GA018 Berlín, 1914 - Enigmas de la filosofía -Prefacio a la nueva edición 1924

ENIGMAS 
DE LA
FILOSOFIA

RUDOLF STEINER

 No es una "historia de la filosofía", aunque el enfoque sea histórico. Es una revisión de las concepciones históricas y actuales del mundo.

Prefacio a la nueva edición 1924


Cuando, con motivo de su segunda edición en 1914, amplié mi libro Concepciones del mundo y de la vida del siglo XIX, el resultado fue el presente volumen, Los enigmas de la filosofía. En este libro pretendo mostrar aquellos elementos de las concepciones del mundo que aparecen históricamente y que mueven al observador contemporáneo de estos enigmas a experiencias de mayor profundidad de conciencia al encontrarse con los sentimientos con que los experimentaron los pensadores del pasado. Tal profundización de los sentimientos es de profunda satisfacción para quien está comprometido en una lucha filosófica. Lo que él, en su propia mente, se esfuerza por alcanzar se ve reforzado por el hecho de que ve cómo este esfuerzo tomó forma en pensadores anteriores a los que la vida otorgó puntos de vista que pueden estar cerca o lejos de los suyos. De este modo, con este libro pretendo servir a quienes necesiten una presentación del desarrollo de la filosofía como complemento de sus propios caminos de pensamiento. Tal suplemento será valioso para cualquiera que, en su propio modo de pensar, desee sentirse uno con el trabajo intelectual de la humanidad, y que quiera ver que el trabajo de sus propios pensamientos tiene sus raíces en una necesidad universal del alma humana. Él puede comprender esto cuando deja que los elementos esenciales de las concepciones históricas del mundo se desplieguen ante sus ojos.
Para muchos observadores, sin embargo, tal exhibición tiene un efecto depresivo. Hace que la duda invada sus mentes. Ven a pensadores del pasado contradiciendo a sus predecesores y a su vez contradichos por sus sucesores. En mi relato de este proceso pretendo mostrar cómo este aspecto depresivo se extingue gracias a otro elemento. Consideremos a dos pensadores. A primera vista, la contradicción de sus pensamientos nos parece dolorosa. Ahora examinemos estos pensamientos más de cerca. Descubrimos que ambos pensadores dirigen su atención a ámbitos del mundo completamente diferentes. Supongamos que un pensador ha desarrollado en sí mismo el estado de ánimo que se concentra en el modo en que los pensamientos se despliegan en el tejido interior del alma. Para él se convierte en un enigma cómo pueden estos procesos internos del alma llegar a ser decisivos en una cognición relativa a la naturaleza del mundo exterior. Este punto de partida dará un color especial a todo su pensamiento. Hablará con vigor de la actividad creadora de la vida del pensamiento. Así, todo lo que diga estará teñido de idealismo. Un segundo pensador dirige su atención hacia los procesos accesibles a la percepción sensorial externa. Los procesos de pensamiento a través de los cuales mantiene estos acontecimientos externos en la percepción cognitiva no entran por sí mismos en el campo de su conciencia en su energía específica. Dará un giro a los enigmas del universo que los situará en un entorno de pensamiento en el que el fundamento del mundo mismo aparecerá en una forma que guarda semejanza con el mundo de los sentidos.

Si se aborda la génesis histórica de las visiones del mundo en conflicto con las presuposiciones que resultan de tal orientación del pensamiento, se puede superar el efecto embotador que estas perspectivas del mundo tienen entre sí y elevar el punto de vista a un nivel desde el que aparezcan apoyándose mutuamente.

Hegel y Haeckel, considerados uno al lado del otro, presentarán a primera vista la contradicción más perfecta. Penetrando en la filosofía de Hegel, uno puede recorrer con él el camino al que está abocado un hombre que vive enteramente en pensamientos. Siente el elemento pensamiento como algo que le permite comprender su propio ser como real. Frente a la naturaleza, se plantea la cuestión de su relación con el mundo del pensamiento. Será posible seguir su giro mental si uno puede sentir lo que está relativamente justificado y es provechoso en tal disposición mental. Si uno puede entrar en los pensamientos de Haeckel, puede seguirle aún parte del camino. Haeckel sólo puede ver lo que captan los sentidos y cómo cambia. Lo que es y cambia de este modo puede reconocerlo como su realidad, y sólo se da por satisfecho cuando es capaz de englobar a todo el ser humano, incluida su actividad de pensamiento, bajo este concepto de ser y transformación. Ahora bien, que Haeckel considere a Hegel como una persona que hila aireados conceptos sin sentido sin tener en cuenta la realidad. Concédase que Hegel, si hubiera vivido para conocer a Haeckel, habría visto en él a una persona completamente ciega a la verdadera realidad. De modo que quien sea capaz de adentrarse en ambos modos de pensar encontrará en la filosofía de Hegel la posibilidad de fortalecer su poder de pensamiento espontáneo y activo. En el modo de pensar de Haeckel encontrará la posibilidad de tomar conciencia de relaciones entre formaciones distantes de la naturaleza que tienden a plantear preguntas significativas en la mente del hombre. Colocados uno al lado del otro y comparados de este modo, Hegel y Haeckel ya no nos conducirán a un escepticismo opresivo, sino que nos permitirán reconocer cómo los esforzados brotes y retoños de la vida se envían desde rincones muy diferentes del universo.

Tales son los fundamentos en los que hunde sus raíces el método de mi exposición. No pretendo ocultar las contradicciones de la historia de la filosofía, sino mostrar lo que sigue siendo válido a pesar de las contradicciones.

Que Hegel y Haeckel sean tratados en este libro para revelar lo que hay de positivo y no de negativo en ambos puede, en mi opinión, ser criticado como erróneo sólo por alguien que sea incapaz de ver lo fecundo que es tal tratamiento de lo positivo.

Permítanme añadir sólo unas palabras más sobre algo que no se refiere al contenido del libro pero que, sin embargo, está relacionado con él. Este libro pertenece a las obras mías a las que se refieren las personas que pretenden encontrar contradicciones en el curso de mi desarrollo filosófico. A pesar de que sé que tales reproches no están motivados en su mayoría por una voluntad de búsqueda de la verdad, responderé a ellos brevemente.

Tales críticos sostienen que el capítulo sobre Haeckel da la impresión de haber sido escrito por un seguidor ortodoxo de Haeckel. Quien lea en el mismo libro lo que se dice sobre Hegel encontrará difícil sostener esta afirmación. Considerado superficialmente, podría, sin embargo, parecer como si una persona que escribió sobre Haeckel como yo lo hice en este libro hubiera pasado por una completa transformación de espíritu cuando más tarde publicó libros como Cómo se adquiere el conocimiento del mundo superior, La Ciencia Oculta, un bosquejo, etc.
Pero la cuestión sólo se interpreta correctamente si se recuerda que mis últimas obras, que parecen contradecir las anteriores, se basan en una intuición espiritual del mundo espiritual. Quien pretenda adquirir o conservar para sí una intuición de este tipo debe desarrollar la capacidad de suprimir sus propias simpatías y antipatías y entregarse con perfecta objetividad al tema de su contemplación. Debe realmente, al presentar el modo de pensar de Haeckel, ser capaz de ser completamente absorbido por él. Precisamente de este poder de entregarse al objeto deriva la intuición espiritual. Mi método de presentación de las diversas concepciones del mundo tiene su origen en mi orientación hacia una intuición espiritual. No sería necesario haber entrado realmente en el modo materialista de pensar sólo para teorizar sobre el espíritu. Para ello basta simplemente con mostrar todas las razones justificables contra el materialismo y presentar este modo de pensamiento revelando sus aspectos injustificados. Pero para efectuar la intuición espiritual no se puede proceder de esta manera. Hay que ser capaz de pensar idealistamente con el idealista y materialistamente con el materialista. Pues sólo así se despertará la facultad del alma que puede activarse en la intuición "espiritual".

Contra esto podría objetarse que en un tratamiento así el contenido del libro perdería su unidad. No soy de esa opinión. Un relato histórico será tanto más fiel cuanto más se permita que los fenómenos hablen por sí mismos. No puede ser tarea de una presentación histórica combatir el materialismo o distorsionarlo hasta convertirlo en una caricatura, pues dentro de sus límites está justificado. Es correcto representar materialistamente aquellos procesos del mundo que tienen una causa material. Sólo nos extraviamos cuando no llegamos a la comprensión que se produce cuando, al perseguir los procesos materiales, somos conducidos finalmente a la concepción del espíritu. Sostener que el cerebro no es una condición necesaria de nuestro pensar en la medida en que está relacionado con la percepción de los sentidos es un error. También es un error suponer que el espíritu no es el creador del cerebro a través del cual se revela en el mundo físico mediante la producción y formación del pensamiento.

noviembre de 1923
Rudolf Steiner
Traducido por J.Luelmo may2023


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