La naturaleza de la alucinación, la fantasía y la imaginación en relación con el cuerpo, el alma y el espíritu
He sentido la necesidad de hablarles esta tarde sobre un tema antroposófico, a pesar de que mi estancia en Stuttgart iba a estar dedicada a otras cosas, y quiero decirles hoy algo sobre la relación del hombre con su entorno terrenal, por cuanto este entorno terrenal desempeña un papel en la naturaleza del hombre. Me gustaría enmarcar este tema de tal manera que su contenido pueda ser especialmente relevante para muchas cosas que es necesario considerar ante el declive de la civilización en nuestro tiempo.
Si resumimos mucho de lo que hemos llegado a saber sobre el ser humano a lo largo de los años, a partir de la ciencia espiritual antroposófica, entonces mucho se puede resumir para nosotros en la triple estructura del ser humano, que a menudo se ha presentado ante nuestras almas, en la triple estructura de espíritu, alma y cuerpo. Si consideramos nuestra educación actual desde el punto de vista de la ciencia espiritual, si consideramos lo que impregna cada vez más nuestra educación actual, entonces debemos decir que el desarrollo de la humanidad ha llegado gradualmente al punto en que sólo son objeto de consideración realmente, los aspectos físicos del hombre. Con respecto a esta contemplación de lo físico, sin embargo, tenemos hoy un conocimiento exhaustivo y aún más un esfuerzo por llegar a conocer lo físico en su relación con los demás fenómenos del mundo. Pero vivimos en una época en la que nuestra mirada debe dirigirse cada vez más hacia el alma y el espíritu. Precisamente cuando observamos lo físico con tanto detenimiento, como es el caso de los conocimientos corrientes hoy en día, gracias a esta observación de lo físico debemos en realidad, ser guiados a la observación del alma y del espíritu.
Quisiera partir de fenómenos que hoy no se pueden comprender realmente porque sólo se considera lo físico, y que sin embargo, digamos, están ahí ante el hombre como grandes interrogantes. Cuando consideramos el cuerpo humano, éste encaja en todo el orden de la naturaleza, y el conocimiento se ha esforzado gradualmente por componer este orden de la naturaleza enteramente a partir de causas y efectos necesariamente interrelacionados. También se piensa que el cuerpo humano está integrado en esta cadena de causas y efectos y gracias a la cual cobra sentido. Este es el carácter materialista de nuestro conocimiento actual en un sentido más amplio y actual, el de que nos centramos sólo en las causas y efectos naturales y en la forma en que el cuerpo humano se separa de estas causas y efectos con una especie de necesidad mecánica.
Pero entonces aparecen inmediatamente ante el hombre ciertos fenómenos, que son, en efecto, fenómenos anormales en cierto sentido, pero que permanecen ahí como grandes enigmas, como signos de interrogación, si uno se detiene simplemente en la explicación puramente natural de causa y efecto. Vemos cómo se desenvuelve el cuerpo humano. El naturalista viene y busca en el cuerpo humano las mismas leyes que busca fuera en el resto de la naturaleza. Puede decir que en el cuerpo humano sólo son más complejas, pero son las mismas leyes que también se encuentran fuera en la naturaleza. Y he aquí que vemos leyes particulares a partir de las cuales se forman ciertos fenómenos, aunque de manera anormal, que no pueden integrarse de entrada en este curso de los acontecimientos naturales. El pensador materialista se esfuerza, -aunque hoy todavía no ha llegado a ello, pero lo considera un ideal-, por explicar la voluntad ordinaria en el hombre, el sentir ordinario en el hombre, el pensar o imaginar en el hombre, como efectos de procesos corporales, del mismo modo que explicamos la llama por la combustión del combustible. Y ciertamente se puede decir que, aunque hoy en día todavía no se hayan logrado tales explicaciones, el científico natural puede afirmar en cierto modo que llegará el momento en que el pensar, el sentir y la voluntad se expliquen también a partir del cuerpo humano, del mismo modo que la llama se explica a partir de la combustión del combustible. Pero, ¿cómo tendríamos que relacionarnos con la imaginación humana, por ejemplo, si esta opinión fuera totalmente correcta?
Distinguimos entre las ideas de la vida que aceptamos porque podemos describirlas como correctas, y las ideas que rechazamos porque las describimos como incorrectas, porque decimos que son un error. Pero en el orden natural todo puede derivarse únicamente de las causas y ser el efecto propio de las causas. Por lo tanto, podemos decir que el error y el engaño, según el orden de la naturaleza, surgen de causas necesarias tanto como las ideas correctas y justificadas. Nos encontramos, pues, ante un enigma: ¿Por qué los fenómenos de la naturaleza, que se suponen todos necesarios, causan en el hombre lo verdadero, por un lado, y lo falso, por otro?
Pero nos quedamos aún más perplejos cuando vemos surgir en los seres humanos concretos lo que llamamos visiones engañosas, lo que llamamos falsas alucinaciones, de las que sabemos que nos hacen creer algo hasta lo vívido sin estar arraigadas en la realidad. ¿Cómo llegamos a decir que nos está permitido presentar algo como una alucinación injustificada, cuando todo lo que tiene lugar en el hombre surge necesariamente del orden natural que también está en él? Tendríamos que atribuir tanta justificación a las alucinaciones como a lo que llamamos impresiones verdaderas e ideas verdaderas. Y, sin embargo, estamos, -y podemos sentirlo y sospecharlo-, convencidos con razón de que las alucinaciones deben ser rechazadas como tales. ¿Por qué deben ser rechazadas? ¿Por qué no deben ser reconocidas como un contenido legítimo de la conciencia humana? ¿Y cómo podemos reconocerlas plenamente como alucinaciones?
Sólo podremos aclarar estos misterios si nos fijamos en otras cosas que en un principio pueden recordarnos a las alucinaciones, pero que no pueden ser reconocidas por nosotros como injustificadas en el mismo sentido que las alucinaciones, y que son producto de la imaginación humana. Estos productos de la imaginación humana surgen primero de las profundidades insondables del alma humana, se expresan en imágenes que se presentan mágicamente al alma humana, y son el origen de muchas cosas que embellecen la vida, que elevan la vida. Todo lo artístico sería inconcebible sin estos productos de la imaginación. Sin embargo, también somos conscientes de que los productos de la imaginación no están arraigados en una realidad sólida, que tenemos que considerarlos como algo que nos engaña cuando le atribuimos realidad en el sentido ordinario de la palabra. Pero entonces llegamos a algo más.
Por nuestra ciencia espiritual conocemos el primer estadio de la cognición suprasensible. Allí hablamos de imaginación, allí hablamos de cognición imaginativa, allí describimos cómo el alma, a través de ciertos ejercicios, llega a tener un contenido pictórico en la contemplación, el cual, sin embargo, ahora no es considerado por el investigador espiritual como un sueño, a pesar de su apariencia como un contenido pictórico, sino que es considerado como aquello que se relaciona con una realidad, que representa una realidad.
Tenemos ante nosotros, por así decirlo, tres etapas de la vida del alma: la alucinación, que reconocemos como una ilusión completa, la imagen fantasiosa, que sabemos que de alguna manera hemos extraído de la realidad, pero que sin embargo no tiene nada que ver directamente con la realidad en la forma en que aparece en nosotros como una imagen fantasiosa, y en tercer lugar, tenemos la imaginación, que también aparece como una imagen o como una suma de imágenes en nuestra vida anímica y que relacionamos con una realidad. El investigador espiritual sabe relacionar esta imaginación con una realidad a través de la vida, del mismo modo que relaciona cierta percepción del color o del sonido con una realidad. Y al que dice que la imaginación, la verdadera imaginación, no se puede probar en su realidad, que también puede ser un engaño, hay que responderle, -el que se ha familiarizado con estas cosas de la vida anímica, dice: «No puedes saber que un trozo de acero caliente es un trozo de acero caliente de verdad y no un mero pensamiento, una mera imaginación. Esto no se puede demostrar con el pensamiento, pero sí con la vida. Todo el mundo sabe, por la forma en que entra en contacto con la realidad física externa en la vida, cómo distinguir el hierro caliente meramente imaginario, que no quema, del hierro caliente real. Por la forma en que entra en contacto con la realidad física externa en la vida, todo el mundo sabe distinguir el hierro caliente meramente imaginado, que no quema, del hierro caliente real. Y así en la vida el investigador espiritual sabe distinguir, precisamente por el contacto que tiene con el mundo espiritual a través de la imaginación, lo meramente imaginado de este mundo espiritual, de aquello que a través de la imaginación apunta a una realidad de este mundo espiritual.
Pues bien, la relación de este sistema tripartito, alucinación, fantasía, imaginación, no se comprende si no se es capaz de penetrar en la esencia del hombre en relación con todo su entorno mundial desde una perspectiva espiritual-científica. En efecto, el hombre es un ser compuesto de espíritu, alma y cuerpo. Si consideramos primero al hombre tal como se nos presenta entre el nacimiento o, digamos, la concepción y la muerte, entonces lo tenemos ante nosotros en su corporeidad en relación con nuestras experiencias inmediatas. Esta corporeidad del ser humano sólo se comprende hasta cierto punto, incluso con la ciencia actual. Esta corporeidad es muy, muy compleja. Una estructura que se vuelve cada vez más maravillosa cuanto más somos capaces de seguirla en detalle. Pero la respuesta a la pregunta: ¿Cómo se comprende esta corporeidad? - Debe venir de otro lado y sólo viene del lado que nos ofrece la ciencia espiritual cuando nos señala el espíritu.
Pero si volvemos a resumir mucho de lo que se ha dicho en las diversas conferencias de los últimos años, en realidad podremos decirnos a nosotros mismos: Así como tenemos ante nosotros la fisicalidad del hombre entre el nacimiento y la muerte, así tenemos ante nosotros su espiritualidad, su espíritu, en la vida que el hombre recorre entre la muerte y un nuevo nacimiento. Y si consideramos, como hice en el ciclo de conferencias que di en Viena en la primavera de 1914, la vida del ser humano entre la muerte y un nuevo nacimiento, entonces consideramos el crecimiento y el desarrollo del espíritu humano al mismo tiempo que consideramos el crecimiento y el desarrollo del cuerpo humano cuando seguimos al ser humano desde el nacimiento hasta la muerte. Es realmente así cuando miramos al niño que acaba de nacer y cuando luego seguimos el desarrollo del ser humano, cómo sale de la infancia, cómo se hace cada vez más maduro, cómo luego viene la decadencia, cómo finalmente se produce la muerte:
Mientras estamos allí, seguimos con nuestros sentidos externos y combinamos nuestras impresiones sensoriales externas con el intelecto, allí seguimos al cuerpo humano en su devenir. De la misma manera seguimos al espíritu humano en su devenir, cuando consideramos el crecimiento, la madurez del espíritu, cuando llegamos a lo que he llamado en mi «Ciencia Oculta en Bosquejo» la hora de medianoche de la existencia entre la muerte y el nuevo nacimiento, cuando entonces vemos su acercamiento a la vida física de nuevo; observamos el espíritu allí, y debemos entonces mirar la relación de este espíritu, que realmente nos confronta en su forma original entre la muerte y un nuevo nacimiento, a lo que nos confronta aquí en el mundo físico como su cuerpo en su devenir.
Ahora bien, a través de la investigación espiritual nos enfrentamos al hecho significativo e importante de que lo que experimentamos aquí como cuerpo, lo que se nos revela como cuerpo, es en cierto sentido una imagen, una imagen externa, un fiel reflejo de lo que observamos como espíritu entre la muerte y un nuevo nacimiento, y aquello que consideramos espíritu del modo indicado anteriormente es el modelo de lo que consideramos aquí en la vida física como cuerpo. Así pues, debemos imaginar la relación de lo espiritual con lo físico en términos concretos. Quien no sabe nada de la vida entre la muerte y un nuevo nacimiento, no sabe básicamente nada del espíritu humano.
Pero cuando ahora estamos ante el ser humano tal y como se nos presenta en la fisicalidad que se nos revela entre el nacimiento y la muerte y nos dotamos entonces de la conciencia de que se trata de una imagen de lo espiritual prenatal, entonces nos decimos: ¿Qué interviene entre el modelo y la imagen? ¿Qué hace que el modelo, que precede a la imagen en el tiempo, qué hace que este modelo tome forma en la imagen? - Tal vez podríamos reconocer y prescindir de tal mediación si el ser humano apareciera de inmediato completamente perfecto, si naciera de tal manera que su modelo espiritual se transformara inmediatamente en el ser humano perfecto y ya no tuviera que crecer y llegar a ser, sino que se presentara ante nosotros perfecto.
Entonces podríamos decir: En un mundo espiritual más allá está el espíritu del hombre, aquí en el mundo físico está la imagen física. Relacionamos la imagen física con el modelo espiritual. -Pero este no es el caso, como sabemos, sino que a través del nacimiento el ser humano entra primero en la existencia sensorial como un ser imperfecto y el ser humano sólo gradualmente, lentamente se vuelve similar a su modelo. Puesto que el espíritu sólo actúa hasta la concepción o un poco en la vida del embrión, es decir, hasta el nacimiento, tiene que haber una mediación, puesto que entonces el espíritu, por así decirlo, libera al ser humano, tiene que haber algo que, por ejemplo, en el vigésimo año moldea lo que antes no correspondía del todo a su modelo espiritual de tal manera que corresponda cada vez más a su modelo espiritual. Y lo que imita el modelo espiritual en lo físico es el alma, eso es el alma.
Así encontramos al hombre situado en todo su entorno mundial. A continuación, seguimos su existencia espiritual entre la muerte y un nuevo nacimiento, su existencia corporal entre el nacimiento y la muerte, y contemplamos su existencia espiritual como aquello que el modelo forma gradualmente en el cuerpo físico, en la imagen corporal. Entonces, el centro del desarrollo terrenal del hombre llega, por así decirlo, alrededor de los treinta y cinco años. Luego llega la decadencia. Después, por así decirlo, el ser humano se endurece cada vez más en su físico. Pero lo que toma forma en él ya se está preparando para fundirse de nuevo en la muerte en su forma espiritual, puramente espiritual, de modo que el ser humano pueda entonces vivir de nuevo en la forma espiritual entre la muerte y el siguiente nacimiento. ¿Qué es lo que hace que lo físico esté cada vez más preparado para volver a ser espiritual en la muerte? Es de nuevo el alma. Así que esta alma nos prepara para una imagen de nuestro espíritu en la primera mitad de nuestra vida. En la segunda mitad de nuestra vida nos prepara para volver a ser espíritu.
Y así obtenemos la triple condición humana de espíritu, alma y cuerpo. Esto nos da una idea concreta de la relación entre espíritu, alma y cuerpo. Pero también obtenemos una idea de lo físico que es clara en sí misma, que es en sí misma, como debe ser, sin contradicción. Pues si lo físico es un fiel reflejo de lo espiritual, entonces todas las actividades espirituales deben reflejarse también en lo físico, por consiguiente lo espiritual debe ser rastreable en el cuerpo en forma material. Es por eso que no debemos sorprendernos que el materialismo haya aparecido en el conocimiento más reciente y haya dicho que lo físico es el origen de lo espiritual. Si tomamos sólo lo que se desarrolla en el hombre entre el nacimiento y la muerte, es decir, lo que se desarrolla como imaginación, entonces encontramos todo lo que vive en la vida de la imaginación en las imágenes del cuerpo humano. Se puede rastrear al ser humano en el cuerpo hasta su imaginación, y se puede llegar al engaño de la visión materialista, porque de hecho hay que encontrar esas finas ramificaciones de la organización corporal que salen a la luz en el pensamiento, en la imaginación.
Así que de esta manera puede uno convertirse en materialista. Uno puede convertirse en materialista porque lo físico es una verdadera imagen de lo espiritual. Y si uno no sabe nada de lo espiritual, entonces puede conformarse con lo físico, limitarse a lo físico, entonces puede creer que todo el ser humano está contenido en lo físico. Solo que esta corporeidad nace con la vida embrionaria y se disuelve después de la muerte. Esta corporeidad es transitoria. Y, sin embargo, es una verdadera imagen de lo espiritual. En particular, lo físico es una imagen verdadera de lo espiritual cuando observamos la actividad de lo físico. Llevamos a cabo una actividad en las organizaciones sutiles de nuestro sistema nervioso-sensorial, y esta actividad sutil es definitivamente un reflejo de una actividad espiritual que tuvo lugar entre la muerte y un nuevo nacimiento.
Y si ahora observamos esta actividad corporal, si visualizamos que, -tal como he indicado-, está influenciada por el alma, entonces debemos decir: esta corporeidad es una imagen, una semejanza, y lo espiritual sólo lo encontramos en el mundo espiritual asociado. - Aquí, en este mundo físico, el ser humano, por cuanto está en este mundo físico, es en definitiva un ser material, y en la organización de su materialidad se expresa al mismo tiempo la imagen fiel de lo espiritual. Ciertamente, en él vive el alma, que es mediadora de lo espiritual, pero lo que vive en la vida embrionaria pertenece a todo el ser humano, que luego se transforma en aquello en lo que el ser humano vuelve a transformarse después de la muerte: lo espiritual. Así pues, lo espiritual, el alma y el cuerpo están conectados. Pero si vemos a través de esto correctamente, -sólo traten de ver correctamente lo que he puesto ante sus almas-, se dirán a sí mismos: Aquello que el ser humano desarrolla como capacidad de pensar debe participar en esto, aunque sólo sea en el eco, por mediación del alma, de lo que tuvo lugar antes de su vida embrionaria. Dicho de otro modo: Cuando ahora albergo ideas, un cierto poder vive en mi vida imaginativa, pero este poder no se desarrolla meramente desde el cuerpo; en el cuerpo sólo existe su imagen posterior. Este poder resuena hasta cierto punto, es un reflejo de la vida que pasé antes de mi vida embrionaria entre la muerte y un nuevo nacimiento. Esta vida debe resonar en mi vida actual. Cuando la persona corriente de hoy imagina, es cierto que el eco, la resonancia de su vida prenatal vive en su imaginación.
¿Y cómo llega el hombre a atribuirse un ser? Llega a atribuirse un ser al darse cuenta inconscientemente de él: Imaginando, mi ser prenatal vive en mí, resuena en mí, y mi cuerpo es una imagen posterior de este ser prenatal. Cuando ahora comienza a desarrollar tal actividad por sí mismo, como en realidad sólo debería desarrollarse a través de la resonancia de la existencia prenatal, ¿qué ocurre entonces? Entonces el cuerpo en esta existencia física, por ser una vez una imagen posterior, desarrolla injustificadamente algo fuera de sí que es similar a la actividad imaginativa. Y esto puede suceder de hecho. Cuando estamos en la vida normal y pensamos e imaginamos, nuestra vida prenatal resuena en nosotros, y como el ser humano es tripartito, la vida nervioso-sensorial puede desconectarse y cada una de las otras partes puede empezar a imitar esa actividad desde lo puramente físico, que en realidad debería resonar desde la existencia prenatal. Cuando el hombre rítmico o el hombre metabólico de las extremidades desarrolla desde sí tal actividad sin justificación, que es semejante a la imaginación justificada que resuena desde la vida prenatal, entonces surge la alucinación. Y se puede distinguir muy claramente, si se mira el asunto desde un punto de vista espiritual-científico, la imaginación justificada, que al mismo tiempo, al reconocerla como imaginación justificada, es prueba viva de la vida preexistente. Pueden diferenciarla de la alucinación, que, por el hecho de que puede estar ahí, de que es la imitación del poder de la imaginación que sale de lo eterno a partir del cuerpo, es una prueba viviente, porque es una imitación, de que el original que imita también está presente, pero que está definitivamente cocinado a partir del cuerpo y, por lo tanto, permanece ahí como no autorizado. Pues en la vida física el cuerpo no está autorizado a imitar de sí mismo ese modo de concepción que se supone que nace de la vida espiritual del hombre prenatal.
Si se quiere ir más allá de esas nociones insensatas que hoy se consideran definiciones de alucinaciones y similares deben hacerse, en efecto, tales consideraciones . Hay que examinar la estructura de todo el ser humano si se quiere distinguir la vida alucinatoria de la vida imaginativa real. Y cuando la vida imaginativa real está entonces más desarrollada, cuando se absorbe conscientemente y cuando esta consciencia se añade a ella, que uno no sólo experimenta el eco en la imaginación de la vida prenatal, sino cuando uno ahora muy conscientemente convierte este eco en una imagen y por lo tanto mira hacia atrás desde el eco a la realidad, entonces uno llega a la imaginación. Así, el verdadero científico espiritual diferencia entre la alucinación, que es un resultado del cuerpo físico, y la imaginación, que apunta a lo espiritual, que se proyecta de nuevo en lo espiritual, de modo que se puede decir: En la persona alucinante se combina el cuerpo, en la persona que imagina, que se transporta de vuelta del eco al mundo prenatal, el espíritu se combina; Extiende su vida más allá de la existencia física y deja que el espíritu se combine. En él se combina el espíritu. Aquellas personas que por prejuicio o, como ya está sucediendo hoy, por mala voluntad, repiten una y otra vez que la imaginación de la ciencia espiritual también podría ser alucinación, pasan deliberadamente por alto el hecho de que el investigador espiritual sabe diferenciar estrictamente entre alucinación e imaginación, que es él quien, en el sentido más estricto de la palabra, puede distinguir firmemente uno de otro, mientras que lo que se dice hoy en la ciencia convencional sobre las alucinaciones es en todas partes sin fundamento ni base, en todas partes definiciones arbitrarias. Y en realidad no es mas que la prueba de que la ciencia actual no sabe lo que son las alucinaciones, que no puede distinguir lo que encuentra como imaginación de la vida alucinatoria.
Dado el carácter de las insinuaciones que se están haciendo en este campo, hay que hablar ya hoy de calumnia deliberada que se está haciendo en este campo. Es sólo pereza por parte de nuestros científicos hacia lo que es la investigación científica espiritual, que pongan tales cosas en el mundo. Si no fueran demasiado perezosos para adentrarse en la ciencia espiritual, verían cómo se hacen distinciones estrictas entre la vida alucinatoria y la imaginativa en la ciencia espiritual.
Pero hay que tomar conciencia de esto si se quiere profesar honestamente a nuestro movimiento, que en nuestra contemporaneidad hay una malevolencia que proviene de la pereza, y hay que perseguir la pereza, que luego conduce a la falsedad, en nuestra educación contemporánea hasta sus recovecos; lo que es ciencia espiritual ya no tiene hoy otro camino. De modo que podemos decir: En la vida alucinatoria se combina el cuerpo, en la vida imaginativa se combina el espíritu, y el ser humano también se siente completamente alejado del mundo entre el nacimiento y la muerte cuando se siente plenamente dentro en la vida imaginativa.
El alma se interpone entre los dos. El alma es la mediadora, por así decirlo, el fluido espiritual que media desde el espíritu, el modelo, hasta el cuerpo, la imagen residual. Este no debe tener un contorno nítido a ambos lados, debe tener contornos fluidos, contornos borrosos; En contraste con esto, uno no puede decir de una manera definida que está arraigado o que no está arraigado en la realidad. En el caso de las alucinaciones, porque sólo son cocinadas por el cuerpo, que sin embargo no puede cocinar nada real a menos que viva en los ecos de la vida prenatal, en el caso del cuerpo y sus alucinaciones se puede decir que no están arraigadas en la realidad. En el caso de las imaginaciones y sus imágenes abstractas, los pensamientos, se puede decir que están arraigados en la realidad.
Con las imágenes que surgen de la combinación del alma, con las imágenes fantásticas, ahora tenemos algo borroso; Son reales-irreales. Se toman de la realidad, los contornos nítidos de la realidad se atenúan, se hacen que se desvanezcan, que se difuminen. Sentimos que nos elevamos fuera de la realidad, pero al mismo tiempo sentimos que es algo que significa algo para nuestra vida interior, para toda nuestra vida en el mundo. Sentimos el estado intermedio entre la alucinación, entre la alucinación engañosa y la imaginación real en la fantasía mediadora, y podemos decir: en la alucinación se combina el cuerpo, en las fantasías en el caso de la imaginación, de la cual los pensamientos abstractos son el reflejo de la vida ordinaria, el alma se combina, en el caso de la inspiración, se combina la mente. Aquí tenemos la triple naturaleza del hombre en su actividad y en su relación con su entorno. Podemos decir: Cuando estamos en el espíritu, ya sea en la imagen sombría de los pensamientos o en la imaginación, a través de la cual nos elevamos a los niveles superiores del conocimiento, combinamos la realidad;
Si nos situamos en el espíritu, ya sea en la imagen sombría de los pensamientos o en la imaginación, a través de la cual nos elevamos luego a los niveles superiores de la cognición, combinamos la realidad. Si nos situamos en el alma y sus formaciones imaginarias, entonces combinamos algo que oscila de un lado a otro entre la realidad y la irrealidad; si combinamos el cuerpo, entonces las alucinaciones nos hacen creer algo que en realidad puede corresponder a una irrealidad.
Si toman ustedes lo que acabo de desarrollar, entonces se dirán: Sí, una observación imparcial del ser humano nos proporciona esta trinidad de espíritu, alma y cuerpo. E incluso con respecto a lo que está activo a través de la esencia del ser humano, podemos diferenciar de tres maneras: alucinación, fantasía, imaginación, y se refieren a cuerpo, alma y espíritu. - Ya ven, así es con la antroposofía, que hay que penetrar cada vez más profundamente en su esencia para ver cómo fundamenta los detalles a partir de su totalidad.
Vemos que la división del ser humano en cuerpo, alma y espíritu debe presentarse primero de forma más abstracta, y que después se va llenando de contenido cada vez más concreto. Si se buscan las relaciones entre algo que se ha presentado de esta manera y de la otra, se obtienen cada vez más pruebas. Pero en la vida antroposófica eso es necesario, que se penetre cada vez más. Pero eso es precisamente lo que no le gusta al hombre de hoy, que se siente tan terriblemente inteligente. Al hombre de hoy no le gusta decirse a sí mismo: ahora he leído un ensayo antroposófico, he escuchado una conferencia antroposófica, sí, el asunto aún no está claro para mí, pero esperaré, veré qué más hay por venir. Si se esperara, vería que siempre se está progresando hacia otras cosas, y que al final todo es ciertamente verdad, que lo uno se convierte en la prueba de lo otro. Y al que diga: Si lo uno es la prueba de lo otro, entonces todo el universo carece de fundamento, entonces lo uno siempre sostiene a lo otro, al que haga esta objeción, sólo se le responderá que no puede aceptar la descripción que le da de la Tierra la astronomía. También se le dice que una parte de la tierra sostiene al todo y que el todo carece de fundamento. El que quiera otras pruebas que no sean este llevar lo uno por lo otro, no considera que en el caso en que se llega a totalidades, ésta es precisamente la característica de que lo uno lleva a lo otro.
Lo que es necesario para poner ante nuestras almas algo como lo que hemos desarrollado hoy es que no sólo hablemos del espíritu, -claro que se puede hablar del espíritu y referirse en realidad a una neblina azul-, sino que hablemos espiritualmente del espíritu, que seamos realmente apresados por el espíritu y organicemos lo uno con lo otro en el mundo de tal manera que la obra del espíritu salga a la luz. El que sólo piensa materialmente no puede distinguir la alucinación de la imaginación y de la fantasía cuando las pone una al lado de la otra. Pero el que ve el espíritu vivo en la conjugación de los tres, el que lleva los hilos de uno a otro, el que está lleno del contenido vivo del alma en su manera de mirar las cosas, el que habla por el espíritu vivo en sus palabras. No hay que limitarse a hablar del espíritu en la ciencia, hay que dejar que el espíritu hable en la ciencia espiritual. Reflexionen por favor sobre esta frase, que es realmente muy importante si se quiere comprender la esencia de la ciencia espiritual: No hay que limitarse a hablar sobre el espíritu o del espíritu, hay que dejar que el espíritu hable de forma espiritual. - Precisamente en esto es cuando uno se hace libre, porque el espíritu lo recibe a uno de forma libre y uno expresa la esencia del espíritu a través del propio espíritu. Hay que hablar del espíritu de manera espiritual, es decir, con un pensamiento fluido, no con los pensamientos endurecidos que corresponden a una ciencia de pensamiento materialista.
Pero si tomamos esto, entonces es precisamente lo que, me atrevería a decir, nos lleva al núcleo de lo que es en realidad la tarea más íntima de nuestro tiempo, y lo único que puede salvarnos de la decadencia que es un impulso tan fuerte en toda nuestra civilización actual. Podemos decir: Si hoy nos sentimos completamente libres de prejuicios, con una devoción genuina y real por reconocer el mundo en su interior, entonces seremos conducidos, como por una gracia mundial que se derrama sobre nosotros, a pensar de tal manera que pensemos espiritualmente sobre el mundo.
En el fondo, esto es lo único que se produjo a finales del siglo XIX, como característica del desarrollo del mundo. Cualquiera que siga imparcialmente el desarrollo de la humanidad verá que el desarrollo del mundo transcurría de tal manera que tenía una tarea diferente antes del último tercio del siglo XIX, pero que, podría decirse, se han abierto las puertas de lo espiritual y que hoy, después de que la visión materialista de la naturaleza haya celebrado sus grandes triunfos, nos enfrentamos de nuevo a la tarea de ver el mundo espiritualmente. Porque el movimiento rítmico es también el devenir del hombre, por el que el hombre como individuo pasa al ritmo de las repetidas vidas terrestres. Esta vida es rítmica. <En el retorno rítmico el hombre pasa por aquello que una vez se vivió en tal esfuerzo humano espiritual, que tuvo su punto culminante, por ejemplo, a mediados del siglo XIX, cuando se dirigía la mente sólo hacia lo material y se quería explicar todo materialmente, y nuestro tiempo actual, en el que debemos volver de nuevo a una contemplación espiritual, porque si dejamos que nuestra alma se llene imparcialmente de lo que viene del mundo, esta alma se llenará del impulso a una contemplación espiritual del mundo.
Ese es básicamente el secreto, me gustaría decir, de hoy. Quien vive hoy con el espíritu debe decirse a sí mismo: para la existencia terrenal se han abierto las puertas del mundo suprasensible al mundo sensible. Del mismo modo que las cosas del mundo exterior sensual nos hablan a través de colores y sonidos, el mundo espiritual habla hoy claramente a la gente. Pero las personas siguen acostumbradas a dejar que les hable el viejo mundo material meramente pictórico, y por ello han abierto la batalla en todas las formas contra la afluencia del modo espiritual de ver las cosas. Esta lucha surge en la forma científica materialista de ver las cosas; esta lucha surge en las terribles batallas materialistas que sacudieron el comienzo del siglo XX. Pero así como en una época anterior de la evolución humana los hombres aspiraban demasiado fuertemente a lo espiritual y por eso caían en ilusiones y arrebatos, deseando que lo espiritual se expresara en sus cuerpos, así también los que hoy luchan contra el espíritu, como lo hace todavía la mayoría de los civilizados, caen en los tentáculos de la noche, que hoy se resiste al descenso de lo espiritual en el mundo físico. Y hemos visto, pues, surgir lo que entra absolutamente en aquellas almas que se resisten a la afluencia de lo espiritual: llegamos a lo que es la aparición de la mentira, que hemos visto afluir tan terriblemente durante el tiempo de la guerra mundial. Sin embargo, ya estaba preparado de antemano, y hoy vivimos en una época en la que no sólo el mundo se resiste al conocimiento, sino que el mundo está desarrollando una terrible tendencia a decir cosas falsas. Y la mayor parte de lo que se dice hoy contra la Antroposofía y todo lo relacionado con la Antroposofía por parte de sus opositores es básicamente falso. ¡Qué profunda falsedad muestran aquellos que hoy en día se hacen pasar prácticamente por los portadores de la verdad, que se hacen llamar los heraldos de la verdad!
Un ejemplo de ello, -siempre tengo que citar ejemplos evidentes, por mucho que lo lamente-: en Stuttgart se publica un periódico llamado Stuttgarter Evangelisches Sonntagsblatt. Dicho periódico publicó unas frases en la página 149 del nº 19, que incluían lo siguiente. Alguien habló allí, un antiguo pastor de la ciudad, Jehle, sobre las tendencias antieclesiásticas del presente. Se habían dicho muchas cosas valiosas sobre la comprensión del monismo y el librepensamiento, y el antiguo pastor Jehle explicó las razones más profundas de la feroz lucha de A. Drews contra la historicidad de Jesús, y luego arrojó luz sobre la ciencia cristiana, que, en agudo contraste con la visión materialista del mundo, declara que todo lo material es irreal, y además: «la teosofía de Steiner, que declara al pastor Rittelmeyer como el retornado Bernardo de Claraval en agradecimiento por su lealtad».
Pues bien, queridos amigos, un amigo nuestro se ha esforzado por rectificar este asunto. El asunto también llegó a conocimiento del pastor Rittelmeyer y éste escribió entonces la siguiente carta a quienes ponen tales cosas en el mundo: «En el nº 19 del Stuttgarter Evangelisches Sonntagsblatt del 8 de mayo acabo de leer un informe sobre la reunión anual de la Asociación de Iglesias Evangélicas, en la que el pastor Jehle afirmaba en una conferencia sobre las corrientes antieclesiásticas de la actualidad que el Dr. Steiner había...». Esta frase contradice completamente la verdad. El Dr. Steiner nunca ha declarado directa o implícitamente que yo sea el retornado Bernardo de Claraval o algo parecido, -ni a mí mismo ni, como puedo afirmar con certeza, a nadie más-, ni yo mismo he dicho o pensado nada por el estilo. Le ruego que, de acuerdo con la práctica de la prensa, dé a esta corrección todo su contenido. Permítame expresar mi profunda tristeza por el bajo nivel de polémica eclesiástica que una vez más se manifiesta aquí. Cualquier chisme insensato es bienvenido si sirve sólo para menospreciar al supuesto oponente, y ni siquiera se observa la práctica habitual de tranquilizar previamente entre personas decentes. Espero de todo corazón que se haga una idea de la baja opinión de la que aquí se nos acusa tanto al Dr. Steiner como a mí, y a qué instintos profundos apela en el oyente y en el lector un mensaje de este tipo, basado únicamente en chismes que fácilmente pueden establecerse como falsos."
Pues bien, como ven, el Stuttgarter Evangelisches Sonntagsblatt no imprimió en absoluto las últimas palabras, sobre la baja opinión y demás, sino sólo las primeras, y añade:
«Con respecto a esta declaración» -¡que por lo tanto se imprime de forma incompleta! - «Sólo podemos hacer aquí una observación: las comunicaciones personales del orador (que luego se enviaron también al interesado), así como su personalidad, conocida y comprobada por tantos de nuestros lectores, excluyen hasta la más mínima duda para cualquiera que le conozca de que ha reproducido la declaración según su leal saber y entender.»
Así que hay que oír que el que es apostrofado primero dice en primer lugar que todo el asunto es mentira, en segundo lugar que el asunto es de baja opinión. Después se desentienden del asunto de esta manera y añaden: «En cuanto a su formulación y reproducción en el informe de nuestro periódico, que se hizo sin el conocimiento y la voluntad del orador y sin la última revisión del redactor, que entretanto se ha ido de vacaciones». De modo que el orador sí dijo esto, pero la reproducción se excusa por el hecho de que no se le comunicó la reproducción. Y se excusa a la persona que ha servido a la persona que entonces reprendió la reproducción de mala manera, se le excusa otra vez diciendo que está en el baño - «el reportero y con él el orador así como el redactor lamentan que han sido informados contra nuestra intención por varios lectores» - así que no lamentan que han difundido una mentira, sino lo siguiente, lamentan - "que han sido informados contra nuestra intención por varios lectores, como nos informa el reverendo Rittelmeyer nos informa, podría haberse malinterpretado como si creyéramos que tiene la vanidad de complacerse en tal nombramiento, y como si el Dr. Steiner hubiera contado con esta vanidad."
Así pues, no se admite que se haya difundido una mentira, sino que se lamenta que los lectores hayan entendido algo así, como si se hubiera contado con la vanidad. Y ahora continúa: "Por mucho que lamentemos por razones de hecho la promoción de la causa de Rudolf Steiner por parte de un representante de la Iglesia, el pensamiento de un menosprecio personal estaba lejos de nuestra mente. Tampoco nos cabe duda de que al pastor Rittelmeyer le sorprendió vergonzosamente la idea de un nombramiento de este tipo por parte de Rudolf Steiner".
Esto da la impresión de que el pastor Rittelmeyer se sorprendió vergonzosamente cuando se enteró de que yo le había nombrado, mientras que él dice expresamente que se sorprendió vergonzosamente de que tal mentira fuera difundida por el Evangelisches Sonntagsblatt.
«Por cierto, creo que nuestros lectores habituales nos conocen demasiado bien como para sospechar de nosotros cualquier intención de denigración personal o incluso de calumnia; también saben que estamos ocupados con trabajos mejores y más bellos». - Dejo a los lectores del Evangelisches Stuttgarter Sonntagsblatt que juzguen esto.
Ya lo ven, así es como trabajan hoy en día aquellos que se autoproclaman los representantes, los representantes oficiales de la verdad, y que consideran que mucha gente está obligada a representar la verdad. Basta con poner algo así para llamar la atención sobre la tendencia a la falsedad que existe hoy en día. Pero todavía no hay suficiente repugnancia generalizada, suficiente repugnancia por semejante inmoralidad, por semejante antirreligión, que se llama culto cristiano dominical.
Basta con señalar un solo síntoma de este tipo, de los que hoy podrían presentarse cientos, para mostrar dónde se encuentran hoy en todas partes, -y esto empeorará mucho, porque vivimos en nuestro tiempo-, los puntos de partida que luego confluyen para formar esas actuaciones chuscas como las que tuvieron lugar en nuestras últimas representaciones de euritmia en Frankfurt y Baden-Baden. Exactamente la misma representación de euritmia que se vio aquí con gran interés el domingo pasado, la misma representación de euritmia fue abucheada y pitada en Frankfurt y Baden-Baden con todo tipo de llaves e instrumentos similares, no por un juicio objetivo, por supuesto, sino por la coincidencia de dos cosas. En primer lugar, por razones que probablemente ya habrán oído de mí hoy y más de una vez, la batalla se libra contra la afirmación de la afluencia de vida espiritual a nuestro mundo físico y se libra por una tendencia a la falsedad. No quedan muchos ojos para ella, pero hay que perseguirla hasta sus últimos rincones. Y la otra es la incompetencia, que va unida a la pereza y a la inconveniencia. Cuando un reputado periódico de aquí, como ya he mencionado aquí, se digna a formar un juicio autorizado para sus lectores, entonces recurre a una de las autoridades actuales, por ejemplo el profesor Traub en Tubinga; y en uno de estos artículos, como ya he mencionado aquí, se encontraron palabras muy extrañas. Este profesor universitario, que todavía hoy tiene el derecho de preparar a tantas almas jóvenes, como se dice, para su profesión, simplemente escribe allí: En la cosmovisión de Rudolf Steiner, ¡las cosas espirituales, los seres espirituales, se mueven en el mundo espiritual como las mesas y las sillas en el mundo físico!. Bueno, ¿alguien con una mente sobria ha visto alguna vez mesas y sillas moverse en el mundo físico? El profesor Traub de Tubinga tiene el estilo de escribir ahora que yo hablo en mis escritos de entidades que se mueven en el mundo espiritual como mesas y sillas en el mundo físico. Ya que él probablemente no admite ser un espiritualista, Profesor Traub, al menos no seré tan descortés como para imputarle el otro estado mientras escribía este artículo, en el que uno suele ver las mesas y sillas moviéndose.
Pero éstas son las autoridades a las que uno se dirige cuando exige un juicio sobre lo que hoy aparece como ciencia espiritual. Sólo que estas cosas no siempre se presentan con suficiente rigor, y sobre todo no son pensadas y sentidas con suficiente rigor por muchos de nuestros amigos. Y una y otra vez experimentamos que cuando alguien dice algo contra nosotros y le describimos según todo su carácter, no nos ofendemos por el hecho de que sea un mentiroso, sino que nos ofendemos por el hecho de que digamos que es un mentiroso. Eso es lo que hemos experimentado en las últimas semanas, se podría decir que de un día para otro, aquí y en otros lugares.
Ya se puede hablar de incompetencia cuando se escriben cosas así, como escribió el profesor Traub en Tubinga, que también escribió en el mismo ensayo: La ciencia oculta no puede ser ciencia, sencillamente porque los términos «oculto» y «ciencia» se excluyen mutuamente; lo que es oculto no es ciencia. - Ahora les pregunto, si una persona escribió un libro científico y otra tiene la manía de mantenerlo en secreto durante cien años, ¿es menos científico por haberse mantenido en secreto? Seguramente no es científico porque se mantenga secreto o público, ¡sino por su carácter científico! Realmente hay que haber perdido todo el sentido común para ser capaz de escribir una frase así.
Y otra cosa, se puede decir aquí, estamos entre nosotros, algunas cosas las tengo que decir yo, porque los demás desgraciadamente dicen demasiado poco. Desde hace muchos años nos esforzamos, con el acompañamiento de la euritmia, por desarrollar un arte de recitación y declamación que, una vez más, se remonta a los viejos buenos principios del arte, recordando de nuevo lo que es realmente arte en la poesía, el ritmo, el compás, lo tonal, lo pictórico, mientras que en nuestra era inartistica la poesía sólo se recita prosaicamente. Se recita lo prosaico, lo literal, no se vuelve a la base del ritmo, de la métrica; y porque en compañía de nuestra euritmia se busca de nuevo lo que Goethe, por ejemplo, quería decir cuando él mismo ensayaba con sus actores sus «jambendramas» con la batuta como un director de orquesta, apuntando a lo verdaderamente artístico de la poesía, porque volvemos de lo no artístico a lo artístico, por eso los protectores o el pueblo mismo, que hoy, pretendiendo recitar poesía, graznan y balan todo tipo de cosas prosaicas, se levantan, graznando y balando, desde su incompetencia y se burlan de los que se dedican a recitar, que a su vez quieren sacar a la luz el verdadero arte de esta recitación.
Lamento tener que decirlo yo mismo, pero de qué sirve; si las cosas no las formulan otros, las tengo que formular yo. Y no puedo dejar de ver en esta misma lucha otra forma de la lucha de la incapacidad, como puede demostrarse en Traub, por ejemplo, hasta la irreflexión, una lucha de la incapacidad de lo estúpido contra lo que intenta ser un verdadero recitado. Se puede comprender que lo que obra por incapacidad balbucee por sí mismo o haga balar a sus protectores, pero tenemos la obligación de proteger el bien espiritual, y debemos, aunque se nos resienta, señalar con palabras fuertes lo que es el daño básico de nuestro tiempo.
Hoy les he hablado de un tema correspondiente a la ciencia espiritual y he tenido que, -bueno, ya era la hora en que terminaba nuestra lección, así que ha sido un bis-, volver a dejar que mis reflexiones se desborden hacia algo que, sin embargo, está muy relacionado con el tema principal de la ciencia puramente espiritual en lo que se refiere a la historia contemporánea. Lamento tener que dejar que mis reflexiones se desvíen hacia tales disputas, pero no vivimos en un país de nubes, vivimos en el mundo, y si tenemos el entusiasmo necesario, si sentimos la sagrada obligación de defender hoy la causa del conocimiento antroposófico y sus efectos, entonces debemos ver con ojos claros dónde se encuentra la oposición, y entonces debemos desarrollar en nosotros mismos, llegando a comprender estas cosas, la fuerte voluntad de hacer brillar en casa esta oposición. Pues sólo esto nos unirá con aquello que, en contraste con la decadencia, conduce a un ascenso, que son los impulsos que quieren hacer valer el espíritu y el alma en la vida terrenal en contraste con la batalla contra el espíritu y el alma. Para que podamos sentirnos juntos de la manera correcta en la fuerte afirmación de la fuerza que quiere hacer valer el espíritu y el alma, que puede hacerlos valer, debemos llegar a un entendimiento sobre todo lo que está en contra del espíritu y del alma.
No pretendía quejarme ni reprender a los adversarios, sino dirigirme a ustedes para dejar claro lo que es necesario para que nuestras almas resuenen juntas en el trabajo por el espíritu y el alma. A partir de ahora, cuando nos volvamos a encontrar.
Traducido por J.Luelmo 2025
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