundo físico. ¡Oh, todavía había ciertos ecos espirituales en la civilización que se ha desarrollado hasta ahora! Incluso en el materialismo se delataban ciertos ecos espirituales. El materialismo real en todos los ámbitos sólo existe desde mediados del siglo XIX, y todavía es comprendido en todo su significado por muy poca gente. Pero está ahí con una fuerza enorme, y hoy es una época de transición hacia un tercer mundo que es realmente tan diferente del anterior como este anterior romano es diferente del oriental.

Ahora, quiero decir que entre Alejandro y Juliano se quedó fuera, por así decirlo, un período de tiempo, y el Misterio del Gólgota cae en medio de este período. Este Misterio del Gólgota ya no es recibido por la humanidad como lo era en la época en que la gente comprendía los misterios, de lo contrario habrían tenido ideas muy diferentes sobre el Cristo que vivía en el hombre Jesús de Nazaret. Sino que sólo unas pocas personas que fueron iniciadas en los misterios, - contemporáneos del Misterio del Gólgota-, todavía tenían tales ideas. La inmensa mayoría de la humanidad occidental no tenía concepciones para comprender espiritualmente el Misterio del Gólgota. Por lo tanto, la primera forma en que el Misterio del Gólgota prendió en la tierra fue a través de la tradición externa, de la tradición exterior. Sólo en los círculos de iniciados de los primeros siglos fue posible comprender espiritualmente lo que había sucedido con el Misterio del Gólgota.

Pero había algo más, de lo que ya les he hablado a algunos de ustedes en conferencias anteriores. En Hybernia, en Irlanda, estaban los ecos de la antigua sabiduría atlante. En los Misterios de Hybernia, que anteayer les expuse, las dos sugerentes figuras ofrecían al discípulo la posibilidad de ver el mundo tan claramente como lo veían los antiguos atlantes. Y estos misterios de Hybernia eran estrictamente autónomos, envueltos en una atmósfera de inmensa seriedad. Ellos estaban allí en los siglos anteriores al Misterio del Gólgota, y continuaban estando allí en la época del Misterio del Gólgota. El Misterio del Gólgota tuvo lugar allá en Asia, en Jerusalén tuvo lugar lo que luego se comunica históricamente en los Evangelios. Pero aunque ninguna boca humana hubiera emitido un mensaje, sin que estuviera presente ninguna otra conexión, en los Misterios de Hybernia se sabía clarividentemente, en el momento en que el Misterio del Gólgota tenía lugar trágicamente, que el verdadero Misterio del Gólgota estaba teniendo lugar en Palestina. En los centros mistéricos de Hybernia, tuvo lugar simultáneamente la imagen simbólica. Allí el misterio del Gólgota no se aprendió por tradición, se aprendió de forma espiritual. Y mientras en Palestina el más grande, el más majestuoso acontecimiento tenía lugar en la realidad física externa, aquellos actos rituales habían tenido lugar en los Misterios de Hybernia a través de los cuales una imagen viva del Misterio del Gólgota estaba allí en la luz astral.

Ven que las cosas están interrelacionadas, que existe realmente, digamos como una especie de valle del mundo en el que desaparece la antigua relación con los dioses.

En Oriente, esta antigua concepción de los dioses se corrompió tras el incendio de Éfeso. En Hibernia está presente, continúa presente, hasta que desaparece también allí, pero sólo en la era postcristiana. Y todo lo que irradia del Misterio del Gólgota se desarrolla a través de la tradición, de la tradición oral. En Occidente se desarrolló una civilización que sólo se basaba en la tradición oral o, más tarde, en un estudio externo de la naturaleza, en un estudio puramente sensorial de la naturaleza, que en el campo de la naturaleza corresponde a la mera tradición, a la tradición escrita u oral en el campo de la historia.

panel 2

Para que se pueda decir: He aquí la civilización de la personalidad. Lo espiritual, el Misterio del Gólgota todavía se transmite históricamente, ya no es visto (ver dibujo panel 2). Imagínense esto vívidamente, imagínense cómo, en la época posterior a Juliano Apostata, se extendió una cultura que excluía lo espiritual. Sólo a finales del siglo XIX, a partir de finales de los años setenta, llegó una nueva llamada a la humanidad desde las alturas espirituales, por así decirlo. Este fue el comienzo de la era que a menudo he caracterizado como la Era de Micael. Hoy quiero caracterizarla desde el punto de vista que yo digo: Ha llegado esa época en la que el hombre, si quiere permanecer con el viejo materialismo, -y una gran parte de la humanidad quiere permanecer inicialmente con él-, se adentrará entonces en terribles abismos. El hombre, si quiere permanecer en el viejo materialismo, descenderá necesariamente a lo infrahumano, no podrá mantenerse en el nivel humano. Pero para mantenerse en el nivel humano, el hombre debe abrir sus sentidos. Desde finales del siglo XIX es absolutamente necesario que el hombre abra sus sentidos a las revelaciones espirituales que están disponibles desde entonces.

Hubo ciertos poderes espirituales en acción que, yo diría, sólo encontraron su expresión externa en la personalidad de Eróstrato. Eróstrato fue, por así decirlo, la última espada que esgrimían ciertos poderes espirituales de Asia. Y cuando Eróstrato arrojó la antorcha incendiaria en el templo de Éfeso, detrás de él, sosteniéndolo por así decirlo sólo como la espada o como la continuación de la antorcha incendiaria, había entidades demoníacas que básicamente tenían la intención de no dejar pasar nada espiritual a esta civilización europea.

Aristóteles y Alejandro Magno se oponen a esto. ¿Qué ocurrió en realidad? A través de las campañas de Alejandro, el conocimiento natural de Aristóteles fue llevado a Asia, y un profundo conocimiento de la naturaleza se extendió por todas partes. Alejandro había fundado academias por todas partes, no sólo en Alejandría, en Egipto, sino en toda Asia, en las que estableció la sabiduría antigua, de modo que esta sabiduría antigua estuvo allí y fue cultivada durante mucho tiempo. Los sabios griegos siempre pudieron venir y encontrar refugio allí. El conocimiento natural fue llevado a Asia por Alejandro.

Europa inicialmente no podía tolerar este conocimiento más profundo de la naturaleza con la debida honestidad. Sólo quería conocimiento externo, cultura externa, civilización externa. <Por lo tanto, su alumno Teofrasto tomó lo que había en el Aristotelismo y lo entregó a Occidente. Pero todavía había una cantidad extraordinaria en él. Los escritos más lógicos de Aristóteles fueron entregados a Occidente. Pero esa es la peculiaridad de Aristóteles, que se lee de forma diferente a otros escritores, incluso donde es abstracto y lógico. No tienen ustedes mas que averiguar la diferencia entre leer a Platón y leer a Aristóteles con una experiencia interior, espiritual, basada en la meditación. Cuando un hombre moderno lee a Platón con un verdadero y correcto sentimiento espiritual y sobre la base de una cierta meditación, entonces después de algún tiempo siente como si su cabeza estuviera algo más elevada que su cabeza física, como si hubiera salido un poco de su organismo físico. Este es definitivamente el caso de aquellos que no se limitan a leer a Platón muy toscamente.

Con Aristóteles es diferente. Con Aristóteles nunca tendrán la sensación de que se salen del cuerpo al leerlo. Sino que si se lee a Aristóteles sobre la base de una cierta preparación meditativa, entonces se tendrá la sensación de que él está trabajando precisamente en el ser humano físico. El ser humano físico progresa precisamente a través de Aristóteles. Está trabajando. No es una lógica que uno meramente contempla, sino que es una lógica que trabaja interiormente. Aristóteles es aún más elevado que todos los pedantes que vinieron después de él e hicieron lógica de Aristóteles. Las obras lógicas de Aristóteles sólo se entienden correctamente en cierto sentido si se entienden como libros de meditación. Así que contienen algo singular. Piénsenlo: si los escritos científicos de Aristóteles hubieran pasado simplemente de Macedonia a Occidente, a Europa central y meridional, se habrían recibido de una forma que habría sido desastrosa. Ciertamente, la gente habría absorbido algo de ello, pero habría sido desastroso. Porque lo que Aristóteles, por ejemplo, tuvo que transmitir a Alejandro en ciencias naturales, -he dado una muestra de ello-, tuvo que ser captado por almas que aún permanecían tocadas por la esencia del tiempo de Éfeso, el tiempo anterior a la quema de Éfeso. Estos sólo podían encontrarse allá en Asia o en el África egipcia. De modo que el conocimiento y la comprensión de la esencia de la naturaleza habían pasado a Asia a través de las incursiones de Alejandro (se dibujó anteriormente en la imagen del panel 2 naranja a la derecha), y en una forma debilitada llegó más tarde a Europa a través de todas las migraciones posibles vía España, pero en un estado muy tamizado, debilitado (amarillo de derecha a izquierda). Pero lo que llegó directamente fueron los escritos lógicos de Aristóteles, el pensamiento de Aristóteles. Y eso perduró, perduró en la escolástica medieval.

Sí, y ahora tenemos estas dos corrientes. Siempre tenemos en el fondo de las visiones centroeuropeas aquello que, me gustaría decir, sigue propagándose desagradablemente en amplios círculos de personas incluso algo primitivas. Sólo hay que ver cómo la semilla que Alejandro llevó una vez a Asia, que llegó a Europa por todo tipo de rutas, primero a través de Arabia y demás, pero luego también por tierra a través de los cruzados, vive en todas partes, pero desagradablemente, en lugares ocultos. Aquí vienen personas como Jakob Böhme, como Paracelso, como muchos otros, que retoman lo que ha llegado a los amplios círculos primitivos de Europa por tales desvíos. Hemos transmitido aquí una sabiduría popular, mucho más de lo que suele creerse. Vive. Y a veces fluye en tales depositarios como Valentin Weigel, Paracelsus, Jakob Böhme, como muchos otros cuyos nombres se mencionan mucho menos; brilla abundantemente sobre lo que fue o es el alejandrismo, que llegó tarde a Europa, en Basilius Valentinus y así sucesivamente. En los monasterios vivía una verdadera sabiduría alquímica, que no sólo iluminaba sobre algunas transformaciones de las sustancias, sino que iluminaba sobre las peculiaridades más íntimas de las propias transformaciones humanas en el universo. Y los eruditos reconocidos se ocupan de un Aristóteles ciertamente distorsionado, tamizado, logologizado; pero este Aristóteles, con el que la escolástica y la ciencia posterior se ocupan como filosofía, este Aristóteles se convierte sin embargo en una bendición para Occidente. Porque fue sólo en el siglo XIX, cuando la gente ya no entendía nada de Aristóteles, cuando la gente sólo estudiaba a Aristóteles como si debieran leerlo, como si no debieran practicarlo, como si no fuera un libro de meditación. Sólo en el siglo XIX la gente ya no tiene nada de Aristóteles, porque ya no trabaja ni vive en ellos, sino porque se limitan a estudiarlo, porque no es un libro de ejercicios, sino un objeto de estudio. Hasta el siglo XIX era un libro de ejercicios. Pero ya ven, en el siglo XIX, lo que antes era práctica, lo que antes era habilidad, se transforma en conocimiento abstracto.

En Grecia,-tomemos esta otra línea, por medio de la cual también se caracteriza el asunto-, allá se tiene confianza en que lo que el ser humano tiene como capacidad de entendimiento, surge a partir del conjunto del ser humano. El maestro es el gimnasta. A partir de todo el ser humano en su movimiento físico, en el que actúan los dioses, surge lo que luego, por así decirlo, emerge y se convierte en discernimiento humano. El gimnasta es el maestro. En Roma, el gimnasta es sustituido más tarde por el retórico. Esto ya está algo abstraído de todo el ser humano, pero al menos sigue habiendo algo ahí que está conectado con una actividad humana en una parte del organismo. ¡Qué se mueve cuando hablamos! ¡Cómo vive el habla en nuestro corazón, en nuestros pulmones, en nuestro diafragma y más abajo! Ésta ya no vive tan intensamente en toda la persona como la que practicaba el gimnasta, pero sigue viviendo en una gran parte de la persona. Y los pensamientos son entonces sólo un extracto de lo que vive en el habla. El retórico ocupa el lugar del gimnasta. El gimnasta se ocupa de todo el ser humano. El retórico solo ha de tratar con aquello que hasta cierto punto ya excluye los miembros y así partiendo de una parte del hombre envía a la cabeza lo que es discernimiento. Y el tercer estadio, que sólo surge en los tiempos modernos, es el docto, que no entrena más que la cabeza, que sólo se ocupa de los pensamientos. En el siglo XIX todavía se nombraban profesores de elocuencia en las distintas universidades, pero ya no podían ejercer esta cátedra porque ya no se acostumbraba a inferir nada a la palabra, porque todo se limitaba a pensar. Los retóricos se extinguieron. Los que sólo representaban lo más insignificante de la humanidad, los doctos que sólo representaban la cabeza, se convirtieron en los líderes de la educación.

Y así era realmente cuando vivía el verdadero Aristóteles, ejercicio, ascetismo, ejercicios espirituales, lo que se derivaba de Aristóteles. Y estas dos corrientes incluso permanecieron. Cualquiera que no sea muy joven y que haya participado conscientemente en lo que tuvo lugar desde mediados hasta las últimas décadas del siglo XIX ya sabe, si ha viajado un poco del modo en que Paracelso, por ejemplo, viajó entre la gente del campo, que los últimos restos del saber popular medieval, del que Jakob Böhme, del que Paracelso se nutrió, estuvieron ahí hasta los años setenta y ochenta del siglo XIX. Y finalmente, esto también es cierto: Especialmente dentro de ciertas órdenes y en la vida de ciertos reducidos círculos, se conservó hasta las últimas décadas del siglo XIX un cierto aristotelismo de la práctica, de la práctica interior del alma. Y es justo decir que, por un lado, todavía se podían conocer los últimos brotes de lo que había sido llevado a Asia por Alejandro desde el aristotelismo, y por otro lado, lo que había llegado a través del Cercano Oriente, África y España y fue revivido en gente como Basilio Valentín y más tarde como sabiduría popular, de la que también se nutrieron Jacob Boehme, Paracelso y muchos otros. También regresó de una manera diferente a través de los cruzados. Pero estaba ahí en las amplias masas del pueblo, y todavía se podía encontrar. En las últimas décadas del siglo XIX todavía se podía decir: Gracias a Dios que los últimos brotes de lo que había sido llevado a Asia como ciencia natural antigua por las campañas de Alejandro seguían vivos, aunque apenas reconocibles, aunque corrompidos. De aquello que aún vivía en el sueño popular primitivo de una manera muy extraña, sobre la antigua alquimia, de los antiguos conocimientos y las conexiones entre las sustancias naturales y las fuerzas naturales, no eran mas que los últimos ecos. Hoy se han extinguido, hoy ya no están ahí, ya no se pueden encontrar, ya no se puede reconocer nada en ellos.

También había formación espiritual aristotélica entre ciertos individuos que uno podía llegar a conocer. Hoy en día ya no existe. Se conservaba lo que luego fue llevado a Oriente (continuación del panel 2; rojo de derecha a izquierda), y lo que fue llevado a Occidente por el alumno de Aristóteles, Teofrasto (azul del centro a la izquierda). Pero lo que había sido llevado a Oriente había vuelto de nuevo. Y se puede decir: En los años setenta y ochenta del siglo XIX se pudo enlazar con un conocimiento espiritual nuevo y directo a lo que en los últimos brotes se enlazó con los acontecimientos que les he descrito. 

panel 3
Esta es una conexión maravillosa, pues a partir de ello se ve que las influencias de Alejandro y el aristotelismo estaban allí para mantener el vínculo con lo espiritual antiguo, para que repercutieran en lo que se habría de convertir en la cultura material, para que tuvieran repercusiones que sólo durarían hasta que llegaran nuevas revelaciones espirituales.

A menudo les he dicho en diversos lugares que esta nueva vida espiritual apenas comenzaba a surgir a finales de los años setenta del siglo XIX en los primeros indicios y luego cada vez más con el fin del siglo. Hoy tenemos la tarea de captar toda la corriente de la vida espiritual que, me gustaría decir, viene a nosotros desde las alturas. Y por eso hoy estamos en medio de una verdadera transición en el despliegue espiritual de la humanidad. Y si no nos damos cuenta de estas extrañas conexiones y de estos vínculos con el pasado, entonces en realidad estamos dormidos ante los acontecimientos más importantes que están teniendo lugar a nuestro alrededor en la vida espiritual. Y ¡Cuánto dormimos realmente ante los acontecimientos más esenciales de hoy! La antroposofía debería estar ahí para despertar a la gente.

Y creo que para todos los que ahora están reunidos aquí en esta conferencia de Navidad, hay un impulso para un posible despertar. Verán, estamos en vísperas del día y tendremos que encontrar nuestro camino a través de esta conferencia hacia el aniversario de este triste acontecimiento; estamos en vísperas del día en que estallaron las terribles llamaradas de fuego que consumieron el Goetheanum. Y que el mundo piense lo que quiera sobre este incendio del Goetheanum, en el desarrollo del movimiento antroposófico este incendio significa algo monstruoso. Pero uno no lo juzga en toda su profundidad si no mira por un lado cómo estas llamas físicas de fuego se encendieron en aquel momento, cuando de un modo extraño, -hablaré de ello en los próximos días-, de los tubos del órgano, de otras cosas metálicas, las cosas metálicas abrasadoras ardieron en las llamas, de modo que surgieron estas extrañas coloraciones de las llamas. Entonces el recuerdo tuvo que ser llevado al año pasado. Pero en este recuerdo debe vivir el hecho de que lo físico es maya, que tenemos que buscar la verdad de las llamas de fuego en el fuego espiritual, que ahora tenemos que encender en nuestros corazones, en nuestras almas. El Goetheanum espiritualmente efectivo debe surgir del Goetheanum físicamente incendiado.

No creo, queridos amigos, que esto pueda suceder en el sentido pleno e histórico mundial a menos que podamos, por un lado, contemplar las llamas que se elevan en terribles lenguas de fuego desde el Goetheanum que hemos llegado a amar tanto, y al mismo tiempo contemplar en el fondo ese otro incendio traicionero de Éfeso, cuando Herostrato, guiado por poderes demoníacos, arrojó la tea llameante al Templo. Si reunimos estos dos eventos, colocando uno en el fondo y otro en el primer plano de nuestro pensamiento, tendremos entonces una imagen que tal vez tenga el poder de escribir con suficiente profundidad en nuestros corazones lo que hemos perdido y lo que debemos esforzarnos al máximo por reconstruir.

Traducido por J.Luelmo ago,2024

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