Rudolf Steiner
Curso de ciencias naturales celestes
en relación con el ser humano
y el conocimiento humano
Conferencia
I
Stuttgart,
1 de enero de 1921
¡Mis
queridos amigos!
Hoy
me gustaría hacer algunas observaciones introductorias sobre lo que
voy a presentar ante ustedes en los próximos días. Mi razón para
hacerlo es que ustedes puedan conocer el propósito de estas
conversaciones desde el principio.
Mi
tarea durante los días siguientes no consistirá en tratar con una
rama especifica de la ciencia, estrechamente definida, sino de dar
varios puntos de vista más amplios, teniendo en mente un objetivo
bastante definido en relación con la ciencia. Por lo tanto, me
gustaría advertir a la gente que no describa esto como un "Curso
de Astronomía". No está destinado a ser eso. Sino que tratará
sobre algo que considero especialmente importante para nosotros en
este momento. Por lo tanto, le he dado el título "La relación
de las diversas ramas de las ciencias naturales con la astronomía",
y hoy concretamente explicaré lo que realmente pretendo al
seleccionar este título.
El
hecho es que en un tiempo relativamente corto habrá que cambiar
mucho dentro de lo que llamamos la esfera de la ciencia, si no se
quiere entrar en un declive completo. Ciertos grupos de ciencias que
ahora están comprendidos bajo varios títulos y se les permite estar
representados bajo estos títulos, en nuestras escuelas ordinarias,
tendrán que cambiar sus hábitos y clasificarse desde otros
aspectos. Esto requerirá un reagrupamiento de gran alcance de
nuestras ciencias. La agrupación actualmente empleada es totalmente
inadecuada para un concepto del mundo basado en la realidad, y, sin
embargo, nuestro mundo moderno mantiene una clasificación tan
tradicional que basándose en eso, son elegidos los candidatos para
ocupar las cátedras profesionales en nuestras universidades. Las
personas se limitan en su mayor parte a dividir los campos
circunscritos existentes de las Ciencias Naturales, en ramas aún más
especificas, y luego recurren a los llamados especialistas o
expertos. Pero en toda la vida científica debe producirse un cambio
mediante el advenimiento de categorías muy diferentes, dentro de las
cuales se unirán, como en un campo completamente nuevo de la
ciencia, las cosas que hoy se tratan en Zoología o Fisiología, o
quizás, digamos , en la teoría del conocimiento. Las formas más
antiguas de clasificación científica, a menudo extremadamente
abstractas, deben desaparecer y deben surgir combinaciones
científicas bastante nuevas. Esto al principio encontrará grandes
trabas, porque hoy la gente está capacitada en ramas especializadas
de la ciencia y les será difícil encontrar un enfoque de lo que
necesitarán urgentemente para lograr una combinación de material
científico de acuerdo con realidad.
Para
ser concisos, podría decir: que hoy tenemos una ciencia de la
astronomía, de la física, de la química, de la filosofía, tenemos
una ciencia de la biología, de las matemáticas, etc. Se han formado
ramas especificas, casi, podría decir, para que los diversos
especialistas no tengan que trabajar tanto para llegar a estar bien
fundamentados en su tema. No tienen mucho que hacer para dominar toda
la literatura en cuestión, que, como sabemos, existe en cantidades
inmensas. Pero será cuestión de crear nuevas ramas que comprenderán
cosas muy diferentes, que tal vez incluyan, al mismo tiempo, algo de
Astronomía, algo de Biología, etc. Para ello será esencial, por
supuesto, una remodelación de toda nuestra vida científica. Por lo
tanto, lo que llamamos Ciencia Espiritual, que de hecho pretende ser
de naturaleza universal, debe trabajar precisamente en esta
dirección. Su misión especial debe ser trabajar en esta dirección.
Pues simplemente no podemos avanzar más con la antigua agrupación.
Nuestras universidades se enfrentan al mundo hoy, mis queridos
amigos, de una manera que está bastante alejada de la vida. Se
forman matemáticos, fisiólogos, filósofos, pero ninguno de ellos
tiene una relación real con el mundo. No pueden hacer nada más que
trabajar en sus esferas estrechamente confinadas, poniendo ante
nosotros una imagen del mundo que se vuelve cada vez más abstracta,
cada vez menos realista.
El
cambio aquí indicado, es una necesidad profunda para nuestro tiempo,
al cual quiero hacer justicia en estas conferencias. Me gustaría que
vieran cuán imposible será continuar indefinidamente las
clasificaciones más antiguas, y por lo tanto quiero mostrar cómo
otras ramas de la ciencia de los más variados tipos, que, en su
forma actual de tratamiento, no tienen en cuenta la astronomía, de
hecho tienen conexiones definidas con la astronomía, es decir, con
un verdadero conocimiento del espacio universal. Ciertos hechos
astronómicos también deben tenerse en cuenta en otras ramas de la
ciencia, para que podamos aprender a dominar estos otros campos de
una manera conforme a la realidad.
La
tarea de estas conferencias es, por lo tanto, construir un puente
desde los diferentes campos del pensamiento científico hacia el
campo de la astronomía, para que la comprensión astronómica pueda
aparecer de manera correcta en los diversos campos de la ciencia.
Para
evitar malentendidos, me gustaría hacer un comentario más sobre el
método. Habrán ustedes visto, que la forma habitual de presentar
los hechos científicos hoy en día, debe sufrir un cambio
considerable, porque en realidad surge de la estructura científica
que debe superarse. Cuando se hace referencia a los hechos de hoy,
que están algo alejados de la comprensión del hombre, -alejados,
justamente porque en su conocimiento científico él no se encuentra
con ellos en absoluto,- es habitual decir: "Eso se afirma, pero
no se prueba". Sin embargo, en el trabajo científico a menudo
es bastante inevitable que inicialmente se hagan afirmaciones
simplemente como resultados de la observación, que solo después se
pueden, verificar a medida que se presentan más y más hechos para
respaldarlas. Por lo tanto, sería un error suponer, por ejemplo, que
justo al comienzo de un discurso alguien entrase y dijese: "Eso
no está probado". Se probará en el transcurso del tiempo, pero
primero tendrá que presentar mucho simplemente desde la observación,
para que pueda crearse el concepto correcto, la idea correcta.
Así
pues, les ruego que tomen estas conferencias en su conjunto, y
busquen en las últimas conferencias la prueba clara de muchas cosas
que en las primeras conferencias parecen ser meras declaraciones. Se
verificarán muchas cosas que tendré que manejar al principio de tal
manera que evoque los conceptos e ideas necesarios.
La
astronomía tal como la conocemos hoy, incluso añadiendo el campo de
la astrofísica, es fundamentalmente una creación moderna. Antes del
tiempo de Copérnico o Galileo, los hombres pensaban en los fenómenos
astronómicos de una manera que difería esencialmente de la forma en
que pensamos hoy. Resulta incluso extraordinariamente difícil
indicar, la forma en que el hombre todavía pensaba en la astronomía,
por ejemplo, en los siglos XIII y XIV, porque aquella forma de pensar
se ha vuelto completamente extraña para el hombre de hoy. Solo
vivimos en las ideas que se han formado desde los tiempos de Galileo,
Kepler, Copérnico; y hasta cierto punto de vista eso es
perfectamente correcto. Son ideas que tratan los fenómenos distantes
del espacio universal, en lo que concierne a la astronomía, de
manera matemática y mecánica. Los hombres piensan en estos
fenómenos en términos de matemática y mecánica. Al observar los
fenómenos, los hombres basan sus ideas en lo que han adquirido de
una ciencia matemática abstracta, o una ciencia abstracta de la
mecánica. Calculan distancias, movimientos y fuerzas. Pero la
perspectiva cualitativa que todavía existía en los siglos XIII y
XIV, que sabía diferenciar las individualidades en las estrellas,
una individualidad de Júpiter, de Saturno ... esto se ha perdido por
completo para el hombre moderno. No criticaré las cosas por el
momento, sino que solo señalaré la forma casi exclusiva, mecánica
y matemática de tratar lo que llamamos el campo de la astronomía.
Aunque estemos familiarizados con las estrellas de una manera popular
sin entender de matemáticas o de mecánica, todavía las encontramos
presentadas, aunque de una manera adecuada para la mente laica, bajo
ideas íntegramente de tipo matemático y mecánico de espacio y
tiempo. En las mentes de nuestros contemporáneos, no existen dudas
de ningún tipo, de que esta es la única forma de considerar los
cielos estrellados. Cualquier otra cosa, están convencidos, sería
meramente amateur.
Ahora
bien, si nos preguntamos cómo ha sido posible que haya surgido esta
visión de los cielos estrellados en la evolución de la
civilización, la respuesta de quienes consideran absoluto el modo de
pensamiento científico moderno, será diferente de la respuesta que
nosotros podamos dar. Aquellos que consideran el pensamiento
científico de hoy como algo absoluto y verdadero, dirán: Bien, ya
sabes, entre la humanidad anterior aún no había ideas estrictamente
formadas científicamente; El hombre ha tenido primero que luchar por
tales ideas, es decir, al modo matemático y mecánico de considerar
los fenómenos celestes del Universo, una humanidad posterior ha
trabajado hacia una comprensión estrictamente científica de lo que
realmente corresponde a la realidad.
Esta
es una respuesta que no podemos dar, mis queridos amigos. Debemos,
desde el punto de vista de la evolución de la humanidad, adoptar la
postura de que en el curso de su existencia, el hombre ha introducido
varias fuerzas internas en su conciencia. Debemos decirnos a nosotros
mismos: la forma de observar los fenómenos celestes que existían
entre los antiguos babilonios, los egipcios, tal vez incluso el
pueblo indio, era debida a la particular forma que el desarrollo de
las fuerzas del alma humana estaba adoptando en aquellos tiempos.
Esas fuerzas del alma humana tuvieron que desarrollarse con la misma
necesidad interna con la que un niño entre los diez y los quince
años debe desarrollar ciertas fuerzas del alma, mientras que en otro
período desarrollará otras facultades, lo que llevará a la
humanidad a conclusiones diferentes sobre el mundo. Entonces hizo
aparición el sistema ptolemaico. Que surgió de diferentes fuerzas
del alma. Después nuestro sistema copernicano. Que a su vez surgió
de otras fuerzas del alma. El sistema copernicano no se desarrolló
porque la humanidad alegremente decidiese apostar por la objetividad,
mientras que hasta entonces todos habían sido niños, sino porque la
humanidad desde mediados del siglo XV necesitaba precisamente las
facultades matemáticas y mecánicas para su desarrollo. Por eso el
hombre moderno ve los fenómenos celestes desde la perspectiva
formada por las facultades matemáticas y mecánicas. Y algún día
volverá a verlos de forma diferente, cuando en su desarrollo haya
extraído de las profundidades del alma otras fuerzas, para su propia
curación y provecho. Por lo tanto, depende de la humanidad la forma
que adopta el concepto del mundo. Pero no se trata de mirar con
benevolencia hacia épocas anteriores cuando los hombres eran "más
infantiles", y luego pensar con orgullo que en los tiempos
modernos hemos luchado por llegar a una comprensión objetiva que
ahora puede perdurar para todas las edades futuras.
Hay
algo que se ha vuelto una necesidad real para la humanidad posterior
y ha dado color a los requisitos de la mente científica. Es lo
siguiente: los hombres por un lado, se esfuerzan por ideas claras y
fáciles de controlar tales como las ideas matemáticas, y por otro
lado se esfuerzan por ideas a través de las cuales pueden
abandonarse más fuertemente a una compulsión interna. El hombre
moderno se vuelve incierto y nervioso de inmediato si no siente la
fuerte compulsión interna que le brinda, por ejemplo, el
razonamiento del teorema de Pitágoras, pero, digamos que se da
cuenta de que la cifra resultante no puede decidir por él, sino que
debe desarrollar una actividad del alma y decidir por sí mismo.
Entonces, de inmediato, se vuelve incierto y nervioso y ya no está
dispuesto a continuar la línea de pensamiento. Por eso dice: Eso no
es una ciencia exacta; hay subjetividad en ella. El hombre moderno es
en verdad terriblemente pasivo; Le gustaría ser conducido a todas
partes por una cadena de argumentos y conclusiones infalibles. Las
matemáticas satisfacen este requisito, al menos en la mayoría de
los casos; y donde no es así, donde el hombre ha interpuesto su
propia opinión en los últimos tiempos, bueno, mis queridos amigos,
¡los resultados lo dicen todo! Los hombres todavía creen que están
siendo exactos, mientras se meten con las ideas más increíbles.
Por
consiguiente, en cuanto a las matemáticas y a la mecánica, los
hombres creen que están amparados por cadenas de conceptos
vinculados entre sí por su propia lógica inherente. Sienten
entonces que pisan terreno seguro, pero en el momento en que le
faltan no quieren continuar. Lo que el hombre moderno necesita para
su "seguridad", son por un lado, conceptos que sean fáciles
de entender y por el otro el elemento de compulsión interna: La
particular forma de concepción del mundo, suministrada por la
ciencia de la astronomía moderna, se ha construido fundamentalmente
sobre esta base. No me estoy refiriendo a los hechos aislados, sino
simplemente a la concepción del mundo en su conjunto.
Mis
queridos amigos, esa actitud hacia un concepto matemático y mecánico
del mundo, ha penetrado tanto en la conciencia de la humanidad, que
la gente ha llegado a considerar que todo lo que no puede ser tratado
de esta manera, es más bien poco científico. De este sentimiento
surgió una frase como la de Kant, quien dijo: Solo por cada rama de
la ciencia, hay tanta ciencia real como matemática; realmente se
debería incorporar Aritmética o Geometría a todas las ciencias.
Pero esta idea, como sabemos, se desmorona cuando pensamos cuán
remotas parecen las más simples ideas matemáticas para aquellos,
que por ejemplo, estudian Medicina. Nuestra división actual de las
ciencias no le aporta prácticamente nada a un estudiante de medicina
por la vía de las ideas matemáticas.
Y
por eso sucede que lo que se llama conocimiento astronómico, se ha
establecido en parte, como un ideal. DuBois-Raymond en su discurso
sobre los límites del conocimiento de la Naturaleza, definió esto
al decir: Solo captamos verdades en la Naturaleza y satisfacemos
nuestra necesidad de causalidad en la medida en que podemos aplicar
el tipo de conocimiento astronómico. Es decir, consideramos los
fenómenos celestes de tal manera que dibujamos las estrellas sobre
el mapa del cielo y calculamos según el material que allí se nos
da. Podemos decir exactamente: hay una estrella, que ejerce una
fuerza de atracción sobre otras estrellas. Comenzamos a calcular,
teniendo visiblemente ante nosotros, las diferentes cosas a las que
se aplican nuestros cálculos. Esto es en primer lugar lo que hemos
aportado a la astronomía. Ahora observemos, digamos, una molécula.
Dentro de la compleja molécula tenemos átomos, ejerciendo una
fuerza de atracción entre sí, moviéndose unos alrededor de otros,
formando, por así decirlo, un pequeño universo. Observamos esta
molécula como un pequeño sistema cósmico y nos complace que todo
parece encajar. Pero después está la gran diferencia de que cuando
miramos al cielo estrellado se nos dan todos los detalles. A lo sumo,
podemos preguntarnos si los entendemos correctamente, si después de
todo, no podría haber otra explicación que la ofrecida por Newton.
Disponemos de los detalles dados y luego hilvanamos una red
matemática y mecánica sobre ellos. Esta red de pensamientos en
realidad es algo añadido a los hechos dados, pero desde un punto de
vista científico, eso satisface la necesidad moderna del hombre. Por
eso trasladamos el sistema que primero hemos pensado e ideado, al
mundo de la molécula y los átomos, Así le estamos añadiendo en
forma de pensamientos, lo que en el otro caso nos vino dado de forma
natural. Pero para satisfacer nuestra supuesta necesidad de
causalidad decimos: Lo que consideramos como la partícula más
pequeña, se mueve de tal y cual manera, y es la equivalente objetiva
de lo que experimentamos subjetivamente como luz, sonido, calor, etc.
Trasladamos la forma astronómica del conocimiento a todos los
fenómenos del mundo para así satisfacer nuestra demanda de
causalidad. Du-Bois Raymond lo ha expresado sin rodeos: "Si eso
no se puede hacer, no hay ninguna explicación científica".
Sí,
mis queridos amigos, las afirmaciones que se hacen aquí, en realidad
llevan implícitas que, si por ejemplo, deseamos llegar a una forma
racional de terapia, es decir, a comprender la actividad de un
remedio, deberíamos ser capaces de seguir los átomos en la
sustancia del remedio como seguimos los movimientos de la Luna, el
Sol, los planetas y las estrellas fijas. Todos tendrían que
convertirse en pequeños sistemas cósmicos. Deberíamos poder
calcular cómo funcionaría este o aquel remedio. Esto, no hace mucho
tiempo, era realmente un ideal para algunas personas. Ahora han
renunciado a tales ideales. Tal idea se derrumba no solo en lo
referente a un campo tan alejado como una terapia racional, sino
hasta en aquellos que están más al alcance, simplemente por lo
compartimentadas que están nuestras ciencias hoy. Es una obviedad,
que el médico moderno está educado de tal manera que domina
extraordinariamente poco las matemáticas puras. Podemos hablar con
él tal vez de la necesidad de un conocimiento de astronomía, pero
sería inútil hablar de introducir ideas matemáticas en su campo de
trabajo. Pero como hemos visto, según la noción moderna, todo lo
que esté fuera de las matemáticas, la mecánica y la astronomía
debe describirse, como no científico en el sentido estricto de la
palabra. Naturalmente eso no se hace. La gente considera estas otras
ciencias también como exactas, pero esto es muy inconsistente. Sin
embargo, es una característico de la actualidad exigir que se
entienda todo sobre el modelo de la astronomía matemática.
Hoy
es difícil hablar con la gente de manera seria sobre tal cosa; me
gustaría aclararles con un ejemplo lo difícil que es esto.
Ustedes
saben, por supuesto, que la cuestión de la forma del cráneo humano
ha jugado un gran papel en la biología moderna. También he hablado
de este asunto muchas veces en el curso de nuestras conferencias
antroposóficas. Goethe y Oken plantearon magníficos pensamientos
sobre esta cuestión de los huesos del cráneo humanos. La escuela de
Gegenbauer también llevó a cabo investigaciones clásicas al
respecto. Pero algo que pudiera satisfacer la necesidad de un
conocimiento más profundo en esta dirección, de hecho, no existe en
la actualidad.
La
gente debate, hasta qué punto Goethe tenía razón cuando decía que
los huesos del cráneo son vértebras metamorfoseadas, huesos de la
columna vertebral. Pero hoy en día es imposible llegar a una visión
realmente penetrante de este asunto, porque en los círculos donde se
discuten estas cosas, apenas se entendería, y donde podría llegarse
a un entendimiento, no se habla de estas cosas porque no son de
interés . Hoy es prácticamente imposible reunir en estrecha
asociación de trabajo a un médico completamente moderno, a un
matemático completamente moderno, es decir, uno que sea maestro de
las matemáticas superiores, y a un hombre que pueda entenderlos a
ambos de manera aceptable. Estos tres hombres apenas se entenderían.
El que se situase en medio de los dos, comprendiéndolos ligeramente,
podría hablar tanto con el matemático como también con el médico.
Pero el matemático y el médico no podrían entenderse entre sí
sobre cuestiones importantes, porque lo que el médico tendría que
decir sobre ellas no le interesaría en absoluto al matemático, y lo
que el matemático tuviera que decir, (o dijese, si hallase las
palabras adecuadas), no sería entendido por el médico, que
carecería de los conocimientos matemáticos necesarios. Esto es lo
que sucedería en un intento por resolver el problema que acabo de
plantear. La gente imagina: si los huesos del cráneo son vértebras
metamorfoseadas, entonces deberíamos poder proceder directamente, a
través de una transformación que es posible imaginar espacialmente,
desde la vértebra hasta el cráneo. Estaría fuera de lugar extender
aún más la idea a los huesos de las extremidades, basándose en las
premisas aceptadas. El matemático moderno podrá, a partir de sus
estudios matemáticos, formar una idea de lo que realmente significa
cuando giro un guante de adentro hacia afuera, cuando giro el
interior hacia el exterior. Hay que tener en mente un cierto manejo
matemático del proceso por el cual lo que antes estaba afuera se
vuelve hacia adentro, y lo que estaba adentro se vuelve hacia afuera.
Haré un boceto (Fig. 1), una estructura de algún tipo que primero
es blanca por fuera y roja por dentro. Trataremos esta estructura
como lo hicimos con el guante, de modo que ahora sea roja por fuera y
blanca por dentro (Fig. 2).
Pero
vayamos más allá, mis queridos amigos, e imaginémonos que nosotros
mismos tenemos algo dotado de una fuerza propia que no admite ser
vuelto del revés de una manera tan simple como un guante que aún
después de darle la vuelta al revés, sigue pareciendo un guante.
Supongamos que invertimos algo que tiene diferentes tensiones de
fuerza en la superficie exterior de las que tiene en la interior.
Entonces simplemente nos encontraremos que, a través de la
inversión, surge una forma bastante nueva. La forma puede aparecer
así antes de haberla invertido (Fig. 1):
la volvemos del revés y
ahora entran en juego diferentes fuerzas en la superficie roja y en
la blanca, de modo que tal vez, puramente a través de la inversión,
surge esta otra forma ( Fig. 3). Dicha forma podría surgir
simplemente en el proceso de inversión. Cuando el lado rojo miraba
hacia adentro, las fuerzas predominantes, se desarrollan de manera
diferente cuando se vuelven hacia afuera. Y con el lado blanco lo
mismo; solo cuando se gira hacia el interior puede desarrollar sus
fuerzas inherentes.
Por
supuesto, es bastante plausible exponer una presentación matemática
de un tema así, pero la gente hoy en día no está muy dispuesta a
aplicar a la realidad lo que conceptualmente concibe de tal manera.
Sin embargo, en el momento en que aprendemos a aplicar esto a la
realidad, podemos ver en nuestros huesos largos o huesos tubulares
(es decir, en los huesos de las extremidades), una forma que, cuando
se invierte, se convierte en los huesos del cráneo. En el dibujo,
dejen que el interior del hueso, hasta la médula, esté representado
por el rojo, y el exterior por el blanco (Fig. 4).
Ciertas formas y
fuerzas, que por supuesto pueden investigarse, se vuelven hacia
adentro, y lo que vemos cuando retiramos el músculo del hueso largo
se vuelve hacia afuera. Pero ahora imagine estos huesos huecos al
revés por el mismo principio que le acabo de dar, en el que se ponen
en juego otras condiciones de estrés y tensión;
entonces
se puede obtener fácilmente esta forma (Fig. 5). Ahora se tiene el
color blanco adentro, y lo que está coloreado en rojo va por fuera.
De hecho, esta es la relación de un hueso del cráneo con un hueso
de la extremidad, y en el medio se encuentra el hueso típico de la
espalda (la vértebra de la columna vertebral). Deben ustedes girar
como un guante el hueso tubular del revés, de acuerdo con sus
fuerzas inherentes; así se obtiene el hueso craneal. La metamorfosis
de los huesos de las extremidades en huesos del cráneo, solo debe
ser entendida cuando se tiene en cuenta el proceso de inversión, o
"volver lo de adentro hacia afuera". Lo importante es darse
cuenta de que lo que en los huesos de las extremidades se gira hacia
afuera, en los huesos del cráneo se gira hacia adentro. Los huesos
del cráneo se vuelven hacia un mundo propio en el interior del
cráneo. Ese es un mundo. El hueso del cráneo está orientado hacia
el mundo, así como el hueso de la extremidad está orientado hacia
afuera, hacia el mundo externo. Esto se puede ver claramente en el
caso de los huesos. Además, el organismo humano en su conjunto está
tan organizado que, por un lado, tiene una organización craneal y,
por otro, una organización de las extremidades, la del cráneo está
orientada hacia adentro, la de las extremidades hacia afuera. El
cráneo contiene un mundo interno, las extremidades un mundo externo,
y entre los dos hay una especie de sistema equilibrador que preserva
el ritmo.
Mis
queridos amigos, lean cualquier escrito relacionado con la teoría de
las funciones, o, digamos, de la geometría no euclidiana, y vean
cuan innumerables ideas de todo tipo se presentan, ideas que van más
allá del concepto geométrico ordinario del espacio tridimensional;
(para extender el alcance) ampliando el concepto de geometría. Verán
cuanta diligencia e ingenio se emplean. Pero ahora supongan que se
han vuelto ustedes unos expertos en matemáticas, que conocen bien la
teoría de las funciones y que comprenden todo lo que hoy se puede
entender de geometría no euclidiana. Quisiera ahora plantear una
pregunta sobre lo mucho que se tiende hacia esta dirección
(Perdónenme si parece que no valoro mucho, hablando de estas cosas
en términos tan triviales. Y sin embargo, debo hacerlo, y ruego a la
audiencia, especialmente a los matemáticos capacitados, que den
vueltas en sus mentes a ver si no hay verdad en lo que digo.) La
pregunta podría formularse de la siguiente manera: ¿De qué sirve
toda esta retahíla de pensamientos puramente matemáticos? ¿Cuanto
vale para mí, traducido en dinero? En los ámbitos en los que quizás
pudiera encontrar una aplicación concretan nadie está interesado.
Sin embargo, si tuviéramos que aplicar a la estructura del organismo
humano todo lo que se ha ideado en la geometría no euclidiana,
entonces deberíamos estar en el ámbito de la realidad aplicando a
la realidad ideas inconmensurablemente importantes, sin perdernos en
meras especulaciones. Si el matemático estuviera tan capacitado como
para interesarse también en lo que es real, en la apariencia del
corazón, por ejemplo, para poder hacerse una idea de cómo a través
de un proceso matemático podría volver del revés el corazón, lo
de adentro hacia afuera y de ese modo surgiría toda la forma humana:
si se le enseñara a usar sus matemáticas en la vida real, entonces
podría estar trabajando en el ámbito de lo real. Eso haría
imposible que al matemático capacitado, por un lado, no le
interesara lo que el médico aprende, ni por el otro, el médico,
tampoco comprenda nada de cómo el matemático, (aunque en un
elemento puramente abstracto), es capaz de cambiar y metamorfosear
las formas. Esta es la situación que debemos alterar, si no queremos
que nuestras ciencias decaigan creciendo separadas la una de la otra;
la gente ya no entiende el idioma del otro.
Así
pues ¿Cómo ha de transformarse la ciencia en una ciencia social,
tal como está implícito en todo lo que les iré contando en estas
conferencias? Todavía no existe una ciencia que se revierta en las
ciencias sociales.
Por
un lado, tenemos la astronomía, que tiende cada vez más a
revestirse en formas matemáticas de pensamiento. En su forma actual
se ha vuelto tan grande justamente, porque es una ciencia puramente
matemática y mecánica. Pero hay otra rama de la ciencia que se
encuentra, por así decirlo, en el polo opuesto a la Astronomía, y
que no puede estudiarse en su naturaleza real sin la Astronomía. Sin
embargo, tal como es la ciencia hoy en día, es imposible construir
un puente entre la astronomía y ese otro polo de la ciencia que es
la embriología. Solo estudia la realidad, quien estudia a la vez los
cielos estrellados por un lado, y por el otro el desarrollo del
embrión humano. ¿Cómo se estudia generalmente el embrión humano
en la actualidad? Bueno, según se afirma: el embrión humano surge
de la interacción de dos células, las células sexuales o gametos,
masculinos y femeninos. Estas células se desarrollan en el organismo
materno y paterno, de tal manera que alcanzan cierto estado de
independencia antes de que puedan interactuar. Después presentan una
cierta connivencia, la célula masculina, suscita nuevas y diferentes
posibilidades de desarrollo en la otra, la femenina. La pregunta es:
¿Qué es una célula? Como ustedes saben, desde mediados del siglo
XIX, la biología se ha basado principalmente en la teoría celular.
La célula se describe como una esférula más o menos grande, que
consiste en albúminas o sustancias similares a proteínas. Tiene un
núcleo dentro de una estructura algo diferente y alrededor del
conjunto hay una membrana envolvente. Como tal, es la piedra angular
de todo lo que surge de los organismos vivos. Las células sexuales
son de naturaleza similar, pero se forman de manera diferente según
sean masculinas o femeninas, y a partir de esas células se construye
todo organismo más complicado.
Pero
entonces, ¿Qué se entiende realmente cuando se dice que a partir de
estas células se construye un organismo? Se basa en la idea de que
las sustancias que se encuentran habitualmente en la naturaleza, una
vez que son absorbidas por estas células, dejan a partir de
entonces, de actuar de la misma manera que antes. Cuando el oxígeno,
el nitrógeno o el carbono están contenidos en las células, el
carbono por ejemplo, no tiene el mismo efecto que habría tenido
antes sobre cualquier otra sustancia externa; pierde su poder de
influir sobre ellas directamente. Es absorbido en el organismo de la
célula y allí solo puede actuar cuando las condiciones de la célula
lo permiten. Es decir, la influencia la ejerce ahora no tanto el
carbono, sino la propia célula, que hace uso de las características
particulares del carbono, del cual ha incorporado una cierta cantidad
en sí misma. Por ejemplo, lo que el hombre tiene dentro de sí en
forma de metal, por ejemplo, el hierro, solo actúa de manera
indirecta, a través de la célula. La célula es el material de
construcción. Así pues, al estudiar el organismo, todo nos conduce
a la célula. Si nos centramos en principio solo en la masa principal
de la célula, sin el núcleo ni la membrana, distinguimos dos
partes: una parte transparente compuesta de este fluido y otra parte
que forma una especie de estructura. Describiéndolo
esquemáticamente, podemos decir que esta estructura de la célula,
está incrustado, por así decirlo, en la otra sustancia que, a
diferencia de la estructura, no tiene forma. (Fig. 6)
Por
lo tanto, debemos pensar en la célula como una masa que permanece
fluida y sin forma y un esqueleto o estructura que adquiere una gran
variedad de formas. Esto es lo que se estudia. El método de estudiar
las células de esta manera se ha perfeccionado bastante; ciertas
partes de la célula pueden teñirse de color, dejando otras sin
manchar. Por lo tanto, con carmín o azafrán, o cualquier materia
colorante utilizada, podemos distinguir la forma de la célula y, por
lo tanto, podemos adquirir ciertas ideas sobre su estructura interna.
Observamos, por ejemplo, cómo cambia la estructura interna cuando la
célula germinal femenina es fecundada. Seguimos las diferentes
etapas en las que la estructura interna de la célula se altera; cómo
se divide; y cómo se unen las partes entre sí, célula tras célula,
de modo que el conjunto se convierte en una estructura complicada.
Todo esto es estudiado. Pero a nadie se le ocurre preguntar: ¿A qué
obedece toda esta vida en la célula? ¿Qué está pasando realmente?
A nadie se le ocurre preguntar eso.
Mis
queridos amigos, los procesos que tienen lugar en la célula deben
ser concebidos, de la siguiente manera, aunque para estar seguros,
sigue siendo una forma bastante abstracta. Ahí tenemos una célula.
Por el momento, considerémosla en su forma más habitual, es decir
de forma esférica. Esta forma esférica está parcialmente
determinada por la delgada sustancia fluida, y dentro de ella está
la delicada estructura (o marco) envolvente. Pero, ¿Qué es la forma
esférica? La delgada masa de fluido todavía permanece totalmente
abandonada a sí misma y, por lo tanto, se comporta de acuerdo con
los impulsos que recibe de su entorno. ¿Qué hace? Bueno, mis
queridos amigos, ¡ es el reflejo del universo que la rodea! Asume la
forma de la esfera porque refleja en miniatura todo el cosmos, que de
hecho también nos imaginamos idealmente como una esfera. Cada célula
en su forma esférica no es mas que una imagen de la forma de todo el
universo. Y el marco interior, cada línea de forma, está
condicionado por su relación con la estructura de todo el cosmos.
Para empezar, me expresaré de manera abstracta, piensen en la esfera
del universo con su límite imaginario (Fig. 7). En él, tienen aquí
un planeta (a), y allá un planeta (a1).
Actúan de tal manera que
ejercen influencia entre sí en la dirección de la línea que los
une. Aquí (m) digamos, que se forma una célula, esquemáticamente,
por supuesto; Su contorno refleja la esfera. Aquí, dentro del marco,
tiene una parte sólida que se debe a la acción de un planeta sobre
el otro. Y supongamos que aquí hubiera otra constelación de
planetas, actuando unos sobre otros a lo largo de la línea que los
une (desde b hasta b1).
Y
aquí nuevamente podría haber otro planeta (c), (este no tiene su
contrario) que distorsiona toda la construcción, que de otro modo
podría haber sido rectangular, y la estructura toma una forma algo
diferente. Por eso, en toda la formación del marco de la célula, se
imprime un reflejo de las relaciones existentes en el sistema
planetario, de todo el conjunto del sistema estelar. Pueden ustedes
penetrar en la formación de la célula de manera bastante concreta,
pero solo alcanzarán una comprensión de esta forma concreta si ven
en la célula una imagen de todo el cosmos.
Y
ahora tomen el óvulo femenino e imagínense que este óvulo ha
mantenido las fuerzas cósmicas en un cierto equilibrio interno.
Tomando forma en el marco de la célula y, en cierta manera, dichas
fuerzas cósmicas reposan dentro de ella, sostenidas por el conjunto
del organismo femenino. Entonces se produce la influencia de la
célula sexual masculina. En ella las fuerzas macrocósmicas no están
en reposo, sino que actúan en el sentido de una fuerza muy
especializada. Es como si la célula sexual masculina actuara con
precisión a lo largo de esta línea de fuerza (indicada por el Dr.
Steiner en la pizarra) sobre el óvulo femenino que se halla en una
condición de reposo. La célula, que es una imagen de todo el
cosmos, por lo tanto, abandona una vez más su forma microcósmica,
por un cambiante juego de fuerzas. Al principio, en el óvulo
femenino, el macrocosmos descansa en una imagen pacífica. Después,
por medio de la célula sexual masculina, la célula femenina es
sacada de ese estado de reposo, poniéndose en movimiento y
desplazándose nuevamente hacia una región de actividad
especializada. Previamente, la célula a imagen del cosmos, se había
mantenido en la forma de reposo pero las fuerzas masculinas vuelven a
poner la forma en movimiento, formas que son, por así decirlo,
imágenes de movimiento. A través de ellas, las fuerzas femeninas,
que son imágenes de la forma del cosmos y han estado en reposo,
salen de este estado de reposo y equilibrio.
Desde
el aspecto de la astronomía, podemos formarnos una idea, de la
formación y configuración de algo que es diminuto y celular. Desde
luego, la embriología no puede estudiarse sin la astronomía, porque
lo que la embriología nos muestra, no es mas que el otro polo de lo
que vemos en la astronomía. Debemos pues, de alguna manera,
investigar por una parte el firmamento, viendo cómo se revelan
etapas sucesivas en él, y luego debemos continuar el proceso de
desarrollo de una célula fecundada. Ambos se complementan, porque el
uno no es mas que la imagen del otro. Si no saben ustedes nada de
Astronomía, nunca podrán comprender las fuerzas que actúan en la
Embriología, y si tampoco saben nada de Embriología, nunca
comprenderán el significado de las actividades con las que se tiene
que enfrentar la Astronomía. Porque tales actividades aparecen en
miniatura en los procesos embrionarios.
Es
concebible que se forme una ciencia en la que, por un lado, se
calculen y describan los eventos astronómicos, y por otro, todo lo
que en Embriología se corresponda, que no es mas que lo mismo visto
desde otro aspecto.
Ahora
fíjense en que posición se encuentra hoy. Como verán, la
Embriología se estudia por separado. Se consideraría una locura que
a un embriólogo moderno se le exigiese estudiar Astronomía para
comprender los fenómenos de su propio campo de trabajo. Y sin
embargo, así debería ser. Por eso es necesario un replanteamiento
completo de las ciencias. Se hará imposible ser un verdadero
embriólogo sin estudiar Astronomía. Ya no será posible formar
especialistas que simplemente se vuelquen con sus telescopios hacia
las estrellas, porque estudiar las estrellas de esa manera dejará de
tener sentido a menos que se sepa que lo diminuto y lo microscopico
se han formado a partir de la grandiosidad del universo.
Todo
esto, que es bastante real y concreto, en círculos científicos se
ha transformado en la máxima abstracción. Es una necesidad real
decir: que debemos luchar por el conocimiento astronómico aplicado a
la teoría del desarrollo celular, especialmente en embriología. Si
DuBois-Raymond hubiera dicho que los hechos astronómicos detallados
deberían aplicarse a la teoría celular, habría hablado desde la
esfera de la realidad. Pero lo que perseguía no se corresponde con
ninguna realidad, es decir, que cosas pensadas e ideadas, tales como
átomos y moléculas, debían ser examinadas con precisión
astronómica. Quería que el tipo de pensamientos matemáticos de la
astronomía, que se han aplicado al mundo de las estrellas, se
aplicaran también en las moléculas.
Así
pues, por un lado, se ve la realidad: el movimiento, las fuerzas
activas de las estrellas y el desarrollo embrionario en cuyo seno
late, en realidad, lo mismo que late en el firmamento. Ahí es donde
radica la realidad y ahí es donde debemos buscarla. Por otro lado se
encuentra la abstracción. El matemático, mecanicista, que calcula
los movimientos y fuerzas de los cuerpos celestes y luego inventa la
estructura molecular a la cual aplicar este tipo de conocimiento
astronómico. Justo ahí es donde la ciencia materialista se aparta
de la vida, sumergiéndose en puras abstracciones.
Estas
son las cosas sobre las que debemos pensar, recordando que ahora
debemos renovar, con plena conciencia, algo que en cierto sentido
estaba presente en tiempos anteriores. Mirando retrospectivamente
hacia los misterios egipcios, encontramos observaciones astronómicas
como las que se hacían en aquél tiempo. Estas observaciones, mis
queridos amigos, no se utilizaban simplemente para calcular cuándo
se produciría un eclipse del Sol o de Luna, sino para determinar lo
que debería suceder en la evolución social. Los hombres se guiaban
por lo que veían en los cielos, y así se establecía lo que debía
decirse a la gente, las instrucciones que debían darse, para que el
desarrollo del conjunto de la vida social tomase el curso correcto.
Astronomía y Sociología eran tratadas como una sola cosa. Nosotros
también, aunque de manera diferente a los egipcios, debemos aprender
nuevamente cómo conectar lo que sucede en la vida social con los
fenómenos del gran universo. No entenderemos lo que sucedió a
mediados del siglo XV, si no podemos relacionar los eventos de
aquella época con los fenómenos predominantes en el universo.
Hablar de los cambios en el mundo civilizado a mediados del siglo XV,
sin tener todo esto en cuenta, es como pretender que un ciego haga
una disertación sobre los colores.
La
ciencia espiritual representa un punto de partida. Pero no lograremos
integrar el complicado campo de las ciencias sociales, con las
observaciones de los fenómenos naturales, a menos que primero
empecemos por conectar la astronomía con la embriología, vinculando
el desarrollo embrionario con los fenómenos astronómicos.
Traducción de J.Luelmo 04/2014
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