GA175 Berlín, 14 de abril de 1917 - Los Misterios y la vida - Violación de los Misterios por los Césares

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LOS MISTERIOS Y LA VIDA - VIOLACIÓN DE LOS MISTERIOS POR LOS CÉSARES

Conferencia del Dr. Rudolf Steiner



Berlín, 14 de abril de 1917


Conferencia XII

He mencionado a menudo el nombre de Herman Grimm en diversos contextos relacionados con la historia intelectual moderna. Ahora me gustaría enlazar las reflexiones de hoy con una de las diversas observaciones, podríamos decir instintivas, que Herman Grimm supo hacer sobre lo que es la necesidad de la historia intelectual reciente, sin poder concretar su corazonada instintiva, como conocimiento. Me gustaría retomar una de las muchas observaciones que hizo instintivamente en este sentido. Se trata de una especie de oposición en la que se encontraba Herman Grimm a toda la visión moderna de la historia, en el sentido de que tenía la sensación correcta de que esta visión de la historia inconscientemente, por supuesto de nuevo instintivamente, pretende sobre todo excluir el acontecimiento de Cristo del curso de la visión histórica de la humanidad, ver la historia como se puede ver, sin tener en cuenta que el acontecimiento de Cristo se sitúa en el curso del desarrollo de la humanidad como algo determinante en primer lugar. Por el contrario, lo que Herman Grimm pretendía era tener una visión de la historia que situara a Cristo como factor esencial en el curso histórico de la humanidad, de modo que desde tal visión de la historia o a través de tal visión de la historia se hubiera hecho evidente o se hiciera evidente el significativo impulso que había intervenido en el curso del desarrollo de la humanidad a través del Misterio del Gólgota. Como ya he dicho, en el caso de Herman Grimm surgió de su comprensión instintiva de lo que podemos llamar la visión del mundo de Goethe, pero al mismo tiempo, -con su falta de penetración en los mundos espirituales-, siguió siendo instintiva, más bien una corazonada que no pudo meditar.

Parece paradójico afirmar que la observación histórica se ocupa principalmente de erradicar el acontecimiento de Cristo Jesús de la observación histórica. Y, sin embargo, es una verdad. Una verdad que está tan instintivamente arraigada en la cosmovisión moderna que algunas personas hacen mucho en cuestiones de cosmovisión para impedir que este acontecimiento de Cristo entre en el curso histórico de los acontecimientos humanos de acuerdo con su verdadero y profundo significado. Y bajo este impulso instintivo, que vive tan fuertemente en las almas, resulta que en la conciencia general de la humanidad se extiende mucha, mucha oscuridad sobre aquellos siglos que precedieron y siguen al Misterio del Gólgota. No es sólo que no se intente, -y esto puede comprenderse por muchas cosas que ya hemos mencionado en el curso de nuestras consideraciones científico-espirituales-, no es sólo que no se intente considerar el propio Misterio del Gólgota completamente en su historicidad, sino que además se intenta sumergir lo que sucedió antes y después en ideas tales que hagan que pase inadvertido de la consideración de estos siglos, lo que realmente sucedió dentro de estos siglos en la época del Misterio del Gólgota. Se podría decir que se hace todo lo posible para ver la historia de estos siglos de tal manera que uno no se dé cuenta de que los acontecimientos de estos siglos muestran claramente cuán poderosamente intervino el Misterio del Gólgota. Si consideramos lo dependiente que es nuestro tiempo, que por supuesto es independiente de toda autoridad, de la creencia en la autoridad, lo muy dependiente que es, entonces también podemos apreciar hasta qué punto hemos logrado crear la menor conciencia posible de lo que realmente tuvo lugar en el desarrollo de la humanidad en esos siglos. Y una vez existió tal espíritu como fue Goethe, de quien pudimos citar por última vez un ejemplo especial de su visión de la naturaleza, que conduce directamente a una visión del mundo que ve moralismo y naturalismo al mismo tiempo. Una vez que ha habido tal personalidad, se busca, -de nuevo instintivamente-, posiblemente debilitar, rechazar, lo que en tal personalidad, si se abordara de la manera correcta, conduciría de una manera admirable, grandiosa a una visión científico-espiritual del mundo.

Allí se pueden experimentar las cosas más extrañas. Verán, ya se lo he mencionado: Goethe no estaba satisfecho con la botánica ordinaria, él quería tener una botánica espiritualizada, pero a través de esto llegó precisamente a encontrar el espíritu tal como se revela en el reino vegetal, a encontrar ese espíritu al que el propio reino vegetal no puede llegar en su forma actual, porque no puede desarrollar plenamente su disposición, como expliqué la última vez. Así pues, Goethe intentó profundizar en las disposiciones del reino vegetal, -también intentó hacerlo con el reino mineral-, profundizar más de lo que permite la mera observación sensorial, que sólo nos da aquello a lo que ha llegado el reino vegetal. Por eso fue especialmente inconveniente para Goethe que surgiera en su época el punto de vista de Haller, que Haller resumió tan bellamente en las palabras: 
«Ningún espíritu creado
penetra en el interior de la naturaleza.
¡Dichoso aquel a quien solo le muestra
la cáscara exterior!»

Ustedes saben, -lo he citado a menudo-, lo que en relación con este dicho Goethe dice:

«Lo he oído repetir durante sesenta años, y lo maldigo, pero furtivamente; Dímelo mil mil veces Ella todo lo da abundante y alegremente; La naturaleza no tiene ni núcleo Ni cáscara, Ella es todo a la vez; Sólo pruébate a ti mismo
¿Si eres el núcleo o la cáscara?»

Se podría decir que Goethe se rebela con todas sus fuerzas contra la opinión de que ningún espíritu creado penetra en el interior de la naturaleza. ¿Por qué lo hace? Sí, ya ven, porque Goethe tenía el gran trasfondo espiritual por todas partes en sus instintos cognoscitivos, ese trasfondo espiritual que el siglo XIX más o menos pretendía enterrar bajo escombros y ruinas. Qué familiares se han vuelto las palabras de Schopenhauer para el observador decimonónico del mundo: «El mundo es mi imaginación», «No hay color, no hay luz sin ojo». Goethe rebate esto con bastante coherencia por iniciativa propia: Ciertamente, no se puede percibir la luz sin un ojo; ciertamente, si no hubiera ojos, ¡el mundo sería oscuro y mudo! - A menudo, incluso en conferencias públicas, he llamado la atención sobre este punto de vista decimonónico. Pero Goethe la rebate diciendo que sin luz no hay ojo, porque la luz ha formado el ojo para la luz. A partir de órganos indeterminados, dijo Goethe, ¡la luz ha suscitado el ojo! - Si se quiere profundizar en el asunto, surge algo bastante peculiar.

Según las alusiones que hice la última vez, en realidad el reino vegetal estaba llamado a producir siempre su propia especie mediante metamorfosis, sin fecundación. La fecundación debería haber tenido un significado completamente distinto del que tiene ahora para el reino vegetal. Goethe lo intuía. Por eso le gustó tanto la explicación de Schelver sobre el proceso de fecundación y tuvo el valor de moralizar al considerar las plantas. Tuvo este valor. El reino vegetal vive en una esfera distinta de aquella en la que desarrollaría la metamorfosis de forma pura. Esto se produjo a través de ese gran acontecimiento por el cual la humanidad descendió de una esfera superior a una inferior a través de la tentación luciférica. Pero lo que estaría activo en las plantas si éstas expresaran plenamente la metamorfosis, es decir, si la subsiguiente planta simplemente creciera a partir de la anterior y no se produjera la fecundación sensual, las fuerzas que vivirían allí se vuelven espirituales, viven espiritualmente en nuestro entorno, y hacen que el hombre tenga sus órganos sensuales tal como los tiene ahora. Cuando Lucifer dijo: «Vuestros ojos serán abiertos», quiso decir: «Como seres humanos seréis transferidos a otra esfera». Esta otra esfera significaba necesariamente que las criaturas vegetales no podían desarrollar plenamente su disposición, pero los ojos humanos se abrían. La luz tenía tal efecto que realmente podía abrir los ojos en el sentido de Goethe. Sin embargo, esta apertura de los ojos era en otro sentido un cierre. Porque en la medida en que los hombres podían dirigir sus ojos, podían dirigir sus sentidos en absoluto hacia el mundo sensorial exterior, el espíritu que vivía en el mundo sensorial no penetraba en ellos. Estos ojos estaban cerrados a la revelación del espíritu. Y así surgió ese extraño punto de vista que, sobre todo en el siglo XIX, impulsó sus salvajes impulsos diciendo: El hombre sólo ve el mundo sensorial exterior y no puede ver más allá de este mundo sensorial. «Ningún espíritu creado penetra en el interior de la naturaleza, bienaventurado aquel a quien ella sólo muestra la envoltura exterior». Se piensa que el hombre no puede mirar más allá. Con una conciencia elevada y purificada sí puede, y Goethe lo sabía. Surgió esta doctrina extraña, me gustaría decir siniestra, de que el hombre sólo ve lo que está en su entorno sensorial. La doctrina, que es meramente perniciosa en el campo de las ciencias naturales, pero útil en su perniciosidad, es tal en el campo artístico que si su análogo se apoderara alguna vez de un artista, si el artista no trabajara en contra de este punto de vista, quiero decir, para crear, sería asesinado en su imaginación artística por este punto de vista por completo. Pues este punto de vista es idéntico al que declara: El Fausto de Goethe sólo sobrevive en los libros. Leemos las palabras impresas, pero Fausto es más que las palabras impresas. Nadie puede penetrar en su significado interno; Bienaventurados los que se contentan con su significado superficial. Ahora bien, hay ciertos filólogos que se contentan con el significado superficial de Fausto. Las palabras impresas deben, por supuesto, estar ahí, pero para entender Fausto hay que captar el significado que hay detrás de ellas, no hay que ceñirse al significado superficial. Las palabras deben estar ahí, pero el lector promedio no intenta interpretarlas. La gente no se da cuenta de que lo que se ha convertido en una segunda naturaleza para nosotros en nuestra era materialista contradice los hechos más obvios.

Pero sólo llegaríamos a una visión diferente si hubiéramos sido capaces de empatizar un poco con las palabras que otra vez recordamos:
«Lo he oído repetir durante sesenta años, y lo maldigo, pero furtivamente; Dímelo mil mil veces Ella todo lo da abundante y alegremente; La naturaleza no tiene ni núcleo Ni cáscara, Ella es todo a la vez; Sólo pruébate a ti mismo
¿Si eres el núcleo o la cáscara?»

Pues, como ven, en la evolución de la humanidad hay un extraño misterio que, si uno se emancipa de esta visión goetheana y confiesa la visión halleriana, entonces uno puede mirar la historia antes del Misterio del Gólgota de tal manera que no se da cuenta de nada del significado real de dicho Misterio, y después del Misterio del Gólgota se puede mirar la historia de tal manera que tampoco se dé cuenta del significado real del Misterio del Gólgota. A primera vista suena paradójico, pero es así. Pues si se aplica la cosmovisión antigoetheana al curso de la historia, entonces bajo la influencia de esta cosmovisión antigoetheana el tiempo precristiano se vuelve tal que uno llega a lo sumo a suponer algún acontecimiento histórico al comienzo de nuestro calendario cristiano, pero todo el fuerte impulso del Misterio del Gólgota debe entonces, bueno, transferirse al interior, allá donde ningún espíritu creado debe penetrar. Uno no se da cuenta entonces de que, a medida que la historia se desenvuelve hasta el Misterio del Gólgota, llega algo que significa un punto de inflexión realmente tremendo, de hecho el mayor punto de inflexión en el desarrollo terrenal de la humanidad; y uno tampoco se da cuenta, si se aplica esto a la historia postcristiana, de que este punto de inflexión está en ella, está en sus secuelas. Por eso existe una necesidad instintiva de alejar un poco la visión del mundo de Goethe del pensamiento actual, de no dejar que se haga demasiado grande en el pensamiento actual. En este esfuerzo instintivo, las personas a menudo se traicionan a sí mismas sin darse cuenta. Al decir esto, no quiero culpar a nadie, porque sé que se objetará que aquellos que rechazan cortésmente la "Weltanschauung" goetheana de la visión contemporánea del mundo están motivados por la mejor de las intenciones. Basta recordar las palabras de Antonio en Julio César: "así son todos, todos los hombres honorables". Lo admito, por supuesto, sin dudarlo; Pero lo que importa no son las intenciones de un hombre, sino cuál es su efecto, qué influencia tienen sobre la evolución humana. A veces, en su loable intención de descartar cortésmente el Acontecimiento Crístico de la historia, negándose a aceptar la forma goetheana de ver las cosas, la gente se delata a sí misma, sin darse cuenta. Porque, si se adopta hoy, la concepción goetheana del mundo debe conducir directamente a la Ciencia Espiritual. Recientemente me he encontrado con un folleto que ha tenido una gran influencia en la actualidad. Ofrece reflexiones sobre la historia, en particular sobre la historia relacionada con Cristo Jesús. El autor consideró que cualquier posibilidad de evaluar el Misterio del Gólgota como el punto de inflexión decisivo en la historia de la humanidad debía ser cuidadosamente excluida del estudio de la historia. Esto sólo es posible si suponemos que no podemos sondear las profundidades ocultas de la historia, sino que debemos permanecer para siempre en la superficie, que no podemos ver el misterioso funcionamiento de la historia. Les leeré las palabras reales del autor porque son muy interesantes:
«Y aquí es necesario sobre todo llamar la atención sobre el carácter fragmentario de todos nuestros conocimientos históricos, incluso los más completos. La riqueza de lo sucedido, la realidad histórica del pasado, es infinitamente mayor en contenido y alcance de lo que jamás podrá ser nuestro conocimiento de ella, aunque continuáramos nuestra investigación durante miles de años. Porque de la inmensa masa de acontecimientos, el historiador sólo puede acceder a componentes parciales, sólo a lo que de algún modo le ha sido transmitido a través de fuentes y documentos. Todo lo demás que no le ha sido transmitido y que no podría serle transmitido en absoluto por pertenecer al mundo espiritual interior, al inescrutable reino del alma, a la motivación interna de la vida personal, el historiador no puede <conocerlo>, sino que, en el mejor de los casos, puede <adivinarlo>. Esta <suposición> estará en todas las circunstancias, incluso con el enfoque más exacto y concienzudo, manchada de defectos, de momentos subjetivos. Cuando Goethe dice: "Ningún espíritu creado penetra en el interior de la naturaleza", hay que completar esta frase: "Tampoco nadie penetra en el interior de la historia"».

Como ya he dicho, no quiero hacer ningún juicio moral, sólo quiero decir lo objetivo: ¡así es como se falsifica a Goethe después de tan poco tiempo! ¡Así es como se falsifica a Goethe! Se le falsifica en sentido contrario comunicándoselo hoy a la humanidad, ¡que por supuesto no se da cuenta! Realmente no se dan cuenta. Porque lo que se ha descrito aquí se llama: «El cristianismo en la lucha actual por la cosmovisión», y está escrito para mostrar cómo se sitúa el cristianismo en la lucha actual por la cosmovisión. No tengo ninguna intención de emitir juicios morales. Deseo decirlo con toda objetividad: ¡así es Goethe falsificado y después de tan corto espacio de tiempo! Sus ideas están distorsionadas; Su significado se invierte y se presenta al público una imagen falsa. Y, por supuesto, el público no logra detectar el engaño. Lo que he descrito aquí está tomado del libro de A. W. Hunziger titulado El cristianismo en la lucha ideológica de hoy. Todo el espíritu que recorre este libro es idéntico al espíritu que prevalece en la actual "Weltanschauung" anti-Goethe. He aquí un ejemplo que traiciona el sentido de la "verdad" en aquellos que tienen un gran número de seguidores públicos hoy en día. Les dije que este autor dio recientemente un curso de conferencias que prueban concluyentemente que su pensamiento es inconexo, incoherente, totalmente corrompido, y que nunca hace el menor intento de indagar debajo de la superficie. Prometí procurarme un ejemplar aquí (ya que me había visto obligado a dejar el libro en Dornach) para leerles algunas muestras que confirmarían la discontinuidad, la corrupción de su pensamiento, así como el pasaje que he citado es una prueba de su interpretación corrupta de Goethe. Desgraciadamente, no pude conseguir una copia; El libro tiene tanta demanda que está temporalmente agotado.

Como ven, así son las cosas cuando se trata de dejar que lo verdadero llegue hoy a ustedes. Por eso no es superfluo e injustificado señalar con palabras graves lo que es necesario y, por tanto, también llamar la atención sobre el hecho de que detrás de palabras como «¡Cambia de actitud!» se esconde algo tremendamente profundo, que también hay que captar históricamente, si se quiere captar históricamente. Las palabras del bautista «¡Cambia de actitud!" no sólo están relacionadas con lo que se puede extraer del desarrollo de la humanidad mediante la ciencia espiritual, sino que también están relacionadas con lo que se puede ver históricamente, si tan sólo no procesamos la cosmovisión de Goethe según los deseos del filisteo moderno, sino si intentamos dar vida a esta cosmovisión goetheana. Pues entonces es un gran impulso para volver a entrar realmente en el cristianismo y conduce directamente a nuestra ciencia espiritual. 

Verán, la forma más fácil de darnos cuenta hoy de lo que es en realidad el desarrollo de la humanidad es recordar algunas de las cosas que hemos explicado a menudo en detalle. Hemos explicado que en la época precristiana existían los misterios. En mi libro «El cristianismo como hecho místico», intenté señalar lo que se buscaba en estos misterios citando palabras de Platón que hablan de estos misterios. Ciertamente, uno puede mirar hoy con una noble sonrisa, que en el fondo es sólo una sonrisa materialista-filisteísta, frases de Platón como ésta, cuando dice: «Los que son iniciados en los misterios, participan de la vida de lo eterno. Los otros están como en un pantano. Me referí deliberadamente a estas palabras de Platón cuando escribí "El cristianismo como hecho místico", porque atestiguan seriamente lo que Platón tenía que decir sobre los Misterios.

Básicamente, el gran secreto que se impartía al estudiante de los Misterios en los tiempos precristianos mediante un culto especial de la humanidad consistía en observar en qué se habría convertido la naturaleza mineral y vegetal si hubiera podido desarrollarse en línea recta con sus propias disposiciones. Pues esto habría traído un conocimiento de la humanidad, de modo que uno podría haber dicho: Si los reinos mineral y vegetal hubieran sido tales que hubieran podido desarrollar plenamente sus disposiciones, entonces el hombre mostraría sus verdaderos colores en la esfera en la que entonces se encontraría. Y ésa era una transformación completa que el estudiante de los Misterios experimentaba cuando se le introducía, por así decirlo, en el interior de la naturaleza, cuando se le permitía ver al hombre tal como estaba destinado a ser originalmente. Porque entonces este estudiante de los Misterios también se daba cuenta de cómo lo que ahora existe en el reino animal de sangre caliente, en el reino vegetal dotado de corteza, en el reino vegetal dotado de madera, en el reino humano físico, no muestra ni revela su origen, sino que permanece allí inexplicado, porque no lleva su origen directamente dentro de sí. Así, mientras que las plantas y los minerales no llegan a su fin, los seres humanos y los animales no revelan  su origen.

En los tiempos precristianos —y el verdadero propósito de los Misterios lo atestigua— era necesario que ciertos hombres fueran iniciados. En los primeros tiempos, la clarividencia atávica era común a todos; Sólo más tarde, cuando se perdió esta clarividencia atávica, se hizo necesario iniciar a ciertos individuos en los secretos de la naturaleza externa de los reinos mineral y vegetal, a fin de conocer al hombre tal como es realmente. Es igualmente necesario hoy llamar la atención una vez más sobre el origen del hombre, aprender a verlo desde un nuevo ángulo, para que revele una vez más su origen y se integre una vez más en todo el Cosmos. Intenté mostrar esto, aunque imperfectamente, en mi libro Ciencia Oculta: Un Esbozo, en la medida en que es posible hoy en día. Así como los Misterios desempeñaron su papel en la era precristiana, así también la Ciencia Espiritual desempeña su papel en nuestra época actual, el período que sigue al Misterio del Gólgota. Sólo cuando nos damos cuenta de que el Misterio del Gólgota es un punto de inflexión decisivo, la frontera entre dos épocas históricas, podemos llegar gradualmente a una verdadera comprensión de este Misterio. Y esto se nos hará evidente si no nos dejamos cegar por los prejuicios antigoetheanos en nuestro enfoque de los primeros años del siglo I, si examinamos este período con la intuición espiritual que Herman Grimm requería, pero que él mismo no poseía.

Los maestros de Misterios, los hierofantes de la antigüedad, sabían muy bien por qué insistían en una formación especial para los que buscaban la Iniciación, y hasta cierto momento esta formación era obligatoria para los que iban a ser iniciados en los Misterios. Y especialmente en la antigua Grecia, se negaba la iniciación a aquellos que no habían pasado por un entrenamiento riguroso. El neófito aprendió a hacer el uso correcto en su vida diaria de los secretos que se le impartían, y las Escuelas de Misterios griegas especialmente daban gran importancia a esto. Así como Cristo Jesús se negó a revelar los Misterios del Reino a los escribas y fariseos y los reveló solo a aquellos a quienes había elegido como sus discípulos, así también las Escuelas de Misterios insistieron firmemente en que sus enseñanzas no debían ser divulgadas a aquellos que no eran dignos de ellas.

Pero sin que aquellos que eran los guías de los Misterios tuvieran la mayor culpa, ya no era posible mantener el secreto de los Misterios de la manera apropiada en el momento en que se acercaba el acontecimiento del Gólgota. Eso ya no era posible. ¿Y por qué ya no era posible? Insisto sin culpa de los líderes de los Misterios ya no era posible. Ni los Líderes de los Misterios ni los Misterioso tuvieron la culpa. Lo que sacó a los Misterios de su esfera oculta de forma equivocada fue el Imperium Romanum, es decir, el imperialismo romano. Y para los guías de los Misterios fue imposible resistirse a las órdenes de los Césares Romanos en particular. Se acercaba el momento en que los líderes de los Misterios ya no podían resistir las órdenes de los Césares Romanos. Y el hecho de que la vida espiritual fuera violada por el Cesarismo Romano se refleja en todos los eventos de ese tiempo. Un hombre como el Bautista también vio este acercamiento en todos sus detalles. Porque el que quiere ver, ve en detalle lo que se aproxima. Sólo quien no quiere ver, no lo ve. Esto reside en las palabras, siempre muy ambiguas, pero siempre verdaderas en todos los sentidos; reside en las palabras de personas como Juan el Bautista. En las palabras: «Cambiad de actitud, los reinos de los cielos están cerca» hay también algo que podría traducirse así: Ved, aquello que trajo la salvación a la humanidad como un antiguo misterio ya no existe, está ocupado por el Imperium Romanum, que también ha extendido sus alas sobre el judaísmo que os rodea. Así que ¡cambiad de actitud! No busquéis ya la salvación en lo que irradia del Imperio Romano, sino buscadla en lo que no está en esta tierra. Recibid el bautismo que afloja vuestro cuerpo etérico, para que podáis ver lo que está por venir y lo que ha de marcar el comienzo de nuevos misterios, pues los antiguos misterios están cubiertos por un velo. 

Lo primero que sucedió, fue por causa de Augusto, el cual pero, aún no abusó de ello, y consistía en que los césares romanos simplemente tenían que ser iniciados en los misterios por orden de su César. Esa se convirtió en la costumbre. A eso se opuso sobre todo Juan el Bautista, tratando de sacar del desarrollo de la humanidad a los que deseaban recibir el bautismo, para que no vieran la salvación del desarrollo de la humanidad sólo en lo que irradiaba del Imperio Romano.

Verán, uno de los Césares Romanos que fue iniciado más a fondo en los secretos de los Misterios fue Calígula, y más tarde Nerón. Y uno de los secretos del desarrollo histórico es que Calígula y Nerón fueran iniciados, que se obligaran a sí mismos a tener conocimiento de los secretos de los Misterios. Y piensen por un momento en el estado de ánimo de aquellos que sabían: esto, esto se acerca, - y que al mismo tiempo podían tener un sentido, un sentimiento de lo que esto significaba. Imagínense el estado de ánimo de estas personas. Podrían decir: «Lo que debe venir y lo que vendrá es el reino de los cielos, y es en este reino en el que la gente debe buscar a partir de ahora cuando busque los santos misterios, ¡no en el reino de los hombres! La Historia habla a menudo a través de sus símbolos. Diógenes, porque todavía estaba en Grecia, recorrió el mercado ateniense con una linterna para buscar al «hombre» que se había extraviado, cuya visión se había perdido. ¿Por qué se perdió? No porque la gente no conociera a este hombre, o porque se acercaban tiempos en los que la gente no buscaba lo que se podía comunicar en los Misterios sobre los secretos del desarrollo humano. Personas como Calígula y Nerón lo conocían en sus fundamentos. Pero precisamente por eso estaba envuelto en la oscuridad. Y Diógenes, como Juan el Bautista -Diógenes a su manera-, sintió que se acercaba el momento en que, precisamente porque se sabía que el misterio-secreto había sido traicionado por el hombre, el hombre quedaría sumido en la oscuridad y habría que buscarlo con una linterna.

Calígula había recibido sus instrucciones sobre cómo vivir correctamente de acuerdo con los antiguos misterios en los contextos espirituales dentro de ellos. Por lo tanto, Calígula sabía cómo organizar su conciencia desde que se dormía hasta que se despertaba de tal manera que podía comunicarse con todos aquellos en el mundo espiritual que eran conocidos en los antiguos Misterios como los dioses de la Luna. Y Calígula comprendió el arte de los antiguos misterios, para mantener el diálogo con los espíritus de la luna en su conciencia nocturna. Este era uno de los secretos de los antiguos misterios: llegar a conocer lo que hay detrás de la conciencia ordinaria, detrás de la conciencia diurna, y aprender cómo esto cambia la conciencia diurna ordinaria penetrando en los secretos de esta otra conciencia. Porque al saber dónde está su individualidad, cuándo está en el mundo espiritual desde que se duerme hasta que se despierta, el hombre también se hace consciente de cómo esta individualidad no sólo está aquí como un ser encarnado en relación con otros seres naturales, sino de cómo ella, esta individualidad, está en relación con el mundo espiritual, con todo lo que vive en las jerarquías espirituales. Por lo tanto, cuando un ser humano conoce los secretos de las deidades lunares, su relación con las deidades solares, con las deidades que la visión diurna, embotada por Lucifer, no ve en el entorno, y que esta conciencia despierta entonces ve, cambia naturalmente. Si el hombre, como Calígula, sabe por experiencia propia que la individualidad humana está en el mundo espiritual desde que se duerme hasta que despierta, entonces también se da cuenta de que en la conciencia diurna no sólo habita en la envoltura de la naturaleza exterior, sino que en la conciencia diurna habita entre los espíritus de la vida solar; que no sólo habita entre los rayos físicos del sol, sino entre los espíritus de la vida solar. Pero Calígula, -no tenía la disciplina, por supuesto-, Calígula sabía por tanto dialogar con los espíritus lunares mientras dormía; y esto le llevaba a dirigirse durante el día a Júpiter, que en la antigua Grecia era considerado como Zeus en una esfera aún diferente, como «Hermano Júpiter». Era una expresión común de Calígula hablar del «Hermano Júpiter». Porque, por supuesto, se sentía ciudadano del mundo espiritual en el que está Júpiter, y se dirigía a él como Hermano Júpiter. Él, Calígula, se sabía en el mundo de los seres espirituales. Por lo tanto aparecía de tal manera que se manifestaba definitivamente por su apariencia que pertenecía al mundo espiritual. En ciertas ocasiones aparecía con el traje de Baco, con el bastón de Tirso, con la corona de roble en la cabeza, y se hacía honrar como Baco. En ciertos momentos aparecía como Hércules con el garrote y la piel de león y se dejaba honrar como Hércules. Luego reaparecía como Apolo y rendía homenaje, con la corona de rayos en la cabeza y el arco de Apolo en la mano, y era honrado por un coro que lo rodeaba y entonaba las canciones corales apropiadas en su honor. Apareció con cabeza alada y bastón de heraldo como el dios Mercurio. También apareció como Júpiter. Un tragediógrafo considerado un experto, al que se le pidió que decidiera quién era el más grande, Calígula o Júpiter, al que había colocado a su lado en una estatua, fue castigado porque no aceptó presentar a Calígula como el más grande.

¿Pero cómo era el discernimiento de Calígula? En la tentación luciférica, a las palabras: Vuestros sentidos se abrirán y seréis como dioses, se añadió: Discerniréis entre el bien y el mal. - Pero esta diferenciación entre el bien y el mal fue inculcada a la humanidad por un espíritu que sólo podía vivir hasta cierto momento de su desarrollo. Este tiempo había expirado. Expiró en el momento en que Juan el Bautista apareció por primera vez con las palabras: «Los reinos de los cielos están cerca»; sólo que no añadió el término técnico: «y el reino de Lucifer ha expirado». Por supuesto que sólo hablaba del reino de los cielos. Se puede ver en particular por el modo de discernir de Calígula cómo ese reino había expirado. Porque una vez, durante el reinado de Calígula, cuando se había producido un error judicial -se había condenado a muerte a un inocente en lugar de a un culpable, porque el inocente había sido confundido con el culpable y había sido condenado a muerte-, Calígula dijo: «¡No importa, porque el inocente era tan culpable como el culpable!». Y cuando Petronio fue condenado a muerte, Calígula dijo: «Los que lo condenaron también podrían ser condenados, porque son tan culpables como el que condenaron a muerte». Como ven, ya había cesado la diferenciación, la distinción entre el bien y el mal. Ya no se extendía hasta el tiempo del que estoy hablando. Podemos comprenderlo si realmente dejamos que los acontecimientos históricos nos afecten. Podemos comprenderlo.

Uno de esos iniciados fue Nerón. Y Nerón era básicamente, -sólo que no tan filisteo como algunos de nuestros contemporáneos modernos, sino grandioso, traducido a lo heroico-, un psicoanalista. Nerón fue incluso el primer psicoanalista, pues fue el primero en defender la proposición de que todo en el hombre depende de la libido, que todo lo que ocurre en el hombre depende de lo que en él actúa como lo sexual, -una doctrina que los psicoanalistas de nuestra época han renovado a su vez de manera filistea. Pero el profesor Sigmund Freud no es Nerón. No le falta el alma para ello, sino la grandeza. Pero lo que Juan el Bautista sabía, Nerón también lo sabía. Porque Nerón también sabía, -y ahora Nerón difiere de Calígula en esta área-, Nerón también sabía desde su iniciación en los Misterios que hay algo extraño en lo que el hombre es, que las verdades de los antiguos Misterios en sus verdaderos impulsos se han, por así decirlo, desvanecido, que han perdido su poder, que por lo tanto sólo pueden ser mantenidos por la fuerza externa. No fue sólo Juan el Bautista quien dijo: «El viejo orden mundial ha llegado a su fin» -sólo que añadió: «Los reinos del cielo están cerca, ¡cambia de actitud!» -Nerón también sabía que los reinos del viejo mundo habían expirado, Nerón también sabía que había un tremendo punto de inflexión en el desarrollo de la tierra. Pero Nerón tenía su conciencia diabólica, tenía toda la diablura que el indigno iniciado puede tener en él. Y por eso él, al igual que Juan el Bautista, al igual que Cristo Jesús, contaba con el fin del mundo. Si se entiende lo que Juan el Bautista y Cristo Jesús dicen sobre el fin del mundo de la manera correcta, entonces no hay que interpretarlo de la manera filistea de que vendrá entonces y entonces, sino que entonces se puede entender de qué forma la Biblia dice que el fin del mundo está aquí. Pero pueden suponer, -la próxima vez seguiré con este punto-, que la parusía es una realidad si se entiende de la manera correcta. Nerón sabía que se avecinaba un orden completamente nuevo, pero no estaba contento con ello. No le convenía. Por eso es característico que dijera que lo único que quería era participar en el fin del mundo. Sus palabras son características: «¡Cuando el mundo se consuma en el fuego, disfrutaré especialmente de ello! Esa era su locura particular: el anhelo de ver al mundo arder. Y de ahí surgió lo que históricamente puede ponerse en duda, pero que es cierto: que mandó incendiar Roma porque en su locura imaginaba que el fuego se extendería tan lejos de Roma que ardería el mundo entero.

He dado algunas indicaciones que tienen la intención de mostrar que el mundo estaba entonces llegando a su fin y tendría que empezar de nuevo. Pero en la realidad externa las cosas están interrelacionadas; El viejo orden a menudo persiste después de que el nuevo impulso ya ha comenzado a operar. Y aunque desde el Misterio del Gólgota el Reino de los Cielos habita entre nosotros, el Imperio Romano ha continuado existiendo al mismo tiempo en un estado de continua decadencia. ¡Y esto ha llevado a los sabios de hoy, desde una amplia variedad de motivos, a enfatizar que es el espíritu del imperio romano, el espíritu del imperialismo de los Césares lo que persiste entre nosotros hoy e impregna las primeras manifestaciones del cristianismo! Si siguiéramos adelante con el asunto, saldrían a la luz algunos hechos extraños. En primer lugar, debemos descubrir que los conceptos de justicia que surgieron más tarde se remontan al derecho romano, ese derecho romano que desde el punto de vista cristiano es anticristiano ha impregnado toda la vida moderna. Y tendríamos que tocar muchos otros campos del conocimiento si quisiéramos discutir la supervivencia del imperialismo romano hasta nuestros días, y especialmente si quisiéramos discutir todo lo que concierne a la decadencia progresiva del Imperio Romano.

Hay algo instintivo en la forma en que se enseña la historia romana en nuestras escuelas y en la forma en que los historiadores que escriben esa "fábula de la historia" que hoy llama historia, y particularmente los especialistas, transmiten a la humanidad un conocimiento del imperio romano que excluye el espíritu. En consecuencia, tuvieron un éxito innegable en un aspecto: la humanidad en su conjunto nunca se dio cuenta de la plena importancia del momento histórico en que se yergue la cruz en el Gólgota. Trataron, más o menos instintivamente, de ocultar el verdadero significado de ese acontecimiento. Hay pocas pruebas de la valentía necesaria para penetrar en el sentido interno de la historia. De hecho, encontramos que hay autores con un gran número de seguidores que están dispuestos a falsificar a Goethe, con el fin de dar la impresión de que incluso su "Weltanshauung" apoyaba la idea de que la historia no era más que una cáscara externa. Influencias de esta naturaleza afectan grandes áreas de nuestra vida anímica. En consecuencia, no sólo somos incapaces de llegar a una comprensión correcta de un asunto en particular, sino que toda nuestra vida está teñida por tales influencias y tiende a ver las cosas en estos términos. Por lo tanto, hombres como Goethe siguen siendo voces que claman en el desierto. Además, son vilipendiados en el sentido de que la gente les atribuye una actitud hacia el conocimiento que es diametralmente opuesta a la que se pretende.

Pero también podemos ver cuáles son las consecuencias de tales influencias. Aprendemos mucho del Karma, incluso cuando tratamos de dar al conocimiento una forma que podamos presentar a nuestros semejantes. Ayer me encontré con una observación de uno de nuestros contemporáneos que está estrechamente relacionada con ese impulso vivo que describí en nuestras discusiones sobre el Misterio del Gólgota. Este contemporáneo ha sufrido muchos cambios en el curso de su desarrollo. Finalmente se convirtió al catolicismo romano y participó activamente en la propagación de la fe católica. Y así tenemos el notable fenómeno de un librepensador que da testimonio públicamente de Cristo, y lo que es más, desde el punto de vista católico. Sus puntos de vista sobre Cristo estaban teñidos por sus propias ideas preconcebidas. Y el siguiente testimonio del hombre es característico, es un documento típico de nuestro tiempo. Permítanme leerles esta profesión de fe de un testigo moderno de Cristo:

"Es una pérdida de tiempo buscar la vida después de la muerte. Tal vez ni siquiera exista. No importa cómo abordemos este problema, nunca se nos concede una respuesta. Dejemos todo el ocultismo a los adeptos y charlatanes. El misticismo de todo tipo es totalmente irracional. Sométase a la autoridad de la Iglesia porque, apoyada en la autoridad y en la experiencia práctica de los siglos, prescribe el código de ética" (¡la Iglesia, si se quiere!) "En el que las naciones y los niños deben ser instruidos. Y, finalmente, debemos someternos a la autoridad de la Iglesia (romana) porque, lejos de exponernos a los peligros del misticismo, nos protege definitivamente contra ellos, silencia las voces de los místicos" (este es su término para la inspiración que se puede recibir del mundo espiritual), "nos expone los Evangelios y adapta el anarquismo liberal del Salvador a las necesidades de la sociedad moderna".

He aquí la confesión de un hombre que se convirtió del materialismo moderno al cristianismo. Se volvió al cristianismo porque satisfacía su ideal y pudo aceptar la conversión porque esos impulsos sublimes que Cristo legó al mundo se habían adaptado o sacrificado a las necesidades de la sociedad moderna. Pero los sentimientos expresados por este testimonio cristiano son más ampliamente compartidos de lo que la gente imagina. La gente siente una necesidad apremiante de presentar a Cristo al mundo en una forma que sea aceptable para el hombre moderno. E instintivamente tratan de ocultar a la humanidad la verdad de que la muerte de Jesús era inevitable porque el cristianismo y el imperio romano eran incompatibles; en consecuencia, su coexistencia sólo podía conducir a la muerte de Cristo. De ello se sigue que en la vida moderna se debe buscar, si se quiere llegar a la luz y no caminar en la oscuridad, cómo se relaciona todo esto en esta vida moderna con el cristianismo entendido en su verdadero sentido, y que debe levantarse poco a poco esa ira divina que Cristo mismo tenía, cuando a menudo tuvo que responder a lo que decían aquellos a quienes él llamaba escribas y fariseos.

Hoy quería darles una imagen de lo que ya se vivía en los siglos en los que irrumpió el cristianismo, y quería llamar su atención sobre el hecho de que debe profundizarse la visión de la historia en particular en el punto en el que se encuentra el Misterio del Gólgota. Pues esto puede suceder aunque uno sólo se detenga en la historia. Pero hay que adquirir un sentimiento de cómo evaluar las cosas individuales, qué hemos de considerar como importante y significativo para la época, y qué como insignificante. Pero debemos desarrollar un sentido que nos permita evaluar los acontecimientos individuales de la historia, un sentido de lo que es importante y expresivo de la época en cuestión y lo que no lo es, un sentido de aquellos aspectos de las diversas corrientes espirituales del pasado que aún persisten y dónde persisten.

Traducido por J.Luelmo may, 2025

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