GA323 Stuttgart 8 de enero de 1921 Astronomía

Rudolf Steiner


Conferencia VIII

Stuttgart, 8 de enero de 1921


¡Mis queridos amigos!

Para llevar nuestros estudios actuales a una conclusión provechosa debemos seguir el curso bastante sutil que he estado adoptando, reuniendo una gran variedad de ideas de diferentes campos. Por esta razón tendremos que continuar con este curso también mientras el otro curso1 está en marcha -entre el 11 y el 15 de enero. Debemos arreglar los tiempos de acuerdo con la Escuela Waldorf. Hay tanto que aportar que también necesitaremos estos días. Ahora soy consciente de la cantidad de preguntas, dudas y problemas que pueden surgir en relación con este tema. Por favor, preparen las preguntas que quieran hacer, si necesitan más aclaraciones. Intentaré incorporar las respuestas en una de las conferencias de la próxima semana, para que el panorama sea más completo. Trabajando de esta manera podremos continuar como hasta ahora, añadiendo lo que yo llamaría los aspectos más sutiles de nuestro tema.

Imaginemos una vez más el curso que hemos estado siguiendo. Nuestro objetivo es obtener una comprensión más profunda de la Astronomía -la ciencia de los Cielos- en relación con los fenómenos en la Tierra. Para empezar, señalamos que por regla general la Astronomía de nuestro tiempo sólo tiene en cuenta lo que se observa directamente con los sentidos externos ayudado, sin duda, por instrumentos ópticos y similares. Tales eran, en general, todos los datos que hasta ahora se habían aportado para explicar y comprender los fenómenos de los Cielos. Tomaron como punto de partida los "movimientos aparentes", como se les llamaría ahora, o los cuerpos celestes. Primero consideraron el movimiento aparente de los cielos estrellados como un todo alrededor de la Tierra y el movimiento aparente del Sol.

Luego observaron los muy extraños caminos descritos por los planetas. Tal es, en efecto, la apariencia visual inmediata; algunos de los caminos planetarios se ven como bucles (Fig. 1) el planeta se mueve a lo largo de aquí, se invierte y va hacia atrás, y luego hacia adelante de nuevo, aquí ... Y ahora razonaron; si la propia Tierra se está moviendo y no tenemos una percepción directa de este movimiento, los movimientos reales de los cuerpos celestes no pueden sino ser diferentes de la apariencia visual. Interpretando a lo largo de estas líneas -aplicando leyes matemáticas y geométricas- llegaron a una idea de cómo podrían ser los movimientos "reales". Así que llegaron al sistema de Copérnico y a sus posteriores modificaciones. Tales fueron, en su mayoría, los métodos de cognición utilizados; primero, lo que nuestros sentidos perciben cuando miran al cielo, y luego la asimilación intelectual, la interpretación razonada de estas impresiones sensoriales.

Señalamos pues, que este procedimiento no puede nunca conducir a una penetración adecuada de los fenómenos celestes, aunque sólo sea por la razón de que el método matemático en sí mismo es insuficiente. Comenzamos nuestros cálculos a lo largo de ciertas líneas y luego nos detenemos. Como les recordaba, las relaciones entre los períodos de revolución de los diversos planetas son números inconmensurables, -magnitudes inconmensurables. Por lo tanto, con el cálculo no llegamos a la estructura más profunda de los fenómenos celestiales. Tarde o temprano tenemos que salir.

De ello se deduce que debemos adoptar un método diferente. Debemos partir no sólo de lo que el hombre observa cuando mira al Universo con sus sentidos; debemos tomar al hombre en su conjunto en su conexión con el Universo, y quizás no sólo al hombre, sino también a otras criaturas, -los reinos de la Naturaleza sobre la Tierra. Todas estas cosas que señalamos, y luego mostré cómo toda la organización del hombre puede ser vista en relación con ciertos fenómenos en la evolución de la Tierra, a saber, las glaciaciones en su recurrencia rítmica. También tienen que ver con la evolución interna del hombre y de la humanidad. Esto también, dije, nos dará indicaciones de lo que pueden ser los movimientos reales en el espacio celeste. Este es el tipo de cosas que debemos perseguir.

Antes de continuar con las líneas de pensamiento más formales con las que terminamos la conferencia de ayer, consideremos una vez más esta conexión de la evolución del hombre con la evolución de la Tierra a través de las glaciaciones. Vimos que el tipo especial de conocimiento o de vida cognitiva que el hombre de la actualidad llama suyo, sólo ha surgido desde la última Era Glacial. Además, todas las épocas de la civilización, de las que he hablado tan a menudo, han tenido lugar desde entonces, a saber, la antigua India, la persa, la egipcia, la caldea, la grecolatina y la época en la que vivimos ahora. Antes de la última Era Glacial, dijimos, debe haberse desarrollado en la naturaleza humana lo que en el hombre de hoy está más retraído, menos en la superficie de su naturaleza, a saber, su poder de ideación -la formación de representaciones mentales. Dijimos que la calidad interior de esta parte de nuestra vida interior sólo se puede entender si la comparamos con nuestra vida de ensueño. A través de la percepción sensorial es cuando nuestras representaciones mentales reciben una configuración clara y firme y, por así decirlo, un contenido completamente saturado. Las representaciones mentales se están formando en una región más interna de nuestra vida orgánica corporal, más atrás, por así decirlo, detrás de las percepciones de los sentidos, y esta actividad es tenue y nebulosa como nuestra vida de ensueño. La formación de nuestras representaciones mentales sería tan tenue como en los sueños, si las experiencias de los sentidos no nos alcanzaran cada vez que despertamos. (Podemos permitir que la suposición, ayude a explicar lo que se quiere decir.)

Más tenue y nebulosa que nuestra vida en la percepción de los sentidos, esta vida interior de ideación, de representaciones mentales, está relacionada con aquellas fases anteriores en la evolución de la naturaleza del hombre que precedieron a la última época glacial, o que -por hablar en términos antroposóficos- pertenecieron a la antigua Atlántida.

¿Cómo debió ser entonces para el hombre? En primer lugar, debe haber tenido una conexión interna mucho más íntima con el mundo que lo rodea que la que tiene hoy en día a través de la percepción de los sentidos. Podemos controlar nuestra percepción sensorial con la voluntad. Es con nuestra voluntad en todo caso como dirigimos la visión de nuestros ojos, y por la atención deliberada podemos ir aún más lejos en el gobierno de nuestra percepción sensorial mediante nuestra propia voluntad. En todo caso, nuestra voluntad está muy presente en nuestras percepciones sensoriales, lo que nos hace en gran medida independientes del mundo exterior. Nos orientamos por nuestra propia elección arbitraria. Esto sólo es posible porque como seres humanos nos hemos emancipado en cierto modo del Universo. Antes de la última Era Glacial no pudimos habernos emancipado así. (Digo "no pudimos" porque ahora quiero hablar desde el aspecto empírico de la ciencia externa). Durante aquel tiempo, como hemos visto, el poder de formar representaciones mentales, fue especialmente desarrollado, y en sus condiciones internas el hombre debe haber sido mucho más dependiente de todo lo que sucedía a su alrededor. Hoy en día vemos el mundo que nos rodea brillando a la luz del sol, pero la forma en que lo vemos está considerablemente sujeta a la cultura interna y al control de nuestra propia vida de voluntad. En la época atlante, la forma en que el hombre se entregaba al mundo exterior debía depender de alguna manera de la Tierra iluminada y sus objetos iluminados, y luego a su vez -en la noche cuando el Sol no brillaba- dependía de la oscuridad, el crepúsculo. En otras palabras, debe haber experimentado alternancias periódicas a este respecto. Su vida interior de representaciones mentales, que como vimos estaba entonces en proceso de desarrollo, debe haber estado alternativamente encendiéndose y apagándose de nuevo. Esta periodicidad interna, provocada por la relación del hombre con el Universo circundante, no era en efecto diferente de la peculiar periodicidad de las funciones orgánicas de la mujer de la que hablamos antes, que está relacionada con las fases lunares aunque sólo en lo que respecta a la duración. Este funcionamiento interno de la naturaleza de la mujer (dije, recordaréis, que también está ahí en el hombre pero de una manera más interna y por lo tanto menos fácil de percibir) estuvo en un momento dado realmente relacionado con los acontecimientos correspondientes en el Universo exterior. Luego se emancipó -una propiedad de la naturaleza humana por sí misma-, de modo que lo que ahora ocurre en el ser humano a este respecto no tiene por qué coincidir con los acontecimientos exteriores. Sin embargo, la periodicidad -la secuencia de fases- sigue siendo la misma que cuando una coincidió con la otra.

Algo muy similar ocurre con la alternancia rítmica en nuestra vida interior, en nuestra ideación, nuestra formación de imágenes mentales. Toda la forma en que estamos organizados a este respecto, implantada en nosotros en un pasado lejano, es hasta el día de hoy más o menos independiente de la vida de los sentidos externos. Día a día experimentamos un ritmo interno, nuestros poderes de imágenes mentales se iluminan y se oscurecen alternativamente; es un flujo y reflujo diario. Simplemente no lo notamos, porque es mucho menos intenso que esa otra periodicidad que corre paralela a las fases lunares. Sin embargo, en nuestra organización mental hasta el día de hoy tenemos una alternancia entre una vida más brillante y una más tenue. Llevamos en nuestra cabeza una vida rítmica. Estamos en un momento más y en otro menos inclinados a satisfacer nuestras percepciones sensoriales activamente desde el interior. Es una alteración rítmica de 24 horas. Sería interesante observar -incluso podría registrarse gráficamente- cómo varía el ser humano en lo que respecta a este período interno de la cabeza, las fuerzas de la ideación y la imaginería mental alternando entre tiempos más brillantes y más vivaces y luego otra vez más tenues y más soñolientos. Los tiempos oscuros y soñolientos representan, por así decirlo, la noche interna de la cabeza, los más brillantes el día interno, pero no coincide con la alternancia externa del día y la noche. Es una alternancia interna de luz y oscuridad, o condiciones relativamente brillantes y oscuras. Y las personas varían en este aspecto. Un ser humano tiene esta alternancia interna de luz y oscuridad de tal manera que tiende más bien a conectar el período más claro de su poder de formarse representaciones mentales con sus percepciones sensoriales. Otro tiende a ello con el más oscuro. Los individuos están organizados de una manera u otra, y difieren en consecuencia en cuanto a su poder de observación del mundo exterior. Un ser humano se inclinará bruscamente a enfocar los fenómenos del mundo exterior; otro tiende a hacerlo menos, -está más inclinado a una reflexión interior. Todo esto se debe a las condiciones alternas que he estado describiendo. Notablemente como educadores, mis queridos amigos, deberíamos cultivar el hábito de observar cosas como esta. Serán valiosas señales que nos indicarán cómo debemos tratar a cada niño tanto en nuestra enseñanza como en la educación en general.

Sin embargo, lo que nos interesa aquí y ahora es el hecho de que el hombreinterioriza, por así decirlo, lo que una vez experimentó en relación mutua directa con el mundo exterior; de modo que ahora funciona en él como un ritmo interno, las fases que ya no coinciden con el exterior pero que aún conservan la periodicidad Antes de la Era Glacial, los períodos del hombre de participación más brillante e íntima en el Universo circundante, y luego de un tenue repliegue en sí mismo, habrán coincidido regularmente con los procesos del mundo exterior. Todavía conserva un eco de este ritmo, que en aquellos tiempos tan lejanos procede de su convivencia con el Universo que le rodea, donde en un momento su conciencia se iluminaba y se llenaba de imágenes mientras que en otro se retiraba en sí mismo, meditando sobre las imágenes. Es un eco de este último estado cada vez que hoy nos inclinamos a meditar más o menos melancólicamente en nuestra propia vida interior. Por lo tanto, una vez más, lo que el hombre experimentó en y con el mundo en aquellos tiempos antiguos ha sido devuelto a su naturaleza corporal interna, mientras que en la periferia externa se ha producido un nuevo desarrollo en sus facultades de percepción sensorial. Tenía estas facultades, por supuesto en épocas anteriores también, pero no se desarrollaron de la manera en que lo hacen ahora.

Al mirar así lo que ha ocurrido en el hombre a través de su conexión con los fenómenos del mundo que le rodea, estamos de hecho mirando al propio Universo. El hombre se convierte entonces en el reactivo para un verdadero juicio de los fenómenos del Universo. Pero para completar esto necesitamos los otros reinos de la naturaleza también. Aquí me gustaría llamar su atención sobre algo conocido y evidente para todos, cuyo significado esencial, sin embargo, sigue sin ser reconocido.

Consideremos la planta anual, -el ciclo característico de su desarrollo. Vemos en ella lo que mencioné ayer, las influencias directas e indirectas del Sol. Donde el Sol trabaja directamente, la flor nace; donde el Sol trabaja de tal manera que la Tierra se interpone, obtenemos la raíz. La planta también pone de manifiesto lo que estábamos hablando ayer en relación con el animal y que luego se aplica de otra manera al hombre.

Sin embargo, sólo veremos el significado completo de esto si lo relacionamos con otro hecho. También hay plantas perennes. ¿Cuál es la relación de la planta perenne con la anual, en lo que respecta a la forma en que el crecimiento de la planta pertenece a la Tierra en su conjunto? La perenne conserva su tallo o tronco, y la verdad es que: Año tras año un nuevo mundo de plantas surge, por así decirlo, del propio tronco. Por supuesto que se modifica y se metamorfosea, pero es una vegetación que crece en el tronco, que a su vez crece en la Tierra (Fig. 3). Si tienen percepción morfológica lo verán tan claramente como puede ser, - casi no hace falta decirlo. Aquí a la izquierda tengo la superficie de la Tierra, y la planta anual que brota de ella. Aquí a la derecha está el tallo o tronco de la perenne, de la cual surge nueva vegetación, nuevo crecimiento de la planta en cada año sucesivo.



Debo imaginar que algo u otro (para dejarlo vago, por el momento) continuó desde la Tierra hasta el tronco. Debo decirme a mí mismo - lo que esta planta aquí (Fig. 3 a la izquierda) está creciendo, debe de alguna manera estar allí en el tronco también (a la derecha). En otras palabras, debe haber algún elemento de la Tierra, cualquiera que sea, entrando en el tronco. No tengo derecho a considerar el tronco de la planta perenne como una cosa aparte, que no pertenece a la Tierra; más bien debo considerarlo como una porción modificada de la propia Tierra. Sólo entonces lo veré correctamente; sólo entonces discerniré las relaciones internas, tal como son realmente. Algo está ahí en la planta perenne, que de otra manera sólo está en la Tierra. A través de esto es como la planta se vuelve perenne. En efecto, precisamente tomando algo de la Tierra en sí misma se libera de la dependencia del curso anual del Sol. Porque realmente podemos decir: La perenne se libera de su dependencia del curso anual del Sol. Se emancipa del curso anual del Sol, ya que forma el tronco, recibiendo en su propia naturaleza, siendo capaz, por así decirlo, de hacer por sí misma lo que de otra manera sólo podría ocurrir a través del funcionamiento de todo el entorno cósmico.

¿No vemos aquí prefigurado en el mundo vegetal, lo mismo que acabo de describir con respecto al hombre en tiempos previos a la era glacial? Porque tal y como estaba mostrando, en aquellos tiempos, el ritmo interno de la formación de ideas del hombre, su vida en representaciones mentales, se desarrollaba en relación con el mundo que le rodeaba. Lo que entonces vivía en la relación mutua entre el hombre y el mundo circundante, desde entonces se ha convertido en un rasgo de su propia vida interior. En el reino vegetal se observa el mismo tipo de cambio, en que lo anual se convierte en perenne. Esta es, en efecto, una tendencia universal en la evolución; las entidades vivas están en camino de emanciparse de sus conexiones originales con el mundo circundante.

Viendo a las perennes surgiendo, tenemos que decir: Es como si la planta, cuando se convierte en perenne, hubiera aprendido algo, si me permiten la expresión, del tiempo en que dependía del medio ambiente cósmico, algo que ahora puede hacer por sí misma. Ahora es capaz por sí misma de producir nuevos brotes de plantas año tras año. No llegamos a comprender los fenómenos del mundo con sólo mirar las cosas que suceden una al lado de otra, o que están amontonadas en el campo de visión del microscopio. Tenemos que ver el conjunto más grande y reconocer los fenómenos individuales en su conexión con él.

Mirarlo todo por completo una vez más. La planta anual se entrega al ciclo del año, con todas las relaciones cambiantes con el Cosmos que ello implica. Esta influencia de los seres del Cosmos se desvanece en la planta perenne. En la planta perenne, se preserva lo que de otra manera se desvanecería en el curso del año. En el tronco vemos brotar del suelo el trabajo del año, hecho permanente y duradero. Esta transición de lo que en un principio estaba conectado con el Universo exterior a una forma de trabajo más interna, la vemos en toda la gama de fenómenos de la naturaleza, en la medida en que son cósmicos. Por lo tanto, también hay fenómenos en los que podemos encontrar más rápidamente las conexiones vivas entre nuestra Tierra y el amplio Cosmos, mientras que hay otros en los que las influencias cósmicas están más ocultas. Tenemos que averiguar cuáles de ellos son reactivos sensibles, que hablan de las influencias cósmicas. La planta anual nos dirá la conexión de la Tierra con el Cosmos, la perenne no podrá decirnos mucho.

De nuevo, la relación del animal con el hombre puede darnos una pista importante. Miren el desarrollo del animal. (Aunque también podríamos incluirla), por el momento no tendremos en cuenta la vida embrionaria. El animal nace y crece hasta cierto límite. Llega a la pubertad. Miren toda la vida del animal, hasta la pubertad y más allá. Sin ninguna hipótesis añadida -tomando los hechos sencillos- deben admitir que es extraño, lo que le ocurre al animal una vez alcanzada la pubertad. Porque en cierto modo el animal está acabado entonces, en lo que respecta al mundo terrenal. Cualquier afirmación de este tipo es, por supuesto, una aproximación a la verdad, no hace falta decirlo; pero en general debemos admitir que en el animal no se ve ninguna otra progresión, no después de la pubertad. La pubertad es el objetivo importante del desarrollo animal. La consecuencia inmediata de la pubertad -todo lo que sucede como resultado de ella- está ahí, por supuesto, pero no podemos afirmar que de ahí en adelante ocurra nada, que merezca ser llamada una verdadera progresión.

Con el hombre es diferente. El hombre sigue siendo capaz de desarrollarse mucho más allá de la pubertad; pero el desarrollo se vuelve más interno. De hecho, sería muy triste para el hombre si en su naturaleza humana terminara su desarrollo en la pubertad como lo hacen los animales. El hombre va más allá de esto. Tiene algo en reserva por medio del cual puede ir más allá, -puede emprender otras andaduras, no relacionadas con la madurez sexual o la pubertad. Esto tampoco es muy diferente de la "entrada" del ciclo del año en la planta perenne en comparación con la planta anual. Lo que se evidencia en el animal cuando se alcanza la pubertad, lo vemos transmutarse en un proceso más interno en el hombre, desde la pubertad en adelante. Por lo tanto, hay algo que actúa en el hombre, que está relacionado con un proceso cósmico en su desarrollo desde el nacimiento hasta la pubertad, y que luego se emancipa del Cosmos -al igual que en la planta perenne- cuando la pubertad ha sido superada.

He ahí pues, una forma más sutil de estimar los fenómenos entre los reinos de la Naturaleza; así pues, encontrarán actualmente señales que indican las conexiones entre las criaturas de la Tierra y el Cosmos. Ahí se ve cómo, cuando las influencias cósmicas cesan como tales, se trasplantan a la naturaleza interior de las diversas criaturas. Tomaremos nota de esto y lo dejaremos de lado por el momento; más tarde encontraremos la síntesis entre este y otro aspecto.

Retomemos ahora lo que he mencionado con frecuencia: Las inconmensurables proporciones entre los períodos de revolución de los planetas del sistema solar. Podemos preguntarnos, ¿cuál sería el resultado si fueran conmensurables? Surgirían perturbaciones acumulativas, por las que el sistema planetario se paralizaría. Esto se puede probar mediante el cálculo, aunque llevaría demasiado lejos el hacerlo ahora. Sólo la inconmensurabilidad entre los períodos de revolución permite al sistema planetario, por así decirlo, mantenerse vivo. En otras palabras, el sistema solar contiene, entre otras cosas, una condición que incluso tiende a la paralización. Es precisamente esta condición la que estamos calculando. Cuando en nuestros cálculos llegamos al final de nuestro recorrido, está lo inconmensurable - ¡y también está la vida misma del sistema planetario! Cuando calculamos el sistema planetario, nos encontramos en un extraño aprieto. Si fuera tal que pudiéramos calcularlo completamente, moriría, -no, como dije antes, habría muerto hace mucho tiempo. Vive en virtud del hecho que no podemos calcularlo completamente. Lo que está vivo en el sistema planetario es precisamente lo que no podemos calcular.

Ahora bien, ¿en qué basamos estos cálculos, de los que una vez más, si pudiéramos seguirlos hasta el final, debemos deducir la inevitable muerte de todo el sistema? Los basamos en la fuerza de la gravitación, la gravitación universal. Supongamos que partimos de la gravitación y nada más, y lo pensamos de forma consistente. Obtenemos la imagen de un sistema planetario sujeto a la fuerza de la gravitación. Entonces sí que llegamos a proporciones conmensurables. Pero el sistema planetario moriría inevitablemente. Calculamos, en otras palabras, hasta qué punto la muerte prevalece en el sistema planetario, basando nuestros cálculos en la fuerza de gravedad. En otras palabras, debe haber algo en el sistema planetario, diferente de la gravitación, a la cual debe su inconmensurabilidad.

Las órbitas de los planetas pueden adaptarse muy bien a la fuerza de gravedad, incluso en lo que respecta a su génesis, pero sus períodos de revolución tendrían que ser entonces conmensurables. Ahora bien, hay algo que no puede ser adaptado a la fuerza de gravedad, y que además no encaja tan ordenadamente en nuestro sistema planetario. Me refiero a lo que se revela en los cuerpos cometarios. Los cometas juegan una parte muy extraña en el sistema, y recientemente han llevado a los científicos a algunas ideas inusuales.

Dejo de lado el tipo de explicaciones que suelen surgir, en las cuales se aprovecha cualquier cosa que se haya descubierto más recientemente para explicar los fenómenos en otros campos. En fisiología, por ejemplo, hubo un tiempo en que gustaba comparar los llamados nervios sensoriales con los cables de telégrafo que llegaban desde la periferia. A través de algún interruptor central o conmutador, se suponía que el impulso se transmitía, dando lugar a impulsos y actos de voluntad. Desde los nervios centrípetos se suponía que debía ser cambiado a los centrífugos; lo comparaban todo con un sistema telegráfico. Tal vez un día se invente algo muy diferente de los cables telegráficos y por esta forma de pensar se aplique otra imagen a la misma cosa. Así que las modas científicas cambian. Lo que sea que se haya descubierto es rápidamente aprovechado como una forma práctica de explicar los fenómenos en otros campos. ¡Igual que en la medicina! Apenas se encuentra algo nuevo, -se "descubre" que es un remedio valioso, aunque se piensa poco en las razones internas. Ahora que tenemos los rayos X, los rayos X son el remedio a utilizar; sólo los utilizamos porque los hemos encontrado. Es como si los hombres se dejaran arrastrar caóticamente, a voluntad o no, por lo que ocurre de vez en cuando.

En el caso de los cometas, mediante la investigación espectroscópica y la comparación con los resultados correspondientes a los planetas, surgió la idea de que los fenómenos podrían ser explicados electromagnéticamente. Tales ideas conducirán a lo sumo a analogías, que sin duda pueden tener alguna conexión con la realidad, pero que sin duda no nos satisfarán si investigamos más profundamente.

Sin embargo, como dije, dejando esto de lado, hubo una cosa que surgió inevitablemente cuando se estudiaron los fenómenos de los cometas con más detalle. Mientras que en el resto del sistema planetario siempre se habla de fuerzas gravitacionales, la peculiar posición de la cola del cometa en relación con el Sol llevó inevitablemente a los científicos a hablar de fuerzas de repulsión del Sol - fuerzas, por así decirlo, de retroceso. La terminología no es el punto principal; por supuesto, variará con la moda imperante. La cuestión es que la ciencia se vio obligada a buscar algo adicional y opuesto a la gravedad.

En efecto, con los cometas entra en nuestro sistema planetario algo diferente, algo que en su naturaleza es en cierto modo opuesto a la estructura interna del sistema planetario como tal. Por lo tanto, es comprensible que durante mucho tiempo el enigma de los cometas diese lugar a múltiples supersticiones. Los hombres tenían la sensación de que en las trayectorias de los planetas, se expresaban las leyes de la naturaleza, inherentes a nuestro sistema planetario, mientras que en los cometas se producía algo contrario. En este caso, algo dispar y diverso se abre paso en nuestro sistema planetario. Por consiguiente, se inclinaron a ver los fenómenos planetarios como una encarnación de las leyes normales de la Naturaleza, y a considerar las apariciones cometarias como algo contrario a estas leyes normales. Hubo tiempos -aunque no los más antiguos- en que los cometas estaban asociados, por así decirlo, con las fuerzas morales que volaban por el Universo, flagelos para el hombre pecador.

Hoy en día vemos eso como una superstición. Sin embargo, ni siquiera Hegel pudo evitar asociar los cometas con algo no del todo explicable o sólo a medias por medios ordinarios. En el siglo XIX, por supuesto, ya no se creía que los cometas parecieran jueces para castigar a la humanidad. Sin embargo, a principios del siglo XIX tenían estadísticas que pretendían conectarlos con buenos y malos años de cosecha. Estos también ocurren de manera irregular; su secuencia no parece seguir las leyes regulares de la naturaleza. Y ni siquiera Hegel escapó a esta conclusión. Creía que era plausible que la aparición o no de los cometas tuviera que ver con los buenos y malos años de cosecha.

El punto de vista de la gente de hoy -al menos, de aquellos que comparten el punto de vista científico normal- es que nuestro sistema planetario no tiene nada que temer de los cometas. Sin embargo, los fenómenos que evocan dentro de este sistema planetario de alguna manera tienen poca conexión interna con él. Como los vagabundos cósmicos parecen venir de regiones muy distantes en la vecindad cercana de nuestro Sol. Aquí evocan ciertos fenómenos, indicando las fuerzas de repulsión del Sol. Los fenómenos aparecen, desaparecen y se desvanecen.

Hubo un hombre que aún tenía un cierto fondo de sabiduría mediante el cual contemplaba el Universo no sólo con su intelecto sino con todo el ser humano. Aún tenía cierta percepción intuitiva de los fenómenos de los Cielos. Me refiero a Kepler. Fue el autor de un extraño dicho sobre los cometas, un dicho que da que pensar a cualquiera que sea sensible a la forma de pensar y al estado de ánimo de Kepler. Hablamos de sus tres leyes, una obra de genio, si se consideran las ideas y los datos accesibles en su época. Kepler llegó a sus Leyes por un sentimiento de armonía interna del sistema planetario. Para él no era un mero cálculo seco; era un sentimiento de armonía. Sentía que tenía tres Leyes planetarias como una última expresión cuantitativa de algo cualitativo -la armonía que impregnaba todo el sistema planetario. Y a partir de este mismo sentimiento hizo una aseveración sobre los cometas, cuyo profundo significado se siente cuando uno es capaz de entrar en tales cosas plenamente. Kepler dijo: En el gran Universo, incluso en el que miramos de noche, hay tantos cometas como peces en el océano. Sólo vemos muy, muy pocos entre ellos, mientras que todos los demás permanecen invisibles, ya sea porque son demasiado pequeños o por alguna otra razón. Incluso la investigación externa ha tendido a confirmar el dicho de Kepler. Los cometas vistos fueron registrados incluso en tiempos antiguos y es posible comparar el número. Desde la invención del telescopio se han visto muchos más que antes. También cuando se mira hacia los cielos estrellados bajo diferentes condiciones de iluminación, es decir, previendo la oscuridad extrema, se registra un mayor número de cometas que de otra manera. Incluso la investigación empírica se acerca a lo que Kepler proclamaba, inspirado como estaba por un profundo sentimiento por la Naturaleza.

Ahora bien, si se habla de una conexión entre el Cosmos y lo que sucede en la Tierra, seguramente no es correcto detenerse unilateralmente en la relación de los otros planetas de nuestro sistema con nuestra Tierra y omitir los cuerpos celestes que van y vienen como los cometas. Es especialmente unilateral, ya que ahora debemos admitir que los cometas dan lugar a fenómenos que indican la presencia de fuerzas muy distintas, fuerzas de tipo opuesto a las que solemos atribuir la coherencia de nuestro sistema planetario. Los cometas traen de hecho algo opuesto a nuestro sistema, y si lo seguimos debemos admitir que esto también es de gran importancia. Algo de alguna manera opuesto en la naturaleza a la fuerza que lo mantiene unido, viene con los cometas a nuestro sistema planetario.

En un anterior curso de conferencias sobre fenómenos naturales llamé la atención sobre algo que debo recordarles. Aquellos que estuvieron presentes -el curso fue principalmente sobre Calor o Calidez- sin duda lo recordarán. Allí dije que cuando miramos los fenómenos de calor en su relación con otros fenómenos del Universo estamos obligados a formarnos una idea mucho más concreta del Éter, del que los físicos hablan generalmente en términos más bien hipotéticos. He dicho que en las fórmulas de la Física, dondequiera que se produzca la fuerza de presión con respecto a la materia ponderable, tenemos que sustituirla por una fuerza de succión con respecto al éter. En otras palabras, si introducimos un signo más para la intensidad de una fuerza en el ámbito de la materia ponderable, debemos dar un signo menos a la intensidad correspondiente en el éter. Sugerí que las fórmulas bien conocidas se examinaran con este fin; pues se vería cuán notablemente, cuando se hace esto, se armonizan con los fenómenos de la Naturaleza.

Tomemos por ejemplo todo ese juego de pensamiento, si se me permite llamarlo así, la Teoría Cinética de los Gases, del propio Calor, -las moléculas que inciden unas en otras y en las paredes del recipiente que las contiene. Tomemos todo este juego brutal de impacto y retroceso mutuo que se supone que representa la condición térmica del gas. En lugar de este fenómeno se hará claro y penetrable en el momento en que percibamos que dentro del calor mismo hay dos condiciones. Una es similar a las condiciones que prevalecen en la materia ponderable; la otra debe ser pensada como similar al éter. El calor es en este aspecto diferente del aire o la luz. Para la luz, si estamos calculando verdaderamente, debemos usar el signo negativo en todo. Cualquier cosa que represente en nuestras fórmulas los efectos de la luz, debe llevar un signo negativo. Para el aire o el gas el signo debe ser positivo. Para el calor, por otro lado, el positivo y el negativo tendrán que alternarse. Lo que solemos distinguir como calor conducido, calor radiante, etc., sólo entonces resultará claro y transparente.

Dentro del ámbito de la materia misma, estas cosas revelan la necesidad de una transición cualitativa de lo positivo a lo negativo en la caracterización de los diferentes tipos de fuerza. Y ahora vemos, de manera muy significativa, cómo para el sistema planetario también tenemos que pasar de lo positivo -es decir, la gravitación- a lo negativo correspondiente, la fuerza de repulsión.

Una cosa más que diré hoy, aunque sólo sea para formular el problema. Por el momento no lo llevaré más lejos, sino que sólo plantearé el problema; tendremos tiempo para entrar en estas cosas en conferencias posteriores. Ahora que hemos comprobado todo esto sobre los cuerpos cometarios, permítanme comparar la relación entre nuestro sistema planetario y los cometas con lo que hay en el óvulo, la célula germinal femenina, en su relación con el elemento masculino, el esperma fecundante. Traten de imaginar, traten de visualizar los dos procesos, como podrían verlos en realidad. Está el sistema planetario; recibe algo nuevo en sí mismo, a saber, los efectos de un cometa. Está el óvulo; recibe en sí mismo el efecto fertilizante de la célula masculina, el espermatozoide.

Miren los dos fenómenos uno al lado del otro sin prejuicios, como podrían hacer en la vida ordinaria cuando ven dos cosas obviamente comparables, una al lado de la otra. ¿No encuentra muchas características comparables cuando contempla estas dos? No pretendo establecer ninguna teoría o hipótesis, sólo quiero indicar lo que verán por ustedes mismos si una vez miran estas cosas en su verdadera conexión.

Partiendo de esto, mañana podemos esperar entrar en aspectos más concretos y más detallados.

1 Ejemplos de la relación de la Ciencia Espiritual con las diferentes ramas de la Ciencia. Cuatro conferencias a estudiantes, Stuttgart, del 11 al 15 de enero de 1921. Publicado (en el original alemán) en la revista suiza "Gegenwart", Vol. 14, nos. 2 a 8, Berna, 1952.

Traducido por J.Luelmo abr.2014

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919