GA323 Stuttgart, 1 de enero de 1921 astronomia

Rudolf Steiner





Curso de ciencias naturales celestes

en relación con el ser humano

y el conocimiento humano




Conferencia I
Stuttgart, 1 de enero de 1921


¡Mis queridos amigos!


Hoy me gustaría hacer algunas observaciones introductorias sobre lo que voy a presentar ante ustedes en los próximos días. Mi razón para hacerlo es que ustedes puedan conocer el propósito de estas conversaciones desde el principio.
Mi tarea durante los días siguientes no consistirá en tratar con una rama especifica de la ciencia, estrechamente definida, sino de dar varios puntos de vista más amplios, teniendo en mente un objetivo bastante definido en relación con la ciencia. Por lo tanto, me gustaría advertir a la gente que no describa esto como un "Curso de Astronomía". No está destinado a ser eso. Sino que tratará sobre algo que considero especialmente importante para nosotros en este momento. Por lo tanto, le he dado el título "La relación de las diversas ramas de las ciencias naturales con la astronomía", y hoy concretamente explicaré lo que realmente pretendo al seleccionar este título.
El hecho es que en un tiempo relativamente corto habrá que cambiar mucho dentro de lo que llamamos la esfera de la ciencia, si no se quiere entrar en un declive completo. Ciertos grupos de ciencias que ahora están comprendidos bajo varios títulos y se les permite estar representados bajo estos títulos, en nuestras escuelas ordinarias, tendrán que cambiar sus hábitos y clasificarse desde otros aspectos. Esto requerirá un reagrupamiento de gran alcance de nuestras ciencias. La agrupación actualmente empleada es totalmente inadecuada para un concepto del mundo basado en la realidad, y, sin embargo, nuestro mundo moderno mantiene una clasificación tan tradicional que basándose en eso, son elegidos los candidatos para ocupar las cátedras profesionales en nuestras universidades. Las personas se limitan en su mayor parte a dividir los campos circunscritos existentes de las Ciencias Naturales, en ramas aún más especificas, y luego recurren a los llamados especialistas o expertos. Pero en toda la vida científica debe producirse un cambio mediante el advenimiento de categorías muy diferentes, dentro de las cuales se unirán, como en un campo completamente nuevo de la ciencia, las cosas que hoy se tratan en Zoología o Fisiología, o quizás, digamos , en la teoría del conocimiento. Las formas más antiguas de clasificación científica, a menudo extremadamente abstractas, deben desaparecer y deben surgir combinaciones científicas bastante nuevas. Esto al principio encontrará grandes trabas, porque hoy la gente está capacitada en ramas especializadas de la ciencia y les será difícil encontrar un enfoque de lo que necesitarán urgentemente para lograr una combinación de material científico de acuerdo con realidad.
Para ser concisos, podría decir: que hoy tenemos una ciencia de la astronomía, de la física, de la química, de la filosofía, tenemos una ciencia de la biología, de las matemáticas, etc. Se han formado ramas especificas, casi, podría decir, para que los diversos especialistas no tengan que trabajar tanto para llegar a estar bien fundamentados en su tema. No tienen mucho que hacer para dominar toda la literatura en cuestión, que, como sabemos, existe en cantidades inmensas. Pero será cuestión de crear nuevas ramas que comprenderán cosas muy diferentes, que tal vez incluyan, al mismo tiempo, algo de Astronomía, algo de Biología, etc. Para ello será esencial, por supuesto, una remodelación de toda nuestra vida científica. Por lo tanto, lo que llamamos Ciencia Espiritual, que de hecho pretende ser de naturaleza universal, debe trabajar precisamente en esta dirección. Su misión especial debe ser trabajar en esta dirección. Pues simplemente no podemos avanzar más con la antigua agrupación. Nuestras universidades se enfrentan al mundo hoy, mis queridos amigos, de una manera que está bastante alejada de la vida. Se forman matemáticos, fisiólogos, filósofos, pero ninguno de ellos tiene una relación real con el mundo. No pueden hacer nada más que trabajar en sus esferas estrechamente confinadas, poniendo ante nosotros una imagen del mundo que se vuelve cada vez más abstracta, cada vez menos realista.
El cambio aquí indicado, es una necesidad profunda para nuestro tiempo, al cual quiero hacer justicia en estas conferencias. Me gustaría que vieran cuán imposible será continuar indefinidamente las clasificaciones más antiguas, y por lo tanto quiero mostrar cómo otras ramas de la ciencia de los más variados tipos, que, en su forma actual de tratamiento, no tienen en cuenta la astronomía, de hecho tienen conexiones definidas con la astronomía, es decir, con un verdadero conocimiento del espacio universal. Ciertos hechos astronómicos también deben tenerse en cuenta en otras ramas de la ciencia, para que podamos aprender a dominar estos otros campos de una manera conforme a la realidad.
La tarea de estas conferencias es, por lo tanto, construir un puente desde los diferentes campos del pensamiento científico hacia el campo de la astronomía, para que la comprensión astronómica pueda aparecer de manera correcta en los diversos campos de la ciencia.
Para evitar malentendidos, me gustaría hacer un comentario más sobre el método. Habrán ustedes visto, que la forma habitual de presentar los hechos científicos hoy en día, debe sufrir un cambio considerable, porque en realidad surge de la estructura científica que debe superarse. Cuando se hace referencia a los hechos de hoy, que están algo alejados de la comprensión del hombre, -alejados, justamente porque en su conocimiento científico él no se encuentra con ellos en absoluto,- es habitual decir: "Eso se afirma, pero no se prueba". Sin embargo, en el trabajo científico a menudo es bastante inevitable que inicialmente se hagan afirmaciones simplemente como resultados de la observación, que solo después se pueden, verificar a medida que se presentan más y más hechos para respaldarlas. Por lo tanto, sería un error suponer, por ejemplo, que justo al comienzo de un discurso alguien entrase y dijese: "Eso no está probado". Se probará en el transcurso del tiempo, pero primero tendrá que presentar mucho simplemente desde la observación, para que pueda crearse el concepto correcto, la idea correcta.
Así pues, les ruego que tomen estas conferencias en su conjunto, y busquen en las últimas conferencias la prueba clara de muchas cosas que en las primeras conferencias parecen ser meras declaraciones. Se verificarán muchas cosas que tendré que manejar al principio de tal manera que evoque los conceptos e ideas necesarios.
La astronomía tal como la conocemos hoy, incluso añadiendo el campo de la astrofísica, es fundamentalmente una creación moderna. Antes del tiempo de Copérnico o Galileo, los hombres pensaban en los fenómenos astronómicos de una manera que difería esencialmente de la forma en que pensamos hoy. Resulta incluso extraordinariamente difícil indicar, la forma en que el hombre todavía pensaba en la astronomía, por ejemplo, en los siglos XIII y XIV, porque aquella forma de pensar se ha vuelto completamente extraña para el hombre de hoy. Solo vivimos en las ideas que se han formado desde los tiempos de Galileo, Kepler, Copérnico; y hasta cierto punto de vista eso es perfectamente correcto. Son ideas que tratan los fenómenos distantes del espacio universal, en lo que concierne a la astronomía, de manera matemática y mecánica. Los hombres piensan en estos fenómenos en términos de matemática y mecánica. Al observar los fenómenos, los hombres basan sus ideas en lo que han adquirido de una ciencia matemática abstracta, o una ciencia abstracta de la mecánica. Calculan distancias, movimientos y fuerzas. Pero la perspectiva cualitativa que todavía existía en los siglos XIII y XIV, que sabía diferenciar las individualidades en las estrellas, una individualidad de Júpiter, de Saturno ... esto se ha perdido por completo para el hombre moderno. No criticaré las cosas por el momento, sino que solo señalaré la forma casi exclusiva, mecánica y matemática de tratar lo que llamamos el campo de la astronomía. Aunque estemos familiarizados con las estrellas de una manera popular sin entender de matemáticas o de mecánica, todavía las encontramos presentadas, aunque de una manera adecuada para la mente laica, bajo ideas íntegramente de tipo matemático y mecánico de espacio y tiempo. En las mentes de nuestros contemporáneos, no existen dudas de ningún tipo, de que esta es la única forma de considerar los cielos estrellados. Cualquier otra cosa, están convencidos, sería meramente amateur.
Ahora bien, si nos preguntamos cómo ha sido posible que haya surgido esta visión de los cielos estrellados en la evolución de la civilización, la respuesta de quienes consideran absoluto el modo de pensamiento científico moderno, será diferente de la respuesta que nosotros podamos dar. Aquellos que consideran el pensamiento científico de hoy como algo absoluto y verdadero, dirán: Bien, ya sabes, entre la humanidad anterior aún no había ideas estrictamente formadas científicamente; El hombre ha tenido primero que luchar por tales ideas, es decir, al modo matemático y mecánico de considerar los fenómenos celestes del Universo, una humanidad posterior ha trabajado hacia una comprensión estrictamente científica de lo que realmente corresponde a la realidad.
Esta es una respuesta que no podemos dar, mis queridos amigos. Debemos, desde el punto de vista de la evolución de la humanidad, adoptar la postura de que en el curso de su existencia, el hombre ha introducido varias fuerzas internas en su conciencia. Debemos decirnos a nosotros mismos: la forma de observar los fenómenos celestes que existían entre los antiguos babilonios, los egipcios, tal vez incluso el pueblo indio, era debida a la particular forma que el desarrollo de las fuerzas del alma humana estaba adoptando en aquellos tiempos. Esas fuerzas del alma humana tuvieron que desarrollarse con la misma necesidad interna con la que un niño entre los diez y los quince años debe desarrollar ciertas fuerzas del alma, mientras que en otro período desarrollará otras facultades, lo que llevará a la humanidad a conclusiones diferentes sobre el mundo. Entonces hizo aparición el sistema ptolemaico. Que surgió de diferentes fuerzas del alma. Después nuestro sistema copernicano. Que a su vez surgió de otras fuerzas del alma. El sistema copernicano no se desarrolló porque la humanidad alegremente decidiese apostar por la objetividad, mientras que hasta entonces todos habían sido niños, sino porque la humanidad desde mediados del siglo XV necesitaba precisamente las facultades matemáticas y mecánicas para su desarrollo. Por eso el hombre moderno ve los fenómenos celestes desde la perspectiva formada por las facultades matemáticas y mecánicas. Y algún día volverá a verlos de forma diferente, cuando en su desarrollo haya extraído de las profundidades del alma otras fuerzas, para su propia curación y provecho. Por lo tanto, depende de la humanidad la forma que adopta el concepto del mundo. Pero no se trata de mirar con benevolencia hacia épocas anteriores cuando los hombres eran "más infantiles", y luego pensar con orgullo que en los tiempos modernos hemos luchado por llegar a una comprensión objetiva que ahora puede perdurar para todas las edades futuras.
Hay algo que se ha vuelto una necesidad real para la humanidad posterior y ha dado color a los requisitos de la mente científica. Es lo siguiente: los hombres por un lado, se esfuerzan por ideas claras y fáciles de controlar tales como las ideas matemáticas, y por otro lado se esfuerzan por ideas a través de las cuales pueden abandonarse más fuertemente a una compulsión interna. El hombre moderno se vuelve incierto y nervioso de inmediato si no siente la fuerte compulsión interna que le brinda, por ejemplo, el razonamiento del teorema de Pitágoras, pero, digamos que se da cuenta de que la cifra resultante no puede decidir por él, sino que debe desarrollar una actividad del alma y decidir por sí mismo. Entonces, de inmediato, se vuelve incierto y nervioso y ya no está dispuesto a continuar la línea de pensamiento. Por eso dice: Eso no es una ciencia exacta; hay subjetividad en ella. El hombre moderno es en verdad terriblemente pasivo; Le gustaría ser conducido a todas partes por una cadena de argumentos y conclusiones infalibles. Las matemáticas satisfacen este requisito, al menos en la mayoría de los casos; y donde no es así, donde el hombre ha interpuesto su propia opinión en los últimos tiempos, bueno, mis queridos amigos, ¡los resultados lo dicen todo! Los hombres todavía creen que están siendo exactos, mientras se meten con las ideas más increíbles.
Por consiguiente, en cuanto a las matemáticas y a la mecánica, los hombres creen que están amparados por cadenas de conceptos vinculados entre sí por su propia lógica inherente. Sienten entonces que pisan terreno seguro, pero en el momento en que le faltan no quieren continuar. Lo que el hombre moderno necesita para su "seguridad", son por un lado, conceptos que sean fáciles de entender y por el otro el elemento de compulsión interna: La particular forma de concepción del mundo, suministrada por la ciencia de la astronomía moderna, se ha construido fundamentalmente sobre esta base. No me estoy refiriendo a los hechos aislados, sino simplemente a la concepción del mundo en su conjunto.
Mis queridos amigos, esa actitud hacia un concepto matemático y mecánico del mundo, ha penetrado tanto en la conciencia de la humanidad, que la gente ha llegado a considerar que todo lo que no puede ser tratado de esta manera, es más bien poco científico. De este sentimiento surgió una frase como la de Kant, quien dijo: Solo por cada rama de la ciencia, hay tanta ciencia real como matemática; realmente se debería incorporar Aritmética o Geometría a todas las ciencias. Pero esta idea, como sabemos, se desmorona cuando pensamos cuán remotas parecen las más simples ideas matemáticas para aquellos, que por ejemplo, estudian Medicina. Nuestra división actual de las ciencias no le aporta prácticamente nada a un estudiante de medicina por la vía de las ideas matemáticas.
Y por eso sucede que lo que se llama conocimiento astronómico, se ha establecido en parte, como un ideal. DuBois-Raymond en su discurso sobre los límites del conocimiento de la Naturaleza, definió esto al decir: Solo captamos verdades en la Naturaleza y satisfacemos nuestra necesidad de causalidad en la medida en que podemos aplicar el tipo de conocimiento astronómico. Es decir, consideramos los fenómenos celestes de tal manera que dibujamos las estrellas sobre el mapa del cielo y calculamos según el material que allí se nos da. Podemos decir exactamente: hay una estrella, que ejerce una fuerza de atracción sobre otras estrellas. Comenzamos a calcular, teniendo visiblemente ante nosotros, las diferentes cosas a las que se aplican nuestros cálculos. Esto es en primer lugar lo que hemos aportado a la astronomía. Ahora observemos, digamos, una molécula. Dentro de la compleja molécula tenemos átomos, ejerciendo una fuerza de atracción entre sí, moviéndose unos alrededor de otros, formando, por así decirlo, un pequeño universo. Observamos esta molécula como un pequeño sistema cósmico y nos complace que todo parece encajar. Pero después está la gran diferencia de que cuando miramos al cielo estrellado se nos dan todos los detalles. A lo sumo, podemos preguntarnos si los entendemos correctamente, si después de todo, no podría haber otra explicación que la ofrecida por Newton. Disponemos de los detalles dados y luego hilvanamos una red matemática y mecánica sobre ellos. Esta red de pensamientos en realidad es algo añadido a los hechos dados, pero desde un punto de vista científico, eso satisface la necesidad moderna del hombre. Por eso trasladamos el sistema que primero hemos pensado e ideado, al mundo de la molécula y los átomos, Así le estamos añadiendo en forma de pensamientos, lo que en el otro caso nos vino dado de forma natural. Pero para satisfacer nuestra supuesta necesidad de causalidad decimos: Lo que consideramos como la partícula más pequeña, se mueve de tal y cual manera, y es la equivalente objetiva de lo que experimentamos subjetivamente como luz, sonido, calor, etc. Trasladamos la forma astronómica del conocimiento a todos los fenómenos del mundo para así satisfacer nuestra demanda de causalidad. Du-Bois Raymond lo ha expresado sin rodeos: "Si eso no se puede hacer, no hay ninguna explicación científica".
Sí, mis queridos amigos, las afirmaciones que se hacen aquí, en realidad llevan implícitas que, si por ejemplo, deseamos llegar a una forma racional de terapia, es decir, a comprender la actividad de un remedio, deberíamos ser capaces de seguir los átomos en la sustancia del remedio como seguimos los movimientos de la Luna, el Sol, los planetas y las estrellas fijas. Todos tendrían que convertirse en pequeños sistemas cósmicos. Deberíamos poder calcular cómo funcionaría este o aquel remedio. Esto, no hace mucho tiempo, era realmente un ideal para algunas personas. Ahora han renunciado a tales ideales. Tal idea se derrumba no solo en lo referente a un campo tan alejado como una terapia racional, sino hasta en aquellos que están más al alcance, simplemente por lo compartimentadas que están nuestras ciencias hoy. Es una obviedad, que el médico moderno está educado de tal manera que domina extraordinariamente poco las matemáticas puras. Podemos hablar con él tal vez de la necesidad de un conocimiento de astronomía, pero sería inútil hablar de introducir ideas matemáticas en su campo de trabajo. Pero como hemos visto, según la noción moderna, todo lo que esté fuera de las matemáticas, la mecánica y la astronomía debe describirse, como no científico en el sentido estricto de la palabra. Naturalmente eso no se hace. La gente considera estas otras ciencias también como exactas, pero esto es muy inconsistente. Sin embargo, es una característico de la actualidad exigir que se entienda todo sobre el modelo de la astronomía matemática.
Hoy es difícil hablar con la gente de manera seria sobre tal cosa; me gustaría aclararles con un ejemplo lo difícil que es esto.
Ustedes saben, por supuesto, que la cuestión de la forma del cráneo humano ha jugado un gran papel en la biología moderna. También he hablado de este asunto muchas veces en el curso de nuestras conferencias antroposóficas. Goethe y Oken plantearon magníficos pensamientos sobre esta cuestión de los huesos del cráneo humanos. La escuela de Gegenbauer también llevó a cabo investigaciones clásicas al respecto. Pero algo que pudiera satisfacer la necesidad de un conocimiento más profundo en esta dirección, de hecho, no existe en la actualidad.
La gente debate, hasta qué punto Goethe tenía razón cuando decía que los huesos del cráneo son vértebras metamorfoseadas, huesos de la columna vertebral. Pero hoy en día es imposible llegar a una visión realmente penetrante de este asunto, porque en los círculos donde se discuten estas cosas, apenas se entendería, y donde podría llegarse a un entendimiento, no se habla de estas cosas porque no son de interés . Hoy es prácticamente imposible reunir en estrecha asociación de trabajo a un médico completamente moderno, a un matemático completamente moderno, es decir, uno que sea maestro de las matemáticas superiores, y a un hombre que pueda entenderlos a ambos de manera aceptable. Estos tres hombres apenas se entenderían. El que se situase en medio de los dos, comprendiéndolos ligeramente, podría hablar tanto con el matemático como también con el médico. Pero el matemático y el médico no podrían entenderse entre sí sobre cuestiones importantes, porque lo que el médico tendría que decir sobre ellas no le interesaría en absoluto al matemático, y lo que el matemático tuviera que decir, (o dijese, si hallase las palabras adecuadas), no sería entendido por el médico, que carecería de los conocimientos matemáticos necesarios. Esto es lo que sucedería en un intento por resolver el problema que acabo de plantear. La gente imagina: si los huesos del cráneo son vértebras metamorfoseadas, entonces deberíamos poder proceder directamente, a través de una transformación que es posible imaginar espacialmente, desde la vértebra hasta el cráneo. Estaría fuera de lugar extender aún más la idea a los huesos de las extremidades, basándose en las premisas aceptadas. El matemático moderno podrá, a partir de sus estudios matemáticos, formar una idea de lo que realmente significa cuando giro un guante de adentro hacia afuera, cuando giro el interior hacia el exterior. Hay que tener en mente un cierto manejo matemático del proceso por el cual lo que antes estaba afuera se vuelve hacia adentro, y lo que estaba adentro se vuelve hacia afuera. Haré un boceto (Fig. 1), una estructura de algún tipo que primero es blanca por fuera y roja por dentro. Trataremos esta estructura como lo hicimos con el guante, de modo que ahora sea roja por fuera y blanca por dentro (Fig. 2).
Pero vayamos más allá, mis queridos amigos, e imaginémonos que nosotros mismos tenemos algo dotado de una fuerza propia que no admite ser vuelto del revés de una manera tan simple como un guante que aún después de darle la vuelta al revés, sigue pareciendo un guante. Supongamos que invertimos algo que tiene diferentes tensiones de fuerza en la superficie exterior de las que tiene en la interior. Entonces simplemente nos encontraremos que, a través de la inversión, surge una forma bastante nueva. La forma puede aparecer así antes de haberla invertido (Fig. 1): 

la volvemos del revés y ahora entran en juego diferentes fuerzas en la superficie roja y en la blanca, de modo que tal vez, puramente a través de la inversión, surge esta otra forma ( Fig. 3). Dicha forma podría surgir simplemente en el proceso de inversión. Cuando el lado rojo miraba hacia adentro, las fuerzas predominantes, se desarrollan de manera diferente cuando se vuelven hacia afuera. Y con el lado blanco lo mismo; solo cuando se gira hacia el interior puede desarrollar sus fuerzas inherentes.
Por supuesto, es bastante plausible exponer una presentación matemática de un tema así, pero la gente hoy en día no está muy dispuesta a aplicar a la realidad lo que conceptualmente concibe de tal manera. Sin embargo, en el momento en que aprendemos a aplicar esto a la realidad, podemos ver en nuestros huesos largos o huesos tubulares (es decir, en los huesos de las extremidades), una forma que, cuando se invierte, se convierte en los huesos del cráneo. En el dibujo, dejen que el interior del hueso, hasta la médula, esté representado por el rojo, y el exterior por el blanco (Fig. 4). 

Ciertas formas y fuerzas, que por supuesto pueden investigarse, se vuelven hacia adentro, y lo que vemos cuando retiramos el músculo del hueso largo se vuelve hacia afuera. Pero ahora imagine estos huesos huecos al revés por el mismo principio que le acabo de dar, en el que se ponen en juego otras condiciones de estrés y tensión;
entonces se puede obtener fácilmente esta forma (Fig. 5). Ahora se tiene el color blanco adentro, y lo que está coloreado en rojo va por fuera. De hecho, esta es la relación de un hueso del cráneo con un hueso de la extremidad, y en el medio se encuentra el hueso típico de la espalda (la vértebra de la columna vertebral). Deben ustedes girar como un guante el hueso tubular del revés, de acuerdo con sus fuerzas inherentes; así se obtiene el hueso craneal. La metamorfosis de los huesos de las extremidades en huesos del cráneo, solo debe ser entendida cuando se tiene en cuenta el proceso de inversión, o "volver lo de adentro hacia afuera". Lo importante es darse cuenta de que lo que en los huesos de las extremidades se gira hacia afuera, en los huesos del cráneo se gira hacia adentro. Los huesos del cráneo se vuelven hacia un mundo propio en el interior del cráneo. Ese es un mundo. El hueso del cráneo está orientado hacia el mundo, así como el hueso de la extremidad está orientado hacia afuera, hacia el mundo externo. Esto se puede ver claramente en el caso de los huesos. Además, el organismo humano en su conjunto está tan organizado que, por un lado, tiene una organización craneal y, por otro, una organización de las extremidades, la del cráneo está orientada hacia adentro, la de las extremidades hacia afuera. El cráneo contiene un mundo interno, las extremidades un mundo externo, y entre los dos hay una especie de sistema equilibrador que preserva el ritmo.
Mis queridos amigos, lean cualquier escrito relacionado con la teoría de las funciones, o, digamos, de la geometría no euclidiana, y vean cuan innumerables ideas de todo tipo se presentan, ideas que van más allá del concepto geométrico ordinario del espacio tridimensional; (para extender el alcance) ampliando el concepto de geometría. Verán cuanta diligencia e ingenio se emplean. Pero ahora supongan que se han vuelto ustedes unos expertos en matemáticas, que conocen bien la teoría de las funciones y que comprenden todo lo que hoy se puede entender de geometría no euclidiana. Quisiera ahora plantear una pregunta sobre lo mucho que se tiende hacia esta dirección (Perdónenme si parece que no valoro mucho, hablando de estas cosas en términos tan triviales. Y sin embargo, debo hacerlo, y ruego a la audiencia, especialmente a los matemáticos capacitados, que den vueltas en sus mentes a ver si no hay verdad en lo que digo.) La pregunta podría formularse de la siguiente manera: ¿De qué sirve toda esta retahíla de pensamientos puramente matemáticos? ¿Cuanto vale para mí, traducido en dinero? En los ámbitos en los que quizás pudiera encontrar una aplicación concretan nadie está interesado. Sin embargo, si tuviéramos que aplicar a la estructura del organismo humano todo lo que se ha ideado en la geometría no euclidiana, entonces deberíamos estar en el ámbito de la realidad aplicando a la realidad ideas inconmensurablemente importantes, sin perdernos en meras especulaciones. Si el matemático estuviera tan capacitado como para interesarse también en lo que es real, en la apariencia del corazón, por ejemplo, para poder hacerse una idea de cómo a través de un proceso matemático podría volver del revés el corazón, lo de adentro hacia afuera y de ese modo surgiría toda la forma humana: si se le enseñara a usar sus matemáticas en la vida real, entonces podría estar trabajando en el ámbito de lo real. Eso haría imposible que al matemático capacitado, por un lado, no le interesara lo que el médico aprende, ni por el otro, el médico, tampoco comprenda nada de cómo el matemático, (aunque en un elemento puramente abstracto), es capaz de cambiar y metamorfosear las formas. Esta es la situación que debemos alterar, si no queremos que nuestras ciencias decaigan creciendo separadas la una de la otra; la gente ya no entiende el idioma del otro.
Así pues ¿Cómo ha de transformarse la ciencia en una ciencia social, tal como está implícito en todo lo que les iré contando en estas conferencias? Todavía no existe una ciencia que se revierta en las ciencias sociales.
Por un lado, tenemos la astronomía, que tiende cada vez más a revestirse en formas matemáticas de pensamiento. En su forma actual se ha vuelto tan grande justamente, porque es una ciencia puramente matemática y mecánica. Pero hay otra rama de la ciencia que se encuentra, por así decirlo, en el polo opuesto a la Astronomía, y que no puede estudiarse en su naturaleza real sin la Astronomía. Sin embargo, tal como es la ciencia hoy en día, es imposible construir un puente entre la astronomía y ese otro polo de la ciencia que es la embriología. Solo estudia la realidad, quien estudia a la vez los cielos estrellados por un lado, y por el otro el desarrollo del embrión humano. ¿Cómo se estudia generalmente el embrión humano en la actualidad? Bueno, según se afirma: el embrión humano surge de la interacción de dos células, las células sexuales o gametos, masculinos y femeninos. Estas células se desarrollan en el organismo materno y paterno, de tal manera que alcanzan cierto estado de independencia antes de que puedan interactuar. Después presentan una cierta connivencia, la célula masculina, suscita nuevas y diferentes posibilidades de desarrollo en la otra, la femenina. La pregunta es: ¿Qué es una célula? Como ustedes saben, desde mediados del siglo XIX, la biología se ha basado principalmente en la teoría celular. La célula se describe como una esférula más o menos grande, que consiste en albúminas o sustancias similares a proteínas. Tiene un núcleo dentro de una estructura algo diferente y alrededor del conjunto hay una membrana envolvente. Como tal, es la piedra angular de todo lo que surge de los organismos vivos. Las células sexuales son de naturaleza similar, pero se forman de manera diferente según sean masculinas o femeninas, y a partir de esas células se construye todo organismo más complicado.
Pero entonces, ¿Qué se entiende realmente cuando se dice que a partir de estas células se construye un organismo? Se basa en la idea de que las sustancias que se encuentran habitualmente en la naturaleza, una vez que son absorbidas por estas células, dejan a partir de entonces, de actuar de la misma manera que antes. Cuando el oxígeno, el nitrógeno o el carbono están contenidos en las células, el carbono por ejemplo, no tiene el mismo efecto que habría tenido antes sobre cualquier otra sustancia externa; pierde su poder de influir sobre ellas directamente. Es absorbido en el organismo de la célula y allí solo puede actuar cuando las condiciones de la célula lo permiten. Es decir, la influencia la ejerce ahora no tanto el carbono, sino la propia célula, que hace uso de las características particulares del carbono, del cual ha incorporado una cierta cantidad en sí misma. Por ejemplo, lo que el hombre tiene dentro de sí en forma de metal, por ejemplo, el hierro, solo actúa de manera indirecta, a través de la célula. La célula es el material de construcción. Así pues, al estudiar el organismo, todo nos conduce a la célula. Si nos centramos en principio solo en la masa principal de la célula, sin el núcleo ni la membrana, distinguimos dos partes: una parte transparente compuesta de este fluido y otra parte que forma una especie de estructura. Describiéndolo esquemáticamente, podemos decir que esta estructura de la célula, está incrustado, por así decirlo, en la otra sustancia que, a diferencia de la estructura, no tiene forma. (Fig. 6)

Por lo tanto, debemos pensar en la célula como una masa que permanece fluida y sin forma y un esqueleto o estructura que adquiere una gran variedad de formas. Esto es lo que se estudia. El método de estudiar las células de esta manera se ha perfeccionado bastante; ciertas partes de la célula pueden teñirse de color, dejando otras sin manchar. Por lo tanto, con carmín o azafrán, o cualquier materia colorante utilizada, podemos distinguir la forma de la célula y, por lo tanto, podemos adquirir ciertas ideas sobre su estructura interna. Observamos, por ejemplo, cómo cambia la estructura interna cuando la célula germinal femenina es fecundada. Seguimos las diferentes etapas en las que la estructura interna de la célula se altera; cómo se divide; y cómo se unen las partes entre sí, célula tras célula, de modo que el conjunto se convierte en una estructura complicada. Todo esto es estudiado. Pero a nadie se le ocurre preguntar: ¿A qué obedece toda esta vida en la célula? ¿Qué está pasando realmente? A nadie se le ocurre preguntar eso.
Mis queridos amigos, los procesos que tienen lugar en la célula deben ser concebidos, de la siguiente manera, aunque para estar seguros, sigue siendo una forma bastante abstracta. Ahí tenemos una célula. Por el momento, considerémosla en su forma más habitual, es decir de forma esférica. Esta forma esférica está parcialmente determinada por la delgada sustancia fluida, y dentro de ella está la delicada estructura (o marco) envolvente. Pero, ¿Qué es la forma esférica? La delgada masa de fluido todavía permanece totalmente abandonada a sí misma y, por lo tanto, se comporta de acuerdo con los impulsos que recibe de su entorno. ¿Qué hace? Bueno, mis queridos amigos, ¡ es el reflejo del universo que la rodea! Asume la forma de la esfera porque refleja en miniatura todo el cosmos, que de hecho también nos imaginamos idealmente como una esfera. Cada célula en su forma esférica no es mas que una imagen de la forma de todo el universo. Y el marco interior, cada línea de forma, está condicionado por su relación con la estructura de todo el cosmos. Para empezar, me expresaré de manera abstracta, piensen en la esfera del universo con su límite imaginario (Fig. 7). En él, tienen aquí un planeta (a), y allá un planeta (a1). 

Actúan de tal manera que ejercen influencia entre sí en la dirección de la línea que los une. Aquí (m) digamos, que se forma una célula, esquemáticamente, por supuesto; Su contorno refleja la esfera. Aquí, dentro del marco, tiene una parte sólida que se debe a la acción de un planeta sobre el otro. Y supongamos que aquí hubiera otra constelación de planetas, actuando unos sobre otros a lo largo de la línea que los une (desde b hasta b1).
Y aquí nuevamente podría haber otro planeta (c), (este no tiene su contrario) que distorsiona toda la construcción, que de otro modo podría haber sido rectangular, y la estructura toma una forma algo diferente. Por eso, en toda la formación del marco de la célula, se imprime un reflejo de las relaciones existentes en el sistema planetario, de todo el conjunto del sistema estelar. Pueden ustedes penetrar en la formación de la célula de manera bastante concreta, pero solo alcanzarán una comprensión de esta forma concreta si ven en la célula una imagen de todo el cosmos.
Y ahora tomen el óvulo femenino e imagínense que este óvulo ha mantenido las fuerzas cósmicas en un cierto equilibrio interno. Tomando forma en el marco de la célula y, en cierta manera, dichas fuerzas cósmicas reposan dentro de ella, sostenidas por el conjunto del organismo femenino. Entonces se produce la influencia de la célula sexual masculina. En ella las fuerzas macrocósmicas no están en reposo, sino que actúan en el sentido de una fuerza muy especializada. Es como si la célula sexual masculina actuara con precisión a lo largo de esta línea de fuerza (indicada por el Dr. Steiner en la pizarra) sobre el óvulo femenino que se halla en una condición de reposo. La célula, que es una imagen de todo el cosmos, por lo tanto, abandona una vez más su forma microcósmica, por un cambiante juego de fuerzas. Al principio, en el óvulo femenino, el macrocosmos descansa en una imagen pacífica. Después, por medio de la célula sexual masculina, la célula femenina es sacada de ese estado de reposo, poniéndose en movimiento y desplazándose nuevamente hacia una región de actividad especializada. Previamente, la célula a imagen del cosmos, se había mantenido en la forma de reposo pero las fuerzas masculinas vuelven a poner la forma en movimiento, formas que son, por así decirlo, imágenes de movimiento. A través de ellas, las fuerzas femeninas, que son imágenes de la forma del cosmos y han estado en reposo, salen de este estado de reposo y equilibrio.
Desde el aspecto de la astronomía, podemos formarnos una idea, de la formación y configuración de algo que es diminuto y celular. Desde luego, la embriología no puede estudiarse sin la astronomía, porque lo que la embriología nos muestra, no es mas que el otro polo de lo que vemos en la astronomía. Debemos pues, de alguna manera, investigar por una parte el firmamento, viendo cómo se revelan etapas sucesivas en él, y luego debemos continuar el proceso de desarrollo de una célula fecundada. Ambos se complementan, porque el uno no es mas que la imagen del otro. Si no saben ustedes nada de Astronomía, nunca podrán comprender las fuerzas que actúan en la Embriología, y si tampoco saben nada de Embriología, nunca comprenderán el significado de las actividades con las que se tiene que enfrentar la Astronomía. Porque tales actividades aparecen en miniatura en los procesos embrionarios.
Es concebible que se forme una ciencia en la que, por un lado, se calculen y describan los eventos astronómicos, y por otro, todo lo que en Embriología se corresponda, que no es mas que lo mismo visto desde otro aspecto.
Ahora fíjense en que posición se encuentra hoy. Como verán, la Embriología se estudia por separado. Se consideraría una locura que a un embriólogo moderno se le exigiese estudiar Astronomía para comprender los fenómenos de su propio campo de trabajo. Y sin embargo, así debería ser. Por eso es necesario un replanteamiento completo de las ciencias. Se hará imposible ser un verdadero embriólogo sin estudiar Astronomía. Ya no será posible formar especialistas que simplemente se vuelquen con sus telescopios hacia las estrellas, porque estudiar las estrellas de esa manera dejará de tener sentido a menos que se sepa que lo diminuto y lo microscopico se han formado a partir de la grandiosidad del universo.
Todo esto, que es bastante real y concreto, en círculos científicos se ha transformado en la máxima abstracción. Es una necesidad real decir: que debemos luchar por el conocimiento astronómico aplicado a la teoría del desarrollo celular, especialmente en embriología. Si DuBois-Raymond hubiera dicho que los hechos astronómicos detallados deberían aplicarse a la teoría celular, habría hablado desde la esfera de la realidad. Pero lo que perseguía no se corresponde con ninguna realidad, es decir, que cosas pensadas e ideadas, tales como átomos y moléculas, debían ser examinadas con precisión astronómica. Quería que el tipo de pensamientos matemáticos de la astronomía, que se han aplicado al mundo de las estrellas, se aplicaran también en las moléculas.
Así pues, por un lado, se ve la realidad: el movimiento, las fuerzas activas de las estrellas y el desarrollo embrionario en cuyo seno late, en realidad, lo mismo que late en el firmamento. Ahí es donde radica la realidad y ahí es donde debemos buscarla. Por otro lado se encuentra la abstracción. El matemático, mecanicista, que calcula los movimientos y fuerzas de los cuerpos celestes y luego inventa la estructura molecular a la cual aplicar este tipo de conocimiento astronómico. Justo ahí es donde la ciencia materialista se aparta de la vida, sumergiéndose en puras abstracciones.
Estas son las cosas sobre las que debemos pensar, recordando que ahora debemos renovar, con plena conciencia, algo que en cierto sentido estaba presente en tiempos anteriores. Mirando retrospectivamente hacia los misterios egipcios, encontramos observaciones astronómicas como las que se hacían en aquél tiempo. Estas observaciones, mis queridos amigos, no se utilizaban simplemente para calcular cuándo se produciría un eclipse del Sol o de Luna, sino para determinar lo que debería suceder en la evolución social. Los hombres se guiaban por lo que veían en los cielos, y así se establecía lo que debía decirse a la gente, las instrucciones que debían darse, para que el desarrollo del conjunto de la vida social tomase el curso correcto. Astronomía y Sociología eran tratadas como una sola cosa. Nosotros también, aunque de manera diferente a los egipcios, debemos aprender nuevamente cómo conectar lo que sucede en la vida social con los fenómenos del gran universo. No entenderemos lo que sucedió a mediados del siglo XV, si no podemos relacionar los eventos de aquella época con los fenómenos predominantes en el universo. Hablar de los cambios en el mundo civilizado a mediados del siglo XV, sin tener todo esto en cuenta, es como pretender que un ciego haga una disertación sobre los colores.
La ciencia espiritual representa un punto de partida. Pero no lograremos integrar el complicado campo de las ciencias sociales, con las observaciones de los fenómenos naturales, a menos que primero empecemos por conectar la astronomía con la embriología, vinculando el desarrollo embrionario con los fenómenos astronómicos.

Traducción de J.Luelmo 04/2014












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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919