ga218 Dornach, 14 de octubre de 1922 Sobre lo anímico-espiritual del ser humano entre la muerte y un nuevo nacimiento

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Nexos espirituales en la formación del organismo humano

RUDOLF STEINER

Dornach, 14 de octubre de 1922

La última vez les hablé aquí de una región de la vida inconsciente, es decir, de aquella vida que permanece inconsciente para la conciencia ordinaria del hombre como la que tiene hoy en su existencia terrenal. Les hablé del carácter del estado del sueño tratando de describirles con detalle lo que el alma humana experimenta desde que se duerme hasta que se despierta. Tal vez han podido reconocer que estas experiencias del alma humana entre el sueño y el despertar son claras revelaciones de la vida eterna e imperecedera del alma humana, porque han tenido que ver que lo que el alma pasa en el estado de sueño son ciertamente experiencias del mundo espiritual. Y ustedes saben que el conocimiento de tales experiencias suprasensibles puede obtenerse a través de lo que a menudo les he explicado aquí oralmente y por escrito en mi libro "Cómo obtener el conocimiento de los mundos superiores", en mi "Ciencia Secreta en Esquema", etc. Saben que lo que existe como conocimiento en la conciencia ordinaria del hombre puede seguir desarrollándose en el llamado conocimiento imaginativo, inspirativo e intuitivo. Las experiencias que el alma tiene inconscientemente en el sueño son, por así decirlo, iluminadas por ese poder que el alma humana cognoscente puede adquirir cuando se desarrolla hacia arriba hasta la imaginación, la inspiración y la intuición. Sin embargo, a través del propio desarrollo, también es posible explorar hasta cierto punto, esa parte de la experiencia humana inconsciente de la cual la vida del sueño es sólo un reflejo, una imagen, esa parte de la que el alma humana emerge cuando entra en la existencia física terrestre a través del nacimiento, o digamos la concepción, y en la que vuelve a entrar cuando deja esta existencia física terrenal a través de la muerte. Y hoy voy a darles al menos una pista para la vida anímico-espiritual del ser humano, de lo que hay detrás de los acontecimientos del nacimiento o concepción y de la muerte.
Cuando el ser humano alcanza por primera vez el conocimiento imaginativo -no voy a describirlo aquí, ya lo he hecho a menudo, también cómo se puede adquirir- 1 , lo primero es que su vida física en la tierra se extiende ante él como una unidad, como en una gran panorámica. En la conciencia física ordinaria, el hombre tiene su vida en la tierra sólo como un recuerdo en su alma. ¿Qué es, pues, la memoria? Es algo que consiste en imágenes, imágenes que, sin embargo, por su propia esencia interna hacen referencia a las experiencias que el ser humano ha vivido desde su nacimiento o desde un tiempo algo posterior. Pero son imágenes de las que no se puede decir, partiendo del conocimiento de la vida humana ordinaria, tal como es hoy, que sean capaces de desarrollar una existencia independiente del cuerpo. La ciencia física actual tiene mucha razón cuando señala al hombre cómo estas imágenes de la memoria dependen de la constitución del cuerpo físico. Tiene razón cuando señala cómo esta memoria aún no está presente para el hombre en los primeros años de vida, cómo se desarrolla junto con el organismo físico, y cómo también se hunde de nuevo cuando el propio organismo físico del hombre se acerca a su ocaso. Y a partir de ciertos síntomas de enfermedad, de los exámenes del organismo físico en los enfermos después de la muerte, también puede afirmar cómo el fracaso de la memoria está condicionado por ciertos elementos físicos de organización. Ciertamente, la ciencia no ha llegado todavía a una conclusión en tales asuntos; pero quien penetra en el espíritu de los resultados físico-científicos en cuestión puede ver ya cómo llegará el momento en que se podrá mostrar para las imágenes de la memoria ordinaria cómo están ligadas al organismo físico humano. Pero eso que tenemos en retrospectiva de nuestra vida, por así decirlo, de la corriente de esta experiencia, que vemos en retrospectiva, como imágenes-recuerdo individuales, no se entiende cuando se dice que la cognición imaginativa tiene ante sí la vida terrenal del hombre, en la medida en que es anímica-espiritual, en un gran retablo. Lo que se ve en la cognición imaginativa no son ciertamente las imágenes abstractas de la memoria que conserva la memoria ordinaria. Por el contrario, antes de la cognición imaginativa hay una experiencia orgánica que es activa en sí misma, que no es meramente pasiva, como las imágenes de la memoria, sino que tiene un poder interno, como las fuerzas de crecimiento que son activas en nuestro organismo cuando transformamos las sustancias del mundo exterior, que tomamos para nuestro alimento, de una manera -bueno, se puede decir- maravillosa en aquello que necesitamos para que constituya nuestro organismo.  Lo que vive y se teje en nosotros de forma creativa, es algo diferente de lo que está meramente en las imágenes de nuestra memoria de forma más pasiva. Observen ustedes los pensamientos. Con ellos se ilumina nuestra conciencia; ciertamente, debemos infinitas cosas a la vida del pensar dentro de nuestra existencia en la tierra. A través de los pensamientos es cuando nos convertimos en seres humanos y tomamos plena conciencia de nuestra dignidad humana.  Pero siguen siendo imágenes fugaces, ligadas al organismo humano físico lo mismo que la llama al combustible de la vela. Lo que el vidente imaginativo contempla como vida anímica-espiritual que subyace a la existencia física terrenal, eso que contempla como un gran cuadro maravilloso, no es nada pasivo, es una cosa interiormente viva, es algo que se nos presenta espiritual-anímicamente, pero que conocemos a través de la visión directa del alma tal como es, lo mismo que conocemos a través del ojo lo que es un objeto externo de color rojo. Y podemos decir en la cognición imaginativa que no sólo tenemos pensamientos que afloran en nuestra conciencia, sino que nos hacemos virtualmente conscientes de tales fuerzas que actúan en nuestro organismo.
Diría que es casi un absurdo que yo una vez dijera en mi folleto "La guía espiritual del hombre y la humanidad" que toda la sabiduría del ser humano adulto no es tan poderosa como la sabiduría del niño pequeño, aunque tal sabiduría vive inconscientemente en este niño pequeño; Pero obsérvenlo, con el más culto, el más erudito conocimiento que puedan, el modo en que se forma un cerebro humano, un organismo humano en su conjunto, en los primeros años de la vida humana, y vean cómo se forma el hombre realmente en su interior. Toda la actividad, incluso la del escultor más ingenioso, es insignificante comparada con la que realiza poderosamente en actividad plástica el niño a partir de su núcleo anímico-espiritual interno, para la formación plástica de su cerebro. Quien piensa en esto y ve a través de ello, consigue una visión correcta de la misteriosa sabiduría que está en juego aquí, de una sabiduría que es poderosa, no sólo como la que se guarda en una cabeza humana para iluminarse sobre el mundo, sino de una sabiduría que contiene en sí misma un organismo de fuerzas de naturaleza anímica-espiritual, que, por así decirlo, sigue penetrando cada hora en la organización exterior del niño hasta convertirlo en un ser humano pleno. Simplemente traten de formarse una imagen fugaz en su mente de lo que está llevando a cabo sabia y magníficamente de tal manera que el ser humano no puede seguir con su intelecto ni su sabiduría intelectual, lo que se está produciendo en el niño, y que durante muchos años tiene que trabajar desde el inconsciente, Traten de formarse una imagen -aunque sólo será una imagen abstracta- de esta obra de sabiduría hasta el momento en que el hombre llegue a ser tan consciente que pueda hacer uso de su intelecto. Entonces, diría, este intelecto crea una sabiduría efímera comparada con esa sabiduría que primero formó al hombre a partir de las fuerzas del mundo más internas. Pero también debemos tener claro que cuando formamos, diría, en la capa superior de nuestro ser el intelecto humano, en las capas inferiores de nuestro ser humano sigue existiendo aquello que en la infancia forma sabiamente nuestro organismo como un maravilloso escultor. Lo que está en la base de esto como un sistema, como un organismo de fuerzas, es estudiado en un cuadro unificado por la cognición imaginativa. Esta cognición imaginativa, pues, no tiene ante sí imágenes-recuerdo abstractas de las que no se puede decir si se conservarán cuando el organismo se desintegre en sus elementos, puesto que están ligadas a este organismo, sino que esta cognición imaginativa tiene ante sí ese sistema de fuerzas que construye este organismo, que por tanto no está ligado a él, que está tan poco ligado a la sustancia como el genio creador del escultor. Para que la sustancia se convierta en lo que se convierte, el poder creativo del escultor debe llegar primero a ella. Para que el hombre, como organismo físico, pueda llegar a ser lo que es en su existencia terrenal, deben surgir estas fuerzas totalmente extra-físicas, suprasensibles, como una organización anímico-espiritual que trabaja detrás de la existencia física del hombre.
Cuando ascendemos al conocimiento imaginativo, eso es lo primero que adquirimos como percepción. Pero en el mismo momento en que estamos capacitados, es decir, para comprender lo que actúa en nosotros como alma espiritual durante nuestra existencia terrenal, que no sólo es independiente del organismo físico, sino que antes hace que este organismo físico se forme a sí mismo, en el mismo momento en que nos elevamos a él, también nos volvemos capaces de abstraernos de nuestra existencia terrenal -por utilizar una expresión lógica- al igual que podemos abstraernos de un pensamiento en la vida física. A través de esos ejercicios de meditación de los que les he hablado a menudo, debemos adquirir este poder, no sólo para poder abstenernos de un pensamiento, no sólo para poder suprimir un pensamiento, sino lo que antes hemos adquirido poderosamente en la contemplación del alma espiritual en la existencia física terrenal, este poderoso cuadro de pensamiento. Pero luego, cuando somos capaces, diría yo, de erradicar de nuestra visión interior lo que somos anímica y espiritualmente durante nuestra vida en la tierra con un discernimiento desinteresado, con un discernimiento altruista, sólo entonces aparece ante nuestra conciencia nuestra alma espiritual verdaderamente eterna, entonces aparece ante nuestra conciencia como un ser anímico-espiritual concreto aquello que éramos antes de descender de los mundos anímicos-espirituales a la existencia física terrenal. Aprendemos a vernos como seres humanos con alma espiritual en nuestra existencia preterrenal. Y aprendemos no sólo a hablar en términos generales y abstractos sobre esta existencia preterrenal, sino que aprendemos a verla en su desarrollo, y tengo que describirles hoy parte de este desarrollo. 
Miren ustedes, cuando estando aquí en la vida terrenal hablamos de nosotros mismos, nos sentimos conectados con nuestro cuerpo físico; en nuestro estado de vigilia nos sentimos conectados con este cuerpo físico. Por muy apagado que esté el sentimiento de conexión con el cuerpo físico, está ahí, y se muestra especialmente cuando algo está patológicamente mal en este cuerpo físico. Entonces no sólo sentimos el cuerpo físico en general en un sentido de vida apagado, sino también según sus miembros individuales. Podemos sentir nuestros pulmones, nuestro estómago, nuestro corazón, nuestros órganos de la cabeza. 
En la vida ordinaria todo esto está inmerso en una sensación de vida apagada; pero el hombre tiene siempre, si no está exclusivamente sano durante toda su vida, la oportunidad de sentir sus órganos individuales. En resumen, durante su conciencia diurna entre el nacimiento y la muerte, el ser humano siente que pertenece a su cuerpo físico, a todo aquello que está encerrado en su piel. Pero en el momento en que el hombre no está conectado con su vida física terrestre, en esos momentos en que tiene una existencia anímica espiritual antes de entrar en su vida física terrestre, no siente como su ser interior, por supuesto, lo que es su cuerpo físico o sus miembros, pero incluso entonces tiene un ser interior. 
Ya les he indicado cómo el alma experimenta imágenes interiores entre el sueño y el despertar, aunque no sea consciente de estas imágenes. Pero en aquel estado en el que se encontraba el alma antes de descender de la existencia anímica-espiritual a la existencia física terrestre, tenía la conciencia de otra interioridad. Solo que esta conciencia de otra interioridad está cubierta, esta velada por el hecho de que en nuestra existencia física terrenal nuestro cuerpo físico también se convierte en un órgano de conocimiento. Y oscurece la mirada del alma, que sólo está presente cuando el alma está libre del cuerpo. Pero lo que el alma experimentaba entonces como su interioridad no es lo que está encerrado en la piel del cuerpo físico, sino que eso lo constituye la organización del cosmos. 
Y así como el hombre, aquí en esta existencia física terrenal, está conectado con sus pulmones, con su estómago, con su corazón, con sus otros órganos corporales, así también, en la existencia suprasensible, está conectado con lo que de otra manera aparece como el mundo exterior del cosmos a nuestros ojos, a nuestros otros órganos de los sentidos. Lo que es mundo exterior para nosotros en la existencia terrestre es mundo interior para nosotros cuando estamos presentes en la existencia extraterrestre. Y desde la existencia suprasensible que pasamos entre la muerte y el nuevo nacimiento, contemplamos la existencia terrenal como un mundo exterior. Y así como estamos, diría, inmersos en nuestros pulmones, en nuestro corazón, etc., también estamos encarnados, antes de descender a la vida física en la tierra, en aquello que se nos aparece en el reflejo exterior en los movimientos de los planetas, en las constelaciones de las estrellas fijas, como fuerzas que surgen y se tejen a través del cosmos. Lo que es el mundo exterior cósmico durante nuestra existencia terrenal es nuestro mundo interior cuando estamos en nuestra existencia extraterrenal. 
No deben dejarse confundir por el pensamiento de que el mundo exterior es único para las personas terrestres aun cuando sus cuerpos sean diferentes; eso es precisamente lo significativo, que cuando estamos en la existencia extraterrestre tenemos un mundo común, que el mismo mundo que tiene un ser humano es el que tiene también el otro, y que las personas que se mantienen separadas espacialmente aquí en la existencia terrestre por el hecho de que cada una está encerrada en su piel, también se mantienen separadas por la fuerza interior del alma. También en la existencia extraterrestre, cada uno es una individualidad; pero no está separado de las demás individualidades por el espacio, sino por la fuerza interior de su alma, por las fuerzas de cohesión que hay en él. Pero en estas fuerzas cohesivas fluye lo que espiritualmente corresponde al universo, que se nos presenta en la imagen física del sol, la luna, los planetas, las estrellas fijas. 
Así como aquí en la tierra nos enfrentamos a un ser humano con nuestros sentidos externos, viendo sólo la forma de su rostro, el brillo de sus ojos, los movimientos de sus miembros, pero al tomar conciencia de que nosotros mismos somos seres anímicos espirituales, vemos que en esas formas de su rostro, en el brillo de sus ojos, en la tonalidad de su piel, en los movimientos de sus miembros, quien es capaz de mirar el mundo espiritualmente reconoce que no es cierto afirmar que el sol y la luna, las estrellas fijas y los planetas y los movimientos de los planetas son sólo lo que nuestra astronomía física actual nos describe. Esta descripción es en realidad similar a la que daría alguien que sólo quisiera describir los cambios exteriores en la posición de un músculo de nuestra cara, que sólo quisiera describir el movimiento de las pestañas, y que no quisiera ver en los cambios de posición de los músculos de los párpados, en este movimiento de los párpados, la expresión de lo anímico-espiritual. El que es capaz de mirar el mundo con alma espiritual ve en la apariencia de la luna, del sol, tanto la expresión fisonómica de un alma espiritual cósmica lo mismo que nosotros vemos en un rostro humano la expresión de un alma espiritual. En los movimientos de los planetas ve expresiones de acontecimientos anímicos espirituales, al igual que se ve en los movimientos de los miembros de los seres humanos las revelaciones de los impulsos anímicos espirituales. 
Y en estos trasfondos anímicos espirituales de lo que nos aparece en la imagen física del sol físico exterior, la luna física exterior, las estrellas y sus movimientos, en esta alma espiritual, que en el cosmos corresponde al alma espiritual del ser humano individual, vive el ser humano, si es un ser suprasensible, antes de haber descendido a la existencia terrenal. Y así como puedo decir aquí como ser humano terrenal: Los pulmones y el corazón viven en mí, también puedo decir como ser humano suprasensible, antes de haber descendido a la existencia sensual-física para constituir mi cuerpo físico: La luna y el sol viven en mí, con lo cual debo ser consciente, sin embargo, de que no me refiero al reflejo sensorial terrenal del sol y la luna, sino a lo que subyace en ellos como alma espiritual. Todo el mundo divino-espiritual se entreteje y vive a través de mí, en tanto que estoy en una existencia humana sobrenatural.  Cuando uno mira a través de este sólo recibe esa profunda reverencia por toda la existencia del mundo real en la que el hombre se ha entrelazado. Porque entonces uno ve a través de las maravillosas conexiones que existen entre el ser humano y el universo. 
Uno aprende a mirar al ser humano tal y como se encuentra en su existencia física terrenal, y aprende a decirse a sí mismo: En lo que está encerrado entre las paredes de la piel no sólo vive lo que ves con tus ojos físicos, lo que el anatomista puede mirar y desentrañar en la mesa de disección después de la muerte, sino que en él vive el objetivo último de toda la actividad cósmica. - El maravilloso dicho de los antiguos tiempos religiosos, de que el hombre es una imagen de Dios mismo, adquiere un nuevo significado de infinita intimidad. Y el conocimiento inspirado nos enseña a mirar lo que el hombre experimenta realmente en relación con los poderes espirituales-divinos que subyacen al cosmos. El ser humano experimenta los poderes espirituales y divinos que subyacen al cosmos en su existencia preterrenal.
Cuando miramos la vida humana terrenal, hablamos científicamente primero del germen humano que se desarrolla fuera del vientre de la madre en la forma humana física del niño en crecimiento. Por supuesto, hablamos del germen como algo pequeño que se amplía gradualmente. En su existencia preterrenal, el hombre vive en una especie de germen, sólo que este germen es la experiencia de todo el cosmos del alma espiritual. El ser humano se ha convertido, por así decirlo, en uno con el cosmos espiritual, las fuerzas divino-espirituales viven en él, existen y se tejen en él, lo impregnan y forman en él el gran germen espiritual que contiene las fuerzas que deben pasar por la existencia espiritual hasta el nacimiento o la concepción, para que luego vuelvan a emerger cuando el ser humano en la vida terrenal tenga que formar su organismo físico como el escultor interior. La formación milagrosa de este organismo físico se pone así de manifiesto; pues este organismo físico es la formación última de lo que, de manera inconmensurablemente grande, el ser humano experimenta anímica y espiritualmente, con plena conciencia de ello, como el germen cósmico de su vida interior" El germen físico humano le es dado al ser humano a partir del mundo físico; el germen espiritual le es dado al ser humano a partir del mundo espiritual. Y somos, por así decirlo, en cierto tiempo, antes de haber descendido a la existencia física terrestre, un gigantesco germen anímico-espiritual humano vertido en todo el mundo, que luego se une con el germen humano físico que nos recibe aquí cuando descendemos a la existencia terrestre.
Cuando miramos nuestra existencia cósmica, lo hacemos a través del conocimiento inspirado en la existencia preterrenal. 
Así como nos consideramos uno con nuestro organismo, a través de esta mirada nos consideramos uno con el mundo entero. Aquí, en este mundo, el hombre mira las revelaciones externas de lo Divino en la naturaleza, en la existencia humana; siente lo Divino-Espiritual detrás de estas revelaciones físico-sensoriales. En la existencia preterrenal está impregnado, impregnado y permeado por esta existencia divino-espiritual, y esta existencia divino-espiritual se vive en él de tal manera que implanta en él aquellas fuerzas que perduran después de la existencia física terrenal. Así como levantamos nuestros ojos aquí hacia el maravilloso cielo estrellado, también levantamos nuestros ojos desde la existencia extraterrestre hacia la estructura milagrosa del ser humano físico mientras vive aquí en la existencia terrenal. Me gustaría decir que miramos de la tierra al cielo en nuestra existencia física terrenal, pero miramos del cielo a la tierra en nuestra existencia preterrenal. Allí la tierra se nos hace comprensible como obra de los dioses, como la que debe vivir realmente en nuestra alma. Y todo esto es experiencia directa, en primer lugar en nuestra existencia preterrenal.
Pero en cierto momento, después de haber pasado por esta existencia preterrenal, se produce algo así como una especie de retirada de las entidades divino-espirituales de nosotros, los seres humanos. Todavía no tenemos una naturaleza a nuestro alrededor, en esta existencia anímica espiritual todavía no tenemos ojos físicos, órganos físicos, por lo que todavía no podemos ver una naturaleza. Tenemos a nuestro alrededor algo que no es más que una apariencia de lo divino-espiritual. Este es el primer gran cambio en la existencia preterrenal, que experimentamos una permanencia directa en el interior, estando impregnados por y con la existencia divino-espiritual, pero que luego se produce un momento en el que miramos con nuestro ojo espiritual el mundo espiritual que nos rodea, que sigue siendo un mundo espiritual, pero debemos decirnos a nosotros mismos: antes vivíamos con las entidades divino-espirituales, ahora se nos muestran a través de sus actos, ahora su apariencia está ahí. Es una manifestación de lo anímico-espiritual que no tenemos sólo en la vida terrestre, pero que no es más que una revelación de lo que nosotros mismos hemos experimentado antes. Pasamos de la esfera de la experiencia a la esfera de la revelación. 
Y en la misma medida en que pasamos de la esfera de la experiencia a la esfera de la revelación, en eso debemos decirnos a nosotros mismos: Los seres divino-espirituales se han retirado de nosotros los seres humanos para la experiencia inmediata, ahora sólo podemos mirarlos, ciertamente están allí para nosotros los seres humanos, pero sólo para nuestra percepción de lo anímico-espiritual, -En el mismo momento se despierta en nuestra existencia pre-terrenal anímica-espiritual aquello que puedo comparar con lo que vive en nuestro organismo físico como un deseo. El hombre está impregnado interiormente de un deseo hasta el punto de que el mundo se convierte en una revelación preterrenal. Sólo ahora se siente realmente como un yo separado del resto del mundo.  Nos alejamos de una experiencia que es al mismo tiempo una experiencia del mundo y una experiencia de nuestro propio ser humano. Durante un tiempo, entre la muerte y el nuevo nacimiento, no sólo somos seres humanos, somos seres del mundo. La conciencia del mundo y la conciencia humana se funden en una sola. Llega un momento en el que la conciencia del mundo y la conciencia humana se separan, por lo que el mundo ya no es experimentado por nosotros, sino que sólo se revela, cuando aparece en nosotros un ser interior, separado del mundo. Antes nuestro ser interior era uno con el mundo; ahora aparece un ser interior separado del mundo, y éste se anuncia primero como un deseo interior, como un querer, un desear. Un deseo, un querer El deseo, el querer, el desear siempre apunta a algo. Este anhelo y este deseo apuntan a nuestra vida futura en la tierra, a la que descenderemos después de algún tiempo. 
 Nos llenamos de las concepciones de nuestra vida futura en la tierra, y de este modo tomamos esas fuerzas que luego se vuelven inconscientes cuando pasamos por la vida embrionaria en la tierra. Allí los tenemos conscientemente; pero la conciencia se ensombrece cada vez más, y ciertamente llega un momento en que el deseo se hace fuerte, y donde incluso la revelación del mundo divino-espiritual, en el que antes estábamos entretejidos y viviendo, se oscurece cada vez más, donde nosotros, como seres anímico-espirituales en la existencia preterrenal, debemos sentir de tal manera que debemos decirnos a nosotros mismos: El mundo espiritual que nos rodea es cada vez más sombrío y tenebroso. Lo que antes brillaba con fuerza como revelación divina se vuelve cada vez más y más sombrío. En la medida en que lo exterior se vuelve cada vez más sombrío, las fuerzas interiores del deseo se vuelven más vehementes, el mundo exterior se oscurece para nosotros dentro de nuestra existencia espiritual, el mundo interior se vuelve más poderoso, pero después de un tiempo este poderoso mundo interior nos quita completamente la conciencia de la futura vida terrenal. Durante un tiempo no muy distante de la concepción terrenal, la visión de la existencia terrenal se oscurece. 
Anteriormente habíamos mirado a esta existencia terrenal; ella era, por así decirlo, la apariencia de la meta, ese gran y poderoso retablo del mundo en el que hemos vivido. Ahora ya no tenemos una visión de la tierra, sino que vemos otra. No tardamos en descender a la tierra, pero justo cuando descendemos, perdemos de vista la tierra y abrimos los ojos al mundo etérico. Lo que es etérico, que contiene la luz, que contiene las fuerzas de la vida, lo que se extiende en el espacio, pero no centralmente desde la tierra hacia el espacio, sino como si desde la periferia del mundo actuara sobre la tierra, se derrama, lo etérico, que se vuelve vívido para nosotros. Como en una gran nebulosa del mundo, con sus diversas formas, un mundo etérico se hace espiritualmente visible a nuestro alrededor, y de este mundo etérico podemos, con el poder que nos queda, con el poder del deseo, extraer nuestro propio cuerpo etérico de la nebulosa etérica general del mundo, y al formar nuestro propio cuerpo etérico, formamos con este cuerpo etérico una imagen de lo que solíamos ser en el mundo anímico-espiritual, subdividimos este cuerpo etérico en lo que hemos heredado de nuestros antepasados en términos de sustancialidad física, luego descendemos a la existencia terrenal.
Sólo he podido darles una descripción somera de lo que resulta para la cognición imaginativa e inspirada cuando el hombre expande su conciencia más allá de la conciencia terrenal ordinaria. A medida que el hombre ha progresado en el curso del desarrollo terrenal hasta llegar a la conciencia que tiene hoy en día, que está ligada en el sentido más estricto a la corporalidad física, ha perdido una conciencia original. Ya lo he señalado varias veces. He señalado cómo la historia en realidad sólo describe las exterioridades de la vida terrenal de la humanidad, de cómo necesitamos una historia del alma, de cómo esta historia del alma nos muestra que los hombres no siempre han tenido un estado de conciencia como el actual, en el que sólo pueden combinar con su intelecto lo que los órganos sensoriales perciben, y en el que sólo pueden elevar lo que se origina en la corporeidad física hacia la conciencia. Cuanto más nos remontamos a la antigua humanidad, más vemos cómo las personas tienen una especie de clarividencia original, aunque onírica.  
Lo que el hombre adquiere hoy en día en la cognición imaginativa, inspirada, es una cognición plenamente consciente, me gustaría decir tan plenamente consciente como la cognición matemática; la gente de una época anterior tenía una clarividencia sombría y onírica que no por ello, estaba menos impregnada de sabiduría. Estas personas de una época anterior no sólo sentían lo que el hombre moderno experimenta con su conciencia ordinaria cuando mira dentro de sí mismo, sino que sentían algo de lo que ahora les he descrito. Si nos remontamos incluso a los tiempos egipcios más antiguos, de los que no nos dan información los documentos de la historia exterior, sino sólo una historia como la que he descrito en mi "Ciencia Oculta", entonces encontramos personas que no tuvieron que adquirir mediante ejercicios como los que os he descrito a menudo, la contemplación de la existencia preterrenal, sino que pudieron hablar de esta existencia preterrenal de este modo, porque en sus almas vivía, como un recuerdo, algo de esta existencia preterrenal en la existencia terrenal. El ser humano en la tierra hoy en día ha comprado su libertad al sólo poder tener un recuerdo en pensamientos abstractos de los eventos, de las experiencias, que encuentra durante su existencia en la tierra. 
La humanidad en tiempos anteriores no sólo tenía tales recuerdos viviendo en el alma, sino que al mirar en esta alma, además de estos recuerdos de esta vida física, sacaba del alma imágenes de lo que ahora les he dicho. Así como hoy uno recuerda en la conciencia ordinaria lo que experimentó en la tierra hace veinte o treinta años, así en cierto sentido un hombre de épocas más antiguas recuerda "lo que experimentó en la existencia preterrenal y lo que hoy les he descrito de la ciencia espiritual". Pero como el hombre estaba tan seguro de esta existencia preterrenal como el hombre de hoy está seguro a través de su memoria de que no ha nacido esta mañana, sino que ya estaba allí antes de esta mañana, el hombre de épocas más antiguas conocía su existencia preterrenal a través de lo que experimentaba en su alma. Pero de esto también surgió la certeza de que lo que experimentaba como tal ya estaba allí en un mundo anímico espiritual antes de descender a la existencia física terrenal, que pasa por la puerta de la muerte y no depende del organismo físico, que así como construye el organismo físico para la existencia terrenal, encuentra su existencia ulterior, cuando la puerta de la muerte ha sido cruzada.
Pero, ¿Qué es lo que va más allá de la existencia física terrenal? Aquello que experimentamos aquí, en la existencia física terrenal, como pensamientos, ya está vinculado al organismo físico; pero aquello que brota del ser humano como voluntad de una manera tan maravillosa que realmente puede captar sus manifestaciones de voluntad sólo en pensamientos, sólo en ideas, y sólo puede decir: Quiero levantar la mano o el brazo - pero no sabe lo que sucede entre estos pensamientos y el levantamiento real del brazo, todo este milagro que se encuentra entre ellos, la tensión del músculo, todo esto se sitúa en el inconsciente lo mismo que los acontecimientos propios del estado de sueño para el alma; lo que surge como voluntad permanece en su mayor parte inconsciente, es decir, sólo se refleja en la vida del pensamiento. Pero el que mira hacia abajo en esta vida de la voluntad con un conocimiento inspirado e intuitivo hace tremendos descubrimientos en ella. Aquí, en la existencia física terrenal, que sólo " observamos externamente", realizamos nuestras acciones, y un tiempo materialista podría incluso creer que estas acciones se completan en la existencia física terrenal, que no tienen más sentido.
Pero quien mira hacia abajo en la verdadera naturaleza de la voluntad del hombre, que permanece inconsciente para la conciencia ordinaria del día, ve cómo se forma algo, no por el pensamiento, sino por la voluntad, en la misma medida en que el hombre progresa en la existencia física terrenal, que se compone de la evaluación de sus acciones. 
 En la existencia física terrenal decimos: una acción es buena, una acción es mala, estamos satisfechos o insatisfechos con alguna acción. Podemos pensar que esto es sólo un juicio abstracto que añadimos al acto. Si miramos con nuestra verdadera inspiración e intuición al ser volitivo del hombre", entonces vemos cómo a partir de lo que aquí sólo es pensamiento se teje un ser real, vemos cómo la apreciación: Yo puedo estar satisfecho con una acción -, o: Yo debo estar insatisfecho -, se convierte interiormente en un hecho según la voluntad, vemos cómo se teje todo un ser en lo más profundo de nuestra naturaleza humana, un ser que, si puedo expresarme así, tiene un semblante que depende de nuestras acciones aquí en la existencia terrenal. 
Si hemos realizado acciones malas en las que no podemos estar satisfechos con la plena conciencia humana, se desarrolla en nosotros un ser con una cara fea; si hemos realizado acciones con las que podemos estar satisfechos, se desarrolla un ser con una cara simpática. En efecto, la apreciación de nuestros actos se convierte en un ser interior en nosotros, y en la misma medida en que nuestros pensamientos se vuelven cada vez más dependientes del organismo físico, -no lo eran todavía en el niño, allí trabajaban en la organización física, luego se vuelven abstractos-, en la misma medida en que, quiero decir, nuestros pensamientos se convierten en un cadáver en nuestro organismo físico, pues no están vivos, son pensamientos muertos, en la misma medida se agita ahí abajo el ser moral del ser humano, pero que él mismo forma durante su vida. Esta esencia moral está ahí, y esta esencia moral se une con su esencia del yo, y ahora lleva esta esencia moral a través de la puerta de la muerte al mundo espiritual. 
 Cuando el hombre pasa a través de la puerta de la muerte al mundo espiritual, al principio, -tal como encontrarán descrito en mi libro "Teosofía"-, ha dejado a un lado su cuerpo físico, está en su cuerpo etérico; en él todavía tiene conciencia de sus actos terrenales. Pero esta conciencia comienza a intercalarse con una conciencia cósmica del mundo. Lo que es el cuerpo etérico se disuelve en el éter mundial general; del mismo modo que estaba contraído antes del nacimiento, ahora se disuelve en el éter mundial. El hombre vive con lo que en mi "Teosofía" se llama cuerpo astral, con el que gradualmente vuelve a entrar en el cosmos, pero sigue viviendo junto con su organismo moral-espiritual recién formado; esto lo realiza al principio, con el cual vive.
Y ahora le surge una tarea que está relacionada con lo que les dije la última vez cuando les hablé aquí del estado de sueño del ser humano: les mostré cómo el ser humano tiene el poder durante el sueño de retornar al organismo físico, que tiene este poder a través de lo que se puede llamar las fuerzas lunares. Las fuerzas lunares son las que devuelven al ser humano a la existencia física terrestre, incluso cada mañana. Es dentro de esta esfera de fuerzas lunares donde el hombre se encuentra por primera vez cuando ha dejado de lado su cuerpo físico y etérico.
Pero dentro de estas fuerzas lunares no puede adquirir la amplia conciencia del mundo que les describí antes, pero allí el hombre todavía tiene algo que lo conecta con la tierra a través de este organismo moral terrestre. Él debe arrancarse de las fuerzas lunares, debe dejar atrás en la esfera lunar lo que ha tejido para sí de su conducta moral, de todo lo que ha realizado como acto moral o inmoral, debe dejar eso atrás en la esfera lunar y debe penetrar en la esfera solar, en el mundo estelar. Ahora no sólo debe penetrar en la imagen, tal como la he descrito para el estado de sueño, sino en el mundo verdaderamente real del sol y las estrellas, él debe arrancarse de la esfera lunar. La conciencia clarividente de la humanidad primitiva también tuvo una experiencia de esto y pudo hablar de estas cosas que el hombre de hoy sólo puede alcanzar si desarrolla sus poderes anímicos espirituales. 
El hombre primitivo podía hablar de ellos a través de las fuerzas elementales naturales que tenía implantadas. Pero esta humanidad primitiva siempre fue guiada al mismo tiempo, así como hoy somos guiados por la ciencia, así como somos guiados por las diversas instituciones educativas, -estas instituciones no existían en tiempos más antiguos-, esta humanidad era guiada en tiempos más antiguos por lo que emanaba de los misterios. Lo que el hombre podía ver de la existencia pre-terrenal y post-terrenal era, por así decirlo, guiado por lo que los iniciados de los Misterios conocían a través de su conocimiento superior. Y allí los miembros de la humanidad primitiva experimentaron lo que se convirtió en una experiencia interior con algunos conocedores del sentido de la época, que el hombre no puede escapar de la esfera de la luna por sus propias fuerzas después de la muerte, que un ser espiritual del cosmos, cuyo reflejo físico exterior es el sol, debe venir a su encuentro. Esto debe encontrarse con él, debe arrebatarlo de la esfera de la luna. Debe dejar atrás lo que lleva consigo como una deuda de la tierra, debe ser conducido a la esfera sin culpa del cosmos por aquello que los antiguos iniciados llamaban el alto ser solar, que encontró una maravillosa descripción en todos los antiguos misterios. 
En aquellos días, se le decía al hombre, tu necesitas el poder que te viene de los cielos. -Pero el hombre se organizaba de otra manera en aquellos tiempos, Ya he indicado hoy lo diferente que estaba organizado el hombre en aquella época- él tenía poderes clarividentes dentro de sí mismo, él sabía que había un mundo suprasensible en la tierra, a partir de la percepción interior. No tenía ningún miedo real a la muerte, porque ¿Qué era la muerte? Era una experiencia de la vida; veía que algo en su interior era independiente de la muerte. Tenía lo que era independiente en su cuerpo, y debido a que tenía eso en el cuerpo, podía ver cómo el ser solar venía a su encuentro, él podía  aceptar la ayuda después de la muerte. 
Pero en esto consiste el progreso terrenal de los hombres, en que éstos han perdido naturalmente la percepción de su Eternidad. La humanidad ha adquirido la conciencia intelectualista, que está totalmente ligada al cuerpo físico, que depende del cuerpo físico; dependiendo de cómo esté organizado el cuerpo físico, tenemos la conciencia terrestre.  Esta conciencia terrestre, que nos oscurece el mundo espiritual, incluso antes de nacer y después de morir. Para el hombre de hoy no es como para el hombre primitivo o para el hombre de los antiguos tiempos egipcios que llevaban consigo una cierta luz a través de la puerta de la muerte y podían iluminar el espacio -si se me permite expresarlo así; es sólo en sentido figurado- del "mundo" suprasensible, y podían , por así decirlo, apresurarse hacia el alto Ser solar que viene a conducirlo fuera de la esfera lunar. Gracias a lo que poseía internamente entre el nacimiento y la muerte, él podía reconocer a este elevado Ser Solar. 
Ya ven, no hace falta que se escandalicen por la expresión; los antiguos iniciados, por su ciencia, debían llamar a este ser el alto ser solar. Pero llegó un momento en el desarrollo de la humanidad en el que ésta habría perdido la posibilidad de penetrar después de la muerte en esos mundos en los que debe penetrar si no quiere perderse. Por otro lado, la humanidad en la tierra tuvo que avanzar hasta esa conciencia con la que únicamente se puede adquirir la libertad como ser humano. Esto habría ocasionado graves consecuencias para la humanidad. La terrible condición que habría surgido para la humanidad habría sido que las personas se habrían apartado del mundo suprasensible, que se habrían visto privadas de la misma perfección que alcanzaron aquí en la tierra, que las predestinó a la libertad, habrían sido privados del mundo suprasensible, porque ya no podrían encontrar la conexión con ese ser del mundo suprasensible, que los arrebata de lo que los mantiene unidos con la tierra para la vida después de la muerte.
¿Y qué es lo que ha sucedido con el progreso real de la humanidad? No hay ningún conocimiento abstracto externo, ni una teoría que pueda ayudar. La única ayuda podría provenir del hecho de que ese Ser, que antes sólo vivía en los mundos suprasensibles y que venía al encuentro de los seres humanos cuando éstos se encontraban en lo suprasensible entre la muerte y el nacimiento, sólo podría ayudar si el Ser descendía a la tierra, de modo que el ser humano terrenal pudiera tener ya una conexión con él en la tierra. Y el descenso es el acontecimiento del Gólgota. El Ser Crístico descendió y asumió la existencia terrenal en Jesús de Nazaret. Con la existencia terrenal, el ser humano obtiene una conexión con el Cristo Jesús. Aquello que añade a su conciencia terrenal mirando hacia el Cristo Jesús, aquello que añade a su conciencia terrenal sintiendo compasión por el Misterio del Gólgota, aquello que infunde así en su conciencia terrenal no sólo llamándose a sí mismo un yo que puede ser libre, sino cumpliendo la palabra de Pablo: "No yo, sino el Cristo en mí", podría hacer de esta palabra una verdad aquí en la vida terrenal, conectando su yo, que alcanza aquí, pero que al mismo tiempo lo separaría del mundo suprasensible, conectando esta conciencia terrenal con la que mediante el sacrificio ha entrado en la existencia terrenal a través del ser Crístico: esto lo lleva consigo el ser humano a través de la muerte. Desde el Misterio del Gólgota, es la conexión del ser humano terrenal en su conciencia, en su vida anímica con el Cristo, con el Misterio del Gólgota, lo que asegura su vida cuando atraviesa las puertas de la muerte. Porque la conciencia que se alcanza a través del cuerpo físico, se tendría que perder de nuevo con el cuerpo físico, no se encontraría el camino a través de los mundos espirituales. Si uno encuentra su guía en la tierra, es decir, el Cristo que pasó por el Misterio del Gólgota, y si ha unido sus poderes espirituales con la humanidad terrenal en el sentido de las palabras de Pablo: "No yo, sino el Cristo en mí", entonces se encuentra vivo a través de la puerta de la muerte. 
Por lo tanto, la palabra de Pablo puede tomarse con toda seriedad: Y si el Cristo no hubiera venido a la tierra, es decir, si no hubiera vencido a la muerte, todo esto no ayudaría a los hombres en su fe.
Los antiguos iniciados decían a los hombres: Un ser sobrenatural se unirá a vuestra conciencia, la que tenéis aquí de toda vuestra naturaleza humana, y os conducirá fuera de la existencia lunar a la pura existencia del mundo cósmico. - Los nuevos iniciados deben decir a los hombres: ¡Mirad lo que ha sucedido a través del Cristo en el Misterio del Gólgota, tomad en vuestra conciencia la sustancialidad del Cristo con todo su poder! Ella va contigo a través de la muerte y te conduce hacia esos mundos que debes atravesar entre la muerte y un nuevo nacimiento. En la esfera lunar dejarás atrás tu esencia moral, y sólo tú la encontrarás de nuevo cuando vuelvas a la esfera lunar. Y en tu destino terrestre aparecerá la imagen de lo que antes dejaste atrás y luego volverás a encontrar en la esfera lunar. 
Lo que puedo contarles ahora es realmente conocido por la ciencia humana natural sólo a través de aquellas fuerzas que llegaron a la humanidad en el último tercio del siglo XIX. Antes, estas fuerzas estaban más o menos ocultas en la humanidad. Todavía estaban allí, pero como en un sueño de los antiguos tiempos que acabo de describirles. 
En los primeros siglos cristianos los hombres no disponían de lo que hoy podemos alcanzar a través de la imaginación, la inspiración y la intuición, pero tenían una clarividencia natural y atávica, y todavía había antiguos iniciados en la época del Misterio del Gólgota; ellos podían decir a su pueblo que tenían confianza en ellos: El Cristo que estaba en ese mundo que recuerdan como el tiempo de su existencia preterrenal, el Cristo que antes sólo estaba en las esferas extraterrestres, descendió a la tierra a través de la cruz del Gólgota. -Por eso, en los cuatro primeros siglos del desarrollo del cristianismo en Occidente, la atención se dirigió sobre todo al Cristo descendido. En los relatos de los primeros siglos postcristianos -gran parte de la literatura ha sido destruida- encontrarán ustedes cómo el Cristo descendió de los mundos cósmicos y espirituales y asumió la existencia terrenal en el cuerpo de Jesús de Nazaret. En aquella época, se daba el mayor valor a este descenso, a esta inclinación hacia la tierra. Pero cuando, en el siglo IV después de Cristo, empezaron a extinguirse los antiguos iniciados y aún no había llegado la nueva ciencia iniciática, que sólo pudo llegar en el último tercio del siglo XIX, cuando estos antiguos iniciados se habían extinguido, fue necesario plasmar en los documentos lo que antes había sido una contemplación directa. 
Tuvo que reproducirse tradicionalmente; la gente tuvo que olvidar la antigua ciencia iniciática durante un tiempo para alcanzar la conciencia de la libertad. Por eso, cuanto más se acercaba la humanidad al siglo XIX, más se olvidaba cómo había descendido a la existencia terrenal el Ser Crístico sobrenatural y había asumido la existencia terrenal en el cuerpo de Jesús de Nazaret. Al final, sólo nos fijamos en el hecho histórico, y poco a poco perdimos al Cristo por encima del Jesús, nos olvidamos de hablar del Cristo como ser suprasensible. Hoy tenemos que volver a hablar del Cristo como una entidad suprasensible, tenemos que entender lo que significa que el Cristo mantiene viva el alma humana; porque el cuerpo ha cambiado en el curso de la evolución humana. ¿Por qué los antiguos tenían clarividencia? Porque el cuerpo era más blando y las glándulas del cuerpo humano eran más activas. La propia actividad glandular se ha acercado a un endurecimiento, y cuanto más progresa este endurecimiento, más se endurece el cuerpo humano, la actividad glandular se hace más dura, lo que puede servir de cuerpo humano endurecido para el intelectualismo, que se desarrolla cada vez más, a medida que la actividad glandular en el cuerpo humano se endurece, el propio cuerpo humano como tal se hace extraordinariamente útil para el intelecto. Pero el ser humano debe adquirir la conexión con el mundo espiritual tanto más con el alma. De todo esto sabían todavía los iniciados en los primeros siglos cristianos, sólo que expresaban las cosas con una valentía con la que hoy ya no se habla. Decían que la gente habría ido enfermando físicamente cada vez más si el Cristo no hubiera venido y los hubiera curado del alma. Por eso, en los primeros siglos cristianos, el Cristo no sólo era adorado en nuestra abstracción, sino que era adorado sobre todo como el sanador, como el gran médico del mundo, como el Salvador.
Hoy en día estas cosas deben ser conquistadas primero; sólo pueden ser alcanzadas cuando el hombre pueda volver a ver los secretos del nacimiento y la muerte. La facultad que puede ver en estos misterios del nacimiento y la muerte sólo puede alcanzarse por medio de la ciencia imaginativa, inspirada e intuitiva. Hay que ir conociéndolo gradualmente, pues quien lo aprende también ya adquiere una percepción espiritual de la misma.
Esto es lo que tenía que decirles hoy sobre la relación del hombre con esos mundos que deja al nacer y en los que vuelve a entrar al morir. 
Traducido por J.Luelmo oct2022

notas
1  para saber mas acerca del  conocimiento inspirativo ver las conferencia  

GA013 El conocimiento de los mundos superiores parte 5  GA114 evangelio de San Lucas 1ª Conferencia  GA012 Las etapas del conocimiento superior-la imaginación

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