GA314 Dornach, 7 de octubre de 1920 - Fisiología-Terapéutica sobre la base de la Ciencia Espiritual

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 RUDOLF STEINER

 Fisiología-Terapéutica 

sobre la base de la Ciencia Espiritual

Conferencia I

Dornach,, 7 de octubre de 1920

El orador aún no ha llegado. Espero que venga pronto, pero no quiero dejarles aquí sentados de momento. Huelga decir que esta serie de conferencias es de especial importancia dentro de nuestro curso. El objetivo es mostrar en un ámbito práctico cómo nuestra ciencia espiritual de orientación antroposófica es capaz de intervenir realmente en la práctica de la vida. Pues bien, como cada ser humano siente por sí mismo, el área de la práctica de la vida que concierne a la medicina, y a la terapia, es una de las más importantes, y sólo por esta razón la introducción de la antroposofía en la medicina no debe faltar justo al comienzo de nuestros esfuerzos antroposóficos.

Ahora bien, en este curso nos hemos esforzado por que los temas individuales estén representados por especialistas que, por así decirlo, están calificados externamente, y es necesario para la representación de la ciencia espiritual ante el mundo que estos temas individuales estén representados por especialistas, pues de lo contrario no serán recibidos de la manera en que deberían serlo. De manera que hasta que llegue el conferenciante, procuraré hablarles desde el punto de vista de la ciencia espiritual sobre la fisiología y su relación con la terapia. Algo así debería tocar el tema. Y quiero mostrarles cómo la ciencia espiritual está llamada a influir en los estudios médicos y también en la práctica médica, en todo el arte de la medicina.

Es bien sabido que en nuestro sistema universitario, los estudios de medicina propiamente dichos suelen ir precedidos de estudios preparatorios de ciencias naturales. A esto le siguen los estudios de medicina propiamente dichos. De manera que, después de haber aprendido los fenómenos más biológico-fisiológicos, uno se dedica más a los fenómenos patológicos para luego llegar a la terapia. Pero un gran número de los honorables oyentes probablemente también son conscientes de lo mal que sale en realidad la terapia en este estudio médico. Es cierto que la orientación científica de los estudios médicos conduce a una comprensión de los procesos naturales en el ser humano, y que en cierta medida el futuro médico, cuando entra entonces en el campo patológico, llega con una determinada visión de los procesos naturales que difícilmente puede obtener una relación adecuada con los procesos patológicos. Sin embargo, hay algo que me parece que ha surgido con cierta necesidad como opinión en los últimos tiempos: Nos hemos acostumbrado a tener una visión muy específica de los procesos naturales, su conexión interna y la causalidad subyacente. Según esta presuposición, en una persona sana debemos buscar obviamente determinados procesos naturales en una conexión causal necesaria. Pero en la persona enferma, o digamos en el organismo enfermo, ¿Qué otra cosa podemos buscar sino procesos naturales que en el fondo también son causalmente necesarios? Sin embargo, nos vemos obligados a decir que lo que está presente en la enfermedad en este proceso natural bastante obviamente determinado causalmente, es anormal en comparación con el organismo sano, que se sale del contexto causal del organismo sano de una determinada manera. 
En resumen, cuando entramos en el campo de la medicina, es bastante obvio que inmediatamente se nos hace vacilar y volvernos escépticos, con respecto a lo que subyace a nuestra visión moderna de la naturaleza, como nuestra actitud real hacia los acontecimientos naturales. Esto también ha provocado entre muchos médicos la aparición del escepticismo, una especie de nihilismo hacia la terapia, como ya he mencionado aquí en otras ocasiones. Yo todavía conocí a aquellos famosos profesores que trabajaban en la facultad de medicina de Viena, -en la época en que esta facultad de medicina estaba en la cima de su esplendor-, y que en realidad eran básicamente nihilistas terapéuticos. Ellos decían: En realidad sólo se puede dejar que una enfermedad, -y ellos elegían particularmente la enfermedad a la que tal punto de vista es particularmente aplicable-, como la neumonía, por ejemplo, siga su propio curso y guiar este curso en la dirección correcta por medio de cualquier medida externa de alivio, promoción, etc., hasta que se produce la crisis y entonces todo fluye de nuevo. En realidad no podemos hablar de lo que durante siglos, incluso milenios, se ha llamado una cura en el verdadero sentido de la palabra.

Si se persiguiera consecuentemente tal punto de vista, la medicina se convertiría gradualmente en mera patología. Porque con respecto al examen de las enfermedades, aunque sea desde el punto de vista de la ciencia natural de pensamiento materialista, es precisamente en esta época de nihilismo terapéutico cuando se ha alcanzado una perfección extraordinariamente grande. Y en este punto también quisiera advertir contra un malentendido que podría consistir en que alguien creyera que desde este lugar y desde el lado de la ciencia espiritual de orientación antroposófica en general, se podría juzgar mal y subestimar la gran importancia de la ciencia natural de tiempos más recientes. Este no es en absoluto el caso. Cualquiera que haya mirado sólo un poco lo que han experimentado los métodos de investigación patológica en el transcurso de la segunda mitad del siglo XIX tiene que quedarse asombrado y admirado ante este gran, tremendo progreso. Sí, no sólo eso, sino que aún debe llegar a una confesión muy diferente. Debe decirse a sí mismo: Ciertamente, el materialismo ha surgido. Primero, el materialismo no puede satisfacer ciertas exigencias de la mente humana, pero por otro lado no puede iluminar suficientemente las amplias áreas de la cognición humana. Pero por otro lado, este materialismo tuvo, me gustaría decir, una especie de misión. Ha desarrollado la capacidad de observar experimentalmente la investigación de una manera extraordinariamente concienzuda. Y algo así como la patología moderna, aunque teñida de materialismo, se la debemos exclusivamente a este materialismo. Siempre se resiente uno si no es unilateral en los tiempos modernos, y cuando, siendo yo redactor y editor del «Magazin für Litteratur», escribí un artículo no condenando a Büchner a su muerte, sino reconociendo sus méritos, yo mismo fui tachado de materialista. Eso es precisamente lo esencial al experimentar y practicar la ciencia espiritual, que se pueda empatizar con todo, que se encuentre en todas partes la forma de pensar, la forma de sentir, a partir de la cual quizás incluso las direcciones y visiones del mundo más opuestas puedan extraer su fuerza, y que también se puedan apreciar los méritos de aquello que ha surgido de algo como el materialismo, que, sin embargo, debe ser superado en el presente - eso es simplemente un desafío de los tiempos.

Pero me gustaría llamar su atención sobre algo más. Ustedes han escuchado aquí en el curso de nuestras conferencias que nos esforzamos por una fenomenología en la ciencia. También han oído, y con la mayor justificación, que debemos esforzarnos incluso por una química libre de hipótesis. Y ahora me preocupa bastante que en algunas de las cosas que hay que plantear con respecto a la medicina y a la práctica médica, alguien pueda encontrar una u otra cosa en los argumentos que le parezca una hipótesis. Pero el concepto de hipótesis primero debe ser enfatizado apropiadamente, especialmente cuando uno entra en la consideración de lo orgánico desde lo inorgánico.

¿Qué es una hipótesis? Bueno, tomemos una cosa muy trivial de la vida ordinaria. Si he estado caminando por un sendero y he visto a una persona en ese sendero, sigo adelante, y luego ya no la veo, probablemente no supondré inicialmente que esa persona haya desaparecido en el suelo, eso ocurrirá en muy pocos casos, sino que miraré a mi alrededor, quizá vea una casa. Puedo limitar mis pensamientos de tal manera que puedo decirme: Bueno, la persona ha entrado en esta casa. Yo no lo veo ahora, pero ahora está dentro, y no haré una hipótesis injustificada si, por así decirlo, tengo que hipotetizar los pensamientos que me surgen en el curso de la percepción sensorial, por consiguiente, cuando en este curso ocurre algo que debe ser continuado de un modo explicativo, de modo que presupongo algo, que efectivamente surge del curso de mi imaginación, pero que no puede ser visto directamente, observado, que, por tanto, no es un fenómeno directo para mí. No haré una hipótesis indeterminada cuando presupongo tal cosa, del mismo modo que no haría una hipótesis indeterminada si, a través de algún proceso, primero percibiera calor con el termómetro y luego viera desaparecer este calor por solidificación o similar y luego hablara de calor latente que ha desaparecido.

Por consiguiente, la cuestión es que para que una investigación sea fructífera es absolutamente necesario continuar la serie de concepciones sensoriales aquí o allá. Una hipótesis injustificada es aquella que conduce a concepciones que, cuando se llevan a cabo, demuestran a una mente que discierne que lo que subyace a ellas nunca puede ser percibido en absoluto. Por tanto, hay que dotar a las concepciones a las que se llega, -y éstas son las concepciones del atomismo, del molecularismo-, de tales ingredientes que nunca pueden ser percibidos, pues de lo contrario uno podría percibirlos. Por ejemplo, nunca se puede caer en la ilusión de que si se pudieran ver las partes más pequeñas de los cuerpos a través de algún proceso, todavía se podría explicar la luz a través del movimiento. Porque entonces uno llevaría la luz a esas partes más pequeñas.

Llegados a este punto, les ruego que aprovechen la oportunidad para hacerse una idea clara del razonamiento justificado dentro de la experiencia y de la formulación de hipótesis injustificadas.

Si ahora volvemos a nuestro pensamiento anterior, entonces tenemos que decir lo siguiente: Vemos a la llamada persona normal frente a nosotros. Vemos a la persona enferma al otro lado. En ambos organismos debemos reconocer necesariamente, un proceso natural. Y sin embargo, ¿Cómo se relaciona un proceso con el otro? Precisamente la separación de la fisiología de la patología y la terapia, tan habitual en los últimos tiempos, nos impide llegar a ideas correspondientes en la transición de una a otra. Además, el médico moderno no puede tener en cuenta lo espiritual cuando practica la fisiología o la patología, porque lo espiritual es en realidad desconocido dentro de la mentalidad científica moderna. Y, por tanto, queda fuera de todas nuestras consideraciones. Ahora bien, contraponiendo estos dos procesos naturales, el fisiológico y el patológico, clara y vivamente, al principio en forma abstracta, quiero decir, se pueden poner ante la observación ciertas formas finales de lo patológico, y como resultado de la observación de tales formas finales se podrá tal vez llegar a ideas fructíferas. No es necesario pensar en la existencia de una necesidad incondicional al comienzo mismo de una ciencia. Esto, lo que uno llama rectitud, lo que uno llama necesidad interior, sólo puede surgir en el curso de la observación. Y cuando se quiere considerar un determinado ente natural, se puede, diría yo, comenzar en cualquier punto. Tomemos un caso muy extremo dentro del organismo humano enfermo. Pongamos por caso, algo muy extremo, que genera una cantidad extraordinaria de dificultades a la medicina moderna, la formación de carcinoma, la formación de cáncer. Vemos que dentro de este cuadro clínico, por así decirlo, ocurre algo que también muestra al examen microscópico, la manera en que aparece en el organismo ordinario una sustancia orgánica, o al menos una sustancia de aspecto orgánico, de tal modo que destruye gradualmente la vida del resto del organismo. En primer lugar sólo podemos decir que encontramos algo que ocurre dentro de la corporalidad del organismo humano donde vemos que algo que surge de profundidades desconocidas, interviene en nuestro proceso natural ordinario perturbándolo.

Pero también podemos ir al otro extremo del organismo patológico, podemos ver por otro lado que puede surgir algo que sea en cierto modo un desbordamiento de la actividad normal del organismo humano hacia lo anormal, en ese caso consideraremos un organismo humano como anormal. No quiero jugar especialmente con estos términos normal y anormal, pero pueden ser suficientes para una comprensión preliminar. En el curso ulterior se pondría de manifiesto, si hubiera que continuar precisamente estas consideraciones que estoy haciendo ahora, -lo cual no espero-, que en las transiciones lo normal también se topa simplemente con lo llamado anormal. Pero para una comprensión preliminar ciertamente se pueden utilizar los términos normal y anormal. Vemos que ante un organismo humano normal, también se desarrolla en el alma una determinada forma de voluntad, una determinada forma de sentir, una determinada forma de pensar. En la vida social hemos adquirido gradualmente la capacidad de cristalizar una especie de imagen normal a partir de las ideas que nos formamos en nuestro trato con la gente, una imagen que nos guía para considerar normal a una persona que, hasta cierto punto, tiene una determinada forma de voluntad, sentir y pensar.

Si concretamos un poco el pensamiento, inevitablemente llegamos a decirnos: Si el organismo funciona con demasiada fuerza, si funciona de una determinada manera, cómo funcionaría cualquier cuerpo en el que hay calor latente, del que tomamos este calor latente y que entonces expulsaría demasiado calor libre al entorno, de manera que ya no sabemos qué hacer con este calor. Si el organismo humano funcionara de tal manera que expulsara demasiado en esta dirección, entonces tendría necesariamente, si se enfrentara a nosotros en la realidad, que mostrarnos aquellos resultados que encontramos, por ejemplo, dentro del ámbito mental, donde lo emocional siempre desempeña un papel a través del sentimiento. Dentro de la estructura mental tal organismo humano nos parecería aquejado de lo que llamamos manía. En este organismo humano vemos ahora algo, por así decirlo, como consecuencia de una inundación de este organismo con fuerzas organizadoras que empujan hacia lo sensorial. Tenemos algo en las formaciones parecidas al carcinoma donde la fuerza natural aparece en el organismo, por así decirlo segregándose, organizándose, donde esta fuerza organizadora se deposita en el organismo. Por otra parte, en las manifestaciones patológicas de manía o fenómenos similares, tenemos algo que no puede, por así decirlo, ser retenido por el organismo, algo que sale del organismo. Si tuviera que dibujar esto esquemáticamente, podría dibujarlo de tal manera que digo: Si tuviera que abarcar la formación normal del organismo humano con esto de aquí, tendría que dibujar la aparición de un carcinoma de tal manera (rojo) que dibujaría algo en algún punto que aparece como fuerzas de crecimiento que ahora se adhieren al organismo internamente, de modo que tiene que liberar allí algo que de otro modo liberaría hacia todo el organismo.


Si quisiera dibujar lo que ocurre en el otro polo, en la manía, tendría que suponer, -todo esto se entiende esquemáticamente, por supuesto-, que surge del organismo (azul), como algo que empuja hacia lo espiritual-anímico.
Pueden entonces imaginarse estos casos extremos, que he mencionado aquí, que son hasta cierto punto casos extremos, en un estado más atenuado. Imaginemos que no se llega a la formación de un carcinoma, sino hasta cierto punto a una formación de carcinoma que se ha detenido en el camino. Cuando se llega a una formación de carcinoma que ha sido detenida en el camino, entonces simplemente se apodera de algún órgano, -porque naturalmente lo que sucede allí no puede suceder en la nada, no en los intersticios del organismo-, sino que la fuerza que de otro modo pugna hacia dentro en la formación de carcinoma se combina, por así decirlo, y allí se emancipa bastante independientemente internamente, con lo que está en un órgano como fuerza normal, y entonces nos encontramos con la enfermedad de un órgano, que podemos describir de las formas más diversas, como se ha convertido en práctica común en la medicina.

Supongamos que tal tendencia a la manía se detiene a medio camino. La persona afectada no se ve llevada por la anormalidad de su organismo hasta el punto en que lo anímico-espiritual queda completamente expuesto como en la hipermanía, donde hasta cierto punto se vuelve completamente fuera de sí y lo anímico sigue su propio curso emocionalmente. Lo que empuja hacia el otro extremo se detiene a mitad de camino, por así decirlo, y entonces nos encontramos con las diversas formas de las llamadas enfermedades mentales, -las llamadas, digo-, que pueden presentarse de las formas más variadas, desde las ilusiones condicionadas orgánicamente, etc., hasta los estados de histeria, orgánicamente apenas detectables, pero, no obstante, fundamentados siempre en el organismo, etcétera.

Como pueden ver, aquí se ha intentado rastrear los fenómenos que nos llevan de lo normal a lo patológico en dos direcciones diferentes, por así decirlo. Y sólo rastreando primero estos fenómenos podemos llegar a comprenderlos. Ahora quisiera mostrarles desde otro lado cómo se puede captar en cierto modo, -todavía no totalmente desde el campo de la ciencia espiritual, cuyo método he caracterizado para ustedes como imaginación, inspiración, e intuición-, sino, yo diría, ya desde un cierto instinto, que es lo que realmente subyace allí, pero cómo este captar, si no quiere penetrar tan lejos como el camino espiritual-científico, se queda sin embargo atascado en la mitad.

Tenemos un fenómeno extraordinariamente interesante dentro del desarrollo del espíritu alemán. Por no hablar de cómo se quiera ver a Schelling como filósofo, en él tenemos un interesante fenómeno histórico-cultural. Puede que todo lo que desarrolló en su filosofía sea erróneo y sesgado, pero él tenía un cierto instinto para los acontecimientos naturales que se extendía a áreas donde la ciencia natural ordinaria es tan reacia a seguir los acontecimientos naturales, donde se basa más en un empirismo muy tosco. Schelling trató ciertamente de pensar médicamente cuando tuvo la oportunidad de hacerlo, e incluso se ocupó ampliamente de cuestiones de procesos curativos. En los estudios históricos filosóficos de tiempos más recientes se ha prestado poca atención a cómo Schelling llegó realmente a sumergirse de forma bastante instintiva desde la mera observación filosófica abstracta y lógica en una observación real de la naturaleza, incluso de lo orgánico. Y hasta publicó una revista que se ocupaba ampliamente de cuestiones médicas.

¿De dónde viene eso? Pueden ustedes informarse al respecto si conocen y aprecian correctamente los profundos instintos de conocimiento de los que Schelling extrajo sus verdades y sus errores. Encontramos pues en Schelling, no una frase basada en conocimientos claros, sino, yo diría, labrada en los instintos de la vida espiritual, una frase notable. El conocimiento de la naturaleza, dijo, significa crear la naturaleza. Sí, si esta frase se aplicara directamente al conocimiento humano, entonces nos resultaría fácil entrar en la medicina. Si pudiéramos incluir las fuerzas creadoras en nuestra cognición, si tuviéramos las fuerzas creadoras presentes en nuestra conciencia, entonces podríamos penetrar muy fácilmente en el campo de los fenómenos fisiológicos y patológicos, porque entonces podríamos observar la naturaleza creadora en sus pasos, por así decirlo. El punto de vista empírico simplemente dice: No podemos hacer eso. Y aquellos que luego van más allá pueden decir que precisamente en el incumplimiento de tal exigencia que va más allá de la facultad humana, como planteaba Schelling, subyace algo de lo que no nos permite ver en un primer momento en tal proceso, en donde se producen nuevas formaciones. Puesto que no podemos seguir el funcionamiento de la naturaleza directamente con nuestra cognición, no podemos mirar dónde se producen nuevas formaciones, es decir, no podemos seguir fácilmente la existencia de procesos materiales, como los que tienen lugar en la formación de carcinomas. Pero en la correcta conjunción de lo que realmente se nos niega allí, por cuanto no podemos cumplir la exigencia instintiva de un hombre de genio: « Conocer la naturaleza significa crear la naturaleza», en el no cumplimiento de esta exigencia, en combinación con lo que sin embargo se nos ocurre en el proceso carcinomatoso, quedará claro cómo se han de abordar tales procesos.

Por otra parte, sí, Schelling no hablaba por instinto. Sólo les pido que consideren el polo opuesto de lo que dijo Schelling. Si por un lado está la frase: Conocer la naturaleza significa crear la naturaleza, -lo cual no podemos cumplir-, en el otro lado estaría la frase: Conocer el espíritu significa destruir el espíritu. Esta frase hasta ahora sólo ha sido pronunciada por científicos espirituales y sólo en una cierta misteriosa oscuridad: Conocer el espíritu significa destruir el espíritu. Si nos es imposible dar cumplimiento a la creación de la naturaleza, entonces tampoco podemos, -admitámoslo primero por analogía, luego podemos hablar más de ello-, destruir el espíritu a partir de nuestra capacidad humana. No podemos penetrar con nuestra cognición hasta el punto donde comienza la destrucción de lo espiritual. Pero ya se puede adivinar que hay una cierta relación con estados maníacos o similares, porque algo destructivo ocurre en el espíritu. Y por un lado hay que buscar la conexión entre esas facultades humanas normales que no pueden crear la naturaleza por el hecho de conocerla, ni pueden destruir el espíritu por el hecho de conocerlo. Aquí les he mostrado primero el camino, algo que nos lleva de una conciencia normal pero instintivamente más profundamente estimulada a una relación del hombre con la naturaleza. Veremos que en este camino, que aquí se ha indicado, se encuentra en el curso ulterior lo que en realidad hay que buscar en la transición de la fisiología a la patología.

Bueno, espero no verme obligado a hablarles así mañana, pero intentaré continuar esta reflexión en los próximos días, al menos en esbozos, en algún momento de la tarde.

Traducido por J.Luelmo sept,2024


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