Índice
RUDOLF STEINER
Cristianismo exotérico y Cristianismo esotérico
CONFERENCIA 7
Dornach, 2 de abril de 1922.
El desarrollo de la humanidad ha quedado preservado en aquellos documentos que se han conservado como documentos religiosos o como otros documentos de cosmovisión. Pero siempre hay que subrayar que además de estos documentos, que hablan a toda la humanidad a través de los tiempos y que tienen su justificación profunda en su obra externa, existen los que podemos llamar documentos esotéricos. Cuando se ha hablado en un sentido más profundo del conocimiento humano y de la visión humana del mundo, siempre se ha distinguido entre una enseñanza exotérica, a través de la cual se reconocen las cosas más externamente, y una enseñanza esotérica, que sólo puede ser penetrada por aquellos que han adquirido la preparación adecuada para ello en su propia mente. Así pues, hay que distinguir entre la visión exotérica y la visión esotérica para el propio cristianismo, especialmente para el centro espiritual del cristianismo, el Misterio del Gólgota. La visión exotérica está contenida en los Evangelios para todo el mundo. Junto a esta visión exotérica siempre ha habido un cristianismo esotérico para aquellos que querían preparar sus mentes de una manera apropiada para la recepción de tal cristianismo esotérico. Ahora bien, lo más importante en este cristianismo esotérico es lo que puede saberse del trato del Cristo resucitado, el Cristo que pasó por la muerte, con aquellos de sus discípulos que fueron capaces de comprenderle. Como ustedes saben, en realidad los Evangelios sólo hablan del diálogo de Cristo con sus discípulos de forma alusiva y temporal. Si bien lo que se dice en los Evangelios sobre este contacto entre el Cristo resucitado y sus discípulos, permite intuir que al desarrollo terrenal se incorporó algo muy especial, a través del Cristo resucitado, sin embargo, si no se avanza hacia lo esotérico, no deja de ser mas que una mera corazonada. Sin embargo, estos presentimientos encuentran un importante aporte cuando añadimos la confesión de Pablo. Esta confesión de Pablo parece tener una importancia muy especial en relación con el desarrollo terrenal, pues Pablo expresa su convicción de que sólo pudo creer en Cristo a partir del momento en que Cristo se le apareció a través del acontecimiento de Damasco, fue entonces cuando pudo tener la impresión de que Cristo había pasado por la muerte y seguía vivo después de la muerte. Pablo recibió la visión del Cristo vivo a través del acontecimiento de Damasco, y sólo hay que considerar lo que esto significa en boca de Pablo.
¿Entonces, por qué Pablo no pudo convencerse de la verdad del ser de Cristo antes de pasar por el suceso de Damasco? Hay que darse cuenta de lo que significaba para Pablo, que en cierto modo estaba iniciado en las enseñanzas hebreas, que según el juicio humano el ser que estaba allí como el Cristo Jesús fuera condenado a una muerte ignominiosa en la cruz. Al principio Pablo no podía imaginarse que de alguna manera las antiguas profecías pudieran haberse cumplido en relación con un ser que según la ley pudiera haber sido condenado por los hombres a una muerte ignominiosa en la cruz. Al principio Pablo no podía imaginarlo. Hasta el acontecimiento de Damasco, dicha clase de muerte fue, por así decirlo, la prueba plena para Pablo de que Jesús de Nazaret no podía haber sido el Mesías, porque tuvo que sufrir la muerte ignominiosa en la cruz. Y sólo cuando Pablo hubo experimentado la aparición de Damasco, a pesar de la cual Jesús de Nazaret, o más bien el ser encarnado en Jesús de Nazaret, había pasado por la muerte ignominiosa en la cruz, sólo después de que Pablo pudo obtener esta certeza del acontecimiento, de la aparición de Damasco, se convenció de la verdad del Misterio del Gólgota.
Así que esto significa algo extraordinariamente grande, precisamente porque Pablo lo revela como su convicción. Ahora bien, las tradiciones que aún existían en los primeros siglos cristianos ya no existen hoy. A lo sumo, siguen existiendo como notas históricas externas en sociedades secretas individuales que no las comprenden. Lo que va más allá de la escasa información sobre el Cristo después del Misterio del Gólgota, debe ser encontrado de nuevo hoy a través de la ciencia espiritual antroposófica. Hay que volver a encontrarlo, por así decirlo: ¿Qué dijo Cristo resucitado? ¿Qué dijo a aquellos discípulos que estaban presentes y que no se recogen en los Evangelios? Pues lo que se recoge en los Evangelios de los discípulos que se encontraron con Cristo Jesús en el camino de Emaús, por ejemplo, o lo que por otra parte se recoge de los apóstoles, está siempre inmerso en una tradición tal que se trata de las mentes más simples posibles que no pudieron penetrar hasta lo esotérico. Así que hay que ir más allá y preguntar: ¿Qué dijo Cristo a sus discípulos verdaderamente iniciados después de su resurrección? Si se quiere entender esto, hay que empezar desde el punto de vista de cómo la gente en la antigüedad podía sintonizarse en toda su constitución anímica con el Misterio real del Gólgota, y cómo podían entonces sintonizarse por este acontecimiento del Gólgota.
Es extraordinariamente difícil para la gente de hoy comprender una verdad importante sobre los primeros tiempos del desarrollo humano en la tierra, la verdad de que las primeras personas que caminaron sobre la tierra no tenían el tipo de conocimiento que hoy llamamos conocimiento. A través de sus atávicas habilidades clarividentes, estas primeras personas que caminaron sobre la tierra pudieron recibir la sabiduría de los dioses. Esto significa nada menos que: pudieron ser enseñados por entidades divinas que descendieron a la tierra desde el reino de las jerarquías superiores, naturalmente de forma espiritual, y luego también enseñaron a las almas de forma espiritual. Tales enseñanzas de los propios seres divinos, que descendían de los mundos espirituales a la tierra, eran bien conocidas en los tiempos antiguos de la evolución humana en la tierra. Se trataba de un estado de éxtasis en el que los hombres podían entrar, -sobre todo los que habían pasado por la iniciación en los Misterios-, estado durante el cual se encontraban en su mayor parte fuera de su cuerpo con su alma, de modo que no dependían de las percepciones sensoriales externas, no dependían de una conversación externa, por ejemplo, que hubiera tenido que llevarse a cabo con la boca, sino que podían recibir mensajes de los dioses de una manera espiritual. No recibían en lo que hoy llamamos un sueño, sino en un diálogo espiritual vivo con los seres divino-espirituales lo que ellos consideraban su sabiduría real. Esta sabiduría se refería en primer lugar a la información que los dioses daban al hombre sobre la estancia de las almas humanas en el mundo divino-espiritual antes de su descenso a un cuerpo terrenal. Lo que las almas experimentaban antes de descender a un cuerpo terrenal a través de la concepción fue enseñado al hombre por los dioses en el estado que he descrito. La gente tenía la sensación de que en realidad sólo se les recordaba algo. Pensaban que al darles los dioses estos mensajes se les estaba recordando lo que habían experimentado en el mundo anímico-espiritual antes del nacimiento o de la concepción. Todavía se puede oír en Platón que tal cosa era ciertamente así en los tiempos antiguos. De modo que hoy podemos remontarnos a una sabiduría divino-espiritual que los hombres recibían aquí en la tierra en los estados caracterizados, no se puede decir en absoluto en el sentido impropio, sino en el sentido muy propio: de los propios dioses. Esta sabiduría era de un tipo muy especial. Pues era tal que los hombres de la tierra no sabían nada de la muerte, por extraño que esto suene al hombre moderno. Como he dicho, hoy les sonará extraño, y sin embargo es así que los habitantes más antiguos de la tierra no sabían nada de la muerte; porque el niño no sabe nada de la muerte. Las personas que fueron enseñadas de esta manera, como he indicado, y que a su vez extendieron esta enseñanza a otras personas que también tenían clarividencia atávica, estas personas se dieron cuenta inmediatamente de que sus almas habían descendido de mundos divino-espirituales, habían entrado en un cuerpo y volverían a salir del cuerpo, y contemplaron este progreso de la vida anímico-espiritual. El nacimiento y la muerte se les aparecían como una transformación, no como algo que es el principio y el fin de algo. Si se quisiera dibujar esquemáticamente, se podría decir que el alma humana era vista como capaz de seguir desarrollándose, y la vida terrenal era percibida como un punto de inflexión.
Pero el punto
a y el punto
b, no se veían como el principio y el fin, sino que veían la vida espiritual fluyendo. También se veía que la gente moría.
No esperarán que compare precisamente a estas personas más antiguas con los animales, porque estas personas más antiguas, aunque eran cercanas a los animales en cuanto a su apariencia externa, tenían una vida anímico-espiritual superior en su interior. Una vez expliqué esto aquí. Pero así como un animal de hoy tampoco comprende algo de la muerte cuando ve a otro animal muerto, lo que aquella gente comprendía de la muerte era tan poco, que sólo tenía el concepto de que lo anímico-espiritual se escapaba. La muerte pertenecía a la maya, a la gran ilusión. No causaba ninguna impresión especial en la gente. Sólo conocían la vida. Aunque veían la muerte, no la conocían. No estaban implicados en la muerte con su vida anímico-espiritual. Solo veían la vida humana desde adentro. Cuando miraban detrás del nacimiento, esta vida humana se extendía más allá del nacimiento hacia lo espiritual. Cuando miraban detrás de la muerte, la vida anímico-espiritual se extendía de nuevo más allá de la muerte hacia lo espiritual. El nacimiento y la muerte no tenían importancia para la vida. La gente sólo conocía la vida, no la muerte. La gente emergía gradualmente de este estado. Y si ustedes siguen el desarrollo de la humanidad en su progresión desde los primeros tiempos hasta el Misterio del Gólgota, pueden decir que la gente se fue familiarizando cada vez más con la muerte como algo que les causaba impresión. Su alma se entrelazaba con la muerte y se convertía en una cuestión emocional: ¿Qué le ocurría al alma cuando una persona pasaba por la muerte? En los primeros tiempos, la gente no se enfrentaba a la cuestión de la muerte como el final. Como mucho, se preguntaban por el tipo especial de transformación. Se preguntaban si es el aliento el que sale del ser humano y fluye, y así el alma pasa a la eternidad, o tenían una idea diferente de cómo fluye la vida anímico-espiritual. Pensaban en la naturaleza de este flujo, pero no pensaban en la muerte como fin de la vida. Cuando se acercó el Misterio del Gólgota, sólo entonces la gente sintió realmente que la muerte tiene un significado, que la vida terrenal es algo que tiene un final. Por supuesto, no se trataba de una cuestión científica formulada filosóficamente, sino que se depositaba en el alma como un sentimiento. La gente tenía que llegar a este sentimiento en la vida terrenal, porque el entendimiento, el intelecto, tenía que penetrar en la vida terrenal para el desarrollo de la humanidad. Pero el intelecto depende de que seamos capaces de morir. Esto lo he explicado a menudo. Así que el hombre tuvo que enredarse en la muerte. El hombre tuvo que aprender sobre la muerte. la gente de los tiempos antiguos, en los que no se conocía la muerte, carecía de intelecto. La gente obtenía sus ideas a través de inspiraciones del mundo espiritual, no las pensaban. No tenían intelecto. Pero el intelecto debía afianzarse. Y este intelecto sólo puede afianzarse debido al hecho de que, -expresémoslo de un modo espiritual-, el hombre puede morir, de que lleva continuamente dentro de sí las fuerzas de la muerte. De un modo físico se podría decir: la muerte sólo puede producirse porque el ser humano deposita sales no sólo en el resto de su cuerpo, sino también dentro de su cerebro, es decir, deposita componentes minerales-sólidos, componentes muertos. El cerebro contiene constantemente la tendencia a los depósitos de sales (
* ver GA128), a las formaciones óseas que no se han materializado. Así, el cerebro contiene continuamente la tendencia a la muerte. Esta inoculación de la muerte tenía que venir sobre la humanidad.
Y de esta necesidad, de que la muerte desempeñara realmente un papel en la vida humana, lo único que surgió fue el conocimiento externo de la muerte. Si las personas hubieran seguido siendo como eran en la antigüedad, que en realidad no conocían la muerte en absoluto, entonces nunca podrían haber desarrollado un intelecto, porque el intelecto sólo es posible en un mundo en el que reina la muerte. Así es como puede verse desde el lado humano. Pero también se puede ver desde el lado de las jerarquías superiores. La situación es algo diferente. Las jerarquías superiores contienen en su esencia las fuerzas que formaron Saturno, el sol, la luna y finalmente la tierra. Si las jerarquías superiores hubieran pronunciado entre sí, por así decirlo, su enseñanza hasta el Misterio del Gólgota, habrían dicho:
Podemos formar la tierra a partir de Saturno, el sol y la luna. Pero si la tierra, sólo contuviera dentro de sí lo que pudimos incorporar de Saturno, el sol, la luna, nunca se habrían desarrollado seres que sepan algo de la muerte, que puedan por tanto desarrollar el intelecto dentro de sí. Nosotros, como tales jerarquías superiores, somos capaces de dejar surgir de la Luna una Tierra en la que los seres no saben nada de morir, pero en la cual tampoco pueden desarrollar el intelecto. Es imposible para nosotros, jerarquías superiores, modelar la tierra de tal manera que proporcione las fuerzas para que las personas desarrollen el intelecto. Allí debemos permitirnos involucrarnos con un ser completamente diferente, un ser que viene de caminos distintos a los nuestros, el ser ahrimánico. Ahriman es un ser que no pertenece a nuestra jerarquía. Ahriman entra en la corriente evolutiva de una manera diferente. Debemos involucrarnos con este Ahriman. Si toleramos a Ahriman dentro de la evolución terrestre, si le concedemos una parte, entonces nos trae la muerte y, por tanto, el intelecto, y podemos dar cabida en el ser humano a la muerte y el intelecto. Ahriman conoce la muerte. La conoce porque está entrelazado con la tierra, porque ha recorrido caminos a través de los cuales está conectado con el desarrollo de la tierra. Es un conocedor, un sabio de la muerte. Por lo tanto, también es el maestro del intelecto. Los dioses tuvieron que involucrarse con Ahriman, si se puede decir así. Tuvieron que decirse a sí mismos: La evolución no puede progresar sin Ahriman.
La cuestión es que Ahriman puede ser absorbido por la evolución. Pero si Ahriman es absorbido por la evolución y ahora se convierte en el señor de la muerte y, por tanto, del intelecto, entonces la tierra ya no es nuestra, entonces Ahriman, que sólo tiene interés en intelectualizar toda la tierra, reclama la tierra para sí.
Los dioses se enfrentaban a la gran cuestión de perder en cierto modo el control de la tierra a manos de Ahriman. Sólo había una posibilidad: que los propios dioses aprendieran algo que no podían haber aprendido en sus mundos de dioses, que no estaban impregnados por Ahriman, que los propios dioses aprendieran sobre la muerte en la tierra a través de uno de sus emisarios, el Cristo. Un dios tenía que morir en la tierra, y tenía que morir de tal manera que esto no se debiera a la sabiduría de los dioses, sino al error humano que se impondría si sólo Ahriman tuviera el dominio. Un dios tenía que pasar por la muerte, y tenía que vencer a la muerte. De modo que el Misterio del Gólgota significó para los dioses: el enriquecimiento de sus conocimientos a través de la sabiduría de la muerte. Si ningún dios hubiera pasado por la muerte, la tierra se habría vuelto completamente intelectualista sin entrar nunca en la evolución que los dioses habían previsto para ella desde el principio.
La gente no conocía la muerte en la antigüedad. Pero aprendieron sobre la muerte. Tuvieron que enfrentarse a la sensación: Con la muerte, es decir, con el intelecto, entramos en una corriente de desarrollo completamente diferente de aquella de la que venimos. Ahora bien, el Cristo enseñó a sus iniciados que había venido de un mundo en el que la muerte era desconocida; había aprendido sobre la muerte en la tierra, había vencido a la muerte. - Si se comprende esta conexión entre el mundo terrenal y el mundo divino, entonces se sabe cómo reconducir el intelecto hacia la espiritualidad. Así es como se podría expresar aproximadamente el contenido de las enseñanzas esotéricas que el Cristo dio a sus discípulos iniciados. Lo que les dio fue precisamente la enseñanza de la muerte tal como aparece desde el escenario del mundo de los dioses. Si uno desea darse cuenta de toda la profundidad de esta enseñanza esotérica, ha de quedar claro para el hombre que comprende toda la evolución de la humanidad, que los dioses han conquistado a Ahriman aprovechando sus poderes para la tierra, pero han debilitado su poder al llegar a conocer ellos mismos la muerte en el ser del Cristo. En efecto, los dioses han introducido a Ahriman en la evolución terrestre, pero al utilizarlo le han obligado a descender a la evolución terrestre, no a llevar a cabo su propio gobierno hasta el final. Quien ha llegado a conocer a Ahriman desde el Misterio del Gólgota, y quien lo conoció antes, sabe que Ahriman ha estado esperando el momento histórico-mundial en que pudiera intervenir de tal manera que este efecto no sólo se ejerciera sobre el inconsciente y el subconsciente de los hombres, como ha sido desde los tiempos atlantes -lo saben por mi «Ciencia Oculta»-, sino que también pudiera intervenir en la conciencia de los hombres.
Si se quieren aplicar expresiones humanas a la voluntad divina, debería decir: Ahriman esperó con anhelo el momento en que pudiera penetrar la conciencia humana con su poder. Ahora se sorprendió al descubrir que no había sabido antes sobre la decisión divina de enviar a la tierra a un ser, el Cristo, que atravesó la muerte. Esto hizo posible la intervención de Ahriman, pero su dominio real se vio truncado. Desde entonces Ahriman ha aprovechado todas las oportunidades para llevar a las personas al mero uso de su intelecto; incluso hoy Ahriman no ha renunciado a la esperanza de que logrará llevar a las personas al mero uso de su intelecto. ¿Qué significaría eso? Si Ahriman lograra inculcar completamente en la gente la convicción, de modo que toda otra convicción desapareciera de la tierra, de que el hombre sólo puede vivir en su cuerpo, de que no puede separarse de su cuerpo como ser anímico-espiritual, entonces el alma humana estaría tan embargada por la idea de la muerte que Ahriman podría ejecutar fácilmente sus planes. Esto es lo que Ahriman siempre espera. Y se puede decir, por ejemplo, que en la mente de Ahriman, -si se puede hablar de mente con Ahriman, pero es comparativo-, había una alegría especial, -siempre uso expresiones humanas para eso para lo que en realidad habría que idear otras-, que en la mente de Ahriman había una alegría especial en el tiempo desde los años cuarenta del siglo XIX hasta hacia finales del siglo XIX, porque en el dominio predominante del materialismo Ahriman podía esperar de nuevo su dominio sobre la tierra. Incluso fue posible que la teología se volviera materialista durante este período. He mencionado cómo la teología se ha vuelto anticristiana, cómo el teólogo de Basilea Overbeck escribió un libro en el que intentaba demostrar que la teología moderna ya no es cristiana en absoluto. Otra vez Ahriman podría esperar. Y una oposición a Ahriman en realidad sólo está presente hoy en día en tales enseñanzas como las que fluyen a través de la antroposofía. Cuando, a través de la antroposofía, la independencia del ser anímico-espiritual, independiente del ser físico, se vuelve clara para las personas, entonces Ahriman debe primero renunciar a su esperanza.
Esta lucha del Cristo contra Ahriman ya es posible de nuevo, de modo que una idea de ella puede surgir en el Evangelio en el relato de la tentación. Pero el asunto sólo puede comprenderse plenamente si uno se da cuenta, como he explicado a menudo aquí, de que Lucifer desempeña un papel más importante en el desarrollo anterior de la humanidad y que Ahriman sólo ha tenido influencia sobre la conciencia humana desde la época del Misterio del Gólgota. Antes de eso también tuvo una influencia sobre la humanidad, pero no realmente sobre la conciencia. Si se mira dentro de la mente humana, hay que decir que el punto más importante en la evolución terrenal de la humanidad es cuando el hombre aprende a reconocer que en el impulso Crístico vive un poder a través del cual él mismo, cuando se une a él, vence a la muerte en sí mismo. Visto desde el mundo espiritual exterior, esto significa que desde el lado de las jerarquías pertenecientes a Saturno, Sol, Luna, Tierra, etc., Ahriman ha sido atraído hacia la evolución terrestre, pero sus pretensiones de poder han sido limitadas al ponerlas al servicio de la evolución terrestre. En cierto modo, Ahriman se ha visto obligado a entrar en la evolución terrestre. Sin él, los dioses no habrían podido introducir el intelectualismo en la humanidad. Si a través del acontecimiento Crístico no se hubiera roto la cúspide del dominio de Ahriman, éste habría intelectualizado interiormente toda la Tierra y la habría materializado exteriormente. En el Misterio del Gólgota no sólo se trata de un acontecimiento místico interior, sino ciertamente de un acontecimiento exterior que, sin embargo, no debe representarse en el sentido de una investigación histórica material externa, sino que debe representarse de tal manera que signifique la incorporación del ahrimanismo al desarrollo terrenal, pero al mismo tiempo, en cierto modo, la superación del ahrimanismo. Así tenemos una batalla de los dioses que tuvo lugar a través del Misterio del Gólgota. El hecho de que allí tuviera lugar una batalla de los dioses era algo que también formaba parte del contenido de las enseñanzas esotéricas que el Cristo enseñó a sus discípulos iniciados después de su resurrección.
Si describiéramos lo que prevalecía allí como cristianismo esotérico, entonces podríamos decir que la gente en los antiguos tiempos de la evolución terrenal sabía que estaba conectada con los mundos de los dioses. Conocían los mundos de los dioses a través de las revelaciones que les he descrito. Pero de estos mundos de los dioses no podía llegarles ninguna comunicación sobre la muerte, porque en estos mundos de los dioses la muerte no existía, y para el propio hombre la muerte no existía, en el sentido de que sólo se podía reconocer la progresión firme y continua de su alma y su espíritu a través de las instituciones de los dioses. El hombre veía acercarse aquí el sentido de la muerte. Pudo adquirir un cierto poder de aferrarse al Cristo para superar la muerte, es decir, el desarrollo humano interior. Pero la enseñanza esotérica que el Cristo proporcionó a sus discípulos iniciados consistió precisamente en el hecho de que él les contó, que lo ocurrido en el Gólgota es el reflejo de acontecimientos sobrenaturales, de una relación que tuvo lugar entre los mundos de los dioses, que están conectados con Saturno, el sol y la luna, y con la tierra anterior, y Ahriman. Que uno no puede limitarse a mirar la cruz del Gólgota como la expresión de algo terrenal, sino que la cruz del Gólgota tiene un significado para todo el cosmos, ese era el contenido del cristianismo esotérico. Tal vez se pueda tener una idea de lo que se entiende por cristianismo esotérico si se expresa el asunto así: Supongamos que dos discípulos esotéricos de Cristo, que avanzaban cada vez más en su aceptación del cristianismo esotérico, hablaban entre sí cuando aún luchaban por salir de la duda. Uno podría haberle dicho al otro: El Cristo que nos enseña ha descendido de los mundos conocidos desde la antigüedad. Sabían de los dioses, pero de aquellos dioses que no podían hablar de la muerte. Si sólo hubiéramos permanecido con ellos, nunca habríamos aprendido de la naturaleza de la muerte. Los propios dioses tuvieron primero que enviar un ser a la tierra para aprender la naturaleza de la muerte a través de uno de los suyos. Lo que los dioses tuvieron que hacer para conducir el desarrollo terrenal hacia el fin correcto parece que nos lo enseña Cristo tras su resurrección. Cuando le seguimos, aprendemos algo que la gente no ha podido saber hasta ahora. Aprendemos lo que los dioses han hecho entre bastidores de la existencia del mundo para promover el desarrollo terrenal de la manera correcta. Aprendemos cómo trajeron a las fuerzas de Ahriman y no permitieron que se convirtieran en la ruina de la humanidad, sino para el beneficio de la humanidad. Había algo profundamente conmovedor en lo que se le impartió a los discípulos iniciados, como una enseñanza esotérica del Cristo resucitado.
Y un discípulo como el que acabo de citar podría haber seguido diciendo: Hoy ya no sabríamos nada en absoluto de los dioses, porque estamos enredados en la muerte, si el Cristo no hubiera muerto y resucitado y, tras su resurrección, nos hubiera comunicado las experiencias de los dioses a través de la muerte. Como humanos, nos hundiríamos en una época en la que ya no podríamos saber nada de los dioses. Los dioses buscaron un camino para poder hablarnos de nuevo. Y este camino pasaba por el Misterio del Gólgota. El hecho de que la gente volviera a acercarse a lo divino, del que se había distanciado, fue lo esencial que pasó del cristianismo esotérico a los discípulos. Los discípulos estaban imbuidos de esta enseñanza estremecedora en los primeros tiempos del desarrollo cristiano. Y muchos hombres, de los que en la historia sólo se nos habla por detalles externos, llevaban dentro de sí el conocimiento que sólo podía haberles llegado o bien por haber tenido la enseñanza del propio Cristo resucitado en los primeros tiempos, o bien por haber estado en relación con maestros que habían tenido esta misma enseñanza. Más tarde todas estas cosas se exteriorizaron. Se exteriorizaron tanto que los primeros predicadores del cristianismo concedían gran importancia a poder decir que habían tenido un maestro que seguía siendo alumno de un discípulo de los apóstoles. Se trataba de un desarrollo continuo, de modo que el que les enseñaba aún había visto a uno que había visto a un apóstol y, por tanto, a uno que había llegado a conocer al Señor mismo después de su resurrección. Este desarrollo vivo todavía se valoraba en los primeros siglos; pero al llegar a la humanidad posterior, ya se había exteriorizado. Se había convertido en una representación histórica externa. Pero esencialmente se remonta a lo que acabo de caracterizar para ustedes aquí. Y la incorporación del intelecto, que comienza sobre todo en el siglo IV, V después del Misterio del Gólgota, que experimenta luego el vuelco especial en el siglo XV, donde comienza el quinto período post-atlante, este desarrollo del intelecto lo llevó al punto de que ya no se tenía la antigua sabiduría, a través de la cual aún se podían comprender tales cosas, y la nueva sabiduría aún no estaba desarrollada.
La gente olvidó durante una época, por así decirlo, lo que era esotéricamente importante en el cristianismo. Como ya he dicho, quedaron notas al respecto en las sociedades secretas, pero sus miembros, en todo caso en los tiempos modernos, ya no comprenden a qué se refieren estas notas; en realidad se refieren al hecho de que las enseñanzas fueron dadas por el Cristo resucitado a ciertos discípulos iniciados. Supongamos que la antigua enseñanza hebrea no hubiera sido regenerada por el cristianismo, porque tendría que haber sido aquello de lo que Pablo estaba absolutamente convencido antes del suceso de Damasco. Pablo pensaba algo así: Existe una doctrina tradicional. Originalmente existía como una revelación divino-espiritual que había llegado a las personas espiritualmente en tiempos primitivos, como acabo de caracterizarla hoy. Después fue preservada a través de la palabra escrita. En el pueblo hebreo había escribas que sabían por las Escrituras lo que se había conservado de la antigua sabiduría de los dioses. De estos escribas surgió el juicio que condenó a muerte a Cristo Jesús. Así que un hombre como Pablo, cuando todavía era Saulo, se fija en la antigua sabiduría de los dioses.
A partir de esto fluye hasta los escribas de su tiempo lo que esta sabiduría de los dioses ha llegado a ser para el hombre. Cuando hombres destacados se dedicaron a las Escrituras, esta sabiduría de los dioses sólo podía conducir a que se pronunciaran sentencias justas. Un hombre inocente condenado a la muerte de cruz: ¡imposible, imposible! si todo ocurriera como en la condena de Cristo Jesús. Sólo el gobernador romano Poncio Pilato, que ya estaba instintivamente enredado en una visión del mundo completamente distinta, fue capaz de pronunciar la palabra significativa: ¿Qué es la verdad? - Para Pablo, cuando aún era Saulo, no había posibilidad siquiera de pensar que lo que había ocurrido después del justo juicio no debía ser verdad. ¿A qué convicción tuvo que llegar Pablo? A la convicción de que lo que una vez vino de los dioses como verdad puede ser error entre los hombres, que los hombres han sido capaces de convertirlo en error, en un error tan fuerte que el más intachable pasa por la muerte de cruz. Para que quede bien claro, hagamos un dibujo esquemático de esto:
Sabiduría original de los dioses, desciende hasta la sabiduría de los escribas, contemporáneos del Misterio del Gólgota dentro del hebraísmo (blanco). Allí sólo puede haber verdad, debió pensar Saulo. Pero había que pensar de otra manera. Pablo, cuando todavía era Saulo, se dijo: «Si éste es realmente el Cristo, el Mesías, que ha pasado por la muerte de cruz, entonces debe haber error en esta corriente (rojo). Debe haber error mezclado con la verdad, porque debe ser el error el que llevó al Cristo a la cruz; es decir, la antigua verdad de Dios debe haberse convertido en error en el hombre. Por supuesto, Saulo sólo podía convencerse por el hecho de que esto es así. Sólo el propio Cristo pudo convencerle cuando se le apareció, como sucedió en el suceso de Damasco. Pero, ¿qué significaba esto para Saúl? Significaba que la antigua sabiduría de los dioses ya no existía, sino que lo Ahrimánico había fluido en ella. Así Pablo llegó a comprender que el desarrollo de la humanidad había sido tomado por un enemigo, y que este enemigo era la fuente del error en la tierra. Al traer el intelecto, trae también la posibilidad del error, y cuando el error aparece en su forma más grande, se convierte en el error que lleva a la cruz a los que no tienen culpa. Primero hay que llegar a la convicción de que los inocentes pueden ir a la cruz. Esta fue la primera manera de comprender cómo Ahriman se abrió camino en la evolución de la humanidad, y cómo un acontecimiento suprasensible y sobrenatural estuvo presente en la evolución del yo humano cuando tuvo lugar el Misterio del Gólgota. Lo esotérico nunca puede ser meramente místico. Siempre es un gran malentendido reinterpretar el mero misticismo como esoterismo. Lo esotérico es siempre un reconocimiento de hechos que ocurren en el mundo espiritual como tal, que están detrás del velo de lo sensorial. Y detrás del velo de lo sensorial está el desbordamiento entre el mundo de los dioses y el mundo ahrimánico, tal como tiene lugar a través de la muerte de Cristo Jesús en la cruz. Sólo en un mundo, -como Pablo podía sentir ahora-, en el que el ser humano está apresado por los poderes ahrimánicos, puede producirse el error que podría haber conducido a la muerte en la cruz. Y ahora, cuando había comprendido esto, reconocía la verdad del cristianismo esotérico. Por lo tanto, Pablo era definitivamente uno de los que pertenecían a los iniciados en este sentido.
Pero esta iniciación se fue desvaneciendo bajo la influencia del intelectualismo. Y hoy necesitamos volver a un conocimiento del cristianismo esotérico. Hoy necesitamos volver a saber que no sólo lo exotérico pertenece al cristianismo, del que los Evangelios pueden, en efecto, despertar premoniciones. Todavía hoy se habla poco de lo esotérico. Pero la humanidad debe volver a aquello para lo que apenas existen documentos externos, aquello que debe ser visto a través de la ciencia espiritual antroposófica, aquello que el propio Cristo enseñó a sus discípulos iniciados después de su resurrección con la condición de que sólo podía enseñarlo después de haber tenido una experiencia en la tierra que no podría haber tenido en el mundo de los dioses de arriba, pues en el mundo de los dioses no hay muerte hasta el Misterio del Gólgota. Ningún ser había pasado por la muerte allí. Cristo es el primogénito que pasó por la muerte desde el mundo de las jerarquías relacionadas con la evolución terrena en Saturno, Sol y Luna.
La incorporación de la muerte a la vida, ése es el secreto del Gólgota. Antes se conocía la vida sin la muerte, ahora se aprendía la muerte como un componente de la vida, como una experiencia que fortalece la vida. La vida que vivió la humanidad cuando aún no conocía la muerte era más débil. La humanidad debe vivir más fuerte si quiere atravesar la muerte y seguir viviendo. Y la muerte, en este sentido, también significa intelecto. Las personas necesitaban un sentido de la vida relativamente débil cuando aún no tenían que luchar con el intelecto. La antigua humanidad, que recibían el conocimiento
de los mundos divinos en sus revelaciones interiores, no morían interiormente. Ellos siempre permanecían vivos. Podían reírse de la muerte porque permanecían vivos internamente. Los griegos aún hablan de lo felices que eran los antiguos porque antes de morir estaban tan anestesiados interiormente, por así decirlo, que no se daban cuenta de que se acercaban a la muerte. Pero eso ya era el último vástago de esta visión del mundo, que no sabía nada de la muerte. El hombre más nuevo experimenta el intelecto. El intelecto nos hace interiormente fríos, nos hace interiormente muertos. El intelecto nos paraliza. Cuando desarrollamos el intelecto, en realidad no vivimos. Sólo tenemos que sentir que en realidad no vivimos si pensamos que estamos vertiendo nuestra vida en imágenes intelectuales muertas, y que necesitamos una vida fuerte para sentir como una vida creadora, lo que está en la formación muerta del intelecto, si entramos en ese reino donde los impulsos morales provienen del poder del pensar puro, donde aprendemos a comprender la libertad del hombre a partir de los impulsos del pensar puro. Intenté describirlo en mi
«Filosofía de la libertad». Esta «filosofía de la libertad» es en realidad una visión moral que quiere ser una guía para revitalizar los pensamientos muertos como impulsos morales, para llevarlos a la resurrección. En este sentido, el cristianismo interior forma parte definitivamente de esa filosofía de la libertad. He querido utilizar hoy estos argumentos para poner ante sus almas algo del cristianismo esotérico desde un cierto punto de vista. Es necesario en nuestro tiempo, cuando hay tanta controversia sobre la naturaleza exotérica-histórica del cristianismo, señalar esta enseñanza esotérica del cristianismo. Eso es lo que quería hacer hoy. Espero que estas cosas no se tomen a la ligera, sino que se sientan con la gravedad necesaria. Uno siempre tiene la sensación, cuando habla de estas cosas, de que es difícil introducirlas en las palabras ya abstractas del lenguaje actual.
Por eso ayer traté de sintonizar sus almas con esto, representando en imágenes los procesos interiores del hombre, para conducirlos hoy, por así decirlo, del ser humano individual a lo que ahora es, en sentido esotérico, el desarrollo histórico de la humanidad, que retoma el Misterio del Gólgota como algo esencial en sí mismo. Cuando regrese del viaje, tal vez tengamos la oportunidad de considerar la relación del alma humana con el desarrollo del mundo a un nivel diferente.
Traducido por J.Luelmo nov,2024
No hay comentarios:
Publicar un comentario