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GA125 Bremen, 26 de noviembre de 1910 - Cuestiones vitales a la luz de la reencarnación y el Karma

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RUDOLF STEINER

Cuestiones vitales a la luz de la reencarnación y el Karma


Bremen, 26 de noviembre de 1910



Hoy, en esta reunión de la rama, queremos tomar como punto de partida algunas cuestiones vitales que afectan a la vida humana inmediata. Luego queremos ascender un poco a aspectos espirituales más elevados. Me gustaría partir de dos cualidades humanas, dos defectos o vicios humanos que se perciben como algo poco atractivo, como algo que disminuye el valor de una persona. Queremos hablar de lo que se llama envidia y falsedad.

Si miramos a nuestro alrededor en la vida, encontraremos fácilmente que existe una antipatía bastante natural hacia estas dos cualidades humanas. E incluso si observamos a personas que en la vida son  líderes para los demás, veremos que conceden gran importancia a no tener estos dos defectos . Goethe, por ejemplo, que pasaba mucho tiempo practicando el conocimiento del alma, reflexionando sobre sus defectos, menciona: «Tengo tal o cual defecto, tal o cual mérito, pero lo que me parece más importante es que no puedo contar la envidia real entre mis defectos». -Y el gran Benvenuto Cellini dice que se alegra de no tener que acusarse a sí mismo de mentir.- Así vemos que estas grandes personalidades sentían la importancia de combatir estas dos cualidades o defectos humanos. Y la persona más sencilla e ingenua coincide con los líderes de la humanidad en su juicio o antipatía hacia estos vicios.

Si nos preguntamos por qué se condenan instintivamente estos dos defectos, nos daremos cuenta de que la envidia y la mentira carecen de un mínimo que se corresponda con una de las cualidades terrenales más importantes. No se corresponden en absoluto con lo que llamamos simpatizar con los demás. Porque si envidiamos a alguien, no nos sentimos inclinados a entregarnos a esa virtud que llega a lo más profundo, a lo más íntimo del ser, a la divinidad de la otra persona. Porque la compasión sólo tiene valor cuando no sólo somos compasivos, sino que podemos apreciar el núcleo, la esencia espiritual de la otra persona. El aprecio del ser humano, sin embargo, como base de la compasión, implica que podamos reconocer los méritos de la otra persona y alegrarnos de los éxitos y etapas de desarrollo de otras personas. Y todo esto excluye la envidia. La envidia es una característica estrechamente relacionada con el egoísmo más fuerte del hombre.

Lo mismo puede decirse de la mentira. Si decimos una falsedad, transgredimos la ley de establecer un vínculo que aglutine a todos los hombres con respecto a la verdad. Lo que es verdad es verdad para todos los hombres, y en nada como en la verdad, podemos practicar tanto el desarrollo de una conciencia que abarque a todos los hombres. Si decimos una falsedad, cometemos una ofensa contra el vínculo que debe ir de corazon a corazón humano. Así son las cosas cuando las consideramos como seres humanos. Y si las consideramos espiritualmente, sabemos que nuestras encarnaciones anteriores tienen un efecto en esta vida y que estamos expuestos a muchas influencias. Una y otra vez hay que pasar por dos grandes influencias: las dos influencias que llamamos luciférica y ahrimánica. Hoy no pretendemos hablar cosmológicamente de esto, lo que queremos es quedarnos en la vida humana e imaginar que hemos pasado por muchas encarnaciones, y que al pasar por la primera encarnación, el poder luciférico hizo efecto en nuestro cuerpo astral. Desde entonces, ese poder luciférico ha sido el poder tentador sobre nuestro cuerpo astral. En nuestro cuerpo astral existen fuerzas que son ejercidas por Lucifer. Básicamente el empeño de Lucifer es el de ganar influencia sobre el cuerpo astral humano en nuestra tierra. Tenemos que descubrirlo en todo lo que lo arrastra hacia abajo. Debemos buscarlo en todas las características que viven en el cuerpo astral como pasiones egoístas, deseos, impulsos y anhelos, y así darnos cuenta de que la envidia es una de las peores influencias de Lucifer. Todo lo que puede vivir en nuestra alma y puede ser inscrito bajo la envidia pertenece a su dominio, y cada vez que tenemos un asomo de envidia, Lucifer nos agarra por los instintos en nuestro cuerpo astral.

Ahriman, por su parte, tiene una influencia sobre nuestro cuerpo etérico, y todo lo relacionado con las perturbaciones del buen discernimiento puede atribuirse a él, tanto lo involuntario, cuando hacemos un juicio erróneo, como lo arbitrario, cuando decimos una mentira. Si somos presa de la falsedad, Ahriman actúa en nuestro cuerpo etérico.

Es interesante que los seres humanos sintamos estas influencias tan intensamente, que sintamos una antipatía tan fuerte cuando se producen, y que la gente haga todo lo posible por combatir estas dos características, la mentira y la envidia. No será fácil que haya personas que confiesen conscientemente: Quiero ser envidioso. Es cierto que en la lengua se ha colado un uso lingüístico como el de: no sabes cuanto te envidio. Pero no es una mala intención. La gente no quiere decir envidia de verdad. En cuanto nos damos cuenta de que tenemos envidia, de que estamos mintiendo, hacemos todo lo posible por combatirla. Así que tomamos la lucha contra Lucifer y Ahriman en esta área.

Ahora, sin embargo, a menudo ocurre algo que debemos tener en cuenta cuando nos dedicamos a la ciencia espiritual. Podemos luchar contra los impulsos concretos de la envidia y la mentira, pero si estos defectos se asientan en nuestra alma, si los hemos adquirido en encarnaciones anteriores y ahora luchamos contra ellos, entonces aparecen como otros defectos. Cuando intentamos luchar contra una tendencia a la envidia de encarnaciones anteriores, la envidia adopta una máscara. Lucifer dice: El hombre me combate, se ha dado cuenta de su envidia. Le entrego esta persona a mi hermano Ahriman. Y se produce otro efecto, que es consecuencia de combatir la envidia. Los defectos combatidos aparecen enmascarados. Y la envidia que combatimos entonces aparece a menudo en la vida de tal manera que nos entra el deseo de buscar las faltas de otras personas y reprocharlas ácidamente. En la vida, conocemos a algunas personas que, como si tuvieran un cierto poder clarividente, siempre encuentran los defectos y los lados oscuros de otras personas, y si llegamos al fondo de este fenómeno, éste consiste en que la envidia se ha convertido en un deseo de culpar, y esto para la persona en cuestión parece ser una característica muy correcta. Es bueno, según ellos, llamar la atención sobre la presencia de estas malas cualidades. Pero detrás de esa censura no se esconde otra cosa que una envidia transformada y enmascarada. Y debemos aprender a reconocer cuando esos defectos son originales o cuando se han transformado a partir de otros. Debemos considerar si alguien fue envidioso en su juventud. Tal vez hemos expulsado de él esa envidia y ahora se ha convertido en una persona adicta a culpabilizar.

Las mentiras también cambian muy a menudo en la vida y aparecen con distintos disfraces. La mentira puede hacer que nos avergoncemos de ella. Pero no la erradicamos fácilmente, muy a menudo se convierte en una cierta superficialidad hacia la verdad. Es importante que sepamos algo así, pues así prestaremos atención a lo que encontramos en otra persona en la vida. Tales personas se dan por satisfechas con una respuesta que nosotros nos preguntamos: ¿Cómo puede quedar satisfecho con semejante respuesta? - Ellos fácilmente dicen: ¡Sí, sí, así es, así es! - muy a menudo esto es la transformación resultado de la falsedad real. Debemos examinar la ley del karma en particular en busca de tales defectos. La gente no le presta atención, pues son la raza más olvidadiza en relación con todas las demás que se afirman en los diversos planos. 

Por ejemplo, si conocemos a una persona y permanecemos cercanos a lo largo de los años, podemos observar cómo cambian algunas cosas en esta persona. Si todavía estamos cerca después de treinta años, podríamos encontrar conexiones notables dentro de la vida de esa persona cuando miremos hacia atrás a lo largo de una vida juntos, mientras que la persona en cuestión no sabe nada al respecto y lo ha olvidado todo. Sin embargo, realmente deberíamos observar tales cosas en la vida. Se hacen evidentes conexiones importantes. Por ejemplo, cierta persona siente envidia cuando era niño. Más tarde, la envidia ya no es evidente, pero a una edad más tardía aparece transformada como una falta de independencia en la persona en cuestión, de querer depender de los demás. Aparece en forma de ideas de ser incapaz de valerse por sí mismo, de necesitar siempre a otras personas a su alrededor para aconsejar y ayudar. Una debilidad moral específica aparece como consecuencia de la transformación de la envidia. Cuando alguien tiene esta debilidad moral, siempre encontraremos que esta es la consecuencia kármica de la envidia transformada.

Y en la edad madura, esa falsedad transformada produce un carácter tímido. Aquellos que fueron mentirosos en su juventud no se atreven a mirar a la gente a los ojos en la vejez. En el ambiente rural, la gente tiene un conocimiento instintivo y elemental de esto, que no se reviste en conceptos. Dicen que no hay que fiarse de la gente que no sabe mirarte a los ojos. La timidez, la reticencia, no por modestia, sino por miedo a enfrentarse a otras personas, es la consecuencia kármica de haber mentido ya en una encarnación.

Lo que aparece como debilidad moral en una encarnación tiene un efecto organizador en la encarnación siguiente. La debilidad del alma, que es el resultado de la envidia, no puede destruir particularmente este cuerpo en la encarnación actual, donde el cuerpo ya está construido. Pero cuando pasamos por la muerte y volvemos a una nueva encarnación, estas fuerzas actúan de tal manera que se vuelven orgánicamente constructoras de debilidad, y vemos aquellas personas que en una encarnación anterior han tenido la envidia transformada, ahora tienen que enfrentarse a la debilidad de su cuerpo. Cuando decimos que un hombre es débil, -pero sin prejuicios, pues los hombres deben saber lo que es débil o fuerte-, cuando un hombre es fácilmente susceptible a tal o cual influencia, no tiene poder de resistencia, entonces sabemos que su cuerpo es débil y que tiene este cuerpo débil como resultado de la envidia transformada anterior.

Ahora debemos decirnos a nosotros mismos: Si un niño nace en un determinado entorno como un niño débil, no sólo debemos pensar que este karma interno se ha hecho efectivo, sino también que nos juntamos con las personas de nuestro entorno por razones, no por casualidad. Este aspecto del karma, que estamos adaptados a nuestro entorno, es muy fácil de entender. Un edelweiss, por ejemplo, sólo puede prosperar en el entorno al que está adaptado. También el hombre sólo puede prosperar en un entorno adaptado a él. La lógica más simple tendría que decir esto, porque sólo se puede entender la vida si se tiene esto en cuenta. Todo ser está adaptado a su entorno, nada es accidental.

Por eso nacemos entre aquellas personas a las que hemos envidiado o a las que hemos criticado. Y es por eso por lo que nacemos con un cuerpo débil, conviviendo entre aquellas personas a las que, en la encarnación anterior hemos envidiado por lo que han conseguido, o cosas por el estilo. Es de infinita importancia saber esto, porque sólo considerándolo podemos comprender la vida. Cuando un niño nace en un ambiente con un cuerpo débil, debemos preguntarnos: ¿Cómo debemos comportarnos? - El comportamiento más correcto debe ser el que moralmente es más sensato: perdonar. Esto también conducirá al mejor resultado en este caso, y también es la mejor educación para la persona afectada. Tiene un efecto tremendamente educativo si podemos perdonar amorosamente a un niño débil que nace en nuestro entorno. Cualquiera que haga esto de una manera verdaderamente poderosa verá que el niño se vuelve cada vez más fuerte como resultado. Perdonar con amor debe tener efecto hasta en el pensamiento, porque esto permite al niño reunir fuerzas para cambiar su karma pasado y llevarlo en la dirección correcta. El niño también se fortalecerá físicamente. Un niño así muestra a menudo características desagradables. Si lo amamos, -hasta lo más profundo de nuestro corazón-, esto actuará como el remedio más intensivo, y pronto descubriremos lo efectivo que es este remedio.

Lo mismo ocurre si tomamos la otra característica, la falsedad. En una encarnación, una persona se vuelve tímida en la vejez. Esta es una cualidad del alma. Pero en la siguiente encarnación esta cualidad actúa como arquitecto del cuerpo. Allí el niño no sólo se muestra débil, sino de tal manera que no puede relacionarse adecuadamente con su entorno en absoluto, que es deficiente mental. Debemos pensar que somos las personas a las que esa persona solía mentir, y debemos compensar lo malo que él nos causó con lo mejor que podamos hacer por él. Debemos tratar de enseñar a tal persona gran parte de las verdades de la vida espiritual, y entonces veremos cómo florece. Debemos tener siempre presente este pensamiento: Esa persona nos engañó mucho en encarnaciones anteriores, y debemos hacer todo lo posible para establecer una verdadera relación entre ese niño y su entorno.

Aquí vemos, cuando consideramos estas cosas, que nosotros como seres humanos siempre estamos llamados a ayudar a otras personas a que lleven a cabo su karma de la manera correcta. El que crea que debe dejar a la gente a su karma no ha comprendido nada del karma. Si encontramos a una persona que nos ha mentido y creemos que tiene que llevar a cabo su karma, demostraríamos que no entendemos el karma correctamente. Porque la idea correcta sería prestar ayuda primero si es posible. Si se dice que debemos dejar al hombre a su karma, como mucho se podría decir en el campo esotérico, pero nunca en la vida.

Pensemos que nos esforzamos por ayudar a otras personas según su karma. Tomemos a una persona que tiene una naturaleza tímida. Nos esforzamos amorosamente en ayudarle. Entonces establecemos una conexión entre esta persona y nosotros. Entonces veremos que a nosotros volverá algo cuando esta persona sea vieja. Pero debemos dejar eso al karma, no debemos especular sobre ello. Ayudar a otra persona, es algo que debemos ver como nuestro deber. Y aquí llego a una ley sutil. Cualquier cosa que hagamos por la otra persona para soportar y superar su karma siempre dará como resultado no sólo ayudar a la otra persona, sino también hacer algo por nosotros mismos. Pero si lo que hacemos lo hacemos por nosotros mismos, por ejemplo para salir adelante bastante rápido, por lo general no nos ayudará mucho. Sólo lo que una persona hace por los demás puede ser de provecho para ella. No podemos hacer nada bueno por nosotros mismos. Si ayudamos a una persona a superar su karma, se producen los mejores efectos, porque lo que hacemos por los demás es una ganancia para la humanidad. No podemos hacer nada por nosotros mismos, otros tienen que hacerlo por nosotros. Por eso tenemos que pensar en el sentido más elevado: Compasión por los demás. Si desarrollamos esta compasión en el sentido más elevado, entonces también sentimos este deber de compasión hacia otras personas en relación con la envidia y la mentira. De este modo desarrollamos un sentido de solidaridad que se extiende a todas las almas humanas.

La humanidad es generalmente propensa para que cada ser humano individual siempre sienta su conexión con la humanidad entera. Y este sentimiento en sus diversas expresiones de vida debe vivir también en sus batallas contra Lucifer y Ahriman. Al tratar de ayudar a las personas débiles que tienen un cuerpo físico que se ha debilitado bajo la influencia de la envidia superada, al darnos cuenta de cómo debemos comportarnos con estas personas, puede quedarnos claro que el mundo está lleno de estos impulsos de Lucifer y Ahriman, y cómo pueden ser superados en el curso de la evolución terrenal. Cuando cada ser humano persigue tales conexiones en sus sentimientos, necesariamente llega a tener un sentimiento cada vez más profundo de la humanidad en general. Hasta cierto punto, existe la posibilidad de que cada ser humano sienta algo que pueda conectarle con todas las personas. Este sentimiento ha cambiado mucho a lo largo de la evolución humana.

Si nos remontamos tres o cuatro milenios atrás, el sentimiento de lo que la gente tenía como humanidad general era claramente pronunciado en todas las personas. Si retrocedemos más y más, a lo largo de las culturas postatlantes, hasta la antigua Atlántida, -donde también estuvimos encarnados-, y si retrocedemos aún más, llegamos a una encarnación en la que por primera vez descendimos a un cuerpo físico. Hace tres o cuatro milenios, la gente se decía a sí misma que antes de eso estábamos en un cuerpo espiritual. En todas las personas de esta época, encontramos sentimientos así de sabios. Y el alma se preguntaba: ¿Qué eres porque eres un ser humano? Y se respondía a sí misma: Antes de descender a mi cuerpo por primera vez, antes estaba en un mar de vida y tejido divino-espiritual.  Yo estaba en ella, y también todas las demás almas humanas. Ese era nuestro punto de origen común. Un sentimiento tan básico en las almas humanas hacía posible sentirse fraternal, universalmente humano, porque se sentía que el origen de todas las almas humanas era común. Y si recordamos cómo en todas las antiguas escuelas de misterios se trabajaba con las personas para hacerlas buenas personas, en todas partes se daba el caso de que para hacer a las personas buenas personas y hacerlas receptivas a los sentimientos más profundos, más íntimos, más conmovedores, se hacía referencia al origen común, al origen común de todos los seres humanos a partir de la fuente divina común. Y era fácil tocar esta fibra sensible del alma. Pero cada vez resultaba más difícil. Por ejemplo, si se hubiera tocado esta fibra sensible con un número tan grande de personas como las que están aquí sentadas, en aquel momento habría causado una impresión abrumadora.

Pero los sentimientos de la humanidad hacia este origen común se fueron enfriando cada vez más. Esto tuvo que suceder porque la humanidad tuvo que pasar por un cierto punto en su desarrollo. Si quisiera describir este punto, tendríamos que mirar al futuro humano, a la meta del desarrollo terrenal.

Al igual que el origen es común y todas las almas humanas han surgido de una fuente común, también todas las almas humanas se unirán en una meta común. ¿Y cómo podemos los humanos encontrar esta meta para poder seguir desarrollándonos cuando la tierra haya alcanzado su meta y se desintegre y hunda como esfera material bajo nosotros, los humanos? ¿Cómo podemos comprender esta meta de tal manera que podamos adentrarnos juntos en un futuro? La conciencia de este carácter común debe llegar hasta las fibras más profundas del alma. Esto sólo será posible cuando los humanos aprendamos a sentir hacia el futuro lo mismo que los antiguos sentían hacia el origen de la humanidad. Este sentimiento se ha ido enfriando cada vez más en la humanidad. Pero debe prenderse cada vez más en las almas la vivencia, el sentimiento, la certeza de que algo puede ser común a todos los seres humanos como meta humana. Independientemente de que tengamos tal o cual grado de desarrollo, independientemente de dónde nos encontremos en la vida, el hecho de que seamos seres humanos debe permitir que algo se produzca en nuestras almas para que podamos decirnos a nosotros mismos: Todos nos esforzamos por alcanzar una meta. Y mirando hacia esa meta, debemos ser capaces de decirnos a nosotros mismos: Esto es algo que puede concernir a todo ser humano. Debemos ser capaces de encontrar algo en nuestro interior más profundo en el que coincidamos todos en un mismo punto.

En el ocultismo esto se da con el nombre de Cristo. Porque así como hace miles de años se podía sentir, presentir y saber que nuestras almas nacen todas del origen y fuente común de Dios, así los hombres aprenderán cada vez más a decirse a sí mismos: Igual que nosotros, cuando pensamos, nos encontramos juntos en un terreno común, igual que podemos estar unidos en un pensamiento común, igual que esto puede vivir en todas las cabezas humanas, así hay algo que puede vivir como un terreno común en todos los corazones. Hay algo que puede confluir como una sangre vital en todos los corazones humanos. Si esto resplandece a través de nosotros cada vez más en las encarnaciones siguientes, entonces éstas procederán de tal manera que cuando la tierra haya alcanzado su meta, para que pase al futuro estado planetario, Júpiter, las almas humanas se unirán en lo común, el Cristo, todas serán una. Por eso, para que esto sucediera, tuvo que producirse el Misterio del Gólgota. Para ello el Cristo se hizo hombre en Jesús, para que esta corriente común de calor pueda fluir de un corazón humano a otro corazón humano. El sentimiento por la meta humana común emana de la cruz del Gólgota. De este modo se unen el pasado y el futuro. Esta es la meta del desarrollo futuro de la humanidad. El hecho de que los hombres conserven este nombre común de Cristo no es la cuestión, sino que todos los hombres aprendan a comprender que el mismo sentimiento que los hombres tenían originalmente sobre su origen común, se transformará en un sentimiento de un futuro común en la tierra.

El desarrollo de la Tierra se divide en estas dos mitades: Una va hasta la cruz en el Gólgota y la otra desde la cruz en el Gólgota hasta el fin de la tierra. Y la humanidad tiene mucho, mucho que hacer para comprender al Cristo y su desarrollo. Y cuando esto se comprenda, entonces la humanidad se encontrará en una meta común para la evolución de Júpiter. Y todas nuestros conocimientos individuales nos llevan a encontrar este principio del Cristianismo.

Si hoy hemos intentado reconocer el modo que tiene el karma para modelar el cuerpo de una encarnación a otra, entonces comprenderemos cómo pueden las personas volverse cada vez más perfectas a medida que pasan por las encarnaciones. Seguimos hablando del Cristo, sin llamarle Cristo. Apartamos la mirada de lo personal. Cuando tenemos delante a un niño que nos miente, nos decimos: Este niño nos ha mentido. ¿Cómo podemos ayudarle a cambiar su karma? No nos planteamos si nos está haciendo daño. Nos fijamos en el núcleo del ser del niño, y con eso sacamos el karma adelante. De este modo, la profunda empatía humana será cada vez más frecuente en el mundo.

Así pues, lo que llamamos ciencia espiritual, si por tal realmente entendemos la comprensión de los procesos de la vida en el sentido de la reencarnación y el karma, es la preparación para una verdadera comprensión del impulso crístico en el mundo. No es cuestión de cómo una persona exprese sus palabras, sino que quien realmente comprende la ley del desarrollo no puede ser otra cosa que un cristiano, sea hindú o mahometano o miembro de otro sistema religioso. Lo que importa es que uno recoja el impulso en el alma, que es el impulso hacia el objetivo común de la humanidad, igual que el impulso que una vez vivió en los antiguos de mirar hacia el origen común de la humanidad.

Por eso la ciencia espiritual siempre conduce al impulso crístico. No puede hacer otra cosa. Así pues, se podría entender sencillamente la ciencia espiritual tal como aparece hoy en día, de tal manera que se podría decir: Aunque la persona que llega a conocerla tal vez no quería saber nada del cristianismo cuando se hace antroposófica, ya está siendo conducida a Cristo en verdad. En realidad ya sería conducido allí, aunque quisiera luchar contra ello con palabras.

Así que hoy hemos acercado a nuestras almas lo que está directamente relacionado con la vida. Hemos visto cómo debemos comportarnos cuando un niño miente o siente envidia. Debemos darnos cuenta de que el hilo kármico recorre todas las encarnaciones del alma humana, que el karma se hila para ella según el destino, y que cuando miramos hacia atrás, hacia el origen en Dios, y luego miramos hacia la meta humana, estamos mirando de nuevo hacia Dios.

Nos remontamos a la cultura de los antiguos rishis. Ellos se referían al origen del hombre. Señalaban el mundo en el que estaba el hombre antes de descender a sus encarnaciones. Esta enseñanza penetró a través de los siglos y milenios. El gran Buda la enseñó diciendo: «Todo esto se ha perdido para el hombre por la tendencia a encarnarse, que creó la conexión con el mundo del origen». Nos exhortó a abandonar el mundo de las encarnaciones para que el alma pueda vivir de nuevo en los mundos espirituales del origen. Y al proclamar al Cristo, los profetas señalaron un futuro en el que las personas volverán a encontrar su destino correcto en la Tierra. Y entonces el Cristo mismo estará allí, entonces cumplirá el Misterio del Gólgota. Y entonces, a través de este Misterio del Gólgota, el hombre podrá ser conducido hacia el futuro divino-espiritual en la tierra. Quizá haya pocas cosas tan chocantes como dos dichos similares a los de Buda y Cristo, que pueden traernos a la mente el contraste entre los viejos y los nuevos tiempos. Buda, de pie entre sus discípulos, les señala el cuerpo y dice: «Miro hacia atrás, de encarnación en encarnación, cómo he entrado una y otra vez en un cuerpo humano como el que ahora llevo. Y este templo corporal siempre ha sido construido de nuevo para mí por los dioses. Y una y otra vez el alma trató de entrar en este templo corporal en nuevas encarnaciones. Pero ahora sé que ya no necesito volver a un templo del cuerpo. Sé que las vigas están rotas, los pilares podridos. A través de mi conocimiento he liberado mi alma de este cuerpo. Muerto es el anhelo y el deseo de volver a tal cuerpo. Ese fue un gran, un tremendo resultado del antiguo tiempo de mirar hacia atrás al origen del hombre. Buda y con él sus discípulos y seguidores se esforzaron por liberarse del cuerpo. Qué tremenda diferencia cuando el Cristo se presenta ante sus discípulos íntimos y habla así, -independientemente de cómo lo entendamos; lo tomamos como las palabras del Cristo tal como son. Cristo dice: «Derribad el templo de mi cuerpo, y yo lo reedificaré en tres días». - Él, el Cristo, no anhela liberarse de este templo del cuerpo. Quiere reconstruirlo.

No como si el propio Cristo volviera a estar allí en encarnaciones posteriores en tal cuerpo físico. Sino que lo que enseña a sus discípulos y a todos los seres humanos es a volver a este templo terrenal de encarnación en encarnación para que el impulso crístico sea cada vez mayor y más intenso en cada una de ellas, para que los seres humanos podamos absorber cada vez más de la existencia terrenal para finalmente estar allí de tal manera que podamos decir: Hemos trabajado en estas encarnaciones para parecernos más al Cristo. Y nos parecemos más a él absorbiendo en este templo corporal lo que el Cristo desde la cruz del Gólgota dejó fluir como su propio ser. Dejamos que fluya de un alma humana a otra, porque sólo así nos entendemos ahora. Esto es lo que tienen en común todas las almas humanas del futuro en la tierra. Y entonces llegará el tiempo en que la Tierra desaparecerá como planeta, en que se hará añicos, se atomizará, y en que la gente pasará a la siguiente encarnación en otro planeta en un estado espiritualizado.

La frase del gran Buda: Siento que los postes del templo de mi cuerpo ya no me sostienen, que las vigas se derrumban, -esto puede presentarse ante nuestra alma como un punto final del origen común del hombre. Y cuando miramos lo que Cristo dice a sus discípulos: «Construiré este templo del cuerpo en tres días», -esto puede ser como el comienzo del tiempo que indica la meta en la tierra. Y podemos ampliar esta frase, pues podemos decir: Que este templo caiga en la muerte, pero sabemos que utilizaremos los mejores poderes que hemos adquirido en esta encarnación para nuestra próxima encarnación. Hemos recibido estos poderes entregando nuestras almas al conocimiento de Cristo. Continuaremos progresando de esta manera de encarnación en encarnación. Cuando las personas construyan este templo corporal por última vez, habrán llegado a comprender el futuro, el objetivo común en la Tierra.

Sólo el Misterio del Gólgota puede ser el impulso común para el desarrollo de la humanidad y de la tierra.
Traducido por J.Luelmo mar,2025

GA211 Dornach, 2 de abril de 1922. Cristianismo exotérico y Cristianismo esotérico

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RUDOLF STEINER


Cristianismo exotérico y Cristianismo esotérico

CONFERENCIA 7 

Dornach, 2 de abril de 1922.

El desarrollo de la humanidad ha quedado preservado en aquellos documentos que se han conservado como documentos religiosos o como otros documentos de cosmovisión. Pero siempre hay que subrayar que además de estos documentos, que hablan a toda la humanidad a través de los tiempos y que tienen su justificación profunda en su obra externa, existen los que podemos llamar documentos esotéricos. Cuando se ha hablado en un sentido más profundo del conocimiento humano y de la visión humana del mundo, siempre se ha distinguido entre una enseñanza exotérica, a través de la cual se reconocen las cosas más externamente, y una enseñanza esotérica, que sólo puede ser penetrada por aquellos que han adquirido la preparación adecuada para ello en su propia mente. Así pues, hay que distinguir entre la visión exotérica y la visión esotérica para el propio cristianismo, especialmente para el centro espiritual del cristianismo, el Misterio del Gólgota. La visión exotérica está contenida en los Evangelios para todo el mundo. Junto a esta visión exotérica siempre ha habido un cristianismo esotérico para aquellos que querían preparar sus mentes de una manera apropiada para la recepción de tal cristianismo esotérico. Ahora bien, lo más importante en este cristianismo esotérico es lo que puede saberse del trato del Cristo resucitado, el Cristo que pasó por la muerte, con aquellos de sus discípulos que fueron capaces de comprenderle. Como ustedes saben, en realidad los Evangelios sólo hablan del diálogo de Cristo con sus discípulos de forma alusiva y temporal. Si bien lo que se dice en los Evangelios sobre este contacto entre el Cristo resucitado y sus discípulos, permite intuir que al desarrollo terrenal se incorporó algo muy especial, a través del Cristo resucitado, sin embargo, si no se avanza hacia lo esotérico, no deja de ser mas que una mera corazonada. Sin embargo, estos presentimientos encuentran un importante aporte cuando añadimos la confesión de Pablo. Esta confesión de Pablo parece tener una importancia muy especial en relación con el desarrollo terrenal, pues Pablo expresa su convicción de que sólo pudo creer en Cristo a partir del momento en que Cristo se le apareció a través del acontecimiento de Damasco, fue entonces cuando pudo tener la impresión de que Cristo había pasado por la muerte y seguía vivo después de la muerte. Pablo recibió la visión del Cristo vivo a través del acontecimiento de Damasco, y sólo hay que considerar lo que esto significa en boca de Pablo. 
¿Entonces, por qué Pablo no pudo convencerse de la verdad del ser de Cristo antes de pasar por el suceso de Damasco? Hay que darse cuenta de lo que significaba para Pablo, que en cierto modo estaba iniciado en las enseñanzas hebreas, que según el juicio humano el ser que estaba allí como el Cristo Jesús fuera condenado a una muerte ignominiosa en la cruz. Al principio Pablo no podía imaginarse que de alguna manera las antiguas profecías pudieran haberse cumplido en relación con un ser que según la ley pudiera haber sido condenado por los hombres a una muerte ignominiosa en la cruz. Al principio Pablo no podía imaginarlo. Hasta el acontecimiento de Damasco, dicha clase de muerte fue, por así decirlo, la prueba plena para Pablo de que Jesús de Nazaret no podía haber sido el Mesías, porque tuvo que sufrir la muerte ignominiosa en la cruz. Y sólo cuando Pablo hubo experimentado la aparición de Damasco, a pesar de la cual Jesús de Nazaret, o más bien el ser encarnado en Jesús de Nazaret, había pasado por la muerte ignominiosa en la cruz, sólo después de que Pablo pudo obtener esta certeza del acontecimiento, de la aparición de Damasco, se convenció de la verdad del Misterio del Gólgota. 
Así que esto significa algo extraordinariamente grande, precisamente porque Pablo lo revela como su convicción. Ahora bien, las tradiciones que aún existían en los primeros siglos cristianos ya no existen hoy. A lo sumo, siguen existiendo como notas históricas externas en sociedades secretas individuales que no las comprenden. Lo que va más allá de la escasa información sobre el Cristo después del Misterio del Gólgota, debe ser encontrado de nuevo hoy a través de la ciencia espiritual antroposófica. Hay que volver a encontrarlo, por así decirlo: ¿Qué dijo Cristo resucitado? ¿Qué dijo a aquellos discípulos que estaban presentes y que no se recogen en los Evangelios? Pues lo que se recoge en los Evangelios de los discípulos que se encontraron con Cristo Jesús en el camino de Emaús, por ejemplo, o lo que por otra parte se recoge de los apóstoles, está siempre inmerso en una tradición tal que se trata de las mentes más simples posibles que no pudieron penetrar hasta lo esotérico. Así que hay que ir más allá y preguntar: ¿Qué dijo Cristo a sus discípulos verdaderamente iniciados después de su resurrección? Si se quiere entender esto, hay que empezar desde el punto de vista de cómo la gente en la antigüedad podía sintonizarse en toda su constitución anímica con el Misterio real del Gólgota, y cómo podían entonces sintonizarse por este acontecimiento del Gólgota. 
Es extraordinariamente difícil para la gente de hoy comprender una verdad importante sobre los primeros tiempos del desarrollo humano en la tierra, la verdad de que las primeras personas que caminaron sobre la tierra no tenían el tipo de conocimiento que hoy llamamos conocimiento. A través de sus atávicas habilidades clarividentes, estas primeras personas que caminaron sobre la tierra pudieron recibir la sabiduría de los dioses. Esto significa nada menos que: pudieron ser enseñados por entidades divinas que descendieron a la tierra desde el reino de las jerarquías superiores, naturalmente de forma espiritual, y luego también enseñaron a las almas de forma espiritual. Tales enseñanzas de los propios seres divinos, que descendían de los mundos espirituales a la tierra, eran bien conocidas en los tiempos antiguos de la evolución humana en la tierra. Se trataba de un estado de éxtasis en el que los hombres podían entrar, -sobre todo los que habían pasado por la iniciación en los Misterios-, estado durante el cual se encontraban en su mayor parte fuera de su cuerpo con su alma, de modo que no dependían de las percepciones sensoriales externas, no dependían de una conversación externa, por ejemplo, que hubiera tenido que llevarse a cabo con la boca, sino que podían recibir mensajes de los dioses de una manera espiritual. No recibían en lo que hoy llamamos un sueño, sino en un diálogo espiritual vivo con los seres divino-espirituales lo que ellos consideraban su sabiduría real. Esta sabiduría se refería en primer lugar a la información que los dioses daban al hombre sobre la estancia de las almas humanas en el mundo divino-espiritual antes de su descenso a un cuerpo terrenal. Lo que las almas experimentaban antes de descender a un cuerpo terrenal a través de la concepción fue enseñado al hombre por los dioses en el estado que he descrito. La gente tenía la sensación de que en realidad sólo se les recordaba algo. Pensaban que al darles los dioses estos mensajes se les estaba recordando lo que habían experimentado en el mundo anímico-espiritual antes del nacimiento o de la concepción. Todavía se puede oír en Platón que tal cosa era ciertamente así en los tiempos antiguos. De modo que hoy podemos remontarnos a una sabiduría divino-espiritual que los hombres recibían aquí en la tierra en los estados caracterizados, no se puede decir en absoluto en el sentido impropio, sino en el sentido muy propio: de los propios dioses. Esta sabiduría era de un tipo muy especial. Pues era tal que los hombres de la tierra no sabían nada de la muerte, por extraño que esto suene al hombre moderno. Como he dicho, hoy les sonará extraño, y sin embargo es así que los habitantes más antiguos de la tierra no sabían nada de la muerte; porque el niño no sabe nada de la muerte. Las personas que fueron enseñadas de esta manera, como he indicado, y que a su vez extendieron esta enseñanza a otras personas que también tenían clarividencia atávica, estas personas se dieron cuenta inmediatamente de que sus almas habían descendido de mundos divino-espirituales, habían entrado en un cuerpo y volverían a salir del cuerpo, y contemplaron este progreso de la vida anímico-espiritual. El nacimiento y la muerte se les aparecían como una transformación, no como algo que es el principio y el fin de algo. Si se quisiera dibujar esquemáticamente, se podría decir que el alma humana era vista como capaz de seguir desarrollándose, y la vida terrenal era percibida como un punto de inflexión.
Pero el punto a y el punto b, no se veían como el principio y el fin, sino que veían la vida espiritual fluyendo. También se veía que la gente moría. 
No esperarán que compare precisamente a estas personas más antiguas con los animales, porque estas personas más antiguas, aunque eran cercanas a los animales en cuanto a su apariencia externa, tenían una vida anímico-espiritual superior en su interior. Una vez expliqué esto aquí. Pero así como un animal de hoy tampoco comprende algo de la muerte cuando ve a otro animal muerto, lo que aquella gente comprendía de la muerte era tan poco, que sólo tenía el concepto de que lo anímico-espiritual se escapaba. La muerte pertenecía a la maya, a la gran ilusión. No causaba ninguna impresión especial en la gente. Sólo conocían la vida. Aunque veían la muerte, no la conocían. No estaban implicados en la muerte con su vida anímico-espiritual. Solo veían la vida humana desde adentro. Cuando miraban detrás del nacimiento, esta vida humana se extendía más allá del nacimiento hacia lo espiritual. Cuando miraban detrás de la muerte, la vida anímico-espiritual se extendía de nuevo más allá de la muerte hacia lo espiritual. El nacimiento y la muerte no tenían importancia para la vida. La gente sólo conocía la vida, no la muerte. La gente emergía gradualmente de este estado. Y si ustedes siguen el desarrollo de la humanidad en su progresión desde los primeros tiempos hasta el Misterio del Gólgota, pueden decir que la gente se fue familiarizando cada vez más con la muerte como algo que les causaba impresión. Su alma se entrelazaba con la muerte y se convertía en una cuestión emocional: ¿Qué le ocurría al alma cuando una persona pasaba por la muerte? En los primeros tiempos, la gente no se enfrentaba a la cuestión de la muerte como el final. Como mucho, se preguntaban por el tipo especial de transformación. Se preguntaban si es el aliento el que sale del ser humano y fluye, y así el alma pasa a la eternidad, o tenían una idea diferente de cómo fluye la vida anímico-espiritual. Pensaban en la naturaleza de este flujo, pero no pensaban en la muerte como fin de la vida. Cuando se acercó el Misterio del Gólgota, sólo entonces la gente sintió realmente que la muerte tiene un significado, que la vida terrenal es algo que tiene un final. Por supuesto, no se trataba de una cuestión científica formulada filosóficamente, sino que se depositaba en el alma como un sentimiento. La gente tenía que llegar a este sentimiento en la vida terrenal, porque el entendimiento, el intelecto, tenía que penetrar en la vida terrenal para el desarrollo de la humanidad. Pero el intelecto depende de que seamos capaces de morir. Esto lo he explicado a menudo. Así que el hombre tuvo que enredarse en la muerte. El hombre tuvo que aprender sobre la muerte. la gente de los tiempos antiguos, en los que no se conocía la muerte, carecía de intelecto. La gente obtenía sus ideas a través de inspiraciones del mundo espiritual, no las pensaban. No tenían intelecto. Pero el intelecto debía afianzarse. Y este intelecto sólo puede afianzarse debido al hecho de que, -expresémoslo de un modo espiritual-, el hombre puede morir, de que lleva continuamente dentro de sí las fuerzas de la muerte. De un modo físico se podría decir: la muerte sólo puede producirse porque el ser humano deposita sales no sólo en el resto de su cuerpo, sino también dentro de su cerebro, es decir, deposita componentes minerales-sólidos, componentes muertos. El cerebro contiene constantemente la tendencia a los depósitos de sales (* ver GA128), a las formaciones óseas que no se han materializado. Así, el cerebro contiene continuamente la tendencia a la muerte. Esta inoculación de la muerte tenía que venir sobre la humanidad. 
Y de esta necesidad, de que la muerte desempeñara realmente un papel en la vida humana, lo único que surgió fue el conocimiento externo de la muerte. Si las personas hubieran seguido siendo como eran en la antigüedad, que en realidad no conocían la muerte en absoluto, entonces nunca podrían haber desarrollado un intelecto, porque el intelecto sólo es posible en un mundo en el que reina la muerte. Así es como puede verse desde el lado humano. Pero también se puede ver desde el lado de las jerarquías superiores. La situación es algo diferente. Las jerarquías superiores contienen en su esencia las fuerzas que formaron Saturno, el sol, la luna y finalmente la tierra. Si las jerarquías superiores hubieran pronunciado entre sí, por así decirlo, su enseñanza hasta el Misterio del Gólgota, habrían dicho: 
Podemos formar la tierra a partir de Saturno, el sol y la luna. Pero si la tierra, sólo contuviera dentro de sí lo que pudimos incorporar de Saturno, el sol, la luna, nunca se habrían desarrollado seres que sepan algo de la muerte, que puedan por tanto desarrollar el intelecto dentro de sí. Nosotros, como tales jerarquías superiores, somos capaces de dejar surgir de la Luna una Tierra en la que los seres no saben nada de morir, pero en la cual tampoco pueden desarrollar el intelecto. Es imposible para nosotros, jerarquías superiores, modelar la tierra de tal manera que proporcione las fuerzas para que las personas desarrollen el intelecto. Allí debemos permitirnos involucrarnos con un ser completamente diferente, un ser que viene de caminos distintos a los nuestros, el ser ahrimánico. Ahriman es un ser que no pertenece a nuestra jerarquía. Ahriman entra en la corriente evolutiva de una manera diferente. Debemos involucrarnos con este Ahriman. Si toleramos a Ahriman dentro de la evolución terrestre, si le concedemos una parte, entonces nos trae la muerte y, por tanto, el intelecto, y podemos dar cabida en el ser humano a la muerte y el intelecto. Ahriman conoce la muerte. La conoce porque está entrelazado con la tierra, porque ha recorrido caminos a través de los cuales está conectado con el desarrollo de la tierra. Es un conocedor, un sabio de la muerte. Por lo tanto, también es el maestro del intelecto. Los dioses tuvieron que involucrarse con Ahriman, si se puede decir así. Tuvieron que decirse a sí mismos: La evolución no puede progresar sin Ahriman. 
La cuestión es que Ahriman puede ser absorbido por la evolución. Pero si Ahriman es absorbido por la evolución y ahora se convierte en el señor de la muerte y, por tanto, del intelecto, entonces la tierra ya no es nuestra, entonces Ahriman, que sólo tiene interés en intelectualizar toda la tierra, reclama la tierra para sí.

Los dioses se enfrentaban a la gran cuestión de perder en cierto modo el control de la tierra a manos de Ahriman. Sólo había una posibilidad: que los propios dioses aprendieran algo que no podían haber aprendido en sus mundos de dioses, que no estaban impregnados por Ahriman, que los propios dioses aprendieran sobre la muerte en la tierra a través de uno de sus emisarios, el Cristo. Un dios tenía que morir en la tierra, y tenía que morir de tal manera que esto no se debiera a la sabiduría de los dioses, sino al error humano que se impondría si sólo Ahriman tuviera el dominio. Un dios tenía que pasar por la muerte, y tenía que vencer a la muerte. De modo que el Misterio del Gólgota significó para los dioses: el enriquecimiento de sus conocimientos a través de la sabiduría de la muerte. Si ningún dios hubiera pasado por la muerte, la tierra se habría vuelto completamente intelectualista sin entrar nunca en la evolución que los dioses habían previsto para ella desde el principio.

La gente no conocía la muerte en la antigüedad. Pero aprendieron sobre la muerte. Tuvieron que enfrentarse a la sensación: Con la muerte, es decir, con el intelecto, entramos en una corriente de desarrollo completamente diferente de aquella de la que venimos. Ahora bien, el Cristo enseñó a sus iniciados que había venido de un mundo en el que la muerte era desconocida; había aprendido sobre la muerte en la tierra, había vencido a la muerte. - Si se comprende esta conexión entre el mundo terrenal y el mundo divino, entonces se sabe cómo reconducir el intelecto hacia la espiritualidad. Así es como se podría expresar aproximadamente el contenido de las enseñanzas esotéricas que el Cristo dio a sus discípulos iniciados. Lo que les dio fue precisamente la enseñanza de la muerte tal como aparece desde el escenario del mundo de los dioses. Si uno desea darse cuenta de toda la profundidad de esta enseñanza esotérica, ha de quedar claro para el hombre que comprende toda la evolución de la humanidad, que los dioses han conquistado a Ahriman aprovechando sus poderes para la tierra, pero han debilitado su poder al llegar a conocer ellos mismos la muerte en el ser del Cristo. En efecto, los dioses han introducido a Ahriman en la evolución terrestre, pero al utilizarlo le han obligado a descender a la evolución terrestre, no a llevar a cabo su propio gobierno hasta el final. Quien ha llegado a conocer a Ahriman desde el Misterio del Gólgota, y quien lo conoció antes, sabe que Ahriman ha estado esperando el momento histórico-mundial en que pudiera intervenir de tal manera que este efecto no sólo se ejerciera sobre el inconsciente y el subconsciente de los hombres, como ha sido desde los tiempos atlantes -lo saben por mi «Ciencia Oculta»-, sino que también pudiera intervenir en la conciencia de los hombres. 

Si se quieren aplicar expresiones humanas a la voluntad divina, debería decir: Ahriman esperó con anhelo el momento en que pudiera penetrar la conciencia humana con su poder. Ahora se sorprendió al descubrir que no había sabido antes sobre la decisión divina de enviar a la tierra a un ser, el Cristo, que atravesó la muerte. Esto hizo posible la intervención de Ahriman, pero su dominio real se vio truncado. Desde entonces Ahriman ha aprovechado todas las oportunidades para llevar a las personas al mero uso de su intelecto; incluso hoy Ahriman no ha renunciado a la esperanza de que logrará llevar a las personas al mero uso de su intelecto. ¿Qué significaría eso? Si Ahriman lograra inculcar completamente en la gente la convicción, de modo que toda otra convicción desapareciera de la tierra, de que el hombre sólo puede vivir en su cuerpo, de que no puede separarse de su cuerpo como ser anímico-espiritual, entonces el alma humana estaría tan embargada por la idea de la muerte que Ahriman podría ejecutar fácilmente sus planes. Esto es lo que Ahriman siempre espera. Y se puede decir, por ejemplo, que en la mente de Ahriman, -si se puede hablar de mente con Ahriman, pero es comparativo-, había una alegría especial, -siempre uso expresiones humanas para eso para lo que en realidad habría que idear otras-, que en la mente de Ahriman había una alegría especial en el tiempo desde los años cuarenta del siglo XIX hasta hacia finales del siglo XIX, porque en el dominio predominante del materialismo Ahriman podía esperar de nuevo su dominio sobre la tierra. Incluso fue posible que la teología se volviera materialista durante este período. He mencionado cómo la teología se ha vuelto anticristiana, cómo el teólogo de Basilea Overbeck escribió un libro en el que intentaba demostrar que la teología moderna ya no es cristiana en absoluto. Otra vez Ahriman podría esperar. Y una oposición a Ahriman en realidad sólo está presente hoy en día en tales enseñanzas como las que fluyen a través de la antroposofía. Cuando, a través de la antroposofía, la independencia del ser anímico-espiritual, independiente del ser físico, se vuelve clara para las personas, entonces Ahriman debe primero renunciar a su esperanza.

Esta lucha del Cristo contra Ahriman ya es posible de nuevo, de modo que una idea de ella puede surgir en el Evangelio en el relato de la tentación. Pero el asunto sólo puede comprenderse plenamente si uno se da cuenta, como he explicado a menudo aquí, de que Lucifer desempeña un papel más importante en el desarrollo anterior de la humanidad y que Ahriman sólo ha tenido influencia sobre la conciencia humana desde la época del Misterio del Gólgota. Antes de eso también tuvo una influencia sobre la humanidad, pero no realmente sobre la conciencia. Si se mira dentro de la mente humana, hay que decir que el punto más importante en la evolución terrenal de la humanidad es cuando el hombre aprende a reconocer que en el impulso Crístico vive un poder a través del cual él mismo, cuando se une a él, vence a la muerte en sí mismo. Visto desde el mundo espiritual exterior, esto significa que desde el lado de las jerarquías pertenecientes a Saturno, Sol, Luna, Tierra, etc., Ahriman ha sido atraído hacia la evolución terrestre, pero sus pretensiones de poder han sido limitadas al ponerlas al servicio de la evolución terrestre. En cierto modo, Ahriman se ha visto obligado a entrar en la evolución terrestre. Sin él, los dioses no habrían podido introducir el intelectualismo en la humanidad. Si a través del acontecimiento Crístico no se hubiera roto la cúspide del dominio de Ahriman, éste habría intelectualizado interiormente toda la Tierra y la habría materializado exteriormente. En el Misterio del Gólgota no sólo se trata de un acontecimiento místico interior, sino ciertamente de un acontecimiento exterior que, sin embargo, no debe representarse en el sentido de una investigación histórica material externa, sino que debe representarse de tal manera que signifique la incorporación del ahrimanismo al desarrollo terrenal, pero al mismo tiempo, en cierto modo, la superación del ahrimanismo. Así tenemos una batalla de los dioses que tuvo lugar a través del Misterio del Gólgota. El hecho de que allí tuviera lugar una batalla de los dioses era algo que también formaba parte del contenido de las enseñanzas esotéricas que el Cristo enseñó a sus discípulos iniciados después de su resurrección.
Si describiéramos lo que prevalecía allí como cristianismo esotérico, entonces podríamos decir que la gente en los antiguos tiempos de la evolución terrenal sabía que estaba conectada con los mundos de los dioses. Conocían los mundos de los dioses a través de las revelaciones que les he descrito. Pero de estos mundos de los dioses no podía llegarles ninguna comunicación sobre la muerte, porque en estos mundos de los dioses la muerte no existía, y para el propio hombre la muerte no existía, en el sentido de que sólo se podía reconocer la progresión firme y continua de su alma y su espíritu a través de las instituciones de los dioses. El hombre veía acercarse aquí el sentido de la muerte. Pudo adquirir un cierto poder de aferrarse al Cristo para superar la muerte, es decir, el desarrollo humano interior. Pero la enseñanza esotérica que el Cristo proporcionó a sus discípulos iniciados consistió precisamente en el hecho de que él les contó, que lo ocurrido en el Gólgota es el reflejo de acontecimientos sobrenaturales, de una relación que tuvo lugar entre los mundos de los dioses, que están conectados con Saturno, el sol y la luna, y con la tierra anterior, y Ahriman. Que uno no puede limitarse a mirar la cruz del Gólgota como la expresión de algo terrenal, sino que la cruz del Gólgota tiene un significado para todo el cosmos, ese era el contenido del cristianismo esotérico. Tal vez se pueda tener una idea de lo que se entiende por cristianismo esotérico si se expresa el asunto así: Supongamos que dos discípulos esotéricos de Cristo, que avanzaban cada vez más en su aceptación del cristianismo esotérico, hablaban entre sí cuando aún luchaban por salir de la duda. Uno podría haberle dicho al otro: El Cristo que nos enseña ha descendido de los mundos conocidos desde la antigüedad. Sabían de los dioses, pero de aquellos dioses que no podían hablar de la muerte. Si sólo hubiéramos permanecido con ellos, nunca habríamos aprendido de la naturaleza de la muerte. Los propios dioses tuvieron primero que enviar un ser a la tierra para aprender la naturaleza de la muerte a través de uno de los suyos. Lo que los dioses tuvieron que hacer para conducir el desarrollo terrenal hacia el fin correcto parece que nos lo enseña Cristo tras su resurrección. Cuando le seguimos, aprendemos algo que la gente no ha podido saber hasta ahora. Aprendemos lo que los dioses han hecho entre bastidores de la existencia del mundo para promover el desarrollo terrenal de la manera correcta. Aprendemos cómo trajeron a las fuerzas de Ahriman y no permitieron que se convirtieran en la ruina de la humanidad, sino para el beneficio de la humanidad. Había algo profundamente conmovedor en lo que se le impartió a los discípulos iniciados, como una enseñanza esotérica del Cristo resucitado.
Y un discípulo como el que acabo de citar podría haber seguido diciendo: Hoy ya no sabríamos nada en absoluto de los dioses, porque estamos enredados en la muerte, si el Cristo no hubiera muerto y resucitado y, tras su resurrección, nos hubiera comunicado las experiencias de los dioses a través de la muerte. Como humanos, nos hundiríamos en una época en la que ya no podríamos saber nada de los dioses. Los dioses buscaron un camino para poder hablarnos de nuevo. Y este camino pasaba por el Misterio del Gólgota. El hecho de que la gente volviera a acercarse a lo divino, del que se había distanciado, fue lo esencial que pasó del cristianismo esotérico a los discípulos. Los discípulos estaban imbuidos de esta enseñanza estremecedora en los primeros tiempos del desarrollo cristiano. Y muchos hombres, de los que en la historia sólo se nos habla por detalles externos, llevaban dentro de sí el conocimiento que sólo podía haberles llegado o bien por haber tenido la enseñanza del propio Cristo resucitado en los primeros tiempos, o bien por haber estado en relación con maestros que habían tenido esta misma enseñanza. Más tarde todas estas cosas se exteriorizaron. Se exteriorizaron tanto que los primeros predicadores del cristianismo concedían gran importancia a poder decir que habían tenido un maestro que seguía siendo alumno de un discípulo de los apóstoles. Se trataba de un desarrollo continuo, de modo que el que les enseñaba aún había visto a uno que había visto a un apóstol y, por tanto, a uno que había llegado a conocer al Señor mismo después de su resurrección. Este desarrollo vivo todavía se valoraba en los primeros siglos; pero al llegar a la humanidad posterior, ya se había exteriorizado. Se había convertido en una representación histórica externa. Pero esencialmente se remonta a lo que acabo de caracterizar para ustedes aquí. Y la incorporación del intelecto, que comienza sobre todo en el siglo IV, V después del Misterio del Gólgota, que experimenta luego el vuelco especial en el siglo XV, donde comienza el quinto período post-atlante, este desarrollo del intelecto lo llevó al punto de que ya no se tenía la antigua sabiduría, a través de la cual aún se podían comprender tales cosas, y la nueva sabiduría aún no estaba desarrollada. 
La gente olvidó durante una época, por así decirlo, lo que era esotéricamente importante en el cristianismo. Como ya he dicho, quedaron notas al respecto en las sociedades secretas, pero sus miembros, en todo caso en los tiempos modernos, ya no comprenden a qué se refieren estas notas; en realidad se refieren al hecho de que las enseñanzas fueron dadas por el Cristo resucitado a ciertos discípulos iniciados. Supongamos que la antigua enseñanza hebrea no hubiera sido regenerada por el cristianismo, porque tendría que haber sido aquello de lo que Pablo estaba absolutamente convencido antes del suceso de Damasco. Pablo pensaba algo así: Existe una doctrina tradicional. Originalmente existía como una revelación divino-espiritual que había llegado a las personas espiritualmente en tiempos primitivos, como acabo de caracterizarla hoy. Después fue preservada a través de la palabra escrita. En el pueblo hebreo había escribas que sabían por las Escrituras lo que se había conservado de la antigua sabiduría de los dioses. De estos escribas surgió el juicio que condenó a muerte a Cristo Jesús. Así que un hombre como Pablo, cuando todavía era Saulo, se fija en la antigua sabiduría de los dioses.
A partir de esto fluye hasta los escribas de su tiempo lo que esta sabiduría de los dioses ha llegado a ser para el hombre. Cuando hombres destacados se dedicaron a las Escrituras, esta sabiduría de los dioses sólo podía conducir a que se pronunciaran sentencias justas. Un hombre inocente condenado a la muerte de cruz: ¡imposible, imposible! si todo ocurriera como en la condena de Cristo Jesús. Sólo el gobernador romano Poncio Pilato, que ya estaba instintivamente enredado en una visión del mundo completamente distinta, fue capaz de pronunciar la palabra significativa: ¿Qué es la verdad? - Para Pablo, cuando aún era Saulo, no había posibilidad siquiera de pensar que lo que había ocurrido después del justo juicio no debía ser verdad. ¿A qué convicción tuvo que llegar Pablo? A la convicción de que lo que una vez vino de los dioses como verdad puede ser error entre los hombres, que los hombres han sido capaces de convertirlo en error, en un error tan fuerte que el más intachable pasa por la muerte de cruz. Para que quede bien claro, hagamos un dibujo esquemático de esto:
Sabiduría original de los dioses, desciende hasta la sabiduría de los escribas, contemporáneos del Misterio del Gólgota dentro del hebraísmo (blanco). Allí sólo puede haber verdad, debió pensar Saulo. Pero había que pensar de otra manera. Pablo, cuando todavía era Saulo, se dijo: «Si éste es realmente el Cristo, el Mesías, que ha pasado por la muerte de cruz, entonces debe haber error en esta corriente (rojo). Debe haber error mezclado con la verdad, porque debe ser el error el que llevó al Cristo a la cruz; es decir, la antigua verdad de Dios debe haberse convertido en error en el hombre. Por supuesto, Saulo sólo podía convencerse por el hecho de que esto es así. Sólo el propio Cristo pudo convencerle cuando se le apareció, como sucedió en el suceso de Damasco. Pero, ¿qué significaba esto para Saúl? Significaba que la antigua sabiduría de los dioses ya no existía, sino que lo Ahrimánico había fluido en ella. Así Pablo llegó a comprender que el desarrollo de la humanidad había sido tomado por un enemigo, y que este enemigo era la fuente del error en la tierra. Al traer el intelecto, trae también la posibilidad del error, y cuando el error aparece en su forma más grande, se convierte en el error que lleva a la cruz a los que no tienen culpa. Primero hay que llegar a la convicción de que los inocentes pueden ir a la cruz. Esta fue la primera manera de comprender cómo Ahriman se abrió camino en la evolución de la humanidad, y cómo un acontecimiento suprasensible y sobrenatural estuvo presente en la evolución del yo humano cuando tuvo lugar el Misterio del Gólgota. Lo esotérico nunca puede ser meramente místico. Siempre es un gran malentendido reinterpretar el mero misticismo como esoterismo. Lo esotérico es siempre un reconocimiento de hechos que ocurren en el mundo espiritual como tal, que están detrás del velo de lo sensorial. Y detrás del velo de lo sensorial está el desbordamiento entre el mundo de los dioses y el mundo ahrimánico, tal como tiene lugar a través de la muerte de Cristo Jesús en la cruz. Sólo en un mundo, -como Pablo podía sentir ahora-, en el que el ser humano está apresado por los poderes ahrimánicos, puede producirse el error que podría haber conducido a la muerte en la cruz. Y ahora, cuando había comprendido esto, reconocía la verdad del cristianismo esotérico. Por lo tanto, Pablo era definitivamente uno de los que pertenecían a los iniciados en este sentido. 

Pero esta iniciación se fue desvaneciendo bajo la influencia del intelectualismo. Y hoy necesitamos volver a un conocimiento del cristianismo esotérico. Hoy necesitamos volver a saber que no sólo lo exotérico pertenece al cristianismo, del que los Evangelios pueden, en efecto, despertar premoniciones. Todavía hoy se habla poco de lo esotérico. Pero la humanidad debe volver a aquello para lo que apenas existen documentos externos, aquello que debe ser visto a través de la ciencia espiritual antroposófica, aquello que el propio Cristo enseñó a sus discípulos iniciados después de su resurrección con la condición de que sólo podía enseñarlo después de haber tenido una experiencia en la tierra que no podría haber tenido en el mundo de los dioses de arriba, pues en el mundo de los dioses no hay muerte hasta el Misterio del Gólgota. Ningún ser había pasado por la muerte allí. Cristo es el primogénito que pasó por la muerte desde el mundo de las jerarquías relacionadas con la evolución terrena en Saturno, Sol y Luna. 
La incorporación de la muerte a la vida, ése es el secreto del Gólgota. Antes se conocía la vida sin la muerte, ahora se aprendía la muerte como un componente de la vida, como una experiencia que fortalece la vida. La vida que vivió la humanidad cuando aún no conocía la muerte era más débil. La humanidad debe vivir más fuerte si quiere atravesar la muerte y seguir viviendo. Y la muerte, en este sentido, también significa intelecto. Las personas necesitaban un sentido de la vida relativamente débil cuando aún no tenían que luchar con el intelecto. La antigua humanidad, que recibían el conocimiento de los mundos divinos en sus revelaciones interiores, no morían interiormente. Ellos siempre permanecían vivos. Podían reírse de la muerte porque permanecían vivos internamente. Los griegos aún hablan de lo felices que eran los antiguos porque antes de morir estaban tan anestesiados interiormente, por así decirlo, que no se daban cuenta de que se acercaban a la muerte. Pero eso ya era el último vástago de esta visión del mundo, que no sabía nada de la muerte. El hombre más nuevo experimenta el intelecto. El intelecto nos hace interiormente fríos, nos hace interiormente muertos. El intelecto nos paraliza. Cuando desarrollamos el intelecto, en realidad no vivimos. Sólo tenemos que sentir que en realidad no vivimos si pensamos que estamos vertiendo nuestra vida en imágenes intelectuales muertas, y que necesitamos una vida fuerte para sentir como una vida creadora, lo que está en la formación muerta del intelecto, si entramos en ese reino donde los impulsos morales provienen del poder del pensar puro, donde aprendemos a comprender la libertad del hombre a partir de los impulsos del pensar puro. Intenté describirlo en mi «Filosofía de la libertad». Esta «filosofía de la libertad» es en realidad una visión moral que quiere ser una guía para revitalizar los pensamientos muertos como impulsos morales, para llevarlos a la resurrección. En este sentido, el cristianismo interior forma parte definitivamente de esa filosofía de la libertad. He querido utilizar hoy estos argumentos para poner ante sus almas algo del cristianismo esotérico desde un cierto punto de vista. Es necesario en nuestro tiempo, cuando hay tanta controversia sobre la naturaleza exotérica-histórica del cristianismo, señalar esta enseñanza esotérica del cristianismo. Eso es lo que quería hacer hoy. Espero que estas cosas no se tomen a la ligera, sino que se sientan con la gravedad necesaria. Uno siempre tiene la sensación, cuando habla de estas cosas, de que es difícil introducirlas en las palabras ya abstractas del lenguaje actual. 
Por eso ayer traté de sintonizar sus almas con esto, representando en imágenes los procesos interiores del hombre, para conducirlos hoy, por así decirlo, del ser humano individual a lo que ahora es, en sentido esotérico, el desarrollo histórico de la humanidad, que retoma el Misterio del Gólgota como algo esencial en sí mismo. Cuando regrese del viaje, tal vez tengamos la oportunidad de considerar la relación del alma humana con el desarrollo del mundo a un nivel diferente. 

Traducido por J.Luelmo nov,2024

GA094 Munich, 31 de octubre de 1906 - La absorción de Manas y la preparación de Budhi en el período post atlante

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RUDOLF STEINER

La absorción de Manas y la preparación de Budhi en el período post atlante


Munich, 31 de octubre de 1906

En la conferencia anterior, hicimos un repaso de la esencia de la naturaleza humana. Hoy continuamos con esta consideración. Una vez que hayamos aprendido el significado de la evolución de la humanidad, comprenderemos mejor la idea principal de Juan. Esta evolución de la humanidad es el tema de los primeros capítulos. Lo primero que quiere decir es: es a este Cristo Jesús a quien quiero haceros comprender. En segundo lugar, el curso de la evolución de toda la humanidad está influido de un modo muy concreto por este Cristo. A partir de Cristo, el curso de la evolución del ser humano individual también se volvió muy diferente. Debemos comprender muy claramente el paralelismo entre el curso de la evolución de toda la humanidad y el del ser humano individual.

En el hombre actual los tres miembros más elevados de su ser están aún sin desarrollar. Cuanto más elevada es la naturaleza de estos miembros, tanto más tardan en acercarse al ser humano. Veamos la evolución de la humanidad en la Tierra a través de las diversas razas. Veamos la evolución de la humanidad en la tierra a través de las distintas razas. Las razas principales de los tiempos primitivos son la polar, la hiperbórea y la lemúrica. En la primera raza principal se desarrolla el cuerpo físico, en la segunda el cuerpo etérico, en la tercera el cuerpo astral, el cuerpo sensible. Hasta aquí el desarrollo del hombre en el período lemúrico.

Durante el período atlante, o sea la cuarta raza principal, se forma el alma sensible a partir del cuerpo sensible, luego el alma racional y por último, hacia el final mismo de la Atlántida, el alma consciente con el yo, con el cual comenzó la quinta raza principal, nuestra raza actual. Antes del despertar del alma consciente, las principales capacidades del hombre eran el lenguaje y la memoria. Aún no podía combinar, razonar o calcular. Sólo con el amanecer de la conciencia comienza la quinta raza principal, cuya misión es integrar manas, el yo espiritual, en el hombre, formarlo. Con el surgimiento de Manas, se desarrolla la primera subraza de esta raza raíz nuestra. Es la cultura india pre-védica. Le sigue la persa, luego como tercera la caldeo-egipcia-hebrea, y como cuarta la greco-latina. Nosotros mismos pertenecemos a la quinta subraza. Estamos pasando por la quinta etapa del desarrollo de Manas. Nos seguirá la sexta subraza con tareas aún más elevadas del desarrollo humano.

Lo que todas tienen en común es la tarea de expresar el principio del manas. Cada una de las razas lo hace de una manera especial. En detalle, sucede algo así:

En la primera subraza el cuerpo sensorial o cuerpo astral tenía que realizar el trabajo empático manásico general. Nuestro cuerpo físico actual comprende una suma múltiple y compleja de sistemas de órganos. En la época en que vivimos, comprende el sistema óseo y muscular. Todo el aparato sensorial está formado por las fuerzas del cuerpo físico. El cuerpo etérico realiza todas las funciones vegetativas, todos los órganos que sirven a la nutrición, la digestión y la reproducción. El cuerpo astral incorpora el sistema nervioso a este complejo corporal. Todos los movimientos inconscientes, todos los reflejos dependen del sistema nervioso simpático, que se extiende simétricamente a ambos lados de la médula espinal. La parte que se extiende hacia la cavidad abdominal se llama plexo solar. En tiempos de La lemuria, el sistema nervioso simpático era el verdadero órgano astral de percepción. En aquella época era de naturaleza diferente y se utilizaba para la clarividencia. Bajo la influencia del alma sensible, se incorporó la médula espinal, que luego se convirtió en el cerebro bajo la influencia del alma racional, a medida que las dos fibras de la médula espinal se ramificaban y expandían en sus extremos. El cerebro anterior sólo se formó hacia el final de la época atlante. Paralelamente a este desarrollo se produjo otro, a saber, el desarrollo superior de la respiración y de la circulación sanguínea, de los procesos de nutrición y de crecimiento.

En los albores de la quinta raza-raíz, la parte más fuerte del hombre era el cuerpo sensible, de modo que en la primera subraza, la india, manas desciende hasta el cuerpo sensible. Los líderes de esta época se esforzaban por despertar de nuevo la antigua clarividencia en su interior. Los poderes superiores del intelecto, que aún no eran lo suficientemente fuertes, se desconectaban. Así, con la ayuda del sistema nervioso simpático, se desarrolló una clarividencia onírica. Manas se hundió en el sistema nervioso simpático y, por tanto, en el cuerpo sensorial. De esta manera, todo el maravilloso mundo onírico de la antigua India se hace comprensible, la gran y vasta, pero tenue y opaca comprensión de Brahman, el fuera-de-si del antiguo sistema del yoga.

En la segunda subraza el manas se eleva aún más, se eleva hacia el alma sensible. Los Persas Primigenios representan esto para nosotros. En ellos, el yo espiritual o manas vive en el alma sensible. La primera expresión de esto es la confrontación del mundo y el alma, del mundo y el yo. Esto se expresa en la oposición de las formas espirituales de Ormuzd y Ahriman. El hombre intenta superar la dicotomía resultante mediante el trabajo. El caos, la materia desorganizada, debe ser superado por el Dios bueno que conduce a lo espiritual.

La tercera subraza vive en los pueblos egipcio, asirio e israelita. El manas o yo espiritual se eleva hacia el alma racional. Manas, en ella, trata ahora de comprender intelectualmente el mundo que le rodea. O dicho de otro modo: el ser humano se esfuerza por encontrar a Manas en el cosmos. De ahí surgen los sabios sistemas de la astrología caldea, las combinaciones entre las leyes eternas que guían y mueven el cosmos y los destinos humanos. Los sacerdotes caldeos miran a las estrellas, y así nace ese maravilloso conocimiento de los movimientos planetarios. Pero, en particular, el funcionamiento de Manas se aplica a un pueblo, el pueblo elegido. Los israelitas aplican el principio manásico de tal manera que el propio pueblo se organiza según lo mental, creado como una comunidad unida. La ley de Moisés es un reflejo de la sabiduría estelar de los sacerdotes caldeos.

En la cuarta subraza, la greco-latina, el yo espiritual penetra hasta el alma consciente. Este es precisamente el despertar de la conciencia, que se toma a sí misma por el cuello, por así decirlo. se toma a sí misma. La conciencia plenamente despierta ahora no sólo pone su intelecto y su mente en el mundo, como en la ley de Jehová, sino que en Hellas pone todo su ser en sus dioses, en puras imágenes humanas. Roma, sin embargo, recrea su yo idealizado en su Estado. Los dioses griegos y el Estado romano son, pues, la imagen de lo que el yo tiene en sí mismo y ahora pretende objetivar.

La quinta subraza, que es nuestra raza anglogermánica, tiene como objetivo expresar el yo espiritual dentro del yo espiritual, manas dentro de manas. Esto significa que el ser humano aprenderá a comprender qué es realmente el yo espiritual; el ser humano estará dentro de Manas. Manas finalmente funcionará dentro de sí mismo. Hoy en día, sólo unas pocas personas entienden realmente manas. Comprender el pensar con el pensar, captar el pensamiento en el pensar, completar el giro de la serpiente eterna, ésa es la tarea de la quinta subraza. El pensamiento es el órgano donde el ser humano se agarra inicialmente como por una esquina. El propósito de mi libro “La Filosofía de la Libertad” es estimular esto en las personas.

La sexta subraza es la futura. El yo espiritual penetra hasta Budhi; allí, en Manas, como una luz de lo alto, Budhi brilla en el hombre. Al principio, sin embargo, Budhi es todavía un don de lo alto. El concepto cristiano de gracia corresponde a este resplandor de Budhi. El comienzo de la afluencia se remonta a la cuarta subraza. Tenemos que describir este punto en el tiempo como el comienzo del Cristianismo. Y el que trajo a Budhi al mundo humano terrenal es el Cristo Jesús. Y el Cristo Jesús apareció como el portador de ese poder hasta entonces completamente ajeno.

Resumiendo: lo que el hombre ha adquirido durante las cinco razas es Manas. -Manas, el yo espiritual. Budhi viene a él como un don de lo alto, lo que corresponde a la idea cristiana básica de la gracia. Este es, pues, el tema del Evangelio de Juan. ¿Pero cómo se hizo este planteamiento? Dos cosas tenían que confluir para que Budhi se hiciera realmente efectivo: en primer lugar, las personas, como portadoras del desarrollo anterior, tenían que tener ahora un órgano para Budhi formado a partir de Manas. Tenían que estar sedientos de Budhi, sedientos de ir más allá de lo mental. El desarrollo cerebral sin conexión con los miembros superiores siempre termina en un callejón sin salida, no llega más allá de la evolución de manas, más allá de las cosas astrales.

Había personas así que, a partir del manas, llevaban un órgano anímico muy desarrollado al budhi. Así tiene que ser. No importa cuanta luz brille, si no hay ojo, no será percibida. Es lo mismo con Budhi. Había un nombre para todas las personas que habían desarrollado tal órgano, que estaban sedientas de Budhi, un nombre genérico: Juan. También es particularmente aplicable al Bautista. Cristo y Budhi son la misma corriente en términos espirituales.

Debemos considerar ahora también lo otro: Manas también remodela al ser humano físico. Gradualmente los órganos se fueron fortaleciendo, gradualmente la médula espinal que se fortalecía se integró, y cada vez se fueron formando nuevos centros de fuerza. Como siempre, los procesos físicos tenían que corresponder a estos procesos espirituales. La tarea de la quinta raza principal fue el establecimiento de Manas, correspondientemente en el cuerpo, es decir: la formación del cerebro. En la sexta raza principal: establecimiento de Budhi; terminación del corazón como músculo completamente voluntario. En la séptima raza principal: establecimiento de Atman; culminación de la respiración.

Vimos cómo se formaron el corazón y los órganos respiratorios. En el sistema circulatorio, el desarrollo de Budhi está preformado con el corazón. El corazón está justo en los inicios de su desarrollo. La anatomía se enfrenta al corazón como a un enigma, porque les abre una brecha en su teoría. El corazón es un músculo estriado, como todos los músculos voluntarios, pero en el caso del corazón es un músculo involuntario. Esto significa que está destinado a convertirse en un músculo voluntario en el futuro, cuando se forme Budhi. El corazón está organizado para el futuro, entonces será un órgano extremadamente importante. Así como manas se nutre ahora en el hombre a través de la circulación de la sangre, así manas trabajará entonces en el corazón y desde el corazón.

Veamos el desarrollo histórico antes y después de la iluminación de Budhi. Centremos nuestra atención sobre todo en la sangre. La sangre está influenciada por el sistema nervioso. Sólo cuando la evolución de manas prosigue más allá cambia la relación con la sangre. En los tiempos primitivos de todos los pueblos encontramos el fenómeno muy especial del llamado matrimonio cercano. Tenemos los pequeños grupos étnicos que se casan todos dentro de la relación sanguínea. En todos los pueblos, sin embargo, nos encontramos con la transición a los matrimonios mixtos, de modo que se produce una intensa mezcla de sangre. Por lo tanto, los grupos étnicos primitivos estaban emparentados por la sangre; tenían un antepasado común que gozaba de especial veneración, por ejemplo el progenitor Tuisto entre las tribus germanas.

Las sagas recogen fielmente los conflictos surgidos por la ruptura de los lazos de sangre. La sangre de estas comunidades tan unidas estaba influida por las partes inferiores del sistema nervioso. Esto daba al hombre clarividencia y la capacidad de distinguir intuitivamente entre el bien y el mal; tenía un instinto moral seguro. En el momento en que una persona abandona el matrimonio cercano, le resulta imposible sumergirse en la clarividencia desde dentro, desde el sistema nervioso simpático. Con el matrimonio a distancia, cesa la guía instintiva y comienza la ley externa. El instinto moral original desapareció con el matrimonio a distancia; tuvo que entrar la ley externa. De la noche del viejo instinto surgió una estrella moral. Luego vino la religión mosaica de la ley como guardiana de la moralidad. Esta fue finalmente reemplazada por una nueva luz, la luz de Cristo, la guía espiritual.

Lo que el instinto moral era para la tribu individual, Budhi o el principio crístico lo es para toda la humanidad. En Cristo este proceso se hizo carne. Cristo vino cuando los lazos de sangre tribales se aflojaron lo suficiente como para que el dios tribal pudiera transformarse ahora en un dios de todos los hombres, la hermandad de sangre pudiera y debiera ampliarse hasta convertirse en un deber hacia cada semejante, la lealtad tribal en lealtad hacia uno mismo y hacia Dios. Lo que la luz del sol es a la materia, lo que la verdad inteligible es a la mente, es la luz de Cristo en Budhi, la gracia que viene de lo alto. A través de Budhi, lo anterior ya no tiene autoridad, ni el instinto moral dado por los lazos de sangre, ni la ley sacerdotal, ni Moisés, ni siquiera las autoridades tribales, la última de las cuales era Jehová. Ahora se aplica la sentencia: "Quien no deja padre, madre y hermano por mí, no puede ser mi discípulo". Esto significa que cualquiera que no olvide los antiguos principios tribales y no transfiera el amor de la sangre a todas las personas no puede seguir a Cristo. Los antiguos dioses tribales habían hecho matrimonios indisolubles con sus pueblos; tenían que pasar con sus pueblos. El Cristo representa en el mundo un espíritu completamente nuevo que entró en la humanidad, y este espíritu se unió con el alma humana, que atraviesa toda la evolución. Los que llevaban el nombre de Juan, los hombres principales de aquel tiempo, habían llegado tan lejos que sentían con la mayor fuerza el ardiente anhelo de algo por encima de la mera legalidad y justicia, es decir, tenían sed del nuevo Hijo del Hombre. Quien satisfacía este anhelo era el Cristo, el novio del alma humana en general, la humanidad era la novia. Así que Cristo o Budhi es en verdad el Hijo unigénito de Dios: "Él debe aumentar, pero yo debo disminuir", fue el dicho de Juan el Bautista.

Uno de los mayores símbolos de esta fiesta nupcial son las bodas de Caná de Galilea, un lugar donde se reunieron todo tipo de pueblos en una mezcla colorista e internacional. Allí vemos cómo se celebra una boda. "También estaba allí la madre de Jesús", se nos dice. En el Evangelio de Juan, la madre de Jesús nunca se llama "María", del mismo modo que el escritor del Evangelio de Juan, el discípulo a quien el Señor amaba, nunca se llama "Juan". La madre de Jesús es el alma humana, y ésta debe madurar antes de que Cristo pueda obrar en ella. De ahí las palabras: "Mujer, ¿Qué tengo yo contigo? Todavía no ha llegado mi hora". Nunca una individualidad tan elevada como Cristo habría hablado así a su madre física.

El cuarto capítulo del Evangelio de Juan nos muestra a Jesús con la samaritana junto al pozo de Jacob. En este pasaje tenemos a Jacob, el representante de la deidad tribal; el pozo es: la antigua tradición de la que debemos beber y que no satisface. "Entonces la samaritana le dijo: ¿Cómo me pides de beber, siendo tú judío y yo samaritana? (Porque los judíos no tienen comunión con los samaritanos)". Aquí de nuevo nos encontramos con la ley antigua. Pero lo que fluía por la sangre tribal iba a ser sustituido por un nuevo principio de vida: el budhi. "Mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él un manantial de agua viva eterna."

El dios hecho hombre se desposó con el alma humana, el Budhi descendió a Manas, y en adelante la humanidad pudo extraer la conciencia del bien y del mal de otra fuente, la fuente del "agua viva", y ya no del pozo del padre Jacob, la legislación mosaica. Pues es en este sentido y no en otro como debe entenderse la conversación de Cristo Jesús en el pozo con la samaritana.

¿Quién era Cristo? ¿Y qué hizo por la evolución? Éstas son las grandes preguntas a las que queremos dar respuesta poco a poco. Puede que algunas cosas sigan siendo difíciles de entender ahora, por lo que primero debemos tocar poco a poco las notas que resonarán con más fuerza.

Hasta ahí llega la irradiación de Budhi.

Para la siguiente, la sexta ronda, Budhi tendría que hacer todo lo que Manas hizo en la quinta; en ella quedó el puntero del mundo al final de la quinta raza principal y la cuarta subraza. Atman se formaría entonces en la séptima ronda.

Diagrama de las razas principales ( épocas principales)

Traducido por J.Luelmo abr.2024

GA208 Dornach 23 de octubre de 1921 - La Antroposofía como Cosmosofía vol II- El conocimiento de la antigüedad como conocimiento de los ángeles luciféricos

   Índice


La Antroposofía como Cosmosofía vol II 

RUDOLF STEINER

tercera conferencia

Dornach 23 de octubre de 1921

Con el fin de obtener una ampliación de las observaciones que he hecho aquí en el último tiempo, será bueno, en primer lugar, mirar retrospectivamente en la evolución de la humanidad a aquellos tiempos en que lo que hoy llamamos conocimiento tenía un carácter muy diferente. Ya hemos hablado de este carácter diferente del conocimiento humano en épocas anteriores. Sólo con lo que hemos adquirido aquí en las últimas conferencias podremos arrojar luz sobre muchas cosas ya sabidas.

En realidad, en la época en que el saber griego y romano entraron en la historia, el conocimiento humano ha sufrido una completa transformación que lo distingue del que tenía en el pasado. En Oriente y en África aquel conocimiento que precedió al conocimiento griego y romano, era de un tipo muy diferente de aquel otro conocimiento que los griegos iniciaron magníficamente, y que a través de los romanos se hizo abstracto, y que en los últimos tiempos ha sido llevado cada vez más hacia el materialismo. Fue hacia principios del siglo VIII a.C. cuando la cognición asumió el carácter que tiene hoy, aunque con modificaciones esenciales. Hasta ahora hemos podido caracterizar la cognición más antigua diciendo principalmente que era una especie de visión instintiva. No era una vida de conocimientos basada en conceptos, sino una vida de conocimientos basada en imágenes que, aunque no eran completamente similares a nuestras imágenes oníricas, porque hacían referencia a realidades espirituales, sin embargo no vivían en el alma con la definición de nuestro mundo actual de conceptos, sino que existían más bien en forma de imágenes pasajeras en la conciencia.

Este conocimiento, sin embargo, no se refería en realidad a aquello que es el contenido de nuestro conocimiento actual, sino que se refería más bien a aquellos mundos de los que el hombre se formó a sí mismo como de los mundos primigenios, en los que aún estaba tan integrado que se separaba poco de ellos. Durante la evolución de Saturno, el Sol y la Luna, el hombre era todavía enteramente un miembro del resto del universo. Pero incluso durante el desarrollo terrenal más antiguo, la personalidad aún no estaba separada del contenido general del universo. El ser humano se sentía hasta cierto punto dentro del contenido general del universo. Desde el momento en que el hombre se aparta de su conocimiento intelectual actual, del conocimiento del intelecto, y hace algo como ciertas escuelas orientales que intentan alcanzar una especie de conocimiento mediante procesos respiratorios, se da inmediatamente el caso de que esta separación tajante del mundo deja de estar presente. En el momento en que una persona hoy en día hace los anticuados ejercicios de yoga, que todavía se dan, inmediatamente siente su personalidad disminuida y amortiguada, se siente a sí mismo, me gustaría decir, como un soplo del mundo.

Así era el carácter de la cognición en aquellos tiempos más antiguos, pero a través de esta cognición pictórica el hombre era capaz de interpretar su propio ser interior físico en el sentido que ayer expliqué. Ayer llamamos la atención sobre el modo en que el hombre de hoy capta su entorno, la manera en que luego lo conserva como concepto, y en cómo éste concepto constituye entonces su ser interior, y a partir de este ser interior puede, por así decirlo, representar una imagen de su mundo entre el nacimiento y el momento presente. Así que lo que llevamos dentro como órganos, como cerebro, pulmones, hígado, representa todo el contenido del mundo. De la misma manera que uno puede interpretar a partir de una representación un proceso que ha experimentado, y que a su vez uno lleva este proceso dentro de sí como una imaginación, así uno lleva todo el mundo dentro de sí en sus órganos internos, pulmones, corazón, etcétera. Y la antigua sabiduría consistía en interpretar estos órganos individuales, para relacionarlos con todo el contenido del universo.

Esencialmente, la cognición más antigua, que se prolongó hasta el siglo IX antes de Cristo, era un saber que interpretaba el contenido del mundo desde el ser físico interior del ser humano, el ser físico-etérico del ser humano, -por supuesto, el ser interior se veía de forma diferente a como lo ve un anatomista o fisiólogo moderno-. Cada órgano interno por separado estaba relacionado con algo en el mundo exterior, pero era este órgano interno el que se experimentaba desde dentro. Así pues, se experimentaba la estructura cerebral en imágenes poderosas, y a su vez se relacionaban las imágenes con toda la esfera celeste, de modo que, de hecho, a través de este antiguo conocimiento, uno se hacía una idea de toda la esfera celeste a partir de la estructura cerebral indicada en la imaginación atávica. Y lo que contiene la sabiduría antigua sobre el mundo surgió esencialmente de tal interpretación del hombre interior.

Pero no obstante, en realidad ni siquiera se puede decir que lo que vivía allí como cognición fuera una correcta cognición humana. El verdadero conocimiento humano, aunque no tiene por qué ser un intelectualismo seco y puro, como suele considerarse hoy en día, es sin embargo inconcebible sin inteligencia. Aquella sabiduría antigua, sin embargo, no era en absoluto una inteligencia provocada por el hombre, de modo que no se puede decir en absoluto que esta sabiduría antigua fuera un conocimiento propiamente humano. El ser humano, por así decirlo, sólo participaba de un conocimiento que realmente poseían dentro de él otros seres. Y éstos eran seres pertenecientes a la jerarquía de los Ángeles. Uno de tales Ángeles bullía a través del ser humano y era en realidad él quien tenía este antiguo conocimiento. El ser humano solo participaba de ello. Veía, por así decirlo, en el interior de este Ángel. Por lo tanto participaba en lo que el ángel reconocía. Por lo tanto, el poseedor de aquella antigua sabiduría también tenía una visión muy vaga de cómo había llegado a sus conocimientos. Simplemente se decía a sí mismo: Esto es inspiración, esto está ahí, -porque él mismo no provocaba esta sabiduría, sino que el ser angélico en él la producía.

Pero este ser angélico no era un ser como el que en estos días pasados hemos supuesto que es el ser angélico normal que acompaña al hombre a través de las diversas vidas terrestres, sino que este ser angélico tenía un carácter luciférico. En cierto sentido, todo su ser, toda su actitud, había quedado rezagado en una etapa anterior de la evolución, en la etapa de la evolución lunar. De modo que se puede decir: Ciertos seres que deberían haber pasado por su etapa normal de humanidad durante la evolución de la luna, seres luciféricos, animaron o inspiraron al ser humano para la sabiduría más antigua, y el ser humano participaba de lo que este ser angélico experimentaba en él. Lo que el hombre recibió como tal sabiduría fue un conocimiento extraordinariamente elevado. Era el tipo de conocimiento que le había sido dado al ser angélico como un conocimiento muy perfecto durante la evolución de la luna, pero no era un tipo de conocimiento que fuera realmente tan adecuado para el hombre como para saber qué hacer con él en la tierra. En la tierra el hombre se comportaba más o menos instintivamente, yo diría como un animal superior. Y entonces, sin embargo, en este ser animal aún más elevado, por así decirlo, brilló esta alta sabiduría, esta alta sabiduría que amaneció al despuntar el siglo VIII antes de Cristo.

Esta sabiduría, que en el sentido indicado tenía un carácter luciférico, en realidad sólo se extendía a todo lo que permitía al hombre reconocerse como miembro de mundos extraterrestres. Por así decirlo, el hombre aún no había entrado realmente en la Tierra con sus conocimientos. Todavía se sentía dentro de esferas superiores con su sabiduría, y en la tierra actuaba instintivamente.

Después se produjo cada vez más lo que podía surgir con el intelecto o el alma racional. El ser humano comenzó a estimular el intelecto dentro de sí mismo. El hombre comenzó a elaborar conceptos. La cultura griega se distinguió por el hecho de que en realidad aún conservaba, me gustaría decir, aquella sabiduría angélica de la antigüedad, pero reelaborada con conceptos humanos. Y una sabiduría como la de Platón nos impresiona tanto por la misma razón de que una sabiduría como la suya ya tenía la reelaboración subjetiva del mundo de los conceptos o ideas, pero al mismo tiempo la antigua sabiduría instintiva resplandecía en esta reelaboración. Por eso los escritos platónicos combinan de un modo tan maravilloso la sabiduría más elevada con la que ya vive en el elemento de lo humano-personal.

Y si se considera toda la disposición anímica de Platón, es inimaginable que pudiera haber escrito sus libros de sabiduría en otra forma que no fuera la del diálogo, por la sencilla razón de que sentía claramente lo que el hombre antiguo sentía indeterminadamente. El hombre antiguo se decía a sí mismo: la sabiduría simplemente está ahí, se apodera de mí, irradia en mí. Platón se veía a sí mismo en una especie de diálogo con el ser que traía la sabiduría a su interior. Puesto que en el diálogo, él mismo experimentaba la sabiduría, por eso también prefería expresarla en el diálogo.

Luego, sin embargo, esta actividad conceptual se intensificó rápidamente. Y en Aristóteles vemos ya el conocimiento en forma de entramado teórico.

Después, cada vez más en el cuarto período post-atlante, un cierto elemento cultural alcanza la mayor influencia, que podemos describir de tal manera que decimos: La gente sentía que una vez el alma se había impregnado de una sabiduría antigua. Sentían que seres sobrehumanos habían descendido hasta ellos y les habían traído la sabiduría. Pero también sentían cómo esta sabiduría se volvía abstracta. Ya no podían captarla; lo que había fluido hacia abajo desde los mundos espirituales en tiempos pasados fluía fuera de ellos.

Esta activación del intelecto humano, que luego dio forma a todo en lo abstracto, es lo que encontramos en el romanismo en particular. El romanismo desarrolló un ser seco, abstracto, un ser ajeno a las imágenes, un ser que quería vivir en las formas del intelecto. Mientras que a través de lo griego seguimos teniendo la sensación de que las figuras de los dioses, es decir, aquello que estaba en la base del mundo, de la naturaleza, como cosas elementales, tenían una vida interior, los dioses romanos son abstracciones, tienen un carácter conceptual rígido, acartonado. El ser lógico se impone al ser imaginativo anterior, tan extendido aún en Grecia. Después de todo, todo lo que los romanos aún tenían de imaginativo se originó en Grecia. Los romanos añadieron el elemento de la prosa, el elemento de la lógica, y luego lo desarrollaron como romanismo en épocas posteriores, razón por la cual la lengua latina adquirió el carácter lógico a través del cual había conformado la cultura durante tanto tiempo.

Pero una cosa ha sobrevivido, aún más vívidamente a través del Helenismo, algo más mortecinamente a través del Romanismo, pero luego ha continuado propagándose en los siglos post-cristianos, hasta la Edad Media, incluso hasta los albores de los tiempos modernos: la tradición de la sabiduría antigua ha continuado propagándose. Y la tradición de esta sabiduría antigua se ha propagado más de lo que la gente piensa hoy en día.

Eso que se extendía por todas partes para los sentidos no se podía captar inmediatamente con el intelecto. Se trataba de captar lo tradicional con el intelecto. De esta manera, sin embargo, lo que antes era un elemento luciférico animador interior adquirió un carácter incluso exteriormente ahrimánico. Pero esto es una máscara. En verdad es un elemento luciférico propagado por la tradición. Y lo que vemos propagarse en el romanismo desde la época del Imperio Romano a través de los siglos siguientes, que luego es saturado muy fuertemente por el elemento germánico, pero que sin embargo se conserva en la tradición, eso es un elemento esencialmente luciférico. El elemento luciférico sigue actuando. Se despoja naturalmente de su carácter original al fluir hacia el ser pensante. Se funde en la forma-pensamiento. En la lengua latina, diría, vive un elemento luciférico de forma ahrimánica.

En el arte griego, este elemento está todavía muy vivo. Después se vuelve más o menos rígido, y es interesante seguir cómo continúa en la teología, que es una doctrina de los mundos suprasensibles, pero no tiene los mundos suprasensibles en sí, sólo los tiene según la tradición. Y así surge esa corriente espiritual que es esencialmente de tipo luciférico y que lleva la antigua visión de lo suprasensible a lo teológico.

El propio cristianismo se ve envuelto en las mallas de esta teología. El cristianismo se teologiza. Al igual que en la lengua latina se produce una logización, en el cristianismo se produce una teologización. Pero el elemento vivo real del cristianismo se pierde en un elemento luciférico que lleva una máscara ahrimánica. El cristianismo vivo se convierte en una corriente cultural teologizante. Por debajo, el elemento personal real siempre está ya activo, pero todavía de forma instintiva. Todavía no puede unirse completamente con lo que viene de arriba. Y de hecho es particularmente interesante observar esto en su fase más flagrante, en la fase del Renacimiento. Allí vemos cómo vive una alta teología, que ciertamente tiene los conceptos, las ideas de lo suprasensible, pero que ya no tiene la contemplación. Tradicionalmente, en el fondo, todo está ahí en la época del Renacimiento. Lo que se conserva en el romanismo en forma teológica es sabiduría antigua, pero bajada a la vida de la imaginación. Vive lucifericamente en las imaginaciones.

Es maravilloso lo que todavía hoy se puede ver en tales elementos teologizantes, cuando uno ve los murales de Rafael en Roma, lo que realmente vive allí en ese cuadro, que se llama la Disputa, en elementos teologizantes. Sabiduría profunda, que vive más o menos en palabras, que ya no alberga puntos de vista en sí misma, sino que es la sabiduría más profunda para aquellos que pueden conectarla con puntos de vista.

También admiramos la teología que vive en la "Divina Comedia" de Dante, pero al mismo tiempo sabemos que aunque ciertos puntos de vista fueron a su vez alcanzados en la obra de Dante por su maestro Brunetto Latini, - ya lo expliqué una vez -, sin embargo con mucho la mayor parte es en realidad un elemento tradicional, teologizante, que tiene una fuerte influencia luciférica. Y vemos por otra parte cómo esos seres que llevan tal sabiduría antigua al elemento teologizante, son los que ahora llevan también el ser artístico griego, después de haberlo animado antes, más anquilosado, pero aún a través de la tradición, al arte renacentista de tal manera que Goethe ve surgir de nuevo el arte griego en su espíritu, cuando vio de nuevo este arte griego en el arte renacentista.

Hay que decir que en la teología vive un fuerte elemento luciférico, que vive en el arte tal como nos ha llegado desde la antigüedad, un arte que, para que pueda ser artístico, debe buscar preferentemente lo sobrenatural, que no puede descender completamente hasta el ser humano. Allí donde desciende, nos parece como si hubiera saltado a lo instintivo. Pues la propia vida del Renacimiento la vemos de tal modo que tiene en sí, por así decirlo, el cielo del que se le ocurren ideas, no más que ideas, ideas que incluso puede animar maravillosamente de forma artística; pero por debajo de ella vemos desarrollarse una degeneración instintiva de la vida renacentista. Es, después de todo, un magnífico, pero en realidad a veces aterrador espectáculo de la historia del mundo, ver cómo tal Papa Alejandro VI o incluso León X, por un lado, son hombres eruditos, completamente eruditos, llevando el más alto de los mundos suprasensibles en sus imaginaciones, pero que, como hombres del Renacimiento, no pueden elevar lo que es la personalidad humana a esta altura espiritual, que instintivamente degenera allí abajo. Y por eso vemos a estos terribles, hombres del Renacimiento, desplegando por un lado algo así como una vida animal superior, y por encima de ella vemos extenderse, llevando el carácter luciférico, el cielo que ha sido traído a la humanidad en una teología que es por un lado maravillosa, por otro lado bastante luciférica, según la imaginación.

Pero esto también nos lleva a la época en que otros poderes, además de estos seres angélicos más antiguos, se apoderaron de la evolución de la humanidad.

El hombre se encuentra en el medio entre el reino de los Ángeles y el reino de los animales. En épocas más antiguas, su forma física exterior era muy parecida a la de un animal, pero seguía estando animada por aquello que acabo de describirles. Los geólogos, los paleontólogos, sin tener ni idea de lo que es correcto en este campo, sacan hoy a la luz restos humanos de épocas antiguas con la frente retraída, formas humanas parecidas a animales, y creen que con ello pueden acercar al hombre al animal. Teniendo en cuenta la forma física exterior, esto está bastante justificado, pero cuantas más formas parecidas a animales volvamos a encontrar en la antigüedad, más impregnadas de sabiduría antigua están dichas formas semejantes a animales. 

Y si uno excavara estas formas animales hace algunos años en ciertas partes de Europa y ahora, con la geología y la paleontología actuales, sólo supiera decir: se trata de seres humanos con el cráneo bajo, con la frente retraída, con las cejas salientes, las cuencas de los ojos - hay que decir, si se conoce la verdad en este campo: Este ser humano, que hoy tal vez parece tan animal, que al paleontólogo exterior le parece un simio más desarrollado, pero estaba lleno de sabiduría antigua, sólo que tenía otro ser en él. Él sólo participó de ella.

Por lo que se puede decir: En la antigüedad el hombre estaba colmado de un superhombre. Este ser va creciendo cada vez más a partir de formas animales, hasta que se convierte en una especie de superanimal que combina las diversas formas animales. En este Super-animal puede establecerse ahora un ser de un tipo bastante diferente a los seres angélicos ordinarios, se  trata de un ser ahrimánico. Y en el mismo momento en que la esencia de la antigua sabiduría se desvanece en la tradición, en ese momento se hace cada vez más poderoso este ser humano, que ahora se acerca a su organización animal Así se puede decir: En la antigüedad un superhumano llena al ser humano. Crece cada vez más hacia él desarrollándose hacia arriba a partir de formas animales hasta que se convierte en una especie de super-animal que une las diversas formas animales. En este super-animal puede ahora establecerse un ser de una clase muy diferente de los seres angélicos ordinarios, un ser ahrimánico. Y en el mismo momento en que la esencia de la antigua sabiduría se desvanece en la tradición, este ser humano se hace cada vez más poderoso y atrae ahora al ser intelectual a su organismo animal. Y así vemos cómo, a partir del siglo VIII a.C., el hombre se desarrolla hacia arriba, lentamente al principio, luego cada vez más, a medida que brota de su interior una especie de ser superanimal, que es del tipo Ahrimánico.

Este ser, que en cierto sentido se encuentra con el ser luciférico en el hombre, este ser es, me gustaría decir, el otro, que se esfuerza por alejar al hombre de su camino de pureza. Podría decirse que los seres luciféricos son seres coléricos que animan al hombre, pero para en realidad no dejarle llegar a ser feliz en la tierra y para apartarle siempre de la tierra, para tirar siempre de él, por así decirlo, hacia lo suprahumano. Ellos quisieran tenerlo mucho más como un ángel que no se hunde en las funciones inferiores del organismo físico. Los seres luciféricos están furiosamente enojados con el ser humano que camina sobre dos piernas sobre la tierra, que está conectado con la tierra a través de sus funciones inferiores; estos seres quisieran despojar al ser humano de todo lo animal, y ahora, por ejemplo, en esta época de su existencia, no quisieran dejarlo bajar de nuevo a la encarnación física, quisieran mantenerlo arriba en la vida que transcurre entre la muerte y el nuevo nacimiento. Por otra parte, uno quisiera llamar a los otros, los seres ahrimánicos, seres de dolor. Pues en realidad luchan por alcanzar la forma humana, pero no pueden lograrlo por sí mismos. Es un dolor terrible por el que estos seres ahrimánicos básicamente pasan. Es como si el animal sintiera oscuridad en su interior: Deberías elevarte, deberías ser un ser humano, como si quisiera desgarrarlo todo dentro de sí. Este terrible dolor lo sienten realmente los seres ahrimánicos. Y sólo puede ser aliviado para ellos si se acercan al ser humano y se apoderan de la mente. Allí la mente apacigua este dolor. Por eso muerden la mente humana, la arañan con todo su ser, por así decirlo. El ser ahrimanico tiene algo parecido a la penetracion dolorosa de la mente humana. El ser ahrimanico quiere unirse con el ser humano para alcanzar la comprension.

El hombre es pues el campo de batalla entre lo Luciférico y lo Ahrimánico. Tanto es así que se puede decir: Lo luciférico tiene que ver con todo lo artístico, con todo lo abstracto-teológico. Lo ahrimánico es algo que surge del mundo material, que ha pasado por el reino animal, que se esfuerza penosamente hacia el hombre, que quiere apoderarse del intelecto, pero que es repelido en el hombre por el ser sobrehumano que siempre rebota, pero quiere llevarse consigo el intelecto. Es algo que quiere entrar en el ser humano una y otra vez y quiere mantener al ser humano con el mero intelecto, no quiere dejarle llegar hasta la imaginación, la inspiración, porque quiere mantener al ser humano consigo mismo para aliviar su agonía.

Todo lo que se ha formado en la humanidad desde el período Ahrimánico más reciente, preferentemente como ciencia materialista, como ciencia que proviene de este dolor de la existencia material enfriándose en el hombre, eso es de naturaleza Ahrimánica. Y vemos surgir la ciencia materialista. El hombre la forma. Como el hombre la abriga en sí mismo, Ahriman une en él su ciencia. Y así como Lucifer en particular tiene su mano en lo artístico, así Ahriman tiene su mano en la formación de lo mecánico, lo técnico, aquello que quisiera alejar el intelecto del hombre, aquello que quisiera atraerlo hacia la máquina, ya sea hacia la herramienta mecánica, ya sea hacia la maquinaria del sistema estatal. Sólo así ha llegado a ser esencialmente posible lo que vive en la humanidad moderna, lo que ha surgido, sobre todo a partir de la época del Renacimiento. Uno quisiera decir que durante el período del Renacimiento la actividad luciférica llegó a una especie de callejón sin salida; la actividad ahrimánica echó entonces raíces al otro lado de este callejón sin salida. Y vemos toda la actividad que ha existido desde el período del Renacimiento; el impulso hacia lo mecánico, hacia la ciencia sin sentido, lo vemos proceder con el carácter ahrimánico.

A eso que ha surgido desde el Renacimiento sólo puede incorporársele la idea de Cristo. Lo que ha surgido en tiempos más recientes como ciencia materialista, como tecnología industrial, es completamente Ahrimánico en su naturaleza, y si pudiera extenderse sin la concepción de Cristo, ataría al hombre a la tierra. El hombre no ascendería a la existencia de Júpiter. Pero si traemos la concepción de Cristo, si traemos una nueva vida espiritual, si traemos imaginación, inspiración, intuición a lo que sólo es conocimiento del mundo exterior, entonces redimimos al ser ahrimánico. Cómo puede representarse esta redención, lo he ilustrado en mis dramas misterio desde las más diversas perspectivas. Pero el hombre sería vencido por Ahriman si la idea de Cristo no pudiera seguir formándose como una idea verdaderamente espiritualizada, desteologizada.

Pero sería una superación del hombre por Ahrimán si la concepción crística no pudiera seguir formándose como concepción verdaderamente espiritualizada, desteologizada; La ciencia materialista, el mecanismo industrial externo entregaría al hombre a la muerte terrena, es decir, forjaría un mundo completamente distinto en el que el hombre viviría más o menos como petrificado para edificación de las entidades ahrimánicas, si la concepción Crística no impregnara a su vez de manera espiritual al ser materialista moderno, al ser mecanicista moderno.

Así que podemos decir: Lucifer interviene en todo lo que es tradicionalmente teológico, en todo lo que degenera en amaneramiento y rigidez, en todo lo renacentista; mientras que Ahriman interviene en todo lo que es sólo ciencia natural externa, sin espíritu, que no puede descubrir el espíritu en la naturaleza, y en todo lo que es mecanismo externo en la actividad humana. Los seres angélicos luciféricos, que se han salvado de la vida tradicional hasta el presente, tienen todo el interés en impedir realmente que el hombre actúe. Ellos querrían mantener al hombre por lo menos en la vida interior del alma. El ser humano se ha convertido en una personalidad. Pero estos seres angélicos no quieren dejar que el hombre fluya en sus actos hacia la experiencia, hacia la revelación de sus impulsos de voluntad. Desean mantenerlo en la contemplación interior. Lo seducen al misticismo, lo seducen a la falsa teosofía. Lo seducen a llevar una vida meramente contemplativa interior, a contemplar en lugar de actuar. 

Hacen de él un meditabundo al que le gustaría sentarse todo el día a darle vueltas a todo tipo de enigmas del mundo, pero que no quiere trasladar a la realidad externa lo que vive en su espíritu. Ellos quisieran dejar surgir mediante la observación puramente externa lo que es la ciencia externa. Bien pueden producir una ciencia como la del padre Secchi, que era un excelente astrofísico, porque podía observar con microscopio y telescopio, porque podía registrarlo, y sólo tenía algo al lado que no estaba en absoluto relacionado con ello: aquello que le fue dado por los seres luciféricos como una alta sabiduría sobrenatural-sobrehumana. Al cultivar esta sabiduría sobrehumana-sobrenatural, los seres luciféricos arrebatan lo anímico-espiritual del ser humano de la existencia terrenal. Entonces lo que es todavía tan alta ciencia materialista externa simplemente decae, eso no tiene continuación interna. No está, después de todo, impregnada de verdadera espiritualidad. Eso ya no les interesa.

Estos seres luciféricos quisieran también tener un arte lo más inerte posible, sin espíritu en el sentido de que el espíritu no entra en la forma. Siempre quieren que sólo exista el Renacimiento, lo que vivió en los tiempos antiguos. Ellos inculcan en el hombre el odio a toda nueva forma estilística que pueda surgir realmente del humano moderno. Ellos quieren propagar las antiguas formas-estilísticas, porque estas antiguas formas-estilísticas todavía están tomadas de lo no terrenal, de lo sobrenatural.

Al ser ahrimánico, en cambio, no le gustaría permitir la espiritualización, ni perseguir nada estilístico en absoluto, preferiría realizar sólo edificios bastante prosaicos, edificios utilitarios, por ejemplo, le gustaría mecanizarlo todo, ponerlo todo sólo al servicio de lo industrial, le gustaría entrar en el hombre, Querría enseñar al hombre a no valorar ningún trabajo manual como un oficio, sino sólo a suministrar modelos que luego puedan ser reproducidos por la máquina en infinitas copias, del mismo modo que Ahrimán mismo puede revelarse en un número inconmensurablemente grande de copias a través del secreto del número en muchos hombres.

En la actualidad, el ser humano está en realidad completamente atrapado en esta lucha. Sólo cuando reflexione realmente sobre lo que puede ser para él el verdadero don de Cristo: un conocimiento espiritual antroposófico y una perspectiva espiritual adecuada al tiempo presente, cuando reflexione sobre esto, encontrará el camino manteniendo el equilibrio entre lo luciférico y lo ahrimánico. Debe, por así decirlo, luchar con lo ahrimánico, pues de lo contrario tendría que caer en lo luciférico. Pero no debe, sin estar alerta, entregarse a las corrientes de Ahrimán, pues de ese modo caería en un orden mundial completamente mecanicista. Los seres luciféricos quisieran apartar al ser humano de toda actividad, hacer de él un ensimismado, un místico, al que poco a poco no le queda nada para la existencia terrenal y que, por tanto, también puede ser retirado de la existencia terrenal. Las entidades ahrimánicas quisieran mantener al ser humano enteramente en la existencia terrenal. Por eso les gustaría mecanizarlo todo, es decir, empujarlo hacia abajo, hacia el reino mineral. Así remodelarían la tierra en su sentido, sin dejarla pasar a la existencia de Júpiter. Tienen, sin embargo, el empeño de no robar al hombre su actividad, sino más bien dejarle hacer, trabajar, actuar tan fuertemente como el hombre pueda, pero todo ha de funcionar según la plantilla, todo ha de funcionar según el programa. Ahriman es el gran entusiasta de todo lo programático. Él es el inspirador de la creación eterna de estatutos. Cuando Ahriman, en algún lugar de un comité, ve que se hacen estatutos, está en su mismo elemento: primero, segundo, tercero -, primero esto debe hacerse, segundo esto debe hacerse, tercero este miembro tiene estos derechos, cuarto ese miembro debe hacer esto o aquello. Naturalmente, entonces no se le ocurre al miembro respetar estos derechos, o hacer de alguna manera lo que está escrito allí. <Pero eso no es lo que importa al principio. Cuando se redactan los estatutos, se trata de cultivar el espíritu ahrimánico. Entonces uno puede referirse al párrafo tal y tal.

Pero a Ahriman todavía le gustaría fomentar la acción, sólo que todo debe hacerse en el sentido programático, de plantilla. Todo debería ser forzado en párrafos. mañana, por así decirlo, el hombre debe encontrar en su colcha una lista de lo que tiene que hacer durante el día, y debe llevarla a cabo mecánicamente pensando, por así decirlo, sólo con las piernas, no con la cabeza. Mientras Lucifer se esfuerza por hacer que el hombre piense con la cabeza y por verter el corazón en la cabeza, Ahrimán se esfuerza por hacer que el hombre piense sólo con las piernas, por verterlo todo en las piernas.

El hombre ya está en esta batalla; y lo que tal vez expreso de forma más figurada es ya básicamente el contenido de nuestra cultura. Por un lado, vemos a aquellas personas que consideran como su ideal el poder elevarse manteniendo las piernas en la posición de estatua de Buda, musitando al Altísimo, con total falta de piernas, con la cabeza hinchada, ahondando en los abismos místicos. Por otra parte, vemos a occidentales que, por no saber lo rápido que tienen que ir de una oficina a otra, de un negocio a otro, nos dan la impresión de que en realidad llevan una cabeza sobre los hombros bastante innecesaria, una cabeza que en realidad no está presente en lo que están haciendo. Y éstos son ya los dos extremos de la humanidad en la actualidad: los sensualistas solitarios con los ojos cerrados para no ver lo que ellos mismos hacen, y los que en realidad no necesitan ojos porque siempre llevan algo en las piernas como correas, cordeles, y en el extremo de los cordeles hay un párrafo tal y tal, y así son arrastrados por el mundo como el eslabón de un mecanismo.

Vemos cómo el hombre moderno se rebela a veces contra el ahrimanismo, cómo despotrica contra la burocracia, que es puro ahrimanismo, cómo se rebela contra la manipulación de la enseñanza, etc., pero por regla general sólo para caer un poco más profundamente aún en aquello de lo que desea salir.

La única manera de salir de todo esto es dirigir toda la mente, toda la constitución anímica del ser humano, hacia el reconocimiento del espíritu, hacia aquello que a su vez impregna de espiritualidad real al ser imaginario, de modo que el espíritu real se apodera de todo el ser humano, no sólo de la cabeza. Y al apoderarse de todo el hombre puede también vencer al ser ahrimánico, y al vencerlo lo redime. No hay que decir nada en absoluto contra el ser ahrimánico. No se debe censurar, por ejemplo, lo que se vive justificadamente en el registro y en la elaboración de estatutos y en la elaboración de párrafos. Sino que todo esto debe ser espiritualizado.

En estos tiempos modernos no podemos hacer otra cosa que practicar artes ahrimánicas, por ejemplo, que escribamos en taquigrafía, que utilicemos máquina de escribir, o cosas por el estilo. Estas son todas ahrimanizaciones de nuestra cultura en el más alto grado. Pero al introducir la espiritualidad en nuestra cultura, podemos elevar incluso aquello que tiene una influencia tan alarmantemente ahrimánica, como la taquigrafía o la mecanografía, a la esfera de la espiritualidad, de modo que redimimos a Ahrimán. Es, después de todo, sólo a través de una contemplación plena de la vida espiritual que tal cosa es posible. Los que hoy viven en un estado de ánimo materialista y escriben en taquigrafía o incluso a máquina, caen profundamente en el elemento Ahrimánico. Ya ven, no es una reacción lo que se ha de proferir, la demonología que ha surgido no ha de ser mal vista; sino que los demonios mismos han de ser redimidos.

Esto también puede ser mostrado en detalle. En el fondo se puede decir que lo que los elementos ahrimánicos han arraigado en la civilización más reciente, en realidad sólo impulsa las artes ahrimánicas por una cierta predilección. Porque lo que está estenografiado o mecanografiado por esta cultura ahrimánica también podría permanecer sin ser escrito. De todos modos uno ya suele saber lo que contiene. Básicamente, no hay necesidad de arreglarlo. El contenido es indiferente. Sólo el arte ahrimánico entra en consideración allí, de cierta importancia. Pero para lo que surge espiritual-científicamente, para eso uno podrá necesitar la fijación exacta, porque es necesario expresarse de una manera exacta, precisa. Y entonces precisamente lo ahrimánico podrá prestar servicios esenciales a lo espiritual. Así se ignorará en detalle.

Pero será de muy especial importancia que la ciencia espiritual moderna penetre en las ciencias humanas individuales, que pase de las ciencias naturales sin espíritu a una verdadera ciencia espiritual unificada, que las ciencias naturales individuales sean, diría yo, capítulos de una ciencia espiritual unificada. De este modo se desahrimanizan, y gradualmente, mediante el correcto funcionamiento de los detalles, se entra en esa corriente que hoy he tenido que desarrollar ante vosotros a partir de la antítesis luciférico-ahrimánica.

No piensen que es indiferente señalar tales detalles como lo he hecho hoy. Está muy bien familiarizarse un poco, a través de imágenes como las que he utilizado, con las personas luciféricas que viven hoy, con sus piernas en la posición de Buda  y con las personas ahrimánicas que, como "codeándose en todas las calles", corren afanosamente de oficina en oficina, y que en realidad no necesitaban sus cabezas en absoluto para este ajetreo.

Quizás a veces sea más agradable oír estas cosas en abstracciones que en imágenes concretas, pero la ciencia espiritual moderna, la ciencia espiritual antroposófica, tiene la tarea de apuntar a la vida inmediata, de llamar a la vida inmediata por su nombre correcto en todas partes. Sólo así puede surgir una visión y una constitución del alma completamente sanas y concretamente verdaderas.

Esto es lo que quería añadir hoy a las reflexiones de las últimas semanas. La próxima vez intentaremos de nuevo acercarnos a la contemplación del ser humano desde un ángulo diferente.

Traducido por J.Luelmo oct,2023