GA125 Nuremberg, 13 de noviembre de 1910 - El desarrollo del mundo y de la naturaleza humana en los mitos y leyendas de los pueblos antiguos.

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RUDOLF STEINER

El desarrollo del mundo y de la naturaleza humana en los mitos y leyendas de los pueblos antiguos.


Nuremberg, 13 de noviembre de 1910



Si miramos el desarrollo de la humanidad retrospectivamente, en primer lugar tan atrás como nos permite la historia, nos encontramos con algo muy peculiar. Podemos escrutar lo que se nos presenta en los fenómenos más diversos. Sobre todo, -y veremos hoy cómo lo que vamos a decir se aplica a cada corazón humano, a cada alma humana-, podemos examinar este desarrollo de la humanidad en los diversos documentos, tradiciones y escritos que han llegado hasta nosotros. Si nos remontamos a las ideas que los distintos pueblos de la antigüedad se formaban sobre el origen del mundo, sobre la relación del hombre con el mundo, sobre las fuentes de la moralidad y la bondad, encontramos que estas ideas están plasmadas en sagas, mitos y leyendas. Encontramos tales sagas, mitos y leyendas en formas más o menos bellas, grandiosas, poderosas o menos significativas entre los pueblos más diversos del mundo. Hoy en día la gente tiende a tratar estos mitos, sagas y leyendas como poesía y a decir que fueron inventados por pueblos en su infantilismo porque aún no disponían de las fuentes de las ciencias actuales. -Inventaron todo tipo de ideas sobre cómo surgió el mundo, en el sentido de los griegos a través de sus dioses, en el sentido de los antiguos pueblos germánicos a través de sus dioses, en mi opinión en el sentido de los pueblos americanos, cuyas leyendas nos han llegado recientemente y que se corresponden con lo que encontramos entre otros pueblos. Cuando escuchamos cómo Quetzalcóatl y Vitzliputzli juegan un papel entre los pueblos centroamericanos, de manera similar, sólo que más primitivamente que otras figuras poderosas entre otros pueblos, vemos que entre todos esos pueblos se encuentran leyendas y mitos. Y, como ya se ha dicho, el hombre moderno se inclina fácilmente a decir: se trata de poemas, de formaciones fantasiosas del espíritu humano, que de este modo quería explicarse cómo surgieron las diversas entidades del mundo, los diversos fenómenos naturales.

Entre los muchos documentos diferentes encontramos ahora uno poderoso, que un gran número de ustedes han mirado recientemente conmigo, un documento poderoso, el Génesis, el comienzo del Antiguo Testamento. Y en Munich vimos las infinitas profundidades que encierra este Génesis. Para algunos de ustedes, ya se ha hablado de los diversos Evangelios, el último de los documentos de este tipo, a partir del conocimiento del espíritu. Los encontramos conservados, procedentes de las diversas épocas en que tuvieron lugar nuestras encarnaciones anteriores, que hemos experimentado en vidas terrenas anteriores. Aquellos que avanzan en el conocimiento espiritual deben aprender a comprender que ellos también existieron en épocas en las que, digamos, se hablaba de Zeus y Hera y Kronos y otros dioses, cuando se hablaba de los fenómenos naturales de una manera diferente a como se hace hoy, en la misma forma que está contenida en los mitos, leyendas y cuentos de hadas. Debemos tener todo esto en cuenta. Y debemos preguntarnos: ¿Cuál es el estado real de nuestras almas, que han absorbido tales cosas, que ahora, -para la mayoría de las personas, por así decirlo, sin que sepan lo que se descargó en ellas en aquel tiempo-, reaparecen en sus almas?

Pues bien, me limitaré a describirles cómo moverse entre estos documentos para aquellos que por primera vez comienzan a aceptarlos como leyendas, mitos, poesía, pero que luego penetran en la ciencia espiritual y la utilizan como instrumento para comprender cada vez mejor estos documentos.

Con el Antiguo Testamento, por ejemplo, que la mayoría de la gente lee hoy quizá como una recopilación bastante hermosa de todo tipo de imágenes sobre la creación del mundo, se dice poco a poco: «Hay una sabiduría infinita contenida en estas cosas, que se reproducen allí de una manera tan extraña». - Y cada vez se da más cuenta de que las palabras, frases y oraciones individuales contienen cosas, si uno las entiende correctamente, a las que la investigación espiritual nos lleva hoy de forma bastante independiente. Quizá no haya medio más eficaz de aumentar la apreciación de tales documentos que penetrar un poco en la ciencia espiritual. Pues los descubrimientos más sutiles que pueden hacerse en el campo de la ciencia espiritual, las cosas más poderosas que se redescubren con gran esfuerzo mediante la investigación científica espiritual, se descubren posteriormente en algún texto bíblico, digamos el Génesis.

Pero se ha de reconocer que hay una cierta diferencia entre el Antiguo Testamento y todas las demás leyendas, mitos y documentos. Tomemos las leyendas de los griegos, de las antiguas tribus germánicas, incluso lo que contienen los Vedas de los indios, lo que contienen los documentos persas, tomemos todo lo de este tipo. En comparación con el Antiguo Testamento, hay una enorme diferencia. Esta diferencia se presenta al examinador imparcial de tal manera que en todos los demás documentos encuentra los enigmas de los fenómenos naturales, los enigmas de todo lo que se refiere a los fenómenos naturales, también al hombre, en la medida en que tiene una especie de existencia natural, en la medida en que las fuerzas de la naturaleza impulsan al hombre a esto o aquello, pero que en el Antiguo Testamento se enfrenta única y exclusivamente con el hecho de que el hombre es concebido desde el principio como un ser anímico-ético, no como un mero ser natural. Y todo lo que allí se cuenta supone que el hombre se sitúa en el desarrollo como ser anímico-ético. Lo que la ciencia actual dice en este sentido se sostiene sobre bases muy poco firmes. Todo se desmorona en nada si realmente se miran las cosas desde el punto de vista espiritual. Por lo tanto, existe una profunda diferencia, por lo que se puede decir: Todo lo demás que se nos trae al mundo en forma de documentos nos muestra que los hombres han tenido poderosas revelaciones de una u otra parte, poderosas revelaciones que fueron pronunciadas en la forma legendaria de los mitos, que surgieron de una profunda sabiduría, pero que no se refieren a los misterios morales y espirituales del hombre. Esto está claro en cualquier circunstancia.

Ahora, además, hay una gran diferencia si se compara el Nuevo Testamento con todos los demás documentos de este tipo. Hay un espíritu completamente diferente al de todos los demás documentos, incluido el Antiguo Testamento. ¿Cómo podemos captar esta diferencia si enfocamos el asunto desde un punto de vista antroposófico? Esta diferencia se nos aclarará si antes ponemos ante nuestra alma otro fenómeno.

Imaginemos a una persona que nunca haya oído hablar de la ciencia espiritual, sino que haya nacido enteramente de la educación científica u otra de las llamadas ciencias racionales del presente, que por lo tanto no haya tenido la oportunidad de penetrar en los documentos antiguos con la ciencia espiritual. Podemos imaginarlo, tal vez nada erudito o también muy erudito, -la diferencia no es relevante-, lo imaginamos alejado de la ciencia espiritual y suponemos que entonces se acerca a estos documentos antiguos, los documentos griegos, persas, indios, germánicos, etc., se acerca a ellos con todo lo que el pensamiento moderno puede darle. Si realmente no siente ningún atisbo de lo que es la investigación espiritual, se produce un fenómeno peculiar. Dependiendo de si está más o menos inclinado a ser poético o austero, habrá una diferencia, pero en general, podemos decir, hay un fenómeno. Una persona así nunca podrá comprender realmente los documentos antiguos de hoy, no podrá penetrar en la forma en que allí se da la sabiduría. Vemos los ejemplos más grotescos en este campo. Basta con señalar los intentos más recientes de explicar esos documentos antiguos. Hoy mismo existe un librito realmente interesante por su ridiculez, en el que se hace un intento exhaustivo de explicar todos los mitos hasta los Evangelios, a partir de los primeros documentos de los pueblos más primitivos. Es un librito extraordinariamente interesante precisamente por su forma grotesca, en realidad por su forma grotescamente tonta de entender las cosas. El libro se titula «Orfeo». Es de Salomon Reinach, famoso en Francia como investigador en este campo. Entre los eruditos, es un ejemplo característico de hombre que ni siquiera ha percibido un atisbo de la forma en que se puede penetrar en tales cosas. Se aplica a todo un determinado método, y todo se decreta. Todas las cosas son sólo simbólicas. No hay seres reales detrás de Hermes, Orfeo y otros. Estas figuras son sólo símbolos y alegorías. Entre la gente respetable no es nada apropiado reproducir lo que se da como interpretación de estos símbolos; se habla de tal manera que se elude repetirlo. De esta manera, todas las realidades que viven en los mitos pueden ser probadas, y así la realidad de Deméter y Perséfone es decretada, probada. Todos estos nombres solo estan ahi como simbolos. Esto se hace según un método con el que se podría demostrar fácilmente a los niños que, si ya hubieran pasado ochenta años, un hombre llamado Salomon Reinach nunca habría vivido en Francia a principios del siglo XX, pero que bajo el nombre de Salomon Reinach la cultura contemporánea resumió lo que está presente en su libro. Sería maravilloso demostrarlo. Sin embargo, tales cosas causan hoy un revuelo extraordinario. Y el mismo método se utiliza ahora en Alemania para demostrar que Jesús nunca vivió, lo que también ha causado un gran revuelo en los últimos tiempos.

Si ahora nos preguntamos: ¿Cuál es la verdadera razón por la que hoy no se puede penetrar en las cosas sin la ciencia espiritual, -y es un hecho que no se puede penetrar sin ella-, cuál es la verdadera razón? - Si queremos entender esta razón, tenemos que mirar un poco más profundamente en la evolución de la humanidad. Hay que retroceder un poco en la evolución de la humanidad. Entonces uno tiene que decirse a sí mismo: Las ciencias que la gente tiene hoy en día, las ciencias que enseñan en las escuelas más elementales sobre el sol y otras cosas, los antiguos ciertamente no las tenían. Tales ciencias, que se comprenden con el intelecto, con la razón. Esto es algo a lo que la humanidad apenas ha avanzado. Y nuestras almas, cuando nacieron en encarnaciones anteriores, ciertamente no pudieron absorber tales ciencias, porque no existían, no estaban incorporadas a la cultura. Pero cuanto más retrocedemos en la evolución, más descubrimos, -ya sea que busquemos aquí o allá las razones de esto, que a menudo hemos explicado para muchos de ustedes-, que la gente tenía una sabiduría en una forma completamente diferente a la actual, una sabiduría sobre las cosas espirituales que la gente de hoy no es capaz de expresar en su forma científica. Pero la sabiduría regía las almas, vivía en las almas. Simplemente estaba ahí. Sobre todo, los jefes iniciados de la humanidad tenían esta sabiduría, y se puede probar históricamente, si se tiene un espíritu antroposófico, que sobre toda la humanidad de la tierra se derramó una revelación primordial, una sabiduría primordial, que se vivía de tal o cual manera según las diversas etapas de desarrollo. Si alguien con un espíritu verdaderamente antroposófico mira la historia, encontrará esta revelación primordial. Pero hace falta algo más. El espíritu humano científico ordinario actual, si quiere penetrar en todos estos documentos en su verdadero sentido, debe, sin embargo, pasar todavía por una preparación, -ahora estoy simplemente relatando un hecho-, una preparación que le permitirá penetrar en el espíritu de esos antiguos escritos. Consiste en estudiar los documentos que hoy se pueden estudiar directamente. Estos son los Evangelios, estas son las cartas paulinas. A través de lo que allí se describe, uno puede acercarse directamente y comprender la revelación original en los documentos antiguos. Es un hecho notable. Pero si, según los prejuicios de nuestro tiempo, un investigador espiritual tuviera cierta reticencia a acercarse a estos Evangelios, -podría decir: Ésta es una religión entre muchas-, entonces se haría evidente que no podría llegar a comprender lo que son los demás documentos. En todas partes quedaría para él un resto incomprensible. Pero si se acerca, aunque sólo sea en su mente, a alguna manifestación de los acontecimientos de Palestina, si se deja inspirar por ellos, por así decirlo, entonces sí que puede emanar de los Evangelios un rayo de luz sobre las cosas de los otros documentos. Eso es un hecho, y se puede experimentar. Y entonces se admite que estos Evangelios y las cartas de San Pablo, son realmente necesarios para retroceder hasta los tiempos pasados adecuadamente. No se les puede ignorar ni despreciar. No es necesario remontarse a los Evangelios escritos si sólo se puede leer realmente en los documentos espirituales, en la Crónica Akáshica, -pero hay que remontarse a los acontecimientos de Palestina. De lo contrario, ciertas cosas siempre permanecerán confusas en relación con lo que sucedió antes. Así que no es a la palabra escrita a la que quería referirme positivamente, sino a los acontecimientos tal como se nos han presentado en la realidad en la evolución de la humanidad. Este es un hecho muy, muy importante.

Me gustaría arrojar algo de luz sobre este hecho desde otro ángulo. Tengamos en cuenta lo que he dicho: No se puede pasar por alto el acontecimiento Crístico si se quiere comprender lo que se da a la humanidad como revelación primigenia, de lo contrario se tropezará en alguna parte. Si he de describir cómo se presenta realmente el asunto, debo decir lo siguiente: Supongamos que el investigador espiritual de hoy investiga el pasado, y no tiene sensibilidad -la sensibilidad es muy importante- para el acontecimiento crístico, pasa por encima del acontecimiento crístico y se acerca a los otros acontecimientos anteriores de la evolución, entonces encontrará por todas partes, realmente por todas partes, que se vuelve incierto. Supongamos, sin embargo, que tuviéramos un investigador espiritual que hubiera nacido y vivido antes de Cristo Jesús y que ya hubiera recorrido un largo camino en lo que respecta a la clarividencia y que también estuviera bien desarrollado en otros aspectos, que hubiera madurado en cierto modo incluso antes de la época de Cristo, que hubiera sido capaz de examinar todo el pasado de tal manera que hubiera podido pasar por el acontecimiento Crístico incluso entonces, porque estaba adelantado a su tiempo. Supongamos que hubiera vivido cinco o seis siglos antes de Cristo, que hubiera estado preparado, como un investigador espiritual de hoy, para volver sobre el Cristo y llegar a los acontecimientos anteriores, entonces podemos preguntarnos formalmente: ¿Cómo tendría que ser tal investigador espiritual para no caer presa de los poderes luciféricos o ahrimánicos? - Supongamos que tal persona realmente necesitase pasar por el acontecimiento crístico, pero que este acontecimiento crístico todavía no hubiera existido cuando él vivía. Entonces para tal persona resultaría que, o bien se acomodaría fácilmente con lo que le viene, con lo que él puede ver, -contaría entonces toda clase de cosas que no son del todo ciertas-, o bien llegaría al punto en que se diría a sí misma: Ahora me falta algo, mirando hacia atrás no puedo encontrar algo, no puedo encontrar algo que necesito en mi camino. Y entonces se confesaría a sí mismo: Aquí me vuelvo inseguro. Tengo que buscar algo que necesito, pero todavía no está allí en la tierra, no se puede encontrar en la evolución terrenal.

Les he descrito, por así decirlo, basándome en una suposición teórica, una personalidad del siglo V, VI antes de Cristo que habría estado madura para encontrar al Cristo Jesús en retrospectiva. Pero como aún no estaba en la tierra, no se le puede encontrar como un hecho terrenal. Esta teoría se hizo realidad para mí hace muy poco. Fue cuando este año pude visitar nuestra rama en Palermo. Mientras viajaba en el barco hacia Palermo, una cosa me quedó clara de golpe: "Se te presentará la solución de un enigma, un enigma que sólo puede resolverse fácilmente aquí, en este lugar, a través de las impresiones inmediatas que se pueden obtener aquí". Poco después encontré la solución del enigma. La personalidad de la que acabo de hablaros teóricamente, apareció inmediatamente en toda la atmósfera de Sicilia, podría decir, en todo el cuerpo astral de Sicilia. Su presencia era totalmente viva. En toda la atmósfera de Sicilia seguía viviendo una personalidad muy enigmática en muchos aspectos, la personalidad de Empédocles, el filósofo de la antigüedad. De hecho, este filósofo de la antigua Grecia vivió en Sicilia durante el siglo V antes de Cristo, e incluso la historia externa sabe que fue un profundo iniciado en muchas esferas diferentes y que realizó cosas magníficas precisamente aquí, en Sicilia.

Si nos fijamos primero en él intelectualmente, esta personalidad se presenta de una manera notable. Observando el desarrollo de Empédocles, siguiéndole en lo que hizo como estadista, como arquitecto, como filósofo, cómo viajó, cómo tuvo sus alumnos entusiastas, cómo les inició en los diversos secretos del mundo, si se le sigue espiritualmente de esta manera, no de la mano de la historia externa, entonces se descubre que se trataba de una personalidad que conocía una cantidad infinita de algo que sólo la gente de hoy tiene en términos de conocimiento científico. Esta personalidad tenía un espíritu muy moderno, un aura moderna. En efecto, Empédocles estaba tan avanzado que se preguntaba por el origen del mundo. Y realmente habría ido tan lejos que habría tenido que encontrar al Cristo mirando hacia atrás. Pero todavía no había estado allí, todavía no se le podía encontrar en la tierra en aquella época, todavía faltaba en la tierra. Bajo estas experiencias, Empédocles empezó a vacilar, y fue precisamente esto lo que formó en él un deseo peculiar, y este deseo se transformó en él, -de una manera completamente diferente a las cosas triviales de hoy-, en una pasión por mirar el mundo de forma materialista. Lucifer se acercó a él. Sólo hay que imaginar vívidamente cómo sucedió esto. Era un espíritu moderno, iniciado en los más diversos misterios, clarividente en alto grado. A través de su pensamiento moderno se inclinaba a mirar el mundo de forma materialista, y también hay un sistema materialista suyo, en el que describe el mundo más o menos como el químico materialista de hoy en día, mezclando y desmezclando los elementos. Pero sólo distingue entre los cuatro elementos. Según cómo se mezclen, pensaba, se forman las entidades más diversas. Esta visión creó en él una poderosa pasión por averiguar qué había detrás de estos elementos materiales, qué había en el aire, qué había en el agua.

Si examinamos detenidamente la Crónica de Akasha hoy y miramos en el agua, el aire, el fuego y la tierra, descubriremos en ellos etéricamente al Cristo. Empédocles no pudo encontrarlo, pero sintió el tremendo impulso de descubrir algo en el aire y en el agua, en el fuego y en la tierra, para descubrir lo que realmente contienen. Y podemos ver cómo esta personalidad se ve presa por el fuerte deseo de penetrar a toda costa en lo que constituyen los elementos materiales. Este deseo finalmente lo induce a hacer una especie de sacrificio. No es simplemente una leyenda que Empédocles se arrojó al cráter del Etna para unirse a los elementos. La fuerza luciférica, el fuerte deseo de aprehender los elementos, lo llevó a una unión corporal con los elementos. La muerte de Empédocles sigue llenando la atmósfera de Sicilia, y este es un gran misterio relacionado con este extraño país.

Y ahora pensemos en esta alma de Empédocles, que de este modo desechó el cuerpo haciéndolo quemar. Este renace en tiempos posteriores, cuando el Cristo ya había estado allí. El caso de esta alma es completamente distinto. En el pasado se sacrificó, por así decirlo, a los elementos, luego surge de nuevo, pero ahora, al retroceder la mirada, ve al Cristo. Y todo el conocimiento elemental surge de nuevo. Lo que esta alma había conocido surge en una forma completamente nueva. En efecto, la personalidad de Empédocles renació más tarde. Sólo que en este momento no se me permite decir bajo qué nombre. Pero si se compara la reencarnación posterior de Empédocles, que ocurrió más bien en el norte, si se compara esta figura, tal como vivió más tarde, desde el cambio de la época media a la más reciente, con la de Empédocles, que se arrojó al monte Etna, entonces se presenta vívidamente ante los ojos el gigantesco impulso que supuso el hecho de que entre medias se produjera el acontecimiento crístico en la tierra.

Pero lo que le ocurre a cualquier personalidad le ocurre a todas las almas, incluso a todas vuestras almas. Aunque todas estas almas no sintieran el poderoso impulso que sintió Empédocles, miraban sin embargo al pasado con cierta inquietud hacia el tiempo en que se acercaba el acontecimiento crístico, porque no sabían orientarse, porque se acercaba cada vez más el tiempo en que el antiguo conocimiento se desvanecía. Si nos remontamos a épocas anteriores, nos encontramos con que los que conservaban la tradición de los antiguos conocimientos iban delante del pueblo; que contaban, -imaginémoslo ante nuestras almas-, historias poderosas, como las que se conservan en la leyenda griega, tal como fueron comunicadas a los antiguos griegos. Pero esto sólo era una ocasión para que los antiguos griegos, cuando se encontraban, digamos, en un estado especial, -lo que entonces ocurría en mayor medida que ahora-, sintieran la verdad de estas leyendas, y que estas leyendas les dieran el impulso de mirar en el mundo espiritual. Pero esta disposición se perdió entre los hombres. Sucedió que este poder interior de mirar hacia el mundo espiritual se perdió justo cuando se acercaba la ciencia intelectual. Se puede calcular, se puede leer en cualquier pequeño manual, lo poco que se remontan nuestros puntos de vista, que hoy, quisiera decir, ya son absorbidos por los niños, si no con la leche materna, al menos con la leche escolar. Se remontan a unos cuantos siglos antes del comienzo de la era cristiana. Ese es un gran punto de inflexión. Si la gente se remonta más atrás y quiere comprender los documentos antiguos, ya no puede hacerlo; sólo les aparecen como poesía, leyendas y mitos. Esto es algo que realmente hay que analizar con más detenimiento. Cada vez habrá más gente que no entenderá los documentos antiguos sin haber heredado ninguna capacidad para comprenderlos. Llegarán a la conclusión de que detrás de todo lo que se considera ciencia hay un gran campo de error, porque la mayoría de las personas cultas tienen la opinión de que ahora sabemos felizmente cómo se mueve la Tierra, y que en el pasado lo que se decía al respecto no eran más que tonterías. Así que ya está ahí; la gente sólo se remonta a la visión copernicana del movimiento de la tierra. Ese es un ejemplo algo tardío. Pero incluso con la geometría, sólo nos remontamos hasta Euclides. Antes de esa época, el hombre moderno ve oscuridad negra en esta área. Así que el hombre moderno no puede encontrar la sabiduría, la revelación primigenia, no puede encontrar la manera de penetrar en ella.

Si uno realmente acepta esto como un hecho, entonces algo que surge de los estudios antroposóficos más elevados puede, -y esto ya puede surgir en la mente más simple a través de un sentimiento sano-, condensarse en una convicción básica. El ser humano debe llegar a decirse a sí mismo: Ésta no es la verdadera forma en la que veo el mundo. - Si ésta fuera la verdadera forma, entonces no habría necesidad de investigar en absoluto. Entonces no haría falta investigar en absoluto, entonces el mundo tendría que ser como es; pero tampoco es así como lo acepta la investigación moderna. No habría copernicanismo si aceptáramos lo que los sentidos presentan en estado bruto. Incluso la ciencia externa contradice la experiencia de los sentidos. Si uno va más allá, verá que no puede detenerse en lo que dan los sentidos, en lo que da la experiencia externa del mundo físico. Esto debe ser corregido por el hombre en cualquier circunstancia, también por la ciencia externa. Tal vez uno no suela admitir esto ante sí mismo, pero es cierto. En cuanto uno se comprende a sí mismo, -incluso como pensador ordinario con lo que aprende hoy-, debe decirse: Todo está encaminado a ver a través de la ilusión de los sentidos, de lo contrario no habría ciencia, no habría reflexión. - Pero si esto es así, entonces hay algo que nos permite comprender con bastante facilidad en qué se está convirtiendo gradualmente el mundo. Si miramos el asunto bajo una luz antroposófica, esto se confirmará. Así que si nos decimos a nosotros mismos: Hubo una sabiduría primigenia, la gente era tal que se les otorgó una sabiduría primigenia que sólo veían en imágenes, pero poseía dicha sabiduría primigenia, sólo ulteriormente con el desarrollo de la humanidad, la comprensión de la misma se perdió cada vez más, la gente entendía esta sabiduría primigenia cada vez menos, en consecuencia también es bastante claro que a medida que se desarrollaba la ciencia, el entendimiento y la razón, cada vez la comprendieron menos.

Ahora podemos preguntarnos: ¿Qué habrá pasado en un momento determinado? - Imaginemos el asunto, imaginemos a una persona precristiana que vivió en determinadas condiciones. Habría mirado al mundo, habrá visto las cosas más diversas, pero en el alma de esta persona disponía además, la posibilidad de mirar más allá de estas cosas. Esta disposición seguía ahí. Así que para él era un hecho que había un cuerpo etérico detrás de cada flor. Era un hecho para él. Pero esta disposición se perdió gradualmente. Se perdió porque la razón y el entendimiento, tal y como prevalecen hoy en día, destierran esta disposición. No puede unirse con la otra facultad, son dos fuerzas opuestas. Ocurre una vez -y ésta es una experiencia común de todos los verdaderos investigadores espirituales- que el intelecto, el razonamiento en el sentido ordinario, tiene un efecto abrasador, candente, sobre lo que es la visión iniciada de las cosas. De modo que también en la historia, en la medida en que han entrado el intelecto y la razón en sentido ordinario, se ha perdido la ciencia de la antigua visión espiritual y con ella la comprensión de la antigua tradición. Así que tuvieron que pasar varios siglos, otro hombre tuvo que ocupar el lugar del que os he descrito, y tal vez tuvo que decirse a sí mismo: Por supuesto, sería un terrible prejuicio creer que la verdad es tal como el mundo la presenta a los sentidos. Hay que añadir la razón humana en todas partes. - La creencia en la razón humana era decisiva. Primero debe diseccionar las cosas tal como son, debe analizar los fenómenos sensoriales y comprenderlos lógicamente.

Un hombre así podría haber dicho: Esta es la ventaja del hombre sobre las demás criaturas de la tierra, que tiene razón, que puede comprender la causa y el efecto tal como están detrás de las cosas sensoriales. Puede comprenderlas, puede comunicarse de un ser humano a otro por medio del habla en virtud del hecho de que posee raciocinio.  Pues uno pronto podría darse cuenta de que el habla es una hija de la razón. Y tal persona podría decir: Lo más elevado es, por supuesto, la razón. - Y si quisiéramos visualizarlo bien, tendríamos que imaginar a una persona que dijera: Así que, hombre, confía sólo en tu razón, disecciona todo con tu razón, entonces llegarás a lo verdadero. Supongamos que tal persona hubiera venido. Les he descrito a tal persona, tal como teóricamente les puede parecer, pero esta persona ha existido en gran medida. Una figura característica de este tipo es Cicerón, que vivió poco antes de Cristo. No hay más que buscarlo y se verá que piensa exactamente de la misma manera, a saber: la razón puede comprenderlo todo. No es cierto que el mundo sea como se presenta a los sentidos; pero la razón puede comprenderlo todo. Y son precisamente estas personas, que aparecieron poco antes de Cristo, las que tienen una fe invencible en la razón. Llaman a la razón el Dios mismo que impera en las cosas. Esto es lo que hace Cicerón.

Pero supongamos que alguien descubre los secretos de todo esto. Supongamos que alguien observa todo esto con imparcialidad, viendo cómo se desarrolla poco a poco. ¿Cómo describiría entonces todo este tiempo? Supongamos que un siglo antes de Cristo, una persona profundamente lúcida observara todo esto. ¿Qué le parecería toda la historia? Bueno, diría: vemos dos corrientes en la humanidad. Una está en declive: la antigua fuerza clarividente. En cambio, la razón está emergiendo. Está erradicando y destruyendo la posibilidad de ver en el mundo espiritual. Una profunda oscuridad se extenderá hacia el mundo espiritual. Aquellos que creen en la autoridad de la razón creen que pueden llegar detrás de las cosas a través de su razón. Estas personas olvidan completamente lo que es esta razón de la que hablan. Esta razón sólo está ligada al cerebro, no puede utilizar otro instrumento que el cerebro, por lo tanto pertenece al mundo físico, por lo tanto debe compartir las características del mundo físico. Por lo tanto, una personalidad así diría: Insistid sólo en vuestra razón y decid que podéis utilizarla para comprender lo que hay detrás de las cosas, porque las cosas no son verdaderas en sí mismas, pero recordad que esta razón misma pertenece a estas cosas. Sois seres físicos entre otros, vuestra razón pertenece al mundo físico. Y si creéis que la razón es lo único a través de lo cual podéis entender todo lo demás, estáis socavando la base firme de debajo de vuestros propios pies.

Así habría hablado una personalidad de ese tipo. Y habría continuado diciendo Ciertamente, la gente tiende a utilizar cada vez más la razón, a insistir cada vez más en el intelecto. Pero al hacerlo, están construyendo un muro frente al mundo espiritual, porque están utilizando un instrumento que no es aplicable en absoluto al mundo espiritual, que se decide en el mundo físico. Y sin embargo, la humanidad se está desarrollando en la dirección del desarrollo de este instrumento. - Y tal vez esta personalidad, si hubiera conocido exactamente el curso de los acontecimientos, habría dicho: Si los hombres han de retornar al mundo espiritual, entonces debe surgir la posibilidad de que no quieran simplemente hacer uso de su razón, este instrumento que sólo funciona para el mundo físico, sino que llegue un impulso que les permita ascender de nuevo, un impulso que encamine hacia los mundos espirituales a la propia razón. Pero esto no puede suceder de otro modo, salvo cuando en el hombre muera algo que establece en él la firme creencia en el dominio exclusivo de la razón. Eso debe morir.

Tenemos que pensar que el hombre desciende cada vez más al mundo material, desarrollando cada vez más el cerebro. Si el hombre se volviera tan completamente dependiente de su razón, entonces no podría escapar de ella en absoluto. Porque entonces su cuerpo físico le haría creer: ¡¡Descarta todo lo que nuestra mente terrenal no puede captar!!. Pero es el cuerpo físico el que en su desarrollo, anestesia de forma sutil al ser humano para que no pueda darse cuenta de que permanece en el mundo físico. Si visualizan esto, se darán cuenta de que, en realidad, el ser humano está atrapado en una trampa. No puede salir por sí mismo. La evolución de la humanidad hasta ahora le ha llevado a un punto en el que no puede salir de sí mismo en absoluto, en el que corre el peligro de verse gradualmente completamente abrumado por el cuerpo físico. 
¿Qué puede ayudar al hombre en absoluto? Si en el tiempo en que la razón ha llegado a este punto de vista, en el que surge la posibilidad de que la razón se resintonice para que lo que la ciega pueda morir en ella, entonces ésta debe morir. Pero debe haber un impulso por el que de una vez por todas se supere lo que podría abrumar al hombre en la mera creencia en la razón. Sentid la fuerza de este impulso, sentid que éste era el sentido del desarrollo de la humanidad. La fisicalidad se había desarrollado de tal manera que habría dominado al hombre, y el hombre habría llegado a creer que debía permanecer en el mundo físico y que, sin embargo, podía salir de la maya, -sin considerar siquiera que está en la maya con la propia razón-, si algo no hubiera venido a arrancarlo tan pronto como lo toma, y que puede contrarrestar la caída en lo físico, que realmente actúa en el cuerpo etérico, para que éste tenga la posibilidad de matar lo que conduce a tal error. De lo contrario, el hombre habría permanecido en la trampa de su corporeidad avasalladora.

Y ahora prescindamos de una persona que hubiera hablado así al acercarse Cristo Jesús. Ahora veamos cómo una persona actual, cualquiera de nosotros, puede ver el asunto. Puede decirse a sí mismo: Si miro imparcialmente cómo se ha desarrollado la humanidad, cómo se ha fortalecido cada vez más la razón, este instrumento que pertenece a la Maya, entonces si sólo me abandono al curso del desarrollo del mundo debo necesariamente estar equivocándome. Si no tomo el impulso que puede morir esa parte que me tienta a hacerlo, está tan dirigida que no puedo salir de la razón. ¿Qué debe haber sucedido? Debo ser capaz de mirar hacia atrás a una época en la que este impulso se produjo.  Debo encontrar algo que apunte a un acontecimiento en el desarrollo histórico de la humanidad, que tenga el efecto de invertir el curso evolutivo en el sentido materialista. Si hoy mirara en mi interior y no encontrara tal cosa, ¿qué más tendría que encontrar? Vería que la razón progresa cada vez más hasta llegar a un punto al principio de nuestra era en el que apenas está empezando a surtir efecto. ¿Pero más allá? Ahí se vuelve oscuro, ahí se vuelve negro, ahí necesito algo completamente diferente. - Pero entonces se vuelve más claro, porque ahí es donde todo el mundo tiene que encontrarse con Cristo. Todo el mundo, si quiere creer en la posibilidad en absoluto de que está progresando, de que en las encarnaciones siguientes puede haber algo en él que le impulse hacia arriba, que no le deje abrumarse por la Maya, todo el mundo debe encontrarse con el Cristo cuando mira retrospectivamente hacia atrás. Esto puede permitirle ascender.

Supongamos ahora que los evangelios no existieran, y que no los necesitaríamos como antropósofos. Supongamos que no necesitamos los evangelios; que todo lo que necesitamos es estudiar el curso de la evolución humana de una manera desprejuiciada y decir: ¿Qué sería de cada ser humano si no pudiera mirar hacia atrás a un evento que cambió todo el significado del curso anterior de la evolución hacia el otro lado? ¡Simplemente debemos encontrarnos con el Cristo si volvemos al curso de la evolución! Los antropósofos deben ser capaces de encontrarlo, y los clarividentes lo encontrarán en cualquier circunstancia. Este es un misterio que está conectado particularmente con el cristianismo. Los documentos pueden ser cuestionados. De hecho, los evangelios no son verdaderos documentos históricos. Todas las personas astutas, Jensen y otros, que decretan de una manera trivialmente erudita que los evangelios no existen y que los evangelios son meras leyendas, tienen cierta justificación para hacer esto, porque dependen únicamente de su razón externa. Pero si somos antropósofos, podemos decir que no necesitamos los evangelios; sólo necesitamos los hechos proporcionados por la propia  ciencia espiritual, y si retrocedemos en el tiempo descubriremos al Cristo vivo, tal como se le apareció a Pablo en el evento de Damasco. Pablo experimentó de antemano lo que nosotros también somos capaces de experimentar si buscamos a Cristo con un espíritu verdaderamente antroposófico. Pablo estaba, después de todo, en la misma posición de un antropósofo moderno que no desea aceptar los evangelios. En su tiempo los evangelios no existían, pero Pablo pudo ir a Jerusalén. Sin embargo, esto no lo convenció, porque de lo contrario no habría salido de Jerusalén. Los acontecimientos descritos en los evangelios no le convencieron. No es necesario, por tanto, que el contenido de los evangelios convenza a una persona moderna. Todo lo que es necesario es que esté en condiciones de experimentar, a través de la Antroposofía, lo que Pablo experimentó, y esta experiencia se convertirá entonces para él en un acontecimiento de Damasco. Entonces tendrá la prueba de la existencia de Cristo, de la misma manera que Pablo y sin la ayuda de documentos.

Por supuesto, esto apunta a cosas muy profundas en la evolución humana, a cosas extraordinariamente profundas en la evolución del hombre. En cierto sentido, todo ser humano, incluso el hombre más sencillo, puede experimentar lo que el Empédocles reencarnado experimentó durante los siglos XV y XVI, que miró hacia atrás en tiempos anteriores y fue capaz de ver lo que no había podido ver hasta entonces, debido a ello se había vuelto tan inseguro que se arrojó al Monte Aetna. Echó su mirada hacia atrás durante los siglos XV y XVI, y lo que no pudo captar de ninguna manera durante su encarnación anterior, ahora lo podía captar claramente a través del principio de Cristo. Y esto le permitió convertirse en una de las personalidades más notables de la época posterior.

Así es como el asunto se presenta a toda persona sin la ayuda de documentos, simplemente en retrospectiva. Más tarde, todas las personas podrán mirar hacia atrás, a encarnaciones anteriores, y distinguir con precisión entre encarnaciones anteriores y encarnaciones posteriores a Cristo. Y lo que el alma sencilla siente instintivamente hoy cuando lee los Evangelios aparecerá entonces en forma de conocimiento. Eso es lo que diferencia a los Evangelios de los demás documentos, que son los siguientes documentos que hay que comprender. Este es un punto de paso grande, hermoso y poderoso: los Evangelios. Cuando pasamos por ellos, se convierten en luz, mientras que de otro modo se extienden las tinieblas.

Y así es. El cristianismo está sólo en el comienzo de su evolución, y un hombre moderno puede encontrar que a menudo pierde su hilo cuando investiga cosas anteriores. Pero si observa retrospectivamente uno de los acontecimientos de la vida de Cristo, se sentirá inspirado, y se hará luz a su alrededor. Incluso una persona sencilla puede experimentar lo que los ocultistas descubren, es decir, podrá sentir dentro de su alma un reflejo, por así decirlo, de lo que acabo de explicar. Puede sentirse muy deprimido debido a sus debilidades y errores humanos, y puede admitirse a sí mismo: "¡Lo que soy hoy es el resultado de todas las generaciones!" Pero entonces lo negaría y tendría que admitirse a sí mismo, en cambio, que él mismo ha sido su propio padre y su propia madre. En consecuencia, hay algo dentro de nosotros que nos conecta con el resto de la humanidad, y podemos sentirnos muy deprimidos por todos los errores, debilidades y enfermedades humanas. Sin embargo, incluso el alma más sencilla siempre tiene la posibilidad de elevarse. Estas palabras no deben entenderse en el sentido ortodoxo. Lo que es posible para un ocultista, también lo es para el alma más simple. Un hombre tan sencillo puede sentirse lo más débil posible, pero si comienza a leer los evangelios, la fuerza fluirá de los evangelios, porque el poder de la Palabra fluye de ellos y penetra en el cuerpo etérico. Los evangelios son palabras fortalecedoras, palabras de fuerza. No hablan meramente al intelecto, sino que penetran en las fuerzas más profundas del alma. Y no se basan meramente en el intelecto que existe en Maya, sino que penetran en las fuerzas más profundas, que pueden, por así decirlo, consolar el intelecto con respecto a su propia naturaleza. Esta es la gran fuerza de los evangelios; Existen para cada uno de nosotros, y este es el poderoso elemento que los distingue de todos los demás documentos. Este hecho también puede no ser aceptado, pero su rechazo implicaría que la posibilidad del progreso humano se niega por completo.

Aquí se señala un hecho que no es fácil de comprender sin más. Allí también puedes comprender lo que fue necesario para preparar a aquel hombre que hipotéticamente puse por primera vez ante sus almas, que alrededor de un siglo antes de nuestra era habría predicho: debe venir uno que dé el impulso que traiga el cambio de rumbo.
Esta persona era un hombre importante, y también se sometió a la preparación necesaria. Desde hacía mucho tiempo, entre los que sabían las cosas, se había intentado crear la posibilidad de que al menos unas pocas personas, por así decirlo, comprendieran los tiempos que se acercaban, que comprendieran lo que se estaba preparando, es decir, que, por un lado, los hombres estaban siendo arrastrados a una trampa, y que, por otra parte, a través de la aparición del Cristo, podían ser conducidos hacia arriba de nuevo. Esto fue enseñado proféticamente. El hombre que fue elegido para enseñar esto proféticamente, más de un siglo antes de nuestra era, dentro de los círculos de personas que podían comprender estas enseñanzas, era un iniciado de la comunidad de los esenios, que estaba estrechamente relacionada con los círculos frecuentados por el Cristo. Anunció la venida de Aquel que conduciría a los hombres hacia arriba de nuevo. El hombre que enseñó esto dentro de la comunidad de los esenios era una individualidad muy significativa. La historia externa realmente sabe muy poco sobre él, pero al menos algunos escritores mencionan las leyendas que se refieren a él y que se transmitieron tradicionalmente. Por lo tanto, no es simplemente un personaje mitológico, o uno que se nombra exclusivamente en el ocultismo, sino que vivió cien años antes de Cristo e incluso instruyó a uno de sus cinco o seis discípulos para que escribiera sus enseñanzas. Uno de los discípulos de este hombre, que llamó la atención sobre el Cristo y anunció su venida, comprendió el significado de sus enseñanzas. Este hombre, por lo tanto, tenía un alumno, que se llamaba Mateo, y escribía los misterios relacionados con el Cristo. La individualidad que les enseñó fue Jeshu ben Pandira. Tuvo que sufrir el martirio por enseñar estas cosas, fue apedreado hasta la muerte en su propio país, y después su cuerpo sin vida fue ahorcado. No debemos confundir a Jeshu ben Pandira con Jesús de Nazaret. Jeshu ben Pandira, el gran profeta de Cristo, instruyó a sus alumnos para que escribieran lo que él sabía, y estos documentos llegaron entonces a manos del hombre que los incluía con los misterios que contenían, en el Evangelio que conocemos como el Evangelio según Mateo. Es un hecho importante, preeminentemente importante, darse cuenta, en primer lugar, de la necesidad del impulso crístico, y en segundo lugar, de una manera histórica oculta, cómo Jeshu ben Pandira, a través del hecho de que primero fue apedreado e inmediatamente después colgado, expuso, por así decirlo, simbólicamente lo que sucedió después en el Misterio del Gólgota. Cristo no fue apedreado, sino crucificado, y algo maravilloso tuvo lugar simultáneamente con su muerte, porque en el mismo momento en que su sangre brotó de sus heridas, algo pasó a la atmósfera de la tierra, lo que trae a aquellos que toman este evento en su cuerpo etérico cuando miran hacia atrás en el tiempo, a los que pasan por este acontecimiento y miran, por así decirlo, a la tumba de Cristo, algo que los lleva a un pasado lleno de luz, porque han pasado por este momento. Pero sin esta experiencia, las tinieblas se extienden sobre todo lo anterior.

Piensen en lo que se ha dicho hoy. Yo tenía la tarea de insinuarles esto. Es un tema tan amplio que sólo se podían dar indicios. Pero he mantenido los indicios de tal manera que, si examinan lo que saben y reconocen y llevan en su corazón, llegarán a darse cuenta de hasta qué punto lo que he tenido que decirles hoy se ha hecho realidad a través de la vida y de su propia alma.
Traducido por J.Luelmo may, 2025


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