ciclo de dieciocho conferencias impartidas en París,
RUDOLF STEINER
el nacimiento del intelecto y la misión del cristianismo
París, 25 de mayo de 1906
primera conferencia.
Solo
en los últimos tiempos, ha sido posible dar conferencias públicas
sobre las verdades del ocultismo. Anteriormente, estas verdades solo
se revelaban en el ámbito de las sociedades secretas, a quienes
habían pasado por ciertos grados de iniciación y habían jurado
obedecer las leyes de la Orden a lo largo de toda su vida. Hoy, el
hombre está entrando en un período muy crítico. Las verdades
ocultas están comenzando a ser reveladas públicamente. En unos
veinte años, un cierto número de ellas ya será de conocimiento
común. ¿Y eso porqué? La razón es que la humanidad está entrando
en una nueva fase, cuya explicación es el objeto de esta
conferencia.
En
la Edad Media, las verdades ocultas eran conocidas en el Movimiento
Rosacruz. Pero cada vez que se filtraban, eran mal entendidos o
distorsionados. En el siglo dieciocho entraron en una fase de mucho
dilletantismo y charlatanería y, a principios del siglo diecinueve,
las ciencias físicas las dejaron en un segundo plano. Es solo en
nuestros días cuando están empezando a resurgir y en los próximos
siglos jugarán un papel importante en el desarrollo de la humanidad.
Para entender esto, debemos echar un vistazo a los siglos anteriores
al advenimiento del cristianismo y seguir el progreso que se ha
logrado.
No
se requiere de ningún conocimiento muy profundo, para darse cuenta
de la diferencia entre un hombre de tiempos pre-cristianos y un
hombre de hoy. Aunque su conocimiento científico era mucho menor, el
hombre de la antigüedad tenía sentimientos e intuiciones más
profundos. Vivía más en el mundo del más allá, (que también
percibían), que en el mundo de los sentidos. Había quienes entraban
en comunicación directa y real con el mundo astral y espiritual. En
la Edad Media, cuando la existencia terrenal no era nada cómoda, el
hombre todavía vivía con su cabeza en los cielos. Es cierto que las
ciudades medievales eran algo primitivas, pero eran una
representación mucho más verdadera del mundo interior del hombre
que las ciudades de hoy. No solo las catedrales, sino también las
casas y los porches con sus símbolos les recordaban a los hombres su
fe, sus sentimientos internos, sus aspiraciones y el hogar de su
alma. Hoy, tenemos conocimiento de muchas, muchas cosas y las
relaciones entre los seres humanos se han multiplicado hasta el
infinito. Pero vivimos en ciudades que son como fábricas
ensordecedoras en horribles torres de Babel, sin nada que nos
recuerde nuestro mundo interior. Nuestra comunión con este mundo
interior no es a través de la contemplación sino a través de los
libros. Hemos pasado de ser personas de intuición imparcial, a
convertirnos en intelectuales.
¿Qué
ha ocurrido en la naturaleza interna del hombre que explique esta
transición de su conciencia, desde un plano a otro, del plano de la
intuición al de la lógica? Aquí tratamos una de las leyes
fundamentales de la historia: una ley que el pensamiento
contemporáneo ya no reconoce. Es el siguiente: la humanidad
evoluciona de una manera que permita que, los diferentes elementos y
principios del ser humano, se desarrollen y desplieguen en etapas
sucesivas. ¿Cuáles son estos principios?
Para
empezar, el hombre tiene un cuerpo físico en común con el reino
mineral. Todo el mundo mineral se encuentra dentro de la química del
cuerpo. Tiene un cuerpo etérico, que es, por así decir, el
principio vital dentro de él. Tiene este cuerpo etérico en común
con las plantas. Este principio origina el proceso de nutrición y
las fuerzas de crecimiento y reproducción. El hombre además tiene
un cuerpo astral donde se encienden los sentimientos y sensaciones,
la posibilidad de disfrutar y de sufrir. Tengo el cuerpo astral en
común con los animales.
Finalmente,
dentro del hombre hay un principio, que no se puede decir que sea un
cuerpo. Es su esencia más íntima, distinguible de todas las demás
entidades, minerales, vegetales y animales. Es el yo, el alma, la
chispa divina. Los hindúes lo llamaban Manas; Los rosacruces lo
llamaban "lo innombrable". Un cuerpo, en efecto, es solo
una parte parcial de otro cuerpo, pero el ser, el "Yo" del
hombre existe solo en sí y para sí mismo: "Yo soy yo".
Los otros para referirse a mi, utilizan 'tú' o 'usted', solo yo
puedo referirme a mi mismo como "Yo", no se puede confundir
con ninguna otra cosa en el universo. En virtud de este inexpresable
e incomunicable ser, el hombre se eleva por encima de todas las cosas
creadas de la Tierra, por encima de los animales, por encima de toda
la creación. Y solo a través de este principio puede estar en
comunión con el Ser Infinito, con Dios. Por eso, en ciertos momentos
concretos, el ministro oficiante de los antiguos templos hebreos
decía al Sumo Sacerdote: Shem-Ham-Phores, que significa: ¿Cuál es
su nombre (el nombre de Dios)? Y el sumo sacerdote responde:
Jo-He-Vo-He o, en una palabra, Jehová, que significa Dios,
Naturaleza, Hombre; o de nuevo, el "Yo" innombrable del
hombre que es a la vez humano y divino.
Estos
principios del ser humano tuvieron origen en épocas remotas de su
vasto ciclo evolutivo, pero se han ido desarrollando solo lentamente,
uno por uno.
La
misión especial del período que comenzó aproximadamente mil años
antes de la era cristiana ha sido desarrollar el Ego humano en el
sentido intelectual. Pero por encima del plano intelectual está el
plano Espiritual. Es el mundo del Espíritu al que el hombre accederá
en los siglos venideros, y hacia el que debe seguir avanzando de aquí
en adelante. Las semillas de este desarrollo futuro han sido
sembradas en el mundo por Cristo y por el verdadero cristianismo.
Antes
de hablar de este plano Espiritual, debemos entender una de las
fuerzas por medio de las cuales la humanidad en masa pasó del plano
astral al intelectual. Fue en virtud de un nuevo tipo de unión
matrimonial. En la antigüedad, los matrimonios se hacían en el seno
de la misma tribu o del mismo clan, que no eran mas que una extensión
de la familia. A veces, en realidad, se casaban hermanos con
hermanas. Más tarde, los hombres buscaron a sus esposas fuera del
clan, la tribu, o de la comunidad. El amado se convertía así, en el
desconocido, el extraño. El amor, que en tiempos pasados había sido
meramente una función natural y social, se convirtió en deseo
personal, y el matrimonio en una cuestión de libre elección. Esto
se indica en ciertos mitos griegos como el de la violación de Helen
y nuevamente en los mitos escandinavos y germánicos de Sigurd y
Gudrun. El amor se convierte en una aventura, y la mujer en una
conquista sin mas.
Este
cambio del matrimonio patriarcal al matrimonio libre, ahora
corresponde al nuevo desarrollo de las facultades intelectuales del
hombre, del Ego. Las facultades de visión astral y el poder de leer
directamente en el mundo espiritual y astral, se ven eclipsadas
temporalmente: facultades que en lenguaje común reciben el nombre de
inspiraciones.
Pasemos
ahora al cristianismo. La hermandad entre los hombres y el culto a un
Único Dios son ciertamente características del cristianismo, pero
solo representan el aspecto externo, social, no la realidad interna,
espiritual. El elemento nuevo, misterioso y trascendental en el
cristianismo es que crea el Amor divino, el poder que transforma al
hombre desde dentro, la levadura por la cual se levanta el mundo
entero. Cristo vino a decir: "Si no dejas a tu madre, o tu
esposa y hasta tu propio cuerpo, no puedes ser mi discípulo"
Eso
no implica el cese de los vínculos naturales. Sino que el amor se
amplía más allá de los límites de la familia, hacia todos los
seres humanos y se transforma en un poder vivificante, creativo y
transmutador.
Este
amor era el principio fundamental del pensamiento rosacruz, pero el
mundo exterior nunca lo entendió. Está destinado a cambiar la
esencia misma de toda religión, de todos los cultos, de toda la
ciencia.
El
progreso de la humanidad va desde la espiritualidad inconsciente
(precristiana), a través del intelectualismo (la era actual), hasta
la espiritualidad consciente, donde las facultades astrales e
intelectuales se unen una vez más y se vuelven dinámicas a través
del poder del Espíritu de Amor, divino y humano. En este sentido, la
teología tenderá a convertirse en teosofía.
¿Qué
es, en efecto, la teología? Un conocimiento de Dios impuesto desde
afuera bajo la forma de dogma, como una especie de lógica
sobrenatural. ¿Y qué es la teosofía? Un conocimiento de Dios que
florece como una flor en las profundidades del alma individual. Dios,
habiendo desaparecido del mundo, renace en las profundidades del
corazón humano.
En
sentido rosacruz, el cristianismo es a la vez el mayor desarrollo de
la libertad individual y de la religión universal. Hay una comunidad
de almas libres. La tiranía del dogma es reemplazada por el
resplandor de la Sabiduría divina, que abarca la inteligencia, el
amor y la acción.
La
ciencia que surge de esto no puede medirse por su poder de
razonamiento abstracto, sino por su poder para hacer que las almas
florezcan y fructifiquen. Esa es la diferencia entre 'Logia' y
'Sophia', entre ciencia y sabiduría divina, entre teología y
teosofía.
En
este sentido, Cristo es el centro de la evolución esotérica de
Occidente. Ciertos teólogos modernos, sobre todo en Alemania, han
tratado de representar a Cristo como un ser humano simple e ingenuo.
Este es un terrible error. La conciencia más sublime, la Sabiduría
más profunda vive en Él, así como el Amor más divino. Sin esa
conciencia, ¿cómo hubiera podido ser una manifestación suprema en
la vida de toda nuestra evolución planetaria? ¿Qué le dio este
poder para elevarse tan alto sobre su propio tiempo? ¿De dónde
vinieron las cualidades trascendentales?
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