GA231 La Haya 15 de noviembre de 1923 -La antroposofía como desafío del tiempo- La naturaleza del sueño--los límites del conocimiento.

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El hombre suprasensible


RUDOLF STEINER


conferencia pública

La Haya 15 de noviembre de 1923

La Antroposofía como desafío del tiempo El cruce vital de las fronteras del conocimiento. El verdadero autoconocimiento a través de la potenciación de la vida del alma se convierte en conocimiento del espíritu. Las tres etapas del auto-empoderamiento, a partir de la captación de la vida onírica y su intiución consciente. Ciencia espiritual y seguridad de la vida.


En la actualidad existe la opinión generalizada de que existen ciertos límites al conocimiento humano, no sólo un conocimiento temporal debido a que no se ha conseguido todo en el tiempo transcurrido, y habría que dejar algunas cosas para el futuro, sino que en un sentido bastante general se habla hoy en día de límites de percepción, de límites del conocimiento para la humanidad. Se piensa que el hombre está constituido de tal manera que sólo puede conocer ciertas cosas, mientras que otras están por encima de su capacidad de conocimiento; y que los hechos del llamado mundo suprasensible principalmente, son los que se supone que el hombre no puede percibir y para los que tiene que conformarse con lo que se llama una creencia, una suposición que surge de sentimientos oscuros y cosas por el estilo. En particular, los esfuerzos de los siglos pasados y de la época actual, que han producido los mayores éxitos en el campo de las ciencias naturales y que también han aportado los mayores resultados prácticos, son considerados por la humanidad contemporánea como una prueba de que hay que detenerse en aquello que puede ser observado por los sentidos, que puede ser probado mediante experimentos y demás, es decir, el mundo real perceptible por los sentidos. Esto es, cuando se habla del hombre, sólo ese mundo que el hombre atraviesa entre el nacimiento y la muerte, o la concepción y la muerte.

Ahora bien, no se puede negar que la ciencia natural debe sus grandes éxitos al hecho de que se ha limitado a la exploración de todos los aspectos del mundo de los sentidos y que partiendo de este mundo de los sentidos no extrae ninguna conclusión del mundo suprasensible. Pero, por otra parte, relacionado con esta, supuestamente, totalmente probada aceptación de los límites del conocimiento,  hay algo interiormente inconmensurablemente trágico para el ser humano sensible, algo trágico que hoy todavía no llega a la conciencia de muchas personas, pero que vive en muchas almas humanas en sentimientos vagos, en toda clase de sensaciones subconscientes, haciéndolas inseguras en la vida, incluso inseguras e incapaces en las acciones exteriores, en las relaciones con sus semejantes, etc. Porque poco a poco se van sintiendo cada vez más, que los límites en los que se quiere detener de esta manera no son sólo los de un mundo exterior suprasensible, sino que con estos límites del conocimiento, si se perciben correctamente, hay todavía algo muy diferente. El hombre siente gradualmente que su propio y verdadero ser debe ser de naturaleza suprasensible, que su verdadero ser que como hombre le da su valor y dignidad debe encontrarse en lo espiritual, en lo no sensible. Si uno pone fin a todo conocimiento ante lo suprasensible, entonces pone fin al autoconocimiento humano. Entonces se renuncia a conocer lo más precioso, lo más valioso del propio ser humano.

Pero con ello también se socava la verdadera confianza interior en uno mismo. ¿Por qué el hombre  se siente parte del mundo natural que hoy se ha explorado con tanto éxito? Sólo porque lleva este mundo de la naturaleza dentro de sí mismo en su cuerpo físico exterior. Todo lo que existe en nuestro entorno como sustancias naturales y leyes naturales lo llevamos dentro de nosotros, al menos la mayor parte. A través de esto podemos sentirnos conectados con la naturaleza física. Si no formáramos parte de ella con nuestro propio cuerpo, no sentiríamos que existimos en esta naturaleza física, o si no pudiéramos explorarnos como seres físicos. Pero con lo suprasensible, con el ser espiritual interior del hombre, tan verdaderamente sentido, aunque los hombres no lo lleven todavía a la plena conciencia, ocurre lo mismo. Si no podemos sentirnos como pertenecientes a un mundo espiritual, como seres que asumen en interiormente y llevan en sí las fuerzas y sustancias de lo espiritual, entonces no podemos aceptarnos en absoluto como seres humanos espirituales. Pero entonces careceremos de la confianza en nosotros mismos hacia aquello que, después de todo, sentimos como lo más valioso, lo más digno, aquello por lo que realmente somos seres humanos, de hecho queremos ser seres humanos. Esto tiene otra cara. Sentimos que lo que llamamos nuestros impulsos morales, lo que llamamos el contenido de nuestras fuerzas morales-espirituales, no fluye de la vida natural, ciertamente ni de lo que ocurre en los músculos y los huesos. Sentimos que provienen de un mundo espiritual, pero experimentamos incertidumbre sobre todo este mundo espiritual si hemos de detenernos ante lo suprasensible con nuestra percepción.

Y de este modo la humanidad actual no puede realmente tender un puente entre lo que en la naturaleza exterior es para ella un hecho brutal -como me gustaría llamarlo- y lo que fluye hacia ella desde la vida interior espiritual más íntima como contenido del orden moral del mundo. No se tiene el valor de llevar a la plena claridad lo que el alma humana tiene que afrontar aquí. La ciencia natural ha trabajado a fondo para poder decir algo, aunque sea hipotéticamente, sobre las criaturas actuales a partir de las cuales se supone que se ha desarrollado el hombre. Se describe, al menos hipotéticamente, cómo se supone que se desarrolló nuestro mundo actual a partir del mundo de la nebulosa. También se hacen hipótesis sobre el fin de nuestro sistema planetario o del sistema en su conjunto al que pertenecemos. Se imagina que todo este sistema que existe en el tiempo se contrae de alguna manera, constituyéndose a partir de sustancias y fuerzas naturales. Uno se imagina al hombre físico surgiendo entonces de una parte de estas fuerzas en un momento determinado. La electricidad, el magnetismo, el calor, etc., pueden ser observados exteriormente, allí el ser humano pensante se siente seguro con el contenido de su conciencia. Pero cuando surge en él la necesidad de pensar en lo que no procede de su naturaleza física, es decir en los impulsos espirituales morales que actúan en el mundo, cuando debe pensar en que lo que él produce actúa en el mundo a partir de una fuerza elemental espiritual, aquello que ahora también debe estar en el mundo, cuando debe tener experiencias en el mundo que no deben desaparecer junto con lo que desaparece con lo físico, entonces el hombre no puede decirse a sí mismo a partir de lo que aceptan los límites del conocimiento: estas fuerzas morales son tan válidas como lo que procede de las fuerzas brutas de la naturaleza física.

De ahí le vienen al hombre de hoy no sólo dudas teóricas, sino inseguridad de toda la vida anímica, inseguridad que se manifiesta en todas partes, aunque la gente se engañe a sí misma al respecto. Porque este es el carácter propio de la civilización actual, que se engaña a sí misma sobre las cuestiones más profundas de la civilización. Pero en el subconsciente estas cuestiones están activas, se expresan -aunque no en teorías, sino en todo el tenor del alma, en la confianza y capacidad de la vida anímica. Esa es la tragedia interior que realmente se puede notar en el fondo de cada alma, incluso de la más superficial. Y es aquí donde surge lo que puede parecer paradójico en la época actual, ¡en muchas personas surge el anhelo justo por el conocimiento suprasensible! Se podría decir que en el ámbito espiritual ocurre lo mismo que con el hambre y la sed. Cuando uno está satisfecho no anhela la comida y la bebida, sino que las anhela cuando tiene hambre. Y desde una necesidad íntima la humanidad actual anhela lo suprasensible porque no lo tiene. Mientras que, por un lado, los filósofos y los científicos naturales de hoy en día quieren demostrar cada vez más que hay límites y fronteras insuperables ante lo suprasensible, vemos, por otro lado, una sed insaciable de muchas almas humanas por el conocimiento suprasensible, y el número de estas personas será cada vez mayor.

Para llegar a esta percepción suprasensible hay un punto de vista, o más bien podría decir un método de investigación del que me gustaría hablarles hoy. Pero no quiero hablarles de un método de investigación de lo suprasensible que hoy en día a menudo se quiere alcanzar de una manera muy fácil, sino que les hablaré de un método de percepción que, aunque es un asunto absolutamente íntimo del alma humana, es en esto tan científico, de hecho tan exacto, no sólo como un resultado científico exterior, sino como los resultados matemáticos o geométricos de la propia ciencia .

Pero mientras uno se esfuerza por alcanzar tal conocimiento y acaba de llegar a un conocimiento de lo que es lo suprasensible en el hombre, entra inmediatamente en algo que desde el principio provoca toda clase de dudas.

Cuando miramos al exterior, pronto nos damos cuenta de que los científicos naturales y los filósofos que hablan de los límites del conocimiento tienen razón en lo que respecta a la percepción exterior inmediata. Por lo que debemos mirar hacia adentro. Pero cuando miramos hacia dentro y nos quedamos con la conciencia ordinaria, con la que tenemos en la vida ordinaria y también en la ciencia habitual, entonces al principio tampoco nos enfrentamos a nada más que a una especie de imagen mental del mundo exterior. Cuando uno es completamente honesto en su lucha por el autoconocimiento y se pregunta: ¿Qué hay, cuando en lugar de mirar hacia fuera en el mundo se mira uno hacia dentro de si mismo, qué hay realmente dentro de uno? - Entonces uno tendrá que darse cuenta de que vuelve a encontrar el mundo dentro, aunque sea en una imagen. Lo que uno ha experimentado se ha plasmado en nuestra vida conceptual, de sentimientos. Experimentamos, por así decirlo, una imagen de pensamiento y de sentimiento de lo que está fuera también. Sólo hemos dirigido nuestra mirada hacia atrás. Esto no nos proporciona al principio nada nuevo, sino únicamente una imagen atenuada de lo que también está fuera. El hombre siente sólo como un sentimiento general, que está presente en estos pensamientos ideas y sensaciones que se entretejen como un yo, como un ser. Pero eso es tan general e indefinido, que inicialmente no puede hacer mucho con ello.

Por eso en la Edad Media, en los tiempos en que se abordaba el autoconocimiento, el conocimiento del alma humana, de un modo más intensivo, no se prestaba inicialmente mucha atención a lo que se puede obtener mediante una autoobservación meramente dirigida hacia atrás durante la conciencia ordinaria, sino que se intentaba alcanzar el conocimiento del alma de un modo diferente. Esta forma diferente es realmente interesante, y debo partir de esta forma diferente, a menudo muy deseada, de conocimiento del alma, para que podamos entendernos sobre el conocimiento del alma al que realmente me refiero. Pero menciono de antemano que sólo parto de este otro conocimiento del alma para explicar lo que quiero aportar, pero que no quiero atribuirle un valor especial. Por lo tanto que nadie crea que porque parto del sueño ya le doy valor de conocimiento. Sin embargo, esta vida onírica es inmensamente significativa.

Aquellos que en algún momento han buscado el conocimiento del alma a través de la vida onírica, habrán notado que en cierto sentido la vida anímica aparece de manera mucho más característica en un sueño que cuando uno simplemente se mira a sí mismo y, como se suele decir, quiere observarse. Ustedes han observado los sueños y han encontrado inicialmente dos tipos de sueño. Como saben, el sueño evoca imágenes tejidas de una realidad fantástica que inicialmente no es tan abstracta como los pensamientos que tenemos en nuestra conciencia diurna.

Pero el sueño crea inicialmente algo que parece enigmático, por un lado por su composición, por otro lado por su contenido.

Hay dos cosas que el hombre experimenta como imágenes en un sueño. En primer lugar, imágenes de experiencias que hemos vivido durante nuestra vida en la tierra, reminiscencias de la vida. Esto surge y nos muestra una u otra cosa que experimentamos hace muchos años. Pero lo que allí se afirma se levanta junto a otras cosas en una relación que no nos ha proporcionado la vida. Sucesos que tuvieron lugar hace diez años se unen a otros que tuvieron lugar el otro día. Lo más alejado entre sí se une. Uniendo fragmentos de la vida, los sueños crean imágenes imposibles, imágenes caóticas. Todo lo que la vida exterior nos ha dado a través de los acontecimientos que hemos vivido se nos presenta en el sueño de forma caótica. Este es un tipo de sueño. El otro tipo es aquel en el que nuestra propia condición corporal se evoca ante nosotros en una especie de imagen simbólica. ¿Quién no ha soñado con sufrir el calor de una estufa hirviendo? Ha visto las llamas parpadeantes; se despierta y tiene fuertes palpitaciones del corazón. O soñamos que pasamos por delante de una valla. Vemos cómo uno o dos postes están dañados y nos despertamos con dolor de muelas. En un caso, cuando soñamos con la estufa hirviendo con su calor, era una imagen de nuestro corazón que palpitaba fuertemente. En el otro caso, cuando soñamos con la valla, era una imagen de nuestra hilera de dientes que, de alguna manera, nos producía dolor. Y aquel que puede penetrar más profundamente en estas cosas sabe que una determinada área de los sueños se caracteriza porque los órganos internos se nos muestran simbólicamente en el sueño. Sin embargo, hay que ser bastante conocedor de todos los hechos que entran en juego, si se quiere reconocer en los símbolos lo que realmente se expresa del ser interior del hombre en ellos. Entonces uno encontrará que apenas hay un órgano o un proceso interior que no pueda ser evocado para nosotros interiormente por medio de los sueños.

Ahora bien, los antiguos psicólogos que trabajaron con los sueños desarrollaron un punto de vista muy válido sobre la relación del hombre con los sueños. Se decían a sí mismos: lo que llevamos dentro, sólo podemos sentirlo, pero no lo vemos, no lo tenemos delante como un objeto exterior. Pero cuando tenemos el latido de nuestro propio corazón frente a nosotros en la imagen de una estufa hirviendo, entonces tenemos al menos una imagen en nuestra conciencia que nos hacemos, que se parece a la imagen de un objeto exterior. Tenemos que separarnos del objeto exterior para que surja en nosotros una imagen de él. Lo que es uno mismo, aunque sea su propio cuerpo, lo siente, lo siente a veces dolorosamente cuando algo orgánico no está en orden, pero no lo mira. Cuando se mira algo en forma de imagen hay que estar fuera de él. Y así argumentaban los antiguos psicólogos, que todavía existían en el siglo XIX: Si estoy soñando en símbolos sobre mi propio cuerpo y sus procesos, no puedo estar en mi cuerpo, porque entonces no lo experimentaría. Por tanto, en ese caso debo estar fuera de mi cuerpo. La imagen, en cualquier caso, me muestra algo de una vida anímico-espiritual independiente frente al cuerpo. Y además argumentaban: Cuando sueño de alguna manera, aunque sea oculta, con reminiscencias de la vida, entonces la existencia natural exterior, tal como es, tendría que presentarse ante mí. Pero allí hay algo que cambia constantemente; allí el sueño me evoca las relaciones más fantásticas. Allí también debo estar dentro, pues la naturaleza tal como me rodea habitualmente no podría mostrarme los sucesos que he vivido con ella, ni los sucesos de la vida humana que he experimentado, en un orden muy diferente.

De esta manera se reunía algo de lo que se podía decir: Era una convicción válida para estos antiguos psicólogos, que ellos captaban algo del alma en una condición en la que está separada del cuerpo físico. Pues, en primer lugar, el hombre no puede estar unido a su cuerpo si los sucesos del cuerpo, aunque sólo sea en símbolos, en el sueño aparecen separados. Debe por tanto estar fuera de su cuerpo. Pero también debemos estar dentro de las reminiscencias de nuestras experiencias, estar junto a ellas, cuando tenemos el segundo tipo de sueño, pues la naturaleza no altera la conexión en la que han ocurrido las experiencias. Que debemos alterar nosotros mismos. Por lo tanto, debemos estar fuera, fuera de nuestro cuerpo, cuando tenemos el primer tipo de sueños, y de la misma manera debemos estar dentro de nuestras experiencias en el segundo tipo. Eso significa que debemos estar realmente fuera de nuestro cuerpo físico con nuestras experiencias del alma cuando soñamos. En la medida en que lo que los antiguos psicólogos se decían a sí mismos es absolutamente indiscutible, no se puede decir nada en contra. Pero hay que añadir algo más. El sueño no puede darme ningún conocimiento seguro sobre el yo. Él puede llevarnos al camino de cómo se puede llegar a tal certeza. Porque lo que somos en el interior durante el tiempo entre ir a dormir y despertar cuando estamos fuera del cuerpo: eso, que el sueño nos está mostrando allí, que ciertamente no somos; pues ésos son por un lado cuadros de nuestro interior corporal, incluso símbolos de este interior corporal, así que eso de nuevo es tomado de nuestro interior corporal. ¿Cómo podemos ser los mismos que somos en el interior de nuestro cuerpo físico cuando dormimos fuera de nuestro cuerpo? De modo que algo más debe ocurrir. Debemos ser algo fuera de nuestro cuerpo, pero eso no se afirma. En un principio no somos capaces de captar la naturaleza real del alma en el estado de sueño. Ésta se oculta y se enmascara al principio; se rodea de imágenes de su propia naturaleza corporal y se muestra en relación con su propia vida en composiciones arbitrarias de sus experiencias. Los antiguos psicólogos deducían con razón que estamos fuera de nuestro cuerpo cuando soñamos, pero que el sueño nos muestra algo sobre este ser que está fuera de nuestro cuerpo, eso no es así, aunque ellos lo creían. Porque no nos muestra nada más que lo que hemos experimentado anteriormente dentro del cuerpo, y nuestro propio cuerpo en símbolos. Por lo tanto, si somos algo fuera de nuestro cuerpo, entonces esto está enmascarado en el sueño, entonces el sueño está usando una máscara con respecto a esto. Si queremos descubrir nuestro propio ser, entonces debemos ser capaces de quitar esta máscara del sueño, es decir, del alma, porque el sueño es esta máscara. -Hasta aquí una visión más íntima del sueño nos lleva a un camino. Como los antiguos psicólogos se dieron cuenta de que el sueño, en última instancia, no muestra nada más que lo que saca del mundo de los sentidos, naturalmente también tuvieron sus dudas. Y del mismo modo que uno no podía creer tener certeza por medio de una autoobservación ordinaria hacia atrás, tampoco estaba satisfecho con lo que la observación del mundo onírico podía darle. Frente a esto aparece ahora lo que siempre llamo la cosmovisión antroposófica o el modo de investigación antroposófico. Esta sostiene inicialmente lo siguiente: Si el sueño nos muestra que somos algo fuera de nuestro cuerpo, entonces se muestra demasiado débil por sí mismo para mostrar, para revelar su propio ser. Para revelarse a sí mismo utiliza trozos de reminiscencias de la vida, de símbolos de su propia naturaleza corporal. Por lo tanto, tenemos que fortalecer la vida anímica para que lleguemos a lo que en la vida anímica está enmascarado ante nosotros en el sueño. Esto se puede hacer. Se puede hacer reproduciendo el sueño en plena conciencia mediante la llamada vida meditativa sistemáticamente exacta, tal como la he descrito en mi libro "El conocimiento de los mundos superiores" y en otros escritos. Pero no reproduciendo los sueños artificialmente, sino despertando en el alma en plena conciencia lo que en el sueño surge espontáneamente del subconsciente. Uno llega a esto acostumbrándose a proceder de la misma manera que el sueño procede espontáneamente, -a proceder imaginando cosas que uno conoce bien simbólicamente en la meditación interior. El sueño evoca simbólicamente para nosotros nuestra propia naturaleza corporal.

Ahora se practica -ya que ni nuestro propio ser interior ni la naturaleza exterior nos dan símbolos- de forma estrictamente sistemática para imaginar simbólicamente. De este modo, los conceptos son llevados por la fuerza de la voluntad a un símbolo por nosotros, al igual que el sueño lo evoca o nosotros espontáneamente. Debe ser creado por la actividad interior, pero eso significa, que el sueño debe ser fortalecido.

En la vida exterior nos entregamos a las observaciones y percepciones pasivas. Entonces la actividad interior es sombría. Todo el mundo percibe realmente lo sombríos que son los conceptos abstractos, la forma en que los pensamientos se entregan al mundo exterior y luego proceden de forma sombría. Todo el mundo habla del pensamiento sombrío en comparación con la realidad concreta. Pero cuando uno se eleva ahora para imaginar cosas simbólicas, tiene que crear estos símbolos.

Y cuando uno es un ser humano plenamente consciente y no un tonto, entonces sabe que los hace uno mismo. Entonces uno no es en absoluto un soñador, sino una persona despierta normal, incluso más que una persona despierta normal. Para el soñador los símbolos vienen espontáneamente, para la persona despierta las imágenes conceptuales vienen a través de la estimulación externa. La persona despierta que hace vivo dentro de sí mismo lo que los sueños le proporcionan, que pone ante el alma los símbolos con toda la fuerza interior e imita el sueño en plena conciencia, se despierta por así decirlo a una actividad superior de pensar e imaginar y con ello a una actividad del alma totalmente superior a la que se tiene en la conciencia ordinaria. Sin embargo, esto debe ser realmente practicado de manera sistemática.

Y del mismo modo se puede imitar la otra cara del sueño. Tomamos experiencias de nuestra vida que pueden estar separadas entre sí por años. Podemos combinarlas de tal manera que una esté al lado de la otra, pero ahora no de forma caótica como en el sueño, sino desde un punto de vista que puede ser de la fantasía, pero que determinamos conscientemente, que no nos es impuesto por nuestro ser interior, sino que nosotros mismos creamos interiormente. Y de esta manera nos educamos gradualmente para permanecer en una vida interior del alma; para permanecer fuertemente en una vida del alma que procede totalmente de la actividad interior.

Hoy en día se suele subestimar lo que realmente sucede allí con el ser humano cuando hace tales ejercicios, porque no se ama la actividad interior del pensar, porque ya se encuentra muy activa cuando se vive en pensamientos inducidos por la observación exterior. Pero quien con toda seriedad se convierte en un verdadero imitador del sueño en plena conciencia, experimenta que intensifica fuertemente la movilidad interior de su alma, que la fortalece definitivamente. Pero si no es un tonto, sino un ser humano sensato, es plenamente consciente de que él mismo está haciendo todas estas imágenes y asociaciones de vida, es decir, que está viviendo en la ilusión. Con un sueño uno tiene que despertar primero para darse cuenta de la ilusión del sueño desde el punto de vista de la vida de vigilia. El sueño sólo puede ser desenmascarado desde el punto de vista de la vigilia; el soñador imagina que el contenido del sueño es la realidad, aunque su sentimiento de realidad no es tan ficticio. El que se convierte en imitador del sueño se da cuenta de cómo se despierta en él un ser interior vivo, algo activo, vivificante, pero que tiene un contenido que es absolutamente autoimagen, ilusión. Por lo tanto, llega al punto de no preocuparse por lo que está presente en él como contenido, sino de concentrarse en lo que trabaja en él, está activo en él. En resumen, aquello que normalmente sólo tenemos como un sentimiento general del ego o del yo se convierte en una actividad interior fuertemente sentida. Si uno quiere convertirse en un científico espiritual y no en un místico vago, debe permanecer consciente y preciso. Pero si uno persiste en esto también llegará a experimentar cada vez más la naturaleza de lo ilusorio. Uno sabe: no imagina nada, pero tiene una imaginación. A través de esto uno tendrá también la posibilidad un día de desarrollar la capacidad del alma con la que uno verdaderamente no imagina nada y es todavía tan activo como uno lo ha aprendido en la imitación del sueño.

Les señalo aquí una actividad del alma que debe ser absolutamente cultivada por el investigador del espíritu. Se suele creer, y los que juzgan las cosas superficialmente lo dicen a menudo: la investigación espiritual es algo en lo que el hombre se entrega a sus pensamientos y fantasías, eso es fácil, mientras que investigar en el laboratorio, la clínica y el observatorio es difícil, algo en lo que hay que renunciar a las cosas. - Pero esto no es así. Porque lo que hay que adquirir como tal capacidad interior del alma requiere al menos tanto tiempo, incluso a veces mucho más tiempo de trabajo interior que cualquier capacidad científica adquirida exteriormente como es común en la ciencia natural de hoy. Aquellos que quieran adquirir conocimientos sobre lo que aquí se llama investigación espiritual no deben plantear la objeción: En la ciencia natural no hay que ser un aficionado si se quiere opinar, allí hay que entender realmente algo. -Lo que el investigador espiritual alega se suele considerar como si se obtuviera sin esfuerzo, en comparación con lo que en la ciencia natural se alcanza con muchos problemas. Pero lo único que es diferente es el camino. En la ciencia natural se utilizan observaciones y hechos externos para llegar a una conclusión, mientras que el científico espiritual debe desarrollar primero su propia capacidad interna de observación. La desarrolla como un imitador de los sueños, pero de tal manera que en la actividad meditativa lo que en el sueño se evoca es superado por él. En el sueño no nos hacemos conscientes de una actividad, las imágenes del sueño nos la evocan; pero en el primer paso del conocimiento suprasensible se percibe totalmente la ilusión. Se sabe: no se imagina nada -pero se nota la actividad interior fortalecida, potenciada y al final se aprende por mucha práctica cómo se puede invocar esta actividad sin necesitar primero una actividad ilusoria para ello, sin tener que imitar primero el sueño. Así que es en la imitación donde se desarrolla esta capacidad del alma. 

Una vez que la capacidad está ahí, uno sabe lo que puede hacer con ella. Porque entonces uno se encuentra en un estado en el que tiene una conciencia vacía pero muy despierta, pero también actividad interior. Una vez que uno ha desechado la ilusión de esta actividad, uno no tiene inicialmente ningún contenido. Pero el estado en el que uno vive justo cuando llega al punto de desarrollar la capacidad de actividad interior sin tener inicialmente también un contenido, este estado exige una fuerte lucha interior. Y en realidad esta lucha que uno necesita es la piedra de toque y la prueba de si esta investigación espiritual es honesta y verdadera. Porque en el momento en que uno se dispone a vivir con la conciencia vacía, durante la conciencia de vigilia normal sin que esta conciencia de vigilia tenga un contenido, en este momento se extiende sobre toda la vida anímica un dolor indecible, una privación ilimitada. Todo lo que uno puede experimentar como dolor en el mundo es realmente insignificante comparado con este dolor espiritual del alma que se experimenta en este momento de cognición. Y este dolor hay que superarlo. Porque este dolor es la expresión de una fuerza que tiene su contraimagen física en toda clase de privaciones: en el hambre, que nos manda comer, en la sed, que nos obliga a beber, etc. Ahora sentimos algo en el alma que tiene que venir hacia nosotros y lo sentimos como un dolor indecible. Pero cuando vivimos por un tiempo en este dolor, cuando sentimos nuestro ser interior mismo como uno lleno de dolor, es decir, cuando somos por un tiempo dolor, cuando nuestro propio ser humano no es para nuestra conciencia por un tiempo nada más que un conglomerado de dolor, entonces esta conciencia ya no permanece vacía, entonces esta conciencia se llena a sí misma, y ahora se llena no con el contenido de los sentidos que recibimos a través de los ojos, los oídos y demás, sino que ahora se llena de contenido espiritual. Y recibimos como lo primero que nos llega como contenido espiritual de esta manera, nuestro propio ser espiritual como una organización espiritual unificada - pero que vive en el tiempo, no en el espacio - ya que se extiende desde el nacimiento o la concepción hasta el momento presente en que hemos vivido la vida terrenal. Al igual que podemos mirar en una perspectiva espacial y ver objetos que están lejos de nuevo en perspectiva, así podemos aprender a mirar desde el momento presente de nuestra vida hacia nuestro propio pasado. No vemos lo corporal en ese momento, sólo lo recordamos, pero debemos recordarlo, de lo contrario nos destruye la conciencia. Pero el que quiere ser investigador del espíritu no puede convertirse en una persona inclinada a la fantasía ni en un místico confuso, debe utilizar su conciencia y su buen sentido como lo haría un matemático para un problema matemático. Pero así como normalmente vemos los objetos del espacio en perspectiva, ahora miramos en perspectiva del tiempo.

Todo lo que hemos vivido en nuestra existencia está ahora ante nosotros en un cuadro de tiempo, pero en un cuadro de tiempo vivo. Pero no sólo lo que hemos vivido nosotros mismos está ahora ante nosotros, sino también lo que nos muestra cómo hemos llegado a ser, cómo las fuerzas espirituales internas del alma han construido nuestro cuerpo desde el nacimiento o la concepción, cómo son las fuerzas plásticas que han trabajado en nuestro cuerpo. Nos vemos exteriormente. Pero lo que vemos ahí, a través de lo que nuestra propia vida anímica se presenta ante nuestra alma, eso ahora también difiere cualitativamente de la experiencia de este retablo del tiempo.

Cuando uno mira hacia atrás en su vida de la manera habitual, experimenta los acontecimientos tal y como vienen hacia uno: experimenta, por ejemplo, cómo una persona ha venido hacia uno, cómo se ha acercado a uno, con amor o con odio, cómo ha hecho esto o aquello mientras venía hacia uno. Uno se experimenta a sí mismo en esta imagen de la memoria en la forma en que el mundo exterior ha venido hacia uno.

Sin embargo, en este otro cuadro de la memoria, que ahora está ahí en imágenes reales de las que uno sabe que reflejan la propia naturaleza espiritual del ser humano al igual que las imágenes habituales de la memoria reflejan la naturaleza exterior, en esta otra imagen de la memoria se nos refleja cómo nos hemos acercado al mundo exterior. Allí se muestra cómo era uno mismo cuando, por ejemplo, se acercaba a otra personalidad. Cómo en nuestra alma se desplegaban fuerzas que encontraban su satisfacción, su deleite, su felicidad sólo a través de esa personalidad. Uno realmente se mira a sí mismo cómo era como ser humano terrenal. Y entonces uno ve cómo ahora en la realidad fluyen juntos los dos lados en los que el sueño estaba enmascarado.

Ahora el sueño se convierte en una realidad plenamente consciente. Incluso se convierte en algo más de lo que la conciencia ordinaria ve. Uno ve inicialmente la entidad espiritual que vive dentro del cuerpo, que durante el sueño es independiente de él, de hecho que es el creador del cuerpo. Esto se ve. Y entonces uno se da cuenta, esta entidad espiritual también contiene, pero de manera espiritual, metamorfoseada, algo así como las leyes de la naturaleza pero -ya están protestando contra ello- en una existencia espiritual. En lo que aquí se experimenta ya entra el mundo moral. En esto las leyes morales ya están presentes de tal manera que uno sabe ahora: de la misma manera en que funciona la propia espiritualidad, las leyes morales están actuando. Allí las leyes morales comienzan a tener la misma validez que las leyes de la naturaleza.

Pero con esto sólo se llega hasta la experiencia de la propia existencia espiritual del hombre en el ser terrenal. Si uno quiere ir más allá tiene que desarrollar aún otras capacidades en el alma. -Los detalles sobre esto se pueden leer en los libros mencionados anteriormente, ya que esto sólo se puede lograr mediante la práctica de muchos detalles. Aquí sólo se describirá el principio. -Supongan que en un momento determinado del día ustedes recuerdan la mañana en que se levantaron, o se despertaron. Si ustedes se esfuerzan, el transcurso del día hasta este momento puede presentarse ante sus almas. Ahora bien, si ustedes no colocan el transcurso del día de tal manera ante su alma que comiencen con la mañana, luego pasen a las experiencias del mediodía y así sucesivamente, sino que si colocan el transcurso del día hacia atrás ante su alma, de modo que comiencen en el momento determinado y ahora lo rastreen hacia atrás, entonces también pueden decir que llegan hasta la noche cuando han dormido. Pero ahí no añaden nada, ahí queda algo vacío, y lo que conecta de nuevo con los sucesos imaginados hacia atrás es la última experiencia antes de ir a dormir, y entonces pueden colocar de nuevo el curso del día anterior ante su alma.

En resumen, cuando en la vida ordinaria el ser humano recuerda de esta manera, siempre quedan lagunas entre la vivencia consciente -las lagunas que vivimos inconscientemente durante el sueño. Ahora bien, para ir más allá con los ejercicios que pueden enlazar con esta vivencia retrospectiva, es necesario desarrollar un sentido muy fuerte de la realidad. Tal sentido de la realidad no predomina inicialmente entre la gente de hoy en día. Incluso es algo que no es tan fácil de conseguir, porque en relación con el recuerdo la gente suele quedarse con aquello que de alguna manera está estrechamente relacionado con su personalidad. En sus pensamientos no conectan los hilos hacia el mundo exterior con tal fuerza, que estos hilos hacia el mundo exterior se conecten con sus recuerdos. El ser humano no suele tener ninguna inclinación a vivir en el mundo exterior, en realidad en el mundo exterior, con sus recuerdos. Hasta qué punto esto es así, de esto se puede convencer uno mismo en la vida diaria. He conocido personas que, por ejemplo, han visto por la mañana a una señora que les había interesado mucho, y cuando uno les pregunta ¿De qué color era el vestido de la señora? -no lo saben. Por lo tanto, es como si no hubieran visto a la dama, porque si la hubieran visto, seguramente también habrían visto el color de su vestido. ¡Qué tenuemente está uno conectado con el mundo exterior, si por la tarde ni siquiera sabe de qué color era el vestido de una persona a la que ha visto por la mañana! De hecho, he conocido incluso a personas que habían estado en una habitación y que después no sabían si había cuadros en la habitación o no.

Uno puede tener las experiencias más increíbles en este sentido. Por lo tanto, el que quiera adquirir el sentido de la realidad debe entrenarse primero para vivir plenamente también en la realidad sensorial exterior, de modo que lo que pasa por delante de él sea tal como está ahí fuera, en el mundo real. En verdad, el investigador del espíritu no se convierte en un hombre de fantasía; debe adquirir el sentido de la realidad hasta el punto de que no pueda ocurrirle que no sepa por la tarde qué vestido llevaba la señora con la que hablaba por la mañana. Debe ser capaz de vivir con un sentido de la realidad ya en el mundo de los sentidos.

Sólo cuando uno se entrena para conectar lo que recuerda de las cosas con el mundo exterior de la realidad, entonces desarrolla el sentido que puede lograr un recuerdo provechoso para tal conocimiento del espíritu. Porque para los seres humanos la capacidad habitual de recordar la imagen de la memoria antes de la última ida a dormir puede ser muy fácilmente unida a la de después del último despertar. Sin ninguna dificultad la gente simplemente deja fuera lo que está entre estas dos imágenes como un abismo nocturno, ellos atan la imagen del primer suceso después de despertar directamente al último suceso antes de ir a dormir. Por lo general, ni siquiera notan con una conciencia viva que hay algo entre ambas. Pero si uno quiere adquirir una conciencia de tal índole que conecte lo que ha experimentado en su interior con la imagen que está ahí del mundo exterior, entonces debe darse cuenta de que lo que uno experimenta por la mañana después de despertarse está conectado con toda la naturaleza que nos impresiona, está conectado con el sol naciente, con todas las impresiones que uno tiene a través del sol naciente y así sucesivamente -y lo que uno tiene como último suceso antes de irse a dormir está conectado con algo que en la naturaleza no se corresponde, a saber, con lo que uno experimentó después del último despertar. Allí uno notará con las imágenes que están al lado: ¡hay algo que falta! - Pero practicando esto, despertando de nuevo capacidades del alma que no existen en la vida ordinaria, uno adquiere la fuerza de que al mirar hacia atrás, donde uno tiene ahora la primera imagen después del último despertar y quiere proceder a la última imagen antes de la última dormida, uno ahora no ve un tramo de oscuridad en medio, sino que ve que esta oscuridad empieza a iluminarse espiritualmente, que algo se coloca en esta oscuridad.

Al igual que en los estados de vigilia diurnos sólo se sigue lo que se ha experimentado, de repente surge algo entre la primera experiencia después del último despertar y la última experiencia antes de dormir, de la cual se dice ahora: recuerdas algo, sólo que algo que no habías conocido antes. Es lo mismo que en el recuerdo normal, excepto que uno no había sabido nada antes de lo que ahora aflora. Ahora, a través de ello, uno comienza a recordar lo que antes se había perdido al dormir, incluso mientras duerme a través de ello en el sueño sin sueños. El tiempo vacío del que uno es consciente entre la última experiencia antes de dormir y la primera después de despertar, esto se está llenando ahora. Y así como nuestra conciencia ordinaria se llena de las experiencias de la existencia natural, nuestra conciencia se llena ahora de lo que aflora como un recuerdo, pero de un recuerdo del que uno sabe ahora que lo ha experimentado en el inconsciente.

Nuestra conciencia está ahora llena del contenido anímico que no ha participado en las experiencias externas, sino que se ha retirado de las experiencias externas, se ha dormido. Ahora uno aprende a reconocer cómo es en realidad el alma dormida cuando no tiene la fuerza para traer a la conciencia sus experiencias que tiene durante el sueño en el mundo espiritual de tal manera como el hombre en la vida diurna de vigilia trae a la conciencia los sucesos de la vida física. Ahora uno llega a conocer realmente el ser interior del hombre como espíritu y alma, y en este momento uno ve más allá de la vida terrenal. Y sólo ahora se podrá relacionar eso, que se ve de la manera descrita como un gran pero concreto retablo de recuerdos de la propia vida terrenal hasta este momento, con lo que uno era como ser humano anímico-espiritual en un mundo puramente espiritual antes de descender a este mundo físico a través del nacimiento o la concepción.
Y de la misma manera otra experiencia se une a ésta. Si uno desarrolla otra capacidad junto con todo esto durante su práctica, una capacidad que normalmente no se ve como una capacidad de conocimiento, pero que también lo es, si uno desarrolla lo que es el amor del alma, la plena devoción a lo que viene a su encuentro, tan fuertemente que este amor permanece con uno incluso cuando uno mira su propio ser, que uno puede amar lo que aparece como algo nuevo en el alma con un amor verdaderamente devoto -entonces se desarrolla la posibilidad de liberarse, en el estado de vigilia, en plena conciencia en su experiencia interna, de lo corporal. Pero en este momento en que uno se ha liberado de lo corporal en su experiencia interior, uno sabe cómo es el ser humano cuando vive su vida sin su cuerpo. Y el hecho de atravesar la puerta de la muerte, de morir, se presenta en la imagen ante el alma. Una vez que uno ha reconocido lo que significa aferrarse a sus poderes espirituales independientemente del cuerpo, entonces uno también sabe lo que es en la existencia espiritual cuando ha dejado de lado el cuerpo y ha atravesado la puerta de la muerte. Y también se llega a conocer el entorno que entonces está presente para el ser humano. Uno aprende a reconocer cómo lo que nos conecta con el mundo de los sentidos se desprende con el cuerpo cuando se desecha. Sin embargo, lo que queda es lo que nos formó primero como seres humanos, el alma-espíritu del ser humano. Pero lo que ha sido en estas experiencias sensoriales, cómo se ha encontrado alma con alma, lo que se ha vivido en las relaciones con otras personas, con las más cercanas y con las más lejanas, lo que ha tenido lugar en el espacio y en el tiempo, se aprende a reconocer lo eterno-espiritual al despojarse de la forma terrenal de la experiencia. Y entonces el alma experimenta aún más lo que estaba espiritualmente en ella en sus relaciones con otras personas. Y lo que de otro modo es sólo objeto de fe se convierte en una certeza de conocimiento.

Esto es lo que la gente experimenta cuando ellos mismos han pasado por la puerta de la muerte. Lo que el alma humana suele anhelar como inmortalidad sólo entra en el conocimiento humano real de esta manera. Pero sólo reconociendo lo que es realmente eterno en el hombre, esforzándonos hasta el punto de reconocer este eterno en nuestra existencia en la existencia preterrenal, anímico-espiritual, alcanzamos también lo que hace que nuestra supervivencia después de la muerte sea una certeza. Lo [preterrenal] mismo, como lo eterno en el alma humana, ya no tiene palabra en la civilización actual, pues sólo conocemos una mitad de la eternidad, hablamos de inmortalidad. Las lenguas más antiguas tenían la otra cara, el no nacimiento, es decir, nuestra existencia antes de entrar en la vida terrenal. Pero son sólo los dos lados -la falta de nacimiento y la inmortalidad- los que conforman la eternidad. Y es así como el hombre debe pagar su anhelo de inmortalidad convirtiéndolo en una mera creencia si quiere renunciar a lo no nacido en el conocimiento, pues la eternidad sólo se le aclara cuando reconoce las dos caras de la eternidad, la no nacida así como la inmortalidad de su ser en una unidad. Con ello, el ser humano ha avanzado hacia una verdadera comprensión de lo que es, hacia un verdadero autoconocimiento.

Una y otra vez tengo que subrayar en estas ocasiones que, ciertamente, tal investigación espiritual sólo puede ser practicada por aquellos que han adquirido las correspondientes habilidades a través de la práctica o de otra manera por el destino, pero cuando los resultados de tal investigación se pronuncian, entonces pueden ser encontrados realmente tan plausibles por todos como, por ejemplo, los resultados de la astronomía. Y al igual que uno no necesita ser pintor para experimentar la belleza de un cuadro, pues si eso fuera necesario, sólo los pintores podrían hacerlo, tampoco es necesario que uno mismo se convierta en un investigador espiritual para absorber las percepciones de la investigación espiritual, aunque puede llegar a serlo hasta cierto punto, pues el hombre está concebido para la verdad y no para la confusión y el error.

Al igual que uno puede enfrentarse a un cuadro con su sana experiencia y admirar sus bellezas, también puede, si no pone obstáculos en su propio camino como prejuicios y similares, experimentar lo que presenta la investigación espiritual. Si uno se dedica realmente al asunto con su sentido de la verdad, puede comprenderlo, y el reproche de los que dicen de los profesores de ciencia espiritual que sólo rinden homenaje a una fe ciega es bastante injustificado.  Precisamente en el momento actual, la Antroposofía, si los hombres llegan a un autoconocimiento del ser humano mediante la aplicación de su sentido de la verdad o mediante la investigación de la manera descrita, podrá llevar al alma de los hombres aquello que, como dije en la introducción de la conferencia de hoy, estas almas están hambrientas en la actualidad. Aunque muchos no sean todavía conscientes de esta exigencia de los tiempos, aunque sólo sea vaga o sólo se manifieste en una falta de eficacia en la vida, sigue estando presente en el alma de los hombres en la vida -está ahí en lo que se expresa tan claramente en la civilización del presente. 

La ciencia natural y muchas cosmovisiones filosóficas hablan de límites insuperables del conocimiento. Para ellos, esto significa que el límite que lleva al propio hombre es insuperable. Pero el hombre no puede prescindir del verdadero autoconocimiento a largo plazo.

En la conferencia de mañana retomaré lo que he dejado hoy y describiré la vida moral-religiosa tal y como se enriquece e interioriza en el ser humano. Mañana tendré que aplicar esto a la vida práctica inmediata. En la conferencia de hoy he querido mostrar, en primer lugar, cómo esta exigencia del tiempo, que surge como una demanda de la mente y del alma en cada vez más personas en relación con la civilización actual con sus límites de conocimiento, puede ser satisfecha por un verdadero conocimiento espiritual; por un conocimiento de lo que el hombre quiere saber, sí, debe saber, sobre su propia inmortalidad y lo que está conectado con ella, porque sólo así se puede alcanzar un verdadero autoconocimiento y sólo con este verdadero autoconocimiento se puede conectar un auto-sentimiento. Porque sólo así el ser humano podrá estar ante su propia alma con su naturaleza eterna, que obtenga un conocimiento de cómo él, como ser anímico espiritual, está entretejido en la esfera anímica-espiritual del mundo, así como él, como ser corpóreo, tiene su existencia en el mundo de lo corpóreo. Sólo entonces, cuando obtenga el conocimiento de sí mismo como espíritu entre los espíritus, podrá obtener también una verdadera seguridad interior. Si el hombre sabe lo que vale y merece en el mundo, sólo entonces estará en el mundo con la conciencia de sí mismo como ser humano, que puede reconocer a partir de un sentimiento indefinido como la única conciencia humana correcta. Y sólo a través de esto los seres humanos buscarán a su vez tal luz de autoconocimiento y conocimiento espiritual del mundo, sólo a través de esto se satisfará el hambre del presente por una verdadera penetración de su propia naturaleza humana. Porque la humanidad no podrá hacer frente a todas las exigencias del avance de la civilización más que comprendiendo que el autoconocimiento del hombre no puede ser otro que el conocimiento del espíritu, pues el hombre sólo puede sentirse como un verdadero ser humano cuando se reconoce como un espíritu entre los espíritus, así como sólo puede sentirse en su existencia terrenal pasajera como un ser físico entre seres físicos. 

Traducido por J.Luelmo sep2022







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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919