GA113 Munich 25 de agosto de1909 Peculiaridades de los tres mundos: mundo físico, mundo anímico, mundo espiritual.

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ORIENTE A LA LUZ DE OCCIDENTE

RUDOLF STEINER

3ª conferencia

Munich 25 de agosto de1909

 

Peculiaridades de los tres mundos: mundo físico, mundo anímico, mundo espiritual. La índole de la conciencia: Erinnyes y Euménides. Proceso planetario de desarrollo de la tierra en relación con el desarrollo de los seres espirituales. Mundo sensorial y vida anímica. El evento de Cristo. 

Hemos mostrado a nuestras alma a dónde llega quien se aplica a sí mismo los métodos de desarrollo humano hacia los mundos suprasensibles. Hemos señalado que hay una cierta etapa de desarrollo a través de la cual lo que de otro modo nos encontramos en el mundo exterior como calor, como aire, como agua, etc., comienza a vivir y a espiritualizarse. Hemos dicho que esto puede llamarse vivir en el mundo de los espíritus de los elementos. Pido a los que se dedican a la ciencia espiritual desde hace tiempo que sopesen cada palabra que se dice y que tengan en cuenta que las palabras utilizadas no son aproximadas sino bastante precisas. No he dicho espíritus elementales, sino que he dicho espíritus de los elementos; y siempre se trata sólo de lo que se menciona en el pasaje en cuestión. Nuestra tarea de hoy será familiarizarnos con algunas peculiaridades que se presentan al observador de los mundos superiores. En primer lugar, debemos llamar la atención sobre el hecho de que, cuando ascendemos a lo suprasensible, se añaden a nuestro mundo ordinario, que experimentamos con nuestros órganos sensoriales, otros mundos, de los que mencionaremos primero dos, que se sitúan detrás de los que pueden ser percibidos con los sentidos y comprendidos con el intelecto. Se mencionarán algunas características sobresalientes, que pueden indicar las diferencias entre nuestro mundo ordinario y los dos siguientes más elevados. El siguiente mundo, que se oculta detrás de nuestro mundo, se llama, como todos ustedes saben, el mundo astral, y el que se oculta aún más profundamente detrás de él, solemos llamarlo, según nuestro uso del lenguaje, el mundo espiritual. También se podría llamar al mundo astral la tierra del alma o el mundo del alma y al otro la tierra del espíritu o el mundo espiritual.

Si queremos indicar una de las muchas diferencias que nos serán de importancia para nuestras siguientes consideraciones, podemos decir: En nuestro mundo físico, una de las leyes más completas es la de nacer y morir. En todo nuestro mundo físico encontramos la alternancia del nacimiento y la muerte, del surgir y el perecer. Miren por doquier a nuestro mundo físico; precisamente en sus entidades más elevadas encontrarán la característica de que nacen y mueren dentro del mundo físico. Una duración aparente dentro del mundo físico engaña al hombre como máximo con lo perteneciente a los reinos inferiores de la naturaleza: el reino muerto de la piedra. Pero esto también es sólo aparente. Si se ampliara la observación del mundo de las rocas durante un largo período de tiempo, se vería que incluso allí la ley de emerger y desaparecer la ley del nacimiento y de la desaparición, también se hace valer.

Para el observador del mundo astral, es sobre todo obvio que la capacidad de cambio, la metamorfosis, es tan destacada para este mundo astral como lo es el surgimiento y el fallecimiento para el mundo físico. Y aquí lo que se va a decir ahora está relacionado con una insinuación que ya se dio ayer y que nos ocupará cada vez más concretamente de las más variadas formas. En el mundo astral nos encontramos con entidades en movimiento, con entidades que se transforman unas en otras de tal manera que pueden ser una cosa u otra. Incluso el cuerpo astral humano, que viene a nosotros desde el mundo astral y que se agita alrededor del cuerpo físico como una especie de aura - visible para el clarividente - tiene la peculiaridad de una capacidad perpetua de cambio. Casi en cada momento lo que envuelve e impregna al ser humano como nube astral-aural es diferente, según el ser humano desarrolle instintos superiores o inferiores, experimente en su interior pasiones más salvajes, más tormentosas o más tranquilas, acaricie estos o aquellos pensamientos. Según tenga estos o aquellos impulsos de la voluntad, aparecen en esta nube áurica-astral las más variadas formaciones e inclusiones; y como el hombre, en su vida anímica, deja que estos o aquellos pensamientos se eleven y pesen continuamente, esta nube puede representarse en cada momento como algo diferente en cuanto a color y forma, aunque en el aura astral de cada hombre permanezca un determinado carácter básico, digamos un determinado color básico, que corresponde a su rasgo de carácter más o menos permanente. Así, en el cuerpo astral del ser humano ya tenemos lo que se transforma. Ayer se señaló que las mismas entidades que al principio se presentan al hombre cuando experimenta el reino astral como algo que puede captar, pueden luego, cuando avanza hacia la iluminación y el astral se vuelve reconocible para él, enfrentarse a él, según su propia preparación, como el bien y como el mal. Tal es el poder de metamorfosis de aquello que no desciende al plano físico para poderlo ver, sino que permanece en las regiones de los mundos superiores y sólo desciende al plano astral, puede transformarse del bien en el mal, de la luz en la oscuridad. Así que tenemos la metamorfosis, la transformabilidad como característica en este mundo.

En el mundo espiritual actual encontramos una duración, aunque sea relativa, una permanencia. Por eso, por ejemplo, lo más íntimo del hombre el núcleo interno, si quiere preservarse, si quiere durar de una encarnación a otra, debe pasar por el mundo espiritual, porque sólo este mundo tiene la peculiaridad de ser, si no eterno, sí en cierto sentido de duración relativa. 

Así pues, el nacimiento y la desaparición son las principales características del mundo físico; la transformación de una forma en otra es una característica del mundo astral; la duración es una característica del mundo espiritual. En primer lugar, debemos tener claro que los materiales para construir al hombre se toman de estos mundos, que el hombre se construye a partir de estos mundos. El mundo físico está ante él al principio; se abre camino hacia los otros mundos a través de la llamada iniciación, es decir, a través de la preparación y el desarrollo para la visión suprasensible. Allí conoce por primera vez lo que se le escapa en el mundo ordinario, pero que está tan presente como este mundo ordinario.

Ahora debemos familiarizarnos con algo más. Hemos dicho, por ejemplo, que en el elemento fuego o calor, en una determinada etapa de desarrollo, encontramos algo vivo, algo que vive a través del fuego, o en relación con el aire, algo que vive a través del aire. Para la vida ordinaria la cosa es que cada vez que aparece una envoltura exterior, un ropaje exterior, una expresión para alguna entidad, esta entidad misma se retira para el hombre a un mundo superior. El hombre aprende sobre el fuego físico en el mundo físico. Debido a que llega a conocer el fuego físico, la expresión de ciertas entidades espirituales que rigen en el fuego, en el mundo físico, debe ascender del físico a los mundos superiores, para conocer él mismo estas entidades. Nunca se encuentran en el mismo mundo aquellos seres cuyo origen y fuente de aparición es para otro mundo. Lo que es la causa y la fuente original del fuego, por ejemplo, sólo puede encontrarse cuando se asciende del mundo físico al siguiente más elevado, porque los seres en cuestión, al descender al mundo inferior, conservan su expresión y su propio ser en el mundo superior. Ahora bien, esto no sólo se aplica a los fenómenos que se nos presentan, por así decirlo, en el tapiz exterior del mundo físico. Los espíritus del fuego, los espíritus del aire, del agua, de la tierra, están velados por el mundo físico y están en los mundos superiores porque envían sus expresiones hacia lo físico. Pero esto es cierto no sólo de lo que se encuentra fuera de nosotros, sino de todo lo que vive en nosotros en primer lugar en el mundo físico. En este mundo no sólo viven para nosotros las apariencias del mundo exterior, no sólo el mundo colorido y rico en arcilla, lleno de olores y sabores, sino que también viven para nosotros, en primer lugar, nuestros sentimientos, nuestras sensaciones y pensamientos. Todo lo que el ser humano es aquí en esta personificación, en esta encarnación, vive en el mundo físico, sea lo que sea. Debemos tenerlo claro. De modo que cada sentimiento que experimentamos entre el nacimiento y la muerte, cada pensamiento que concebimos, cada idea, etc., es también una apariencia del mundo físico. Y así como detrás de las apariencias externas, los colores, los sonidos, los olores y demás, o como decimos en la ciencia espiritual, el fuego, el aire, el agua y demás, hay seres divino-espirituales detrás de ellos, del mismo modo los seres divino-espirituales viven detrás de nuestras sensaciones, nuestros sentimientos, todo nuestro mundo anímico. Todo nuestro mundo anímico tiene entidades divino-espirituales detrás. Y lo que normalmente experimentamos como nuestro yo, como nuestro ser dentro del mundo físico, eso no es todavía nuestro verdadero yo, eso no es todavía lo que llamamos nuestro yo superior. Nuestro yo superior está en un mundo suprasensible, vive detrás de nuestros sentimientos y sensaciones. Por lo tanto, en el verdadero sentido, este yo superior sólo se experimenta a través del desarrollo hacia los mundos suprasensibles. Allí se muestra con una apariencia completamente diferente a la del mundo físico.

Me gustaría ponerles un ejemplo especial de cómo el yo del ser humano que vive en el mundo físico se relaciona con su yo superior, y me gustaría ponérselo para nuestras circunstancias actuales, porque quienes miran en los mundos espirituales saben que estas cosas cambian en el curso del tiempo. Por ejemplo, alguien que ha hecho daño a otra persona puede experimentar en sí mismo lo que se llama remordimiento. Esto nos lleva a esas experiencias peculiares del alma que suelen englobarse bajo la palabra conciencia. Todos ustedes saben que, en la vida ordinaria, la palabra conciencia se utiliza para describir una especie de voz interior que impulsa a una persona a reparar las faltas que ha cometido. En toda su vida, la mayoría de las personas tendrán poco tiempo para pensar en cuál es la esencia de esta conciencia; se limitarán a decirse: la conciencia es algo que se siente. Se tiene el sentimiento interior de que hay que reparar el mal hecho; el alma se siente atormentada si no se ha reparado ese mal. La conciencia es ante todo una experiencia interior del ser humano en el mundo físico, una experiencia anímica. Si se le pregunta al investigador espiritual cómo es, debe hacer la siguiente observación: debe observar a la persona que ha cometido un error, en relación con su vida en el mundo astral. Para el investigador espiritual, quien experimenta el remordimiento por sí mismo está rodeado de extrañas figuras astrales, que de otro modo no existen si el remordimiento no vive en el alma. Todo aquello que, por así decirlo, remueve la conciencia y sólo es sentido por el alma que vive en el mundo físico, se muestra a la observación espiritual como ciertas figuras que pululan alrededor del hombre, que viven en su entorno. Y si nos preguntamos: ¿Cómo se muestra la aparición de estas figuras a la investigación espiritual, entonces se ofrece lo siguiente:  Supongamos que alguien ha cometido tal injusticia, entonces a partir de los pensamientos que han provocado la injusticia, se forman otras formas de pensamiento, que son metamorfosis de las primeras. Todo lo que el hombre piensa, siente y percibe vive en su aura astral como una forma, como una forma de pensamiento o sensación o sentimiento. Se puede representar un pensamiento -digamos claro- en una forma de pensamiento nítidamente perfilada, como si envolviera al ser humano; igualmente un pensamiento salvaje, desolado, tal o cual pasión a través de formas confusas. Todas estas son figuras que rodean al ser humano. Mientras una persona comete una injusticia contra otra, piensa y siente esto o aquello. Estas formas de pensamiento o sentimiento surgen entonces de él, están en el ambiente; pero no se quedan en meras formas de pensamiento, eso es lo esencial e importante. No siguen siendo algo que se ha separado del hombre, sino que se nutren de ciertos mundos. 

Por así decirlo, al igual que el viento se precipita en un espacio hueco que se le presenta, ciertas entidades de mundos bien definidos -hablaremos de esto más adelante- se precipitan en estas formas-pensamiento, que son excretadas por el remordimiento, y las propias formas-pensamiento del hombre se llenan entonces de una sustancia de entidad de estos mundos. A través de sus formas de pensamiento, el hombre ha provocado que otros seres vivan en su entorno. Estas entidades son en verdad el tormento del remordimiento. Si no estuvieran, el remordimiento no atormentaría. Sólo en el momento en que el ser humano siente inconscientemente estas entidades, comienza el roer y comer de la mala conciencia.

A partir de este ejemplo se puede ver que para la observación espiritual existe una realidad muy diferente a la de quienes no son espirituales. Para estos últimos, la conciencia es sólo una experiencia interior; para la observación espiritual, en cambio, la conciencia es una suma de seres que rodea al ser humano, una realidad espiritual-astral a su alrededor. Ahora bien, ¿por qué el hombre no ve esas entidades que acabo de describirles -que surgen por el hecho de que ciertas entidades espirituales se envuelven con sus propios pensamientos como con pieles, como con fuelles- en la vida ordinaria? Precisamente por la misma razón que no ve espíritus de fuego, por ejemplo. En el mundo físico ve el fuego físico; detrás del fuego físico se esconde lo que es espiritual en el fuego; y primero debe mirar hacia arriba a través del fuego en los mundos superiores si quiere ver lo espiritual en el fuego. De la misma manera, el hombre debe ver espiritualmente a través de la conciencia si quiere conocer a los espíritus de la conciencia, si quiere conocer a las entidades atormentadoras que primero viven en el plano astral y que han surgido de la manera que les he descrito. 

Ahora bien, quienes reúnan los hechos que se han mencionado en las más diversas conferencias y ciclos de conferencias podrían sacar una conclusión aquí, que ahora quiero sacar yo mismo. Por supuesto, ustedes saben que la vida del alma humana ha cambiado en el transcurso de largos períodos de tiempo. Todos ustedes conocen este hecho por mis diversas conferencias. Saben que cuando describimos hoy en día lo que llamamos conciencia humana, se revela algo diferente a la conciencia, digamos, de los antiguos indios en la primera época cultural del período post atlante; que esta conciencia era diferente sobre todo en el período atlante. Todos ustedes saben que la conciencia humana se ha desarrollado a partir de una clarividencia apagada y original hasta la conciencia clara y diurna del mundo físico de hoy. Cuanto más retrocedemos en nuestro desarrollo, más encontramos que los seres humanos tenían una clarividencia original, una cierta clarividencia primitiva. No hace falta remontarse mucho, relativamente sólo unos pocos milenios, para encontrar numerosos pueblos que no sólo veían el fuego físico, sino que eran capaces de ver a través de este fuego físico a los espíritus de los elementos del fuego. En la conciencia humana se ha desarrollado gradualmente que un mundo superior se ha retirado, por así decirlo, del hombre y éste ha quedado confinado en el mundo físico. Pero esto no sólo se aplica al mundo exterior, al tapiz del mundo sensorial que se extiende a nuestro alrededor, sino también a la vida anímica humana que se revela en el mundo físico. Ahora pueden ustedes sacar la conclusión: Si nos describís tal aparición como la conciencia, y afirmáis que el investigador espiritual de hoy experimenta figuras astral-espirituales alrededor del hombre debido a lo que se llama la conciencia, entonces los antepasados de los hombres de hoy deben haber visto estas figuras astral-espirituales; ellos eran clarividentes, y por lo tanto deben haber visto también lo que el investigador espiritual de hoy se forma.

- Ahora bien, al igual que el fuego oculta los espíritus del fuego, la conciencia humana -esta voz interior, como la llamamos- oculta primero el mundo que acabo de describir, el mundo de los espíritus atormentadores y roedores de la conciencia. Así que en la prehistoria la gente debió ver lo que acabo de describir como un fenómeno astral. Pero la condición para ello habría sido que los hombres de aquella época no habrían tenido todavía la conciencia interior, que ésta no se habría desarrollado aún, y que por lo tanto lo que ahora llamamos la aparición anímica de la conciencia no habría existido alguna vez con nuestros antepasados, sino que nuestros antepasados habrían visto lo que hoy sólo ve el investigador espiritual en la envoltura astral, mientras que hoy para los hombres, puesto que sienten la voz interior de la conciencia, los espíritus exteriores -digamos de la conciencia- están ocultos por esta voz interior.
He puesto deliberadamente este ejemplo porque la afirmación del asunto es palpable en él. Se puede señalar el momento exacto, históricamente exterior, en que se produjo la transición de la visión de los espíritus exteriores de la conciencia por parte de los hombres al despertar de la voz interior de la conciencia. Basta con mirar la Oresteia de Esquilo y compararla con el mismo material en la obra del trágico griego Eurípides, que vivió poco tiempo después. En el transcurso de unas pocas décadas, desde Esquilo hasta Eurípides, tienen ustedes el cumplimiento y la confirmación de lo que les he dicho.

Vean el Orest de Esquilo; ¡imaginen lo que sucede allí! Agamenón vuelve a casa después de la guerra. Es asesinado por su esposa adúltera. El hijo Orest, que está ausente, vuelve a casa y se venga de su madre. Se venga de la muerte de su padre porque incluso la voz de uno de los venerados dioses le llama a esta causa; se venga incluso de acuerdo con el sentimiento popular de la época. La gente decía que era correcto que hubiera actuado así, que sólo estaba haciendo algo justo. Pero ve que las Erinnyes, las diosas de la venganza, se acercan a él como consecuencia del asesinato de la madre. Las Erinnyes, las diosas vengadoras de la mitología, no son otra cosa que la expresión figurativa de lo que acabo de describirles como un hecho de observación espiritual. 

Las Furias

Y ahora traten ustedes de comprobar en este drama más antiguo si hay algo que se pueda describir con la palabra moderna conciencia; ni siquiera existe una palabra en los tiempos más antiguos para lo que llamamos conciencia, y de hecho, como pueden comprobar los investigadores, no existe ninguna palabra para ello en ninguna lengua de la antigüedad. Ahora comparen lo mismo con el poeta que trató el mismo tema unas décadas después, Eurípides. Ahí ya no tienen las Furias, las Erinyes; ahí ya tienen al hombre que escucha la voz interior de la conciencia. Mientras tanto -y esto es palpable- se produce el desarrollo de la conciencia. Antes de eso, en el curso del desarrollo humano, la observación clarividente era tan fuerte que la gente se sentía muy diferente después de cometer una mala acción que después. ¿Qué sentía un hombre de los tiempos antiguos cuando había cometido una mala acción? La mirada clarividente seguía despierta; veía en su entorno lo que acabo de describir -en Grecia los llamaban los Erinnyes-. ¿Y qué sensación surgía en su interior ahora que tenía este rostro de los Erinnyes continuamente ante él? Surgía una sensación totalmente acorde con las peculiaridades del mundo astral, la sensación de transformarse, de metamorfosear las figuras que tenía a su alrededor. En el mundo astral existe la capacidad de transformación. Cuando el hombre ha borrado la mala acción, es decir, la ha transformado en buena, las Erinyes de la mitología se transforman en las benévolas Euménides. Ahí tienen la capacidad de transformación. Así pues, hubo algo que el hombre percibía de tal manera que se decía a sí mismo: he hecho una mala acción; terrible es lo que es visible en el mundo astral; eso debe ser transformado; debo hacer lo que produce la metamorfosis. Era una correspondencia de la acción humana con lo que había en el entorno. Todavía no había nada de eso que es la voz interior de la conciencia.

Todo en el mundo, incluida la vida interior del alma, evoluciona. Así que lo que llamamos conciencia también se ha desarrollado. Y se equivocaría quien se remontara a milenios atrás y buscara también en los tiempos más antiguos, lo que hoy vive en el alma como un fenómeno evidente.  E incluso se da el caso de que en el ámbito en cuestión, en el que esto va a ocurrir, las cosas cambian bastante rápido. Al igual que una planta crece de hoja en hoja y luego, como en un salto, pasa a florecer, así es en el desarrollo espiritual. La tontería de decir que la naturaleza no da saltos es una falsedad; la naturaleza da saltos todo el tiempo. En los puntos decisivos los saltos se suceden continuamente. Así como hay un salto en la planta desde la hoja verde hasta la flor, también podemos observar esos saltos en la vida espiritual: A través de los siglos, a través de los milenios, las cosas se desarrollan lenta y gradualmente; pero luego sucede tan rápidamente como sucedió con la conciencia aquí en la época que cae en el siglo V antes de Cristo, de modo que un dramaturgo anterior aún no mezclaba nada en su drama de la conciencia, mientras que el que vino unas décadas después de él la mezcló por primera vez y entonces también tenía una palabra para lo que hoy llamamos conciencia. Esto significa a su vez que la observación clarividente de los espíritus de la conciencia, los Erinyes, desaparece para el hombre. Estos seres espirituales son tales que nuestra experiencia interior de la conciencia se sitúa ante ellos, al igual que la expresión exterior del fuego se sitúa ante los espíritus del fuego.

Así se ve que se llega a la orilla de la experiencia en el mundo físico en dos direcciones, por así decirlo. Una de las direcciones es la siguiente: si miramos el tapiz del mundo sensorial que nos rodea y las apariencias del mundo de los colores y las formas del exterior, llegamos al límite en el que, podemos decir, existen los espíritus exteriores. Pero también, cuando nos adentramos en nuestro ser interior, cuando miramos los fenómenos de la conciencia, la memoria, la vida del sentir y de la voluntad, la vida del pensar, antes debemos ver algo muy parecido interiormente en estos fenómenos, igual que miramos el fuego, el aire, el agua, la tierra. Estas cosas se presentan y ocultan lo que está espiritualmente detrás de ellas. 

Cuando la conciencia se afianzó como una voz en el alma humana, como una experiencia interior en el mundo físico, se situó ante el mundo de las Erinnyes, las Furias, y lo ocultó a la observación humana. Sólo entonces, cuando se observa la vida histórica de la humanidad desde este punto de vista interior, se hace explicable.  La gente no entiende nada de lo que ha sucedido si no puede observar su desarrollo por medio de hechos espirituales. Así que tenemos seres espirituales, por así decirlo, que están detrás del rojo y el azul, detrás del sonido, detrás del olor exterior y así sucesivamente, que viven fuera en el mundo, que nos rodean, y que están velados, como por un velo, por lo que vemos y oímos y comprendemos a través del intelecto. Pero también tenemos esas entidades que están detrás de lo que llamamos vida anímica y espiritual. La pregunta está justificada: ¿Cómo se relacionan estos dos reinos espirituales? 

Si queremos entender esto, debemos traer de nuevo ante nuestras almas algunas de las cosas con las que están familiarizados. Todos ustedes saben de la división de la naturaleza humana en cuatro miembros, el cuerpo físico, el cuerpo etérico, el cuerpo astral y el yo, y que esta cuádruple composición de la naturaleza humana debe remontarse a todo el origen, a todo el devenir del hombre. Sabemos que el hombre, si lo consideramos como un todo, no tuvo su primer comienzo en la tierra, sino que otras encarnaciones precedieron a esta tierra. Miramos hacia atrás desde la tierra hasta una encarnación anterior de la misma, que llamamos la antigua luna; miramos más atrás hasta una encarnación aún anterior de la tierra, hasta el antiguo sol, y aún más atrás hasta el antiguo Saturno. Decimos: antes de que surgiera nuestra tierra, había en el mundo una antigua formación planetaria, que llamamos el antiguo Saturno. En aquel tiempo se formó en este planeta la primera estructura de nuestro actual cuerpo físico; en el antiguo sol se añadió el cuerpo etérico, y en la antigua luna el cuerpo astral. Sólo en la tierra se integró el yo en esta naturaleza humana que antes tenía tres miembros, de modo que la semilla de nuestro cuerpo físico se la debemos al antiguo Saturno, la semilla de nuestro cuerpo etérico al antiguo sol, la semilla de nuestro cuerpo astral a la antigua luna y la semilla de nuestro yo a la tierra. Pero ya sabemos por diversas conferencias que este desarrollo no fue en absoluto tan simple como que Saturno simplemente existió primero, que luego se transformó en el sol, del que surgió la luna y de ésta la tierra, sino que sabemos que este desarrollo tiene un carácter mucho más complejo. Si empezamos diciendo que Saturno estaba allí, que se transformó en el antiguo sol y el sol en la luna -si nos atenemos a eso por el momento, porque es aproximadamente correcto para nuestras condiciones-, no debemos atenernos a la propia evolución lunar, que precedió inmediatamente a nuestra tierra. He llamado su atención sobre el hecho de que en la época de la evolución de la luna había una separación entre la tierra y el sol -la tierra era entonces la luna-, es decir, entre la luna y el sol.

Mientras hablamos de Saturno y del Sol como cuerpos indivisos, debemos decir de la evolución de la Luna: un cuerpo se separa en dos cuerpos, de modo que en ese momento hubo durante un tiempo la antigua Luna y al mismo tiempo el antiguo Sol. Entonces ambos se unieron de nuevo, pasaron por un estado intermedio y volvieron a aparecer como una evolución terrestre. Y durante la primera fase de la evolución de la tierra, las sustancias y los seres que ahora están en el sol y la luna estaban unidos a la propia tierra; Sólo en un tiempo posterior lo que ahora vive en el sol se separó de la tierra. Primero se dejó la tierra con la luna de hoy. Más tarde, la luna se separó de la tierra, y la Tierra quedó entre el Sol y la Luna. Estos tres cuerpos eran uno al principio; el sol y la luna sólo salieron de la tierra más tarde.
Ahora nos preguntamos: ¿Qué significa para la vida espiritual esta separación? Prescindamos de la primera separación en el antiguo período lunar y consideremos únicamente las separaciones que tuvieron lugar durante la evolución real de la Tierra. Así como ciertos seres encuentran su desarrollo en nuestra tierra, otros seres encuentran su desarrollo en el sol y a través de la luna. Seres que no pudieron progresar en la tierra, porque tenían un estadio de desarrollo diferente al del hombre, se separaron de la tierra con el sol; No continuaron, por así decirlo, su desarrollo en la tierra, sino que tuvieron que continuar su desarrollo en un lugar aparte de la tierra, precisamente en el sol, de modo que en el momento de la separación del sol de la tierra tenemos el hecho de que el ser humano queda atrás en la tierra como un ser que necesitaba las condiciones del desarrollo terrestre para su propio desarrollo. Otros seres, sin embargo, que no pudieron desarrollarse en la tierra, separaron las sustancias que necesitaban y formaron su propio lugar de residencia en el sol. Luego influyeron en la tierra desde el sol. Porque así como los rayos físicos del sol caen sobre la tierra e iluminan y calientan la tierra, así los hechos, los efectos de los espíritus del sol brillan sobre nuestra tierra. Los rayos físicos del sol son sólo la expresión física exterior de los actos de los seres espirituales del sol. Ese era el significado de la separación del sol. 
¿Cuál era el propósito de la separación de la luna? Si el sol hubiera permanecido unido a la tierra, los seres que luego vivieron en el sol habrían podido progresar adecuadamente, pero el hombre nunca habría podido hacerlo. El hombre no habría podido seguir el ritmo de desarrollo de los seres solares; habría tenido que desarrollarse mucho más rápido si los seres solares no hubieran salido de la tierra ejerciendo así una influencia más débil desde el exterior. Por ello, la velocidad de desarrollo de la Tierra se vio frenada gracias a que el sol se separó. Pero para el ser humano aún no era el ritmo de desarrollo apropiado; era demasiado lento. El hombre se habría endurecido, se habría momificado, si la luna, que en ese momento seguía unida a la tierra, hubiera permanecido unida a ella. El hombre no se habría desarrollado como un ser tal y como es hoy, compuesto por el cuerpo físico exterior y la vida anímico-espiritual interior, sino que se habría endurecido, momificado. Debido a que la luna estaba conectada con la tierra, había una tendencia a endurecer y momificar al hombre y a la tierra. y la tierra, por así decirlo, se endurece, se seca, se lignifica. 

La tierra se habría convertido gradualmente en un cuerpo mundial del cual se habrían formado, como momias muertas, las formas del hombre. La luna tuvo que ser separada de la tierra. Esto permitió mantener el ritmo adecuado de desarrollo. Lo que era demasiado lento podía acelerarse. Así, el hombre se convirtió en lo que corresponde a su naturaleza; mientras que habría sido estimulado a una vida exterior y a una actividad exterior, que no habría podido soportar, si el sol hubiera permanecido con la tierra. Si la luna hubiera permanecido con la tierra, el hombre no se habría estimulado en absoluto, se habría secado, se habría visto privado de la posibilidad de animarse. El estímulo que el hombre recibía a través de la vida del sol era externo.
El sol habría tenido un efecto estimulante sobre toda la vida humana, pero a un ritmo demasiado rápido. Al igual que el sol tiene un efecto estimulante sobre la vida de las flores del campo desde el exterior, así el hombre, si el sol hubiera permanecido unido a la tierra, habría sido estimulado a todo sentimiento, pensamiento y voluntad desde el exterior, pero de una manera tan rápida que, por así decirlo, habría podido vivir demasiado rápido. que se hubiera quemado, por así decirlo, en el fuego físico y espiritual del sol. fuego espiritual del sol. Pero la fuerza estimulante, que actúa desde el exterior, había salido, se había alejado y, por lo tanto, su efecto se había debilitado. Pero al principio era demasiado débil debido a las tendencias de endurecimiento de la propia tierra, y una parte de estas tendencias de endurecimiento tuvo que salir a la luz en forma de luna. Esto introdujo un nuevo principio vigorizante en el desarrollo de la tierra y en el ser humano, y esto tuvo un efecto estimulante de forma exactamente opuesta al del sol. Mientras que el estímulo del sol actúa desde fuera, lo que ahora entra tiene un efecto vigorizante desde dentro. Todo lo que es la vida del alma en el mundo físico, tal como se experimenta en la tierra, sólo pudo desarrollarse porque el hombre fue salvado de este endurecimiento, de esta momificación, por la aparición de la luna. Toda la vida interior, toda la actividad interior, todo lo que puede describirse como sentimientos, sensaciones, conciencia y pensamientos, todas estas fuentes de vida interior, se afirmaron desde dentro a través de la separación de la luna de la tierra; de lo contrario, se habrían secado en la naturaleza humana, habrían permanecido inactivas.

Así que pregúntenle al que observa nuestro cosmos con una mirada espiritual: ¿De dónde viene la capacidad de que percibamos algo externo, de que miremos o veamos algo, de que el hombre se vea estimulado a mirar? Deben responderse a ustedes mismos: de lo que está presente física o espiritualmente en el sol. Pero pregúntense: ¿De dónde provienen las razones de la experiencia interior, las razones del pensar, las razones del sentir, las razones de la conciencia, por ejemplo, y así sucesivamente? Entonces deberán mirar con gratitud a la luna y decirse a sí mismos: Gracias a los seres que han sacado sus sustancias de la sustancia de la tierra. Las sustancias lunares en la tierra habrían impedido la actividad interior del alma. Pero no hay que buscar las razones del desarrollo del mundo sólo en el hombre, sino en cierto modo también en los seres espirituales que pertenecen a los mundos superiores. No sólo fue bueno para el hombre que el sol y la luna se separaran de él, sino que también fue bueno para aquellos seres que en ese momento estaban relacionados con el hombre en su desarrollo. Los seres espirituales se separaron de la tierra con el sol e hicieron del sol su morada. Al igual que el hombre no habría podido desarrollarse si el sol hubiera permanecido unido a la tierra, tampoco estos seres habrían podido desarrollarse en la tierra si no se hubiera producido la separación. Ellos Sólo pudieron desarrollarse atrayendo hacia el sol las sustancias que antes estaban unidas a la tierra. Allí pudieron encontrar las condiciones para su desarrollo al margen de las sustancias endurecedoras de la tierra. Así, miramos a los seres que se desarrollan en el sol y decimos: "Allá arriba habitan esos seres que utilizaron su sol para su desarrollo igual que nosotros utilizamos la tierra para el nuestro. Habrían tenido que perecer, por así decirlo, si hubieran permanecido conectados a la tierra.
Pero entonces, después de que todo sucediera como he dicho, estos seres espirituales pudieron tener la posibilidad de enviar sus efectos benéficos a la tierra, es decir, de desarrollarse para ayudar a los seres de la tierra desde fuera de la manera adecuada. Los espíritus del sol no eran ayudantes de la tierra si hubieran permanecido en ella. Sólo después de la separación del sol de la tierra, los seres allí presentes alcanzaron gradualmente los niveles en los que podían convertirse en ayudantes de la tierra. Cuando el investigador espiritual, en su observación, mira a la luz y a las cosas del mundo exterior, puede decirse a sí mismo, en una determinada etapa de su desarrollo: Detrás de lo que físicamente se me presenta como color o sonido, están las entidades que podemos considerar como seres solares. Sin embargo, la forma en que los seres solares se nos presentan hoy en día en la contemplación espiritual, es como se  convirtieron por primera vez. Después de este devenir se nos aparecen como lo alto, como lo superior como los seres espirituales superiores, como los que nos salen al encuentro cuando miramos fuera del mundo de los sentidos. 

Y ahora nos preguntamos: ¿Quién hizo entonces que se produjera la otra posibilidad de desarrollo, la que dio el estímulo desde dentro, la que alejó el endurecimiento del hombre? Debieron existir seres que, en el momento oportuno, levantaron la sustancia lunar de la sustancia terrestre.  Si queremos expresarnos de forma popular, quizá incluso trivial, podemos decir que debió haber seres espirituales que, en un momento determinado del desarrollo de la tierra, se dijeron lo siguiente: Ahora hemos seguido el desarrollo de la tierra, la cual existió por primera vez como un cuerpo en el espacio, que estaba formado por el sol, la luna y la tierra. Los tres se unieron en uno. - Después vieron que había otros seres que no podían encontrar su camino si permanecían conectados a la tierra. Vieron cómo los espíritus del sol desprendieron el sol, cómo salen de la tierra y encuentran su progreso en otro escenario. Posteriormente vieron que el ser humano se endurecía y se volvía leñoso, y que el ser humano no llegaba a ser lo que debía ser. Por eso se decían: No debemos dejarlo en lo que los espíritus del sol han hecho, debemos hacer algo más. Ahora debemos proteger la tierra para que no se endurezca. - Entonces intervinieron y separaron la luna de la tierra.
Se trataba de una acción de seres que, en cierto modo, eran más elevados que los espíritus del sol. Cuando el sol todavía era uno con la tierra, éstos tuvieron que decirse a sí mismos: ya no podemos desarrollarnos en la tierra, necesitamos otro escenario. - Estos otros seres, sin embargo, se dijeron a sí mismos: también encontraremos nuestro progreso en la tierra. - Dejaron que los espíritus del sol se fueran con el sol y permanecieron conectados con la tierra ellos mismos. Pero como permanecieron conectados con la tierra, tuvieron la oportunidad de convertirse en salvadores del desarrollo humano en un momento determinado al sacar la luna de la tierra. En cierto modo, eran seres más elevados que los espíritus del sol. Ellos pudieron decir tranquilamente: Dejemos que el endurecimiento de la tierra se apodere de nosotros, no vayamos con los espíritus del sol, sino que nos reservemos para hacer un acto que los espíritus del sol no pueden hacer, es decir, sacar la luna de la tierra. - Así pues, había seres que podían realizar una acción que, es cierto, separaba una sustancia comparativamente inferior de la tierra, mientras que los espíritus solares tomaban la sustancia más noble, que, sin embargo, al convertirse en correctores y controladores de una peor, demostraban su poder más fuerte. Porque el más fuerte no es el que domina a los buenos y quizás los hace un poco mejores, sino que el más fuerte es el que consigue transformar lo malo en bueno.

Así vemos que después de la separación del sol intervienen en el desarrollo de la tierra seres espirituales, para los cuales estaba reservada una acción elevada y significativa. Estas entidades están detrás de los fenómenos de nuestra vida anímica al igual que los espíritus del sol están detrás de los fenómenos de nuestra observación exterior. Si ven a través de sus ojos, oyen a través de sus oídos, comprenden a través de su intelecto las cosas exteriores, pueden decir: Detrás de todo lo que veo, oigo, comprendo con mi intelecto, se encuentran esas entidades que tienen su morada real en el sol, que viven en el sol, que se separaron en ese momento cuando el sol se separó de la tierra. - Pero si se vuelve la mirada hacia el propio interior, si se deja posar la mirada en eso que se llama pensar, sentir y querer, sensibilidad, conciencia, se ve la vida interior que se ha hecho posible gracias a que ciertas entidades espirituales se han reservado y luego han separado la luna de la tierra. Ellos tienen en su reino todo lo que está detrás de los fenómenos de la vida anímica.  Y así como es cierto que cuando el espiritista mira detrás del fuego físico y percibe sus espíritus, ve allí en verdad un espíritu que tiene su escenario real en el sol, así cuando mira detrás de la conciencia ve los espíritus de la conciencia que pertenecen a los seres que sacaron la sustancia lunar de la tierra. De ahí provienen las entidades espirituales que, como una piel, se introducen en las formas de pensamiento que están adheridas a una mala acción.  Valgan mucho o poco, los espíritus que rondan al hombre como seres de conciencia, provienen del reino lunar y pertenecen a un reino espiritual que es en ciertos aspectos más poderoso, más superior que el reino solar.

Por toda la forma de presentación que te he dado hoy, puedes juzgar que, efectivamente, estas entidades, que están detrás de nuestras apariencias anímicas, pertenecen a un reino que es superior al reino espiritual que está detrás de la Maya exterior. Tenemos una doble maya: la maya exterior de los sentidos y la maya interior de la vida anímica. Detrás de las primeras están las entidades espirituales que tienen su centro en el sol, detrás de la Maya de nuestra vida interior están las otras que pertenecen a un reino más poderoso, más amplio. Aquel que espiritualmente pasa por alto estas cosas puede saber que las entidades espirituales que están detrás del mundo exterior de los sentidos provienen de un lado muy distinto al de las entidades espirituales que están detrás de los sentimientos y las sensaciones, detrás de la conciencia. Estas entidades que corresponden a la conciencia, por ejemplo, se denominan las Erinnyes en la mitología griega. Y observen cuánta verdad contiene esta mitología cuando dice: Orestes oye de los dioses que gobiernan allí que ha hecho una buena acción, pero otros entes, precisamente los Erinnyes, se acercan a él, y la mitología tiene la sensación: estos son entes más antiguos que los que pertenecen al reino de Zeus; se afirman como los vengadores incluso allí donde los dioses exteriores del reino solar, del reino de Zeus, permiten y autorizan la acción. De este modo, los seres de una raza espiritual más antigua se enfrentan al hombre e intervienen, por así decirlo, para corregir lo que emprende, guiados y dirigidos por los seres que se han separado del sol. Aquí vemos un maravilloso ejemplo de cómo la mitología y los puntos de vista de la sabiduría de los pueblos antiguos nos dan lo que la observación espiritual puede reconocer de una manera diferente hoy en día. 

Tómense todo lo que les he dicho hoy en conjunto - lo profundizaremos en las próximas conferencias - y encontrarán muchas preguntas que se vincularán al asunto que se discute como cuestiones de conciencia. Algunas cosas no estarán claras para ustedes hoy, porque en cierto modo hemos considerado a los seres que intervinieron en la separación de la luna como más poderosos que los seres del reino solar; esto se aclarará, pues verán cuán relativas son las cosas en los mundos superiores. Sin embargo, les pido que acepten la mitad de la pregunta de hoy. Hemos visto que la tierra se habría endurecido, se habría vuelto leñosa, si la separación de la luna no hubiera tenido lugar; que la vida del alma ha recibido su actividad interior gracias a que ciertos seres poderosos han arrojado la luna fuera de la tierra.

Estas cosas de la evolución no suceden de una vez, sino que suceden poco a poco. Incluso los efectos beneficiosos que emanan del sol no aparecieron de golpe, no aparecieron de repente en su plenitud, sino gradualmente. Y ahora les pido que consideren que en cierto momento del desarrollo de la tierra una entidad espiritual, que antes estaba en contacto con el sol, que llamamos el Ser Crístico, descendió del sol a la tierra en la época de la vida de Jesús de Nazaret y se unió a la tierra. El Ser Crístico penetró en el cuerpo de Jesús de Nazaret. Aquí tenemos ante nosotros una aparición muy peculiar.

No hay que situar este fenómeno -y la próxima conferencia lo dejará claro- en el mismo contexto en el que hemos situado todo lo demás de lo que hemos hablado hoy. Hemos dicho: tras la separación del Sol de la Tierra, ésta se habría endurecido si la Luna no hubiera sido expulsada de ella; los seres humanos se habrían momificado. - Esto es cierto para una amplia suma de la vida terrestre, pero no es cierto para toda la vida terrestre. A pesar de toda la separación del sol y la luna, habría quedado en la tierra algo que se descompone hasta la muerte, si no hubiera ocurrido el acontecimiento de Cristo. Si la separación de la luna fue la habilitación de la vida interior del alma, el estímulo -el renovado estímulo de esta vida interior del alma- vino ahora de nuevo del sol a través del Cristo que desciende de él. Lo que el Cristo trajo a la tierra, si el Cristo no hubiera venido, habría seguido siendo un producto muerto del alma, una momia espiritual. 

¿Qué ve el investigador espiritual cuando observa el tiempo que precedió al acontecimiento de Cristo? Se le presenta algo muy peculiar. Cuando la mirada espiritual se remonta a los tiempos antiguos, entonces la forma terrestre exterior, tal como se presenta a los sentidos físicos, que sólo es Maya, desaparece, y en su lugar se presenta algo que se podría comparar con la forma del hombre, pero sólo con esto, con la forma del hombre. Para la mirada espiritual, la tierra -digo expresamente la tierra- se transforma de la maya en su forma exterior, a la tierra en forma de ser humano, que ha extendido sus brazos en forma de cruz, pero que entonces es masculino-femenino en esta forma. El investigador espiritual ve la tierra del tiempo antes de que Cristo descendiera en forma de cruz, con forma de ser humano.  Se nos recuerda aquí la maravillosa palabra de Platón, que la formuló a partir de los misterios, de que el alma del mundo está crucificada en la cruz del cuerpo del mundo. Esto no es otra cosa que la reproducción de la apariencia que se presenta a la mirada espiritual. El Cristo en la cruz murió; y así la tierra pasó de la mera forma a la vida. Para el tiempo antes de Cristo, la tierra se presenta a la mirada espiritual como mera forma; para el tiempo después de Cristo, la tierra se presenta como revivida por el Principio-Crístico. Por lo tanto, en ese momento, cuando el principio Crístico entró en la tierra, se produjo algo similar a la separación de la luna; la vida entró en algo que de otro modo habría permanecido en forma. Todos los tiempos antiguos -considerados correctamente- apuntaban al acontecimiento de Cristo.  
Así como el hombre de hoy señala al Cristo como un ser que entró en la evolución de la humanidad en un momento determinado, los iniciados de los tiempos precristianos siempre señalaban que el Cristo vendría; y mostraban lo que señalaba al Cristo, lo que, por así decirlo, anunciaba al Cristo de antemano. Nada predijo más al Cristo que aquella poderosa aparición que se presentaba a la mirada espiritual bajo ciertas condiciones, dicha aparición consistía en que la tierra desaparecía en su forma física y la mirada espiritual contemplaba el alma del mundo crucificada en el cuerpo del mundo. En los antiguos tiempos de la India, los sabios contaban que en el momento en que su mirada clarividente se abría, encontraban en lo más profundo, bajo las montañas de la tierra, cerca del centro de la misma, una cruz con un ser humano masculino y femenino colgado en ella, con el símbolo del sol dibujado en el lado derecho, el símbolo de la luna en el lado izquierdo, y en el resto del cuerpo los países y las formaciones individuales de mar y tierra de la tierra. Esta fue una visión clarividente que los antiguos sabios de la India tuvieron de esa figura que estaba esperando en nuestra tierra para ser vivificada por el principio de Cristo.

Y estos antiguos sabios de la India, al señalar la más importante prefiguración profética del acontecimiento de Cristo, demostraron que donde miraban más profundamente podían decir: El Cristo vendrá, pues lo que apunta a Él está ahí. - Por eso, la sabiduría más antigua, la que asciende a las regiones más altas, es la profecía; ella mira hacia algo que vendrá en el futuro. Todo lo que está en el futuro es el efecto del presente. Pero lo que ocurre en el futuro como algo espiritualmente significativo puede indicar ya su existencia para la mirada espiritual en el presente. El acontecimiento crístico no sólo se indicaba de forma exteriormente abstracta, sino que también se indicaba a la mirada espiritual por el hecho de que la vida del Cristo, que en un momento determinado se unió a la vida de la tierra, fue precedida por la forma, la forma del alma del mundo en la cruz del cuerpo del mundo. La sabiduría de todos los tiempos se muestra en la armonía interior cuando se miran las cosas hasta el fondo. Así, partiendo de lo que se ha discutido, tendremos que considerar las sabidurías de las diferentes épocas y esforzarnos por dejar caer sobre ellas la luz a través de la cual aparecen en su verdadera forma. 

Traducido por J.Luelmo sep.2022

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