GA211 Londres, 14 de abril de 1922. Conocimiento e iniciación

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RUDOLF STEINER


Conocimiento e iniciación

CONFERENCIA 9

Londres, 14 de abril de 1922.

La Antroposofía, tal como yo la represento, se basa en los mismos fundamentos de la época actual que cualquier ciencia iniciática de otras épocas. Pero a lo largo de su evolución, la humanidad ha experimentado las más variadas metamorfosis en lo que respecta a su constitución anímica. Dentro de la evolución de la civilización humana, cada época presenta una constitución anímica particular, de gran importancia. Y la ciencia de la iniciación, que se esfuerza por investigar la naturaleza eterna del ser humano y la naturaleza eterna del mundo, también debe guiarse por esta constitución del alma. Para nuestros tiempos es necesaria una ciencia de la iniciación diferente de la que era necesaria, por ejemplo, para la Edad Media, para la antigüedad griega o incluso para épocas más remotas de la civilización humana. La Antroposofía pretende ser una ciencia iniciática que corresponda a las necesidades y anhelos del alma humana actual. Debe partir de la base, de que con la actual cosmovisión científica, el hombre no puede reconocer ni su propia eternidad ni la eternidad del propio mundo, en el sentido de nuestra época. También debe partir de la base de que si ahora el hombre rectifica y pasa de la ciencia exterior hacia sí mismo buscando sumergirse místicamente, tampoco puede llegar a un resultado satisfactorio de este modo. Pues la ciencia exterior no alcanza lo eterno, y la contemplación interior proporciona la fe mística, pero no el tipo de conocimiento que el hombre necesita hoy.
Las indicaciones que he expuesto al principio en unas pocas frases podrían demostrarse detalladamente. Pero presupongo que hoy están presentes aquí, sólo aquellos oyentes honrados que han experimentado desde su propia vida anímica, que la ciencia natural externa no les da ninguna información satisfactoria sobre su propia eternidad y la eternidad del mundo, si pretenden alcanzar un conocimiento real y no una mera ilusión mística interior-.  Preferiré, pues, hablar extensamente de la antroposofía, tal como aquí la entendemos, en relación con la ciencia natural, por una parte, y con la mística, donde a menudo se la busca, por otra. Sólo diré que a partir del espíritu y de la constitución del alma del hombre civilizado, esta antroposofía se esfuerza por conseguir algo que me gustaría llamar clarividencia exacta, visión exacta. Debido a que se esfuerza por esto, encuentra tantos oponentes hoy en día. Y es tan difícil de comprender, a pesar de que en el fondo todas las fuerzas anímicas de la actualidad la anhelan. ¿Por qué es incomprendida? No se comprende porque de entre toda la diversidad de juicios, sentimientos, etc., que se tienen conscientemente en el presente, no se penetra todavía en los anhelos inconscientes, que al fin y al cabo ya están hoy en cada alma humana pensante. 
Estos anhelos indefinidos, estos objetivos inconscientes, exigen que se luche hoy por un conocimiento más profundo, por una comprensión más elevada de lo eterno, y por cierto también mediante ejercicios muy especiales, mediante un desarrollo muy especial del alma humana y de la facultad de conocer, pero con el fin de que estos ejercicios o estos desarrollos puedan plasmarse de la misma manera en que hoy se acostumbra a plasmar el conocimiento en el sentido exacto del todo. Esta Antroposofía quisiera presentarse a sus contemporáneos de esta manera, según el modelo de la ciencia natural exacta y con conciencia científica. Y al mismo tiempo quiere ser un conocimiento para toda mente humana, incluso la más simple, la más ingenua, para que ninguna mente tenga que permanecer cerrada a la captación de lo que concierne a lo eterno, a lo imperecedero dentro del hombre. Y así, habiendo dicho esto simplemente a modo de preparación, quisiera comenzar hoy explicando simplemente cómo llega, esta antroposofía, o ciencia iniciática moderna, a su vía de conocimiento.
Éste camino se basa en primer lugar en comprender la relación entre las tres fuerzas básicas de la vida del alma, el pensar, el sentir y la voluntad, dentro del ser humano. En la vida ordinaria, cuando miramos dentro de nuestra alma, hablamos de pensar, sentir y voluntad. Cuando hablamos de pensar, de representar, también nos damos cuenta de que entonces estamos reflexionando sobre algo dentro de nosotros que en realidad nos hace estar despiertos como seres humanos. Esta vida de representaciones, durante el estado de sueño, es silenciosa, y lo es desde el momento en que nos dormimos hasta que nos despertamos. Toda la conciencia del hombre se encuentra entonces en un estado de obnubilación. Nosotros al percibir el mundo, lo hacemos bajo una luz clara, por así decirlo, en la medida en que podemos percibir tal luz clara con nuestra conciencia ordinaria, cuando esta conciencia está entremezclada con las representaciones de la vigilia. 
Hablemos a continuación de nuestros sentimientos. Aunque interiormente sean quizá lo más importante para nosotros como seres humanos, son menos claros que nuestras representaciones. Éstos surgen ya de profundidades desconocidas de la vida del alma, son iluminados en cierta medida por nuestras representaciones, por nuestros pensamientos, pero no están impregnados de la misma claridad que las propias representaciones. 
Y ¡qué poco claro, -de esto tendremos que hablar más adelante-, qué oscuro es todo lo que se relaciona con los impulsos humanos de la voluntad! Penetran en nosotros, quisiera decir, desde profundidades desconocidas, nos impregnan y nos hacen actuar humanamente. Y sólo en los casos más raros sabemos realmente con claridad lo que sucede en nosotros cuando se produce un impulso de la voluntad.  
Estas tres fuerzas básicas de la vida anímica humana pueden distinguirse por su diferente claridad y por muchas otras cosas. Pero, sin embargo, forman una unidad dentro de toda esta vida anímica humana. Podemos decir que la vida representativa es un polo. Pero también sabemos que queremos algo cuando encadenamos la representación, cuando permitimos que una representación surja de otra. Nuestra voluntad interviene en la vida representativa. Y a su vez, el otro polo, es el volitivo, los impulsos de la voluntad, -entre estos dos, el sentir se sitúa en el centro-. No seríamos humanos si no moldeáramos nuestros actos más importantes de la vida con el saber, si no nos dejáramos influir por las representaciones. Y así podemos decir: Por otro lado, la voluntad está a su vez impregnada por la vida representativa. La formación, el desarrollo de la vida representativa, por una parte, y de la vida volitiva, por otra, es responsabilidad de aquellos que, en el sentido de la antroposofía, pretenden llegar a la ciencia iniciática moderna, a lo que he llamado clarividencia exacta.
Los ejercicios del pensar, por una parte, y los ejercicios de la voluntad, por otra, deben practicarse para que se abra la puerta al mundo supra sensorial, en el que debemos entrar si, por nuestra parte, como seres humanos, queremos reconocernos según nuestro ser eterno, y si queremos reconocer el mundo según lo eterno. Los ejercicios del pensar se llevan a cabo precisamente reflexionando sobre el modo en que la voluntad interviene siempre en el pensar; los ejercicios de la voluntad, por su parte reflexionando sobre el modo en que el pensar interviene en la voluntad. Sólo en la vida ordinaria no prestamos atención a esta voluntad. Para llegar a la iniciación moderna, debemos prestar atención a la voluntad serena que está dentro de la vida representativa. Debemos lograrlo poco a poco mediante los ejercicios que he descrito en mi libro «Cómo alcanzar el conocimiento de los mundos superiores». Esto es precisamente lo que quiero indicar aquí: debemos dejar de lado lo que suele ser lo más importante, el contenido del pensar, y aprender a utilizar la voluntad conscientemente al pensar. Esto se hace de la siguiente manera. Pero, como ya he dicho, aquí sólo puedo insinuar los principios; los venerables oyentes encontrarán todo lo demás en «La Ciencia Oculta en Esbozo» y en «Cómo Alcanzar el Conocimiento de los Mundos Superiores», y en otros libros.
Piensen en una representación fácil de captar, que les resulte completamente clara, como por ejemplo, un triángulo matemático. Sitúenla en el centro de un combinado de representaciones. No importa en absoluto cuál sea el contenido de estas, sino que uno concentre así toda la vida anímica en este único combinado de representaciones, en una meditación del pensar. Debemos ponernos en situación de poder apartar la mirada de todo el resto del mundo, de modo que para nuestra conciencia no haya nada más que la sola representación, el combinado de representaciones. Realizar esto requiere un enérgico esfuerzo anímico. Pero igual que un músculo en particular se fortalece cuando lo usamos una y otra vez, así también fortalecemos nuestra fuerza anímica cuando la usamos una y otra vez. Para unas se requieren meses, para las otras años. Si concentramos toda esta fuerza anímica una y otra vez, vigorosamente, en un complejo de representaciones, en una idea, al cabo de un tiempo se fortalecerá. Después de algún tiempo se puede tener una experiencia inicialmente interior, demoledora. Esta experiencia estremecedora consistirá en el hecho de que uno se ha fortalecido y energizado interiormente hacia una forma de pensar completamente nueva, hacia una forma de pensar que no tenía antes. Lo que se ha logrado puede describirse fácilmente de la siguiente manera. 
Cuando nos enfrentamos al mundo ordinario, las impresiones sensoriales que recibimos son muy vívidas. Vivimos vigorosamente en estas impresiones sensoriales, vivimos vigorosamente en el mundo coloreado, en el mundo del sonido, en el mundo del calor y del frío, o en los demás estímulos sensoriales. Por el contrario, los pensamientos de la conciencia ordinaria son débiles. Basta con que cada cual recuerde, cuán débil es su vida mental, comparada con su vida en las percepciones sensoriales. Finalmente conseguimos que la vida del pensar sea tan viva, tan vigorosa, como lo es, por su parte, sólo la vida de los sentidos. Esta es una transición importante en el camino de la cognición humana, porque entonces esta vida del pensar ya no aparece de forma lineal, como suele ocurrir en la conciencia ordinaria, sino que aparece tan pictóricamente, tan interiormente intensa, tan interiormente saturada como las propias percepciones sensoriales externas. Hemos progresado hasta lo que puede llamarse pensar imaginativo, por oposición al pensar abstracto u objetivo ordinario, no porque podamos complacernos en lo que imaginamos o en lo que podemos ver cuando nos entregamos a la fantasía, sino porque podemos ver mundos que sabemos que viven en el alma tan fácilmente como imágenes oníricas. Pero no son imágenes oníricas, están llenas de realidad interior. Cuando uno ha aprendido durante algún tiempo, cómo vivir exactamente en el pensar imaginativo, a comprometer todo su ser interiormente dentro de este pensar imaginativo, entonces uno encontrará que con este pensar imaginativo se sumerge en una realidad, en una realidad que antes no conocía. Pues ahora, con este pensar imaginativo, se puede alcanzar el primer nivel del mundo supra sensorial. Paulatinamente irán descubriendo que, a través de este pensar imaginativo, ahora experimentan una segunda persona dentro de ustedes, una persona que es tan real como lo pueda ser, sólo el hombre del espacio físico exterior. Y del mismo modo que este hombre del espacio físico exterior es un organismo cuyos miembros individuales están en relación recíproca unos con otros, del mismo modo que la cabeza depende de la mano, y a su vez la mano depende de la cabeza, del mismo modo que la mano derecha depende de la izquierda, del mismo modo que todos los miembros del organismo del espacio humano dependen unos de otros, así uno descubre un segundo hombre dentro de sí mismo, que ahora debo llamar un organismo del tiempo. Se trata de un organismo del tiempo, no es algo espacial. Pero se yergue ante la mirada de nuestra alma, como una enorme panorámica. Una vez que hemos progresado lo suficiente en el conocimiento imaginativo, nuestra mirada ya no se remonta a la memoria de recuerdos particulares, sino a nuestra vida en la Tierra hasta la fecha, desde los primeros años de nuestra infancia en adelante. Miramos hacia atrás viéndolo todo a la vez, como en una sola imagen, pero en una imagen que sabemos que no es una imagen espacial. Si tuviéramos que pintarla, pintaríamos algo como un relámpago, como algo que sólo puede captarse en un instante. Es lo que yo he llamado el cuerpo de fuerzas pictóricas, el cuerpo etérico. Sin embargo, no se puede ilustrar así sin más, sino que debemos darnos cuenta de que estamos proyectando un corte transversal de un organismo del tiempo. Y ahora vemos cómo en nuestra infancia estábamos dotados de poderes supra sensoriales que nos eran innatos, que operaban en nuestro cerebro como un escultor, que encontraban la transición del cerebro al organismo respiratorio y al organismo circulatorio, para operar cada vez más en todo el organismo del espacio hasta dominarlo. Por medio de lo que aquí aprendemos a experimentar como organismo del tiempo en el conocimiento imaginativo, el niño se apodera cada vez más de todo el organismo del espacio.  Este cuerpo etérico nos colma según sus despliegues de fuerza. En la conciencia ordinaria nos damos cuenta de sus efectos, no del cuerpo etérico en sí. Pero a través del conocimiento imaginativo nos damos cuenta de este organismo del tiempo. Aprendemos a reconocer por qué acabamos de convertirnos en un ser humano con un carácter determinado, por qué estamos, por mencionar sólo algunas cosas, en cierto sentido más inclinados, uno a ser pintor, el otro matemático, aprendemos que hay algo supra sensorial actuando en nosotros, en nuestra existencia terrenal. De esa manera primero aprendemos a explorar lo supra sensorial en nosotros. Mediante el ejercicio sistemático de la destreza del pensar, podemos desarrollar la clarividencia exacta.  Esta es la primera etapa del conocimiento supra sensorial: el conocimiento imaginativo. Se llega a la primera entidad supra sensorial a la que el hombre puede acceder, o sea, su cuerpo supra sensorial, que él lleva en su cuerpo terrenal aquí, en este cuerpo físico del espacio. 
Hasta ahora he tratado de mostrarles el modo en que el hombre, mediante el conocimiento imaginativo, llega primeramente a lo supra sensorial. Lo supra sensorial es algo que existe inicialmente dentro de lo sensorial. Todavía no hemos salido del cuerpo terrenal. Pero ya en este cuerpo terrenal hay un elemento supra sensorial que he descrito aquí al menos en principio. Llegamos a conocerlo a través del conocimiento imaginativo. Así hemos descrito la primera etapa del conocimiento supra sensorial. Ahora debemos ir más allá. Ahora descubrimos que, en cierto sentido, podemos alcanzar la naturaleza humana superior, aquello que está más allá del nacimiento y de la muerte: lo eterno de la naturaleza humana.  
En la vida ordinaria, la acción de la voluntad en la facultad de pensar, en la fuerza de pensar, está relacionada con el hecho de que uno la ha llevado hasta este conocimiento imaginativo. Se puede avanzar más en el camino hacia el mundo supra sensorial si se hacen los ejercicios, en cierto sentido, en la dirección opuesta. Sabemos por la vida ordinaria que no sólo debemos adquirir la atención necesaria para poder concentrarnos en una representación o en un objeto, sino que también debemos tener el poder de retirar el alma de aquello a lo que primero la hemos dirigido. Esto es lo que debe guiar el siguiente ejercicio. Si se ha utilizado la fuerza interna del alma para concentrarse de forma sistemática y lograr un conocimiento imaginativo, entonces hay que aplicar una mayor fuerza para no quedarse atrapado, por así decirlo, por la representación o combinación de representaciones en cuestión. Si se quiere progresar en el camino del conocimiento, se debe aplicar esta fuerza mayor. Cuando se han adquirido pensamientos tan vívidos que se expulsan de la vida consciente de manera decidida y con plena conciencia, es necesario utilizar este poder para barrerlos de nuevo. De esta manera, uno progresa cada vez más y llega a ser capaz de eliminar de la conciencia todo lo que ha introducido en ella, y esto ha de hacerlo a través de la concentración y la meditación, vivir en un estado completamente despierto, pero con una conciencia vacía. 
Háganse una idea de lo que significa vivir con la conciencia vacía. Sabemos que cuando no tenemos impresiones sensoriales en la vida ordinaria, cuando nuestros recuerdos cesan de proceder de nuestro interior, entonces nos dormimos, entramos en un estado de inconsciencia. De ello nos protegemos intensificando nuestra vida representativa, y extinguiéndola de nuevo. Permanecemos despiertos y al mismo tiempo vivimos con una conciencia vacía respecto a todo lo que se nos presenta. La percepción sensorial externa no puede ser un obstáculo para nosotros al principio. Esta se extingue con el pensar intensificado. Ahora los recuerdos tampoco obstaculizan al pensar intensificado. Ya he dicho que en el pensar imaginativo llegamos a tener el pasado no como un recuerdo sino como una panorámica. Con una mirada simultánea, podemos verlo como un conjunto. Lo que ahora entra en nuestra conciencia es algo totalmente nuevo, algo que el hombre no ha sospechado en su entorno. Ahora esta conciencia vacía se enfrenta a la visión de un entorno supra sensorial en el que el hombre se encuentra, igual que se encontraría en los colores y sonidos del mundo. Ahora, por así decirlo, de todas las cosas brotan verdaderamente seres espirituales. Ahora ya no nos quedamos ante las nubes que pasan a la deriva cuando las vemos con nuestros ojos; ahora percibimos lo supra sensorial en toda esa sensorialidad. No tenemos ante nosotros un mundo de otro mundo, sino un mundo que está ante nosotros igual que el nuestro, igual que está ante nosotros el mundo sensorial, pero que es un verdadero mundo supra sensorial que se alcanza mediante la iniciación. Ahora bien, al sumergir la conciencia en un mundo supra sensorial, se aprende una nueva manera de pensar, una nueva manera de imaginar. Ahora se llega a conocer una forma de imaginar, una forma de pensar que no depende del pensar ordinario, del sistema nervioso. Uno sabe que tenía que hacer uso de su sistema nervioso, pero ahora piensa pensamientos para los que no necesita un cerebro; ahora piensa pensamientos que sólo se despiertan en su conciencia por el poder espiritual. 
Si podemos hacer esto, entonces haremos algunos descubrimientos que nos harán darnos cuenta de cómo hemos derivado una nueva forma de pensar de la antigua con nuevas experiencias. Ahora queda claro que este nuevo pensar fuera del cerebro no puede compararse con el antiguo pensar ligado al cerebro, porque este nuevo pensar en el sentido ordinario no tiene memoria, no tiene recuerdo, mientras que el pensar de la vida ordinaria sólo es sano si conlleva recuerdo y memoria. Por extraño y paradójico que pueda parecer, es cierto que inicialmente la nueva experiencia no evoca ningún recuerdo. Esta es a veces la sorpresa de los estudiantes de la ciencia iniciática: llegan a una cierta clarividencia, creen que pueden retener en su memoria lo que han experimentado de esta manera y evocarlo desde su memoria como cualquier otro pensamiento; luego se sienten desdichados porque no pueden hacerlo.  Sólo saben: he estado allí, pero ahora no puedo recordarlo dentro de mi organismo físico. Eso es precisamente lo que caracteriza la experiencia de una realidad, no sólo de un pensamiento. Cuando tengo una experiencia sensorial, puedo recordar los pensamientos que están relacionados con esta experiencia sensorial.  Puedo conservar los pensamientos de una rosa en mi memoria. Pero si quiero tener la rosa delante de mí en toda su rojez, entonces tengo que volver a la rosa. Si he logrado salir de mi conciencia ordinaria mediante el esfuerzo en la iniciación hasta el punto en que he llegado a una nueva visión, entonces, para tener ante mí la experiencia espiritual misma, debo volver a dar esos pasos que di antes, de modo que, al igual que una rosa vuelve a presentarse ante mí como una percepción sensorial, esta experiencia espiritual debe presentarse de nuevo ante mí. Alguien que nos hable a partir del mundo espiritual, que no hable simplemente de lo que ha aprendido sobre él, sino de lo que sabe por su propia observación, incluso cuando habla de las cosas más elementales, sabe que a través de la clarividencia  exacta, en el alma debe crearse algo nuevo cada vez. El que trabaja a partir de la ciencia ordinaria puede trabajar a partir de la memoria. El investigador espiritual, sin embargo, debe volver a dar los mismos pasos que una vez le llevaron a la experiencia. Entonces el proceso debe surgir de nuevo como una experiencia original. Así pues, las condiciones de la experiencia espiritual también son diferentes de las de la conciencia ordinaria de la vida ordinaria. 
Para poder orientarnos en los mundos espirituales, para percibir realmente en el mundo espiritual y supra sensorial, necesitamos una característica interna especial. Necesitamos lo que me gustaría llamar presencia de ánimo. En la vida ordinaria, esto es lo que se necesita para poder tomar una determinada decisión en una determinada situación sin vacilar. Hay que hacer muchos ejercicios de esa presencia de ánimo para aprender a observar en el mundo suprasensible. Porque sin esta presencia de ánimo no se tendría tiempo de captar la experiencia, sólo se llegaría a la experiencia espiritual tan tarde que ya habría terminado. Desde el momento en que uno ha progresado hacia el pensar sin cerebro, debe producirse esa tremenda velocidad, esa rápida prudencia.
Pero entonces, cuando, a través de la conciencia vacía, llega uno en estado totalmente despierto a los seres suprasensibles de nuestro entorno, puede hacer algo más: sólo necesita desarrollar un poco este poder. Si uno continúa practicando este poder, entonces uno puede extinguir este cuerpo imagen, el cuerpo etérico. No sólo se extinguen las imágenes individuales, se extingue todo el cuerpo etérico. Entonces entra una conciencia vacía en el sentido superior, y nuestra vida anímico-espiritual aparece ante esta conciencia vacía, tal como era en un mundo anímico-espiritual antes de que descendiéramos como alma desde mundos suprasensibles a este cuerpo terrenal. Llegamos a conocer la vida prenatal a través de lo que me gustaría llamar conocimiento inspirativo. Así como el aire exterior entra en los pulmones a través de la inspiración, así el mundo espiritual entra a través de la conciencia que se ha vaciado. Entonces inhalamos, ahora espiritualmente hablando, los mundos espirituales tal como los conocíamos antes de descender de las alturas espirituales a la existencia física terrenal. 
Ya hemos aprendido sobre una faceta de nuestro ser, la otra es la inmortalidad espiritual, de la que hablaremos en la tercera parte de nuestra conferencia. La inmortalidad niega la muerte. No hablamos de no-nacimiento, tendríamos que decir de ella que es el otro lado del alma humana. Como seres humanos somos nonatos, del mismo modo que somos inmortales. La Antroposofía como ciencia moderna de iniciación no procede como una filosofía sacando conclusiones y pretendiendo saber más de lo que ya sabemos, sino que quiere preparar el alma para que pueda ejercitarse hacia arriba hasta un punto superior de conocimiento. Cuando el alma está más desarrollada que en la vida ordinaria, entonces llega al conocimiento de su ser eterno a través de la contemplación. En primer lugar, ésta es una faceta del conocimiento inspirado, la que se refiere a nuestra propia humanidad. Me gustaría presentar la otra faceta de la siguiente manera. A través del conocimiento inspirado también aprendemos a conocer el mundo exterior.  Esto sólo puedo esbozarlo. Si tenemos el mundo sensorial exterior, por ejemplo el sol, delante de nosotros, entonces según la ciencia ordinaria, el sol se presenta ante nosotros como un cuerpo cerrado en el espacio. Pero esto es sólo una parte de todo el ser solar, igual que el cuerpo físico es sólo una parte de todo el ser humano. En el caso del ser humano hablamos de lo anímico- espiritual que habita dentro del cuerpo. En el caso del sol debemos hablar de algo suprasensorial, de lo espiritual del sol que está fuera del sol y que llena todo el espacio del universo como solar. Lo que está en todas partes, en los minerales, en las plantas y en los animales, lo que está en nosotros mismos como seres humanos como solar, lo vemos físicamente concentrado cuando miramos al sol con nuestros sentidos. De este modo, a través del conocimiento inspirado, aprendemos a distinguir esta naturaleza solar en las plantas, los animales y los seres humanos. Aprendemos a distinguirla en cada ser humano, en los pulmones, el corazón, el hígado, el cerebro, etc. Sin embargo, no sólo se aprende a distinguir esta  naturaleza solar, sino que también se aprende a distinguir lo espiritual en relación con todos los seres externos. Al igual que el sol no sólo tiene contornos definidos, lo mismo ocurre con la luna. La luna física exterior es sólo la concentración física, mientras que lo lunar fluye por todo el espacio. Hoy en día estas cosas se consideran superstición. Son tan ciencia exacta como cualquier otra cosa, pero hay que ver a través de ellas. Las plantas, los animales y los seres humanos, en la medida en que son entidades físicas, los vemos como algo en el cosmos físico exterior; pero a través del conocimiento inspirado llegamos a conocer su ser interior. De igual manera conocemos cada mano, cada pulmón, cada hígado, etcétera. Lo solar y lo lunar viven en ellos: lo solar en brotar, en crecer, en florecer; pero lo lunar también en lo que debemos tener de degeneración, de decadencia. No podríamos vivir sin lo solar y lo lunar. Mientras conozcamos un desarrollo solar ascendente y uno lunar descendente, aprenderemos a distinguir lo solar y lo lunar en el mundo exterior. Pero también aprendemos a distinguir la enfermedad en el mundo exterior. Aprendemos a distinguir cómo predomina lo solar o lo lunar en el órgano enfermo, aprendemos a distinguir que el ser humano puede perder su salud fuera del cosmos. Y también aprendemos a distinguir que las fuerzas solares y lunares viven en las plantas, los animales y los minerales, cómo se pueden encontrar fuerzas opuestas, así como fuerzas externas concretas de la naturaleza que indican los remedios para determinadas enfermedades internas. Aquí interviene la Antroposofía en la vida práctica externa, como una medicina externa. Se puede entrenar mirando al espíritu del cosmos y distinguiendo así al ser humano en su estado enfermo y en su estado sano fuera del cosmos. Lo que sugiero aquí son sólo unas palabras sobre lo que ya existe hoy como medicina antroposófica, curación antroposófica. No hay medicina, ni psicología, ni terapia que no sea el resultado de ensayo y error si no se avanza hacia un conocimiento espiritual del universo. 
Les he mostrado que mediante el conocimiento inspirado, llegamos al verdadero autoconocimiento humano, pero también el modo en que este conocimiento inspirado puede ayudarnos en la vida práctica, en un área práctica. Les mostré esto para un área; también es posible mostrarlo para otras. De modo que podemos decir: Por un lado, la ciencia iniciática proporciona la base para el anhelo más profundo del ser anímico humano, proporciona lo que necesitamos para intervenir en el universo en un sentido más profundo de lo que puede hacerse mediante la ciencia de los sentidos externos. Debemos decir esto de la segunda parte del conocimiento humano, el conocimiento inspirado, que nos conduce al espíritu del cosmos. Lo que nos lleva más allá es el conocimiento del hombre cuando atraviesa la puerta de la muerte. A través del conocimiento inspirado que acabamos de describir, se aprende realmente en primer lugar a conocer la naturaleza verdaderamente espiritual del hombre, ese ser espiritual que existe en el hombre incluso cuando está fuera de su cuerpo, incluso antes de que haya descendido de los mundos espirituales y haya tomado el cuerpo físico terrenal. Sin embargo, el conocimiento de esta esencia anímico-espiritual del ser humano permanece unilateral al principio, si sólo se avanza hacia el conocimiento inspirado. Sólo se reconoce la parte del ser anímico-espiritual del hombre anterior al nacimiento. Pero si hay que llegar a conocer lo que hay después de la muerte, entonces hay que continuar los ejercicios para el desarrollo de las facultades de cognición supra sensoriales del ser humano. Esto se hace trasladando los pensamientos a la voluntad en el otro lado, tal como la voluntad fue trasladada previamente a los pensamientos en los ejercicios de concentración. Ahora simplemente describiré a su vez, cómo se logra llevar gradualmente el poder del pensar a la voluntad, como dije en los ejercicios de concentración. Empecemos con un ejemplo sencillo. Cada persona puede hacerlo todos los días. Nos sentamos a descansar y luego pensamos en algo que hemos experimentado durante el día, pero no de tal manera que comencemos por la mañana y dejemos pasar los acontecimientos tal como se han sucedido en el curso exterior del tiempo, sino de tal manera que repasemos nuestra vida diaria, comenzando por las últimas experiencias de la noche y retrocediendo a las anteriores hasta la mañana, en tramos lo más pequeños posibles. Al principio es muy posible que sólo tomemos un episodio del día, más tarde la panorámica de la memoria se organiza sola. Lo importante es lo siguiente: Estamos acostumbrados a entregar nuestro pensar de forma completamente pasiva a la secuencia externa de acontecimientos; siempre pensamos lo posterior en conexión con lo anterior. Por consiguiente, sólo desarrollamos una débil fuerza de voluntad a través del pensar. Para desarrollar una voluntad más fuerte, debemos ir en la dirección opuesta, arrancando nuestro pensar de la secuencia del curso externo de la naturaleza, yendo hacia delante desde atrás. Ejercitamos nuestra voluntad sintiendo los acontecimientos de atrás hacia adelante. Del mismo modo que podemos pensar una melodía de atrás hacia adelante, podemos dejar que un drama se deslice ante nosotros del quinto al primer acto, de atrás hacia adelante. Lo importante es que no salgamos de la secuencia externa de acontecimientos mediante una voluntad fuerte. De este modo fortalecemos la voluntad y desarrollamos en nosotros el poder de conducir el pensar hacia la voluntad, del mismo modo que hemos conducido la voluntad hacia el pensar durante los ejercicios de concentración y meditación. He descrito esto con más detalle en los libros que ya he mencionado. 
Me gustaría mencionar algunas cosas más para hacerlo más comprensible. Cuando uno practica una autoeducación de la voluntad tan fuerte, cuando uno no puede entregarse sólo a lo que es la vida exterior, a lo que la educación y el entorno han hecho de uno, sino cuando uno, por así decirlo, entrena su autoeducación en el conocimiento maduro, cuando uno se toma tan completamente en sus propias manos hasta el punto de que uno sale del hábito de algo y en su lugar entra en el hábito de otra cosa a través de tales ejercicios que se prolongan durante años. Si uno se dice a sí mismo: puramente a través del poder de tu pensar, a través del poder de tu voluntad, que está en tu vida imaginativa, tratas de desarrollar una cierta cualidad, que no tienes en absoluto, en una cualidad permanente, -para lo cual tal vez se necesitan siete años. Si hacemos esto una y otra vez, de década en década, si seguimos repitiéndolo, entonces fortalecemos la voluntad. Y hay muchos otros ejercicios de la voluntad a través de los cuales entramos en el mundo supra sensorial desde otro lado en igual medida. Pero ¿Cuál es la situación de nuestra conciencia con estos impulsos de la voluntad? Podemos discutir esto de la siguiente manera. Tengo un impulso de voluntad cuando levanto la mano o el brazo. Luego este impulso de voluntad va a la parte subterránea de mi ser. Esto elude la conciencia diurna ordinaria, del mismo modo que se hace cuando dormimos. Aunque soñemos en relación con nuestros sentimientos, permanecemos dormidos en relación con nuestros impulsos de voluntad. Podemos decir, por tanto, que en cierto sentido somos espiritualmente opacos. Pues así como encontramos opaco tal o cual objeto a la luz física, así encontramos opaco nuestro cuerpo cuando miramos la voluntad. No podemos ver dentro de la voluntad, mientras que con los ojos, el sentido físico, vemos gracias a que el ojo es transparente. Cuando estamos enfermos de cataratas, ya no podemos ver. No quiero afirmar en absoluto que estemos enfermos en relación con nuestro organismo físico para la vida ordinaria, la antroposofía no quiere practicar un falso ascetismo - pero si llegáramos a hacer transparente el cuerpo, no físicamente por supuesto, sino espiritualmente, realmente llegaríamos a ver los impulsos de la voluntad fluyendo a partir de los pensamientos hacia el organismo físico. Seríamos capaces de ver a través de los impulsos de la voluntad porque nuestro organismo físico sería transparente. Así nos vemos como hombres de voluntad y al mismo tiempo miramos en el mundo espiritual de la voluntad al que pertenecemos, en esa exterioridad que hacemos transparente mediante los ejercicios de la voluntad. Pero luego, para el que alcanza un nivel de conocimiento para el que el cuerpo físico es espiritualmente transparente, porque a través de él se ve, se mira la voluntad, para él este cuerpo físico desaparece primero en la contemplación, y llega así, si quiere mirar cada vez más lejos, de la manera descrita, a tener ante sí en el cuadro el momento de la muerte, ese momento en que entregamos el cuerpo físico a la tierra y atravesamos la puerta de la muerte con el alma espiritual. Cuando conseguimos hacer transparente nuestro cuerpo físico para mirar en el mundo espiritual, tenemos ante nosotros la imagen de cruzar la puerta de la muerte. Entonces nos damos cuenta de lo que este cuerpo físico ya no tiene, y de que no sólo estamos mirando en el mundo espiritual, sino que realmente vivimos en él al entrar en el mundo espiritual. Esta etapa es el conocimiento intuitivo, el verdadero conocimiento intuitivo. Esta etapa nos da la visión de la inmortalidad. Al adquirir este nivel, a través de lo imaginativo e inspirado, sabemos que pertenecemos al universo como seres espirituales eternos, que vemos lo espiritual del universo con lo eterno del alma espiritual dentro de nosotros mismos. A esto es a lo que asciende la ciencia de la iniciación, aunque se adapte por completo a la conciencia moderna, como ascendía en la antigüedad de una forma onírica profundamente atávica, pero hoy plenamente consciente, de lo transitorio a lo eterno. De este modo también puede elevarse y salir del estado moderno del alma actual. Pero quienes practiquen todos los ejercicios para convencerse de este mundo y de su vida esencial en lo eterno a través de su propia contemplación, por así decirlo, no son los únicos que reconocerán lo que se ha dicho en esta antroposofía. No, para investigar son necesarias la imaginación, la inspiración y la intuición. El investigador espiritual ha sacado lo que puede investigar. Lo ha revestido de lógica y lenguaje ordinarios, y así lo ha puesto ante sus semejantes, en un tiempo más nuevo. Así, su resultado se hace comprensible únicamente si el hombre tiene una sana percepción. Del mismo modo que no es necesario ser pintor para comprender una obra de arte, sino que sólo es necesario tener un sano sentimiento por ella, así es posible comprender todos los resultados con el sentido general del hombre, si tan sólo se colocan ante el mundo de la manera correcta y si éstos son recibidos con imparcialidad. Pero no debemos crear nosotros mismos malentendido sobre malentendido, como sucede tan a menudo en todas partes. Entonces confundimos a menudo lo que hoy se ha descrito como cognición imaginativa, inspirada e intuitiva con la vida alucinatoria que surge de los estados patológicos. Y alguien tal vez podría decir: que lo que se busca aquí como imaginación no podría ser otra cosa que imaginación, ilusión, visión, alucinación, etc., o también como estado mediúmnico. Pero es precisamente lo contrario de estos estados lo que se describe aquí como meditación, concentración y demás. La persona alucinada vive completamente en estos estados. Pero el que asciende mediante ejercicios espirituales, mediante la imaginación, la inspiración y la intuición, no asciende alucinando, sino que permanece en un lado, precisamente mediante su sentido común, y se desarrolla más elevadamente. Porque el que procede con sentido común es el que siempre controla y critica en la vida, para que no pueda perderse en la fantasía insustancial, en la alucinación insustancial. Lo que se produce en la imaginación, la inspiración y la intuición es lo contrario de los estados patológicos, de modo que lo que se atraviesa se produce cuando se llega a una convicción de la vida suprasensible fuera de la conciencia moderna, en la forma en que ésta se muestra como una continuidad de la conciencia moderna. Así, en la ciencia de la iniciación antroposófica se obtiene un conocimiento suprasensible adaptado a la vida moderna.  
Por ello debemos pasar por la conciencia moderna, pues debemos haber pasado por los triunfos plenos del conocimiento del mundo exterior. Necesitamos un conocimiento del mundo suprasensible al servicio de la civilización del presente y, sobre todo, del futuro. Muchas personas ya están señalando que también les gustaría alcanzar el conocimiento suprasensible, -y éste podría lograrse-, en relación con la religión, a través de la Antroposofía. La Antroposofía quisiera estar al servicio de esta nueva llamada. Mañana me tomaré la libertad de referirme a tal ámbito hablando de los caminos de la ciencia antroposófica iniciática hacia el Misterio del Gólgota, hacia una comprensión correcta del cristianismo. Hoy, sin embargo, sólo quería insinuar cuál es en general la tarea de la ciencia de la iniciación antroposófica. Cuando tenemos a una persona delante y la miramos con nuestros ojos sensoriales, obtenemos una impresión de su fisonomía externa. No es una impresión completa de la persona. Sólo cuando podemos mirar en el alma-espiritual con el corazón y el alma, tenemos ante nosotros al ser humano completo. Del mismo modo que el hombre no está completamente ante nosotros con solo verlo físicamente, el mundo y la humanidad en general no están completamente ante nosotros si sólo los miramos con un conocimiento externo. Porque necesitamos una conciencia que el conocimiento externo no puede proporcionar; necesitamos un conocimiento, un conocimiento iniciático, para la espiritualidad anímica del universo. Esto debe convertirse en nuestra convicción. Y sólo con esta convicción podremos satisfacer realmente las necesidades más profundas del alma humana. Pero sólo entonces nos esforzaremos de tal modo hacia la satisfacción del alma humana, cuando añadamos algo a la ciencia natural exterior tan avanzada, -la Antroposofía reconoce plenamente este progreso-, cuando añadamos lo que debemos añadir: Un conocimiento de lo anímico interior y de la espiritualidad del cosmos y del ser humano. Pero esto es lo que la antroposofía aquí considerada querría situar cognoscitivamente junto a la cognición exterior; querría realmente añadir a esta cognición exterior lo espiritual interior, a lo sensorial lo supra sensorial. Del mismo modo que la contemplación completa del hombre debe incluir también lo anímico interior en la vida exterior, la antroposofía quiere ser el alma, el espíritu, lo interior del conocimiento moderno en general.
Traducido por J.Luelmo nov.2024

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