GA063 Berlín 12 de febrero de 1914 - La base moral de la vida humana

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RUDOLF STEINER

 La base moral de la vida humana

Berlín 12 de febrero de 1914

Aunque naturalmente en este ciclo de conferencias se ha tenido que hablar más a menudo de la vida moral del hombre, del orden moral del mundo, quisiera sin embargo resumir hoy una vez más en concreto, lo que se puede decir desde el punto de vista de la ciencia espiritual sobre los fundamentos del orden moral del mundo en la vida humana.

Schiller expresó el carácter básico de la vida humana moral de un modo grandiosamente sencillo, podría decirse que a partir de un sentimiento general por el mundo. Lo expresa con palabras sencillas:

¿Buscas lo más alto, lo más grande?
En la planta está la enseñanza.
Lo que ella hace inconscientemente,
Hazlo tu conscientemente, de eso se trata.

Los debates de hoy mostrarán quizás que el carácter básico de la vida moral está realmente captado en esta frase. Pero que en la segunda mitad de esta frase se esconde un enigma, un significativo enigma: «Lo que la planta hace inconscientemente, hazlo tú conscientemente, ¡eso es!» Eso es lo que importa: cómo, por qué y de dónde el hombre podría hacer conscientemente lo que la planta hace inconscientemente. Y en el enigma que se esconde en esta segunda mitad de la frase de Schiller, hay que buscar el núcleo básico de toda investigación científica filosófica y moral, al recorrer la historia espiritual del desarrollo humano.

En nuestra época apenas es posible que un gran número de pensadores, de personalidades que se ocupan de las cuestiones morales de la humanidad, se adentren realmente hasta el punto del que se pueda extraer el hecho innegable de la obligación ética del hombre. Veremos cómo, para un gran número de pensadores y personalidades, brillan en la vida las obligaciones éticas, los impulsos morales, sin que sea posible decir nada sobre el lugar desde el que esta luz de los impulsos morales, se cuela realmente en el alma humana partiendo de las premisas de las cosmovisiones características del presente.

Precisamente cuando nos referimos a la afirmación de Schiller, -y sólo ciñéndonos a ella-, podemos advertir un hecho peculiar, que ilumina inicialmente la vida moral, y que se nos hace particularmente claro cuando descendemos al más bajo de los reinos de la naturaleza, al reino mineral. Supongamos que observamos algún objeto del reino mineral, por ejemplo un cristal de roca. Lo esencial, pero no siempre suficientemente perceptible, es que, de acuerdo con toda la situación del cosmos, debemos suponer que si este cristal de roca, si esta formación natural, lleva a cumplimiento lo que debe reconocerse como sus, -utilicemos la palabra-, leyes innatas, entonces representa lo que es su esencia. Si uno fuera capaz -y ciertamente la ciencia natural en curso llegará a tales logros-, (como formulaciones hipotéticas ya han sido intentadas por individuos), de indicar a partir de la sustancia especial del cristal de roca, cómo debe surgir su forma de cristal especial, el conocido prisma de seis lados, cerrado a ambos lados por pirámides de seis lados, entonces uno puede también saber, cuando alcanza tal forma de cristal, cómo se expresa en el mundo exterior esta ley, que puede ser reconocida, por así decirlo, según su sustancia. Entonces representa su esencia por lo que es en el espacio exterior. En cierto sentido podemos decir lo mismo de los seres del reino vegetal, quizá menos de los seres del reino animal; pero esencialmente la misma ley se aplica también en el reino animal, aunque algo modificada, ya que todo en la naturaleza sólo está presente en ciertas gradaciones. Habría que decir mucho si se quisiera explicar la peculiaridad de lo que implica esta ley. Aquí sólo lo insinuaremos. Cuanto más profundamente se sumerge uno en este hecho, más se da cuenta de que aquí radica un punto para nuestro ordenamiento del mundo gracias al cual el hombre es radicalmente diferente, -sobre todo uno se da cuenta de ello si se observa el ordenamiento del mundo sin prejuicios-, de los demás seres de la naturaleza.

Supongamos que uno pudiera reconocer realmente todas esas leyes formativas y de otro tipo que son innatas a una forma humana, tal como la forma cristalina es innata a un cristal de roca, y el hombre expresara esta suma innata de poderes formativos. Entonces no estaría representando exteriormente su ser en el espacio en el mismo sentido que los demás seres de la naturaleza. Porque en lo profundo del hombre subyace eso que llamamos impulso moral, y cuya primera característica es que enciende una tendencia interior de desarrollo en el sentido de que el hombre, cuando expresa sus poderes formativos naturales, al contrario que los demás seres de la naturaleza, no representa su ser de una manera autocontenida. Hay que admitir que esto expresa poco más que, digamos, un hecho bastante trivial, pero un hecho que hay que reconocer. Ni siquiera es reconocido por las cosmovisiones más naturalistas o materialistas; pero debe ser reconocido por una visión desprejuiciada de la existencia. 

Hay que reconocer que el hombre oye inicialmente, digamos, algo de alguna parte que quiere instalarse en su ser, y que cuando entra en la existencia, le confiere el impulso de no poder considerar su ser como un ser concluido, en el mismo sentido en que las demás criaturas de la naturaleza entran en la existencia. Sí, se podría decir: por muy perfecto, por muy completo que el hombre pudiera traer a la existencia sus fuerzas formativas en el sentido de las fuerzas formativas de las demás criaturas naturales, nunca podría declarar su ser como completo en relación con los impulsos morales. Esto llevó a Kant, el gran filósofo, a sentirse obligado a dividir su visión del mundo en dos partes completamente separadas: una parte, que representa todo lo que puede reconocerse del mundo exterior, debe reconocerse de tal modo que el hombre con todas sus fuerzas formativas orgánicas también encaje en esta visión del mundo, y la otra parte, que inicialmente sólo sobresale en la existencia humana como nota clave a través del «imperativo categórico»: Actúa de tal modo que la máxima de tus acciones pueda convertirse en el mandamiento de acción para todos los hombres. Así podría expresarse el imperativo categórico. Esta otra parte de la visión del mundo de Kant se sitúa en la vida humana de tal modo que marca la tónica del hombre. 

¿Pero cómo la entiende Kant? De modo que por su naturaleza habla partiendo de un mundo completamente distinto del que abarca la cosmovisión del conocimiento y la cognición. Y habla tanto partiendo de un mundo completamente distinto que Kant toma prestado de esta parte, de la que habla el imperativo categórico, todo lo que intenta introducir en esta parte de su cosmovisión en cuanto a doctrinas sobre un ser divino, sobre la libertad humana, sobre la inmortalidad del alma. Y Kant explícitamente quiere decir que cuando se quiere escuchar aquello que compromete al hombre hay que hacerlo en un mundo completamente distinto al del conocimiento humano ordinario. El imperativo categórico es, por así decirlo, la puerta de entrada a un mundo elevado por encima del mundo de los sentidos, es este mandamiento incondicionalmente vinculante del deber. 

Así vemos que es bien sabido que el ser del hombre no está completo con lo que son sus fuerzas formativas, en correspondencia con las fuerzas formativas de las demás criaturas con las que él conjuntamente conforma el cosmos físico. Una cosa extraña está sucediendo en nuestro tiempo. Uno quisiera decir: nuestro tiempo del modo de pensar más materialista-mecanicista, naturalistamente ordenado, si se abandona consecuentemente a sus impulsos más íntimos, no puede hablar en realidad de tal mundo, del que hasta el mismo Kant hablaba todavía en el sentido que se acaba de indicar. Ciertamente, muy pocas personas en la actualidad son consecuentes con respecto a la cosmovisión de Kant. No extienden todos los sentimientos básicos que se desprenden de las premisas de su cosmovisión a la totalidad del mundo. Aquellos en particular que hoy rinden homenaje a una visión del mundo de tinte naturalista-materialista, -y que hoy prefieren llamarse a sí mismos monistas-, tendrían que rechazar por completo incluso la posibilidad de levantar la vista hacia un mundo al que Kant mira como a través de una puerta por medio de su imperativo categórico. Ellos también lo hacen. Y no sólo aquellos que están más o menos fundamentados en las ciencias naturales y para quienes es comprensible, sino también muchos que se llaman a sí mismos «psicólogos» hacen lo mismo. Numerosos pensadores psicológicos del pasado reciente se encuentran perdidos cuando preguntan: ¿De dónde proceden realmente los fundamentos morales de la vida humana? ¿De dónde procede aquello que en la vida humana se manifiestan como impulsos morales y que, sin embargo, distingue al hombre de todos los demás seres naturales? Por eso la gente viene a decir: la moral, la ética debe basarse en que el individuo no se limite a seguir aquellos impulsos que se dirigen directamente hacia su propio ser, hacia su propia existencia, sino que siga aquellos impulsos que se dirigen hacia el todo. En cuanto a la «ética social», se trata de un término muy popular en nuestro tiempo. Puesto que no podemos mirar hacia un mundo superior con los poderes que antaño creíamos a disposición de nuestra facultad cognoscitiva, buscamos asentarnos en ciertas zonas limítrofes, -pero, como veremos enseguida, sin embargo sin ningún fundamento real-, haciéndolo en lo que todavía puede considerarse «real»: la totalidad de los seres humanos o algún grupo de la humanidad. Y uno llama moral a lo que es en el sentido de esta totalidad, en contraste con lo que la persona individual hace sólo para sí misma. Uno puede encontrar en la actualidad pensamientos extraordinariamente hilvanados que quieren defender la ética y la moral desde este punto de vista de la mera ética social. 

Pero cualquiera que profundice en estas cosas, -independientemente de si investiga los impulsos morales para la vida humana individual o si investiga lo que el individuo tiene que hacer como miembro del conjunto-, debe preguntarse por el contenido real de lo que hay que hacer o, digamos más bien, de dónde puede provenir tal contenido, por el «lugar», hablando en sentido figurado, desde el cual pueden emanar los impulsos morales. En este sentido, Schopenhauer pronunció realmente una palabra brillante que he citado a menudo aquí: «Predicar la moral es fácil, justificar la moral es difícil». Con esto quiere decir que es difícil buscar las fuerzas y los impulsos en el alma humana que realmente hacen del hombre un ser moral, mientras que ciertos principios pueden deducirse fácilmente del curso histórico de la humanidad o de los sistemas religiosos o de otro tipo, que luego pueden utilizarse para predicar la moral. Lo que importa a Schopenhauer no es si uno puede pronunciar estos o aquellos principios morales, sino lo que subyace a los impulsos morales como fuerzas, del mismo modo que las fuerzas de la naturaleza externa subyacen a los fenómenos naturales.

Ahora, sin embargo, Schopenhauer busca unilateralmente estos impulsos de la naturaleza humana en la piedad y la compasión. Se ha dicho con razón: ¿Dónde debería buscar alguien que se siente moralmente relacionado con un asunto que sólo le concierne a él mismo y a nadie más para evitar el perjurio que sólo está impulsado por la compasión? ¿O cómo habría de impedirse moralmente a alguien, pongamos por caso, que se mutile por cierta compasión? En resumen, y se podrían citar muchas cosas semejantes: con el impulso que encuentra Schopenhauer se da, en efecto, con algo tremendamente abarcador, se da con algo que debe subyacer a la inmensa mayoría de las acciones morales, pero que como tal no puede ser exhaustivo.

Es instructivo bajo cualquier circunstancia que las teorías, puntos de vista y opiniones sobre el origen de la moral sean tanto más fútiles cuanto más se incline cualquier cosmovisión meramente hacia lo que se puede obtener con los sentidos externos y el intelecto que se dirige hacia este mundo sensorial externo. Naturalmente, llevaría demasiado tiempo si quisiera mostrarlo en detalle, pero podría mostrarse que tal cosmovisión, incluso si llega a la posición, por ejemplo, de justificar la cosmovisión de alguna imagen de la naturaleza, es de hecho incapaz de indicar el lugar de origen de lo moral. La moral, la vida ética, queda básicamente suspendida en el aire en toda cosmovisión de este tipo, que sólo quiere dirigirse hacia el mundo sensorial externo y hacia el intelecto que combina los hechos del mundo sensorial o los moldea en leyes.

Lo que se acaba de decir, sólo a modo de introducción, debe llevarnos a analizar lo que en el fondo debe parecer bastante natural después de las conferencias anteriores: Si se parte de la base, como es el sentido de todas las conferencias que he dado aquí, de que nuestro mundo de los sentidos y el mundo del intelecto se basan en un mundo de entidades espirituales y hechos espirituales, entonces es natural, puesto que no se pueden encontrar los impulsos de lo ético, lo moral, en el entorno del mundo de los sentidos, buscar estos impulsos en el mundo espiritual. Pues tal vez sean correctos las suposiciones, los puntos de vista y las opiniones de quienes creen que precisamente en la moral habla algo en la naturaleza humana que procede directamente de un mundo suprasensible. Abordemos, pues, la consideración de la vida moral con los supuestos que se han expuesto aquí en estas conferencias. Para aquellos oyentes que sólo han escuchado algunas de estas conferencias, resumiré brevemente cómo el investigador espiritual entra en el mundo espiritual, donde ahora queremos buscar el origen de la base moral de la vida humana.

Aquí se ha dicho a menudo: Si el hombre quiere ir más allá del ámbito de la experiencia sensorial y más allá de ese ámbito que la ciencia ordinaria puede encontrar, se trata de no detenerse en los poderes de cognición que el hombre tiene una vez que se sitúa en el mundo. Toda ciencia, toda contemplación que, en el sentido que a menudo se discute aquí, habla de los límites de la cognición y parte de la premisa de que el hombre no puede desarrollar otros poderes de cognición que los que están en él por sí mismo, que están en él porque, en la medida en que está colocado en el mundo sin su intervención, se encuentra en él con sus cualidades, es una ciencia correcta. Pero en la investigación espiritual es importante que se desarrolle aún más todo lo que ya está en el hombre, que se reconozca prácticamente la premisa: en el hombre hay poderes dormidos que pueden ser despertados. Y aquí hemos hablado a menudo de los métodos que pueden desarrollar estos poderes dormidos. Hemos hablado de esa «química espiritual» que procede estrictamente con exactamente la misma lógica y modo de pensar que la ciencia natural, pero que se extiende al ámbito espiritual y que, por lo tanto, se ve obligada a desarrollar los métodos naturales y el modo de pensar natural de un modo completamente distinto al de la propia ciencia natural. En este sentido hemos discutido a menudo donde la ciencia espiritual en el verdadero sentido debe ser una continuación de la ciencia natural en nuestro tiempo. Quizás pueda señalar una vez más para aclarar lo que sólo debería mencionarse, por así decirlo.

Una vez dije que no se puede ver que el agua, si uno la tiene delante sólo como agua, contenga hidrógeno, que el químico separa por química externa. El agua apaga el fuego, pero no es en sí combustible; el hidrógeno, un gas, es combustible y también puede licuarse. Así como uno no puede ver en el agua cuál es la naturaleza del hidrógeno, que se combina con el oxígeno para formar agua, tampoco se puede ver en el ser humano externo aquello que está ligado a lo físico externo como anímico-espiritual; y así como uno debe temer ser llamado dualista regresivo porque reconozca que el agua, un monón, se compone de hidrógeno y oxígeno, tampoco debe temer no ser un verdadero «monista» si dice que en lo que se nos presenta en el hombre se encuentra lo anímico-espiritual, al igual que el hidrógeno se encuentra en el agua, y que lo anímico-espiritual es tan distinto de lo que se puede observar en el ser humano cotidiano como el hidrógeno es distinto del agua. Y la química espiritual, sin embargo, no consiste en actividades tumultuosas, en algo que pueda llevarse a cabo externamente, como la química externa, sino en lo siguiente, que sólo se describirá muy brevemente. Los detalles pueden encontrarse en mi «Ciencia Oculta en Bosquejo» o en el libro «¿Cómo se alcanza el conocimiento de los mundos superiores?».

El hombre es el único instrumento a través del cual se puede penetrar en el mundo espiritual. Pero a través de ejercicios especiales, que él debe realizar con su alma, debe llevarse a sí mismo hasta el punto de que pueda conectar un significado con las palabras: Me experimento en mi alma espiritual fuera del cuerpo físico, -lo mismo que el hidrógeno tendría que decir si pudiera experimentarse a sí mismo: Me experimento fuera del oxígeno. De modo que lo anímico-espiritual prácticamente se separa de lo físico-corporal, y el ser humano llega a relacionar un significado con las palabras: Yo me experimento en lo anímico-espiritual pero mi corporalidad física está fuera de mí, como la mesa está fuera de mí, para esto son necesarios persistentes ejercicios anímicos, que duran más o menos y que consisten esencialmente en un aumento de la atención, que ya es importante en la vida ordinaria, -pero no atención a un contenido anímico provocado por cosas externas, sino por un contenido anímico arbitrariamente colocado en el centro de la vida anímica. Cuando el ser humano llega entonces a la posición de tensar de este modo todas sus fuerzas anímicas y luego las concentra en un contenido anímico manejable, del que sabe exactamente qué contenido anímico ha puesto él mismo en él, entonces poco a poco, mediante esta concentración más fuerte de las fuerzas anímicas, se impulsa todo lo que da al ser humano la capacidad de elevar lo anímico-espiritual fuera de lo físico-corpóreo. Sin embargo, a la práctica de la llamada concentración debe añadirse la práctica de la meditación. 

Esto es algo que el hombre ya conoce en la vida ordinaria, pero que en la ciencia espiritual puede aumentar hasta un grado ilimitado. debe aumentarse sin límite: Devoción, devoción al proceso general del mundo. El segundo requisito en la ciencia espiritual es ser tan devoto al ser general del mundo como el individuo lo es mientras duerme a través del resto de sus miembros, pero conscientemente y no inconscientemente. La razón por la que muchas personas no experimentan el éxito adecuado de estos ejercicios es que la gente se paraliza en la realización sistemática y persistente de estos ejercicios. Dando a las potencias del alma, por medio de tales ejercicios, una dirección diferente de la que tienen en la vida cotidiana y tensándolas de una manera diferente de la que se tensan en la vida cotidiana, se llega realmente a ese extraño momento que es posible alcanzar, en el que uno sabe: Ahora estás experimentando anímico-espiritualmente; pero mientras que antes utilizabas tu cerebro y tus sentidos, ahora sabes que has salido del cuerpo y que estás fuera de él, como si los objetos exteriores estuvieran fuera de ti.

El reconocimiento de que tal cosa es posible está todavía en el principio de la cultura temporal. Esto prevalecerá, así como las verdades, -la verdad de Copérnico, Kepler, Galileo-, siempre han prevalecido. A ellos se opusieron exactamente las mismas fuerzas del conocimiento, sólo que matizadas, retrógradas, que se oponen hoy al reconocimiento de los mundos espirituales. Si entonces los opositores eran personas que se apoyaban en antiguas tradiciones religiosas, hoy son los llamados «espíritus libres» los que se oponen al reconocimiento del conocimiento científico espiritual. Pero el paso hacia este reconocimiento se dará, tendrá que darse en el mismo sentido en que se dio el paso hacia la ciencia natural externa en la época de Copérnico, Galileo y Giordano Bruno. Nunca he tenido la costumbre de hablaros con abstracciones y especulaciones, sino que siempre he intentado exponer los hechos espirituales concretos a los que llega el ser humano cuando alcanza las etapas indicadas de comprensión espiritual. En efecto, se puede experimentar que el ser humano en su ser anímico-espiritual se eleva fuera del cuerpo-físico y se experimenta de tal manera que tiene claramente la conciencia, que se diferencia de toda ilusión y alucinación por la experiencia misma: Se experimenta a sí mismo fuera de su cabeza, y cuando se sumerge de nuevo, es como si comenzara de nuevo a utilizar su cerebro como un instrumento externo. Esta experiencia, cuando ocurre por primera vez, en sus primeras etapas, es chocante. Pero es alcanzable, y se afirma en mi escrito: «¿Cómo se alcanza el conocimiento de los mundos superiores?». Y entonces uno entra en un mundo de experiencias espirituales concretas, donde uno se encuentra dentro de los hechos espirituales igual que uno se encuentra con los sentidos y el intelecto en un mundo de seres sensoriales concretos y hechos sensoriales.

Este mundo, al que nos enfrentamos de este modo, se aborda en tres etapas. La primera etapa a través de la cual hay que abrirse camino es la que me he tomado la libertad de llamar etapa del mundo imaginativo. Este mundo imaginativo no es un mundo imaginario, sino un mundo en el que uno experimenta los hechos del mundo espiritual en una suma de imágenes que realmente expresan los procesos del mundo espiritual como imágenes, al igual que las percepciones sensoriales expresan los hechos del espacio. Hay que abrirse camino a través de este mundo imaginativo, hay que abrirse camino sobre todo de tal modo que uno se vaya familiarizando poco a poco con todas las fuentes de error, que son muy numerosas, de modo que uno aprenda poco a poco a distinguir entre lo que engaña y le engaña a uno y lo que pertenece a una existencia espiritual real de seres o procesos. Después se asciende a una segunda etapa de comprensión, que me permito llamar inspiración. La inspiración sólo difiere en la percepción espiritual de la imaginación en que en esta última uno sólo tiene, por así decirlo, la superficie exterior de los procesos y entidades espirituales en imágenes, mientras que ahora hay que desarrollar aquello que distingue radicalmente la percepción espiritual de la percepción exterior: que uno está inmerso en la percepción espiritual. De hecho, uno no se enfrenta a la existencia espiritual de la misma manera que en la existencia sensorial: que está ahí y yo estoy aquí; pero en la cognición espiritual sí que tiene lugar algo así como una expansión más allá de lo percibido, una inmersión en lo percibido. Suena extraño, pero es literalmente cierto: En el mundo espiritual uno se expande espacialmente con su propio ser en todas las cosas que percibe. Mientras que en el mundo espacial uno se mantiene en un punto del espacio, encerrado en su piel, y todo lo demás está fuera, en el mundo espiritual todo se convierte en el mundo interior, al que uno está acostumbrado a llamar mundo exterior. En él se vive, se teje y se absorbe, hasta donde uno es capaz de penetrar. Y luego hay un nivel superior de cognición, del que no es necesario hablar hoy aquí; se trata de la intuición, entendida en el sentido correcto, no de lo que a menudo se llama intuición en el sentido ordinario. A través de la imaginación, la inspiración y la intuición uno se abre camino en el mundo espiritual.

Ahora nos ocupará la cuestión siguiente: Si, entonces, fuera del cuerpo y fuera de las experiencias ordinarias de la existencia ¿Qué diferencia surge entonces en relación con todo lo que se llama conocimiento que viene de fuera, que uno está acostumbrado a recibir de fuera, y en relación con lo que uno aborda como sus impulsos morales, como sus ideas y concepciones morales? ¿Estamos entonces en condiciones de señalar una fuente de vida moral si acaso podemos señalar esta fuente en el mundo a la que uno sólo llega cuando abandona el mundo ordinario de los sentidos y penetra en un mundo espiritual con la propia cognición espiritual?

Veamos primero lo que un mundo espiritual de imágenes erige a nuestro alrededor. Simplemente expongo los hechos tal como surgen para la observación espiritual. Allí uno encuentra en relación con todo lo que adquiere a través de la percepción de los sentidos, que se basa en la percepción de los sentidos, en general lo que uno adquiere en relación con lo que uno está dentro en la vida exterior, que en el momento en que uno abandona este mundo, una especie de oscuridad se extiende sobre este mundo mismo, y surge un nuevo mundo de seres espirituales y hechos espirituales, en el que por lo demás uno también está dentro cuando duerme; pero como investigador espiritual uno se sumerge en este mundo de procesos y entidades espirituales en estado consciente. Cuando uno se sumerge en ellos de este modo, se da cuenta: Lo que uno ve como colores, lo que uno oye como sonidos en el mundo de los sentidos, eso desaparece; lo que uno puede llevarse consigo al mundo espiritual es sólo un recuerdo de ello; algo que uno puede a lo sumo imaginar. Cuando eso desaparece, uno se sumerge de tal manera que, por así decirlo, la actividad del pensar, la actividad de la imaginación, también la actividad del sentir y del percibir se apodera de otros seres en los que uno se sumerge: Pues eso es lo esencial, que en el mundo espiritual uno se sumerge en un mundo de seres.  Y entonces se llega a lo que a menudo se ha discutido: tan pronto como uno se sumerge en el mundo espiritual, encuentra hechos y entidades concretas; y lo que uno observa en el mundo de los sentidos aparece realmente de tal manera que uno vive realmente dentro en el mundo supersensible, invisible, espiritual, pero cuando estamos encerrados en el cuerpo, este mundo supersensible lanza su imagen especular hacia nosotros a través de la actividad del cuerpo. De hecho, se convierte en un hecho concreto que todo el mundo externo que vemos a nuestro alrededor es un reflejo del mundo espiritual, ese mundo espiritual que he explicado como productor primero de los procesos cerebrales que crean el aparato espejo a través del cual se perciben los procesos externos y que él mismo no puede percibirse. Del mismo modo que el hombre no se percibe a sí mismo cuando se acerca a un espejo, sino que percibe la imagen especular, cuando se sumerge en el mundo físico ve la imagen especular del mundo espiritual, en el sentido de que el mundo espiritual se refleja en el aparato especular a través de los procesos del cuerpo. Y ahora uno se da cuenta de que con el mundo físico de la percepción ocurre lo mismo en relación con el mundo espiritual que con la imagen del espejo en relación con el observador. En efecto, así como la imagen del espejo sólo tiene sentido para el observador cuando éste se mira en el espejo y se lleva la imagen a su alma, así también la imagen del espejo del mundo espiritual, todo el mundo físico de percepción que tenemos a nuestro alrededor, tiene sentido como «imagen» aparte del proceso físico que hay detrás de ella. Cuando se entra en el mundo espiritual, se da uno cuenta de ello.

No pretendo establecer esto como una visión teleológica de la naturaleza. Ni quiero decir que el mundo esté dispuesto por un intelecto infinito de tal modo que el hombre pueda encontrar la posibilidad de formar su yo, sino que simplemente quiero señalar el hecho que se da por supuesto: que aquello que el hombre toma en su yo, cuando lo ha visto en el mundo exterior, cuando lo ha recibido en su alma, ya lo puede llevar más lejos. Para lo que llamamos actos cognitivos, el hecho es que todo este mundo de la cognición se construye mediante un proceso de reflejo, y lo que en el fondo desaparece como proceso de reflejo cuando uno se sumerge en el mundo espiritual, en el que se sumerge inmediatamente en un mundo de procesos y seres espirituales, de los que sabe: le pertenece, y de él se toma lo que sólo es una imagen especular en el mundo físico.

Eso es lo esencial, que en el momento en que uno se despide, por así decirlo, del mundo de los sentidos y asciende a un mundo espiritual, aprende a reconocer: A eso que uno mismo es, que no estaría ahí sin uno, y al cual uno mismo pertenece, sólo se ha añadido el reflejo, reflejo que sólo se ha producido por el hecho de que uno es un organismo humano; y este reflejo tiene un significado para su ser, para su yo, para eso que uno lleva a través del giro del tiempo como anímico-espiritual. Por lo tanto, en cuanto uno se encuentra en el mundo espiritual, se encuentra en un mundo que está ahí sin uno, del cual se aprende a reconocer: Éste debe reflejarse para que podamos percibirlo. Pero el ser en sí no se añade al reflejo.

Ahora examinamos el momento en que entramos en el mundo imaginativo. ¿Qué ocurre con los conceptos morales cuando entramos en el mundo espiritual?

Aquello que uno siente como impulsos morales se presenta en el momento en que entra en el mundo imaginativo, Lo que experimentamos como impulsos morales surge en el momento en que entramos en el mundo imaginativo, que no se puede abordar de otra manera que diciendo: ¡Has producido algo, has puesto algo en el mundo espiritual! Lo que uno adquiere como conocimiento no lo ha introducido en ningún mundo, sino que lo ha introducido en sí mismo y lo transmite a través del tiempo. Lo que corresponde a un impulso moral, a una acción moral, o incluso sólo a una volición moral, es creador; así hay que decir cuando se mira en el mundo espiritual:

A través de lo que experimentamos en nosotros mismos con el concepto de lo ético, creamos seres en el mundo espiritual. Somos los creadores, en primer lugar, de procesos, y después incluso de seres en el mundo espiritual.

Aquellos de nuestros honorables oyentes que han escuchado a menudo estas conferencias saben que la ciencia espiritual habla de vidas terrenas repetidas. Esta vida terrena que estamos experimentando ahora está construida sobre una sucesión de vidas terrenas anteriores, y siempre hay una vida subsiguiente en una existencia espiritual que corresponde a una vida terrena; y desde nuestra vida terrena actual miramos a su vez, hacia las vidas terrenas venideras. Aquello que representamos en nosotros mismos en nuestra experiencia moral, se objetiva ahora literalmente, inicialmente en procesos espirituales. El modo en que yo pienso y actúo moralmente, en el mundo espiritual es reconocido como procesos. Son procesos que surgen del mero yo del ser humano. Mientras que las experiencias de cognición sólo se llevan con el mero yo y se trasladan con el yo a las siguientes vidas en la tierra, lo perteneciente a la vida moral o inmoral se pone en el mundo como procesos y sigue actuando como tal, de modo que en la siguiente vida en la tierra tenemos que volver a ocuparnos de ellos por medio del karma. Y el que asciende a los mundos espirituales se da cuenta de cómo los impulsos morales establecen una determinada relación con lo que él produce como yo.

Tomemos, por ejemplo, uno de los impulsos más importantes, -sería ir demasiado lejos si tuviera que explicar por qué lo llamo uno de los impulsos morales más importantes-, el que el eminente psicólogo Franz Brentano llamó el único impulso del orden moral del mundo, el impulso del amor. ¿Quién negaría que innumerables cosas en la vida moral proceden de los diversos estadios del amor -desde los estadios más bajos del amor hasta los más altos, hasta el amor spinozista, el amor Dei intellectualis? Todo lo que sucede bajo el impulso del amor, que contamos como parte del ámbito de lo moral, ¿Cómo lo encontramos en el mundo imaginativo? De este modo encontramos que todo lo que surge bajo este impulso nos es familiar, de modo que podemos decir: podemos vivir en el mundo espiritual con lo que surge bajo el impulso del amor. Nos sentimos en casa en el mundo espiritual con algo que surge de la capacidad de amar. Esto es lo esencial que se presenta ante uno en cuanto entra en el mundo imaginativo.

Pero tomemos lo que brota del odio, lo que se presenta como una acción o simplemente como una intención inspirada por el odio. Se da el hecho muy sorprendente de que todo lo que fluye del ámbito del odio se muestra en el mundo imaginativo de tal manera que infunde miedo, que repele. En efecto, uno de los aspectos trágicos de la experiencia del investigador espiritual es que él debe ver cómo ha de situarse en el mundo espiritual con las fuerzas de simpatía y antipatía. Verdaderamente, como quiera que sean las cosas: en cuanto uno entra en el mundo espiritual, puede ocurrir que se encuentre con simpatías o antipatías. En el mundo físico no ocurre que la gente sienta antipatía; simpatía, tal vez. Pero en el mundo espiritual uno está sujeto a las leyes espirituales, como aquí lo está a las leyes de la naturaleza. Todo lo que ha surgido de la capacidad de amar, de la capacidad de sacrificarse, de lo que uno realiza por un impulso moral o siente como una actitud moral, todo esto se basa en procesos del mundo espiritual, que uno ve en la cognición imaginativa, ve de tal manera que uno puede sentir simpatía por sí mismo a causa de pensar, actuar o sentirse capaz de amar. Todo, por ejemplo, lo que se emprende bajo el odio o impulsos similares, por malicia, vanidad, aparece en el mundo imaginativo de tal manera que uno sabe: Tú eres el creador de estos procesos, que son simplemente la objetivación de tus impulsos odiosos o de tus impulsos maliciosos; tú apareces dentro de ellos de tal manera que los procesos te obligan a ser antipático contigo mismo. No puedes evitar ser antipático contigo mismo.

Para un investigador espiritual es necesario en ciertos casos aprender a soportar tales situaciones en un profundo conocimiento de sí mismo, y aprender a soportar con paciencia cómo resultan en el karma posterior. Esto no quiere decir necesariamente que un investigador espiritual no deba tener tal antipatía, sino que de ninguna manera debe tener la voluntad de presentarse como un santo o como un hombre superior. Pero lo que debe procurarse es que se esfuerce por ennoblecer su vida moral, en lo que se refiere a la convivencia con otras personas, hasta tal punto que la tragedia de sentir antipatía se produzca en menor grado. Pues significa un estado de la más terrible tensión del que uno quisiera escapar; y este querer escapar sólo se manifiesta al ascender al mundo espiritual. Ahí se puede ver de dónde vienen los impulsos que nos hacen hacer lo que amamos y aprender a evitar lo que odiamos. Porque lo que hacemos en el mundo ordinario a partir de tales impulsos actúa como una fuerza en el mundo espiritual. Sí, se puede decir que cuando una persona se sumerge en el dormir, las fuerzas que se acaban de caracterizar aquí como familiaridad con el mundo espiritual o como miedo a él, como conexión simpática con lo que surge de las propias acciones, o como antipatía y deseo de escapar, siguen actuando. Esto tiene un fuerte efecto sobre el dormir y determina la salubridad del dormir, al menos en parte. Aquello que surge como resultado de la vida cotidiana y que, cuando está activo conjuntamente, no permite a una persona conciliar el sueño, es al mismo tiempo lo que debe observar el investigador espiritual.

Ahora preguntémonos: ¿De dónde vienen esos impulsos morales que hablan en el alma humana?

En la vida ordinaria no sabemos de donde nos llegan. Pero están ahí y hablan de tal manera que quien sólo utiliza el intelecto, que combina los hechos del mundo de los sentidos y los convierte en leyes, no puede encontrarlos. ¿De dónde viene, pues, lo que habla al hombre como desde otro mundo?

Pues sólo está ahí como concreción cuando se ve en el mundo imaginativo. Pero actúa como fuerzas oscuras cuyo origen permanece oscuro para la cognición, pero que hablan en el alma como impulsos. Los efectos de lo que ve el investigador espiritual, se experimentan en el mundo de los sentidos como impulsos morales, mientras que las causas se encuentran en el mundo espiritual. Por eso el hombre se ve a sí mismo como un ser que siempre debe decirse a sí mismo: Por muy perfectamente desarrollada que esté tu fuerza de amar, perteneces a un mundo espiritual y encuentras allí la otra parte de tu ser, donde adquieres lo que aquí se expresa como vida moral, -que se expresa, por ejemplo, en lo que llamamos la conciencia, que es un enigma muy grande si se quiere ser consecuente.

Ahora hemos encontrado donde radican las fuerzas que se expresan como conciencia y similares. Supongamos que nos enfrentamos a una persona y que la configuración particular de nuestra vida imaginaria podría hacer que la odiáramos. Lo que podría hacernos odiarle y lo que temeríamos como acontecimientos en el mundo espiritual, esta voz le habla a nuestra alma así: «¡No odiarás! ¡No odiarás! Lo que actúa en la capacidad de amar, y por lo que podemos simpatizar en el mundo espiritual, habla a la vida terrenal como: «¡Amarás! ¡Amarás! Y lo mismo ocurre con los demás fenómenos de la vida moral, que acaban cristalizando espiritualmente como conciencia.

Y esta autoconciencia, ¿Cómo se presenta como un hecho en el mundo espiritual?

Todavía no se encuentra como un hecho en el mundo imaginativo. Para encontrarla como un hecho, uno debe sumergirse en el mundo inspirativo, debe hacerlo de tal manera que uno se sienta extendido por todo el ámbito perceptivo de lo espiritual y experimente estas percepciones internas como su propio ámbito perceptivo, como en uno mismo. Ahora el origen de la conciencia habla desde allí. Sólo se sirve, se expresa, por así decirlo, en lo que puede experimentarse en el mundo imaginativo, pero su centro se encuentra en el mundo inspirativo. Y si se elevaran hacia ella y probaran a preguntarse: ¿Qué ocurre si hace uno abstracción de todo lo que dice la voz de la conciencia? Si supusieran por una prueba que pueden hacer algo amoroso igual que hacen algo por odio, y supusieran que su conciencia no habla, se darían cuenta de que ocurre algo que primero me gustaría aclarar mediante una comparación. Me gustaría decir que ustedes mismos experimentarían algo parecido a una gota de agua que hubiese sido trasladada a algún lugar donde hace tanto calor que se evaporase de inmediato. Algo así ocurre cuando la conciencia se desconecta en el mundo imaginativo a modo de prueba. En ese momento uno experimenta lo siguiente: la conciencia quiere extinguirse, por así decirlo, pierde su centro de gravedad; uno deja de orientarse en el mundo espiritual. Es una de las experiencias más terribles que uno tiene entonces: Estar dentro del mundo espiritual y sentir que tu conciencia se desvanece después de haberte entrenado primero para hacer surgir una conciencia. Es un estado terrible cuando las personas que en verdad carecen de conciencia tienen experiencias superiores cuando ascienden al mundo espiritual. Porque supongamos que una persona que por lo demás no es muy concienzuda entrara en el mundo espiritual. Los ejercicios que se encuentran en el libro «Cómo Alcanzar el Conocimiento de los Mundos Superiores» pueden ser practicados por cualquiera si los practica con la energía necesaria para que entonces pueda percibir en el mundo espiritual. Uno no debe subir mientras no sea saludable. En ese momento uno experimenta lo siguiente: la conciencia quiere extinguirse, por así decirlo, pierde su centro de gravedad; uno deja de orientarse en el mundo espiritual. Es una de las experiencias más terribles que uno tiene entonces: Estar dentro del mundo espiritual y sentir que tu conciencia se desvanece después de haberte entrenado primero para hacer surgir una conciencia. Es un estado terrible cuando las personas que en verdad carecen de conciencia tienen experiencias superiores cuando ascienden al mundo espiritual. Porque supongamos que una persona que por lo demás no es muy recta entrara en el mundo espiritual. Los ejercicios que se encuentran en el libro «Cómo Alcanzar el Conocimiento de los Mundos Superiores» pueden ser practicados por cualquiera si los practica con la energía necesaria para que entonces pueda percibir en el mundo espiritual. Uno no debe subir mientras no sea saludable. Por lo tanto, también se recomiendan tales ejercicios en los que uno no pierde la conciencia; de modo que en el libro mencionado se dan tales ejercicios que hacen a un hombre moral, para que la conciencia no se apague en el mundo espiritual. Pero supongamos que una persona sin escrúpulos ascendiera al mundo espiritual. Entonces sucedería que inmediatamente caería presa de la disolución, de la evaporación de su conciencia. Existen tales investigadores espirituales sin escrúpulos. Los que ascienden al mundo espiritual con cierta falta de escrúpulos sienten inmediatamente la necesidad, al entrar allí en una esfera de entidades, de entregarse a otras entidades espirituales.  Las personas carentes de conciencia, llegan al punto en que su conciencia les proporciona un centro de gravedad fijo en su realidad, las personas que sienten que su conciencia se «evapora» allí, por así decirlo, se entregan a otro ser, se vuelven poseídas por otro ser para tener un punto de apoyo. Esta es una experiencia que puede producirse realmente. Por eso, de hecho, cuando una persona así vuelve a la conciencia diurna, ya no proclama lo que ella misma ha experimentado en el mundo espiritual, sino lo que un ser con el que se ha hecho poseer habla entonces a través de ella. La integridad de nuestro ser se mantiene llevando realmente al mundo inspirativo aquella voz que está presente aquí como conciencia. Entonces uno se siente a sí mismo dentro de sí, pero de tal manera que lo que uno trae, lo que ya se muestra en el mundo imaginativo, está presente de tal manera que uno no pierde su centro de gravedad y que es algo que lo sostiene y lo lleva. Y aquello que puede llevar y sostener al hombre en su verdadero ser espiritual en el mundo espiritual, aquello que habla a través de dos mundos, a través del mundo imaginativo, hasta el mundo de los sentidos, y eso es la voz de la conciencia.

Así que la conciencia, de la que muchos pensadores no pueden descubrir realmente el origen, de la que hablan como si sólo se formara a través del orden social de la convivencia humana, -así que la conciencia es algo que nos es transmitida desde el mundo espiritual, que está allí en su efecto en el hombre que experimenta sensorialmente y que se encuentra en su causa-origen cuando uno asciende al mundo espiritual. Si uno puede encontrar básicamente sólo los secretos del mundo entero si uno realmente desarrolla esos poderes de cognición de los que se ha hablado a menudo aquí, entonces uno debe decir del mundo de la moral en particular que envía hacia abajo sus impulsos desde los reinos espirituales, y que el hombre, cuando se hace consciente de los impulsos sensoriales, es en ese caso que experimenta el efecto de lo que tiene su origen en el mundo espiritual. Y una comprensión correcta del orden del mundo moral nos muestra por una parte que los mundos espirituales hablan a través del alma, pero por otra parte también que con lo que son los impulsos morales, creamos realidades que siguen teniendo efecto, que volvemos a encontrar, realidades que enviamos al mundo espiritual, y que son causas en este mundo, que subyace al mundo sensorial.

Apenas he podido insinuar esto dejando completamente sin mencionar un amplio campo de etapas intermedias, por las que tiene que pasar el investigador espiritual cuando asciende desde el mundo de los sentidos a los mundos espirituales. Pero quisiera añadir brevemente: Lo que así vemos surgir al actuar moral o inmoralmente, lo que se expresa en sus efectos en nuestros impulsos morales, lo que percibimos en el mundo imaginativo como fuerzas constructivas con las que podemos convivir familiarmente, o como fuerzas destructivas con las que nos hacemos antipáticos, eso se nos muestra como las primeras causas de la existencia del mundo en general. Pues miramos hacia el ancho mundo de las estrellas, en el que reinan la seguridad, el orden y la armonía, y nos remontamos a tiempos primitivos en los que los seres eran moralmente activos de un modo similar a como podemos serlo hoy, en los que los seres enviaban sus impulsos morales, que parecen tan insignificantes que parecen nada al lado de toda la existencia del mundo. ¡Pero estos impulsos morales continúan creciendo en el tiempo! Estos impulsos morales, que emanaron de aquellos seres en los tiempos primitivos, crecieron más y más, -y en su crecimiento ellos mismos se convirtieron en las fuerzas de la naturaleza. Se aprende a reconocer, -ahora hay que saltarse las etapas intermedias-, cuando se considera lo que se encuentra en las leyes de los cielos, que llenaron de tanta piedad a quien fundó la ciencia natural más reciente, Kepler: que en el cosmos actúan viejos y maduros impulsos morales originales. Aquellos que en la antigüedad se convirtieron en líderes espirituales en el sentido de aquellas épocas, -sabemos por conferencias anteriores que ya no se puede ascender a los mundos espirituales del mismo modo que antes se ascendía a los Misterios; hoy hay que hacerlo de otra manera-, han tenido que pasar ciertas etapas, grados. Entre estos grados, uno de los más elevados era el que daba al alma la oportunidad de ver en los altos reinos de la existencia espiritual. Era tal grado que se llamaba el grado del Héroe del Sol o del Hombre del Sol. ¿Por qué el hombre del sol? Porque se le llamaba así, es debido a que un alma así, que ve conexiones en el mundo que han de ser vistas de la manera que se acaba de caracterizar, debe haber llevado, en efecto, la vida interior a tal grado que, cuando se eleva a los más altos reinos del conocimiento, no está expuesta a la arbitrariedad interior a la que está expuesta la vida ordinaria del alma, sino a tales impulsos que actúan con necesidad interiormente reconocida y experimentada, de modo que uno se decía a sí mismo: Si te desvías de ellos, causarás tal desorden como el que causaría el sol en el universo si se desviara de su órbita aunque sólo fuera por un instante. En los antiguos misterios, a los que alcanzaban tal nivel de conocimiento se les llamaba hombres del sol. En ello radica la conexión que existe entre lo que enviamos al mundo y lo que surge de él, del mismo modo que lo que experimentamos como las «leyes del cosmos» surgieron de los impulsos morales de seres de tiempos remotos y distantes.

Si se tiene esto en cuenta, entonces se empieza a experimentar la afirmación de Kant de un modo diferente. Cuando el deber moral, la conciencia moral en general, apareció ante los ojos de su espíritu, pronunció estas significativas palabras: "Hay dos cosas que siempre me llenan de tímido asombro: ¡el cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí!" Tales conexiones, que han sido experimentadas, que uno pasa por alto, donde uno ve la ley moral, por así decirlo, en el obrar del tiempo, le llenaban cuando hablaba del «cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí». Quien reconoce los impulsos primigenios de la vida moral a través de la ciencia espiritual, reconoce también que esta vida moral está conectada con la verdadera fuente raíz del ser humano. Por lo tanto, la ciencia espiritual sólo puede conducir en el sentido más elevado a dar a esta vida moral una base firme, de modo que uno pueda decir realmente: Sí, todo el conocimiento está ahí para que nos encontremos a nosotros mismos dentro de nosotros mismos y llevemos lo que encontremos por el mundo y los tiempos; pero todo lo que experimentamos en impulsos morales dentro de nosotros nos hace creadores a nosotros mismos, co-creadores del mundo. Podemos comprender cómo debemos despreciarnos a nosotros mismos como personas inmorales que traen la ruina, que traen la destrucción al mundo, cuando nos damos cuenta: A través del orden moral del mundo estamos conectados con el mundo en un sentido mucho más real que a través de las otras percepciones que ahora absorbemos en nuestras mentes. Y entonces nos damos cuenta de lo que sentían espíritus tan profundos como Johann Gottlieb Fichte, cuyo centenario hemos celebrado recientemente, cuando dijo: Lo que es el mundo de los sentidos no tiene existencia independiente fundamentada en sí mismo;sólo es la materia sensorializada para el deber, para el orden moral del mundo. Lo que la ciencia espiritual tiene que sacar hoy a la luz fue presentido en relación con la cosmovisión moral por un espíritu tan fuerte como Fichte, que en el fondo veía el mundo de tal manera que se decía a sí mismo: El orden moral del mundo es lo más real, y lo otro sólo está ahí para que tengamos un material en el que podamos expresar lo que son los impulsos morales. Por supuesto, la ciencia espiritual tampoco podrá apoyarse en la cosmovisión de Fichte, pues ésta representa una unilateralidad. Proviene de una época en la que la ciencia espiritual aún no existía. Pero se puede contemplar con admiración cómo un hombre como Fichte experimentaba en sí mismo el orden moral del mundo. Pues esto es precisamente lo que muestra la ciencia espiritual: todos los demás conocimientos se nos presentan como un retablo del mundo; pero la moral es lo que debemos ser si queremos desarrollar todo nuestro ser. Es aquello que no sólo nos fija en nosotros mismos, sino que nos sitúa con verdadero equilibrio en todo el orden del mundo.

Cuando se ve cómo la ciencia espiritual en particular es capaz de encontrar el soporte vivo del orden moral del mundo, entonces se comprende lo que a menudo se ha dicho en estas conferencias. Sin embargo, la ciencia espiritual moderna se encuentra todavía hoy en la misma posición en la que se encontraba Giordano Bruno ante sus contemporáneos cuando quiso ampliar la visión del mundo más allá de la bóveda azul de los cielos hacia extensiones infinitas del espacio. <Tuvo que mostrar a la gente de su tiempo: «Lo que percibís como la bóveda azul del cielo son sólo los límites de vuestra estrecha visión. Tal fantasmagoría espiritual es lo que el hombre ha puesto en su existencia a través del nacimiento o la concepción y la muerte. Pero al igual que la bóveda azul del cielo es sólo el estrecho límite de la propia percepción en el espacio, el nacimiento y la muerte son para la percepción humana sólo los límites en el tiempo. Y del mismo modo que lo que el hombre ha establecido para sí mismo como maya, como límite del espacio, ha sido reconocido como tal, así se abren para el alma humana los límites más allá del nacimiento y de la muerte, y se reconocen los mundos infinitos que yacen más allá del nacimiento y de la muerte. Hoy en día nos encontramos en relación con los datos científico-espirituales de nuestro tiempo de la misma manera que la ciencia natural moderna se encontraba en los albores de los tiempos modernos en relación con los puntos de vista científico-naturales. Pero, en cierto modo, seguimos estando solos. La fe invencible en la verdad, que busca su camino a través de las grietas y hendiduras más estrechas, aunque los poderes opuestos quisieran luchar contra ella, uno se siente aislado de manera diferente con la ciencia espiritual: Uno siente cómo la época actual debe apresurarse hacia la ciencia espiritual, cómo las almas deben exigirla, -y uno se siente en armonía con lo que los espíritus más importantes de todos los tiempos presintieron y significaron, lo que a menudo expusieron de un modo más sencillo de lo que uno debe expresarlo hoy, pero que sin embargo no expresaron con menos acierto desde el alma que presiente la verdad. Así, al señalar desde la ciencia espiritual las verdaderas fuentes de la vida moral y de un orden moral del mundo desde los mundos divino-espirituales, uno se siente de acuerdo con muchos otros espíritus, -y también con Goethe, de quien se va a traer aquí un dicho para resumir lo que se les ha dicho en el curso de esta conferencia. Con respecto a la fuente de la vida moral, Goethe dijo una frase muy significativa, sencillamente, se podría decir, para aquellos que realmente pueden sentir la vida moral: ''En voz muy baja habla un Dios en nuestro pecho, en voz muy baja, pero también con claridad; él nos lleva a reconocer lo que hay que tomar y de lo que hay que huir''. Al decir que un Dios habla muy suavemente pero también claramente en nuestro pecho, Goethe está señalando, -y lo muestra con todas las grandes personalidades y especialmente con las personalidades sensibles que podían sentir la verdad en este campo-, como por intuición a lo que se puede descubrir a través de la ciencia espiritual como los impulsos de la vida moral en el mundo espiritual. Miramos hacia el mundo espiritual y nos decimos: Es precisamente la vida moral la que atestigua que el hombre tiene su origen en los mundos espirituales; pues desde allí habla el Dios que anuncia en voz baja y, sin embargo, con toda claridad, lo que hay que asir y de lo que hay que huir; Aunque oculta lo que el investigador espiritual ve como las razones para tomar y huir, pero lo que el hombre expresa en impulsos morales tiene sus verdaderas razones originales en el mundo espiritual, lo que desciende desde él hasta nuestra mente, lo que habla en el alma humana como un Dios real, como la voz de Dios desde el mundo espiritual, anunciando la naturaleza del hombre, a través de la cual se extiende sobre lo que son las criaturas de su mundo semejante en el cosmos.

Traducido por J.luelmo feb,2020

GA117 Stuttgart, 13 de noviembre de 1909 -Sobre la correcta relación con la antroposofía

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Conferencia a cargo de Rudolf Steiner
impartida en Stuttgart, 13 de noviembre de 1909


Permítanme en esta ocasión, llamar su atención una vez más sobre el hecho de que, como Sección Alemana de la Sociedad Teosófica 1, nos encontramos en una época de importancia. Lo que se ha dicho en diferentes conferencias con respecto a los ciclos que se ejecutan en septenios no es una mera figura retórica, sino que está en armonía con las leyes de la existencia. Y ahora que hemos completado un ciclo de 7 años en la vida de la Sección Alemana, podemos hacer una pausa y analizar todo nuestro trabajo y esfuerzo. Este trabajo solo es posible si el Movimiento espiritual, en su desarrollo, contiene en su ordenamiento interno algo de las leyes del gran sistema cósmico. El sistema cósmico sigue su curso en ciclos que se pueden calcular según el número 7; porque calculamos 7 condiciones planetarias, etc.
En un Movimiento como el nuestro, el número 7 también tiene un cierto papel que desempeñar, y después de 7 años, nuestro esfuerzo, en cierto sentido, vuelve al comienzo, porque mientras tanto ha ido incorporando aquello que ha ido logrando; nuestro esfuerzo vuelve nuevamente a su comienzo, pero en una etapa superior. Únicamente es posible llegar a esto bajo la consideración de que todo se basa sobre una ley interna.
Si repasan ustedes un poco el trabajo que hemos realizado en estos 7 años, podrán notar una cosa: ciertamente ha habido un cierto orden y regularidad en este trabajo. Por supuesto, no hay que tomar lo que se haya podido decir un día como correcto siempre, pero si lo toman en su aspecto esencial, verán que es cierto.
En aquellos primeros años de nuestro trabajo en la Sección alemana, se sentaron las bases, por así decirlo. En los primeros cuatro años lo que hicimos fue, adquirir algún conocimiento de los caminos que guían hacia los mundos superiores, a las grandes conexiones cósmicas, y a examinar y verificar los hallazgos en el Registro Akáshico con respecto a los secretos del cosmos. Aquellos miembros que se unieron más tarde siempre han tenido, y tendrán que tener esta base de nuestro trabajo, para después adquirir conocimiento. Esto es indispensable para todos; porque no es suficiente con solo asimilar lo que ha sucedido en los últimos tres años y que ha permitido que el Movimiento progrese de manera correcta. Si miran hacia atrás, verán que los últimos tres años han producido el desarrollo de aquellas verdades y hechos que se les han presentado últimamente, tal vez de una forma algo sorprendente. Si intentan establecer la conexión con lo que se hizo en aquellos primeros cuatro años de nuestro trabajo basando el conjunto en una estructura cuádruple, por así decirlo, verán que incluso esas grandes y abarcantes verdades que les han impresionado tan profundamente, tiene una conexión muy cercana con lo que sucedió en los primeros cuatro años. Podrán convencerse de esto si lo reflexionan bien. Los miembros más jóvenes deben grabar en sus corazones la absoluta necesidad de adquirir por sí mismos una base firme y segura. Dondequiera que sea llevado a cabo el trabajo, estamos posibilitando que aquellos que se unen más tarde puedan recoger por sí mismos lo que se ha logrado aquí en los primeros días. Es realmente imposible para ellos cooperar sin esta recapitulación; y el Movimiento científico-espiritual debe ser tomado en serio en el sentido más profundo. A este respecto, quizás podamos hablar hoy sobre un tema que concierne a la actitud teosófica de la mente y a toda la manera del pensamiento teosófico; y lo relacionaremos con el tiempo significativo a través del cual estamos pasando. Me refiero a la pregunta: "¿Cuál es la actitud correcta que debe tomar el antropósofo con respecto a la Ciencia espiritual?"
Lo que se quiere decir con esto, resultará mucho más claro si planteo la pregunta de otra manera: “¿Por qué se enseña hoy la antroposofía tal como se enseña? ¿Por qué se da información sobre los mundos superiores, información que es el resultado de la investigación espiritual y de la conciencia clarividente? ¿No se podría proceder de una manera muy diferente? como, por ejemplo, que se comenzara instruyendo a cada persona sobre cómo poder desarrollar esas facultades internas que actualmente están latentes dentro de su alma, para que a través de esas instrucciones, les fuera posible penetrar gradualmente en los mundos espirituales, sin tener que recibir previamente ninguno de los hechos de los mundos superiores, como se hace hoy.
De hecho, hasta cierto punto, esa era la costumbre anteriormente: así era antes de que surgiera el Movimiento Teosófico en el sentido moderno. Durante mucho tiempo se había dicho: realmente no es de mucha utilidad que nadie se plante ante el mundo para comunicarle los resultados de la investigación espiritual. Tales comunicaciones eran retenidas en la medida de lo posible, y a la gente solo se le daban ciertas directrices sobre cómo deberían desarrollar las facultades latentes dentro de sus propias almas; por regla general, a la gente no se les decía más de lo que gradualmente ya habían llegado a ver por sí mismas en los mundos superiores. Ahora podría surgir la pregunta: ¿por qué no se toma hoy ese camino? ¿Por qué se comunica a los hombres los resultados de la investigación espiritual?
La eliminación de este paso no se ha debido a ninguna preferencia o decisión personal: hay buenas razones para ello. Lo entenderemos mejor si constantemente recordamos qué es lo que realmente nos dice la Ciencia Espiritual. Nos habla de hechos y verdades del reino de los mundos supra-sensibles más elevados; nos habla de lo que la conciencia clarividente puede descubrir en estos mundos superiores.
Si bien es cierto, por supuesto, que quien oye tales cosas sin ser clarividente, no puede a través de su propia visión inmediata, auto convencerse de tales hechos; sino que mas bien los recibe sin poderlos probar por medio de la evidencia clarividente. Eso es verdad; pero sería un error pensar que el hombre que no es clarividente, no ha de poder probar de ninguna manera o hacerse tan siquiera una idea de los hechos que ahora se presentan. Y sería un error afirmar que simplemente se ha de aceptar lo que proviene de la conciencia clarividente basándose en la fe y la autoridad. Estas comunicaciones serían imperfectas en el más alto grado, carecerían de algo esencial si apelaran solo a la autoridad y la fe. Las comunicaciones que correctamente se están dando, (hay que insistir en ello)o, solo pueden descubrirse por una conciencia clarividente, pero una vez que se han descubierto, (aunque sea por una única persona), cuando se ha visto y comunicado una vez, todos pueden entenderlo, por medio de un razonamiento exento de prejuicios, es decir por aquellas facultades que están a su alcance en el plano físico. Y bien podría decirse: que aunque ninguno de los aquí presentes tenga alguna vez la oportunidad de probar todo de inmediato, en el más amplio sentido, todos podrían hacer esto posible si tuvieran el tiempo y las facultades mentales necesarias (quiero decir, facultades del plano físico). Consideremos incluso asuntos tan difíciles como los tratados aquí en conferencias recientes, relativos a las encarnaciones de Zarathustra, dificultades tales como por ejemplo que el cuerpo astral de Zarathustra, le fue traspasado a Hermes y que el cuerpo etérico de Zarathustra pasó a Moisés. 2 —imaginémonos incluso, que se están tratando temas difíciles, significativos y tan de largo alcance, aún así, que nadie afirme que quienes conocen tales cosas como resultado de la investigación espiritual, apelen a la credulidad ciega! Ese no es el caso. Pero supongamos que alguien viniera y dijera: “Yo por mi parte, no soy clarividente. Pero hay alguien que afirma estas cosas sobre Zarathustra y sus encarnaciones. Ahora voy a echar mano de todo lo que esté a mi disposición en el plano físico, de todo lo que la historia nos ha transmitido, todo lo que esté contenido en los monumentos de piedra o en los antiguos documentos religiosos, y verificaré todo esto cuidadosamente ". Y supongamos que tuviera que añadir: "Asumiendo que lo que se dice es correcto, ¿Coincide con hechos que puedan corroborarse externamente?"- Una persona así investigaría a fondo lo que puede confirmarse por medios externos, y vería que cuanto más investigara, más corroboraría lo que el clarividente ha afirmado. Si la palabra "miedo" tuviera algún significado en este sentido, entonces se podría decir que la investigación de la Ciencia Espiritual tal vez realmente sienta temor de un examen inexacto; pero nunca podría temer a aquellos que están listos para seguir de manera completa y precisa los caminos de la investigación material. Porque esas personas verán que cuanto más de cerca persigan sus investigaciones, más corroborarán los hechos que el clarividente comunica. Pero para las cosas que no son tan remotas o difíciles, cosas que están conectadas con el karma y la reencarnación, y la vida entre la muerte y un nuevo nacimiento, para estas solo hay que observar, de una manera abierta, lo que la vida ordinaria tiene que ofrecer. Y cuanto más se haga, más confirmados quedarán los hechos comunicados por el clarividente; es decir, hay suficientes posibilidades de auto convencerse de que lo que se adquiere de los mundos súpra-sensibles puede confirmarse por el mundo físico externo. Esto es algo que no debe tomarse a la ligera, sino que debemos considerarlo algo esencial. En nuestras propias vidas debemos poner a prueba, hechos que solo unos pocos realmente pueden investigar, deberíamos dejar de repetir la frase: ¡Eso debe ser tomado en confianza! Acepten lo menos posible en confianza; ¡Examinen, comprueben y verifiquen todo el tiempo! Únicamente asegúrense de hacerlo de una manera abierta y sin prejuicios. Eso pues, es lo primero sobre lo que se debe poner el énfasis.
Pero ahora descubrirán que una prueba de este tipo requiere un gran esfuerzo, exige reflexión y trabajo. Significa realmente, que para toda declaración que la investigación clarividente establezca, hay que buscar que sea corroborada en el mundo físico. Y aquí llegamos a un asunto del que haremos bien en hablar, un asunto que está estrechamente relacionado con nuestra pregunta principal. ¿No es acaso necesario e incluso bueno para el hombre de hoy, que además de que se esfuerce (cosa que ciertamente debería hacer) en penetrar en el mundo espiritual, también se ocupase al mismo tiempo de cultivar energicamente los medios ordinarios de conocimiento y de pensamiento? En otras palabras: ¿Acaso no hace bien el antropósofo que para superar la indolencia que ciertamente predomina en el mundo de hoy en día, y desarrollar su mundo de pensamiento con toda seriedad, eche mano de los recursos mediante los cuales el hombre pueda ser comprendido aunque solo sea en el plano físico, y los utilice para su uso? ¿No es acaso correcto que aprenda mucho y, especialmente, que aprenda cómo pensar?
En realidad, es bastante difícil explicar con claridad y precisión lo que significa esto para la conciencia de hoy. Sucedió una vez que alguien que quería progresar en el conocimiento teosófico y al mismo tiempo aprender el método de pensar las ideas con mayor exactitud, vino y me pidió que le recomendara qué leer. Le recomendé que estudiara la Ética de Spinoza, para que pudiera formular en líneas generales los pensamientos que se le estaban dando. No muchas semanas después me escribió que no comprendía por qué debería estudiar este libro; era bastante voluminoso y todo el objeto consistía simplemente en probar la existencia de Dios, de lo que nunca había dudado; ¡por lo tanto no veía la necesidad de enhebrar largas series de pensamientos para probar la existencia de Dios!
Este es un ejemplo de esa indolencia con la que los hombres se acercan hoy a la Ciencia Espiritual. Enseguida se dan por satisfechos cuando adquieren una creencia cualquiera, y se esfuerzan por esquivar el problema de desarrollarla por si mismos, poco a poco, en conceptos que, sin duda, son difíciles de adquirir. Sino que para esas personas, el único resultado posible es la fe ciega, mientras que si realmente educan su pensar, y no pretenden simplemente por mera curiosidad, desarrollar esos poderes que conducen a una etapa elemental de clarividencia, descubrirán que deja de ser fe ciega. Por supuesto, no digo que esto no pueda correr en paralelo, pero necesitamos entrenar al mismo tiempo los poderes físicos del pensamiento, aquellas facultades de conocimiento que se nos han dado aquí en el plano físico; estas también deben ser entrenadas, aunque resulte incómodo, para poder estar en condiciones de formar ideas claramente definidas y conceptos claramente definidos de lo que se nos comunica desde los mundos superiores. Es muy fácil imaginar que es mejor tener clarividencia por pequeño que sea el grado, que no tener que comprender racionalmente muchos de los hechos de los mundos superiores. Se podría decir fácilmente: “Realmente no sé por qué soy miembro de esta Sociedad; siempre nos dicen cosas sobre los mundos superiores; todo eso es bastante agradable, pero preferiría poder vislumbrarlos por mi mismo mediante una visión clarividente ”. -Conozco a un teósofo muy erudito que tenía un anhelo intenso por ir más allá del mero aprendizaje de la visión directa, y expresaba este anhelo de la siguiente manera: "Si tan solo pudiera por una sola vez, poder ver incluso la punta de la cola de uno de esos ¡seres elementales! ”Tal comentario es bastante comprensible. Este teósofo en particular nunca habría estado dispuesto a renunciar a cambio, a su conocimiento de las verdades teosóficas; pero bien podría haber alguien dispuesto a hacerlo, si tan solo pudiera obtener un pequeño grado de visión clarividente. Tal sentimiento, sin embargo, sería incorrecto desde todos los puntos de vista. Porque debemos considerar la época en que vivimos. En toda la evolución humana, esta es la época en la que debe desarrollarse el pensamiento consciente, al igual que en el período de la antigua india se desarrolló un tipo de conciencia bastante diferente, una conciencia que era la reminiscencia de una clarividencia apagada y sombría. Los poderes de la actualidad se han ido desarrollando gradualmente desde entonces. En esta época, únicamente somos nosotros quienes, junto con el desarrollo del Alma consciente, hemos traído el pensar humano a la esfera de la evolución terrenal. Por esa razón, la Teosofía debe ahora, en este tiempo, ser sacada del mundo súpra-sensible y hacer un llamamiento al pensar racional de los hombres.
Necesitamos distinguir claramente entre dos condiciones. En un primer caso: un hombre puede no ser un gran pensador, su pensar puede ser bastante primitivo y, sin embargo, al mismo tiempo puede estar relativamente avanzado en lo que respecta a la visión en el plano astral, e incluso, hasta cierto punto, en el plano devacánico; él puede estar bastante avanzado a este respecto y ser capaz de ver mucho. O, tal vez, sea posible otro caso: el de un hombre que a pesar de saber mucho sobre las verdades teosóficas aún no puede ver nada por sí mismo, puede que no esté en disposición, como decíamos, de ver incluso "la punta de la cola "de un ser elemental! Esto también es bastante posible. Ahora preguntémonos: ¿Cuál es realmente la conexión interna entre estas diferentes facultades del alma humana?
Aquí hay que poner énfasis en que tener algo y no saberlo, es diferente de tener algo pero siendo consciente de que se tiene. Es extraordinariamente importante comprender esto. Lo entenderán correctamente si se formula la frase de manera algo diferente. Todos ustedes alguna vez, en tiempos primitivos, fueron clarividentes, y también hubo un tiempo en que la humanidad podía mirar retrospectivamente al pasado muy, muy lejano. Y ahora pueden ustedes preguntar: ¿Pero cómo es que no recordamos nuestras encarnaciones anteriores, habiendo sido alguna vez capaces de mirar retrospectivamente el pasado a través de los siglos? O tal vez se pregunten: si ahora nos volvemos clarividentes, ¿Eso nos ayudará en la próxima encarnación a mirar retrospectivamente el pasado?
Eso debería constituir la prueba de que el hecho de tener esa capacidad, no les ha servido en absoluto, por ejemplo, para recordar ahora que podían mirar hacia atrás a sus encarnaciones anteriores. Ustedes ya poseyeron esa clarividencia una vez. Pero entonces ¿Cómo es, que la mayoría de la gente, hoy en día, no recuerdan sus encarnaciones anteriores? Esta pregunta es de la mayor importancia. La gente no recuerda sus encarnaciones anteriores, aunque en épocas anteriores hayan sido, en mayor o menor grado clarividentes, porque en aquellos tiempos no habían desarrollado las facultades que son las específicas del yo, del ego. Porque en un sentido general, el desarrollo de las facultades clarividentes no es lo esencial, sino que se esté adiestrado para lo que debe ser visto.
Déjenme aclararles esto mediante una comparación. Imaginen que cuando se despertasen esta mañana, no recordasen ustedes nada de sus experiencias del día anterior. -Ahora bien, si a pesar de haber tenido en otros tiempos, capacidades clarividentes, no prestaron atención al desarrollo de las facultades del ego, es decir, la facultad de pensar, la capacidad de discernimiento, que son las facultades especiales del ego humano sobre esta tierra, entonces el ego no estaba presente activamente en las encarnaciones anteriores, ¡la yoidad no estaba allí! Por consiguiente, ¿Qué ha de haber para que la gente pueda recordar? Para poder recordar, tenía que haber estado presente un yo en la encarnación precedente. ¡Ese es el punto! De modo que hoy únicamente aquellas personas que en sus encarnaciones anteriores hayan trabajado a través del pensamiento, la lógica, el discernimiento, son quienes pueden recordar esas encarnaciones. Así pues, por más avanzado en clarividencia que esté un hombre, si en sus encarnaciones anteriores no ha desarrollado las facultades de discernimiento, y del pensar lógico, no puede recordar una encarnación anterior. Porque en aquél tiempo no habían colocado la señal, por así decirlo, hacia donde su recuerdo debía dirigirse. Vean pues que cuando se comprende la Ciencia Espiritual, no puede uno ir lo suficientemente rápido simplemente para adquirir esas facultades de pensamiento genuino.
Quizás Ahora digan: Pero si me vuelvo clarividente, es porque ya habré dominado la facultad del pensar lógico. ¡Eso no es así! ¿Por qué los dioses han permitido, después de todo, que los seres humanos existan? Fue para que se pudieran desarrollar aquellas facultades que de otro modo no podrían haberse desarrollado en absoluto si no existiesen los seres humanos. El poder de pensar, de imaginar algo en pensamientos en los que existe la cualidad del discernimiento: esta facultad solo puede desarrollarse en nuestra tierra; antes no existía, solo ha podido surgir gracias al hecho de que existen seres humanos. Tomemos la siguiente comparación. Supongamos que tienen un grano de trigo, digamos. Por mucho tiempo que se queden mirandolo, no crecerá trigo. Deben ponerlo en el suelo y dejar que crezca, deben dejar que las fuerzas de crecimiento trabajen sobre él. Lo que los Seres divino-espirituales tenían antes de la formación del hombre puede compararse con el grano de trigo. Si este "grano de trigo" iba a cobrar vida en forma de pensamientos, primero tenía que ser cultivado por seres humanos en el plano físico. El único medio posible de cultivar pensamientos en la tierra desde el mundo superior es a través de encarnaciones humanas. De modo que los pensamientos de los hombres en el plano físico tienen un carácter completamente propio y deben conducir a lo que es posible en los mundos superiores. Para los dioses era necesario que hubiera hombres en la tierra. Los dioses permitieron que los hombres nacieran para preservar a través de ellos en la forma del pensamiento lo que habían tenido en los mundos superiores. Consecuentemente, lo que proviene de los mundos superiores nunca habría tomado forma en el pensamiento, si el hombre no hubiera sido capaz de darle esa forma. Y el que no piense o razone, en la tierra, priva a los Dioses de lo que han estipulado, y no podrá alcanzar la que es su verdadera tarea y destino humano en la tierra. Porque solo puede lograr esto en una encarnación en la que realmente trabaje en desarrollar sus poderes de pensamiento. Si esto se realiza, todo lo demás se deriva de ello.
La percepción de las revelaciones, de los hechos reales sobre el mundo espiritual, pueden entrar en el alma humana de múltiples maneras. Ciertamente, es posible que los hombres lleguen a una visión clarividente sin ser pensadores claros, y de hecho, es algo muy frecuente en la actualidad. La mayoría de los que se vuelven clarividentes no son pensadores claros. Pero tanto los que son pensadores claros como aquellos que no lo son, tendrán experiencias muy diferentes en el mundo espiritual. Diferencia que podría expresarse así: lo que se revela desde los mundos superiores se imprime más claramente en esas formas de percepción mental que elevamos a los mundos superiores como pensamientos. Los pensamientos son el mejor vehículo para las revelaciones.
Pero si no ejercemos el pensar, las revelaciones deben buscar otras formas, como por ejemplo una imagen simbólica. La forma más habitual de recibir revelaciones para alguien que no es un pensador, es en forma de imagen simbólica. Y a menudo pueden ustedes haber oído describir en imágenes simbólicas, lo que han visto quienes son visionarios clarividentes sin ser pensadores. Estas pueden tener belleza; pero al mismo tiempo debemos ser conscientes de que un pensador tiene una experiencia subjetiva diferente, de la que pueda tener un no pensador. Si tienen ustedes revelaciones como no pensadores, la imagen simbólica, una figura cualquiera, se presenta ante ustedes. Se revela procedente del mundo espiritual. Digamos que ven la figura de un ángel, o alguna otra forma simbólica, tal vez una cruz, una custodia, un cáliz. Esta figura está presente en el reino súpra-sensible y ustedes la ven como una imagen definida. Se dicen a sí mismos que es una realidad, pero en realidad es una imagen. Para la conciencia subjetiva del pensador, las nuevas experiencias del mundo espiritual se presentarán de una manera bastante diferente. No será lo mismo que para el no pensador. Para el pensador, las cosas no aparecerán allí repentinamente ante él como si hubieran sido disparadas con una pistola; aparecerán de una manera diferente. Tomen un clarividente visionario que no piense y un clarividente visionario que piense. Ambos pueden recibir las mismas revelaciones. Tomemos un caso particular. El clarividente no pensante ve este o aquel fenómeno del mundo espiritual. El clarividente pensante aún no lo ve, sino solo más tarde; y a partir del mismo momento en que lo ve, se adhiere a su propio pensamiento y de inmediato puede discernir y saber si es verdadero o no. Lo ve algo más tarde, pero cuando lo ve, llega a él de tal forma que ya lo ha penetrado con sus pensamientos y puede decir si es ilusión o realidad; porque, en cierto sentido, posee algo antes de verlo realmente. La revelación le llega en el mismo momento que al clarividente no pensante, pero lo ve más tarde. Sin embargo, cuando lo ve, ya está penetrado con juicio y pensamiento, y sabe exactamente si se trata de una alucinación, es decir, si son el resultado de sus propios deseos o si es una realidad objetiva. Esa es la diferencia en las experiencias subjetivas de los dos clarividentes. El clarividente no pensante ve el fenómeno de inmediato, el clarividente pensante, más tarde. En la facilidad de la primera, la imagen permanecerá tal como era; todo lo que puede hacer es describirla. Pero el clarividente pensante podrá vincularla y alinearla completamente con lo que está presente en el mundo físico ordinario; porque tanto el mundo físico, como el fenómeno que él ha visto, no son sino una revelación del mundo espiritual.
Resumiendo, cuando ustedes se acercan al mundo espiritual equipados con el instrumento del pensamiento, podrán aportarle un criterio fiable que sostenga lo que se les presente ante ustedes.
Pero además, existe el hecho de que alguien podría dudar del valor de las comunicaciones del mundo espiritual si nunca ha visto los fenómenos por sí mismo. Imaginemos una tercera persona, además de las dos que hemos mencionados. Esa tercera persona no es clarividente en absoluto, pero está informada de los resultados de la investigación espiritual, resultados que han sido adquiridos por clarividencia combinada con un pensar claro, y que por tanto los considera razonables. Efectivamente, son hechos del mundo espiritual. El clarividente pensante los ha percibido, y cualquiera que los haya captado con su razón los posee, aunque no sea consciente de ello. No es necesario ser clarividente, pues algo dentro de ustedes percibe la plena validez de lo que se le ha comunicado. Hay una diferencia entre tener algo y ser consciente de lo que se tiene. La relación entre un estudiante espiritual no clarividente con uno clarividente puede aclararse pensando en lo siguiente. -Imaginen que han heredado algo, pero aún no ha oído hablar de ello. Si ese fuera el caso, la herencia sin embargo no perdería su valor para ustedes. Aunque no supieran de ella hasta más tarde, la poseerían de todos modos. Pues, lo mismo ocurre con las revelaciones de los hechos del mundo espiritual que vienen comunicados a través de la Ciencia Espiritual. Si los han captado de manera comprensiva, ya son suyos; están ustedes en posesión de ellos y solo necesitan esperar el momento en que sean conscientes de ellos. Sin embargo, tomar conciencia de ellos no tiene el mismo significado que poseerlos. Esto es particularmente relevante después de la muerte. Después de la muerte. ¿Qué es más útil para el hombre? (si podemos decirlo trivialmente, para aclarar el significado), ¿Ver algo de una manera clarividente, sin pensamiento, o bien, recibir comunicaciones puramente teosóficas sin verlas con la clarividencia? Fácilmente se podría imaginar que la visión clarividente sería una mejor preparación tras la muerte, que simplemente oír las comunicaciones de los hechos del mundo espiritual. Sin embargo, la verdad es que tras la muerte, lo que un hombre simplemente ha visto con visión clarividente es de muy poca utilidad para él, mientras que por el contrario, la verdadera realidad se presenta de inmediato, tan pronto como se hace consciente de lo que ha recibido con las comunicaciones espirituales, si las ha captado con su comprensión. Tras la muerte, lo que tiene valor es lo que se ha entendido, tanto si se ha visto como si no.
El más grande iniciado puede, a través de su clarividencia, contemplar el conjunto del mundo espiritual! Pero después de la muerte, eso no le supondrá ninguna ventaja, si no es capaz de expresar estos hechos en términos humanos. Todo lo que lo que le servirá de ayuda tras la muerte, es lo que haya poseído aquí en la tierra en forma de conceptos claros de pensamiento. Hay semillas para la vida después de la muerte. Por supuesto, cualquiera que sea un pensador con visión clarividente puede hacer buen uso de sus visiones. Pero dos personas que no piensan, de las cuales una sea clarividente y la otra simplemente oiga los resultados de la clarividencia; ambos estarán exactamente en la misma posición después de la muerte. No hay diferencia entre ellos, porque lo que llevamos con nosotros a la vida después de la muerte, es lo que hayamos adquirido por nosotros mismos aquí, por mediación de un pensamiento claro. Esto brota como una semilla; pero eso no es aplicable a lo que ya hayamos visto (por medio de la clarividencia), en la tierra de los mundos en los que ahora entramos. Lo que recibimos aquí de los mundos superiores no se nos da como un regalo gratuito para que nos sea más fácil cuando dejamos el plano físico, sino para que podamos aplicarlo a la vida actual de la tierra. Cuanto mas hayamos sabido transformar esos regalos, tanto mas nos ayudará después de la muerte. Eso es lo esencial.
Así es, en lo tocante a la vida después de la muerte. Pero aquí en el plano físico también, el caso del que únicamente posee visión clarividente es diferente del clarividente pensante. Es interesante y hermoso ver los mundos espirituales, pero, no obstante, hay una diferencia cuando los mundos espirituales se contemplan simplemente de forma visionaria. Aparte del hecho de que es imposible estar seguro de las ilusiones, (y la única forma de evitar las ilusiones es aplicar un pensamiento claro a lo que se ha visto), aparte de eso, supongamos que alguien con visión clarividente haya percibido esto o aquello; entonces la forma en que lo percibe, y que ustedes pueden descubrir partiendo de su propia explicación, es penetrada por elementos del plano físico. ¿Alguien les ha descrito alguna vez un ángel que no haya sido penetrado por elementos del plano físico? El tenia alas. También los pájaros. Tenía un cuerpo con forma humana. También lo tiene todo ser humano en el plano físico. Las cosas que el clarividente describe, están ciertamente reunidas de una manera que no se encuentran en el plano físico, pero las imágenes están compuestas de elementos del plano físico. Esto tiene una justificación; pero podrán ver que tales imágenes tiene algo que pertenece a la tierra. Las formas y las imágenes que en su visión se toman del plano físico no pertenecen al mundo espiritual, solo representan un símbolo del mundo espiritual en el ámbito de los sentidos. Esto lo expuse claramente en mi "Ciencia Oculta, un bosquejo". He demostrado que la clarividencia actual debe ser de carácter pictórico en sus primeras etapas, pero que no debe quedarse ahí, debe desarrollarse hasta el punto en que se deseche el último remanente de lo terrenal en las visiones. Por supuesto, existe un cierto peligro para el clarividente cuando se despoja del último remanente de la tierra. Por ejemplo, cuando ve al ángel y luego lo despoja todo lo que es terrenal, ¡se enfrenta al peligro de no ver nada en absoluto! ¿Cómo se puede prevenir que uno pierda la visión por completo al entrar realmente en el mundo espiritual? ¡Es la semilla que puede surgir del pensar! Los pensamientos proporcionan la sustancia gracias a la cual se puede comprender lo que hay en el mundo espiritual. Adquirimos el poder de vivir realmente en el mundo espiritual cuando comprendemos, en nuestro mundo de los sentidos, lo que ya no está impregnado por los elementos sensoriales y, sin embargo, está en el plano físico. Solo los pensamientos cumplen esta condición. Lo único que podemos traer al mundo espiritual son los pensamientos. Con respecto a un círculo, por ejemplo, nada que tenga que ver con la tiza con la que se traza el dibujo, sino simple y únicamente nuestros pensamientos acerca del círculo. Con estos pensamientos pueden ascender hacia los mundos espirituales. No deben llevar nada de la imagen consigo.
Y ahora puedo describir más exactamente, el proceso subjetivo previamente mencionado. Supongamos, por ejemplo, que en el campo de la visión espiritual se ve algo, digamos, una custodia. Ahora representaré a los dos clarividentes, el clarividente meramente visionario y pensante, suponiendo que uno vea la custodia aquí (a) y el otro, el clarividente pensante que solo la ve aquí (b) (a)x---------x(b) Únicamente a partir de este punto es cuando se vuelve consciente de el. Sin embargo, lo recibe inmediatamente con los pensamientos y lo penetra con el pensamiento. Pero en el momento en que el clarividente pensante llena su imagen de pensamientos, para el de la mera visión clarividente se vuelve indefinida. Se vuelve negra e indefinida aquí en este punto (b) y solo después de un tiempo reaparece. Justo en el punto en que el pensamiento puede unirse con la imagen, se vuelve indefinida para el de mera visión clarividente; en realidad nunca está en condiciones de unir sus pensamientos, por lo tanto, nunca tiene la experiencia: "Estuve allí con mi ego". Esta experiencia nunca puede llegar al de mera visión clarividente.
Todo esto nos acerca más íntimamente a la cuestión, y es extremadamente importante reflexionar sobre ello. Nos lleva a considerar la necesidad de desarrollar nuestro pensar y a superar la falta de tendencia a adquirir por nosotros mismos un conocimiento comprensivo. Es mil veces mejor haber captado las ideas de la Ciencia Espiritual primero con el pensamiento y después, mas tarde o mas temprano, cada uno según su karma, poder ascender a los mundos espirituales; mil veces mejor que haber "visto" de inmediato sin haber captado con el pensamiento el conocimiento impartido en el Movimiento teosófico. De hecho, es mil veces mejor conocer la Teosofía sin haber visto nada todavía, que ver algo y no ser capaz de penetrarlo con el pensamiento, porque así es como se introduce la incertidumbre.
Pueden expresar el asunto aún más específicamente, de la siguiente manera. -Diciendo: actualmente hay pensadores muy claros que pueden comprender la visión teosófica del mundo de una manera intelectual. ¿Cómo es que a veces son justamente estas personas las que tienen tanta dificultad para alcanzar la clarividencia? -Aquellos que no son pensadores claros les resulta relativamente fácil convertirse en clarividentes, y por tanto propensos a sentirse superiores a los pensadores, mientras que a estos últimos les resulta difícil convertirse en clarividentes. Ahí está el quid de la cuestión, apenas separado por un cabello de dar comienzo a afirmarse una cierta arrogancia disfrazada. De hecho, casi no hay nada que engendre y fomente el orgullo tanto como una clarividencia que no haya sido iluminada por el pensamiento, y es por eso que es tan peligrosa, porque el clarividente no se considera orgulloso en absoluto, sino muy humilde. No tiene noción del orgullo que consiste en infravalorar la actividad del pensamiento y poner el énfasis principal en las inspiraciones. Es una forma terrible de orgullo, un orgullo enmascarado.
La pregunta realmente es la siguiente: ¿Cómo es que para muchos pensadores, según nos enseña la experiencia, es tan extremadamente difícil llegar a alcanzar la clarividencia? Esto está relacionado con un hecho importante. Lo que llamamos poder de discernimiento, poder de juicio en el hombre, en otras palabras, el pensar lógico del pensador, produce un cambio definitivo en toda la estructura del cerebro humano. El pensar claro provoca un cambio en el instrumento físico del cerebro. La investigación científica sabe poco de esto, pero es un hecho que un cerebro físico que ha sido utilizado por un pensador tiene una apariencia diferente del cerebro que pertenece a un no pensador. El hecho de ser clarividente no lo cambia mucho. El cerebro de un no pensador tiene circunvoluciones muy complicadas, pero el de un pensador claro es comparativamente simple, sin complicaciones especiales. Pensar realmente se expresa en la simplificación de las circunvoluciones del cerebro. La investigación actual no sabe nada de esto. El pensar claro es un pensar que puede examinar amplias perspectivas, no el pensar que se ocupa del análisis. De ahí la mayor simplicidad de las circunvoluciones cerebrales de un pensador claro. Cada vez que la investigación científica condesciende de alguna manera para verificar el pensar claro en relación con las condiciones materiales, muy pronto parece que la investigación científica corrobora las constataciones de la Ciencia Espiritual. El examen del cerebro de Mendeleeff a quien la ciencia debe la exposición del sistema periódico de los elementos confirma lo que dice la Ciencia Espiritual. Sus circunvoluciones cerebrales eran más simples de lo habitual. Dentro de ciertos límites, tenía el poder del pensar integral, y el examen físico confirmó absolutamente la verdad de lo que he dicho. (No lo menciono porque tenga un valor muy especial, sino solo porque es cierto). Así pues, como he dicho, se produce un cambio en el instrumento, y este cambio debe ser provocado por la actividad del pensamiento mismo. Nadie nace con todas las facultades que poseerá más adelante; puede poseer las tendencias en ciertas direcciones, pero antes debe desarrollar las propias facultades. Por lo tanto, es un hecho que en el curso de la vida de un hombre tienen lugar cambios en el cerebro. Después de una vida de pensamiento, el instrumento del pensar es diferente de como era antes.
El hecho es que nuestro cuerpo etérico, debe ser liberado del cerebro físico para que se produzca la conciencia clarividente, la estrecha unión entre el cuerpo etérico y el cerebro se debe a la actividad del pensamiento, el pensar encadena firmemente el cuerpo etérico al cerebro. Si alguien a través de su karma aún no tiene las fuerzas necesarias para, en el momento adecuado, desprenderlo de nuevo, puede ser que en esta encarnación, no consiga llegar lejos en la clarividencia, depende de su karma. Suponiendo que en una encarnación anterior, su karma le haya llevado a ser un pensador claro, en cuyo caso en el momento presente su pensar no unirá con tanta fuerza su cuerpo etérico al cerebro; podrá liberar su cuerpo etérico con relativa facilidad, y puesto que los elementos del pensamiento son la mejor semilla para ascender a los mundos superiores, por esta misma razón puede investigar los secretos de los mundos superiores en la mayoría de los casos de manera sutil. Por supuesto, antes debe liberar de nuevo el cuerpo etérico del cerebro. Pero si el cuerpo etérico está tan atrapado en el cerebro físico, que se ha quedado exhausto, debido al sutil cincelado del pensamiento, entonces su karma quizás lo haga esperar mucho antes de poder liberarlo nuevamente. Sin embargo, cuando el cuerpo etérico se libere, significará que ha pasado el punto del pensamiento lógico. Entonces lo que ha adquirido nunca se puede perder; nadie se lo puede quitar. Ese es un hecho esencial e importante, porque la clarividencia, en cambio, a menudo puede perderse nuevamente, después de haberla adquirido. Permítanme recordarles una vez más que todos ustedes fueron clarividente en épocas anteriores. ¿Por qué ya no tienen la facultad de la clarividencia? La razón es porque en otros tiempos no estaban atados a la existencia de la tierra, sino que estaban extasiados en los mundos espirituales; y porque no incorporaron en sus facultades aquél mundo espiritual; Su clarividencia visionaria se basaba en la condición de estar alejado del mundo físico.
Esto debe quedar claro para nosotros. Debemos inscribir estas sutiles sombras de pensamiento en nuestras mentes y almas; debe quedarnos claro que la tarea de una ciencia oculta real hoy en día, es impartir los resultados de la investigación espiritual impregnándolos de un contenido del pensar, de modo que los resultados de la investigación espiritual puedan presentarse siempre, de manera que sean comprensibles mediante el pensar del hombre no clarividente. Para hacerlo, sin embargo, primero tienen que estar combinados con el pensamiento. Esa es la razón de que haya tanta dificultad con los libros antiguos que hablan de fenómenos de los mundos superiores. Quién toma en sus manos algún libro antiguo de este tipo y se acerca a ellos con la actitud de la Ciencia Espiritual moderna, encontrará en todos ellos, que les falta algo. Estos libros antiguos pueden impartir un conocimiento maravilloso, pero no son de mucha utilidad para el hombre de hoy a menos que él mismo sea clarividente y pueda corregir el asunto, en cambio, en el caso de la Ciencia Espiritual moderna, cualquiera que se esfuerce puede beneficiarse de lo que le presenten, porque puede impregnarlo con el elemento de pensamiento que adquiere en el plano físico. Porque se utilizan los mismos conceptos para comprender tanto lo que está en el mundo espiritual como lo que está en el mundo físico. La ciencia natural actual habla de evolución; también lo hace la ciencia espiritual. Si ustedes han captado el concepto de evolución, podrán comprender las comunicaciones de la Ciencia Espiritual. Podrán formarse un concepto del karma, porque podrán crearse en el pensamiento una idea de el. Por supuesto, si ustedes, (como hacen muchos teósofos) simplemente dicen: "Toda causa espiritual tienen un efecto espiritual en eso consiste el karma", significa que no han captado correctamente el concepto del karma. La ley de causa y efecto también puede verse en una bola de billar, pero esa no sería una comparación correcta para el karma. En cambio, tomen una bola de hierro y tírenla en un recipiente con agua. Si la bola está fría, el agua permanecerá como está. Pero si calientan la bola y luego la introducen en el agua, ésta se calentará como resultado de la acción practicada en la bola. Aquí tenemos algo que sí puede compararse con el karma; porque el evento (efecto) posterior se produce como resultado de uno (causa) anterior.
Debe quedar bastante claro para nosotros, que cualquiera que impregne los hechos del mundo espiritual con el pensamiento, también puede darlos a conocer, de tal forma que, cualquiera que tenga pensamientos adquiridos aquí en el plano físico, pueda aplicar tales pensamientos a lo que recibe de los mundos espirituales. Si así lo hace, podrá entenderlos. Todos deberían tener esto en mente. Todos deberían entender que lo importante no es el hecho de que recibamos conocimiento de los mundos superiores, sino que dicho conocimiento lo recibamos de una manera apta para nuestras condiciones terrenales actuales. Debemos cuidarnos de no recibir conocimiento de los mundos superiores de ninguna otra manera. Es tentador limitarnos a creer lo que se nos comunica, pero eso sería un error. Es como si alguien que necesita la luz para iluminar su habitación, se limitase a creérselo, y se conformara con que le dijeran que ¡existe una cosa que llaman luz! Él debe tener esa luz, la mera creencia no sirve de nada. Por lo tanto, es importante, en primer lugar, comprender la naturaleza del pensamiento minucioso y concienzudo, para que el conocimiento del mundo espiritual pueda recibirse a través de este canal. El conocimiento solo se puede descubrir cuando se tiene el poder de la clarividencia; pero una vez que ha sido descubierto e investigado, puede ser entendido de manera correcta por todos los que lo reciben.
Si uno lo cree así, se evitarán en general, todos los peligros que de otro modo estarían vinculados con el llamado Movimiento Antroposófico. Sin embargo, si las personas desarrollan la clarividencia sin asegurarse de que su pensamiento, y más especialmente su percepción y discernimiento, se enriquezcan al mismo tiempo a través de su propio pensamiento, estos mismos peligros surgirán de inmediato. Muchas personas tienen el anhelo de hacer suyo algo del mundo espiritual en vez de proceder a sopesar cuidadosamente y con discernimiento, lo que después de todo, debe ser adquirido en el plano físico. Ni siquiera un Dios puede comprender el mundo en términos de pensamiento a menos que se encarne en esta tierra física. Puede comprender el mundo de otras formas y modos, pero para comprenderlo de esta forma debe encarnarse en la tierra. Si reflexionan ustedes sobre esto, tendrán claro que dentro de uno mismo existen ciertos peligros relacionados con el desarrollo de las facultades que luego se usan erróneamente. El que desarrolla una cierta visión clarividente y la usa erróneamente cercenando toda posibilidad de convencer al mundo con ella, el que permanece solo en el plano astral y no lleva sus experiencias al plano físico, se está exponiendo al peligro de que se abra un abismo entre sus visiones y el plano físico. Supongamos que alguien ha tenido visiones de importancia real que pertenecen al plano astral. Pueden ser verdaderas visiones de la realidad, algo que le puede suceder incluso al clarividente no pensante. Pero ahora, se abre un abismo entre él y los fundamentos reales del plano físico. Imaginen por un momento que este pañuelo fuera el plano físico. El clarividente se detiene ante él; y tiene su visión. Pero detrás del plano físico está el verdadero mundo espiritual; El plano físico es Maya. El clarividente no pensante, no resta el plano físico a su visión; esto solo puede hacerlo alguien que haga uso de los medios de pensamiento. Así pues, únicamente traspasando el plano físico; únicamente con la clarividencia pensante pueden entender la visión. El plano físico está allí, impidiendo ver el mundo espiritual, el mundo espiritual real. Se abre ante ustedes el abismo, y el plano físico permanece como Maya. Y la imposibilidad de traspasar el plano físico se basa en el hecho de que el cerebro no es capaz de auto neutralizarse. Si han aprendido a pensar correctamente, no utilizarán directamente su cerebro para pensar. El pensar funciona en el cerebro, pero la actividad de pensar no necesita directamente el funcionamiento del cerebro; no tiene sentido afirmar que es el propio cerebro el que piensa.
Estaba una vez, hace unos 35 años, caminando por la calle con un joven estudiante que estaba en camino de convertirse en un materialista descarado. Él decía: “Cuando un hombre piensa, los átomos del cerebro están vibrando; cada pensamiento definido tiene una forma definida ”, y después continuaba comentando lo realmente absurdo que es presuponer algo como un alma que pueda pensar, porque es el cerebro el que piensa. (Yo le dije: “Sí, pero entonces dime, ¿Por qué cuentas esas mentiras? Si esto es cierto, no puedes decir: ¡Pienso! Debes decir: mi cerebro piensa, y también debes decir: ¡Mi cerebro come, mi cerebro ve el sol! Entonces estarías diciendo la verdad. Pronto vería cuantos sinsentidos había estado acumulando en su cabeza.
Por consiguiente el cerebro no es el que piensa. Para aclarar este punto basta con unas pocas consideraciones triviales, a menos que uno sea un obstinado materialista moderno. Este punto puede quedar aclarado, salvo que uno sea un "Monista" en el sentido moderno de la palabra. La actividad de pensar, ante todo, no depende de tener el cerebro como instrumento. Cuando el pensar se vuelve puro, el cerebro no toma parte en el acto de pensar. Solo participa cuando se recrea una imagen simbólica. Si nos representamos una imagen mental de un círculo de tiza, esa imagen sí ha sido formada por el cerebro, pero cuando pensamos en un círculo puro sin intervención alguna de tipo simbólico, entonces el propio círculo es el elemento activo que da forma al cerebro. Pero por este método el abismo nunca puede ser salvado. La visión clarividente está conectado con lo que está detrás del plano físico. Quien no sigue el camino del pensamiento desarrolla poderes que, por así decirlo, no alcanzan su objetivo, realmente no penetran en el mundo espiritual. Y la consecuencia es que se produce una relación falsa entre lo que se desarrolla continuamente en su cuerpo etérico y lo que él es realmente como hombre. La relación es completamente falsa; su cerebro no está desarrollado al mismo nivel que sus facultades clarividentes. El cerebro es tosco, porque el hombre no ha hecho ningún esfuerzo por ennoblecerlo a través del pensamiento. Esa tosquedad ha construido una barrera que no puede penetrar y que le impide alcanzar la realidad espiritual en sus visiones. Se aleja de la realidad, en lugar de acercarse a ella. Y se ve privado de toda posibilidad de hacer un juicio sobre el mundo espiritual. Un individuo así ciertamente puede ver mucho; pero no hay ninguna garantía de que lo que ve se corresponderá con la realidad. Solo es capaz de discernirlo quién puede distinguir entre la mera visión y la realidad. Solo el poder del discernimiento es el que puede distinguir, y si eso falta, la mera visión nunca se puede distinguir de la realidad. Pero este poder de discernimiento solo puede adquirirse mediante el esfuerzo en el plano físico. Por lo tanto, si desprecia la actividad de pensar, por difícil y problemática que sea, se estará siempre dando tumbos sin fundamentos firmes.
Esto es lo que debemos tener presente en nuestras mentes. Porque entonces será imposible que surjan condiciones anómalas. Condiciones que, por otra parte, es fácil que aparezcan y que pueden repetirse una y otra vez. Cuando los hombres desarrollan la visión clarividente sin un pensamiento agudo, es como si construyesen una pared contra el mundo de la realidad y viviesen en sus sueños, lo que equivale a perder la orientación en el mundo físico, como no estar en su sano juicio. La simple visión clarividente lleva fácilmente a eso. Solo se puede adquirir el poder del discernimiento, trabajando en la única esfera donde esto se puede desarrollar, es decir, en la esfera del pensamiento, en el plano físico. Si menosprecian ustedes la adquisición de este discernimiento, se alejarán del camino de la verdad. Discernimiento es lo que mas necesitamos, de lo contrario provocaremos en el llamado Movimiento Teosófico, todos los males que necesariamente conlleva la falta de discernimiento. El que se entrega a la creencia ciega, que simplemente acepta sin mas todas las comunicaciones de los mundos superiores bajo la autoridad de otro sin aplicarle su propio pensamiento razonado, estará haciendo algo agradable y fácil, pero en sí mismo está lleno de peligros. En lugar de resolver las cosas por sí mismo y reflexionar sobre ellas, acepta el conocimiento de otro, asimila las cosas que otra persona ha visto y se niega a verificar por medio de su propio pensamiento lo que se le ha comunicado. Esta es la causa de los males de los que se responsabiliza al Movimiento Teosófico, pero, por supuesto, esto no debería quitarle a nadie el deseo de unirse a él. Puede suceder que una persona que tiene una creencia ciega de este tipo pierda su rumbo por completo y ya no pueda discernir entre lo que es verdadero y lo que no lo es. Nada puede engendrar falsedad tan eficazmente como un cierto tipo de visión clarividente que no es supervisada y controlada por el pensamiento. Por otro parte, tal clarividencia genera otra propiedad anómala, a saber, cierta arrogancia y superioridad que incluso puede llevar a la megalomanía. Esto es aún más peligroso porque a menudo no se nota. Existe un grave peligro de llegar a considerarse superior porque uno ve algo que otra persona no ve. Y, por lo general, no se bien cuán profundamente arraigada en el alma, puede estar esta auto-suficiencia que está rayando la megalomanía. En cierto modo se disimula, especialmente cuando el clarividente aboga por sus propias visiones con absoluta certeza y no soporta que nadie les haga excepción. Por eso a veces encontramos personas que se creen las estupideces más ridículas, por el simple hecho de que le han sido comunicadas "Desde el plano astral". Nunca soñarían con creer tales cosas si se les hubiera dicho que pertenecían al plano físico, pero si se les dice "desde el plano astral", las creen con bobalicona credulidad. Quien se haya liberado de ese hábito no se dejará desviar por este o aquél timo o engaño, pero caerán en la trampa a menos que desarrollen dentro de sí mismos el impulso de comprobar y verificar, en lugar de aceptar y creer sin esfuerzo. No debemos caer en lo cómodo para nosotros mismos; debemos considerar que una de las tareas más sagradas del hombre es llegar a una firme convicción. Si pensamos en ello bajo esta luz, no escatimaremos ningún esfuerzo de trabajo real, y evitaremos toda comunicación sensacional del mundo espiritual. Tenemos, por así decirlo, suficientes comunicaciones del mundo espiritual. Es necesario que las tengamos, pero también es necesario que adquiramos la actitud correcta y el tipo correcto de pensamiento para enfrentarnos a estas cosas con dignidad.
Esto es cuanto quería decirles hoy. No pretendía hacerlo simplemente como una advertencia o sermón. Quería mostrar toda la problemática y por esta razón puede haber sido bastante difícil mantener el ritmo en su pensamiento; pero en los métodos que uso siempre trato de mantenerme dentro de lo que podemos llamar lo correcto en la Sociedad Teosófica. A muchas personas les gustan las exhortaciones piadosas. ¡A mi no me gustan! Trato de presentar las cosas de tal manera que puedan vestirse con verdaderas formas de pensamiento. Cuando se exponen cosas del plano físico, como se ha hecho hoy, por supuesto, a menudo implica pensar mucho; porque tales cosas no son tan sensacionales ni tan atractivas como las comunicaciones de los mundos superiores. Sin embargo, son de extraordinaria importancia. Y no subestimarán su importancia si se dicen a sí mismos: si eso es realmente lo que debería suceder, es decir, que en el curso de las encarnaciones subsiguientes, un número suficientemente grande de personas tiene un recuerdo de esta encarnación actual, entonces se debe prever esto de antemano. Desarrollen, por lo tanto, sus capacidades de discernimiento, así podrán ser capaces de recordar, la actual encarnación, en la siguiente encarnación. Procuren poder seguir el mundo con sus pensamientos. Porque por mucho que puedan visualizar de manera clarividente, no les ayudará a recordar la encarnación actual. Y el cometido de la Ciencia Espiritual, es preparar el camino para las necesidades que han de llegar, es decir, que pueda haber un número suficientemente grande de personas que, por su propio conocimiento, puedan mirar hacia atrás a esta encarnación actual. Depende del karma de cada individuo que en esta encarnación haya muchos o pocos contribuyendo con sus poderes clarividentes al conocimiento de la Ciencia Espiritual. Ciertamente hay muchos de los sentados aquí cuyo karma no les permitirá ver el mundo clarividentemente en esta encarnación. Pero todos aquellos que adquieran lo que se da en la verdadera Ciencia Espiritual, revestida de las formas del pensamiento, cosecharán los frutos en la siguiente encarnación; porque en esta habrán puesto los cimientos correctos. Un hombre puede, por así decirlo, ser clarividente sin saberlo; y el que estudia la Ciencia Espiritual de manera correcta tiene la visión y puede esperar hasta que su karma también le permita contemplar las cosas por sí mismo.
1En relación con el uso en este texto, de las palabras 'Teosofía', 'teosófica', se recordará que desde el comienzo del siglo XX, hasta los años 1911 o 1912, el Dr. Steiner había podido trabajar como profesor independiente en el marco de la Sociedad Teosófica y fue Secretario General de la Sección Alemana. Su enseñanza sobre la naturaleza única de Cristo estaba en desacuerdo con las tendencias que predominaban en aquella Sociedad y las declaraciones sobre este tema hechas por sus líderes, por lo cual, la asociación del Dr. Steiner con la Sociedad Teosófica inevitablemente llegó a su fin. En 1912 se fundó provisionalmente la Sociedad Antroposófica estableciendo su sede en Dornach en 1913.
2cp. El alfa y la omega. Conferencia dada en Berlín, 25.may.O9; también conferencias 4 y 5 del Curso sobre El Evangelio de San Lucas.