GA109 Budapest, 10 de junio de 1909 - Teosofía y Ocultismo Rosa-Cruz - Etapas evolutivas de nuestra tierra: Épocas Lemúrica, Atlante y Post-atlante.

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Teosofía y Ocultismo Rosa-Cruz

RUDOLF STEINER

ETAPAS EVOLUTIVAS DE NUESTRA TIERRA=  ÉPOCAS LEMÚRICA, ATLANTE Y POST ATLANTE

Budapest, 10 de junio de 1909

Ayer, en nuestras observaciones, llegamos a la época que se conoce como la época Lemúrica de nuestro desarrollo terrestre. En esa época tenemos que registrar un gran acontecimiento cósmico: la salida de la Luna de nuestra sustancia terrestre. Fue precisamente este acontecimiento el que marcó el ritmo adecuado para el desarrollo del hombre. En aquella época nuestra tierra era muy diferente en forma y temperatura a la de hoy. La temperatura era mucho más alta, por lo que los humanos de hoy no podrían haber vivido en esta tierra. La forma también era muy diferente. Muy gradualmente la tierra se hizo tan densa que se formaron sustancias sólidas en ella. Y cuando ayer dijimos que los cuerpos se endurecieron, no debe entenderse físicamente, sino en términos de fuerza y calidad. Algunas materialidades se disolvieron. Toda la tierra estaba en un estado ardiente-líquido y sólo gradualmente se hizo más y más firme. Esto no debe entenderse como si se hubiera vuelto dura y gruesa en el sentido físico actual, sino que tiene que ver con la fuerza y la calidad. Estas fuerzas son tales que habrían momificado al hombre. Del estado fundido de la tierra surgieron mas tarde formaciones semejantes a islas, y las criaturas que en ellas habitaban guardaban un lejano parecido con nuestros animales y plantas actuales. Durante la primera mitad de la época Lemúrica, sin embargo, el propio hombre no moraba directamente sobre la tierra, sino en la esfera sobre la tierra en un cuerpo delgado y finísimo; se trataba de seres humanos más espirituales. Al principio de la época Lemúrica el hombre todavía no tenía la fisicalidad posterior ni comía el tipo de alimento más sólido.  De hecho, incluso al final de la Lemuria no se encontraban las formas del cuerpo humano, que ya se había convertido en el más denso en sustancia, dotado de los huesos de hoy en día. La sustancia de que se componía el cuerpo físico humano era todavía blanda, gelatinosa, de modo que exteriormente apenas se diferenciaba del resto de la sustancia. Aquellas almas que habían descendido a la tierra demasiado pronto tomaron este tipo de sustancia terrestre más densa en sus cuerpos. Las personas menos espirituales ya vivían entonces en la tierra, las demás aún por encima de la tierra. 

Fue sólo ahora, durante la época Lemúrica, debido a la eyección de finas cenizas y masas metálicas fluido-ferrosas, cuando se pusieron los primeros cimientos del reino mineral. Estas masas formaron el principio, por así decirlo, de las islas. Esta es una manera más pictórica de expresarlo, pero así es como el proceso de densificación gradual se presenta a la visión clarividente. De estas masas surgió lo que podemos llamar un reino vegetal y sólo más tarde el reino animal. Llevaría demasiado lejos si intentara contarles en detalle cómo se densificó el mundo físico. Todo descendió realmente de esferas superiores, incluso los continentes al densificarse. Pero el ser que hoy es el hombre aún permanecía, por así decirlo, en una esfera por encima de la tierra. Los hombres vivían en esta esfera más etérea y allí desarrollaban sus cuerpos más finos. Los cuerpos etérico y astral del hombre no estaban aún fuertemente ligados al cuerpo físico, sino más libres de él. Sin embargo, con la solidificación del cuerpo físico, que ahora se hacía progresivamente más denso, la conexión con los cuerpos etérico y astral se hizo más estrecha. En lugar de flotar sobre la tierra, el hombre se convirtió en un ser que pisaba la propia tierra.

En aquel tiempo, una importante influencia se estableció sobre el hombre. Si no hubiera existido tal influencia, ¿Qué habría sido de él? Durante largos, largos siglos habría permanecido como un ser sin iniciativa, sin independencia interior, como un autómata, impulsado por las fuerzas de los seres espirituales superiores. Las fuerzas de los seres espirituales afluían perpetuamente a sus cuerpos físico, etérico y astral. Entre estos seres había algunos que trabajaban principalmente sobre su cuerpo astral y que ellos mismos habían permanecido atrasados en su propia evolución; éstos eran los seres luciféricos. Éstos arrastraron al hombre al plano físico más rápidamente de lo que lo habían hecho los seres espirituales buenos y normalmente evolucionados.

Los seres luciféricos eran espíritus que en realidad deberían haber concluido su cometido en la Antigua Luna. Si hubieran ejercido entonces su influencia sobre los hombres, sólo habrían podido obrar sobre el cuerpo astral, porque éste era el miembro más elevado de la constitución del hombre en la Antigua Luna. Sin embargo, eran incapaces de hacerlo porque eran seres rezagados. Tampoco podían afectar al yo, porque en la Antigua Luna no conocían su existencia. Los seres luciféricos habían evolucionado hasta el punto de poder trabajar sobre el cuerpo astral del hombre, pero mientras tanto el hombre mismo había progresado y el yo se había incorporado a él. Los seres luciféricos todavía no podían trabajar sobre el yo; los seres superiores lo hacían, y también sobre el cuerpo astral, pero sólo a través del yo. Estos seres superiores no se habrían permitido trabajar directamente sobre el cuerpo astral, pues esa era una tarea que ya habían realizado durante el período de la Antigua Luna.

Si los seres luciféricos no hubiesen ejercido ninguna influencia sobre el hombre, sólo los seres superiores habrían trabajado sobre su cuerpo astral por medio del yo, purificando así el cuerpo astral. Sin embargo, en lugar de esto, durante la época Lemúrica los seres luciféricos trabajaron directamente sobre el cuerpo astral del hombre desde todos los lados y, en consecuencia, el cuerpo astral estuvo expuesto a todas las influencias que deberían haber sido trabajadas en la Antigua Luna. Como resultado, se implantaron en el hombre impulsos, deseos y pasiones que no le habrían tocado en suerte si sólo sobre él solo hubiesen trabajado los seres superiores. Los dioses no habrían permitido que estas influencias tuvieran acceso a él. La influencia luciférica tuvo un doble efecto sobre el hombre. En primer lugar, un cierto entusiasmo, un cierto celo podía encenderse en él para hacer una cosa u otra; pero este celo no estaba guiado por su yo, no estaba influido por los seres superiores que trabajaban en él. En segundo lugar, se le permitía separarse de los seres superiores, hacer el mal, pero también tener libertad. Así, la iniciativa, el entusiasmo y la libertad del hombre se debían a los seres luciféricos, pero también existía la posibilidad de hacer el mal. Los seres luciféricos se insinuaron en el cuerpo astral del hombre. En el fondo, esto sigue siendo así hoy en día; son ellos los que, por un lado, hacen al hombre libre y, por otro, le incitan al mal.

Debido al hecho de que el cuerpo astral del hombre estaba impregnado por los seres luciféricos, fue conducido prematuramente a la tierra desde la atmósfera superior. De ello son esencialmente culpables los seres luciféricos. Ellos fueron la causa del deterioro y la densificación prematura del cuerpo astral del hombre; de lo contrario, éste habría permanecido durante mucho tiempo en la atmósfera. Esto, en la Biblia, se llama Paraíso.

Así pues, la expulsión del Paraíso se debió a la influencia de los dioses. Hay que imaginarse, pues, la tierra en su estado de fluido hirviente y al hombre siendo conducido por los seres luciféricos demasiado pronto hacia la tierra en la que se estaban formando los continentes. En aquella época, el cuerpo astral del hombre todavía tenía una influencia mucho mayor sobre su entorno, mayores poderes mágicos que los que tuvo más tarde; todavía no existía una separación tan drástica entre las leyes de la naturaleza y la voluntad del hombre. En este sentido, un hombre malvado hoy no podría causar ningún daño especial a la naturaleza. Sería incapaz de ello. En aquella época era diferente. Los deseos malignos en el alma del hombre tenían un efecto visible y mágico en la naturaleza; atraían las fuerzas del fuego por encima y sobre la tierra. Con sus malos deseos y su voluntad mágica, el hombre hacía arder las fuerzas de la naturaleza. Hoy en día esto ya no es posible, pero en aquella época el fuego brillaba en el aire cuando los hombres eran malvados.

A través de la maldad de masas de seres humanos y del hecho de que el hombre sucumbió demasiado completamente a la influencia de los seres luciféricos y se prestó al mal, se encendieron las fuerzas del fuego en Lemuria. Así, Lemuria pereció como resultado de los voraces incendios y de la maldad de una gran parte de su población. Los seres humanos que se salvaron se dirigieron a Occidente, a un continente situado entre las actuales África, Europa y América, la Atlántida. Allí continuó la evolución de la humanidad durante largos, largos siglos. El número de seres humanos aumentó gradualmente y las almas que habían ido a Júpiter, Marte, etc., durante el período de desolación, bajaron a este continente. El proceso duró mucho tiempo. Fue así como se desarrolló el concepto de raza en la antigua Atlántida. En ocultismo se dice que en la Atlántida había seres humanos cuyos cuerpos estaban habitados por almas que antes habían estado en Marte, Júpiter, Venus, etcétera.

Se les llamaba hombres de Marte, hombres de Júpiter, por ejemplo. Las formas externas de los cuerpos diferían por esta razón. Durante toda la primera mitad de la Atlántida, la textura del cuerpo humano era mucho más blanda, mucho más flexible, y cedía a las fuerzas del alma. Estas fuerzas del alma eran esencialmente más poderosas de lo que son hoy, y tanto moldeaban como dominaban al cuerpo físico. Un hombre de la antigua Atlántida habría sido capaz de romper una vía férrea, digamos, con facilidad, no porque sus fuerzas físicas fueran fuertes, ya que su sistema óseo aún no se había desarrollado, sino a través de sus fuerzas mágicas, psíquicas. Una bala de cañón, por ejemplo, podría haber sido repelida por esta fuerza psíquica. La densidad de la carne no se desarrolló hasta más tarde. Un fenómeno similar se encuentra todavía hoy en ciertos lunáticos que, debido a la liberación de fuertes fuerzas psíquicas -en esa condición el cuerpo físico no está debidamente conectado con los cuerpos superiores- pueden levantar y lanzar objetos pesados.

Como en la Atlántida el cuerpo físico del hombre era todavía flexible, podía ajustarse más fácilmente a los procesos de la vida del alma; la estatura física podía hacerse disminuir o aumentar de tamaño. Si, por ejemplo, un hombre en la Atlántida era, digamos, estúpido o sensual, caía en la materia, por así decirlo, y se convertía en un gigante de estatura. Los seres humanos más inteligentes desarrollaban una constitución delicada y eran de menor estatura; los que eran torpes eran gigantes. La forma externa del hombre estaba mucho, mucho más fuertemente influenciada por las fuerzas del alma que en la actualidad, donde la sustancia se ha vuelto rígida. Los cuerpos de los hombres se desarrollaban de acuerdo con las cualidades del alma, y esto explicaba las grandes diferencias entre las razas.

Cuando los mitos y leyendas han descrito a los enanos como inteligentes y a los gigantes como torpes, reconocemos una vez más el reflejo de una tendencia profunda y oculta. Cuando un alma bajaba de nuevo a la Tierra desde Marte, las cualidades con las que había estado conectada allí continuaban durante mucho tiempo influyendo en ella y en el cuerpo que habitaba. Este hecho explica las diferencias de razas y características raciales. Si la evolución de la humanidad hasta la mitad de la época atlante hubiera transcurrido sin la influencia de Lucifer, el hombre habría desarrollado entonces una conciencia pictórica imbuida de un alto grado de clarividencia. Habría habido en su alma algo que, a través de su poder, le habría revelado el mundo exterior en imágenes internas; no habría percibido los objetos exteriores a través de sus ojos. 

Como resultado de la influencia luciférica el hombre había percibido el mundo físico en una etapa temprana, pero no correctamente. Veía el mundo exterior a través de un velo, por así decirlo. La evolución que le proporcionaron los seres divino-espirituales consistió en que, en lugar de la conciencia embotada y clarividente con la que percibía su mundo interior en imágenes, habría visto el mundo exterior pero de tal manera que detrás de todo lo material habría estado presente el espíritu. Habría visto el espíritu detrás del mundo físico. De repente, -pero, por favor, no se lo tomen al pie de la letra, pues el proceso fue evidentemente largo-, el mundo exterior se le habría aparecido al hombre en un momento determinado; él se habría despertado. El mundo interior se habría desvanecido de repente, pero la conciencia del espíritu de donde se originó ese mundo habría permanecido. El hombre no sólo habría visto las plantas, los animales, etc., sino también el espíritu del que procedían. 

Debido a que los seres luciféricos hicieron descender al hombre a la tierra demasiado pronto, el mundo exterior tuvo el efecto de ocultarle el mundo del espíritu; la materia física se volvió opaca para él. De lo contrario, habría visto a través de ella el fundamento espiritual primordial del mundo. Como el hombre descendió demasiado pronto a la materia, ésta le resultó demasiado densa y no pudo penetrar en ella. Pero desde mediados de la época atlante en adelante, otros seres espirituales rezagados pudieron impregnar esta materia, a consecuencia de lo cual quedó como enturbiada, se volvió turbia, y el hombre ya no pudo contemplar lo espiritual. Estos eran los seres ahrimánicos o mefistofélicos. Mefistófeles, - Ahrimán no es el mismo ser que Lucifer. A través de la falsedad Zaratustra llama a Ahriman el mentiroso. Él enturbia la pureza del espíritu del hombre, le oculta lo espiritual.

Ahriman viene después de Lucifer e infunde en el hombre la ilusión de que la materia es una realidad en sí misma. Así pues, en su progreso, durante el cual los seres divino-espirituales quisieron que su influencia actuara sobre él, el hombre se dejó someter a otras dos influencias: las de Lucifer, que asalta al hombre en su naturaleza interior, en el cuerpo astral, esforzándose por confundirlo y extraviarlo, y la de Ahrimán, que, actuando desde el exterior, engaña al hombre hasta cierto punto, haciendo que el mundo exterior se le aparezca como maya, como materia, Debemos hablar de Lucifer como el espíritu que actúa en el interior del hombre. Ahriman, por el contrario, es el espíritu que extiende la materia como un velo sobre lo espiritual y hace imposible el reconocimiento del mundo espiritual. Estos dos espíritus frenan al hombre en su desarrollo hacia la espiritualidad. Fue especialmente la influencia ahrimánica la que se afirmó en el hombre e hizo perecer la parte atlante de la tierra.

En Lemuria, con sus fuerzas mágicas, los hombres tenían un fuerte efecto sobre la naturaleza. Podían, por ejemplo, controlar el fuego. Los atlantes ya no eran capaces de esto. Pero con su voluntad podían controlar las fuerzas germinales en las que se esconden profundos secretos: las fuerzas del aire y del agua. El fuego estaba fuera de su control. Tengamos claro que cuando hoy miramos una locomotora, construida y controlada por el hombre, se trata de algo muy diferente. Hoy en día el hombre sabe cómo hacer que las fuerzas contenidas en el carbón sirvan a sus propósitos, para convertirlas en fuerza propulsora. Este proceso significa que controla la fuerza mineral sin vida del carbón. Los atlantes, sin embargo, controlaban la fuerza vital contenida en las semillas. Piensen en la fuerza vital que hace que las briznas de hierba broten de la tierra. Esta fuerza vital era extraída de la semilla por los Atlantes y puesta en uso. En los cobertizos donde los atlantes guardaban sus "naves aéreas" almacenaban enormes reservas de semillas, igual que hoy almacenamos carbón.

Con la fuerza acumulada de las semillas propulsaban sus vehículos. Cuando el clarividente mira retrospectivamente a aquella época, ve estos vehículos cerca de la tierra, en el aire que todavía era denso hasta cierto punto; equipados con una especie de aparato de gobierno, se elevaban y se movían. Los atlantes controlaban estas fuerzas. Ahora bien, es impensable imaginar que las fuerzas de las plantas, -las fuerzas del alma, es decir-, puedan aplicarse por medios mágicos sin influir al mismo tiempo en las fuerzas del aire y del agua. Cuando la voluntad del atlante se volvió hacia el mal y utilizó estas fuerzas con fines egoístas, evocó simultáneamente las fuerzas del agua y del aire, las liberó, y como resultado la antigua Atlántida pereció. Los continentes llegaron a existir gracias a la cooperación de los elementos y el hombre. Pero ahora la influencia ahrimánica pudo hacerse gradualmente tan fuerte que el hombre ya no podía ver lo espiritual. Detrás de la materia física no podía ver nada excepto el elemento mineral, lo inorgánico, y con ello los poderes mágicos se desvanecieron cada vez más completamente de él.

En la época atlante, el hombre era capaz de controlar y dominar la fuerza vital del reino vegetal. En la época Lemúrica estaba dentro de su poder controlar las fuerzas seminales de los animales, y de hecho llegó al punto en que el hombre Lemúrico aplicó estas fuerzas seminales de los animales para transformar formas animales en formas humanas. Cada acción mágica de este tipo realizada por el hombre con las fuerzas seminales, provoca una liberación de las fuerzas del fuego. Cuando tal voluntad se vuelve maligna, se generan y evocan las peores fuerzas de la magia negra. Hoy en día, las fuerzas más malignas de la tierra siguen siendo liberadas cuando los magos negros manipulan mal las fuerzas que, en general, son ocultadas a la humanidad. Estas fuerzas son poderosas y al mismo tiempo sagradas. Son fuerzas que, en las sabias manos de guías dignos, pueden aplicarse al servicio más elevado y puro de la humanidad.

El hombre se volvió gradualmente incapaz de moldear su cuerpo. Los cartílagos y los huesos, los componentes duros, se integraron en él y el parecido del hombre con su estatura actual aumentó constantemente. Fue en la época atlante cuando tuvo lugar por primera vez lo que se ha descrito y, por lo tanto, es comprensible que la antigua Atlántida no pueda ser encontrada por los investigadores modernos. Las esperanzas abrigadas por los sabios de poder encontrar todavía huellas de la evolución humana en aquellos tiempos antiguos, nunca se cumplirán, porque el hombre era entonces un ser cuyos miembros consistían todavía en una sustancia blanda y flácida. Un cuerpo así no puede conservarse, del mismo modo que después de cien años no se encuentran restos de los moluscos de cuerpo blando. Todavía se pueden encontrar restos de animales de épocas antiguas porque los animales ya se habían endurecido mientras que la constitución del hombre era todavía blanda y flexible. Los animales descendieron a la materia demasiado pronto; no pudieron esperar. De las primeras figuras humanas que se habían hecho físicas demasiado pronto han surgido las figuras humanas más raquíticas. Las figuras humanas más nobles permanecieron más tiempo sobre la tierra y se mantuvieron blandas y flexibles. Esperaron hasta que pudieron evitar una época durante la cual se habrían visto obligadas a permanecer inmóviles en una cierta fase de endurecimiento, como en el caso de los animales. Como no pudieron esperar, los animales han permanecido en un estadio de rigidez y endurecimiento.

Hasta aquí se ha descrito la evolución de la Tierra hasta el momento en que se desencadenaron las fuerzas del agua y pereció la antigua Atlántida. Los seres humanos que se salvaron de la Atlántida se dirigieron, por un lado, hacia América y, por otro, hacia Europa, Asia y África. Estas grandes migraciones continuaron durante largas eras.

Pensemos una vez más en la antigua cultura atlante. En el período más antiguo, el hombre poseía fuertes poderes mágicos. Con estos poderes controlaba las fuerzas de la semilla, dominaba las fuerzas de la naturaleza y, en cierto modo, aún era capaz de ver en el mundo espiritual. La clarividencia se desvaneció entonces gradualmente. Los hombres estaban destinados a fundar la cultura perteneciente a la tierra; debían descender a la tierra en sentido real. Así, al final de la Atlántida había dos tipos de seres humanos dentro de los pueblos y razas. En primer lugar, en el apogeo de la cultura atlante había videntes, clarividentes y poderosos magos que trabajaban por medio de fuerzas mágicas y eran capaces de ver en el mundo espiritual. Junto a ellos había personas que se preparaban para ser los fundadores de la humanidad actual. Ya tenían en su interior los rudimentos de las facultades que poseen los hombres de hoy. Rotundamente, ya no podían igualar los logros de los antiguos atlantes, pero eran capaces de prepararse para la inteligencia, para la facultad de juicio. Poseían las facultades elementales de cálculo, computación, análisis, etcétera. Fueron ellos quienes desarrollaron los rudimentos de la inteligencia actual y dejaron de utilizar las fuerzas mágicas aplicadas por los magos atlantes en una época en que su aplicación ya estaba cargada de peligros a causa de la poderosa influencia ahrimánica. Eran aquellos "otros", el pueblo despreciado, más bien como los antropósofos de hoy que se reúnen en pequeños grupos, o como los primeros cristianos de la antigua Roma que se reunían en las catacumbas.

Ahora bien, en la Atlántida había también centros de cultura y rituales -los llamaremos los Oráculos Atlantes- donde se albergaba y practicaba lo que se denomina la sabiduría atlante. De acuerdo con las diferencias en las almas humanas debido a que habían descendido a la tierra desde diferentes planetas, había necesariamente diferentes Oráculos para hombres de diferentes constituciones. Había un Oráculo de Marte, un Oráculo de Júpiter, un Oráculo de Venus, etcétera. Estos Oráculos eran santuarios donde los iniciados, que eran sabios de cierto grado, guiaban y conducían a la raza de Marte, a la raza de Júpiter, etcétera. Todos estos Oráculos, sin embargo, eran dirigidos a su vez por el aún más poderoso Oráculo del Sol. Éste era el centro dirigente de los Misterios, de donde procedían las instrucciones culturales para los demás Oráculos. Además de esta dirección superior, todos los hombres de Marte estaban bajo la del centro donde residía el iniciado del Oráculo de Marte, junto con sus pupilos; todas las almas de Mercurio eran dirigidas desde el Oráculo de Mercurio, todas las almas de Júpiter desde el Oráculo de Júpiter, y así sucesivamente. Todos estos centros del Oráculo, sin embargo, estaban sujetos a la autoridad del gran iniciado del Oráculo del Sol.

Este gran líder del Oráculo del Sol, el mayor iniciado de la Atlántida, dirigió su atención sobre todo a ese sector de seres humanos que difería de la población ordinaria de la antigua Atlántida. Eran gentes sencillas que eran menospreciadas y que ya no poseían poderes mágicos. Pero fue a ellos a quienes reunió el gran iniciado porque habían desarrollado las nuevas facultades, aunque sólo fuera de forma primitiva. De ellos debía esperarse la comprensión de la nueva era. El gran iniciado reunió este material útil para el futuro, y también a los antiguos iniciados o magos que no habían persistido en aferrarse egoístamente a las prácticas anteriores. Nuestra época actual presenta un cuadro similar y puede compararse con las condiciones que prevalecían en la Atlántida en aquella época. También hoy existen, por un lado, las figuras influyentes en las formas de cultura imperantes, personas que a su manera son magos, que sólo trabajan con lo inorgánico; por otro lado, están las personas despreciadas que todavía hoy quieren trabajar para el futuro. En aquella época, en la Atlántida, los representantes de la cultura, los antiguos magos, también miraban con desprecio al pequeño número de los que habían desarrollado la nueva facultad, inútil en la antigua Atlántida. Sin embargo, el gran iniciado del Oráculo del Sol no despreciaba a estas personas; hoy en día, también, los orgullosos portadores de nuestra cultura miran con desprecio a un pequeño número de seres humanos, a los antropósofos que se reúnen en pequeños e insignificantes lugares de reunión y de los que se dice que se dedican a todo tipo de actividades insensatas. En general, son laicos poco profesionales que pretenden inaugurar el futuro. Son las personas que están desarrollando y preparando en sí mismas una facultad que a los demás les parece inútil, pero que por tener un presentimiento del futuro es capaz de crear de nuevo una conexión con el mundo espiritual. En la Atlántida de antaño se trataba de encontrar la conexión con el mundo físico, material; la tarea de hoy es descubrir de nuevo lo espiritual. Así como en aquel tiempo el antiguo iniciado reunió a su hueste localmente, dirigiendo su llamado a la gente simple y despreciada, así también hoy, bajo condiciones diferentes, -no locales-, surge un llamado de los grandes Maestros de Sabiduría que están permitiendo que ciertos tesoros espirituales de sabiduría fluyan hacia la humanidad. Aquellos que poseen ciertas cualidades responden a este llamado como lo hicieron ciertos seres humanos hace mucho tiempo; eran individuos que tenían dentro de sí talentos primitivos para el cálculo, la computación y demás.

Esta sabiduría no se imparte para que los dogmas teosóficos sean captados por el intelecto, sino para que sean comprendidos por el corazón. Un hombre es entonces lo suficientemente fuerte como para saber por qué la teosofía está ahí hoy. Está ahí para hacer frente a un gran desafío de la evolución, y quien sabe esto también encuentra la fuerza para vencer todos los obstáculos, pase lo que pase. Avanza en su camino porque sabe que lo que está destinado a suceder a través de la teosofía debe suceder para el progreso ulterior de la humanidad en el camino hacia el espíritu.

El gran iniciado del Oráculo del Sol dirigió al pequeño grupo de seres humanos y fundó una especie de centro cultural en Asia. Atrajo hacia sí a estos individuos para hacerlos capaces de fundar la cultura post-atlante. Durante la gran migración, todo lo que había surgido en la Atlántida se había mezclado, revuelto. De ello se deduce que en la época postatlante ya no hay que hablar de razas, sino de civilizaciones, de culturas.

Consideraremos ahora las civilizaciones consecutivas de la época postatlante, la primera de las cuales es la antigua India. Tras la catástrofe atlante se había salvado una notable mezcla de pueblos, que se congregaron en la India primitiva. Los seres humanos que vivían allí aún sentían el anhelo más profundo y abrumador por el mundo espiritual, sabiendo que de él habían nacido y que ahora lo habían perdido. El gran iniciado del Oráculo del Sol envió allí a los siete Rishis Sagrados. Con anhelo cargado de dolor, el hombre de la antigua India sostenía que el mundo de los sentidos es falso y que el mundo espiritual del que ha descendido es el único mundo verdadero. Por lo tanto, era fácil para los Santos Rishis enseñar lo que tenían que decir sobre la sabiduría primitiva, sobre los Misterios, a aquellos que todavía albergaban el anhelo del mundo espiritual. Para los antiguos indios, el mundo material era maya, la gran ilusión.

Ya en la segunda época cultural postatlante, la antigua época persa, prevalecía una actitud anímica diferente. El pensamiento occidental y la investigación del mundo físico se dan cuenta de que este mundo maravilloso, construido como está según leyes de perfecta armonía, es digno de ser penetrado por el espíritu. El pueblo de Zaratustra tenía una comprensión premonitoria de esto. Aquellos que tengan conocimiento del pueblo de la antigua Persia podrán distinguir claramente entre ellos y el pueblo de la India. Para estos últimos, todo lo que les rodeaba era maya, ilusión; sólo el mundo espiritual era real y una meta digna de aspiración; sólo ese mundo estaba impregnado por el yo más elevado. Tal actitud del alma no podía dominar el mundo físico. Esto fue posible por primera vez con la cultura inaugurada por Zaratustra, el gran discípulo del poderoso iniciado del Oráculo del Sol. Él sabía y enseñaba que el mundo exterior no es maya, sino la expresión de la realidad divino-espiritual, que detrás de él yace lo que Ahriman había ocultado al hombre. Lo que hay detrás del mundo de los sentidos debe ser revelado y el objetivo de Zaratustra era encontrar el espíritu en el mundo material. Esa era su misión. En Ormuzd y Ahriman se enfrentan la luz y las tinieblas.

En la tercera época, la egipcio-caldea-asirio-babilónica, el hombre ya había establecido un estrecho vínculo con el mundo físico. Levantando los ojos hacia la escritura estelar de los cielos, se le revelaron los hechos y la sabiduría de los dioses y trató de entenderlos y comprenderlos. La maravillosa sabiduría estelar del sacerdocio caldeo es un recuerdo de estos esfuerzos.

La cuarta cultura, la de Grecia y Roma, lleva al hombre hasta el plano físico. Ha llegado a amarlo tanto que ha olvidado por completo su origen. Ya no comprende el mundo espiritual. Esto se ve claramente en el dicho del héroe griego Aquiles: "Mejor ser un mendigo en el mundo superior que un rey en el reino de las sombras". La maravillosa escultura de Grecia y la ciudadanía de Roma son las señas de identidad de esta cuarta época cultural. La quinta época cultural es la nuestra. El materialismo y los grandes almacenes le dan un cierto sello característico.

El propósito de todas estas culturas es, después de todo, que el plano físico sea dominado gradualmente por el hombre. Dos corrientes fundamentales se expresan en las culturas que han existido hasta hoy. Los puntos de vista y las tendencias de sentimiento de los mundos oriental y occidental se enfrentan en la actualidad. El mundo oriental llama maya o ilusión al plano físico y no quiere enredarse con él ni en pensamientos, ni en actos, ni en sentimientos. Sin embargo, el objetivo básico de la concepción occidental del mundo es penetrar en este mundo material, llegar a comprenderlo. Exteriormente, por tanto, las cosas pueden llegar a enfrentarse, pero cada mundo tiene su propia y plena justificación. Que el mundo occidental se ocupe de la cultura exterior y desarrolle por este medio las fuerzas del alma, y que el oriental siga su camino. En la cumbre se unen.

Pensemos pues en el indio, que lleva una vida interior y espiritual, alejado del mundo exterior y material, y en el persa, que sigue viendo algo inicuo en la materia pero que, sin embargo, infunde espíritu en ella. El egipcio contempla el espíritu y sus leyes; el caldeo ve en los movimientos de las estrellas la escritura de los dioses en el espacio y venera la sabiduría estelar como la expresión. de seres divino-espirituales. Vemos al griego que supo imprimir en la propia materia el ideal de belleza y perfección de lo creado por la naturaleza; el griego personifica la época en que podemos maravillarnos ante el matrimonio entre el espíritu y la materia en las obras maestras físicas del arte. Hay que referirse aquí a un trasfondo profundo y oculto. Pensemos en el templo griego en su majestuosa pureza y belleza; es la verdadera morada del dios. La diferencia esencial entre estas obras de arquitectura y escultura y las de otras épocas culturales es que el templo griego en su forma pura es tan supremo en la perfección de sus líneas, incluso desde el punto de vista arquitectónico, artístico, que nada puede igualarlo. Cuando el alma se sumerge en estas líneas, -en las ruinas del templo en esto todavía se puede ver-, si contempla un templo dórico o jónico y tiene algo de lo que se llama conciencia espacial, percibe cómo estas líneas están realmente integradas en el espacio. Ustedes mismos son conscientes de que ciertas corrientes, están presentes en el espacio. El templo griego sigue los cursos inevitables de estas corrientes y las presenta en la realidad física. El griego crea en el espacio lo que realmente ha encontrado allí. El secreto esencial del templo griego es la presencia en él del propio dios. Mientras que la congregación de fieles es parte integrante de la catedral gótica, el templo griego es un todo en sí mismo. La catedral gótica, con sus arcos apuntados y sus ventanas, sólo es concebible junto con su congregación, cuyas manos, cruzadas en devoción, reflejan sus formas y junto con ella constituyen un todo. La espiritualidad estaba realmente presente en el templo griego; ofrecía al ser espiritual la oportunidad de descender y encontrar una morada.

Pero durante esta época, que tan bien ha sabido adornar la tierra con obras maestras del arte, los hombres perdieron cada vez más la conexión con el mundo espiritual. El mundo físico estaba lleno de brillo y luz para el hombre, pero cuando pasaba por la muerte durante la época de la cultura grecolatina, el mundo espiritual le resultaba estéril, frío y oscuro. Durante la era post-atlante, el hombre había conquistado el mundo físico pero en el mundo espiritual la tristeza y la penumbra eran su suerte. Ni siquiera los iniciados, que tanto aquí como en el otro mundo son los maestros de la humanidad, podían consolarle. Cuando contaban a los que vivían entre la muerte y un nuevo nacimiento lo que ocurría en el mundo físico, esas almas humanas se entristecían aún más; con cada fibra de su ser se aferraban al mundo material que ahora les era arrebatado. También aquí se produjo un cambio mediante el acontecimiento del Gólgota y la aparición de Cristo Jesús en la tierra. Después de su muerte en la cruz descendió a los infiernos, y a los que ya no vivían en un cuerpo físico les anunció que la vida había vencido a la muerte. De este modo, las almas pudieron ascender de nuevo al mundo espiritual.

Traducido por J.Luelmo dic.2023

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919