GA109 Berlín, 25 de mayo de 1909 -El principio de economía espiritual en relación con las cuestiones de la reencarnación. El Dios de Alfa y Omega

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El principio de economía espiritual
en relación con las cuestiones de la reencarnación.


RUDOLF STEINER

EL DIOS DEL ALFA Y LA OMEGA

Berlín, 25 de mayo de 1909

A menudo se insiste, y con razón, en que la Ciencia Espiritual no debe ser simplemente una teoría sobre el mundo, la vida y el ser humano, sino que debe convertirse en el contenido más profundo del alma humana: aquello que da sentido a la vida. Si uno se acerca a la Ciencia Espiritual con la actitud correcta, puede convertirse en la sustancia misma de la vida dentro del ser humano. Sin embargo, permítanme subrayar enfáticamente que sólo puede asumir esa función gradualmente, poco a poco, porque la Ciencia Espiritual es semejante a todo lo que crece y se desarrolla: primero debe tener una semilla que siga creciendo, y luego, en virtud de ese crecimiento, se vuelve cada vez más eficaz.

También es un hecho que nadie puede pretender extraer de la Ciencia Espiritual el camino correcto de la vida sólo mediante la comprensión intelectual de sus verdades. Juzgando la Ciencia Espiritual por sus características externas, se puede llegar a la conclusión de que es una visión del mundo, aunque más abarcadora y sublime que otras. Sin embargo, no, todavía es algo más, pues ¿Qué otra teoría sería capaz de adelantar esas ideas abarcadoras sobre Saturno, el Sol y la Luna? ¿Qué otras teorías del mundo actual se atreverían a hacer afirmaciones muy concisas al respecto? Ninguna, porque acaban en conceptos abstractos cuando intentan elevarse por encima de los objetos que percibimos con nuestros ojos y oídos físicos. Tales teorías y concepciones del mundo sólo pueden ofrecer vagos conceptos sobre lo divino que late y obra tras la realidad material. En lo que respecta a otras verdades menos ambiciosas, tales como las doctrinas de la reencarnación y del karma, la Ciencia Espiritual también está muy por delante de todo lo que puede ofrecer la ciencia tradicional cuando habla de la evolución del ser humano. Sin duda, también la ciencia podría adoptar estas doctrinas, ya que si realmente se quisieran sacar las debidas conclusiones de los hechos materialistas-científicos, la reencarnación y el karma serían ideas populares desde hace mucho tiempo. Sin embargo, como los científicos modernos no se han atrevido a llegar a estas conclusiones, la discusión sobre el tema simplemente se ha puesto a descansar. Se discute la evolución desde la perspectiva de la historia natural y de la historia, pero nadie quiere oír nada de la verdadera evolución de la individualidad humana, que continúa de una vida a otra y lleva el alma humana hacia el futuro.

Aquellos que observan la vida correctamente se verán obligados por sus mismas consecuencias a abrazar la doctrina de los cuatro miembros de la constitución humana, que también es revelada por la investigación clarividente. Pero como el pensamiento en la edad moderna carece de todo valor, esta doctrina sólo es proclamada por la Ciencia Espiritual, que como cuerpo de conocimientos está en muchos aspectos por delante de otras concepciones del mundo y de las filosofías presentadas a los seres humanos en la actualidad.

Sin embargo, al fin y al cabo, todo eso no es el verdadero fruto de la Ciencia Espiritual. Su fruto no consiste en el hecho de que se acepten sus enseñanzas como satisfactorias y de largo alcance. No podemos tener el fruto sin la semilla. Lo que hoy desarrollamos como fruto de la cosmovisión antroposófica puede alegrarnos el corazón y calentar nuestra capacidad de amar. Sin embargo, nadie puede disfrutar de este fruto de nuestra cosmovisión científica espiritual sin la semilla, es decir, sin el propio conocimiento científico espiritual. La gente puede decir: ¿De qué sirven estas ideas sobre la reencarnación y el karma, o sobre los miembros de la constitución humana y la evolución del mundo? Lo realmente importante es el desarrollo del amor humano y del carácter moral. A esto respondería: Ciertamente, eso es importante, pero el verdadero amor humano que es fructífero para el mundo sólo es posible sobre la base del conocimiento - el conocimiento Científico Espiritual.

Como rama del conocimiento, la Ciencia Espiritual tiene ventaja sobre otras concepciones del mundo en muchas áreas. Cuando nosotros mismos la experimentemos de un modo verdaderamente íntimo, cuando no nos cansemos de despertar en nuestra alma una y otra vez esos grandes pensamientos abarcantes y los llevemos con nosotros, entonces veremos que este cuerpo de enseñanza puede convertirse en un sentido muy definido en el contenido y la sustancia de la propia vida. La enseñanza científica espiritual es un cuerpo de ideas que nos conduce a mundos suprasensibles, y en el pensamiento científico espiritual debemos, por lo tanto, elevarnos a mundos superiores. Cada hora dedicada al estudio científico espiritual significa que el alma se extiende más allá de las preocupaciones de la vida cotidiana. En el momento en que nos entregamos con devoción a la enseñanza, somos transportados a otro mundo. Nuestro yo se une entonces al mundo espiritual del que nació. Así, cuando pensamos de forma científica espiritual, estamos con nuestro yo en nuestro hogar espiritual, en la fuente de la que surgió.

Si entendemos esto en el sentido correcto, entonces podemos comparar verdaderamente el pensamiento científico espiritual con ese estado de conciencia que reconocemos desde el punto de vista espiritual como dormir. Cuando los seres humanos se duermen por la noche y se duermen a sí mismos en un mundo espiritual, entonces han transportado al yo al mundo en el que nació y del que emerge cada mañana para poder pasar al mundo de los sentidos dentro del cuerpo humano. En tiempos venideros, el alma vivirá conscientemente dentro de este mundo espiritual; sin embargo, en la actualidad tal no es normalmente el caso. ¿Por qué? Es porque a lo largo de las edades la conciencia del mundo espiritual se ha ido debilitando cada vez más en el yo. En la época atlante, mientras dormía, el yo se veía rodeado de seres divino-espirituales, pero después de la catástrofe atlante, el yo fue expulsado al mundo de los sentidos y perdió cada vez más su capacidad de contemplar el mundo que habita mientras duerme. La idea de que el yo se borra por la noche y resucita por la mañana es absurda. Está en el mundo espiritual, salvo que no se es consciente de ello.

El pensamiento científico espiritual nos da la fuerza para vincularnos conscientemente, poco a poco, a estas realidades espirituales. Al conducirnos, -al menos en el pensamiento-, al mundo espiritual, la antroposofía tiene ciertas cualidades beneficiosas en común con el dormir. En el dormir se borran las preocupaciones y los afanes que surgen de las cosas del mundo de los sentidos. Si los seres humanos son capaces de dormir y su pensamiento se borra, olvidan todas las preocupaciones. Este es el efecto más benéfico del dormir, un efecto que resulta del hecho de que el yo deja que las fuerzas del mundo espiritual fluyan dentro de él mientras duerme. Estas corrientes espirituales contienen fuerzas fortalecedoras, cuyo efecto es ayudarnos a olvidar nuestras preocupaciones y desvelos durante el dormir y también a reparar los daños que tales preocupaciones y desvelos han infligido a nuestro organismo. Las heridas causadas por el mundo de los sentidos son curadas por las fuerzas espirituales, de ahí el restablecimiento y la regeneración que nos proporciona todo buen dormir. En un sentido más elevado, estas son las cualidades que el pensamiento científico espiritual tiene en común con el dormir.

Los pensamientos espirituales son poderosos si los aceptamos como fuerzas vivas. Cuando ascendemos a los pensamientos que están conectados con el pasado y el futuro de la tierra y permitimos que estos acontecimientos trascendentales trabajen en nosotros, entonces nuestra alma en en su afán se sentirá atraída por estos acontecimientos, lejos de las preocupaciones del día. Los pensamientos sobre cómo el ideal de nuestra propia voluntad soberana crece para nosotros a partir del karma, -este plan del destino-, nos dan valor y fuerza para que nos digamos a nosotros mismos: "Por insuperables que sean hoy algunos de los problemas de nuestra vida, nuestra fuerza crecerá de una encarnación a la siguiente. La voluntad soberana que llevamos dentro es cada día más fuerte, y todos los obstáculos nos ayudarán a fortalecerla aún más. En el proceso de superación de estos obstáculos, nuestra voluntad va a desarrollarse cada vez más, y nuestra energía va a aumentar. Las trivialidades de la vida, todas las cosas inferiores de nuestra existencia, se derretirán como se derrite la escarcha al sol, derretida por el mismo sol que nace en la sabiduría que impregna nuestro pensamiento espiritual. Nuestro mundo de sentimientos se hace resplandecer por todas partes y se vuelve cálido y translúcido; toda nuestra existencia se ensanchará, y nos sentiremos felices en ella."

Cuando tales momentos de actividad interior se repiten y permitimos que actúen sobre nosotros, de este proceso emanará un fortalecimiento de toda nuestra existencia en todas direcciones. No de un día para otro, desde luego, pero la repetición constante de tales pensamientos traerá consigo la desaparición gradual de nuestras depresiones, lamentaciones sobre nuestro destino y un temperamento excesivamente melancólico. El conocimiento espiritual será medicina para nuestra alma, y cuando eso ocurra, el horizonte de nuestra existencia se ensanchará e implantará en nosotros esa forma de pensar que es fruto de todo conocimiento espiritual. Esta manera de pensar y de sentir resultante, esta actitud de la mente y del corazón, debe considerarse el estado ideal al que pueden conducir los esfuerzos científicos espirituales. Todas las discordias, todas las desarmonías de la vida desaparecerán frente a los pensamientos y sentimientos armoniosos que suscitan una voluntad enérgica. Así, la investigación espiritual resulta ser no sólo conocimiento y doctrina, sino también una fuerza de vida y una sustancia de nuestra alma. Vista así, la Ciencia Espiritual es capaz de actuar en la vida de tal modo que libere al ser humano de cuidados y preocupaciones. Y así es como tiene que actuar en nuestro tiempo, pues no debe su existencia a la arbitrariedad, sino al conocimiento de que es necesaria.

Las individualidades que en su sabiduría estaban muy por delante de los seres humanos normales, los Maestros de la Sabiduría y de la Armonía de los Sentimientos, sabían que la Ciencia Espiritual tenía que fluir en nuestra cultura si no quería marchitarse. La Ciencia Espiritual es una savia nueva de vida, y la humanidad necesita esa savia nueva de vez en cuando. La Ciencia Espiritual es la corriente necesaria para nuestro tiempo. Aquellos que tienen un sentimiento por estas grandes verdades deben apresurarse hacia nosotros y absorber las verdades para que puedan ser sal y fermento para la vida espiritual de toda la humanidad El individuo esforzado debe ver esto como una especie de deber. No es difícil comprender por qué las más altas jerarquías han hecho un llamamiento a la Ciencia Espiritual en nuestro tiempo precisamente para que se reúnan aquellos con corazones abiertos y mentes desprejuiciadas.

Hemos estado observando con nuestras almas a la humanidad post-Atlante y hemos rastreado sus épocas culturales desde la antigua India hasta nuestra propia quinta época post-Atlante. Hemos visto que durante este tiempo los seres humanos perdieron su conciencia del mundo espiritual poco a poco. En la primera época, la de los antiguos indios, los seres humanos aún sentían un profundo anhelo por el mundo espiritual. El mundo de los sentidos era considerado maya, ilusión. Luego vinieron las épocas que llamaron a los seres humanos a realizar un trabajo externo, físico. Los seres humanos tenían que aprender a amar el mundo de los sentidos, porque sólo así podrían cultivarlo. En esta época, los seres humanos ya no decían que el mundo exterior no era más que maya. Por el contrario, ahora tenían que sumergirse en él y trabajarlo con sus facultades y su sabiduría. Esto, sin embargo, hizo que los seres humanos perdieran gradualmente la conciencia del mundo espiritual, de modo que Zaratustra, el iniciador de la cultura persa, se sintió obligado a decir a sus discípulos: "Todos los seres vivos son llamados a la existencia por la fuerza que brota del sol como fuerza física. Pero esta fuerza física no es lo único. En el sol vive Ahura Mazdao - el Ser solar espiritual". Era necesario demostrar a la gente cómo el mundo material no es sino la expresión física del mundo espiritual.

Por lo tanto, fue primero en la antigua época persa donde surgió el sentimiento que se expresaría de la siguiente manera: "Ciertamente, aquello sobre lo que brilla el sol es maya, pero debo buscar el espíritu que hay detrás de este maya. El mundo espiritual está siempre a mi alrededor, pero no puedo experimentarlo con los ojos y oídos físicos. Sólo puedo experimentarlo con la conciencia suprasensible. Una vez que esta conciencia ha sido despertada, entonces en la existencia física también puedo reconocer al Gran Espíritu del Sol con todos sus seres subordinados que también pertenecen al Sol. Pero se acerca una edad en la que mi alma ya no tendrá este conocimiento". Era difícil transmitir plenamente este conocimiento a los seres humanos. Debían madurarse gradualmente a través de encarnaciones renovadas para reconocer el elemento divino-espiritual que subyace a todos los fenómenos físicos y comprender que toda la naturaleza está impregnada de él.

En la antigua cultura persa, los seres humanos aún eran capaces de reconocer el elemento divino en esta vida, pero eran incapaces de llevar esta conciencia al periodo de tiempo entre la muerte y el renacimiento. Lo peculiar de esta época era que la conciencia entre la muerte y el renacimiento se volvía cada vez más oscura. Por el contrario, observemos el alma de un individuo en la antigua India. Cuando pasaba a través de la muerte al otro mundo, vivía allí entre seres espirituales en un mundo comparativamente lleno de luz. En la cultura persa no era así; el mundo entre la muerte y el renacimiento se había vuelto más oscuro. Se acumulaban los obstáculos entre las distintas almas, y el alma se sentía sola; por así decirlo, no podía tender la mano a otra alma. Pero ése es el lado difícil y oscuro de la vida en el mundo espiritual: el alma no puede compartir su camino con los demás.

En la época egipcia, una parte sustancial de la capacidad del alma para vincularse con otras almas ya se había perdido hasta tal punto que el alma anhelaba la conservación del cuerpo físico, que debía conservarse en la momia. La razón era que el alma sentía que tenía muy poca fuerza que pudiera llevarse a la vida entre la muerte y el renacimiento. Los seres humanos de esta época querían conservar el cuerpo físico para que el alma pudiera contemplarlo como algo que le pertenecía, compensando así el poder que ya no tenía en el mundo espiritual. Fenómenos culturales como la momificación están profundamente relacionados con la evolución del alma humana.

Un egipcio tenía la idea de que en la muerte se uniría a Osiris. Se decía a sí mismo estas palabras: "Hace mucho tiempo, en la antigüedad, el alma era capaz de contemplar el más allá. Ahora ha perdido este poder visionario, pero puede compensar la pérdida si en esta vida desarrolla cualidades por las que se parecerá cada vez más al propio Osiris. Entonces el alma se asemejará a Osiris y se unirá a Osiris después de la muerte". Y así, aferrándose a Osiris, el alma intentaba crear un sucedáneo de todo lo que ya no podía conservarse de los tiempos antiguos.

Sin embargo, lo que Osiris no pudo dar al alma humana se cuenta en una leyenda egipcia, según la cual Osiris estuvo una vez viviendo con los seres humanos en la tierra, hasta que su malvado hermano Seth lo encerró en una caja de madera parecida a un ataúd. Esto significa que Osiris sí vivió en la tierra con los seres humanos cuando aún eran más espirituales. Pero luego tuvo que permanecer en el mundo espiritual porque era demasiado sublime para caber en la forma humana física. Del mismo modo, si el alma quería crear un sustituto para el poder espiritual perdido de la visión entre la muerte y el renacimiento, tenía que convertirse en un ser demasiado sublime, demasiado bueno para la forma humana. Volviéndose semejante a Osiris, el alma podría superar su soledad en el más allá, pero no podría llevar a una nueva encarnación lo que había recibido en el mundo espiritual a través de las características que tenía en común con Osiris. Esto es así porque, después de todo, Osiris no era apto para esta encarnación física.

El grave peligro que amenazaba a la humanidad en aquellos tiempos era que las encarnaciones se deterioraban constantemente porque no podía haber una nueva afluencia de fuerzas espirituales. Sólo lo que quedaba de las edades antiguas podía seguir desarrollándose, y todo eso alcanzó su máxima madurez en la época grecorromana. Esto se manifestó en el magnífico arte de los griegos, el fruto maduro de flores anteriores. El arte griego fue el mejor fruto de la herencia legada a la humanidad desde los tiempos primitivos. Pero de la mano de este logro vino el sentimiento de profunda oscuridad en la vida entre la muerte y el nuevo nacimiento, y un noble individuo griego tenía razón cuando dijo: "Mejor ser un mendigo en el mundo superior que un rey en el reino de las sombras". nota Sí, en efecto, los seres humanos de Grecia y de los Territorios romanos poseían muchas cosas para deleitar y satisfacer sus sentidos, pero nada podían llevar consigo a la vida entre la muerte y el nuevo nacimiento.

Después tuvo lugar el acontecimiento del Gólgota, acontecimiento que tiene importancia no sólo para el mundo físico exterior, sino también para todos los mundos por los que debe pasar un ser humano. En el momento en que la sangre brotó de las heridas del Redentor, cuando el cadáver colgaba de la cruz, el Cristo apareció en el inframundo y encendió la luz que devolvió la visión a las almas de abajo. Y el alma pudo darse cuenta a partir de ese momento de que una vez más la fuerza también podía derivarse del mundo de abajo y beneficiar al mundo físico. El alma ya no se esforzaba por unirse a Osiris para tener un sustituto de la pérdida de visión. A partir de ahora, puede decirse a sí misma: "También en el inframundo puedo encontrar la luz de Cristo, que se ha sumergido en la tierra, pues Cristo se ha convertido en el espíritu de la tierra. Y ahora bebo una nueva fuerza de una fuente espiritual, una fuerza que puedo llevar de vuelta a la tierra cuando regrese para una nueva encarnación."

¿Qué fue necesario para que esta fuerza pudiera fluir en el alma de la manera correcta? Fue necesaria una inversión completa en la forma en que los seres humanos veían el mundo físico. En primer lugar, preguntémonos qué experimentaba la gente de la antigua India cuando reconstruimos lo que uno de ellos podría haber dicho: "Este mundo es maya, la gran ilusión. Siempre que percibo este mundo y me relaciono con él, he caído víctima de la ilusión. Sólo retirándome de él y elevándome a las cosas espirituales primigenias más allá del mundo de los sentidos puedo estar en el mundo de los dioses. Sólo retirándome del mundo exterior puedo atravesar mi ser interior que ha permanecido conmigo como un antiguo legado de estos mundos espirituales y regresar así a mi antiguo hogar. Debo regresar a este reino sagrado primigenio del que una vez partí hacia el mundo de los sentidos, y sólo puedo regresar dando rienda suelta a mis poderes espirituales, desviando así mi atención de la atracción del mundo exterior." En los días de la antigua cultura india era posible para los seres humanos dar este paso atrás hacia un pasado muy lejano. En su interior habían conservado gran parte de la fuerza que podía ayudar a un individuo, si se aplicaba correctamente, a encontrar el camino de regreso a los antiguos dioses. Así era como el ser humano de la antigua India encontraba a sus Devas, los seres de los que todo había surgido.

Después vino la época de la antigua Persia, cuando el alma humana había perdido gran parte del poder que era como un legado de los tiempos antiguos. Si en esta época el alma hubiera dicho: "Volveré atrás porque no deseo permanecer en este mundo", no habría encontrado a los antiguos dioses porque el poder para hacerlo posible ya no era el adecuado. Este hecho está relacionado con la evolución de la humanidad. Si el alma hubiera intentado desviar su mirada del mundo exterior y considerarlo sólo maya, no habría visto a los dioses superiores, sino a los devas subordinados, que eran seres espirituales malignos que no pertenecían a las filas de los dioses superiores. Dado que existía este peligro, había que mostrar al alma cómo este mundo de los sentidos podía ser visto como la expresión externa de lo espiritual partiendo del mundo de los sentidos y no apartándose de él. Al mirar al sol, el alma aprendió a ver en él no sólo su fuerza solar física externa, sino también al Dios Sol Ahura Mazdao, y así aprendió a conocer algo de la realidad divino-espiritual.

El alma del antiguo persa se había vuelto demasiado débil para activar las fuerzas espirituales que podían conducirle de vuelta a los antiguos dioses. Por lo tanto, tenía que ser educada para atravesar el velo de materialidad que cubría lo espiritual. En el mundo exterior yacían ocultos los malvados Asuras, pero los seres humanos aún no eran capaces de ver a los seres espirituales benéficos más allá del mundo que se consideraba maya. Por eso, todos los nombres de los seres espirituales se invirtieron durante el período comprendido entre la época india y la persa. Los devas eran seres buenos en la antigua India, pero en la cultura persa se convirtieron en dioses malignos. La verdadera razón de esta inversión es evidente por el continuo desarrollo del alma humana; en relación con el mundo exterior se había vuelto cada vez más fuerte, en relación con el mundo interior, cada vez más débil.

Aquellos seres que guían y dirigen la evolución humana hicieron ahora los preparativos para lo que estaba por venir. Después de que Zaratustra aprendió a mirar al sol y ver en su aura al Dios Sol, supo que este Dios Sol no era otro que el Espíritu Crístico, que en aquel tiempo sólo podía revelarse desde fuera del mundo. El ser humano en su alma aquí en la tierra aún no podía percibir al Ser Crístico. El ser que antes era visto en el sol y al que se le había dado el nombre de Ahura Mazdao tuvo que descender a la tierra porque sólo entonces el ser humano podía aprender desde dentro a reconocer a un Deva, un principio divinamente espiritual, dentro de su propia alma. En la época de la antigua Persia, la vida en el cuerpo humano aún no era capaz de recibir el Espíritu Crístico, y mucho menos de ser impregnada por él. Todo eso tenía que suceder lenta y gradualmente. Debemos familiarizarnos con el pensamiento de que los dioses sólo pueden revelarse a aquellos que se preparan como receptores de una revelación. Deva, el dios que puede ser percibido a través de nuestras fuerzas interiores, sólo podía aparecer a aquella parte de la humanidad que se había preparado para su venida.

Todo en la evolución humana se produce lenta y gradualmente, y la evolución no procede en todas partes de la misma manera. Tras el diluvio atlante, las tribus emigraron a Oriente. Debido a que se asentaron en distintas regiones, su desarrollo también fue diferente. ¿Qué permitió al antiguo indio tener un sentimiento vívido del mundo espiritual? Esto sucedió porque la evolución del yo en esta parte del mundo había seguido un curso muy especial. En el pueblo de la antigua India, el yo había permanecido profundamente atrincherado en el mundo espiritual, de modo que era reacio a entrar en contacto con el mundo físico. La característica peculiar del individuo de la India antigua era que se aferraba a la espiritualidad de épocas anteriores y, al mismo tiempo, reducía al mínimo las relaciones con el mundo físico. Puesto que el individuo de la antigua India no quería conectar su yo con el mundo físico, los logros de la civilización externa no florecieron en la India ni en muchas otras regiones de Oriente, donde la gente en general parece haber carecido de genio inventivo.

Por el contrario, la inventiva de los pueblos de Occidente les impulsó a apoderarse del mundo exterior, ya que consideraban que su tarea era cultivarlo y mejorarlo. La antigua Persia constituía, por así decirlo, la frontera entre Oriente y Occidente. Las personas que prestaban poca atención a la existencia material en este mundo tendían a establecerse y permanecer en Oriente. Por eso la enseñanza de un Buda seguía siendo necesaria para los pueblos de Oriente seiscientos años antes de Cristo. Buda tuvo que ser colocado en la evolución del mundo en esta coyuntura porque su misión era mantener vivo en las almas el anhelo por los mundos espirituales del pasado, y por eso tuvo que predicar contra la sed de entrar en el mundo físico. Sin embargo, predicaba en una época en que el alma aún tenía la inclinación, pero ya no la capacidad, de elevarse a los mundos espirituales. Buda predicó a los seres humanos las verdades sublimes sobre el sufrimiento, y les aportó las percepciones que podían elevar el alma por encima de este mundo de sufrimiento.

Tal enseñanza habría sido inadecuada para el mundo occidental. Se necesitaba una doctrina que estuviera en sintonía con la inclinación de la gente a abrazar el mundo físico y que podría resumirse con la siguiente explicación: "Debes trabajar en el mundo exterior de tal manera que las fuerzas de este mundo se pongan al servicio de la humanidad; pero después de la muerte, también puedes llevar los frutos de tu vida al mundo espiritual".

La peculiar esencia del cristianismo no suele comprenderse correctamente. En el mundo romano no atraía mucho a los que podían disfrutar de los tesoros y riquezas de este mundo, pero a los que estaban condenados a trabajar en el mundo físico les gustaba el cristianismo. Sabían que, a pesar de todo su trabajo en el mundo físico, estaban desarrollando algo en esta vida que podrían llevar consigo después de la muerte. Tal era el sentimiento de exaltación que inspiraba el alma de los que aceptaban el cristianismo. Los seres humanos podían decirse a sí mismos: "Al establecer a Cristo como mi ideal, desarrollo algo en este mundo que no puede ser aniquilado ni siquiera por la muerte". Esta conciencia sólo podía desarrollarse porque Cristo había estado realmente en la tierra no como un Deva, sino como un ser que se había encarnado en un cuerpo humano y que podía ser un modelo y un ideal para todo ser humano. Para que esto sucediera, había que crear el impulso y las fuerzas apropiadas, y este trabajo preparatorio había sido realizado por Zaratustra. Había experimentado tanto que estaba preparado para asumir esta misión.

En la antigua Persia, Zaratustra había podido contemplar al Dios Sol en el aura del sol, pero para eso había tenido que prepararse en encarnaciones anteriores. Durante la era que aún se inspiraba en las enseñanzas de los Santos Rishis, Zaratustra ya había pasado por algunas experiencias sublimes en encarnaciones. Había sido iniciado en las enseñanzas de los Santos Rishis, habiéndolas absorbido etapa por etapa en siete encarnaciones posteriores. Luego nació en un cuerpo ciego y sordo, que le permitió el menor contacto posible con el mundo exterior. Zaratustra tuvo que nacer como un ser humano prácticamente insensible a las impresiones de los sentidos externos, y entonces, de su ser más íntimo brotó el recuerdo de las enseñanzas de los Santos Rishis de una encarnación anterior. Y en ese momento el Gran Dios Sol pudo encender en él algo que iba más allá de la sabiduría recibida de los Santos Rishis. Esa experiencia volvió a despertar en él en su siguiente encarnación, y fue entonces cuando Ahura Mazdao se reveló a Zaratustra desde el exterior.

Por lo tanto, pueden ver que Zaratustra había experimentado mucho antes de poder convertirse en el maestro e inspirador del pueblo de la antigua Persia. También sabemos que Moisés y Hermes fueron sus discípulos y que él entregó su cuerpo astral a Hermes y su cuerpo etérico a Moisés. Moisés fue el primero en proclamar la enseñanza que emanaba de la Crónica Akasha, la enseñanza del "Yo soy el Yo soy". (Ejeh asher ejeh). Y así Zaratustra se preparó lentamente para un sacrificio aún mayor y más prodigioso. Cuando el cuerpo astral de Zaratustra reapareció en Hermes y su cuerpo etérico en Moisés, su Yo, -cuyo desarrollo había progresado constantemente-, pudo formar un nuevo cuerpo astral y un nuevo cuerpo etérico para la nueva encarnación, acordes con los plenos poderes del Yo. Y seiscientos años antes de Cristo, Zaratustra nació de nuevo en la tierra de Caldea y se convirtió en el maestro de Pitágoras bajo el nombre de Zarathos, o Nazarathos. Dentro de la cultura caldea preparó entonces el nuevo impulso que iba a venir al mundo. Esto se refleja en aquel pasaje del Nuevo Testamento que habla de los Reyes Magos de Oriente que vinieron a saludar al Cristo como la nueva Estrella de la Sabiduría. Zaratustra había enseñado que el Cristo vendría, y los que quedaron como discípulos de esta significativa doctrina de Zaratustra sabían en qué momento llegaría el gran Impulso del Gólgota.

Siempre existe una cierta conexión entre las grandes individualidades del mundo, como Buda, Zaratustra y Pitágoras, porque lo que actúa en el mundo es una fuerza, un hecho. Los grandes espíritus trabajan juntos, y nacen en una determinada época con un propósito. Del mismo modo, los grandes impulsos de la evolución humana se entretejen entre sí. Zaratustra había señalado a Aquel que iba a hacer posible, mediante el Acontecimiento del Gólgota, que los seres humanos encontraran el mundo de los Devas a través de la fuerza de su propio ser interior; además, serían cada vez más capaces de hacerlo a medida que avanzaran hacia el futuro. Y en la misma época, el Buda enseñaba: Sí, existe un mundo espiritual, comparado con el cual todo el mundo de los sentidos es maya. Vuelve tus pasos hacia el mundo en el que estabas antes de que se despertara la sed de una existencia terrenal, y entonces encontrarás el Nirvana - ¡el descanso dentro de lo divino!

Tal es la diferencia entre las enseñanzas de Buda y Zaratustra. Buda enseñó que el ser humano puede alcanzar lo divino retrocediendo; Zaratustra, en su encarnación como Zaratustra, enseñó que se acerca el momento en que la luz se encarnará dentro de la propia tierra, lo que permitirá al alma progresiva acercarse a lo divino. Buda dijo que el alma encontraría a Dios retrocediendo; Zaratustra dijo que lo encontraría avanzando.

Independientemente de si retrocedes o progresas, de si buscas a Dios en el Alfa o en la Omega, podrás encontrarle. Lo importante es que lo encuentres con tu propio poder humano elevado. Las fuerzas necesarias para encontrar al Dios del Alfa son las fuerzas primarias del ser humano. Sin embargo, las fuerzas necesarias para encontrar al Dios de la Omega deben ser adquiridas aquí en la tierra por los propios seres humanos que se esfuerzan. Es diferente retroceder hacia el Alfa o avanzar hacia el Omega. El que se contenta con encontrar a Dios y sólo quiere entrar en el mundo espiritual tiene la opción de ir hacia adelante o hacia atrás. Sin embargo, el individuo que se preocupa de que la humanidad abandone la Tierra en un estado elevado debe señalar el camino hacia Omega, como hizo Zaratustra.

Zaratustra preparó el camino para esa parte de la humanidad que iba a involucrarse con las fuerzas mismas de la tierra. Sin embargo, Zaratustra también comprendió plenamente al Buda, pues su búsqueda era, en última instancia, la misma. ¿Qué finalidad tenía la tarea de Zaratustra? Tenía que hacer posible que el Impulso Crístico descendiera a la tierra. Zaratustra renació como Jesús de Nazaret y, gracias a lo que había sucedido en la encarnación anterior, su individualidad pudo unirse a muchas fuerzas que se habían conservado como resultado de la economía espiritual. ¡El mundo es profundo y la verdad es complicada!

En Jesús de Nazaret también estaba entretejido el ser del Buda. Se había avanzado por diferentes caminos, porque muchos poderes actúan en aquel que se supone que tiene influencia sobre la humanidad. El Yo de Jesús abandonó los cuerpos físico, etérico y astral en el bautismo en el río Jordán, y el Dios Sol, -el Espíritu Crístico-, entró y vivió tres años en los cuerpos de Jesús de Nazaret. Y así es como Zaratustra había preparado a la humanidad para ser receptora del Impulso Crístico.

Con estos acontecimientos había llegado un momento importante en la evolución de la Tierra. Ahora era posible para los seres humanos encontrar a Dios en lo más íntimo de su ser; además, ahora podían llevarse algo consigo de la vida entre la muerte y el nuevo nacimiento a la nueva encarnación. Y ahora, en nuestra época, ya hay almas presentes que sienten con suficiente fuerza que han estado en un mundo iluminado por la Luz de Cristo. El hecho de que esto se adivine tenuemente en muchas almas significa que los seres humanos de hoy son capaces de recibir y comprender las enseñanzas de la Ciencia Espiritual. Y porque tales personas existen hoy, los Maestros de la Sabiduría y de la Armonía de los Sentimientos han expresado la esperanza de que tales personas también sientan las verdades de la Ciencia Espiritual y las conviertan en la sustancia misma de sus vidas. Sabiendo todo esto, los Maestros asignaron la misión de proclamar la antroposofía en la época actual a aquellos que ya han alcanzado un alto nivel de comprensión.

Es esencial que la Ciencia Espiritual comience ahora a convertirse en un impulso espiritual de nuestro tiempo. Cristo mismo ha preparado a las almas humanas para la Ciencia Espiritual, y ésta tiene garantizada su permanencia en este mundo por la sencilla razón de que la Luz de Cristo, una vez encendida, nunca puede extinguirse. Una vez que nos inspiramos el sentimiento de que la corriente de la espiritualidad antroposófica es una necesidad, entonces nos sumergimos en ella de la manera correcta, y siempre permanecerá ante nosotros como un ideal inquebrantable.

Sí, la personalidad humana tenía que desarrollarse hasta tal punto que la luz pudiera descender y decir en un cuerpo humano: "¡Yo soy la Luz del mundo!". La Luz del Mundo descendió primero en el alma de Zaratustra y le habló. El alma de Zaratustra comprendió el significado de esta luz universal y se sacrificó para que estas significativas palabras salieran a toda la humanidad - desde un cuerpo humano: "Yo soy la Luz del Mundo".

Traducido por J.Luelmo dic.2023

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919