RUDOLF STEINER
La exploración y la formulación del verbo cósmico en la inhalación y la exhalación
CONFERENCIA 6
Dornach, 1 de abril de 1922.
Ciertas cosas sólo pueden representarse cuando se intenta llegar a la realidad correspondiente a través de imágenes. Con respecto a ciertas cosas, hay que abstenerse de hablar de la manera abstracta e intelectualista en la que estamos acostumbrados a hablar hoy en día. De esta manera intelectualista no se podría representar lo que quiero hablar hoy. Así que este es un requisito previo para todo el tipo de presentación que quiero hacerles hoy. Tomemos, por ejemplo, un espacio interior. Quiero hacerlo lo más sencillo posible.
Tomemos una habitación interior que quizás tenga una ventana aquí (ver dibujo a, b).
Por esta ventana, suponemos, entra la luz en este espacio interior, esta luz se propaga de diversas maneras en el interior. Pero supongamos que el interior está lleno de todo tipo de paredes permeables, una especie de bóveda permeable. Tendríamos, pues, un espacio interior lleno de diversas maneras de tales bóvedas, a través de las cuales la luz se transmite en parte y se refleja en parte de diversas maneras, de modo que este espacio interior estaría lleno de una luz retenida y reflejada de diversas maneras.
fig.1 |
Ahora imaginen que yo dejara fluir vapores a través de este interior, los dejara fluir hacia arriba (rojo). Pero este vapor estaría vivo, sería un ser vivo, sensible. Este vapor fluiría hacia arriba y tendría a su vez, digamos, un canal de escape, para poder fluir de nuevo. Así que fluiría a través de esta luz y fluiría hacia este interior, hacia la luz resplandeciente, luz que ha sido alterada de diversas maneras por estas bóvedas de aquí, cayendo a través de ellas, reflejándose de nuevo. El vapor sentiría lo que percibiría en la luz y luego fluiría lejos. En otras palabras, este vapor sentiría lo que estaba presente en el interior como un resplandor de luz, y de este modo recibiría una imagen interior. Obtendría una imagen en su sensibilidad de lo que está allí brillando con luz en el interior.
fig.2 |
Supongamos ahora que, al cabo de algún tiempo, el vapor, al salir de nuevo, fuera capaz de reproducir lo que ha experimentado allí dentro (violeta). Podríamos tener una especie de instrumento a través del cual el vapor expresaría de alguna manera, digamos tocando notas musicales o algo parecido, lo que ha experimentado en la luz resplandeciente y brillante del interior. Visualicen esta imagen. Y ahora quiero mostrarles esta imagen de una manera diferente. Verán, en lugar de la bóveda he dibujado el interior de la cabeza humana, en lugar de la ventana he dibujado el ojo a través del cual vemos, a través del cual llegan las impresiones de la luz. Lo que he dibujado como una bóveda son las circunvoluciones del cerebro, los nervios que se extienden. La luz entra y se extiende. En lugar del vapor que dibujé allí (ver fig. 1), piensen en el aire inhalado que fluye hacia arriba y escudriña lo que puede brillar y resplandecer en el cerebro a través de la luz, lo que se forma como pensamientos en el cerebro. El aire vuelve a fluir a través del canal espinal.
fig.3 |
En lugar de haber un instrumento, está la laringe humana y puede expresar lo vivido. He aquí una imagen de lo que realmente sucede en la cabeza humana. Pero ahora decimos: Ahora no lo hacemos así, sino que cerramos la ventana aquí, (ver fig.3), creamos una bóveda oscura hacia adentro. Así que cerramos la ventana, ahora tenemos estas bóvedas interiores aquí, y dejamos que el vapor fluya hacia arriba de nuevo (rojo). Ahora no percibimos la luz que cae dentro (fig.1) y se atenúa de diversas maneras, vuelve a caer, sino que ahora las formas que están dentro se perciben como tales. Y a medida que el vapor sensible fluye hacia arriba, será capaz de percibir las formas que hay dentro que alguien hizo una vez, digamos, que un maestro de obras hizo una vez. Así que este vapor será capaz de percibir las obras de este maestro constructor. Cuando el vapor sale entonces, puede expresar de nuevo (en rojo) lo que se ha percibido como las obras del maestro constructor. Pero supongamos que este maestro de obras hubiera construido de una manera muy especial. Supongamos que este maestro constructor era un maestro constructor extraordinariamente universal, y que había convertido lo que había construido en una imagen de todo el universo.
Entonces, con sólo cerrar la ventana, el vapor de su interior escudriñaría los secretos de todo el universo. De otro modo se percibiría lo que brilla desde fuera; pero si se cierra, se percibirá lo que internamente es una imagen de todo el universo. Imaginemos, pues, que tenemos aquí una imagen del universo (fig.3). En la cabeza humana, en las maravillosas circunvoluciones del cerebro, tenemos realmente una imagen de todo el universo. Y si cerramos los sentidos y dejamos que el aire que respiramos fluya por el canal raquídeo hasta la cabeza, hay una forma de explorar los secretos del interior del cerebro. Pero no se puede dejar sentir la respiración de forma desorganizada, caótica, -entonces no se sacará nada de ella-, sino que hay que hacerlo de forma ordenada. Como ya saben, si quieren, digamos, detectar la seda, también hay que palparla de cierta manera. Tiene uno que acercarse a aquello que quiere sentir. Pero cuando se puede hacer eso, cuando uno puede acercarse a lo que quiere sentir, entonces ciertamente se puede encontrar lo que hay que sentir. En la época de la que les he hablado en estos días, cuando la gente quería llegar a conocimientos más elevados regulando su proceso respiratorio, en la época en que el antiguo sistema de yoga de Oriente estaba realmente en su apogeo, -porque de lo que hoy se habla como ejercicio de yoga es a menudo meramente secundario-, había realmente una toma de conciencia: Cuando inhalan, cuando envían la respiración a su cabeza, pueden captar, en la expansión particular del sistema nervioso en su cabeza, los secretos del universo en la imagen de este universo.
No tiene uno mas que actuar de la manera adecuada con el proceso de inhalación. No hablo ahora de lo que hubo después de forma decadente, sino del original. Y el original consistía en esto. Nos decíamos a nosotros mismos: Cuando inhalamos y damos forma a la respiración de tal manera que la enviemos a esta bóveda interior de la cabeza, que es una impresión de todo el universo, pero haciéndolo de tal manera que pongamos en la respiración un sonido que esté entre a y o o entre a y u, es decir, si ponemos a-u en la respiración, entonces le damos forma de tal manera que, al igual que la mano es adecuada para sentir algo en el exterior, el sonido se vuelve adecuado para sentir el misterio del mundo interior. Y si luego continúan este proceso de respiración de tal manera que lo dejan fluir hacia fuera en un estado de ánimo absolutamente devocional hacia lo que han sentido allí, esto se introduce en sus conciencias.
Cuando uno por lo tanto tiene eso que se alcanza al inspirar, al enviar el aliento y escudriñar con él en el a-u, luego, cuando se pone uno en el estado de ánimo devocional, se vuelve devoto del mundo, y vierte lo que ha explorado allí en una devoción absoluta, entonces dejando que el proceso de respiración fluya hacia fuera en «m, en tal proceso de respiración, que se forma interiormente en el “aUm”, uno ha captado pues el secreto del universo, -partiendo de la réplica nerviosa del universo interior. Y se le ha dado vida, vida que puede hacerse consciente en el aire respirado en el sonido «m». En lo que acabo de analizar tienen ustedes un indicio de en qué se basaba el entrenamiento original del yoga. Este entrenamiento de yoga se decía a sí mismo: «En mi cabeza está el secreto de todo el universo. Puedo sentirlo inspirando.
Cuando inspiro, el misterio del universo se revela a través de mí. Yo capto este secreto del universo. Pero sólo puedo conservarlo, porque de lo contrario permanece en el inconsciente, si entonces me vivo a mí mismo en absoluta entrega devocional al universo. Y así, el proceso de inhalación se reconoce configurando el proceso de inhalación hacia la palabra del mundo, hacia aquello que teje y entreteje creadoramente el mundo, y asiéndolo y exhalándolo en absoluta entrega al universo: Inhalación, que es revelación del Verbo cósmico, exhalación, que es condensación interior del Verbo cósmico, confesión del Verbo cósmico. Esto resume la exploración por el hombre del Verbo cósmico y la formulación por el hombre del Verbo cósmico al reconocerlo: La inhalación es la revelación, la exhalación es la confesión, y «aum» es el resumen de la revelación y la confesión, la vivificación del secreto del cosmos dentro de uno mismo, la confesión de este secreto del cosmos dentro de uno mismo. Para nosotros hoy, en nuestra época actual, el tono ha subido más. El tono se vive en lo real, en lo concreto, no en el pensar intelectualista. De modo que podemos decir: La inhalación se convierte en el pensar, y la exhalación se convierte en la vivencia volitiva del pensar. Es decir, descomponemos lo que antes era inhalación como revelación, exhalación como confesión, en ejercicio del pensar y ejercicio de la voluntad, y así obtenemos, -también en el pensar, pero en el pensar practicado en la meditación-, la revelación, y en los ejercicios de la voluntad, que se realizan por otro lado, la confesión de lo revelado. Para la humanidad moderna es así: lo que antes se experimentaba en el mero proceso de respiración, y lo que se formaba en un sonido vocálico en el proceso de inhalación, y en un sonido consonántico en el proceso de exhalación, se vive de un modo más anímico en el pensar interiormente contemplado, el cual, sin embargo, está impregnado por la voluntad en entrega devocional al universo. Así, el proceso es el mismo, sólo que espiritualizado, interiorizado.
Pero también aquí el proceso consiste en percibir la experiencia interior del universo dentro de los misterios y el reconocimiento de este universo, del fundamento intrínseco de este universo. También podemos poner ante nosotros los siguientes pensamientos. Digamos en nuestro interior: El hombre nace de la luz, y su ser interior, el ser interior de su cabeza, es el resultado de la luz. Todo el sistema nervioso es el resultado de la luz. La luz se transmite no sólo a través del ojo, sino también a través de los otros sentidos. El ojo es sólo el que transmite la luz en el sentido más importante. No podemos decir de los ciegos que estén completamente aislados de la luz. La luz trabaja en ellos; lo único que en ellos ha desaparecido la percepción consciente de la luz.
El sonido vive en nosotros. El sonido no sólo vive en el oído, el oído es sólo un órgano de percepción del sonido. Cuando experimentamos un sonido, lo experimentamos con todo el organismo. Siempre experimentamos una sinfonía con todo el organismo. Cuando escuchamos una pieza musical, el proceso interno es en realidad el siguiente: Ponemos todo nuestro proceso respiratorio en un ritmo muy específico, en procesos musicales muy afinados que son desencadenados por la composición. Estas formaciones de nuestro interior aéreo chocan con las formas del cerebro; la forma en que son empujadas hacia atrás nos da la impresión musical. En realidad, se trata siempre de una exploración de la luz a través del sonido. Obsérvese que en nuestro interior se produce constantemente una exploración de la luz a través del sonido.
Tengan en cuenta que en nuestro interior se produce constantemente una exploración de la luz por el sonido. El mundo del sonido dentro de nosotros, el organismo sonoro, es en realidad un órgano sensor de la luz. La luz es en realidad siempre lo exterior, el sonido es en realidad siempre lo interior.
Pensamientos. Inhalación: Revelación
Voluntad. Exhalación: Confesión.
Sentir la luz a través del sonido
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Exterior Interior
Explorando los pensamientos del mundo a través de la voluntad del hombre.
Lo interior escudriña lo exterior. De acuerdo con nuestra naturaleza, en realidad sólo nos captamos a nosotros mismos correctamente cuando nos captamos como un ser especial, surgido de la armonía de las esferas del mundo. Este ser anda a tientas en la luz, y el sonido reconoce, en las configuraciones de la luz, la esencia del mundo. Sólo en nuestra época tenemos realmente una exploración del mundo a través de la voluntad del hombre (ver diagrama). Exploramos los pensamientos del mundo con la voluntad. En efecto, en relación con su cabeza, el hombre es una imagen de todo el cosmos. Al formarse el embrión humano en el vientre materno, también se forma inicialmente como una imagen del cosmos. En primer lugar, el ser humano se forma en el vientre de la madre como una imagen del cosmos. Al principio el ser humano es básicamente un cerebro, una imagen del cosmos. Se puede estudiar el cosmos estudiando el embrión humano en sus primeras etapas.
Sólo más tarde le sobreviene lo que ya no es una imagen del cosmos, pero que debe describirse así: «Si tenemos aquí la tierra, con el ser humano encima, entonces, -tomando una porción del embrión-, paralelas a la superficie, se añaden las fuerzas que orbitan la tierra a ritmos. Se forma el organismo torácico, que en realidad se crea a partir de las corrientes que giran alrededor de la tierra. Si lo desean, estas corrientes se hallan reproducidas en las costillas. Finalmente viene el efecto del propio organismo de la tierra. Allí las corrientes son enviadas hacia arriba desde abajo: En las dos piernas tienen ustedes la expresión exacta de cómo corren estas corrientes.
De modo que puedo dibujar al ser humano como corrientes que emanan de la tierra, como corrientes que circundan la tierra, que están conectadas con su organismo torácico, y en la parte de arriba como la cabeza, la imagen de todo el universo. Lo que tiene lugar, a lo largo de toda la vida, en la cabeza es en realidad siempre una imagen de todo el universo. El ser humano, al tener el organismo de la cabeza, lleva en sí mismo una imagen de todo el universo. Sólo tiene que percibirla. No podría percibirlo si no estuviera organizado para ello desde la tierra. En realidad, la tierra percibe el universo gracias al ser humano: el organismo torácico es el mediador. La inhalación se efectúa desde el cosmos, la exhalación se efectúa desde la tierra. El cosmos nos da oxígeno puro, la tierra hace que este oxígeno se compenetre con el carbono y se forme así el aire exhalado que nos hace morir. Pero a medida que este aire muerto se forma, se hace posible el entendimiento. El entendimiento siempre tiene que ver con lo que muere en el hombre. En realidad morimos a causa de nuestro entendimiento, vivimos a causa del cosmos. Pero viviríamos muy deprisa si sólo nos dedicáramos al cosmos.
El cosmos nos proporciona la mayor parte de la vida durante nuestro estado embrionario, después el área circundante de la tierra nos va dando mas vida, para darnos más tarde de lo que brota de la tierra. De este modo, la vida que el cosmos da a nuestro organismo se imparte hasta que se consume el quantum de vida que el cosmos nos da. El cosmos nos vivifica, la tierra nos mata como organismo físico y también como organismo etérico. Sólo que el cosmos tiene una parte preferente en nuestro organismo etérico, y nuestra tierra tiene una parte preferente en nuestro organismo físico.
Si consideran todo esto y se dicen a sí mismos: Una vez se llevó a cabo un proceso regulado de respiración para el cultivo del conocimiento superior, llevado a cabo con el propósito de explorar los secretos del universo en el hombre. Entonces se darán cuenta de cómo se sentía internamente, en los tiempos de las aspiraciones humanas primordiales; de cómo estaba conectado con todo el universo, y de cómo quería experimentar el verbo cósmico mediante el proceso de inspiración, de cómo él quería ofrendarse al verbo cósmico mediante el proceso de espiración; de cómo quería situarse conscientemente en el proceso cósmico con la respiración yoga. Inconscientemente, por supuesto, el hombre siempre está en este proceso cósmico.
Partiendo de la descripción externa de esta respiración de yoga dada hoy, no se obtiene ningún conocimiento real de lo que realmente se pretendía con ella. Sino que dicho conocimiento real se logra, esforzándose por alcanzar tal conocimiento a través de la ciencia espiritual antroposófica actual. La gente no tiene ningún documento sobre cómo era originalmente. En los tiempos en que tenemos documentos al respecto, estas cosas ya no estaban disponibles en su forma original. Los verdaderos secretos del origen del hombre en la tierra deben ser descubiertos sin documentos, de lo contrario hay que prescindir de ellos. Por lo tanto, quien quiera llegar a las cosas sólo a través de documentos externos que se han conservado de tiempos más antiguos, no los encuentra, pero sólo se les ocurrirá quien pueda mirar hacia atrás en condiciones mucho más originales que las que se manifiestan en los documentos externos. El secreto de la oración oriental Aum, si puedo llamarla así, -podría decir también: la fórmula Aum del conocimiento, pues contenía ambas cosas-, sólo puede descubrirse si se conoce realmente la conexión del hombre con el mundo al inhalar y exhalar. Si uno sabe que, al igual que el aire, que de otro modo no da ciertos tonos, se forma en ciertos tonos tan pronto como uno tiene cuerdas afinadas de manera diferente, que el aire inhalado, que uno envía a través del cerebro con el sonido Aum, expresa interiormente todo el misterio del mundo, si uno sabe esto, entonces conoce la conexión humana con el universo. Se siente en lo que uno realmente se ha convertido. Cuando el hombre vivía en el mundo anímico-espiritual antes de su concepción, estaba en el mundo espiritual. Pero al descender ahora, atraviesa toda la configuración del cosmos en el éter, recoge el éter. En este momento él absorbe todos los secretos del universo, entonces gradualmente los imprime en su cerebro. Y el niño muy pequeño en realidad todavía imprime en el cerebro lo que el alma ha experimentado del misterio total del universo.
Y más tarde se vuelve a encontrar este secreto cuando uno se esfuerza interiormente, -en la antigüedad en la respiración y ahora con el pensar-, por experimentar de nuevo este secreto del mundo. La fuerza del pensar, que no es otra cosa que una fuerza de la respiración diluida, también se configura cuando se canaliza realmente a través del cerebro. El hombre moderno no hace esto. El hombre moderno no canaliza realmente la fuerza del pensar a través del cerebro, sino que oye por todas partes las palabras que se pronuncian en su idioma y en las que también viven los pensamientos en su interior, y entonces canaliza a través de sí mismo lo que interiormente repite como un loro de su acervo nacional. Y al hacerlo no conquista nada en cuanto a conocimiento interior, sino que a lo sumo escribe libros sobre el hecho de que uno sólo tiene lenguaje y no puede reconocer nada a través del lenguaje. Escribe entonces una crítica del lenguaje porque no tiene ni idea de lo que encuentra el poder del pensar, porque sólo conoce lo que está, por así decirlo, registrado en las palabras. El hombre moderno no es más que una caja de resonancia de palabras. Y si es perspicaz, como Fritz Mauthner, entonces escribe libros sobre el hecho de que las palabras en realidad no contienen nada sobre la esencia del mundo. Pero eso no le acerca a uno al ser humano. Ni le acerca al mundo, especialmente a la relación del hombre con el mundo. Debemos darnos cuenta de que es una verdad profunda que el hombre es «hombre» a causa del aliento divino, mediante la inhalación del aire. Porque a través de esta inhalación, descubre el mundo entero dentro de sí mismo, descubre que él es un microcosmos. Si reflexionan ustedes sobre todos los aspectos de lo que acabo de explicar hoy, verán que poco a poco encontrarán conexiones muy significativas. No hay por qué pensar que es una rareza que al principio sólo haya pintado un cuadro. Es necesario que no caractericemos estas cosas con nuestras palabras abstractas, sino que intentemos acercarnos a los hechos a través de imágenes. Con esto les he indicado, creo, un capítulo muy importante de la ciencia espiritual antroposófica y lo desarrollaré más mañana.
Traducido por J.Luelmo nov.2024
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