Rudolf Steiner
Conferencia VII
Stuttgart, 7de enero de 1921
¡Mis queridos amigos!
Ya
habrán visto cómo en estas conferencias, intentamos preparar el
terreno para una adecuada imagen del mundo. Como he señalado una y
otra vez, los fenómenos astronómicos en sí mismos nos impulsan a
avanzar desde el aspecto meramente cuantitativo al cualitativo. Bajo
la influencia de las Ciencias Naturales existe una tendencia, en la
erudición moderna, a descuidar el aspecto cualitativo y a traducir
lo que es realmente cualitativo en términos cuantitativos, o al
menos en formas rígidas. Porque cuando estudiamos las cosas desde un
aspecto formal tendemos a pasar involuntariamente a formas rígidas,
aunque vayamos a mantenerlas móviles. Pero la pregunta es, si es
posible una adecuada comprensión de los fenómenos del Universo en
términos de conceptos rígidos y formales. No podemos construir una
imagen del mundo astronómico hasta que esta pregunta haya sido
respondida.
Esta tendencia a lo cuantitativo, a abstraerse del
aspecto cualitativo, ha conducido a una manía de abstracción que es
muy perjudicial en la vida científica, ya que se aleja de la
realidad. La gente calculará, por ejemplo, en qué condiciones, si
se emiten dos ondas sonoras una después de la otra, el sonido
omitido más tarde se escuchará antes que el otro. Todo lo que se
necesita es el detalle insignificante de que nosotros mismos
deberíamos movernos con una velocidad mayor que la del sonido. Pero
cualquiera que piense de acuerdo con la vida real en lugar de dejar
que sus pensamientos y conceptos se alejen de la realidad. Cuando los
encuentre incompatibles con las condiciones de la coexistencia del
hombre con su entorno, dejará de formar conceptos en esta dirección.
No puede dejar de hacerlo. No tiene ningún sentido formular
conceptos para situaciones en las que uno nunca puede estar.
Para
ser un científico espiritual uno debe educarse a sí mismo para ver
las cosas de esta manera. El científico espiritual siempre querrá
que sus conceptos estén unidos a la realidad. No quiere formar
conceptos alejados de la realidad, que se salgan por la tangente, -o
al menos no por mucho tiempo. Él los vuelve a la realidad una y otra
vez. El daño que hacen las hipótesis erróneas en el tiempo moderno
se debe sobre todo al deficiente sentimiento de la realidad en la que
se vive. Una concepción del mundo libre de hipótesis, por la que
nos esforzamos y debemos esforzarnos, se lograría mucho más
rápidamente si pudiéramos impregnarnos de este sentido de la
realidad. Y entonces deberíamos estar preparados, realmente para ver
lo que el mundo fenoménico presenta. De hecho, esto no se hace hoy
en día. Si los fenómenos se miraran sin prejuicios, surgiría otra
imagen del mundo que la de la ciencia contemporánea, de la que se
deducen conclusiones descabelladas sin propósito real, amontonando
una irrealidad sobre otra en estructuras de pensamiento meramente
hipotéticas.
A
partir de esto y de lo que se dio ayer, debo introducir de nuevo
ciertos conceptos que pueden no parecer en un principio conectados
con nuestro tema, aunque en el curso posterior verán que también
son necesarios para la construcción de una verdadera imagen del
mundo. Me referiré de nuevo a lo que se dijo ayer en relación con
las glaciaciones y con la evolución de la Tierra en su conjunto.
Para empezar, sin embargo, partiremos desde otra dirección.
Nuestra
vida de conocimiento se compone de las impresiones de los sentidos
que recibimos y de lo que surge cuando asimilamos las impresiones de
los sentidos en nuestra vida mental interna. Racional y naturalmente,
distinguimos en nuestra vida cognitiva las percepciones de los
sentidos como tales y la vida interior de las "ideas"
-imágenes mentales. Para acercarnos a la realidad de este ámbito
debe ser formando estos dos conceptos: El de la percepción sensorial
pura y simple, y el de la percepción sensorial transformada y
asimilada en una representación mental.
Es importante ver,
sin prejuicios, cuál es la verdadera diferencia entre nuestra vida
cognitiva en la medida en que está impregnada de percepciones
sensoriales reales y en la medida en que consiste en una mera
representación mental. Necesitamos ver estas cosas no sólo una al
lado de la otra de una manera indiferente; necesitamos reconocer las
sutiles diferencias de calidad e intensidad con las que llegan a
nuestra vida interior.
Si comparamos el ámbito de nuestras
percepciones sensoriales - la forma en que las experimentamos - con
nuestra vida de ensueño, observaremos, por supuesto, una diferencia
cualitativa esencial entre ambos. Pero no es lo mismo en lo que
respecta a nuestra vida interior de ideas y representaciones
mentales. Me refiero ahora, no a su contenido sino a su cualidad
interior. Con respecto a esto, el contenido -tal como está
impregnado de reminiscencias de las percepciones de los sentidos- nos
engaña fácilmente. Dejando a un lado el contenido real y mirando
sólo a su cualidad interior y carácter -la forma en que lo
experimentamos,- no hay diferencia cualitativa entre nuestra vida
interior en ideas y representaciones mentales y nuestra vida de
sueños. Piensen en nuestra vida despierta diurna, o en todo lo que
está presente en el campo de nuestra conciencia en el sentido de que
abrimos nuestros sentidos al mundo exterior y por lo tanto estamos
activos en nuestra vida interior, formando representaciones mentales
e ideas. En toda esta formación de representaciones mentales tenemos
precisamente el mismo tipo de actividad interna que en nuestra vida
de sueños; lo único que se añade es el contenido determinado por
la percepción de los sentidos.
Esto también nos ayuda a darnos cuenta de que la vida de ideación del hombre -la formación de sus representaciones mentales- es un proceso más interno que la percepción de los sentidos. Incluso la estructura de nuestros órganos sensoriales -la forma en que están construidos en el cuerpo - lo demuestra. Los procesos en los que vivimos en virtud de estos órganos están bastante desligados del resto de la vida orgánica del cuerpo. De hecho, es mucho más acertado describir la vida de nuestros sentidos como una penetración del mundo exterior en nuestro cuerpo, similar a un golfo (Fig. 1), que como algo que está contenido principalmente dentro de este último. Una vez más, es más cierto que a través del ojo, por ejemplo, experimentamos una entrada del mundo exterior similar a la del golfo. El relativo desapego de los órganos de los sentidos nos permite compartir conscientemente el ámbito del mundo exterior. Nuestros órganos sensoriales más característicos son precisamente la parte de nosotros que está menos estrechamente ligada a la vida interior y a la organización del cuerpo. Nuestra vida interior de ideación por otra parte -nuestra formación de imágenes mentales- está muy estrechamente ligada a ella. Por lo tanto, la ideación es un elemento muy distinto en nuestra vida cognitiva que la percepción sensorial como tal. (Recuerde siempre que estoy pensando en estos procesos tal como están en la etapa actual de la evolución humana).
Ahora
piensen nuevamente en lo que hablé ayer -la evolución de la vida
del conocimiento desde una Era Glacial a otra. Retrocediendo en el
tiempo, observarán que toda la interacción de las percepciones
sensoriales con la vida interior de la creación de ideas -la
formación de representaciones mentales- ha sufrido un cambio desde
la última Era Glacial. Si perciben la esencia misma de esa
metamorfosis en la vida de conocimiento que describí ayer, entonces
se darán cuenta de que en los tiempos inmediatamente posteriores al
declive de la Era Glacial, la vida humana de conocimiento se inició
a partir de una cualidad de experiencia muy distinta a la que tenemos
hoy. Para describirlo de manera más definitiva, mientras que nuestra
vida cognitiva se ha vuelto más impregnada y determinada por los
sentidos y todo lo que recibimos de ellos, aquello que no recibimos
de los sentidos -aquello que recibimos hace mucho, mucho tiempo a
través de otra forma de vivir con el mundo exterior- se ha
desvanecido y desaparecido, cada vez más a medida que pasaba el
tiempo. Esta otra cualidad, esta otra forma de vivir con el mundo,
pertenece sin embargo hasta hoy a nuestras ideas y representaciones
mentales. En cualidad son como sueños. En nuestros sueños tenemos
la sensación de estar abandonados, rendidos al mundo que nos rodea.
En nuestras representaciones mentales tenemos ese mismo tipo de
experiencia. Al formarnos representaciones mentales no diferenciamos
realmente entre nosotros y el mundo que nos rodea; estamos
completamente entregados a este último. Sólo en el acto de
percepción sensorial nos separamos del mundo que nos rodea. Esto es
lo que ha ocurrido con todo el carácter de la vida cognitiva del
hombre desde la última Era Glacial. Se fue encendiendo la
autoconciencia. Una y otra vez el sentimiento del "yo" se
encendió, y esto se hizo cada vez más.
Al retroceder en la
evolución más allá de la última era glacial, ¿A qué llegamos
pues? (No estamos haciendo hipótesis; estamos observando lo que
realmente ocurrió.) Llegamos a una vida humana de alma, que no sólo
era más onírica de lo que es hoy, sino que se asemeja a nuestra
vida actual de formación de ideas más que a nuestra vida en la
percepción real de los sentidos. Ahora la formación de ideas -así
como la formación de representaciones mentales- está más
estrechamente ligada a la naturaleza corporal que la vida sensorial.
Por lo tanto, lo que vive y trabaja en este ámbito encontrará su
expresión más bien dentro de la naturaleza corporal que
independientemente de ésta. Recordando lo que se dijo en las últimas
conferencias, esto, por tanto, le llevará de las influencias diarias
a las influencias anuales del mundo circundante. Las influencias
diarias, como he mostrado, son las que tienden a formar nuestra
imagen consciente del mundo, mientras que las influencias anuales
afectan a nuestra naturaleza corporal como tal. Por lo tanto, si
rastreamos lo que ha estado sucediendo en la vida interior del
hombre, a medida que retrocedemos en el tiempo somos llevados de la
vida consciente del alma a una vida orgánica corporal cada vez más
profunda.
En
otras palabras; antes de la última Era Glacial el curso del año y
las estaciones tenían una influencia mucho mayor en el hombre que
posteriormente. El hombre, una vez más, es el reactivo por el cual
podemos discernir las influencias cósmicas que rodean la Tierra.
Sólo cuando esto se ve, podemos formarnos una verdadera idea de las
relaciones -incluso de las de movimiento- entre la Tierra y los
cuerpos celestes que la rodean. Para penetrar en los fenómenos de
movimiento en los Cielos, tenemos que partir del hombre -el hombre,
el más sensible de los instrumentos, si puedo llamarlo así. Y para
ello necesitamos conocer al hombre; debemos ser capaces de discernir
lo que pertenece a un reino, a saber, las influencias del día, y al
otro, las influencias del año.
Aquellos que han hecho un
estudio más intensivo de la Ciencia Antroposófica pueden recordar
aquí lo que he descrito a menudo desde la percepción espiritual;
las condiciones de vida en la antigua Atlántida, es decir, antes de
la última Era Glacial. Porque allí yo describía desde otro aspecto
-a saber, desde la visión espiritual directa- las mismas cosas a las
que nos acercamos aquí más por la luz de la razón, partiendo de
los hechos del mundo exterior.
En aquel entonces, eramos
llevados a una especie de interacción entre la Tierra y su entorno
celestial que proporcionaba a los hombres una vida interior de
creación de ideas -representaciones mentales- y que luego se
transmutaba de tal manera que daba lugar a la vida de la percepción
sensorial en su forma actual. (La vida de los sentidos como tal es,
por supuesto, un concepto mucho más amplio; nos referimos aquí a la
forma que toma en la actualidad).
Pero debemos hacer una
distinción aún más sutil. Es cierto que la autoconciencia o la
conciencia del ego, tal como la tenemos hoy en nuestra vida
ordinaria, sólo se enciende en nosotros en el momento del despertar.
La autoconciencia se enciende en nosotros en el momento en que
despertamos. Es nuestra relación con el mundo exterior -esa relación
con él, en la que entramos mediante el uso de nuestros sentidos- a
la que debemos nuestra autoconciencia. Pero si analizamos realmente
qué es lo que nos impacta de esta manera, percibiremos lo siguiente.
Si nuestra vida interior en representaciones mentales conservara su
calidad de sueño y sólo se le añadiera la vida de los sentidos,
todavía faltaría algo. Nuestros conceptos seguirían siendo como
los conceptos de fantasía o capricho (no digo idénticos a éstos,
sino como ellos). No obtendríamos los conceptos bien definidos que
necesitamos para la vida exterior. Simultáneamente con la vida de
los sentidos, algo fluye hacia nosotros desde el mundo exterior que
proporciona los contornos y las imágenes mentales de nuestra vida
cognitiva diaria. Esto también nos lo da el mundo exterior. Si no
fuera por eso, la mera interacción de los efectos sensoriales con la
formación de ideas e imágenes mentales traería en nosotros una
vida de ficción o de fantasía y nada más; nunca deberíamos
alcanzar la aguda precisión de la vida cotidiana despierta.
Ahora
veamos los diferentes fenómenos de manera simple a la manera de
Goethe, o -como se ha dicho desde entonces, de manera más abstracta-
a la manera de Kizchhoff. Antes de hacerlo debo sin embargo hacer
otra observación incidental, los científicos hoy en día hablan de
una "fisiología de los sentidos", e incluso tratan de
construir sobre esta base una "psicología de los sentidos",
de la cual hay diferentes escuelas. Pero si ustedes ven las cosas
como son, encontrarán poca realidad bajo estos encabezados. En
efecto, nuestros sentidos son tan radicalmente diferentes unos de
otros que una "Fisiología de los sentidos", que pretende
tratarlos en conjunto, puede ser más bien altamente abstracta. Todo
lo que surge, en última instancia, es una fisiología y psicología
del sentido del tacto bastante escasa e incluso muy cuestionable, que
se transfiere por analogía a los otros sentidos. Si buscas lo que es
real, necesitarán una fisiología y una psicología distinta para
cada uno de los sentidos.
Siempre que recordemos esto, podemos
proceder. Con todas las calificaciones necesarias, podemos entonces
decir lo siguiente. Miren el ojo humano. (No puedo repetir ahora los
detalles elementales que se encuentran en cualquier libro de texto
científico.) Miren el ojo humano, uno de los órganos que nos da
impresiones del mundo exterior, -impresiones sensoriales y también
lo que les da forma y contorno. Estas impresiones, recibidas a través
del ojo, están -a su vez- conectadas con todas las representaciones
mentales que hacemos de ellas en nuestra vida interior.
Hagamos
ahora una clara distinción, para percibir lo que subyace en la
nitidez del contorno y la configuración que hace que nuestras
representaciones mentales sean más que meras imágenes de fantasía,
dándoles un contorno claro y preciso. Lo distinguiremos de todo el
conjunto de imágenes donde no se encuentra esta claridad y nitidez,
-donde en efecto deberíamos estar viviendo en fantasías. Incluso a
través de lo que experimentamos con la ayuda de nuestros órganos
sensoriales -y lo que nuestra facultad interna de ideación hace de
ello- deberíamos seguir flotando en un reino de fantasías. Es a
través del mundo exterior gracias al cual, toda esta imaginería
recibe un contorno claro y acabado. Es a través de algo del mundo
exterior, que en cierto modo se relaciona definitivamente con nuestro
ojo.
Y ahora miren a su alrededor. Transfieran, lo que hemos
reconocido de esta manera con respecto al ojo humano, al ser humano
en su conjunto. Búsquenlo, simple y empíricamente, en el ser humano
en su totalidad. ¿Dónde encontramos -aunque en una forma
metamorfoseada- algo que produzca una impresión similar? Lo
encontramos en el proceso de fecundación. La relación del ser
humano en su conjunto -el cuerpo humano femenino- con el medio
ambiente es, en una forma metamorfoseada, la misma que la relación
del ojo con el medio ambiente. Para quien esté listo para entrar en
estas cosas, quedará totalmente claro. Se podría decir, -trasladado
al ámbito de lo material-, la vida femenina es la vida de fantasía
o capricho del Universo, mientras que la masculina es la que forma
los contornos y los trazos nítidos. Es el macho el que transforma la
vida indeterminada de fantasía en una vida de forma y contorno
determinados. Visto de la manera que hemos descrito en la conferencia
de hoy, el proceso de la vista no es otra cosa que una metamorfosis
directa de la de la fecundación; y viceversa.
No
podemos alcanzar ideas factibles sobre el Universo sin entrar en
cosas como estas. Sólo lamento no poder hacer más que indicarlas,
pero después de todo, estas conferencias son un estímulo para
seguir trabajando. Esto es lo que yo concibo como el propósito de
tales conferencias; como resultado, cada uno de ustedes debería ser
capaz de seguir trabajando en una u otra de las direcciones
indicadas. Yo sólo quiero mostrar las direcciones; pueden ser
seguidas de diversas maneras. En efecto, hay innumerables
posibilidades en nuestra época de llevar los métodos científicos
de investigación a nuevas direcciones. Sólo hay que insistir en los
aspectos cualitativos, incluso en aquellos ámbitos en los que uno se
ha acostumbrado a un mero tratamiento cuantitativo.
¿Qué
hacemos tratándolas cuantitativamente? Las matemáticas son el
ejemplo obvio; la foronomía1
(cinemática)2
es otro ejemplo. Nosotros mismos primero desarrollamos tal ciencia, y
después buscamos sus verdades en la realidad externa y empírica.
Pero para acercarnos a la realidad empírica en su totalidad
necesitamos algo más que eso. Necesitamos un contenido más rico que
las meras ideas matemáticas y foronómicas para acercarnos a ella.
Acercándonos al mundo con las premisas de la foronomía y las
matemáticas, encontraremos naturalmente mundos estelares, o
mecanismos de desarrollo, según el caso, ordenados foronómica y
matemáticamente. Si partimos de otros ámbitos que no sean el
matemático y el foronómico, encontraremos otros contenidos en el
mundo. Incluso en la investigación experimental lo haremos.
La
clara diferenciación entre la vida de los sentidos y la vida
orgánica del ser humano en su conjunto aún no había tenido lugar en el
tiempo que precedió a la última Era Glacial. El ser humano todavía
disfrutaba de una vida orgánica más sintética, más "única".
Desde la última Era Glacial, la vida orgánica del hombre se ha visto
sometida, como se podría decir, a un verdadero "análisis".
Esto también es una indicación de que la relación de la Tierra con
el Sol era diferente antes de la última Era Glacial de lo que fue
después. Esta es la clase de premisa de la que tenemos que partir,
para llegar a imágenes e ideas genuinas sobre el Universo en su
relación con la Tierra y el hombre.
Además,
nuestra atención se centra aquí en otra cuestión, mis queridos
amigos. Hasta qué punto es el "espacio euclidiano" -el
nombre, por supuesto, no importa- me refiero al espacio que se
caracteriza por tres direcciones rígidas en ángulos rectos entre
sí. Esta, seguramente, es una definición aproximada y lista del
espacio euclidiano. También podría llamarlo "espacio
kantiano", ya que los argumentos de Kant se basan en esta
suposición. Ahora bien, en lo que respecta a este espacio
euclidiano, o, si se quiere, kantiano, tenemos que hacer la pregunta:
¿Se corresponden con una realidad, o son sólo una imagen de
pensamiento, una abstracción? Después de todo, podría ser que
realmente no existiera este espacio rígido como tal. Habrá que
admitir; que cuando hacemos geometría analítica comenzamos con la
suposición de que los ejes X, Y y Z pueden ser tomados de esta
manera inmóvil. Asumimos que esta rigidez interna de los ejes X, Y y
Z tiene algo que ver con el mundo real. Pero, ¿Y si no hubiera nada
después de todo, en los reinos de la realidad, que justificara que
establezcamos los tres ejes de coordenadas de la geometría analítica
de esta manera rígida? Entonces también toda nuestra matemática
euclidiana sería a lo sumo una especie de aproximación a la
realidad -una aproximación que nosotros mismos desarrollamos en
nuestra vida interior,- un marco conveniente con el que abordarla en
primer lugar. Cuando se aplica al mundo real, no garantizaría que
nos proporcione información real.
La pregunta ahora es, ¿hay
algún indicio que apunte en esta dirección, -sugiriendo, en efecto,
que esta rigidez del espacio no puede, después de todo, mantenerse?
Sé que lo que estoy abordando aquí causará gran dificultad a
muchas personas de hoy, por la simple razón de que no siguen el paso
de la realidad en su pensar. Creen que se puede confiar en una cadena
interminable de conceptos, deduciendo una cosa lógicamente de otra,
sacando conclusiones lógicas y matemáticas sin límite. En
contraste con esta tendencia de la ciencia de hoy en día, tenemos
que aprender a pensar con la realidad, -no permitirnos simplemente
divagar con una imagen-pensamiento sin al menos mirar si está de
acuerdo o no con la realidad. Así que en este caso, debemos
investigar. Tal vez, después de todo, mirando en el mundo de las
cosas concretas, haya alguna manera de llegar a una determinación
más cualitativa del espacio.
Soy
consciente, queridos amigos, de que las ideas que voy a exponer ahora
encontrarán una gran resistencia. Sin embargo, es necesario llamar
la atención sobre estas cosas. La teoría de la evolución ha
entrado cada vez más en los diferentes campos de la ciencia. Incluso
han empezado a aplicarla a la Astronomía. (Esta fase, tal vez, ya ha
terminado, pero fue hace poco tiempo.) Comenzaron hablando de una
especie de selección natural. Después, tal como los darvinistas
radicales hicieron con los organismos vivos, comenzaron a atribuir la
génesis de los cuerpos celestes a una especie de selección natural,
como si la forma final de nuestro sistema solar hubiera surgido por
selección de entre todos los cuerpos que habían sido expulsados
primero. Incluso esta teoría fue presentada una vez. Existe esta
pretensión de aplicar a a todo el Universo las ideas principales que
han adquirido alguna vez un predominio científico particular.
Así
que también se dio el caso de que el hombre fue simplemente colocado
en el último extremo de la serie evolutiva del reino animal. La
morfología humana, la fisiología, etc. fueron interpretadas de esta
manera. Pero la pregunta es si este tipo de investigación puede
hacer justicia a la organización del hombre en su totalidad. Porque,
para empezar, omite lo que es más llamativo y esencial incluso desde
un punto de vista puramente empírico. Se veía a los evolucionistas
de la escuela de Haechel simplemente contando cuántos huesos,
músculos y demás posee el hombre y los animales superiores
respectivamente. Contando de esa manera, uno no puede hacer otra cosa
que poner al hombre al final del reino animal. Sin embargo, es otra
cosa cuando se contempla lo que es evidente para todos los ojos, a
saber, que la columna vertebral del hombre es vertical mientras que
la del animal es principalmente horizontal. Aunque esto sea
aproximado, es definitivo y evidente. Las desviaciones en ciertos
animales, vistas empíricamente, serán de una importancia definitiva
en cada caso. Cuando la dirección de la columna vertebral se gira
hacia la vertical, los cambios correspondientes se producen en el
animal en su conjunto. Pero lo esencial es observar esta diferencia
tan característica entre el hombre y el animal. La columna vertebral
del hombre sigue la dirección vertical del radio de la Tierra,
mientras que la columna vertebral del animal es paralela a la
superficie de la Tierra. Se trata de fenómenos puramente espaciales
con una diferenciación interior bastante evidente, en la medida en
que se aplican al conjunto de la figura y formación del animal y del
hombre. Partiendo de las realidades del mundo, no podemos tratar lo
horizontal de la misma manera que lo vertical. Entrar en la realidad
del espacio -ver lo que está sucediendo en el espacio, tal como es
realmente,- no se puede considerar lo horizontal como si fuera
equivalente o intercambiable con la dimensión vertical.
Ahora
hay otra consecuencia de esto. Miren la forma animal y la forma del
hombre. Empezaremos por el animal, y por favor, completen por ustedes
mismos en alguna ocasión conveniente lo que voy a indicar ahora.
Quiero decir, observen y contemplen por ustedes mismos el esqueleto
de un mamífero. Las reflexiones habituales en este ámbito no son lo
suficientemente concretas; no entran lo suficiente en los
detalles.
Consideren entonces el esqueleto de un animal. No
iré más allá del esqueleto, pero lo que digo de esto es cierto en
un grado aún mayor de las otras partes y sistemas del cuerpo humano
y animal. Miren la diferenciación obvia, comparando el cráneo con
el extremo opuesto del animal. Si lo hacen con perspicacia
morfológica, percibirán armonías o acuerdos característicos, y
también diversidades características. Aquí hay una línea de
investigación que debería seguirse con mucho más detalle. Aquí
hay algo que debe ser visto y reconocido, que llevará mucho más
profundamente a la realidad de lo que los científicos de hoy en día
suelen ir.
En la naturaleza misma de estas conferencias sólo
puedo insinuar tales cosas, dejando fuera muchos vínculos
intermedios. Debo apelar a su propia intuición, confiando en que
ustedes lo piensen y completen lo que falta entre una conferencia y
la siguiente. Entonces verán cómo todas estas cosas están
conectadas. Si hiciera lo contrario en estas pocas conferencias, no
llegaríamos al final deseado.
![]() |
figura 1 |
Esquemáticamente ahora (Fig. 1), dejemos que esta sea la forma animal. Si después de revisar un número incalculable de vínculos intermedios en la investigación, se plantea la pregunta: "¿Cuál es la diferencia característica de la parte delantera y trasera, la cabeza y el extremo de la cola?", se llegará a una conclusión muy interesante. Es decir, relacionarán la diferenciación de la parte delantera con las influencias del Sol. Aquí está la Tierra (Fig. 2). Tenemos un animal en el lado de la Tierra expuesto al Sol. Ahora tomemos el lado de la Tierra que está alejado del Sol. De una forma u otra, se darán cuenta de que el animal está en este otro lado. Aquí también los rayos del Sol influirán en el animal, pero la Tierra está ahora en medio. En un caso, los rayos del Sol están trabajando directamente sobre el animal; en el otro caso, indirectamente, ya que la Tierra está entre él y los rayos del Sol y tienen que pasar primero por la Tierra (Fig. 2).
Expongan la forma animal a la influencia directa del Sol y obtendrán la cabeza. Expongan al animal a los rayos del Sol que han atravesado primero la Tierra y obtendrán el polo opuesto a la cabeza. Estudian el cráneo, en él reconocer án el resultado directo de las influencias del Sol. Estudiar las formas, toda la morfología del polo opuesto, para reconocer el funcionamiento de los rayos solares ante los que se interpone la Tierra, los rayos indirectos del Sol. Así, la morfología del propio animal llama nuestra atención sobre una cierta interrelación entre la Tierra y el Sol. Para un verdadero conocimiento de las relaciones mutuas de la Tierra y el Sol debemos crear las condiciones necesarias, no por la mera apariencia visual (aunque el ojo esté armado con telescopios), sino percibiendo también cómo se forma el animal -cómo nace toda la forma animal.
Ahora piensen de nuevo en cómo la columna vertebral
humana se desplaza en ángulo recto en relación con el animal. Todos
los efectos que hemos estado describiendo sufrirán más
modificaciones en lo que respecta al hombre. Por lo tanto, las
influencias del Sol serán diferentes en el hombre que en el animal.
La forma en que actúe en el hombre será como una resultante (Fig.
3). Es decir, si simbolizamos la línea horizontal -ya sea que
represente la influencia directa o indirecta del Sol- por esta
longitud, tendremos que decir; aquí hay una línea vertical; ésta
también estará actuando. Y sólo conseguiremos lo que realmente
actúa en el hombre formando la resultante de las dos.
Supongamos,
en otras palabras, que somos llevados a relacionar la formación de
los animales fundamentalmente con alguna forma de movimiento cósmico,
digamos, una rotación del Sol sobre la Tierra, o una rotación de la
Tierra sobre su propio eje. En este caso, si este movimiento subyace
a la formación animal, nos veremos obligados a atribuir a la Tierra
o al Sol otro movimiento, relacionado con la formación del hombre
mismo, un movimiento que, por su efecto final, se añade al primero.
De lo que surge en el hombre y en el animal debemos derivar la base
para un verdadero reconocimiento de los movimientos mutuos entre los
cuerpos celestes.
El estudio de la Astronomía se elevará así
fuera de su limitado ámbito actual, en el que sólo se toma el
aspecto visual exterior, aunque se recurra a la ayuda de telescopios,
cálculos matemáticos y mecánicos. Se elevará a lo que se expresa
en el más sensible de los instrumentos, el cuerpo vivo. Las fuerzas
de formación que trabajan en el animal, y a su vez después en el
hombre, son una clara indicación de los movimientos reales en el
espacio celeste.
Esto es, de hecho, una especie de matemática
cualitativa. ¿Cómo, entonces, metamorfosearemos la idea cuando
pasemos del animal a la planta? Ya no podemos usar ninguna de las dos
direcciones que hemos usado hasta ahora. Es cierto que podría
parecer que la dirección vertical de la planta coincide con la de la
columna vertebral humana. Desde el punto de vista del espacio
euclidiano lo hace, sin duda (el espacio euclidiano, es decir, no con
respecto a la configuración detallada sino simplemente con respecto
a su rigidez). Pero no será lo mismo en un espacio inherentemente
móvil. Me refiero a un espacio cuyas dimensiones son tan
intrínsecamente móviles que en las ecuaciones relevantes, por
ejemplo, no podemos simplemente igualar las dimensiones x- y y: y =
ƒ(x). (La ecuación podría escribirse de forma muy diferente a
esto. Podrán ustedes ver lo que pretendo mejor a partir de las
palabras que utilizo que a partir de los símbolos; no es en absoluto
fácil de expresar en forma matemática). En un sistema de
coordenadas que responda a lo que ahora pretendo, ya no sería
permisible medir las ordenadas con las mismas medidas inherentes a
las abscisas. No podríamos mantener las medidas rígidas al pasar de
una a otra. Deberíamos ser conducidos de esta manera desde el rígido
sistema de coordenadas del espacio euclidiano a un sistema de
coordenadas que sea inherentemente móvil.
Y
si ahora hacemos una vez más la pregunta: ¿Cómo se relacionan las
direcciones verticales del crecimiento de las plantas y del
crecimiento humano respectivamente? nos veremos obligados a
diferenciar una vertical de otra. La pregunta es, entonces, cómo
encontrar el camino a una idea diferente del espacio de la rígida de
Euclides. Pues bien, puede ser que los fenómenos celestes sólo
puedan entenderse en términos de otro tipo de espacio, no el
euclidiano, ni ningún espacio concebido abstractamente por las
matemáticas modernas, sino una forma de espacio derivado de la
realidad misma. si esto es así, entonces no hay alternativa; es en
tal espacio y no en el espacio rígido de Euclides donde tendremos
que entenderlos.
Por tanto, somos conducidos a otros reinos, a
saber, a la Era Glacial por un lado y por otro a una muy necesaria
reforma de la idea euclidiana de espacio. Pero esta reforma tendrá
un espíritu diferente al de la obra de Minkowski y otros.
Simplemente contemplando los hechos dados y tratando de construir una
ciencia libre de hipótesis, nos enfrentamos a la necesidad de una
revisión profunda del concepto de espacio en sí mismo. De estas
cosas hablaremos de nuevo mañana.
1 Foronomy ( gr. ) Es una rama de la psicología social y la psicología del trabajo que examina la influencia de las circunstancias en las acciones humanas
2 La cinemática estudia los cuerpos en movimiento: La caída de una pelota, el desplazamiento de un carrito, el lanzamiento de una pelota de baloncesto.
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