GA238 Dornach, 23 de septiembre de 1924 Relaciones Kármicas Vol. IV. Los cuerpos humanos de hoy en día, al estar totalmente sintonizados con el intelectualismo, hacen que la espiritualidad que viene de tiempos pasados se repliegue en el subconsciente.

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Relaciones kármicas:
GA238 - Volumen IV



X conferencia 


Los cuerpos humanos de hoy en día, al estar totalmente sintonizados con el intelectualismo, hacen que la espiritualidad que viene de tiempos pasados se repliegue en el subconsciente. Transformar en espiritualidad el intelectualismo de la época actual es la tarea de la Antroposofía, que debe contar con el racionalismo de la época para que el hombre pueda encontrar el camino de las ideas hacia arriba, hacia el Espíritu, no menos que hacia abajo, hacia la naturaleza.


Dornach, 23 de septiembre de 1924

A partir de nuestra última conferencia habrán podido ver que el hombre de hoy, tal como está constituido en su naturaleza corporal y por su educación, no puede fácilmente traer a su actual encarnación los contenidos espirituales que están tratando de entrar desde encarnaciones anteriores. Ni siquiera puede hacerlo cuando esta encarnación actual es tan extraña e inusual como aquella de la que hablé el domingo pasado. En efecto, vivimos en la era de la evolución del alma consciente. Se trata de una evolución del alma que desarrolla sobre todo el intelecto, es decir, esa facultad del alma que rige hoy toda la vida, por más que se clame a gritos por el corazón, el sentimiento y la emoción. Esta facultad del alma es la más capaz de emanciparse de las cualidades elementalmente humanas, emanciparse de aquello que el hombre lleva en sí como su ser más profundo del alma.

En todas estas cosas las personas expresan un sentimiento de cómo se emancipa en el ser humano el elemento intelectual y racional de lo que es verdaderamente humano. Y si uno puede ver hasta qué punto las almas de hoy en día están intelectualizadas, comprenderá también en cada caso cómo el karma debe trasladar a las almas de hoy en día la elevada espiritualidad por la que estas almas han pasado en épocas anteriores. Les pido que consideren lo siguiente. - Tomemos un caso bastante general. La última vez les mostré un ejemplo especial, pero tomemos ahora el caso general de un alma que vivió en los siglos anteriores al Misterio del Gólgota o incluso después del Misterio del Gólgota de tal manera que tomó el mundo espiritual absolutamente como algo natural. Pensemos en un ser humano que en una vida así pudiera hablar del mundo espiritual a partir de su propia experiencia como de un mundo no menos real y presente que el multicolor mundo cálido y frío de los sentidos.

Todas estas cosas están allí dentro del alma. Y en el intervalo entre la muerte y un nuevo nacimiento, o en repetidos intervalos de este tipo, todas estas cosas han entrado en relación con los mundos espirituales de las Jerarquías superiores. Muchas y múltiples cosas han sido elaboradas en tal alma.

Pero ahora, digamos que debido a circunstancias kármicas, tal alma tiene que encarnar en un cuerpo que está totalmente en sintonía con el intelectualismo, un cuerpo que puede recibir de la civilización de hoy sólo las concepciones habituales que se refieren, después de todo, sólo a las cosas externas. En tal caso, sólo esto será posible para la encarnación actual: la espiritualidad que viene de tiempos pasados se retirará al subconsciente. Y en el intelecto que tal personalidad desarrolla, se pondrá de manifiesto tal vez un cierto idealismo, una tendencia a toda clase de ideales buenos, bellos y verdaderos. Pero sin llegar a elevar del subconsciente a la conciencia ordinaria las cosas que están allí latentes en su alma. Hay muchas almas así hoy en día. Y para aquel que es verdaderamente capaz de observar con una visión entrenada para las cosas espirituales, muchos comportamientos hoy en día contradicen lo que abiertamente surge en aquel que los lleva. Porque el comportamiento dice: en los fundamentos del alma hay mucha espiritualidad, pero tan pronto como el ser humano habla, no habla de espiritualidad en absoluto. En ninguna época se ha dado el caso en tan alto grado como hoy en día, que los comportamientos de las personas contradicen lo que ellas mismas dicen y declaran.

Debemos comprender que la para transformar el intelectualismo en espiritualidad, que a fin de cuentas es propio de la época actual, son necesarias la fuerza y la energía, la perseverancia y un santo entusiasmo. Estas cosas son necesarias para que los pensamientos y las ideas de los hombres de hoy puedan elevarse hacia el mundo espiritual y para que el hombre pueda encontrar el camino de las ideas hacia arriba, hacia el Espíritu, tanto como hacia abajo, hacia la Naturaleza. Y si queremos comprender esto, entonces debemos darnos cuenta plenamente de que el intelectualismo, para empezar, ofrece el mayor obstáculo imaginable para la revelación de cualquier contenido espiritual que esté presente en el alma. Sólo cuando seamos realmente conscientes de ello encontraremos, como antropósofos, el verdadero entusiasmo interior. Entonces recibiremos, por un lado, las ideas de la Antroposofía, que sí deben contar con el intelectualismo de la época, que debe seguir siendo, por así decirlo, el ropaje del intelectualismo contemporáneo. Entonces también nos impregnaremos de la conciencia de que con las ideas de la Antroposofía, que no se relacionan con el mero mundo exterior de los sentidos, estamos destinados realmente a apoderarnos de aquello con lo que sí se relacionan, es decir, lo espiritual. Adentrarse profunda y perseverantemente en las ideas de la Antroposofía es, en última instancia, lo que con mayor seguridad guiará al hombre de hoy hacia la espiritualidad, con tal de que esté dispuesto a ello.

Pero esto que he dicho en esta última frase, queridos amigos, sólo se puede decir de verdad desde hace unas dos o tres décadas. Antes no se podía haber dicho. Pues aunque la regencia de Micael comenzó ya a finales de los años setenta del siglo pasado (XIX), antes las ideas que la época proporcionaba estaban tan fuerte y exclusivamente dirigidas al mundo de los sentidos, que incluso para el idealista elevarse del intelectualismo a la espiritualidad sólo era posible en casos raros y excepcionales en los años setenta, ochenta y noventa del siglo XIX

Hoy les daré un ejemplo para revelar el resultado de este hecho. Les mostraré con un ejemplo cuán fuerte e inevitable es la fuerza que actúa en esta época para hacer retroceder y represar los contenidos espirituales que surgen desde tiempos pasados en las almas humanas. Es más, a finales del siglo pasado, tales contenidos espirituales tuvieron que retirarse y ceder el paso al intelectualismo si querían revelarse de alguna manera.

Por favor, entiéndanme bien. Supongamos que alguna personalidad que viviese en la segunda mitad del siglo XIX llevase en su interior una fuerte espiritualidad de encarnaciones anteriores. Tal personalidad vive y encuentra su camino en la cultura y educación de este tiempo presente (o de aquel tiempo) que es intelectualista, completamente intelectualista. En la personalidad a la que ahora me refiero, el trabajo posterior de la espiritualidad anterior es todavía tan fuerte que está realmente decidido a salir, pero el intelectualismo no lo permitirá. El hombre está educado intelectualmente. En el trato social en el que entra, en su vocación o profesión, en todas partes experimenta el intelectualismo. En este intelectualismo no puede entrar lo que lleva dentro de su alma. De un ser humano así podríamos decir que la Antroposofía habría sido realmente su vocación. Pero no puede llegar a ser Antroposófico, aunque lo que lleva dentro de sí de una encarnación anterior, si pudiera entrar en el intelecto, se habría convertido en Antroposofía. No puede llegar a ser Antroposofía; se detiene en seco; retrocede, por así decirlo, ante el intelectualismo. ¿Qué otra cosa puede hacer una personalidad así? A lo sumo tratará una y otra vez al intelectualismo como algo en lo que realmente no quiere entrar, para que en una u otra encarnación pueda surgir lo que lleva dentro de su alma. Por supuesto que no saldrá del todo, porque no es acorde con la época. Muy probablemente será una especie de balbuceo; pero será visible en tal hombre cómo retrocede y se encoge una y otra vez para no ir demasiado lejos, para no dejarse tocar demasiado de cerca por el intelectualismo de la época.

Hoy quiero darles un ejemplo de esto. Para empezar, les recordaré a una personalidad de la antigüedad que hemos mencionado aquí una y otra vez en todo tipo de conexiones, me refiero a Platón. En Platón, el filósofo de los siglos V y IV a.C., vive un alma que se adelanta a muchas de las cosas sobre las que la humanidad reflexionará en los siglos venideros. Ustedes recordarán cuando llamé su atención sobre el gran contenido espiritual de la Escuela de Chartres, cómo me referí al espíritu platónico que había estado viviendo durante mucho tiempo en el desarrollo del cristianismo. Y en cierto sentido fue en los grandes maestros de Chartres donde este espíritu platónico encontró su verdadero desarrollo según las posibilidades de aquel tiempo.

Debemos darnos cuenta de que el espíritu de Platón está consagrado en primer lugar al mundo de las Ideas. Sin embargo, no debemos concebir que aquellas "Ideas" de las obras de Platón sean el monstruo abstracto que son las ideas para nosotros hoy en día, si nos abandonamos a la conciencia ordinaria. Para Platón, las "Ideas" eran hasta cierto punto casi lo que habían sido los dioses persas, los Amschaspands que como genios activos asistían a Ahura Mazdao. Genios activos alcanzables sólo en la visión imaginativa, así eran en realidad las Ideas en Platón. Tenían una cualidad de ser, sólo que él ya no las describía con la viveza con la que tales cosas habían sido descritas en tiempos pasados. Las describía como las sombras de los seres. De hecho, así es como evolucionaron en adelante los pensamientos abstractos: las Ideas fueron tomadas por los seres humanos de un modo cada vez más parecido a las sombras. Pero Platón, a medida que vivía, fue profundizando en cierto modo, de modo que se podría decir: casi toda la sabiduría de la época se vertió en su mundo de Ideas. Basta con tomar sus últimos Diálogos, y encontraremos cuestiones astronómicas, astrológicas, cosmológicas, psicológicas, estas últimas expresadas de la manera más maravillosa, y cuestiones relativas a la historia de las naciones. Todas estas cosas se encontraban en Platón en una especie de espiritualidad que, si se me permite describirla así, refina y sombrea lo espiritual hasta la forma de la Idea.

Pero en Platón todo está vivo, y sobre todo está viva la siguiente percepción: que las Ideas son el fundamento de todas las cosas presentes en el mundo de los sentidos. Dondequiera que dirijamos nuestra mirada en el mundo de los sentidos, todo lo que contemplamos es la expresión y manifestación externa de las Ideas.

Además, en el mundo de la concepción de Platón entra otro elemento que ha llegado a ser bien conocido por todo el mundo en un lema muy mal entendido y muy mal utilizado, -me refiero al lema del amor platónico. El amor que es espiritual hasta la médula, que ha dejado de lado en la medida de lo posible ese egoísmo que tan a menudo se mezcla con el amor, esta devoción espiritualizada al mundo, a la vida, al hombre, a Dios, a la Idea, es algo que impregna la concepción platónica de la vida hasta la médula. Es algo que después retrocede en ciertas épocas sólo para volver a encenderse repetidamente. Porque el platonismo es absorbido por los seres humanos una y otra vez. Una y otra vez, en un lugar u otro, se convierte en el bastón con el que los hombres se impulsan hacia arriba. Y el platonismo, como sabemos, entró muy significativamente en todo lo que se enseñaba en la Escuela de Chartres.

A menudo se ha considerado a Platón como una especie de precursor del cristianismo. Pero imaginar a Platón como precursor del cristianismo es malinterpretar a este último, pues el cristianismo no es una doctrina, sino una corriente de vida que tiene su punto de partida en el Misterio del Gólgota. Sólo a partir del Misterio del Gólgota podemos hablar de un verdadero cristianismo. Sin embargo, podemos decir que había cristianos antes del Misterio del Gólgota en este sentido, que veneraban como al Ser Sol y reconocían en el Ser Sol a la Figura sublime que posteriormente fue reconocida como el Cristo dentro de la vida terrenal de la humanidad. Sin embargo, si hablamos de precursores del cristianismo en este sentido, debemos aplicar el término a muchos alumnos de los antiguos Misterios, entre los que podemos incluir a Platón. Sólo entonces debemos entender la cosa correctamente.

Ya hablé en este lugar hace algún tiempo de un joven artista que creció mientras Platón aún vivía, no exactamente en la Escuela de los Filósofos de Platón, pero sí bajo la influencia de Platón. De hecho, ya mencioné este asunto hace muchos años. Habiendo pasado entretanto por otras encarnaciones, esta individualidad renació, no de la filosofía platónica, sino del espíritu platónico. Renació como Goethe, habiendo transformado kármicamente en la región de Júpiter lo que le llegó de encarnaciones anteriores, y especialmente de aquella en la que participó de la corriente platónica, de modo que se convirtió en esa clase de sabiduría que impregna todo el contenido de la obra de Goethe. Así pues, podemos dirigir nuestra mirada hacia una relación noble y pura entre Platón y este, -no diré "discípulo"-, sino seguidor de Platón. Pues, como ya he dicho, no era filósofo, sino artista en esa encarnación griega. Sin embargo, el ojo de Platón se posó en él y percibió la promesa infinita que yacía en este joven.

Ahora bien, para Platón fue verdaderamente difícil llevar a través de las épocas siguientes, a través del mundo suprasensible, lo que había llevado dentro de su alma en su encarnación de Platón. Fue muy difícil para él. Pues aunque el platonismo se iluminaba aquí y allá, cuando el propio Platón contemplaba el platonismo que se desarrollaba aquí en la tierra, era para él con demasiada frecuencia una terrible perturbación en su vida suprasensible de alma y espíritu.

No quiero decir con esto que lo que vivió como platonismo haya de ser condenado o duramente criticado. Ni que decir tiene que el alma de Platón trasladó vivamente a las épocas siguientes, pieza a pieza y cada vez más, lo que había en él. Pero Platón sobre todo, Platón que todavía estaba unido a los Misterios de la antigüedad, de quien dije que su Doctrina de las Ideas contenía un cierto impulso persa antiguo - Platón encontró la mayor dificultad para entrar en una nueva encarnación. Cuando hubo absuelto el tiempo entre la muerte y un nuevo nacimiento, -y en su caso fue un tiempo bastante largo-, encontró verdaderas dificultades para entrar en la época cristiana en la que, después de todo, tenía que entrar. Así, aunque en el sentido que acabo de explicar podemos describir a Platón como un precursor del cristianismo, sin embargo toda la orientación de su alma era tal que le hacía extraordinariamente difícil, cuando estaba listo para descender de nuevo a la tierra, encontrar un organismo corporal en el que pudiera llevar sus antiguos impulsos de manera que ahora pudieran surgir de nuevo con un colorido cristiano.

Además, Platón era griego. Era griego hasta la médula, con todos esos impulsos orientales que los griegos aún tenían y que los romanos no tenían en absoluto. Platón fue, en cierto sentido, un alma que llevó la filosofía al terreno poético superior. Los Diálogos de Platón son obras de arte. En todas partes está el alma viva, en todas partes el amor platónico que sólo debemos entender en el verdadero sentido y que también da testimonio de su origen oriental.

Platón era griego, pero la civilización en la que sólo él podía encarnarse, ahora que estaba maduro para la encarnación, ahora que había envejecido para el mundo suprasensible, esta civilización era romana y cristiana.

Sin embargo, si se me permite decirlo así, debía dar el paso. Y para reprimir los factores internos de oposición, debe reunir todas sus fuerzas. Porque Platón rechazaba el elemento romano prosaico, práctico y legalista, es más, rechazaba todo lo romano.

Y también había cierta dificultad para que su naturaleza recibiera el cristianismo, pues él mismo representaba en cierto sentido el punto más alto de la concepción precristiana del mundo. Además, incluso los hechos externos revelaban que la verdadera naturaleza de Platón no podía sumergirse fácilmente en el elemento cristiano. Pues, ¿Qué fue lo que se zambulló en el cristianismo aquí, en el mundo de los sentidos? Fue el neoplatonismo, pero éste era algo totalmente diferente del verdadero platonismo. Recordemos cómo evolucionó una especie de gnosis platónica y cosas por el estilo, pero no había ninguna posibilidad real de trasladar al cristianismo la esencia inmediata de Platón. Así, al propio Platón le resultaba difícil, -de toda la actividad que llevaba en sí mismo como naturaleza platónica y cuyos resultados debía llevar ahora consigo al mundo-, sumergirse de algún modo. Tenía como que reducir toda esta actividad.

Y así fue como él se reencarnó en el siglo X en la Edad Media como la monja Hroswitha, esa olvidada pero gran personalidad del siglo X, que en efecto recibió el cristianismo en un sentido verdaderamente platónico y que llevó a la naturaleza centroeuropea mucho, mucho de Platón.

Perteneció al convento de Gandersheim en Brunswick y llevó infinitamente mucho del platonismo a la naturaleza centroeuropea. Esto, en verdad, sólo era posible que lo hiciera una mujer en aquella época. Si el ser de Platón no hubiera aparecido con un carácter y colorido femenino, no podría haber recibido el Cristianismo en sí mismo en esa época. Pero el elemento romano también era fuerte en toda la cultura de aquel tiempo que tenía que ser recibida. Por fuerza, si puedo decirlo así, tenía que ser recibido. Y así vemos a la monja Hroswitha convertirse en la notable personalidad que era, escribiendo dramas en latín al estilo del poeta romano Terencio, dramas que son de extraordinaria importancia.

Sí, como ven, se podría decir que es casi terriblemente obvio juzgar mal a Platón cuando de alguna manera se acerca. He mencionado a menudo cómo Friedrich Hebbel hizo un apunte de un drama, -el plan sólo existe como apunte-, en el que quería tratar humorísticamente cómo el reencarnado Platón se sienta en una clase de gramática. Se trata de una fantasía poética, por supuesto, pero Hebbel quería representar esto: cómo si el reencarnado Platón se sentase en una clase de gramática y los diálogos platónicos son estudiados por el profesor, el maestro de gramática, y el reencarnado Platón obtiene las peores notas en cuanto a las interpretaciones de los diálogos platónicos. Hebbel tomó nota de esto como material dramático. Luego no lo elaboró. Pero es, por así decirlo, una idea de lo fácil que es juzgar mal a Platón. Él puede ser fácilmente juzgado mal. Quisiera decir que éste es un rasgo que me ha interesado especialmente al seguir la corriente de Platón, porque este juicio erróneo es en realidad extraordinariamente instructivo para encontrar los caminos adecuados para el desarrollo ulterior de la individualidad platónica.

Es muy interesante. Hubo un filósofo alemán (no recuerdo su nombre, era algún Schmidt, o Müller), que con toda su erudición "demostró" hasta la saciedad que la monja Hroswitha no escribió ni una sola obra, que no se le debía nada, que todo era una falsificación de algún consejero del emperador Maximiliano. Todas estas pruebas son, por supuesto, un disparate, pero ahí lo tienen. Platón no puede escapar a la incomprensión.

Y así vemos surgir en la individualidad de la monja Hroswitha del siglo X, una sustancialidad espiritual cristiana y platónica verdaderamente intensa unida al espíritu medio-europeo-germánico. En esta mujer vivía, por así decirlo, toda la cultura de la época. Era, en efecto, una personalidad asombrosa. Y ella, entre otros, participó en esos desarrollos supersensibles de los que les hablé. Me refiero al paso de los maestros de Chartres al mundo espiritual, al descenso de los que entonces eran los aristotélicos y al discipulado de Micael. Pero ella tomó parte en todas estas cosas de una manera muy peculiar. Se puede decir: aquí estaban el espíritu masculino de Platón y el espíritu femenino de la monja Hroswitha luchando entre sí, en la medida en que ambos tenían sus resultados para la individualidad espiritual. Si la encarnación no hubiera tenido importancia, como suele ser el caso, tal lucha interior no habría podido tener lugar después. Pero en esta individualidad tuvo lugar y, de hecho, se prolongó durante todo el tiempo subsiguiente.

Y por fin vemos a la individualidad madura volver a la tierra una vez más en el siglo XIX. Se convirtió en una individualidad del mismo tipo que he descrito anteriormente como un caso hipotético. Pues toda la espiritualidad de Platón se frena, retrocede y se encoge ante la intelectualidad del siglo XIX a la que no se acercará.

Y para facilitar este proceso se ha inculcado en la misma alma la capacidad femenina de la monja Hroswitha. Así, cuando el alma aparece en escena, todo lo que había recibido de su encarnación como mujer, grande y radiante como era, hace que sea tanto más fácil repeler el intelectualismo moderno allí donde no gusta.

Así, la individualidad vuelve a pisar la tierra en el siglo XIX. Crece en la intelectualidad del siglo XIX, pero sólo deja que se le acerque hasta cierto punto, externamente, mientras que interiormente se aleja perpetuamente de ella. El platonismo aparece en su conciencia no de un modo intelectualista, pues una y otra vez, siempre que puede, habla de cómo las Ideas viven en todas las cosas.

La vida en las Ideas se convirtió en algo absolutamente natural para esta personalidad. Sin embargo, su cuerpo era tal que uno tenía continuamente la siguiente impresión: la cabeza simplemente no puede dar expresión a todo el platonismo que está tratando de surgir en él. Pero, por otra parte, podía brotar en él de un modo hermoso, más aún, de un modo glorioso, lo que se oculta tras la palabra "Amor platónico".

Es más, en su juventud esta personalidad tuvo algo parecido a una intuición onírica de cómo la Europa Central no puede y no debería ser después de todo verdaderamente romana. De hecho, él mismo había vivido como la monja Hroswitha. Así, en su juventud representó la Europa Central como una Grecia moderna. Aquí vemos su platonismo. Y representó la región más áspera que se había enfrentado a la antigua Grecia, es decir, Macedonia, como el actual Este de Europa. En esta personalidad vivían sueños extraños, sueños desde los que se podía ver, y esto era muy interesante, cómo quería concebir el mundo moderno en el que él mismo vivía, como Grecia y Macedonia. Una y otra vez, especialmente en su juventud, surgió el impulso de concebir el mundo moderno -Europa a gran escala- como Grecia y Macedonia magnificadas.

La personalidad de la que hablo no es otra que Karl Julius Schröer. Con la ayuda de todo lo que ahora he reunido, basta tomar los escritos de Karl Julius Schröer. Desde el principio habla de un modo totalmente platónico. Pero esto es tan extraño: con una especie de timidez femenina, podría decir, se cuida muy bien de no entrar en el intelectualismo allí donde no le es útil.

Cuando hablaba de Novalis, Schröer solía decir: Novalis es un espíritu que no se puede comprender con este intelectualismo moderno que sólo sabe que dos mas dos son cuatro.

Karl Julius Schröer escribió una historia de la poesía alemana del siglo XIX. En esta historia, dondequiera que uno pueda acercarse a una cosa con sentimiento platónico, es muy bueno, pero dondequiera que uno requiera intelectualismo es de repente como si las líneas se hundieran en la nada. No se parece en nada a un profesor. Escribe muchas páginas sobre algunos que son pasados por alto en silencio por las historias ordinarias de la literatura, mientras que sobre los famosos a veces sólo escribe unas pocas líneas.

Cuando se publicó por primera vez esta historia de la literatura, ¡cómo se retorcían las manos los expertos literarios! Uno de los más eminentes en aquella época fue Emil Kuh, quien declaró: esta historia de la literatura no está escrita por una cabeza en absoluto; simplemente fluyó de una muñeca.

También Karl Julius Schröer publicó una edición de Fausto. Un catedrático de Graz, -por lo demás, muy buen tipo-, escribió una crítica tan espantosa de la obra que creo que se produjeron no menos de diez duelos entre los estudiantes de Graz a favor y en contra de Schröer.

En efecto, hubo muchos malentendidos graves, falta de reconocimiento. Esta mala estimación de Schröer llegó tan lejos que en una ocasión, en una reunión social en Weimar en la que yo estaba presente, ocurrió lo siguiente. En aquel círculo Erik Schmidt era una personalidad muy respetada y lo dominaba todo cuando estaba presente. La conversación giraba en torno a la cuestión de cuáles de las princesas y príncipes de la Corte de Weimar eran sabios y cuáles estúpidos. Esto se discutía seriamente y Erik Schmidt declaró: la princesa Reuss, (era una de las hijas de la Gran Duquesa Reuss), la princesa Reuss no es una mujer inteligente porque considera a Schröer un gran hombre. - ¡Esta era su razón!

Pero hay que recorrer todas sus obras, hasta ese hermosísimo librito Goethe und die Liebe, pues allí se encuentra realmente lo que se puede decir sin intelectualismos sobre el Amor platónico en la vida inmediata y real. En el estilo y el tono de este librito Goethe und die Liebe se nos regala algo extraordinario. Se me ocurrió maravillosamente en una ocasión en que discutía el libro con la hermana de Schröer. Ella llamó al estilo "völlig süss vor Reife", totalmente dulce hasta la madurez, -una bonita expresión. Y así es. Todo es, -no puedo decir en este sentido tan concentrado-, pero todo es tan fino, tan delicado en su forma. El refinamiento era una cualidad peculiar de Schröer.

Y, sin embargo, esta espiritualidad platónica, que rechazaba el intelectualismo, esta espiritualidad platónica que no quería entrar en este cuerpo, causó al mismo tiempo una impresión bastante peculiar y fuerte, pues al ver a Schröer uno tenía la clara percepción: esta alma no está del todo dentro del cuerpo. Y luego, cuando se hizo mayor, uno podía ver cómo el alma, al no estar realmente dispuesta a entrar en el cuerpo de entonces, se retiraba poco a poco de ese cuerpo. Al principio los dedos se hincharon y engrosaron. Luego el alma se retiró cada vez más, y como sabemos, Schröer terminó en la debilidad mental de la vejez. Ciertos rasgos de Schröer, no toda su individualidad, pero sí ciertos rasgos, fueron incorporados a mi personaje de Capesius, el Profesor Capesius, en los Dramas Misterio.

Aquí tenemos un ejemplo notable de que las corrientes espirituales de la antigüedad sólo pueden trasladarse al presente bajo ciertas condiciones. Y bien puede decirse que en Schröer el retroceso ante la intelectualidad se manifestó de forma característica. Si hubiera alcanzado la intelectualidad, si hubiera sido capaz de unirla con la espiritualidad de Platón, la Antroposofía misma habría estado allí.

Y así vemos en su karma cómo se transforma su amor paternal por su seguidor Goethe, si así puedo describirlo. Había surgido de la manera que les dije, pues en aquel tiempo antiguo Platón lo había amado en verdad de un modo paternal. Vemos cómo este amor se transmuta kármicamente; Schröer se convierte en un cálido admirador de Goethe. Así surge una vez más.

Había algo extraordinariamente personal en la veneración de Schröer por Goethe. En su vejez quiso escribir una biografía de Goethe. Antes de que yo dejara Viena a finales de los ochenta me habló de ello y después me escribió al respecto. Pero de esta biografía de Goethe que le hubiera gustado escribir nunca escribió nada distinto de esto. - Dijo: Goethe visita continuamente mi alma. Siempre tuvo este carácter personal que, en efecto, estaba kármicamente predestinado, como ahora he indicado.

La biografía de Goethe nunca llegó a escribirse, pues Schröer cayó en la debilidad mental de la vejez. Pero sí podemos encontrar una interpretación luminosa de todo el carácter de sus escritos si conocemos el antecedente que acabo de explicar.

Así, en el carácter casi olvidado de Schröer, vemos cómo el goetheanismo se estancó ante el umbral del intelectualismo transformado en espiritualidad. Y si se me permite decirlo así, realmente no se podía hacer otra cosa, una vez estimulado por Schröer, que llevar adelante el Goetheanismo hacia la Antroposofía. No había otro camino. Y una y otra vez esta imagen profundamente conmovedora, (porque así era para mí), se presentaba ante los ojos de mi alma: Schröer portando la antigua espiritualidad de Goethe, avanzando en ella hasta la intelectualidad. Y comprendí cómo Goethe debe ser captado de nuevo con el intelectualismo moderno, elevado al dominio espiritual. Sólo así podremos comprenderlo plenamente. Esta imagen no me facilitó en absoluto las cosas. Puesto que lo que era Schröer no podía ser recibido directamente y en su totalidad, una y otra vez se mezclaba en el esfuerzo de mi alma un cierto elemento de oposición contra Schröer.

Así, por ejemplo, cuando en la Universidad Técnica de Viena Schröer impartía clases prácticas de cátedra y redacción de ensayos, una vez di una interpretación bastante distorsionada de Mefisto simplemente para refutar a mi instructor Schröer, con quien por aquel entonces todavía no mantenía una relación tan íntima y amistosa. Efectivamente, en mi interior se agitaba una cierta oposición.

Pero, como ya he dicho, ¡qué otra cosa se podía hacer que soltar la congestión que se había producido y llevar el Goetheanismo realmente adelante en la Antroposofía!

Así se ve cómo sigue realmente su curso la historia del mundo. Pues sigue su curso de tal manera que podemos reconocer: todo lo que poseemos en la actualidad surge con grandes obstáculos y dificultades. Pero, por otra parte, está bien preparado.

Lean las maravillosas descripciones de la feminidad que parecen himnos en los escritos de Karl Julius Schröer. Lean el hermoso ensayo que escribió como apéndice a su Historia de la literatura, su Historia de la poesía alemana del siglo XIX. Lean su ensayo sobre Goethe y su relación con las mujeres. Si toman todas estas cosas juntas, se dirán a sí mismos: verdaderamente aquí está viviendo algo de un sentimiento del valor y el carácter de la feminidad que es un eco de lo que la monja Hroswitha había vivido como su propio ser. Estas dos encarnaciones precedentes armonizan y vibran juntas maravillosamente en la vida de Schröer, hasta el punto de que la ruptura del hilo se convirtió de hecho en una tragedia profundamente conmovedora. Y sin embargo, en Schröer, de entre todas las personas, entra a finales del siglo XIX un mundo de hechos espirituales, inmensamente iluminadores hacia una respuesta a esta pregunta: ¿Cómo podemos introducir la espiritualidad en la vida actual?

Con esto quería cerrar este ciclo de conferencias.

Traducido por J.Luelmo dic,2023

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