GA057 Berlín, 24 de octubre de 1908 - La Revelación Secreta de Goethe (Esotérica)

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    RUDOLF STEINER. 


LA REVELACIÓN SECRETA DE GOETHE (ESOTÉRICA)

 Berlín, 24 de octubre de 1908

tercera conferencia

A una conferencia como la de hoy se le podría objetar fácilmente que los significados simbólicos y alegóricos son forzados, que parten de algo que un poeta ha creado en el libre juego de su fantasía imaginativa. Anteayer nos propusimos explorar el significado más profundo del "Cuento de la serpiente verde y el hermoso lirio" de Goethe, tal como se nos presentó entonces. Siempre ocurrirá que tal análisis o explicación de una obra de fantasía será rechazado con la observación: Oh, en las figuras de la obra se buscan toda clase de símbolos y significados con profundas aplicaciones". Por lo tanto, quiero decir de inmediato que lo que voy a decir hoy no tiene nada que ver con las interpretaciones simbólicas y alegóricas que a menudo hacen los teósofos sobre las leyendas o las obras poéticas. Y porque sé que una y otra vez se ha hecho la objeción a explicaciones similares que he dado: "No vamos a ser atrapados por tales significados simbólicos de figuras poéticas", no puedo enfatizar suficientemente el hecho de que lo que se va a decir aquí no debe ser tomado en otro sentido que el siguiente. Tenemos ante nosotros una obra poética, una obra de amplia fuerza imaginativa o fantasía, que llega hasta el fondo de las cosas: "El cuento de la serpiente verde y el hermoso lirio". Se nos puede permitir la pregunta de si podemos abordar la obra desde algún punto de vista particular e intentar encontrar la idea básica, el verdadero contenido de este producto tan poético.

Vemos la planta ante nosotros. El hombre se acerca a ella y examina las leyes, la regularidad interior, por las que la planta crece y florece, por las que despliega su naturaleza poco a poco. ¿Tiene derecho a hacerlo el botánico, o incluso alguien que no es botánico, pero que organiza el crecimiento de la planta en su imaginación? Se puede objetar: ¡la planta no sabe nada de las leyes que está descubriendo, las leyes de su crecimiento y desarrollo! Esta objeción contra el botánico o el poeta lírico que expresa en su poesía las sensaciones derivadas de la planta, tendría el mismo peso que la objeción que se podría formular contra tal explicación de la historia de Goethe. No quiero que se tomen las cosas como si yo les dijera: Ahí tenemos una Serpiente, que significa esto o aquello, ahí tenemos un Rey de Oro, un Rey de Plata y un Rey de Bronce, que significan esto o aquello. No pretendo exponer la historia en este sentido simbólico, alegórico, sino más bien de tal manera que, al igual que la planta crece según leyes de las que ella misma es inconsciente, y al igual que el botánico tiene derecho a descubrir estas leyes de su crecimiento, uno también debe decirse a sí mismo que no se deduce que el poeta Goethe conociera conscientemente las explicaciones que les daré. Pues tan cierto es que debemos considerar la inevitabilidad y el verdadero contenido ideal de la historia como que descubrimos las leyes del crecimiento de la planta; que la planta crece de acuerdo con la misma inevitabilidad que la originó, aunque ella misma sea inconsciente de ello.

Por ello les pido que tomen lo que voy a decir como si presentara la razón de ser y el espíritu de los métodos de pensar y de concebir ideas de Goethe, y como si aquel que, por así decirlo, se siente llamado a exponer ante ustedes la filosofía ideal de Goethe, estuviera justificado en exponer el producto de la invención de Goethe, en subrayar las figuras y en señalar su correlación, para que ustedes encuentren un camino hacia ella, -del mismo modo que el botánico demuestra que la planta crece de acuerdo con leyes que él ha descubierto.

La psicología o filosofía del alma de Goethe, es decir, lo que él considera determinante para la naturaleza del alma, está ilustrada en su hermoso Cuento de hadas de la serpiente verde y el hermoso lirio; y para que nos entendamos en lo que tengo que decir será bueno que, en un estudio preliminar, aclaremos el espíritu de su mundo anímico. Ya se ha señalado en la conferencia anterior que la concepción del mundo aquí representada, parte del punto de vista de que el conocimiento humano no debe considerarse como algo inmóvil de una vez para siempre. Está muy extendida la opinión de que el hombre es como es hoy, y siendo lo que es puede emitir un juicio inequívoco sobre todas las cosas; observa el mundo con sus órganos sensoriales, capta sus fenómenos, los combina con su razón, que está ligada a sus sentidos, y el resultado es un conocimiento absoluto del mundo que debe ser válido para todos. En el otro lado, -pero sólo en cierto modo-, se sitúa la concepción científica espiritual del mundo que aquí se representa. Ésta parte de la premisa de que lo que ha de llegar a ser nuestro conocimiento depende continuamente de nuestros órganos y de nuestra capacidad de conocimiento, y de que nosotros mismos, como hombres, seamos capaces de desarrollarnos; que podemos trabajar sobre nosotros mismos, y elevar más las capacidades que tenemos en un nivel dado de existencia. La Ciencia espiritual sostiene que podemos educarlas y desarrollarlas aún más, del mismo modo que el hombre se ha desarrollado a sí mismo desde un estado imperfecto hasta su posición actual, y que debemos llegar a una penetración más profunda de las cosas y a una visión más correcta del mundo elevándonos a niveles más altos. Para decirlo más claramente, aunque también más trivialmente: si dejamos de lado por completo el desarrollo de la humanidad y miramos sólo a las personas tal como son a nuestro alrededor; y luego volvemos nuestros ojos hacia aquellos hombres que uno considera que pertenecen a razas primitivas en la historia de la civilización, y si nos preguntamos qué pueden saber ellos de las leyes del mundo que nos rodea y lo comparamos con lo que un europeo medio con algunas ideas de ciencia puede saber del mundo, veremos que hay una gran diferencia entre ambos. Tomemos, por ejemplo, la imagen del mundo que tiene un ser que pertenece a una tribu recóndita en un territorio inexplorado y la que tiene, digamos, un monista europeo, que tiene un sentido de la realidad por haber absorbido algunas de las ideas científicas de la época actual: las dos son completamente diferentes.

Pero, por otra parte, la Ciencia Espiritual está lejos de menospreciar la imagen del mundo que tiene el hombre que se apoya en el materialismo puro, ni de declararla no válida. Es más cierto decir que en estas cosas se considera que en cada caso la imagen del mundo del hombre corresponde a una etapa de la evolución humana, y que el hombre es capaz de aumentar las capacidades que hay en él y de descubrir por medio del aumento otras cosas nuevas.

Así pues, en el ámbito de la Ciencia Espiritual el hombre alcanza un conocimiento cada vez más elevado desarrollándose a sí mismo, y lo que experimenta en el proceso es el contenido objetivo del mundo, que antes no veía porque no era capaz de verlo. La Ciencia Espiritual es, por lo tanto, diferente de otras concepciones unilaterales del mundo, ya sean espiritualistas o materialistas, porque no reconoce una verdad absoluta e inmutable, sino sólo una sabiduría y una verdad que pertenecen a una etapa determinada de la evolución. Así, se adhiere a la frase de Goethe: "El hombre sólo tiene su propia verdad, y siempre es la misma". Es siempre la misma porque lo que nos inculcamos a nosotros mismos a través de nuestro poder de aprendizaje, es decir, el objetivo, es el mismo.

Ahora bien, ¿cómo consigue el hombre desarrollar las capacidades y poderes que hay en él? Se puede decir que la Ciencia Espiritual es tan antigua como el pensamiento humano. Siempre ha considerado que el hombre tiene ante sí el ideal de una determinada perfección de conocimiento, el objeto de su aspiración. El principio que esto encierra se llamó siempre "principio de iniciación". Esta iniciación no significa otra cosa que aumentar las facultades del hombre hasta estadios cada vez más elevados del conocimiento, y alcanzar así una comprensión más profunda de la naturaleza del mundo que le rodea. Se puede decir que Goethe se basó completamente y durante toda su vida en este principio de desarrollo hacia el conocimiento, en este principio de iniciación, que se nos muestra muy particularmente en su Cuento de hadas.

Nos entenderemos mejor si partimos del punto de vista más frecuente y extendido hoy en día, que en cierto modo se opone al principio de iniciación.

Hoy en día se puede oír en los círculos más amplios a aquellas personas que piensan en tales cosas y creen tener una opinión sobre ellas representando, más o menos conscientemente, el punto de vista de que en lo que concierne a la verdad y a la realidad objetiva sólo la observación física, o los objetos de observación física pueden ser decisivos en la formulación de ideas. Lo oirán constantemente: que sólo puede ser Ciencia la que se basa en el fundamento objetivo de la observación, y por esto se entiende tan frecuentemente sólo la observación de los sentidos y la aplicación de la razón humana y la capacidad de formular pensamientos a estas observaciones de los sentidos. Cada uno de ustedes sabe que la capacidad de formular ideas y conceptos es una capacidad del alma humana entre otras capacidades y cada uno de ustedes también sabe que estas otras capacidades del alma son nuestro sentimiento y nuestra voluntad. Por lo tanto, incluso con esta revisión superficial comparativa, podemos decir: el hombre no es meramente un ser ideador, sino también un ser que siente y que quiere. Ahora bien, los que creen que deben exponer el punto de vista puramente científico repetirán siempre: en la ciencia sólo puede entrar la fuerza del pensar, nunca el sentir humano, nunca lo que conocemos como impulsos de la voluntad, pues de lo contrario se enturbiaría lo que es objetivo, y lo que la fuerza del pensar podría conseguir manteniéndose impersonal, sólo se vería perjudicado.

Es bastante correcto que cuando un hombre introduce su sentimiento, su simpatía o antipatía, en el objeto de una investigación científica, lo encuentra repulsivo o atractivo, simpático o antipático. ¿Y dónde estaríamos si considerara su deseo como una fuente de conocimiento, de modo que pudiera decir de una cosa: la quiero o no la quiero? Que le desagrade o le agrade, que la desee o no, es enteramente lo mismo para la cosa. Tan cierto como que quien se cree capaz de pisar el suelo firme de la ciencia sólo puede limitarse a lo externo, igual de cierto es que la cosa misma te obliga a decir que es roja, y que la impresión que tienes acerca de la naturaleza de una piedra es la correcta. Pero no está en la naturaleza de la cosa que te parezca fea o hermosa, que la desees o no. Que te parezca roja tiene una razón objetiva; que no la desees no tiene ninguna razón objetiva.

En cierto sentido, la psicología moderna ha superado el punto de vista que acabamos de describir. No es mi tarea hablar aquí a favor o en contra de esa tendencia de la psicología moderna que dice: "Cuando consideramos los fenómenos psíquicos y la vida anímica, no debemos limitarnos sólo al intelectualismo, debemos considerar al hombre no sólo en lo que concierne al poder de la concepción, debemos considerar también las influencias del mundo del sentimiento y de la voluntad". Quizá algunos de ustedes sepan que esto pertenece al sistema filosófico de Wundt, que considera la voluntad como el origen de la actividad del alma. El psicólogo ruso Losski, en su último libro titulado "Intuitivismo", ha señalado el control de la voluntad en la vida anímica humana, lo que en cierto modo es fundamental, se esté o no de acuerdo con ello. Podría decirles mucho si quisiera mostrarles hasta qué punto la teoría del alma se preocupa por superar la unilateralidad del intelectualismo, y si, además, quisiera mostrarles que las otras potencias también desempeñan un papel en el poder anímico humano.

Si llevan el pensamiento un paso más allá, podrán decir que esto demuestra cuán imposible es la exigencia de que el poder de formular ideas, limitado como está a la observación, pueda conducir a resultados objetivos en la ciencia. Cuando la ciencia misma muestra su imposibilidad, muestra que en todas partes interviene la Voluntad, ¿en qué os basaríais entonces para establecer la observación puramente objetiva de cualquier cosa? Dado que preferís reconocer sólo la materia como objetiva, sujetos como estáis a los trucos jugados por la voluntad y vuestros hábitos de pensamiento, y dado que no tenéis el hábito de pensamiento y sentimiento para reconocer también el elemento espiritual en las cosas, por lo tanto omitís este último por completo en vuestras teorías. Si queremos comprender el mundo, no es cuestión de qué clase de ideales abstractos nos propongamos, sino de lo que podamos realizar en nuestras almas.

Goethe pertenece a las personas que rechazan más categóricamente el principio de que el conocimiento se produce sólo a través de la capacidad de pensar, de la capacidad unilateral de formar ideas. El principio prominente y significativo que se expresa más o menos claramente en la naturaleza de Goethe es que considera que todas las potencias del alma humana deben funcionar si el hombre ha de desentrañar los enigmas del mundo.

Ahora bien, no debemos ser unilaterales e injustos. Es muy correcto, cuando se objeta que el sentimiento y la voluntad son cualidades sujetas a las características personales de un hombre, y cuando se pregunta ¡a dónde deberíamos llegar si no sólo se considerara como atributos de las cosas lo que ven los ojos y muestra el microscopio, sino también lo que dictan el sentimiento y la voluntad! De todos modos, eso es justo lo que tenemos que decir para comprender a alguien que, como Goethe, defiende el principio de la iniciación y el desarrollo, a saber, que, dado el sentimiento y la voluntad medios en el hombre de hoy, no pueden aplicarse a la adquisición de conocimientos, que, de hecho, sólo conducirían a una absoluta desarmonía en su conocimiento. Un hombre quiere esto, el otro aquello, según las necesidades subjetivas del sentimiento y de la voluntad. Pero el hombre que se sitúa en el terreno de la iniciación tiene también muy claro que de las potencias del alma humana, -pensamiento, representación, sentimiento, voluntad-, la capacidad de construir pensamientos y de pensar es la que más ha avanzado, y la más inclinada y adaptada para excluir el elemento personal y alcanzar la objetividad. Pues esa fuerza del alma que se expresa en el intelectualismo está ahora tan avanzada que, cuando los hombres se apoyan en ella, discuten menos y están más de acuerdo en lo que dicen. El sentimiento y la voluntad no han tenido la oportunidad de desarrollarse hasta este punto. También podemos encontrar justificadamente diferencias cuando examinamos la región de las ideas y su representación. Hay regiones de la vida de las ideas que nos dan verdades completamente objetivas, que los hombres han reconocido como tales, completamente aparte de la experiencia externa, y estas verdades son las mismas aunque un millón de personas difieran en sus opiniones sobre ellas. Si uno ha experimentado en sí mismo las razones de ello, es capaz de afirmar la verdad aunque un millón de personas piensen lo contrario. Por ejemplo, todo el mundo puede encontrar confirmadas verdades como las que tienen que ver con los números y la dimensión espacial. Todo el mundo puede entender que 3 x 3 = 9, y es así, aunque un millón de personas lo contradigan. ¿Por qué es así? Porque con respecto a tales verdades como las matemáticas, la mayoría de la gente ha logrado suprimir su preferencia y su aversión, su simpatía y su antipatía, en resumen, el factor personal, y dejar que el asunto hable por sí mismo. Esta exclusión de lo personal en el caso del pensar y de la capacidad de formular ideas se ha llamado siempre la "purificación" del alma humana, y se considera la primera etapa en el camino hacia la iniciación, o, como también podría decirse, en el camino hacia el conocimiento superior.

El hombre versado en estas cosas se dice a sí mismo: No es sólo con respecto al sentir y a la voluntad que la gente no está todavía lo suficientemente lejos como para que nada personal entre en ello, y que puedan verificar la objetividad, sino también con respecto al pensar la mayoría no está todavía lo suficientemente lejos como para poder entregarse puramente a lo que las cosas, las ideas de las cosas mismas le dicen, como todo el mundo puede hacerlo en matemáticas. Pero hay métodos para purificar el pensar hasta tal punto que ya no pensamos personalmente, sino que dejamos que los pensamientos en nosotros piensen, como hacemos cuando dejamos que lo haga el pensamiento matemático. Así, cuando hemos limpiado el pensar de las influencias de la personalidad, hablamos de purificación o catarsis, como se llamaba en los antiguos misterios de Eleusis. De ahí que el hombre deba llegar al punto de purificar su pensar, lo cual después le permite comprender las cosas con el pensar objetivo.

Ahora bien, así como esto es posible, también es posible eliminar todo el factor personal del sentir, de modo que la apelación de las cosas a los sentimientos ya no tenga nada que decir, a lo Personal, o a la Simpatía y Antipatía; no se evoca nada más que la naturaleza de la cosa, en la medida en que no puede hablar a la mera capacidad de concepto. Las experiencias en nuestras almas que tienen sus raíces u origen en nuestros sentimientos, y que por lo tanto conducen al conocimiento interior, y llevan más profundamente a la naturaleza de una cosa, afectando sin embargo a otros lados del alma que al mero intelectualismo, pueden ser purificadas del elemento personal así como el pensar, de modo que el sentimiento pueda transmitir la misma objetividad que el pensar. Esta purificación o desarrollo de los sentimientos se llama en toda la doctrina esotérica "iluminación". Todo hombre capaz de desarrollo, y que se esfuerza por ello de manera no casual, (que reside en la intención de la personalidad) debe esforzarse por ser movido sólo por lo que reside en la naturaleza de la cosa. Cuando ha llegado al punto en que la cosa no despierta en él ni simpatía ni antipatía, cuando sólo permite que hable la naturaleza de las cosas, de modo que dice: cualesquiera simpatías o antipatías que yo tenga son inmateriales y no deben ser tomadas en consideración, entonces está en la naturaleza de la cosa que el pensar y la acción del hombre asuman tal o cual dirección, -entonces es una declaración de la naturaleza más íntima de la cosa. En la doctrina esotérica este desarrollo de la voluntad ha sido llamado "consumación".

Cuando alguien se posiciona en el terreno de la ciencia espiritual, se dice a sí mismo: 'Cuando tengo una cosa ante mí, existe en ella un elemento espiritual, y puedo estimular mi modo de conceptuar de tal manera, que la esencia de la cosa se representa objetivamente a través de mis conceptos e ideas. Por lo tanto, en mí está presente la misma cosa que actúa externamente, y a través de mi manera de conceptuar he reconocido la esencia de la cosa. Pero lo que he reconocido es sólo una parte de la esencia'. Existe en las cosas algo que no puede dirigirse al pensar en absoluto, sino sólo al sentir, y de hecho sólo al sentir purificado o al sentir que se ha convertido en objetivo. El hombre que todavía no ha desarrollado en sí mismo mediante este cultivo de los sentimientos tal parte de la esencia, no puede reconocer la esencia según estas líneas. Pero para el hombre que se dice a sí mismo que el sentir así como la capacidad de pensar pueden proporcionar una base de conocimiento (no el sentir como es, sino como puede llegar a ser por medio de métodos bien fundados de la enseñanza de la cognición) para tal hombre se vuelve gradualmente claro que hay cosas más profundas que las posibilidades del pensar, cosas que hablan al alma de uno y a los sentimientos. También hay cosas que llegan incluso hasta la voluntad.

Ahora bien, Goethe estaba particularmente convencido de que esto es realmente así, y de que el hombre tiene realmente en sí estas posibilidades de desarrollo. Se apoyó firmemente en el principio de la iniciación, y nos ha mostrado la iniciación del hombre mediante el desarrollo de su alma y el desarrollo de las tres potencias de voluntad, sentir y pensar representándolas en su Cuento de Hadas.

El Rey de Oro representa la iniciación mediante la facultad de pensamiento, el Rey de Plata representa la iniciación mediante la facultad de conocimiento del sentimiento objetivo, y el Rey de Bronce la iniciación mediante la facultad de conocimiento de la voluntad. Goethe ha subrayado que el hombre debe superar ciertas cosas si desea recibir estos tres dones. El Joven de la historia representa al hombre en su lucha por lo más elevado. Como Schiller en sus Cartas Estéticas describe la aspiración del hombre hacia la humanidad completa, así Goethe describe en el Joven la aspiración del hombre hacia lo más alto, queriendo alcanzar enseguida el Lirio Hermoso, y logrando entonces la perfección humana interior, que le dan los tres Reyes.

En el curso del relato se describe cómo sucede esto. Recordarán que en el Templo subterráneo, al que la Serpiente mira debido al poder de cristalización de la tierra, había un Rey en cada una de las cuatro esquinas. En la primera estaba el Rey de Oro, en la segunda el de Plata, en la tercera el de Bronce. En el cuarto estaba el Rey que era una mezcla de los otros tres metales, en quien, por lo tanto, las tres partes compuestas estaban tan soldadas que no se podían distinguir. En este cuarto Rey, Goethe nos describe al representante de esa etapa del desarrollo humano en la que se mezclan la voluntad, el pensar y el sentir. En otras palabras, representa el alma humana que se rige por la voluntad, el pensar y el sentir, porque ella misma no es dueña de estas tres capacidades. En cambio, en el Joven, después de recibir los tres dones de los Reyes Magos por separado, de modo que ya no están mezclados caóticamente, se representa esa etapa del conocimiento que no se deja gobernar por el pensar, el sentir y la voluntad, sino que, por el contrario, los domina. Mientras éstas tres facultades fluyan caóticamente y se entremezclen en él, mientras no sean puras e independientes en su alma, el hombre será gobernado por ellas. Hasta que el hombre no haya alcanzado esta separación, no será capaz de ser efectivo a través de sus tres capacidades de conocimiento. Sin embargo, cuando ha llegado a este punto, ya no está a merced del Caos, sino que, por el contrario, él mismo controla su pensar, su sentir y su voluntad, cuando cada uno de ellos es tan puro y sin mezcla como el metal de los Reyes respectivos: su modo de Concebir, puro como el Rey de Oro (pues nada está mezclado en él); su modo de Sentir, donde nada está añadido o mezclado, sino puro como el Rey de Plata; y así también la Voluntad, pura como el latón del Rey de Bronce; Conceptos y Sentimientos ya no le gobiernan, pues él permanece, en su naturaleza, libre; es capaz, en una palabra, de comprender por medio del pensar, del sentir y de la voluntad según sea necesario, haciendo uso de cada uno por separado. Puede comprender según la necesidad y la naturaleza de las cosas, ya sea por medio del pensar, del sentir o de la voluntad. Entonces ha avanzado tanto que toda la pura capacidad de conocimiento que vemos en el pensar, sentir y la voluntad, le lleva a una comprensión más profunda, y realmente se sumerge en la corriente de los acontecimientos, en la naturaleza interna de las cosas. Por supuesto, sólo la experiencia puede enseñar que esto es posible.

Ahora bien, después de lo que acabo de decir, no será difícil convenir en que si Goethe hace que la Juventud represente a la humanidad en lucha, podemos ver en el Lirio Hermoso otra condición anímica, a saber, aquella condición anímica que el hombre alcanza cuando los seres que yacen en las cosas brotan en el alma, y él eleva así su existencia mezclando las cosas en sí mismo con la naturaleza de las cosas en el mundo exterior. Lo que el hombre experimenta en su alma al salir de sí mismo, al hacerse dueño de las potencias del alma, vencedor del caos en su alma; lo que el hombre experimenta entonces, esa bienaventuranza interior, esa unidad con las cosas; su despertar en él, nos lo muestra Goethe en su representación de la unión con el Lirio Hermoso. La belleza no es aquí una belleza meramente estética, sino una cualidad del hombre llevada a un cierto grado de perfección. De modo que ahora también nos resultará fácil comprender por qué Goethe hace que el Joven proceda en su esfuerzo por alcanzar el Lirio Hermoso, de tal manera que todas sus facultades al principio desaparecen. ¿A qué se debe esto?

La presentación que hace Goethe de tal escena la comprendemos si nos atenemos a un pensamiento que expresó en una ocasión: Todo lo que nos da dominio sobre nosotros mismos sin liberarnos, nos conduce al error". El hombre debe primero ser libre, debe llegar al punto de ser dueño de sus fuerzas anímicas interiores, y entonces podrá alcanzar la unión con la condición anímica más elevada, con el Lirio Hermoso. Pero si se lanza a alcanzarla sin estar preparado, con las fuerzas aún inmaduras, éstas se pierden y su alma se marchita. De ahí que Goethe señale que el Joven busca esta liberación que le hará capitán de su alma. En el momento en que sus fuerzas anímicas ya no son caóticas, sino que están purificadas, limpias y ordenadas, está preparado para alcanzar esa condición del alma que simboliza su unión con el Lirio Hermoso.

Vemos, pues, que Goethe construye estas figuras en libre fantasía creadora, y si las consideramos como representación de las fuerzas del alma, vemos que impregnan y actúan en toda su alma. Si las consideramos así, si somos tan sensibles a estas figuras como en cierto modo lo fue Goethe, quien, a diferencia de un poeta didáctico de segunda fila, no se contentó con decir lo que significaba tal o cual cualidad del alma, sino que la utilizó para expresar lo que él mismo sentía, entonces nos daremos cuenta de lo que se expresa en estas figuras poéticas. Y, por consiguiente, las diversas figuras guardan entre sí la misma relación personal que guardan entre sí las potencias anímicas de un hombre.

Nunca se insistirá lo suficiente en que no se trata de que los personajes signifiquen esto o aquello. Ciertamente, no es así. Más bien se trata de que Goethe sintió esto o aquello en tal o cual actividad anímica y transformó sus sentimientos en relación con una u otra actividad anímica en una u otra figura.

Así fue como creó la secuencia de los acontecimientos de la historia, que sigue siendo más importante que las propias figuras. Vemos a los fuegos fatuos y a la serpiente verde, y que los primeros cruzan desde el otro lado del río y revelan cualidades bastante peculiares. Absorben el oro con avidez, incluso lo lamen de las paredes de la habitación del anciano, y luego lo arrojan prodigiosamente. El mismo oro que en el Testamento de la Bruja es un signo de falta de valor, como también nos muestra el hecho de que el barquero tiene que rechazarlo,  -de lo contrario el río se desbordaría y se levantarían olas como caballos desbocados- el barquero sólo puede tomar frutas como pago. ¿Qué efecto tiene en el cuerpo de la Serpiente Verde este oro? La serpiente, después de tomarlo, se vuelve internamente luminosa. Y las plantas y otras cosas a su alrededor también se iluminan porque ella toma en sí misma lo que en el caso de la Virgen es un símbolo de inutilidad.

Pero incluso a ellos se les atribuye cierta importancia. Ustedes saben que el anciano, en el momento crítico, pide a los fuegos fatuos que abran las puertas del Templo, para que entre todo el grupo. Precisamente lo mismo que ocurre aquí en el caso de la Serpiente Verde, hay que buscarla en el alma humana, cosa que vimos con particular claridad hace dos días en la conversación entre Goethe y Schiller. Vimos que Schiller, mientras hablaba con Goethe sobre el modo en que debía considerarse la naturaleza, seguía opinando que el dibujo hecho con unos pocos trazos por Goethe de la protoplanta era una idea, una abstracción, que se recibe cuando se omiten los rasgos diferenciadores y se juntan los comunes. Y vimos que Goethe dijo a continuación que si eso era una idea, entonces él veía sus ideas con los ojos. En este momento había dos realidades muy diferentes en oposición. Schiller se entrenó completamente para adoptar la manera de ver las cosas de Goethe; de modo que no muestra falta de honor a Schiller si se le toma como ejemplo de esa alma humana que se mueve en abstracciones, y preferentemente en aquellas ideas de las cosas que son comprendidas por la mera razón. Esa es una inclinación particular del alma, que, si un hombre desea alcanzar un desarrollo superior, puede, en ciertas circunstancias, desempeñar un papel muy peligroso.

Hay personas cuya inclinación va en la dirección de lo abstracto. Ahora bien, cuando combinan esta abstracción con algo que se les antoja fuerza del alma, se trata, por regla general, del concepto de improductividad. Estas personas son a veces muy agudas, pueden hacer distinciones finas, y conectar este o aquel concepto maravillosamente. Pero también se encuentra a menudo con tal condición del alma, que las influencias espirituales, las inspiraciones, están excluidas. Esta condición del alma, caracterizada por la improductividad y la abstracción, está representada para nosotros en los fuegos fatuos. Ellos toman el oro dondequiera que lo encuentran; carecen de toda facultad inventiva, son improductivos y no pueden captar "ideas". Las ideas les son ajenas. No tienen la voluntad altruista de entregarse a las cosas, ni de atenerse a los hechos, ni de utilizar los conceptos sólo en la medida en que son intérpretes de los hechos. Todo lo que les importa es llenar sus razones de conceptos, y luego esparcirlos pródigamente. Son como un hombre que va a las bibliotecas, recoge sabiduría allí, y la toma y luego la vuelve a repartir correspondientemente. Estos fuegos fatuos son típicos de esa capacidad del alma que nunca es capaz de captar un solo pensamiento o sentimiento literario, pero que, sin embargo, puede captar en bellas formas lo que los espíritus creadores han producido en la literatura. No pretendo decir nada en contra de este tipo de alma. Si un hombre no la tuviera ni la cultivara cuando está insuficientemente dotado de ella, le faltaría algo que debe estar presente cuando se trata de la verdadera facultad de conocer. En su imagen de los fuegos fatuos, en todas las circunstancias en que aparecen y actúan, Goethe muestra la manera en que actúa tal tipo de alma, en relación con otros tipos de alma, cómo perjudica y cómo beneficia. En verdad, si alguien quisiera subir a estadios superiores del conocimiento y no tuviera esta facultad del alma, no habría medios para abrirle el Templo. Goethe muestra tanto las ventajas como los inconvenientes de esta condición del alma. Lo que él nos da en losl fuegos fatuos representa un elemento del alma. En el momento en que quiere llevar una vida independiente en un sentido u otro, se vuelve perjudicial. Esta abstracción conduce a una facultad crítica que hace que los hombres lo aprendan todo, pero incapaces de seguir desarrollándose, porque les falta el elemento productivo. Pero Goethe también muestra claramente hasta qué punto tiene valor lo que representan los fuegos fatuos. Lo que contienen puede convertirse en algo valioso; en la Serpiente, el oro de la Virgen se convierte en algo valioso en la medida en que ilumina los objetos que la rodean.

Lo que vive en los fuegos fatuos, cuando se trabaja de otra manera, se volverá extremadamente fecundo en el alma humana. Cuando el hombre se esfuerza por considerar sus experiencias de conceptos e ideas y creaciones ideales no como algo abstracto en sí mismas, sino como capaces de conducir e interpretar las realidades que le rodean, de modo que piensa tan desinteresada y voluntariamente en sus observaciones como en la cualidad abstracta de los conceptos, entonces se encuentra, en lo que respecta a esta fuerza del alma, en la misma posición que la Serpiente Verde: entonces puede producir luz y sabiduría a partir de los conceptos puramente abstractos. Entonces no se encuentra en la línea vertical que pierde toda conexión y relación con el plano horizontal. Los fuegos fatuos son parientes de la Serpiente, pero de la línea vertical. Las piezas de oro caen a través de las rocas, son absorbidas por la Serpiente, que se vuelve así interiormente luminosa. Quien se acerca a las cosas mismas con estos conceptos absorbe la sabiduría.

Goethe nos proporciona también un ejemplo de cómo se debe trabajar sobre los conceptos (Begriffe). Él tiene el concepto de la protoplanta. En primer lugar, se trata de un concepto abstracto que, si se trabajara en abstracto, se convertiría en una imagen vacía que mataría toda la vida, como el oro, arrojado por los fuegos fatuos, mató al perro carlino. Pero pensemos en lo que hace Goethe con la concepción de la protoplanta. Si le seguimos en su viaje italiano, veremos que esta concepción no es más que el "leit-motiv" que va de planta en planta, de ser en ser. Toma la concepción, pasa de ella a la planta, y ve cómo ésta se hace de una u otra forma, adoptando formas muy diferentes, en lugares más bajos o más altos, etcétera. Ahora sigue paso a paso cómo la realidad o forma espiritual se arrastra dentro de cada forma física. Él mismo se arrastra como la Serpiente por las grietas de la tierra. Así pues, para Goethe el mundo de los conceptos no es otra cosa que aquello que puede convertirse en realidad objetiva. La Serpiente es para él la representación de aquella fuerza anímica que no lucha egoístamente hacia regiones superiores de la existencia en un intento de elevarse por encima de todo, sino que deja continua y pacientemente que el concepto sea verificado por la observación, va pacientemente de experiencia en experiencia. Cuando el hombre no se limita a teorizar, no se limita a vivir en los conceptos, sino que los aplica a la vida y a la experiencia, entonces se encuentra, en lo que a esta fuerza del alma se refiere, en la posición de la Serpiente. Esto es así en un sentido muy amplio. El que toma la filosofía no como una teoría, sino como lo que debe ser, el que considera los conceptos de la ciencia espiritual como ejercicios para la vida, sabe que precisamente tales conceptos, incluso los más elevados, deben ser aplicados de tal manera que se fundan en la vida y sean verificados por la experiencia cotidiana. El hombre que ha aprendido algunos conceptos, pero es incapaz de aplicarlos a la vida, es como un hombre que ha aprendido de memoria un libro de cocina, pero no sabe cocinar. Así como el oro es un medio para iluminar las cosas, Goethe ilumina las cosas que le rodean por medio de sus ideas.

Esto es lo instructivo y grandioso de la actitud de Goethe ante la Ciencia, y de todos sus esfuerzos, que sus ideas y conceptos tienen realidad y tienen el efecto de iluminar todos los objetos a su alrededor. Anteayer se dio especial importancia a la universalidad en Goethe que da la razón de que nunca tengamos la sensación: ése es el "sentido" de Goethe. Él está ahí, y cuando lo vemos, sólo descubrimos que entendemos mejor cosas que antes no estaban tan claras. Por eso era capaz de convertirse en el punto de acuerdo entre dos hermanos hostiles, como vimos anteayer.

Si quisiéramos discutir cada rasgo de este cuento de hadas y caracterizar cada una de sus figuras, tendría que hablar no durante tres horas, sino durante tres semanas sobre él. Así que sólo puedo exponerles los principios más profundos que contiene la historia. Pero cada rasgo nos muestra algo del método de pensamiento de Goethe y de su opinión del mundo.

Las fuerzas del alma, representadas en los fuegos fatuos, en la serpiente verde y en los reyes, están a un lado del río. Al otro lado vive el Lirio Hermoso, el ideal del conocimiento perfecto y de la vida y el trabajo perfectos. Oímos decir al barquero que puede traer a las personas (gestalten, formas) de la otra orilla a ésta, pero que no puede llevar a nadie de vuelta. Apliquemos esto a toda nuestra condición anímica o estado anímico y a nuestro perfeccionamiento.

Nos encontramos en la Tierra como seres con alma. Estas u otras capacidades anímicas actúan en nosotros como talentos, como fuerzas anímicas más o menos desarrolladas. Están en nosotros; pero también tenemos algo más en nosotros. En nosotros, los seres humanos, si nos consideramos correctamente, existe el sentimiento, el conocimiento de que las facultades de nuestra alma, que finalmente nos interpretan la naturaleza de las cosas, están estrechamente relacionadas con los espíritus elementales (grundgeister) del mundo, con las fuerzas Creativas, Espirituales. El anhelo de estas fuerzas creadoras es el anhelo del Lirio Hermoso. Así sabemos que todo lo que se deriva, por un lado, del Lirio Hermoso, se esfuerza, por otro, en volver a él. Fuerzas desconocidas, no comprendidas por nosotros, nos han traído desde el mundo de la otra orilla, a través de la frontera del río, hasta este lado. Pero estas fuerzas, caracterizadas por el Transbordador, y trabajando en las profundidades de la naturaleza inconsciente, no pueden llevarnos de vuelta otra vez, porque de otro modo el hombre volvería, sin su trabajo y cooperación, al reino de lo divino, precisamente como vino. Las fuerzas que nos han llevado, como fuerzas naturales inconscientes, al reino de la humanidad en lucha, no pueden llevarnos de vuelta. Para ello se necesitan otras fuerzas; y Goethe es consciente de ello. Pero también quiere mostrar cómo debe hacer el hombre para reencontrarse con el Lirio Hermoso. Hay dos caminos. Uno lleva sobre la Serpiente Verde; podemos cruzar por ella y encontrar poco a poco el reino del espíritu. El otro camino atraviesa la sombra del Gigante. Se nos muestra que el Gigante, por lo demás sin fuerza, extiende su mano al anochecer, y su sombra cae a través del Río. El segundo camino conduce sobre esta sombra. Por lo tanto, quien desee cruzar a plena luz del día al reino del espíritu debe utilizar el camino que proporciona la Serpiente; y quien desee cruzar al anochecer puede utilizar el camino que conduce a través de la sombra del Gigante. Ésas son las dos vías para alcanzar una imagen espiritual del mundo. El hombre que aspira al mundo espiritual -no con conceptos e ideas humanas, no con esas fuerzas simbolizadas por el oro sin valor (como espíritus de la sofistería desnuda) y los fuegos fatuos-, sino procediendo paciente y desinteresadamente de experiencia en experiencia, logra llegar a la otra orilla a plena luz del sol.

Goethe sabe que la verdadera investigación no se detiene en las cosas materiales, sino que debe conducir más allá de la frontera; más allá del río que nos separa de lo espiritual. Pero hay otro camino, un camino para las personas no desarrolladas, que no quieren tomar el camino del conocimiento, sino un camino representado por el Gigante. Él mismo es impotente, sólo su sombra tiene cierta fuerza. Ahora bien, ¿qué es la impotencia en sentido estricto? Tomemos todas las condiciones posibles para el hombre cuando su conciencia se reduce, como en el hipnotismo, el sonambulismo e incluso las condiciones de sueño; todo aquello por lo que la clara conciencia diurna es sometida, por lo que el hombre está sujeto a un poder anímico inferior al de la clara conciencia, pertenece a esta segunda vía. Aquí el alma, al renunciar a su potencia anímica funcional cotidiana ordinaria, es conducida al verdadero reino del espíritu. El alma, sin embargo, no se hace capaz por sí misma de cruzar al reino espiritual, sino que permanece inconsciente y es llevada como la Sombra al reino del espíritu. Goethe incluye en las fuerzas representadas por la sombra del Gigante todo lo que funciona inconscientemente y por hábito, sin que tomen parte las fuerzas del alma que están activas durante la conciencia clara. Schiller, que fue iniciado en el sentido de Goethe, escribió una vez a Goethe, en la época de las grandes convulsiones en Europa Occidental: Me alegro de que no te hayas dejado atrapar bruscamente por la sombra del gigante'. ¿Qué quería decir? Quería decir que si Goethe hubiera viajado más al Oeste, habría sido atrapado por las fuerzas revolucionarias de Occidente.

Entonces vemos que los objetos de la búsqueda del hombre, la cumbre del conocimiento, están representados en el "Templo". El Templo representa una etapa superior de la evolución del hombre. Goethe diría hoy en día que si el Templo es algo oculto, está bajo las estrechas grietas de la tierra. Una fuerza anímica aspirante como la representada en la Serpiente puede sentir la forma del Templo sólo tenuemente. Absorbiendo el ideal, el oro, puede iluminar esta forma, pero en el fondo el Templo sólo puede estar ahí hoy como un secreto subterráneo. Pero aunque Goethe deja el Templo como algo subterráneo para la cultura externa, señala que para un hombre más desarrollado este secreto debe ser desvelado. Con esto indica la corriente de la Ciencia Espiritual que hoy en día ya ha captado a amplias masas de personas, que en un sentido amplio trata de popularizar el contenido de la Ciencia Espiritual, del principio de la iniciación y del secreto del Templo. Por lo tanto, la Juventud debe ser considerada, en este sentido goetheano verdaderamente libre, como el representante de la humanidad aspirante. Por lo tanto, el Templo debe elevarse más allá del Río, para que no sólo unos pocos individuos que buscan la iluminación puedan cruzar y volver a cruzar, sino para que todas las personas puedan cruzar el Río por el puente. Goethe, en el Templo de la Iniciación sobre la tierra pone ante nosotros un estado futuro, que habrá llegado cuando el hombre pueda pasar del reino de los sentidos al reino de lo espiritual, y del reino de lo espiritual al reino de los sentidos.

¿Cómo se consigue esto en el cuento de hadas? Porque se cumple su verdadero secreto. La solución del cuento se encuentra en el cuento mismo, dice Schiller, pero también ha señalado que la palabra que lo resuelve se inserta de una manera muy notable. ¿Recuerdan al Viejo de la Lámpara, que ilumina sólo donde ya hay luz? Ahora bien, ¿Quién es ese anciano y qué es la lámpara? ¿Cuál es su curiosa luz? El anciano está por encima de la situación. Su lámpara tiene la peculiar cualidad de cambiar las cosas, la madera en plata, la piedra en oro. También tiene la cualidad de brillar sólo donde ya hay una receptividad, un tipo definido de luz. Cuando el anciano entra en el templo subterráneo, le preguntan cuántos secretos conoce. Tres", responde. A la pregunta del Rey de Plata: "¿Cuál es el más importante? Y cuando el Rey de Bronce le pregunta si también se lo contará a él, responde: "En cuanto sepa el cuarto". Entonces la Serpiente le susurra algo al oído y él dice de inmediato:

"El momento ha llegado".

La solución del enigma es lo que la Serpiente susurró al oído del anciano, y tenemos que averiguar qué es. Nos llevaría demasiado lejos decir lo que significan los tres secretos. Sólo lo insinuaré. Hay tres Reinos que en la evolución son, por así decirlo, estacionarios: el mineral, el vegetal y el animal, que están completados, en comparación con el hombre progresivo, que todavía se está desarrollando. El desarrollo interior del hombre es tan vehemente e importante que no puede confundirse con el desarrollo de los otros tres reinos de la naturaleza. Lo que encierra el secreto del Anciano es el hecho de que un reino de la naturaleza ha llegado al punto actual de un punto final, y esto es lo que explica las leyes de los reinos mineral, vegetal y animal. Pero ahora viene el cuarto reino, el del hombre, el secreto que ha de revelarse en el alma humana. El secreto que el anciano debe descubrir primero es de este tipo. ¿Y cómo debe descubrirlo? Sabe en qué consiste, pero la Serpiente debe decírselo primero. Esto nos indica que el hombre todavía tiene que pasar por algo especial, si quiere alcanzar la meta de la evolución como lo han hecho los otros tres reinos. De qué se trata, le susurra la Serpiente al Anciano. Ella dice cómo debe desarrollarse una determinada fuerza del alma, si se quiere alcanzar un estadio superior; dice que tiene la voluntad de sacrificarse por ello, y de hecho se sacrifica. Hasta ahora ha hecho de puente cuando aquí y allá alguien deseaba cruzar; pero ahora se convertirá en un puente permanente, al caer en pedazos, de modo que el hombre tendrá una conexión duradera entre este lado y aquel, entre lo espiritual y lo físico. Que la Serpiente tenga la voluntad de sacrificarse debe tomarse como la condición para revelar el cuarto secreto. En el momento en que el Anciano se entera de que la Serpiente se sacrificará, puede llegar a decir: "¡Llegó la hora!". Es esa fuerza del alma que se adhiere a lo externo. Y el camino que hay que recorrer no es hacer de esta fuerza del alma y de la ciencia interior el fin último, sino la autoentrega. Eso sí que es un secreto, aunque se le llame "secreto a voces", es decir, cuando cualquiera que lo desee puede conocerlo. Lo que en un amplio círculo se considera fin en sí mismo, -todo lo que podemos aprender en ciencias naturales, en ciencias políticas de la civilización, en historia, en matemáticas y en todas las demás ciencias-, nunca puede ser un fin absoluto. Nunca podremos llegar a un verdadero conocimiento de las profundidades del mundo, si las consideramos como fines en sí mismas. Sólo si estamos en todo momento dispuestos a absorberlos y a considerarlos como medios, que ofrecemos como puente para permitirnos cruzar, llegamos al verdadero conocimiento. Nos excluimos del conocimiento superior y verdadero a menos que también estemos dispuestos a sacrificarnos. El hombre sólo tendrá una idea de lo que es la iniciación cuando deje de forjarse una concepción del mundo a partir de conceptos físicos externos. Tiene que ser todo sentimiento, con un alma totalmente sintonizada, un alma como la que Goethe describe en su "Westöstlichen Divan" como la adquisición más elevada del hombre:

Y mientras no tengas esto, ¡morir para devenir!
No eres más que un triste huésped en esta oscura Tierra".

¡Morir para devenir! Aprende a conocer lo que la vida puede ofrecerte, sigue adelante con ella, pero supérate, trasciéndete. Deja que se convierta en un puente para ti, y despertarás en una vida superior y serás uno con la esencia de las cosas, cuando ya no vivas en la ilusión de que, aislado del yo superior, puedes agotar la esencia de las cosas. Cuando Goethe habla del sacrificio de la idea y del alma-materia, para adquirir nueva vida en esferas superiores, y del más profundo amor interior, le gusta pensar en las palabras del místico Jacob Böhme, que conoce por experiencia esta entrega de la Serpiente. Tal vez Jacob Böhme le haya señalado justamente esto y le haya dejado tan claro que un hombre puede vivir, incluso en el cuerpo físico, en un mundo que de otro modo sólo pisaría después de la muerte, en el mundo de lo eterno, de lo espiritual. Jacob Böhme sabía también que depende del hombre, si puede, en el sentido más elevado, deslizarse hacia el mundo espiritual. Lo muestra en el dicho: 'Quien no muere antes de morir, se arruina cuando muere'. ¡Un dicho significativo! El hombre que no muere antes de morir, es decir, que no desarrolla en sí mismo lo eterno, el núcleo interior del ser, no estará en condiciones, cuando muera, de encontrar de nuevo el núcleo espiritual en sí mismo. Lo eterno está en nosotros. Debemos desarrollarlo en el cuerpo para encontrarlo fuera de él. Quien no muere antes de morir, se arruina cuando muere". Lo mismo ocurre con la otra frase: "Y así la muerte es la raíz de toda vida". 

Así vemos que las cosas del alma sólo pueden iluminar un lugar donde ya hay luz: la Lámpara del Anciano sólo puede brillar donde ya hay luz. Una vez más nuestra atención se dirige a esas fuerzas especiales del alma, de devoción y entrega religiosa, que durante cientos y miles de años han llevado el mensaje de los mundos espirituales a aquellos que no podían buscar la luz por medio de la Ciencia o de otra manera. La luz de las diferentes revelaciones religiosas está representada en el Anciano, que posee esta luz. Pero a aquel que no trae una luz interior para encontrar el sentido de la religión, la Lámpara de la Religión no le da luz. Sólo puede brillar donde la luz ya está y se encuentra con ella. Es la Lámpara que ha transfigurado al hombre, que ha conducido a toda la mortalidad a través de la vida del alma.

Y luego vemos que los dos Reinos se unen mediante el sacrificio de la Serpiente. Después de pasar, por así decirlo, por incidentes simbólicos de lo que el hombre tiene que atravesar en su desarrollo superior en un sentido esotérico, vemos cómo el Templo del Conocimiento es llevado por medio de las tres potencias anímicas humanas a través del río, cómo se eleva y cada potencia anímica realiza su servicio. Esto pretende mostrar que las potencias del alma deben estar en armonía, ya que se nos dice: la personalidad individual no puede lograr nada; pero cuando todas trabajan juntas en un momento favorable, cuando las fuertes y las débiles cooperan en la relación correcta, entonces el alma puede adquirir la capacidad de alcanzar el estado más elevado, la unión con el Lirio Hermoso. Entonces el Templo sale de las grietas ocultas hacia la superficie para todos los que se esfuerzan en la verdad por alcanzar el conocimiento y la sabiduría. El Rey de Oro dota al Joven de los poderes de conocimiento del pensamiento: "Conoce y reconoce lo más elevado". El Rey de Plata le otorga el poder del conocimiento del sentir, que Goethe expresa maravillosamente con las palabras: "Cuida de las ovejas": "¡Atiende a las ovejas!

En el sentimiento están arraigados el arte y la religión, y para Goethe ambos eran una unidad, -ya en la época en que escribió en su viaje a Italia sobre las obras de arte de Italia: "¡Hay necesidad, hay Dios!".

Pero también existe el hacer, -cuando el hombre no lo aplica a la lucha por la existencia, sino cuando lo convierte en un arma para conseguir belleza y sabiduría. Esto está contenido en las palabras del Rey de Bronce a la Juventud: "¡La espada en la mano izquierda, la derecha libre! Hay todo un mundo en estas palabras. La mano derecha libre para trabajar el yo de la naturaleza humana.

¿Y qué ocurre con el Cuarto Rey, en el que se mezclan los tres elementos? Este Rey mezclado se funde en una figura grotesca. Los fuegos fatuos vienen y lamen el oro que hay en él: las fuerzas anímicas del hombre todavía quieren examinar qué tipo de etapas del desarrollo humano, ahora superadas, hubo una vez.

Tomemos aún otro rasgo: a saber, cuando el Gigante llega tambaleándose y luego se queda allí como una estatua, señalando las horas: cuando el hombre ha puesto su vida en armonía, entonces lo secundario tambien tiene un sentido para lo que pretende ser un orden metódico. Debe expresarse como un hábito. El propio inconsciente recibirá entonces un significado valioso. De ahí que el Gigante se represente como un reloj.

El anciano de la lámpara está casado con la anciana. Esta Anciana no representa para nosotros otra cosa que la sana y comprensiva fuerza del alma humana, que no penetra en las altas regiones de las abstracciones espirituales, sino que lo maneja todo sana y prácticamente, como, por ejemplo, en la religión, representada por el Anciano de la Lámpara. Ella es la que trae al Barquero su paga: tres cabezas de repollo, tres cebollas y tres alcachofas. Tal etapa de desarrollo no ha pasado de lo contemporáneo. El hecho de que sea tratada de este modo por los fuegos fatuos es, sin duda, una imagen reflejada de cómo las mentes abstractas miran con cierto desprecio a las personas que asimilan las cosas directamente por instinto o intuición.

Quisiera mostrarles en dos ejemplos hasta qué punto la cosmovisión espiritual de Goethe atraviesa toda su vida, hasta qué punto en cosas de conocimiento espiritual está de acuerdo en su extrema vejez con lo que había escrito antes. Cuando Goethe escribió "Fausto", había adoptado cierta idea que se basaba en el simbolismo de un camino de desarrollo más profundo de la naturaleza. Cuando Fausto habla de su padre, que era alquimista y había aceptado con fe las antiguas enseñanzas, pero ya entonces las había malinterpretado, dice que su padre también había hecho eso, que

... un león rojo, un pretendiente audaz,
casado en el suave baño del lirio.

Eso es lo que dice Fausto, sin conocer su significado. Pero tal dicho puede convertirse en una escalera que conduzca a elevados estadios de desarrollo. En el cuento de hadas, Goethe muestra en la juventud al ser humano aspirando a la novia más elevada, y a aquello con lo que ha de unirse lo llama el Hermoso Lirio. Este Lirio se encuentra ya en las primeras partes de "Fausto".

Y, de nuevo, el nervio mismo de la filosofía de Goethe que encontró expresión en su Cuento de Hadas, se encuentra también en "Fausto": en la Parte II, en el Coro Místico, donde Fausto se enfrenta a la entrada en el mundo espiritual, donde Goethe establece su declaración de una concepción espiritual del mundo en palabras monumentales. Allí muestra cómo el ascenso por el camino del conocimiento sigue tres etapas sucesivas, a saber, la purificación del pensar, la iluminación del sentir y la forja de la voluntad. Lo que el hombre alcanza a través de la purificación del pensar le lleva a reconocer lo espiritual detrás de todo. Lo físico se convierte en símbolo de lo espiritual. Profundiza aún más para captar lo que es inalcanzable para el pensar. Entonces llega a un estado en el que ya no considera las cosas por medio del pensar, sino que se dirige a la cosa misma, donde su esencia y lo que no se puede describir se convierten en un hecho consumado. Y aquello que no se puede describir, aquello que, como oiréis en el curso de los discursos de invierno, debe ser pensado de otra manera, aquello por lo que hay que avanzar hacia los secretos de la voluntad, él lo califica simplemente de "lo indescriptible". Cuando el hombre ha completado el triple camino a través del pensar, el sentir y la voluntad, se une a lo que en el Chorus Mysticus se denomina "la feminidad eterna", la meta del desarrollo del alma humana, el "Hermoso Lirio" del Cuento de Hadas.

Así vemos que Goethe pronuncia su convicción más profunda, su revelación secreta también allí, donde pone fin a su gran poema confesional, después de elevarse a través del pensar y el sentir y la voluntad hasta la unión con el Hermoso Lirio, hasta ese estado que encuentra su expresión en el pasaje del Chorus Mysticus, que expresa lo mismo que la filosofía y la ciencia espiritual de Goethe, así como el Cuento de Hadas:

Todo lo pasajero
es sólo una parábola
Lo inadecuado,
Aquí se convierte en logro;
Lo indescriptible,
aquí se realiza;
El eterno femenino
nos atrae.

Traducido por J.Luelmo ene.2024

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919