GA231-2 La Haya 14 de noviembre de 1923 -El viaje del hombre a través de los mundos espirituales después de la muerte. Toda su forma se convierte en una fisonomía que expresa su carácter moral y espiritual.

  Índice

El hombre suprasensible


RUDOLF STEINER

La Haya 14 de noviembre de 1923



2 conferencia


Mis queridos amigos,

En nuestra conferencia de ayer, intentamos relacionar al hombre con el Cosmos. Nuestro objetivo era crear una base para una comprensión profunda y completa del ser suprasensible del hombre. Hoy quiero llevar un poco más allá lo que se dijo en esa conferencia, ya que también tenemos que considerar la naturaleza suprasensible del hombre cuando sus cuerpos físico y etérico han sido abandonados, es decir, cuando ha atravesado la puerta de la muerte y está recorriendo el camino que se extiende entre la muerte y un nuevo nacimiento.

Me propongo pues, dar hoy una especie de descripción, -tratando más externamente, por así decirlo, de lo suprasensible- de lo que se revela a la percepción imaginativa respecto a esta existencia entre la muerte y el renacimiento. Esto proporcionará una base para comprender al hombre en su alma y su espíritu.

Sin embargo, desde el principio debemos tener claro que es realmente incorrecto, hablar del ser físico del hombre como algo separado del alma y del espíritu, pues esa parte física del hombre, el cuerpo físico que percibimos en el mundo de los sentidos, también está impregnado de alma y espíritu. La forma de la frente, la forma de los rasgos y del semblante, todo lo que pertenece a la forma humana, el hombre la posee sólo en la medida en que le ha sido dado por las fuerzas espirituales. Por lo tanto, no hay que sorprenderse de que los poseedores de la facultad de la clarividencia espiritual, sigan hablando de la "forma" o "figura" del ser humano incluso después de haber atravesado la puerta de la muerte. Pues así es en realidad; para la cognición imaginativa un hombre que ha pasado por la muerte revela una forma. Si comparamos esta figura con algo observado físicamente no es, por supuesto, más que una especie de sombra-imagen; sin embargo, es clara y muy impresionante. Lo primero que nos llama la atención de esta forma o figura es que es "externa". Nuestra idea del hombre en su alma y en su espíritu debe ser, naturalmente, moral y espiritual; sin embargo, comprobaremos que no podemos desplegar un concepto genuino y sólido del hombre suprasensible si no hablamos, para empezar, de estas imaginaciones, de estas formas-imagen, que el hombre sigue "llevando", por así decirlo, incluso después de haber atravesado la puerta de la muerte.

En el momento de la muerte, el cuerpo físico es abandonado. No es necesario que nos detengamos a considerar lo que ocurre con él, ya que la forma concreta en que se produce la disolución tiene mucha menos importancia de lo que la gente cree. La disolución del cuerpo físico, ya sea por combustión o por descomposición, sólo concierne a los demás seres humanos. Para la vida después de la muerte no tiene gran importancia; por lo tanto, aquí sólo hacemos mención de que el cuerpo físico se disuelve en la naturaleza exterior, en las fuerzas de la naturaleza exterior. El cuerpo etérico también se disuelve, muy poco después de la muerte. Una vez que las dos manifestaciones exteriores del ser humano han sido desechadas, algo se libera de estas dos envolturas, (la palabra "envoltura" no es realmente exacta). Aquellos que están suficientemente dotados de cognición imaginativa, están capacitados para percibir qué es lo que se libera de dichas envolturas después de la muerte. Esta consiste en una figura o forma, una forma que, para empezar, tiene cierta semejanza con la forma física del ser humano. Pero esta forma espiritual, como la llamaré, está envuelta en un proceso constante de transformación. En muchas ocasiones he hablado de la vida entre la muerte y el nuevo nacimiento y desde muchos puntos de vista diferentes, porque sólo así es posible desarrollar una idea adecuada de ella. Hoy me propongo hablar desde otro punto de vista. Reuniendo lo que se ha dado en diferentes momentos, podrán ustedes construir gradualmente un cuadro completo.

Esta forma espiritual del ser humano está sujeta, como hemos dicho, a un proceso constante de cambio. Se acerca cada vez más a lo que sólo se puede describir con un decir: La forma-espíritu se convierte en una gran "fisonomía". Para la visión imaginativa que posee el Iniciado y también para quien ha atravesado la puerta de la muerte, hace su aparición una especie de fisonomía. Pero esta fisonomía comprende al ser humano completo, no sólo una parte de él. Todo el ser humano, en su forma espiritual, presenta una fisonomía que es la expresión de su ser en su interioridad moral y espiritual. Después de la muerte, un hombre malo no tendrá la misma apariencia que un hombre bueno. Un hombre que se ha esforzado mucho durante su vida en la Tierra no tendrá el mismo aspecto que uno que haya vivido irreflexivamente o sin sentido. Pero esto no lo encontramos expresado simplemente en el "semblante". En efecto, el semblante real pierde gran parte de la expresión fisonómica que se le imprimió en la vida física, y lo que se conserva tiende a volverse cada vez más indefinido. En cambio, las otras partes del cuerpo se vuelven singularmente expresivas, en particular la región donde se encuentran los órganos internos de la respiración. La forma fisionómica que asume esta región revela las cualidades permanentes del carácter del hombre. Después de la muerte todo el sistema del pecho, adquiere una apariencia fisonómica definida dentro de la forma espiritual, revelándonos si el hombre estaba dotado de coraje o si era tímido, si abordaba la vida con cierta audacia y valentía o si invariablemente se retraía de los obstáculos de la vida, etc.

Los brazos y las manos también se vuelven peculiarmente expresivos después de la muerte. En los brazos y las manos se puede leer la biografía del ser humano entre el nacimiento y la muerte, sobre todo en las manos, que incluso en la vida física están llenas de significado y revelan mucho a un observador inteligente. La forma en que un hombre mueve sus dedos, cómo nos tiende la mano, si sólo ofrece las puntas de los dedos o si da un cálido apretón de manos, todo esto puede decirnos mucho. También se puede aprender mucho estudiando las formas que adoptan las manos cuando un hombre está sentado tranquilamente, o cuando está trabajando. Estas cosas pasan desapercibidas, por lo general; pero los seres humanos se vuelven mucho más interesantes cuando observamos lo que hacen con sus manos y dedos, porque aquí divulgan lo que realmente son. Después de la muerte, esto es aplicable en un grado aun mucho mayor; la historia de la vida puede leerse a partir de la apariencia asumida por los brazos y las manos. Lo mismo ocurre con otros órganos. Todo se vuelve expresivo, todo se convierte en fisonomía. Después de la muerte, el ser humano lleva su fisonomía moral-espiritual.

La conferencia de ayer nos mostró cómo el ser humano es construido y "formado" por el Cosmos y cómo la piel y los órganos de los sentidos son una expresión de la forma que se inscribe en el éter cósmico. Después de la muerte, la forma que da al hombre la piel que lo envuelve se convierte en una expresión fisionómica de su ser moral y espiritual; y permanece así durante un tiempo considerable.

Cuando el ser humano empieza a encontrar su camino en este nuevo tipo de vida, allí se encuentra con otros seres humanos con los que, en la vida terrenal, ha tenido un compañerismo de espíritu, mente y corazón. Y ya no es posible fingir entre ellos. Porque lo que cada hombre es, y lo que su sentimiento es hacia sus semejantes, se expresa fielmente en la fisonomía que he descrito. Durante este período de la vida después de la muerte, -que sigue al período de "prueba", del que no me propongo hablar hoy-, los hombres viven juntos con aquellos con los que de alguna manera el destino los ha relacionado en la última vida terrenal, o en cualquier otra vida terrenal. Aprenden a conocerse a fondo, pues contemplan las formas fisonómicas de las que hemos hablado. En este período, la vida consiste en aprender a conocer a aquellos con los que uno está conectado por el destino. Hay que tratar de imaginar lo que es un estrecho e íntimo escrutinio mutuo. La palabra suena quizás un poco vulgar, pero expresa la realidad. Cada ser humano se revela plenamente ante el otro, con todo el sentido de sus destinos comunes al descubierto. De este modo, pasan continuamente por delante del otro, se encuentran.

Durante este período de existencia es cuando el ser humano que se ha convertido en la mencionada "fisonomía", aprende a conocer a los Seres de la Tercera Jerarquía -los Ángeles, Arcángeles y Arcai. Porque estos Seres son siempre, debido a su naturaleza inherente, fisonomías. Ellos han surgido de los Seres de las Jerarquías superiores y han dejado que toda su naturaleza de espíritu y alma se imprima en su forma espiritual, haciéndola así perceptible a la visión Imaginativa. Este contacto con los Seres de la Tercera Jerarquía es, pues, una experiencia que se añade a la de la asociación con nuestros semejantes con los que estamos conectados por el destino. El espectáculo de todos los demás seres humanos con los que estamos conectados por el destino está, por supuesto, lleno de variedad. Entre ellos hay, por ejemplo, algunos que en la Tierra habrían preferido tenernos al otro lado del mundo, pero que, sin embargo, están unidos a nosotros por el destino. Sabemos exactamente los sentimientos que han albergado hacia nosotros y lo que nos han hecho. El espectáculo es realmente muy variado. Y entre estas formas errantes se mueven los Seres de la Tercera Jerarquía, figuras radiantes y brillantes como el Sol. Las palabras que utilizo son, por supuesto, comparativas; después de todo, uno no tiene otra posibilidad que emplear el lenguaje terrenal. Pero estamos hablando aquí de la realidad absoluta, cuando contamos cómo durante este período después de la muerte el hombre se encuentra con los otros seres humanos que están ligados a él por el destino. Por extraño que parezca, el hombre sólo puede percibir y comprender a aquellos con los que está unido por el destino. Las almas humanas con las que no está vinculado por el destino permanecen, a todos los efectos, invisibles para él. No tiene medios para leer su fisonomía moral-espiritual. No las percibe, ni puede hacerlo, pues es precisamente el vínculo del destino el que le concede a uno el poder de ver. Si el destino de los seres humanos aquí en la Tierra fuera ver con sus ojos físicos de la misma forma que ven en este período después de la muerte, no verían mucho; porque aquí en la Tierra a los hombres les gusta ser pasivos en su visión y dejar que los objetos se alcen ante ellos. En nuestra época actual de civilización la gente está poco inclinada a esforzarse para estar despierta a su entorno. Muchos de los que hoy se ven devorados por la pasión del cine, muchos de los que ansían impresiones a las que poder entregarse pasivamente, si estuvieran equipados aquí en la Tierra con el mismo tipo de visión que después de la muerte, no verían a sus semejantes en absoluto. En efecto, después de la muerte, la visión de otras almas humanas depende enteramente de nuestra atención, que entonces, naturalmente, ha sido implantada en nosotros por la forma en que el destino nos une a ellas. El primer período de la vida después de la muerte es, pues, un tiempo en el que aprendemos a conocernos; y durante este tiempo aprendemos también a saber cómo son recibidas las almas en el mundo espiritual por los Seres de la Tercera Jerarquía. Contemplamos la alegría con la que los Ángeles, Arcángeles y Arcai reciben las formas espirituales de los seres humanos, -o bien, percibimos la poca alegría que experimentan al encontrarse con ellos. Observamos qué impresión causan las almas humanas en los Seres de las Jerarquías que están más cerca de ellas en el mundo invisible.

Luego viene otro período. Las almas que han estado aprendiendo a conocerse, que se han estado mirando continuamente, comienzan ahora, de una manera que pertenece a la vida después de la muerte, a tener comprensión la una con la otra. Comienzan a comprender espiritualmente las fisonomías morales-espirituales.

El primer período después de la muerte es realmente una vida de recuerdos pura y dura. Cada ser humano vive junto a aquellos a los que pertenece. Es, por supuesto, una existencia que es del "presente", en el sentido de que vivimos y nos movemos y actuamos en medio de todo lo que ocurre entre las almas de los hombres y los Seres de la Tercera Jerarquía; sin embargo, estamos viviendo todo el tiempo en una especie de recuerdo de la vida terrenal. Pero ahora llega un momento en el que empezamos a tener comprensión espiritual, en el que empezamos a comprender, -a la manera del mundo espiritual, por supuesto-, lo que significan estas fisonomías morales y espirituales de nuestros semejantes. Aprendemos a comprender a nuestros semejantes de tal manera que podemos decirnos a nosotros mismos: Esta fisonomía que veo ante mí revela tal o cual cosa, apunta a ciertas fases del destino que él y yo compartimos, y así sucesivamente. Por supuesto, esto ya lo hemos experimentado en el primer período después de la muerte, cuando contemplamos nuestros destinos comunes. Pero ahora, en el segundo período, la experiencia es del tipo que nos lleva a decir: Habiendo vivido nuestra vida juntos de una manera que ahora se nos revela a través de la comprensión mutua de nuestras fisonomías, nuestra vida futura juntos debe tomar tal y cual curso. Empezamos a comprender la posibilidad de un futuro para nuestro destino común; empezamos a tener un sentimiento de cómo las relaciones que se han iniciado en la vida terrenal pueden desarrollarse más. Vemos, por así decirlo, en perspectiva, cómo se entretejen los hilos del destino en el futuro, los hilos del destino común que se revelan en las formas espirituales fisonómicas de las que he hablado. Esta experiencia se vuelve cada vez más íntima, tan íntima que se produce un "crecimiento conjunto", un verdadero "crecimiento conjunto" en alma y espíritu.

A medida que el alma avanza en esta fase de la existencia, lo que en la Tierra era la parte más expresiva del ser del hombre se va desvaneciendo. La cabeza desaparece, disolviéndose en una especie de niebla espiritual. A medida que la cabeza desaparece de la vista, se produce un cambio en los rasgos de la forma espiritual fisionómica. Los rasgos se modifican: ahora se ve algo que apunta, por así decirlo, desde el pasado hacia el futuro. En este momento el ser humano es llevado hacia el Espíritu que mora en los movimientos planetarios, el Espíritu que mora en las fuerzas de las esferas planetarias; hasta que llega el momento en que los seres humanos que pertenecen juntos se acercan al Sol espiritual, Las fuerzas planetarias los llevan al Sol espiritual; y ahora todas las experiencias que han atravesado juntos en el pasado, y las semillas también de la experiencia futura, son llevadas con ellos al Sol espiritual. Es realmente infantil pensar que el Sol es un globo de gas en el universo. Este es sólo el aspecto del Sol que se revela a la Tierra. Cuando lo contemplamos con los ojos del espíritu, con los ojos del alma, que tenemos después de la muerte, mirándolo desde fuera en el gran Universo, el Sol se muestra como un Ser espiritual, o más bien como una colonia de Seres espirituales. Y allí, entre los Seres espirituales, se mueven las almas humanas que han pasado al Sol espiritual, no sólo cada una con su propio contenido espiritual, sino todas ellas llevando allí también sus destinos relacionados. Y todo este "sistema" de almas humanas, junto con los juicios emitidos sobre ellas por los Seres de la Segunda y Tercera Jerarquías, brilla en el universo, en el Cosmos.

Para formarnos una verdadera concepción del Sol, debemos pensar de la siguiente manera. Si miramos el Sol desde la superficie de la Tierra, nos parece un orbe brillante y radiante. Podríamos hacer un dibujo de él. Se suele creer que, si ascendiéramos por el espacio e inspeccionáramos el Sol desde por encima de la Tierra, tendría exactamente el mismo aspecto que tiene cuando lo miramos desde la Tierra. Sin embargo, esto es bastante erróneo. Si quisiéramos hacer una imagen, una imagen perceptible por los sentidos de cómo se ve el Sol para la visión espiritual, tendríamos que mostrar las radiaciones espirituales que salen del Sol hacia los amplios espacios del Cosmos. Desde la Tierra sólo vemos el aspecto del Sol que brilla hacia la Tierra. Pero ahora aparece algo a la mirada espiritual que cambia gradualmente hasta hacerse audible al oído espiritual, se convierte en una nota, un motivo, -a menudo grandioso e imponente-, en la Música Cósmica. Esta nota proviene de lo que las almas de los seres humanos han experimentado en la Tierra y experimentan ahora después de la muerte. Todo esto se lleva a la existencia del Sol y se irradia desde allí al Cosmos. Cuando esto sucede, el ser humano, -en su forma espiritual, por supuesto,- ya ha asumido la forma del Sol. Las palabras suenan extrañas, pero los hechos deben ser descritos tal como son, pues estamos hablando de realidades. Todo lo que era, tras el paso por la puerta de la muerte, fisonomía, forma-espíritu, está ahora como "redondeado", y cuando el ser humano ha llegado, -hablando espiritualmente,- al Sol, él mismo se ha convertido en una "esfera-espíritu". En esta esfera espiritual se refleja el Cosmos. Todo nuestro ser se convierte en un órgano sensorial espiritual. Pero las impresiones que recibimos ya no son impresiones de la Tierra. Nos hemos convertido, por así decirlo, en todo un ojo, -ojo del espíritu,- y en el ojo del espíritu recibimos la impresión de todo el Cosmos. Nos sentimos uno con todo el amplio Universo. Y lo que éramos antes, en la Tierra, lo sentimos como algo fuera de nosotros. El Universo entero se refleja en nosotros como en un ojo del espíritu, y nos sentimos uno con los destinos que hemos experimentado, tanto en nosotros mismos como en conexión con otras almas humanas.

Habiendo vivido durante un tiempo en esta fase de la existencia, pasamos gradualmente a la esfera de la Primera Jerarquía - la esfera de los Serafines, Querubines y Tronos; y nos unimos a ellos. De manera que nos unimos primero a la Tercera Jerarquía, cuando nos movemos entre aquellas almas que están ligadas a nosotros por el destino, recorriendo entre ellas nuestra fisonomía moral y espiritual. Luego somos llevados por las fuerzas planetarias a la existencia espiritual del Sol, donde nos unimos con la Segunda Jerarquía, i pero todavía estamos fuera de la Primera. Finalmente, cuando nuestra propia existencia solar nos ha hecho sentir uno con todo el Cosmos, nos unimos con la Primera Jerarquía, con Serafines, Querubines y Tronos. Y entonces comienza a despertarse nuestro interés por otras almas distintas de aquellas con las que el destino ya nos ha unido, almas que sólo ahora, en la vida entre la muerte y el nuevo nacimiento, entran por primera vez en nuestra esfera de destino. Llegamos a ser capaces de percibir almas humanas que en vidas futuras estarán conectadas con nosotros.

Mientras tanto, bajo la influencia de los Serafines, Querubines y Tronos, comenzamos a ver cómo se producen poderosos cambios en aquellos con los que ya estábamos conectados por el destino. Cuanto más estrecha es la conexión, más perceptibles son los cambios. Para empezar, los describiré más desde su aspecto exterior.

Cuando miramos con ojos físicos a alguien que camina, vemos cómo pone primero un pie delante, luego el otro y así avanza. Al observarlo, vemos lo que podríamos llamar una serie de "exposiciones momentáneas". Pero para aquellos que con percepción imaginativa miran a un ser humano en esta esfera de existencia después de la muerte, es como si con cada paso, estuviera contenido todo el destino del hombre en la forma que las piernas adopten, un destino que él mismo está experimentando y que ha moldeado en su vida terrenal. Tampoco el destino se lleva sólo en las piernas; también en los brazos llevamos el contenido de nuestro destino, es decir, las acciones buenas y malas que hemos hecho a nuestros semejantes. La forma en que el ser humano se mueve revela algo que exige un juicio en el Universo, y el juicio se convierte entonces en una parte de su destino. Y en la corriente sanguínea, vista con el ojo del espíritu en esta esfera de la existencia, se revela el destino interior que ha sido creado por la actitud del ser humano ante la vida, por la forma en que reaccionó interiormente a sus experiencias. Estas revelaciones del destino pueden verse durante mucho tiempo después de haber entrado en esta esfera de existencia; se contemplan continuamente en las formas y la estructura de los miembros, de hecho en todas las formas del hombre, con excepción de la cabeza y el pecho. En la Tierra, la visión de un ser humano que pasa por delante de uno sin cabeza ni pecho sería difícilmente agradable, pero en la esfera entre la muerte y el nuevo nacimiento es muy diferente, allí todo es moral y espiritual. El espectáculo es, en efecto, infinitamente más grandioso de lo que puede ser el espectáculo de una cabeza humana en la Tierra. Esto es lo que experimentan las almas humanas unidas por el destino durante su existencia espiritual en el Sol, en el período que he llamado en mis Obras de Misterio la "Hora de la Medianoche de la Existencia." Aquí, de acuerdo con el grado de pertenencia, las almas se unen para trabajar en la transformación de lo que fueron en la vida terrenal precedente. El ojo del espíritu puede percibir lo que sucede en detalle. Por ejemplo, lo que está contenido en las piernas es cambiado y reelaborado, para que pueda formar las mandíbulas inferiores para la próxima vida terrenal. Los brazos y las manos se transforman para convertirse en las mandíbulas superiores con los nervios pertenecientes a esta región. Por supuesto, deben ustedes comprender que todo esto se percibe espiritualmente. Para la percepción espiritual, todo el hombre inferior se transforma en el hombre superior.

Este cambio no lo provoca el ser humano individualmente, sino todos los seres humanos que pertenecen a él. El grado en que están unidos por el destino determina la medida en la que trabajan unos sobre otros. Y mediante este trabajo conjunto, se forman parentescos espirituales que más tarde llevan a los seres humanos a encontrarse en la vida terrenal, a reunirse en la vida. Por tanto, los parentescos espirituales que nos unen a otros seres humanos de manera más o menos íntima, se originan en la vida entre la muerte y el nacimiento. En realidad, la forma espiritual de la cabeza, tal como será en la próxima encarnación, surge como resultado del trabajo conjunto de los seres humanos que se unen por el destino. Este es un trabajo que se hace en la tierra de los espíritus, y es mucho más grande en contenido y en significado que cualquier trabajo que se haga en la Tierra.

Como ven, al igual que podemos describir en imágenes lo que le sucede al hombre entre el nacimiento y la muerte, de la misma manera que podemos dibujar imágenes de la vida física terrestre, también podemos describir con toda definición y detalle lo que le sucede entre la muerte y un nuevo nacimiento. El proceso de transformación que tiene lugar en el sistema de las extremidades y en el sistema del metabolismo de la sangre es un proceso maravilloso y asombroso. Sin embargo, es necesario recordar siempre que esta transformación, que tiene lugar en la fase de la existencia espiritual que se encuentra a medio camino entre la muerte y el nuevo nacimiento, es una transformación de las cualidades morales y espirituales del hombre. De lo que surge del proceso, -debemos decir ahora que resuena como Música Cósmica. Esta forma del hombre que está modelada a semejanza del Sol, y que es un espejo en el que se refleja todo el Universo, expresa en tono cósmico la forma y figura exterior del hombre. Ahora no es -para usar una comparación- como si se tuviera una idea visual del hombre; recibimos en el sonido cósmico la idea del ser transformado del organismo inferior del hombre.

A medida que pasa el tiempo, el hombre se convierte en una parte del propio Verbo Cósmico. Lo que al principio era una mezcla de melodías, de armonías, se convierte ahora en partes articuladas del Verbo Cósmico. El hombre "habla" su propio ser, lo habla desde el Cosmos. Hay, pues, un período entre la muerte y el siguiente nacimiento en el que el ser del hombre es verdaderamente una "palabra" espiritual, no una palabra insignificante de pocas sílabas, sino una palabra infinitamente expresiva, que en su enunciado abarca todo el ser del hombre como hombre, así como el ser individual del hombre en cuestión. Cuando se ha alcanzado este punto de tiempo entre la muerte y el nuevo nacimiento, el hombre entra en posesión de un conocimiento profundamente misterioso, y envía al Cosmos la revelación -perceptible para los Seres divinos y espirituales- de lo que él mismo es.

Cuando un ser humano trabaja de esta manera sobre otro, ayudando a que el hombre inferior se transforme en lo que será el hombre superior, (pues lo que antes era el hombre superior ya se ha desvanecido), cuando hay este trabajo conjunto, que depende siempre del grado en que un ser humano ya estaba conectado con el otro y que determina la conexión que habrá entre ellos en el futuro, entonces este trabajo de metamorfosis es realmente una especie de moldeado y esculpido en el espíritu. El hombre entonces, por así decirlo, plasma en formas lo que está moldeado espiritualmente y trabaja sobre ello, hasta que se transforma en música sonora y finalmente en palabra.

De manera que en la primera etapa después de la muerte, el ser humano se mueve entre las fisonomías espirituales de aquellos que están conectados con él por el destino: contempla estas fisonomías. Los seres humanos aprenden a conocerse en la forma espiritual, aprenden a conocer las cualidades morales y espirituales de los demás. Pero en esta primera etapa consiste sólo en un contemplar, un ver; aunque significa que las almas entran en íntima conexión, no es más que un contemplar. Después comienza el período que he descrito como el del crecimiento de la comprensión mutua. El uno comienza a comprender al otro; lo mira profundamente y observa su naturaleza interior, sabiendo al mismo tiempo que el trabajo seguro del destino unirá el futuro con el pasado. Es entonces cuando comienza el gran proceso de transformación, en el que el uno es capaz de trabajar sobre el otro a partir de un profundo conocimiento y comprensión, y el moldeado plástico del espíritu es tomado y cambiado a música y a palabra. Y aquí llegamos a algo más que la mera comprensión; el ser humano es capaz de decirle al otro su propia palabra creadora y llena de calor. En la Tierra hablamos con nuestros órganos del habla; por medio de ellos nos contamos lo que sabemos. Nuestras palabras viven en el cuerpo físico como algo fugaz y transitorio; y cuando expresamos lo que queremos decir por medio de nuestros órganos del habla, en ese momento apagamos completamente lo que vive detrás de lo meramente material. Pero ahora imagínense que lo que un hombre pronuncia así, lo que pasa a la palabra fugaz, fuera una expresión de sí mismo, no fuera sólo una manifestación suya, sino que fuera al mismo tiempo su propio ser. Tal es la relación de los seres humanos en el período intermedio del tiempo entre la muerte y el nuevo nacimiento, -diferenciando cada uno su propio ser y revelándose el uno al otro. La palabra se encuentra con la palabra; la palabra articulada se encuentra con la palabra articulada; la palabra interiormente viva se encuentra con la palabra interiormente viva. Las almas humanas son ellas mismas palabras; su sinfonía es la sinfonía de la Palabra Cósmica hablada en su propio ser. Allí, los hombres viven en y con los demás; no existe la impenetrabilidad. La palabra que es un ser humano se funde con la palabra que es el otro ser humano. Y es allí donde se forman esos lazos de destino que se prolongan en la siguiente encarnación, y se expresan en la simpatía o antipatía que un ser humano siente cuando se encuentra con otro. El sentimiento de simpatía o antipatía es un reflejo de la relación que tuvo lugar en la tierra de los espíritus en la fase media de la vida entre la muerte y el nuevo nacimiento. Allí hablábamos unos con otros, nosotros mismos éramos el discurso; aquí en la Tierra tenemos el sombrío reflejo de ello en el sentimiento que experimentamos cuando nos encontramos de nuevo. Porque así es como tenemos que entender nuestra vida. Lo que experimentamos en la Tierra junto con otros seres humanos, debemos escuchar en ello un eco, en la vida del sentimiento, de lo que nosotros mismos fuimos una vez en la Palabra creadora, cuando, -entre la muerte y un nuevo nacimiento,- hablamos de nuestro ser. Ese es un tiempo en el que, en verdad, los hombres viven los unos para los otros. Y cuando vivimos en la Tierra volcándonos con los otros, es, por así decirlo, una proyección desde lo espiritual a la Tierra de una unión real y verdadera.

Después de haber vivido este período de tiempo, el hombre entra en otro, donde comienza a apartarse gradualmente de los Seres de la Primera Jerarquía, -los Serafines, Querubines y Tronos,- y a entrar de nuevo en el reino de la Segunda Jerarquía, -las Dominaciones, Virtudes y Potestades,- en el reino de las fuerzas que los planetas ejercen entre sí. Ahora le llegan percepciones del Universo, percepciones que antes no existían en el mismo grado, pues antes sólo podía seguirlas en los otros seres que le rodeaban. El Universo comienza ahora a surgir ante él como un Universo exterior. También aprende su relación con los seres cuyo destino no está ligado al suyo; llega a conocer su conexión con las almas humanas que aparecieron por primera vez dentro de su órbita de experiencia durante el período de tiempo medio entre la muerte y el renacimiento. Esto sucede en el viaje de regreso, cuando el hombre desciende de nuevo a las esferas planetarias y con ello entra en conexión con los Seres de la Segunda Jerarquía. Por supuesto, ya ha estado con ellos antes, pero la conexión es ahora de un tipo diferente. La Primera Jerarquía se ha desvanecido gradualmente de la vista, hasta que finalmente no está allí en absoluto. Empiezan a aparecer las semillas - semillas espirituales, para empezar - para la nueva formación plástica del ser humano, para el nuevo sistema del pecho y el nuevo sistema de los miembros. Poco a poco, el hombre forma y construye de nuevo su prototipo espiritual. La expresión de su propio ser que pronunció en el Verbo Cósmico se convierte de nuevo en la Música de las Esferas, y de la Música de las Esferas nace la imagen plástica de su ser. Así se acerca al momento en que está preparado para entrar en conexión con un germen embrionario que le han proporcionado un padre y una madre. Porque es una forma espiritual, una entidad espiritual, que desciende del mundo espiritual a la existencia física en la Tierra, que es la verdadera esencia y el ser del ser humano. El embrión físico que, por así decirlo, sale a su encuentro sólo está ahí para permitirle establecer una conexión con las sustancias terrestres e impregnarse de ellas.

La vida entre la muerte y el nuevo nacimiento es plena y rica en contenido. El trabajo en el que están empeñadas las almas de los seres humanos no es otro que un trabajo conjunto entre ellas y los seres de los mundos superiores. Pero toda la naturaleza de la vida entre la muerte y el nuevo nacimiento es totalmente diferente de la manera y el carácter de la vida aquí en la Tierra. Y si queremos progresar en nuestro estudio y llegar a una comprensión cada vez más clara del ser suprasensible del hombre, debemos comprender lo siguiente.

Vivimos en el mundo físico de la Tierra. Percibimos el mundo exterior a través de nuestros sentidos. De lo que percibimos debemos decir: Es perceptible y es físico, -porque lo físico es todo lo que podemos percibir en esta vida terrenal. Por encima de este mundo se encuentra otro, al que pertenece nuestro cuerpo etérico, que impregna y penetra el cuerpo físico. Este segundo mundo es imperceptible para la facultad física de percepción del hombre. Tampoco es físicosino suprafísico. Limitando, pues, con nuestro mundo físico perceptible, existe otro imperceptible y suprafísico. Es el mundo siguiente al nuestro, y es la morada de los Seres de la Tercera Jerarquía - los Ángeles, Arcángeles y Arcai. Para un hombre que vive una encarnación física en la Tierra y que no desarrolla la visión espiritual, este mundo es imperceptible; tampoco es físico. Es cierto que manifiesta su funcionamiento en el mundo físico, pero no es físico.

Luego hay un tercer mundo. Este tercer mundo tampoco es físico; en este sentido es similar al mundo etérico. También es suprafísico. Pero lo extraño es que este tercer mundo sin embargo, es perceptible. Es perceptible desde nuestro mundo terrenal. Así, hemos llegado a un mundo que llega a nuestro mundo y es perceptible; pero como es suprafísico, los hombres no son capaces de explicarlo en su verdadera naturaleza. A este mundo que es suprafísico pero perceptible, pertenece, por ejemplo, todo lo que fluye hacia nosotros en la luz del Sol. Los Seres Espirituales que pueblan el Sol son suprafísicos y, sin embargo, perceptibles para nosotros en la Tierra. Porque es una tontería pensar que la luz del Sol es simplemente lo que los físicos creen que es. La luz del Sol es la manifestación de los Seres Solares. Los Seres Solares son perceptibles, pero se presentan al hombre en una forma que no puede interpretar. La luz de las estrellas, la luz de la Luna y otras luces además de la del Sol y la Luna y las Estrellas es perceptible, pero lo que está detrás de ella como Ser no es comprendido correctamente por el hombre. Tenemos, pues, un mundo perceptible, pero suprafísico, que linda con el mundo físicamente perceptible. Es muy importante captar las características de los diferentes mundos:

Nuestro propio mundo, perceptible y físico.

El segundo mundo, limítrofe con el primero. En este mundo viven los Ángeles, Arcángeles y Archai. Es imperceptible y suprafísico, es la morada de la Tercera Jerarquía y también de los seres humanos mientras viven en comunidad con la Tercera Jerarquía durante la vida entre la muerte y un nuevo nacimiento.

El tercer mundo es perceptible y suprafísico. Es la morada de la Segunda Jerarquía, (Dominaciones, Virtudes y Potestades).

Y aún hay otro:

Un mundo imperceptible y físico.

Tenemos entonces, cuando se añade el cuarto, una lista completa de todos los mundos posibles: 

  • Perceptible y físico. Humanos, Animales, Vegetales y Minerales.
  • Imperceptible y suprafísico, Tercera Jerarquía -Ángeles, Arcángeles y Arcais
  • Perceptible y suprafísico, Segunda Jerarquía -Dominaciones, Virtudes y Potestades.
  • Imperceptible y físico. Primera Jerarquía -Serafines, Querubines y Tronos.

Pues este cuarto mundo es imperceptible y, sin embargo, físico. ¿Cómo podemos imaginarlo? Este mundo está entre nosotros, está presente en un sentido físico, pero es imperceptible. Piensen por un momento. Si levantan la pierna del suelo, es pesada, la fuerza de la gravedad actúa sobre ella. La fuerza de gravedad actúa físicamente, pero es imperceptible para la percepción sensorial ordinaria. Ustedes tienen una experiencia interna de esta fuerza de gravedad, pero es físicamente imperceptible. Lo mismo ocurre con otras cosas. Ustedes experimentan en su interior, aunque con sentimientos que no pueden explicar, lo que la Ciencia Espiritual del pasado, más instintiva, conocía como la tendencia "mercurial". Tienen continuamente dentro de ustedes esta tendencia a la forma de gota, -en los constituyentes de albúmina, que están perpetuamente tratando de formarse en ustedes; una vez más, algo físico, pero imperceptible en su configuración esencial. Por tanto, hay un proceso vivo de combustión, de quema, que tiene lugar dentro de ustedes. Actúa físicamente y vive en su voluntad, pero ustedes no son conscientes de ello. Es imperceptible y físico. Dentro de este mundo, el mundo de lo imperceptible y físico, habitan los Seres de la Primera Jerarquía - los Serafines, Querubines y Tronos.

Esto abre un nuevo aspecto de nuestro estudio. Cuando atravesamos la puerta de la muerte, salimos, en primer lugar, a lo imperceptible y suprafísico. Desaparecemos, por así decirlo, del mundo. En la segunda etapa entramos en la esfera de la Segunda Jerarquía; entramos en lo perceptible y suprafísico. Durante esta fase de la existencia, aprendemos a comprender nuestros destinos, aprendemos a leerlos en la luz fluyente e inundante del Sol y las Estrellas. El que ha aprendido a mirar la esencia de esta luz no mira al Sol de forma vacía, ni a las esferas de las estrellas en las distancias lejanas; sabe que en esta luz fluida y en movimiento se tejen los hilos del destino humano. Es el mundo perceptible, pero suprafísico, y en él viven los muertos, los aparentemente muertos.

Y mientras el hombre realiza a su vez esta metamorfosis para lo terrenal, está en la Tierra. Sólo que el mundo en el que se encuentra entre la muerte y el nuevo nacimiento es ahora el mundo imperceptible y físico; vive en la fuerza de la gravedad, en las tendencias mercuriales y fosfóricas. (Cómo se desarrollan estas fuerzas y tendencias, aprenderemos gradualmente a comprenderlo). Así pues, primero nos retiramos de la vida en lo invisible, y luego volvemos de nuevo de manera imperceptible, para ser retirados una vez más, a fin de prepararnos para la vida futura -perceptible y física- en la Tierra. El camino entre la muerte y el nuevo nacimiento conduce de la vida perceptible y física en la Tierra, a través de las otras condiciones, a la vida imperceptible y física en la Tierra. Esta es la Hora de la Medianoche de la Existencia. Entonces hacemos el camino de vuelta, y entramos de nuevo en la existencia física en la Tierra.

Hasta ahora sólo hemos podido dar un esbozo, pero en las próximas conferencias el esbozo se ampliará en todos sus detalles. En cualquier caso, habrán visto que no debemos contentarnos con pensamientos generales y abstractos sobre la vida del hombre entre la muerte y el nuevo nacimiento. Podemos mostrar, por ejemplo, cómo para preparar su vida futura en un mundo visible, el hombre viene a la Tierra entre la muerte y un nuevo nacimiento de manera invisible. Cuánto más profunda sea nuestra comprensión de la vida terrestre, cuando sepamos que los espíritus humanos que están en la Hora de la Medianoche de la Existencia viven dentro de la existencia física de la Tierra; que a nuestro alrededor aquí en la Tierra, tenemos no sólo a los que están encarnados en cuerpos físicos, sino también, como parte integrante y espiritual de la existencia terrestre, a los que están viviendo la Hora de la Medianoche -¡es decir, a la mitad de su vida entre la muerte y un nuevo nacimiento! La razón por la que no somos conscientes de ellos, es porque están viviendo la existencia terrestre no en el Mediodía, sino en la Hora de Medianoche.

En las siguientes conferencias profundizaremos en todas estas cosas.

Traducido por J.Luelmo sep.2022


i  El segundo nivel de jerarquía incluye las siguientes entidades espirituales:

Kyriotetes (Espíritus de la Sabiduría), Dominaciones.

Dynamis (espíritus del movimiento), Virtudes.

Exusiai (Elohim (hebreo), espíritus de la forma), Potestades. 


No hay comentarios:

El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919