GA314 Dornach, 9 de octubre de 1920 Fisiología-Terapéutica, sobre la base de la Ciencia Espiritual. - Por un lado, la actividad yoica puramente espiritual, por otro, su soporte en el organismo: la sangre.

   volver al índice

 RUDOLF STEINER

 Fisiología-Terapéutica, sobre la base de la Ciencia Espiritual.

Por un lado, la actividad yoica puramente espiritual, por otro, su soporte en el organismo: la sangre. 

Conferencia IV

Dornach, 9 de octubre de 1920 (por la tarde)

Esta tarde me gustaría darles algunos complementos más a las conferencias que he tenido que dar aquí involuntariamente en los últimos días, en que me vi obligado a sustituir al conferenciante que estaba programado. Quisiera señalar, a modo de pautas por así decirlo, algunas cosas que todavía pueden tener un efecto esclarecedor, cosas que pueden servir de principios para la fecundación de los estudios médico-terapéuticos a través de la ciencia espiritual. Naturalmente, por las razones que ya he indicado esta mañana, no será posible entrar en grandes detalles, no tanto por la brevedad del tiempo, -también eso, por supuesto-, sino sobre todo porque las apreciaciones detalladas deben reservarse, no obstante, para un debate profesional propiamente dicho, también por las razones que ya expuse esta mañana. No obstante, me gustaría hacer una contribución en este sentido en particular, que pueda conducir a una comprensión general de la naturaleza de la medicina, de modo que de esta parte de la observación médica científico-espiritual pueda surgir una especie de efecto social, a saber, el establecimiento de una cierta confianza entre el público y la profesión médica. Cuanto mejor sea la comprensión que se pueda aportar a la figura del médico, mejor podrá trabajar esta figura.

Ahora bien, esta mañana he llamado su atención sobre el hecho de que la vida del organismo humano consiste en que el sistema nervioso-sensorial, en pocas palabras, el sistema de la cabeza y el sistema metabólico de las extremidades funcionan de forma completamente opuesta, que luego se equilibran gracias a la función del sistema rítmico. En cierta medida, todos los procesos de descomposición, los muy necesarios procesos de descomposición del sistema nervioso-sensorial, entran continuamente en armonía e intercambio con los procesos de acumulación del sistema metabólico de las extremidades. Se puede imaginar, -y esto se puede demostrar detalladamente-, que ambos sistemas del organismo humano trabajan, por tanto, en direcciones opuestas, que también trabajan el uno sobre el otro hasta cierto punto, de modo que lo que ocurre en el individuo, por ejemplo en el sistema metabólico de las extremidades, no debe verse demasiado fuertemente perjudicado por el hecho de que, hasta cierto punto, al dejar de lado el sistema rítmico, la actividad que en realidad sólo es adecuada para el sistema  de la cabeza, trabaja en el sistema metabólico de las extremidades. Y una vez que se haya comprendido suficientemente de qué se trata, se comprenderá también cómo pueden tener lugar tales invasiones de un sistema sobre el otro, cómo, en otras palabras, el sistema de la cabeza, el sistema nervioso-sensorial, -en el que también deben tener lugar procesos metabólicos, como ya les he explicado-, también puede ser invadido por tales procesos metabólicos, de modo que estos procesos metabólicos en cierto sentido se asemejan funcionalmente al sistema de la cabeza  internamente al sistema metabólico de las extremidades. Y también puede ocurrir lo contrario. Puesto que en el sistema metabólico de las extremidades actúa el mismo sistema funcional que en el de la cabeza, aunque de forma secundaria en la vida normal, en el sistema metabólico de las extremidades puede llegar a ser demasiado intensa, hasta cierto punto, esa actividad que allí sólo debería alcanzar un cierto nivel y que tiene su significado real en la cabeza.

En otras palabras, la actividad nerviosa-sensorial, que también está presente en el sistema metabólico de las extremidades, puede volverse predominante en el abdomen, por ejemplo, porque la actividad de la cabeza tiene un fuerte efecto impregnador sobre ella, o más bien puede volverse una cuya intensidad es demasiado grande. Entonces ocurrirá en los órganos del abdomen lo que normalmente sólo debería ocurrir en el sistema nervioso-sensorial como procesos de degradación. Por supuesto, tomará una forma diferente en el sistema abdominal, pero yo diría que allí hará su daño. Podemos, en efecto, si observamos la organización del ser humano de este modo, reconocer en lo que acabo de describir la aparición de una grave enfermedad humana, a saber, la tifoidea abdominal. Es cierto que la fiebre tifoidea puede observarse externa y empíricamente en cuanto a su aspecto, pero sólo puede comprenderse y encajarse dentro de toda la organización humana si uno ve a través del ser humano de esta manera, diría yo, desde el punto de vista de la medicina racional, -por utilizar el término de Goethe. También les he mostrado esta mañana cómo se puede pasar de lo fisiológico-patológico a lo terapéutico no sólo tratando de ver a través de lo que ocurre en el ser humano, sino también tratando de ver a través de lo que ocurre en la naturaleza externa. En la naturaleza externa tienen lugar procesos que, si vemos a través de ellos de la manera correcta, pueden ser introducidos en el organismo humano mediante la transferencia de las sustancias correspondientes, y que, debido a que en cierto modo la naturaleza externa, digamos la naturaleza vegetal, funciona en sentido opuesto al esfuerzo descendente del ser humano mediante su esfuerzo ascendente, detienen allí ciertos procesos que se desarrollan de manera errónea entre los tres sistemas del  organismo humano.

Es interesante observar cómo lo que les he descrito esta mañana para el mundo vegetal y su conexión con el ser humano, también puede verse a través del mundo mineral. Sin embargo, para comprender el mundo mineral, tenemos que recurrir a ciertas ideas antroposóficas sobre el ser humano.

En el hombre actúan tanto lo anímico-espiritual, como lo etérico y lo físico. Lo anímico-espiritual actúa de tal manera, -como habrán podido ustedes reconocer en el transcurso de estas conferencias-, que puede ser impregnado por la plena conciencia del yo. En consecuencia el ser humano está, por así decirlo, en su organización normal. O puede que la conciencia del yo también esté de algún modo paralizada, retraída. Así pues, cuando lo anímico-espiritual retumba de algún modo, sigue su propio camino sin estar debidamente impregnada por el yo, entonces surgen las diversas áreas de la llamada enfermedad espiritual. Pero todo lo que es anímico-espiritual en el hombre, tanto lo que, antroposóficamente hablando, se entiende por astral, -es decir, la vida anímica más subconsciente, onírica o bastante inconsciente-, como lo que se entiende por actividad yoica, -es decir, la vida anímica plenamente consciente-, todo ello tiene en cierto modo su portador físico, a través del cual actúa en la vida física. De modo que podemos decir: Cuando miramos al ser humano, no sólo debemos dirigir nuestra mirada a lo que, por ejemplo, constituye la actividad del yo, que es una actividad puramente espiritual, sino que también debemos dirigir nuestra mirada al soporte real de esta actividad del yo en el organismo. Y ahí encontramos que el soporte real de esta actividad del yo está esencialmente anclado en la sangre.

Sería ir muy lejos si tuviera que mostrarles en detalle, -lo que bien podría ser el caso-, cómo interactúa el yo con el resto del alma precisamente a través de la especial eficacia de la sangre, a través de la interacción de la actividad metabólica en la sangre con la actividad rítmica en la sangre. Sin embargo, lo que más nos debe interesar en este momento es el puente que va de lo fisiológico-patológico a lo terapéutico. Y ahí encontramos algo extraordinariamente importante. Podemos, por así decirlo, influir en el marco físico, en el portador físico de lo anímico-espiritual, digamos el yo plenamente consciente, a través de cualesquiera procesos que provoquemos en él, de modo que se retraiga hasta cierto punto de la actividad del yo, pero que realice una función similar a la que en caso contrario sólo realizaría bajo la influencia de la actividad del yo. En este sentido, quiero poner de manifiesto un caso especial. Por favor, imagínense, -dibujo fig 1-, a través del sistema sanguíneo humano, en cierto modo en forma de entramado, construido en un entramado de fuerzas, aquello que funciona como actividad del yo. 

fig. 1
Me gustaría describir la propia actividad del yo dibujando rayas de colores a lo largo de la línea de este marco de fuerzas, que entonces forman el aspecto anímico-espiritual de la actividad del yo (ver dibujo, rojo). Si ahora se puede influir en cierto modo en la organización de fuerzas que subyace a la actividad del yo, entonces es posible que esta organización de fuerzas se independice hasta cierto punto, se desgarre y se separe como actividad física, como marco de fuerzas físicas activas, de lo anímico-espiritual, pero sin embargo actúe en cierto modo como una imagen de aquello que es la actividad anímico-espiritual, pero sin embargo meramente física. En cierto modo, se incorpora entonces una especie de doble que trabaja en el subconsciente profundo de abajo, pero que trabaja de forma parecida, sólo que en el ámbito espacial, es decir, sólo físicamente, tal y como trabaja por lo demás cuando no es más que un instrumento entregado a la actividad del yo.

Esto se puede provocar, -no hace falta que uno lo haga, en casos elementales lo puede hacer uno mismo, siempre se puede encontrar el punto que Goethe describe como aquel tras el cual la naturaleza revela su secreto revelado, basta con seguir los caminos apropiados-, se puede provocar este estado dándole al ser humano demasiado fósforo o tratándolo con una fuerte dosis de fósforo. Hasta cierto punto, lo que es portador de la actividad del yo en el cuerpo puede separarse de esta actividad del yo, de modo que esta actividad del yo se llevaría a cabo en el cuerpo como si se tratase de una representación. ¿Y cuál sería la consecuencia? La consecuencia sería que, precisamente bajo la influencia de las fuerzas del fósforo, la actividad sanguínea superaría su nivel habitual, especialmente en el tracto óseo, y se produciría una especie de hiperhemia  en el tracto óseo, por así decirlo. De esta manera, a través de esta hiperemia, lo que es adyacente a tal actividad exagerada de los vasos sanguíneos del cartílago óseo proliferaría entonces, y el proceso de calcificación de los huesos sería contrarrestado.

Les he descrito lo que podría suceder si al ser humano se le diera demasiado fósforo, es decir, si la función que el fósforo puede desempeñar en el organismo humano se llevara a cabo con demasiada fuerza. Pero esas fuerzas que están fuera en el mundo, que están ancladas en los minerales aisladamente, hasta cierto punto también están presentes de una forma diferente, digamos, de una forma suprasensible en el ser humano, y pueden activarse en el ser humano. En cierto sentido, el ser humano es un microcosmos. Cuando estas fuerzas, que por lo demás están ancladas en el fósforo fuera en la naturaleza, actúan en el ser humano, lo que puede ocurrir a una edad temprana, entonces surge la enfermedad del raquitismo. Y viendo a través de la conexión del hombre con el medio ambiente mundial de esta manera, tenemos que llegar a la comprensión de que el desarrollo del raquitismo en el organismo humano es un proceso similar al que tiene lugar en el desarrollo del fósforo fuera en la naturaleza. Les estoy indicando aquí, de manera breve y concisa y, por supuesto, de tal manera que no todos los eslabones de una cadena de pruebas pueden unirse, en un caso particular, que es en realidad la dirección a través de la cual se busca esta conexión del ser humano con el resto del mundo en la ciencia espiritual.

Pero ahora podemos ir más allá. Esta mañana les mostré cómo estos dos sistemas trabajan juntos de una manera que indiqué teniendo el sistema metabólico de las extremidades en un lado, el sistema nervioso-sensorial en el otro lado y el sistema rítmico equilibrador encima de eso (ver fig. 2). 

fig. 2
Ya lo ven, efectivamente resulta que lo que tiene un efecto irregular y perjudicial en el sistema metabólico de las extremidades es precisamente lo que hace sano al sistema de la cabeza. Por lo tanto, siempre tenemos ciertas funciones en el sistema de la cabeza humana que derivan del fósforo, pero de una cantidad muy pequeña de fósforo que se encuentra en el cerebro humano. Esta actividad del fósforo es conocida en el otro lado de la manera que les he descrito ahora, en el organismo metabólico de las extremidades como inhibiendo la degradación correcta en los procesos de calcificación. Pero estos procesos de fósforo deben estar presentes en el cerebro, donde la degradación debe estar presente, y donde, sobre todo, esta degradación debe continuar trabajando. En otras palabras: Puesto que tenemos el proceso de fósforo presente en el cerebro, tenemos un continuo, yo diría, estado naciente en el cerebro, tenemos una especie de desarrollo de raquitismo. Nuestra actividad cerebral se basa precisamente en el hecho de que el hueso quiere formarse constantemente, pero esta formación ósea se impide constantemente una vez que el cráneo se ha formado adecuadamente alrededor de este cerebro humano. Tenemos en el cerebro humano, -esto se desprende de la percepción humana-, un esfuerzo continuo hacia la formación del hueso. Pero esta formación ósea se completa a cierta edad. Después esta actividad de formación ósea se detiene. De modo que realmente tenemos aquí un factor patógeno que se equilibra desde el otro lado, desde el otro polo del organismo, tenemos un esfuerzo continuo hacia el raquitismo.

Ahora bien, lo curioso es que tal ritmo como puede observarse aquí en el hombre también está presente en todo el resto de la naturaleza, sólo que de cierta manera en sentido contrario. Si nos fijamos en el extraño significado del fósforo para el cerebro humano, debemos decirnos: cuando el fósforo es absorbido, se procesa hasta la cabeza. Allí sufre cambios dentro del propio organismo humano. Sigue la dirección que es la dirección del crecimiento humano. Se integra en esta dirección del crecimiento humano. Y esta integración reduce su eficacia a un mínimo, por así decirlo, diluyéndose, y en esta dilución actúa de tal manera que el raquitismo detenido de la cabeza puede ser el portador precisamente de aquellos procesos anímico-espirituales que deben llevarse a cabo a través de la mediación de la cabeza humana.

Ahora bien, lo peculiar es que si se administran a las personas dosis muy pequeñas de fósforo, en lugar de dosis algo más grandes y normalmente perceptibles de fósforo, de la manera correcta, entonces ya se ha conseguido algo más en las funciones del fósforo, por así decirlo. Si se introducen estas pequeñas dosis en el organismo humano, entonces éstas tienen el mismo efecto en la persona que el fósforo tiene en el cerebro humano. Ahora actúan allí en el resto del organismo como pequeñas dosis para detener el proceso de raquitismo una vez que ha comenzado en los niños.

Así pues, en este caso, el fósforo en pequeñas cantidades, en las dosis más pequeñas, es un remedio para el raquitismo, y en un sentido más amplio, el fósforo es en general un remedio para todo lo que hace que el entramado del yo, el entramado físico del yo, que he dibujado ahí (véase fig. 1, blanco) bajo el rojo, que se emancipa en el organismo por la enfermedad de la actividad real del alma, vuelva a la actividad del alma, es decir, lo vuelva a la normalidad.

Tuve que presentarles un argumento muy complejo sobre la naturaleza humana para que pudieran ustedes ver lo que realmente subyace en la disputa entre alópatas y homeópatas. En ciertos ámbitos, se puede decir que lo que se revela en homeopatía es bastante sorprendente, como en este caso que les he indicado. Con ciertas pequeñas dosis de fósforo o también de azufre, en resumen, de algo combustible, -volveré sobre ello-, se puede curar ciertamente el raquitismo, así como otras afecciones inflamatorias en general, que provienen de una actividad sanguínea emancipada, dijéramos, de la entidad del yo.

Como ven, si consienten en ver al ser humano de la forma en que les guía la ciencia espiritual, entonces, como en este caso, la conexión entre el ser humano y la naturaleza inorgánica externa también se hace transparente. Y lo que he mencionado aquí puede extenderse ciertamente a otras sustancias inorgánicas. Sólo hay que entrar en detalles. Y es precisamente esta forma de lograr la confluencia de patología, fisiología y terapia lo que requiere un estudio dedicado del mundo interior-humano y extra-humano. Podemos llamar sustancias combustibles al fósforo y al azufre. Estas sustancias combustibles, si realmente ampliamos nuestras consideraciones, resultan ser aquellas que actúan de forma similar a la que acabamos de describir para el fósforo. Actúan de tal manera que colocan el entramado del yo emancipado en la actividad del yo.

Ciertas sales actúan de manera opuesta, las que no son combustibles, sino las que se disuelven en agua y se sedimentan de nuevo cuando el agua se enfría. Estas sales, ácido carbónico, otras sales, actúan de tal manera que causan inversamente una conexión demasiado fuerte de lo anímico-espiritual, a saber la actividad del yo, con el entramado, de modo que no desprenden el entramado, sino que presionan lo anímico-espiritual demasiado fuertemente en él, por así decirlo. Y pueden, a su vez, utilizarse como remedio si esta conexión es demasiado débil debido a algo. Así que podemos decir: Si entendemos lo que realmente está pasando a través de alguna sustancia que introducimos en el organismo, si entendemos cómo influye en toda la organización, entonces entendemos cómo podemos contrarrestar algún proceso que es anormal y que debe ser contrarrestado.

Especialmente eficaces para ciertos procesos, como el que subyace a la enfermedad antiguamente conocida como tisis pulmonar, son precisamente tales sustancias parecidas a la sal, es decir, sustancias solubles. Pues eso que es la tisis pulmonar requiere precisamente que se contrarreste un proceso que en el organismo humano es el proceso opuesto al que tiene lugar cuando la sal se disuelve en una solución. Y así es como la extensión del propio conocimiento sobre todo el ser humano le lleva a uno a la conexión del hombre con todo su entorno físico exterior.

Lo que acabo de explicarles, -sólo puedo hablar por ejemplo en estas observaciones aforísticas complementarias-, todavía puede ilustrarse con otros ejemplos. Tomemos ejemplos de alguna parte; podemos encontrar tales ejemplos, me gustaría decir, en todas partes, pero tomemos ejemplos de un área que al mismo tiempo puede conducirnos a toda la conexión de lo espiritual-anímico con lo físico. Lo que nos es transmitido por el sistema nervioso-sensorial se presenta en la vida humana de tal manera que significa la vida consciente del hombre desde que se despierta hasta que se duerme. De modo que casi podemos decir: El sistema de la cabeza es la expresión para la vida consciente del hombre. Pero el sistema metabólico de las extremidades no es la expresión de la vida consciente del hombre en la misma forma. Caminamos por el mundo con una cabeza consciente, por así decirlo, pero todavía con las extremidades inconscientes. Estas extremidades sólo se vuelven conscientes cuando son tocadas de alguna manera, cuando sufren una injuria y cosas por el estilo. De modo que podemos decir: El estado normal para el sistema de la cabeza, para el sistema nervioso-sensorial, en el estado de vigilia es la conciencia, para el sistema opuesto del hombre es la inconsciencia. 

Pero, por otra parte es posible crear artificialmente en las personas una especie de conciencia del sistema metabólico de las extremidades. Y esto ocurre, por ejemplo, a través del masaje. ¿En qué consiste el masaje? Consiste en hacer consciente, a través de medidas externas, aquello que de otro modo permanece inconsciente. Se trata entonces de poder hacer que una conexión insuficiente entre lo anímico-espiritual y lo físico mejore a través de este masaje. Supongamos que el ser humano está organizado patológicamente de tal manera que tiene muy poca tendencia por parte de su parte anímico-espiritual a conducirla plenamente hacia su sistema anímico-metabólico y de las extremidades. Entonces, al masajear el físico de este sistema metabólico de las extremidades, al elevarlo en cierto grado del estado espiritual al estado de conciencia, se apoya este sistema en su eficacia, y así se evoca un flujo más fuerte de este sistema con lo anímico-espiritual. Y si uno entiende cómo funciona este sistema metabólico de las extremidades, si uno sabe, por ejemplo, que lo que pulsa en los brazos y las manos, lo que pulsa allí como lo anímico espiritual, que esto continúa en el interior y domina el metabolismo interno del ser humano, entonces uno también sabrá lo que significa provocar la conciencia parcial a través del masaje en los brazos y las manos. Esto significa una promoción de lo anímico-espiritual en el sistema metabólico, pero en ese sistema metabólico que se acumula interiormente en el ser humano, provocando la digestión, absorbiendo la sustancia, provocando la digestión de tal manera que tenga un efecto de absorción de la sustancia.

Entonces se puede decir: Si uno encuentra que el ser humano sufre orgánicamente de perturbaciones metabólicas, pero de perturbaciones metabólicas que se relacionan con el hecho de que su alimento no encaja adecuadamente en el cuerpo, o que el procesamiento de este alimento en el proceso de construcción no se lleva a cabo adecuadamente, en resumen, que el metabolismo que va hacia adentro no está en orden, entonces en ciertos casos, -uno debe por supuesto ahora tener un conocimiento detallado  para ver esto de la manera correcta-, el masaje de brazos y manos puede ser una ayuda. Esto se basa en el hecho de que se apoya lo anímico-espiritual en su efectividad a través del grado de conciencia que uno provoca a través del masaje. Si se masajean las piernas y los pies, algo más ocurrirá. Lo que impregna las piernas y los pies como anímico-espiritual  está a su vez orgánicamente conectado con los procesos excretores, con los procesos de descomposición. Por lo tanto, si la digestión no está en orden en el sentido de que los procesos excretorios no están teniendo lugar de la manera correcta, puede ser posible ayudar a las piernas y a los pies con un masaje.

Pero ya lo ven, si ustedes analizan de esta manera la naturaleza de la medicina desde una perspectiva científico-espiritual, entonces no logran tales cosas empíricamente por casualidad, cuando se presentan al empirismo, sino que pueden trabajar conscientemente en la conexión entre fisiología, patología y terapia en las áreas más diversas. Como ya he dicho, me gustaría contarles estas cosas sólo para iluminar las direcciones en las que uno debe ir. Y sé muy bien lo mucho que llama la atención este tipo de cosas, porque, por supuesto, no se pueden sacar a la luz todos los detalles.

Por ejemplo, si tomamos una enfermedad que también puede causar una gran preocupación al médico, digamos, por ejemplo, la diabetes mellitus, entonces debemos observar de nuevo la conexión entre lo anímico-espiritual, es decir lo anímico-espiritual consciente, lo anímico-espiritual impregnado por el yo y el portador físico de esta actividad del yo. Sólo que ahora ocurre algo diferente que en el caso mencionado hoy por primera vez. Supongamos que esta actividad del yo se hace demasiado grande en el organismo humano. Se expande más allá de su medida. Entonces pueden tener lugar tales procesos excretores anormales como en el diabético. Aquí estamos, por así decirlo, ante una exagerada actividad del yo en el propio organismo. Aquí nos encontramos con un ahondamiento demasiado profundo del yo en lo orgánico, de modo que a través de este ahondamiento profundo se expulsa precisamente lo que aparece en el diabético.

Ahora podemos desviar de nuevo la mirada de lo que ocurre en el interior del ser humano y dirigirla a lo que ocurre en el mundo exterior humano. Aquí en el mundo exterior, tenemos las plantas, de las cuales ya hemos reconocido esta mañana cómo desarrollan en cierto modo de abajo hacia arriba un proceso que el hombre desarrolla de arriba hacia abajo. Realmente, aquello que, digamos, actúa en el organismo como actividad hipertrófica del yo en la diabetes, va en contra de la dirección del crecimiento de las plantas. Si encontramos entonces la función correcta en la planta en crecimiento, podremos establecer una relación entre lo que actúa hacia abajo en el diabético y lo que actúa hacia arriba en la planta. Sólo tenemos que entender la planta de tal manera que nos digamos a nosotros mismos: La planta es un ser, también es físico; crece, se reproduce, por lo que tiene un cuerpo etérico. Para la visión científico-espiritual también está dotada de cuerpo etérico. Pero ella no alcanza la movilidad espiritual interior; por lo tanto, no tiene cuerpo astral, ni actividad del yo. Sin embargo, la actividad astral crece hacia la actividad del yo. Lo que la planta se desarrolla hacia arriba, el ser humano lo hace desde arriba hacia abajo.

Por consiguiente, si ahora somos capaces de observar lo que realmente tiene lugar en la planta, en el sentido de que crece en la dirección opuesta a aquella en la que el ser humano desarrolla su yo, de arriba abajo, en la planta descubrimos, cómo entonces surge aquello que ahora puede tener una relación interna con esta actividad interior del yo, precisamente porque también tiene algo que ver con la combustibilidad. Ya antes llamé su atención sobre los cuerpos combustibles. Ahora vemos ese combustible, esa fisicalidad volátil, cercana al combustible, surgiendo de la planta en los aceites esenciales. Cuando vemos que en ciertas plantas surgen los aceites etéricos, entonces se deduce de tal observación, como acabo de indicar, que ésta es la actividad opuesta a la que, por ejemplo, ejerce la actividad del yo ejercida en el organismo humano, debido a la cual el ser humano se vuelve diabético. Y se puede entonces, si sólo se traslada al ser humano de la manera correcta aquello que se tiene en el mundo exterior como opuesto, se puede trabajar contra la disfunción diabético-urinaria.

Hay que hacerlo de tal manera que en este caso realmente se contrarreste, es decir, por ejemplo, se ponen los aceites esenciales o las plantas mismas, que desarrollan el aceite esencial, en baños y se deja que la persona se bañe en tales baños. De este modo, las fuerzas que la planta desarrolla en los aceites esenciales actúan de fuera hacia dentro contra las fuerzas que causan la disfunción diabética. De esta manera, podemos ayudar a las personas a través de tales baños.

Sólo estoy citando ejemplos individuales de la gran cantidad de ejemplos que se pueden presentar, un gran número de los cuales presenté a especialistas médicos esta primavera. Sólo los estoy dando aquí en relación con los principios, pero se puede ver a partir de ellos cómo la medicina se racionaliza gradualmente, de modo que se ejemplifica que uno ve realmente el proceso dentro del ser humano y el proceso en la naturaleza externa, y ve cómo estos dos procesos se apoyan, se llevan o se contrarrestan mutuamente, cómo se puede detener un proceso que está en el organismo humano y cómo se puede buscar la curación. Si ampliamos esta forma de ver las cosas, me gustaría decir que avanzamos cada vez más en el reconocimiento del ser humano físico y sus conexiones con el ser humano anímico-espiritual. Como ustedes saben, el problema de la herencia desempeña un papel fundamental en la ciencia médica moderna. Pero este problema de la herencia se trata siempre de una manera muy abstracta y externa. La ciencia externa sólo puede establecer una pequeña conexión con lo que realmente ocurre en el ser humano. Pues el ser humano está en verdad, -y ahora quiero poner ante ustedes algo que se debe obtener de una rica investigación antroposófica, pero que quiero presentar como resultado-, formado a partir de todo el resto del mundo que le pertenece como mundo terrenal y también como mundo extraterrenal. Y se forma de diferentes maneras.

Encontramos, por ejemplo, que el organismo femenino está configurado de tal manera, digamos, a partir de la naturaleza o del cosmos, que en el organismo femenino se encuentran más de aquellas fuerzas que están, por así decirlo, menos ligadas a las fuerzas de la tierra. En el organismo femenino hay algo fuertemente extraterreno. En el organismo masculino se desarrollan preferentemente aquellas fuerzas que ahora están ligadas a la vida terrenal. Esto,  en la vida ordinaria no entra en consideración tan fuertemente, como lo está lo que es procreación. Allí estamos tratando con aquellas fuerzas que actúan en el organismo femenino y que contribuyen a la procreación y que en realidad son la transmisión de aquello que se organiza en todo el ser humano como algo extraterrenal. Pero lo que hace descender al hombre al mundo terrenal se organiza preferentemente en el organismo masculino. Y ahora veamos lo que hay realmente en el hombre a través de su entorno terrenal. Lo más llamativo que hay en él a través de su entorno terrenal es su actividad del yo. Esta actividad del yo, en realidad da pleno sentido al desarrollo del hombre en la tierra. Debemos evolucionar desde otros mundos hacia el mundo terrenal para poder desarrollar plenamente la actividad del yo en nuestra alma espiritual. Les he mostrado cómo esta actividad del yo, está ligada al entramado de fuerzas que se ejercen a través de la sangre. Entonces tendríamos que decir:

Aquello que se organiza preferentemente en la sangre, aquello que trabaja preferentemente hacia la actividad del yo, es producido por la personalidad masculina a través de la procreación; aquello que organiza más lo extraterrenal en el hombre, aquello que primero debe ser impregnado por la actividad del yo, proviene más bien del lado femenino.

De este modo, el macho y la hembra interactúan en la reproducción, y sólo podremos tener un concepto correcto de la herencia cuando hayamos captado esto. Ahora bien, en primer lugar, la semilla femenina, el germen femenino, se ve afectado por la influencia masculina. Y este germen femenino tiene una cierta independencia en el organismo femenino. Debemos decir que cuando tenemos ante nosotros un organismo femenino adulto, lo extraterrenal actúa preferentemente en el resto del organismo femenino. Sin embargo en la parte del organismo femenino que da lugar a la formación de gérmenes, no tiene ningún efecto, sobre todo después de la concepción. De modo que precisamente el germen femenino, que ha pasado por la concepción, tiene cierta independencia, es decir, aquello que implica como mediador de la actividad yoica, se transmite en cierto modo independientemente en relación con la descendencia. Si uno sabe estas cosas, entonces puede aplicarlas de tal manera que los fenómenos del mundo exterior vengan a uno como ilustrativos de lo que uno ha obtenido primero en la observación espiritual. En la observación espiritual uno adquiere el conocimiento de que lo extraterrenal está, en efecto, arraigado en el organismo femenino, que lo terrenal, que por ello se aferra a la actividad sanguínea, está a cargo del organismo masculino, que a través de esta mediación el óvulo femenino alcanza cierta independencia, se desarrolla hasta cierto punto separado del resto del organismo femenino extraterrenal a través de la fecundación.

Tal proceso, que se reconoce anímico-espiritualmente, queda entonces en segundo plano si se quiere explicar un fenómeno tan extraño como el de los hemofílicos. <Hay el extraño hecho de que hay personas que padecen una falta de coagulación de la sangre de tal manera que segregan copiosas cantidades de sangre a la menor lesión corporal, a menudo sin que tal lesión sea detectable, y por ello tienden a desangrarse hasta morir. Esta hemofilia, tiene algo muy peculiar: a los varones que provienen de familias hemofílicas no les da la hemorragia cuando nacen de mujeres que provienen de familias no hemofílicas, no les da como a los varones, esta hemofilia. Pero cuando las mujeres tienen descendencia que proviene de familias hemofílicas, ellas mismas no contraen la hemofilia por herencia; en cambio, los varones descendientes de ellas contraen la hemofilia. En otras palabras, la hemofilia pasa a través de la mujer. Esto nos indica la independencia del germen del que acabo de hablar. Y la apariencia externa nos señala, en cierto sentido, de forma ilustrativa, lo que obtenemos a través de la percepción espiritual.

Ahora bien, hoy les he mostrado, por así decirlo, de forma narrativa, algunas cosas que van en la siguiente dirección. Les he mostrado cómo, por un lado, se puede mirar en la esencia del ser humano, en la esencia concreta del ser humano, en sus procesos de desarrollo y degradación, en sus procesos de salud y enfermedad, que en realidad están en constante interacción y entre los cuales hay que buscar un equilibrio. Les he mostrado cómo se puede encontrar la interrelación del ser humano con su entorno a través de la contemplación espiritual, cómo se puede tender así un puente desde la fisiología y la patología hasta la terapia. Y por último quería ilustrarles con un ejemplo especial que, -he elegido un caso extremo, el de la hemofilia y las relaciones hereditarias en la hemofilia-, si observan la naturaleza de la manera correcta, en aquellos casos en los que la naturaleza revela su secreto evidente, obtienen en todas partes la ilustración de aquello que han reconocido por primera vez a través de la ciencia espiritual. Para que no haya ninguna objeción en absoluto, que sería la objeción que pondría quien no puede ver en el mundo espiritual, y que por tanto no tiene ninguna manera de encontrar ninguna prueba de lo que afirma el científico espiritual. No, no es así, sino que se trata de que se pueden aceptar los resultados de la ciencia espiritual, me gustaría decir, por un lado sin dogmatismo ni creencia en la autoridad, y por otro lado también se pueden aceptar sin escepticismo preconcebido y prejuicioso. Simplemente lo aceptas. Al principio no te dices a ti mismo: me lo creo, pero tampoco lo rechazas temerariamente, lo aceptas y lo contrastas con la realidad exterior.

Verán que, si aplican lo que al principio les parece paradójico, a menudo incluso fantástico, haciéndolo descender del mundo espiritual a través de la visión suprasensible en la investigación espiritual, si lo aplican en la vida, si preguntan a la vida, se confirma en los puntos que importan. Encontrarán que en todas partes el empirismo proporciona confirmación para lo que la investigación espiritual encuentra. Aquellas personas que hoy rechazan el conocimiento de este mundo espiritual con el pretexto de que no pueden ver en el mundo espiritual, son como el hombre que ve un hierro con esta forma (está dibujado) y dice: herraré a mi caballo con él, eso es una herradura. El otro, sin embargo, le dice: Es una lástima herrar al caballo con ella, pues tiene poderes magnéticos, es un imán, y cuando se le responde: Yo no veo ninguna fuerza magnética, para mí es una herradura.

Sí, la situación es tal que lo espiritual está en todo lo material, que ahora vivimos en una época en la que hay que buscar lo espiritual. El que, investigando en la materia, quiere hacer preguntas sin buscar el espíritu, es como el que utiliza para herrar un caballo, un imán con la forma de herradura, que por lo tanto no sabe cómo se deben utilizar realmente las cosas en el mundo material. Por muy incompletamente aforístico que tuviera que ser lo que hoy sólo puedo decirles como complemento de la conferencia, sólo pretendía mostrar la dirección en la que deben avanzar en el futuro los estudios médicos en particular. Porque este sistema de estudios médicos está íntimamente relacionado con el ente social. Así como el mundo humano sólo puede ser socialmente sano si se introduce el conocimiento espiritual en el criterio social, nuestra medicina sólo puede ser sana si se introduce en ella el conocimiento espiritual.

No somos fantasiosos en ningún campo. Al menos no queremos serlo en ningún campo. Se trata de una investigación seria, pero una investigación que ha desarrollado el principio que hoy se aplica a menudo. Cuando hoy se plantea una hipótesis aquí o allá, se dice que es una forma conveniente de obtener una visión general de los fenómenos. En matemáticas, se llega incluso a concebir tales hipótesis o líneas de pensamiento. La ciencia espiritual parte de la base de que no hay que escatimar nada para lograr todo lo que es necesario para el progreso de la vida humana, que no hay que escatimar nada en el empleo de las fuerzas en la dirección de esta necesidad. Y hoy podemos oír claramente los signos de los tiempos en el curso del desarrollo humano, que nos dicen que ya no podemos progresar siguiendo las viejas líneas.

Bien, lo que tenemos aquí en Dornach, sólo ha surgido porque ya no es posible progresar con las antiguas directrices, y las nuevas directrices hay que buscarlas aquí. Nos hemos especializado lo suficiente. Ahora se trata de reunir de nuevo las especialidades individuales. Tal vez, en este curso en particular, vean cómo las fuerzas espirituales que reúnen estas especialidades individuales deben fluir desde un centro. Para ello, sin embargo, debemos abandonar los caminos cómodos que tan a menudo se buscan hoy en día. Pero los frutos estarán sobre todo en la dirección del progreso de la humanidad. Por esta misma razón, me hubiera gustado, sobre todo, que todo lo que se puede decir científico-espiritualmente aquí, lo hubieran dicho también los especialistas. Y por eso no me pareció nada bien que yo mismo tuviera que hablar aquí ante ustedes en nombre de uno de los campos más importantes, el médico. Pero como las cosas han salido así, no había otra cosa que hacer y hay que conformarse con ello. Pero lo que habría importado en cualquier circunstancia, tanto si un especialista como un observador general hubiera presentado aquí lo necesario, habría sido mostrar que incluso en este difícil campo de la medicina, el progreso sólo es posible mediante la fecundación de la investigación espiritual. Hubiera mostrado, quiero decir, muy vívidamente, si también hubiera aparecido en este campo alguien que, a partir de las tradiciones de la época, de todo lo que la época misma podía proporcionar a los médicos, hubiera podido mostrar por otro lado a través de una mente abierta para la ciencia espiritual: Uno puede estar al mismo tiempo a la altura de la ciencia médica actual, la ciencia médica oficial, y seguir siendo un científico espiritual tan bueno que uno sólo puede creer que sólo puede  soportar incluso esta medicina actual si puede analizarla desde un punto de vista científico espiritual. No sé si han podido darse cuenta de esto de forma suficientemente intensa por el hecho de que he tenido que sustituir al médico especialista. Pero espero que haya más oportunidades de demostrarlo de tal manera que las circunstancias externas lo pongan de manifiesto: También la medicina sólo puede ser conducida hacia el futuro si el espíritu penetra en ella como es debido, como al menos se aspira a ello aquí en este Goetheanum, si el espíritu de Goethe penetra en la medicina.

Traducido por J.Luelmo sep,2024

No hay comentarios: