GA109 Budapest, 4 de junio de 1909 -Teosofía y Ocultismo Rosa-Cruz -Las diferentes formas en que se anima el mundo que nos rodea

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Teosofía y Ocultismo Rosa-Cruz

RUDOLF STEINER

LAS DIFERENTES FORMAS EN QUE SE ANIMA EL MUNDO QUE NOS RODEA

Budapest, 4 de junio de 1909

Como dije ayer en mis observaciones introductorias, este ciclo pretende ofrecer una visión general de la cosmovisión teosófica. Será necesario mencionar muchas cosas que ya son conocidas por la mayoría de los presentes. Pero sólo familiarizándonos con estas verdades desde los fundamentos nos será posible elevarnos a reinos más altos en las conferencias posteriores. Antes de entrar en la exposición propiamente dicha, quisiera plantear primero una cuestión de extraordinaria importancia: ¿Por qué tenemos que ocuparnos realmente de pensamientos y teorías teosóficos antes de poder experimentar algo nosotros mismos en el mundo espiritual? Algunos dirán:

 Ustedes nos cuentan los resultados de la investigación vidente, pero yo mismo aún no puedo ver en ella. ¿No sería más correcto si no se nos informara de los resultados de la investigación clarividente, sino sobre todo si sólo se nos dijera cómo yo mismo puedo desarrollarme como clarividente? Entonces cada uno podría pasar por el desarrollo posterior por sí mismo. Quien esté al margen de la investigación ocultista puede creer que sería bueno que no se hablara de antemano de tales cosas y hechos. Pero en el mundo espiritual existe una ley muy concreta, cuyo pleno significado nos gustaría aclarar con un ejemplo. Supongamos que en un año cualquiera un clarividente debidamente entrenado hubiera percibido esto o aquello en el mundo espiritual. Imaginen ahora que diez o veinte años más tarde otro clarividente igualmente entrenado percibiera lo mismo, aunque no hubiera aprendido nada sobre los resultados del primer clarividente. Si ustedes creyeran esto, estarían muy equivocados, porque en verdad un hecho del mundo espiritual que ha sido descubierto una vez por un clarividente o una escuela ocultista no puede ser investigado por segunda vez a menos que quien desee investigarlo haya recibido primero la información de que ya ha sido investigado. Así, si un clarividente ha investigado un hecho en 1900 y otro está dispuesto a percibirlo en 1950, sólo podrá hacerlo si antes ha aprendido y experimentado que alguien ya lo ha encontrado e investigado. Así que incluso los hechos ya conocidos en el mundo espiritual sólo pueden verse si uno se decide a recibirlos de la forma habitual y a conocerlos.

Esta es la ley que establece la hermandad universal en el mundo espiritual para siempre. Es imposible entrar en cualquier reino sin conectar primero con lo que ya ha sido explorado y visto por los hermanos mayores de la humanidad. En el mundo espiritual está asegurado que nadie pueda convertirse en un supuesto solitario y decir: No me importa lo que ya existe, investigo para mí solo. Todos los hechos que hoy se comunican en la Teosofía no los verían ni los más cultos y avanzados si de antemano no se hubieran enterado de ellos. Debido a que es así, debido a que uno debe conectarse con lo que ya ha sido investigado, el movimiento teosófico también tuvo que fundarse de esta forma.

En un tiempo relativamente corto habrá muchas personas que serán clarividentes, tales personas sólo serían capaces de ver en el mundo espiritual cosas insustanciales, pero no la verdad, porque no serían capaces de ver las cosas importantes que ya han sido investigadas en el mundo espiritual. Primero hay que aprender estas verdades tal como las da la Teosofía, sólo entonces se pueden percibir. Es por ello que incluso el clarividente debe antes aprender lo que ya ha sido investigado, y luego, con un entrenamiento concienzudo, puede ver los hechos por sí mismo. Uno puede decir: Si los seres divinos fecundan un alma humana sólo una vez, para una primera visión, y si esta fecundación única, virginal, ha tenido lugar, entonces es necesario que los demás dirijan primero su mirada a lo que esta primera alma humana adquirió para tener derecho a adquirir una similar y verla. -Esta ley establece una fraternidad universal, una verdadera fraternidad del hombre. De época en época, la sabiduría ha viajado a través de las escuelas ocultas y ha sido fielmente conservada por los maestros. Y nosotros también debemos ayudar a llevar este tesoro y mantener la hermandad con aquellos que ya han logrado algo si queremos alcanzar los reinos superiores del mundo espiritual. Lo que se busca como ley moral en el plano físico es, por tanto, una ley natural del mundo espiritual.

La teosofía nos enseña que todo lo físico y sensorial nace de lo espiritual. Pero en nuestro tiempo no debemos contentarnos con esta concienciación de un mundo espiritual. Que sea algo esencial, que detrás de todo lo sensorial, de todo lo físico, existe lo espiritual, no es más que una conciencia abstracta del espíritu. Es necesario adquirir ciertos conceptos e ideas de cómo es lo espiritual en sus ámbitos individuales. La única manera de guiar a alguien hoy en día es hacerle dar conscientemente todos los pasos desde el mundo exterior hacia el mundo espiritual.

Lo primero que observamos en los reinos físicos que nos rodean es el reino mineral, el mundo de las rocas. Quien vea esto sólo sensorialmente dirá: El reino mineral difiere del reino del hombre, por ejemplo, en que el hombre sabe que cuando ha golpeado con fuerza a otro, éste siente dolor. A primera vista, no es el caso que un mineral sienta dolor cuando es golpeado. De esto se saca la conclusión: en el hombre está presente un alma que siente placer y dolor, pero esto no le es dado al mineral. No pretendemos decir de entrada que el mineral también tenga alma; no, debemos examinar más detenidamente los resultados de la investigación clarividente. La piedra, tal como se presenta inicialmente ante nosotros, no tiene nada de alma. Pero en cuanto a una visión espiritual del mundo, lo importante es que se comience en el lugar correcto con la observación y no en el equivocado. Imagínense a un pequeño animal mirando a un ser humano y sólo pudiendo ver sus uñas. Diría que éstas son objetos en sí mismas, porque el pequeño animal no puede darse cuenta de que las uñas pertenecen a un organismo.

Sólo cuando tiene una visión de conjunto de esto, cuando se eleva para ver la totalidad, debe llegar a una observación correcta. Lo mismo le ocurre al investigador espiritual con el mundo de las piedras. Si se observa la piedra como algo en sí, se está en la posición del pequeño animal que considera las uñas o los dientes como el hombre entero, como un ser independiente. Tomen las rocas de la tierra: son inconcebibles sin haber surgido del organismo entero. ¿Pero dónde está el ser del que todo esto son partes, al que todo esto pertenece? Hay seres espirituales a los que pertenece todo nuestro mundo de rocas. Sienten alegría y dolor, placer y tristeza como el alma humana, de modo que en realidad podemos hablar de un alma mineral. Pero no deben ustedes juzgar por meras analogías, pues de lo contrario podrían pensar que cuando se rompe una piedra, el alma mineral siente dolor. No es así. Al contrario: el ser humano siente dolor cuando se hiere un dedo, el alma mineral siente alegría y placer en un caso similar. El mayor placer para el ser que pertenece al mineral es cuando las piedras se rompen; en cambio, al mineral le causa dolor cuando las piedras, sus partes individuales, se vuelven a ensamblar. Ahora bien, como todo en el mundo exterior procede de tal manera que las partes minerales se disuelven y se vuelven a ensamblar constantemente, el placer y el dolor, como podrán observar, son continuos en el alma de los seres que pertenecen al reino mineral. Imagínense que tenemos sal y un vaso de agua caliente. ¿Qué ocurre cuando echamos la sal en el agua? Con la observación clarividente, no sólo las partículas de sal se disuelven en el agua, sino que surgen sentimientos de lujuria, se puede ver el verdadero placer a medida que impregnan poco a poco todo el vaso. Luego, cuando el agua vuelve a enfriarse y de ella cristaliza un cubo de sal, esto sucede con dolor y sufrimiento para el alma mineral. En las montañas, donde se formaron las rocas, así sucedió. Y cuando se forman cristales en la tierra, esto va acompañado de sufrimiento y sensación de dolor para las entidades subyacentes al mineral.

Cuando un planeta nace, se agrupa, se condensa, esto sucede bajo el dolor y el sufrimiento de los seres espirituales correspondientes. Un planeta como nuestra tierra se crea bajo sufrimiento y dolor. Ahora pueden preguntarme:¿Dónde están los seres que invisibles a nuestra vista soportan el sufrimiento y el dolor y sienten placer y alegría cuando, por ejemplo, las piedras son destrozadas por los trabajadores de una cantera? ¿Dónde están esos seres?

En un mundo espiritual relativamente muy elevado. Aquello que para el ojo es un mineral, en realidad no es más que una imagen ensombrecida de dichos seres. Esos seres están en el mundo que llamamos el mundo sin forma. Los seres espirituales viven en todo nuestro mundo mineral, y según la investigación ocultista están en el mundo de lo informe. ¿Por qué llamamos así a este mundo? Lo entenderán enseguida, cuando tratemos sobre el mundo de las plantas. La planta es también la expresión de ciertos seres anímicos. Aquí también consideraremos los resultados de la investigación clarividente. Ésta investigación sabe decirnos  que cuando, por ejemplo, se siega el grano en otoño, cuando la guadaña atraviesa los tallos en los campos, entonces las almas, cuyos cuerpos son las plantas, no sienten ningún sufrimiento. ¡Oh no! No deben creer en el sufrimiento; sobre los campos fluyen torrentes enteros de alegría y bienaventuranza. Del mismo modo, cuando el animal pasta en el prado y apacienta las hierbas: esto es dicha para el alma de la planta, no dolor. Se puede comparar con la sensación que experimenta un mamífero cuando la cría mama la leche de su madre; es una cierta sensación de dicha. Lo que nuestro planeta da en su superficie como alimento para sus habitantes es, por así decirlo, la leche de los seres que pertenecen al planeta y que viven realmente en el centro de la tierra. Puedes preguntarme: Sí, ¿todos tienen sitio allí? - Ciertamente, todos se llevan bien allí debido a la ley de interpenetración, de permeabilidad. Esta entrega, cuando se alcanza un cierto estado de madurez, es la dicha para el alma vegetal. Dolor para ellas significa todo lo que se desarraiga de la tierra. Ahora pueden decir: Sí, pero cuando chicos y chicas pisotean las flores descuidadamente, ¿Cómo puede ser eso placer para el alma vegetal? ¿No sería mucho mejor arrancarlas con cuidado? ¿Cómo puede eso perjudicarlas? Desde el punto de vista que conviene al mundo físico, probablemente tengan razón. Pero no debemos olvidar que estos puntos de vista no siempre son los decisivos para los mundos espirituales. Alguien puede ser más bello cuando se arranca sus primeras canas, pero aun así le duele. Todo depende del punto de vista, y no podemos luchar contra la ley del mundo oculto con pretextos morales. Las plantas incluyen también seres, almas, a las que el mundo vegetal proporciona el cuerpo. Tratemos ahora de visualizar el curso del placer y del sufrimiento en el mundo de las plantas.

El mundo vegetal es una sombra del mundo espiritual. Entonces, ¿Dónde están los seres que pertenecen a él? En el mundo de la forma. También se les llama de otra manera. De modo que los seres espirituales del reino mineral viven en un reino espiritual, el reino de lo sin forma, los de las plantas viven en el reino de la forma.

Reino de lo sin forma, Arupa o Devachan superior. Reino de la forma, rupa o devachan inferior.

Las almas del reino mineral pertenecen a una determinada zona del mundo espiritual, concretamente a sus partes superiores. No deben ustedes extrañarse de ello, pues las almas cuanto más se ocultan, cuanto menos pueden expresarse, tanto más deben buscarse en un reino superior. ¿Por qué un reino se llama reino de lo sin forma y el otro reino de la forma?

Cuando un cristal se rompe, sólo se destruye su forma; sin embargo, ésta puede volver a formarse en otro lugar, independientemente de la destruida. Cuando se forma un cristal de sal en la naturaleza, no es necesario que surja de otro cristal. También puede surgir únicamente de la sustancia de la sal y desaparecer de nuevo como forma: ésta es la característica de la sustancia sin forma. En el caso de la planta, la forma no puede surgir del mismo modo de la sustancia, de lo sin forma. Debe, y ésta es la característica de la planta, desarrollarse a partir de una planta antepasada. La forma debe pasar del antepasado al descendiente. Cuando tenemos las almas de los seres en el reino de la forma, la reproducción tiene lugar a través de la transmisión de la forma. Sólo que la forma, únicamente está en la semilla.

Creer que no hay gran diferencia entre la semilla vegetal y la semilla animal es una visión superficial de la ciencia. En la semilla animal es la forma y la vida lo que pasa del antepasado al descendiente: la vida pasa. En la semilla del lirio no se conserva nada excepto la forma, y ésta se transfiere al nuevo lirio. En el mineral, las fuerzas que modelan la forma, por así decirlo, emergen del Devacán superior. En el cristal, lo sin forma irrumpe en la forma a ojos vista, por así decirlo. Por tanto, debemos decirnos que todo el planeta en el que se desarrolla una vida vegetal está rodeado de una vida total, en la que reside el impulso del cual pueda surgir la vida de la planta, y de la semilla sólo la forma de la planta. Nada de la vida del viejo lirio pasa al lecho o a la maceta en la que reposa la semilla. El hecho de que el nuevo lirio cobre vida se debe a que la semilla ha sido absorbida por la totalidad de lo vivo de nuestra tierra.

Por lo tanto, la transición al reino animal ya ha sido creada. A través de la semilla sólo se hereda la forma; la vida entra porque la semilla ha sido absorbida en el todo vital de nuestra tierra. El alma del animal es evidente, por eso es natural que hablemos de placer y sufrimiento, alegría y dolor en los animales. Si queremos aclarar lo que significan el placer y el sufrimiento en el reino vegetal, debemos pasar a la consideración de otras entidades. Pues el placer y el dolor se sienten fuera de las plantas individuales; todo el organismo de la tierra lo siente dentro de nuestra esfera terrenal igual que cuando uno se corta el dedo en realidad no le duele el dedo: el dolor surge porque se transfiere a todo el organismo. Si se quiere comprender el dolor de la planta, hay que pasar a toda la tierra para captar allí el alma de la planta. Lo esencial es la siguiente distinción: Cuando hieres a un animal, este dolor se encuentra dentro de la piel, al igual que en el hombre con respecto a su naturaleza animal. Cuanto más asciende el desarrollo de los reinos de la naturaleza, más llegamos a seres que tienen su centro en sí mismos, que sienten placer y sufrimiento en sí mismos. Sólo consideramos correctamente a la planta si la consideramos en conexión con toda la tierra. El animal tiene alma y siente placer y sufrimiento dentro de su piel. Ustedes no ven esta alma, ella está en ese reino que llamamos astral. Los seres que tienen un centro en sí mismos, sus almas viven en el reino astral. Como ven, al mismo tiempo tenemos una cierta división de nuestra idea del mundo: el mineral oculta mucho su alma, la planta menos, el animal aún menos; tiene su centro en sí mismo, es decir, donde está lo invisible. Debemos buscar el alma de los animales en un mundo distinto del mundo físico.

Así pues, distinguimos cuatro reinos. Primero: el reino donde está lo visible del mineral, la planta y el animal; el mundo físico. Segundo: el reino donde está lo invisible del animal, el reino astral.

Tercero: el reino de las plantas, cuyas almas están ocultas en el Devacán inferior. Cuarto: el reino cuyas almas se ocultan en el Devacán superior.

Para la observación del mundo exterior ya nos resulta clara esta diferenciación. Pasemos ahora a los resultados de la investigación clarividente. En el espacio que ocupa el propio mineral no hay nada de alma. Este espacio está vacío anímicamente, es negro, pero en el exterior comienza a brillar, y un poco más allá este brillo se hace aún más fuerte. ¿Qué es esto? Es el cuerpo etérico del mineral existente en el cosmos, que ha dejado fuera una parte del éter en la que no está el propio mineral. Y en ese espacio donde el cuerpo etérico del mineral queda fuera, las fuerzas anímico-cósmicas del mineral sienten placer y sufrimiento: allí comienza a doler, o la alegría, por ejemplo, vuela delante de la astilla de la piedra de la cantera, como un rayo de luz espiritual. El cuerpo etérico del mineral es lo que rodea al cuerpo físico. Donde está el mineral, podría decirse, el cuerpo etérico se ha vuelto tan chirriante que se ha convertido en físico. La diferencia entre el mineral y la planta surge del hecho de que el cuerpo etérico está dentro de la planta, que todas sus partes están impregnadas por él, que las impregna por completo. Todo lo que impregna la planta como verde es precisamente la sustancia que hemos descrito anteriormente como el cuerpo etérico del mineral, solo que fuera de él.

Pero si en la planta sólo se diera el caso de que estuviera impregnada por el cuerpo etérico, no florecería, sino que sólo brotarían hojas verdes. Cuando la planta comienza a florecer, la conciencia clarividente ve algo que se despliega por encima de la planta que la rodea: es la vida astral, que hace surgir esta culminación del crecimiento. La planta verde crece, y al final se extiende sobre ella una cosa nueva, lo astral, que, sin embargo, nunca entra en ella.

El animal tiene dentro de sí espiritualmente lo que en la planta la envuelve. Cuando lo que envuelve a la planta está dentro de la piel, entonces es un animal. Lo que flota por encima de la planta, lo astral, envuelve toda la tierra. La astralidad total de la tierra, es lo que flota como humo sobre la planta cuando comienza a florecer. Dentro, en la propia planta, no hay placer ni sufrimiento, sino que esto lo siente la tierra. El animal mismo tiene placer y sufrimiento en su interior; lo que se extiende dentro del animal como un cuerpo astral teje su camino a través de toda nuestra astralidad terrenal. El reino mineral está inmerso en un mundo etérico, tiene su cuerpo etérico a su alrededor. La planta está impregnada por el cuerpo etérico, y como el mundo vegetal está incrustado en un cuerpo astral que corresponde a toda la astralidad de la tierra, el dolor y el placer están fuera de la planta. Y el ser que no sólo está rodeado por el astral, sino que puede absorberlo él mismo, es el animal.

De este modo hemos obtenido una visión general de los tres reinos del mundo que nos rodea en su relación con los mundos superiores.

El ser humano es un pequeño mundo en sí mismo. Tenemos que construirlo a partir de todo lo que le rodea. Mañana utilizaremos lo que hemos descubierto hoy para comprender la estructura del ser humano.

Traducido por J.Luelmo dic,2023

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