Conferencia X
Hoy quisiera señalar, en primer lugar, que es muy fácil juzgar mal la naturaleza del Misterio del Gólgota, en nuestro tiempo, en la medida en que no es fácil darse cuenta de lo difícil que es para el conocimiento ordinario que buscamos hoy obtener una relación, una relación más profunda con este Misterio del Gólgota. Por ejemplo, es muy fácil creer que si uno se sumerge místicamente, si busca una vida interior mística, al Dios que lleva dentro, encontrará al Cristo. La mayoría de las personas que hablan así en nuestros días y que llevan haciéndolo mucho tiempo no encuentran al Cristo de esta manera. No encontrarán al Cristo si, como algunos que se llaman a sí mismos teósofos, dicen que hay que reconocer lo divino dentro de uno mismo, que está conectado con el propio ser interior, en ese caso el Cristo sería absorbido por el ser humano. No es así. Aquello que entonces puede surgir a lo sumo, aquello que puede aparecer dentro como una luz interior, por así decirlo, nunca puede, propiamente entendido, ser llamado el Cristo, sino que sólo podría ser llamado un ser divino en general. Y sólo porque la gente hoy en día no está acostumbrada a distinguir las cosas ni siquiera teóricamente, algunos místicos creen que pueden llegar al Cristo a través de lo que suele llamarse misticismo, a través de un misticismo que, por así decirlo, se abandona a sí mismo. Este no es el caso. Y es importante poner esto ante el alma, del mismo modo que es importante observar que las filosofías del período transcurrido desde el siglo XIX hasta nuestros días también han producido filosofías religiosas como partes de sí mismas, y que estas filosofías a menudo creen que pueden hablar del Cristo. En realidad no pueden encontrar otra cosa, -y tampoco se encuentra otra cosa en estas filosofías-, que lo que puede llamarse un ser divino en general, pero no el Cristo. Tomemos incluso a un filósofo que ha buscado cierta profundidad, como Lotze. Lean su filosofía de la religión y encontrarán que habla de un ser divino en general, pero no habla de tal manera que pueda designar a este ser divino, en el que piensa y contempla, con el nombre de Cristo. - Menos aún se puede encontrar la esencia del Misterio del Gólgota en los caminos buscados a través de tal misticismo, a través de tal filosofía. Para comprenderlo mejor, consideremos algunas de las características de las ideas del Misterio del Gólgota. Quisiera decir que, en primer lugar, visualicemos esas ideas del Misterio del Gólgota como meras afirmaciones.

En primer lugar, si el Misterio del Gólgota ha de ser lo que la humanidad necesita en su desarrollo histórico en la tierra, parte de la esencia de este Misterio del Gólgota es que el ser, es decir, el ser Crístico, que pasó por el Misterio del Gólgota, ha hecho con el Misterio del Gólgota algo que guarda relación con todo el orden mundial. Si no queremos usar el término, podemos decir con todo el orden cósmico. Si prescindimos de la relación del ser que pasó por el Misterio del Gólgota con todo el mundo, entonces ya no tenemos este ser, entonces podemos hablar de algún ser divino en general, pero no podemos hablar del ser de Cristo.
Hay muchas cosas que deben comprenderse, hoy citaremos algunas. Otra cosa que hay que comprender si queremos acercarnos correctamente al misterio del Gólgota es la siguiente: ¿Cuál es en realidad el concepto de lo que el propio Cristo Jesús llama fe, confianza? Hoy tenemos una idea demasiado teórica, demasiado abstracta de la fe. Basta pensar en lo que la gente de hoy se imagina muy a menudo que es la fe cuando habla del contraste entre la fe y el conocimiento. Pues él sostiene que lo que se puede demostrar con algo es conocimiento, y lo que no se puede demostrar con nada, pero se cree que es verdad, es fe. Para el hombre es importante conocer algo de una determinada manera, comprenderlo. Sólo cuando a esta comprensión, a este entendimiento lo llama creencia, se acuerda de que esta comprensión, este entendimiento, no puede demostrarse plenamente.
Hagan una comparación muy superficial entre esta idea de la fe y la idea que evoca Cristo Jesús. Permítanme señalar el pasaje evangélico que dice: Si creéis que la montaña que está ante vosotros será arrojada al mar, y tenéis fe verdadera, ¡será arrojada al mar! - ¡Qué enorme distancia hay entre esta idea de fe, de la humanidad de hoy, que en realidad es una mera idea sustitutiva del conocimiento, y esa idea de fe que, me gustaría decir, es quizá paradójica, pero radicalmente expresada en esta frase de Cristo! Pero, si se está un poco atento, se puede descubrir enseguida dónde está en realidad la esencia del concepto de fe que da Cristo. ¿Qué se supone que debe hacer la fe? Debería provocar algo, producir algo. No debería simplemente generar una idea, un conocimiento; cuando se tiene fe, debería poder suceder algo por medio de la fe. Miren entonces el Evangelio. Dondequiera que lo abran, y dondequiera que encuentren las expresiones «confianza» y «fe», encontrarán en todas partes que se trata de este concepto activo, de que uno debe tener algo por lo cual algo se realiza, algo se hace, por lo cual algo sucede. Esto es sumamente importante.
Y de todas estas cosas importantes, hoy quisiera mencionar una tercera. Los Evangelios hablan muy a menudo de los secretos del reino de Dios o del reino de los cielos, de los misterios del reino de Dios, del misterio del reino de los cielos. ¿En qué sentido se habla aquí de secretos? ¿En qué sentido se habla del reino de Dios o del reino de los cielos? Esta es una idea a la que es algo difícil llegar. Pero quien ha estudiado mucho los Evangelios, sobre todo desde el punto de vista ocultista, llega cada vez más a la conclusión de que cada frase de los Evangelios está construida como de granito, y ni siquiera la floritura de una frase es algo indiferente, sino algo tremendamente importante. Toda crítica que pueda entenderse cuando se parte de una visión de los Evangelios, toda crítica cesa cuando se penetra cada vez más profundamente en los Evangelios precisamente desde el punto de vista de la ciencia espiritual. Ahora bien, para poder hablar de este secreto, de este misterio del que estamos hablando, quisiera señalar algo extraordinariamente característico.
En anteriores discusiones sobre los Evangelios, ya me referí al significativo pasaje sobre la curación, o también podría llamarse renacimiento, de la hija de Jairo, de doce años de edad. Estamos hablando aquí entre adultos, por lo que puedo citar este, digamos, más profundo conocimiento médico-oculto que surge de este revivir para aquellos que lo penetran espiritual y científicamente. La hija pequeña tiene doce años. Cristo Jesús se acerca a ella, -se pueden leer los detalles en los Evangelios-, para curarla, a la cual ya se tenía por muerta. Es extraño que uno nunca pueda llegar a comprender tales cosas si no examina tal pasaje según lo que precede y también según lo que sigue. En el Evangelio en particular, a la gente le gusta demasiado desgranar los pasajes separadamente, leyendo siempre esto o aquello, pero sin tener en cuenta que están conectados entre sí. Inmediatamente antes, -como recordarán-, hay un pasaje en los Evangelios donde Cristo acude a la llamada por la hija de Jairo, de doce años de edad, donde es tocado, su manto es tocado por la mujer con flujo de sangre mencionada, por la mujer que durante doce años tuvo flujo de sangre. Ella toca su manto.¿Qué sucede? Queda curada. Siente que de él emana un poder. Nuevamente vuelve a aparecer la palabra, que sólo puede entenderse si se comprende correctamente el concepto anteriormente mencionado: Tu confianza, tu fe te ha curado. Ahora se dice profundamente en este pasaje del Evangelio: Doce años tuvo la enfermedad; y la hijita tiene doce años, doce años vivió aquí en la tierra física. ¿Qué no tenía la hijita de Jairo, qué le faltaba? Ella no puede madurar, no puede alcanzar la madurez; no puede alcanzar lo que tuvo la mujer con doce años de más. Y al curar a la mujer que lleva doce años padeciendo, él siente fluir de sí mismo el poder. Él dirigiéndose hacia la chica de doce años, ahora lo transfiere le da la oportunidad de madurar, es decir, despierta en ella la fuerza sin la cual tendría que marchitarse, y así la despierta a la vida, por así decirlo. ¿Qué es lo que está pasando allí? Nada menos que el Cristo, quien con todo su ser sustancial no vive encerrado en sí mismo, sino vertido en todo su entorno, y es capaz de transferir las fuerzas de una persona a otra; que él traslada altruistamente hacia el exterior, de una persona a otra, las fuerzas en las que vive. Eso es lo que hace allí. Él puede salir de sí mismo, activamente salir de sí mismo. Esto reside en el poder que siente tal como surge en él cuando la mujer toca su manto y tiene una gran confianza.
Esto está relacionado con el hecho de que a menudo les decía a sus discípulos: "Vosotros que sois mis discípulos, podréis experimentar los misterios del reino de los cielos, el reino de Dios; pero los que están fuera no podrán experimentarlo". Supongamos que el secreto del que hemos estado hablando ahora, -no me refiero sólo a la descripción teórica, sino a lo que hay que hacer para que se produzca esta transformación-, supongamos que les contara el secreto a los escribas y fariseos. ¿Qué pasaría si ellos fueran capaces de transformar las fuerzas que se adhieren a una persona? No siempre las transformarían correctamente. Pueden ustedes ver, si leen a través del Evangelio, que el Cristo no siempre requiere esto de los fariseos, menos aún de los saduceos y otros. No siempre usarían los poderes, cuando se los quitan a una persona, para dárselos correctamente a otra, sino que harían maldad sobre maldad. Pues eso forma parte de su disposición. Por lo tanto debe permanecer el secreto de los iniciados, lo que él quiere decir. Quería usar un ejemplo particularmente drástico para explicar de qué va todo esto.
Como ven, hay tres cosas importantes por encima de todo. Podría enumerar muchas más. Pasado mañana diremos algunas cosas más, pero quiero pasar a lo más importante. Tenemos tres cosas que debemos caracterizar cuando hablamos de todo lo que está relacionado con el gran y extraordinario significado universal del Misterio del Gólgota. Esta noche me veré obligado a hablar de forma más abreviada para al menos aportar algo a nuestro tema.
Acabo de decir que tenemos que visualizar lo que encierra la frase: el misterio del reino de los cielos. Se trata de algo muy concreto, como hemos podido explicar con este ejemplo. Ahora bien, Juan el Bautista dice con ocasión de su bautismo que los reinos de los cielos o los reinos de Dios están cerca. Así que tenemos esta idea. ¿Y qué hace Juan el Bautista? Aparentemente, -esto se desprende de todo el contexto-, puesto que el reino de los cielos, los reinos de Dios, están cerca, él hace lo siguiente. Bautiza con agua, como él mismo lo define. Bautiza con agua para la remisión de los pecados; y predice que vendrá uno que bautizará con el Espíritu Santo. ¿Cuál es la diferencia entre el bautismo que realiza Juan el Bautista y el bautismo que él dice que es el bautismo con el Espíritu Santo?
No se entiende lo que significa realmente el bautismo en agua, -he explicado a menudo la forma en que se realizaba-, ni a qué se alude si no se intenta abordar el asunto desde una perspectiva científico-espiritual. Durante años me he esforzado por llegar al fondo de estas cosas con la ayuda de los medios que proporciona la ciencia espiritual. De repente uno se da cuenta de que toda la caracterización con la que Juan el Bautista se nos presenta es algo muy, muy significativo. ¿Con qué tipo de agua bautiza Juan? Exteriormente, por supuesto, son las aguas del Jordán. Pero sabemos que los bautizados se sumergían completamente, de modo que durante la inmersión se producía una especie de desprendimiento de su cuerpo etérico del cuerpo físico, de modo que por un momento podían verse a sí mismos de forma clarividente. Este era el verdadero significado del bautismo de San Juan y de bautismos similares. Pero cuando Juan habla del bautismo en agua, no se refiere sólo a esto sino que se refiere sobre todo a ese pasaje del Antiguo Testamento donde se dice: El espíritu de los dioses se cernía sobre las aguas. Porque, ¿Qué se consigue con el bautismo de agua en el Jordán? El bautismo con agua en el Jordán pretende conseguir esto, de modo que los bautizados, a través del desprendimiento del cuerpo etérico, a través de todo lo que les sucede, se sientan transportados al tiempo anterior a lo que se llama la Caída. Hasta cierto punto, todo lo que ha sucedido desde la Caída debe ser completamente borrado de su conciencia; deben ser devueltos a su estado original de inocencia para que puedan ver lo que el hombre era antes de la Caída. En cierto sentido, los bautizados deben darse cuenta de ello: El hombre se ha extraviado a causa de la Caída, y si continúa por este camino equivocado, no puede acabar bien con él. Debe volver al principio, debe, por así decirlo, arrancar de su alma todo lo que ha entrado en ella por el camino equivocado.
Era una tendencia de muchos hombres de aquella época, -la historia no lo describe con exactitud-, volver al tiempo de la inocencia, desprenderse de lo que habían traído los caminos equivocados, comenzar de nuevo la vida de la tierra, por así decirlo, desde el principio, antes de que se cometiera el pecado original; no experimentar lo que había tenido lugar y estaba establecido en el orden social y nacional desde la caída del hombre y hasta aquel Imperio romano o hasta aquel reino judío en el que vivió Juan el Bautista. Por eso, quienes sostienen que, tras la caída en el pecado, hay que apartarse de lo que el mundo ha traído consigo, se retiran a los desiertos y a la soledad y llevan una vida monástica. Esto se nos describe con mucha precisión en Juan el Bautista, al que se retrata viviendo en el desierto y alimentándose sólo de miel y animales como los que se encuentran en el desierto, vestido con pelo de camello. Juan el Bautista es realmente el hombre del desierto, el hombre de la soledad.
Compárese con una amplia corriente de la época, que expresaba de diversas maneras lo que se indica en el Evangelio de Juan. Se decía que había que apartarse de la materia, que había que espiritualizarse. En el gnosticismo esto todavía tiene, yo diría, su eco más espiritual, este no-querer-vivir-con-el-mundo. Y se expresó en el monasticismo. Sí, pero ¿por qué? ¿Por qué este fuerte rasgo de San Juan, -era relativamente joven-, por qué este rasgo llegó al mundo? La respuesta está en la frase: El reino de los cielos o el reino de Dios está cerca.
Y aquí debemos comprender lo que dijimos la última vez sobre las almas, que desde la Caída se han vuelto cada vez peores, que son cada vez menos aptas para ser lo que deberían ser para el cuerpo humano, que en cierto modo se han corrompido cada vez más. Durante la evolución terrena, esto podía continuar durante un cierto tiempo, pero un día tenía que llegar a su fin, tenía que llegar a su fin cuando toda esta evolución terrena fuera tomada por la evolución celestial, cuando la evolución celestial tomara posesión de la evolución terrena. Personas como Juan lo previeron proféticamente: Ahora llega el tiempo en que ya no es posible que las almas se salven; ahora llega el tiempo en que las almas deben perecer a menos que suceda algo especial. O bien las almas deben retirarse de toda la vida desde el pecado original, que trajo aquello por lo que las almas se corrompieron, -es decir, el desarrollo terrenal debe ser en vano-, o bien debe suceder otra cosa. Esto era lo que expresaba Juan el Bautista cuando decía: «Vendrá uno que bautizará con el Espíritu Santo». Juan sólo podía salvar a las personas de las consecuencias de la Caída arrancándolas del mundo. Cristo Jesús quería salvarlos de otra manera; quería dejarlos en el mundo y aun así salvarlos. No quería llevarlos de vuelta al tiempo anterior a la caída en el pecado, sino que quería dejarlos pasar por las etapas posteriores del desarrollo terrenal y aun así permitirles participar en el reino de los cielos.
Otra cosa que hay que entender ahora es: ¿Qué había realmente en la voluntad de Cristo? Lo que hay en la voluntad de Cristo Jesús ya late a través de los Evangelios, pero hay que sentirlo realmente con toda la seriedad más profunda. Tenemos los cuatro Evangelios. A pesar de todas las aparentes contradicciones, cada uno de estos cuatro Evangelios contiene un cierto acervo básico de hechos y verdades que fueron hechos o proclamados por Cristo Jesús, pero cada Evangelio contiene, diría yo, este acervo básico moldeado en un estado de ánimo muy específico. Y aquí es donde entra realmente en consideración lo que les mencioné cuando me referí a Richard Rothe. Hay que tener en cuenta que hay que leer los Evangelios de forma diferente a como se hace hoy en día: hay que leerlos con ese aliento que los impregna, con ese peculiar estado de ánimo que prevalece en ellos. Hoy, sin embargo, leemos los Evangelios de tal manera que soñamos en ellos lo que consideramos un ideal humano general. En el Siglo de las Luces, se veía en el Cristo Jesús a un hombre ilustrado; ha surgido una imagen de Jesús de las corrientes protestantes-unificacionistas, donde Jesús es un verdadero protestante-unificacionista del siglo XIX; Ernst Haeckel incluso consiguió convertir a Jesús en un verdadero monista de su clase. Son cosas que la humanidad tendrá que superar. Se trata de sentir realmente lo que está en los Evangelios con la atmósfera de la época. Pero esto debe sentirse más o menos.
En primer lugar, tomemos el Evangelio de Mateo. Se puede plantear la pregunta: ¿Con qué propósito está escrito, qué pretende el Evangelio de Mateo? Es muy fácil dejarse engañar por todo tipo de cosas que nos gusta suponer en estos evangelios, pero que malinterpretamos. A pesar de que la frase está ahí, -de hecho, precisamente porque la frase está ahí: No se cambiará ni un ápice ni una tilde de la ley-, no es menos cierto que el Evangelio de Mateo fue escrito por su autor con la intención de desarrollar una oposición total al judaísmo tradicional. Es una refutación del judaísmo convencional. El autor del Evangelio de Mateo se enfrenta a todo el judaísmo tradicional y declara que fue voluntad de Cristo Jesús acabar por completo con el judaísmo tradicional.
¿Y el Evangelio de Marcos? El Evangelio de Marcos está escrito para los romanos, contra lo que se había desarrollado en el Imperio romano exterior, en el imperio del mundo. Está escrito contra el orden jurídico del Imperio romano, contra el orden social del Imperio romano; es una contraescritura contra el Imperio romano. Aquellos judíos sabían muy bien lo que querían decir, o más bien lo que sentían, cuando decían de Jesús: "Debemos matarlo, de lo contrario toda la nación se convertirá en sus seguidores, y entonces vendrán los romanos y se apoderarán de nuestra tierra y de nuestro imperio". - Los Evangelios de Mateo y Marcos están escritos contra el judaísmo, contra el romanismo. Corregir los escritos opuestos de la clase más seria, no contra el judaísmo en su esencia, por supuesto, ni contra el romanismo en su esencia, sino contra lo que el judaísmo y el romanismo se han convertido externamente, lo que eran como reinos del mundo en comparación con el reino de los cielos o de Dios en ese tiempo. En nuestro tiempo, sin embargo, estas cosas, como cosas semejantes, no se toman verdaderamente con la seriedad con que se quieren tomar; Ni siquiera se sabe que no se les toma con la seriedad con la que se quieren tomar. El Zar, que ahora ha sido depuesto, escribió de su puño y letra, pocos años antes de la guerra, en uno de sus decretos, las siguientes palabras de su puño y letra: ¡Aparecerán gigantes del pensamiento y de la acción, confío firmemente en ellos, y traerán la salvación y la prosperidad de Rusia! ¡Imagínense, si aquel en lo que el Zar hubiera confiado firmemente, gigantes de pensamiento y acción, los habría enviado a la Fortaleza de Pedro y Pablo o a Siberia, por supuesto! Esa es la seriedad que hoy se esconde detrás de las palabras. Pero las profundidades de los Evangelios no se comprenden con esta seriedad.
¿Y el Evangelio de Lucas, el tercer Evangelio? Ya se puede apreciar su seriedad con sólo tomar el pasaje que está ahí, después de que Jesús ha leído a Isaías en la sinagoga, después de que leyera un pasaje de Isaías, y a continuación del pasaje de Isaías, pronunciara las palabras:
- «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido, y me ha enviado a dar buenas nuevas a los pobres, libertad a los cautivos, vista a los ciegos y liberación a los oprimidos.»
Pero luego él interpretó lo que realmente quería decir; o mejor dicho, interpretó toda la profundidad que quería decir en estas palabras. Y al interpretarlo, contrastó lo que vivía en las palabras con lo que vivía a su alrededor. Quiso hablar desde el reino de los cielos en contraste con los reinos del mundo y caracterizó esto hablando primero al reino del mundo de los judíos, hablando en la sinagoga de los judíos. Dijo:
- «Por supuesto que me echarás en cara el proverbio: Médico, ¡ayúdate a ti mismo! Lo que se dice que sucedió en Cafarnaúm, hazlo también aquí en tu ciudad natal. En verdad os digo que ningún profeta es reconocido en su propia ciudad. En los días de Elías había muchas viudas en Israel, cuando durante tres años y seis meses el cielo no dio lluvia y hubo gran hambre en el país; pero Elías no fue enviado a ninguna, salvo a una viuda de Sarepta, en tierra de Sidón. Y había muchos leprosos en Israel en los días del profeta Eliseo, y ninguno fue limpiado sino Naamán el sirio.»
Ni Elías ni Eliseo limpiaron y curaron a los judíos, sino a los que no lo eran. Dijo esto para interpretar sus palabras a fin de caracterizar el ambiente en contraste con el reino de los cielos. ¿Y qué ocurrió?
- «Todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron al oír esto, se levantaron y le empujaron fuera de la ciudad, le llevaron al precipicio de la colina sobre la que estaba edificada la ciudad y querían arrojarle. Pero él escapó de sus manos».
Como ven, aquí en el Evangelio de Lucas todo el contrapunto, no es sólo con los judíos como en el Evangelio de Mateo, ni con los romanos como en el Evangelio de Marcos, -todo el contrapunto es con las pasiones, las emociones de la gente en general, mientras vivían alrededor de Cristo Jesús. Por eso hay que tomar todo el gran impulso significativo que había en las palabras de Cristo Jesús. Ese impulso que no iba con el mundo, sino que procedía del reino de los cielos.
El Evangelio de Juan, el impulso del Evangelio de Juan, va aún más allá. El Evangelio de Juan no se limita a hablar contra un pueblo pequeño como el judío, o grande como el romano, o contra toda la humanidad tal como ha vivido con sus características desde el pecado original, sino que el Evangelio de Juan se pronuncia también contra los espíritus que viven detrás del mundo físico, en la medida en que se han apartado del camino recto. Y el Evangelio de Juan sólo puede entenderse correctamente si sabemos que, así como el Evangelio de Mateo habla a los judíos, el Evangelio de Marcos habla a los romanos, el Evangelio de Lucas habla a las personas que sufrieron la caída de la humanidad, el Evangelio de Juan habla a los espíritus de la humanidad e incluso a los espíritus colindantes que cayeron junto con la humanidad. Cristo Jesús también cuenta con el propio mundo espiritual. En este tiempo materialista es muy fácil encontrar: quien habla así es un fanático. Hay que aguantarse si se dice eso, ¡pero es la verdad! Y cuanto más se examinan estas cosas, más se ve que es la verdad.
Este significativo impulso, que se expresa así por partida cuádruple, nos muestra que por medio de Cristo se va a traer realmente al mundo algo que no está en él. El mundo no ama eso. Nunca lo ha amado. Pero debe ser dado en diferentes momentos. Y en los Evangelios se nos muestra suficientemente que la palabra de estos Evangelios sólo puede entenderse correctamente si se la sitúa en todo el cosmos, si se la considera como perteneciente a los acontecimientos cósmicos. La mejor manera de ver esto, -tomando el Evangelio de Marcos, el más breve y conciso-, es responder a la pregunta del Evangelio de Marcos: ¿Quién reconoce realmente en primer lugar que a través de Cristo Jesús ha venido al mundo algo que es un impulso grandioso del tipo que se acaba de decir? ¿Quién lo reconoce? Se podría decir: Juan el Bautista. Pero él tiene una idea mejor; esto es particularmente evidente en la descripción del encuentro de Cristo Jesús con Juan en el Evangelio de Juan. ¿Quién es el primero en reconocerlo? Los demonios de los poseídos a los que cura Jesús el Cristo. Son ellos los que primero dicen: «Tú eres el enviado de Dios» o «Tú eres el Hijo de Dios» o algo parecido. Son los demonios. El Cristo debe prohibir primero a los demonios que le traicionen. Los seres espirituales son los primeros. Ahí se ve que primero se nos señala una relación entre la Palabra de Cristo y el mundo espiritual. Antes de que los hombres sepan ni un ápice de lo que vive en el mundo por medio de Cristo, los demonios lo dicen por su conocimiento suprasensorial. Lo saben por el hecho de que él los puede expulsar.
Retomemos ahora lo que caractericé antes en un caso concreto, los misterios del reino de los cielos, a partir de los cuales Cristo Jesús dio tales impulsos. Ya ven, si nos preguntamos, según el método del conocimiento actual: ¿Cuál era el poder mágico especial por medio del cual obró Cristo Jesús? - entonces no conseguiremos nada con los medios que la ciencia histórica actual suele buscar cuando pretende conocer. No conseguirá nada, porque los tiempos han cambiado mucho, mucho más de lo que suponemos hoy. Hoy lo suponemos: Bueno, hace dos mil, cuatro mil años, la gente tenía más o menos el mismo aspecto que ahora, puede que se hubieran vuelto mucho más inteligentes, pero en términos generales, las almas humanas eran como son ahora. Y luego haces cuentas y acabas con millones de años. Como dije el otro día en una conferencia pública: sumas los millones de años y llegas al fin del mundo. Se han hecho cálculos muy precisos sobre cómo serán las sustancias individuales: cómo la leche será sólida, pero brillará -me gustaría saber cómo se ordeña esta leche, pero no tocaremos ese tema-, cómo se utilizará la clara de huevo pintando las paredes con ella, porque brillará para que se pueda leer el periódico. Dewar, de la Royal Institution, planteó esto hace unos años al exponer el fin de la Tierra calculado por los físicos. Bueno, en su momento utilicé una comparación, diciendo que esos cálculos de los físicos son como si alguien se pusiera a observar qué cambios se producirán en el estómago o en el corazón del ser humano dentro de dos o tres años, y luego multiplicara y calculara qué cambios se producirán entonces dentro de doscientos años, es decir, qué aspecto tendrá el cuerpo humano dentro de doscientos años. Son igual de ingeniosos: sólo que dentro de doscientos años el ser humano habría muerto hace mucho tiempo. Pero lo mismo ocurre con nuestra Tierra. Lo que los físicos calculan tan maravillosamente, lo que sucederá después de millones de años, está correctamente calculado, pero la humanidad de la tierra como humanidad física habrá muerto mucho antes. Y lo que los geólogos calculan para millones de años atrás es exactamente lo mismo, calculado con el mismo método, que si se tomara un estómago y se calculara para atrás, después de que el niño haya cumplido siete años, cómo era el organismo del niño hace setenta y cinco años. Sólo que la gente no se da cuenta de lo que realmente está haciendo en su pensamiento, porque en aquellos tiempos a los que los geólogos calculan hacia atrás, la humanidad ni siquiera existía como humanidad física. Puesto que se necesitan remedios fuertes contra muchos errores de nuestro tiempo, que aparecen con gran autoridad, no hay que tener miedo de usar a veces un remedio fuerte contra estas cosas para aquellos que puedan necesitarlo. Remedios fuertes como decir: «Calcula cómo será un organismo humano dentro de doscientos años después de sus cambios; ¡pero por supuesto que ya no estará vivo como organismo humano dentro de doscientos años! Según he aprendido de investigaciones puramente ocultas, se puede contrarrestar, -sé, por supuesto, que esto es considerado una tontería por la ciencia actual, pero es cierto-, que, tal como es la humanidad ahora, ya no podrá ser como es hoy dentro de 4000 años, al igual que tampoco una persona que hoy tenga veinte años seguirá viva dentro de doscientos años. Pues a través de la investigación oculta, se puede saber que en el transcurso del sexto milenio las mujeres humanas, tal como es hoy su organismo, serán estériles, ya no tendrán hijos. En el sexto milenio se establecerá un orden completamente diferente. Las investigaciones ocultas nos lo demuestran. Sé que a los que piensan en términos de la ciencia actual les parecerá un disparate decir esto, pero es cierto. Y por eso hay que decir que lo que es la historia, lo que es el proceso histórico del devenir terrestre, es objeto de los conceptos más confusos, sobre todo hoy en la era materialista. Por eso ya no comprendemos ni siquiera las sutiles alusiones a otros tipos de disposiciones anímicas en tiempos relativamente recientes que nos han llegado a través de la historia.
Verán, hay un pasaje muy hermoso en el escritor eclesiástico Tertuliano, hacia finales del siglo II o III, dos o tres siglos después del Misterio del Gólgota. Dice que él mismo había visto todavía las sillas de los apóstoles, donde sus sucesores en varios lugares leían las cartas de los apóstoles, que todavía estaban escritas de puño y letra de los apóstoles. Y mientras se leían en voz alta, dice Tertuliano, la voz de los apóstoles cobraba vida. Y al mirar las cartas, las figuras de los apóstoles cobraban vida ante la mente. - Para los que investigan estas cosas ocultamente, esto no es sólo una frase. Los creyentes se sentaban frente a estas sillas de tal manera que podían oír el sonido de la voz de los apóstoles a partir del timbre de la voz de los sucesores de los apóstoles, y que podían formarse ideas sobre las figuras de los apóstoles a partir del manuscrito. De modo que cuando comenzó el siglo III, las figuras de los apóstoles aún podían cobrar vida de forma bastante externa y sus voces podían oírse en sentido figurado. Y hasta Clemente I, el papa romano que ocupó la silla papal del 92 al 101, todavía conocía él mismo a discípulos de los apóstoles, conocía a los que todavía habían visto a Cristo Jesús. ¡En este tiempo ya tenemos una tradición en curso! Y a través de este pasaje resuena algo que se puede verificar ocultamente. Quienes escuchaban a los apóstoles como discípulos de los apóstoles oían por el sonido de las palabras el tipo de tono en que hablaba el Cristo Jesús. Y eso es algo tremendamente importante. Porque si se quiere entender por qué los oyentes decían que había un poder mágico especial inherente a sus palabras, es preciso reflexionar sobre todo en ese sonido, en toda esa esencia peculiar que había en el hablar de Cristo Jesús,. Era algo así como un poder elemental lo que se apoderaba de los oyentes, algo así como un poder elemental de las palabras como no ocurría con ningún otro. ¿Pero por qué? ¿Por qué eso, en realidad?
Ya les he hablado de San Martín. Saint-Martin es uno de aquellos que comprendieron la expresión en las palabras del Espíritu de Cristo. Se ve que él lo entendió. Las sociedades masónicas del siglo XIX no lo entendían. Se ve que Saint-Martin si comprendió, la expresión en aquellas palabras, aquel lenguaje que una vez fue común a todos los hombres, a todos los seres de la tierra, que primero se diferenció en varios lenguajes particulares; que estaba cerca de lo que es la palabra interior. Exteriormente, por supuesto, Cristo Jesús tenía que expresarse tal como era en el lenguaje de los que le escuchaban; pero lo que tenía ante su alma como palabra interior era tal que no correspondía al modo en que se caracterizan exteriormente las palabras del habla, sino que tenía en sí la fuerza perdida de la palabra, la fuerza indiferenciada del lenguaje. Y sin formarse una idea de este poder, independiente de los lenguajes individuales diferenciados, que está en el hombre cuando el Verbo lo espiritualiza completamente, no se puede ascender al poder que vivía en Cristo, ni al sentido de lo que realmente se quiere decir cuando se habla de Cristo como del «Verbo» con el que se identificó completamente, a través del cual obraba, a través del cual también realizaba sus curaciones y la expulsión de los demonios. Por supuesto, esta palabra tenía que perderse, pues eso forma parte de la evolución de la humanidad desde el Misterio del Gólgota. Esta palabra sólo debe buscarse de nuevo. Pero, por el momento, nos encontramos en una evolución que todavía no ofrece muchas perspectivas de encontrar el camino de vuelta.
Permítanme recordarles sólo una cosa. Hay un hecho significativo que atraviesa todo el Evangelio y que debe ser subrayado con mucha fuerza. Se trata de que Cristo Jesús nunca escribió nada. No hay nada que él haya escrito. Los eruditos incluso han discutido sobre si era capaz de escribir, y los que quieren afirmar que era capaz de escribir sólo pueden citar el pasaje sobre la adúltera, donde hizo señales en la tierra. Por lo demás, no hay pruebas de que supiera escribir. Pero aparte de eso, no escribió sus enseñanzas como otros fundadores religiosos. Esto no es casualidad, sino que está íntimamente relacionado con el poder de la palabra, el pleno poder de la palabra.
Sin embargo, sólo con referencia al Cristo Jesús, es necesario que esto sea esclarecido, de lo contrario uno se vuelve demasiado insinuante, sobre todo con referencia a nuestro tiempo. Veamos, si el Cristo Jesús hubiera escrito o puesto por escrito sus palabras, traduciéndolas a los signos que el lenguaje tenía en aquel tiempo, entonces lo Ahrimánico habría entrado; porque es lo Ahrimánico lo que se fija en cualquier forma. Las palabras escritas tienen un efecto diferente que cuando el grupo de discípulos permanece de pie y confía únicamente en su propia fuerza de espíritu. No debemos imaginar que el escritor del Evangelio de Juan se sentara mientras el Cristo Jesús hablaba mientras él transcribía sus palabras como hacen los maestros aquí. El mero hecho de que esto no sucediera es la base de un tremendo poder, de un tremendo significado. Este significado sólo puede ser plenamente comprendido cuando a partir de la Crónica Akáshica, uno aprende a entender, diría yo, lo que realmente encierran las palabras que Cristo Jesús siempre tiene que decir contra los escribas, contra aquellos que obtienen su sabiduría a partir de lo escrito. Su objeción contra ellos es que lo obtienen a partir de escritos, que no están directamente conectados en sus almas con la fuente de la que fluye directamente, o sea la Palabra viviente. En esto él ve, y debe ver, la distorsión de la Palabra viva.
Pero si se piensa que la memoria de las gentes que vivían en aquella época, en torno al Misterio del Gólgota, era como el tamiz del alma que hoy se llama memoria, es que no se comprende todo el significado del hecho. Quienes escuchaban las palabras de Cristo Jesús las guardaban fielmente en su corazón y las conocían al pie de la letra. Porque el poder de la memoria en aquellos tiempos era muy, muy distinto del de hoy; pero también el poder del alma era muy distinto. Pero era una época en la que se producían grandes cambios muy rápidamente. Hoy la gente no se da cuenta de ello. ¿Acaso no es así? que, hoy en día no se presta atención en absoluto al hecho de que la historia oriental ya fue escrita de tal manera que la gente veía en ella lo que hoy tiene, o lo que a lo sumo ha tomado de la historia griega. La historia griega ya procedía de tal manera que era muy parecida a la historia judía; pero la historia oriental procedía de manera muy diferente, es decir, en los tiempos orientales las capacidades del alma eran muy diferentes. Y así, uno no tiene ni idea de cómo se produjeron enormes cambios en poco tiempo, cómo ese enorme poder de la memoria, que la gente tenía en aquel tiempo en este estado crepuscular de la antigua clarividencia atávica, se perdió relativamente rápido, de modo que entonces surgió la necesidad de que la gente escribiera las palabras de Jesús. Así pues, estas palabras de Jesús corrieron la misma suerte que Cristo Jesús corrió con los escribas contra los que se rebeló. Y dejo que ustedes reflexionen sobre lo que sucedería si algún discípulo que de alguna manera sólo se pareciera remotamente a Cristo Jesús apareciera hoy y hablara con el mismo impulso con el que Cristo Jesús hablaba en aquel tiempo. Si los que hoy se llaman cristianos se comportarían de forma diferente a los sumos sacerdotes de entonces, se lo dejo a ustedes para que reflexionen.
Ahora, sin embargo se trata precisamente de que a partir de estas premisas, profundicemos en el misterio de que Cristo morase en el propio Jesús. Aquí hay que recordar, como hemos dicho, que es importante volver en cierto sentido sobre el camino recorrido desde el Concilio VIII de 869, para redescubrir el cuerpo, el alma y el espíritu como miembros del ser humano. Sin considerar esto, no será posible acercarse al Misterio del Gólgota.
El Cuerpo:
Observamos lo que es el cuerpo humano desde fuera. Sólo se nos aparece en el mundo exterior; y cuando nosotros mismos observamos nuestro propio cuerpo, también sólo lo observamos desde fuera. La percepción desde el exterior nos proporciona el cuerpo. Y la ciencia, lo que se llama ciencia, se ocupa de este cuerpo.
El Alma:
Les he intentado guiar hacia el alma señalándoles a Aristóteles. Cuando se trata del alma, hay que darse cuenta de que las ideas de Aristóteles no están del todo equivocadas. Pues el alma, lo que puede llamarse alma, surge más o menos con cada ser humano individual. Pero Aristóteles vivió en una época en la que ya no podía darse cuenta plenamente de la conexión entre el alma y el cosmos. Por eso él dice: En el momento de la concepción de un ser humano, la existencia del alma nace con el ser físico. Él defiende lo que puede llamarse creacionismo, pero permite que el alma siga viviendo después de la muerte de forma indeterminada. Aristóteles no dice nada más al respecto, porque el conocimiento del alma ya estaba enturbiado en su época. El modo en que el alma sigue viviendo después de la muerte está relacionado con lo que ahora se denomina más o menos simbólicamente, -o como se quiera llamar, ya que esto no tiene ninguna importancia-, el pecado original. Pues eso que se llama pecado original tiene un efecto real sobre el alma. Y esto tuvo el efecto de que en el momento en que se produjo el Misterio del Gólgota, las almas de los hombres estaban en peligro, se habían corrompido hasta tal punto que no podían encontrar su camino de regreso a los reinos del cielo, que estaban conectados con estar en la tierra, o con lo que se convierte de estar en la tierra. Así que esta alma sigue su propio camino. La caracterizaremos con más detalle en estas conferencias.
El espíritu.
El físico lo encontramos cuando seguimos el camino: De padre a hijo. El hijo vuelve a ser padre, el cual vuelve a ser padre y así sucesivamente, y las características se transmiten de generación en generación. Tras la muerte queda el alma, que se crea como tal con la concepción de un ser humano. Su destino depende de la relación que el alma pueda mantener con el reino de los cielos. El tercero es el espíritu. El espíritu vive en repetidas vidas en la tierra. Como ven, para el espíritu depende de qué cuerpos encuentre en sus repetidas vidas terrenales. Por un lado, está la línea de herencia de abajo. Ciertamente, está implicada; pero la línea de herencia está entretejida con las cualidades heredadas físicamente. Las cualidades que encuentran los espíritus que se encarnan en las reencarnaciones dependen de cómo ascienda o degenere la humanidad. No se pueden hacer los cuerpos como se desea desde el espíritu. Se pueden elegir los que sean relativamente más adecuados para el espíritu que quiere encarnar, pero no se pueden hacer como se desee.
Eso es lo que quise expresar en mi
«Teosofía» cuando escribí el pasaje que les leí el otro día sobre los tres caminos: Espíritu, alma, cuerpo. Aquí hay algo que debe reconocerse claramente. Pues uno siempre llega a la idea general de Dios si sólo sigue el camino de la contemplación externa hasta el final contemplando lo físico. Contemplando lo físico, se llega a la idea general de Dios, a esa idea que esta mística, que he mencionado hoy al principio, y sólo esta filosofía encuentran. Pero si se quiere contemplar el alma, entonces se necesita el camino hacia esa entidad llamada el Cristo, que no se puede encontrar en la naturaleza, aunque tenga relaciones con la naturaleza; que hay que encontrar en la historia como ser histórico. La auto-observación se relaciona entonces con el espíritu y con las repetidas vidas terrestres del espíritu.
- La contemplación del cosmos y de la naturaleza conduce a la esencia divina en general, que subyace a nuestro nacimiento: Ex deo nascimur.
- La contemplación de la historia real conduce al conocimiento de Cristo Jesús, si vamos lo suficientemente lejos; al conocimiento que necesitamos si queremos saber sobre el destino del alma: In Christo morimur.
- La contemplación interior, la experiencia espiritual, conduce al conocimiento de la esencia del espíritu en las repetidas vidas terrenas y, cuando se pone en conexión con aquello en lo que vive, con lo espiritual, conduce a la contemplación del Espíritu Santo: Per spiritum sanctum reviviscimus.
No sólo subyace lo que es la tricotomía de cuerpo, alma y espíritu, también es la tricotomía que subyace en los caminos que tenemos que tomar si realmente queremos llegar a un acuerdo con el mundo. Como ven, nuestra época, que piensa caóticamente, naturalmente no llega a un acuerdo con estas cosas fácilmente y a menudo ni siquiera las busca. Como saben, hay ateos, negadores de Dios; también hay negadores de Jesús; hay negadores del espíritu, materialistas. Convertirse en ateo, en realidad, sólo es posible si uno carece de disposición para observar con claridad los procesos de la naturaleza externa, de la corporeidad. Pero de nuevo, sólo puedes hacer eso si tus facultades corporales están demasiado embotadas. Pues a menos que las facultades corporales estén embotadas, uno no puede convertirse realmente en ateo; uno experimenta a Dios continuamente. El ateísmo es una verdadera enfermedad del alma. Negar a Jesucristo no es una enfermedad, pues hay que encontrarlo en el desarrollo de la humanidad. Si no se lo encuentra, entonces no se encuentra ese poder que salva el alma más allá de la muerte. Eso es una desgracia del alma. Ser ateo es una enfermedad del alma, una enfermedad del ser humano. Ser un negador de Jesús, un negador de Cristo, es una desgracia del alma humana. ¿Te das cuenta de la diferencia? Negar el espíritu es autoengañarse.
Es importante meditar sobre estos tres términos: ser ateo es una enfermedad del alma; ser negador de Jesús es una desgracia del alma; ser negador del espíritu es autoengañarse. Así que de nuevo se tienen las tres aberraciones significativas del alma humana: enfermedad del alma, desgracia del alma, engaño del alma - autoengaño.
Todo esto es básicamente necesario si se quieren reunir los elementos para acercarse al misterio del Gólgota, porque hay que llegar a conocer la relación de Cristo Jesús con el alma humana. Luego, sin embargo, hay que considerar el destino de la propia alma humana en el curso de su vida en la tierra. Luego hay que considerar también las repercusiones en el espíritu humano del impulso que emana de Cristo hacia el alma humana.
Ahora, para concluir el día de hoy, de modo que todos podamos reflexionar un poco sobre esto hasta pasado mañana, quizá pueda darles algo que les prepare para considerar aquí la profundidad del Misterio del Gólgota.
La gente de hoy ve la naturaleza según su educación. Procede según sus leyes naturales. Pensamos en el principio, el medio y el fin de la tierra de acuerdo con estas leyes naturales. Todo es visto de acuerdo a estas leyes naturales. Además, tenemos el orden moral del mundo. Ciertamente, uno se siente, -los kantianos en particular lo hacen, por ejemplo-, sujeto al imperativo categórico: uno se siente ligado al orden moral del mundo. Pero pensemos en lo débil que se ha vuelto esta idea en nuestro tiempo, la idea de que este orden moral del mundo tiene una realidad objetiva propia, como la naturaleza. No es cierto, incluso Haekkely, incluso Arrhenius y demás, por muy materialistas que sean, piensan: «Ciertamente, la tierra está sufriendo un proceso de glaciación o un proceso similar o una entropía, o como quieran llamarlo». Pero piensan: los pequeños ídolos que llaman átomos se desintegrarán, pero al menos se conservarán. Así que también la preservación de la materia, ¡de la sustancia! Eso está bastante bien con la visión actual del mundo. Pero estas ideas sobre la materia no permiten considerar que, una vez que la Tierra se haya helado o haya alcanzado la entropía, ¿qué ocurrirá con el orden moral del mundo? ¡Éste no tiene cabida en toda la existencia terrenal así concebida! Una vez desaparecido el género humano físico, ¿dónde queda todo el orden moral del mundo? Es decir: las ideas morales a las que uno se siente ligado, a las que la conciencia se impulsa a sí misma, impulsa al hombre, estas ideas morales parecen ciertamente necesarias; pero con el orden natural, con aquello que es realmente necesario, que es llamado necesario por la visión de la naturaleza, ¡no hay ninguna conexión, si uno es bastante honesto! Las ideas se han vuelto débiles. Son tan fuertes que uno organiza sus acciones en consecuencia; son tan fuertes que uno se siente ligado a esas ideas por su conciencia; pero no son tan fuertes como para poder pensar: Lo que se piensa hoy sobre alguna idea moral ¡es algo realmente eficaz! Hace falta algo para que sea realmente eficaz. ¿Dónde está lo que hace que lo que vive en nuestra idea moral sea realmente eficaz? Eso es Cristo, ¡eso es Cristo! Esa es una cara del ser-Cristo.
Que todo lo que vive en piedra, planta, animal, en el cuerpo humano, que vive en el elemento calor y aire de la tierra, siga los caminos de los que habla la ciencia natural, y que todos los cuerpos humanos encuentren la tumba al final de la tierra -según la ciencia natural, aquello según lo cual hemos vivido moralmente debería entonces, sí, ni siquiera se puede decir, ser destruido, pues eso ya sería una idea demasiado fuerte-, según la idea cristiana, en el ser de Cristo reside el poder que toma nuestras ideas morales y forma un mundo nuevo a partir de ellas: «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.» Es el poder que lleva a Júpiter la moralidad de la tierra a lo largo y ancho.
Ahora, imaginen la tierra como la naturaleza física, tal como imaginan la planta, el orden moral como el germen de la planta, y el poder de Cristo como aquello que hace surgir el germen como la tierra futura, como Júpiter: ¡entonces han construido de nuevo toda la concepción evangélica a partir de la ciencia espiritual!
Pero, ¿Cómo puede ser eso? ¿Cómo puede aquello que sólo vive en el pensar? según las ideas naturalistas, que sólo es una idea a la que uno se siente unido moralmente, ?cómo tal cosa puede transformarse en una realidad como la del carbón que arde, o vuela por los aires con un perdigón de escopeta? ¿Cómo puede una idea ser densa, algo como una idea moral que es tan delgada? Necesita un impulso. Esta idea moral debe ser tomada por un impulso. ¿Dónde está ese impulso? Recuerden lo que decíamos antes: La fe no debe ser un mero sustituto del conocimiento; la fe debe tener un efecto. Lo que la fe debería hacer es convertir nuestras ideas morales en realidad. Debe transmitirlas y crear un mundo nuevo a partir de ellas. Lo que importa es que el concepto de fe no sea un mero conocimiento indemostrable, algo que uno cree porque lo desconoce, sino que en eso que uno cree reside la fuerza capaz de hacer realidad la semilla de la "moralidad" en el planeta. Este poder tuvo que ser traído a la evolución terrenal a través del Misterio del Gólgota. Este poder tuvo que sumergirse en las almas de los discípulos, hablándoles de aquello de lo que carecían aquellos que sólo tenían las Escrituras. Depende del poder de la fe. Y si no se comprende lo que trae el Cristo, precisamente porque se habla tanto de la palabra «confianza», «fe», no se comprende lo que se introdujo en la evolución terrena en el momento en que se produjo el Misterio del Gólgota.
Y ahora también se puede ver que se trata de un significado cósmico. Pues lo que tenemos como orden externo de la naturaleza sigue su curso natural. Pero al igual que en una determinada etapa del desarrollo la planta natural desarrolla su semilla dentro de sí misma, así el Misterio del Gólgota surgió como una nueva semilla que se convertirá en la futura evolución de Júpiter, en la cual participará entonces el ser humano reencarnado.
Aquí tienen ustedes, yo diría, indicado a partir de la contemplación de la propia naturaleza del ser Crístico, cómo se sitúa dentro de todo lo cósmico este ser Crístico, cómo lleva una fuerza joven a este devenir terrenal en un determinado punto del devenir terrenal. Esto a veces sale a la luz de forma grandiosa, pero sólo para aquellos que lo captan en el conocimiento imaginativo. Así lo hizo, por ejemplo, el escritor del Evangelio de Marcos. Cuando Cristo es capturado tras la traición de Judas, cuando el escritor del Evangelio de Marcos contempla esta escena en el Espíritu, ve a un joven entre los que huyen, vestido sólo con una camisa. Le arrancan la camisa, pero él se suelta y escapa. Es el mismo joven que, en el Evangelio de Marcos, anuncia en el sepulcro con su toga y su túnica blanca que el Cristo ha resucitado. El pasaje figura en el Evangelio de Marcos precisamente por medio del conocimiento imaginativo. Ahí se ha visto el encuentro del antiguo cuerpo de Cristo-Jesús y la nueva semilla de un nuevo orden universal en el conocimiento imaginativo.
Sientan esto en conexión, -con esto queremos concluir la conferencia de hoy-, en relación con lo que dije el otro día, que en realidad el cuerpo humano en su significado original no está organizado para morir, sino que está organizado como un cuerpo para la inmortalidad. Y piensen en esto en relación con la verdad de que el animal es mortal debido a su organismo, pero que el hecho de que el hombre sea mortal, no se debe a su organismo, sino a su alma, que está corrompida, pero cuya corrupción es eliminada de nuevo por Cristo. Piensen en ello, entonces se darán cuenta de que algo debe sucederle al cuerpo humano a través del poder real que se derrama en la evolución terrenal a través del Misterio del Gólgota. Al final de la evolución terrena, el poder que se perdió por la caída del hombre, que disuelve el cuerpo humano, se recuperará, se devolverá mediante el poder de Cristo, y los cuerpos humanos aparecerán entonces realmente en su forma física. Si se reconoce la tricotomía de cuerpo, alma y espíritu, la «resurrección de la carne» adquiere también su significado. De lo contrario, no puede reconocerse. Ciertamente, los pensadores actuales de la Ilustración considerarán que ésta es una de las ideas más reaccionarias, pero quienes reconocen las repetidas vidas terrenas desde la fuente de la verdad también reconocen el significado real de la resurrección de los cuerpos humanos al final de la existencia terrenal. Y si Pablo dijo con razón: «Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación y vana es vuestra fe», entonces esto da testimonio de la verdad, como también sabemos por consideraciones científico-espirituales. Si esto es verdad, entonces la otra parte también lo es: Si el desarrollo terreno no condujera a la conservación de la forma que el hombre puede formar corporalmente dentro del devenir terreno, si esta forma pereciera en el devenir terreno, si el hombre no pudiera resucitar por el poder de Cristo, entonces el Misterio del Gólgota sería vano y la fe que trajo sería vana. Este es el complemento necesario a las palabras de San Pablo.
Traducido por J.Luelmo abr,2025
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