GA023 Los puntos claves de la cuestión social - La realidad de las soluciones que requiere la vida para los problema y necesidades sociales

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CAPÍTULO II

RUDOLF STEINER

LA REALIDAD DE LAS SOLUCIONES QUE REQUIERE LA VIDA PARA LOS PROBLEMAS Y NECESIDADES SOCIALES


El elemento característico que ha dado a la cuestión social su forma particular en los tiempos modernos puede describirse del siguiente modo: La economía, junto con la tecnología y el capitalismo moderno, ha aportado, como es natural, un cierto orden interno a la sociedad moderna. Al tiempo que la atención de la humanidad se ha centrado en lo que la tecnología y el capitalismo han aportado, se ha ido desviando de otras ramas, de otras áreas del organismo social. Si queremos que el organismo social goce de buena salud, es igualmente necesario alcanzar la eficacia a través de la conciencia humana en estas áreas.

Con el fin de caracterizar claramente determinadas fuerzas motrices mediante una observación global y universal del organismo social, me gustaría comenzar con una comparación. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que no se pretende más que una comparación. El entendimiento humano puede servirse de tal comparación para formarse representaciones mentales sobre el restablecimiento de la salud del organismo social. Para considerar el más complicado de todos los organismos naturales, el organismo humano, desde el punto de vista presentado aquí, es necesario dirigir la atención al hecho de que la esencia total de este organismo humano exhibe tres sistemas complementarios, cada uno de los cuales funciona con cierta autonomía. Estos tres sistemas complementarios pueden describirse de la siguiente manera. El sistema constituido por las facultades nerviosas y sensoriales funciona como un área en el organismo humano natural. También podría designarse, por el miembro más importante del organismo en el que las facultades nerviosas y sensoriales están hasta cierto punto centralizadas, como el organismo de la cabeza.

Una clara comprensión de la organización humana dará lugar a reconocer como segundo miembro, lo que me gustaría llamar el sistema rítmico. Consiste en la respiración, la circulación sanguínea y todo lo que se expresa en los procesos rítmicos del organismo humano.

El tercer sistema debe reconocerse en todo lo que, en forma de órganos y funciones, está relacionado con el metabolismo como tal. Estos tres sistemas contienen todo lo que, debidamente coordinado, mantiene sano el funcionamiento del organismo humano.

En mi libro "Von Seelenrätseln " Los enigmas del Alma, he intentado caracterizar, al menos a grandes rasgos, esta triple articulación del organismo natural humano. Para mí está claro que la biología, la fisiología, la ciencia natural en su conjunto tenderán, en un futuro muy próximo, hacia una consideración del organismo humano que perciba cómo estos tres miembros, -el sistema de la cabeza o sistema neuro sensorial, el sistema circulatorio o sistema mamario y el sistema metabólico-, mantienen los procesos totales en el organismo humano, cómo funcionan con cierta autonomía, cómo no existe una centralización absoluta del organismo humano y cómo cada uno de estos sistemas tiene su propia relación particular con el mundo exterior. El sistema cefálico a través de los sentidos, el sistema circulatorio o rítmico a través de la respiración y el sistema metabólico a través de los órganos de alimentación y movimiento.

Los métodos científicos naturales todavía no están lo suficientemente avanzados como para que los círculos científicos puedan conceder un reconocimiento, suficiente para un avance en el conocimiento, a lo que he indicado aquí, que es un intento de utilizar el conocimiento basado en la ciencia espiritual para fines científicos naturales.

Esto significa, sin embargo, que nuestro hábito de pensamiento, toda la forma en que concebimos el mundo, todavía no está completamente de acuerdo, por ejemplo, en cómo la esencia interna de las funciones de la naturaleza se manifiesta en el organismo humano. Uno podría muy bien decir: Sí, pero la ciencia natural puede esperar, sus ideales se desarrollarán gradualmente y llegará un momento en que se reconocerán puntos de vista como el suyo. Sin embargo, en lo que a esto se refiere, no es posible esperar. En toda mente humana, -pues toda mente humana participa en el funcionamiento del organismo social-, y no sólo en la mente de unos pocos especialistas, debe estar presente al menos un conocimiento instintivo de lo que este organismo social necesita. El pensar y el sentir sanos, la voluntad y las aspiraciones sanas con respecto a la formación del organismo social, sólo pueden desarrollarse cuando se tiene claro, aunque sea más o menos instintivamente, que para que el organismo social sea sano debe tener, como el organismo natural, una triple articulación.

Desde que Schäffle escribió su libro sobre la estructura del organismo social, se ha intentado encontrar analogías entre la organización de un ser natural, -el ser humano, por ejemplo-, y la sociedad humana como tal. Se ha buscado la célula del organismo social, la estructura celular, los tejidos, etc. Hace poco apareció un libro de Meray, Weltmutation (Mutación del mundo), en el que ciertos hechos y leyes científicos se trasladaban sin más a un supuesto organismo social humano. Lo que aquí se quiere decir no tiene absolutamente nada que ver con todas estas cosas, con todos estos juegos de analogía. Suponer que en estas consideraciones se está jugando a tal juego de analogías entre el organismo natural y el social es revelar una incapacidad para entrar en el espíritu de lo que aquí se quiere decir. No se intenta trasplantar ningún hecho científico al organismo social; muy al contrario, se pretende que el pensar y el sentir humanos aprendan a percibir las potencialidades vitales en la contemplación del organismo natural y luego sean capaces de aplicar esta sensibilidad al organismo social. Cuando lo que supuestamente se ha aprendido sobre el organismo natural se transfiere sin más al organismo social, esto sólo indica una falta de voluntad para adquirir la capacidad de contemplar e investigar el organismo social con la misma independencia que es necesaria para comprender el organismo natural. Si, para percibir sus leyes, se considera el organismo social como una entidad independiente del mismo modo que un investigador científico considera el organismo natural, en ese instante la seriedad de la contemplación excluye jugar con analogías.

También cabe imaginar que lo que aquí se expone se basa en la creencia de que el organismo social debe "construirse" a imitación de alguna sombría teoría científica. Nada más lejos de la realidad. Mi intención es señalar algo muy distinto. La actual crisis histórica humana requiere que surjan ciertas sensibilidades en cada individuo, que estas sensibilidades sean estimuladas por la educación, es decir, el sistema escolar, como lo es el aprendizaje de las funciones aritméticas. Lo que hasta ahora ha resultado de las viejas formas del organismo social, sin ser absorbido conscientemente por la vida interior de la mente, dejará de tener efecto en el futuro. Una característica de los impulsos evolutivos que intentan manifestarse en la vida humana actual es que tales sensibilidades son necesarias, del mismo modo que la escolarización lo ha sido durante mucho tiempo. A partir de ahora la humanidad debe adquirir un sano sentido de cómo debe funcionar el organismo social para que sea viable. Debe adquirirse el sentimiento de que es malsano y antisocial querer participar en este organismo carente de tales sensibilidades.

A menudo se dice que para estos tiempos es necesaria una "socialización". Mientras el corazón humano, el alma humana, no haya asimilado al menos el conocimiento instintivo de la necesidad de la triple articulación del organismo social, esta socialización no será un proceso curativo para el organismo social, sino un remedio curandero, tal vez incluso un proceso destructivo. Para que este organismo social funcione saludablemente, debe cultivar metódicamente tres miembros constitutivos.

LO ECONOMICO

Uno de ellos es la economía. Se la considerará en primer lugar porque, evidentemente, ha sido capaz de dominar la sociedad humana a través de la tecnología moderna y el capitalismo. Esta vida económica debe constituir un miembro autónomo dentro del organismo social, tan relativamente autónomo como lo es el sistema nervioso-sensorial en el organismo humano. La economía se ocupa de todos los aspectos de la producción, circulación y consumo de mercancías.

LO JURÍDICO

El segundo miembro del organismo social es el de los derechos civiles, de la vida política como tal. Lo que puede designarse como Estado, en el sentido del antiguo Estado de derechos, pertenece a este miembro. Mientras que la economía se ocupa de todos los aspectos de las necesidades naturales del hombre y de la producción, circulación y consumo de mercancías, este segundo miembro del organismo social sólo puede ocuparse de todos los aspectos de las relaciones entre los seres humanos que se derivan de fuentes puramente humanas. Es esencial para el conocimiento de los miembros del organismo social poder diferenciar entre el sistema de derechos legales, que sólo puede ocuparse de las relaciones entre los seres humanos que se derivan de fuentes humanas, y el sistema económico, que sólo puede ocuparse de la producción, circulación y consumo de mercancías. Es necesario sentir esta diferencia en la vida para que, como consecuencia de esta sensibilidad, la economía esté separada del miembro de derechos, como en el organismo natural humano la actividad de los pulmones al procesar el aire exterior está separada de los procesos del sistema nervioso-sensorial.

LO CULTURAL (ESPIRITUAL)

El tercer miembro, autónomo junto a los otros dos, debe entenderse en el organismo social como lo que pertenece a la vida espiritual. Para ser más precisos, ya que las denominaciones "cultura espiritual" o "todo lo que pertenece a la vida espiritual", tal vez no sean suficientemente precisas, se podría decir: todo lo que se basa en las aptitudes naturales de cada individuo humano; lo que debe entrar en el organismo social a partir de las aptitudes naturales, tanto espirituales como físicas, de cada individuo. El primer sistema, el económico, se ocupa de lo que debe estar presente para que el hombre pueda determinar su relación con el mundo exterior. El segundo sistema se ocupa de lo que debe estar presente en el organismo social con respecto a las interrelaciones humanas. El tercer sistema se ocupa de todo lo que debe surgir de cada individualidad humana e integrarse en el organismo social.

Así como es cierto que la tecnología moderna y el capitalismo han moldeado nuestra sociedad en los últimos tiempos, también es imperativo que las heridas necesariamente infligidas por ellos a la sociedad humana se curen a fondo relacionando correctamente al hombre y a la comunidad humana con los tres miembros del organismo social. La economía, por sí misma, ha adoptado formas bastante definidas en los últimos tiempos. A través de la eficiencia unilateral ha ejercido una influencia especialmente poderosa en la vida humana. Hasta ahora, los otros dos miembros de la sociedad no han estado en condiciones de integrarse adecuadamente en el organismo social con la misma certeza y según sus propias leyes. Por lo tanto, es necesario que cada individuo, en el lugar en el que se encuentre, se comprometa a trabajar por la formación social basándose en las sensibilidades descritas anteriormente. Es inherente a estos intentos de resolver las cuestiones sociales que en el presente y en el futuro inmediato cada individuo tenga su tarea social.

El primer miembro del organismo social, la economía, depende en primer lugar de la naturaleza, del mismo modo que el individuo, en cuanto a lo que puede hacer de sí mismo mediante la educación y la experiencia, depende de las aptitudes de sus organismos espiritual y físico. Esta base natural se imprime simplemente en la economía y, por tanto, en todo el organismo social. Está ahí y no puede ser afectada esencialmente por ninguna organización social, por ninguna socialización. Debe constituir la base del organismo social, al igual que las aptitudes del ser humano en diversos ámbitos, sus capacidades físicas y espirituales naturales, deben constituir la base de su educación. Todo intento de socialización, de dotar a la sociedad humana de una estructura económica, debe tener en cuenta la base natural. Este elemento elemental, primitivo, que vincula al ser humano a un determinado trozo de naturaleza, constituye el fundamento de la circulación de mercancías, de todo trabajo humano y de toda forma de vida cultural-espiritual. Es necesario tener en cuenta la relación del organismo social con su base natural, del mismo modo que es necesario tener en cuenta la relación del individuo con sus aptitudes cuando se trata del proceso de aprendizaje. Esto puede quedar claro citando casos extremos. En ciertas regiones de la Tierra, donde el plátano es un alimento de fácil acceso, lo que se tiene en cuenta es la mano de obra que hay que emplear para trasladar los plátanos desde su lugar de origen hasta un determinado destino y convertirlos en artículos de consumo. Si se compara el trabajo humano que hay que emplear para convertir los plátanos en artículos de consumo para la sociedad con el trabajo que hay que emplear en Europa Central para hacer lo mismo con el trigo, se verá que el trabajo necesario para los plátanos es al menos trescientas veces menor que para el trigo. Por supuesto, se trata de un caso extremo. Sin embargo, tales diferencias en la cantidad de trabajo necesaria en relación con la base natural también están presentes en las ramas de producción que están representadas en cualquier sociedad europea, no tan radicalmente como con los plátanos y el trigo, pero las diferencias existen. De este modo se corrobora que la cantidad de fuerza de trabajo que los hombres deben aportar al proceso económico está condicionada por la base natural de su economía. En Alemania, por ejemplo, en regiones de fertilidad media, el rendimiento del trigo es aproximadamente de siete a ocho veces la cantidad sembrada; en Chile el rendimiento es doce veces mayor, en el norte de México diecisiete veces mayor y en Perú veinte veces mayor, (los datos corresponden a una publicación del año 1895).

Toda la homogeneidad de los procesos que comienzan con la relación del hombre con la naturaleza y continúan con sus actividades de transformación de los productos de la naturaleza en bienes de consumo, todos estos procesos, y sólo éstos, constituyen el miembro económico de un organismo social sano. Este miembro es comparable al sistema cefálico del organismo humano que condiciona las aptitudes individuales y, al igual que este sistema cefálico depende del sistema pulmón-corazón, el sistema económico depende del trabajo humano. Pero así como la cabeza no puede regular independientemente la respiración; tampoco el sistema de trabajo humano debe ser regulado por las mismas fuerzas que activan la economía.

El ser humano se dedica a la actividad económica en su propio interés. Éste se basa en sus necesidades espirituales y en las necesidades de su alma. La forma de abordar estos intereses de la manera más adecuada dentro de un organismo social, de modo que el individuo pueda satisfacer mejor sus intereses a través del organismo social y también ser económicamente activo de la mejor manera, es una cuestión que debe resolverse en la práctica dentro de las distintas instalaciones económicas. Esto sólo puede ocurrir si los intereses son capaces de afirmarse libremente, y si surgen la voluntad y la posibilidad de hacer lo necesario para satisfacerlos. El origen de los intereses se encuentra más allá del círculo que circunscribe los asuntos económicos. Se desarrollan junto con el desarrollo del alma y el cuerpo humanos. La tarea de la vida económica consiste en establecer facilidades para satisfacerlos. Estas facilidades deben referirse exclusivamente a la producción e intercambio de mercancías, es decir, de bienes que adquieren valor a través de la necesidad humana. La mercancía tiene valor a través de la persona que la consume. Debido al hecho de que la mercancía adquiere su valor a través del consumidor, su posición en el organismo social es completamente diferente de las otras cosas que el ser humano, como miembro de este organismo, valora. La economía, a cuya circunferencia pertenecen la producción, el intercambio y el consumo de mercancías, debe considerarse sin prejuicios. Se hará evidente la diferencia esencial entre la relación de persona a persona, en la que uno produce mercancías para el otro, y la relación de derechos como tal. Una consideración cuidadosa llevará a la convicción y a la exigencia práctica de que en el organismo social los derechos jurídicos deben estar completamente separados del sector económico. Las actividades que han de llevarse a cabo en las instalaciones que sirven a la producción e intercambio de mercancías no son propicias para influir de la mejor manera posible en el ámbito de los derechos humanos. En la economía un individuo se dirige a otro individuo porque uno sirve a los intereses del otro, pero la relación de una persona con otra es fundamentalmente diferente en el ámbito de los derechos humanos.

Podría parecer que la distinción requerida se realizaría suficientemente si se previera en ella el elemento jurídico, que también debe existir en las relaciones entre las personas que participan en la economía. Tal creencia carece de fundamento en la realidad. El individuo sólo puede experimentar correctamente la relación jurídica que debe existir entre él y los demás cuando no experimenta esta relación en el ámbito económico, sino en un ámbito completamente separado de él. Por lo tanto, en el organismo social debe desarrollarse, junto a la economía e independientemente de ella, un ámbito en el que se cultive y administre el elemento de los derechos. El elemento jurídico es, además, el del ámbito político, el del Estado. Si los hombres trasladan sus intereses económicos a la legislación y administración del Estado de derechos, entonces los derechos resultantes no serán más que la expresión de estos intereses económicos. Cuando el Estado de derechos administra la economía pierde la capacidad de regular los derechos humanos. Sus actos e instalaciones deben servir a la necesidad humana de mercancías; por tanto, se desvían de los impulsos que corresponden a los derechos humanos.

Podría parecer que la distinción requerida se realizaría suficientemente si se previera en ella el elemento jurídico, que también debe existir en las relaciones entre las personas que participan en la economía. Tal creencia carece de fundamento en la realidad. El hombre sólo puede experimentar verdaderamente la relación jurídica que debe existir entre él y los demás si no experimenta esta relación en el campo económico, sino en un terreno completamente separado de él. Por lo tanto, en un organismo social sano, junto con la vida económica y la independencia, debe desarrollarse una vida en la que surjan y se administren los derechos que existen de persona a persona. Pero la vida jurídica es la del ámbito político propiamente dicho, el Estado. Si las personas incorporan a la legislación y la administración del Estado constitucional los intereses que deben servir en su vida económica, los derechos resultantes serán sólo la expresión de estos intereses económicos. Si el propio Estado constitucional es economista, pierde la capacidad de regular la vida jurídica de las personas. Porque sus medidas e instalaciones son humanas.

El organismo social sano requiere un estado político autónomo como segundo miembro junto al sector económico. En el sector económico autónomo, a través de las fuerzas de la vida económica, las personas desarrollarán instalaciones que servirán mejor a la producción e intercambio de mercancías. En el Estado político se desarrollarán los medios que orientarán las relaciones mutuas entre las personas y los grupos de un modo que se corresponda con la conciencia de los derechos humanos.

Este punto de vista, que defiende la separación completa de los derechos-Estado y la economía, es el que corresponde a las realidades de la vida. No puede decirse lo mismo del punto de vista que fusionaría las funciones económica y de derechos. Las personas activas en el sector económico poseen, por supuesto, una conciencia de los derechos; pero su participación en los procesos legislativos y administrativos sólo se derivará exclusivamente de esta conciencia de los derechos si su juicio en este ámbito se produce en el marco de un Estado de derechos que no se ocupe de cuestiones económicas. Tal Estado de derechos tiene sus propios órganos legislativos y administrativos, ambos estructurados según los principios que se derivan de la moderna conciencia de derechos. Estará estructurado según los impulsos de la conciencia humana que hoy se denominan democráticos. El área económica formará sus órganos legislativos y administrativos de acuerdo con los impulsos económicos. El contacto necesario entre las personas responsables de los órganos jurídicos y económicos se producirá de una manera similar a la que actualmente practican los gobiernos de los estados soberanos. A través de esta formación, la evolución de un órgano podrá tener el efecto necesario sobre la evolución del otro. Tal y como están las cosas ahora, este efecto se ve obstaculizado por un área que intenta desarrollar en sí misma lo que debería fluir hacia ella desde la otra.

La economía está sujeta, por un lado, a las condiciones de la base natural (clima, geografía regional, riqueza mineral, etc.) y, por otro, depende de las condiciones jurídicas que el Estado impone entre las personas o grupos que ejercen una actividad económica. Así pues, se establecen los límites de lo que puede y debe abarcar la actividad económica. Del mismo modo que la naturaleza impone desde el exterior requisitos previos al proceso económico que los que se dedican a la actividad económica dan por sentado como algo sobre lo que deben construir esta economía, todo lo que subyace a la relación jurídica entre las personas debería estar regulado, en un organismo social sano, por un Estado de derechos que, al igual que la base natural, sea autónomo en su relación con la economía.

En el organismo social que ha evolucionado a lo largo de la historia de la humanidad y que, mediante la era de las máquinas y la forma económica capitalista moderna, ha dado al movimiento social su sello característico, la actividad económica abarca más de lo que es bueno para un organismo social sano. En el sistema económico actual, en el que sólo deben circular mercancías, circulan también la fuerza de trabajo y los derechos humanos. En el proceso económico actual, que se basa en la división del trabajo, no sólo se intercambian mercancías por mercancías, sino que las mercancías se intercambian tanto por trabajo como por derechos. (Llamo mercancía a todo lo que ha sido preparado por la actividad humana para el consumo y llevado a una determinada localidad con este fin. Aunque esta descripción pueda resultar objetable o parecer insuficiente a algunos economistas, puede ser útil para comprender qué le compete a la actividad económica.) Cuando alguien adquiere un terreno mediante compra, el proceso debe considerarse un intercambio del terreno por una mercancía, representada por el dinero de la compra. Sin embargo, la tierra en sí no actúa como una mercancía en la vida económica. Su posición se basa en el derecho de una persona a utilizarla. Este derecho es esencialmente diferente de la relación en la que se encuentra el productor de una mercancía. Esta relación, por su propia naturaleza, no se solapa con el tipo completamente diferente de relación de persona a persona que resulta del hecho de que alguien tenga el uso exclusivo de un terreno. El propietario coloca a las personas que se ganan la vida en la tierra como sus empleados, o a las que deben vivir de ella, en una posición de dependencia respecto a él. El intercambio de mercancías reales que se producen o consumen no causa una dependencia que tenga el mismo efecto que este tipo de relación personal.

Observando con imparcialidad este hecho de la vida, se ve claramente que debe encontrar expresión en las instituciones de todo el organismo social. Mientras las mercancías se intercambien por otras mercancías en la esfera económica, el valor de estas mercancías se determina independientemente de las relaciones jurídicas entre personas o grupos. Sin embargo, en cuanto las mercancías se intercambian por derechos, las propias relaciones jurídicas se ven afectadas. No se trata del intercambio en sí. Éste es un elemento necesario y vital del organismo social contemporáneo basado en su división del trabajo; el problema es que a través del intercambio de derechos por mercancías los derechos se convierten en mercancías cuando se originan dentro de la esfera económica. Esto sólo puede evitarse mediante la existencia de mecanismos en el organismo social que, por un lado, tengan la función exclusiva de activar la circulación de mercancías de la manera más conveniente y, por otro lado, mecanismos que regulen los derechos, inherentes al proceso de intercambio de mercancías, de aquellos individuos que producen, comercian y consumen. Estos derechos no difieren esencialmente de otros derechos de carácter personal que existen independientemente del proceso de intercambio de mercancías. Si perjudico o beneficio a mi prójimo mediante la venta de una mercancía, esto pertenece a la misma categoría social que un perjuicio o beneficio mediante un acto u omisión no relacionado directamente con el intercambio de mercancías.

El modo de vida del individuo está influido por las instituciones de derechos que actúan junto con los intereses económicos. En un organismo social sano, estas influencias deben proceder de dos direcciones distintas. En la organización económica, la formación formal, junto con la experiencia, debe proporcionar a la dirección los conocimientos necesarios. A través de la ley y la administración en la organización de los derechos se realizará la necesaria conciencia de los derechos, con respecto a las relaciones de los individuos, o grupos de individuos, entre sí. La organización económica permitirá a las personas con intereses profesionales o de consumo similares, o con necesidades similares de otro tipo, unirse en asociaciones cooperativas que, a través de actividades recíprocas, constituirán la base de toda la economía. Esta organización se estructurará sobre una base asociativa y sobre las interrelaciones entre asociaciones. Las asociaciones se dedicarán a actividades puramente económicas. La base jurídica de su trabajo la proporciona la organización de derechos. Cuando estas asociaciones económicas puedan hacer sentir sus intereses económicos en los órganos representativos y administrativos de la organización económica, no sentirán la necesidad de presionar a la dirección legislativa o administrativa del Estado de derechos (por ejemplo, a los grupos de presión de agricultores e industriales, a los socialdemócratas de orientación económica) para conseguir allí lo que no es alcanzable dentro del sector económico. Si el Estado de derechos no es activo en ningún ámbito económico, entonces sólo establecerá mecanismos que se deriven de la conciencia de derechos de las personas implicadas. Aunque las mismas personas que son activas en el ámbito económico también participen en la representación del estado de derechos, lo que por supuesto sería el caso, no se puede ejercer ninguna influencia económica en el sector de los derechos, debido a la formación de sistemas económicos y jurídicos separados. Dicha influencia socava la salud del organismo social, como también puede socavarse cuando la propia organización estatal gestiona ramas del sector económico y cuando los representantes de los intereses económicos determinan las leyes de acuerdo con dichos intereses.

Austria ofreció un ejemplo típico de fusión de los sectores económico y de derechos con la constitución que adoptó en los años sesenta. Los representantes de la asamblea imperial de esta unión territorial fueron elegidos entre las filas de las cuatro ramas económicas: Los propietarios de tierras, la cámara de comercio, las ciudades, mercados y zonas industriales, y las comunidades rurales. De esta composición de la asamblea representativa se desprende claramente que pensaban que se conseguiría un sistema de derechos permitiendo que los intereses económicos se ejercieran. Sin duda, las fuerzas divergentes de sus numerosas nacionalidades contribuyeron en gran medida a la desintegración de Austria. Sin embargo, es igualmente cierto que una organización de derechos que funcionara junto a la economía habría permitido el desarrollo de una forma de sociedad en la que la coexistencia de las diversas nacionalidades habría sido posible.

Hoy en día, las personas interesadas en la vida pública suelen dirigir su atención a asuntos de importancia secundaria. Lo hacen porque sus hábitos de pensamiento les inducen a considerar el organismo social como una entidad uniforme. No se encuentra un proceso electivo adecuado para tal entidad. Independientemente del proceso electivo empleado, los intereses económicos y los impulsos que emanan del sector de los derechos entrarán en conflicto en los órganos representativos. Este conflicto debe dar lugar a una agitación social extrema. Hoy debe darse prioridad al objetivo primordial de trabajar por una separación drástica entre la economía y la organización de los derechos. A medida que esta separación se haga realidad, las organizaciones que se separan encontrarán, cada una según sus propios principios, los mejores medios para elegir a sus legisladores y administradores. Esta cuestión de cómo elegir a dichos representantes, aunque como tal de importancia fundamental, es secundaria en comparación con las otras decisiones apremiantes que deben tomarse hoy. Donde aún existan las viejas condiciones, estas nuevas formas podrían desarrollarse a partir de ellas. Donde lo viejo ya se ha desintegrado, o está en proceso de hacerlo, los individuos o grupos de individuos deberían tomar la iniciativa para intentar reorganizar la sociedad en la dirección indicada. Incluso los socialistas razonables consideran poco realista esperar una transformación de la noche a la mañana. Esperan que el proceso de curación que desean sea gradual y pertinente. Sin embargo, que las fuerzas evolutivas humanas históricas de hoy hacen necesario el deseo racional de una nueva estructura social es perfectamente obvio para toda persona objetiva que observe los acontecimientos actuales.

Quien considere "práctico" sólo aquello a lo que se ha acostumbrado dentro de los límites de sus propios horizontes, considerará "poco práctico" lo que aquí se presenta. Sin embargo, si no es capaz de cambiar su actitud y tiene influencia en algún ámbito, sus acciones no contribuirán a la curación, sino a la continua degeneración del organismo social, del mismo modo que las acciones de personas de mentalidad similar han contribuido a las condiciones actuales.

Los esfuerzos que ya han comenzado a realizar los gobernantes para traspasar al Estado ciertas funciones económicas (correos, ferrocarriles, etc.) deben ser revertidos; el Estado debe ser relevado de todas las funciones económicas. Los pensadores a los que les gusta creer que están en el camino hacia un organismo social sano llevan estos esfuerzos de nacionalización a sus conclusiones lógicamente extremas. Desean la socialización de todos los medios económicos, en la medida en que son medios de producción. Un desarrollo sano, sin embargo, requiere que la economía sea autónoma y que el Estado político pueda, a través del proceso de la ley, afectar a las organizaciones económicas de tal manera que el individuo no sienta que su integración en el organismo social está en conflicto con su conciencia de derechos.

Es posible ver cómo las ideas presentadas aquí se basan en las realidades de la situación humana dirigiendo la atención al trabajo físico que el ser humano realiza para el organismo social. Dentro de la forma económica capitalista, este trabajo se ha incorporado al organismo social de tal manera que es comprado como una mercancía al trabajador por su empleador. Se produce un intercambio entre dinero (que representa mercancías) y trabajo. Pero, en realidad, este intercambio no puede tener lugar. Sólo lo parece. En realidad, el empresario recibe del trabajador mercancías que sólo pueden existir si el trabajador dedica su fuerza de trabajo a crearlas. El trabajador recibe una parte del contravalor de estas mercancías y el empresario la otra. La producción de mercancías es el resultado de la cooperación entre el empresario y el trabajador. Sólo el producto de su acción conjunta pasa a la circulación económica. Para la producción de la mercancía es necesaria una relación jurídica entre el trabajador y el empresario. El capitalismo, sin embargo, es capaz de convertir esta relación en otra determinada por la supremacía económica del empresario sobre el trabajador. En un organismo social sano, es evidente que el trabajo no puede pagarse. No puede alcanzar un valor económico por equivalencia con una mercancía. Las mercancías, producidas por el trabajo, adquieren valor por equivalencia con otras mercancías. El tipo y la cantidad de trabajo, así como la forma en que el individuo lo realiza para el mantenimiento del organismo social, deben estar determinados por sus propias capacidades, así como por los requisitos para una existencia humana digna. Esto sólo es posible si la determinación la lleva a cabo el Estado político independientemente de la gestión económica.

Mediante esta determinación, la mercancía adquirirá una base de valor comparable a la que existe en las condiciones impuestas por la naturaleza. A medida que el valor de una mercancía aumenta en relación con otra debido a que la adquisición de las materias primas necesarias para su producción se hace más difícil, su valor también debe depender de la clase y cantidad de trabajo que pueda emplearse para su producción de acuerdo con la legislación sobre derechos. De este modo, la economía pasa a estar sujeta a dos condiciones esenciales: la de la base natural, que la humanidad debe tomar como le viene dada, y la de la base de derechos, que debe crearse mediante una conciencia de derechos con raíces en un estado político independiente de los intereses económicos.

Es evidente que gestionando el organismo social de esta manera, la prosperidad económica aumentará y disminuirá según la cantidad de trabajo que la conciencia de los derechos decida gastar. En un organismo social sano es necesario que la prosperidad económica dependa de este modo, pues sólo tal dependencia puede impedir que el hombre se vea tan consumido por la vida económica que ya no pueda considerar su existencia digna de ser humana. Y, en verdad, toda la agitación del organismo social resulta del sentimiento de que la existencia es indigna de la dignidad humana.

Una comparación con los medios empleados para mejorar la base natural puede servir para encontrar posibles medios de evitar descensos pronunciados de la prosperidad como efecto de las medidas del sector de los derechos.

Un suelo poco productivo puede hacerse más productivo mediante el uso de medios técnicos; del mismo modo, si la prosperidad disminuye excesivamente puede modificarse el tipo y la cantidad de mano de obra. Esta modificación no debe emanar directamente de los círculos económicos, sino de la perspicacia que puede desarrollarse en una organización de derechos independiente de la vida económica.

Todo lo que ocurre en la organización social debido a la actividad económica y a la conciencia de los derechos está influido por lo que emana de una tercera fuente: las capacidades individuales de cada ser humano. Esto incluye los mayores logros espirituales, así como las aptitudes físicas superiores o inferiores. Lo que procede de esta fuente debe introducirse en el organismo social sano de manera muy distinta a como se hace con el intercambio de mercancías o con lo que emana del Estado. Esta introducción sólo puede efectuarse de manera sana si se deja a la libre receptividad del hombre y a los impulsos que provienen de las capacidades individuales. Los esfuerzos humanos y los logros que resultan de tales capacidades se ven, en gran medida, privados de la verdadera esencia de su ser si están influidos por los intereses económicos o la organización estatal. Esta esencia sólo puede existir en las fuerzas que el esfuerzo y la realización humanos deben desarrollar por sí mismos. La libre receptividad, único medio adecuado, se paraliza cuando la integración social de estos esfuerzos y logros está directamente condicionada por la vida económica u organizada por el Estado. Sólo hay una forma sana posible de desarrollo para la vida espiritual: lo que produzca será el resultado de sus propios impulsos y existirá una relación de mutua comprensión entre ella y los destinatarios de sus logros. (El desarrollo de las capacidades individuales presentes en la sociedad está conectado al desarrollo de la vida espiritual por innumerables y finos hilos).

Las condiciones aquí descritas para el sano desarrollo de la vida espiritual-cultural no se reconocen hoy en día porque la capacidad de observación se ha visto enturbiada por la fusión de gran parte de esta vida con el estado político. Esta fusión se ha producido en el transcurso de los últimos siglos y nos hemos acostumbrado a ella. Se habla, por supuesto, de "libertad científica y educativa". Sin embargo, se da por sentado que el Estado político debe administrar la "ciencia libre" y la "educación libre".

No se entiende que de esta forma el Estado haga depender la vida espiritual de las exigencias estatales. La gente piensa que el Estado puede proporcionar las instalaciones educativas y que los profesores que las ocupan pueden desarrollar la cultura y la vida espiritual "libremente" en ellas. Esta opinión ignora lo estrechamente relacionado que está el contenido de la vida espiritual con la esencia más íntima del ser humano en el que se desarrolla, y cómo este desarrollo sólo puede ser libre cuando se introduce en el organismo social a través de los impulsos que se originan en la propia vida espiritual, y no a través de otros. Mediante la fusión con el Estado, no sólo se ha determinado la administración de la ciencia y la parte de la vida espiritual relacionada con ella, sino también su contenido. Por supuesto, el Estado no puede influir directamente en lo que producen las matemáticas o la física. Pero la historia de las ciencias de la cultura demuestra que se han convertido en reflejo de las relaciones de sus representantes con el Estado y de las exigencias estatales. Debido a este fenómeno, los conceptos contemporáneos de orientación científica que dominan la vida espiritual afectan al proletario como ideología. Ha observado cómo ciertos aspectos del pensamiento humano están determinados por exigencias estatales que corresponden a los intereses de las clases dominantes. El proletario pensante veía en ello un reflejo de los intereses materiales, así como una lucha de intereses contrapuestos. Esto creó la sensación de que toda la vida espiritual es ideología, un reflejo de la organización económica.

Esta visión desoladora de la vida espiritual humana cesa cuando puede surgir el sentimiento de que en la esfera espiritual actúa una realidad que se contiene a sí misma y que trasciende lo material. Es imposible que surja tal sentimiento cuando la vida espiritual no se autodesarrolla y administra libremente dentro del organismo social. Sólo las personas activas en el desarrollo y la administración de la vida espiritual tienen la fuerza para asegurar su lugar apropiado en el organismo social. El arte, la ciencia, las cosmovisiones filosóficas y todo lo que las acompaña necesitan precisamente esa posición independiente en la sociedad humana, pues en la vida espiritual todo está interrelacionado. La libertad de una no puede florecer sin la libertad de la otra. Aunque el contenido de las matemáticas y la física no puede estar directamente influido por los requisitos del Estado, lo que se desarrolla a partir de ellas, lo que la gente piensa de su valor, los efectos que su cultivo puede tener en el resto de la vida espiritual, y mucho más, está condicionado por estos requisitos cuando el Estado administra ramas de la vida espiritual. Es muy diferente si un maestro de los grados escolares más bajos sigue los impulsos del estado o si recibe estos impulsos de una vida espiritual que es autónoma. A este respecto, los socialdemócratas no han hecho más que heredar los hábitos de pensamiento y las costumbres de las clases dominantes. Su ideal es incluir la vida espiritual en las instituciones sociales construidas sobre principios económicos. Si logran alcanzar su objetivo, sólo habrán continuado por el camino de la depreciación espiritual. Tenían razón, aunque unilateral, en su exigencia de que la religión fuera un asunto privado. En un organismo social sano, toda vida espiritual debe ser, con respecto al Estado y a la economía, un "asunto privado". Pero el motivo de los socialdemócratas para querer transferir la religión al sector privado no es el deseo de crear una posición dentro del organismo social en la que una institución espiritual se desarrolle de un modo más deseable y digno de lo que puede hacerlo bajo la influencia del Estado. Opinan que el organismo social sólo debe cultivar con sus propios medios sus propias necesidades vitales. Y los valores religiosos no pertenecen a esta categoría. Una rama de la vida espiritual no puede florecer cuando se la retira unilateralmente del sector público de esta manera, si las demás ramas espirituales permanecen encadenadas. La vida religiosa de la humanidad moderna sólo desarrollará su fuerza anímica junto con todas las demás ramas liberadas de la vida espiritual.

No sólo la creación, sino también la recepción por parte de la humanidad de esta vida espiritual debe determinarse libremente de acuerdo con las necesidades del alma. Los maestros, los artistas y otras personas cuya única conexión directa con una legislatura o una administración es la que tiene su origen en la propia vida espiritual, podrán, a través de sus acciones, inspirar el desarrollo de una receptividad por sus esfuerzos y logros entre los individuos que están protegidos por un estado político autosuficiente e independiente de verse forzados a existir sólo para trabajar, y que garantiza su derecho a un ocio que puede despertar en ellos una apreciación de los valores espirituales. Las personas que se consideran "prácticas" pueden objetar que la gente pasaría su tiempo libre bebiendo y que se produciría analfabetismo si el Estado se ocupara del derecho al ocio y si la asistencia a la escuela se dejara al libre sentido común humano. Dejemos que estos "pesimistas" esperen a ver qué ocurrirá cuando el mundo deje de estar bajo su influencia, con demasiada frecuencia determinada por un cierto sentimiento que, susurrándoles al oído, les recuerda suavemente cómo emplean su tiempo de ocio, qué necesitaban para adquirir un poco de "aprendizaje". No pueden imaginar el poder de entusiasmo que una vida espiritual realmente autónoma puede tener en el organismo social, porque el encadenado que conocen no puede ejercer sobre ellos una influencia tan entusiasta.

Tanto el estado político como la economía recibirán el rendimiento espiritual que requieren de un organismo espiritual autoadministrado. Además, la formación económica práctica alcanzará su plena eficacia mediante la libre cooperación con este organismo. Las personas que hayan recibido la formación adecuada podrán vitalizar su experiencia económica gracias a la fuerza que les aportarán los valores espirituales liberados. Las personas con experiencia económica trabajarán también para la organización espiritual, donde sus capacidades son más necesarias.

En el ámbito político, las percepciones necesarias se formarán mediante la activación de los valores espirituales. El trabajador adquirirá, a través de la influencia de tales valores espirituales, un sentimiento de satisfacción respecto a la función que su trabajo desempeña en el organismo social. Se dará cuenta de que sin una gestión que organice el trabajo de forma significativa, el organismo social no podría mantenerlo. Sentirá la necesidad de cooperación entre su trabajo y las capacidades de organización que se derivan del desarrollo de las capacidades humanas individuales. En el marco del estado político adquirirá los derechos que le aseguren su parte de las mercancías que produce; y concederá libremente una parte adecuada de los beneficios para la formación de los valores espirituales que fluyen hacia él. En el campo de la vida espiritual-cultural, será posible que quienes se dediquen a actividades creativas vivan del producto de sus esfuerzos. Lo que alguien practica en el campo de la vida espiritual es asunto suyo. Sin embargo, lo que pueda aportar al organismo social será recompensado por quienes necesiten su contribución espiritual. Quien no pueda mantenerse dentro de la organización espiritual con dicha compensación, tendrá que transferir sus actividades a la esfera política o económica.

Las ideas técnicas que derivan de la vida espiritual fluyen hacia el sector económico. Derivan de la vida espiritual incluso cuando proceden directamente de miembros de los sectores estatal o económico. Todas las ideas y fuerzas organizativas que fecundan los sectores económico y estatal tienen su origen en la vida espiritual. La compensación por esta aportación a ambos sectores sociales vendrá bien a través de la libre apreciación de los beneficiarios, bien a través de leyes determinadas por el estado político. Las leyes fiscales proporcionarán a este estado político lo que necesita para mantenerse. Éstas se elaborarán mediante una armonización de la "conciencia de los derechos" y los requisitos económicos.

En un organismo social sano, el sector espiritual autónomo debe funcionar junto a los sectores político y económico. Las fuerzas evolutivas de la humanidad moderna apuntan hacia una triformación de este organismo. Mientras la sociedad se rigió esencialmente por fuerzas instintivas, no surgió el impulso de esta formación. Lo que en realidad derivaba de tres fuentes funcionaba de forma algo tórpida conjuntamente en la sociedad. Los tiempos modernos exigen la participación consciente del individuo en este organismo. Esta conciencia sólo puede dar una forma sana al comportamiento y a la vida entera del individuo si está orientada desde tres lados. El hombre moderno, en las profundidades inconscientes de su alma, se esfuerza por lograr esta orientación; y lo que se manifiesta en el movimiento social es sólo el tenue reflejo de este esfuerzo.

Hacia finales del siglo XVIII, en circunstancias diferentes de las actuales, surgió de las profundidades de la naturaleza humana un llamamiento a una nueva formación del organismo social humano. El lema de esta reorganización consistía en tres palabras: fraternidad, igualdad, libertad. Cualquiera con una mente objetiva, que considere las realidades del desarrollo social humano con una sensibilidad sana, no puede evitar simpatizar con el significado que se esconde tras estas palabras. Sin embargo, a lo largo del siglo XIX, algunos pensadores muy inteligentes se esforzaron por señalar la imposibilidad de realizar estos ideales de fraternidad, igualdad y libertad en un organismo social uniforme. Tenían la certeza de que estos tres impulsos serían contradictorios si se practicaran en sociedad. Se demostró claramente, por ejemplo, que la libertad individual no sería posible si se practicara el principio de igualdad. Uno está obligado a estar de acuerdo con quienes observaron estas contradicciones; sin embargo, al mismo tiempo debe sentir simpatía por cada uno de estos ideales.

Estas contradicciones existen porque el verdadero significado social de estos tres ideales sólo se hace evidente a través de la comprensión de la necesaria triple articulación del organismo social. Los tres miembros no deben unirse y centralizarse en un órgano parlamentario abstracto y teórico. Cada uno de los tres miembros debe centralizarse en sí mismo, y entonces, a través de su cooperación mutua, puede producirse la unidad del organismo social global. En la vida real, las contradicciones aparentes actúan como elemento unificador. La comprensión del organismo social vivo puede alcanzarse cuando uno es capaz de observar la verdadera formación de este organismo con respecto a la fraternidad, la igualdad y la libertad. Entonces será evidente que la cooperación humana en la vida económica debe basarse en la fraternidad inherente a las asociaciones. En el segundo miembro, el sistema de derechos civiles, que se ocupa de las relaciones puramente humanas, de persona a persona, es necesario esforzarse por hacer realidad la idea de igualdad. Y en el sector espiritual relativamente independiente del organismo social es necesario luchar por la realización de la idea de libertad. Visto así, se hace evidente el valor real de estos tres ideales. Éstos no pueden realizarse en una sociedad caótica, sino sólo en un organismo social sano y triple. Ninguna estructura social abstracta y centralizada es capaz de realizar los ideales de libertad, igualdad y fraternidad en semejante desarreglo; pero cada uno de los tres sectores del organismo social puede extraer fuerzas de uno de estos impulsos y cooperar de manera positiva con los demás sectores.

Aquellos individuos que exigieron y trabajaron por la realización de las tres ideas -libertad, igualdad y fraternidad-, así como los que más tarde siguieron sus pasos, fueron capaces de discernir vagamente en qué dirección apuntan las fuerzas de la evolución de la humanidad moderna. Pero no han podido superar su creencia en el estado uniforme, por lo que sus ideas contienen un elemento contradictorio. No obstante, permanecieron fieles a lo contradictorio, pues en las profundidades subconscientes de sus almas continuó ejerciéndose el impulso hacia la triformación del organismo social, en el que la triplicidad de sus ideas puede alcanzar una unidad superior. Los hechos sociales claramente discernibles de la vida contemporánea exigen que las fuerzas de la evolución, que en la humanidad moderna pugnan por esta triformación, se conviertan en voluntad consciente.

Traducido por J.Luelmo feb.2019

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