Las fuerzas direccionales que actúan desde el zodíaco en animales y humanos
Situar al ser humano en el universo en términos de cognición, esa fue la tarea que se planteó aquí en las últimas semanas en estas consideraciones. Ahora bien, ayer traté de indicar cómo se sitúa el hombre, por una parte en el mundo cósmico del pensamiento, a partir del cual se forma también según toda su organización. De modo que el hombre, por una parte, al mirar aquello que no es captado por él mismo en su percepción sensorial, es decir, en su experiencia ordinaria para la conciencia ordinaria, tiene que concebirse a sí mismo como perteneciente al cosmos en relación con esta organización suya. Y sólo tiene que concebirse a sí mismo como perteneciente a su propio yo, por así decirlo, en relación con la vida ordinaria de la imaginación, la cual, como he mostrado, se sitúa a un lado entre el pensamiento cósmico y ese pensamiento del que he dicho que puede reconocerse como una corriente subterránea de la conciencia ordinaria. Esto último pertenecería ahora también a lo que el hombre tiene que considerar como perteneciente a su propio yo, por así decirlo. Con esto intentamos ayer arrojar alguna luz sobre el hombre en la medida en que tiene una experiencia de pensamiento, o está situado en el mundo del pensamiento.
Cuanto más se eleve uno a este punto de vista, más aprenderá a situar al ser humano en todo el devenir del mundo, en todo aquello que le hace aparecer como una pieza del devenir cósmico. Y cuando uno se vuelve así atento a esa parte del ser humano que se compone ahora de la experiencia ordinaria del pensamiento y de la corriente subyacente que caractericé ayer, entonces precisamente entonces comprenderá también cómo el ser humano es una entidad libre y autosuficiente por la posesión de esta parte que, por así decirlo, ha surgido del cosmos.
Esta visión del hombre puede llevarse aún más lejos, y hoy intentaremos situar al hombre en el contexto de los demás reinos de la naturaleza. Sólo tengo que señalar que a menudo he dicho lo incorrecto que es considerar la relación del hombre, digamos, con el reino animal, meramente en términos de anatomía y fisiología actuales. Ciertamente, si observamos primero al hombre en términos de su forma general, cómo esta forma general está compuesta de los órganos individuales, entonces nos daremos cuenta de que el hombre tiene aproximadamente el mismo número de huesos, músculos y demás que los animales superiores, que estos órganos o sistemas de órganos están remodelados, metamorfoseados. Será posible conectar al ser humano con la línea animal. Pero algo muy diferente surge, -y esto lo he discutido a menudo-, si consideramos aquello que sitúa al hombre de una manera muy especial en el cosmos. Hay que tenerlo en cuenta: La columna vertebral del animal es esencialmente horizontal, paralela a la superficie terrestre; la columna vertebral del hombre es perpendicular a la superficie terrestre. Si uno no es de la opinión de que todo se basa en la materia bruta, sino que llega a la comprensión de que lo que existe se basa en su esencia en que el todo está colocado en un sistema mundial coherente, entonces ya atribuirá un significado correspondiente a esta posición especial de la columna vertebral humana. Esto también coloca a la cabeza humana en una posición completamente diferente en relación con toda la organización. Y una vez que se ha llegado a este punto de vista: El cosmos está entretejido y urdido de pensamientos, entonces, en la medida en que el cosmos debe ser considerado como espacial, se verá una cosa esencial en las corrientes de pensamiento que atraviesan el cosmos, y se podrá notar que no es lo mismo si la corriente que corre a lo largo de la columna vertebral en el hombre se coloca en la dirección radial de la tierra, o si corre paralela a la superficie de la tierra, como en los animales.
El hecho de que el ser humano sea en cierto modo parte del cosmos debe considerarse en relación con la organización global, es decir, también para los órganos individuales. Cada órgano y cada sistema de órganos está situado en los seres humanos de forma diferente que en los animales, en relación con el cosmos. Esto no se ve afectado por el hecho de que alguien diga, por ejemplo, que la columna vertebral del ser humano se encuentra en posición horizontal durante el sueño, porque no depende de cómo sea la posición individual, sino de cómo esté predispuesto todo el crecimiento, de cómo esté, por así decirlo, insertado un sistema de órganos en todo el organismo. Y una vez que se den cuenta de que tenemos una columna vertebral animal paralela a la superficie terrestre y una columna vertebral humana perpendicular a la superficie terrestre, entonces podrán apreciar otros procesos en el ser humano de la manera correcta. Y aquí me gustaría primero llamar su atención sobre otro sistema anímico que el que vimos ayer. Ayer vimos el sistema del pensamiento; hoy queremos ver el sistema de la voluntad.
También podemos contemplar este sistema de la voluntad de tal modo que tomemos conciencia de él: La vida del hombre se descompone rítmicamente en su sucesión en los estados dormido y despierto. En la vigilia, el hombre está completamente entregado a su corporeidad; en el dormir, el yo y el cuerpo astral están apartados de la corporeidad, tanto de la corporeidad física como de la etérica. Cuando nos despertamos por la mañana, ya se lo dije ayer, traemos con nosotros a lo sumo un débil recuerdo de los pensamientos del universo. Así podemos llegar a ser conscientes: Durante todo el tiempo desde que nos dormimos hasta que nos despertamos estuvimos sumergidos en un mar agitado de pensamientos del mundo. Pero lo que traemos con nosotros cuando nos despertamos y lo que luego nos determina a lo largo del día mientras estamos despiertos es la voluntad, es decir, el emerger de este mar nocturno de pensamientos del cosmos, o digamos, nuestro elemento mientras dormimos. Emergemos con la voluntad, que, como he caracterizado para ustedes, trae la lógica a nuestra vida anímica interior. Todavía podemos darnos cuenta, cuando nos despertamos, en los sueños que nos vienen, de cómo sería nuestra vida anímica si esta voluntad, que traemos con nosotros cuando nos despertamos, no penetrara en ella lógicamente.
En cierto sentido, esta voluntad late en lo que surge y se arremolina en el organismo humano. Veamos más de cerca este latir de la voluntad. Démonos cuenta dónde late la voluntad: es precisamente la confusión caótica de las imágenes oníricas y también de esos entramados oníricos que tenemos como corrientes subterráneas de la conciencia ordinaria. De modo que podemos decir: Mientras dormimos, esta red de pensamientos, que está completamente ahogada por la red de pensamientos entretejidos con la lógica del estado de vigilia desde que nos despertamos hasta que nos dormimos, se libera de la maquinaria orgánica dentro de nosotros. Así pues, es en esta confusión caótica de imágenes y conceptos oníricos en la que late la voluntad, que traemos del cosmos a nuestro organismo cuando despertamos. Veamos lo que esta voluntad trae consigo inicialmente.
Esta voluntad, que late ahí dentro, en primer lugar hace que los pensamientos no surjan como lo hacen en este caos onírico. Nos iría mal en la vida si los pensamientos surgieran como lo hacen en este caos onírico. ¿Cómo deben ser los pensamientos cuando surgen en la vida normal del alma? Deben estar conectados de alguna manera con nuestra vida. Deben poder recordar de alguna manera. Esa es, por así decirlo, la primera, o la primera etapa, de lo que esta voluntad sorprendente hace con nuestros pensamientos. Los organiza de tal manera que llevamos en nosotros la imagen correcta de la memoria. Así que podemos decir: tenemos, por así decirlo, la caótica red de pensamientos arremolinándose desde nuestro organismo (véase el dibujo 1, en rojo).
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dibujo 1 |
Pues bien, en la cama yacen el cuerpo físico (azul) y el cuerpo etérico (amarillo). Lo que he dibujado aquí esquemáticamente en el tablero es básicamente lo que dejamos en la cama por la noche cuando nos dormimos y volvemos a encontrar por la mañana. Dejamos que nuestra voluntad palpite en él. Quiero caracterizar esta voluntad latiente por estas líneas de aquí (ver dibujo 1, flechas desde arriba). Así que lo primero que tiene que hacer la voluntad es reorganizar esta red caótica de pensamientos en nuestra memoria normal. Así que podemos decir que, en primer lugar, esta voluntad latiente reorganiza la red de pensamientos en memoria normal. Se podría decir que lo que encontramos por la mañana, cuerpo etérico, cuerpo físico, sigue siendo muy poderoso en la memoria. Nos reflejan estos pensamientos. Pero es la voluntad la que late allí y la que realmente tiene algo que ver latiendo allí. Eso ya lo pueden notar. Sólo traten de llegar a una comprensión adecuada de cómo, cuando se despiertan por la mañana, todo quiere surgir de su alma como corrientes arremolinadas, como un acontecimiento que experimentaron en el quinto año, en el séptimo año, de nuevo en el sexto año, de nuevo en el decimoquinto año, incluso en el sexagésimo quinto año, luego en el vigésimo primero, decimoséptimo año, de nuevo en el octavo año, cómo todo se arremolina y arremolina coloridamente. Aquí es donde la voluntad tiene que latir. Entonces lo organiza todo de nuevo, por así decirlo, de tal manera que sea un recuerdo ordenado, que un acontecimiento que tuvo lugar en el noveno año no tropiece con lo que tuvo lugar en el octavo año y cosas por el estilo. Aquí entra la voluntad y forma el recuerdo a partir de este caótico tejido onírico, en el recuerdo todavía se nota poco la voluntad. La mayoría de la gente todavía no querrá reconocer la voluntad en la memoria. Pero está ahí, es sólo este latir de la voluntad, en la medida en que forma la memoria, mucho más inconscientemente.
La segunda es algo por lo que el ser humano ya se da cuenta de cómo es su voluntad interior. Eso es lo que esta voluntad, que traemos con nosotros cuando nos despertamos, hace también de esta estructura de pensamiento:
Esa es la fuerza de la imaginación, esa es la fantasía (ver dibujo 1).
Este es el segundo elemento. Aquí uno ya se da cuenta de que se puede mover dentro con la voluntad. Cuando se forma la memoria, todavía tienen que ser forzados por su organismo, el cuerpo físico y el cuerpo etérico trabajan fuertemente; en la imaginación menos fuertemente, pueden moverse dentro con su voluntad. Pero hay una gran diferencia entre una persona que es imaginativa y una persona soñadora que simplemente se rinde a este caos de pensamiento arbitrario. Una persona que se deja dominar por la imaginación sabe cómo su voluntad domina en estas imágenes entrelazadas, y las moldea según su voluntad. Pero el tercer elemento, ya es algo que por un lado está realmente entregado por completo a la voluntad y por otro es de tal naturaleza que la voluntad no se mueve tan libremente como en la imaginación. Se trata del pensar lógico del que dependemos en la vida y en la ciencia. Allí, en este pensar lógico, nuestra voluntad está ciertamente activa; pero renuncia a su propia libertad y se somete a las leyes de la lógica. Pero es su actividad la que se somete a las leyes de la lógica. Este es, pues, el tercero: el pensar lógico.
¿Por qué está sujeto el pensar lógico a la voluntad por un lado? Si no formáramos nuestros pensamientos lógicos a partir de nuestra voluntad, serían pensamientos forzados. Debemos formar nuestros pensamientos lógicos a partir de nuestra voluntad. Pero los formamos de tal manera que nos orientamos hacia el mundo exterior, que es esencialmente el gran maestro de la lógica. Impregnamos el mundo caótico de las imágenes con las leyes de la lógica. Por tanto, nos entregamos a estas leyes de la lógica a través de nuestra voluntad; en cierto sentido, nos entregamos a un comportamiento arbitrario. Por un lado la voluntad es libre en el pensar, por otro lado renuncia a su libertad en favor de la lógica. Pero en estas tres etapas, memoria, imaginación, pensar lógico, está activa la voluntad; esa voluntad que no trabaja en el organismo físico y etérico humano desde que se duerme hasta que se despierta, y que cuando se despierta por la mañana palpita en el organismo físico y etérico, distribuyendo este, me gustaría llamarlo, fuego indeterminado del cuerpo etérico y físico, que se enciende en la agitación del pensar, en memoria, imaginación, pensar lógico.
Según el pensar lógico, ya no tenemos el control total de nuestra voluntad. No lo tenemos. Si dejamos que prevalezca nuestra imaginación, en la que ejercemos claramente nuestra voluntad, entonces sabemos que estamos dentro de nosotros mismos; si dejamos que prevalezca nuestro pensar lógico, entonces ya no estamos completamente dentro de nosotros mismos. Sabemos que nos adaptamos completamente al cosmos, pero no sólo al cosmos no humano, sino a todo el cosmos, que incluye al ser humano. Pues huelga decir que la lógica se aplica no sólo al cosmos no humano, sino también al cosmos más el ser humano. La lógica no es subjetiva ni objetiva, sino que es ambas cosas a la vez.
En cierto modo, podemos ver qué papel desempeña lo que traemos a nuestra vida anímica desde el mundo del sueño por la mañana. Y también podemos saberlo aproximadamente: Cuando lo que está inmerso allí como voluntad se retira de nuevo al mundo cósmico de los pensamientos, sólo reina en nosotros lo que surge del cuerpo físico y del cuerpo etérico.
Este es un lado de la voluntad que está activo en nosotros. Es, por así decirlo, el lado cósmico de la voluntad, el lado que sacamos de nosotros mismos por la noche y volvemos a traer a nosotros por la mañana. Pero la autorreflexión enseñará al hombre que no sólo esta voluntad, de la que acabo de hablar, está presente en él, pues esta voluntad se expresa esencialmente en la llamada vida del alma, en la memoria, en la imaginación, en el pensar lógico. Pero cuando caminamos, cuando agarramos, cuando de alguna manera utilizamos un instrumento, la voluntad también está activa. Esta voluntad no sólo está activa en el alma, tal como la he descrito ahora, esta voluntad abarca nuestro organismo físico y nuestro organismo etérico. Por lo tanto, no sólo debo caracterizar aquí la voluntad en estas flechas, sino que también debo representar la voluntad como recorriendo el cuerpo físico y el cuerpo etérico (véase el dibujo 1, flechas de abajo). Así que debo decir: La voluntad también está presente en el que permanece tumbado en la cama durante el sueño. La voluntad, que debe ser caracterizada en este último sentido, se opone en cierta medida a la otra voluntad, que no está en el cuerpo físico del ser humano mientras duerme. Y esta última voluntad se convierte básicamente en una actividad externa. Así que esta voluntad, que vive en los órganos, que vive en el organismo físico y en la organización etérica, es requerida por el hecho de que la otra voluntad viene a su encuentro. Pero cuando estamos activos como seres humanos despiertos, podemos distinguir claramente entre estas dos esferas de la voluntad.
Obsérvese que hay una voluntad que trabaja por un lado, que contrarresta la voluntad que viene del otro lado. Tenemos, por así decirlo, la cooperación de dos corrientes de voluntad. Una corriente de voluntad se arremolina en el organismo humano y todo el contexto muestra que se la debe considerar como un torbellino de abajo hacia arriba. La otra corriente gira de arriba abajo. Aquí las direcciones en el cosmos pasan a primer plano, y notamos que debe ser diferente con el animal, en el sentido de que la dirección principal de su organismo es perpendicular a la dirección principal del organismo del hombre. Las direcciones de la voluntad están integradas de manera diferente en el cosmos. Por lo tanto, incluso si, me gustaría decir, entramos en las diferenciaciones del hombre, si nos damos cuenta de cómo este ser humano está compuesto de corrientes individuales, entonces nos damos cuenta de la importancia de la integración del hombre en el cosmos.
Ahora consideremos un poco más estas dos corrientes de la voluntad. <En la ciencia espiritual, al igual que con muchas otras cosas, no se puede proceder de tal manera que, me gustaría decir, como en la deducción matemática, se dé una a partir de la otra, sino que en la ciencia espiritual la cuestión de cómo llegar a las verdades es la siguiente: se coloca una verdad al lado de la otra y después hay que buscar la conexión. En el caso de los goteos superficiales, esto conduce muy fácilmente a la objeción de que no se «demuestra». Es como si alguien exigiera, cuando ve un caballo y una vaca de pie uno junto al otro en algún lugar del campo y ciertamente están uno junto al otro por alguna razón, que uno le demuestre desde el caballo que la vaca está de pie junto a él. Por supuesto, no se puede demostrar por la naturaleza del caballo que la vaca esté junto a él. Este es aproximadamente el contenido de la objeción que muchas personas hacen con respecto a la prueba en la ciencia espiritual.
Quisiera presentarles ahora otro hecho junto al que acabo de mencionar, que deben tratar de situar poco a poco en el contexto adecuado con lo que acabo de exponer. Todo lo que hay en el alma humana se expresa también en el cuerpo, se imprime en el cuerpo. El hombre está organizado para despertar la memoria, la imaginación, el pensar lógico, para dejarlos descansar en él durante el sueño. Se trata de una especie de ritmo. Este ritmo se enfrenta a otro: la corriente de la voluntad, que he indicado aquí como presente en los órganos. Me gustaría decir que en el ser humano se pueden encontrar las dos corrientes opuestas: Pueden encontrarlo observando el sistema que está dado por el ritmo respiratorio humano. Hace unos días señalé cómo se puede pensar realmente en el ritmo respiratorio en relación con el dormirse y el despertarse. Aunque la respiración dure naturalmente más que el sueño, se puede reconocer la conexión en todo aquello que de alguna manera perjudica la respiración tranquila durante el sueño, por ejemplo. Esta conexión entre la respiración y el ritmo de despertarse, dormirse, despertarse, dormirse no es tan obvia, pero esta conexión, esta relación está ahí. Y cuando miramos al ser humano en relación con su esfuerzo ascendente, tenemos que considerar el ritmo respiratorio, todo el sistema respiratorio, también en la medida en que se expresa en el sistema del habla, como algo esencial que está conectado con este esfuerzo ascendente. Respiramos, hablamos como seres humanos esencialmente hacia arriba, aunque esto se transforme por la posición de nuestro cuello en hablar hacia delante. Tenemos un ritmo, un ritmo uniforme.
Tenemos un ritmo diferente, tenemos el ritmo de la circulación, el ritmo que se nos da en el latido del pulso, y sabemos que la proporción del ritmo del pulso con el ritmo de la respiración es aproximadamente de cuatro a uno. Sólo hay que pensar un poco en términos anatómicos, fisiológicos, se dirán a ustedes mismos:
En el ritmo del pulso, en el ritmo de la circulación, tenemos lo que está íntimamente conectado hacia abajo con el sistema metabólico de las extremidades humanas. Tenemos el sistema rítmico real, me gustaría decir, separado en el sistema respiratorio. Cuanto más se involucra uno con una característica del sistema respiratorio, por un lado, y una característica del sistema del pulso, por el otro, más se da cuenta de que todo lo que está presente allí como órgano para la formación de la memoria, la imaginación, incluso el pensar lógico, puede ponerse en conexión con el ritmo respiratorio, y que todo lo demás que está conectado con la voluntad que fluye a través de los órganos puede ponerse en conexión con el ritmo del pulso, en el sentido de que se expresa hacia arriba. Así como la voluntad que está en nuestros órganos interactúa con la voluntad que traemos del cosmos cuando nos despertamos, así el ritmo respiratorio interactúa con el ritmo del pulso, con el ritmo de la circulación. Y en la interacción del ritmo respiratorio y el ritmo del pulso tenemos formalmente dado físicamente lo que empuja hacia arriba desde abajo y lo que late hacia abajo desde arriba, pero de tal manera que lo que late hacia abajo desde arriba es cuatro veces más lento que lo que late hacia arriba desde abajo. Si hiciera de esta línea la observación del tiempo para el ritmo respiratorio, tendría que suponer cuatro para el ritmo del pulso.
De hecho, todo lo que el hombre desarrolla en el arte, en el arte rítmico, se basa en esta relación entre el ritmo del pulso y el ritmo de la respiración. Ya he dicho esto al hablar del arte de la recitación. Se puede profundizar aún más. Uno puede pensar que, si se basa más en el ritmo del pulso, se obtiene: sílaba corta, sílaba larga. Si se combina el ritmo respiratorio con el ritmo del pulso, se obtiene, por ejemplo, la medida versal del hexámetro y así sucesivamente. Todos los metros versales se basan en esta relación entre los ritmos que hay en el propio ser humano.
Ahora bien, si nos fijamos en el ritmo sanguíneo, nos estamos fijando más en lo físico, por así decirlo; si nos fijamos más en el ritmo respiratorio, nos estamos fijando en lo espiritual. El ritmo respiratorio está mucho más relacionado con el alma que el ritmo sanguíneo. El ritmo respiratorio también se abre hacia el exterior, igual que la lógica, el pensar lógico, se abre hacia el exterior. Pues bien, las irregularidades de la vida humana se basan en las irregularidades de estos ritmos. Pueden imaginarse que si realmente existe tal proporción de cuatro a uno o de uno a cuatro, entonces debe significar algo si, digamos, el ritmo respiratorio se alarga demasiado o el ritmo del pulso se acorta demasiado. Y, sin embargo, esto puede ocurrir en los seres humanos. Incluso puede ser el caso de una manera muy insignificante; entonces se manifiesta de la misma manera.
Veamos ahora los casos radicales. Imaginemos que una persona se emociona. Empieza a apasionarse. Empieza a despotricar sobre algo. Puede llegar al delirio. O una persona entra en un estado que se describe como tal:
Los pensamientos, no quieren, se paran; no se puede pensar de verdad, se paran. Así como antes la furia era la revelación más radical, así como se llega a apasionarse despotricando, gruñendo hasta desvariar, así se llega, cuando los pensamientos se detienen, poco a poco a una especie de desmayo. Lo primero, el apasionarse, el emocionarse, se basa en una aceleración del ritmo del pulso. La detención de los pensamientos, el desmayo, se basa en una ralentización del ritmo respiratorio.
Como ven, el propio ser humano está entretejido con todo el ritmo del mundo, y la forma en que se nos presenta física y emocionalmente depende de cómo se encuentre dentro de este ritmo del mundo. Lo emocional también se expresa físicamente: la corriente que recorre el organismo de abajo a arriba se vuelve demasiado rápida, sacude los órganos, y cuando llega a enfurecerse, se puede ver cómo se agitan los órganos. La corriente que va de arriba hacia abajo se vuelve demasiado lenta, los pensamientos no quieren ir de arriba hacia abajo. Ahí se ve de nuevo lo importante que es que podamos formarnos una idea de cómo se sitúa el hombre en todo el contexto mundial, cómo encaja, cómo no es más que una idea infantil el contar los huesos, los músculos y demás y decir: el hombre es sólo una estructura animal superior, - y no tener en cuenta que depende de esta colocación en todo el contexto cósmico.
Ahora les diré algo que aparentemente está muy alejado de lo que acabo de decir, pero que sin embargo se combinará con lo que acabo de decir para formar un todo en la conferencia de mañana. Pasemos ahora del ser humano al devenir humano. Ustedes saben que vivimos actualmente en el llamado quinto período post-atlante, que comenzó hacia 1415 o 1413 el cual continuará. Está precedido por el cuarto, que comenzó alrededor del año 747 antes del Misterio del Gólgota, y éste fue precedido por el tercero, que a su vez se remonta al cuarto milenio.
Ahora, si consideramos estos períodos, podemos formar el siguiente cuadro esquemático de su sucesión. Téngase presente que el período atlante fue precedido por lo que llamé el período lemúrico en mi «Ciencia Oculta en Esquema». Aquí sólo asumiré las últimas fases de este período Lemúrico, y ahora esbozaré los siete estados culturales sucesivos del período Atlante:
y ahora en el período post atlante tenemos el proto-indio, el proto-persa, el Egipcio-Caldeo, el Greco-Latino, y ahora nuestro quinto período; ese sería el último período. Les he mostrado esquemáticamente los períodos sucesivos.
Ahora también saben por mi «Ciencia Oculta» y por otras ilustraciones que he dado, que tal período dura aproximadamente hasta que el equinoccio vernal del sol ha completado todo su paso a través del zodíaco. Esto es sólo una aproximación, pero para lo que queremos considerar ahora, esta aproximación tendrá su buen sentido. En el año 747, antes del acontecimiento del Gólgota, el equinoccio de primavera entraba en el signo zodiacal de Aries. Allí permaneció en este signo del zodíaco hasta el siglo XV. Luego pasó y ahora se encuentra en la constelación zodiacal de Piscis. Antes del año 747, el equinoccio vernal se encontraba en el signo de Tauro, por lo que durante toda la civilización egipcio-caldea el sol salía en la constelación de Tauro en primavera; de ahí el culto a Tauro. Luego vino el período Proto-Persa, cuando el sol salía en la constelación de Géminis. Durante el período Proto-Indio el Sol salía en la constelación de Cáncer. Si luego retrocedemos al período atlante, tendremos los siete períodos de civilización del período atlante. Ahora les pediría que consideraran lo siguiente y lo pusieran ante su alma como una pregunta que nos plantearemos primero a nosotros mismos hoy.
Dibujemos la secuencia de los signos del zodiaco. Así tenemos: Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpio, Sagitario, Capricornio, Acuario, Piscis. Ahora dibujaremos un diagrama esquemático de los sucesivos periodos culturales. Sabemos que ahora estamos en el signo Piscis en el equinoccio de primavera y tenemos el quinto período cultural post-atlante.
Volvemos atrás (ver zodiaco, sombreado mas oscuro): Aries cuarto período cultural post-atlante, Tauro tercer período cultural post-atlante, Géminis segundo período cultural post-atlante, Cáncer primer período cultural post-atlante. Volvemos ahora al periodo atlante. Los siete periodos del periodo atlante (ligeramente sombreados): Leo el séptimo, Virgo el sexto, Libra el quinto, Escorpio el cuarto, Sagitario el tercero, Capricornio el segundo, Acuario el primero; y ahora volvemos al período Lemúrico y estamos de nuevo en Piscis.zodíaco
Verán, si consideran el importante punto en el tiempo de la última civilización, la última era cultural del período Lemúrico, y si leen lo que presenté sobre este importante período en el desarrollo de la humanidad en la tierra en mi «Ciencia Oculta», entonces se enfrentarán con una gran pregunta. Si toman lo que presenté en mi «Ciencia Oculta en Esquema», es decir, también en las descripciones que entonces aparecieron por separado como «Nuestros Antepasados Atlantes», entonces verán que en realidad sólo se puede hablar de la humanidad, en la medida en que es la humanidad de hoy, a partir de este período, y este período es aquel en el que el equinoccio vernal estaba en el mismo signo del zodíaco en el que está ahora de nuevo. Como humanidad hemos recorrido un ciclo completo alrededor de los cielos y en cierto sentido hemos llegado de nuevo al punto de partida.
Lo que acabo de decir se refiere a la evolución humana. A menudo hemos tratado de mostrar cómo ha cambiado la vida del alma humana en el tiempo hasta el período atlante. Sabemos cuán diferente era toda esta vida del alma humana en el período proto indio, y cuán diferente era aún en el período atlante. Pero si leen mi escrito sobre los antepasados atlantes, verán que en el período atlante ya volvemos a una época en la que la configuración humana también se expresa físicamente de la misma manera que lo hacía el alma humana en aquella época. Mientras que en el período postatlante la vida anímica funciona esencialmente de otra manera, durante el período atlante todo el cuerpo es metamorfoseado. Así pues, retrocedemos cada vez más, me gustaría decir, desde la región que he caracterizado aquí arriba como el alma hasta lo que está aquí abajo como lo corporal, que está impregnado por la otra corriente de la voluntad. Y volviendo más atrás en la Atlántida, volvemos a las metamorfosis que se refieren a la organización del cuerpo. De modo que podemos decir que durante el paso del equinoccio de primavera por Piscis, el ser humano apenas existía en la forma corporal tal como es (sombreado oscuro). Aquí se vuelve cada vez más físico. Y aquí empieza a tomar forma de alma, para volver al punto del que partió una vez en relación con su forma corporal. De modo que se puede decir que la transformación de la forma física humana corresponde a los signos del zodíaco desde Piscis, Acuario, Capricornio, Sagitario, Escorpio, Libra hasta Virgo (sombreado claro); y sólo estos signos superiores del zodíaco corresponden para nosotros a la transformación del ser espiritual del hombre.
Estas cosas primer hay que considerarlas o desde el punto de vista de la ciencia espiritual y verán que en realidad sólo están en el punto en que pueden formarse conceptos e ideas sobre la naturaleza esencial del hombre. Sin embargo por otra parte, al menos un atisbo de lo que a menudo he dicho aquí debería arrojar luz sobre el hecho de que estamos viviendo en una época importante. Pues mientras nos hemos ido desarrollando como humanidad en la tierra, el equinoccio de primavera del sol ha recorrido todo el universo y en nuestra época ha regresado de nuevo. Por lo tanto, debemos cumplir tareas que en cierto sentido se derivan del hecho de que la humanidad ha regresado a su punto de partida, que debe emprender algo en su vida anímica que se corresponda con este regreso al punto de partida. Sólo quería señalar hoy lo que puede descargar en nuestros sentimientos tal consideración de la importancia del actual espacio temporal humano. Sin embargo, lo que he dicho se aplica a los miembros más avanzados de la humanidad civilizada; pues es de ellos de quienes realmente depende el desarrollo de la humanidad.
Cómo se comportan éstos en relación con aquélla es algo de lo que hablaremos más detenidamente mañana.
Traducido por J.Luelmo may,2025
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