GA213 Dornach 2 de julio de 1922 - Preguntas humanas Respuestas cósmicas - Las sustancias terrestres de la naturaleza y sus efectos curativos. Esquisto, Cal, oxígeno, nitrógeno, carbono.

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Preguntas humanas - Respuestas cósmicas

RUDOLF STEINER

V conferencia

Dornach 2 de julio de 1922


En los últimos días les describí la relación del hombre con su entorno, tal como surge cuando dirigimos nuestra mirada de la tierra al mundo de las estrellas, especialmente al mundo de los planetas. Hoy quisiera añadir, al menos resumidamente, algunas de esas observaciones y experiencias que surgen de la visión espiritual de la relación del hombre con su entorno terrenal inmediato. Uno suele mirar lo que nos rodea de una manera, yo diría, bastante parecida y llega así a conceptos del ser bastante irreales. Les recuerdo lo que he dicho a menudo a este respecto, que cuando miramos un cristal de roca, por ejemplo, podemos decir en cierto modo desde nuestro punto de vista terrenal: Esto es algo completado en sí mismo. - En el acabado en el que el cristal de roca se nos presenta, siempre podemos ver algo separado, en una cierta relación, por supuesto.

No es así, por ejemplo, cuando cortamos una rosa y nos la llevamos a nuestra habitación. Como tal rosa con su tallo por si sola, no es concebible en absoluto dentro de la existencia terrenal; sólo es concebible cuando crece en la rama del rosal, que tiene tallo y raíz. Así pues, cuando hablamos de conformidad con la realidad, no debemos llamar objeto a una rosa en el mismo sentido que, por ejemplo, a un cristal de roca. Pues el lenguaje realista exige que comprendamos sólo lo que puede existir al menos relativamente en sí mismo. Ciertamente, desde otro punto de vista, el cristal de roca no puede considerarse como algo existente en sí mismo, pero ése es un tema diferente. El punto de vista de la simple observación del ser terrenal nos proporciona algo muy diferente como concepto de ser para el cristal de roca que para la rosa. Por desgracia, estas cosas no se tienen demasiado en cuenta. Por eso el pensamiento de las personas es tan irreal, y por eso les resulta tan difícil conectar lo que debe decirse de la observación espiritual con conceptos claros. Uno ciertamente llegaría a conceptos claros si observase repetidamente cosas simples como las que acabo de explicar.

Ahora bien, si observamos nuestra tierra, es decir, el entorno más cercano de la humanidad, primero encontramos en la superficie los diferentes tipos de tierra. Si miran ustedes a su alrededor, en las inmediaciones, encontrarán un tipo de tierra calcárea. Si nos dirigimos hacia el sur, encontraremos un tipo de tierra esquistosa. Primero mencionaré sólo estos dos tipos principales de tierra, la calcárea, la formación calcárea, que puede verse en particular como cal jurásica en la vecindad inmediata de Her, y las formaciones pizarrosas, donde la roca, el mineral, no está dispuesto en sí mismo de una manera tan compacta como en la formación calcárea, sino donde es pizarroso. Basta pensar en la pizarra arcillosa, incluso en el gneis, la pizarra de mica, etc., tal como se encuentran en los Alpes centrales. Se trata, en efecto, de un contraste muy importante en la existencia terrestre, la formación esquistosa y la formación calcárea. Si se observan tales depósitos rocosos, como también se les llama, se ven según los puntos de vista actuales de tal manera que en realidad sólo se explican por las leyes físico-minerales. No se tiene en cuenta que la Tierra es un todo. Echemos un vistazo a lo que hoy constituye una ciencia como la geología.

Se observan los tipos de tierra. Se observan las menas, los metales, los minerales en general que están almacenados en los tipos de tierra. Pero al observar la tierra geológicamente, uno la observa como si no contuviera en absoluto el actual mundo vegetal vivo y los seres humanos. Una observación de la tierra como la que hace la geología es en realidad como mirar un esqueleto humano por sí solo. Si observáramos un esqueleto humano aislado, tendríamos que decir que, de hecho, no es un ser completo en sí mismo. En ningún lugar del mundo puede existir algo como un esqueleto humano por sí solo. Puede ser el vestigio de un ser humano completo, pero nunca podría llegar a existir sin músculos, nervios, sangre y demás elementos. Por tanto, no debemos considerar el esqueleto humano como un ser aparte y pretender explicarlo sólo por sí mismo.

Del mismo modo, para quien no piensa de forma abstracta sino realista, la tierra con sus tipos de rocas no puede captarse sin tener en cuenta que la tierra es una totalidad, que el reino vegetal, el reino animal, el reino humano pertenecen a la tierra tanto como los músculos, la sangre, etc. pertenecen al esqueleto humano. Por ello hay que tener claro que mirar la tierra "geológicamente" significa renunciar de entrada a ir a lo real. No se obtiene nada real. Se obtiene algo que sólo puede existir dentro de un ser planetario si el mundo vegetal, el mundo animal y el mundo humano se encuentran en este ser planetario.

Si observamos primero lo que, digamos, pertenece al esqueleto terrestre y recorre la tierra como formación pizarrosa, parece ser muy diferente de la formación calcárea compacta. Y si aplicamos ahora los métodos que se han aplicado a los grandes esquemas del desarrollo de la tierra en mi "Ciencia Oculta en Esquema", entonces debemos rastrear efectivamente la diferencia entre la formación pizarrosa y la formación calcárea hasta la relación que una y otra formación tienen ahora con el hombre, con la existencia animal y vegetal. Hay que ver cómo lo que pertenece a la tierra como alma-espíritu se relaciona con estos tipos de roca.

No se comprende un esqueleto humano si no se le comprende en definitiva desde la naturaleza volitiva del ser humano, y no se comprende la formación pizarrosa, la formación calcárea, si no se las comprende en definitiva desde las tareas que tienen, tales formaciones, a lo que también está presente anímico-espiritualmente dentro de la existencia de la tierra. Y ahí hay una conexión íntima entre todo lo que es formación de pizarra y la existencia vegetal, entre todo lo que es formación de cal y la existencia animal.

Ciertamente, así como hoy tenemos ante nosotros la tierra, la roca que se encuentra en la pizarra, para encontrarse naturalmente también en las plantas. La roca o el mineral, que se encuentra en el animal, hay que buscarlo en las más variadas formaciones según su origen. Pero esto no es tan importante ahora; lo importante es que para la observación espiritual, para la experiencia espiritual, la forma especial en que el ser vegetal, todo el ser vegetal, pertenece a la tierra, se presenta de tal manera que tiene una cierta relación con la formación pizarrosa.

Si tuviera que dibujar esto esquemáticamente, tendría que dibujar algo así: 
Dibujo aquí la tierra (blanco), luego de alguna manera la formación de pizarra superpuesta (violeta), bastante esquemáticamente, y luego las plantas que crecen de la tierra hacia el universo (rojo). Espacialmente, las plantas no tienen por qué coincidir con la formación de pizarra, igual que, por ejemplo, el pensamiento, que tiene su base en la herramienta cerebral, no tiene por qué coincidir con el dedo gordo del pie cuando se mueve. No se trata de esta coincidencia espacial, sino del hecho de que si se intenta penetrar en la formación esquistosa no sólo mediante la investigación química y física, sino también por los medios de la investigación espiritual, tal como los he descrito, por ejemplo, en "¿Cómo se alcanza el conocimiento de los mundos superiores? " o "La ciencia oculta", se llega a la conclusión de que si las fuerzas contenidas en la pizarra actuaran por sí solas en la Tierra, tendrían que estar en conexión con un ser vivo que se desarrollara exactamente de la misma manera que se desarrolla el mundo vegetal. El mundo vegetal se desarrolla de tal manera que sólo representa la corporeidad física, la corporeidad etérica; eso está en las plantas mismas. Pero si vamos al astral del mundo vegetal, entonces debemos pensar en este astral del mundo vegetal como una atmósfera astral que rodea la tierra (naranja).

Las plantas no tienen cuerpos astrales en su interior. Pero la tierra está rodeada por una atmósfera astral, que durante el proceso de desarrollo de flores y frutos, por ejemplo, está definitivamente implicada. Todo el mundo vegetal de la tierra tiene un cuerpo astral uniforme que no se adentra en la propia planta, -a lo sumo un poco cuando el florecimiento pasa a la fructificación-, que esencialmente se cierne como una nube sobre la vegetación y la estimula a la formación de flores y frutos. 

Si no fuera por las fuerzas irradiantes que provienen de las rocas de las formaciones de esquisto, lo que allí se desarrolla tendría que decaer por sí mismo. Por tanto, en la formación de esquisto tenemos aquello que pugna por convertir toda la tierra en un organismo. En efecto, debemos considerar las plantas en relación con la tierra de forma similar a como consideramos nuestro cabello en relación con nosotros, los seres humanos, como una unidad. Y lo que mantiene unida esta organización global de la tierra son las fuerzas de radiación que emanan de las rocas de la formación de esquisto.

Estas cosas algún día serán corroboradas por la ciencia natural. Se dirá, por ejemplo, que el hombre también tiene su cuerpo físico y su cuerpo etérico. Su organización general se basa en una existencia vegetal. En efecto, podemos considerar al ser humano como un ser vegetal, sobre el que se superpone lo que es animal y lo que es humano. Si ahora se trata al ser humano en estado sano o enfermo con los minerales que provienen de las formaciones de pizarra, entonces también se podrá observar externamente en el ser humano, -lo que acabo de decirles se experimentará a través de la percepción espiritual-, cómo actúan los minerales de las formaciones de pizarra. Y en particular será significativo reconocer qué síntomas de enfermedad en el ser humano se deben a un crecimiento excesivo del vegetal. Un crecimiento excesivo del vegetal debe combatirse siempre tratando al ser humano con sustancias minerales de la formación de esquisto. Pues todo lo que pertenece a la formación de esquisto mantiene lo vegetal en el hombre en un estado normal, -si se me permite decirlo así-, del mismo modo que normaliza continuamente la existencia vegetal en la tierra. La vida vegetal crecería demasiado y se extendería por el espacio del mundo si no se mantuviera unida por las correspondientes fuerzas minerales de la formación pizarrosa. Algún día tendremos que estudiar una geografía y una geología vivas de la tierra desde este punto de vista, cuando nos demos cuenta de que lo que es, por así decirlo, el esqueleto de la tierra, no debe ser estudiado sólo por lo geológico, sino en conexión con todo el ser de la tierra, también con lo orgánico y con lo anímico-espiritual de la tierra.

Ahora bien, toda la vida vegetal está íntimamente relacionada con el sol, con la obra del sol. La acción del sol no se limita a los efectos etérico-físicos de los rayos del sol en forma de calor y luz, sino que incorporado en el calor y la luz hay un elemento anímico-espiritual. Este elemento anímico-espiritual está ahora en correspondencia con lo que está incorporado en la formación de pizarra. El hecho de que en cierto modo toda la pizarra esté distribuida en la tierra está relacionado con el hecho de que la vida vegetal en la tierra está diversamente formada. Lo local, como he dicho, no tiene el significado inmediato. No hay que imaginar, por ejemplo, que la formación de pizarra debe estar ahí para que la materia vegetal pueda crecer a partir de ella. Desde las formaciones de pizarra fluyen las radiaciones, que son llevadas sobre la tierra por todo tipo de corrientes, especialmente corrientes magnéticas, y de estas radiaciones de la formación de pizarra llevadas sobre la tierra se nutre lo vegetal. Por el contrario, allá donde la propia formación de pizarra está desarrollada al máximo, lo vegetal no puede florecer en la actualidad, porque la fuerza real de lo vegetal está demasiado fuertemente atraída hacia la propia tierra y, por lo tanto, no puede desarrollarse. Dicha atracción de lo vegetal a lo terrenal es tan predominante que lo vegetal, al que también pertenecen las fuerzas cósmicas, no puede desarrollarse en absoluto. Y por eso sólo se podrá obtener una visión de lo que es esquistoso dentro de la tierra si se puede retroceder, tal como lo presenta mi libro "La Ciencia Oculta", a la época en que la tierra misma tenía una existencia solar. Entonces la esquistosidad estaba preparada dentro de la tierra, no ya formada en su forma actual, sino preparada. En la época en que la tierra tenía una existencia solar, la vida física de la tierra sólo había alcanzado el estadio de una proliferación de vida vegetal. Y se podría decir realmente: Si se va retrospectivamente de la formación actual de la tierra a la formación lunar y solar más remota de la tierra, -pues éstas son sus etapas planetarias más remotas-, la existencia solar era de tal naturaleza que en ella no se desarrollaba un cierto ser vegetal o incluso animal. 

En aquella época, cuando la Tierra tenía una existencia solar, la vida física de la Tierra sólo había alcanzado el estadio de una proliferante vida vegetal. Y en realidad habría que decir que si uno mira hacia atrás desde la formación actual de la tierra hasta la formación lunar y solar más temprana de la tierra, -pues éstas son sus etapas planetarias más tempranas-, en aquel entonces la existencia solar no era apta para que se desarrollara en ella un ser vegetal o animal determinado. Las plantas actuales no existían durante la existencia solar, pero la tierra misma tenía una especie de existencia vegetal, y a partir de esta existencia vegetal, por un lado, se desarrolló el mundo vegetal, y por otro lado, aquello que también es una fuerza formativa en el mundo vegetal se endureció en la formación pizarrosa. Así que la formación de pizarra es el intelecto terrenal que ha sido sacado de la naturaleza vegetal de la tierra.

Si, por el contrario, nos fijamos en la formación calcárea, muestra a la mirada suprasensible que ésta formación calcárea está íntimamente conectada con todo lo que hay en la tierra, lo cual, -si se me permite la expresión-, impregna de independencia la existencia animal. La planta está ligada a la tierra, está conectada con la tierra como nuestro pelo lo está con la base de nuestra piel. El animal se mueve. Pero las radiaciones de la formación calcárea están conectadas no tanto con esta movilidad como tal, que es una movilidad local, sino con la formación independiente del animal.

Si observan ustedes una planta, podrán verlo: Ésta crece con su raíz hacia la tierra, se hunde en la tierra, pugna por dirigirse hacia el centro de la tierra, por así decirlo, y luego se despliega hacia el exterior. En la forma de la planta se puede reconocer lo que resulta de todo el ser de la planta en la existencia de la tierra. Con una forma más complicada, la descripción también debe complicarse, por supuesto, pero sigue siendo esencialmente la misma. La planta no es independiente. Donde se inserta en la tierra, se contrae, se une a la existencia de la tierra; donde sobresale, se extiende e irradia hacia la luz que brilla en todas direcciones. La mejor manera de comprender esta forma vegetal es observarla en estrecha relación con la posición de la planta respecto a la tierra.

Si bien es verdad que en un cierto, me gustaría decir "esquema básico" de la forma animal, por ejemplo en la columna vertebral horizontal, en las extremidades que se mueven hacia abajo, también se aprecia algo que se adapta a la existencia terrenal, pero a la vez el animal se distingue en su diseño de forma totalmente independiente de lo terrenal. En cada forma animal se puede ver que no está meramente adaptada a lo terrenal como la planta, sino que tiene algo totalmente independiente, formado en sí mismo. El animal está suelto, separado de la tierra, incluso en su forma.

Ahora se presenta a la observación suprasensible lo siguiente: Todo lo que irradia de la luz de la luna en el sentido en que lo he descrito en estos días, todo lo que fluye a la tierra desde la luna a través de la luz solar retroactiva, todo lo que entonces también fluye a nuestra vida-pensante y trabaja en ella como lo formativo, esto también lleva las formas animales. Esencialmente, todo lo que es indefinido, voluntad sin forma en el animal se encuentra dentro de la luz directa del sol. Pero todo lo que da al animal su forma independiente, que no está adaptado a lo terrenal, está, -sí, hay que expresarlo en el sentido muy propio-, flotando desde el resplandor de la luz de la luna.

Desde la luna descienden a la tierra todas las formas. El hecho de que los distintos animales tengan formas diferentes depende de que la luna pase por el zodíaco. Dependiendo de si está en Aries, Tauro o Géminis, ejerce un poder formativo sobre los animales de diferentes maneras. Esto también da lugar a una interesante conexión entre el zodíaco y la propia forma animal, que fue intuida en la antigua sabiduría onírica. Ahora bien, lo que en cierto modo atrae hacia la tierra estas formaciones, porque de lo contrario se perderían en la circunferencia de la tierra como una niebla, son las fuerzas que emanan de la formación calcárea. El mineral en la tierra no sólo irradia radio, el mineral en la tierra irradia muchas cosas. Y así, por un lado, debemos buscar en la formación de pizarra aquello que sujeta lo vegetal a la tierra, y en la formación de cal aquello que extrae de lo lunar todo lo que ahora vive en las formas animales especiales. Y así, a través de la contemplación espiritual, llegamos a ver cómo la formación de pizarra en la tierra está conectada con la formación del mundo vegetal, y cómo la formación de cal está conectada con la formación del mundo animal.

Hay que tener claro que lo que encontramos de este modo, por ejemplo en la formación de la cal, se puede encontrar en todos los detalles de la vida orgánica. Uno puede observar con bastante precisión, si dispone de los medios para tales observaciones, que hay, por ejemplo, seres humanos que están, por así decirlo, fuertemente inclinados hacia la formación esquelética. Con esto no quiero decir que tengan un esqueleto fuerte, sino que también tienen muchos depósitos de calcio en el resto de su organismo. Hay, si se me permite la expresión, gente más calcárea y gente menos calcárea. Desde luego no hay que imaginarse que esto es tan terriblemente burdo; desde luego hay que pensarlo en dosis muy homeopáticas, pero tiene su gran significado. Las personas más calcáreas son por regla general las más inteligentes, las que pueden mantener unidos conceptos refinados y volver a desgranarlos. No piensen que pretendo explicar materialistamente al ser humano con algo así; por supuesto que no se me ocurre. Pues el hecho de que una persona deposita más cal que otra está conectado con su karma. Así que hacia adelante y hacia atrás las cosas ya están relacionadas con lo espiritual. Pero ahí consiste precisamente el conocimiento real y penetrante del mundo, en que no se habla borrosamente de lo espiritual y lo material, sino que se sabe cómo lo espiritual actúa creativamente dando forma a lo material a partir de sí mismo. Un ser humano que, por su vida terrenal anterior, está predispuesto a convertirse en una persona especialmente inteligente en una encarnación, por ejemplo, un matemático especialmente bueno, desarrolla entre la muerte y un nuevo nacimiento tales fuerzas anímico-espirituales, que luego depositan el calcio en él. Somos dependientes de depósitos calcáreos en nosotros si queremos llegar a ser inteligentes. En cambio, si queremos desarrollar más la voluntad, dependemos más de los depósitos de arcilla, de aquello que vive, por ejemplo, en la formación de la pizarra, la arcilla.

Lo material sólo puede comprenderse si puede captarse en constante conexión con lo espiritual. Así se puede decir que la formación calcárea contiene en sí misma aquellas radiaciones y corrientes que son adecuadas no sólo para formar el animal en sus formas en la tierra, sino también aquello que ahora trabaja en nosotros como fundamento material, para que podamos formar los pensamientos en nuestro interior. Afuera en el espacio están las muchas formas animales. Dentro de nuestro intelecto están los pensamientos-forma. Los cuales no son otra cosa que las formas animales transformadas en espirituales. Todo el reino animal es al mismo tiempo el intelecto; todo este reino animal, proyectado hacia el hombre interior, para que aparezca allí en las formas-pensamientos en movimiento, eso es el intelecto. Pero del mismo modo que el reino animal exterior necesita la formación de cal para su formación, así nosotros necesitamos, por así decirlo, una fina deposición de cal interior, por lo tanto también una formación de cal, para llegar a ser inteligentes. Por supuesto, esto no debe hacerse en un grado exagerado. Si el hombre segregara cal en un grado exagerado, a su vez separaría su inteligencia de sí mismo, no permanecería con él. Por así decirlo, daría ocasión a que la sabiduría se desarrollara objetivamente, pero no permanecería con su personalidad. Todo está ligado a una cierta medida. Y si profundizamos en estas cosas, llegamos a conclusiones interesantes sobre cómo el mineral tiene una cierta importancia en la vida del ser humano, del animal y de la planta. Si consideramos todo lo que actúa en nosotros como fuerzas parecidas a la cal, pues, acabamos de decirlo, llegamos a aquello que pugna por formarse, que nos lleva a convertirnos en seres humanos interiormente consolidados. Pero lo que está conectado en nosotros con las fuerzas de lo arcilloso, lo arcilloso-limoso, en particular, nos lleva a convertirnos en personas que pugnan contra lo sólido, que no toleran lo sólido en sí mismas, sino que lo disuelven, lo licúan, lo hacen vegetal. Y el ser humano es en realidad siempre una especie de interacción de lo calcáreo y lo arcilloso, es decir, por supuesto, de las fuerzas internas que hay en lo calcáreo y lo arcilloso. 

Ahora observemos más de cerca la pizarra. En mucho de lo que es pizarroso encontramos lo silíceo, lo semejante al silicio, lo que encontramos en particular en el cristal de roca, en el cuarzo. Las fuerzas que están en el cristal de roca y en el cuarzo están también en sus radiaciones y corrientes en el propio hombre. Y si el hombre sólo tuviera estas fuerzas, que de este modo ya absorbe en sí mismo con lo pizarroso más duro, si el hombre sólo tuviera, por así decirlo, las fuerzas semejantes al cuarzo dentro de sí mismo, entonces estaría continuamente expuesto al peligro de retroceder anímica y espiritualmente a lo que era entre la muerte y el nuevo nacimiento, antes de entrar en la tierra. El cuarzo quiere sacar al ser humano de sí mismo, devolverlo a su ser todavía incorpóreo. Esta fuerza, que quiere devolver al hombre a su ser incorpóreo, debe ser contrarrestada por otra, que es la fuerza del carbono. El hombre contiene carbono de muchas maneras. El carbono, por supuesto, sólo es considerado externamente por la ciencia natural actual, sólo por procedimientos físicos, químicos. En realidad, sin embargo, el carbono es lo que nos mantiene siempre con nosotros mismos. En realidad, es nuestra casa. Es en lo que vivimos, mientras que el silicio quiere sacarnos de nuestra casa y devolvernos a la época en la que estábamos antes de mudarnos a nuestra casa de carbono.

Y así lo que en nosotros es carbón y silicio tiene que librar una lucha perpetua. Pero en esta lucha reside nuestra vida. Si consistiéramos sólo de carbono, -por ejemplo, el mundo físico vegetal está basado en el carbono-, entonces estaríamos ligados sólo a la tierra. No podríamos hacernos una idea de nuestra existencia extraterrestre. Lo que sabemos de ella, se lo debemos al elemento silíceo dentro de nosotros. Pero cuando uno ve a través de esto, uno ve a su vez qué poderes curativos contiene en sí mismo el silicio, el cuarzo o el elemento silíceo. Si un hombre está enfermo porque tiene demasiada tendencia al carbono, como es el caso de todas las enfermedades relacionadas con ciertos depósitos de productos metabólicos, entonces se le debe dar sílice como remedio. Especialmente si los depósitos son periféricos o en la cabeza, la sílice es un remedio poderoso.

Así que ya ven ustedes que cuando uno ve a través de un conocimiento global, que es al mismo tiempo conocimiento de la naturaleza y conocimiento del espíritu, que busca lo espiritual en todo lo que es meramente material y a su vez encuentra lo material en todo lo que es espiritual, donde lo espiritual es concebido como creativo, sólo entonces surge aquello que primero explica la existencia humana, pero luego también explica cómo tiene uno que comportarse cuando esta existencia humana es perturbada en sus funciones.
Es de especial importancia considerar lo que vive en el ser humano como nitrógeno, el propio nitrógeno y sus compuestos. El hecho de que el hombre tenga nitrógeno en su interior le hace capaz de permanecer siempre abierto, por así decirlo, al universo. Sólo puedo volver a dibujar esto esquemáticamente. Supongamos que lo representado en color blanco es el organismo humano. El hecho de que el hombre contenga nitrógeno en su interior, o cuerpos que contienen nitrógeno, en cierto sentido elude sujetarse a las reglas del sistema orgánico en todas partes: a lo largo de las líneas de nitrógeno en el cuerpo, este deja de afirmar su propia regularización. Y de ese modo la regularización cósmica puede entrar en todas partes (rojo). A lo largo de la línea de nitrógeno en el cuerpo humano, lo cósmico se afirma en el cuerpo. Se puede decir que en la medida en que el nitrógeno actúa en mí, así también actúa en mí el cosmos, hasta la estrella más lejana. Lo que hay en mí de fuerzas de nitrógeno atrae hacia mí las fuerzas de todo el cosmos. Si yo no fuera un organismo nitrogenado, me excluiría de todo lo que viene del cosmos.

Y cuando las fuerzas cósmicas tienen que desplegarse de un modo especial, como sucede, por ejemplo, cuando se produce la fecundación humana, cuando el embrión humano se desarrolla en el vientre de la madre, que al fin y al cabo está modelado según el cosmos, esto sólo es posible gracias a que las sustancias nitrogenadas en particular dejan al ser humano libre para que el cosmos influya en él. Pero en el universo y en la existencia humana todo está dispuesto de tal manera que no debe irse a los extremos. De hecho, si se permitiera que prevaleciera la acción unilateral, todo llevaría a los extremos. Si el nitrógeno, que impulsa al hombre a expandirse siempre espiritualmente en el espacio cósmico, pudiera ejercer toda su fuerza sobre el organismo humano, trabajaría conjuntamente con el elemento sílice, que induce al hombre, diría yo, a perderse en el pasado espiritual. – y el efecto sería que uno caería constantemente en la inconsciencia.

Ahora bien, siempre es interesante que cuando uno observa algo en la naturaleza o en el hombre, las cosas importantes juegan un doble papel. Lo que por un lado da al hombre la impronta física para la astucia, lo calcáreo, por otro lado contrarresta a su vez este efecto del nitrógeno. De modo que podemos decir: Por un lado, el silicio y el carbono forman un polo opuesto en el hombre; por el otro lado, el nitrógeno y la cal forman otro polo opuesto.

Lo calcáreo en el ser humano influye en él de tal manera que una y otra vez antepone su propia organización a aquello que desde lo cósmico quiere obrar en él a través del nitrógeno. Mediante el nitrógeno actúa lo cósmico (rojo); mediante el efecto de la cal, lo que sale del organismo humano se opone a su vez en oscilación (azul). De modo que en el cuerpo en los lugares más diversos hay una acción hacia dentro del cosmos y un lanzamiento hacia fuera de los efectos cósmicos. Y esto es siempre una oscilación de ida y vuelta: efecto nitrógeno, efecto cal, efecto nitrógeno, efecto cal. Como ven, no sólo podemos relacionar al hombre con el mundo de las estrellas, sino también situarlo en su entorno terrenal inmediato.

En el último número del "Goetheanum" subrayé expresamente en un aforismo que el materialismo como visión del mundo no proviene en realidad de conocer demasiado bien la materia; la conocemos demasiado mal. ¿Cuánto sabemos del carbono? Sabemos que se encuentra en la naturaleza en forma de carbón, grafito y diamante. Luego describimos estos cuerpos según sus propiedades físicas. Pero no sabemos que el carbono es lo que nos mantiene unidos, para que seamos un organismo humano unificado, y que es constantemente contrarrestado por el sílice que quiere alejarnos de nosotros mismos.

Sólo se aprende a conocer la materia cuando también se la conoce en su espiritualidad. Porque dondequiera que esté la materia, el espíritu la impregna. Pero, por supuesto, no se llegará a ninguna parte estacándose en un mero panteísmo nebuloso y borroso diciendo en todas partes: donde hay materia, hay espíritu. Uno no debe únicamente saber que la cal, el sílice, el carbono, el nitrógeno contienen espíritu; eso es evidente, pero no es suficiente, ya que sólo se puede avanzar en la vida si se pueden ver las cosas desde todos los ángulos. También hay que saber cómo las sustancias individuales son, por así decirlo, encarnaciones, materializaciones de efectos espirituales. Hay que ser capaces de ver cómo lo calcáreo organiza al ser humano en sí mismo, y cómo lo nitrogenado busca constantemente interpenetrarlo con lo cósmico.

Las plantas, que deben estar siempre en relación con lo cósmico, pues crecen de la tierra al cosmos, necesitan conexiones de nitrógeno para su crecimiento; y también se podrá estudiar correctamente el crecimiento de las plantas si se tiene presente esta conexión de la que acabo de hablarles.

Estas cuestiones tienen, en primer lugar, su vertiente científica; aprendemos a conocer el mundo sólo cuando comprendemos la verdadera naturaleza de las cosas; pero también tienen su lado práctico. Y realmente nunca se va más allá de los aspectos más primitivos si no se pueden evaluar las cosas en sus conexiones más amplias. Luego habrá que entrar en detalles y descubrir cómo entran las combinaciones de nitrógeno necesarias en el crecimiento de las plantas. Como sabes, esto por sí solo es un tema de estudio muy importante; pero también en la agricultura este estudio sólo puede ser completo si se sigue los métodos de la ciencia espiritual. Sólo la ciencia espiritual es la verdadera ciencia de la realidad.

Ya ven, todo lo que les estoy presentando debe encontrarse a su vez con los métodos de la ciencia espiritual de hoy, que se están desarrollando cada vez más hacia el futuro. Pues una ciencia más antigua poseía estas cosas sólo a través de una especie de clarividencia onírica. Debemos alcanzar una clarividencia plenamente consciente. A menudo lo he descrito. Hoy en día no podemos simplemente retomar estas cosas que la humanidad conoció en su día desde un organismo humano muy diferente. Por supuesto, no tiene sentido que la gente sólo quiera estudiar la antigua ciencia, pues al hacerlo no comprende las cosas. Por el contrario, sólo se vuelven a comprender las cosas antiguas cuando se las puede iluminar espiritualmente de la manera correcta. Pero sin embargo es maravilloso cómo, en el fondo, me gustaría decir por una especie de instinto, hoy en día en todas partes lo científico ya ha tendido hacia aquello que antaño se encontraba a través de la clarividencia onírica.

Tomemos un caso particular. El caso en que los antiguos iniciados asumían plomo por todas partes en la existencia terrenal etérea. Pues atribuían a la radiación del plomo lo que actúa en la forma humana desde el extremo más exterior, de arriba hacia abajo. Ellos veían en el plomo, que está muy extendido en la tierra, algo que está relacionado con la formación interior del ser humano, especialmente con la autoconciencia humana. Ahora, por supuesto, el pensador materialista de hoy dirá:

Pero el plomo no desempeña ningún papel en el organismo humano. - El antiguo iniciado le habría dicho: No pensábamos en un plomo tan groseramente presente como tú crees, sino en un plomo muy sutil, presente sólo en el efecto de la fuerza. Y tal plomo es muy común. - Entonces el antiguo iniciado habría dicho.

¿Qué dice el estudiante moderno de ciencias naturales? Dice: Hay minerales que desprenden radiaciones, entre ellos los llamados radiactivos. Las radiaciones del uranio son, por supuesto, conocidas; se sabe que salen ciertos rayos, llamados rayos alfa; luego, la parte restante, durante la radiación ulterior, sufre ciertos cambios e incluso llega a poseer, como dicen los químicos, un peso atómico diferente. Brevemente, en la materia radiactiva se producen transmutaciones. De hecho, hoy en día hay quienes ya hablan de una especie de renacimiento de las antiguas metamorfosis místicas de la materia. Pero ahora los que han investigado estas cosas dicen: Estas radiaciones dan lugar a algo que aparece como un producto terminal, ya no radiactivo, y que tiene las propiedades del plomo. Así se puede aprender estrictamente de las investigaciones de la ciencia moderna que existen sustancias radiactivas; dentro de la fuente de estas radiaciones radiactivas hay algo que, de acuerdo con sus fuerzas inherentes, está en proceso de formación. Siempre hay un contenido de plomo en todas partes.

Como ven, la ciencia natural moderna se está acercando a la antigua ciencia iniciática de una manera muy alarmante. Y así como hoy ya está, -quiero decir con la nariz, al menos con la nariz de los instrumentos físicos-, siendo hurgada en el plomo, también lo será en los otros metales. Y entonces, poco a poco, ya llegará a saber lo que se quiso decir cuando se decía que el plomo se encuentra por todas partes en lo natural. Como ven, sólo con una visión científico-espiritual se puede ver a través del significado de aquello que hoy aparece incluso en la ciencia natural y con lo que no se sabe muy bien qué hacer en la esencia más amplia de la cognición.

Ahora bien, una cosa más importante en este campo es la siguiente:

El aire, que también forma parte de nuestro entorno terrestre inmediato, está compuesto de oxígeno y nitrógeno. Inicialmente, no podemos utilizar el nitrógeno para nuestra vida física. Respiramos el oxígeno. Éste se transforma en nosotros, o más bien se forma en nosotros ácido carbónico, que luego exhalamos. Así que al principio podría surgir la pregunta: ¿Cuál es el significado principal del nitrógeno, que no está unido químicamente al oxígeno, sino que sólo vive ahí fuera en una especie de mezcla íntima con el oxígeno? No podemos vivir en nitrógeno. Necesitamos oxígeno para vivir. Pero sin el nitrógeno, nuestro yo y nuestro cuerpo astral, cuando están fuera del cuerpo físico mientras dormimos, no tendrían posibilidad de existir. Pereceríamos si desde que nos dormimos hasta que nos despertamos no pudiéramos sumergirnos en el nitrógeno. Nuestro cuerpo físico y nuestro cuerpo etérico necesitan el oxígeno del aire; nuestro yo y nuestro cuerpo astral necesitan el nitrógeno. El nitrógeno es lo que nos lleva a una relación íntima con el mundo espiritual. Es el puente hacia el mundo espiritual en el estado en que se encuentra nuestra alma mientras dormimos. Tomemos lo que he dicho antes junto con lo que he dicho aquí sobre el nitrógeno. El nitrógeno atrae lo cósmico del entorno. Nos prepara para lo cósmico cuando está dentro de nosotros. Cuando está fuera de nosotros, hace que lo que no es apto para esta tierra viva espiritualmente en sí mismo. Así que debemos decir que el nitrógeno no está mezclado con el aire porque sí; está mezclado con él porque es el elemento mortal físicamente y vivificante espiritualmente dentro de la existencia de la tierra. Y cuando entre el dormir y el despertar escapamos de las fuerzas físicas de la muerte a otra existencia en nuestra vida anímica, nos sumergimos en el elemento nitrógeno, que forma el puente entre nuestra vida anímico-espiritual y el cosmos. Con nuestra existencia terrenal-personal estamos enraizados en el carbono; con nuestra vida anímico-espiritual, en el nitrógeno. En la existencia terrenal, el carbono y el nitrógeno se relacionan entre sí y con el hombre como acabo de describir.

Fíjense en el carbono. Está presente en el carbón común, en el grafito y en el diamante. Estas son las tres formas diferentes en las que se puede encontrar el carbono. Lo que se ve del carbono en el carbón negro y hollín, en el diamante y en el grafito, también lo llevamos en nosotros de otra forma. Puede que no seamos mucho, pero seguimos siendo un pequeño diamante. Eso nos sostiene en nuestro hogar terrenal. Ahí es donde mora nuestra alma espiritual cuando habita en el cuerpo.

El nitrógeno que está presente en los diversos compuestos nitrogenados, ácido nítrico, etc., en el salitre, es el que continuamente nos permite salir de nosotros mismos, el que forma el puente, como he dicho, hacia el alma espiritual del cosmos. También esto debe encontrarse de nuevo a través de la ciencia espiritual más nueva. Una vez estuvo presente en el conocimiento terrenal, pero sólo de un modo onírico. En la antigua clarividencia fue visto por los antiguos iniciados.

Como he dicho a menudo, sólo conseguimos el debido respeto por un antiguo iniciado cuando redescubrimos aquellas cosas que no se pueden reconocer en las tradiciones. Sólo cuando podemos encontrarlas por nosotros mismos podemos apreciarlas de nuevo en las tradiciones. De este modo, cuando redescubrimos estas cosas, también llegamos a una veneración religiosa de lo que fue la sabiduría original de la humanidad.

Ahora hablaré en una próxima ocasión de cómo todo este redescubrimiento está relacionado con el Misterio del Gólgota. Para ello necesitaba, quiero decir, requisitos previos científico-espirituales y científico-naturales, y muchas cosas de la existencia del mundo y de la humanidad se habrán vuelto transparentes para ustedes precisamente a través de estas reflexiones.

Traducido por J.Luelmo oct.2023

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919