GA211 Viena, 11 de junio de 1922. La antroposofía como intento de cristianizar el mundo

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RUDOLF STEINER


La antroposofía como intento de cristianizar el mundo


CONFERENCIA 12

Viena, 11 de junio de 1922.

Antes de la reflexión de hoy debo decir unas palabras introductorias. Para muchos de nuestros miembros más antiguos, será doloroso darse cuenta de que en los últimos años, han cambiado muchas cosas dentro del movimiento antroposófico. Sólo quisiera señalar brevemente, cómo se refleja esta transformación desde el punto de vista de muchos de nuestros miembros más antiguos. Hace años nos reuníamos en círculos similares, sólo que entonces eran más pequeños que ahora, y podíamos hablar de una manera que es posible si se parte de la base de que los miembros están familiarizados con los elementos básicos del pensamiento antroposófico y, sobre todo, del sentimiento antroposófico. No quiero decir con esto que esta intimidad deba consistir precisamente en determinadas ideas o conceptos dogmáticos, sino que esta intimidad existía y sigue existiendo en el hecho de que aquí, dentro del movimiento antroposófico, se unen en un círculo estrecho personas que tienen en su corazón el anhelo de vivir en el mundo espiritual. 
Y ésa es la esencia de la palabra esotérica, que uno siempre tiene el prerrequisito de tener como oyentes a personas con tales anhelos. Incluso cuando en los primeros años se celebraban las llamadas conferencias públicas, éstas se organizaban de tal manera que este carácter esotérico se preservaba al menos en cierto sentido. Ciertamente, había que hablar públicamente en las formas de pensamiento y lenguaje que son las de la época actual, tal como esta época se presenta desde fuera, pero nuestros miembros más antiguos habrán sentido, no obstante, que incluso en los actos más grandes se trataba siempre de una continuación de lo que era habitual en los círculos esotéricos. 
Pero hoy en día estos miembros más antiguos, cuando vienen a nuestros eventos más grandes, experimentarán con cierto dolor que, al menos aparentemente, se está hablando un lenguaje diferente al que se hablaba entonces. Lo que entonces se hablaba directamente desde, me gustaría decir, lo esotérico-elemental, se lo oye moldeado en las formas de la vida científica actual. Y sé muy bien que hay muchos entre nuestros miembros más antiguos que dicen: Sí, antes llegábamos a las percepciones e impulsos del mundo espiritual mucho más rápidamente y de una manera más interiormente verdadera, y en el fondo no nos interesa en absoluto si lo que puede llegar a ser tan bueno para el corazón puede justificarse por todos los lados en estrictas corrientes de pensamiento
Muchos de estos miembros más antiguos dicen: básicamente, esto es algo que nos interesa menos. Y  que el movimiento antroposófico no se mantuviera en la forma más antigua, ellos lo ven como una especie de pérdida. Pero eso no dependía del movimiento antroposófico. Es justo decir que este movimiento antroposófico, al menos en lo que a mí respecta, nunca se propuso decir lo que había que decir de tal manera que todo el mundo escuchara lo que ya sabía y buscara en ello cierta popularidad. El movimiento antroposófico nunca ha perseguido este objetivo. Siempre ha hablado como tenía que hacerlo desde lo más íntimo de su ser. Y siempre me ha llenado de especial satisfacción cuando la gente decía que, ciertamente, no se podía acusar a la Antroposofía de intentar contar con los sentimientos preconcebidos de la gente, de provocar de algún modo un entusiasmo deshonesto a través de los prejuicios sobre los que especula. Porque en realidad se habla de una manera mucho más remota de lo que se habla en esos movimientos que se esfuerzan por popularizarse de alguna manera consciente. Lo que ha venido hoy realmente no ha sido buscado. Porque a menudo he tenido que responder cuando la gente ha venido y me ha dicho: Podrías popularizar tu teoría, reescribirla de tal manera que todo el mundo la entendiera y la gente no tuviera que hacer un gran esfuerzo primero:  Eso es algo que considero pernicioso, pues en parte hay que tener dificultad para ponerse detrás de lo que aquí se representa, y en realidad nunca ha sido mi voluntad buscar tal tipo de movimiento, como a menudo se busca allí donde se pretende decir lo que la gente ya sabe y a lo que por tanto se inclina muy fácilmente con el corazón y el hombre entero. 
Sin embargo, en el último período de su desarrollo, el movimiento antroposófico se ha difundido más rápidamente que cualquier otro movimiento de este tipo. La literatura fue simplemente absorbida, y es imposible encontrar libros tan difíciles de escribir como los antroposóficos que se hayan difundido tan rápidamente como éstos. Pero esto tuvo el efecto de que cuando la gente se hizo con nuestra literatura, la juzgaron desde su propio punto de vista. Los científicos compararon lo que había llegado al mundo con lo que estaban acostumbrados a considerar su ciencia rigurosa. No es de extrañar pues, que surgiera la necesidad de comprometerse con la ciencia. Y no es de extrañar que un gran número de amigos, formados científicamente, se propusieran la tarea especial de demostrar que la antroposofía puede realmente presentarse hoy ante el mundo con cualquier grado de cientificidad en todos los campos y parecer justificada. 
Así pues, es la realidad la que lo ha exigido. Y si hoy se oyen voces científicas proclamando lo que antes se proclamaba de otra forma, no es culpa del movimiento antroposófico, sino de su destino. Lo exigía el mundo. En cierta medida teníamos que presentar la Antroposofía a un público más amplio, y esto sólo podía hacerse entablando realmente un diálogo con las personalidades más destacadas. No se trata de acercar la Antroposofía a la ciencia, sino de impregnar la ciencia de Antroposofía. Y así, por otra parte, tenemos la más profunda satisfacción de experimentar que han venido amigos profesionalmente formados que son capaces por todos lados de representar científicamente lo que ya yace en el germen de la antroposofía. Pero precisamente por ello, en los últimos años ha surgido una cierta brecha que aún no se ha superado. Lo cual no significa que cuando nos reunimos en esos círculos más pequeños, lo esotérico no siga vivo. Aquellos que han participado en nuestras reuniones más pequeñas se dirán a sí mismos: lo que solía vivir dentro de nuestra corriente esotérica sigue vivo. Sobre todo los que vienen a Dornach verán cuánto material espiritual nuevo se ha añadido a lo antiguo, incluso en el esoterismo. 
Sin embargo, existe un abismo entre lo que se oye hoy en la esfera pública y lo que se cultiva más en el círculo interior esotérico. Y aún no hemos sido capaces de llenar este vacío porque no tenemos el tiempo ni la mano de obra para hacerlo. Por un lado, debemos dedicarnos al desarrollo ulterior de lo esotérico; por otro, nuestros colaboradores más jóvenes, en particular, tienen mucho que hacer para ampliar la cosmovisión antroposófica en todos los ámbitos del conocimiento social y de la vida. Pero también es posible salvar el abismo que existe entre lo que debe darse dentro de lo esotérico y lo que luego se encuentra de forma bastante exotérica en los acontecimientos externos. Pero es necesario llenar este vacío. Hay que llenarlo, y todos deben poder sentir que se puede tender el puente entre lo que se dice puramente desde el mundo espiritual y lo que se enseña en armonía con la ciencia exterior, con tal de que se disponga en nuestro movimiento del tiempo de trabajo y de la mano de obra necesarios. 
Pues bien, esto les dará una idea de cómo debo ver yo mismo la situación dentro del trabajo actual del movimiento antroposófico. Me gustaría decir: el movimiento antroposófico en cierto modo nos ha superado; pero esto a su vez, es así, sólo aparentemente, exteriormente y es de esperar que desde dentro de los círculos de nuestros amigos vengan cada vez más aquellos que puedan construir el puente indicado. Tenía que decir esto de antemano porque el tono y el lenguaje dentro de lo esotérico, deben ser muy diferentes, al menos en sus formas, de los que deben presentarse al gran público de manera que se hable en estas formas de la cultura contemporánea. En efecto, lo directamente esotérico no podría llegar al corazón de los contemporáneos que, una y otra vez, se acercan al movimiento como completos novatos. Pero debemos esforzarnos por hacerla accesible a todos los que participan en este movimiento desde hace décadas y a todos los que quieren oír hablar de la Antroposofía lo más posible, sin buscar la popularidad. Esto es algo que todos deberíamos llevar más o menos escrito en el corazón, porque en general todo el mundo puede convertirse en un colaborador de este tipo. 
Si ahora, me gustaría decir, pasamos de lo exotérico a lo esotérico, hoy me gustaría hablar de algo que está extraordinariamente cerca de nuestros otros eventos. Hoy nos vemos obligados a hablar de lo que la ciencia exterior, la física exterior, la química exterior, la biología exterior e incluso la ciencia espiritual exterior pueden llegar a ser cuando se impregnan de la Antroposofía. Sólo esto tiende el puente entre lo que es el conocimiento y la vida religiosa de la humanidad. Pero al sumergirnos de este modo en la vida científica contemporánea, perdemos, en cierto sentido, la conexión con lo que espiritualmente inunda, surge y teje el mundo. En el siglo XIX fue diferente. Varias potencias espirituales del mundo extraterrenal tomaron la decisión sobrehumana de dejar que una oleada de vida espiritual fluyera hacia la Tierra. También debemos ser capaces de contemplar nuestra historia contemporánea, de tal manera que las personas puedan recibir el mundo espiritual hoy en día con sólo desearlo. De modo que la tarea de nutrir lo espiritual es hoy una tarea sobrenatural, una tarea que pertenece a la propia vida espiritual. Del mismo modo que en las personas se despierta oscuramente el anhelo de llegar de algún modo a lo espiritual, así, -lo que a menudo no ocurría ni siquiera en el último tercio del siglo pasado-, este anhelo de la humanidad, cuando expresa una voluntad real, es respondido por una revelación de los mundos espirituales. 
Si podemos tener este sentimiento, entonces tenemos la actitud básica correcta hacia la vida antroposófica. Pero precisamente por eso la humanidad se enfrenta hoy a una decisión importante, una decisión que toca el corazón de cada ser humano. La humanidad ha desarrollado su vida intelectual a lo largo de los siglos. Esta vida intelectual la ha conducido gradualmente fuera de la espiritualidad. El intelecto es espíritu, es incluso el espíritu más puro, pero ya no tiene contenido espiritual, sino que busca como contenido la naturaleza externa, la existencia natural externa. Así, el intelecto es espíritu, pero se llena de algo que no puede aparecerle como espíritu. Esta es la gran tragedia, la tragedia del mundo de hoy, que el hombre puede mirarse a sí mismo y debe decirse: «Al ser intelectualmente activo, soy espiritualmente activo, pero al mismo tiempo soy impotente para llevar lo espiritual directamente a este espíritu. Este espíritu lo lleno con la existencia de la naturaleza. Esto fragmenta y deja desolada hoy el alma humana. Y aunque no queramos admitir esta fragmentación y desolación, sigue estando presente en las regiones espirituales del alma humana, y constituye el mal fundamental y la tragedia fundamental de nuestra época. Y si expresamos lo que acabo de decir en una forma que nos sea habitual, debemos hacerlo de tal modo que señalemos todos esos poderes espirituales que ahora reinan en toda la existencia natural, que entran en nosotros llenando nuestro espíritu con esta existencia natural. 
Podemos llamar a estos poderes poderes ahrimánicos. Y así el intelecto está expuesto al gran peligro de caer presa de los poderes ahrimánicos. Estos poderes ahrimánicos, cuando el intelecto se desarrolló en los últimos siglos, cuando aún tenía la herencia de lo espiritual antiguo, aún no tenían el gran poder sobre el hombre que tienen hoy. Aparentemente, la existencia de la naturaleza se extiende a nuestro alrededor. Pero esto es sólo aparente: Ahriman vive en esta naturaleza. Y al acoger la naturaleza, creyendo que se rige meramente por leyes naturales neutras, estamos de hecho, sin darnos cuenta, acogiendo poderes espirituales, poderes ahrimánicos-espirituales, esos poderes ahrimánicos que se han impuesto una determinada tarea dentro de la existencia del mundo, del desarrollo del mundo entero. Pero ahora, cuando se habla de tal tarea de los poderes espirituales, el hombre fácilmente llega a decir: ¿Entonces por qué, el gobierno divino del mundo permite tales poderes? Y uno debe responder: Lo que está dentro de lo terrenal puede ser comprendido con el intelecto ordinario, pero cuando se trata de ciencia espiritual para captar lo que va más allá de la tierra, debe hacerse a través de la contemplación. 
Por lo tanto, debemos responder: Estos poderes están ahí, pero la forma en que están conectados con lo que llamamos los poderes divino-espirituales que nos corresponden, es algo que el hombre sólo entenderá en el transcurso de largas edades, que tal vez escapa a la comprensión de lo humano en absoluto, que debe ser entendido precisamente por aquellos poderes que pertenecen a lo supra humano. - De modo que sólo podemos decir: Estos poderes están ahí, se muestran al conocimiento espiritual. Pero estos poderes ahrimánicos tienen como su tarea esto: no dejar que la tierra se desarrolle más, -así lo he descrito en mi «Ciencia Oculta»-, tal como la tierra debe desarrollarse en el sentido de los poderes divino-espirituales, con los cuales estamos conectados desde el principio como almas humanas.
En mi «Ciencia Oculta» indicaba el desarrollo futuro de nuestra Tierra como el desarrollo de Júpiter y Venus. Las potencias ahrimánicas se han propuesto impedir este desarrollo. Quieren endurecer la tierra en sí misma, congelarla, modelarla de tal manera que con esta tierra el hombre también siga siendo un simple hombre terrenal, que, por así decirlo, se endurezca en la materialidad terrenal y siga viviendo en el futuro del mundo como una especie de estatua de su pasado. Estos poderes tienen ciertos objetivos mundiales que lo hacen aparecer como una parte de sus propios esfuerzos. Así, la tierra no alcanzaría su meta si triunfasen los poderes ahrimánicos, y el hombre se vería alejado de sus orígenes, de aquellos poderes que causaron su desarrollo en el origen.
El hombre experimentaría, por así decirlo, un moldeado externo que aún es plenamente apropiado para lo terrenal, pero que suprimiría su disposición germinal, que debe ir más allá de lo terrenal. Mientras nuestro intelecto, como en los últimos tres o cuatro siglos, se mantuvo todavía arraigado en lo espiritual a través de una herencia antigua, estos poderes ahrimánicos no podrían acercarse al hombre. Sin embargo desde principios del siglo XX, esto ha cambiado. La antigua sabiduría india ya lo había previsto y había fijado el final de la edad oscura, el Kali Yuga, a finales del siglo XIX, previendo así una nueva era. Esta nueva era, sin embargo, no pretendía indicar otra cosa que desde principios del siglo XX se pone en el corazón de los hombres no aferrarse a la antigua herencia, sino aceptar realmente la nueva luz, la luz pura en nuestra vida terrenal. ¿Pero cómo puede el hombre perder esta luz espiritual? La pierde como consecuencia de no dirigir su voluntad hacia la recepción de esta luz. Mientras la antigua herencia aún prevalecía en el intelecto, no podía llegar a ser tan perjudicial para él como lo es hoy. En esta época ha formado su visión de lo sólido, lo fluido, lo aéreo, también de lo etéreo. Ha formado este punto de vista de tal manera que mira lo terrenal y sus elementos como si no estuvieran impregnados de espíritu en absoluto.
Pero al fijarnos en el hidrógeno, el nitrógeno, el oxígeno, etc., en las leyes físicas que nos han sido transmitidas, se le da a lo Ahrimánico el punto de ataque adecuado dentro del desarrollo del mundo. No prestamos atención al hecho de que hay espíritu en todo cuanto nos rodea; por eso, lo Ahrimánico puede introducirse en nosotros sin que nos demos cuenta y apoderarse precisamente de esa espiritualidad de la que no queremos saber nada en nuestro entorno. Por lo tanto, debemos aprender a conocer lo espiritual de nuestro entorno. No debemos hablar simplemente de los elementos sólidos, sodio, calcio, etc., sino de lo que está conectado con todo lo sólido y terrenal como espiritual. Aquí debemos decir: Lo que se nos presenta en el mundo exterior como cosas sólidas, terrenales, es definitivamente de tal naturaleza que el espíritu está conectado con ello, y de hecho un espíritu que tiene una inclinación especial hacia la multiplicidad, una multiplicidad tal que no podemos medir esta multiplicidad en absoluto. Dondequiera que miremos lo sólido, también encontraremos, si lo miramos de la manera correcta, seres espirituales, y de hecho muchos y variados seres espirituales. Una antigua sabiduría instintiva hablaba aquí de gnomos y similares. Para no escandalizarnos demasiado, no necesitamos retener estas antiguas expresiones, podemos hablar en un lenguaje que nos sea familiar, pero debemos, no obstante, considerar como espiritual lo que resplandece ante nosotros en determinadas zonas de la tierra, en particular de cada trozo de materialidad. 
Y si nos encontramos, como hoy, un poco más esotéricamente juntos, entonces puede expresarse de esta forma más rápida: El que hoy está dotado de percepción espiritual se enfrentará entonces a este trozo de tierra de tal manera que saltarán de él seres espirituales, que no están encarnados en lo físico, de modo que no podemos verlos con nuestros ojos exteriores, pero que pueden ser percibidos espiritualmente. Y se puede decir que están tan diseñados para la multiplicidad, que del mas minúsculo trozo de tierra, puede saltar un número inconmensurable de tales seres. Son de tal naturaleza que consisten casi enteramente en lo que actúa en la mente humana, son seres astutos, taimados, superinteligentes. De modo que a nuestro alrededor vive, me gustaría decir, sabiduría espiritual, astucia, comprensión espiritual más rápida que en forma intelectual, inteligente, porque este intelecto, que se ha vuelto como sustancia, vive en todos los elementos terrestres sólidos. Y hasta que no sepamos cómo cooperan estas entidades espirituales que están en el elemento terrestre sólido, no habrá verdadera química. Lo que hoy tenemos como química puede ser confrontado por la antroposofía con la comprensión, pero la verdad sólo será captada cuando lo que puede ser captado por la visión suprasensible, cuando lo espiritual pueda ser encontrado en todo lo terrenal.
Entonces debemos tener la voluntad de abandonar incluso los pilares más firmes de la intelectualidad con prudencia humana. Cuando nos enfrentamos a lo terrenal, sea lo que sea que tengamos que contar: 1, 2, 3, 4..., estamos acostumbrados, cuando hemos contado hasta cuatro, a ver que la suma de cuatro está ante nosotros. Podemos empezar a contar lo que desprendemos de entidades espirituales sólidas, lo que se nos enfrenta en su afán de multiplicidad, pero entonces resulta que ya no es ni tres ni cuatro en absoluto, sino que ya se ha convertido en siete: toda nuestra cuenta nos abandona en esta ocasión. Dentro de lo que la humanidad conoce como mundo atomístico podemos contar; dentro del mundo real todo se sitúa en una multiplicidad mucho mayor, todo está vivo, allí debemos darnos cuenta de que incluso nuestro contar es burlado por la inteligencia superior. Nuestro intelecto, sin dejar de ser sensato, no debe quedar atrapado en la volatilidad del pensar; debemos estar plenamente confrontados intelectualmente con lo que la realidad nos ofrece. Muchos dirán: ¡Si te encuentras con algo así en la realidad, podrías volverte loco! Por eso es tan importante que, antes de entrar en este mundo, una persona haya recobrado el sentido común y sea capaz de juzgar las condiciones terrenales con toda sobriedad.
Si tienen ustedes en cuenta que nuestra vida de vigilia no puede estar en orden si no dormimos de la manera correcta, si tienen en cuenta que lo que experimentamos aquí en la tierra es como un sueño comparado con lo que es real cuando entramos en el mundo espiritual, entonces deben decir: Aquel que no está completamente asentado aquí en la tierra, si es fantasioso, espiritista y demás, lleva elementos mórbidos al mundo espiritual. Y moverse así en el mundo espiritual, es lo mismo que una persona en estado de vigilia, cuando se mueve con el nerviosismo que le produce un sueño enfermizo. Esto, sin embargo, es lo que se refleja en todo el movimiento antroposófico a través de un esfuerzo armónico unificado: El movimiento antroposófico puede conducir a una mayor curación del ser humano, pero no a una inexistencia en la vida humana plena entre el nacimiento y la muerte. Pero cuando penetramos hacia arriba, hacia lo líquido, volvemos a encontrar un tipo diferente de seres espirituales. Mientras que los seres elementales de lo sólido se parecen a nuestro intelecto, los seres elementales que viven en lo líquido se parecen más a nuestros sentimientos. Con nuestros sentimientos nos situamos fuera de las cosas. El hermoso árbol está fuera, yo estoy aquí, estoy separado de él; permito que lo que es fluya hacia mí. El ser elemental en lo líquido fluye a través del árbol mismo en su savia. Fluye en cada hoja con su sensación. No sólo siente el rojo, el azul desde el exterior, sino que experimenta este color en su interior, lleva sus sensaciones a todo lo interior. En consecuencia, la vida de la sensación es mucho más intensa en estos seres espirituales que el tejido muy intenso del intelecto en los seres elementales de lo sólido. Y del mismo modo, lo aeriforme contiene una suma de seres elementales. Todos estos seres pierden cada vez más su anhelo de multiplicidad a medida que se acercan a lo aeriforme. Tenemos la sensación de que incluso el número ya no nos ayuda en nuestro ascenso hacia lo aeriforme. Se lucha cada vez más por la unidad. Pero todavía los seres elementales del aire viven en una gran multiplicidad y relacionados con la voluntad humana. 
Los seres elementales de lo sólido están relacionados, interiormente relacionados, con la mente humana; los seres elementales de lo fluido, de lo líquido, con el sentimiento humano; los seres elementales de lo aéreo, con la voluntad humana. Pero todo este enjambre de seres, que nos rodea al igual que las piedras, las plantas, los animales y los seres humanos físicos, toda esta multiplicidad, puede acercarse a nosotros de forma reveladora recibiendo hoy voluntariamente lo espiritual, o puede cerrarse a nuestra conciencia. Si no queremos saber nada del mundo espiritual, entonces todo este enjambre se esclaviza a los poderes ahrimánicos, entonces se produce la alianza entre Ahriman y los espíritus de la naturaleza. Esto es lo que se cierne hoy en el mundo espiritual como determinación primordial para que se produzca la alianza entre las potencias ahrimánicas y las fuerzas de la naturaleza. Es, por así decirlo, un compromiso en el trabajo entre las potencias ahrimánicas y los espíritus de la naturaleza, y no hay otra manera de impedirlo que dirigiendo los hombres su conocimiento hacia el mundo espiritual y familiarizándose así con los espíritus de la naturaleza, del mismo modo que se familiarizaron con el oxígeno, el nitrógeno, el hidrógeno, el calcio, el sodio, etcétera. Por consiguiente, junto a una ciencia de lo sensorial, de lo físico, debe colocarse una ciencia del espíritu. Y debemos tomarnos esta ciencia del espíritu absolutamente en serio. Cuando nos limitamos a hablar del espíritu de forma panteísta, no nos acercamos a él. 
No debemos tener ese desánimo que nos impide hablar de entidades espirituales concretas. ¿Adónde habría llegado el desarrollo humano si, por ejemplo, el pueblo del Antiguo Testamento y otros pueblos hubieran sido tan indiferentes como para no hablar de entidades espirituales individuales, sino de una vaga entidad espiritual general de manera panteísta? La transición fue creada para la humanidad en su desarrollo por la Iglesia católica tendiendo la mano a los santos, tomando como punto de partida de su veneración, por así decirlo, lo que quedaba como sustancia anímico-espiritual de los propios seres humanos en el mundo espiritual. Ella lo interpreta a su manera, pero subyace un impulso profundo. Sin embargo, debemos ponernos en situación no sólo de encontrar en el ser humano lo que así podemos transferir al mundo espiritual, sino de tener el valor de buscar el espíritu en todo el entorno, del mismo modo que buscamos lo natural a través de los sentidos. Si hacemos esto, entonces llegamos a lo que se nos presenta como luz, como vida que pulsa a través del mundo, llegamos a los seres que luchan por la unidad, que seducen al hombre para que perciba una mera unificación en el mundo. El monoteísmo surgió de la revelación del mundo etérico a la humanidad terrestre. Pero al ascender hacia estos seres de luz, a los seres elementales del éter, llegamos a otro mundo exterior. Este mundo, sin embargo, no sólo está contenido en la luz física, sino también en la que fluye hacia nosotros como espiritual con cada rayo de sol: allí encontramos seres tales como los que encontramos en los elementos terrestres. Pero en esos elementos etéricos encontramos entidades que no quieren conectar a la humanidad con la tierra de la manera que es la intención de los poderes ahrimánicos, que frenan a la tierra en su desarrollo, sino que ellos no quieren dejar que el hombre llegue al pleno conocimiento de lo terrenal, quieren detener su desarrollo antes de que la tierra alcance su meta. Las entidades ahrimánicas quisieran llevar la tierra hasta donde sirva a sus propósitos; las otras entidades se proponen no permitir que lo que ha estado en el desarrollo del hombre desde el principio llegue a su pleno desarrollo, retenerlo en etapas anteriores. Pero entonces ellos podrían tomar la decisión, -y esta es la otra decisión que nos confronta cuando miramos hacia las esferas superiores-, de una alianza ahora entre Lucifer y los poderes elementales de lo etérico. Mientras que Ahriman y sus poderes pueden entrar en el ser humano si éste se cierra al conocimiento de lo espiritual, Lucifer y los poderes que están en lo etérico pueden entrar en el ser humano si éste descuida la correcta profundización en su ser interior.
Y así hoy los poderes hostiles de arriba y de abajo están ante el hombre. Y los poderes que viven en el calor, que inundan en el cambio de verano e invierno, estos espíritus de fuego que viven en el calor que inunda, pero que también viven en nuestra sangre, que pulsa a través de nosotros con calor, ellos forman los mediadores entre el elemento Luciférico y Ahrimánico. Pero así como en el mundo exterior, -sólo que no tan irregularmente como lo representa la meteorología, sino como es nuestra circulación sanguínea-, así en el mundo el elemento calor circula hacia arriba y hacia abajo, formando la mediación entre las entidades ahrimánicas y luciféricas. Y nosotros estamos ahí en la objetividad de la circulación sanguínea, en su calor fluyendo y tejiendo, estamos ahí en el surgir no sólo de estos espíritus elementales, sino de todo el mundo elemental. 
Sólo podemos salir si vivimos en el mundo espiritual con plena conciencia. Pero sólo podemos vivir en él si no nos privamos de mirar realmente a este mundo espiritual a los ojos sin prejuicios. Pero ésta es precisamente la dificultad a la que nos enfrentamos actualmente en nuestro movimiento antroposófico. Hay algo a lo que nos enfrentamos en este movimiento antroposófico que, me gustaría decir, hace especialmente difícil la continuación de este movimiento antroposófico. Me gustaría darles un ejemplo concreto para ilustrar esto, y lo mismo podría decirse de cualquier otro ejemplo. 
Hoy en día, debido a lo que el mundo nos exige, digamos en el campo de la medicina por ejemplo, tenemos que hablar de tal manera que lo que decimos está vinculado a la medicina externa. Tenemos que hablar de cómo surgen las enfermedades que están conectadas con las fuerzas materiales externas de la naturaleza; tenemos que mostrar cómo el raquitismo, por ejemplo, está conectado con lo que llega a la gente como el elemento aire. 
Debemos utilizar lo que la visión materialista del mundo nos dice hoy en día: debemos contar cuántas personas viven hacia el norte y hacia el sur. Puede que ni siquiera nos demos cuenta de en qué factor clasificatorio de las cosas nos estamos hundiendo. Piensen en ese mismo factor aplicado a los seguros. Podemos y debemos calcular estadísticamente la esperanza de vida probable de una persona para que pueda contratar un seguro de vida. En la realidad física externa, los seguros de vida sólo pueden funcionar calculando la esperanza de vida probable de una persona. Supongamos ahora que se ha calculado. ¿Habrá alguien que diga: sólo puedo vivir hasta este momento que se ha calculado? - Nadie se dirá eso a sí mismo porque es consciente de que hay algo en la realidad que puede burlarse de todas las estadísticas. Al darnos cuenta de ello, debemos, no obstante, utilizar la estadística para caracterizar esto o aquello, por así decirlo, exteriormente de acuerdo con la ciencia. Esto está muy bien, porque hoy debemos hablar de tal manera que concuerde con la ciencia. 
Pero ahora he constatado: El raquitismo llega al ser humano cuando éste tiene que desplegar los poderes del hombre inferior como en un profundo agujero de sótano, porque los poderes de la luz le son retirados. Pero, por otra parte, nosotros, como entidades anímico-espirituales, descendemos de un mundo espiritual y nos vestimos con lo físico. Este revestirnos no significa simplemente que tomamos un cuerpo de una manera arbitraria, sino que descendemos a la tierra, a un pueblo determinado, a una familia determinada, porque tenemos una simpatía precisamente con las fuerzas individuales que rigen en esta familia, que rigen en este lugar. En detalles como estos las simpatías del alma contienen lo que hace que se sienta atraída por la vida terrenal, en los detalles las almas contienen lo que les atrae de una vida que tienen que vivir como niños, tal vez en una habitación orientada al norte o en una habitación orientada al sur. Esto es lo que busca el alma, que bajo determinadas circunstancias pueda desenvolverse en la oscuridad. No debemos decir que sólo podemos fijarnos en una cosa, si falta luz y aire, sino que debemos fijarnos en lo anímico-espiritual que ha anhelado este entorno. Por lo tanto, debemos preguntarnos: ¿Podemos sólo querer curar lo que se nos presenta como raquitismo según los prerrequisitos físicos que nos da el conocimiento físico? No podemos, sino que debemos decirnos a nosotros mismos: Si lográramos tomar el remedio de tal manera que la persona simplemente se volviera físicamente sana, todavía tendría que empujar hacia las profundidades más hondas de su vida espiritual, aquello que yace en su destino y por lo cual ha anhelado en el mundo no lleno de luz. Y sólo si somos capaces de llegar a lo que ha descendido al subconsciente, sólo si ponemos al ser humano en situación de darse cuenta de lo que tiene que hacer, sólo si podemos ver al ser humano completo en cuerpo, alma y espíritu, sólo entonces podremos establecer una ciencia de la medicina completa. 
Deben tener en cuenta que estamos viviendo esta tragedia precisamente en el momento actual del movimiento antroposófico, que por lo tanto se pueden encontrar contradicciones sobre contradicciones dentro de este movimiento antroposófico, que es fácil acusar a uno o a otro. Pero precisamente mirando realmente en su verdad, es donde el uno y el otro encuentran su equilibrio. Por eso, los que trabajan dentro de nuestro movimiento antroposófico también tienen sus tareas espirituales allí donde se vinculan con lo material. Por lo tanto, aquellos que se convierten en médicos, que se convierten en personas diferentes, que miran el mundo desde un espíritu diferente, no deben adquirir el hábito de asemejarse cada vez más a la ciencia exterior sumergiéndose en ella, sino que deben elevarse por encima de ella precisamente cuando asumen los compromisos necesarios con ella. Eso es lo que podemos y debemos decirnos a nosotros mismos cuando llevamos un tiempo viviendo dentro del movimiento antroposófico. Y hay muchas dificultades como las que acabo de describir, las cuales no están ahí para ser criticadas, sino para sumergirse de lleno en ellas y aprender a comprenderlas de tal manera que sean sustituidas por una completa armonía. Y así, en realidad, debemos trabajar juntos en todas las ramas de la vida actual. Cuando un maestro de la Escuela Waldorf le dice hoy algo a un médico del Instituto Clínico Terapéutico, es diferente de lo que se dicen otras personas fuera de él.
Cuando un maestro habla así, está, hasta cierto punto, expresando los aspectos higiénicos del alma, está hablando de lo que uno debe hacer a los niños para ser un sanador para ellos. Entonces surge algo que puede arrojar una luz tremenda sobre la mente y el alma de quienes trabajan en el Instituto Clínico Terapéutico. Y viceversa: lo que se desarrolla en este Instituto Clínico Terapéutico debe llegar a la labor de los maestros Waldorf. De este modo debe desarrollarse la armonía de alma que exige la materia misma. Cuando cada persona actúa por sí misma, surge la desarmonía. Si en nuestro campo las personas individuales que trabajan de esto o de aquello no van juntas, no se unen, entonces la antroposofía no se desarrollará en absoluto dentro de la humanidad. La antroposofía como materia requiere realmente la hermandad humana hasta lo más profundo del alma. 
Si no, se puede decir que la fraternidad es un mandamiento. En el caso de la antroposofía hay que decir: sólo puede crecer sobre la base de la fraternidad, no puede crecer de otra manera que en la fraternidad que viene de la causa, donde el individuo da al otro lo que tiene y lo que puede. Pero eso es lo que nos lleva cada vez más a reconocer otras cosas. Hoy hemos llegado al punto en que debemos considerar seriamente las palabras de un profesor de teología de Basilea que era amigo de Nietzsche y que escribió el libro que tanta impresión causó en Nietzsche, el libro sobre el cristianismo de nuestra teología contemporánea. No habla un antropósofo, ni un ateo, sino una persona que estaba empleada en la universidad para enseñar teología. Y la conclusión de este libro es más o menos la que Overbeck, el autor, dice: «Puede que todavía haya mucho que sea cristiano entre la gente, la gente a menudo todavía se comporta de manera cristiana, pero en cualquier caso la teología ya no es cristiana. Esto significa que ha perdido el verdadero concepto de Cristo, especialmente donde pretende ser teología ilustrada. Esta es la conclusión a la que llegó no un antropósofo herético, sino un teólogo docente de la iglesia cristiana. Eso por un lado. Por el otro es lo que ya conocen bien, -y ahora no por tradición, sino por conocimiento real-, la posición del antropósofo sobre el Misterio del Gólgota. Lo que hay que decir al respecto se puede encontrar en diversos lugares de los llamados ciclos. 
Pero lo que hoy en particular quiero decir, es lo siguiente: Qué poco mira hoy el teólogo ilustrado a aquel ser que pasó por el Misterio del Gólgota como el Cristo extraterrenal y que posteriormente se comunicó con los iniciados y discípulos. ¡Qué poco mira la teología a aquel que vivió después de la resurrección, visible todavía para sus discípulos iniciados! Pero aquellos que se acercan a la antroposofía pueden llegar gradualmente a una visión, una visión viva de este Misterio del Gólgota y llegar a darse cuenta de lo que el Cristo todavía enseñaba a sus discípulos iniciados después de su resurrección. Y si ustedes encuentran su camino hacia esto, entonces el mundo espiritual que les rodea se hará cada vez más tangible. Porque para comprender el misterio mismo del Gólgota es necesaria una comprensión espiritual. Por eso es tan difícil que la gente comprenda el Misterio del Gólgota, porque quieren comprenderlo materialistamente. Pero hay muchas cosas que aún perduran, incluso entre los primeros Padres de la Iglesia, de lo que Cristo mismo concedió a sus discípulos iniciados después de su resurrección. Y de las muchas, hoy quisiera destacar sólo ésta. Verán, la humanidad antes del Misterio del Gólgota vivía en una especie de sabiduría primordial. Cuando nos remontamos a los estados iniciales de la tierra, no tenemos a ese hombre primitivo que era más o menos animal, -eso en cuanto a su apariencia externa-, sino que tenemos a ese hombre primitivo que recibió una sabiduría primigenia del ser divino-espiritual, supra humana. La sabiduría primigenia de la tierra, que se subraya aquí y allá, no es en absoluto una quimera, sino algo que existió. 
La gente partía de la sabiduría, no de la insensatez. Esta sabiduría primigenia, que hoy admiramos especialmente cuando la redescubrimos conscientemente en el terreno de la antroposofía, era una sabiduría más onírica. La gente la experimentaba en imágenes que no estaban conectadas con un fuerte sentido del yo. Una especie de sabiduría primordial, tremendamente profunda, recibida de los seres divino-espirituales, estaba presente al principio del desarrollo terrenal entre los seres humanos que exteriormente tenían una apariencia más animal. La gente sólo conocía esta sabiduría primordial en imágenes. Sin embargo, cuando un día la gente mire dentro de la estructura completa de lo natural, entonces también juzgará al animal de forma diferente a como lo hace hoy. Entonces mirarán, por ejemplo, a la serpiente que está digiriendo y que yace allí como paralizada, y verán que en lo que simplemente yace allí enroscado longitudinalmente hay una vida interior que experimenta muchísimo en imágenes, como en un sueño del mundo, de modo que incluso la digestión de la serpiente es atendida desde el mundo de las imágenes, desde el cosmos. Incluso dentro de lo Ahrimánico uno aún descubrirá lo espiritual. Pero esta sabiduría primigenia era onírica. Esto significaba que la gente no sentía en toda su extensión algo que hoy el hombre, simplemente porque está organizado hacia la percepción externa, siente en toda su fuerza: eso es la muerte. Aunque nuestros antepasados del principio de la tierra no tenían ideas animalescas sobre sus semejantes ni sobre sí mismos, no tenían todavía esa visión de la muerte hasta lo más profundo del alma humana que tiene la humanidad posterior. Los hombres vivían, dejaban de vivir, sin ser tocados en modo alguno por esta cesación de la vida, por la razón de que durante la vida recibían el resplandor de lo espiritual a través de la sabiduría primordial. Nunca se sintieron completamente fuera de lo espiritual. Por lo tanto, no experimentaban la muerte como un acontecimiento especial, sino sólo como un desprendimiento, como el desprendimiento de la piel de una serpiente. No experimentaban la muerte con la agudeza con la que nosotros debemos experimentarla. 
Esto significa que para mirar a la muerte en la forma en que la humanidad moderna debe mirarla, se necesitan otros poderes espirituales distintos de los que tenía la humanidad primitiva. Pero el enigma de la muerte en la forma en que se presenta ante la humanidad de hoy, fue surgiendo cada vez más, aunque en los tiempos antiguos, antes del Misterio del Gólgota, no estaba plenamente presente. Ahora se acercaba. Pero pensemos ahora por un momento que no había llegado, que lo que nos cuentan los Evangelios no había sucedido en absoluto, aceptemos esta hipótesis: entonces el desarrollo de la humanidad habría sido tal que el hombre habría empujado la sabiduría primigenia cada vez más hacia el inconsciente. Sólo habría mirado lo externo. La espantosa muerte, con todo lo demás que conlleva la contemplación de la muerte, se habría presentado sombríamente ante la humanidad. Y a medida que se acercaba al desarrollo humano de la tierra, el siglo, el milenio, en el que entonces tuvo lugar el Misterio del Gólgota, entonces cada vez más todo lo que estaba relacionado con la contemplación de la muerte se presentaba ante el alma humana. Y eso fue lo que el Cristo resucitado comunicó a sus discípulos iniciados. Él les dijo: El hombre recibió la sabiduría primordial de los seres divino-espirituales en una época en que los mismos dioses aún no conocían la muerte. La sabiduría primordial no contiene ningún concepto de muerte y de superación de la muerte, pues en los mundos divinos sólo había metamorfosis, no había muerte.
 Pero, el Cristo después de la resurrección, dijo: yo fui enviado por los devotos de Dios Padre para experimentar en la tierra lo que no se puede experimentar en el mundo de los dioses: me revestí de un cuerpo físico. Después de su resurrección, Él dijo a sus discípulos iniciados, -aunque esto se propagó después, pues el cristianismo no se exteriorizó hasta el siglo IV-: Yo descendí para tener una experiencia de la muerte como dios, para que los dioses conocieran la muerte, para que los que captan el cristianismo de verdad aprendieran también a comprender la victoria de todo lo espiritual sobre lo terrenal en la muerte. En aquella época se hizo el gran llamamiento a la humanidad para que comprendiera la muerte de tal modo que la espiritualidad se liberara así del hombre después de haber estado un tiempo en el mundo terrenal. Esto es pues, de lo que los dioses se han apropiado como conocimiento a través del Misterio del Gólgota. La cruz elevada es, por tanto, también un acontecimiento dentro del cosmos. El cosmos ha conducido aquí sus asuntos de tal manera que en la tierra ha sucedido una cosa importantísima. La cruz no sólo es elevada de la tierra, la cruz es bajada a la tierra para que los dioses pusieran en la tierra algo que tenían que hacer en el mundo de los dioses para que los hombres pudieran contemplarlo. De este modo, el hombre también debe reconocer al verdadero Cristo, mientras que hoy en día, si nos fijamos en la teología, la visión de Cristo es borrosa. En Harnack, por ejemplo, se puede tachar el nombre de Cristo en todas partes y poner el nombre general de Dios en todas partes, porque no se menciona a Cristo vivo y resucitado y, por tanto, no se reconoce el misterio del Gólgota en su significado sobrenatural. 
Cuando el hombre se conecta con este significado, entonces adquiere cada vez más la idea de que la espiritualidad necesita de la muerte, pero que de otro modo, si no atravesara una y otra vez la puerta de la muerte, el hombre no podría llegar a su pleno desarrollo. Pero ahora que se ha dado el comienzo para que todo el desarrollo futuro en la tierra comprenda la muerte humana a través del Misterio del Gólgota, debemos ir más allá. También debemos comprender algo más. Toda la naturaleza muerta yace hoy a nuestro alrededor. Nos felicitamos literalmente cuando somos capaces de comprender esta naturaleza. Queremos comprender no sólo las piedras, sino también las plantas a través de su química, y también los animales. Queremos introducir lo muerto en todo. Y si en su conocimiento actual, la gente tiene un ideal, este consiste en poner lo mecánico y la química muertos en el lugar de la vida. Les gustaría poder decir: ¡Hay una planta que desarrolla procesos muy pequeños, diminutos, que están compuestos de tal manera que cuando se mira la planta, los procesos químicos individuales que se experimentan aparecen borrosos, y a eso le llamamos vida! Pero no es así, hay vida real en el interior. Debemos concienciarnos de que la muerte nos rodea y de que nuestro conocimiento quiere orientarse hacia la muerte.
Pero del mismo modo que el cristianismo nos ha arrancado de nuestra conexión con la muerte, del mismo modo que nos ha enseñado que aquel que no comprende la resurrección, que no comprende a Cristo como el Viviente, está él mismo muerto anímicamente, así también debemos comprenderlo nosotros: Si sólo nos conectamos con lo muerto, con lo inanimado, entonces nosotros mismos nos volvemos muertos y ahrimánicos, pero si tenemos el coraje y el amor por todos los seres que nos rodean para conectarnos con lo que los seres mismos son, no con lo que nuestra idea muerta de ellos es, entonces encontraremos al Cristo en todas partes, entonces encontraremos la victoria del espíritu en todas partes. Entonces quizá tengamos que seguir hablando, de un modo que a nuestros contemporáneos les parezca paradójico, de los seres individuales que viven en lo sólido, lo líquido, etc., pero mientras no hablemos de ello, estaremos hablando de una ciencia muerta, no cristianizada. Sólo entonces dejamos de hacerlo, cuando nos decidimos a hablar de estas cosas como lo hacemos en el verdadero cristianismo.
Así pues, debemos cristianizar también todo lo científico, debemos llevar a todos los conocimientos, a todas las percepciones, a todas nuestras vidas lo que podemos formar a través de nuestra comunión con Cristo. De este modo, sin embargo, el misterio del Gólgota sólo se hace verdaderamente fecundo a través del poder humano y del esfuerzo humano y del amor humano entre los propios hombres. Y en este sentido podemos decir: la Antroposofía es en todos los detalles un esfuerzo por la cristianización del mundo. Miramos por encima de nosotros al signo de Cristo. Mirando a la naturaleza externa, sólo podemos decir por patología interior: no hay Dios en la naturaleza. Pero si miramos la naturaleza con un alma verdaderamente contemplativa, entonces encontramos a Dios en todas partes en ella, y entonces decimos simplemente de la naturaleza: Ex deo nascimur. Es una enfermedad si no decimos esto en lo más íntimo de nuestro ser. 
Pero en el curso de nuestra vida en la tierra debemos encontrar al Cristo a través de nuestras propias fuerzas anímicas, de lo contrario no podemos morir propiamente, porque sólo el Cristo media la vida en el morir de la humanidad más nueva. Y es simplemente una cuestión del destino de la vida humana el que podamos recibir al Cristo dentro de nosotros, el que encontremos al Cristo, el que aprendamos a comprender el misterio del Gólgota, el que aprendamos a decir en lo más íntimo de nuestro ser: In Christo morimur. Así como es una especie de enfermedad del hombre no poder llegar a Dios Padre, así también es un destino miserable no llegar a Dios Hijo. 
Pero al mismo tiempo es una debilidad del espíritu que surge de esto: porque si nos penetramos del conocimiento y del amor de Dios Padre y de Cristo, entonces se despierta en nosotros algo que nos lleva a la espiritualidad viva a pesar de toda muerte, a pesar de toda naturaleza muerta. Y entonces decimos por el poder de Dios Padre, por el poder de Cristo Dios: Per spiritum sanctum reviviscimus, en el Espíritu Santo nacemos de nuevo. Y así, en claro conocimiento, no por un esfuerzo sordo y nebuloso, lo que puede conocerse se reúne en la palabra: Ex deo nascimur - hemos nacido de Dios. In Christo morimur - en Cristo morimos. Per spiritum sanctum reviviscimus - por el Espíritu Santo despertaremos de nuevo en el yo espiritual. 
Traducido por J.Luelmo nov. 2024

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