GA323 Stuttgart, 3 de enero de 1921 Astronomía

 

Rudolf Steiner


Conferencia III
 
Stuttgart, 3 de enero de 1921


¡Mis queridos amigos!
He llamado su atención sobre lo problemático que es, por una parte, concebir los fenómenos celestes solo en su aspecto matemático y geométrico. Esto está siendo reconocido ahora por muchas personas y desde diversos ángulos. Solo los pensadores poco avanzados aún mantienen que la imagen del mundo de Copérnico y de Galileo representa una realidad categórica. Cada vez es más corriente oír la voz de quienes encuentran esta forma de pensar sobre los fenómenos celestes útil y práctica, lo es sin duda, para fines de cálculo, pero insistimos en que eso solo representa una cierta manera de entenderlos y que se pueden concebir otras síntesis. 
Incluso hay quienes dicen, algo como lo que solía decir Ernst Mach: en última instancia, uno puede defender el sistema Ptolemaico tan bien como el sistema de Copernico, e igualmente podría idearse un tercer sistema. No son mas que formas prácticas de correlacionar los hechos observados. Todo este ámbito debería enfrentarse ahora a un tipo de perspectiva mucho más libre.
Como pueden ustedes ver, la naturaleza problemática de las cartas celestes, que hasta hace poco se describían como réplicas de los hechos reales, son ahora admitidas en círculos cada vez más amplios. Por otra parte, solo se puede encontrar una salida a los problemas e incertidumbres manifiestos de este dominio a través de los puntos de vista que se presentaron ayer, puntos de vista que ya no eliminan al Hombre de todo el trasfondo cósmico, sino que, por el contrario, lo incluyen en el desde el principio. Tenemos que reconocer los procesos dentro del propio Hombre con sus correspondientes fenómenos solares, lunares y telúrico-terrestres, tomando así como punto de partida todo lo que sucede en el Hombre, con el fin de encontrar el camino hacia lo que está sucediendo allá en el Cosmos, siendo este último en cierto sentido la causa de los procesos en el hombre.
Por supuesto, un camino como este solo puede ser recorrido desde el punto de vista de la Ciencia Espiritual. Precisamente cuando tratamos de conectar la Astronomía con los más variados ámbitos de la vida, descubriremos que a través de la Astronomía llegamos a las mismas conclusiones que la Ciencia Espiritual. Tengan en cuenta que los fenómenos celestes visibles, perceptibles para nuestros sentidos y también para nuestros sentidos reforzados, aparecen al principio como una manifestación de algo ajeno al hombre. El hombre hace frente y retiene con sus sentidos, por así decirlo, todo cuanto se le aproxima, elaborándolo para obtener una imagen consciente del mundo. Pero los impulsos que fluyen hacia nosotros desde todos los lados, ciertamente no se detienen ante nuestros sentidos. Todo lo que sucede y que pasa desapercibido a los sentidos del hombre, y por consiguiente no es llevado a la conciencia, todo lo que vive en las influencias celestes que fluyen hacia nosotros desde todos los lados, debe buscarse dentro de nuestro organismo corporal. El organismo debe de cierta manera hacerse eco de todo ello, y lo hace mediante procesos inconscientes y subconscientes que solo pueden elevarse a la conciencia de formas más complicadas.
Ahora continuaremos en una cierta dirección lo que comenzamos ayer. En la Geología o la Mineralogía, nuestro mundo terrenal es tratado solo de manera abstracta; La Tierra, tal como la describe la Geología, consiste en minerales que han evolucionado en la esfera mineral. Si bien es cierto que existen fuerzas en la Tierra en virtud de las cuales produce los minerales; Sin embargo, es igualmente cierto que todo lo que vive en forma de plantas, animales y seres humanos físicos también pertenecen a la Tierra. Solo vemos la Tierra en su totalidad cuando incorporamos eso en nuestra conciencia, no cuando nos quedamos en la mera abstracción "tierra mineral", simplemente descartando lo que vive en forma de plantas, animales y hombres. Los seres vivos y las entidades que se extienden por la superficie de la Tierra también son parte integrante del todo.

De todo cuanto pertenece al conjunto de la Tierra, tomemos el reino vegetal en primer lugar. Lo abordaremos para así encontrar la transición a lo que se encuentra en el hombre. Mientras que el reino mineral hasta cierto punto, lleva una existencia independiente en la Tierra y solo está relacionado con el Cosmos cuando aparecen, por ejemplo, fenómenos atmosféricos en que el agua se vuelve hielo en invierno, el reino vegetal, en cambio mantiene una conexión interna mucho mayor con el entorno cósmico de la Tierra, con todo lo que entra en la Tierra proveniente del Cosmos. A través del mundo vegetal, la vida de la Tierra, por así decirlo, se abre al Universo. En regiones geográficas donde en una estación dada se está produciendo una interacción intensa entre la Tierra y el Cosmos. Debemos prestar atención a un fenómeno como este, ya que nos llevará al reino de la astronomía no solo cuantitativamente, sino cualitativamente. Debemos poder derivar nuestras ideas de algo como esto, incluso como los astrónomos de nuestro tiempo derivan sus ideas de ángulos, paralaje, etc.

Por ejemplo, tenemos que decirnos a nosotros mismos: en cierto sentido, la vegetación de un área de la tierra es una especie de órgano sensorial ante lo que se revela desde el cosmos. Cuando hay una interacción especial entre una parte de la superficie de la tierra y el cosmos, es como el ser humano cuando abre los ojos al exterior porque tiene una impresión sensorial. Y en el otro caso, cuando la interacción entre la tierra y el cosmos es menos intensa, el retroceso de la vegetación, el cierre de la vegetación es algo así como cerrar los ojos al cosmos. Es más que una simple comparación cuando se habla del hecho de que un territorio a través de la vegetación abre sus ojos al cosmos en primavera y verano, y que cierra los ojos en otoño e invierno. Bajo la influencia de la vida solar, la vida vegetal de la Tierra se dispara brota para tomar forma. Las hojas se despliegan y se vuelven más complejas; se desarrollan las flores. Pero cuando esto es seguido por el cierre de los ojos al Universo, si podemos llamarlo así, la vida vegetal vuelve a sí misma, a la semilla. Y dado que uno se comunica con el mundo exterior de cierta manera abriendo y cerrando los ojos, se debe buscar algo así, como información sobre el cosmos en el ojo terrestre abriendo y cerrando los ojos a través de la vegetación.
Podemos describir este contraste verdaderamente como una ley de la naturaleza. La interacción entre la vida terrenal y la solar se revela en la vegetación de la Tierra. Bajo la influencia solar, la vida vegetal brota hacia afuera y toma forma; bajo la influencia de la vida terrenal, se cierra en una planta, se convierte en semilla o germen. En todo esto hay una cualidad de expansión y contracción o reunión en un centro. Aquí comenzamos a comprender las relaciones del espacio mismo en un aspecto directamente cualitativo. Esto es lo que debemos practicar en el desarrollo de nuestras ideas, si queremos alcanzar nociones y percepciones realmente fructíferas en esta esfera.
Y ahora pasamos de la vida vegetal a la vida del hombre. Naturalmente, lo que se expresa en la vida de las plantas también encontrará expresión en el hombre. ¿De qué manera lo hará? Lo que de alguna manera percibimos, mis queridos amigos, tan externa y evidentemente en la vida de las plantas, es lo que tenemos visiblemente ante nuestros ojos con solo que prestemos atención al aspecto cualitativo, esto lo podemos reconocer en el hombre, propiamente hablando, solo en el primer años de la infancia.
Tracemos pues la interacción de la vida solar y terrestre para el hombre en su edad infantil, igual que acabamos de hacer para el reino vegetal. El niño pequeño a través de los sentidos se abre para recibir las impresiones del mundo exterior. Al hacerlo, el ser humano realmente se está abriendo para recibir la vida solar. Solo necesita ver las cosas con la luz adecuada para reconocer que lo que fluye sobre nuestros sentidos está inherentemente conectado con lo que el Cosmos produce en la esfera terrestre. Pueden ustedes reflexionar sobre el caso especial de la luz. Cuando la luz y la oscuridad se suceden en la alternancia del día y la noche, causando impresiones en nuestros ojos durante el día, y no causándolas por la noche. Esto también es aplicable a otras percepciones, aunque es más difícil dejarlo claro. Entonces se dirán que en la vida anímica del hombre se expresa cierto efecto de las alternancias diarias, solares y terrenales. El hombre tiene una actividad anímica a través de la cual surge en el ritmo del día. Lo que el Sol trae aquí a la Tierra se expresa en la vida anímica del hombre. Pero si seguimos el crecimiento del niño, particularmente hasta el séptimo año, el cambio de dientes, y entramos en todos los detalles, descubrimos cómo, especialmente en los primeros años del desarrollo del niño (cada vez menos, cuanto más mayor se vuelve el niño), es claramente perceptible que las estaciones cambiantes, año tras año, tienen tanta importancia para el crecimiento humano como para el crecimiento y el recogimiento de la vegetación.
fig. 1
Lo representaremos esquemáticamente. Si, por ejemplo, estudiamos cuidadosa e inteligentemente el desarrollo del cerebro humano en las primeras etapas de un año a otro, encontraremos lo siguiente. Tenemos el cráneo humano con su contenido cerebral. (Figura 1)

Moldeándose a sí mismo, y a lo largo del cambiante año se puede seguir, cómo algo que actúa formativa y creativamente sobre la cabeza humana, va moldeándola desde el exterior en un sentido físico y corporal, tal acción se encuentra íntimamente conectada con las fuerzas que interactúan entre la Tierra y el Sol en el transcurso del año. En el ritmo diario encontramos lo que entra a través de los sentidos, independientemente del crecimiento, para actuar sobre el alma y el espíritu del hombre. Vemos que lo que ocurre en el hombre debido a la actividad del Sol en el ritmo diario, tiene un efecto interno que se libera del mundo exterior y se convierte en una naturaleza anímico-espiritual; osea, lo que el niño aprende, lo que asimila a través de la observación, lo que tiene lugar en el alma y el espíritu. Luego vemos cómo, en un ritmo totalmente diferente, desde un aspecto diferente, el cerebro se remodela, se organiza y crece. Esa es la otra actividad, la actividad anual de las fuerzas solares. Todavía no diremos nada de los cambios que tienen lugar en el Universo entre el Sol y la Tierra; consideraremos las manifestaciones en el hombre mismo que se unen con ciertos cambios en la vida solar y terrestre.

Cuando observamos el día encontramos la vida anímico-espiritual del hombre relacionada con el curso del sol. Cuando observamos el cambio de estaciones a lo largo del año encontramos la vida del hombre en crecimiento, la vida física, corpórea, conectada con el curso del Sol. Podemos decir: Los cambios que tienen lugar entre la Tierra y el Sol en 24 horas tienen ciertos efectos en el espíritu y el alma del hombre. Lo que sucede entre la Tierra y el Sol en el transcurso del año tiene ciertos efectos en la parte física y corporal del hombre. Tendremos que poner estos efectos en conexión con otros y de allí llegar a una idea del mundo que ya no puede ser engañosa, ya que nos habla de procesos reales dentro de nosotros mismos, que ya no dependen de impresiones sensoriales ilusorias o similares.

Por lo tanto, debemos acercarnos gradualmente a lo que pueda darnos una base segura para la concepción astronómica del mundo. Únicamente podemos comenzar partiendo de lo que aparece en el propio hombre. En consecuencia podemos decir: en la conexión del hombre con el Cosmos, el día es algo que se expresa en el alma y el espíritu; el año a su vez es algo que se expresa en la vida físico-corporal, como por ejemplo en el crecimiento, etc.
Ahora veamos otro conjunto de hechos, a los que me referí ayer. Debemos relacionar ciertas ideas referentes a la vida del Cosmos con la reproducción humana. Ayer indicamos que el organismo femenino muestra de manera sorprendente cómo las funciones mensuales relacionadas con la sexualidad, (aunque sin duda, no coinciden con las fases de la Luna), son un reflejo de ellas en su ritmo cronológico. El proceso arranca a partir del Cosmos, por así decirlo, pero aún refleja el proceso de la Luna Cósmica en su curso periódico. Ahí tenemos, mis queridos amigos, una indicación de procesos internos en el organismo humano que podemos estudiar mejor si enfocamos nuestra atención en fenómenos más familiares, que pueden hacer que estos fenómenos más remotos sean más fáciles de entender.
Hay algo en la vida anímica que en realidad reproduce a pequeña escala los procesos orgánicos a los que acabamos de aludir. Digamos que experimentamos algo que nos afecta a través de los sentidos y la mente, quizás también a través de nuestros sentimientos. De tal experiencia conservamos un recuerdo. Ese recuerdo, la experiencia retenida, hace que nuevamente pueda emerger la imagen en un momento posterior. Cualquiera que considere estos hechos, sin basarse en fantásticas teorías, sino con una sana observación cualitativa, tendrá que admitir que en todo lo que surge dentro de nosotros en forma de memoria, juega un papel importante nuestra organización físico-corporal. El recuerdo en sí mismo es sin duda un evento en la vida anímica, pero necesita la base interna del cuerpo físico para poder existir. La actividad de recordar está directamente relacionada con los procesos corporales; aunque esto aún no ha sido investigado suficientemente por la ciencia externa. Comparando lo que ocurre en el organismo femenino en los períodos mensuales (también ocurre en el organismo masculino, solo que es menos evidente, se puede observar más en el organismo etérico y esto generalmente no se hace), comparando esto con lo que sucede en la experiencia ordinaria cuando recordamos algo, ciertamente se encontrará una diferencia. A pesar de todo, si con una sana percepción interna uno recrea el proceso en la conciencia, no puede dejar de decir que la actividad de recordar, este evento del alma que surge del organismo físico, es similar al que tiene lugar en las funciones mensuales del organismo femenino, solo que en miniatura y está más circunscrito al ámbito del alma, menos imprimido en el cuerpo. Desde este punto de vista podrán decir: A medida que el hombre se individualiza del Cosmos, desarrolla la facultad de la memoria; a medida que se mantiene dentro del Cosmos, desarrollando más sus funciones subconscientes, surge en la naturaleza algo de una experiencia común con el Cosmos, relacionado con los procesos de la Luna en el Cosmos. Esta experiencia permanece, así como una experiencia pasada permanece en nuestra memoria, y después emerge en un proceso formativo interno, como un recuerdo que se ha introducido en el cuerpo y se ha vuelto orgánico.

No hay otra forma, mis queridos amigos, de entender estos asuntos que ir pasando desde lo más simple a lo más complejo. Así como no es necesario que un recuerdo coincida con una experiencia externa reciente, tampoco es necesario que lo que aparece en el organismo femenino, como recuerdo de una conexión cósmica anterior de todo el organismo humano con las fases Lunares, haya de coincidir cronológicamente con estas fases. Sin embargo, está igual de relacionado con las fases Lunares, tanto como el recuerdo de una experiencia anterior lo está con lo experimentado. Aquí tenemos pues, una actividad en el organismo humano, más en el lado psicológico y, sin embargo, no muy diferente de los efectos, (que se insertan, por así decirlo, en el tiempo), de las influencias debidas a la Luna originalmente. La periodicidad orgánica de la que hemos estado hablando abarca unos 28 días, como saben.

Ahora tomen nota de lo siguiente. Si consideramos la influencia diaria del Sol, encontramos una actividad interna del alma y el espíritu; Si consideramos la influencia anual del Sol, entonces encontramos leyes de crecimiento que pertenecen al cuerpo físico externo. En consecuencia podemos decir, para la vida del Sol:

1. Alma y espíritu: día




2. Naturaleza corporal física: año

Y ahora pasemos a la actividad lunar. Vamos a considerar la vida lunar, la vida de la Luna. Lo que acabo de describir como sucediendo al ritmo de 28 días pertenece efectivamente al alma y al espíritu; solo que se ha imprimido profundamente en el cuerpo. En realidad, fisiológicamente no hay diferencia, en un sentido más sutil, entre lo que ocurre en el cuerpo cuando surge un recuerdo, respecto al evento al que se refiere el recuerdo, y lo que ocurre en los períodos mensuales del cuerpo femenino con respecto a lo que el organismo femenino experimentaba hace mucho tiempo en conjunción con las fases de la Luna. Si bien, esta última es una experiencia más fuerte, más intensa, una experiencia espiritual del alma plasmada más intensamente en el cuerpo. Por consiguiente, para la vida lunar:
Alma y espíritu: 28 días de actividad.
Busquemos ahora los fenómenos correspondientes para el cuerpo físico. ¿Cuales serán? Los pueden encontrar por deducción. Tendremos efectos físicos corporales con un período de 28 años. Como un día aquí corresponde a un año, tendremos 28 años.
Naturaleza físico-corporal: 28 años de actividad.
Hemos de recordar que 28 años es el período que necesitamos para alcanzar la plena madurez de crecimiento. Es entonces cuando dejamos de estar en la etapa ascendente de crecimiento. Del mismo modo que el Sol actúa sobre nosotros desde el exterior en su actividad anual, para completar en nosotros un proceso externo, que equivale al proceso diario interior en la vida anímico-espiritual, así también algo en el Cosmos, actúa durante un período de 28 años, organizándonos desde afuera tal y como el ser humano femenino está organizado internamente. (En ellas es más obvio que en ellos, ya que en el hombre el ritmo diario correspondiente está más retraído hacia lo etérico.) Aquí pues, un período de 28 días se imprime internamente en el ámbito anímico-espiritual, y podemos decir: Tal como la vida diaria del Sol está relacionada con la vida anual del Sol con respecto al hombre, (en relación más con la cabeza humana), así la vida lunar de 28 días se relaciona con la vida lunar de 28 años con respecto al hombre completo.
Vean ustedes cómo ubicamos al hombre, integrándolo correctamente en el conjunto del Cosmos. Dejamos de hablar del Sol y la Luna como si simplemente estuviéramos aislados aquí en la Tierra, y solo viésemos en el Sol y la Luna unos cuerpos que percibimos con nuestros ojos o a través de telescopios. Hablamos del Sol y la Luna como de algo unido internamente con nuestra propia vida, y percibimos la relación en las configuraciones especiales de nuestra cronología. Hasta que no ubiquemos al hombre, mis queridos amigos, desde la perspectiva del obrar del Sol y la Luna, no habremos desarrollado una base firme para la verdadera Astronomía.
Por lo tanto, debemos construir una nueva ciencia de la astronomía sobre una base científico-espiritual. Desarrollándose a partir de un conocimiento más íntimo del propio hombre. Las enseñanzas de la astronomía externa de hoy, solo tendrán un significado cuando estemos en condiciones de basar nuestras hipótesis en el propio hombre. Entonces podremos estudiar de manera provechosa las afirmaciones tan esquemáticas de la Astronomía de hoy y también podremos corregir cosas esenciales en esta Astronomía externa.
¿De todo esto qué se deduce? Se deduce que en estos procesos, (por el momento no importa lo que haya tras ellos), se revela una vida universal. Tanto si son las rotaciones diarias y anuales de la Tierra, subyacentes, (y hablaremos de ello más adelante) a lo que he descrito aquí como vida solar con respecto a lo anímico-espiritual del día, y a la naturaleza física del cuerpo durante el año; como si son los movimientos de la Luna descritos por la astronomía moderna o algo muy diferente; (nunca llegaremos a comprenderlo simplemente recreando la conocida idea que se enseña en las Escuelas). Sino que hemos de entender que todo lo que se expresa en esa idea es en realidad una vida universal continua y duradera, una vida que no puede abordarse en su plenitud con una mera serie de ideas esquemáticas.
Ahora pasaremos a trabajar de otra manera. Comenzaremos a trabajar desde el punto de vista de un hombre cuyas ideas astronómicas todavía tenían mucho del pasado. No pretendemos volver a las ideas más antiguas; debemos elaborar nuevas ideas. Sin embargo, este hombre todavía tenía en sus ideas muchas de las antiguas virtudes cualitativas. Me refiero a Kepler. La astronomía en los tiempos modernos, se ha vuelto cada vez más cuantitativa y sería un espejismo considerar la Astrofísica como la intromisión de un elemento cualitativo en la Astronomía. En la obra de Kepler subyace una vida universal, en él todavía persistía la sensación de que detrás de todo lo manifiesto, observable por la acción astronómica ordinaria, se esconde algo como la huella de una vasta vida cósmica: una vida cósmica que aquí revela su presencia.
Si tenemos frente a nosotros un hombre y le vemos mover una mano o un brazo, no nos limitamos (al analizar su gesto), a calcular la mecánica del movimiento; Lo reconocemos como la revelación externa de una vida anímico-espiritual interior. Lo entendemos como un gesto expresivo algo que, después de todo, también puede considerarse desde un punto de vista matemático puramente espacial. Cuanto más se retrocede en la historia del acercamiento del hombre a la astronomía, más hombres se encuentran, que eran conscientes de que las imágenes del recorrido del Sol o de las estrellas no las concebían como meras imágenes pasivas de eventos indiferentes, sino que estas imágenes eran gestos de la vida y del ser. En tiempos antiguos es bastante fácil discernir este sentimiento de la naturaleza gestual de los movimientos de los cuerpos celestes. Cuando mi mano se mueve por el aire, no solo calcularé su camino, sino que en este camino veo una expresión del alma. En aquél entonces, el observador veía el recorrido de la Luna como la expresión de una vida anímica. En todos los movimientos de los cuerpos celestes, veía expresiones de una naturaleza anímica, como imágenes un tanto de esta manera: si sostuviera un paraguas así, de manera que solo se vea mi mano, mi mano haría un movimiento inexplicable, porque yo estoy detrás del paraguas; solo se ve mi mano. De alguna manera, los hombres de la antigüedad se imaginaban que el movimiento de la Luna allá arriba en el cielo no era más que la expresión externa, como el final de una "extremidad", y que el ser realmente activo estaba detrás de ella. Por eso también en aquellos tiempos los hombres no hablaban aisladamente de los cuerpos celestes de los planetas; hablaban de esferas planetarias. Hablaban de las diversas esferas, correspondientes a los cuerpos celestes. En consecuencia distinguían la esfera lunar, la esfera de Mercurio, la esfera de Venus, la esfera del sol, la esfera de Marte, la esfera de Júpiter, la esfera de Saturno y luego la octava esfera: el cielo de las estrellas fijas. Distinguían estas ocho esferas y veían en ellas algo que se expresaba en gestos externos, de modo que cierta esfera se expresaba encendiéndose ahora aquí, ahora allá, y así sucesivamente. La realidad, por ejemplo, era la esfera de la Luna. La Luna en sí misma no era una entidad separada, sino solo el gesto. Donde aparecía la Luna, era señal de que la esfera de la Luna estaba haciendo un gesto definido. Estoy relatando esto para mostrarles la naturaleza viva de los conceptos antiguos.
Kepler aún conservaba en su plena conciencia un sentimiento por esta vida universal en el espacio. Y solo por eso sería capaz de elaborar sus tres famosas Leyes. Para la astronomía moderna, las tres famosas Leyes de Kepler han de ser consideradas puramente de naturaleza cuantitativa, simplemente desde el aspecto del concepto espacio-temporal. Para un hombre que todavía trabajaba con una serie de ideas como las de Kepler, este no era el caso. Recordemos ahora estas Leyes de Kepler. Son:


La primera ley:
Los planetas se mueven en elipses alrededor del cuerpo central, que está situado en uno de los focos de la elipse.


La segunda ley:
El radio vector de un planeta describe sectores iguales, áreas iguales, en períodos iguales de tiempo.


La tercera ley:
Los cuadrados de los períodos de revolución de los diferentes planetas son proporcionales a los cubos de los semiejes principales.
Ahora bien como ya hemos dicho, para la visión moderna puramente cuantitativa, estas leyes también son puramente cuantitativas. Para alguien como Kepler, si un cuerpo se mueve 'elípticamente' ello implica una mayor vitalidad, que cuando solo se mueve en un círculo, ya que debe usar un impulso interno para alterar continuamente el radio. Cuando un cuerpo se mueve en un círculo simplemente, no necesita hacer nada para alterar el radio. Se debe aplicar una vida interior más intensa cuando el vector radio tiene que alterarse continuamente. La simple afirmación: "Los planetas se mueven en elipses alrededor del cuerpo central y el cuerpo central no está en el punto medio sino en uno de los focos de la elipse", implicaba, de por sí, un elemento de mayor vitalidad que cuando algo se mueve en un círculo perfecto.
Además: "El vector radio describe sectores iguales en períodos de tiempo iguales". Tenemos aquí la transición desde la línea hacia la superficie, hacia el plano. "Tengan esto presente". Dado que al principio solo se describe la elipse, permanecemos en la línea (la curva). Cuando se nos dirige a la ruta que describe el vector radio, somos conducidos a la superficie, (el área). Se revela una condición más intensa en el movimiento planetario, cuando el planeta "rueda", (si puedo expresarlo así), no solo está expresando algo dentro de sí mismo, sino que arrastra su cola detrás de él, por así decirlo. Toda el área que describe el vector radio le pertenece espiritualmente. 

Además, se describen áreas iguales en períodos iguales de tiempo, por lo que se presta especial atención a la calidad, al carácter inherente del movimiento de los planetas.
La tercera Ley, se relaciona sobre todo, con la vida que interpreta su papel entre los diversos planetas. Esta ley adopta una forma más complicada. "Los cuadrados de los períodos de revolución de los planetas son proporcionales a los cubos de los ejes semi-principales" (o de la distancia media desde el cuerpo central). Podrán ver, que esta Ley contiene mucho mientras se la interprete en la forma viva como lo hacía Kepler. luego Newton mató esa ley. Lo hizo de una manera muy simple. Tomen ustedes la tercera ley de Kepler. Pueden escribirla así:


o escrito de manera diferente:




Ahora escríbanlo en una forma algo diferente. Escríbanlo así:
(Por supuesto, también podrían haberlo escrito en orden inverso).
¿Qué tenemos en el lado izquierdo de la ecuación, aquí en la relación de la izquierda? Ni mas ni menos que lo que expresa la mitad de la Ley de Newton y, por otro lado, la otra mitad, las fuerzas de gravedad de la Ley de Newton. Solo necesitan ustedes escribir la Ley de Kepler de manera diferente y podrán decir: "Las fuerzas o la atracción son inversamente proporcionales a los cuadrados de las distancias". He ahí la Ley de Gravedad Newtoniana deducida de la Ley de Kepler. La fuerza de la gravedad entre los planetas, los cuerpos celestes, está en proporción inversa a los cuadrados de sus distancias de separación. Eso significó el asesinato de la Tercera Ley de Kepler. En principio eso es lo que es.
Pero ahora tómense el asunto activa y vividamente. Despejen de sus mentes el séptico concepto "fuerza de gravedad" ("las fuerzas de atracción disminuyen con los cuadrados de las distancias"), y tomen lo que aún sigue vivo en la formula de Kepler, los cuadrados de los períodos de tiempo. Rellenen el caput mortum (idea muerta) de la fuerza de atracción newtoniana, que es un mero concepto externo, con lo que está implícito en el cuadrado del período de tiempo, y llenarán de vida interior el concepto newtoniano, que es realmente ¡el cadáver de una idea! Porque la vida interior tiene que ver con el tiempo. Y así tendrán ante si no solo el tiempo en su curso simple, sino que tendrán tiempo al cuadrado: ¡tiempo elevado a la segunda potencia! Todavía tendremos que volver a lo que significa hablar de "tiempo al cuadrado". Pero pueden darse cuenta de que hablar de tiempo elevado a la segunda potencia es hablar de algo de naturaleza interna. Es, en efecto, el tiempo que en la vida del hombre representa el curso de su vida anímica interior. Es cuestión de mirar a través de este concepto muerto de la fuerza de atracción newtoniana a aquél que repentinamente se lanza al centro, atrayendo el tiempo y con ello trayendo un elemento de vida interior.
Ahora vean el asunto desde otro punto de vista. Tengan en cuenta que la primera Ley de Kepler también hace referencia a la Tierra. La Tierra no solo describe una elipse, sino que ustedes, puesto que están en la Tierra, describen una elipse conjuntamente con ella. Aquello que allí tiene lugar externamente, en ustedes es un proceso interno. Así pues, el surgimiento de la elipse a partir del círculo, en la forma viva que aún tenía cuando Kepler lo concibió, se corresponde con un proceso dentro de ustedes mismos. Y a medida que ustedes se van moviendo en la línea que está formada por el vector de radio que describe sectores iguales en tiempos iguales, son ustedes quienes se relacionan continuamente con el cuerpo central, colocándose en relación con su propio Sol. Ustedes, junto con la curva, están describiendo un camino en el tiempo, a lo largo del cual están en relación continua con el Sol. Si puedo decirlo de manera informal, deben tener cuidado todo el tiempo de no "patinar" o deslizarse lateralmente, ni de ir demasiado rápidos, para que su vector de radio no describa un área demasiado grande. Este punto externo que se mueve en la elipse debe estar continuamente en la relación correcta con el Sol. He ahí el movimiento que ustedes mismos hacen, caracterizado como una línea pura en el espacio. La relación con el Sol se caracteriza en la Segunda Ley.
Y si pasamos a la Tercera Ley, tienen ustedes una experiencia interna de la relación con los otros planetas: su propia conexión viva con los otros planetas.
Por lo tanto, no solo tenemos que encontrar, en el propio hombre, procesos que nos guíen nuevamente al Cosmos. Si interpretamos correctamente las imágenes matemáticas que nos presenta el proceso cósmico, también nos convertimos en una experiencia interna que es externa y cuantitativa solo en apariencia. Porque la matemática cósmica habita en el hombre. El hombre está en medio de las matemáticas vivientes. De esto hablaremos más mañana.
Traducción de J. Luelmo 04/2014

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