LA MORAL COMO FUERZA GERMINAL DEL FUTURO ORDEN NATURAL
Conferencia del Dr. Rudolf Steiner
Berlín, 27 de febrero de 1917
Conferencia IV
Si observamos las ideas y concepciones que se han introducido en las almas de todas las personas, personas de todos los niveles de educación, mediante el desarrollo espiritual de los últimos siglos, debemos llamar la atención sobre el hecho de que esta educación espiritual de los últimos siglos ha instado poderosamente a las personas a formar su desarrollo del mundo y su posición en este desarrollo del mundo únicamente según los conceptos científicos. Ciertamente, todavía hoy hay muchas personas que opinan que no han formado su mente, su alma, de acuerdo con las ideas científicas. Pero estas personas no se dan cuenta de los fundamentos más profundos de su formación emocional; no saben cómo las ideas científicas se han colado en las mentes de las personas de forma unilateral y determinan no sólo todo el pensar, sino especialmente todo el sentir de una determinada manera. Pues quienes hoy piensan según los conceptos practicables que todo hombre tiene en aquellas regiones que tienen una educación general, quienes forman sus mentes en conexión con estos conceptos, sobre la base de estos conceptos, no llegan hoy a sentir la relación correcta, la verdadera relación entre lo que llamamos el mundo moral, el mundo de los sentimientos morales, y el mundo de los hechos externos. Cuando pensamos hoy, en el sentido de nuestro tiempo, cómo pudo desarrollarse la Tierra, es más, cómo pudo desarrollarse toda la estructura celeste, y cómo pudo llegar a un determinado estado final, estamos pensando en términos de hechos sensoriales puramente externos. Pensemos en lo profundamente significativo que es para las almas, aunque no siempre se den cuenta de ello, la llamada teoría de Kant-Laplace sobre el origen del mundo: A partir de una nebulosa del mundo puramente material, -pues se imagina que la Tierra es puramente material-, en realidad la estructura del mundo, se ha formado según leyes puramente físicas y también químicas , se ha desarrollado de acuerdo con estas leyes y también encontrará su fin conforme a estas leyes, así piensa la gente. Llegará un tiempo en que la construcción de este mundo se acabará tan mecánicamente como se creó mecánicamente.
Ciertamente, lo repito una vez más: hoy en día hay mucha gente que se resiste a pensar las cosas precisamente de esta manera. Pero no se trata de eso, porque lo que importa no son nunca las ideas que nos formamos, sino los impulsos de la mente a partir de los cuales se forman esas ideas. La idea que acabo de desarrollar es puramente materialista; es aquella de la que Herman Grimm dice que un trozo de hueso de carroña alrededor del cual gira un perro hambriento es una visión más apetitosa que esta construcción del mundo según los conceptos de Kant-Laplace. Pero ha podido nacer, ha podido formarse. Y no sólo ha podido formarse, sino que es algo plausible para la inmensa mayoría de las personas que se topan con él. Y hay pocas personas que se pregunten, como lo hace Herman Grimm, cómo se las arreglarán las futuras generaciones de estudiosos para pensar cómo esta locura, tal como él la cree, pudo surgir en nuestro tiempo; cómo fue posible que en cualquier época esta locura sobre la creación del mundo pudiera haber sido plausible para muchas personas. Son realmente pocas las personas que se hacen tales preguntas, que se las hacen desde un estado de ánimo sano. Y los que se las plantean, bueno, simplemente son considerados, -al menos en estos ámbitos-, como una especie de mente excéntrica. Pero, como ya he dicho, lo importante no son las ideas así formadas, sino los impulsos de la mente. Las ideas han surgido de ciertas tendencias de la mente, y aunque han emanado de eruditos y son llevadas a la gente hoy en día de tal manera que la mayoría de la gente todavía cree que el mundo no vino a la existencia únicamente a través de tales impulsos mecánicos, sino que también intervinieron todo tipo de impulsos divinos, sin embargo ello no impidió, que se hayan formado tales ideas. E hizo posible que la mente de las personas, la constitución de sus almas, tomara tal forma que se formara un concepto puramente mecánico de la creación del mundo. Esto significa que en el fondo de las almas humanas existe una tendencia a formar ideas materialistas. Y esta tendencia no sólo está presente entre los pocos eruditos y otras personas que creen en ella, sino que está presente en un amplio círculo entre todo tipo de personas. Sólo que la mayoría de la gente hoy en día todavía son demasiado tímidos para convertirse en valientes, bueno, me gustaría decir Haeckelianos y poner todo lo espiritual sólo bajo la forma de lo material. La gente no tiene el coraje. Siguen permitiendo que algo que es espiritual exista junto a ello; no piensan en ello.
Si la idea descrita es válida, entonces sólo hay lugar para lo espiritual en cierto modo, es decir, sólo hay lugar para lo moral en cierto modo. Piénsenlo: Si el mundo hubiera llegado a existir realmente, como cree la teoría de Kant-Laplace, y sólo llegara a su fin por medio de fuerzas físicas, arrastrando consigo a todos los hombres a la tumba, junto con todas sus ideas, sentimientos e impulsos de voluntad, ¿qué sería entonces, aparte de todo lo demás, de todo el orden moral del mundo? Supongamos, por un momento, que se produjera la condición de la sepultura de todas las cosas: ¿De qué habría servido haber declarado que algunas cosas son buenas y otras malas? ¿De qué serviría decir que esto está bien y que eso está mal? No serían más que conceptos éticos olvidados, barridos como algo que, si esta idea del orden del mundo fuera correcta, tal vez no sobreviviría ni siquiera en una sola alma. De hecho, el asunto quedaría así: el mundo llegó a existir por causas puramente mecánicas, por fuerzas físicas y posiblemente químicas, y por medios similares llegará a su fin. Por medio de estas fuerzas, aparecen los fenómenos como burbujas, producidos por el hombre. Entre los propios hombres surgen las ideas morales del bien y del mal; pero el mundo entero pasa a la quietud del sepulcro. Todo lo correcto y lo incorrecto, el bien y el mal, es simplemente una ilusión del hombre, y se olvida y se desvanece cuando el mundo se convierte en 'la tumba'. Lo único que le queda entonces al orden moral del mundo es que las personas sientan, mientras dure el episodio que va del estado inicial al estado final: necesitan tales conceptos para convivir, tienen que formar conceptos morales, pero estos conceptos morales no pueden anclarse en ninguna parte de un orden del mundo puramente mecánico. Las fuerzas de la naturaleza, —calor, electricidad, etc.—, intervienen en el plan de la naturaleza, se hacen sentir en él; Pero si el plan mecánico del mundo fuera correcto la fuerza de la moralidad, sólo existiría en la mente del hombre; no intervendría en el orden natural. No sería como el calor que expande los cuerpos, o como la luz que los ilumina y los hace visibles e impregna el mundo del espacio. Porque esta fuerza moral está presente y se eleva como una gran ilusión sobre el orden mecánico del mundo, y se desvanece, se disuelve cuando el mundo se transforma en la tumba
Simplemente no se reflexiona lo suficiente sobre esta idea. Por lo tanto, uno no se resiste a un orden mundial mecánico, sino que permite que exista, no quiero decir por buena naturaleza, sino por conveniencia. Y si uno tiene una cierta necesidad de la mente, entonces dice: Sí, el conocimiento, eso es lo que nos hace necesario idear tal orden mecánico del mundo; la fe nos exige otra cosa, así que colocamos la fe junto al conocimiento, creemos en otra cosa además de la naturaleza mecánica, en la que tenemos una cierta necesidad interna de la mente de creer. - Eso es conveniente. No hay necesidad de rebelarse contra lo que Herman Grimm, por ejemplo, considera la locura de la ciencia contemporánea, no hay necesidad de rebelarse. Pero para aquellos que quieren terminar sus pensamientos, que realmente quieren llegar a un final con sus pensamientos, realmente no tiene ninguna justificación interna.
Y si se preguntan ¿Cómo es posible que la gente de hoy viva tan ciegamente en una imposibilidad mental?, ¿Que acepte tal imposibilidad mental?, esto radica, -por extraño que esto pueda sonar cuando uno tiene que familiarizarse con el pensamiento por primera vez-, en el hecho de que la gente, en el curso de los últimos siglos, ha olvidado más o menos cómo concebir el misterio de Cristo, que debería estar en el centro de la vida moderna, en su verdadero y real sentido. Porque el modo en que el hombre moderno concibe el misterio de Cristo es tal que afecta al resto de su pensar y sentir. Y simplemente sucede que, -tal vez tengamos que hablar de este hecho en un futuro próximo-, la forma en que el hombre se relaciona con el Misterio de Cristo desde el Misterio del Gólgota es una especie de, yo diría, vara de medir para todo su mundo de conceptos y sentimientos. Si no puede comprender el Misterio de Cristo como algo realmente real, entonces no podrá desarrollar ideas y conceptos con respecto al resto de su visión del mundo que estén impregnados de realidad, que intervengan verdaderamente en la realidad.
Esto es lo que queremos visualizar muy claramente, sobre todo hoy en día. Si el hombre realmente piensa tal como lo he descrito y tal como la mayoría de la gente piensa hoy más o menos inconscientemente, entonces el mundo se divide en el orden natural mecánico por un lado y el orden moral del mundo por el otro. Ahora bien, el misterio de Cristo es llevado al orden puramente moral del mundo por almas tímidas, que, sin embargo, a menudo se creen muy valientes; y es llevado al orden puramente moral del mundo por todos los que no ven en este misterio de Cristo otra cosa que en cierto momento apareció un gran, digamos incluso el más grande maestro del mundo terrestre, y que lo que importa ante todo es su enseñanza. Pero si uno considera al Cristo meramente como el maestro de la humanidad, incluso el más grande, entonces este punto de vista es en cierto modo bastante compatible con esta doble división del mundo en orden natural y orden moral del mundo. Porque, por supuesto, aunque la tierra se hubiera formado de la manera representada por el orden del mundo mecánico y pereciera de tal manera que un día fuera una tumba universal, podría, no obstante, aparecer un día un gran maestro que realmente pudiera hacer mucho para mejorar e instruir a la gente. Su enseñanza podría ser sublime, pero no cambiaría el hecho de que un día, tras el fin de las cosas, todo sería una tumba, y la enseñanza de Cristo sería arrasada y borrada, ni siquiera presente como recuerdo en ninguna entidad. El hecho de que no se quiera pensar esto no es la cuestión. Si uno sólo reconoce el mero orden mecánico del mundo, entonces tendría que pensarlo.
Ahora todo depende de la comprensión de que con el Misterio del Gólgota tuvo lugar algo que pertenece no sólo al orden moral del mundo, sino a todo, a todo el orden del mundo; que no sólo pertenece a la realidad moral, que no puede existir en absoluto en el sentido del orden mecánico del mundo, sino a toda la realidad intensiva.
Como ven, la mejor manera de que nos demos cuenta de lo que estamos hablando es pensar un poco en los tres encuentros que mencioné la última vez, pero en un sentido diferente del que expliqué el otro día. Les decía que cada vez que el hombre duerme, en el estado que media entre el sueño y el despertar, se encuentra con seres del mundo espiritual; seres del mundo espiritual que son sustancialmente semejantes a su yo espiritual, como estamos acostumbrados a llamarlo. Es decir: Cuando una persona se despierta, sale del sueño de tal manera que se ha encontrado con seres espirituales y lleva a su vida física exterior las secuelas del encuentro, aunque permanezca inconsciente de ello. Lo que ocurre en el alma mientras tenemos este encuentro cotidiano se relaciona en cierto modo con el futuro humano. Hoy en día, las personas que no se dedican a la ciencia espiritual todavía saben poco sobre lo que ocurre en las profundidades del alma cuando una persona está dormida. Los sueños, que podrían revelar algo a la vida ordinaria sobre estos procesos en el dormir, efectivamente revelan algo, pero lo revelan de tal manera que la verdad no puede salir fácilmente a la luz. Cuando una persona se despierta en un sueño o de un sueño o recuerda sueños, estos sueños suelen estar relacionados con algún tipo de ideas que él ya ha adquirido en la vida, con reminiscencias. Pero esto es sólo el disfraz de lo que realmente vive en el sueño, o vive en el estado dormido. Cuando se reviste el sueño con tales ideas que provienen de la vida, entonces estas ideas son sólo el ropaje; pues en el sueño aparece vestido lo que realmente tiene lugar en el alma durante el sueño. Y lo que ocurre en el alma durante el sueño no se relaciona ni con el pasado ni siquiera con el presente, sino con el futuro. Mientras dormimos, se forman las fuerzas que para el ser humano pueden compararse con las fuerzas germinativas que se desarrollan en la planta para la siguiente planta. Cuando la planta crece de esta manera, ya se están desarrollando en la planta las fuerzas germinativas para el año siguiente, para la siguiente planta. Estas fuerzas germinativas culminan entonces en la formación de semillas, donde estas fuerzas se hacen visibles. Al igual que cuando la planta crece de esta manera, las fuerzas germinativas para la siguiente planta ya están presentes. Así también, las fuerzas germinativas, ya sea para la próxima encarnación o para el período de Júpiter, están en el ser humano, y éste las forma preferentemente en estado dormido. Las fuerzas que desarrolla allí no se relacionan inmediatamente con acontecimientos individuales, se relacionan más bien por ejemplo con las fuerzas básicas de la siguiente encarnación, precisamente con estas fuerzas de la siguiente encarnación. Así pues, durante el sueño, el ser humano trabaja sus semillas para la próxima encarnación, generalmente en el futuro. De modo que el ser humano, cuando duerme, ya está en el futuro.
Respecto a este asunto, no pretendo dejar demasiada ambigüedad en sus almas, así que empezaré diciendo que este estado dormido, es para la próxima encarnación como el conocimiento del día siguiente. Sabemos sobre el día siguiente, simplemente por la experiencia de que el sol saldrá de nuevo, aunque no sepamos cómo será el tiempo o cómo afectarán los acontecimientos individuales a nuestras vidas. Así pues, en lo referente al dormir, el alma es realmente un profeta, pero un profeta que sólo mira lo grande, lo cósmico, y no el tiempo atmosférico. De modo que quien tuviera la idea de que los detalles de la encarnación venidera del alma se visualizan durante el sueño, caería en el error cometido por quienes creen que, porque saben con certeza que el sol saldrá y se pondrá el próximo domingo, y porque conocen ciertas cosas generales, también podrían saber qué tiempo hará. Pero nada de esto cambia el hecho de que durante el sueño estamos tratando con nuestro futuro. De modo que las fuerzas que son sustancialmente similares a nuestro yo espiritual, con las que nos encontramos en mitad de nuestro tiempo dormido, trabajan en la configuración de nuestro futuro. Otro encuentro más, -si dejo de lado el segundo-, es el tercer encuentro, del cual la última vez les decía que se produce una sola vez en el transcurso de la vida humana, en la mediana edad. Cuando una persona está en la treintena, se encuentra, como les decía, con lo que puede llamarse el Principio del Padre, mientras que todas las noches se encuentra con el Principio del Espíritu. Este encuentro con el Principio del Padre es muy importante porque, -y lo saben, porque lo he explicado-, debe producirse también para los que mueren antes de los treinta años; En el transcurso de la vida, sólo cuando se tiene la treintena de años se producen experiencias, de no ser así, se producen antes, lo que conlleva una muerte prematura, porque a través de este encuentro el ser humano es capaz de imprimir las experiencias de la vida presente tan profundamente que pueden seguir teniendo efecto en la siguiente encarnación. Así pues, el encuentro con el Principio del Padre tiene que ver precisamente con la vida terrenal de la siguiente encarnación, mientras que nuestro encuentro con el Principio del Espíritu irradia para todo el futuro, sobre toda la vida futura, también sobre aquella vida que tiene lugar entre la muerte y el nuevo nacimiento.
Lo que lo causa es que las leyes en las que se entreteje este encuentro que tenemos una vez en la vida, no son leyes terrestres, sino leyes que se han quedado dentro de la evolución terrestre, tal como estaban en la evolución lunar. Y estas leyes están conectadas en el lado físico con nuestra descendencia física, en general con todo lo que significa la herencia física. Esta herencia física es sólo un lado de la cuestión; se basa en leyes espirituales, como ya he indicado suficientemente. De modo que todo lo que tiene lugar de tal manera que necesita el encuentro con el principio del padre se remonta al pasado. Es una reliquia del pasado que se remonta a la evolución de la luna, a las encarnaciones anteriores, del mismo modo que lo que ocurre en cada dormir apunta al futuro. Así como lo que tiene lugar mientras se duerme forma el germen para el futuro, lo que tiene lugar cuando los seres humanos nacen como descendientes de sus antepasados y también arrastran de encarnaciones anteriores lo que debe arrastrarse de estas encarnaciones anteriores es algo que ha quedado del pasado. Ahora bien, tanto lo que se relaciona con el futuro como lo que se relaciona con el pasado, se apartan hasta cierto punto del orden natural. El campesino se acuesta al atardecer y se levanta al amanecer. Pero a medida que el hombre progresa en la llamada cultura, se libera del orden natural. Y en las ciudades ya se puede encontrar gente, -aunque no sea a menudo-, que se acuesta por la mañana y se levanta por la tarde. El hombre se libera de este mero orden natural; esto ya forma parte de la posibilidad de su desarrollo de la libertad. Así que, en cierto sentido, el hombre se aparta del orden natural porque está preparando un futuro que aún no existe. Además, al traer el pasado, es decir, el pasado de la luna, al presente, se le aparta del orden natural. Pues nadie puede afirmar que se deba a las leyes generales de la naturaleza el hecho de que Hans Müller naciera, digamos, en el año 1914; no existe tal necesidad como en la salida del sol o en otros procesos naturales, porque en ellos prevalece el orden natural de la luna. Allí todo era como el orden de nuestro nacimiento en la tierra; durante el período lunar todo era así.
Pero en relación con aquello que tiene significación directa para su presente, que se relaciona directamente con su existencia terrena, el hombre si está realmente situado en el orden natural. Mientras que en relación con el Principio del Padre y en relación con el Principio del Espíritu lleva dentro de sí el pasado y el futuro, está ligado al orden natural en relación con ese encuentro del que he dicho que tiene lugar en el curso del año y que sigue estando relacionado con el encuentro con el Cristo. Si no estuviera ligado al orden natural, el resultado sería que una persona celebraría la Navidad en diciembre, otra la Navidad en marzo, y así sucesivamente. Pero aunque los pueblos difieren de diversas maneras, incluso con respecto a cómo celebran la Navidad, algo de fiesta, que siempre de alguna manera tiene una referencia a este encuentro, a lo que me refería, cae sin embargo en los últimos días de diciembre. En relación con este encuentro, que se inserta en el curso del año, el hombre está por tanto en conexión directa con el curso de la naturaleza, porque éste es su presente; allí se somete al curso de la naturaleza, mientras que en relación con el pasado y el futuro se ha salido del curso de la naturaleza, se ha salido ya de él desde hace miles de años.
En la antigüedad, sin embargo, el hombre también seguía el curso de la naturaleza con respecto al pasado y al futuro. En la antigüedad, por ejemplo, el nacimiento en los países germánicos estaba regulado por el curso de la naturaleza. El nacimiento sólo podía tener lugar porque estaba regulado por los misterios, en un momento muy concreto del año. Estaba integrado en la estación. Y la concepción y el nacimiento estaban regulados en la antigüedad, en los lejanos tiempos precristianos, en los países germánicos por lo que sólo ha sobrevivido en débiles ecos como un mito, por el servicio de Hertha. Pues el servicio de Hertha en la antigüedad comprendía nada menos que sólo en el momento en que la Hertha con su carro se acercaba al pueblo estaban allí los días de la concepción; y cuando ella se había retirado de nuevo, entonces ya no se les permitía estar. El efecto de esto, sin embargo, era que en aquel tiempo aquel que no nacía dentro de una cierta estación era considerado deshonroso - porque caía fuera del curso de la naturaleza con respecto a su existencia humana. En la antigüedad esto se adaptaba al curso de la naturaleza, igual que el sueño y la vigilia se adaptaban a este curso de la naturaleza. Uno se iba a dormir cuando se ponía el sol y se despertaba con el amanecer. Pero estas cosas han cambiado. Sin embargo, lo que no puede cambiar es el término medio, la adaptación al curso del año. A través de esta adaptación al curso del año, algo debe y tiene que preservarse en la mente humana.
¿Cuál es entonces el sentido de la evolución humana en la Tierra? Ese es todo el significado de la evolución humana en la tierra, que el hombre se adapte a la tierra, que tome en sí mismo las condiciones del desarrollo terrenal; que lleve al futuro de su desarrollo lo que la tierra puede darle, -no quiero decir ahora meramente en una encarnación, sino a través de todas las encarnaciones-, puede darle para el desarrollo posterior. Este es el sentido de la evolución terrestre. Este sentido de la evolución terrestre sólo puede cumplirse si el hombre aprende poco a poco a olvidar su relación con lo cósmico, con las fuerzas celestiales. El hombre aprendió a olvidar su conexión con los poderes celestiales. Sabemos que en la antigüedad la gente tenía una clarividencia atávica, pero era precisamente dentro de esta clarividencia atávica donde los poderes celestiales actuaban en la gente. En aquel tiempo el hombre todavía tenía su conexión con los poderes celestiales; allí el reino de los cielos, por así decirlo, sobresalía en la mente humana. Para que el hombre pudiera desarrollar su libertad, esto tenía que cambiar. El hombre no debía tener nada más del reino celestial a la vista, en su percepción inmediata, para que pudiera relacionarse con la tierra. Sin embargo, sólo por esta razón, también fue posible que el hombre se volviera materialista en el período más extremo de su relación con la tierra, en el quinto período, en el que nos encontramos nosotros mismos. El materialismo es sólo la expresión más radical, más extrema, de la relación del hombre con la tierra. Pero si no ocurriera nada más, esto significaría que el hombre se convertiría realmente en un esclavo de la tierra. El hombre tendría que relacionarse con la tierra, compartiendo gradualmente el destino de la tierra por completo. Tendría que tomar los caminos que toma la tierra, tendría que adaptarse completamente al desarrollo de la tierra si no ocurriera nada más. Tendría que separarse de todo el cosmos, por así decirlo, junto con la tierra, y unir por completo su destino al destino de la tierra.
Pero no era eso lo que se pretendía para la humanidad, sino algo distinto. Por un lado, el hombre debía conectarse adecuadamente con la tierra, pero debía descender un mensaje del mundo celestial, espiritual, que, a pesar de estar relacionado con la tierra a través de su naturaleza, lo llevaría a su vez más allá de esta relación terrenal. Y este descenso del mensaje celestial se produjo a través del Misterio del Gólgota. Por tanto, por un lado, el ser que pasó por el Misterio del Gólgota tuvo que asumir la naturaleza humana, pero, por otro lado, tuvo que llevar en sí mismo la naturaleza celestial. Esto significa, sin embargo, que no debemos imaginar a Cristo Jesús meramente como alguien que se desarrolla dentro de la evolución de la humanidad, aunque sea el más elevado, sino como alguien que recibe seres celestiales, que no se limita a difundir una enseñanza, sino que trae a la tierra lo que viene del cielo. Por eso es importante comprender lo que es realmente el bautismo de Juan en el Jordán: que no es meramente un acto moral, -no digo que no fuera un acto moral, sino que «no fue meramente» un acto moral-, sino un acto real; que allí está sucediendo algo que es tan real como los fenómenos naturales son reales, que es tan real como cuando caliento algo con alguna fuente de calor y el calor pasa a lo que se calienta, que la entidad de Cristo pasa al hombre Jesús de Nazaret en el bautismo de San Juan. Esto es ciertamente moral en grado sumo, pero también es real en el curso de la naturaleza, como son reales los fenómenos naturales. Y es importante que se entienda esto, que no se trata sólo de algo que se origina en conceptos humanos racionalistas, que sólo corresponden alguna vez al curso mecánico, físico o químico de la naturaleza, sino que es algo que al mismo tiempo está presente como idea en la auténtica realidad, del mismo modo que las leyes de la naturaleza están presentes en la auténtica realidad o, de hecho, las fuerzas de la naturaleza están presentes en la auténtica realidad.
A partir de ahí, cuando uno es consciente de ello, otros conceptos se vuelven mucho más reales de lo que son en la actualidad. Verán, el antiguo alquimista, -no pretendemos hablar ahora de alquimia, sino que pretendemos ver lo que el alquimista tenía en mente; no queremos hablar de si eso está justificado o injustificado, quizás eso puede ser objeto de otra consideración-, tenía en mente que a través de sus ideas algo no es meramente imaginado, sino que algo sucede. Digamos: Quemaba incienso. Y si entonces tenía la idea o la expresaba en voz alta, intentaba aportar tal fuerza a esta idea que la sustancia del incienso tomara realmente forma. Buscaba esos conceptos que tienen el poder de intervenir en la realidad externa de la naturaleza, no sólo de permanecer en el ámbito egoísta del hombre, sino de intervenir en la realidad de la naturaleza. ¿Por qué? Porque todavía tenía la idea del Misterio del Gólgota de que allí ocurrió algo que intervino en el curso natural de la tierra, que es un hecho como lo es un proceso natural.
Verán, ésta es la base de una diferencia significativa que se produjo en la segunda mitad de la Edad Media y hacia el período más reciente, hacia nuestro quinto período mundial posterior al grecolatino. En la época de las Cruzadas, la época de los siglos XII, XIII, XIV, XV, incluso XVI, había especialmente naturalezas femeninas que llevaban sus mentes a un misticismo tal que sentían esta experiencia interior, que les aportaba el misticismo, como una boda con lo espiritual, ya fuera con Cristo o con cualquier otra cosa. Las bodas místicas fueron celebradas por numerosas monjas ascetas y así sucesivamente. No quiero detenerme hoy en la naturaleza de estas uniones místicas interiores, pero era algo que tenía lugar dentro de la mente, que sólo podía expresarse con palabras, que hasta cierto punto tenía lugar dentro de la representación, las sensaciones e incluso las palabras de las que podían revestirse las sensaciones. Valentin Andreae contraatacó entonces con su «Bodas Químicas de Christian Rosenkreutz", basado en ciertas ideas y contextos humanísticos. Esta boda química, hoy diríamos boda química, es también una experiencia humana. Pero cuando se lee esta "Boda Química de Christian Rosenkreutz", se ve que no se trata sólo de una experiencia emocional, sino de algo que se apodera de toda la persona, algo que no se expresa sólo con palabras; algo que no se sitúa en el mundo como una experiencia emocional, sino como un proceso real, un proceso natural, en el que la persona hace algo consigo misma que se convierte en un proceso natural. La «Boda química de Christian Rosenkreutz» de Valentin Andreae es, por tanto, algo que está más impregnado de realidad que una boda meramente mística de Matilde de Magdeburgo, por ejemplo, que era una mística. A través del matrimonio místico de las monjas, sólo se hacía algo por la subjetividad del hombre; a través del matrimonio químico, el hombre se entregaba al mundo, a través de él debía hacerse algo por el mundo entero, igual que a través de los procesos de la naturaleza se hace algo por el mundo entero. Esto se concibe a su vez en un sentido eminentemente cristiano. Las personas que pensaban de forma más realista querían conceptos, -incluso en el sentido unilateral de los antiguos alquimistas-, querían conceptos a través de los cuales pudieran dominar la realidad de forma correcta, a través de los cuales pudieran intervenir en la realidad de forma más correcta, conceptos que realmente tuvieran algo que ver con la realidad. La era materialista echó inicialmente un velo sobre tales conceptos. Y la gente de hoy, aunque crea pensar correctamente sobre la realidad, vive mucho más en ilusiones que la gente a la que despreciaba, por ejemplo en tiempos de los alquimistas, que se esforzaban por encontrar conceptos a través de los cuales se pudiera dominar la realidad.
¿Qué puede hacer hoy la gente con sus conceptos? Eso es lo que estamos experimentando en nuestra época, lo que la gente puede conseguir con sus conceptos: Ilusiones, envoltorios conceptuales. Eso es lo que la gente persigue hoy como ídolos: envoltorios conceptuales que no tienen nada que ver con la realidad. Porque la realidad sólo puede alcanzarse sumergiéndose en ella, pero no formando conceptos de manera arbitraria. Y sin embargo, uno puede reconocer la diferencia entre conceptos saturados de realidad y conceptos irreales en las cosas más ordinarias del día. Pero la mayoría de la gente hoy en día no lo reconoce. Están tan infinitamente satisfechos por meras sombras conceptuales que no tienen realidad. Imaginemos, por ejemplo, que alguien se levantara hoy y pronunciara un discurso en el que dijera, bueno, supongamos que alguien dijera: ¡Una nueva era debe venir, ya se está anunciando, una era completamente nueva en la que el hombre debe ser medido sólo según su propio valor, en la que cada hombre es valorado según lo que puede lograr! - Pues bien, quién no diría hoy: ¡Eso es algo que se ha dicho desde la más profunda comprensión de nuestro tiempo! Pero mientras los términos sigan siendo envoltorios, por muy hermoso que sea, sencillamente no está impregnado de realidad. Porque no se trata de que alguien persiga el principio de que cada cual ocupe el lugar que le corresponde según sus capacidades, si luego está convencido de que su sobrino es el más capacitado. No se trata de qué conceptos o ideas se tienen, sino de ser capaz de penetrar en la realidad con los propios conceptos, ¡de reconocer la realidad! Tener principios, tener ideales, eso es un gran placer, y expresarlos es a menudo un placer aún mayor. Pero lo que necesitamos es sumergirnos realmente en la realidad, reconocer la realidad y penetrar en lo real. Nos adentramos cada vez más en lo que nuestro tiempo infinitamente triste ha traído si seguimos perpetuando esta idolatría de envoltorios conceptuales y sombras conceptuales, si no encontramos el camino hacia la visión de que tener bellos conceptos y tener bellas ideas, expresar bellos conceptos y expresar bellas ideas, no vale nada si no está conectado con la voluntad de sumergirse en la realidad, de reconocer la realidad. Y si nos sumergimos en la realidad, entonces no sólo encontraremos lo material en esta realidad, sino que también encontraremos el espíritu. El hecho de que la gente practique hoy la idolatría con sombras conceptuales, con envoltorios conceptuales, no es más que una distracción del espíritu. Pero ésa es también la inconmensurable desgracia de nuestro tiempo, que la gente se intoxica con palabras bonitas. Y eso es también lo que no es cristiano, pues el principio básico del cristianismo es que el Cristo no sólo vertió enseñanzas en Jesús de Nazaret, sino que él mismo fue atraído hacia él, es decir, se conectó con la realidad terrenal de tal manera que fue atraído hacia esta realidad terrenal y se convirtió así en el mensaje vivo del cosmos.
El libro que, si se lee correctamente, es la herramienta educativa más maravillosa para la realidad, es el Nuevo Testamento. Pero este Nuevo Testamento debe traducirse gradualmente a nuestro idioma. Las traducciones de hoy ya no son capaces de transmitir plenamente el sentido original, pero si se traduce el sentido antiguo al lenguaje inmediato del día, entonces el Evangelio es el mejor medio para llevar a la gente a pensar de una manera saturada de realidad, porque cada línea de este Evangelio en sí no tiene tales formas de pensamiento que conducen a sombras conceptuales y envoltorios conceptuales. Hoy sólo hay que captar las cosas en su realidad más profunda. Puede sonar casi trivial hablar de intoxicarse con conceptos, pero esta intoxicación con conceptos está tan extendida hoy en día que se trata menos de los conceptos, de las ideas, por muy bonitas que suenen, y más del hecho de que la persona que expresa los conceptos y las ideas está en la realidad. Esto es tan difícil de entender hoy en día. Hoy en día, casi todo lo que entra en la escena pública se juzga únicamente por su contenido, es decir, por su contenido conceptual. De lo contrario, uno no habría tomado los documentos menos imaginativos, -sólo diré, por ejemplo, la llamada nota de paz del profesor Wilson, diré del presidente Wilson, una envoltura, un mero conglomerado de sombras conceptuales-, por algo que tenga alguna relación con la realidad. Cualquiera que tenga sensibilidad para las sombras conceptuales podría haber sabido de esta compilación de meras sombras conceptuales que, en el mejor de los casos, podría aparecer como un absurdo, que luego podría ser una cierta realidad. Porque lo que se necesita hoy es precisamente buscar conceptos saturados de realidad. Pero esto presupone que las personas puedan relacionarse muy muy profundamente con la realidad, que sean lo suficientemente desinteresadas como para conectar con lo que vive y se teje en la realidad. Porque uno puede ver en el presente muchas cosas que se alejan de esta búsqueda de la realidad, que se alejan completamente, y uno no se da cuenta de estas cosas.
Para el que es experto en esto, ocurren muchas cosas tristes. Por ejemplo, en la actualidad es posible que la gente se deje atrapar, puramente por la combinación de palabras, por una serie de discursos que también han sido impresos; una serie de discursos que para aquellos que no solo se fijan en las palabras sino en las realidades, son francamente horribles. Ha habido discursos de una personalidad contemporánea muy respetada que, en uno de los primeros discursos, adopta la posición: Sí, con respecto a un lado del hombre, el hombre pertenece definitivamente al orden natural, y los teólogos no hacen bien si no dejan el orden natural a los naturalistas puros. A continuación, el orador prosigue: En relación con el orden natural, el hombre es puramente un mecanismo; pero las actividades del alma también dependen de este mecanismo. - Y lo que ahora describe como actividades del alma se refiere a todas las actividades del alma en general. Esto también debe dejarse ahora a los científicos naturales. Y a la teología sólo le queda el consuelo de que todo ha sido cedido a la ciencia natural, ¡pero nosotros sólo debemos charlar! Pero entonces sólo podemos disertar con palabras vacías. Y las reglas están formuladas de tal manera que tienen discontinuidades, -volveré sobre todo este hecho en las próximas conferencias y lo trataré con más detalle-, que el siguiente pensamiento, cuando se ve realmente a través de él, ni siquiera puede pensarse de alguna manera junto con el pensamiento anterior con el que está asociado. Pero todo esto suena muy bien. Y en el prefacio a estas conferencias sobre la llamada «organización de la vida» se dice que estas conferencias fueron dadas a miles de personas hace poco tiempo, y que en cualquier caso muchos miles tendrán todavía la necesidad de buscar consuelo para sus almas en estas conferencias en tiempos serios. Estas conferencias son del famoso teólogo Hunzinger y fueron publicadas en la colección Quelle y Meyer, creo que se llama «Wissenschaft und Bildung» (Ciencia y Educación), y son algo que es una de las cosas más peligrosas en la actualidad, porque con un contenido que suena bonito, con un contenido que suena embriagador, prácticamente confunde la vida de pensamiento de la gente, porque los pensamientos no tienen contexto, y porque todo el asunto no es en realidad más que un sinsentido en cuanto se le quitan las palabras embriagadoras. Sin embargo, los panegíricos sobre estas cosas llenan círculos inmensamente amplios, -en una de las próximas conferencias les mostraré en detalle qué confusiones de pensamiento contienen-, y nadie se ocupa de examinar las formas de tales pensamientos, sino que todo el mundo se quedó encantado en las palabras sombrías.
Sí, lo que es realidad externa está definitivamente conectado con lo que el hombre desarrolla interiormente. Si él desarrolla conceptos que son ajenos a la realidad, entonces la realidad debe confundirse, y entonces surgen condiciones como las actuales. Uno ya no puede juzgar el asunto por lo que encuentra como condiciones externas, sino que debe juzgarlo por lo que a menudo se desarrolla en la mente humana no sólo años, sino décadas, quizás incluso más tiempo antes. Ahí es donde está la causa. Ahí es donde hay que buscar. Pero todo depende de que no se tome a Cristo meramente según su contenido doctrinal, sino que se vea el Misterio del Gólgota en su realidad, en su actualidad, que se vea que a través de la persona de Jesús de Nazaret, algo sobrenatural se unió realmente con lo terrenal. Porque entonces uno se dará cuenta de que lo moral no es meramente aquello que se desvanece y pasa cuando la tierra o incluso el entramado del cielo se han convertido en cenizas, sino que la tierra actual y el entramado del cielo actual pueden convertirse en cenizas, igual que la planta actual se convierte en polvo. Pero igual que la semilla de la futura planta está en la planta actual, la semilla del mundo futuro está en el mundo actual. Y los seres humanos están conectados a esta semilla. Pero esta semilla necesita estar conectada con Cristo, para que no decaiga con el polvo de la planta, al igual que la semilla de una planta, si no es fecundada, decae con la tumba de la tierra. El pensamiento más real que puede existir, es que el orden moral del mundo en el presente es el poder germinal del futuro orden natural. La moral no es algo meramente concebido; la moral está presente ahora, cuando está impregnada de realidad, como semilla de realidades externas posteriores.
La actual cosmovisión no llega al pensamiento al que Herman Grimm se refería cuando decía que un trozo de hueso de carroña alrededor del cual se arrastra un perro hambriento, es una visión más placentera que el orden del mundo según kant-laplace. El orden mecánico del mundo nunca llega al pensamiento de que lo moral tiene el poder de convertirse en natural, que es la semilla de lo natural, lo natural del futuro. ¿Y por qué no? En efecto, debe vivir en el engaño. Porque imaginemos que si el Misterio del Gólgota no hubiera tenido lugar, entonces sería como lo imagina la teoría de Kant-Laplace. No hay mas que concebir el Misterio del Gólgota al margen de la tierra, entonces esta teoría sería correcta. Pues la tierra tendría que llegar a un estado que, si se la dejara a su suerte, acabaría con el ser humano en el páramo de la tumba. Esto debía suceder para que el hombre pudiera alcanzar la libertad a través de la afinidad terrenal. El hecho de que él no encuentre esta tumba se debe a que en el momento de la crisis la tierra fue fecundada por el Cristo, se debe a que el Cristo descendió -y a que el Cristo es el poder opuesto al que conduce al fin de la tumba, a saber, el poder germinal-, para elevar al hombre al mundo espiritual; es decir, cuando la tierra se convierte en tumba, cuando sigue su destino según la teoría de Kant-Laplace, de no permitir que lo que yace en ella como germen perezca con ella, sino de llevarlo hacia el futuro. De modo que el orden moral cristiano del mundo piensa eso que Goethe llama la «naturaleza superior en la naturaleza», y se puede decir: Quien puede concebir correctamente el Misterio del Gólgota como una realidad, puede también concebir lo real, puede también formar conceptos saturados de realidad.
Pero eso es necesario, y eso es también lo que la gente debe aprender por encima de todo. Porque en esta quinta era post-atlante la gente ha querido formar conceptos que la embriaguen o conceptos que la cieguen. A menudo tales conceptos que intoxican se han formado en el campo religioso; los conceptos que ciegan se han formado a menudo en el campo de la ciencia natural. Debe ser embriagador un concepto que, aceptando el orden puramente natural del otro lado, se limite a pensar en algo moral, como Kant, que pone estos dos mundos uno al lado del otro, uno a merced del conocimiento, el otro a merced de la fe. Tales conceptos, que uno desarrolla luego en el campo moral, pueden intoxicar, y debido a la intoxicación uno no se da cuenta de que entonces ha caído inevitablemente en el grave silencio del mundo, con lo cual todo lo que es el orden moral del mundo se ha desvanecido y hundido. O los conceptos pueden cegarnos, como lo hacen los conceptos científico-naturales, nacional-económicos y -perdónenme, es difícil de tragar- los conceptos políticos del presente. Estos conceptos nos ciegan si no están formados de tal manera que estén conectados con el mundo concebido espiritualmente, sino que sólo están formados a partir de retazos de la llamada realidad actual externa, es decir, sensoria, factual. De modo que cada uno ve sólo hasta donde le llega la nariz, es decir, juzga ciegamente sólo a partir de lo que puede ver con sus ojos entre el nacimiento y la muerte y captar con conceptos aprendidos, sin formar conceptos que, por tanto, están empapados de realidad porque están empapados de lo espiritual, de la captación de la realidad espiritual.
Una y otra vez hemos de señalar lo que es especialmente necesario, realmente necesario, en nuestro tiempo. Porque incluso lo histórico parece a menudo en nuestro tiempo un concepto sombra. ¡Cuánto se declama hoy, quiero decir, de lo que Fichte le dijo al pueblo alemán! Lo que Fichte le dijo sólo puede entenderse cuando se contempla el conjunto de la vida de Fichte, su vida tan profundamente arraigada en la realidad. Por eso, en mi libro «Sobre el enigma del hombre», GA020, traté de reflejar la personalidad de Fichte tal y como era, tal y como estaba ligada a la realidad desde su infancia. Y uno quisiera tanto que justamente tales palabras como éstas sobre el impregnar de conceptos e ideas las realidades, que justamente éstas no sólo sean escuchadas superficialmente hoy, sino que sean tomadas profundamente en el interior; realmente tomadas profundamente en el interior. Sólo entonces se adquirirá una visión libre y abierta, quiero decir, una visión del alma, para lo que tanto se necesita en nuestro tiempo. Y todo ser humano necesita esa mirada libre y abierta del alma. Aquellos que no se dedican a reflexionar sobre los hechos aquí mencionados prestan muy poca atención a cómo nuestro tiempo se distingue por el uso de sombras conceptuales y palabras vacías, y cómo todo está diseñado para llevar a la gente a conceptos intoxicantes o cegadores.
Esto que les he dicho hoy, tómenlo no en el sentido de agitador, sino en el sentido de algo que quiere expresar lo que es. Ciertamente, el hombre debe vivir con su tiempo, y debería vivir con su tiempo, y cuando se caracteriza algo él no debería tomarlo como si significara que se rechaza todo y de todo. Pero debe crearse un contrapeso. Es natural que hoy el mundo se enfrente a impulsos que conducen completamente al materialismo. Esto no puede detenerse, pues esta conducción al materialismo está relacionada con la profunda necesidad de nuestro tiempo. Pero hay que crear un contrapeso. Quisiera decir que todas las potencias se esfuerzan por introducir firmemente al hombre en el materialismo. Esto no puede detenerse; forma parte de la naturaleza del quinto período postatlante. Pero hay que crear el contrapeso. Un medio particularmente excelente para conducir al hombre al materialismo es el que apenas se advierte desde este punto de vista: el cinematógrafo. No hay mejor herramienta educativa para el materialismo que el cinematógrafo. Porque lo que se ve en el cinematógrafo no es la realidad tal como el hombre la ve. Sólo una época que tiene tan poco concepto de la realidad como la que adora la realidad como un ídolo en el sentido del materialismo puede creer que el cinematógrafo ofrece una realidad. Otra época se plantearía si el hombre camina por la calle como lo hace en el cinematógrafo; y luego, cuando se pregunte: ¿Qué has visto? - si realmente tuvo en su mente lo que el cinematógrafo le presenta. Pregúntense con honestidad, pero con profunda honestidad: ¿Lo que han visto en la calle se parece más a la imagen estática, que un pintor hace para ustedes, o a la horrible imagen centelleante del cinematógrafo? Si se lo preguntan honestamente, se dirán: lo que el pintor les da en reposo se parece mucho más a lo que ustedes mismos ven en la calle. Pero también por eso, mientras una persona está sentada frente al cinematógrafo, lo que éste le ofrece no es recogido en la facultad ordinaria de percepción, sino en una capa material más profunda de la que tenemos en la percepción. El hombre se vuelve etéreamente «de ojos saltones». Tiene ojos de foca, pero mucho más grandes, cuando se entrega al cinematógrafo. Quiero decir etéreamente. No sólo produce un efecto sobre lo que una persona tiene en su conciencia, sino que también produce un efecto materializador en su subconsciente más profundo. No tomen esto como un discurso incendiario contra el cinematógrafo. Hay que decirlo explícitamente una vez más: Es muy natural que haya cinematógrafos; el arte cinematográfico seguirá desarrollándose cada vez más. Este será el camino hacia el materialismo. Es necesario crear un contrapeso. Esto sólo puede consistir en que el hombre conecte algo con la adicción a la realidad que se desarrolla en el cinematógrafo. Así como con la adicción desarrolla un descenso por debajo de la percepción sensorial, así debe desarrollar un ascenso por encima de la percepción sensorial, es decir, hacia la realidad espiritual. Entonces el cinematógrafo no le hará ningún daño; entonces podrá mirar las imágenes cinematográficas como le plazca. Pero precisamente es a través de tales cosas como el hombre es llevado, -al no crear un contrapeso-, no a relacionarse como es debido con la tierra, sino a dejarse llevar cada vez más y más con la tierra y, finalmente, a aislarse por completo del mundo espiritual.
Traducido por J.Luelmo may,2025
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