GA127 Viena, 14 de junio de 1911 - Fe, amor y esperanza

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RUDOLF STEINER


Fe, Amor y Esperanza


Viena, 14 de junio de 1911

Es un gran placer para mí poder saludarles de nuevo hoy de paso y poder hablarles hoy de algunos asuntos teosóficos. En este mismo lugar, donde hace más de un año hablamos en detalle sobre un tema del campo de la cognición y la vida teosóficas, y donde retomamos muchas ideas y conceptos, podemos tocar un tema que está más estrechamente relacionado con la vida espiritual del hombre, la vida interior de la mente, y que una vez más nos señala y puede señalarnos hacia arriba, hacia las perspectivas que nos enseñarán sobre la conexión del hombre con los grandes mundos de las estrellas, con lo que llamamos el macrocosmos.

Hoy me gustaría partir de una observación, de un lema que recorre toda la historia de la humanidad y que, por un lado, expresa el anhelo del hombre de acercarse a su yo superior, pero, por otro, nos dice lo poco que puede llegar a su yo divino. En la historia griega encontramos a Sócrates yendo de un lado a otro enseñando a la gente, dirigiéndola a través de conceptos sencillos hacia la virtud, hacia todo lo que está cerca de la mente humana. Sócrates, el sabio griego, quería que sus contemporáneos apartaran la mirada de la naturaleza exterior.  Mientras sus predecesores reflexionaban sobre lo que subyace a los grandes fenómenos de la naturaleza y trataban de explicarlos, se dice que Sócrates pronunció la frase: ¿Qué nos importa la naturaleza, los árboles, los pájaros? No pueden enseñarnos a ser mejores seres humanos. - Esta frase contiene un error. Pero la cuestión aquí no es si Sócrates se equivocó, sino lo que quería. Era uno de los sabios más grandes del mundo, que hasta pagó con su vida por lo que quería.

Hay una máxima que se ha conservado de Sócrates. Su contenido conmueve a toda alma humana que quiera auto-conocerse: Él enseñó la virtud, la moral. Si el hombre pudiera realmente darse cuenta de ello, actuaría en consecuencia. Si el hombre se aparta de la moral, es sólo porque aún no se da cuenta plenamente de ella. La virtud es enseñable. El corazón humano objeta que la naturaleza humana es débil, que a menudo carece de virtud. Quien acuñó este dicho en una forma en la que vive en muchos corazones, vive de tal manera que es expresión del más profundo pesar, de disculpa, a este dicho Pablo le dio la forma siguiente: Fuerte es el espíritu, la carne es débil. Muchos reconocen en qué consiste la virtud y, sin embargo, no pueden seguirla. Esta dicotomía atraviesa toda la naturaleza humana. Basta con que inscriban este dicho en sus almas y habrán grabado la ambivalencia de la naturaleza humana. Hay algo en el hombre que se eleva por encima de él: la naturaleza humana superior se eleva por encima de la inferior. 

A través de la teosofía nos acostumbramos a no ver la naturaleza humana como algo meramente simple. El alma del hombre se nos presenta como una triplicidad. Debemos recordar aquí el desarrollo de nuestro planeta, las encarnaciones anteriores por las que ha pasado y en las que el hombre también se ha desarrollado con él. La primera encarnación de nuestro planeta fue el estado de Saturno. Aquí se puso la semilla del cuerpo físico del ser humano. Después de que este estado hubiera durado mucho tiempo, el planeta se disolvió y reapareció como el sol con los poderes del éter vital. En este estado, el éter o cuerpo de vida se añadió al cuerpo físico en el germen. De nuevo, después de mucho tiempo, el planeta se disolvió y reapareció en el estado lunar. En él, el cuerpo astral se añadió a los cuerpos físico y etérico humanos. Y después de que este estado también pasara por la disolución, la Tierra se encarnó en la forma que tiene ahora. El germen del yo se añadió ahora al ser humano como cuarto principio.

Saturno, Sol y Luna son una triada: el pasado de la Tierra. Durante este tiempo se desarrolló la triplicidad humana: cuerpo físico, cuerpo etérico, cuerpo astral. Estos son el pasado humano.

Su yo es el presente. Su futuro reside en lo que resulte de transformar la triada inferior, en la espiritualización que se logre en el proceso. Al penetrar en el cuerpo astral y aprender a controlarlo, el yo lo transforma en el yo espiritual o manas. Al penetrar en el cuerpo etérico, el yo lo transforma en el espíritu vital o buddhi. Al penetrar en el cuerpo físico, el yo lo transforma en el hombre espiritual o atman. Esta es la triada superior, el futuro del ser humano.

Ahora bien, el yo es también triple, porque el alma tiene tres aspectos, tres fuerzas básicas de las cuales está constituida, que nunca pueden separarse ni arrancarse de ella. Estas tres fuerzas son lo que hemos llamado el alma sensible, el alma racional y el alma consciente. Son partes de la individualidad que se abre paso poco a poco hacia la conciencia. También podemos describirlas con las palabras de nuestro lenguaje como inteligencia, individualidad y moralidad. En el alma sensible sentimos el alma interior; el cuerpo astral puede considerarse la parte exterior del alma sensible. El yo consciente surge del alma sensible. Dentro de las fuerzas emergentes del yo, el alma consciente se experimenta como lo interno, el yo espiritual como lo externo.

¿Hay algo que pueda indicarnos que lo que se acaba de decir es cierto? Para responder a esta pregunta, consideremos en qué nos hemos convertido a lo largo de las etapas de desarrollo de la humanidad. Nos situamos entre la triada inferior pasada y la triada anímica-espiritual luminosa en medio de ella. Hoy queremos describir esta triada con palabras tomadas de la vida inmediata, no como en el libro «Teosofía», donde se describe científicamente. ¿Qué es lo que pueden significar para nosotros nuestras deficiencias espirituales más profundas, nuestros anhelos e insatisfacciones espirituales, qué es esta triada cuando miramos a nuestra inteligencia, individualidad y virtud, a todos nuestros esfuerzos que pueden llenarnos de dicha o desarmonía? Es esta triada que podemos llamar fe, esperanza y amor. Son las tres fuerzas básicas del alma que nunca pueden serle arrebatadas.

LA FE

¿Qué es la fe? La fe es una fuerza del alma que nunca puede ser completamente eliminada del alma humana, y vive en cada ser humano. Nunca ha habido una nación que no la haya tenido, ninguna religión se ha dejado privar de ella. El anhelo de fe es lo que impregna el mundo. El alma siempre quiere tener algo a lo que aferrarse. Si este anhelo de fe no se satisface, entonces el alma atormentada se encuentra mal. Si se le priva de aquello en lo que puede creer, -como ocurre a través del materialismo-, entonces es como si al cuerpo humano se le privara del aire que necesita para respirar. Sólo que el proceso de asfixia del cuerpo es muy corto, el del alma muy largo.

A menudo se leen frases como: El conocimiento es poder - y cosas por el estilo. Ahora bien, al comienzo de la Biblia se encuentra una palabra peculiar que todavía hoy no se aprecia debidamente. Habla del árbol del conocimiento y del fruto del árbol del conocimiento que se come. Esto debe tomarse literalmente. El conocimiento es alimento, el conocimiento es alimento para el alma. El alma come lo que absorbemos como conceptos de la Teosofía. Come de lo que cree, y sólo se nutre sanamente de lo que la Teosofía le ofrece.

La fe, dicen los científicos y los materialistas, es un punto de vista superado. Yo sólo creo lo que sé, -dice el hombre moderno. Eso es un error. La fe no es una regresión al pasado, porque fe y conocimiento no son contradictorios. El conocimiento, sin embargo, es cambiante y no puede satisfacer la necesidad de fe del corazón humano. Cuando la ciencia material afirma que el mundo está compuesto de átomos y surgió por casualidad, el corazón humano dice con razón: no puedo creerlo, no encuentro satisfacción en esta hipótesis. Y puesto que el hombre no puede creer, dado que no tiene nada a lo que aferrarse con su sentimiento de fe, el alma humana no está sana, y esta alma enferma hace que el cuerpo enferme. Así es como surge el nerviosismo en el sentido moderno y se agrava cada vez más. Así es como el alma afecta al cuerpo y la persona que se ha vuelto así afecta a su entorno, al que arrastra y enferma, y a su descendencia. Por eso la humanidad degenera cada vez más, y desgraciadamente seguirá empeorando cada vez más. Es la ciencia materialista la que da a la gente «piedras en lugar de pan». El alma no tiene alimento, aunque el intelecto rebose de conocimientos. Y tal persona entonces anda por ahí y no sabe qué hacer consigo misma, no sabe a qué aferrarse, e igual que si uno le quita el aliento, el alma humana se ahoga porque no tiene alimento, no tiene alimento espiritual. Por lo tanto, la Teosofía ha venido al mundo para proporcionar alimento a la humanidad.

Cuando nos reunimos para practicar la Teosofía, no lo hacemos de la misma manera que otras asociaciones que se ocupan de literatura, bellas artes, problemas sociales y similares. No practicamos la Teosofía por curiosidad, sino para satisfacer el impulso de creer, para alimentar el alma. Por eso permitimos que los conceptos, sentimientos y sensaciones teosóficos tengan efecto en nuestras almas.

Si ahora examinamos esto en relación con el desarrollo del mundo y de la humanidad, debemos recordar que durante el estado lunar de la Tierra se añadió el cuerpo astral al ser humano. ¿Qué es este cuerpo astral? Consiste en fuerzas que siempre tienen que asir algo, que siempre tienen que adherirse a alguna parte. En su efecto, estas fuerzas son lo que experimentamos como fe, como el poder de la fe. El cuerpo astral es la fuente de la fe misma. Por lo tanto, debe recibir alimento para desarrollarse, para vivir. El deseo de alimento es el anhelo de fe. Si este poder de la fe no puede ser satisfecho, si la fe se ve privada de una cosa tras otra a la que pueda aferrarse, si no se le ofrece un buen alimento espiritual, entonces el cuerpo astral enferma y, a través de él, también el ser humano físico. Pero si recibe satisfacción de esos conceptos, ideas y sentimientos que la Teosofía extrae de la verdad, de las profundidades del conocimiento del mundo, entonces tiene el alimento espiritual que necesita, entonces tiene su satisfacción. Se vuelve fuerte y sano, y el hombre mismo se vuelve sano.

Salvo por la palabra, las opiniones han cambiado en el último siglo aproximadamente. Hace unos ciento treinta años, a una persona se la llamaba nerviosa si era un tipo firme, con músculos fuertes y lleno de vigor. Hoy en día, una persona nerviosa es una persona insatisfecha, débil, una persona enferma, aquella cuya alma busca insatisfecha de qué puede nutrirse. De todo esto se deduce que podemos llamar justificadamente al cuerpo astral el cuerpo de la fe.

EL AMOR

Una segunda fuerza básica es el amor. Nadie carece de él, siempre está ahí, no puede ser erradicado. Quien crea que el mayor odiador, el mayor egoísta, no tiene amor, se equivoca. Pensar así es totalmente erróneo. El anhelo de amor está siempre y en todo momento. Ya sea amor sexual o amor por un hijo o un amigo, o amor por algo, por una obra, siempre está ahí. No se puede arrancar del alma porque es una fuerza básica del alma. Pero al igual que el hombre necesita aire para respirar, también necesita la labor del amor, la actividad del amor para su alma. Su oponente, su obstáculo, es el egoísmo. Pero, ¿qué hace el egoísmo? No deja que el amor salga, lo aprisiona en el alma, siempre y para siempre. Y del mismo modo que el aire debe salir al respirar para que una persona no se asfixie, el amor debe salir para que el alma no se asfixie por lo que se le ha metido a la fuerza. Para decirlo mejor: el alma se quema de su propio fuego de amor dentro de sí misma y perece.

Recordemos ahora que sobre el antiguo sol, el ser humano recibió el cuerpo etérico entre sus disposiciones, que este resplandor ardiente, lleno de luz, del sol, es la disposición del cuerpo etérico. En él sólo se da otra vertiente del amor, la que es amor en el espíritu:
La luz es amor. En el cuerpo etérico, por lo tanto, se nos dan el amor y el anhelo de amor, y al cuerpo etérico podemos llamarle justificadamente el cuerpo del amor: luz y amor.

La frase: el amor es el mayor de los bienes, es una verdad. Pero también puede tener las consecuencias más desastrosas. Esto se puede ver en la vida cotidiana, y les daré un ejemplo de mi propia experiencia. Una madre quería mucho a su hija pequeña, y por amor le dejaba hacer todo lo que quería. Nunca la castigó, cumplía todos sus caprichos. La hija pequeña se convirtió en una envenenadora, y lo hacía por amor. El amor debe ir emparejado con la sabiduría, debe convertirse en un amor iluminado, sólo entonces puede funcionar verdaderamente bien. La enseñanza teosófica está llamada a aportarle esta sabiduría, a darle esta iluminación. Y cuando el hombre haya absorbido todo cuanto se dice y se enseña acerca de la evolución del mundo, acerca de esta cosa aparentemente tan lejana, tan distante, cuando él haya comprendido lo que se comunica acerca de la relación del hombre con el macrocosmos, entonces el hombre llegará a ser un ser tal que su amor iluminado se enfrentará a su prójimo para ver dentro de él, para poder comprenderlo y convertirse así en amor iluminado hacia el prójimo.

A menudo oímos a la gente decir que la vida es aburrida y vacía. Este sentimiento se extiende incluso al cuerpo. La causa es la fuerza insatisfecha del amor. Cuando el mundo rechaza nuestro amor, sentimos dolor. Si hacemos algo por amor, tenemos que hacerlo porque el alma lo necesita, igual que los pulmones necesitan aire. La Teosofía no vino al mundo por curiosidad científica o para presentar al mundo una opinión científica, -de eso ya tenemos más que suficiente, pues hay mil cuestiones que esperan solución-, sino para dar a la humanidad la plenitud de la vida. Todavía nos estamos uniendo en pequeños círculos, pero estos círculos pronto se harán más y más grandes, y un día seremos capaces de resolver las mil preguntas de hoy.

¿Quién resolverá la cuestión social? - ¿Los que teorizan y debaten sobre ella? Nunca. La resolverán la cosmovisión teosófica y el amor. Y en verdad, por paradójico que suene, en un futuro próximo la humanidad ni siquiera será capaz de cultivar patatas, -porque las patatas ya están empeorando y empeoran hoy en día- ¡ni siquiera será capaz de cultivar patatas sin la Teosofía! ¿Cómo se explica esto? La humanidad hace hoy muchas cosas instintivamente, por un cierto instinto. Pero este instinto debe desaparecer cada vez más. ¿Por qué? Porque ha llegado el tiempo de que pase a la conciencia. Por lo tanto, la gente no podrá conocer la agricultura sin aprender las verdades de la Teosofía sobre la naturaleza de la tierra, las fuerzas que actúan en ella, etcétera.

LA ESPERANZA

La tercera fuerza fundamental es la esperanza. El alma humana debe tener esperanza, todo el mundo lo sabe. La gente va por el mundo insatisfecha y buscando, y con demasiada frecuencia se encuentran personas a las que todo les parece rancio, a las que nada satisface, a las que una cosa tras otra se les deshace entre los dedos. Todo está oscuro a su alrededor, sin perspectivas, sin esperanza, según dicen.

Un gran hombre dijo una vez: ¡La virtud sin esperanza es el mayor crimen, la eternidad sin esperanza es la mayor mentira! - Y, sin embargo, el poder de la esperanza está inscrito en el alma, es una fuerza inquebrantable, y ningún poder podrá jamás arrebatársela al hombre. Pero si a la humanidad no se le da, sino que se le priva de aquello a lo que puede aferrarse, entonces las almas así privadas perderán su seguridad, su apoyo, su estabilidad, y así las personas se derrumbarán en la incertidumbre, serán estúpidas e insensatas. Las enseñanzas teosóficas básicas del karma y la reencarnación son una satisfacción para la esperanza del alma humana. Ofrecen lo que perdura, lo que guía hacia el futuro. ¿Qué es una acción, qué es un pensamiento, una palabra que se piensa desligada del hombre? El hombre y sus acciones, el hombre y sus pensamientos van juntos, y es ilógico considerar que una mala acción, una ofensa por ejemplo, ha sido expiada si el autor de la misma no la ha enmendado él mismo. Aquí habla la ley de la causalidad: La vida del hombre está ligada al hombre, y éste debe ir de encarnación en encarnación.

Lessing dejó como resultado final de toda su vida el libro «La educación del género humano». La idea que culmina esta obra es que el hombre regresa a menudo y con frecuencia. ¿Qué pensaron las grandes mentes, genios como Lessing, sino la doctrina de la reencarnación, a saber, que el alma humana continúa desarrollándose de etapa en etapa, que continúa experimentando lo que ha causado, una y otra vez. Pasará poco tiempo antes de que la doctrina de la reencarnación y la doctrina del karma sean reconocidas también en la ciencia externa. Y así la humanidad volverá a recibir algo que le ha sido arrebatado por la ciencia materialista: la esperanza.

¿Por qué comprendemos la esencia de épocas culturales pasadas? Ni la literatura ni la historia del arte nos aportan lo que dejaron los griegos. Ambas son demasiado poco, ni siquiera se necesitaría saber nada de ellas. Tenemos los logros de la cultura griega dentro de nosotros, simplemente porque nosotros mismos vivimos en aquella época, porque vivimos esa época de la cultura, y no podríamos ser lo que somos hoy si no hubiéramos vivido esa época. Hebbel dejó notas de un pensamiento al que ya no pudo dar forma dramática. En una escuela, un profesor practicaba Platón con sus alumnos. El Platón reencarnado se encuentra entre los alumnos y recibe una muy mala nota tras otra del profesor, incluso castigos, ¡porque él -el Platón- no entiende a Platón! También aquí se expresa la idea de la reencarnación desde el alma de un genio.

Si el fruto de la virtud no dependiera del hombre, ¿qué sería la virtud? ¿Cómo podría expiarse el mal si el hombre mismo no tuviera que expiarlo? La eternidad seguiría siendo una mentira si el propio hombre no estuviera ligado a ella, si no le concerniera. La esperanza consiste en persistir a través de encarnaciones y encarnaciones, y sólo así pueden curarse las almas desesperanzadas, que no pueden satisfacer su anhelo de esperanza.

En el antiguo Saturno se depositó la semilla del ser humano físico. ¿Cómo fue? Fue depositada espiritualmente, es decir, en aquello que ha de perdurar: la esperanza. Por eso el cuerpo físico puede llamarse con razón el cuerpo de la esperanza. La característica del cuerpo físico es su densidad. Cuando las oleadas de la vida espiritual se abaten una y otra vez contra el cuerpo humano y lo perforan cada vez más, entonces éste se impregna de esperanza, de la certeza de que de él surgirá algo que durará para siempre, que es imperecedero. Este anhelo de satisfacción de la esperanza, de supervivencia, es una consecuencia de la fuerza anímica de la esperanza, y de ella se nutre la ciencia externa.

La Teosofía, sus conceptos, sus ideas, sus sensaciones se lo devuelven, y ésa es la gran misión de la Teosofía, hacer a la gente fuerte de nuevo en la fe, feliz en el amor y perdurable en la esperanza.

Si sólo tomamos las verdades que nos transmite la Teosofía y las alimentamos con el poder de fe del alma, entonces manas surgirá por sí mismo, la transformación del cuerpo astral en manas tendrá lugar por sí misma. Si sólo tomamos las verdades y las alimentamos con amor, entonces buddhi surgirá por sí mismo. Tomemos las verdades teosóficas y démoslas como alimento a la esperanza, y el hombre-espíritu, Atman, surgirá por sí mismo.

Esta es la única razón por la que se trabaja y se piensa en Teosofía, no por curiosidad científica. Es erróneo decir por comodidad que no es necesario saber todo esto. Porque las verdades teosóficas son extraídas de la verdad misma, son bajadas del gran universo, sirven al alma humana como alimento vivo, como el pan, como el aire. Para que el hombre, para que la humanidad no se asfixie, para que cumpla su misión, hay que llevarle este alimento, especialmente ahora, porque es extraordinariamente necesario. Ese es el propósito del estudio teosófico, y no la sed de conocimiento, no la curiosidad o quizás algo aún peor.

Traducido por J.Luelmo ene,2025

GA127 Bielefeld, 06 de marzo de 1911 - La importancia de la acción moral, para la investigación espiritual

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RUDOLF STEINER


La importancia de la acción moral, para la investigación espiritual


Bielefeld, 06 de marzo de 1911

A la Teosofía, a menudo se le reprocha que no trabaje directamente en la esfera moral, es más, que a través de algunas de sus enseñanzas no sólo no se opone en cierto modo al egoísmo, sino que trabaja para el egoísmo. Las personas que piensan esto tienen los siguientes pensamientos. Dicen: La Teosofía muestra cómo el hombre desarrolla su existencia de vida en vida, y lo principal es, aunque haya contratiempos, que el hombre tenga la posibilidad de escalar cada vez más alto, que aprenda cada vez más lo que ha pasado en una de sus vidas como una especie de escuela, para aplicarlo en sus resultados en la próxima vida. Aquel que se sumerge completamente en esta creencia en la perfección del hombre se esforzará por purificar su yo más y más, por hacerlo lo más rico posible, por elevarse más y más, y más y más alto. Y, dice la gente, esto es básicamente una búsqueda egoísta. Porque nosotros, los teósofos, buscamos aprovechar las enseñanzas y las fuerzas del mundo espiritual para elevar nuestro yo cada vez más, de modo que sea una razón egoísta la que impulse al hombre a la acción. Nosotros los teósofos, también estábamos convencidos de que estábamos preparando un mal karma para nosotros mismos mediante acciones imperfectas, y que para no prepararnos tal cosa, el teósofo evitaría hacer esto o aquello que de otro modo habría hecho. Así que, por miedo al karma, no lo hace. Probablemente, también por esta razón, lograría esto o aquello que no habría logrado de otra manera, lo que a su vez sería solo un impulso totalmente egoísta hacia una acción. Hay una serie de personas que dicen:
Las enseñanzas del karma y la reencarnación y los demás esfuerzos por la perfección que se desprenden de la teosofía llevan a la gente a esforzarse espiritualmente por un egoísmo superior refinado. - En realidad, sería una grave acusación decir que la Teosofía lleva a la gente a desarrollar un comportamiento moral no por compasión y piedad, sino por miedo al castigo. Preguntémonos ahora si tal acusación está realmente justificada. Tenemos que ahondar mucho, mucho en la investigación ocultista si realmente queremos refutar a fondo tal acusación contra la Teosofía.

Supongamos que alguien dijera: Si el hombre no tiene ya este empeño por perfeccionarse, entonces no es en absoluto inducido por la teosofía a cometer actos morales. Una penetración más profunda en lo que nos dice la Teosofía puede enseñarnos que el hombre está colocado en la humanidad entera de tal manera que con una acción inmoral no sólo realiza algo que puede acarrearle un castigo, sino que con un pensamiento inmoral, una acción o actitud inmoral, realiza algo absurdo en el verdadero sentido. algo que no se puede conciliar con un pensar realmente sano.

Eso dice mucho. Un acto inmoral no sólo ofrece la posibilidad de un castigo kármico posterior, sino que en su núcleo más profundo es un acto que no debe cometerse. Supongamos que una persona comete un robo. Como resultado, el ser humano incurre en un castigo kármico. Si uno quiere evitarlo, entonces no roba. Pero el asunto es aún más complicado. Preguntémonos:
¿Qué busca la persona que miente o roba? El mentiroso o el ladrón quieren obtener una ventaja, el mentiroso quizá quiera ayudarse a sí mismo a salir de una situación desagradable. Tal acción sólo tiene sentido si realmente se obtiene una ventaja mintiendo o robando. Si una persona se diera cuenta ahora de que no puede tener esto, de que está equivocada, de que, por el contrario, está provocando una desventaja, entonces se diría a sí misma: No tiene sentido ni siquiera pensar en un acto así. - Cuando la Teosofía penetre más y más en la civilización humana, entonces la gente sabrá que es absurdo, de hecho, que es ridículo, creer que uno puede obtener lo que cree que puede obtener mintiendo o robando. Porque para todos los hombres se hará cada vez más clara una cosa a medida que la Teosofía penetre en ellos, a saber, que en el sentido de las causas superiores no existen individualidades humanas enteramente separadas, sino que aparte de las individualidades separadas todo el género humano representa una unidad. Y uno se dará cuenta cada vez más de que, en el sentido de una verdadera cosmovisión, el dedo es en realidad más inteligente que todo el ser humano, pues no se imagina que él sea algo sin todo el organismo humano al que pertenece. A pesar de su conciencia embotada, sabe que no puede existir sin todo el organismo.

Pero la gente se entrega constantemente a las ilusiones. Ellas creen que son algo separado por lo que está encerrado dentro de la piel. No lo son más de lo que el dedo es algo sin todo el organismo. La razón de la ilusión es que el hombre puede deambular y el dedo no. Nosotros estamos en la misma relación en la tierra que el dedo con el resto de nuestro organismo. La ciencia que cree que nuestra tierra es una bola incandescente rodeada por una cáscara dura sobre la que caminamos los hombres, que cree que esto explica la tierra, está al mismo nivel que una ciencia que cree que el hombre no es esencialmente más que su estructura ósea, que no consiste en nada más que su estructura ósea. Porque lo que se mira desde la tierra es lo mismo que la estructura ósea del hombre. El otro, que pertenece a la tierra, es de naturaleza sobrenatural. La tierra es un organismo real, un ser vivo real. Si te imaginas al hombre como un ser vivo, puedes imaginar su sangre con los glóbulos rojos y blancos; Estos solo pueden desarrollarse en todo el organismo humano y así ser lo que son. Lo que estos glóbulos rojos y blancos son para el hombre, nosotros los humanos lo somos para el organismo terrestre. Pertenecemos incondicionalmente a este organismo terrenal, formamos parte de todo el ser viviente terrestre, y sólo nos consideramos correctamente cuando decimos: Como ser humano individual no somos nada, sólo estamos completos cuando nos pensamos en el cuerpo terrenal, del que consideramos sólo el esqueleto, la cáscara mineral, mientras no reconozcamos a los miembros espirituales de este organismo terrenal.

Cuando se forma un proceso inflamatorio en el organismo humano, la fiebre se apodera de todo el organismo, la enfermedad se apodera de todo el organismo. Si aplicamos esto al organismo terrenal, entonces podemos decir que es cierto lo que el ocultismo tiene que afirmar: que si se comete un acto inmoral en cualquier parte de la tierra, es lo mismo para todo el organismo terrenal que un pequeño forúnculo en el cuerpo humano que enferma a todo el organismo por el hombre. De modo que cuando se comete un robo en la tierra, el efecto de ello es que toda la tierra tiene una especie de fiebre. Esta no es solo una afirmación comparativa, sino que está profundamente fundada. Todo el organismo terrestre sufre de todo lo que no es moral, y nosotros, como seres humanos individuales, no podemos hacer nada con respecto a lo inmoral sin que todo el organismo terrestre se vea afectado. 
Este es básicamente un pensamiento muy simple, pero es difícil de comprender para las personas. Pero la gente que no quiere creerlo debería esperar y ver. Traten ustedes de imprimir tales pensamientos en nuestra cultura, traten de apelar con tales pensamientos al corazón humano, a la conciencia humana. Si se cometen actos inmorales en algún lugar, entonces son una especie de forúnculo para toda la tierra y enferman al organismo de la tierra. Y la experiencia demostraría que hay tremendos impulsos morales en tal conocimiento. No importa cuánta moralidad se predique, no ayudará a la gente. Pero tales cogniciones no sólo se apoderarían del hombre como cogniciones, sino que, si se imprimieran en el desarrollo de la cultura, si ya estuvieran vertidas en la mente del niño, darían un tremendo impulso moral. Porque todos los sermones morales no tienen nada abrumador o convincente para la mente humana. Es cierto, como dice Schopenhauer, que predicar la moral es fácil, pero es difícil establecer la moral. La gente tiene cierta antipatía hacia los sermones morales. Dicen: ¡Lo que se me predica a mí, otro lo quiere, y yo sólo debo someterme a ello! - Esta creencia se volverá cada vez más frecuente a medida que la conciencia materialista se salga de control.

Hoy se dice: hay moral de clase, moral de clase, y lo que esa moral de clase considera justo se confía a la otra clase. Tal opinión ha fluido en la mente de la gente, y en el futuro será cada vez peor. Se hará cada vez más fuerte entre los hombres el sentimiento de que quieren encontrar por sí mismos todo lo que debe ser reconocido como justo en este campo, que esto debe surgir de su inclinación hacia el conocimiento objetivo. La individualidad humana quiere tener cada vez más validez. Pero en el momento en que, por ejemplo, el corazón se daría cuenta de que también se enfermará cuando todo el organismo se enferme, el ser humano haría lo necesario para no enfermarse. Y en el momento en que el hombre se da cuenta de que está incrustado en todo el organismo terrenal, que no debe ser un forúnculo en el cuerpo terrenal, entonces hay una razón objetiva para el bien. Y el hombre dirá: Si robo, quiero obtener una ventaja. No lo hago porque enfermo todo el organismo, sin el cual no puedo vivir. Hago lo contrario, y con ello doy una ventaja no sólo al organismo, sino también a mí mismo.

A grandes rasgos, así es como se moldeará la conciencia moral de las personas en el futuro. Cualquiera que tenga un impulso moral de la teosofía se dirá a sí mismo: Es una ilusión si uno quiere obtener una ventaja mediante un acto inmoral. Eres, cuando haces eso, como un pulpo que arroja un líquido oscuro: expulsas un aura oscura de impulsos inmorales. Mentir y robar es el germen de un aura en la que te colocas y con la que haces infeliz al mundo entero.

Dicen que lo que nos rodea es Maya. Pero tales verdades deben convertirse en verdades de vida. Si se puede demostrar que a través de la Teosofía el desarrollo moral de la humanidad en el futuro será tal que el hombre debe darse cuenta de cómo él mismo se envuelve en un aura de ilusión al querer obtener una ventaja, entonces se convertirá en una verdad práctica que el mundo es una maya o ilusión. El dedo cree esto en su conciencia embotada, que es una conciencia medio dormida, soñadora; es tan inteligente que sabe que sin la mano y el resto del cuerpo ya no es un dedo.  El hombre de hoy todavía no es tan inteligente como para saber que sin el cuerpo terrenal no es básicamente nada. Pero debe ser muy astuto. Por lo tanto, el dedo tiene cierta ventaja sobre los humanos. Él no se corta a sí mismo, no dice: Guardaré la sangre que está en mí para mí o me cortaré un miembro. -Está en armonía con todo el organismo. El ser humano, sin embargo, debe desarrollar una conciencia superior para entrar en armonía con todo el organismo terrenal. En la conciencia moral de hoy, el hombre aún no lo sabe. Podría decirse a sí mismo:
Respiro el aire; Justo ahora estaba fuera, luego está dentro del cuerpo humano: lo exterior se convierte en lo interior. - Y cuando exhalo el aire que vuelvo a respirar, entonces lo interior se convierte de nuevo en lo exterior, y así es con todo el ser humano. Incluso este hombre no sabe que no es nada, separado del aire que lo rodea. Debe esforzarse por desarrollar la conciencia de que está aprisionado en todo el organismo terrenal.

¿Cómo puede una persona saber: eres un miembro de todo el organismo terrestre? La Teosofía hace que el hombre se dé cuenta de ello. Le muestra al hombre: primero hubo un estado de Saturno, luego un estado solar, luego un estado lunar, en todas partes el hombre ya estaba allí, aunque de una manera completamente diferente a la actual. Después, la Tierra emergió del antiguo estado lunar. El hombre surgió lentamente como terrícola. Tiene tras de sí un largo desarrollo, y en el futuro ha de progresar hacia otros estadios de desarrollo. Con la tierra en su forma actual, el hombre ha llegado a existir en su forma actual. Si a través del estudio de la teosofía, uno rastrea cómo llegaron a existir el hombre y la tierra, entonces se hace evidente que el hombre es un miembro de todo el organismo de la tierra. Entonces queda claro que la Tierra y el hombre han surgido gradualmente de una vida espiritual, que los seres de las jerarquías han construido la Tierra y el hombre, que el hombre pertenece a las jerarquías, aunque se encuentre en el nivel más bajo. Y luego la Teosofía señala al ser central de todo el desarrollo de la tierra, al Cristo como el gran arquetipo del hombre. Y de todas estas enseñanzas de la Teosofía debe brotar en el ser humano la conciencia: ¡Así es como debes actuar!

La ciencia espiritual nos muestra que podemos sentirnos miembros de toda la vida terrenal, ¡la ciencia espiritual nos muestra que el Cristo es el espíritu terrenal! Nuestros dedos, nuestros dedos de los pies, nuestra nariz, todos nuestros miembros sueñan que son abastecidos de sangre por el corazón, que sin el órgano central no serían nada, pues sin el corazón no son posibles. Y la Teosofía muestra al hombre que en el futuro de la evolución terrestre sería una locura no asumir la idea del Cristo, porque lo que el corazón es para el organismo, el Cristo lo es para el cuerpo terrenal. Y así como la sangre da vida y fuerza a todo el organismo a través del corazón, lo que es la esencia del Cristo debe haber fluido a través de todas las almas individuales de la tierra y las palabras de San Pablo deben convertirse en verdad para ellas: «¡No yo, sino el Cristo en mí! - Cristo debe haber fluido en todos los corazones humanos. Y quien dijera: Sin el Cristo se puede existir, -sería tan tonto como si los ojos y los oídos dijeran que se puede existir sin el corazón. Sin embargo, en el cuerpo humano individual, el corazón debe estar allí desde el principio; en el organismo terrenal este corazón sólo entró con el Cristo. Para los tiempos venideros, sin embargo, esta sangre del corazón de Cristo debe haber entrado en todos los corazones humanos, y quien no se una a ella en su alma se marchitará. La tierra no espera en su desarrollo, sino que prosigue hacia el punto al que debe llegar. Sólo los seres humanos pueden quedarse atrás, es decir, se resistirían a recibir al Cristo en sus almas. Muchas personas se quedarían allí en su última encarnación en la tierra y no habrían llegado a la meta:
No han sabido reconocer al Cristo, no han recibido el sentimiento de Cristo, la sabiduría de Cristo en sus almas. No están maduros, no se unen al desarrollo superior, se separan.

No es posible que tales personas se degraden completamente de inmediato, como les sucedería a la nariz o a las orejas si tuvieran que separarse de todo el organismo humano. Pero la investigación ocultista muestra que aquellos que no quieren impregnarse del elemento Cristo, de la vida crística, tal como sólo puede lograrse mediante la Teosofía, en vez de ascender con la tierra a nuevos niveles de existencia, habrían absorbido sustancias en descomposición, sustancias de putrefacción, primero tendrían que tomar otros caminos. Cuando las almas humanas en encarnaciones sucesivas absorban al Cristo en su cognición, en sus sentimientos, en toda su alma, la tierra se desprenderá de estas almas humanas, igual que un cadáver se desprende cuando una persona muere. El cadáver terrenal se desprenderá, y lo que esté espiritual y anímicamente imbuido de Cristo continuará formando una nueva existencia y reencarnará en Júpiter.

¿Y qué sucede ahora con aquellas personas que no han recibido al Cristo dentro de sí mismas? Habrá una amplia oportunidad para ellos a través de la Teosofía para que puedan reconocer al Cristo, para que puedan recibir al Cristo dentro de sí mismos. La gente todavía se resiste a esto hoy, pero se resistirán cada vez menos. Pero supongamos que al final del desarrollo habrá gente que todavía se resista. Habría un número de personas que no podrían ascender al siguiente planeta, que no habrían alcanzado la meta real en la Tierra. Estas personas serían una verdadera cruz en el planeta en el que la gente habrá de desarrollarse más adelante, porque no podrán vivir con el estado real actual de Júpiter, ni podrán experimentar lo que allí se desarrolla, pero seguirán allí en Júpiter. Todo lo que después es material es primero espiritual. Así que lo que la gente ahora desarrolla espiritualmente durante su tiempo en la tierra en términos de inmoralidad, en términos de rebeldía para aceptar al Cristo dentro de sí mismos, eso está primero allí anímica y espiritualmente. Pero se convertirá en material, rodeará e impregnará a Júpiter como un elemento vecino. Y estos serán los descendientes de aquellos que no aceptaron al Cristo en sí mismos durante su estado terrenal. Lo que ahora se desarrolla en el alma como inmoralidad, como rebeldía contra el Cristo, estará entonces allí materialmente, realmente físicamente. Y mientras que la fisicalidad de aquellos que recibieron al Cristo será refinada en Júpiter, la fisicalidad de estas otras personas será considerablemente más tosca. Esto es lo que la investigación oculta nos presenta ante la vista de nuestra alma, cómo será este futuro de las personas que no han alcanzado la madurez terrena.

Ahora respiramos aire. En Júpiter esencialmente no habrá aire, sino que Júpiter estará rodeado de una sustancia que será algo refinado y etéreo en comparación con nuestro aire. En ella vivirán las personas que han alcanzado la meta de la tierra. Pero las otras personas que se queden atrás tendrán que respirar algo así como un aire de fuego hirviente y desagradablemente cálido, que está impregnado como por el bochorno, que lleva vapores desagradables en su interior. De modo que los hombres que no alcanzaron la madurez en la tierra serán una cruz para los otros hombres de Júpiter, porque tendrán un efecto contaminante en los alrededores, en los pantanos y en el otro suelo de Júpiter. Los componentes físico-líquidos de los cuerpos de estas personas serán algo que se puede comparar con un líquido que constantemente quiere volverse sólido, se congela en sí mismo, se estanca en sí mismo, por lo que estos seres no solo tendrán este aire respirable fatal, sino también un estado corporal como si la sangre estuviera constantemente estancada, sin permanecer líquida. El cuerpo físico mismo de estos seres consistirá en una especie de sustancia viscosa, más repulsiva que la sustancia corporal de nuestros caracoles actuales, completamente dotada de secretar algo así como una especie de corteza que los rodeará. Esta corteza será más suave que la piel de nuestras serpientes actuales, como una especie de armadura suave y escamosa. Así que estos seres vivirán de una manera poco atractiva en los elementos de Júpiter.

Semejante cuadro, tal como lo prevé el investigador ocultista, parece horripilante. Pero ¡ay de las personas que, como el avestruz, no quieren mirar el peligro y cierran los ojos a la verdad! Porque es precisamente esto lo que nos adormece en el error y el engaño, mientras que una mirada audaz a la verdad proporciona el mayor impulso moral. Si la gente escucha lo que le dice la verdad, entonces sentirá: estás mintiendo - y entonces surgirá en ellos la imagen del efecto que esta mentira tiene sobre la naturaleza humana en el estado de Júpiter, la imagen: la mentira hace viscoso, hace contaminado el aire respirable para el futuro. Y esta imagen, que aparece una y otra vez, será un motivo para dirigir los impulsos del alma hacia la salvación. Pues nadie que conozca realmente las consecuencias de la inmoralidad puede ser en verdad inmoral. Deben enseñarse los verdaderos efectos de las causas. Incluso los niños deben ser conscientes de ello. Sólo hay inmoralidad porque la gente no tiene conocimiento. Sólo la oscuridad de la falsedad hace posible la inmoralidad.

Sin embargo, lo que puede decirse de la conexión entre la inmoralidad y la ignorancia no debe ser el conocimiento intelectual, sino la sabiduría. El conocimiento por sí solo conduce a la inmoralidad, y puede incluso, cuando se convierte en prudencia refinada, ser villanía, mientras que la sabiduría tendrá tal efecto en el alma humana que de ella irradiará la verdad, la moralidad más íntima.

Mis queridos amigos, es verdad: ¡es difícil justificar la moralidad, es fácil predicar la moralidad! - Justificar la moral significa basarla en la sabiduría, y primero hay que tener sabiduría. Así que vemos que Schopenhauer hizo una afirmación muy inteligente cuando dijo: ¡Justificar la moral es difícil!

Así que vemos cuán infundado es cuando personas que realmente no conocen la Teosofía vienen y dicen que no contiene impulsos morales. La Teosofía nos muestra lo que logramos en el mundo cuando no actuamos moralmente; Da sabiduría, de la que irradia la moralidad misma. No hay mayor arrogancia que decir que todo lo que tienes que hacer es ser una buena persona y todo estará bien. Pero primero hay que saber ser realmente una buena persona. La conciencia actual es muy arrogante cuando quiere rechazar toda sabiduría. El verdadero conocimiento del bien requiere que penetremos profundamente en los misterios de la sabiduría, y esto es incómodo, porque hay mucho que aprender.

¡Así podremos responder cuando vengan a decirnos que la reencarnación y el karma justifican una moral egoísta! - No! - La verdadera Teosofía muestra al hombre que si comete un acto inmoral, es casi lo mismo que si dijera: Tomo una hoja de papel para escribir una carta - y luego toma un fósforo y quema la hoja de papel. Sería un disparate grotesco. En la misma situación se encuentra una persona, cuando se enfrenta a una acción incorrecta o a una actitud inmoral.

Robar significa lo mismo para el ser humano real y profundo que cuando uno miente. Cuando robas, pones la semilla en el ser humano para que desarrolle una sustancia viscosa, desagradable, olores pestilentes para propagarse en el futuro. Sólo cuando uno vive en la ilusión de que el momento presente es algo verdadero, puede uno hacer tal acción. Al robar, el hombre pone algo en sí mismo que equivale a una desintegración del ser humano. Y si el hombre sabe esto, ya no podrá cometer un acto inmoral, no podrá robar. Así como el germen de la planta producirá flores en el futuro, así la teosofía, si se rebaja al alma humana, expulsará las flores humanas, es decir, la moralidad humana. La Teosofía es el germen, el alma es su fruto, y la moralidad es la flor y el fruto de la planta del ser humano en desarrollo.

Traducido por J.Luelmo ene, 2025

GA127 Zúrich, 25 de febrero de 1911 El trabajo del yo sobre el niño. Una contribución a la comprensión de la entidad Crística

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RUDOLF STEINER


El trabajo del yo sobre el niño. Una contribución a la comprensión de la entidad Crística

Zúrich, 25 de febrero de 1911

Cuando se da una conferencia pública como la de ayer sobre «La Ciencia Espiritual y el Futuro del Hombre» u otra similar, uno se ve obligado a tener muy en cuenta la receptividad de nuestro mundo actual, a tener muy en cuenta el hecho de que esta receptividad es limitada. Hay que darse cuenta de que en nuestro tiempo ya está fluyendo desde los mundos espirituales el conocimiento que es necesario para la humanidad como tal, pero que muy pocas personas hoy en día pueden recibirlo sin prejuicios. La mayoría de las personas que no se han preparado adecuadamente para tal recepción, experimentarían las profundidades de nuestra ciencia espiritual como un shock, como algo que parece fantástico o como un sueño.

Razón de más para que, con respecto a las cuestiones más importantes, profundicemos en lo que hemos podido asimilar en nuestros sentimientos y percepciones en el curso de una larga vida de rama. Y aquí me gustaría señalar que es necesario examinar más de cerca la gran verdad de la implantación del yo en la naturaleza humana y contemplar esta gran verdad de una forma algo más compleja de lo que se suele hacer.

Sabemos que el ser humano recibió por primera vez el cuerpo físico durante el período del antiguo Saturno, el cuerpo etérico durante el período solar, el cuerpo astral durante el período de la antigua Luna, y que nuestro desarrollo terrestre tiene en realidad la tarea de impartir el yo a los demás miembros de nuestro ser. Cuando hayamos alcanzado el final de nuestro desarrollo terrenal, habremos sido completamente impregnados, como puede suceder, por la naturaleza del Yo. Si consideramos al ser humano terrenal como tal, podemos decir que el centro real de su ser, el punto central en él, es la naturaleza del yo. Pero entonces debemos darnos cuenta de que este yo está conectado con nosotros de diferentes maneras en los distintos períodos de nuestra vida actual, no siempre de la misma manera. Generalmente debemos reprocharnos el no reconocer todavía las diferentes partes de nuestro ser, si sólo sabemos que el hombre consta de cuerpo físico, etérico, astral y yo. Veamos ahora de qué diferentes maneras pueden relacionarse entre sí estos miembros, tanto en las distintas épocas del desarrollo humano como en la vida individual del hombre.

Fijémonos primero en el niño. Sabemos que aprende a decirse «yo» refiriéndose a sí mismo relativamente tarde. Esto es muy significativo. Aunque la psicología actual, que quiere ser ciencia, no lo comprenda, no deja de ser profundamente significativo, porque el niño llega a la idea, a la experiencia interior del yo, relativamente tarde. En los primeros años de vida, de hecho hasta los tres o tres años y medio, el niño, aunque de vez en cuando nos repita como un loro la palabra «yo», todavía no tiene una experiencia real del «yo». Se puede encontrar un libro, «El alma de su hijo», de Heinrich Lhotzky, que contiene la curiosa frase de que el niño aprende antes a pensar que a hablar. Esto no tiene sentido, porque el niño aprende a pensar hablando. Quienes se esfuerzan por la ciencia espiritual deben desconfiar de lo que hoy aparece como ciencia. El niño sólo aprende realmente a vivir en el yo, a saber del yo, a partir del tercer año aproximadamente.

Hay algo más relacionado con esto, y es que en la conciencia normal, -no en la conciencia superior, clarividente-, no recordamos más allá de cierto momento de nuestras vidas. Si hacemos memoria, nos daremos cuenta de que ésta se interrumpe en algún momento. No retrocede hasta el nacimiento. A veces se puede confundir lo que nos cuentan con lo que hemos experimentado nosotros mismos, pero el hilo se rompe más o menos en el mismo punto en el que se produce la experiencia del yo. No se tiene de pequeño, se tiene primero, y luego empieza el recuerdo más sombrío.

Ahora nos preguntamos: si la experiencia del yo no existía en los tres primeros años, ¿Acaso tampoco existía el yo en el niño? - Tenemos que diferenciar entre saber si algo está en nosotros o si está en nosotros sin que lo sepamos. El yo está en el niño, pero no sabe nada de él, igual que el ser humano está conectado con el yo en el sueño, pero no sabe nada de él. El hecho de que sepamos de algo no es decisivo para el hecho de que algo esté ahí. Debemos decir: El yo está ahí, pero no está conscientemente con el niño.

¿Que hay del yo? Sí, eso tiene su significado particular. Si examináramos el cerebro humano desde un punto de vista puramente físico, veríamos que después del nacimiento tiene un aspecto bastante imperfecto en relación con su forma posterior. Algunas de las finas circunvoluciones tienen que formarse más tarde, tienen que cincelarse plásticamente a lo largo de los años siguientes. Esto es lo que hace el yo en el ser humano, y como tiene que hacer esto, no puede volverse consciente. Tiene que formar el cerebro como otra cosa, en una forma más fina para poder pensar más tarde. El yo trabaja muy duro en los primeros años.

Cuando este yo se hace consciente, entonces podríamos hacerle la pregunta en vano: ¿Cómo has conseguido desarrollar este cerebro tan hábilmente? Admitirán ustedes que en toda la vida entre el nacimiento y la muerte el yo no llega a una conciencia tal como la que moldea el cerebro. Sin embargo, podemos hacernos esta pregunta. Y entonces recibimos la respuesta de que en su actividad el yo está bajo la dirección de los seres de las jerarquías superiores. Si tenemos a una criatura ante nosotros y la miramos clarividentemente, su yo está ciertamente allí como un aura del yo, pero desde esta aura del yo las corrientes van a las jerarquías superiores, a los ángeles, arcángeles, etc., y las fuerzas de las jerarquías fluyen. Por lo tanto, cuando en la conciencia ingenua se dice que el niño está protegido por un ángel, se trata de una verdad muy real. Más tarde cesa esta conexión más estrecha: el yo se experimenta más en los nervios y puede tomar conciencia de sí mismo. Es una especie de constricción. Así tenemos una especie de «conexión telefónica» en el ser humano infantil, en la que el yo continúa en las jerarquías divino-espirituales. Debemos tomarnos en serio los dichos científico-espirituales. Una vez dije que la persona más sabia puede aprender mucho de un niño. También puede aprender mucho del niño por la razón de que no sólo necesita ver al niño en sí, sino que también ve a través de él al mundo espiritual, ya que el niño tiene la «conexión telefónica» con el mundo espiritual, que más tarde se corta. De modo que en los tres primeros años tenemos ante nosotros en el ser humano un ser completamente distinto al que tenemos más tarde. Tenemos un yo infantil que trabaja plásticamente bajo la dirección de los seres de las jerarquías superiores en el moldeado de las herramientas del pensamiento humano. Luego entra en él, pero ya no puede trabajar en él. Las herramientas del pensamiento humano ya deben estar moldeadas. Pueden seguir desarrollándose, pero el yo ya no puede trabajar en ellas.

Por lo tanto, podemos dividir fácilmente al ser humano en el ser humano que está ante nosotros en los primeros tres años y medio y los demás seres humanos. En el mundo esotérico, al primer ser humano se le llama el ser humano divino, porque está relacionado con las jerarquías superiores, o el Hijo de Dios; al otro se le llama el Hijo del Hombre. En este último, el Yo está en el interior y mueve los miembros y trabaja, en la medida en que todavía se puede trabajar, desde el interior. Así pues, hay que distinguir entre el Hijo de Dios y el Hijo del Hombre.

Así pues, debemos imaginar un abismo entre el Hijo de Dios y el Hijo del Hombre. El Hijo de Dios, que es preferentemente activo hasta los tres años y medio, contiene todas las fuerzas vitalizadoras, aquello que da al hombre el incentivo para verter más y más fuerzas vitales en su organismo. Estas fuerzas también contienen algo constructivo, saludable y revitalizador en relación con el ser humano posterior. Si en la vida posterior no sólo queremos tener al ser humano que depende de sus sentidos y de las herramientas de su cuerpo físico, y que por lo tanto entra en contacto con su entorno, sino que también queremos llegar al mundo espiritual en la vida posterior, entonces debemos tratar de despertar algo de estas fuerzas en nosotros de una manera artificial; debemos apelar a las fuerzas que están en nosotros en la primera infancia, sólo con la diferencia de que ahora las despertamos conscientemente, mientras que el niño las despierta inconscientemente. Así vemos que en este aspecto el ser humano es una dualidad.

¿Qué es lo que realmente sale a la luz en esta fuerza de los tres primeros años y medio? En estas fuerzas, que trabajan bajo la dirección de las jerarquías superiores, aflora lo que funciona desde encarnaciones anteriores. Es fácil convencerse de ello si se coge el cráneo humano. Encontrarán elevaciones y depresiones individuales. No hay dos cráneos iguales, por lo que no existe una frenología de validez general. Debe ser individualizada. Las fuerzas que actúan en el cráneo humano proceden de encarnaciones anteriores y dejan de tener efecto cuando terminan estos tres años y medio. Durante estos tres años y medio, todo sigue siendo flexible, el espíritu puede seguir trabajando en ello. Más tarde, cuando todo se ha vuelto sólido, ya no se puede trabajar en ello.

¿Por qué después ya no podemos trabajar con estos poderes? ¿De dónde viene? Proviene de nuestro desarrollo especial en la Tierra. Después de que el ego ha tomado conciencia de sí mismo en el cuerpo, esto presupone que el cuerpo está fijado y ya no puede ser trabajado por las fuerzas que acabamos de caracterizar. Se trata de tales fuerzas que son inherentes al hombre como ser de especie, como ser genérico, que lo construyen en la arquitectura humana. Si trabajáramos con las fuerzas de la infancia en el cuerpo físico durante más tiempo que los tres años y medio apropiados, este cuerpo físico no podría resistirlo. Se desgarraría, se rompería, porque las fuerzas que lo atan desde la línea física de la herencia se harían ahora efectivas. Si la otra fuerza no se detuviera, se rompería en pedazos, no sería capaz de resistirlo. Nos hundimos en nuestro Hijo del Hombre; el Hijo de Dios ya no puede levantarse contra nuestro Hijo del Hombre después de tres años. Pero todavía llevamos a este Hijo de Dios dentro de nosotros; estas fuerzas trabajan dentro del cuerpo físico durante toda nuestra vida, sólo que ya no pueden participar directamente en su construcción. Si miramos dentro de nosotros, todavía encontramos la continuación del yo que tenía la «conexión telefónica». Pero el cuerpo físico es demasiado tosco, demasiado áspero, demasiado leñoso para que el Hijo de Dios pueda seguir moldeándolo plásticamente.

Las mejores facultades están contenidas en estos primeros tres años o tres años y medio; las utilizamos a lo largo de toda nuestra vida. Se oscurecen, pero siguen presentes de diversas formas en los años posteriores. Es como si estuviéramos impregnados de estas fuerzas y sólo pudiéramos no dejarlas vivir directamente. Si queremos absorber conceptos de los mundos superiores a través de la ciencia espiritual, podremos hacerlo tanto mejor cuanto más tengamos en nosotros de lo que había en nosotros en los tres primeros años, cuando el yo era altruista en nosotros. Cuanto más frescas, cuanto más flexibles son estas fuerzas, cuanto menos seniles se han vuelto en la vejez, más aptos somos para remodelarnos a través de estas fuerzas del espíritu. Es la mejor parte de la humanidad que tenemos a nuestro alrededor en estos tres años. Por desgracia, sólo nuestro denso cuerpo físico nos impide utilizar plenamente estos poderes. Si alguien es capaz de desarrollarlos en años posteriores, ya no puede cambiar su cuerpo físico, ya no es tan suave como la cera. Pero si puede utilizarlos plenamente a través de la sabiduría esotérica, entonces este poder fluye hacia fuera a través de las yemas de los dedos, y recibe el don especial de la curación, de la recuperación a través de la imposición de manos, -si todavía son eficaces, esos poderes espirituales que ya no transforman el propio cuerpo, pero que, cuando fluyen hacia fuera, tienen un efecto beneficioso.

El objetivo de la evolución terrenal es hacer aflorar gradualmente en nosotros estas mejores facultades. Cuando nuestra evolución en la tierra haya llegado a su fin y hayamos pasado por las numerosas encarnaciones, tendremos que habernos imbuido completamente de forma consciente de lo que teníamos inconscientemente en los primeros años de la infancia. Es diferente si tenemos estos poderes inconsciente o conscientemente. Entonces, las personas tendrán que estar completamente imbuidas de esa conciencia infantil. Y como sólo expandirá lentamente su cuerpo, no lo reventará.

En la evolución del mundo había que dar un modelo para esta entrada de la fuerza infantil en la humanidad. Es evidente que este modelo no podía darse en la infancia. Un ser humano que ya hubiera alcanzado cierta edad tenía que impregnarse conscientemente de las mismas fuerzas que impregnan inconscientemente al ser humano en su primera infancia. Si tuviéramos ante nosotros a un ser humano al que le quitáramos su yo, al que vaciáramos de este yo, y si vertiéramos en él lo que el niño tiene en los primeros años de vida, llevaría esto a la conciencia con el cerebro desarrollado. Sería consciente de lo que había en él en los primeros años de su infancia. ¿Cuánto tiempo puede una vida humana en la tierra soportar estos elementos? Tres años, no más, luego debe quebrarse bajo ellos. Si no puede transformarse, -en el hombre se transforma en el curso ordinario del desarrollo-, entonces el cuerpo humano no puede soportarlo más de tres años. Si es en absoluto posible que un ser lleve conscientemente dentro de sí los poderes de la infancia, entonces el karma de este ser humano debe estar dispuesto de tal manera que al cabo de tres años el cuerpo físico en el que este ser está inmerso se rompa.

Por lo tanto, es concebible que lo que el hombre alcanza a través de todas las encarnaciones hasta la meta del desarrollo terrenal, pueda ser traído al mundo a través de un ejemplo, colocando en el mundo a un hombre que, a través de su corporeidad, haga posible que su yo sea eliminado y se implante en él otro ser que, según sus encarnaciones, tenga el camino abierto para ello. Entonces el cuerpo humano no toleraría a este ser en sí durante más de tres años. El cuerpo humano se rompería entonces según su karma. Esto es lo que ocurrió. En el bautismo de Juan en el Jordán vemos este cuerpo humano, que era adecuado para que surgiera su yo, el yo de Zaratustra. Entonces un ser descendió dentro de este cuerpo. La entidad Crística lo llenó, pero sólo pudo permanecer en él durante tres años. Después de tres años rompió este cuerpo en el Misterio del Gólgota.

Aquello que fue capaz de vivir en el cuerpo humano durante tres años debe ser alimentado por el hombre y gradualmente traído a la vida en su alma a través de encarnaciones, para que al final de las encarnaciones pueda estar plenamente presente en el ser humano. Vemos una extraña conexión entre el Hijo de Dios en el hombre y el acontecimiento de Cristo. Pues todo lo que encontramos en el campo oculto puede ser iluminado desde diferentes lados. Las pruebas que exige la ciencia ordinaria no pueden bastar para el ocultismo. Deben llegar a ser convincentes reuniendo verdades de todos los lados que se sostienen y apoyan mutuamente. Podemos volver a conocer el acontecimiento de Cristo desde una nueva perspectiva derivándolo hoy de la propia naturaleza humana. Nos hemos dado cuenta de que podemos comprender mejor a Cristo desarrollando la actitud que surge de esa verdad. Debemos darnos cuenta de que cuando el cuerpo humano se desarrolló plenamente mediante el bautismo en el Jordán, había en el cuerpo de Jesús de Nazaret un ser que existe en todo cuerpo humano, pero sólo inconscientemente, en los tres primeros años de vida. Y tenemos que fijarnos en los tres años cuando este niño se transforma en un ser consciente. Es entonces cuando conocemos mejor al ser de Cristo.

Las frases antiguas tienen otro significado. Uno de esos significados se encuentra en el dicho: «Si no os hacéis como niños, no podréis entrar en los reinos de los cielos». -Aquí vemos en profundidad el significado más profundo que a veces encierran las frases sueltas de los documentos religiosos.

Observemos esta vida infantil, especialmente en este momento en que se está desarrollando realmente. La ciencia actual todavía no sabe mucho de lo que puede contribuir al estudio del hombre en su verdadera naturaleza. Primero debemos darnos cuenta de que el hombre es radicalmente diferente de todos los demás seres desde el principio. Si nos fijamos en algo cercano a nosotros, como un simio: Su capacidad para caminar está implantada en él desde el principio por una peculiar posición de equilibrio; por la peculiar posición de equilibrio en la que están fijados sus miembros. El hombre no puede andar en absoluto al principio; primero debe adquirir la posición de equilibrio en el cuerpo. A través del trabajo de su yo, debe llevar sus extremidades a la posición en la que pueda mantenerse y caminar. Así, en los primeros años de la infancia, este yo no sólo debe trabajar para moldear el cerebro de forma plástica, sino que también debe alcanzar una posición de equilibrio que no le viene dada al hombre desde el principio como a los animales. El ser humano debe primero llevar sus huesos a la dirección angular que debe tener según su centro de gravedad para poder caminar y orientarse. Esto está implantado en el animal desde el principio, hasta el animal más elevado. En el hombre, primero debe adquirirse gradualmente mediante el trabajo del yo. Antes se arrastra o se cae. Así, el hombre estaría atado al suelo, al mismo lugar, si su yo no trabajara en los primeros años de su vida.

Ya lo hemos visto: el yo trabaja en su cerebro, lo cincela de tal manera que luego nos convertimos en seres cognoscentes, "sapiens". De modo que podemos decir: Adquirimos conocimiento de la verdad en la vida a través del yo moldeando su herramienta. Debe quedarnos claro que no puede haber más vida sin que nosotros la trabajemos.

Lo que también distingue radicalmente al hombre de todos los demás seres es su lenguaje. El lenguaje también debe ser adquirido primero por el yo. El hombre no está predispuesto a hablar. El lenguaje no forma parte de aquello a lo que el hombre está predispuesto desde el principio. Ciertamente, la vaca dice mú; pero eso aún no es lenguaje. La adquisición del lenguaje depende de que el yo habite entre otros yoes humanos. Si el hombre es trasplantado a una isla lejana, no aprende a hablar. El hecho de que nos salgan segundos dientes es hereditario; el hecho de que crezcamos es hereditario. También nos saldrían dientes si estuviéramos en una isla desierta. Pero adquirimos el lenguaje a través del yo en el círculo de la vida humana. Estas diferencias son importantes. De modo que en lo que llamamos vida humana, el lenguaje es la tercera cosa que adquiere nuestro yo.

Activando estas fuerzas, el ser humano en desarrollo encuentra el camino en la tierra, reconoce la verdad y vive la vida humana junto con el entorno. Si el niño pudiera expresar lo que así adquiere, podría decir: El yo en mí me transforma para que yo sea el camino, la verdad y la vida. - Imagina esto trasladado al reino espiritual superior: ¿cómo debe hablar un ser a la gente cuando ha vivido tres años en el cuerpo humano con poderes infantiles plenamente conscientes? Debe decir: Yo soy el camino, la verdad y la vida. - De hecho, a medida que los poderes de la infancia se elevan a un nivel superior, plenamente consciente, tenemos de nuevo el gran ejemplo de lo que se muestra en el niño en un nivel inferior. Pasa por Cristo Jesús como una verdad fundamental. No sólo el dicho: «Si no os hacéis como niños, no entraréis en los reinos de los cielos», no puede comprenderse si no sabemos lo que la ciencia espiritual tiene que decir sobre la conexión real con las fuerzas vitalizadoras de la infancia, sino también lo que suena como un dicho radical: «Yo soy el camino, la verdad y la vida», puede entenderse mejor si vemos el modelo en lo que el Yo realiza en el cuerpo del niño.

De tales cosas adquirimos lo que nos da la oportunidad de aportar al menos para el alma, si no para el cuerpo, algo de las fuerzas revitalizadoras que necesitamos de nuevo en la tierra. El hombre de hoy, a menos que reconozca el mundo espiritual, no siente realmente estos hechos. Vayan a muchas personas que están fuera en la vida exterior y díganles algo como lo que se ha dicho hoy aquí:

Si no os hacéis como los niños pequeños, no podréis entrar en los reinos de los cielos, -veréis que la gente de fuera dirá: Bueno, son comparaciones bastante ingeniosas, pero ¿qué se supone que hay que hacer con ellas?- A la gente le resultará más útil ver algún drama sensacionalista, si no algo peor. Quienes no sientan realmente que estas verdades tienen un significado, las encontrarán menos justificadas, porque en el sentimiento por tales cosas reside precisamente el poder de llevar la perceptividad infantil a nuestras vidas. Si no llegamos a sentir simpatía y entusiasmo por algo parecido a la comparación del Cristo con la actividad del yo humano en los primeros años de vida, si somos capaces de considerar tal cosa infantil, entonces no tenemos talento para despertar las primeras fuerzas de la infancia. ¡Todos los eruditos secos tienen tan poco poder para despertar las primeras fuerzas de la infancia y llegar así al mundo espiritual! Si tenemos el entusiasmo de ocuparnos con algo así, entonces funciona en nuestra alma de tal manera que penetramos en nosotros mismos con estas fuerzas de la primera infancia.

Pero esto nos da algo de lo que hace posible que la gente mantenga su cristianismo con visión de futuro. ¿Acaso no he dicho muchas veces que sólo estamos al principio de una concepción de Cristo? Durante siglos, hasta los siglos XII y XIII, hubo un cristianismo que no tenía la oportunidad de leer la Biblia, tenía que atenerse a los sermones y a lo que decían las almas espirituales. Luego vino el cristianismo que se atenía a la Biblia, que obtenía sus conocimientos de lo que estaba escrito en la Biblia. Y no somos conscientes del poder de Cristo si no nos aferramos al hecho de que Él realmente cumplió su dicho: «Yo estoy con vosotros hasta el fin de los tiempos». Somos cristianos si nos damos cuenta de que en cada época el Cristo, habiéndose manifestado una vez, volverá a manifestarse para todo el que quiera verlo. El Cristo no es tan pobre que sólo tenga que decir lo que consta en los Evangelios. Sólo que no debemos referirnos siempre a las palabras: «Ahora no podríais soportarlo», sino dejar que la humanidad madure para reconocer al Cristo.

Por ejemplo, ser capaz de relacionarse correctamente con lo que se derrama a través del bautismo de Juan, con las fuerzas sanas y fecundadoras de la infancia. Sería una idea profundamente fecundadora. Aunque nadie supiera nada del nombre de Cristo y de los Evangelios, -no nos interesa en absoluto aferrarnos al nombre-, lo que cuenta es la esencia. Dejamos que otros digan: quien no jura por Buda no es un verdadero confesor. No nos aferramos al nombre, sino a la cosa. Lo hacemos, por ejemplo, reconociendo cómo en los primeros años de vida hay fuerzas en las personas que una vez se posaron en el cuerpo de Jesús de Nazaret.

Imaginen que estuvieran en una isla desierta a la que nunca hubiera llegado ningún documento sobre el Misterio del Gólgota: si la gente de allí trabajara de tal manera que a través de su vida espiritual absorbiera de forma plenamente consciente el poder de la primera infancia hasta la edad más elevada, serían cristianos en el verdadero sentido de la palabra. Entonces no necesitarían buscar en los Evangelios, porque el cristianismo es algo vivo, y se desarrollará cada vez más.

Esto es algo a lo que debemos aferrarnos estrictamente en distinción. Entonces podremos tener cada vez más claro hasta qué punto la misión de Cristo está realmente relacionada con todo el ser terrenal. Entonces podremos decirnos a nosotros mismos que esta misión de Cristo es algo que podemos reconocer en el propio hombre de hoy. La necesidad de la cristianización, de vivir el dicho paulino «Cristo en mí» surge del hecho de que decimos: debemos impregnar toda nuestra vida con la transformación de lo que vive en nosotros en la primera infancia, entonces Cristo estará en nosotros.

Esto ofrece ciertamente la posibilidad de entender el cristianismo en el sentido más amplio, y la perspectiva de que el cristianismo adopte formas completamente diferentes. Llegarán tiempos en los que el Cristo se llamará de otra manera, en los que habrá documentos completamente distintos, en los que la gente no se referirá a la historia externa de que tal ser existió una vez, sino que este hecho se reconocerá desde la conciencia de la humanidad.

Traemos todo esto a colación porque precisamente con tales cosas podemos mostrar una y otra vez que la ciencia espiritual es concebible que intervenga profundamente en toda la conformación del sentir humano y debe convertirse en práctica vital. Sólo entonces podemos comprender realmente lo que encontramos en los documentos. Para muchas personas, los documentos son un libro con siete sellos. Un hombre de hoy está ante nosotros: al final de su tiempo en la tierra está tan avanzado que ha bautizado interiormente su alma; hoy sólo está al principio de su obra. Pero el Cristo vive en él, y a través de todas las encarnaciones subsiguientes vivirá en él cada vez más y en un sentido cada vez mayor.

¿Cómo era antes de que Cristo se revelara en la tierra? Entonces el yo sólo estaba en preparación. El Cristo es lo que da sentido al yo, de modo que antes el yo sólo estaba en preparación. Cada vez que un ser está todavía en preparación, las entidades que lo precedieron deben ayudarlo. El hombre estuvo en preparación para dar sentido a su yo hasta el acontecimiento del Gólgota. Hasta entonces tuvo que ser ayudado por otros seres que habían alcanzado antes la fase de humanidad, es decir, en la antigua luna. Sabemos que estos son los seres de la jerarquía superior del siguiente nivel, los ángeles. Están un nivel por encima del hombre. Estos seres han tenido que encargarse preferentemente de guiar a la humanidad mientras el hombre aún no era capaz de mirar a Cristo y decir: Cristo da sentido a mi yo. - Por lo tanto, el hombre no podía conducirse a sí mismo hasta Cristo, sino que tenía que ser conducido hasta allí por los seres que son sus hermanos mayores.

El documento bíblico lo refleja con maravillosa exactitud. Tomemos al precursor de Cristo Jesús, Juan. Si realmente ha de ser el precursor, no puede ser el ser representado en la historia externa, pues todavía no tiene el yo en el sentido en que ahora se ha representado. Por tanto, no se puede decir que su precursor, el Bautista Juan, fuera antes que él. Curiosamente, el Evangelio de Marcos comienza inmediatamente con las palabras del profeta: «Envío a mi ángel delante de ti para que te prepare el camino». Esto significa que hay que prestar atención a algo que se ve de forma tan abstracta en los círculos teológicos, pero cuando se va a lo concreto, la gente lo pasa por alto. El mundo exterior es inicialmente una maya. Primero debemos aprender a mirarlo de la manera correcta, entonces ya no es maya. Cuando los acontecimientos exteriores en el plano físico son narrados por Juan, es Maya. No la entendemos. La Biblia ve a la persona de Juan como Maya. Un ser angelical vive en Juan, tomando posesión de su alma y guiando a la gente a Cristo. Él es una envoltura para que el ser angélico pueda revelarse. El ángel pudo entrar en él porque el renacido Elías estaba preparado para recibir al ángel. Entonces el ángel hablaba desde él, fue enviado allí, usando sólo a Juan como su instrumento. Esto es exactamente lo que dice la Biblia.

De modo que podemos decir: El hombre sólo pudo ser conducido hasta el yo por el hecho de que aquellos que habían completado la etapa de la humanidad en la antigua luna se convirtieron en los gobernantes de los hombres terrenales en los tiempos precristianos. Todos los antiguos líderes de la humanidad se convirtieron en los gobernantes porque los ángeles trabajaron a través de ellos. ¿Qué sucedería con el hombre moderno? En los tiempos precristianos los seres angélicos trabajaban en su ser porque el hombre todavía no tenía el yo como modelo propio. Puesto que tienen la luz del sol de Cristo, las personas pueden volver sus rostros hacia Cristo, y así un poder como el de los ángeles antes es atraído a ellos de nuevo. Así como antes recibía a los ángeles, así hoy el hombre debe recibir al Cristo mediante la devoción al ser de Cristo. Podía Juan decir todavía: No yo, sino el ángel en mí es enviado aquí y me usa como instrumento para preparar, -así hoy el hombre debe decir como Pablo: No yo, sino Cristo en mí. - Debe aprender a comprender a Cristo como le enseña la ciencia espiritual.

Podemos decir lo que se ha dicho hoy, por ejemplo, sobre los tres primeros años de vida. Subrayar la necesidad de que la edad infantil extienda su resplandor solar sobre toda la vida es cristianizar al ser humano. Mientras que la ciencia moderna trae consigo la senilidad, la no penetración de las fuerzas solares de la infancia, el marchitamiento del cerebro y muchas otras cosas.

Así que tomamos de tales verdades la idea de que es posible reconocer la esencia del cristianismo si prescindimos de todos los documentos y miramos sólo al ser humano. Si uno no mira la ciencia espiritual de tal manera que diga:
Ahora sé que el hombre consta de cuatro miembros, de cuerpo físico, etérico, astral y yo, sino de tal manera que es importante saber cómo estos miembros individuales están conectados en la naturaleza humana, entonces uno puede darse cuenta de que el primer yo de la infancia está relacionado con otra entidad, que este yo es como una envoltura, por así decirlo, y cómo después de tres años entonces cambia completamente su posición en relación con los otros miembros, con el resto de la naturaleza humana.

Este conocimiento adquiere un valor real cuando se convierte en una fuerza dentro de nosotros, y cuando nos decimos a nosotros mismos: Tenemos muchas encarnaciones en la tierra por las que pasar en el futuro; sabemos que podemos, por así decirlo, desarrollar cada vez más lo que hay dentro de nosotros, llevarlo a una conciencia cada vez mayor; sabemos que podemos derramar el hombre superior, el Hijo de Dios dentro de nosotros completamente a través del Hijo del Hombre, y así ascender cada vez más de encarnación en encarnación hasta que la tierra haya alcanzado su meta. - La tierra se convertirá en un cadáver, al igual que el ser humano individual se convierte físicamente en un cadáver, y al igual que el cadáver en el ser humano individual cae a la tierra y el alma asciende al mundo espiritual, así sucederá con toda la tierra.

Si consideramos toda la Tierra como el cuerpo de toda la humanidad, entonces podemos decir: La Tierra muere como un cadáver, se disuelve en la materia del espacio universal, se atomiza para ser utilizada materialmente de nuevo. El hombre, en cambio, asciende a los mundos espirituales para pasar al siguiente estado planetario. Y hay que tener en cuenta que no se trata de palabras abstractas.

Es extraño que haya gente que crea que nuestra Tierra, con el Sol y los demás planetas, fue una vez una gran nebulosa de vapor y nada más, y que el Sol, la Tierra y el hombre se formaron allí por la colisión de la materia, y que seguirá desarrollándose de este modo y un día será enterrado en la Tierra: ¡todo un episodio sin sentido! La historia cultural futura tendrá muchas dificultades para comprender esta fantasía mórbida; para entender cómo la imaginación humana pudo una vez llegar a estar tan enferma como para aceptar esto como una idea seria. Dar una teoría de Kant-Laplace es lo mismo que intentar explicar al hombre a partir del polvo en el que se desintegra cuando se quema. Tal ciencia es mortal; no revitaliza la fuerza viva de nuestra alma. La ciencia espiritual debe revitalizar el poder de formarnos a nosotros mismos en una forma más alta y elevada, y hacernos capaces de no conectarnos con el polvo de la tierra, sino de desarrollarnos en una nueva existencia planetaria.

Traducido por J.Luelmo, ene,2025

GA127 Basilea, 23 de febrero de 1911 - El significado de la encarnación del ser humano en las sucesivas épocas culturales

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RUDOLF STEINER


El significado de la encarnación del ser humano en las sucesivas épocas culturales

Basilea, 23 de febrero de 1911

Cuando se la reconoce correctamente, la ciencia espiritual aporta seguridad y fuerza a la vida. ¿Cómo puede ser beneficiosa en la vida? Muchas personas creen que, para una vida humana verdaderamente buena, aprender algo en este campo y reunir conocimientos espirituales es más un obstáculo que un beneficio. ¿Por qué necesitamos realmente tanta ciencia del espíritu, por qué necesitamos aprender tanto sobre el desarrollo de la Tierra y de todo un sistema planetario? Si simplemente intenta uno buscar su yo superior dentro de sí mismo y convertirse así en una buena persona, es básicamente el mejor teósofo. - A otros espíritus, que tienen una inclinación más teórica, les gusta saber de qué está hecho el hombre, ejercitar su intelecto sobre cómo se ha desarrollado la humanidad a lo largo de los diversos períodos culturales, conocer los períodos numéricos regulares, y les gustaría aprender esas cosas lo antes posible, preferiblemente para poder escribir las enseñanzas más importantes con bastante brevedad y difundirlas en una especie de catecismo.

Estos dos puntos de vista no corresponden en absoluto a lo que la ciencia espiritual puede ser para el hombre, y en lo que se convierte para aquellos que son capaces de situarse en la vida de forma correcta precisamente a través de la ciencia espiritual. En primer lugar, es cierto que estamos constituidos por un cuerpo físico, etérico y astral y por un yo. Pero si uno cree que con esto se puede conseguir algo al enumerarlo, se equivoca. No conocemos más que un esquema. Sólo sabemos algo del ser humano cuando podemos aplicar este conocimiento a la vida. Pero no puede uno hacerlo si no comprende que no sólo es importante conocer los nombres de estos cuatro miembros, sino también saber cómo están conectados estos cuatro miembros en el ser humano. Lo que importa es, si el cuerpo etérico de una persona está más o menos enlazado con el cuerpo físico, si el cuerpo etérico y el cuerpo astral se esfuerzan el uno por el otro y buscan enlazarse estrechamente, o si están más sueltos. 

Si centramos nuestra atención en esto, podemos ver que en el curso evolutivo de la humanidad en la Tierra esta relación entre los miembros cambia. Fue diferente en el pasado y será diferente en el futuro de lo que es hoy. Si observamos al antiguo egipcio en los primeros milenios de la cultura egipcia, es decir, a nosotros mismos en encarnaciones anteriores, encontramos en este antiguo egipcio a un ser humano en el que los lazos entre los cuerpos físico, etérico y astral son más laxos. Si miramos a la gente de hoy, encontramos un enlace mucho más estrecho, más denso. Y en el futuro esta conexión será cada vez más densa. Esto es lo que para nosotros da sentido al hecho de pasar por los distintos periodos culturales. Cuando hablamos de que el hombre se encarna una y otra vez, también podemos preguntarnos: ¿Por qué vuelve a encarnarse? - En efecto, nos encontramos una y otra vez con un tipo diferente de ser humano externo porque la conexión entre los miembros de la envoltura es siempre diferente. De hecho, como caldeos teníamos una estructura corporal completamente diferente a la actual, y en el futuro volveremos a tenerla diferente. Así que tenemos experiencias diferentes porque tenemos envolturas humanas diferentes.

Ahora se trata de que nos representemos debidamente, el modo en que este núcleo interno del ser humano, que pasa de encarnación en encarnación, se relaciona realmente con aquello de lo que nos revestimos, con el cuerpo astral, el cuerpo etérico y el cuerpo físico. Básicamente, la ciencia externa sólo examina la envoltura exterior. No sabe nada de las leyes más profundas que nos rigen de encarnación en encarnación. Pero la ciencia externa tampoco reconoce el significado más profundo de las leyes de la envoltura externa. Podemos convencernos de ello si consideramos aquellas conexiones en las que la ciencia exterior cree y otras en las que no. Es interesante observar que durante mucho tiempo la ciencia tendió a atribuir al hombre el libre albedrío. Pero ya he señalado que la ciencia más reciente niega a menudo este libre albedrío. Apoyándose en investigaciones externas. Esta nos dice: Echen un vistazo al curso de la vida externa. Por ejemplo, se puede utilizar la estadística para determinar cuántos suicidios se producen en una zona determinada. Se puede establecer una cierta regularidad de suicidios. Las estadísticas muestran que esto ocurre con cierta regularidad. Así pues, muchas personas están sencillamente condenadas a suicidarse. ¿Cómo se puede seguir hablando de libre albedrío? - Se podría ir mucho más lejos y apuntar a la tecnología de los seguros. Se trata de calcular y formular cuántas personas de tal o cual cifra seguirán vivas al cabo de treinta años. En otras palabras, se determina numéricamente cuántas personas de las nacidas hoy seguirán existiendo al cabo de treinta años. La muerte y la vida están sujetas a estrictas leyes externas de la naturaleza.

La ciencia externa lo ha reconocido. Pero se verá obligada a reconocer también otras cosas. Ya están saliendo a la luz hechos que obligarán a pensar en términos de ciencia espiritual. Por lo general, la ciencia no está dispuesta a aceptar nada nuevo con rapidez. Sigue un hábito peculiar. Se pueden oír grandes declamaciones sobre el hecho de que en la «Edad Oscura» hubo gente que se opuso a los descubrimientos de Copérnico. Su doctrina tuvo que imponerse con gran dificultad frente a los oscuros de la época. Y los que más hablan de ello se comportan de la misma manera no sólo frente a la ciencia espiritual, sino también frente a aquellos hechos de la ciencia que obligan a nuestro tiempo a buscar leyes espirituales. Un médico berlinés, por ejemplo, establece ciertas relaciones numéricas en el curso de la vida. Este médico, Wilhelm Fliej', comienza a llevar registros de cómo se conectan los nacimientos y las muertes en familias concretas. Un día determinado, por ejemplo, fallece una personalidad femenina en una familia. El primer nieto de esta persona nace 1428 días antes, el segundo nieto 1428 días después de la muerte, de modo que aquí tenemos la muerte de la abuela y nace un nieto simétricamente hacia delante y hacia atrás. Pero eso no es todo. En un período de 7 veces 1428 días después de la muerte de esta persona, nace un bisnieto. De modo que, si se persigue este asunto, siempre se llega a proporciones numéricas bastante definidas; proporciones numéricas que finalmente establecen la conexión entre las muertes y los nacimientos de un modo bastante maravilloso. Fliess lo ha descubierto en numerosos casos.

Pero la ciencia no parece querer reconocerlo todavía, sigue demasiado en contra de su dirección. Incluso la mejora de las condiciones sanitarias está sujeta a la relación numérica. El número de muertes por tuberculosis en un determinado periodo de tiempo, comparado con el número de muertes décadas antes, está regulado por ciertas cifras. Los médicos afirman que han limitado el número de casos mediante medidas higiénicas. Sin embargo, Fliess demostró que esto podía calcularse según proporciones aritméticas. Esto es muy inconveniente para la ciencia actual, pero se verá obligada a reconocer la existencia de una aritmética objetiva. Volverá a la antigua frase de Pitágoras: El número es algo que rige todo lo que teje y vive. - Mientras nosotros calculamos en nuestras almas, los espíritus superiores calculan desde hace mucho tiempo para poner en el curso de la vida lo que corresponde a los números. La frase de Pitágoras, -Dios hace matemáticas dejando que la vida siga su curso-, parece que vuelve a salir a la palestra. Pero, por otra parte, esto reforzaría de nuevo la actitud de la ciencia externa, que deja al ser interior del hombre sin participación en el destino de su vida. Si es aritméticamente seguro cuándo debemos morir, si el nacimiento y la muerte están tan conectados que están separados por 7 veces 1428 días, entonces nuestro ser interior parece estar atado a violentas condiciones externas.

Parece que tenemos que abstenernos de hablar de leyes especiales que rigen nuestro ser interior. Pero podemos citar razones externas que nos muestran que la historia no es del todo correcta. Si se calcúla, aunque sea con exactitud, que en un lugar se cometen tantos y tantos suicidios, o tantos y tantos robos, ¿Prueba esto que el hombre debe cometer robos? Según las fórmulas de la probabilidad, se puede calcular cuánto dura probablemente la vida de los seres humanos. Pero no creo que ningún hombre admita que está obligado a morir el día calculado por la aritmética. Para el ser interior, nada se deduce de esta regularidad de las fórmulas matemáticas. ¿Qué hay del hecho de que Fliess demuestre que transcurren 1.428 días entre la muerte y dos nacimientos? ¿Prueba esto algo sobre la regularidad interior de nuestro yo? Porque no es tan fácil comprender la relación de este núcleo interno del ser con el curso externo de la vida. ¿Cómo encaja con el hecho de que sigamos nuestro karma, de que tengamos que seguir a nuestro yo interior? No es fácil de entender. Una ilustración lo hará comprensible. Es muy posible que dos acontecimientos, dos corrientes, dos hechos, que de hecho están relacionados entre sí, continúen independientemente el uno del otro. Piensen en una cosa: Si uno quiere ir de aquí a Zurich, viaja en tren. Pero se puede ver cuándo sale el tren en el horario, que también contiene muchos números. En cierto modo, uno está íntimamente ligado a las cifras. Se siente uno dependiente de los números del horario en lo que piensa, se afana y experimenta interiormente. Pero aparte de esta serie de hechos, como que se pueda estudiar el horario, ¿no existe el otro relacionado con el desarrollo de su alma, que quiere subir al ferrocarril? Estudiando el horario nunca se podrá saber por las cifras si uno es bueno o malo, sabio o tonto. Del mismo modo que es irrelevante para el ser interior de nuestra alma qué horario existe, es igual de esencial para el karma de nuestra vida qué números resultan según los cálculos realizados por Fliess. Entramos en la corriente de la vida, que se rige por leyes que no tienen nada que ver con nuestra regularidad interior, salvo lo que nosotros mismos provocamos. Debemos decidir subir al tren. Es igualmente cierto que debemos determinar por las leyes internas del karma entrar en una corriente de vida que luego es regulada por las leyes de la aritmética.

¿Por qué razón se dicen todas estas cosas? - Porque el buscador del espíritu debe adquirir cada vez más un sentimiento del hecho de que la vida es complicada, que la vida es algo que uno no debe creer que puede abarcar con los pensamientos más cómodos. Quienes crean que se puede comprender fácilmente toda la vida porque sepa unas pocas frases de la ciencia espiritual, están muy equivocados. Uno debe tener la voluntad de penetrar más y más profundamente en estas conexiones. Hay que tener la sensación de que los pensamientos según los cuales está organizado el mundo también son válidos para el hombre. Si no existiera conexión alguna entre las leyes exteriores y el karma humano, toda la vida se desmoronaría.

Dos hechos lo demuestran. En la ciencia espiritual, nos esforzamos por utilizar las mejores analogías posibles. En cierto modo, las cifras del horario están relacionadas con la vida práctica. Aunque no tenga nada que ver con el horario si viajamos a Zurich o no, aunque no veamos ninguna relación, el horario está relacionado con las condiciones humanas. La gente lo ha construido de tal manera que no se corresponde demasiado torpemente con las condiciones de vida. Así que originalmente el calendario estaba adaptado a las condiciones de vida humanas. Algo parecido ocurre con nuestro karma y el flujo de nuestras vidas, que está regulado por él. Los seres de las jerarquías superiores también han determinado el «calendario» según las proporciones numéricas que encuentran las estadísticas cuando ascienden con números regulares, de modo que éstas corresponden exteriormente a las condiciones humanas generales. Donde uno encuentra, cuando se encarna de nuevo, un curso de vida cómodo, el otro se encuentra un curso incómodo. Esta ley no se produce en todas las familias de tal manera que siempre nazca un nieto 1428 días antes de la muerte de la abuela. Pero si tenemos en cuenta que 1428 también es divisible por 28, -es 51 veces 28-, entenderemos un poco mejor la relación numérica. No siempre se obtiene el número 1428 de estos cálculos, pero suele haber un múltiplo de 28 entre la muerte de cualquier miembro de la familia y un nacimiento. El múltiplo puede llamarse 13 o 17 o lo que sea, pero el número 28 está ahí, se dispone regularmente. Esto nos da la oportunidad de subir a diferentes trenes según el horario. Y así, según nuestro karma, tenemos la oportunidad de organizar nuestra vida, cómoda o incómodamente.

Sin embargo, no sólo digo esto para indicar lo complicadas que son estas condiciones externas, sino que también quiero señalar que los seres humanos podemos extraer una consecuencia moral de todos esos conocimientos. Y eso es lo que la ciencia espiritual nos aporta como algo tan infinitamente importante. Podemos decir:
Estoy en este mundo, encuentro en este mundo las relaciones numéricas que muestran cómo está organizada nuestra vida exterior. Ha sido necesario un largo período de desarrollo cultural humano para descubrirlo. Pero, ¿cuánto sabemos en realidad sobre esta regularidad? - Y aquí tenemos que decir: sabemos infinitamente poco. Lenta y gradualmente hemos descubierto algo de la sabiduría divina. Pero precisamente cuando absorbemos lo más bello e importante de la sabiduría, ésta nos recuerda que debemos ser humildes. Nos muestra lo poco que podemos abarcar la vida con los pensamientos que tenemos. Esta contemplación es entonces un incentivo para seguir luchando por la luz.

Este sentimiento moral, esta reverencia por la sabiduría del universo, es lo que podemos adquirir y lo que nos hace mejores seres humanos. Y adquirimos este sentimiento hacia la sabiduría, que se apodera de nosotros cuando nos damos cuenta de que esta sabiduría ha estado cerca de nosotros en nuestra vida intermedia entre la muerte y el nuevo nacimiento. Cuando nos surge la necesidad de descender a una nueva existencia terrenal, elegimos a qué tren debemos subir para cumplir con nuestro karma. Entonces nos llega la decisión, y decidimos si elegir este o aquel vínculo familiar, estos o aquellos padres. Pero no encontraríamos respuesta si nos preguntaran ahora cuál es la mejor encarnación para nosotros, si en esta o en aquella familia. Así que antes de nuestra encarnación somos más inteligentes que en nuestra existencia física, porque entonces, antes de nuestra encarnación, hicimos la elección correcta. De este sentimiento de que no nos hemos vuelto más listos después de la encarnación que antes, no puede surgir ningún orgullo por lo que hemos conseguido.

¿Por qué somos mucho más inteligentes antes de nacer, cuando podemos tomar las decisiones correctas? No estaríamos solos, sino que en nuestra vida entre la muerte y el renacimiento estamos impregnados por otras fuerzas que en el momento en que entramos en la existencia física, nos dejan. Cuando entramos en la existencia física estamos impregnados por las sustancias de los reinos terrestres que nos rodean, por el oxígeno, el nitrógeno, etc.; las absorbemos en nosotros mismos, están entonces en nuestras envolturas corporales. Cuando abandonamos el cuerpo, cuando atravesamos la puerta de la muerte y vivimos entre la muerte y el nuevo nacimiento, somos absorbidos por los seres de las jerarquías superiores. Así como vivimos aquí, en los diferentes reinos, con los animales, las plantas, los minerales, también vivimos allí con los Arkai, con los arcángeles y los ángeles. Estamos insertos en su ser, del mismo modo que aquí estamos insertos en las sustancias físicas. Del mismo modo que estas sustancias afirman aquí sus leyes, del mismo modo que el hierro de la sangre pulsa según sus leyes, los seres de las jerarquías superiores actúan en nosotros entre la muerte y el nuevo nacimiento, y su sabiduría nos empuja hacia el tren correcto de la existencia. Los seres de las jerarquías superiores tienen la sabiduría en su interior, del mismo modo que nosotros tenemos las sustancias físicas en nuestro interior. Y está muy justificado si como consecuencia moral, lo que nos invade es la humildad; si nos damos cuenta de qué pequeña parte hemos absorbido en nosotros de la sublime sabiduría de estos seres, hasta ahora en la vida física. Entre la muerte y el renacimiento estamos incrustados en el regazo de estos seres de las jerarquías superiores, debemos entregarnos a ellos. No querer hacerlo sería lo mismo que querer vivir sin ingerir las sustancias físicas hidrógeno, oxígeno y demás. Sería absurdo querer vivir sin entregarse plenamente a los seres de las jerarquías superiores.

El que considere que debe dedicar ese tiempo entre la muerte y el nuevo nacimiento a los seres de las jerarquías superiores se preguntará: ¿Cuál es la mejor preparación para ese tiempo? -y se dará a sí mismo la respuesta: La mejor preparación es desarrollar ya ahora, entre el nacimiento y la muerte, este sentimiento de devoción al mundo divino-espiritual. - Reverencia y devoción es lo que recibimos cuando nos imbuimos de los sentimientos correctos de la manera correcta. La humildad y la devoción al mundo espiritual impregnarán todos nuestros sentimientos.

Cuando la gente empieza a pensar y a vivir de este modo, también encuentra una sensación de equilibrio con el mundo que le rodea. Estos pensamientos también regulan y armonizan sus otras sensaciones. Muchos vicios del mundo exterior son llevados a la Teosofía. No provienen de la Teosofía, sino del hecho de que la gente los trae de fuera. Pensemos en un hombre que ha sido laborioso y trabajador en el mundo exterior, pero de tal manera que los que le rodean dicen: Es la ambición la que le hace laborioso, se sobrepasa, arruina sus fuerzas, no tiene cuidado de que este trabajo debe tener un límite. Ahora se encuentra con la teosofía. Allí encuentra ideas completamente diferentes de las que tenía antes. Pero esta cualidad general que tenía fuera también puede ser llevada a la Teosofía. Oye, por ejemplo, que es necesario cierto grado de estudio para que el alma progrese. Pues bien, estudia, pero estudia como un estudiante que quiere superar a sus colegas. Debería aprender a ejercitar el equilibrio en sus poderes; debería aprender a observar cuánto puede lograr de acuerdo con sus poderes kármicamente asignados; no debería proseguir los estudios teosóficos en exceso. Tal vez ha oído que es bueno para su desarrollo espiritual no comer carne, y no se pregunta: ¿Es también bueno para mi cuerpo? Se abstiene de la carne para acelerar su desarrollo. Pero debemos aprender a través de la Teosofía: Primero debo investigar si mi karma me permite seguir inmediatamente las reglas más elevadas. - Adquirimos una observación tranquila y humilde de nuestro propio karma, de nuestras propias capacidades y poderes, si nos comprometemos de la manera correcta con lo que la ciencia espiritual puede darnos. Son precisamente los más avanzados en lo oculto los que observan más de cerca la regla aplicable del equilibrio. A veces, sin embargo, ocurre lo contrario: si las circunstancias externas se resisten a una formación adecuada, uno quiere forzarse, se empuja hacia el objetivo que se ha fijado, se afana mentalmente para obtener una respuesta inmediata a una pregunta que se plantea. El estudiante avanzado nunca hace esto. Primero se aclara a sí mismo: Esta pregunta está ahí. Luego se examina a sí mismo:
¿Eres capaz de obtener la respuesta completa a la pregunta en este momento? Espera y verás, -se dice a sí mismo-, si los seres del mundo espiritual te darán esta respuesta. - Si primero tiene que tirar y empujar, se da por vencido por el momento. Sabe que tiene que esperar. Puede esperar porque está imbuido de la duración eterna de la vida y porque sabe que el karma, del que no hace caso omiso, da a cada uno lo que debe recibir. Entonces llega un momento en que recibe una pista interior y los poderes del mundo espiritual le revelan la respuesta. Tal vez esto ocurra después de años, tal vez sólo después de varias encarnaciones. Esto caracteriza la actitud correcta: ser capaz de esperar, ser paciente, desarrollar un sentido del equilibrio, no precipitarse.

Quien permita que las enseñanzas de la ciencia espiritual trabajen en él de la manera correcta, podrá dominar sus sentimientos y sensaciones a través de estas enseñanzas de tal manera que le permitan observar tal equilibrio, tal armonía. Con esta actitud penetramos en el cuerpo astral desde el yo de tal manera que este cuerpo astral absorbe las verdades del mundo espiritual, si se me permite una comparación trivial, como una esponja absorbe el agua en la que se sumerge. El conocimiento espiritual penetra gradualmente en el cuerpo astral, y éste se impregna de él. Hoy vivimos en una época en la que es necesario y en la que se hace cada vez más necesario que impregnemos el cuerpo astral de sabiduría espiritual. Los tiempos están cambiando cada vez más de tal manera que el cuerpo astral del ser humano que atraviesa la puerta de la muerte y luego vuelve a entrar en futuras encarnaciones, quedará sumido en la oscuridad, de modo que ya no sabrá orientarse en el mundo espiritual si no se impregna ahora del conocimiento espiritual. Pero cuando esté imbuido del conocimiento espiritual que estamos absorbiendo ahora, entonces se convertirá en una fuente de luz, iluminará su entorno. La sabiduría que absorbemos aquí se convertirá en luz en el mundo espiritual.

Si ahora nos preguntamos por qué la Teosofía sólo ha llegado hoy, por qué no estaba antes, debemos decir:
No llegó porque había una sabiduría antigua que se imprimió en el hombre sin que éste tuviera que hacer nada. Era como una especie de herencia que la gente recibía de la antigua luna. Con esta herencia eran capaces de penetrar en el mundo espiritual. Duró hasta la era cristiana. Pero entonces el hombre ya no podía absorber directamente lo que es la sabiduría espiritual. Primero debe penetrar en el alma con el conocimiento espiritual-científico, y éste será entonces el poder que hará que el hombre penetre en el mundo espiritual con la luz de su alma en el futuro. Las condiciones de la humanidad cambian de época en época.

Todo el ocultismo sabe que existe una sabiduría que proviene de la antigua luna y que todavía estaba activa residualmente hasta los siglos XV y XVI, de modo que cuando los hombres entraban en el mundo espiritual veían la luz que brillaba sin su ayuda. Hoy, sin embargo, podemos absorber cuanto queramos de esta antigua sabiduría, que fue transmitida en la humanidad como una antigua herencia, con nuestras almas, -la cual ya no brilla después de que las personas han atravesado la puerta de la muerte. Sólo la sabiduría que las personas reciben a través de Cristo diciendo: No yo, sino el Cristo en mí-, sólo esta sabiduría será una luz brillante para el futuro paso del hombre a través de la puerta de la muerte. Así pues, tomamos la ciencia espiritual que ha sido bautizada para tener una fuente de luz en el cuerpo astral cuando pasemos por la puerta de la muerte.

Pero cuando asimilamos este conocimiento espiritual bautizado, cuando penetramos con él en nuestro cuerpo astral, entonces no se queda en mera sabiduría, sino que penetra en nuestros sentimientos. Aprendemos lo que ocurrió en el antiguo Saturno, lo que ocurrió en el antiguo sol y en la antigua luna y cuál es la tarea de la tierra. Si ustedes leen las descripciones dadas en mi «Ciencia Oculta en Esquema», sentirán que la descripción de Saturno tiene un tono básico completamente diferente al de los otros estados planetarios. Al describir el estado de Saturno, se puede sentir que las condiciones se describen con cierta crudeza. Esto se siente en el alma y es necesario. Pueden sentir la existencia del sol como si floreciera, brotara la vida. Puedes sentir la representación de la luna como si un cierto sabor melancólico y sombrío impregnara el conjunto de conceptos que allí se dan. Una persona sensible puede percibirlo hasta en el sentido del gusto, hasta en la lengua.

Los tontos dirán: las descripciones son desiguales, el estilo no es fijo. Pero debemos saber que esto es necesario, y por qué razón. Debemos saber por qué es necesaria una melodía de tres tonos específicos, cada uno de los cuales debe resonar a partir de las palabras, y si lo sabemos, también podemos transformarlo en sentimientos y enviar los sentimientos al mundo. Los sentimientos que encendemos en nosotros de esta manera se transforman. Lo que se absorbe en el cuerpo astral como sabiduría se transforma en una entrega voluntaria a las condiciones del mundo, y esto se apodera entonces de nuestro cuerpo etérico. Cuando somos sabios, preparamos el camino. Las fuerzas con las que descendemos a las próximas encarnaciones moldean e impregnan el cuerpo etérico. Si hemos impregnado así el cuerpo etérico de piedad genuina, verdadera, y luego se disuelve en el éter general del universo, entonces hemos entregado al universo un cuerpo etérico que está impregnado de piedad y que beneficia al universo entero. Si, por el contrario, somos impíos, materialistas, entonces estamos desprendiéndonos de un cuerpo etérico que tiene un efecto desintegrador y destructivo cuando se disuelve en el éter general del universo. En la medida en que somos sabios, nos servimos directamente a nosotros mismos, pero indirectamente también servimos al mundo. En la medida en que somos piadosos, servimos directamente al mundo, pues la piedad se comunica a todo el mundo. Y la ciencia espiritual no sólo puede dar sabiduría y piedad, sino también seguridad y un enfoque en las fuerzas vitales del cuerpo. Incluso la conexión consciente con el mundo espiritual proporciona tales fuerzas vitales.

He mencionado a menudo que Fichte, que se encontraba a las puertas de la Teosofía, conocía algo de estas conexiones. Había en él tal certeza de la vida que podía decir cuando hablaba de la naturaleza del hombre: «Levanto mi cabeza audazmente hacia las amenazadoras montañas rocosas y hacia el furioso torrente de agua y hacia las nubes que nadan en un mar de fuego y digo: ¡Soy eterno y desafío vuestro poder! Todos vosotros os derrumbaréis sobre mí, y vosotros, tierra y cielo, os mezclaréis en la salvaje agitación, y vosotros, todos los elementos, espumaréis y os enfureceréis, y en la salvaje batalla desgastaréis el último polvillo de sol del cuerpo que yo llamo mío; sólo mi voluntad, con su firme plan, se cernirá audaz y fríamente sobre las ruinas del universo. Porque me he apoderado de mi destino, y es más permanente que tú; es eterno y yo soy eterno como él». - La seguridad de la vida brota de la conciencia de que el hombre camina en lo eterno del espíritu. ¿Puede debilitarse una persona que está tan arraigada en lo eterno del espíritu? Es la toma de conciencia del espíritu la que vierte más y más de este poder en nosotros.

¿Qué nos da este poder? La sabiduría da al cuerpo astral lo que nos permite superar cada vez más las fuerzas inhibidoras. La piedad regula las fuerzas y la correcta organización del cuerpo etérico. Pero lo que fluye en nuestro cuerpo a través del hecho de que conocemos nuestra conexión con lo eterno, eso es la seguridad de la vida, y se nos comunica incluso en las facultades del cuerpo físico. Cuando poseemos esto, entonces damos paso a la maya, la ilusión y el engaño. Es una ilusión cuando alguien dice que nuestro cuerpo físico sólo se desintegra en polvo terrenal cuando morimos. - No. No es indiferente la forma en que el cuerpo físico se haya formado una vez, la forma en que el hombre lo haya moldeado. Si tal seguridad en lo eterno impregna este cuerpo físico, entonces devolvemos a la tierra lo que hemos adquirido como seguridad de vida. Fortificamos nuestro planeta tierra con lo que hemos adquirido durante nuestra vida. A través del cuerpo físico damos nuestra seguridad de vida al mundo. En el cuerpo físico en descomposición, la descomposición es sólo Maya. Quien sigue al cuerpo físico a través de la muerte ve que el grado de seguridad vital que el hombre ha adquirido durante la vida fluye hacia nuestra tierra.

De este modo consolidamos en el cuerpo astral, en el cuerpo etérico y en el cuerpo físico, mediante la sabiduría, la piedad y la seguridad de vida, lo que como seres humanos podemos elaborar como lo mejor para toda la evolución de nuestra Tierra. De este modo trabajamos en nuestro planeta Tierra, pero también adquirimos el sentimiento de que el hombre no está solo, ni aislado, sino que lo que elabora en su alma tiene valor y significado para el conjunto. Y así como no hay partícula del sol que no lleve en sí las leyes del universo, tampoco hay ser humano que no construya y destruya el universo a través de lo que hace y deja de hacer. Al proceso del universo que avanza, podemos tanto darle como podemos quitarle, como podemos desmoronarnos de él al no preocuparnos por su desarrollo, al no imbuirnos de piedad, al no adquirir seguridad de vida. Con estas omisiones contribuimos a la destrucción del planeta tanto como lo construimos mediante la adquisición de sabiduría, piedad y seguridad de vida. Así empezamos a darnos cuenta de lo que la ciencia espiritual puede llegar a ser para nosotros emocionalmente cuando se apodera de toda la persona.
Traducido por J.Luelmo ene,2025