GA175 Berlín, 13 de febrero de 1917 - La metamorfosis de las fuerzas anímicas.

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LA METAMORFOSIS DE LAS FUERZAS ANÍMICAS.

Conferencia del Dr. Rudolf Steiner



Berlín, 13 de febrero de 1917


Conferencia II

Las consideraciones que hicimos aquí hace ocho días, culminaron en el hecho de que el investigador espiritual es muy consciente de que actualmente, a pesar de que en el mundo exterior prevalece el clímax, el punto culminante, por así decirlo, de la visión y de la actitud materialistas, sin embargo, espiritualmente
 nos encontramos, en la fase inicial de una desmaterialización de los pensamientos, de los mundos de la ideación, que en el transcurso del tiempo debe conducir también a una espiritualización, a una penetración con el espíritu de la vida terrena como tal. Pues lo que ha de apoderarse de la vida exterior del plano físico debe ser captado primero por algunos y luego por más y más hombres en el entendimiento espiritual, en la comprensión espiritual. Y en este sentido, la ciencia espiritual debería ser un comienzo, para que los hombres se eleven en su alma a aquello a lo que las almas ya pueden elevarse hoy si lo desean, y de lo que la vida física exterior todavía no es un reflejo, pero en lo que debe convertirse para que la Tierra no quede empantanada, por así decirlo, en la decadencia del desarrollo materialista. La situación del hombre actual podría describirse diciendo que, en realidad, su alma está en general muy cerca del mundo espiritual; pero las ideas y sobre todo los sentimientos que provienen de la visión materialista del mundo y de la mentalidad materialista del mundo han tejido un velo sobre lo que en el fondo está muy cerca del alma humana actual. La conexión entre la existencia física en la tierra, -en la cual el hombre de hoy, a pesar de muchas declamaciones que se hacen en una dirección diferente, se encuentra con todo su ser-, esta conexión entre esta existencia materialista terrenal y el mundo espiritual puede ser encontrada por el hombre si éste se propone desarrollar poderes internos y valientes, para captar no sólo lo que puede captar pintándolo ante sus sentidos exteriores como naturaleza, sino también para captar lo que permanece invisible, lo que permanece suprasensible, pero con lo que uno puede unirse y experimentarlo cuando uno agita la fuerza interior del alma hasta tal punto que uno se da cuenta de que en esta fuerza interior del alma vive algo espiritual suprahumano.

Esta conexión no debe buscarse del mismo modo en que hoy se buscan las conexiones humanas y se persiguen las conexiones humanas en la burda existencia sensorial externa. Pues la conexión entre el alma humana y el mundo espiritual se hallará en facultades íntimas del alma humana; en facultades que esta alma humana desarrolla cuando despliega la atención, la atención interior, tranquila, sosegada, a la que el hombre debe primero educarse de nuevo, después de haberse acostumbrado en la época materialista a dedicar la atención únicamente a lo que se le impone desde fuera, que, por así decirlo, se esfuerza hacia la facultad de comprensión. El espíritu que hay que experimentar en el interior no vocifera, nos espera, y nos acercamos a él cuando tratamos de prepararnos para este acercamiento.Mientras que se puede decir de las cosas del mundo exterior que se presentan a nuestros sentidos, que se imponen a nuestra percepción exterior: se acercan a nosotros, nos hablan, en cambio no se puede aplicar una palabra similar a la forma en que el espíritu, el mundo espiritual, se acerca a nosotros. Puesto que el lenguaje actual, como he dicho a menudo, está más o menos caracterizado por el mundo físico exterior, es difícil encontrar palabras que sean un reflejo exacto de lo que se presenta ante el alma en el mundo espiritual. Pero se puede intentar mostrar aproximadamente de qué manera tan diferente que lo físico, se acerca lo espiritual al ser humano. Uno quisiera decir que lo espiritual se experimenta en el sentido de que uno tiene la sensación en el momento en que lo experimenta de que se debe a ello. Tomen esta palabra exactamente: Uno se debe al mundo espiritual.

El mundo físico se nos presenta de tal manera que decimos: Ante nuestros sentidos se extiende el reino mineral, del que surgen el reino vegetal, el reino animal y luego nuestro propio reino, el reino humano. Y dentro del reino humano sentimos que estamos, por así decirlo, en la cima de una sucesión de estos reinos exteriores. Sentimos que estamos por debajo de los reinos espirituales y que los otros reinos están por encima de nosotros, los reinos de los Ángeles, Arcángeles, Archai y así sucesivamente. Y uno siente de tal manera que en cada momento se siente a sí mismo en relación con estos reinos como llevado por ellos y básicamente llamado continuamente a la existencia. Uno se debe a estos reinos. Uno mira hacia ellos diciendo: La propia vida, el propio contenido anímico fluye desde los pensamientos volitivos de los seres de estos reinos para formarnos continuamente. Este sentimiento de estar en deuda con los reinos superiores debería desarrollarse en las personas tan vívidamente como el sentimiento, digamos, de que uno recibe impresiones del exterior en la percepción física. Si estas dos sensaciones, -lo sensual externo tiene efecto en nosotros, y lo que vive en el centro de nuestro ser se debe a las jerarquías superiores-, están igualmente vivas en nuestra alma, entonces el alma se encuentra en ese equilibrio en el que puede percibir continuamente de forma correcta la cooperación de lo espiritual y lo físico, que efectivamente tiene lugar continuamente, pero que no puede percibirse sin el equilibrio de estas dos sensaciones caracterizadas.

El avance hacia el futuro debe producirse ahora de tal manera que, mediante la presencia de estos dos sentimientos en el alma humana, la evolución terrena adquiera poderes que no puede adquirir en la época materialista actual. Sabemos que lo que aquí se quiere decir apunta a algo que ha cambiado considerablemente en el curso de la evolución humana. La conexión con el mundo espiritual sólo estaba presente, aunque de forma tenuemente consciente, en el período primitivo de la evolución humana. En el período primitivo de su desarrollo, los hombres no sólo tenían los dos estados que tienen ahora, vigilia y sueño, y entre ellos una ensoñación caótica, sino que tenían un tercer estado intermedio de la realidad, que no era meramente una ensoñación, sino una captación en imágenes, aunque la conciencia estuviera sometida; una captación en imágenes, pero en imágenes que correspondían a una realidad espiritual. Para que se desarrollara la plena conciencia humana en la Tierra, como sabemos, este tipo de percepción del mundo tuvo que retroceder en el hombre. El hombre no habría llegado a ser libre si se hubiera mantenido este estado. Si el hombre no hubiera estado expuesto a todos los peligros y tentaciones del materialismo, no habría llegado a ser libre. Pero el hombre también debe encontrar su camino de regreso al mundo espiritual, que debe aprovechar en plena conciencia terrenal.

Esto guarda relación con muy amplios y complejos conceptos que han ido cambiando con todo en el curso del desarrollo humano, que ha cambiado como hemos indicado ahora. Para los tiempos primigenios de la humanidad, la coexistencia con las almas que ya habían partido de esta existencia física, era simplemente algo natural, que no necesitaba ser demostrado, pues en aquel estado de conciencia en el que las personas percibían el mundo espiritual en imágenes, también convivían con aquellos que de alguna manera estaban conectados con ellos en vida a través del karma y habían atravesado la puerta de la muerte hacia el mundo espiritual. Ellos simplemente sabían que: Los muertos están presentes; no están muertos, están vivos; sólo que viven en una forma diferente de existencia. Lo que se percibe no necesita ser probado a priori. En los tiempos antiguos del desarrollo humano, no había necesidad de pensar en la inmortalidad porque se experimentaba con los llamados muertos. Pero esta convivencia con los muertos tenía otros efectos de gran alcance. Los muertos encontraron la oportunidad más fácilmente que en el presente, -no digo que no la encuentren en el presente, sino que encontraban la oportunidad más fácilmente que en el presente-, de cooperar aquí en la tierra en lo que sucede en la tierra, pues ésta es la manera en que puede suceder. De modo que en aquellos tiempos primitivos de la humanidad, lo que sucede en la tierra, entonces sucedía de tal manera que los muertos colaboraban con los hombres en los impulsos de voluntad, en lo que los hombres se proponían hacer, en lo que hacían.

En verdad, el materialismo no sólo ha traído ideas materialistas -eso sería lo menos perjudicial, pues las ideas materialistas como tales son las menos perjudiciales-, el materialismo ha traído una forma de coexistencia completamente diferente con el mundo espiritual. Se ha dificultado la posibilidad de que los así llamados muertos actúen aquí en la evolución de la Tierra a través de los así llamados vivos. La humanidad también debe recuperar esta conexión con los muertos. Pero esto sólo será posible si la humanidad aprende, por así decirlo, a comprender el lenguaje de los muertos. Y el lenguaje en el que uno puede comunicarse con los muertos no es otro que el lenguaje de la ciencia espiritual. Ciertamente, al principio parece como si lo que nos transmite la ciencia espiritual tratara de cosas que hablan más o menos meramente a la erudición espiritual, del desarrollo del mundo, del desarrollo de la humanidad, de la organización de la naturaleza humana, que son cosas que quizá algunos quisieran decir que no les interesan; quieren otra cosa que les caliente el corazón, la mente. Ciertamente, esta última es una buena petición; es cuestión de hasta dónde se llega en todo el contexto con un cierto tipo de satisfacción de tal petición. Aparentemente sólo aprendemos cómo se ha desarrollado la Tierra en Saturno, el Sol y la Luna, cómo se han desarrollado las distintas épocas culturales en la Tierra, cómo está organizado el ser humano. Pero entregándonos al pensamiento de estas cosas sólo aparentemente abstractas, en realidad muy concretas, esforzándonos por pensar de tal manera que estas cosas se presenten realmente ante nuestra alma en imágenes, aprendemos a movernos de una determinada manera en pensamientos e ideas que no podemos enseñar de ninguna otra manera a nuestra alma. Cuando sentimos realmente que toda nuestra concepción se vuelve diferente al ocuparnos de tales cosas espirituales-científicas, entonces llega un momento en que nos parece igualmente absurdo decir: No nos interesa ocuparnos de estas cosas, del mismo modo que nos parecería absurdo que un niño dijera: ¡No me interesa aprender el indiferente abecedario, pero quiero saber hablar! Comparado con lo que nos transmite el lenguaje vivo, lo que el niño debe unir a su existencia corporal para aprender a hablar es tan abstracto como lo que nos proporciona la ciencia espiritual en cuanto a ideas sobre lo que llega a ser el pensamiento, toda la imaginación y el sentimiento del alma bajo la influencia de estas ideas científico-espirituales.

Para ello, sin embargo, es necesario tener paciencia y aceptar lo que contiene la ciencia espiritual, no según su contenido abstracto, sino según su contenido vital. Con respecto a lo que estamos considerando ahora, esto está particularmente alejado del hombre de hoy. En otros aspectos, por supuesto, también está naturalmente cerca. Pues el hombre de hoy está acostumbrado a sentirse lo más satisfecho posible cuando una vez ha puesto ante su alma una cosa determinada, una obra de arte en algún campo o algún contenido científico. Y cuando la misma cosa se presenta ante el alma por segunda vez, es tan obvio hoy en día decir, eso ya lo sé, ya me he ocupado de ello una vez. Eso es la vida en abstracto. En otro ámbito, donde se toma la vida según su contenido, según su realidad, no se procede así. Porque no es fácil encontrarse con una persona a la que le sirven la comida del mediodía y que se excusa diciendo que no quiere comer porque ya comió ayer o anteayer. La persona hace lo mismo una y otra vez. La vida vive en la repetición de lo mismo. Para que lo espiritual se convierta también en vida real, -y sin que se convierta en vida no puede ponernos en conexión con el mundo espiritual universal-, debe modelarse en nuestra alma, por así decirlo, según lo que son las leyes de la vida en el mundo físico, que también está formado por el espíritu, pero que se ha vuelto rígido. Y en particular nos damos cuenta de que cuando permitimos que tales impresiones afecten a nuestra alma con cierta regularidad rítmica, le suceden muchas cosas lo que presupone cierta libertad de pensamiento, cierta emancipación del pensamiento del mundo físico. Toda la salvación, se podría decir, -si se puede usar esta palabra sentimental-, toda la salvación del desarrollo espiritual del hombre depende de que el hombre se sienta lo suficientemente cómodo como para no tomar lo espiritual meramente en el sentido en que se lo toma hoy en día, lo cual se puede caracterizar de la siguiente manera: Oh, eso ya lo sé, ya me he ocupado de ello, -sino tomándolo en el sentido de la vida, que siempre está relacionada con la repetición, con, me gustaría decir, pisar el mismo lugar con el mismo efecto. Precisamente cuando nos permitimos ocuparnos de impregnar nuestra alma de vida espiritual, también aumenta nuestra capacidad de atención espiritual interior. Se vuelve tan íntima que podemos visualizar interiormente esos momentos importantes en los que pueden desarrollarse las conexiones con el mundo espiritual que van más dirigidas al corazón.

Por ejemplo, un momento significativo para el contacto con el mundo espiritual es el momento de quedarse dormido y el momento de despertarse. Ahora bien, para la mayoría de las personas el momento de quedarse dormido será menos provechoso al principio de su desarrollo espiritual, porque uno acaba de dormirse después y, por tanto, la conciencia está tan nublada que no percibe lo espiritual. Pero el momento de pasar del sueño a la vigilia puede llegar a ser muy provechoso si adquirimos el hábito de no pasar simplemente por alto este momento sin prestar atención, sino si intentamos prestarle atención, si intentamos despertarnos de tal manera que la conciencia haya llegado, pero el mundo exterior no se nos acerque inmediatamente con su tosca brutalidad. A este respecto, hay mucho de cierto en las costumbres populares que tienen su origen en la antigüedad, que aún hoy se comprende poco. La gente común, que aún no ha sido contaminada por la cultura intelectual, dice: Cuando te despiertes, no debes mirar inmediatamente a la luz. Para que así no tengas inmediatamente una impresión brutal del exterior, sino que permanezcas un rato en el estado de estar despierto, pero sin recibir todavía impresiones del mundo exterior.

Si observan ustedes esto, todavía existe la posibilidad de ver a los muertos conectados kármicamente acercándose a nosotros en este mismo momento de despertar. No sólo se nos acercan en este momento, sino que este momento es en el que mejor podemos percibirlos. Y no sólo lo percibimos en esos momentos, sino que también percibimos lo que ocurre entre los muertos y nosotros en el tiempo fuera de esos momentos. Pues la percepción, la captación del mundo espiritual, no está ligada al tiempo del mismo modo que la percepción del mundo físico. Esto constituye incluso una dificultad para la comprensión del mundo espiritual y de su esencia. Un momento de percepción puede revelarnos algo del mundo espiritual que se prolonga durante un largo período de tiempo de forma bastante momentánea, bastante instantánea. La dificultad estriba en tener la suficiente presencia de ánimo para captar en el momento lo que se prolonga durante períodos de tiempo más largos. Pues el momento puede, como suele ocurrir, pasar en el status nascens. Al surgir, la cosa vuelve a olvidarse simultáneamente. Esta es una dificultad general para captar el mundo espiritual. Si esta dificultad no existiera, muchas personas, especialmente en el presente, ya habrían recibido las impresiones del mundo espiritual.

Pero también existen otros momentos de la vida en los que el mundo espiritual puede penetrar en nosotros. Por ejemplo, cada vez que desarrollamos un pensamiento de tal manera que éste brota de nosotros. Si simplemente nos abandonamos a la vida, si flotamos en la vida de esta manera, entonces hay pocas probabilidades de que el mundo espiritual real, verdadero, interiormente vivo, se abra camino en nosotros; pero en el momento en que tomamos una iniciativa interior, en el momento en que nos enfrentamos a una decisión que debemos tomar nosotros mismos, incluso en las cosas más pequeñas, entonces de nuevo se da el momento más favorable para que los muertos que están kármicamente conectados con nosotros entren en nuestra esfera de conciencia. Tales momentos no tienen por qué ser momentos importantes en el sentido a lo que llamamos «importante» en la vida material exterior. Realmente ocurre que a veces lo que es importante para la experiencia espiritual no parece importante en la vida exterior. Pero para aquellos que ven a través de tales cosas, parece extraordinariamente claro que tales, quizás exteriormente sin importancia, interiormente extraordinariamente importantes acontecimientos que ocurren están profundamente condicionados kármicamente. Por eso si se quiere llegar a comprender el mundo espiritual es necesario observar procesos anímicos más íntimos. Por ejemplo, puede resultar que una persona esté caminando por la calle o sentada en su habitación y se produzca algún golpe inesperado, algún sonido inesperado. Se asusta. Después de este susto, se puede tener un momento de reflexión que muestra: Durante este susto, algo importante se ha revelado a él desde el mundo espiritual. Sólo hay que prestar atención a estas cosas. La mayoría de las veces, la gente no dirige su atención a estas cosas porque sólo está preocupada por el susto. Sólo piensa en que está asustado. Por eso es tan importante adquirir el equilibrio del alma de la manera que encontrarán indicada en mi libro «Teosofía» al final, o en «Cómo Alcanzar el Conocimiento de los Mundos Superiores»Porque si uno adquiere este equilibrio del alma, si uno no se queda tan perplejo tras el susto que sólo se rinde a este susto, entonces lo que uno acaba de experimentar en un momento tan aparentemente sin importancia, pero interiormente bastante importante, ya se impondrá, aunque sea de un modo íntimo. Porque si uno adquiere este equilibrio del alma, si uno no se queda tan perplejo tras el susto que sólo se rinde a este susto, entonces lo que uno acaba de experimentar en un momento tan aparentemente sin importancia, pero interiormente bastante importante, ya se impondrá, aunque sea de un modo íntimo.

Todo esto son los comienzos, por supuesto, que deben seguir desarrollándose. Porque al desarrollar estas cosas: atención al momento del despertar, atención al momento en que somos sacudidos desde fuera hacia un lado o hacia otro aprendemos a encontrar de nuevo la conexión con el gran cosmos, que es material y espiritual, en el que estamos como un miembro dentro y del que hemos salido; hemos salido, sin embargo, para convertirnos en seres humanos libres, pero acabamos de salir. En verdad, ya es el caso, como también lo supuso el hombre en los tiempos primitivos, que no anda por la tierra como perdido, por así decirlo como un ermitaño del mundo, como ahora se cree. Pero es bien cierto lo que el hombre de los tiempos primitivos suponía, que él no es más que un eslabón en todo el gran contexto cósmico, del mismo modo que un dedo es un eslabón en nuestro organismo. Hoy ya hemos perdido este sentimiento, al menos la mayoría de las personas no lo tienen, de ser un miembro del gran organismo mundial, en la medida en que se vive como espiritual en lo visible. Sin embargo, la reflexión científica ordinaria podría ya hoy enseñar al hombre que con su vida es tal miembro de todo el orden mundial en el que se encuentra como organismo. Tomemos algo muy simple, que cualquiera puede decirse a sí mismo mediante un simple cálculo. 

No es acaso sabido por todos que en primavera, el 21 de marzo, el sol sale por un punto determinado del cielo. A este punto lo llamamos equinoccio de primavera. Pero también sabemos que este equinoccio de primavera no es el mismo todos los años, sino que se desplaza. Sabemos que el Sol sale ahora en Piscis. Antes del siglo XV salía en Aries. La astronomía ha conservado la práctica de decir «en Aries», pero esto no se corresponde con la realidad. - Este inciso no es importante en este momento. Así que este equinoccio vernal se mueve hacia adelante; siempre un poco más adelante en el zodíaco sale el sol en primavera. De esto es fácil ver que se mueve a través de todo el zodíaco en un cierto tiempo, que el punto de salida se mueve a través de todo el zodíaco. Ahora bien, el tiempo necesario para que el sol recorra todo el zodíaco de esta manera es de unos 25.920 años. Así que si se toma el equinoccio de primavera en un año determinado: al año siguiente se adelanta, al otro año se vuelve a adelantar. Si pasan 25.920 años, el equinoccio de primavera vuelve al mismo punto. Así que 25.920 años es un periodo extraordinariamente significativo para nuestro sistema solar: el sol completa un paso mundial, me gustaría decir, volviendo al mismo punto en su salida de primavera. Platón, el gran filósofo griego, llamó a estos 25.920 años un año mundial, el gran año mundial platónico. Ahora bien, lo que resulta extraño, -muy extraño, por cierto, pero si se observa toda esta rareza, parece tener un significado infinitamente profundo-, es lo siguiente.

Una persona realiza normalmente 18 respiraciones por minuto. Éstas cambian: en la infancia son algo más numerosas, en la vejez menos, pero por término medio 18 respiraciones son correctas para una persona normal. Calculemos cuántas respiraciones hacemos al día. Es un cálculo sencillo: 18 veces 60, entonces tenemos 1080 respiraciones en una hora; eso multiplicado por 24, las horas de un día, da 25.920 respiraciones en un día. Pueden ver de esto que el mismo número gobierna el día humano, por así decirlo, en relación a sus respiraciones, así como el gran año mundial es gobernado por este número en la forma en que el equinoccio vernal es gestionado por el zodíaco.

Este es uno de los testimonios que nos demuestra que no nos limitamos a utilizar una expresión tan general, tan vaga, tan oscuramente mística, cuando decimos: microcosmos - imagen del macrocosmos, sino que el hombre está realmente regido por el mismo número, regido por la misma medida, en una actividad importante de la que depende su vida en cada momento, como la órbita solar en la que está situado.

Pero ahora veamos otra cosa: ¿no es cierto que la edad patriarcal, como se la suele llamar, es de 70 años humanos? Por supuesto, 70 años humanos no es necesariamente un número vinculante para un ser humano. Por supuesto, se puede envejecer mucho más, pero el hombre es un ser libre y a veces supera con creces esos límites. Pero ciñámonos a esta edad patriarcal y digamos: Una persona vive una media, normal, de 70 a 71 años. Y si analizamos cuántos días son, entonces tenemos 365,25 días para el año, ¿no? Si primero tomamos este tiempo 70, tenemos 25.567,5; y si tomamos 71, tenemos 365,25 veces 71 = 25.932,75. Como ven, a los 70 años tenemos 25.567,5 días, a los 71 años 25.932,75 días. De esto, sin embargo, pueden ver que entre los 70 y los 71 años se encuentra el punto en el tiempo en el que la vida humana consta exactamente de 25.920 días, de modo que la edad patriarcal es precisamente la que consta de 25.920 días. De modo que han determinado el día humano por el hecho de que tiene 25.920 respiraciones. Han determinado la vida humana contando 25.920 días.

Ahora nos proponemos investigar otra cosa. Y eso no es difícil. Ustedes se darán cuenta fácilmente de que si divido 25.920 años, que necesita el equinoccio vernal solar para pasar por el zodíaco, entre 365,25, debo obtener unos 70 ó 71. Obtengo 70 entre 71, porque también lo he obtenido por multiplicación. Es decir, si trato el año platónico como un año grande y lo divido de forma que me salga un día, obtendré lo que es entonces el día para el año platónico. ¿Qué es eso? Es el curso de la vida humana. Un curso de la vida humana se relaciona con el año platónico como un día humano se relaciona con un año.

El aire nos rodea. Lo inhalamos y lo exhalamos. Está regulado numéricamente de tal manera que al respirarlo 25.920 veces, nos da nuestro día de vida. Pero, ¿qué es en realidad un día de vida? Un día de vida consiste en que nuestro yo y nuestro cuerpo astral salen de nuestros cuerpo físico y etérico y vuelven a entrar en ellos. Así que el día sigue al día: El yo y el cuerpo astral salen, entran, salen, entran, igual que la respiración sale y entra. Muchos de nuestros amigos recordarán que en conferencias públicas he llegado a comparar esta alternancia de vigilia y sueño con una larga respiración, a fin de dejar claro el punto. Del mismo modo que cuando respiramos exhalamos e inhalamos el aire, cuando nos despertamos y nos dormimos, el cuerpo astral y el ego entran y salen del cuerpo etérico y del cuerpo físico. Pero esto no dice otra cosa que: Hay un ser, un ser se supone que puede respirar, tal como nosotros respiramos en un dieciochoavo de minuto, un ser que respira y cuya respiración representa nuestra salida y entrada del cuerpo astral y del yo. Este ser no es otra cosa que el ser verdaderamente viviente que llamamos Tierra. Como la tierra experimenta el día y la noche, respira, y su proceso de respiración conlleva nuestro dormir y despertar en sus alas. Este es el proceso de respiración de un ser mayor. Y ahora tomemos el proceso de respiración de un ser mayor, el sol, que da vueltas por ahí. Así como la tierra pasa un día dejando salir y haciendo entrar el yo y el cuerpo astral en el ser humano, así el gran ser, pero espiritualmente correspondiente al sol, nos hace nacer a los seres humanos; pues los 70 a 71 años son, como hemos mostrado, un día del año solar, el gran año platónico. Toda nuestra vida humana es una exhalación e inhalación de este gran ser al que está asignado el año platónico. Como Ven: Tenemos una pequeña respiración en un dieciochoavo de minuto que regula nuestra vida; estamos dentro de la vida de la tierra, cuya respiración abarca el día y la noche: que se corresponde con nuestra salida y entrada del yo y del cuerpo astral en el cuerpo físico y etérico; y nosotros mismos somos insuflados por el gran ser a quien corresponde la órbita del sol como su vida, y nuestra vida es una respiración de este gran ser. Ahora se ve cómo estamos dentro del macrocosmos, realmente dentro de él como un microcosmos, sujetos a las mismas leyes en relación con los seres universales que el aliento en nosotros está sujeto a nuestro ser humano. Se rige por el número y la medida. Pero lo que es magnífico, significativo y profundamente conmovedor para nosotros es que el número y la medida gobiernan el gran cosmos, el macrocosmos y el microcosmos de la misma manera. No es una mera figura retórica, no es sólo algo que se percibe místicamente, sino algo que la sabia contemplación del mundo nos enseña, que nosotros como microcosmos estamos dentro del macrocosmos.

Si uno hace esos cálculos tan sencillos, -pues, naturalmente, pueden lograrse con las cifras científicas más comunes-, y no tiene un corazón como un bloque de madera, sino un corazón que siente por los misterios de la existencia del mundo, entonces la frase: Hemos sido colocados en el universo, deja de ser una frase meramente abstracta; se convierte en una frase muy viva. Florece un conocimiento, un sentimiento, y da su fruto en los impulsos de la voluntad, y todo el ser humano vive la gran vida del ser-mundo divino. Pero este es el camino por el que encontramos la conexión, por así decirlo, con el mundo espiritual, y esto debe encontrarse en el tiempo al que nos referimos en la última contemplación, en el que el Cristo camina etéricamente sobre la tierra. Incluso recientemente me referí al año en que comenzó a caminar etéricamente sobre nuestra tierra. ¡Debe ser encontrado! La gente sólo tiene que acostumbrarse a percibir la conexión, la íntima conexión, que ya surge de la existencia en el mundo y que, cuando se percibe, debe provocar la necesidad, el intenso impulso, de buscar esta conexión con el mundo espiritual. Pues no pasará mucho tiempo antes de que la gente se vea obligada, al menos, a darse cuenta de una cosa, y es lo siguiente. 

 Si se está embotado por el materialismo, puede uno en efecto, negar el mundo espiritual, pero no puede eliminar las fuerzas dentro de uno mismo que son capaces de buscar una conexión con el mundo espiritual. Uno puede engañarse sobre la existencia de un mundo espiritual, pero no puede disimular las fuerzas anímicas capaces de unir al hombre con el mundo espiritual. Pero esto tiene algo muy significativo y que debe tenerse en cuenta, sobre todo en nuestro tiempo: las fuerzas que están ahí actúan, aunque sean negadas. El materialista no prohíbe que las fuerzas espirituales de su alma actúen; no puede prohibírselo; tales fuerzas actúan. Por lo tanto, se puede ser materialista, diréis, y las fuerzas espirituales siguen actuando en él. Sí, así es. Trabajan en él. No ayuda, trabajan en él. ¿Y qué efecto tienen? Las fuerzas que están ahí pueden, en efecto, ser suprimidas en lo que se refiere a su propia eficacia, pero entonces se transforman en otras fuerzas. Y si no se utilizan las fuerzas que persiguen lo espiritual para buscar la comprensión de lo espiritual, -ahora sólo digo «buscar la comprensión» de lo espiritual, eso es todo lo que se necesita al principio-, si no se utilizan estas fuerzas para este fin, entonces se transforman en fuerzas ilusorias en la vida humana. Entonces actúan de tal manera que en la vida ordinaria el hombre se entrega a toda clase de ilusiones en relación con el mundo exterior. Esto no es tan irrelevante para darse cuenta en nuestra época, porque en ninguna época antes la gente ha fantaseado más que en la nuestra, aunque no le guste la fantasía. La «fantasía» no sólo se extiende a ciertos ámbitos. Y si uno empezara a dar ejemplos de lo que la gente fantasea, ya que sólo quieren ser realistas, materialistas, uno podría realmente arrojar luz sobre todas las áreas posibles; uno no llegaría a ningún fin. Uno podría empezar -bueno, no queremos ser heréticos, pero si uno empezara, por ejemplo, a echar un vistazo a lo que ciertos, digamos estadistas, predijeron sobre el curso probable de los acontecimientos en el mundo, quizás hace sólo unas semanas, y lo que luego se materializó; si uno compara estas cosas, encontrará que la capacidad de ilusión no ha sido pequeña durante muchos años.

Ahora, uno puede investigar todas las áreas de la vida de esta manera, es bastante notable cómo por doquier, en todas partes hoy en día uno encuentra la capacidad ilusoria desarrollada bastante significativamente. Esta capacidad de ilusión confiere a veces una cualidad infantil, por no decir pueril, a las opiniones y actitudes ante la vida de las personas de mentalidad materialista. Cuando hoy se ve lo que se necesita para que la gente se dé cuenta de una cosa o de otra, lo que se necesita para empujarla en la dirección correcta, entonces se tendrá una idea de lo que aquí se entiende por «infantil», por no decir «pueril». Pues es así. Si la gente se aleja del mundo espiritual, entonces tiene que pagar por ello volviéndose capaz de ilusionarse, perdiendo la capacidad de tener conceptos precisos sobre la realidad física externa y su curso. Ellos tienen que fantasear en un área diferente porque no quieren adherirse a la verdad, ya sea en relación con la vida espiritual o física.

Les he puesto un ejemplo obvio, y aunque se hable pro domo, no deja de ser un ejemplo típico: siempre se pueden encontrar críticas completamente sentenciosas de la ciencia espiritual que yo represento. La razón que dan los interesados es que dicen: ¡Él sólo fantasea! Y eso no está permitido, ¡sólo fantasear! - Así que la gente no quiere entrar en el mundo espiritual real porque lo consideran fantasía, y desprecian fantasear. Y luego siguen con todo tipo de argumentos que corresponden a la realidad como el blanco y el negro, por ejemplo sobre mi ascendencia, sobre la forma en que hice esto o aquello. Ahí es donde desarrollan la imaginación más audaz. Pueden ver lo uno al lado de lo otro: ¡Escapar del mundo espiritual con la capacidad de ilusión! La persona en cuestión no se da cuenta de ello, pero es muy natural. Una cierta cantidad de poder se dirige hacia el mundo espiritual; una cierta cantidad de poder se dirige hacia el mundo físico. Si el quantum dirigido hacia el mundo espiritual no se aplica, entonces se dirige hacia el mundo físico, no para captar allí lo real y verdadero, sino para sumir al ser humano en ilusiones de la vida.

Esto en casos individuales no puede ser observado inmediatamente, de manera que uno pueda decir: Ajá, ahí está; ¡está sumido en ilusiones por su aversión al mundo espiritual! - Se pueden encontrar ejemplos así, pero hay que buscarlos; pero el hecho de que no se pueda comprobar tan fácilmente en la vida se debe a que la vida es complicada y una cosa influye en la otra. Siempre ocurre que el alma más fuerte influye en el alma más débil. por tanto, cuando en un alma se encuentra una parte de capacidad ilusoria, la razón de esta capacidad ilusoria reside ya de alguna manera en un odio o una aversión al mundo espiritual; no tiene por qué residir en la propia alma, que es ilusoria, pero puede ser sugerida. Pues el poder de contagio es mucho mayor en los ámbitos espirituales que en cualquier ámbito físico.

De qué manera se relaciona esto con el karma general de la humanidad, cómo funcionan estas cosas en general, si uno las considera y tiene en cuenta esta importante ley de la metamorfosis de las fuerzas anímicas, donde una metamorfosis, una transformación de las fuerzas volcadas hacia lo espiritual pasan a la fuerza ilusoria, en todo el contexto de la vida y se relacionan con las condiciones de desarrollo de nuestro presente y del futuro próximo, Este será el tema de la próxima conferencia, en la que continuaremos profundizando en este tema y lo relacionaremos con el Misterio de Cristo y también con el Misterio del tiempo presente, para poder obtener de nuevo algunas perspectivas sobre el significado de la visión espiritual en general.

Traducido por J.Luelmo abr,2025

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