GA023 Los puntos claves de la cuestión social - La verdadera forma de la cuestión social

  Índice

CAPÍTULO I

RUDOLF STEINER

LA VERDADERA FORMA DE LA CUESTIÓN SOCIAL, CAPTADA DE LA VIDA DE LA HUMANIDAD MODERNA


¿No revela la catástrofe de la guerra mundial el movimiento social moderno a través de hechos que prueban cuán inadecuados eran los pensamientos que durante decenios se creyeron comprender la voluntad proletaria?

Lo que actualmente se abre paso a la superficie de la vida a partir de reivindicaciones del proletariado que antes estaban reprimidas y en relación con ellas, hace necesario plantearse esta cuestión. Los poderes que provocaron la supresión han sido parcialmente destruidos. La relación en que estos poderes se han colocado con las fuerzas motrices sociales de una gran parte de la humanidad sólo puede ser mantenida por aquellos que no se dan cuenta en absoluto de lo indestructibles que son tales impulsos de la naturaleza humana.

Algunas personalidades, cuya situación en la vida les permitía influir con su palabra o sus consejos en las fuerzas de la vida europea que empujaban hacia la catástrofe de la guerra de 1914, se hacían las mayores ilusiones sobre estas fuerzas motrices. Podían creer que una victoria de su país calmaría los embates sociales. Tales personalidades tenían que darse cuenta de que sólo a través de las consecuencias de su comportamiento los instintos sociales salían plenamente a la luz. De hecho, la actual catástrofe de la humanidad resultó ser el acontecimiento histórico a través del cual estos instintos recibieron toda su fuerza. Las personalidades y clases dirigentes siempre tuvieron que hacer depender su comportamiento en los últimos años fatídicos de lo que ocurría en los círculos de mentalidad socialista de la humanidad. A menudo les hubiera gustado actuar de otra manera si hubieran podido ignorar el estado de ánimo de estos círculos. Los efectos de este estado de ánimo perduran en la forma que han tomado los acontecimientos en la actualidad.

Y ahora que se ha alcanzado una etapa decisiva en el desarrollo de la vida de la humanidad, que se ha estado preparando durante décadas, se está convirtiendo en un destino trágico que los pensamientos que han surgido en el desarrollo de estos hechos no estén a la altura de las circunstancias. Muchas personalidades que han formado su pensamiento en este desarrollo para servir a lo que vive en él como objetivo social, hoy poco o nada pueden hacer respecto a las cuestiones de destino que plantean los hechos.

Algunas de estas personalidades siguen creyendo que lo que durante tanto tiempo han considerado necesario para la reorganización de la vida humana se hará realidad y entonces demostrará ser lo suficientemente poderoso como para dar a los hechos exigentes una dirección posible para la vida. - Podemos hacer caso omiso de la opinión de los que aún creen que lo antiguo debe poder resistir a las nuevas exigencias de una gran parte de la humanidad. Podemos centrar nuestra atención en la voluntad de quienes están convencidos de la necesidad de una nueva forma de vida. No podemos evitar admitirlo ante nosotros mismos: Las opiniones partidistas caminan entre nosotros como momias rechazadas por el desarrollo de los hechos. Estos hechos exigen decisiones para las que los juicios de los viejos partidos no están preparados. En efecto, esos partidos han evolucionado con los hechos, pero sus hábitos de pensamiento se han quedado rezagados con respecto a ellos. Quizá no haya necesidad de ser inmodesto con opiniones que todavía hoy se consideran autorizadas si uno cree que puede deducir lo que se acaba de indicar del curso de los acontecimientos mundiales en el presente. De ello puede sacarse la conclusión de que es precisamente el presente el que debe ser receptivo al intento de caracterizar ese aspecto de la vida social de la humanidad moderna que, en su peculiaridad, está muy alejado de los hábitos de pensamiento de las personalidades socialmente orientadas y de las tendencias partidistas. Porque es muy posible que la tragedia que surge en los intentos de resolver la cuestión social tenga sus raíces precisamente en una incomprensión de los verdaderos esfuerzos proletarios. En una incomprensión incluso por parte de aquellos cuyos puntos de vista han surgido de estos esfuerzos. Pues el hombre no siempre juzga correctamente sus propios deseos.

Parecería, pues, justificado plantearse las siguientes preguntas: ¿Qué es lo que realmente quiere el movimiento proletario moderno? ¿Se corresponde esto con lo que, en general, tanto el proletariado como el no proletario consideran su objetivo? ¿La verdadera naturaleza de la cuestión social concuerda con lo que comúnmente se piensa sobre ella, o es necesaria una forma de pensar completamente diferente? A esta pregunta difícilmente la puede responder objetivamente alguien que haya estado en condiciones de comprender en la práctica la mentalidad proletaria moderna, especialmente la mentalidad de aquellos miembros del proletariado que han contribuido decisivamente a determinar la dirección que ha tomado el movimiento social.

Mucho se ha dicho sobre el desarrollo de la técnica moderna y del capitalismo, sobre el nacimiento de un nuevo proletariado y sobre cómo las reivindicaciones de este proletariado han surgido en el marco del nuevo sistema económico. Mucho de lo que se ha dicho es pertinente, pero no se ha tocado nada decisivo, cosa que resulta evidente para quien no haya sido hipnotizado por la idea de que las condiciones externas determinan la naturaleza de la vida humana y para quien sea consciente objetivamente de los impulsos que se originan en el alma humana. Es cierto que las reivindicaciones del proletariado han surgido durante la evolución de la técnica moderna y del capitalismo, pero el reconocimiento de este hecho no dice nada sobre el impulso puramente humano que reside en esas reivindicaciones. Mientras no se comprendan plenamente estos impulsos, la verdadera naturaleza de la "cuestión social" seguirá siendo inescrutable.

La importancia de la siguiente expresión es evidente para quien se familiarice con las fuerzas internas y profundas de la voluntad humana: el trabajador moderno ha adquirido conciencia de clase. Ya no sigue instintivamente la dirección de las demás clases sociales; se considera miembro de una clase separada y está decidido a influir en las relaciones entre su clase y las demás de una manera que sea ventajosa para sus propios intereses. Las corrientes psicológicas subyacentes relacionadas con la expresión "conciencia de clase", tal como la utiliza el proletariado moderno, permiten comprender la mentalidad de una clase obrera vinculada a la técnica moderna y al capitalismo. Es importante reconocer la profunda impresión que han causado en la mente del proletario las enseñanzas científicas sobre la economía y su influencia en el destino humano. Aquí se toca un hecho sobre el cual muchas personas que sólo pueden pensar en el proletario y no con él tienen nociones turbias, cuando no directamente peligrosas, considerando la gravedad de los acontecimientos contemporáneos. La opinión de que el obrero "inculto" ha sido engañado por el marxismo y los escritores proletarios que lo promulgan no conduce a una comprensión de la situación histórica. Esta opinión revela una falta de comprensión de un elemento esencial del movimiento social: que la conciencia de clase proletaria ha sido cultivada por conceptos que se derivan de los desarrollos científicos modernos. El sentimiento expresado en el discurso de Lassalle "La ciencia y el trabajador " sigue dominando esta conciencia. Esto puede parecer poco importante para ciertas "personas prácticas". Sin embargo, una visión verdaderamente eficaz del movimiento obrero moderno exige que se preste atención a este tema. Lo que reclaman tanto las alas moderadas como las radicales del movimiento proletario refleja la ciencia económica que ha cautivado su imaginación y no, como se ha mantenido, la propia vida económica transformada de algún modo en impulso humano. Esto queda claramente ilustrado por el carácter científico popularizado periodísticamente de la literatura proletaria; negarlo es cerrar los ojos a los hechos. Una característica fundamental y determinante de la situación social actual es que el proletario moderno es capaz de definir el contenido de su conciencia de clase en conceptos científicamente orientados. El obrero en su máquina puede estar muy alejado de la "ciencia" como tal; sin embargo, escucha la explicación de su situación de otros cuyos conocimientos se derivan de esta ciencia.

Todo el debate sobre la nueva economía, la era de las máquinas, el capitalismo, etc., puede ser muy esclarecedor en lo que respecta a las causas subyacentes del movimiento proletario. Sin embargo, el factor determinante de la situación social actual no consiste en que el trabajador haya sido atado a una máquina dentro del sistema capitalista, sino que, influidos por su posición dependiente dentro del orden mundial capitalista, se han desarrollado ciertos pensamientos en su conciencia de clase. Puede ser que los hábitos de pensamiento actuales inhiban el reconocimiento de las implicaciones de este hecho y hagan parecer que enfatizarlo constituye nada más que un juego dialéctico de conceptos. A esto hay que responder de la siguiente manera: no hay perspectivas de una intervención exitosa en la sociedad moderna sin la comprensión de los elementos esenciales involucrados. Cualquiera que desee comprender el movimiento proletario debe saber ante todo cómo piensa el proletario. Porque este movimiento, -desde sus moderados esfuerzos de reforma hasta sus abusos más excesivos-, no es activado por "fuerzas no humanas" o "impulsos económicos", sino por las personas, por sus ideas y por su voluntad.

Las ideas y las fuerzas de voluntad decisivas del movimiento social contemporáneo no están contenidas en lo que la tecnología y el capitalismo han implantado en la conciencia proletaria. El movimiento ha recurrido a la ciencia moderna como fuente de sus ideas, porque la tecnología y el capitalismo no eran capaces de proporcionar al trabajador la dignidad humana que su alma necesitaba. Esta dignidad estaba al alcance del artesano medieval a través de su oficio, con el que se sentía humanamente relacionado, una situación que le permitía considerar que la vida en sociedad era digna de ser vivida. Podía ver lo que estaba haciendo como la culminación de sus esfuerzos como ser humano. Sin embargo, bajo el capitalismo y la tecnología, no tenía otro recurso que sí mismo, -su propio ser interior- ,para buscar la base para una comprensión de lo que es un ser humano; porque esta base no está contenida en el capitalismo y la tecnología. Por lo tanto, la conciencia proletaria eligió el camino del pensamiento orientado científicamente. El elemento inherentemente humano de la sociedad se había perdido. Ahora bien, esto sucedió en un momento en que las clases dirigentes estaban cultivando un modo de pensamiento científico que ya no poseía el impacto espiritual necesario para satisfacer las múltiples necesidades de una conciencia humana en expansión. 

Las antiguas concepciones del mundo consideraban al hombre como un ser anímico que existía dentro de un marco existencial espiritual. Sin embargo, según el pensamiento científico moderno, no es más que un ser natural dentro del orden natural de las cosas. Esta ciencia no se experimenta como una corriente que fluye hacia la mente del hombre desde un mundo espiritual que también sostiene su alma. Un examen imparcial de la historia revela que la ideación científica ha evolucionado a partir de la ideación religiosa; esto debe admitirse a pesar de lo que uno pueda sentir sobre la relación entre los diversos impulsos religiosos y el pensamiento científico moderno. Pero estas antiguas concepciones del mundo con sus fundamentos religiosos no fueron capaces de transmitir sus impulsos anímicos a los modos de pensamiento modernos. Se retiraron y trataron de existir fuera de estos modos de pensamiento en un nivel de conciencia que la mente proletaria encontraba inaccesible. Este nivel de conciencia todavía tenía algún valor para los miembros de las clases dominantes, ya que correspondía más o menos a su posición social. Estas clases no buscaban nuevas concepciones porque la tradición les permitía conservar las antiguas. Pero el trabajador, despojado de sus tradiciones, encontró su vida completamente transformada. Privado de las viejas costumbres, perdió la capacidad de alimentarse de fuentes espirituales, de las que también se había alejado. 

En términos generales, el cientificismo moderno se desarrolló simultáneamente con la tecnología y el capitalismo, atrayendo en el proceso la fe y la confianza del proletariado moderno en busca de una nueva conciencia y nuevos valores. Pero los trabajadores adquirieron una relación diferente con el cientificismo que los miembros de las clases dominantes. Los que no sentían la necesidad de adaptar sus propias necesidades psicológicas a la nueva perspectiva científica. A pesar de estar profundamente imbuidos de la "concepción científica" de las relaciones causales que van desde el animal más inferior hasta el hombre, para ellos seguía siendo una convicción puramente teórica; no sentían la necesidad de reestructurar sus vidas de acuerdo con esta convicción. El naturalista Vogt y el escritor de divulgación científica Büchner, por ejemplo, estaban ciertamente imbuidos de la perspectiva científica. Pero junto a esta perspectiva, algo actuaba en sus mentes que les permitía mantener ciertas actitudes en la vida que sólo pueden justificarse mediante la creencia en un orden espiritual universal de las cosas. ¡Qué diferente es el efecto del cientificismo en una persona cuya vida está firmemente basada en tales circunstancias y en el proletario moderno, al que los agitadores continuamente acosan durante sus pocas horas libres con cosas como: la ciencia moderna ha curado al hombre de la creencia de que tiene un origen espiritual; ahora sabe que en los tiempos primitivos trepaba indecorosamente por los árboles y que tiene un origen puramente natural! 

El proletario moderno se vio confrontado con tales ideas cada vez que buscaba una base psicológica que le permitiera encontrar su lugar en el esquema de las cosas. Se tomó muy en serio el nuevo cientificismo y sacó de él sus propias conclusiones sobre la vida. La era tecnológica y capitalista lo afectó de manera muy diferente que a las clases dominantes, cuyo modo de vida todavía se sustentaba en impulsos espiritualmente gratificantes; a ellas les interesaba adaptar los logros de la nueva era a este estilo de vida. Sin embargo, el proletario se había visto privado de su antiguo modo de vida que, en cualquier caso, ya no era capaz de proporcionarle un sentido de su valor como ser humano. Lo único que parecía capaz de proporcionar la respuesta a la pregunta: ¿Qué es un ser humano?, era la nueva perspectiva científica, dotada como estaba de las fuerzas de la fe derivadas de las viejas formas de vida. 

Naturalmente, es posible divertirse con la descripción del modo de pensar del proletario como «científico», pero sólo si se equipara la ciencia con lo que se adquiere tras años de asistencia a «institutos de enseñanza superior» y se la contrasta con la conciencia del proletario, que es «iletrado». Tal diversión ignora uno de los hechos decisivos de la vida contemporánea, a saber, que muchas personas muy instruidas viven de manera no científica, mientras que el proletario analfabeto orienta todo su modo de vida según una ciencia que quizá ni siquiera posee. La persona instruida ha tomado la ciencia y la ha encasillado en un compartimento de su mente, pero sus sentimientos están determinados por relaciones sociales que no dependen de esta ciencia. Sin embargo, el proletario está obligado por sus circunstancias a vivir la existencia de una manera que corresponde a las convicciones científicas. Su nivel de conocimiento puede muy bien estar muy alejado de lo que las otras clases llaman «científico», pero su vida está, no obstante, orientada por la ideación científica. El estilo de vida de las demás clases está determinado por una base religiosa, estética y cultural general; pero para él la «ciencia», hasta en sus detalles más insignificantes, se ha convertido en dogma. Muchos miembros de las clases «dirigentes» se consideran «ilustrados», «librepensadores». Es cierto que la convicción científica vive en sus intelectos, pero en sus corazones todavía palpitan vestigios inadvertidos de creencias tradicionales.

Lo que las viejas formas de pensar no transmitieron a la concepción científica fue la conciencia de un origen espiritual. Los miembros de las clases dominantes podían permitirse el lujo de ignorar esta característica del cientificismo moderno porque sus vidas todavía estaban determinadas por la tradición. Los miembros del proletariado no podían hacerlo: la tradición había sido expulsada de sus almas por su nueva posición en la sociedad. Heredaron la concepción científica de las clases dominantes y la convirtieron en la base de una concepción de la esencia del hombre, una concepción, una “sustancia espiritual” que ignoraba su propio origen espiritual, que de hecho negaba su origen en el espíritu.

Sé perfectamente el efecto que tendrán estas ideas tanto en los no proletarios como en los proletarios, que se consideran personas «prácticas» y que, por tanto, consideran que lo que aquí se dice está muy alejado de la realidad. Pero los hechos que van surgiendo de la situación mundial acabarán demostrando que esta opinión es errónea. Una consideración objetiva de estos hechos revela que una interpretación superficial de la vida sólo tiene acceso a ideas que ya no coinciden con los hechos. El pensamiento dominante ha sido «práctico» durante tanto tiempo que no tiene la menor relación con los hechos. La actual situación catastrófica mundial podría ser una lección para muchos: ¿Qué creían que iba a pasar y qué pasó? ¿Debe suceder lo mismo con el pensamiento social?

También puedo imaginar el reproche que se le hace a alguien que profesa el punto de vista proletario: “Otro que quisiera desviar las cuestiones fundamentales de la cuestión social por caminos que son accesibles a la burguesía”. Esa persona no se da cuenta de que, aunque el destino la haya colocado en un medio proletario, su modo de pensar es heredado de las clases “dominantes”. Vive como proletario, pero piensa como burgués. Los nuevos tiempos no sólo exigen un nuevo modo de vida, sino también un nuevo modo de pensar. La concepción científica será vivificante sólo si su manera de abordar la cuestión de un contenido plenamente humano de la vida alcanza una fuerza igual a la que animaba a las antiguas concepciones.

Se indica aquí un camino que lleva al descubrimiento de un elemento del movimiento proletario moderno. Al final de este camino se entona en la mente del proletario una convicción: “Busco una vida espiritual. Pero la vida espiritual es una ideología, un reflejo en las personas de los acontecimientos externos que no se originan en un mundo espiritual”. Lo que ha surgido en los tiempos modernos como resultado de la transición desde la antigua vida cultural-espiritual es considerado por el proletariado como ideología. Para captar el estado de ánimo del espíritu proletario tal como se manifiesta en las demandas sociales, es necesario comprender qué efecto puede tener la idea de que la vida espiritual es una ideología. Es posible objetar que el trabajador medio no sabe nada de esta idea, que es más bien una consternación para las mentes medio educadas de sus líderes. Sostener esta opinión es ignorar los hechos, es no estar al tanto de lo que ha ocurrido en la vida de las clases trabajadoras durante las últimas décadas, es estar ciego a la relación que existe entre la visión de que la vida espiritual es una ideología, las demandas y acciones de los llamados socialistas radicales “ignorantes” y los actos de aquellos que “incuban revoluciones” a partir de impulsos oscuros.

Es trágico que haya tan poca empatía por el estado de ánimo que surge en las masas y por lo que realmente está sucediendo en las mentes de la gente. El no proletario escucha con ansiedad las demandas del proletariado y oye lo siguiente: "Sólo mediante la socialización de los medios de producción me es posible alcanzar una existencia humana digna". Lo que no comprende es que su clase, en la transición de los viejos tiempos a los nuevos, no sólo ha puesto al proletario a trabajar en medios de producción que no son los suyos, sino que además no le ha proporcionado alimento para su alma. Las personas que piensan de la manera descrita arriba pueden afirmar que el trabajador simplemente quiere alcanzar el mismo nivel de vida que poseen las clases dominantes y preguntarán qué tiene que ver esto con su alma. Incluso el trabajador puede afirmar que no exige nada de las otras clases para su alma, que sólo quiere que dejen de explotarlo y que dejen de existir las diferencias de clase. Semejante discurso no llega a la esencia de la cuestión social, no revela nada de su verdadera naturaleza. Si la población obrera hubiera heredado de las clases dominantes un contenido espiritual genuino y no un contenido que considera la vida espiritual como una ideología, sus reivindicaciones sociales se habrían planteado de un modo muy distinto. El proletario está convencido de la naturaleza ideológica de la vida espiritual, pero como consecuencia de esta convicción se vuelve cada vez más infeliz. Las consecuencias de esta miseria inconsciente, que sufre agudamente, superan con creces en importancia para la situación social actual a las justificadas exigencias de una mejora de las condiciones externas.

Los miembros de las clases dominantes no se reconocen como los autores de la militancia que se les plantea desde el mundo proletario, pero sí lo son en la medida en que han legado al proletariado una vida espiritual que necesariamente debe ser considerada como una ideología.

El movimiento social no se caracteriza por la exigencia de un cambio en el nivel de vida de una clase social determinada, sino más bien por la manera en que la exigencia de ese cambio se traduce en realidad mediante los impulsos mentales de esa clase. Consideremos los hechos por un momento desde este punto de vista. Veremos cómo las personas a las que les gusta pensar en términos proletarios se ríen ante la afirmación de que cualquier esfuerzo espiritual podría contribuir a resolver la cuestión social. Lo descartan como ideología, como teoría abstracta. Piensan que ninguna solución significativa a las candentes cuestiones sociales de hoy puede provenir de meras ideas, de una así llamada vida espiritual. Pero al examinarlo más de cerca resulta obvio que el centro neurálgico, el impulso fundamental del movimiento proletario moderno, no reside en lo que dice el proletario, sino en las ideas.

El movimiento proletario es, en una medida tal vez sin igual por ningún otro movimiento similar en la historia, un movimiento nacido de ideas. Cuanto más se lo estudia, más claramente se ve esto. Esta conclusión no es una conclusión a la ligera. Durante años enseñé una amplia gama de materias en un instituto de educación obrera. A través de esta experiencia he llegado a reconocer lo que está vivo y pujante en el alma del trabajador proletario moderno; también pude observar las actividades de los diversos sindicatos. Considero, por lo tanto, que no me baso en meras consideraciones teóricas, sino en los resultados de la experiencia real.

Conocer el movimiento obrero moderno en el que lo llevan a cabo los obreros (por desgracia, rara vez ocurre así en el caso de los intelectuales de vanguardia) es reconocer la profunda importancia del hecho de que una determinada corriente de pensamiento haya conquistado las mentes de un número sumamente grande de personas de una manera extremadamente intensa. El hecho de que las clases sociales sean tan antagónicas entre sí hace muy difícil la formulación de una posición respecto de los problemas sociales. A las clases medias de hoy les resulta muy difícil identificarse con la clase obrera y, por lo tanto, no pueden comprender cómo una dialéctica tan intelectualmente exigente como la de Karl Marx, -independientemente de lo que se pueda pensar de su contenido-, haya podido encontrar receptividad en la inteligencia proletaria virgen.

El sistema de pensamiento de Karl Marx puede ser aceptado por un individuo y rechazado por otro, tal vez con razones que parecen igualmente válidas. Incluso fue revisado después de la muerte de Marx y su amigo Engels por aquellos que veían la sociedad desde un punto de vista algo diferente. No deseo discutir aquí el contenido de este sistema, que no es, en mi opinión, el elemento significativo del movimiento proletario moderno. Su característica más significativa es, para mí, el hecho de que el impulso más poderoso activo en el mundo de la clase obrera es un sistema de pensamiento. Ningún movimiento práctico con reivindicaciones tan fundamentales y cotidianas se ha basado tan exclusivamente en una ideación pura como este movimiento proletario moderno. Es el primer movimiento de este tipo en la historia que ha elegido una base científica. Este hecho debe ser comprendido correctamente. Lo que el proletario moderno tiene que decir conscientemente -en términos de programa- sobre sus propias opiniones, sus necesidades y sus sentimientos, no parece ser esencial.

Lo más importante es que la base intelectual de la vida afecta a todo el hombre, mientras que las otras clases la limitan a determinados compartimentos de la mente. El proletario no puede reconocer este proceso porque la vida del intelecto, del pensamiento, la ha heredado como ideología. En realidad, construye su vida sobre la ideación, que al mismo tiempo considera una ideología irreal. No es posible comprender la interpretación proletaria de la vida y su realización a través de los actos de sus partidarios sin comprender también este hecho y sus consecuencias para la evolución humana.

De lo expuesto anteriormente se desprende que cualquier descripción de la verdadera naturaleza del movimiento social proletario debe dar prioridad a una descripción de la vida espiritual del trabajador moderno. Es esencial que el trabajador perciba las causas de su situación social insatisfactoria y encuentre en esta vida espiritual los métodos para cambiarla. Sin embargo, en la actualidad no es capaz de hacer nada más que rechazar con enojo o desprecio la afirmación de que un impulso significativo reside en estas corrientes espirituales subyacentes del movimiento social. ¿Cómo va a reconocer un impulso, que lo afecta, en lo que debe considerar como una ideología? No se puede esperar resolver una situación social insostenible por medio de una vida espiritual así percibida. Desde un punto de vista orientado científicamente, el proletario moderno considera que no sólo la ciencia en sí, sino también el arte, la religión, la moral y la justicia son facetas de la ideología humana. No ve en estos aspectos de la vida espiritual nada que se relacione con la realidad de su existencia y que pueda contribuir a su bienestar material. Para él, son un mero reflejo de la vida material. Aunque puedan influir indirectamente en la vida material del hombre a través del intelecto o influyendo en los impulsos de la voluntad, en un principio surgieron como emanaciones ideológicas de esta misma vida material. Considera que no pueden contribuir a la solución de los problemas sociales. Los medios para alcanzar el fin sólo pueden surgir de la realidad material.

La nueva vida espiritual ha sido transmitida de las clases dirigentes al intelecto proletario en forma desvitalizada. Es de suma importancia que se comprenda esto al considerar las fuerzas que deben emplearse para resolver la cuestión social. Si esta situación permanece inalterada, la vida espiritual de la humanidad estará condenada a la impotencia en lo que respecta a los desafíos sociales del presente y del futuro. Una mayoría del proletariado moderno está absolutamente convencida de esta impotencia, creencia que se expresa a través del marxismo y confesiones similares. Se dice que el capitalismo moderno ha evolucionado a partir de formas económicas más antiguas, que esta evolución ha colocado al proletariado en una posición insostenible con respecto al capital, que la evolución continuará hasta que el capitalismo se destruya a sí mismo por medio de las fuerzas que le son inherentes y que la liberación del proletariado coincidirá con la muerte del capitalismo. Los pensadores socialistas posteriores han despojado a esta convicción del carácter fatalista que le asignan ciertos círculos marxistas. Sin embargo, su naturaleza esencial permanece, como lo demuestra el hecho de que a un socialista contemporáneo no se le ocurriría decir que el incentivo del movimiento social podría derivar de una vida interior nacida de los impulsos de la época y que tiene sus raíces en la realidad espiritual.

La actitud mental de la persona obligada a llevar una vida proletaria está determinada por el hecho de que no puede albergar tales expectativas. Necesita una vida espiritual que le dé la fuerza necesaria para sentir su dignidad humana. Al estar atada al orden económico capitalista moderno, su alma necesariamente ansiaba una vida espiritual de ese tipo. Pero la vida espiritual que le dieron las clases dominantes creó un vacío en su alma. El movimiento social actual está determinado por el hecho de que el proletario moderno desea una relación con la vida espiritual completamente diferente de la que el orden social contemporáneo puede darle; y esto es lo que está detrás de sus demandas. Este hecho es evidentemente incomprendido tanto por el proletariado como por el no proletario. El no proletario no sufre bajo la etiqueta ideológica, (de su propia creación), que se le asigna a la vida espiritual. El proletario sí, y esta etiqueta ideológica le ha robado la creencia en el valor sustentador de los valores espirituales como tales. Encontrar una salida a la actual situación social caótica depende de una comprensión correcta de este hecho. El acceso a esta vía ha sido cerrado por el orden social que se ha desarrollado, junto con las nuevas formas económicas, bajo la influencia de las clases dominantes. Hay que adquirir la fuerza para abrirla.

Se producirá un cambio total de actitud en relación con este tema cuando se haya dado suficiente importancia al hecho de que una sociedad de hombres y mujeres en la que la vida espiritual funciona como una ideología carece de una de las fuerzas que hacen viable el organismo social. La sociedad contemporánea ha enfermado debido a la impotencia de la vida espiritual, y la enfermedad se agrava por la tozudez a no reconocer su existencia. Si se reconociera este hecho adquiriríamos la base sobre la cual podrían desarrollarse ideas verdaderamente apropiadas para el movimiento social.

Cuando el proletario habla de conciencia de clase cree tocar una de las fuerzas básicas de su alma. Pero la verdad es que desde que se vio envuelto en el orden económico capitalista ha estado buscando una vida espiritual que le sirva de sostén para su alma y que le haga consciente de su dignidad de ser humano, pero como resulta que la vida espiritual es considerada como ideología, él no es capaz de desarrollar esta conciencia. Él la ha buscado pero al no encontrarla, la ha sustituido por el concepto de conciencia de clase.

Su mirada se dirige exclusivamente a los factores económicos, como atraído por una poderosa fuerza sugestiva. Por eso ya no cree que el impulso necesario para lograr algo positivo en el campo social se pueda encontrar en otra parte. Cree que sólo la evolución de la vida económica no espiritual y sin alma puede generar condiciones que, a su juicio, corresponden a la dignidad humana. Por eso se ve obligado a buscar su salvación en la transformación de la vida económica. Se ve obligado a concluir que mediante la transformación de la vida económica desaparecerán todos los daños que provienen de la iniciativa privada, del egoísmo del empresario individual y de la incapacidad de satisfacer las demandas de dignidad humana de los trabajadores. Así, el proletariado moderno ha llegado a ver el único remedio para el organismo social en la transferencia de todos los medios de producción de propiedad privada a la explotación comunitaria o incluso a la propiedad comunitaria. Esta opinión fue posible porque hemos desviado nuestra atención de las fuerzas espirituales y nos hemos concentrado únicamente en el proceso económico.

En esto se originan los elementos contradictorios del movimiento proletario. El proletario moderno cree que alcanzará sus derechos como ser humano mediante el desarrollo de la economía. Lucha por esos derechos. Y, sin embargo, en el proceso aparece algo que nunca podría ser el resultado de actividades económicas por sí solas. Este fenómeno, que se considera una consecuencia de factores económicos únicamente, es una característica muy destacada de la cuestión social. Es un proceso que sigue una línea de desarrollo directa desde la antigua esclavitud, pasando por la servidumbre de la Edad Media, hasta el proletariado moderno. La circulación de mercancías y dinero, las realidades del capital, los bienes inmuebles, la propiedad privada, etc., son todos elementos de la vida moderna. Una característica de la sociedad contemporánea que el proletario no identifica claramente, ni siquiera reconoce conscientemente, pero que constituye el impulso fundamental de su voluntad social, es que el orden económico capitalista moderno, dentro de su propia esfera de actividad, reconoce sólo mercancías y sus respectivos valores. Dentro de este organismo capitalista se ha convertido en mercancía algo que el proletario siente que puede no ser una mercancía.

El proletario moderno aborrece instintivamente, inconscientemente, el hecho de tener que vender su fuerza de trabajo a su patrón de la misma manera que se venden las mercancías en el mercado, y que la ley de la oferta y la demanda desempeña su papel en la determinación del valor de su fuerza de trabajo de la misma manera que lo hace en la determinación del valor de las mercancías. Este aborrecimiento de la naturaleza mercantil de la fuerza de trabajo tiene un profundo significado en el movimiento social. Ni siquiera las teorías socialistas enfatizan este punto de manera suficientemente radical. Este es el segundo elemento que hace tan urgente la cuestión social; el primero es la convicción de que la vida espiritual es una ideología.

En la Antigüedad había esclavos. Se vendía a la persona entera como una mercancía. Una parte menor, pero al fin y al cabo sustancial, del ser humano se incorporaba al proceso económico mediante la servidumbre. El capitalismo es la fuerza que se empeña en dar carácter de mercancía a una parte del ser humano: su fuerza de trabajo. No quiero decir que esto no se haya reconocido. Al contrario, se reconoce como un hecho de importancia fundamental en el movimiento social moderno. Sin embargo, se considera que tiene un carácter económico, y con ello la cuestión del carácter de mercancía de la fuerza de trabajo se convierte únicamente en una cuestión económica. Se cree erróneamente que las soluciones se encontrarán en factores económicos mediante los cuales el proletario dejará de considerar la incorporación de su fuerza de trabajo a la sociedad como indigna de la dignidad humana. Se comprende cómo se desarrollaron históricamente las formas económicas modernas y cómo dieron carácter de mercancía a la fuerza de trabajo humana. Lo que no se comprende es que es inherente a la vida económica que todo lo que se incorpora a ella debe asumir el carácter de mercancía. No es posible despojar a la fuerza de trabajo humana de su carácter de mercancía sin encontrar antes un medio de extraerla del proceso económico. Por tanto, los esfuerzos no deben dirigirse a transformar el proceso económico de modo que la fuerza de trabajo humana reciba un trato justo en él, sino a extraer la fuerza de trabajo del proceso económico e integrarla en fuerzas sociales que la liberen de su carácter de mercancía. El proletario anhela una vida económica en la que su fuerza de trabajo pueda ocupar el lugar que le corresponde. Lo hace porque no ve que el carácter de mercancía de su fuerza de trabajo es el resultado de su total vinculación al proceso económico. 

Debido a que debe entregar su fuerza de trabajo al proceso económico, necesariamente se entrega a sí mismo junto con él. El proceso económico, por su propia naturaleza, tiende a utilizar la fuerza de trabajo de la manera más conveniente y continuará haciéndolo mientras la regulación del trabajo siga siendo una de sus funciones. Como hipnotizados por el poder de la economía moderna, todos los ojos se centran en lo que sólo ella puede lograr. Sin embargo, los medios a través de los cuales la fuerza de trabajo ya no necesita ser una mercancía no se encontrarán en esta dirección. Una forma económica diferente sólo convertirá la fuerza de trabajo en mercancía de una manera diferente. La cuestión laboral no puede integrarse adecuadamente en la cuestión social hasta que se reconozca que la producción, distribución y consumo de mercancías están determinados por intereses que deberían excluir a la fuerza de trabajo humana.

El pensamiento de nuestro tiempo no ha aprendido a distinguir entre dos funciones esencialmente diferentes en la vida económica: por una parte, la fuerza de trabajo, que está íntimamente asociada al ser humano, y por otra parte, el proceso de producción-distribución-consumo, que esencialmente no lo está. Si un pensamiento sano en este sentido pusiera de manifiesto la verdadera naturaleza de la cuestión del trabajo, entonces ese mismo tipo de pensamiento indicaría entonces la posición que debe asumir la vida económica en un organismo social sano.

Ya es evidente que la “cuestión social” puede concebirse en tres cuestiones particulares. La primera se refiere a la forma sana que debe asumir la vida espiritual y cultural en el organismo social, la segunda se ocupa de la justa integración de la fuerza de trabajo en la vida de la comunidad y la tercera se refiere al modo en que debe funcionar la economía dentro de esta comunidad.

Traducido por J.Luelmo feb,2019

No hay comentarios: