GA175 Berlín, 6 de marzo de 1917 - La naturaleza del dormir

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LA NATURALEZA DEL DORMIR

Conferencia del Dr. Rudolf Steiner



Berlín, 6 de marzo de 1917


Conferencia V

Les he hablado de los tres encuentros a los que está sometida el alma humana en el curso de su vida entre el nacimiento y la muerte, encuentros que la ponen en contacto con los mundos espirituales ya en el curso de esta vida entre el nacimiento y la muerte. Hoy volveremos sobre este tema, que la última vez tocamos de forma episódica preparatoria desde fuera, por así decirlo, y lo examinaremos más de cerca.

Hemos observado que durante el tiempo en que el hombre está sometido a los estados dormido y despierto alternamente, tiene un encuentro normalmente en medio de su estado dormido. Digo por regla general, porque se supone que el estado dormido es el estado nocturno normal. Así que, por regla general, entre el dormir y la vigilia, el hombre tiene su encuentro con ese mundo con el que nuestro yo espiritual está relacionado, con ese mundo al que situamos a los seres de esa clase de jerarquías que llamamos los Ángeles. Así pues, cada vez que nos dormimos, pasamos por el mundo en el que residen estos seres; el mundo que está más próximo, -por encima-, de nuestro mundo físico, y gracias a este encuentro fortalecemos y renovamos  todo nuestro yo espiritual. Puesto que esto es así, puesto que durante el estado dormido mantenemos una relación entre el ser humano y el mundo espiritual, nunca podrá satisfacernos, en modo alguno una explicación puramente materialista del estado dormido, como la que intenta la ciencia externa. Mucho de lo que ocurre en el ser humano, puede explicarse a partir de los cambios que experimenta el cuerpo desde que se despierta hasta que se duerme, y a partir de estos cambios se puede intentar explicar el dormir, pero siempre quedará algo insatisfactorio en ello, porque en el dormir se trata precisamente del encuentro indicado, es decir, de una relación entre el ser humano y el mundo espiritual. Precisamente cuando observamos el estado dormido podemos ver que el hombre, cuando no busca en su consciencia una relación con el mundo espiritual, llega entonces a conceptos semi verdaderos, a esos conceptos semi verdaderos que, - puesto que los conceptos, las ideas se traducen en vida-, falsifican la vida y también provocan realmente al final las grandes catástrofes de la vida.

¡Conceptos semi verdaderos! Por esta razón son en algunos aspectos incluso peores que los conceptos completamente falsos, porque las personas que forman conceptos semi verdaderos, ideas semi  verdaderas, insisten en ellas, porque pueden probarlas; puesto que son semi verdaderas éstas pueden ser probadas. Incluso ni se les ocurrirá refutarlas, ya que los conceptos son verdades a medias. Tales nociones falsifican realmente la vida, incluso más que las completamente falsas, cuya falsedad es inmediatamente reconocible. Una de esas ideas semi verdaderas es la que ha sido abandonada en parte por la ciencia externa actual, pero que sigue siendo sostenida en parte, y en gran medida, incluso por esta ciencia externa. Me refiero a esa idea sobre la que a menudo he llamado la atención, según la cual dormimos porque estamos cansados. En verdad podemos decir que es una idea semi verdadera, y está apoyada por una observación semi verdadera a la cual la gente se atiene: que la vida del día cansa al cuerpo, y que por lo tanto, como uno está cansado, debe dormir. Ahora bien, en conferencias anteriores ya he señalado que esta explicación del dormir nunca podría explicar por qué los rentistas, (personas que viven de rentas), que no han trabajado nada, a menudo se duermen inmediatamente cuando oyen las cosas más estimulantes procedentes del mundo exterior. Ciertamente, no será posible demostrar que ellos están cansados, ni que deban dormir porque están agotados, eso sólo es una observación falsa, es decir, una observación a medias. Cuando los seres humanos creemos que nos vemos obligados a dormir por cansancio, sólo estamos observando a medias. Y sólo se puede ver en qué consiste la verdad a medias, cuando se compara lo que se observa desde un lado con lo que se puede observar desde el otro lado, donde se encuentra la otra verdad a medias. Dentro de un momento verán lo que quiero decir con esto. 

En la vida humana individual, dormir y despertar es algo que se alterna rítmicamente. Pero el hombre es un ser que se ha dotado de libertad y que, por consiguiente, también puede intervenir en el ritmo del dormir y de la vigilia, -en este caso más debido a condiciones que debido a lo que se llama libertad, pero estas condiciones son precisamente la base de la libertad-, puede intervenir en el curso de los acontecimientos y, a veces, interviene con demasiada facilidad en el ritmo del dormir y de la vigilia. Otro ritmo que a menudo hemos juntado con el del dormir y el de la vigilia, aunque sea erróneamente en la conciencia ordinaria, es el que se produce a lo largo del año: la alternancia del verano y el invierno, si prescindimos de las estaciones intermedias. A nadie se le ocurrirá decir: Pues bien, durante el verano la tierra se esfuerza y desarrolla esas fuerzas que hacen crecer las plantas, fuerzas que conducen a muchas otras cosas; luego se cansa, y por lo tanto debe producirse un descanso invernal. Todo el mundo rechazará tal idea por absurda y dirá: El hecho de que se produzca el invierno no tiene nada que ver con el esfuerzo estival de la Tierra, sino que se produce simplemente porque el sol entra en una relación espacial diferente con el lugar de la Tierra donde se produce el invierno. Allí todo se deriva de lo externo, en el dormir y en el despertar todo de la fatiga, o sea de lo interno. Ahora bien, lo uno es tan falso como lo otro, o también podría decirse que lo uno es tan verdad a medias como lo otro. Porque el ritmo del dormir y del despertar es un ritmo como el del invierno y el verano. No es más cierto que dormimos porque estamos cansados que el hecho de que el invierno llegue porque la tierra ha trabajado durante el verano, sino que ambos se basan en el funcionamiento independiente de un ritmo que se produce por ciertas condiciones. El ritmo entre el dormir y la vigilia se produce precisamente porque el alma humana necesita que se produzca una y otra vez el encuentro con el mundo espiritual, el alma necesita una y otra vez su encuentro con el mundo espiritual. Y si dijéramos que queremos dormir y por eso sentimos fatiga, o si dijéramos que estamos entrando en la etapa en la que anhelamos una parte del ritmo, el estado dormido, y por eso sentimos fatiga, entonces estaríamos diciendo algo más correcto que decir: que como estamos fatigados, debemos dormir. 

La cuestión se nos aclarará aún más si preguntamos simplemente: Sí, ¿Qué hace realmente el alma cuando duerme? La carencia de espíritu de la ciencia de hoy hace imposible una comprensión real ni de responder a tal pregunta. Pues verán, cuando estamos despiertos disfrutamos, -porque el disfrute está siempre presente en toda la vida-, disfrutamos del mundo exterior. No sólo saboreamos a través de nuestro paladar el mundo exterior cuando sentimos un buen plato, donde utilizamos la palabra «saborear» porque la cosa tiene un efecto radical, sino que saboreamos el mundo exterior durante todo el estado de vigilia, y toda la vida es a su vez un saborear. Si en el mundo hay mucho descontento y esto no parece ser un disfrute, entonces se trata sólo de un engaño, del que hablaremos más adelante en las próximas conferencias. Cuando estamos despiertos disfrutamos del mundo exterior, cuando estamos dormidos disfrutamos de nosotros mismos. Así como cuando estamos con nuestra alma en el cuerpo disfrutamos del mundo exterior por medio del cuerpo, cuando estamos con nuestra alma fuera del cuerpo disfrutamos de nuestro propio cuerpo; porque durante la vida entre el nacimiento y la muerte estamos, no obstante, conectados con el cuerpo, incluso fuera de él. En esto consiste esencialmente el estado dormido, el estado normal ordinario del dormir, en que nos sumergimos en nuestro cuerpo, en que disfrutamos de nuestro cuerpo. Disfrutamos de nuestro cuerpo desde el exterior. Y los sueños, los sueños caóticos ordinarios, serán correctamente interpretados por aquellos que se dicen a sí mismos que son un reflejo del disfrute del cuerpo que el hombre tiene cuando está en el dormir sin sueños.

Esta aclaración sobre el dormir ya se acerca más a la necesidad de dormir de la que les comenté respecto a las personas ociosas. Pues no creeremos fácilmente que estén cansados; sino que están tan encariñados con su cuerpo que preferirían disfrutar de él, antes que de lo que a menudo le llega del mundo exterior, podemos creerlo fácilmente, sobre todo en el caso del rentista. Por regla general es tan infinitamente aficionado a sí mismo y se divierte tanto, que tal vez se divierte mucho más que, no digamos asistiendo a una conferencia que escucha por vergüenza, o tal vez escuchando alguna pieza musical más difícil y mejor, que se duerme enseguida cuando tiene que escucharla. El dormir es auto-disfrute. Puesto que en el dormir, en el dormir normal, es cuando tenemos el encuentro con el mundo espiritual, este dormir no sólo será autodisfrute, sino también autocomprensión; hasta cierto punto autocomprensión, autocaptación. En este sentido, es realmente necesario para nuestra educación espiritual que las personas aprendan a comprender que durante el dormir normal realmente están inmersas en el espíritu y cuando despiertan emergen del espíritu, que aprendan a tener reverencia por este encuentro con el espíritu.

Ahora, para que no quede incompleto, me gustaría volver al llamado enigma de la fatiga. Porque es aquí donde la conciencia trivial podrá atascarse más fácilmente. Dirá: Bueno, experimentamos que estamos fatigados, y con la fatiga viene la necesidad de dormir. Aquí es donde realmente hay que hacer una distinción precisa. En realidad durante el trabajo del día nos cansamos, y mientras dormimos podemos librarnos de la fatiga. Así que esta parte de la cuestión es cierta: somos capaces de deshacernos de la fatiga mediante el dormir. Pero el que queramos dormir no se debe al hecho de que sea resultado de la fatiga, sino al hecho de que disfrutamos. Y en esta autocomplacencia es donde el hombre adquiere los poderes mediante los cuales se deshace de la fatiga que se ha acumulado. Así pues, es cierto que el sueño puede eliminar la fatiga. Pero de esto no se deduce que cualquier dormir quite la fatiga; es cierto que cualquier dormir es una autocomplacencia, pero no es cierto que cualquier dormir quite la fatiga. Porque quien duerme innecesariamente, quien se duerme en cada oportunidad y duerme innecesariamente, puede realmente lograr un dormir en el que no se quita la fatiga, sino en el que sólo hay autocomplacencia. A través de tal dormir uno en efecto, -porque uno está acostumbrado de la vida normal a deshacerse de la fatiga a través del dormir-,  se esforzará constantemente por deshacerse de la fatiga. Pero si la fatiga no está ahí, -como es el caso del rentista o la persona ociosa que se duerme en un concierto-, simplemente trabajará sobre su cuerpo, igual que se suele trabajar en él cuando quiere deshacerse de la fatiga. Pero como la fatiga no está ahí, trabajará innecesariamente, y la consecuencia será que engendrará todo tipo de afecciones secundarias en su cuerpo. De ahí que tales rentistas durmientes sean los más aquejados por todo tipo de cosas que se resumen en neurastenia.

A través de la conexión con la ciencia espiritual, es concebible en el hombre un estado en el que es consciente de que él vive en un ritmo que le hace alternar entre estar en el mundo físico y estar en el mundo espiritual. En el mundo físico él tiene su encuentro con la naturaleza física exterior; en el mundo espiritual él tiene su encuentro con los seres que viven en el mundo espiritual. 

Si ahora profundizamos un poco más en toda la naturaleza del hombre, comprenderemos plenamente el asunto desde cierto punto de vista. Verán, para la ciencia externa conocida como biología, el hombre suele considerarse como una unidad, y se le clasifica de manera improvisada en cabeza, tórax y abdomen, con las extremidades correspondientes que van unidas a ellos. En aquellos tiempos antiguos, en los cuales la gente aún poseía conocimientos atávicos, se asociaban más ideas con esta clasificación, con esta organización del ser humano. El gran Platón, el filósofo griego, asigna la sabiduría  a la parte de la cabeza, el valor del ser humano a la parte del pecho, y lo que son los impulsos más bajos de la naturaleza humana se los asigna a la parte del abdomen. Y lo que se asigna a la parte torácica puede ennoblecerse cuando la sabiduría se une al coraje que está ligado a la parte torácica, al coraje lleno de sabiduría, a la actividad llena de sabiduría. Y lo que debe considerarse como los miembros inferiores del hombre, lo que está unido al abdomen, cuando se infunde de sabiduría, Platón lo llama prudencia. De modo que ya podemos ver cómo está organizada el alma y qué relación guarda con las distintas partes del cuerpo. Hoy en día, cuando disponemos de la ciencia espiritual, a la que Platón aún no podía acceder de la misma manera, podemos hablar de estas cosas con mucha más precisión.

Cuando hablamos del ser humano en su totalidad, hablamos en primer lugar, si empezamos por arriba en la cuádruple composición del hombre, de su yo. Todo lo que el hombre llama su yo en términos anímico-espirituales actúa en su existencia física entre el nacimiento y la muerte mediante las herramientas del cuerpo físico. Para cada miembro del ser humano podemos preguntarnos: ¿A través de qué partes del cuerpo físico trabaja el miembro respectivo? Y ahí una observación espiritual minuciosa nos muestra que lo que llamamos el yo del hombre está realmente ligado corporalmente, al igual que lo está el hombre entre el nacimiento y la muerte, a lo que llamamos el cuerpo inferior, -por grotesco que suene, pero las verdades suelen ser diferentes de lo que imagina la conciencia trivial-. Pues en lo concerniente a la naturaleza humana este yo es, como he dicho a menudo, el bebé. El cuerpo físico se formó en el período de antiguo Saturno, el cuerpo etérico en el período de antiguo Sol, el cuerpo astral en el período de antigua Luna, sólo durante el período terrestre se formó el yo. Es por tanto el más reciente de los miembros del ser humano. Sólo en el futuro período de Vulcano alcanzará el nivel en el que se encuentra ahora el cuerpo físico durante el período terrestre. El yo está ligado a la corporalidad más inferior del hombre, lo que pasa es que dicha corporalidad está en realidad constantemente dormida. No está organizada de tal manera que haga consciente lo que ocurre en su interior. Lo que sucede en la corporeidad inferior del hombre también está sujeto al dormir en el estado ordinario de vigilia. Nuestro yo, como tal en su verdad, en su esencia real, no llega a nuestra conciencia mas de lo que puedan hacerlo los procesos de nuestra digestión. Aquello que llega a nuestra conciencia como yo es la representación reflejo, la representación espejo, que se nos mete en la cabeza. En realidad, nunca vemos ni percibimos nuestro yo, ni en el dormir, donde estamos inconscientes en el estado normal, ni en la vigilia, porque el yo también duerme durante la vigilia. El auténtico yo no entra en la conciencia, sino sólo el concepto, la representación que se refleja hacia arriba del yo. Por otra parte, en el tiempo que transcurre desde que nos dormimos hasta que nos despertamos, este yo realmente vuelve en sí, sólo que el ser humano durante el dormir profundo normal, no sabrá nada de él porque durante el estado terrenal todavía está inconsciente en este dormir profundo. Así que este yo está básicamente ligado a la corporalidad más inferior del ser humano, es decir, durante el día, durante las horas de vigilia desde dentro, durante el dormir desde fuera.

Si ahora vamos al segundo miembro de la naturaleza humana, al que llamamos cuerpo astral, entonces encontramos que este cuerpo astral está, desde cierto punto de vista, ligado a la parte torácica del ser humano con respecto a los órganos o instrumentos a través de los cuales trabaja. Y, básicamente, sólo podemos soñar con lo que ocurre y actúa en este cuerpo astral a través de la parte torácica. Sólo podemos percibir algo del yo tal como somos como seres terrestres, dormidos, es decir, conscientemente no percibimos nada. Podemos soñar con lo que el cuerpo astral hace en nosotros. Por eso, en el fondo, soñamos constantemente con nuestros sentimientos, con lo que vive en nosotros como sensaciones. En efecto, dentro de nosotros llevan una existencia onírica. Así, el yo del ser humano se halla fuera del área que los humanos abarcamos con nuestra conciencia sensorial ordinaria, pues el yo duerme continuamente. El cuerpo astral también se encuentra en cierta relación fuera de lo que abarcamos con nuestra conciencia sensorial, pues sólo puede soñar. Así que con ambos estamos básicamente constantemente, ya sea despiertos o dormidos, dentro del mundo espiritual, realmente dentro del mundo espiritual.

Pero lo que llamamos cuerpo etérico está ligado a la cabeza en relación con su corporeidad. Y esto es lo que, a través de la peculiar organización de la cabeza, puede estar continuamente despierto en nosotros, o puede estar continuamente despierto cuando está en el cuerpo, es decir, cuando está conectado con la corporeidad de la cabeza. Por lo que podemos decir: El yo está conectado con los miembros inferiores de nuestro cuerpo, el cuerpo astral con nuestro pecho. El corazón, de cuyos procesos no somos plenamente conscientes, sino que sólo tenemos una constante conciencia onírica, late y palpita bajo la influencia de nuestro cuerpo astral. Cuando la cabeza piensa, lo hace bajo la influencia del cuerpo etérico. Y entonces también podemos distinguir todo el cuerpo físico, el resumen de todo; éste tiene ahora su conexión con todo el mundo exterior.

Ya ven ustedes una extraña conexión: el yo está ligado a los miembros inferiores del cuerpo, el cuerpo astral a la parte del corazón, el cuerpo etérico a la parte de la cabeza, el cuerpo físico a todo el mundo exterior, al entorno. En realidad, en relación con el entorno exterior, todo este cuerpo físico también está constantemente en estado de vigilia. Al igual que con todo nuestro cuerpo estamos en relación con el entorno exterior, así nuestro cuerpo etérico está en conexión con nuestra cabeza, el cuerpo astral con el corazón y así sucesivamente. Pero a partir de esto reconocerán cuán verdaderamente misteriosas son, diría yo, las conexiones en las que el ser humano vive en el mundo. En realidad, las cosas son todo lo contrario de lo que podemos creer fácilmente en nuestra conciencia trivial. Precisamente los miembros más inferiores de la naturaleza humana son todavía hoy formaciones imperfectas del ser del hombre; por eso corresponden también como miembros del cuerpo a lo que hemos llamado el bebé: el yo.

Hay innumerables secretos de la vida humana ocultos en lo que les he contado, innumerables secretos. Sobre todo, cuando se adentren en todo este asunto, comprenderán que todo el ser humano está formado a partir del espíritu, sólo que, diría yo, en diferentes etapas. La cabeza del hombre se forma a partir del espíritu, pero es más diferenciada, tiene una fase de formación más tardía que el pecho, del que podemos decir que es una metamorfosis para la cabeza, al igual que la hoja es una metamorfosis para la flor en el sentido de la teoría de la metamorfosis de Goethe. Y si consideramos desde este punto de vista el ritmo entre el dormir y la vigilia, entonces diremos: Durante la vigilia, el yo en verdad mora en todas las actividades del cuerpo humano, que son las actividades más inferiores que finalmente culminan en la preparación de la sangre. En estas actividades mora el yo durante la vigilia. Estas son las actividades del cuerpo que están, por así decirlo, en el nivel más bajo de la espiritualidad, pues todo lo físico es también espiritual: pero de lo que estamos hablando ahora es del nivel más bajo de la espiritualidad. Pero como el yo está en el nivel más bajo de espiritualidad durante la vigilia, mientras que cuando dormimos está en el nivel más alto de espiritualidad, -¡fíjense bien en esto!-. Si observamos la cabeza tal como la llevamos encima como seres humanos, es lo más revelador del espíritu en cuanto a su formación externa. La cabeza es la mayor imagen del espíritu, la mayor revelación del espíritu; el espíritu ha penetrado más en la materia. Sin embargo es lo que menos ha dejado atrás en el propio espíritu,.

Debido a que el hombre ha invertido tanto trabajo en la cabeza para revelar de una manera espiritualizada la fisicalidad externa, en lo que se refiere a lo espiritual ha dejado poco rezagado. Mientras que en los miembros inferiores del cuerpo humano, lo que se ha formado exteriormente es lo menos espiritualizado, lo menos elaborado espiritualmente, en relación con estos miembros inferiores, lo espiritual es a lo que más ha dejado rezagado. La cabeza como cabeza es lo menos espiritual, porque tiene la mayor parte de espíritu en ella; el abdomen es lo más espiritual, porque es el que menos lo contiene. Pero en este mayor espíritu, que no vive en el cuerpo, vive el yo interior mientras dormimos.

Piensen en esta maravillosa compensación: Si bien el hombre tiene una naturaleza inferior en relación con su corporeidad, y el yo se sumerge en esta naturaleza inferior al despertar, esta naturaleza inferior es sólo naturaleza inferior porque el espíritu ha trabajado mínimamente, porque el espíritu ha retenido mucho en el reino espiritual. Pero es en lo que ha retenido donde está el yo mientras dormimos. Por tanto, mientras dormimos, el yo ya está unido con lo que el ser humano sólo desarrollará en tiempos posteriores, lo que el ser humano sólo desarrollará y desplegará en el futuro, lo que hoy todavía está poco, me gustaría decir apenas insinuado, todavía poco desarrollado en la fisicalidad del ser humano. Por lo tanto, si el yo toma conciencia del estado en que se encuentra durante el dormir, si toma conciencia de este estado en verdad, entonces puede decirse a sí mismo: Durante el dormir estoy en lo que es mi disposición humana más sagrada. Y al despertarme, paso del mundo de mi disposición más sagrada a lo que hoy es sólo un leve indicio de esta disposición más sagrada.

Sí, esas cosas deben formar parte de nuestros sentimientos, de nuestras sensaciones, a través de la ciencia espiritual. Entonces la vida misma estará impregnada de un hálito mágico de santidad. Y entonces conectaremos un cierto, un concepto positivo con eso que se llama la gracia del espíritu, el Espíritu Santo. Entonces conectaremos la idea con esta existencia global del ser humano, que transcurre al ritmo entre el dormir y el despertar: Puede participar en el mundo espiritual, puede estar en él. Y una vez que hemos sentido realmente este concepto, esta idea: Puedes estar en el mundo espiritual, eres agraciado por estar impregnado del mundo espiritual, que no te es accesible a través de tu conciencia terrenal ordinaria, -una vez que hemos penetrado realmente en esto, entonces hemos aprendido también a mirar hacia arriba, hacia el espíritu, que se nos revela, me gustaría decir, entre las líneas de la vida, y que se nos revela allí igual que la naturaleza exterior se nos revela a través de los ojos exteriores, de los oídos exteriores. Pero la era materialista ha eliminado la conciencia del hombre de ser eclipsado e impregnado por la gracia del espíritu en su existencia total. Es de inmensa importancia que esto se recupere. Porque, más de lo que se piensa, la parte más profunda de nuestra alma en nuestra época siente el materialismo general de nuestra época, sólo que el alma humana en esta época es, por lo general, demasiado débil para darse cuenta de aquellas ideas que conducen más allá del materialismo. Pero ésta sería una de esas ideas, la de lo sagrado del dormir. Pues una vez que hemos comprendido este carácter sagrado del dormir, entonces atribuimos a la influencia del espíritu que tiene lugar mientras dormimos, todos aquellos pensamientos e ideas que se nos ocurren en la vida de vigilia y que no nos vinculan a la materia. Entonces vemos, por así decirlo, no sólo en nuestro estado de vigilia, que nos vincula con la materia, aquello que es importante para nosotros los humanos, -lo que sería exactamente lo mismo que si sólo considerásemos importante para la tierra el invierno-, sino que vemos el todo. Aplicado a la tierra vemos la totalidad cuando consideramos el invierno en conexión con el verano; aplicado al hombre vemos la totalidad cuando consideramos el día, es decir, la conexión con la materia, en conexión con el dormir, es decir, la conexión con el espíritu.

Ahora bien, en una observación superficial, uno podría decir: Así pues, el hombre, mientras está despierto, está conectado con la materia y, por lo tanto, no puede saber nada del espíritu; ¡pero sabe algo del espíritu mientras está despierto! Pues bien, el hombre tiene memoria, y esta memoria actúa no sólo en la mente consciente, sino también en el subconsciente. Si no tuviéramos memoria, todo el dormir no nos serviría de nada. Y esto es algo muy importante, que ruego que lo consideren detenidamente. Entonces todo el dormir no nos serviría de nada. Porque entonces, sin memoria, seríamos conducidos inevitablemente a la creencia que dice: No hay más existencia que la existencia material. Sólo porque conservamos en el subconsciente el recuerdo de lo que pasamos mientras dormimos, aunque no sepamos nada de ello en el supra-consciente, no pensamos en absoluto de forma meramente materialista. Si el hombre no piensa meramente materialista, si tiene alguna idea espiritual durante el día, es porque su memoria está trabajando. Pues tal como el hombre es ahora como terrícola, sólo entra en contacto con el espíritu mientras duerme.

Ahora la cuestión es que si, por otra parte, pudiéramos desarrollar una conciencia de lo que nos sucede mientras dormimos, tan fuerte como la que los antiguos pudieron desarrollar para ciertos estados, ni siquiera se nos ocurriría dudar del espíritu, sino que entonces recordaríamos no sólo subconscientemente sino también conscientemente lo que nos hemos encontrado en el dormir. Si el hombre pasara conscientemente por lo que pasa mientras duerme, entonces sería tan absurdo negar el espíritu como sería absurdo para el hombre despierto negar las mesas y las sillas. De lo que se trata ahora es de que la humanidad vuelva a valorar realmente de forma correcta el encuentro con el espíritu al dormir. Sólo puede hacerlo haciendo que sus conceptos diurnos sean lo suficientemente fuertes para ello; y esto ocurre mediante la inmersión en la ciencia espiritual. En la ciencia espiritual nos ocupamos con ideas tomadas del mundo espiritual. Esforzamos nuestra cabeza, es decir, el cuerpo etérico de nuestra cabeza, para imaginar cosas que no tienen nada que ver con la materialidad externa, que sólo tienen realidad en el mundo de lo espiritual. Esto requiere un esfuerzo mayor que imaginar cosas que tienen su realidad en el mundo material. Y esa es la verdadera razón por la que la gente no responde a la ciencia espiritual. Se inventan todo tipo de excusas contra la ciencia espiritual. Diciendo que no es lógica. Si se les pidiera que probaran lo ilógico, tropezarían, porque la naturaleza ilógica de la ciencia espiritual no puede probarse. Pero el rechazo de la ciencia espiritual, el no reconocimiento de la ciencia espiritual, se basa en algo muy distinto, a saber, -no sé si se permite ser grosero cuando sólo se trata de disputas científicas-, se basa meramente en la pereza mental. Y por muy diligentes que sean ciertos estudiosos con respecto a todas las ideas que se refieren a la materia exterior, con respecto a la fuerza que hay que aplicar para captar el espíritu, son perezosos, indolentes. Y no reconocen la ciencia espiritual, porque no quieren reunir la fuerza para captar el espíritu. Porque sencillamente se necesita más fuerza para pensar las ideas de la ciencia espiritual que para pensar las ideas ordinarias ligadas a la materia. Las ideas ordinarias ligadas a la materia en realidad se piensan por sí solas; las ideas que no están ligadas a lo material, hay que pensar en ellas, hay que esforzarse, hay que hacer un esfuerzo. Y la aversión a la ciencia espiritual se basa en esta renuencia a esforzarse. Eso es algo que hay que tener en cuenta. Pero al esforzarse por asimilar esas ideas que no están ligadas a lo material, al reflexionar sobre ellas, se pone al alma en tal estado de actividad que poco a poco llegará a desarrollar realmente una conciencia de lo que ocurre entre el dormirse y el despertarse: que hay un encuentro con el espíritu. Sin embargo, es necesario un cierto reaprendizaje con respecto a ciertas ideas. Piensen en lo poco capacitados que están hoy algunos líderes de la vida espiritual para desarrollar tales ideas. Piénsenlo, ahora ya se ha detenido un poco, pero los que hoy se han convertido en líderes estuvieron durante su aprendizaje en su mayor parte relacionados de tal manera con la vida, se lo llama tiempo de estudiante, que aprendieron lo que se conoce como somnolencia de borrachera: beben tanto que la necesaria somnolencia provocada por la borrachera está ahí. Sí, se desarrolla una idea y con ella una sensación, una suma de sentimientos sobre la inmersión en el dormir, que, sin embargo, no sirven para darse cuenta de todo el significado del dormir. Se puede ser un gran erudito con respecto a todo lo que está relacionado con la materia, pero desde luego no se puede llegar a comprender lo que realmente le ocurre a una persona entre que se duerme y se despierta.

Esforzándose por pensar mediante ideas que no están ligadas a la materia, la gente desarrollará una comprensión para lo que he llamado el primer encuentro, el encuentro con el espíritu mientras duerme. Pero en un futuro no muy lejano, si no queremos que el mundo caiga en la decadencia, esta comprensión debe iluminar la vida, debe alumbrar la vida. Porque, si los hombres no llegan a estos conceptos, ¿cómo podrán obtenerlos? Entonces sólo pueden adquirir ideas observando las condiciones externas, observando el mundo exterior. Sin embargo, tales conceptos, que se obtienen meramente observando el mundo exterior, dejan inerte el ser interior del ser humano, el yo espiritual. Aquello que de otro modo tendría que esforzarse en los conceptos espirituales permanece inerte, no se utiliza, degenera. ¿Cuál es la consecuencia de esto? La consecuencia de esto es que el hombre se vuelve ciego en toda su relación con el mundo, se vuelve espiritualmente ciego. Al desarrollar sólo ideas y conceptos bajo la influencia de circunstancias externas, bajo la influencia de impresiones externas, uno se vuelve espiritualmente ciego. Y la ceguera espiritual es lo que caracteriza a la era materialista. En la ciencia, sólo es perjudicial hasta cierto punto, pero en la vida práctica es eminentemente perjudicial, esta ceguera con respecto al mundo real. Fíjense, cuanto más descendemos en lo material, más se corrigen las cosas en la era materialista. Cuando se construye un puente, uno se ve obligado por las circunstancias a adquirir las ideas correctas, a construirlo correctamente, pues de lo contrario el puente se derrumbará con el primer vehículo que pase por encima. Si se quiere curar a una persona, lo más probable es que se utilicen ideas falsas, porque nunca se puede demostrar a qué se debió la muerte o la curación de una persona. No es en absoluto necesario que las ideas correctas hayan desempeñado siempre un papel. Pero en el reino espiritual, si uno va a trabajar en el reino espiritual, la situación es mucho peor. Y por eso las cosas van especialmente mal en lo que suele llamarse ciencias prácticas, economía nacional o similares. En la era materialista, la gente también se ha acostumbrado a orientarse según impresiones e ideas formadas del mundo exterior con respecto a la economía; como resultado, los conceptos se han vuelto ciegos. Todo lo que se desarrolla en la economía nacional son, en su mayor parte, conceptos mentalmente ciegos. Por lo tanto, y esto debe ocurrir como consecuencia necesaria, las personas con sus conceptos ciegos sólo se dejan arrastrar por las riendas de los acontecimientos, se abandonan a los acontecimientos. Y si intervienen en los acontecimientos, ¡será después!

Esa es una manera de llegar a los conceptos sin tomar la ciencia espiritual, es decir, los conceptos ciegos. La otra manera de llegar a los conceptos es dejarse estimular a los conceptos desde el interior en vez de desde el exterior, es decir, permitir que sólo lo que vive en las emociones, en las pasiones, suba al alma, por así decirlo. Esto no conduce a conceptos ciegos, sino a lo que puede llamarse conceptos embriagadores, ideas embriagadoras. Y los contemporáneos que profesan el materialismo oscilan constantemente entre conceptos ciegos y conceptos embriagadores. Conceptos ciegos, en el sentido de que se dejan controlar por todo lo que sucede y, cuando intervienen, ¡lo hacen de la forma más torpe posible! Conceptos embriagadoras, en la medida en que se abandonan únicamente a sus afectos, a sus pasiones, y se enfrentan al mundo de tal manera que no comprenden realmente las cosas, sino que lo aman todo o lo odian todo, lo juzgan todo sólo según el amor o el odio, según la simpatía y la antipatía. Esto es especialmente cierto en la era materialista. Porque sólo si el hombre, por un lado, esfuerza su alma para llegar a conceptos espirituales y, por otro, desarrolla sus sentimientos sobre los grandes asuntos del mundo, llega a conceptos e ideas clarividentes. Si nos elevamos a lo que la ciencia espiritual nos dice sobre las grandes conexiones de las que hoy se ríe la visión materialista del mundo, sobre el periodo de Saturno, del sol, de la luna, sobre nuestra conexión con el universo, si fecundamos nuestros sentimientos morales con estas grandes metas humanas, entonces iremos más allá de los meros afectos que se entregan a simpatías y antipatías sobre todo lo que nos rodea en el mundo; pero sólo de esta manera. 

Sin embargo, es necesario que por medio de la ciencia espiritual, gran parte de lo que vive en nuestro tiempo se purifique. Porque el hombre no puede estar completamente aislado del mundo espiritual. No puede cerrarse del todo, sólo puede estar aparentemente cerrado. Y ya he señalado cómo puede estar aparentemente aislado. Si, por un lado, el hombre sólo apuesta por lo material y por las impresiones del mundo exterior, las fuerzas que se dirigen hacia el espíritu permanecen aún en él, sólo que entonces aplica el espíritu en un campo equivocado, se entrega a toda clase de ilusiones. Por lo tanto, las personas más prácticas y materialistas son básicamente los ilusos más fuertes, las personas que se entregan a las ilusiones más fuertes. Vemos a algunas personas ir por la vida negando todo espíritu y riéndose terriblemente cuando alguien habla de percibir cosas espirituales. «¡Oh, ve fantasmas!», dicen, y así ya han roto el molde si pueden decir de alguien: “¡Oh, ve fantasmas!”. Sin embargo, no ven fantasmas, como ellos creen. Pero sólo quieren decir que no ven fantasmas, porque ellos están constantemente viendo fantasmas, realmente constantemente viendo fantasmas. Se puede poner a prueba a una persona que ahora está realmente tan firmemente basada en su burda visión materialista del mundo y ver cómo se entrega a las peores ilusiones posibles sobre lo que puede traer el mañana. Este entregarse a las ilusiones no es más que un sustituto de su negación de todo lo espiritual. Tiene que hacerse ilusiones si niega todo lo espiritual; necesariamente tiene que hacerse ilusiones. Sólo que, como he dicho, las ilusiones no son fáciles de probar en los diversos ámbitos de la vida, aunque están presentes en todas partes, de hecho en todas partes. Pero la gente está tan inclinada a entregarse a las ilusiones. Por ejemplo, de vez en cuando alguien puede decir: ¿Debería invertir mi dinero en esta o aquella empresa? Allí fabrican cerveza. No voy a utilizar mi dinero para eso; no voy a participar en ello. Lo lleva al banco. El banco pone el dinero en la cervecería sin que él lo sepa, por supuesto. No hay ninguna diferencia, no hay ninguna diferencia objetiva; pero él se hace la ilusión de que no dará su dinero a cosas tan viles. 

Ahora se podría decir que lo que yo digo es algo rebuscado. No es algo que surja de la nada, es algo que domina toda la vida. La gente de hoy no se propone conocer realmente la vida, ver a través de ella. Pero eso es muy importante. Porque es increíblemente importante llegar a conocer aquello en lo que realmente está uno involucrado. No es fácil hoy en día porque la vida se ha complicado, pero lo que he señalado es cierto. Porque verán señores, en determinadas circunstancias, es fácil darse cuenta de un absurdo. Quiero señalarles algo a modo de ejemplo, -les contaré un caso real-. Una vez, un pirómano fue sorprendido cuando salía corriendo de una casa que acababa de incendiar. Lo había arreglado para poder salir corriendo. Le pillaron y le pidieron cuentas. Y entonces él dijo: Sí, había hecho un trabajo muy bueno, porque no era culpa suya que la casa se hubiera incendiado, sino que los trabajadores que acababan de salir de la casa habían dejado una luz encendida al atardecer. Si eso hubiera seguido encendida durante la noche, la casa se habría incendiado durante la noche. Sin embargo, él  le había prendido fuego a la casa durante el día. En ambos casos la casa se habría incendiado; y él sólo lo había hecho para que fuera posible, -porque si la casa se incendiaba durante el día, sería posible apagarla rápidamente; por la noche sería complicado porque ardería toda la casa, pero durante el día el fuego podía apagarse rápidamente. Entonces le preguntaron: Bueno y ¿por qué no apagaste la luz? -A lo que respondió: Sí, soy un pedagogo de la humanidad. Si hubiera apagado la luz, los trabajadores implicados habrían seguido siendo descuidados, pero ahora pueden ver lo que ocurre cuando se olvidan de apagar la luz.

Uno se ríe de tal ejemplo, porque uno sólo no observa cuando hace continuamente tales cosas. Tales cosas como las que hizo el hombre que no apagó la luz sino que prendió fuego a la casa, tales cosas se hacen continuamente. Sólo que uno no se da cuenta cuando todo se relaciona con el mundo espiritual y las emociones, las pasiones te nublan y te presentan ideas que embriagan. Si uno acostumbra el alma a esa elasticidad, a esa flexibilidad, que es necesaria para abrigar ideas espirituales, entonces uno también entrenará su pensar de tal manera que realmente encuentre su camino a través de la existencia, se adapte a la existencia. Si se evita esto, el pensar nunca se adaptará a la existencia, sino que, por así decirlo, el pensar no será tocado por la existencia en absoluto, sino sólo superficialmente. De ahí que la era materialista, -para profundizar ahora en el asunto-, aleje realmente a las personas de toda conexión con el mundo espiritual. Del mismo modo que se socava la vida del cuerpo si no se duerme de la manera correcta, también se socava la vida del alma si no se despierta de la manera correcta. Y cuando uno sólo se entrega a las impresiones externas, cuando vive sin conciencia de la conexión con el mundo espiritual, entonces no se despierta correctamente. Del mismo modo que quien por determinadas circunstancias se desvela en cuanto al dormir socava su salud física, así socava su salud espiritual quien en sus horas de vigilia se entrega sólo a las impresiones externas del mundo, sólo a la sustancia física. Esto, sin embargo, impide que el hombre tenga el encuentro adecuado, el primer encuentro del que he hablado, con el mundo espiritual. Sin embargo, de esta manera el hombre pierde la posibilidad de estar conectado con el mundo espiritual en absoluto, de estar conectado de la manera correcta durante su existencia física. Y así se corta la conexión con el mundo en el que estamos en el otro período, cuando no estamos encarnados en el cuerpo físico, la conexión con el mundo en el que nosotros mismos entramos cuando atravesamos la puerta de la muerte.

Y las personas deben volver a comprender que durante nuestra existencia física, no sólo estamos ahí para construir sobre el universo físico sino que debemos comprender que estamos conectados con el mundo entero durante toda nuestra existencia. Aquellos que han atravesado la puerta de la muerte quieren participar en el mundo físico. Esta cooperación es sólo aparentemente una cooperación física, porque todo lo físico es sólo una expresión externa del espíritu. La era materialista ha alejado a las personas del mundo de los muertos; La ciencia espiritual debe volver a hacerse amiga de la gente del mundo de los muertos. Debe llegar un momento en que no hagamos imposible que los muertos realicen su trabajo de espiritualización del mundo físico alejándonos de ellos. Porque los muertos no pueden tocar las cosas aquí en el mundo físico con sus manos y hacer trabajo físico directamente. Eso sería una creencia sin sentido. Los muertos pueden trabajar de forma espiritual. Para ello, sin embargo, necesita las herramientas que están a su disposición; para ello necesita a los espíritus que viven aquí, en el mundo físico. No sólo somos seres humanos, sino que también somos herramientas, las herramientas de los espíritus que han atravesado la puerta de la muerte. Mientras estamos encarnados en el cuerpo físico, utilizamos la pluma o el martillo o el hacha; cuando ya no estamos encarnados en el cuerpo físico, nuestras herramientas son las propias almas humanas. Y esto se basa en el peculiar modo de percepción de los muertos, que me gustaría volver a mencionar aquí. Ya lo he mencionado aquí antes. Miren, supongan que tienen frente a ustedes, bueno, algo, un pequeño recipiente de sal; eso es lo que ven. Ven la sal como granos blancos, como un polvo blanco. El hecho de que vean la sal como un polvo blanco depende de su ojo. El espíritu no puede ver la sal como un polvo blanco; pero cuando llevas la sal a tu lengua y la pruebas, tienes el sabor peculiar de la sal, entonces para el espíritu comienza la posibilidad de percepción. Todo espíritu puede percibir el sabor de la sal. Todo espíritu, incluida el alma humana que ha atravesado la puerta de la muerte, puede percibir todo lo que ocurre en el ser humano a través del mundo exterior. Del mismo modo que la naturaleza llega hasta donde nosotros la saboreamos, olemos, vemos y oímos, el mundo de los muertos llega hasta donde nosotros oímos, vemos, saboreamos, etcétera. Lo que experimentamos en el mundo físico, también lo experimentan los muertos; pero la cuestión es que no sólo pertenece a nuestro mundo, sino también al suyo. Pertenece a su mundo cuando espiritualizamos lo que recibimos del mundo exterior con ideas espirituales. De lo contrario, lo que sólo experimentamos como efecto de la sustancia será algo incomprensible y oscuro para el muerto. Un alma alienada del espíritu es para el muerto un alma oscura. Como resultado, durante el periodo materialista los muertos se han alienado de nuestra vida en la tierra. Esta alienación debe a su vez ser eliminada. Debe producirse una coexistencia íntima de los llamados muertos con los llamados vivos. Pero esto sólo será posible si los hombres desarrollan en el alma aquellas potencias que son activas, espirituales, es decir, si desarrollan aquellas concepciones, nociones e ideas que tratan de lo espiritual. Al esforzarse por llegar al espíritu en el pensamiento, el hombre también llegará gradualmente al espíritu en la realidad. En otras palabras, se construirá un puente entre el mundo físico y el espiritual. Pero sólo esto puede conducir desde la era del materialismo hacia aquella en la que los hombres volverán a enfrentarse a la realidad no ciegos ni embriagados, sino viendo y serenos. Vista y serenidad por el hecho de que se han convertido en ver a través del espíritu, y por el hecho de que llegan al justo equilibrio entre simpatía y antipatía a través de esas sensaciones y sentimientos que conciernen a los grandes asuntos del mundo, también con respecto a todo lo que el entorno inmediato quiere de nosotros.

La próxima vez queremos retomar estas cosas y profundizar en las ideas que podemos adquirir sobre el mundo espiritual desde este mismo punto de vista.

Traducido por J.Luelmo may,2025

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