GA213 Dornach 24 de junio de 1922 - Preguntas humanas Respuestas cósmicas - relaciones entre lo anímico-espiritual y lo físico- espacial

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Preguntas humanas - Respuestas cósmicas

RUDOLF STEINER

I conferencia

Dornach 24 de junio de 1922


Hoy tendré que hablar de algo que parece estar algo alejado de las consideraciones más concretas de nuestra Antroposofía, pero que, sin embargo, debe constituir la base de muchos puntos de vista, y sobre la que luego se pueden construir muchas cosas analizándolas más íntimamente.

Cuando hablamos de lo físico-corporal del ser humano por un lado y de lo anímico-espiritual por otro, entonces se presenta una dificultad para el conocimiento, para la comprensión del ser humano. Para el hombre es relativamente fácil adquirir ideas sobre lo físico-corporal. Lo físico y lo corporal le llegan a través de sus sentidos. Pertenece, por así decirlo, a aquello a lo que se enfrenta desde todos los lados de su entorno, sin que él mismo haga nada esencial al respecto, al menos en la medida en que entra en consideración su conciencia. La situación es diferente cuando hablamos de lo anímico-espiritual. Lo anímico-espiritual es del tipo que el hombre, si es lo suficientemente imparcial, tiene una clara conciencia de su existencia. La humanidad siempre ha incluido designaciones, palabras y frases para lo anímico espiritual en sus lenguajes, y el hecho en sí de que tales palabras, frases y designaciones se encuentren dentro del lenguaje muestra que para la conciencia imparcial hay, sin embargo, algo que señala al ser humano hacia lo anímico espiritual.

Sin embargo, de inmediato surge la dificultad cuando el hombre quiere poner en relación el mundo de lo físico-corporal y el mundo de lo anímico-espiritual. Y esta búsqueda de relación ofrece las mayores dificultades imaginables a quienes, digamos, tratan tales cuestiones de un modo filosófico. Ellos saben que lo físico-corporal se extiende en el espacio. Pueden incluso representarse esta corporeidad-física en el espacio. Y el hombre se forma ideas sobre ello con relativa facilidad, porque puede utilizar precisamente aquello que el espacio le presenta con sus tres dimensiones para formarse ideas sobre lo físico-corporal. Pero lo espiritual como tal, en definitiva, el ser humano no lo encuentra en ninguna parte del espacio.

Las personas que creen no ser materialistas, pero que lo son tanto más, prefieren imaginarse lo anímico-espiritual en el espacio y de este modo llegan a las conocidas aberraciones espiritualistas. Las aberraciones espiritualistas son aberraciones materialistas; son un intento de llevar lo anímico-espiritual al espacio. Pero aparte de esto, el hombre es consciente de su propia alma espiritual. Sabe cómo funciona lo anímico espiritual, pues se dice a sí mismo que el pensamiento que abriga, por ejemplo, cuando proyecta hacer un movimiento en el espacio, se traduce en movimiento por medio de la voluntad. El movimiento está en el espacio; pero del pensamiento el hombre desprejuiciado no puede decir que está en el espacio. Y así han surgido las mayores dificultades precisamente para el pensamiento filosófico. Uno se pregunta: ¿Cómo puede lo anímico-espiritual en el hombre, al cual también pertenece el yo, tener un efecto sobre lo físico-corporal, que está en el espacio? ¿Cómo puede lo no-espacial tener efecto sobre lo espacial?

Han surgido las más diversas teorías, que más o menos adolecen todas de la dificultad de poner en relación lo anímico-espiritual no espacial con lo físico-corporal espacial. Se dice que en la voluntad lo anímico-espiritual actúa sobre lo físico. Pero al principio nadie puede decir con conciencia ordinaria cómo fluye el pensamiento en la voluntad, y cómo la voluntad, que es en sí misma una especie de espiritual, llega a aparecer acto seguido en formas exteriores de movimiento, en la actividad exterior.

Por otra parte, los procesos que, por ejemplo, produce el mundo físico en los sentidos, es decir, en lo físico, se extienden en el espacio. Ellos se transforman, al convertirse en una cosa anímica-espiritual, en una cosa no espacial. El hombre no puede decir desde su conciencia ordinaria cómo lo físico-espacial, que acontece en la percepción de los sentidos, ejerce un efecto sobre lo no-espacial, sobre lo anímico-espiritual.

En los últimos tiempos hemos llegado a otra vía de información que ya he mencionado varias veces: se habla de "paralelismo psicofísico". Esto es en realidad la admisión que no se sabe nada sobre la relación entre lo físico-corporal y lo anímico-espiritual. Se dice, por ejemplo: El hombre camina, sus piernas se mueven, cambia de lugar en el espacio exterior. Todo esto representa lo espacial, lo físico-corporal.

Al mismo tiempo, mientras algo está sucediendo en su cuerpo, en lo anímico-espiritual tiene lugar, un pensar-sentir-voluntad. Sólo se sabe, dicen, que cuando lo corporal-físico tiene lugar espacial y temporalmente, lo anímico-espiritual también tiene lugar. Pero cómo actúa lo uno sobre lo otro, de esto no se puede tener ni idea. El paralelismo psicofísico significa: un proceso psíquico, un proceso anímico teniendo lugar mientras se produce un proceso corporal. Pero no se puede ir más allá de esto, uno quisiera decir, así expresado en secreto, que los dos procesos corren en paralelo. Uno no llega a una idea de cómo los dos interactúan. Así es cuando la gente quiere formarse una idea de la existencia de lo anímico-espiritual en general.

En el siglo XIX, cuando las opiniones de la gente estaban tan influenciadas por el materialismo, los materialistas también se hicieron la pregunta: ¿Dónde se quedan realmente las almas en el mundo del espacio cuando han abandonado el cuerpo? E incluso ha habido gente que ha intentado refutar el espiritualismo considerando la imposibilidad de que, puesto que tanta gente muere y tanta gente ya ha muerto, en realidad no hay sitio en todo el mundo del espacio para dar a todas las almas que vienen de los muertos un lugar donde quedarse. Esta forma absurda de ver las cosas se daba con frecuencia en el siglo XIX. Se decía: El hombre no puede ser inmortal, porque todos los espacios del mundo tendrían que estar llenos de almas inmortales. Todas estas cosas apuntan a las dificultades que surgen cuando se cuestiona la relación entre lo físico-material, que se extiende claramente en el espacio, y lo que no puede trasladarse inicialmente al espacio, lo anímico-espiritual.

Ahora, sin embargo, se ha llegado gradualmente al punto de que el pensar humano puramente intelectualista ha yuxtapuesto abruptamente lo físico-corporal por un lado y lo anímico-espiritual por el otro. Para la conciencia actual, ambos están uno al lado del otro sin mediación alguna. Sí, así como los hombres han llegado gradualmente a pensar en lo físico-corporal por un lado y en lo anímico-espiritual por el otro, así no hay posibilidad alguna de encontrar una relación. El hombre de hoy simplemente piensa en lo físico-espacial de tal manera que lo espiritual no puede acomodarse en ninguna parte dentro de él, y a su vez lo espiritual está tan abruptamente separado de lo físico-espacial que lo anímico-espiritual que es totalmente no-espacial, no puede entrar en contacto en ninguna parte con lo físico o similar. Pero este agudo contraste sólo se desarrolló gradualmente. Hay que partir de un modo de ver las cosas muy distinto, un modo de ver las cosas que sólo puede surgir de nuevo enlazando con lo que tiene que decir la ciencia espiritual antroposófica. La ciencia espiritual antroposófica debe mirar primero a la voluntad. En primer lugar, una mirada imparcial demuestra sin duda que la voluntad humana sigue sus movimientos por todas partes, y que los movimientos del ser humano que realiza externamente en el espacio moviéndose él mismo, pero también los movimientos que tienen lugar en su interior realizando sus funciones cotidianas, que en general toda la actividad del ser humano aquí en el mundo físico es espacialmente tridimensional. El ser humano imparcial no puede tener ninguna duda al respecto. Todos estos movimientos van acompañados de la voluntad; la voluntad debe, pues, llegar a todas partes donde se extienden las tres dimensiones. Sobre esto tampoco puede haber ninguna duda.

Por consiguiente, cuando hablamos de la voluntad como una cosa anímica-espiritual, no puede haber ninguna duda de que esta voluntad, aunque sea una cosa anímica-espiritual, es una cosa tridimensional, tiene una forma tridimensional. Simplemente debemos pensar de esta manera: cuando ejecutamos un movimiento con la mano por medio de la voluntad, digamos, la voluntad anida en todas las posiciones que se ejecutan en el espacio del brazo y de la mano. La voluntad acompaña en todas partes donde se realiza cualquier movimiento de un miembro. Por lo tanto, debemos hablar de la voluntad misma como aquello anímico que puede asumir una forma tridimensional.

Pero otra cuestión es si toda alma adopta una forma tridimensional. Y si pasamos de la voluntad al mundo del sentir, al mundo de la emoción, el hombre al principio, si simplemente piensa en estas cosas con su conciencia ordinaria, se dirá a sí mismo: Si, digamos, me pinchan aquí en el lado derecho de la cara, de la cabeza, con una aguja, lo siento; si me pinchan en el lado izquierdo, también lo siento. Así, con conciencia ordinaria, puede tener la opinión de que su sensación se extiende por todo el cuerpo. Y entonces también hablará de la sensación como si estuviera formada tridimensionalmente en el mismo sentido en que habla de la voluntad como si estuviera formada tridimensionalmente.

Pero ahí se está cayendo en un engaño. No es así. Más bien hay que tener en cuenta cómo el hombre puede hacer primero ciertas experiencias de sí mismo, y es a partir de estas experiencias que queremos proceder. Las reflexiones de hoy serán algo sutiles, pero sin tales consideraciones sutiles no se puede comprender a fondo lo espiritual-científico.

Imagínense, quiero decir con los ojos de su alma, cómo es cuando tocan su mano izquierda con su mano derecha. Esto les proporciona la percepción de sí mismos. Del mismo modo que sienten un objeto externo, se sienten a sí mismos cuando tocan su mano derecha con la izquierda, digamos que a través de la mediación de los dedos individuales.

Pero aún más claro tienen el hecho de que tienen dos ojos, y que si fijan un objeto con los dos ojos, primero deben hacer un esfuerzo de voluntad. A menudo no piensan en este esfuerzo de la voluntad. Por ejemplo, para fijar un objeto muy cercano, donde es más prominente de lo normal, deben ustedes girar el ojo izquierdo hacia la derecha, el ojo derecho hacia la izquierda, y fijan el objeto poniendo en contacto las líneas de visión de manera similar a como ponen en contacto la mano derecha con la izquierda cuando se tantean a ustedes mismos, por así decirlo.

Pueden ver de esta manera cómo simplemente tiene un cierto significado para el ser humano en relación con su amplia orientación, relacionar la izquierda con la derecha, poner la izquierda en una cierta relación con la derecha.

Ahora bien, la conciencia ordinaria no suele ir mucho más allá de traer a la conciencia el hecho bastante significativo que subyace a esto por el roce de las manos, por el cruce de la línea de visión; pero uno puede continuar esta observación.

Supongamos que nos pinchan con una aguja en el lado derecho del cuerpo: Sentimos el pinchazo. Pero no debemos decir sin más dónde sentimos el pinchazo, por ejemplo refiriéndonos a la superficie de nuestro cuerpo. Pues sin que todos los miembros individuales de nuestro organismo estén en relación entre sí, y de hecho en una relación recíproca viva, de modo que actúen unos sobre otros, sin esto nuestro ser anímico-corporal-humano no sería en absoluto lo que es. Y siempre hay, aunque no toquemos la mano izquierda a través de la derecha, para sentir la mano izquierda a través de la mano derecha, y aunque nuestro organismo, digamos, se pinche en su lado derecho, existe una conducción desde el lado derecho hasta el plano de simetría en el centro, y la mitad izquierda del cuerpo debe entrar en relación con la mitad derecha del cuerpo, para que pueda producirse la sensación, el sentimiento.

Sólo así se produce el sentimiento. El sentimiento nunca se produce en el espacio tridimensional, siempre se produce en el plano. El mundo del sentimiento en realidad no se extiende en tres dimensiones, en realidad sólo se extiende en dos dimensiones. El ser humano experimenta el mundo de los sentimientos sólo en ese plano el cual, si se ejecutara como plano de corte, dividiría al ser humano en dos mitades simétricas.

La vida emocional es en realidad como un cuadro que se pinta sobre un lienzo, pero no se pinta sólo desde un lado, sino desde ambos lados. Imagínense que yo extiendo un lienzo, lo pinto de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, y dejo que lo que he pintado por delante y por detrás, es decir, de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, interactúe en mi percepción. Y la pintura que está ahí es sólo bidimensional. Todo lo que es tridimensional está, si se me permite decirlo, proyectado en las dos dimensiones.

También pueden ustedes formarse la idea de otra manera. Imaginen que fueran capaces de proyectar imágenes de sombras de objetos a la derecha y de objetos a la izquierda sobre una superficie. Entonces tendrían sombras de objetos de la derecha, de objetos de la izquierda extendidos sobre la pared. Así es nuestro mundo emocional. No es tridimensional, es bidimensional. El ser humano es básicamente un pintor que trabaja desde dos lados, en el sentido de que no simplemente se auto impulsa en el espacio sentimentalmente, sino en el sentido de que por medio de su voluntad tridimensional esboza todo lo que encuentra en el espacio como efecto del sentimiento, en el sentido de que por medio de la voluntad, que es en verdad tridimensional, -ese es el pintor, la voluntad-, esboza todo en un plano que pasa de adelante hacia atrás en formaciones de sombras, en pinturas. El ser humano vive sensiblemente en un cuadro que se dibuja a través de su cuerpo bidimensionalmente, que apenas se pinta por ambos lados. De modo que si queremos buscar la transición de la voluntad al sentimiento en el alma para nosotros mismos, para los seres humanos, debemos pasar de lo tridimensional a lo bidimensional.

Pero esto ya les dará una relación espacial diferente de la cualidad anímica que se expresa en el sentimiento, que si se limitan a decir de la vida anímica que no es espacial. El plano tiene dos dimensiones, pero no es espacial. Pueden llamar plano al tablero, pero en realidad es un cuerpo, pues tiene espesor. Un plano está, en efecto, dentro del espacio, pero él mismo no es espacial; el espacio debe tener siempre tres dimensiones. Y sólo la voluntad entra en este espacio tridimensional. Pero el sentimiento no entra en las tres dimensiones del espacio. Es bidimensional. No obstante, tiene relaciones con el espacio, del mismo modo que la imagen de la sombra tiene relaciones con el espacio.

Pero también les estoy señalando un hecho extraordinariamente significativo que no es tan fácil de ver, debido a que el hombre con su conciencia ordinaria no está, por regla general, en absoluto inclinado a captar las peculiaridades de su mundo de sentimientos. Este mundo del sentimiento está siempre entremezclado con el mundo de la voluntad. Piensen que si realmente les dan el pinchazo del que les hablé en el lado derecho del cuerpo, no separan inmediatamente el sentimiento de la voluntad. Indudablemente, no recibirán este pinchazo con mucha paciencia, pero aparte del hecho de que tal vez lo alcanzaran externamente, es decir, llevaran mucho su voluntad al espacio tridimensional cuando les pinchen, aparte de eso tendrán un movimiento defensivo que no sale externamente y que sólo se manifiesta en toda clase de pequeñas corrientes íntimas de la sangre y de la respiración. Lo que uno hace como movimiento defensivo cuando le ha picado un mosquito extendiendo la mano, eso es sólo lo más burdo. A lo más fino, el movimiento defensivo, que en realidad sólo se hace con el movimiento de la sangre, con el movimiento de la respiración, con todo tipo de cosas en el interior, no se le suele prestar atención. Y así, uno no separa lo que hace la voluntad de lo que realmente es el contenido del sentimiento. Lo que es el contenido del sentimiento también es demasiado tímido. Sólo se puede llegar a esto con una meditación muy, muy cuidadosa. Pero una vez que puedan excluir del sentimiento todo lo que pertenece a la voluntad, entonces se alejan de derecha e izquierda, centrándose en el plano del medio. Y entonces, cuando están en el plano del medio y, por así decirlo, plasman conscientemente sus experiencias en este plano, entonces comienzan a comprender por qué el plano del sentimiento es tan extraordinariamente diferente de la experiencia ordinaria.

Podemos experimentar esta cualidad plana, esta cualidad superficial del Sentimiento. Pero hay que experimentarla meditativamente. Debemos sentir toda la apariencia de sombra de nuestros sentimientos frente a las robustas experiencias externas en el espacio tridimensional. Antes tenemos que prepararnos para esta experiencia, pero si lo hacemos, podremos tenerla realmente, y entonces nos acercaremos gradualmente a la verdad de que el Sentimiento sigue su curso en dos dimensiones.

En cuanto al pensar, éste puede caracterizarse simplemente por el hecho de que se admite con una mente imparcial, lo inverosímil que resulta decir que un pensamiento está en el espacio. En realidad, el pensamiento no está en ninguna parte del espacio. Aunque debe guardar alguna relación con éste. Porque el cerebro es sin duda, si no la herramienta, al menos la base del pensar. Sin el cerebro no se puede pensar. Sin embargo, si el pensar, que discurre en conexión con la actividad cerebral, no tuviera nada que ver con el espacio, se produciría el curioso hecho de que si uno puede pensar bien a los doce años y su cabeza ha superado entonces la posición en la que se encontraba a los doce, entonces habría superado su pensar. Pero no es así. Al crecer, uno no deja de pensar. Y eso por sí solo indica que cuando uno crece, también está dentro del espacio con su pensar.

Pues bien, del mismo modo que uno puede sentir el mundo de las sensaciones, el mundo de la experiencia de las sensaciones por uno mismo, llegando gradualmente a su nivel de simetría, uno puede volver a experimentar meditativamente el pensar como aquello que en realidad sólo tiene la extensión arriba y abajo. El pensar es bastante unidimensional, discurre en una línea en el ser humano. Por lo tanto, debemos decir que la voluntad es tridimensional, el sentir bidimensional y el pensar unidimensional.

Como ven, cuando diferenciamos en el espacio, no llegamos a una transición tan abrupta como lo hace el mero intelecto. Llegamos a una transición gradual. El mero intelecto dice: lo físico está extendido espacialmente en tres dimensiones; lo anímico-espiritual no está extendido en absoluto, por lo que no se puede encontrar ninguna relación, ya que no se puede, por supuesto, encontrar ninguna relación entre lo extendido y lo no extendido. Pero si uno se vuelve atento al hecho de que la voluntad está formada tridimensionalmente, encuentra que la voluntad se vierte por todas partes en el mundo tridimensional. Si uno sabe que el sentir es bidimensional, entonces, pasando de las tres dimensiones a las dos, debe llegar a algo que todavía representa relaciones, pero que ya no es espacial, pues el mero plano, las meras dos dimensiones, no son espaciales. Pero están dentro del espacio, no están completamente fuera del espacio.

Y viceversa, cuando pasamos de sentir a pensar, pasamos de las dos dimensiones a la dimensión única, por lo que aún no salimos completamente del espacio. Pasamos gradualmente de lo espacial a lo no espacial. A menudo he dicho que la tragedia del materialismo consiste en que no comprende lo material, lo material en su extensión tridimensional. Cree comprender, pero no comprende lo material. Y en el siglo XIX, históricamente, han surgido muchos fenómenos significativos que con la conciencia ordinaria de hoy no se pueden desentrañar adecuadamente. Basta pensar en la gran sensación que causó entre muchos pensadores el sistema filosófico de Schopenhauer: "El mundo como voluntad e imaginación". Según esto, sólo la imaginación tiene algo de irreal, sólo la voluntad es lo real. Sí, ¿Por qué Schopenhauer llegó a la idea de que el mundo es sólo voluntad? Porque a él también lo devoró el materialismo. Porque en el mundo, en el que la materia se expande tridimensionalmente, sólo se vierte la voluntad.
Quien además pretenda situar los sentimientos en este mundo, debe buscar la relación que existe entre una cosa tridimensional y un vislumbre bidimensional. Lo que experimentamos en los sentimientos son vislumbres de aquello en lo que vive nuestra voluntad como forma tridimensional. Y lo que experimentamos en el pensar son plasmaciones en una única dimensión. Y sólo cuando salimos completamente de las dimensiones, cuando pasamos al punto no dimensional, entonces hemos llegado a nuestro yo. Este realmente no tiene ninguna extensión, eso es meramente un punto. De modo que podemos decir: Pasamos de lo tridimensional (blanco) a lo bidimensional (rojo), a lo unidimensional (amarillo) y al mero punto (azul).

Pero al permanecer con lo tridimensional, tenemos nuestra voluntad dentro de las tres dimensiones. El sentir también está ahí, el pensar también está ahí, pero sin extenderse tridimensionalmente. Al dejar fuera la tercera dimensión y quedarnos sólo con las dos dimensiones, tenemos el vislumbre de la existencia exterior, en donde, sin embargo, se expande eso anímico-espiritual que vive en el sentir. Ya estamos saliendo más del espacio. Si vamos al pensar, entonces salimos aún más del espacio, y al pasar al yo, salimos todavía más del espacio.

Allí somos sacados del espacio pieza por pieza, por así decirlo. Y vemos que simplemente no tiene sentido hablar sólo de la oposición de lo anímico-espiritual y lo físico-corporal. No tiene sentido, porque uno debe preguntarse, si quiere descubrir la relación entre lo anímico-espiritual y lo físico-corporal: ¿Cómo se relacionan las cosas que se extienden en el espacio tridimensional, por ejemplo, nuestro propio cuerpo, con lo anímico como ser volitivo? ¿Cómo se relaciona lo físico-corpóreo con el alma como ser emocional? Lo físico-corporal como ser corporal se relaciona con el alma como ser volitivo de tal manera que lo físico-corporal, como una esponja, se satura de agua, de voluntad en todas las direcciones, en todas las dimensiones.

Pero lo físico-corporal se comporta al sentir como se comportan los objetos que proyectan sus sombras en una pared. Y a su vez, si queremos pasar de la sensación a lo pensante, entonces debemos convertirnos en un pintor peculiar. Debemos pintar sobre una línea lo que de otro modo está en las dos dimensiones del cuadro.

Háganse la siguiente cuestión. Se trata, por supuesto, de algo que plantea algunas exigencias a la mirada interior, pero imaginen que están ante, digamos, la "Última Cena" de Leonardo da Vinci. En primer lugar, lo tienen ante ustedes en el plano. Lo que entra en su campo de observación es bidimensional. Por supuesto, podemos prescindir del grosor de las manchas de color, ¿No es así?; pero lo que tienen ante ustedes como cuadro es bidimensional. Pero ahora me imagino una línea trazada en el centro de arriba abajo, y esta línea representa un ser unidimensional. Este ser unidimensional tendría la peculiaridad de que, digamos, aquí Judas (fig.1) no le sería indiferente; pero que Judas está ahí, este ser lo siente en cierta relación. Eso es lo que siente este ser: Donde Judas inclina la cabeza, siente más; donde Judas se aleja, siente menos; y de todas las demás formas, este ser unidimensional siente de manera diferente, según que esta forma sea azul o amarilla. Todo lo que está a la izquierda y a la derecha es sentido por este ser unidimensional. Entonces todo lo que está en esta pintura es sentido vivo por este ser unidimensional.
fig.1
Pero así es realmente nuestro pensar dentro de nosotros. Nuestro pensar es como un ser unidimensional y sólo convive con el resto de nuestro ser humano en que al principio está en relación con el cuadro que nos parte en dos como ser humano derecho e izquierdo, y que en los desvíos a lo largo de este cuadro después está en relación con el triple mundo de la voluntad.

Si queremos hacernos una idea de nuestro ser espiritual-alma, sólo en la medida en que está queriendo, sintiendo, pensando, al principio incluso sin el yo, no debemos imaginarlo realmente como una nube lateral, sino realizando algo interiormente-alma. Así que queremos imaginar el espiritual-mental esquemáticamente. Tenemos que mirarlo, por así decirlo: Al principio se nos presenta como una nube. Pero al principio es sólo un ser de voluntad. Siempre tiene la tendencia a apretujarse; entonces se convierte en un ser-sentimiento.

Al principio vemos una nube de luz, pero luego tal nube de luz que se produce a sí misma, en el centro, como un plano y de este modo se siente a sí misma. Y este plano a su vez tiene la aspiración de convertirse en una línea. Por tanto, debemos imaginar sucesivamente: Nube, plano, línea, como una entidad que vive en sí misma: algo que continuamente quiere ser nube, pero que quiere exprimirse de la nube al plano, extenderse a la línea. Si imaginan una línea que se convierte en un plano, el plano a su vez se convierte en una nube tridimensional, si imaginan: Nube, plano, línea - línea, plano, nube y así sucesivamente, entonces tienes eso que ahora puede ilustrarse esquemáticamente lo que su alma es realmente en su ser interior. No pueden conformarse con un concepto que sólo permanece en reposo en sí mismo. Ningún concepto que permanezca en reposo en sí mismo reproduce lo espiritual. Hay que tener una idea tal que ella misma realice una actividad interior, y una actividad interior tal que el alma, al imaginar, juegue con las dimensiones del espacio: haciendo desaparecer la tercera dimensión, perdiendo así la voluntad; haciendo desaparecer la segunda dimensión, perdiendo así el sentir; y sólo se pierde el pensar cuando se hace desaparecer también la primera dimensión. Entonces se llega al punto. Sólo entonces se pasa al yo.

Por eso surge esta dificultad. La gente quiere reconocer lo espiritual, pero está acostumbrada a formarse sólo ideas relacionadas espacialmente. Ahora ellos también se forman ideas espaciales del alma, aunque todavía estén tan difusas. Pero ahí sólo se tiene lo volitivo. El alma habría que imaginársela siempre de tal modo que, imaginando una nube, por ejemplo, al mismo tiempo presionara continuamente esta nube y a su vez la imaginara también unidimensionalmente. Sin hacer interiormente móvil el pensar, no se obtiene concepción alguna de lo anímico-espiritual. Quien quiere representar una cosa anímico-espiritual y representa la misma cosa en dos momentos sucesivos, sólo ha representado una cosa volitiva. Simplemente no ha hecho más que imaginarse lo anímico-espiritual de la misma forma en dos momentos sucesivos. Debe uno volverse interiormente móvil, y no sólo de tal manera que vaya uno de un punto del espacio a otro, sino que vaya uno de una dimensión a otra. Eso es lo que suele resultar difícil para la conciencia actual. Esto ha llevado incluso a que las personas más bondadosas, -bondadosas en relación con la idea de lo espiritual-, quisieran salir ya del espacio, superar las tres dimensiones. Entonces llegan a una cuarta dimensión. Eso está muy bien, pasar de la tridimensionalidad a la cuatridimensionalidad. Mientras uno permanece en el reino matemático, todos los pensamientos que tiene al respecto son bastante correctos, todo es verdad. Sólo que cuando se pasa a la realidad deja de ser válido, porque lo curioso es que cuando se piensa en la cuarta dimensión en términos reales, la tercera desaparece de uno. A través de la cuarta dimensión desaparece la tercera dimensión, y a través de la quinta dimensión desaparece la segunda, y a través de la sexta desaparece la primera; entonces se ha llegado al punto.

En realidad, cuando se pasa de la tercera a la cuarta dimensión, se entra en lo espiritual, y omitiendo dimensiones, no añadiéndolas, se entra cada vez más en lo espiritual. Pero mediante tales conceptos también se obtienen percepciones de la forma humana.

¿No es entonces por una sensibilidad artística que se mira realmente, yo diría, brutalmente al ser humano cuando se le mira tal como se sitúa en el mundo con sus tres dimensiones por todos lados? Ciertamente, así es como se hace; pero no es lo único. En general se tiene la sensación de que las mitades izquierda y derecha del cuerpo son esencialmente simétricas. Y esto le lleva a uno más allá de las tres dimensiones, en que uno resume al ser humano en su plano medio. Uno pasa a este plano medio; y sólo entonces se tiene una idea bastante clara de la única dimensión en la que crece el ser humano. Artísticamente, uno ya utiliza esta transición de tres a dos a una dimensión. Y si uno cultivara más esta visión artística del ser humano, entonces sería más fácil encontrar la transición al alma. Nunca serían ustedes capaces de sentir a un ser como un ser sintiente unificado, que no esté simétricamente formado.

Si ustedes miran una estrella de mar que no es simétrica, sino que tiene cinco rayos, por supuesto que pueden pasar a su lado sin sentir, pero si se lo plantean emocionalmente nunca podrán decirse a sí mismos que tiene un sentimiento uniforme. Es imposible que la estrella de mar relacione una derecha con una izquierda, que abrace una derecha con una izquierda, sino que debe poner continuamente el rayo único en relación con uno o con dos o con tres o con los otros cuatro. Así, lo que conocemos como sentimiento no vive en absoluto en la estrella de mar.

¿Qué hay de eso, -les pido que me sigan en este íntimo hilo de pensamiento-, que conocemos como sentimiento? Lo que conocemos como sentimiento viene de la derecha, viene de la izquierda y se mantiene en reposo en el medio. Vamos por el mundo con nuestro sentimiento en reposo. La estrella de mar no puede hacer eso. No puede relacionar simétricamente, como efecto del mundo, lo que tiene aquí (flecha roja) con otra cosa. Puede relacionarlo con (rojo) uno o dos o con el tercero o cuarto otro rayo, pero siempre tendrá aquí uno más poderoso (amarillo). Por lo tanto, la estrella de mar no tiene interiormente el sentimiento latente, pero cuando desvía, por así decirlo, la atención hacia un lado, entonces la experiencia surgirá en ella a través de su disposición: Irradia allí, envía un rayo allí (flecha amarilla). Cuando siente desde allí, siente como si saliera disparado de él. No tiene sensación de reposo. Tiene la sensación de salir disparado de sí mismo. Siente que irradia hacia el mundo. 

Si desarrollan finamente sus sentimientos, también podrán experimentar esto al mirar la estrella de mar. Si observan un punto final de un rayo y lo relacionan con toda la estrella de mar, entonces, en su imaginación, la estrella de mar comienza a moverse hacia este rayo, como si fuera luz que fluye. Lo mismo ocurre con otros animales que no están construidos simétricamente, que no tienen un eje de simetría real.

Si el hombre entrara, por una vez al menos, en este sentimiento más fino, si con el paso del tiempo, al convertirse en un ser intelectual, no se entregara meramente a lo intelectual, podría sentirse a sí mismo mucho más finamente en el mundo.

Lo mismo ocurre en cierto sentido con el mundo vegetal. Lo mismo ocurre con todo lo que nos rodea. Y el verdadero conocimiento de uno mismo nos lleva cada vez más al interior de las cosas.

Lo que he desarrollado hoy de una manera más remota, me gustaría decirlo, me gustaría construirlo mañana y en el tiempo venidero.

Traducido por J.Luelmo oct.2023

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919