GA213 Dornach 1 de julio de 1922 - Preguntas humanas Respuestas cósmicas - el hombre y el mundo en la vida en la tierra y en la vida entre la muerte y el nuevo nacimiento

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Preguntas humanas - Respuestas cósmicas

RUDOLF STEINER

IV conferencia

Dornach 1 de julio de 1922


Lo que presenté ayer es, por así decirlo, el lado exterior de lo que quiero tratar hoy.

Ayer intenté mostrar cómo el ser humano forma un todo con el universo y cómo lo que está presente en el ser humano está conectado de las formas más diversas con los procesos, con las propiedades del cosmos. Para que los argumentos de hoy no les parezcan completamente carentes de fundamento, deben relacionarlos con lo que se dijo aquí el domingo pasado y ayer.

Al ser humano se le puede mirar de tal manera que se le mira, por así decirlo, desde fuera, ya sea según la apariencia ordinaria a nuestros ojos o, digamos, a través de la anatomía, la fisiología, que también es mirarle desde fuera. Pero también podemos mirar al ser humano desde dentro; entonces se nos muestra en sus cualidades espirituales, en sus poderes espirituales. Si miramos el conjunto que forma el hombre junto con el mundo cósmico, podemos mirarlo desde dos aspectos, sólo que estos aspectos se comportarán de forma opuesta a los aspectos del hombre individual. Con el ser humano individual hablamos de exterior e interior. Si hablamos del universo y del ser humano únicamente como una parte de éste universo, entonces debe existir la sensación habitual de que debemos invertir el uso de la palabra. Al considerar primero la existencia puramente espacial del mundo, nos situamos dentro de esta existencia del mundo, miramos hacia fuera, por así decirlo, desde nuestro punto de vista. Así pues, cuando hablamos por primera vez del universo desde el punto de vista humano, hablamos del interior del universo. Nos situamos en un punto del interior. Desde este punto, el universo nos ofrece su aspecto sensorial.

El hombre nos ofrece su aspecto sensorial cuando lo miramos desde fuera, y cuando lo miramos desde dentro nos ofrece su aspecto anímico-espiritual. En cambio, el universo nos ofrece su aspecto anímico-espiritual cuando lo miramos desde fuera. Los términos que tenemos que emplear aquí son difíciles, pues son casi totalmente infrecuentes en el lenguaje actual. Con el lenguaje actual no es posible penetrar directamente en el ámbito espiritual. Para ello primero habría que acuñar las palabras en todas partes de la forma adecuada. Querer estudiar lo anímico-espiritual aplicando simplemente las palabras en su sentido ordinario es un absurdo.

Si queremos situar lo que acabo de intentar describir, de manera esquemática ante el alma, entonces debemos decir algo así: Cuando tenemos al ser humano, hablamos de su exterior como de aquello que se presenta a los sentidos. Cuando lo miramos por dentro, hablamos de su esencia anímico-espiritual. En el caso del universo, del cosmos, debemos pensar en lo contrario: estamos en algún punto del interior y allí se nos presenta la apariencia de los sentidos. Si ahora podemos mirar el universo desde el exterior, entonces se nos presenta lo anímico-espiritual. Por supuesto, la pregunta es: ¿Podemos mirar el universo desde fuera?

Ahora, como sabemos, el hombre alterna entre los estados en que vive dentro del nacimiento y la muerte y los que experimenta entre la muerte y un nuevo nacimiento, y es entre la muerte y un nuevo nacimiento cuando se da realmente desde fuera la visión del mundo, del universo, del cosmos. <Si buscan en mi libro "Teosofía" lo que he descrito sobre las condiciones que el hombre experimenta entre la muerte y un nuevo nacimiento, encontrarán allí descripciones en las que ya está suficientemente indicado cómo el uso de las palabras debe llegar a ser diferente.

El mundo en el que nos encontramos entre el nacimiento y la muerte ya es suficientemente múltiple. Pero si lo contemplamos en la vida entre la muerte y un nuevo nacimiento, se vuelve mucho más diverso, mucho más rico. Por supuesto, cuando se hace un relato de este tipo, sólo se pueden describir cosas individuales, y yo siempre me he esforzado por añadir más y más a las cosas que ya se han descrito en términos elementales. Hoy quisiera hablar del aspecto anímico-espiritual de lo que ayer describí como lo físico-sensorial, y que es, por lo tanto, la visión del cosmos desde dentro. Hoy quisiera presentarlo desde el exterior, tal como aparece cuando se lo mira desde el punto de vista anímico-espiritual, que se encuentra en el camino de la experiencia entre la muerte y un nuevo nacimiento.

Ustedes saben que tal observación es necesaria por las diversas discusiones que han tenido lugar aquí, y también saben que una discusión lógica ordinaria de esto podría no corresponder en absoluto con la realidad. Así que debemos simplemente dar la visión que se presenta cuando se aplican los medios de los que se habla en la literatura antroposófica.

Sólo gradualmente conquista el hombre un punto de vista claro fuera del cosmos físico-sensorial. Una vez que haya conquistado este punto de vista, lo que sólo puede ocurrir durante algún tiempo después de la muerte, sólo entonces se resolverán para él aquellas cuestiones que no pueden resolverse dentro de la intelectualidad que practicamos en el cuerpo. Dentro de las discusiones filosóficas, preguntas como éstas siempre han jugado un papel: ¿Es el mundo espacial, el cosmos espacial limitado o ilimitado? Uno puede discutir tanto como quiera, -en este sentido la crítica de Kant a la razón es válida-, uno nunca llegará al final de tales cuestiones como el fin espacial o temporal del mundo con una discusión que se lleve a cabo sólo dentro del cuerpo físico. Allí se puede demostrar tanto lo limitado como lo ilimitado del mundo. Las cuestiones sólo se deciden cuando realmente se puede cambiar el punto de vista, cuando uno es capaz, por así decirlo, de mirar el mundo desde el otro lado, es decir, no desde un punto interior, sino desde fuera hacia dentro. De hecho, al menos en las etapas intermedias entre la muerte y el nuevo nacimiento, uno está más allá del límite del cosmos sensorial-físico. Sólo se puede decir: El límite del cosmos físico-sensorial se halla precisamente en medio de lo que se ve aquí desde el punto de vista terrenal y lo que se ve en la vida entre la muerte y un nuevo nacimiento.

Es cierto que también forma parte de la sabiduría saber qué preguntas pueden plantearse dentro de la existencia terrenal, pero no pueden responderse dentro de esta existencia terrenal, porque allí sólo se puede pensar con los fundamentos físicos de lo corpóreo. Tales preguntas sólo pueden responderse si el ser humano puede cambiar su punto de vista fuera de esta existencia física, ya sea mediante la iniciación o a través de la muerte.

Ahora bien, si uno cambia realmente estos puntos de vista, entonces se producen experiencias que en realidad uno no espera al principio. Si estando aquí, en cualquier punto de la existencia de la tierra, contemplan ustedes el cosmos, se ve que es un único cosmos. Se enfrenta a ustedes como un único cosmos. Hablamos de nuestro sistema solar como un mundo cósmico unificado. Ahora limitaré mis observaciones a nuestro sistema solar. Si se cambia el punto de vista, deja de tenerse en cuenta cualquier punto del exterior; la existencia puntual cesa por completo allí, el punto se convierte cada vez más en un círculo, no para el alma interior, sino para la espacial exterior. Cuando uno está ahí fuera, deja de tener sentido hablar de un mundo, por ejemplo, de un único sistema solar. En el momento en que realizamos esta inversión de la vida, mediante la cual somos capaces, en el estado sin cuerpo entre la muerte y un nuevo nacimiento, de mirar hacia atrás, hacia el mundo en el que estamos aquí, es decir, de mirar sus aspectos anímico-espirituales desde fuera, en ese momento deja de tener sentido hablar de un sistema solar. Hay innumerables sistemas solares, tantos sistemas solares como almas humanas pueblan la tierra. -Sólo describo la experiencia exterior, lo que se presenta a la experiencia-. Así que esto también es completamente al revés: Aquí tenemos la clara sensación de que estamos en un mundo físico-sensorial. En el momento en que observamos espiritualmente este mundo físico-sensorial, ya no tiene sentido hablar de una unidad, sino que hay tantos mundos de este tipo, por tanto también soles, como almas humanas en conexión con la tierra. Pero también hay algo más como experiencia sorprendente. Cuando miramos a la tierra desde fuera, entonces también se nos aparece la naturaleza humana, el ser humano. <Yo mismo ya me he permitido sugerir en conferencias públicas que cuando como seres humanos nos encontramos entre la muerte y un nuevo nacimiento, entonces, mientras aquí en la tierra miramos al cosmos, en realidad miramos desde fuera; en cambio allí, (entre la muerte y un nuevo nacimiento), lo que vemos es el ser interior del ser humano. Así pues, cuando nos acercamos de nuevo a la vida terrenal, entonces nuestro mundo exterior es en realidad el interior orgánico, ahora no anímico, sino el interior orgánico del hombre. Esto es lo que vemos continuamente cuando miramos hacia atrás desde el exterior al cosmos en el que nos encontramos entre el nacimiento y la muerte. Miramos hacia atrás a la naturaleza humana. En realidad nunca perdemos la naturaleza humana. Cuando morimos, la visión de la naturaleza humana permanece con nosotros, sólo que ahora no la experimentamos desde dentro; no estamos atrapados dentro de ella como lo estamos entre el nacimiento y la muerte, sino que la experimentamos desde fuera, la miramos desde fuera. Pero lo peculiar es que la diversidad de seres humanos desaparece cuando salimos de ella. Y mientras vemos muchas formas cósmicas, tantas formas cósmicas como almas humanas hay en relación con la tierra, mirando hacia atrás en la tierra, temporal y espacialmente, vemos al ser humano una sola vez. Entre la muerte y el nuevo nacimiento hay muchos mundos y un solo ser humano.

Ya ven, sin considerar meditativamente a fondo esto, que sólo puede insinuarse con palabras humanas, en todos sus aspectos, -pues es de inmensa importancia-, no se llega realmente a una comprensión completa de esta diferencia radical que existe en la imagen del mundo entre la experiencia dentro del nacimiento y la muerte y la experiencia entre la muerte y un nuevo nacimiento. Dentro del nacimiento y la muerte experimentamos un mundo y muchos seres humanos; dentro de la vida entre la muerte y un nuevo nacimiento experimentamos muchos mundos, que representan nuestro mundo unificado actual, y una sola naturaleza humana. Si miramos hacia atrás desde nuestra vida entre la muerte y un nuevo nacimiento a la vida en la tierra, entonces los seres humanos no son múltiples, sino que todos los seres humanos están en una sola naturaleza humana. Por lo tanto, todo está completamente invertido, y hay que prestar atención a esta inversión radical. Pues es absolutamente necesario que se vea claramente ante el alma cuán imposible es obtener conceptos adecuados del mundo espiritual sin pasar a conceptos completamente transformados. Simplemente no es posible obtener ideas reales dentro de los métodos cómodos por los cuales uno usualmente quiere obtener ideas sobre el mundo espiritual. Uno debe sentirse cómodo metamorfoseando sus ideas, incluso hasta el punto de invertirlas por completo. Mucha gente no quiere esto, y de ahí la lucha contra una verdadera ciencia del espíritu.

Y bien, ayer les mostré cómo la relación del ser humano se ve más detalladamente por un lado con el ser solar, por otro lado con el ser lunar, pero también con los seres planetarios individuales. Les expliqué cómo se encuentra el hombre en relación con el ser de Venus, con el ser de Mercurio y así sucesivamente; les dije que a través de la ciencia espiritual más nueva volvemos de una manera totalmente independiente a cosas que fueron cultivadas en una antigua sabiduría onírica e inspirada en los antiguos Misterios. Todo lo que ayer les presenté es precisamente la presentación del asunto desde un lado. Mientras tratemos de adquirir conocimiento sólo en la forma en que el iniciado de los Misterios anteriores lo hacía dentro de la vida entre el nacimiento y la muerte, o como se hace hoy, así obtendremos, por ejemplo, tales ideas acerca de nuestro mundo planetario como las que presenté ayer. Pero en el momento en que salimos, cuando nos situamos, por así decirlo, fuera de este cosmos en el que vivimos entre el nacimiento y la muerte, y miramos lo anímico-espiritual desde fuera, en ese momento todas las cosas individuales que describimos ayer nos muestran también sus otros aspectos, su inversión.

Dijimos ayer: Si consideramos lo Mercurial en el mundo, -sea material, sea planetario-, tenemos aquello que como fuerza fluye a través del universo de tal manera que ayuda al hombre a tomar posesión de los componentes sólidos de su organismo con su ser anímico-espiritual. Lo Venusiano es tal que le permite apoderarse del fluido de su organismo, y así sucesivamente. En el momento en que ahora invertimos toda la perspectiva, todas estas características se nos presentan también de manera diferente. En primer lugar, si miramos a los seres de Saturno en el extremo de nuestro sistema planetario, a Saturno, como si fuera desde el otro lado de la existencia, dejando de lado a Neptuno y Urano, tenemos la posibilidad de ver ahora no lo que decíamos ayer: que Saturno ayuda al hombre a mantener su esencia anímico-espiritual frente a lo meramente químico, -ese es el aspecto visto desde aquí, desde la tierra-, pero si lo miramos desde el otro lado, entonces llegamos a conocer el instinto real del hombre con todas las facultades que tenemos entre la muerte y un nuevo nacimiento. La vida instintiva en el hombre, que brota de las profundidades subconscientes, en realidad no puede ser vista en su verdadera esencia con las facultades que sólo pueden alcanzarse aquí en la tierra, sino que debe ser vista o bien entre la muerte y un nuevo nacimiento o bien en el conocimiento suprasensible superior, precisamente en la ciencia iniciática.

Así pues, podemos decir que si observamos la existencia de Saturno aquí en la Tierra con mirada espiritual, nos hacemos una idea de las fuerzas que ayudan al hombre a sentirse un ser anímico-espiritual independiente frente a lo químico que actúa en su organismo. Si miramos esta existencia de Saturno desde fuera en su aspecto anímico-espiritual, entonces representa para nosotros las fuerzas del cosmos que transfieren los instintos a la naturaleza humana.

Y la existencia de Júpiter (véase el diagrama 1) representa para nosotros todo lo que ya se encuentra en el hombre de una manera más anímica de lo que representan los instintos, lo que está presente en el hombre como inclinaciones, como simpatías; pues mientras que los instintos siguen siendo completamente animales, las inclinaciones son, sin embargo, ya anímico-animales.
diagrama 1

La existencia de Marte representa todo lo que no es un mandamiento moral que uno se impone interiormente, pero que sin embargo es, diría yo, un impulso que surge de toda la constitución caracterológica del ser humano. Que un hombre sea valeroso en lo que respecta a su acción moral, que sea indolente, radica en las fuerzas que uno llega a conocer cuando mira el orden marciano desde el otro lado; es decir, no los impulsos morales plenamente conscientes que he descrito en mi "Filosofía de la libertad" como arraigados en el pensar puro, sino los impulsos aquejados todavía de un fuerte grado de inconsciencia.

Así que cuando se considera la relación del hombre con estos planetas exteriores, se tiene lo que se relaciona más con las virtudes en el hombre, que en cierto sentido están sin embargo ligadas al organismo humano. Lo que nace con uno viene del cosmos, del universo; lo que es más instintivo, lo que brota instintivamente de todo el organismo, es de Saturno. Lo que brota como inclinaciones, como afectos, es de Júpiter. Lo que brota como fuerzas de iniciativa directamente activas, pero ligadas al organismo, es de Marte. 

Ahora llegamos a las cualidades más interiorizadas del ser humano. Éstas también se nos presentan en la medida en que proceden de fuerzas que están en el cosmos. Por ejemplo, si dejamos de lado el aspecto solar, tenemos a Mercurio. No se suele creer que la sabiduría del hombre sea también algo que se fundamenta en todo el universo. Pero lo está. Y si observan ustedes los fenómenos del mundo con total imparcialidad, se dirán:

Lo que su intelecto encuentra finalmente en sí mismo de forma activa tiene su expresión en las apariencias del mundo. El intelecto está dentro de las apariencias del mundo. Ahora bien, las fuerzas que representan este intelecto en el universo, que nace después con nosotros como nuestro intelecto, como nuestra astucia, eso es lo Mercurial en el universo.

La faceta de Venus se ha desarrollado suficientemente en las tradiciones y está representada en todo lo que es amor. Lo lunar está representado en todo lo que es actividad imaginativa, incluida la memoria, pero no de forma que represente la actividad orgánica en la que se basa la memoria, sino más bien la formación de ideas. También las imaginaciones de la memoria son en realidad idénticas a las imágenes fantasmales, sólo que están formadas con total fidelidad a las experiencias reales. Si, por ejemplo, miramos al Júpiter físico-sensorial, si miramos a Júpiter desde dentro del universo, entonces representa, en el sentido que describí ayer, la concentración de aquellas fuerzas que hacen posible que el ser humano no se derrita en la luz, sino que se mantenga como una entidad anímica-espiritual en la luz. Si uno se imagina la esencia anímica-espiritual de las fuerzas de Júpiter, es decir, a Júpiter desde el exterior, en el caso del hombre habría que decir para las fuerzas anímicas-espirituales: desde el interior, entonces él representa esas fuerzas que el hombre lleva en sí mismo como inclinaciones, como afectos, etcétera. Podría decirse pues: la independencia del deseo del alma en relación con la luz es lo externo de Júpiter. El llegar a ser, el formarse, el producirse de inclinaciones, afectos, es lo interno, es lo anímico-espiritual de Júpiter.

Es comprensible que él deje de verlas; pero no deja de saber de las estrellas; él sabe de las estrellas. Primeramente él conoce lo que yo ilustré ayer. Y a partir de cierto momento aprende a saber precisamente cuál es el lado moral de un ser estelar. Después vuelve a contemplar el cosmos. Pero él realmente ve el cosmos, ya no como una entidad  física, sino como una entidad moral, y después de que el estado intermedio estuvo allí, donde él vio lo que yo describí ayer, él entonces ve desde el exterior, especialmente en mitad entre la muerte y un nuevo nacimiento, no lo que uno podría llamar Saturno en nuestro sentido, sino la vida instintiva fluyente en el cosmos, que él entonces se apropia como un ser humano cuando él otra vez se mueve a través de un cuerpo a la existencia física terrestre. Ve la vida tejida de las inclinaciones y así sucesivamente. Un modo de pensar materialista puede, naturalmente, negar todo esto, pero eso es tan inteligente como negar lo espiritual y el alma de un ser humano en relación con el mero cuerpo físico.

La contemplación de lo que ahora es, me gustaría decir, el cosmos moral, la contemplación del mundo moral planetario, es algo que llena al ser humano en el tiempo entre la muerte y un nuevo nacimiento. Pero en cierto sentido depende en estas visiones de la forma en que atraviesa la puerta de la muerte. Contempla la vida del instinto, la vida de las inclinaciones, la vida de los impulsos morales, etc., de tal modo que las ve de acuerdo con la comprensión inconsciente que adquirió durante su estancia en la Tierra.

Una persona, por ejemplo, que ha conocido en la vida a muchas personas que se desvían en cierto modo de lo que se llama la norma de la vida, que no por ello considera a otras personas como filisteos, sino que responde a ellas de cierta manera cariñosa y comprensiva, que permite que las personas sean válidas en lugar de criticarlas, una persona así adquiere toda una riqueza de impulsos inconscientes además de la comprensión que ya adquiere para su conciencia; pues uno obtiene mucho del hecho de admitir la validez de las personas, de intentar comprenderlas, de no criticarlas. Equipado con estos impulsos, uno puede entonces observar muy bien los secretos de la existencia de Saturno desde el otro lado de la vida, desde ese lado de la vida que se presenta entre la muerte y un nuevo nacimiento. Y de esta manera estos secretos de la existencia planetaria se presentan de diversas maneras. Dependiendo de cómo sea uno capaz de comprenderlos, de combinarlos en un todo y de integrarlos en su propio ser humano cuando desciende de nuevo a lo terrenal.

Y entonces ya se siente: Con este punto de vista que se tiene, se forma una cierta experiencia, así como también se forma una experiencia aquí en la tierra según los puntos de vista que se han tenido. En la tierra uno llega a conocer a una persona tras otra. A través de ello, se adquiere conocimiento de la naturaleza humana. Según lo que uno ve desde el otro lado de la vida, también adquiere experiencias. La única diferencia es que en la segunda mitad de la vida, entre la muerte y un nuevo nacimiento, estas experiencias que uno adquiere se convierten entonces en creadoras, y uno las introduce en el organismo que hereda. Verán que esto está relacionado con la formación del karma, que aquí tiene lugar algo que puede llamarse la técnica de la formación del karma. Las experiencias que el hombre debe tener, a fin de formar su karma entre la muerte y el nuevo nacimiento, las adquiere teniendo puntos de vista como los que he descrito desde el otro lado de la vida.

Hoy he tenido que describir las cosas más sutilmente, por así decirlo, porque aquí se trata de cosas sutiles, y porque hay que llamar la atención sobre el hecho de que los conceptos deben transformarse fuertemente si queremos comprender todo el universo. Pues en todo lo que vemos aquí en la tierra, inicialmente física y sensorialmente, pero luego también a través de la profundización espiritual, en todo ello sólo se da un lado de la existencia. Sí, incluso del cosmos, cuando miramos hacia fuera, sólo se da un lado de la existencia. El otro lado de la existencia sólo se presenta cuando podemos mirar el cosmos fuera del cuerpo en una existencia puramente anímico-espiritual. Pero entonces el cosmos se presenta como una entidad anímico-espiritual, como una entidad moral.

En tiempos muy antiguos los hombres traían consigo una gran cantidad de, digamos, "memoria cósmica" cuando entraban en su existencia física terrenal. Aquellas personas de los tiempos primitivos ciertamente parecían más animales externamente que las personas de hoy en día, aunque la teoría sobre la descendencia animal del hombre no sea correcta; pero todavía sabían algo del otro lado de la vida incluso en su existencia terrenal. Lo llevaban en sus cuerpos aún imperfectamente formados. Y en esto consiste el desarrollo de la humanidad en la tierra, en que el hombre pierda cada vez más el recuerdo del otro lado de la existencia, en el que vive entre la muerte y un nuevo nacimiento, y al perder estos recuerdos para la vida terrenal, sólo depende de lo que se le presenta en experiencia dentro de la existencia terrenal. Sólo así le es posible al hombre asimilar como poder lo que no puede asimilar en ninguna otra parte del universo. La actuación de la libertad, que debe ser adquirida aquí durante la existencia terrenal, es adquirida y entonces permanece para todo el futuro terrenal y cósmico del hombre.

Hoy en día, en las conferencias públicas, debido a que la gente se escandaliza naturalmente por estas cosas, hay que hablar en términos abstractos del hecho de que cuando el hombre persiste en la existencia anímico-espiritual, el mundo se muestra virtualmente invertido, al revés. Pero ya ven, también es posible mostrar en los hechos concretos individuales de nuestra existencia planetaria, -y también se podría ir más lejos en el mundo estrellado-, cómo es la conexión del hombre con todo el cosmos. Sólo sobre la base de este conocimiento es posible hablar del cosmos, tal como aparece desde la Tierra, como siendo primero el cosmos físico, incluida la Tierra, y luego el cosmos etérico. <Ya saben lo que se entiende por ambos. En nuestro espacio físico ordinario sólo existen realmente el cosmos físico y el cosmos etérico. En el momento en que el hombre, atravesando la puerta de la muerte o de la iniciación, llega a experimentarse a sí mismo de un modo puramente anímico-espiritual, es decir, a mirar el universo desde el otro lado, las ideas de espacio dejan de tener sentido para él.

Mientras todavía tengamos que hablar con palabras humanas, podemos decir que miramos nuestro universo espacial desde fuera; entonces nos sigue pareciendo como si todavía fuera espacial, ya que lo miramos desde allí. Pero ya no es espacial, pues debo decir que cuando lo miramos desde un punto, debemos pensar que el punto está disperso. El punto ya no es un punto, está disperso. Captamos el espacio en nosotros, por así decirlo, y vemos lo no espacial; así como vemos el espacio aquí desde el punto, así, cuando estamos fuera de nuestro cuerpo, vemos el punto desde el espacio, de vuelta al punto. Y esto está relacionado con lo que la experiencia nos ha mostrado: que vemos tantos mundos como almas humanas hay conectadas con la tierra, y sólo una naturaleza humana, un ser humano. Todos somos un solo ser humano cuando nos observamos desde fuera. Por eso en la ciencia de la iniciación se habla del misterio del número, porque en realidad el número en sí sólo tiene un significado desde tal o cual punto de vista.

Lo que aquí en la tierra es una unidad, el cosmos, visto desde fuera es una multiplicidad. Lo que es una multitud aquí en la tierra, los seres humanos, es una unidad cuando se ve desde fuera. Ver algo como muchos o como una unidad también es una ilusión, Maja. Desde un punto de vista completamente diferente, una unidad puede presentarse como una multiplicidad, y desde otro punto de vista, una multiplicidad puede presentarse como una unidad. Esto es algo que en realidad también ha tenido lugar dentro de la ciencia matemática en su desarrollo en la tierra. Ya he aludido a ello. Hoy contamos de tal manera que añadimos unidad a unidad. Decimos uno, luego dos, añadimos otra unidad, entonces tenemos tres y así sucesivamente. En tiempos muy antiguos de la humanidad no se contaba así, sino que se contaba de la siguiente manera: la unidad uno, en la unidad dos, luego en la unidad tres. No se sumaba uno a otro, sino que la unidad era aquello que siempre comprendía todos los números. En la unidad estaban todos los números. Con nosotros, la unidad está siempre en todos los números; en las matemáticas antiguas, todos los números estaban siempre en la unidad. Esto provenía de los otros hábitos de pensamiento, que también estaban conectados con los recuerdos de una ciencia extra cósmica que todavía estaba presente en los tiempos primitivos de la humanidad.

Traducido por J.Luelmo oct,2023

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