GA127 Múnich, 11 de febrero de 1911 - La relación de los elementos humanos con la evolución de la humanidad y con el curso de la vida. Hijo de Dios e Hijo del Hombre

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RUDOLF STEINER


La relación de los elementos humanos con la evolución de la humanidad y con el curso de la vida. Hijo de Dios e Hijo del Hombre

Múnich, 11 de febrero de 1911

En el curso de nuestros estudios científicos espirituales, primero nos familiarizamos con la llamada estructura del ser humano y luego distinguimos entre el cuerpo físico, el cuerpo etérico, el cuerpo astral, el yo, etcétera. Ahora bien, a muchos les podría parecer que, puesto que ahora sabemos que el ser humano consta de estas partes esenciales, en cierta medida, ya hemos captado la esencia del ser humano. Y muchas personas creen que conocen lo más esencial del ser humano por el hecho de que ahora pueden enumerar estos diversos elementos esenciales humanos y, como mucho, saber cómo se comportan unos y otros cuando pasan por diferentes encarnaciones. En realidad, al considerar al ser humano, es absolutamente necesario partir, por un lado, de estos elementos esenciales, pero luego darse cuenta de que, en el fondo, al familiarizarse con ellos uno no ha hecho mas que conocer algo muy preliminar. Pues no depende meramente del hecho de que el hombre conste ahora de estos siete o nueve miembros, sino que depende de la relación de estos diferentes miembros del ser del hombre, y de cómo unos u otros se relacionan entre sí.

Ahora bien, esta relación no es en absoluto la misma para todas las personas y todos los tiempos, sino que es diferente, y sobre todo esta relación de los miembros entre sí cambia en el transcurso de los tiempos del desarrollo humano, de modo que podemos decir: Si observamos a la humanidad a lo largo de un período de cuatro o cinco mil años, estos eslabones estaban enlazados de forma diferente a como lo están hoy, y en el futuro estarán enlazados de forma muy diferente. La forma en que están enlazados, la relación entre los miembros del ser, cambia con el tiempo.

La repetida reaparición del hombre en el curso de sus encarnaciones reviste su significado en que, mientras el hombre atraviesa su propio desarrollo individual de encarnación en encarnación, por así decirlo, este complejo de cuerpo físico, cuerpo etérico y cuerpo astral experimenta su desarrollo en relación con estos miembros, de modo que con cada nueva encarnación el hombre encuentra, por así decirlo, una nueva composición. - Así, el ser humano siempre experimenta algo nuevo, que se encuentra con una composición tan diferente. Sólo tenemos que comparar la antigüedad con nuestra época en relación a un punto y entonces podremos hacernos una idea de lo que se quiere decir.

Si nos remontáramos al cuarto o quinto milenio de la civilización egipcia y observáramos a la gente, veríamos que aquella gente tenía una relación mucho más laxa entre el cuerpo físico, el cuerpo etérico y el cuerpo astral que en la actualidad. Los cuerpos astral y etérico estaban, por así decirlo, más flojamente enlazados al cuerpo físico en aquellos tiempos antiguos que en la actualidad, y ésta es precisamente la tendencia de nuestro desarrollo actual, que los cuerpos astral y etérico quieren enlazarse cada vez más densamente, cada vez más firmemente con el cuerpo físico del ser humano. Esto es muy significativo, porque a medida que el desarrollo humano avanza hacia el futuro, el cuerpo astral y el cuerpo etérico tienen tendencia a enlazarse cada vez más al cuerpo físico, de modo que el hombre ya no tiene el mismo tipo de influencia de su alma sobre su cuerpo físico que tenía en la antigüedad. En la antigüedad, el cuerpo astral y el cuerpo etérico eran más libres, las leyes del cuerpo físico no influían en ellos tan enérgicamente como hoy. Cuando el hombre captaba un sentimiento o una idea en la antigüedad, el poder de este sentimiento o idea se extendía rápidamente a los cuerpos astral y etérico, y desde allí el hombre era capaz, porque era dueño de sus cuerpos astral y etérico, de controlar el cuerpo físico desde el alma. Esta posibilidad de controlar el cuerpo físico desde el alma disminuye cada vez más porque los cuerpos astral y etérico se integran cada vez más en el cuerpo físico. Pero esto tiene otra consecuencia. El resultado es que, con el paso del tiempo, el hombre, en virtud de su constitución natural, se vuelve cada vez más inaccesible a las fuerzas y poderes que actúan sobre él desde el mundo espiritual. Por eso en la antigüedad tenemos una especie de inspiración e imaginación naturales, una antigua clarividencia, porque el cuerpo etérico y el cuerpo astral eran más libres en los hombres de la antigüedad. Las fuerzas de las jerarquías sobrehumanas afluían a este cuerpo astral libre y a este cuerpo etérico libre y podían trabajar en el cuerpo astral y en el cuerpo etérico. Ahora, en el curso del proceso humano, el cuerpo físico arrebata los cuerpos etérico y astral del verdadero ser interior del hombre, los toma para sí, y el resultado es que la influencia directa de los mundos espirituales se hace cada vez  menor, se hace cada vez mas difícil entrar en los cuerpos etérico y astral del hombre.

Esto podemos rastrearlo nosotros mismos en la configuración externa del hombre. Si nos remontáramos muy, muy atrás en la humanidad antigua, digamos egipcia, encontraríamos esto: La forma en que el ser humano estaba constituido en su alma, por ejemplo, si tenía estas o aquellas pasiones o instintos, esto continuaba trabajando en el cuerpo astral y en el cuerpo etérico, y este cuerpo astral y etérico plasmaban entonces los instintos y las pasiones en el cuerpo físico. Por lo tanto, encontraríamos que en tiempos muy antiguos de la civilización egipcia, pero en los tiempos de las culturas antiguas en general, el exterior del hombre era una especie de huella de su alma. Se podía leer en la frente, leer en la fisonomía lo que vivía en el alma. Existía una especie de analogía total entre el físico exterior y el alma. Después vino la época de la cultura greco-latina, vino este extraño pueblo griego, situándose como en el centro del período post-atlante. Se situaron en el centro de tal manera que las fuerzas del mundo espiritual todavía fluían generalmente hacia el alma y se expresaban en lo físico. De ahí la extraña armonía entre los griegos entre el físico exterior, la belleza del físico exterior y la belleza del alma. Esta bella alma, al estar libre del cuerpo físico, podía así abrirse hacia arriba, hacia las jerarquías. Las jerarquías enviaban sus fuerzas. Esto se expresaba en el cuerpo físico, y así todo el cuerpo físico del griego se convertía en la expresión del alma bella. Así encontramos que en el cuerpo humano, en gran medida, en la época griega, se expresaba un superhombre, una humanidad en general.

Ahora bien, en el futuro, -y esto es lo importante que inscribimos en nuestras almas-, las cosas serán muy diferentes. En el futuro, el cuerpo físico del hombre se volverá más exigente, encadenando a sí mismo los cuerpos astral y etérico. Y únicamente acercándose conscientemente al mundo espiritual, absorbiendo las ideas, los conceptos y los sentimientos del mundo espiritual, como estamos empezando a hacer ahora en los movimientos espirituales, podrá el hombre desarrollar por sí mismo esas poderosas fuerzas que antes fueron vertidas en los cuerpos físico y etérico por las Jerarquías. Y hacia el futuro, si todavía quiere seguir siendo dueño de su cuerpo físico, el hombre puede atraer conscientemente poderosas fuerzas del mundo espiritual para vencer las fuerzas de resistencia del cuerpo etérico, que está ligado al cuerpo físico.

Así que podemos decir que en los antiguos tiempos precristianos, a la gente se le daba la oportunidad de trabajar en el cuerpo físico por su propia voluntad. En el futuro, esta posibilidad sólo se dará a las personas si hacen algo al respecto. Sin embargo, para la humanidad en el futuro, será cada vez más evidente que habrá una clara diferencia entre aquellas personas que se resisten a aceptar las enseñanzas y el conocimiento espiritual y aquellas que se acercan voluntaria e instintivamente al conocimiento espiritual. Sabemos que estos últimos forman todavía hoy un pequeño grupo.  Pero entre aquellas personas que se resistirán cada vez más por odio y aversión a lo espiritual, y aquellas que, impulsadas por un cierto instinto al principio, se acerquen voluntariamente a los movimientos espirituales, tendrá lugar esta separación. Aquellas personas reacias lo mostrarán cada vez más en su semblante. Mostrarán que no tienen control sobre sus gestos, sobre su físico, que su físico es en todas partes más fuerte que ellos. Aquellos que vienen a las enseñanzas espirituales mostrarán que están obteniendo fuertes poderes para vencer la resistencia física.

Esto se expresará de tal manera que la gente mostrará, en términos de su educación externa y desarrollo, cosas completamente diferentes que en la antigüedad. Volviendo de nuevo a los tiempos antiguos, podemos decir: Si miramos a los egipcios como eran cuatro o cinco mil años antes de nuestra era, entonces podemos ver el desarrollo de la infancia después del nacimiento de tal manera que el niño no parecía realmente humano en absoluto. Parecía como si hubiera entrado un ángel, como si hubiera recibido sus suaves formas físicas del mundo espiritual, expresando directamente lo espiritual en lo físico. Y cuanto más crecía, más humana se volvía, más se desarrollaba hasta la humanidad. Entre los griegos existía una gran armonía entre la humanidad primera y la posterior. Allí, la huella de la humanidad general ya era evidente en la primera infancia, y después permanecía; por lo tanto, el pueblo griego es considerado con razón como una especie de pueblo infantil. En el futuro se hará cada vez más evidente el hecho de que el hombre, y especialmente el hombre más importante, es feo como un niño pequeño después de nacer, realmente feo en el sentido del ideal griego de belleza. Pero cuanto más se familiarice el ser humano con las ideas espirituales, tanto más su forma y figura adquirirán algo característico, lo que al principio son rasgos borrosos, indeterminados, incluso feos, se transformarán en el niño de modo que se notará que los rasgos faciales son la expresión de ideas y conceptos del mundo espiritual. Esto ocurrirá cada vez más.

Lo que aparece en la humanidad exterior aparece a veces como fusionado en el arte. De hecho, el material para esa humanidad que se aproxima al futuro se toma, por así decirlo, de los pueblos europeos, mientras que para la humanidad que tenía el antiguo dominio sobre el cuerpo físico, el material surgió del Sur. Así tenemos también en el arte, en el arte griego, la expresión del ser humano generalmente bello. Los griegos incluso imprimieron la expresión del ser humano bello en las figuras de sus dioses, y esto continuó en el Renacimiento del Sur europeo. Si por el contrario, comparamos una Madonna de Rafael con una del Norte, veremos que el arte se anticipa a lo que ocurre en realidad. Allí la figura es más característica, predomina lo característico. Los ecos del arte griego tuvieron el mismo efecto que si la belleza hubiera existido sin su intervención. Un ser interior fuerte, un ser interior espiritual poderoso es lo que la humanidad necesitará en un futuro próximo. Nos estamos acercando a esa época, y es precisamente este hecho el que debemos poner en relación con el otro hecho de que estos diferentes elementos del ser del hombre han tenido una conexión diferente en diferentes momentos del desarrollo de la humanidad. Antes estaban más sueltos, y los miembros inferiores se esfuerzan cada vez más por acercarse.

Ahora bien, hay muchas cosas relacionadas con tal hecho que para el observador atento de la vida pueden presentarse muy tangiblemente en nuestro tiempo, por ejemplo la imposibilidad de ciertas personas de captar de algún modo conceptos que sólo se adecúan a los hechos del mundo. Hoy en día ya hay numerosas personas que tienen los conceptos que les han sido inculcados tan firmemente que les resulta absolutamente imposible asimilar más tarde un nuevo concepto. ¿De dónde viene esto? El cuerpo etérico, que no está muy fuertemente enlazado al cuerpo físico, puede absorber más y más conceptos nuevos porque es elástico. Un cuerpo etérico, que está firmemente enlazado con el cuerpo físico, aprende una cierta suma de conceptos, entonces el cuerpo físico ha recibido una cierta forma, que impone al cuerpo etérico. Y así es como muchas personalidades en nuestros círculos educados y eruditos de hoy ya no pueden cambiar en la vida posterior lo que han inculcado en el cerebro y son rígidos e inelásticos con respecto a sus conceptos. Su cuerpo etérico ya no puede salir, ya no se libera del cuerpo físico. Entonces, sólo la fuerza y el poder y la contundencia de los conceptos e ideas espirituales hacen posible que el ser humano supere esta tendencia. Pues el hombre debe superar una tendencia cósmica a través de sí mismo. Esa es precisamente la misión del hombre, que supere una tendencia cósmica a través de sí mismo.

En esencia, se puede aclarar el punto haciendo una comparación. Imagínense simplemente una planta impregnada de líquido y, por lo tanto, fresca y verde. Imaginen por un lado el cuerpo etérico bajo la humedad y por el otro el cuerpo físico del hombre. Este cuerpo físico del ser humano se vuelve poderoso, decía, porque atrae hacia sí el cuerpo etérico y atrae también hacia sí el cuerpo astral; se vuelve superior. Así los cuerpos etérico y astral se vuelven impotentes, como cuando se retira la humedad de una planta y ésta se vuelve seca y leñosa. El cuerpo físico del ser humano comienza gradualmente a volverse leñoso porque los poderes del cuerpo etérico y del cuerpo astral se empobrecen. Un cerebro que se vuelve leñoso sólo puede absorber unos pocos conceptos porque quiere quedarse con sus conceptos. Debemos revitalizar nuestro cuerpo astral y etérico absorbiendo ideas y conceptos espirituales.

Así vemos que el movimiento espiritual del presente es una necesidad para el futuro que es inherente a la misión del hombre, algo que es tan necesario como cualquier acontecimiento que haya sobrevenido a la raza humana sin intervención humana. Sin embargo, la gente seguirá resistiéndose ferozmente a tales verdades durante mucho tiempo, pero toda esta resistencia no servirá de nada. La gente se dará cuenta de que las cosas son así por la forma en que el curso de la cultura se hará cada vez más evidente en los tiempos venideros. Los hechos lo demostrarán.

Ahora bien, esta relación entre los miembros individuales del ser humano no sólo cambia durante todo el desarrollo humano, sino también durante la vida humana individual. No hay en absoluto la misma relación entre el cuerpo etérico y el cuerpo astral y el yo en la primera infancia que en la edad avanzada del hombre. En el propio ser humano, en el desarrollo humano individual, también debemos tener en cuenta que la relación cambia. En particular, tenemos como una época muy importante en el curso de la vida humana individual, ese período que abarca aproximadamente los tres primeros años de vida. Básicamente, cada ser humano es un ser completamente distinto a como lo será más adelante. Sabemos que estos tres primeros años y el período posterior se distinguen claramente entre sí por dos hechos. Una es que el hombre sólo aprende a captar el yo, a decirse yo a sí mismo, a comprender su yoidad, después de que haya pasado este tiempo. La otra es que cuando recuerda más tarde, sólo recuerda como máximo este momento, que separa este período de la vida posterior. En un estado normal, ningún ser humano sabe nada que preceda a este momento. El hombre es un ser completamente diferente en cierto sentido. Y aunque los psicólogos de hoy en día digan las cosas infantiles más increíbles, debemos, no obstante, aferrarnos a esta constatación de que el hombre, en efecto, sólo toma conciencia de su yo cuando ha transcurrido este tiempo. Incluso hay psicologías actuales en las que se puede leer que el hombre aprendió primero a pensar y después a hablar. Pues bien, semejante tonteria como la que se escribe hoy en los escritos psicológicos populares, sólo es posible en una época en la que las personas que hoy practican la psicología en lugares oficiales son consideradas como científicos serios. Este hecho es uno de los más importantes, que se considere la separación de estos primeros años de vida de los posteriores y, por así decirlo, se considere al ser humano como un ser completamente diferente durante los primeros años de vida que después. Sólo más tarde surge el yo humano, aquello a lo que todo está ligado. Pero nadie debería afirmar que este yo estaba inactivo de antemano. Por supuesto que no estaba inactivo. No sólo nace en el tercer año; estaba allí, sólo que tenía otra tarea que intervenir en la actividad de la conciencia.

¿Cuál era su función? Es el factor espiritual más importante en la formación de las tres envolturas del niño, el cuerpo astral, el cuerpo etérico y el cuerpo físico. La envoltura física del cerebro se remodela constantemente. Ahí reside la tarea del yo trabajando constantemente. No puede volverse consciente porque tiene una tarea completamente diferente: primero debe moldear la herramienta de la conciencia. Eso mismo de lo que luego nos hacemos conscientes, sólo dedica sus esfuerzos a remodelar nuestro cerebro físico durante los primeros años de vida. Es, por así decirlo, sólo un cambio en la tarea del yo. Primero trabaja sobre nosotros, luego en nosotros. El yo es realmente un escultor primero, y es indescriptible lo que el yo logra al moldear incluso este cerebro físico. Este yo es un tremendo artista. ¿Pero quién le confiere ese poder? Tiene ese poder gracias a que durante los tres primeros años de vida, afluyen al yo los poderes de la jerarquía inmediatamente superior, los ángeles. De hecho, -esto no es ni una imagen, ni tampoco una parábola, sino una verdad-, los ángeles, es decir, una entidad de la siguiente jerarquía superior, trabajan en el hombre a través del yo del hombre. Esta entidad trabaja en el yo y a través del yo en el ser humano, moldeándolo. Es como si el hombre tuviera toda la corriente de la vida espiritual, como si fluyera hacia las Jerarquías superiores y las fuerzas de las Jerarquías superiores fluyeran sobre él. Y en el momento en que aprende a decir yo, es como si algo se separara de la fuerza, como si fuera llamado a hacer parte de la tarea que antes hacía el ángel.

En los primeros años de vida, sin embargo, se nos ha dado en realidad algo que nos parece como un eco final de lo que todavía regía en cierta medida a lo largo de toda la vida humana en el primer período post-atlante. Así como el hombre es aproximadamente en los primeros años de su vida, así era el hombre durante casi toda su vida, al menos la primera mitad de su vida, inmediatamente después de la gran catástrofe atlante. Podemos visualizar esto claramente en la primera cultura india. Las personas más infantiles de la primera civilización india fueron los grandes maestros del pueblo indio, los santos rishis. A menudo me he referido a ellos. Si se les pretendiese comparar con el molde de los eruditos actuales, se equivocaría mucho. Si se les pudiera conocer hoy, no se los consideraría en absoluto personas significativas. Parecerían simplemente campesinos infantilmente ingenuos. Tal vez hoy no exista ese infantilismo que existía con los Rishis. Pero en ocasiones, cuando tenían sus tiempos, a través de ellos fluía como una corriente de inspiración, entonces decían cosas que eran los secretos de los mundos superiores, porque a lo largo de toda su vida nunca pronunciaron realmente la palabra "yo" en el sentido de la gente de hoy. Nunca decían «yo». Así que se diferenciaban del niño en que el niño tiene la imaginación primordial. Pero en la propia forma de vida anímica fluían los más altos tesoros de sabiduría, como si hoy un niño dijera la mayor sabiduría en los tres primeros años. En el fondo no dice eso, - pero quizás sólo para algunas personas no lo dice. Tal vez pueda recordarles que he pronunciado a menudo la frase: La persona más sabia puede quizás aprender más de un niño. - Y si, en efecto, el que puede ver en los mundos espirituales tiene ante sí al niño con la corriente que sube al mundo espiritual, entonces es de tal manera, -perdón por la expresión trivial-, que el que es capaz de ver en los mundos espirituales tiene en el niño algo así como una conexión telefónica con los mundos espirituales. El mundo espiritual habla a través del niño. Pero la gente no lo sabe. La persona más sabia es la que más puede aprender del niño. El niño no habla, sino que es el ángel quien habla a través del niño.

Ahora la pregunta es la siguiente: ¿Cómo se relaciona toda la constitución del hombre con la vida posterior si su yo no es meramente el cuarto miembro, sino al mismo tiempo el miembro más bajo de un ángel? Prácticamente podríamos enumerar los miembros del ángel para este período, el yo infantil como el miembro más bajo del ángel. Las relaciones son muy diferentes de las que existen entre los miembros del ser más adelante. Así que la pregunta es, ¿cómo cambia esto más tarde en el ser humano? ¿Qué ocurre allí más tarde? - Algo así como que se corta la corriente viva, el ser humano pierde la conexión viva con el mundo espiritual. Por eso en estos primeros años de la vida de una persona se notan más intensamente las fuerzas que trae consigo de sus encarnaciones anteriores. Es entonces cuando el núcleo de las partes espirituales trabaja más intensamente para moldear el físico de forma que sea adecuado para la encarnación. ¿Qué relación guarda la conciencia normal posterior con esto? Es de tal manera que el hombre de hoy ya no tiene ese cuerpo, ese cuerpo etérico y sus relaciones con el cuerpo físico, tal como existían con los santos Rishis. A lo largo de la vida permaneció esa relación hereditaria para el cuerpo etérico y el cuerpo astral que hizo posible que este yo trabajara plásticamente sobre la envoltura exterior del ser humano. Hoy al nacer, heredamos un cuerpo físico tan denso y exigente que sólo una pequeña parte del trabajo que se hacía antes puede ser realizado por el yo. Nuestro cuerpo físico ya no es adecuado para lo que somos en los tres primeros años. Heredamos el cuerpo físico que necesitamos para los últimos años de la vida, y no es adecuado para dirigir los ojos hacia arriba, hacia los mundos espirituales. El niño no sabe lo que fluye hacia abajo, y los que le rodean ciertamente tampoco, porque el cuerpo físico ha cambiado, se ha vuelto más denso, más seco. Nacemos con un alma que aún alcanza los mundos espirituales en los tres primeros años, pero nacemos con un cuerpo llamado a desarrollar la conciencia en la que vive el yo durante el resto de nuestra vida. Si no tuviéramos este cuerpo físico denso, ciertamente permaneceríamos infantiles debido al ciclo humano actual. Pero como lo tenemos, la convivencia con el mundo espiritual no puede llegar a la plena conciencia durante los tres primeros años.

¿Qué debe ocurrir ahora en el curso del desarrollo humano? ¿Qué es lo único sano? Podemos expresar más fácilmente lo que es sano si utilizamos los dos términos de antaño para estas dos personas que viven dentro de nosotros. Una de ellas es la persona anímica-espiritual de los tres primeros años de la infancia, que ya no encaja del todo con la persona exterior, pero que no puede desarrollar una conciencia del yo. En la antigüedad, a esta persona se la llamaba Hijo de Dios. Y el que hoy tiene su cuerpo físico de tal manera que la conciencia del yo puede vivir en él, recibía el nombre de Hijo del Hombre. De modo que el Hijo de Dios vive en el Hijo del Hombre. Hoy es de tal manera que el Hijo de Dios ya no puede hacerse consciente en el Hijo del Hombre, sino que sólo ha de ser cortado cuando ha de aparecer la actual conciencia del yo. Pero la tarea del hombre es remodelar el Hijo del Hombre, o sea las envolturas exteriores, mediante la absorción consciente del mundo espiritual, superarlas, adueñarse de ellas, para que poco a poco el Hijo del Hombre sea a su vez completamente impregnado por el Hijo de Dios. Cuando la Tierra haya llegado al final de su desarrollo, el hombre deberá haber hecho conscientemente lo que ya no puede hacer inconscientemente desde la infancia. Debe haber impregnado completamente a su hijo del hombre con su parte divina. ¿Qué debe impregnar e infundir completamente al ser humano?, ¿Qué debe derramarse en todos los miembros del cuerpo físico, etérico y astral para que el ser humano impregne todo su Hijo del Hombre con todo el Hijo de Dios? Lo que vive en los tres primeros años de vida debe impregnar a todo el ser humano, -impregnado por el yo, plenamente consciente-, debe derramarse.

Supongamos que apareciera ante nosotros como un modelo de lo que el hombre debería llegar a ser, un ser como un ideal. ¿Qué debe cumplirse en este ser? Lo que está dentro de este ser como alma no puede ser utilizado, no puede penetrar en las envolturas exteriores. Un ser humano ordinario del desarrollo actual no sería capaz de cumplir el ideal de la tierra humana, no sería capaz de representarlo.  Tendríamos que arrancarle el alma y poner en su lugar un alma como la que está presente en los tres primeros años de vida, pero impregnada de plena conciencia del yo. De ninguna otra manera podríamos poner ante nosotros un ideal de desarrollo terrenal, que el de un ser humano al que arrancamos su alma y en el que implantamos un alma como en los tres primeros años, y esta alma infantil tendría que tener plena conciencia del yo. Tendríamos que implantarlas. ¿Y cuánto tiempo podría aguantar un alma así en una vida humana física? El cuerpo físico sólo puede soportar un alma así durante tres años, después debe subyugarla. Así que el cuerpo físico de tal persona debe romperse después de tres años. Todo el karma de la tierra tendría que organizarse de tal manera que el cuerpo físico se rompiera al cabo de tres años. Porque con el hombre tal como es hoy, lo que vive durante tres años está subyugado. Pero si permanece, tendría que subyugar y romper el cuerpo físico. Así pues, un ideal de lo que es la misión terrestre humana sólo se cumpliría si el cuerpo físico, el cuerpo etérico y el cuerpo astral permanecieran en un ser humano por sí mismos, la naturaleza anímica ordinaria fuera arrancada, la naturaleza anímica de los tres primeros años descendiera en ella con plena conciencia del yo. Entonces el alma reventaría el cuerpo humano, pero durante estos años viviría un modelo completo de lo que el ser humano puede lograr.

Este ideal es el ideal de Cristo, y lo que sucedió en el bautismo del Jordán es la realidad de lo que se ha descrito. Esto se puso realmente ante la humanidad en la tierra, lo que debemos entender como el ideal humano. No puede ser de otra manera. Lo que comprendemos ha sucedido. Ha sucedido que a través del bautismo en el Jordán el alma a la que estamos ligados durante nuestros tres primeros años de infancia, pero ahora plenamente imbuida del yo humano, ha sido transferida hacia arriba en plena conexión con el mundo espiritual, a un cuerpo humano del que surgió la anterior alma, y que al cabo de tres años esta alma ha irrumpido en los cuerpos procedentes de los mundos espirituales. Así pues, en los tres primeros años de vida tenemos ante nosotros una imagen tenue, por así decir, una imagen completamente desnuda, de aquello que vivió durante tres años en la Tierra como el ser Crístico en el cuerpo de Jesús. Y si intentamos formar en nosotros ese ser humano, que es como el alma de la infancia, pero plenamente impregnado de todo el contenido del mundo espiritual, entonces tendremos una idea de ese yo, de ese Cristo, del que habla San Pablo cuando formula la exigencia a los hombres: No yo, sino Cristo en mí -: el alma infantil llena de la plenitud del yo. De este modo, el hombre llega a ser tal que puede impregnar a su Hijo del Hombre con su Hijo de Dios y podrá cumplir su ideal terrenal, superar todas las entidades externas y encontrar de nuevo la conexión con el mundo espiritual.

Pero, ¿cómo debemos llegar a ser? Cada dicho tiene un significado múltiple en los documentos religiosos. Debemos llegar a ser como niños si queremos ver los reinos del cielo, pero con la plena madurez del ser. Esto está en perspectiva para nosotros hasta el momento en que la tierra haya cumplido su misión. Es algo que puede conmovernos de un modo muy, muy peculiar cuando observamos por un lado, por así decirlo, cómo nuestro cuerpo físico se aproxima básicamente a un proceso de desecación, y el proceso de espiritualización entra en él superando aquello que se aproxima a la desecación hacia el futuro. Desde los mundos espirituales, el interior debe hacerse tan fuerte que el exterior que se resiste adapte su carácter. De este modo, como seres humanos estamos en armonía con nuestro desarrollo terrenal. La ciencia espiritual nos dice sobre nuestra tierra que hace mucho tiempo que el reino mineral que forma el suelo, desde el granito, pasando por el gneis y la pizarra, hasta nuestro suelo cultivable, tiene sus fuerzas constructoras frescas, pero que todo esto está en un proceso continuo de destrucción. No caminamos sobre un suelo que está en proceso de nueva formación sino, porque la tierra ha pasado el centro de su desarrollo, sobre un suelo que ya se está desintegrando, que ya está en proceso de destrucción. Nuestra formación está completamente en armonía con nuestra formación planetaria. Tenemos un cuerpo físico dentro de nosotros que se está secando poco a poco y que estamos superando, pero también tenemos algo en el suelo que está en proceso de desintegración, y la forma en que se forman los valles y las montañas es la desintegración de la corteza terrestre.

La ciencia espiritual dice: Estás caminando sobre una tierra que se desmorona. Cuando subes por una montaña, debes ser consciente de que algo se ha roto, ha estallado, y de que la ruptura no es un proceso de desarrollo posterior. Desde mediados del periodo atlante estamos sobre el centro del desarrollo de la tierra. Desde entonces estamos sobre una tierra destruida que un día se desprenderá de nosotros como un cadáver. - Es uno de los ejemplos más bellos de cómo este conocimiento espiritual está en plena armonía con la ciencia real del presente. Pues los antropósofos deberían aprender a distinguir entre lo que es ciencia real y todo lo que hoy se hace pasar por ciencia a través de innumerables canales populares, pero que no es más que una suma de prejuicios y similares. Cuando uno va a las fuentes reales de las ciencias específicas, se da cuenta de que el conocimiento espiritual está en plena armonía con la ciencia. He aquí uno de los ejemplos más bellos. Pues no hay geólogo más minucioso que Eduard Sueß, y sin duda es cierto lo que dice otro geólogo, que la obra de Sueß «La faz de la tierra» es la epopeya geológica de la tierra. Sin embargo, ha sido trabajada con especial cuidado. Esta obra es la única en la que se puede encontrar, como en una obra monumental, lo que se puede afirmar hoy, con toda prudencia y sin dejarse llevar por teorías, sobre la base de los hechos geológicos. Sueß no analiza según ideas preconcebidas, como hicieron incluso Buch o Humboldt, sino simplemente lo que es un hecho. Y hay una cosa interesante que Sueß sabe decir sobre la formación real del suelo terrestre, basándose en hechos cuidadosos. Para él, la formación del suelo de la tierra es de hecho exactamente lo que la tierra de hoy es para la ciencia espiritual, excepto que él no sabe nada de ciencia espiritual, sino que saca sus conclusiones de hechos puramente físicos. Para él, los valles se forman por el hecho de que ciertas fuerzas han actuado de tal manera que el material rocoso y pétreo se ha desprendido, creando una depresión, mientras que permanece una elevación, y así sucesivamente. Todo esto está formado por el colapso, el derrocamiento y el sobrepliegue, en los que sólo las fuerzas destructivas siguen actuando. Permítanme mostrarles un pasaje de su gran obra. Verán cómo esto, cuando se trata de ciencia real, está en armonía con lo que es el conocimiento espiritual. En un punto de su obra dice: «El colapso del globo es lo que estamos presenciando. Por supuesto, comenzó hace mucho tiempo, y la corta vida de la raza humana nos permite permanecer alegres. Las huellas no sólo están presentes en las altas montañas. Los grandes bloques de roca se han hundido cientos, incluso en algunos casos muchos miles de metros de profundidad, y ni el más mínimo rastro en la superficie, sino que sólo la diversidad de tipos de roca o la profunda explotación minera revelan la existencia de la cantera. El tiempo lo ha nivelado todo. En Bohemia, en el Palatinado, en Bélgica, en Pensilvania, en numerosos lugares, el arado traza tranquilamente sus surcos sobre las canteras más enormes.»

Esto sólo se dice aquí para mostrarles cómo nuestro planeta Tierra sólo muestra este proceso de marchitamiento y desecación y destrucción en el sentido de la sabiduría espiritual, al igual que el cuerpo físico. Las personas que están estableciendo visiones del mundo hoy en día no se están acercando a la verdadera ciencia. Pues cuesta mucho incluso estudiar la gigantesca obra de Eduard Sueß. Pero eso no serviría de nada si uno no estuviera familiarizado con toda la ciencia geológica actual, en la medida en que enseña a leer una obra así. Allí donde el hombre acude a las verdaderas fuentes del conocimiento, encuentra los hechos absolutos.

Pero aquí hay una ciencia espiritual, ella nos dice: Las cosas son de este modo, -por ejemplo sobre el progreso de nuestro desarrollo terrestre-, que antaño la tierra, antes de que existieran los organismos, no se encontraba en ese estado fantástico en el que el granito estaba fundido, sino que toda la tierra estaba impregnada de una actividad similar a la que, por ejemplo, tiene el hombre cuando piensa. Este proceso de descomposición se inició antaño, y así es como se puede decir que se produjo: Del organismo de la tierra caían como lluvia las sustancias químicas que hoy el organismo ya no contiene, por ejemplo las sustancias de las que está compuesto el granito. Esto se filtró hacia abajo, y fueron esencialmente estos procesos de destrucción los que, en combinación con la química de la tierra, dieron lugar a la posibilidad de que el granito surgiera como la capa superior sólida de la tierra. Pero entonces ya se había iniciado un proceso de descomposición, y lo que tenemos hoy debe ser el resultado. Nuestros procesos minerales son las consecuencias de ese proceso de descomposición, que continúa gradualmente. ¿Qué debe mostrarnos la verdadera ciencia natural? Que están realmente presentes esos procesos que deben estar ahí. Esto se nos muestra en todas partes en la verdadera ciencia natural. En ninguna parte la verdadera ciencia natural contradice lo que exige la ciencia espiritual, en todas partes es sólo una confirmación. 

El hombre también encontrará tal confirmación con respecto a la reencarnación y el karma. Sólo una vez la humanidad debe ir más allá de todas las teorías, prejuicios y similares. Los hechos son necesarios en todas partes donde son hechos, no hipótesis confusas como la suposición de que una vez existió lo que los teóricos geológicos piensan como el estado de la tierra en la edad de granito, muy aparte de las teorías filosóficas de la actualidad, en las que tenemos ante nosotros algo que está bastante abandonado por toda espiritualidad. No debemos dejarnos impresionar por palabrerías como, por ejemplo, cuando alguien viene y dice: El desarrollo humano individual, que basamos en la reencarnación y el karma, proviene de la infinitud del desarrollo espiritual. Es posible que hoy en día un hombre pueda hacerse mundialmente famoso y decir que el desarrollo humano individual se deriva de la infinidad del desarrollo espiritual, lo cual no es más que hojalata enrollada, aunque se proclame como filosofía oficial y vaya ligada al nombre de Wundt. Aquí nos encontramos, en efecto, en la frontera entre dos mundos intelectuales, y debemos ser conscientes de ello. Uno es la ciencia natural real, que en todas partes sólo confirma la ciencia espiritual, en la medida en que se basa en hechos. El otro son las diversas teorías filosóficas, hipótesis y todo tipo de cosas «espirituales» sobre lo que se supone que subyace a los procesos externos. La ciencia espiritual debería estar estrictamente separada de todo esto. Entonces veremos también cómo se hace cada vez más posible comprender que lo que adquirimos mediante el conocimiento espiritual, -esta composición del hombre y las relaciones de los miembros con las diversas épocas del desarrollo humano, también del desarrollo humano individual-, nos señala profundamente los misterios del mundo, y que en algo así como una correcta contemplación de los tres primeros años de la infancia, se da la primera etapa para reconocer el Misterio del Gólgota en su verdad y para comprender realmente una palabra de la Escritura como ésta: Si no os hacéis como niños, no podréis entrar en los reinos de los cielos.

Traducido por J.Luelmo ene,2025

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